miprimita.com

Las Muñecas III

en Grandes Relatos

III

 

Durante días no tuve noticias de Silvia. La mañana siguiente del incidente de envié un mensaje por Whatsapp. En él le reiteré mi arrepentimiento y le dije que esperaría impaciente a que quisiese llamarme para hablar.

 

Entretanto aproveché el tiempo para intentar entender los pormenores de mi nueva realidad. De alguna manera podía influir sobre las personas para que se durmiesen convirtiéndolas en muñecos, esas personas no reaccionaban a estímulos dolorosos pero si parecían reaccionar positivamente a algunas caricias sexuales. Al despertar las personas no sabían que habían dormido y despertaban como si el tiempo se hubiese congelado en sus mentes. Tenía muchas dudas y muy muy pocas respuestas y decidí que quería saber más, y para ello necesitaba experimentar.

 

Más confundido que arrepentido, decidí dejar de lado el asunto por unos días y por hacer algo decidí ordenar mi habitación. Moviendo la cama para limpiar debajo me encontré un libro de la biblioteca universitaria, hacía meses que lo retirara y no lo había devuelto.

 

Imaginé que la multa sería de órdago, así que sin pensarlo dos veces salí de casa y me fui hasta la biblioteca para intentar devolverlo. Cuando llegué, como era previsible, la puerta estaba cerrada a cal y canto. Miré a través de los cristales y desde ellos pude ver a una mujer trabajando tras un ordenador. Llamé con los nudillos en el cristal, ella me miró y me hizo un gesto de que estaba cerrado. Le enseñé el libro y le dediqué la mejor de mis miradas de gato abandonado, que causó el efecto esperado. Ella se acercó a la puerta y la abrió para hablar conmigo.

 

- Esta cerrado,- dijo- los exámenes ya acabaron y hasta septiembre no tenemos horario al público.

 

- Lo siento muchísimo, pero acabo de encontrar este libro y me gustaría devolverlo. Por favor, en septiembre la multa será todavía más gorda.

 

- A ver, puedo mirar si tienen la sala abierta, pero si está cerrada hasta mañana que viene mi compañera no puedo hacer nada, si no está me dejas el libro y un teléfono y te llamo.

 

- De acuerdo, te lo agradezco.

 

Desapareció pasillo abajo con el libro en la mano y vi cómo se alejaba. Tendría 24 o 26 años y la verdad es que no estaba nada mal. Lucía un cuerpo esbelto que realzaba con un vestido de corte recto, ceñido y que se alargaba a media pierna, y su trasero era una promesa de voluptuosidad que despertó a la par mi curiosidad y mis ganas de volver a ejercitar mi “don”. Al rato regresó con el libro en la mano y cara de circunstancias.

 

- Lo siento pero no pude devolverlo, la sala está abierta pero el ordenador está parado y no sé cómo ponerlo a funcionar. Mañana hablaré con mi compañera para que te lo devuelva. Déjame tu teléfono, déjame el libro a mí y te aviso si hay algún problema. - Dijo mientras se sentaba en su silla y cogía papel y bolígrafo para anotar.

 

La ocasión la pintan calva y yo la agarre al vuelo. Me puse detrás de ella y suavemente le dije.

 

- Duerme mi niña, duerme tranquila.

 

- ¿Que dices? - Me respondió mirándome entre extrañeza y preocupación.  - ¿De qué hablas?

Me tuve que comer mi sorpresa y reaccionar rápidamente, me eche a reír e intenté tapar el hueco como pude.

 

- Nada, ni caso. Llevaba toda la mañana intentando sacar una estrofa para una canción y se me vino ahora a la cabeza. - Le dije con mi mejor sonrisa de aquí no pasa nada.

 

Ella entornó los ojos, resopló y volvió al asunto sin darle más importancia. Recogió mi número de teléfono y se comprometió a llamarme al día siguiente para confirmar la devolución del libro.

 

- Gracias, - dije aun descolocado por las circunstancias.- ¿Cómo te llamas?, Es para poderte incluir en los agradecimientos del próximo disco- dije queriendo parecer chistoso.

 

- Natalia, - respondió con una sonrisa divertida entornando los ojos ante la galante payasada de aquel niñato. - ya me cantarás la canción cuando la acabes.

 

Volví a casa desconcertado. Mi don no había funcionado y no tenía ni idea de por qué. No entendía absolutamente nada. Recorrí la ciudad pensando, simulando tonos, recordando gestos o movimientos, y pensando cualquier tontería que pudiese ser el diferencial entre poder dormir a una persona o no poder hacerlo.

 

Caminé enfrascado en esos pensamientos hasta que llegue al portal de mi casa. En la puerta del edificio me encontré a Laura, mi vecina; una joven de 21 años, recién emancipada, que ocupaba uno de los apartamentos del ático. Miraba el suelo desolada y al borde de la lágrima.

