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Las Muñecas VI

en Grandes Relatos

VI

 

El día siguiente transcurrió entré la cama y el sofá. Así de agotado me dejó Laura. Me quedé dormido poco después de llegar a casa y por primera vez desde que experimentaba con mi nueva habilidad lo hice sin darle miles de vueltas a la cabeza; aunque razones para darlas no faltaban.

 

La almohada organizó mis pensamientos y a la mañana tenía bastante clara la nueva teoría.

 

Sabía que era capaz de dormir a personas que, o bien se sentían físicamente atraídas por mi o bien que confiaban en mí.

 

Parecía que durante el sueño era capaz de influenciar a mis muñecas para que deseasen hacer cosas una vez despiertas, aunque ese deseo parecía ser intenso pero no irresistible y desde luego no era tan fuerte como para que las personas hiciesen cosas que detestaban.

 

Para detallar más esta capacidad tenía que seguir forzando límites de muñecas a las que conociese bien para saber cuánto de intenso era el deseo inducido y si realmente era imposible hacer que todas ellas superasen esos límites o si esa resistencia dependía del carácter propio de la muñeca.

 

También tenía que buscar un método para poder dormir una y otra vez a cada muñeca sin que ellas descubriesen lo que pasaba.

 

La tabla de necesidades iba llevándome a los nombres de posibles nuevas muñecas y a planear que hacer con ellas, tenía mucho trabajo por hacer, y todo hacía prever que ese trabajo iba a resultar muy placentero.

 

En esos pensamientos andaba cuando sonó mi teléfono. Era Silvia.

 

- Hola cielo, - dije- me alegro de que por fin llames.

 

- Tenemos que hablar Manu, lo que pasó el otro día me ha hecho pensar mucho y quiero dejarte claro un par de cosas antes de decidir qué hacer con lo nuestro - su tono era serio y determinado, pero con un deje teatral que me hizo pensar que había ensayado estas frases una y otra vez antes de llamarme.- No sé lo que pasó el otro día, pero no solo me asustó, sino que me dejó muchas dudas de lo que sientes por mi…

 

- Silvia, por favor, -la interrumpí porque no me gustaba por donde transcurría la conversación – Vale que me puse muy loco en un momento, pero tienes que reconocer que al margen de ese episodio U-NI-CO -dije enfatizando cada silaba - siempre he sido un buen novio para ti.

 

- No es eso, Manu, no es eso -dudaba- es que llevamos un tiempo sin saber a dónde va esto, y yo desde luego no quiero estar siempre preocupada porque va a ser

 

Bingo!!! Silvia no estaba dolida, ni dañada, ni siquiera enfadada. NEGOCIABA!!! Había encontrado una debilidad y quería mejorar su posición, buscar que ese episodio me forzase a dar un paso adelante en nuestra relación, cosa que no había ocurrido antes porque en el fondo yo dudaba que ella fuese la definitiva para mí. En todo caso si ella podía aprovechar mi supuesta debilidad yo podía, sin problema alguno pagarle con la misma moneda.

 

- Mira, me paso por tu casa y hablamos cara a cara -le dije buscando una nueva situación de ventaja dado que su casa permanecía vacía casi todo el día- En media hora estoy allí.

 

- No – interrumpió nerviosa- Ya sabes lo que pasa cada vez que venimos. Esto es serio, quiero hablar contigo sin que acabemos como siempre

 

Tenía razón. La certeza de disfrutar de intimidad hacia que cada visita a casa de Silvia acabase en la cama. Pero yo necesitaba una oportunidad para dormirla, así que insistí.

 

- Mira, no voy a tratar esto en un bar o en la calle a la vista de cualquiera. No haremos nada. Solo hablar – Mentí como un bellaco.

 

- No, mejor voy yo mañana a tu casa. Es más… segura. ¿A qué hora van tus padres a la compra?.

 

Silvia sabía de lo que hablaba. Mi casa casi nunca estaba vacía y desde luego no por mucho rato. Mis padres eran los típicos que vivían del trabajo a casa y de casa al trabajo, apenas si quedaban y, en todo caso, era impredecible el saber si volverían o no en cualquier momento. Los viernes a la tarde, siempre salían juntos a tomar una cerveza y hacer la compra, pero aun así nunca tardaban más de hora y media o dos horas en volver. Mi casa era un seguro anti sexo de primer nivel.