 

- Hola Laura, ¿pasa algo? - pregunté curioso por su cara de disgusto.

 

- Una putada. Me salí de casa y dejé dentro las llaves. Tengo que llamar a un cerrajero y me va a cobrar un dineral que no tengo.

 

- ¿No tienes a nadie que pueda traerte llaves?  - le pregunté empatizando.

 

- No. Tengo unas llaves en casa de mis padres pero hasta mañana no vuelven del pueblo.

 

- Espera, tengo entendido que una puerta sin seguro puede abrirse con una radiografía y yo tengo una en mi casa ¿Lo intentamos?

 

Ella asintió encantada y subimos por la escalera. Paramos en mi piso y recogimos la radiografía. Seguimos hasta su puerta y empezamos un forcejeo con la radiografía y la rendija de la puerta. Tras no pocos esfuerzos, y a punto de rendirnos la puerta hizo clic y se abrió por fin ante nuestros ojos.

 

Laura, encantada y agradecida se abrazó a mí saltando.

 

- Muchas gracias Manu. Me has ahorrado una pasta. Pasa y tomate algo conmigo, por favor.

 

Entré dentro de su piso, un apartamento cuco y minimista con un pequeño recibidor, una sala, un dormitorio, cocina y baño, todas ellas amuebladas con muebles de Ikea y decorado con fotos y dibujos probablemente hechos por ella. Cuarto a cuarto, me enseñó toda la casa menos su dormitorio

 

- Está hecho un desastre - se excusó. Me guio de nuevo hasta el salón, me invitó a sentarme en el sofá y me pregunto qué quería tomar.

 

- Una Coca Cola si tienes le respondí.

 

Ella sonrió y desapareció camino a la cocina. Regresó al momento con dos vasos, un par de Cocas sin cafeína y un cuenco de patatas fritas. La miré con cierto disgusto ya que la Coca sin cafeína no me gusta nada de nada.

 

- Lo siento, - respondió ante mi gesto, sentándose en un sillón frente a mí- a mí tampoco me entusiasma, pero desde que vivo sola me cuesta un poco conciliar el sueño. Por eso ando tan despistada.

 

Su revelación me abrió la puerta a un nuevo intento tras el fracaso de la bibliotecaria. Entone mi voz y en cuanto se sentó a mi lado le dije dulcemente.

 

- Pues si tan cansada estás duérmete y descansa.

 

Al instante, sus brazos cayeron inertes a lo largo de su cuerpo, su cabeza se reclinó sobre el respaldo del sillón y sus ojos se cerraron como un resorte. Me quedé atónito. Otra vez había funcionado, pero ¿por qué no con Natalia? Me quedé mirando para Laura sin saber muy bien qué hacer con ella, aunque para ser sinceros apenas tarde unos segundos en decidir que debía repetir, una a una, todas las pruebas que había hecho con Silvia y comparar resultados, por que decidí desnudar a mi vecina para poder experimentar.

 

No sé si habéis desnudado alguna vez a alguien inconsciente, pero no es tarea fácil y menos aún en un sillón. Desabroché la camisa de Laura dejando a la vista su más que generoso pecho escondido tras un gran y sugerente sujetador. Esto me animó a seguir y empecé a moverla para poder sacarle la camisa. No tardé mucho en descubrir que la tarea iba a ser muy complicada y tomé la decisión de coger en brazos a mi nueva muñeca y llevarla hasta la cama.

 

Esto tampoco fue sencillo. Al contrario que Silvia, Laura era una mujer corpulenta. No estaba gorda, pero tenía buen culo, caderas anchas y unas hechuras imposibles para tallas de niña que vestía mi chica. Aunque yo soy fuerte me costó bastante cogerla y poder llevarla hasta la cama, tanto que, en un despiste, la golpeé sin querer en la cabeza contra una de las puertas, respirando aliviado al ver que no había herida y que ella no había reaccionado en absoluto. Es probable que su melena rubia, recogida en una suerte de moño improvisado, hubiese amortiguado parte del golpe.

 

Una vez en el cuarto, que estaba impoluto y completamente ordenado, la dejé en la cama y, acostada, continué el ritual de desnudarla esta vez con más éxito.

 

Su camisa dejó al descubierto una piel suave blanquecina y tersa que embellecía una pequeña barriga con unos discretos michelines en su costado. Su pecho reposaba dentro de su encierro con la promesa de desparramarse en cuanto fuese liberado. Eso hice. Deslice mi mano debajo de su espalda y solté con pericia el broche de su sostén retirándolo. Sus pechos, grandes y redondos, mantuvieron el tipo con firmeza y, aunque se aplastaban sobre su torso, apenas si perdieron su forma redonda y voluptuosa.