 

- Pero tampoco tendremos intimidad – proteste - paso de discutir con mis padres delante.

 

- No vamos a discutir - contestó con firmeza - vamos a hablar claro, y para eso tenemos tiempo de sobra. ¿A qué hora?

 

-A las seis – respondí de mala gana.

 

-Allí estaré, aprovecha el tiempo para pensar que quieres que hagamos con lo nuestro.

 

Colgó sin esperar respuesta dejándome con una queja en la boca y un buen palmo de narices.

 

- Será zorra.- murmuré entre dientes.

 

El resto de la tarde transcurrió entre música y videojuegos, y antes de que me diese cuenta mi padre se sentó en el sofá exigiendo su cuota de pantalla

 

- Vete acabando, quiero ver un poco la tele antes de irme a cama.

 

-Espera a que acabe este partido, porfa. Por cierto, ¿mamá no está?

 

-Tu madre fue al cine. - Eso en el idioma de nuestra familia significaba que habían peleado y que mi madre, probablemente llorando, había ido a casa de la tía Pilar a recuperar el ánimo. - Acaba que empieza la película. - añadió.

 

- ¿Ya estáis otra vez? Tenéis que salir de casa, divertiros un poco y romper la rutina. No quiero que acabéis separándoos.

 

- A ver hijo, estoy muy cansado para más líos. Cuando tengas a cargo tu propia familia entenderás que querer y poder son cosas distintas.

 

Mi padre siempre se quejaba del dinero y de lo duro que era sacar adelante una familia, pero la realidad es que mi familia no tenía problemas económicos. Es mas, después tantos años de austeridad mis padres tenían un buen capital guardado. Mi padre era buen tipo, pero muy agarrado, céntimo a céntimo habían empequeñecido su vida al ritmo que agrandaban sus ahorros. Sospecho que buena parte de sus peleas eran por eso, mi madre había trabajado años y ahora quería vivir, y ese hombre agarrado no la dejaba.

 

- No son líos, papa, es la verdad. Sal a cenar con mama de vez en cuando y hazle algún regalo un día cualquiera, por que sí. No seas roñoso!!!

 

- Joder chaval!! - Bramó el viejo – Estoy hasta las narices de discutir. Eso es asunto de tu madre y mío. Déjame ver la puñetera tele de una vez!!!

 

Apagué la consola y salí del salón enfadado, aunque sabía que no iba a durar. Odiaba discutir con mi padre, había sido un padrazo para mí, el mejor, la envidia de todos mis amigos.

 

Mi viejo no era de comprarme ropa de marca, ni consolas caras, ni viajes de cine, ni grandes lujos pero jamás me había escatimado un minuto de su tiempo.

 

Siempre estaba ahí, en todas mis vivencias, mis logros y los de mi hermano, en nuestros problemas y fracasos él siempre estaba disfrutando, ayudando y dando apoyo a sus dos hijos, sin importarle nada a lo que tuviese que renunciar para ello. Eso me impedía estar enfadado con en mucho más de un par de minutos seguidos. Lo admiraba, lo quería con locura y era, sin duda, mi norte en el mundo.

 

Volví junto a él y lo encontré enfrascado en un concurso cutre en la tele, viéndolo con cara de pocos amigos, me acerque por detrás y le di un beso en la mejilla.

 

- Lo siento papá, no debí gritarte -le dije con sincero arrepentimiento.

 

- Yo tampoco hijo. Perdóname, estoy agotado. Mañana hablo con tu madre. Todo va bien – mintió para tranquilizarme, no sé si a mí o a el mismo.

 

- Te quiero papá, si estás cansado duerme un poco y descansa.

 

Juro por mi vida que no era eso lo que buscaba, pero mi padre, a mis palabras, cayo fulminado por el sueño aplastando su cuerpo contra el sofá.

 

- Ostias!!! - grité sorprendido.

 

Mi padre se había dormido, y eso significaba varias cosas, y todas buenas. Podía dormir a cualquiera que confiase en mí, sin importar siquiera el sexo y eso tenía que tener alguna utilidad extra. Cada vez me sentía más y más poderoso

 

Estaba claro que tenía que despertarlo, pero desde luego no iba a perder la oportunidad de susurrarle un par de cosas. Me acerque al oído y le dije.

 

- Papá, te quiero mucho y te respeto, pero me gustaría que moderases un poco tu afán por ahorrar. Me encantaría que al despertar llamases a mamá, le pidieses disculpas y que mañana le hagas un regalo bonito.

 

No se me ocurrió mejor modo de usar mi capacidad de sugestión. Ojalá funcionase y mi don pudiese ayudar a mis padres.

 

- Papa, Despierta!!

 

El viejo abrió los ojos y siguió hablando como si nada hubiese pasado.

 

- No pasa nada hijo, en el fondo tienes razón. Quiero a tu madre, pero creo que la rutina nos mata. ¿Sabes?, me enamoré de tu madre de tal manera nada más verla que quise estar con ella para siempre sin preocuparme de nada más que de quererla tal y como era.

 

- Claro que sí, papa. Anda. Llámala y dile eso mismo a ella. No se podrá resistir.

 

- Buf! - respondió mi padre asustado – ya puedo pensar en algo gordo para que no me cuelgue nada más abrir la boca

 

- ¿Y si mamá y tú os vais de fin de semana a algún sitio que os guste? Reserva un hotel y daos un homenaje, os lo merecéis.

 

- Qué coño!! Claro que sí!! . Gracias hijo. - Me dio un abrazo y un beso con sabor a amor, complicidad y profundo orgullo paterno - Que rápido crecisteis, cabrones!!!

 

Dicho esto cogió el teléfono y se puso a hacer una llamada.

 

- Sandra, soy yo. Por favor ven a casa. Soy un cenizo. - silencio mientras escuchaba a mi madre - He hablado con el niño y tienes razón. Vente. Mañana podemos ir a cenar fuera… Que narices!!! Nos vamos a pasar el fin de semana los dos solos a algún lado. Vente y lo hablamos. - más silencio - vale, te quiero.

 

Mi padre colgó el teléfono con una sonrisa y sin mediar palabra me dio un puñetazo cómplice en el hombro mientras me decía.

 

- Voy a hacerte caso chaval, no más roñosos. Y se fue al trote hacia el baño.

 

Yo me quedé entre alucinado y extasiado. HABÍA FUNCIONADO.  Mi madre no tardó ni cinco minutos en llegar. Venía con una cara entre confusa e ilusionada. Se vino directa hacia mi queriendo saber.

 

- ¿Tu padre?

 

-En la ducha, te llamó y se metió al baño. Lleva un buen rato ahí.

 

- ¿Qué le dijiste? - pregunto con cara seria

 

- La verdad. Que tenéis que cuidaros más a vosotros mismos y menos al banco, que tenéis dos hijos ya criados y que os toca disfrutar. Lo de siempre, pero parece que hoy funcionó

 

Mi madre me abrazó con ternura y se fue hacia el baño.

 

- Manuel, ¿Estas bien?

 

- Ahora salgo!! - sonó la voz de mi padre tras la puerta.

 

Mi madre me miró confundida, y estaba a punto de decirme algo cuando mi padre abrió la puerta del baño y salió duchado afeitado y perfumado, vestido de domingo, limpio como un pincel.

 

- Niña, nos vamos, vamos a tomar una copa y a bailar. Prefiero anestesiarte un poco antes de hablar contigo - dijo entre risas

 

- ¿Estas bien? - Pregunto mi madre

 

- Perfectamente. Venga, deprisa que nos vamos – le dijo mientras le daba una palmada en el trasero y desaparecía camino a la habitación.

 

Mi madre atónita, me miró buscando respuesta a aquella extraña situación, a lo que yo respondí sonriendo y encogiéndome de hombros. Luego rindiéndose a la ilusión de por fin tener algo tan esperado salió al trote hacia el baño a arreglarse.

 

Era ya entrada la madrugada cuando los oí llegar a casa envueltos en unas risas que no abundaban entre ellos desde hacía tiempo , solo un rato después, y para mi bochorno, mis oídos comprobaron que mis padres ya no estaban enfadados.

 

El día siguiente al despertar ellos ya habían salido a trabajar, en la puerta me sorprendió una maleta cerrada y en mi teléfono un mensaje de mi padre.

 

“Tu madre y yo salimos a las 5 a pasar el fin de semana en un balneario. A la hora de comer te pongo al día. Ya ves que aun puedo aprender cosas. Te quiero”

 

Perfecto. Algo me decía que todos los miembros de mi familia íbamos a tener un largo y divertido fin de semana.