 

Eran unas tetas muy bonitas, con unas preciosas aureolas algo pequeñas para el tamaño global del conjunto y con un pezón erecto que Sorpresa!!! estaba atravesado por sendos piercings con una bolita a cada lado y una pequeña cadena rodeando el pezón por debajo.

 

Me entretuve un rato jugando con sus pezones y noté como poco a poco se le aceleraba la respiración. Mi vecina, al igual que Silvia, y de algún modo que no podía entender, era receptiva al placer. Agarré las cadenetas de los pezones y tiré de ellas, primero muy despacio, luego más vigorosamente. Laura seguía respirando aceleradamente, casi gimiendo. Estaba claro que sus pechos eran más sensibles que los de mi novia y que cierto grado de dolor en ellos le resultaba placentero.

 

Recordando mi objetivo continué con mi trabajo. Di gracias al destino de que Laura hoy no luciese sus habituales Jeans, en vez de eso llevaba puesto un pantalón negro de tela ancha, casi como una falda, que resultó mucho más sencillo de quitar de lo que habrían sido unos vaqueros. Al retirarlos me encontré con un minúsculo tanga color carne, que apenas si tapaban su pubis y que encogía en los laterales y el trasero hasta ser poco más que una tira de tela.

 

Esas bragas hubiesen resultado escasas en cualquier cuerpo, pero en el de Laura, generosa de curvas, parecían de juguete, y a decir verdad no le quedaban muy bien, y dudo que pudiesen quedarle muy bien a nadie, por lo que no perdí demasiado tiempo mirándolas antes de quitárselas.

 

Una vez desnuda, segunda sorpresa!!! Laura era rubia 100% genuina. Su pubis estaba tapizado por una matita corta y arreglada de un pelo casi tan rubio como el de su cabeza, que en conjunto con su piel blanca formaban uno de los coños más hermosos que he visto nunca. Por si fuera poco, tercera sorpresa!!! Completaba el conjunto un triple piercing que empezaba con una perlita un centímetro por encima de su sexo. Entraba en su piel para salir formando otra perlita junto en el pliegue de piel y un tercer adorno con una barrita con bolas y una cadenita parecido al de sus pechos atravesaba sus labios menores justo debajo de su clítoris. Me entretuve un ratito jugando con aquellos adornos y pasando mi dedo por el surco entre sus labios externos sin penetrar en ellos, disfrutando del roce de sus pelos y del metal. El resultado el Laura fue escaso, pero en mi resultó devastador. Una erección de caballo atormentaba la tela de mis pantalones luchando por ser libre, por lo que procedí a liberarla desnudándome de cintura para abajo.

 

Después de un minuto jugando decidí ponerme al asunto “científico”. Cogí cada una de sus piernas y las separé todo lo que pude dejándola completamente expuesta. Más allá de la línea de sus ingles Laura estaba totalmente depilada. Su preciosa mata de pelo se adentraba solamente un centímetro de profundidad entre sus piernas, dejando desnudo de pelo casi todo su sexo. Su perineo y la entrada de su redondo y potente culo.

 

Lo siguiente que descubrí al colocarla así fue el profundo y dulzón olor de su coño que despertó mis más lujuriosos sentidos. Adoro el olor del sexo femenino, y este era especialmente cautivador, por lo que sin pensarlo ni un instante me situé entre sus piernas y llevé mi boca a su sexo con avidez.

 

Mi lengua penetro entre sus labios recogiendo un sabor ácido e increíblemente denso que llenó mi boca por completo volviéndome loco, empecé a pasearme de arriba a abajo con la lengua por su sexo, enterrándola todo lo que podía dentro de ella, desde el inicio de su vagina hasta hacer tope con el piercing inferior. Abrí sus labios para buscar su clítoris y cuarta sorpresa!!! El piercing con cadenita no estaba debajo de su botón como había imaginado, sino que lo atravesaba de lado a lado por el mismísimo glande. Me puse a jugar con mi lengua en semejante columpio y en un arrebato de pasión enganche la cadenilla entre mis labios y tiré de su clítoris con fuerza, hasta que la cadena se acabó escapando de mi boca liberándolo.

 

Laura, que había aumentado el ritmo de su respiración conforme aumentaba el estímulo de mi lengua lanzó un gemido sonoro, casi un grito, y levanto sus caderas hacia arriba en un movimiento espasmódico que me asustó. Levante la cabeza temiendo que se habría despertado, pero enseguida comprobé que aunque sonrosada y sudorosa, mi muñeca seguía profundamente dormida.

 

En ese instante tomé la decisión de poseerla, de hacerla mía. Necesitaba un condón y no tenía ninguno, pero imaginé que una chica con piercings en los genitales guardaría sus propios condones. Decidí mirar primero en su bolso, y al abrirlo, me encontré dos pequeñas cajitas, una gris cuadrada y otra más larga color rosa. Abrí la rosa y encontré dentro un blíster de pastillas numeradas del 1 al 21 que dejaban muy claro lo que eran. No necesitaba preservativo.

 

Borracho de lujuria volví a ella y me coloqué entre sus piernas, apreté mi glande contra la entrada de su sexo y de un empellón lo hundí totalmente dentro de ella. Nunca había estado con una mujer tan voluptuosa, y pese a estar casi inmóvil, pude apreciar y disfrutar los matices de la carne contra la carne, la piel contra la piel, el roce de dos cuerpos que chocan y se entierran uno en el otro más allá de los órganos sexuales. Las sensaciones se multiplicaban, los contactos eran más profundos, y el calor mucho más intenso que con las flacuchas que siempre me habían gustado. El cuerpo de Laura, más parecido al de Marta que el de mi novia, me estaba volviendo loco. Aquella era una intensa sesión de sexo, y no solo para mí.

 

Laura agitaba nuevamente sus caderas y se estremecía a mi contacto mientras me movía dentro de ella de arriba a abajo, de forma violenta, sin sutilezas, sacando casi por completo mi polla dura como una roca para volverla enterrar hasta que sentía mis pelotas impactando contra su culo.

 

Laura gemía y yo agonizaba de placer, el orgasmo me impactó con tal fuerza que apenas si tuve tiempo de salirme de ella antes de correrme de forma copiosa entre sus piernas, sobre su pubis dorado y en buena parte de su barriga. Me quedé mirándola durante unos segundos, comprobando como, eliminado el estímulo, su cuerpo y su respiración regresaban a la normalidad del sueño y al verla así, preciosa, expuesta,  bañada por mis jugos después de un placer desconocido para mí, decidí que jugaría con Laura una y otra vez en el futuro.

 

Una vez recuperé la respiración busque papel higiénico en el baño y limpie el desastre sobre el cuerpo de Laura para volver a vestirla y rematar nuestra sesión. Ya no quedaba resto de mí en su cuerpo cuando recordé que debía completar las “pruebas científicas”. Busque su culo con mis dedos y penetre su ano con mi dedo índice. Entró con total facilidad y empecé a masajear su perineo desde dentro, Laura comenzó a gemir aún más fuerte que en la sesión de sexo oral o en el polvo. A la vista del resultado, introduje también mi dedo medio en su trasero y comencé a trabajar la pared de su recto con ambos dedos “contando billetes”.  Laura comenzó a gemir desbocada, su cuerpo se puso completamente rígido y sin previo aviso, de su sexo brotó un abundante chorro de líquido que empapó totalmente mi mano y parte de las sabanas.

 

Había oído hablar de la eyaculación femenina, pero jamás la había visto, ni probado, así que, loco de excitación, llevé la mano a mi boca de un lametón recogí su néctar de mi palma invadiendo nuevamente mi boca de su sabor. El ácido intenso y salvaje de sus flujos llenó mi boca y viajó al instante a mi cerebro.

 

El impacto fue inmediato y tuve que hacer acopio de toda mi voluntad para no volver a montarme sobre ella. - Ya habrá tiempo de eso,- pensé. Apreté los dientes, me puse en pie y me vestí. 

 

No quedaba más remedio que limpiar otra vez mi muñeca y vestirla, cosa que fue más si cabe complicado que desnudarla. Luego la llevé de nuevo al salón y la dejé sentada en su sillón.

 

Tardé un buen rato en secar las sabanas con su secador de pelo, arreglar la cama y borrar toda evidencia de mi presencia en su habitación. Cuando terminé la noche ya oscurecía el salón, y era evidente que entre el inicio de la siesta de Laura y su despertar había pasado demasiado tiempo como para que ella me encontrase allí mirando para ella como un idiota, así que busque un bolígrafo y papel en el mueble de la entrada y le escribí una nota.

 

“Laura, para no poder dormir te has quedado frita en tiempo record. Por favor, vuelve a la cafeína,-:-D :-D . Me da pena despertarte, así que me voy, nos vemos mañana. Un abrazo, Manu.

 

Dejé la nota sobre la mesa y me despedí de ella con un beso en la mejilla mientras le susurraba

 

- Me encantaría poder follar contigo despierta, muñeca mía. - La besé nuevamente, esta vez en la frente, fui al pasillo y abrí la puerta de entrada. Volví al salón y desde la puerta le grité.

 

- Laura, Despierta!!! - y salí corriendo como alma que lleva el diablo para cerrar su puerta antes de que volviese en sí.

 

Minutos después recibí en mi Whatsapp un mensaje de Laura.

 

“Alucino con haberme dormido, soy un desastre, gracias por ser un cielo conmigo, nos vemos mañana”.

 

Así será, - pensé - nos veremos mañana y muchos más días en el futuro.