Se llama Cristina y tiene diecinueve años. Yo bastante más del doble.
Ignoro si le ocurre también a los demás hombres y qué opinión les mereceré a las lectoras pero confieso que a mí me jode muchísimo comerle el coño a una mujer, con dedicación, hasta llevarla al orgasmo, y que luego le haga ascos a mamarme la polla.
Así realicé, acompañada por mi esposo, mi loca fantasía de ir a un cine porno para abandonarme a la lujuria y ser follada por los hombres presentes en la sala.
En mi tierra el desayuno típico tras una larga noche de juerga, es el chocolate con chorras. Huy, perdón, quiero decir, con churros.
Continúo fornicando con jóvenes putillas que Paloma, mi sobrina, me trae a casa. Pero a ella, a pesar de haber ya disfrutado de su tierno cuerpo, todavía no la había follado. Hasta ayer.
El ser una mujer infiel no me supone ningún problema de conciencia. No, eso el cornudo de mi marido se lo ha buscado. Lo que me inquieta un poco es que ahora solo las situaciones inusuales y extremas me excitan y satisfacen. Les cuento todo en este resumen (un tanto extenso, les advierto) de lo que ha sido mi vida.
A modo de primera cita, propuse a Marisa dar un paseo en bicicleta. Al adentrarnos en un bosque asistimos a una escena de lo más inesperada y excitante. Y acabamos abandonándonos al lujurioso deseo que el espectáculo nos provocó.
Tras varios años de soledad y vacío tuve la fortuna de conocer a Amelia, la maravillosa mujer con la que vivo actualmente. Todo podría ser realmente perfecto si no fuera por Lidia, su hija, una perversa joven que me ha hecho perder la cabeza.
El fin de semana comienza bien. Muy bien.
Si, mi esposa es realmente muy puta. No es fácil confesar algo así en público, pueden creerme. Aún menos cuando la he visto gozar como una perra mientras era follada por otros ante mis propios ojos. Y que he disfrutado con ello.
Anónima confesión sobre lo acaecido durante un día, nada ordinario, de mi vida. Sensibles, románticos y lectores buscando relatos puramente masturbatorios, mejor se abstienen de leerlo.
A la chica le excitan los hombres vestidos de manera elegante, de traje y corbata. ¡Qué afortunada y placentera coincidencia, esa es mi manera de vestir cada día en mi trabajo!
Nuestra segunda luna de miel, con el inesperado cúmulo de nuevas e increíbles experiencias que en ella hemos vivido, ha marcado un antes y un después en nuestra pareja, en nuestra sexualidad, en nuestras vidas.
Mi vecinita Lorena, ya en edad de follar, lo hace con su novio en un rincón de la escalera de mi edificio. Al descubrir tal situación decido, como es normal, tomar cartas en el asunto.
Una intensa y apasionada relación virual se apoderó de mí y supuso el trampolín para que, coincidiendo con mi 18 aniversario, la adolescente temerosa y reprimida que era se transformara en la mujer liberada en que me he convertido.
Aquí les cuento cual es mi peculiar (y también eficaz) manera de ayudar a mi sobrina Paloma, a la que tanto quiero, en sus estudios.
Mi sobrina Paloma organiza el encuentro con una de sus amigas, de su misma edad, en mi casa. Con un objetivo claro, sin engaños ni tapujos: para follar. Por 100 euros. Dos tiernas putas adolescentes para este viejo verde por 100 euros.
No, ya no me voy de putas, o por lo menos no tanto como antes. Sigo siendo un viejo salido pero ahora tengo a mi sobrina. A la puta de mi sobrina. Como en su día tuve a su madre, mi hermana.
Viejo verde: 3 maduros viciosos y una recien casada. Soy lo que la mayoría de ustedes calificarían de "viejo verde". Quiero contarles algo que mis compañeros de juergas y yo hicimos hace unos días.
Voy a ponerte a prueba, mi pequeña zorra. Demuéstrame que eres una perra obediente y merecedora de mis favores. No me defraudes o me harás enfadar.
Vas a pagar por tu estúpido y despreciable comportamiento de perra desobediente e indisciplinada.
Esta vez follamos delante de una docena de mirones en un Peep-Show.
Primera experiencia exhibicionista con mi nueva pareja. Como nos excitó ser vistos mientras follábamos y nos convertimos en adictos al exhibicionismo.
Convoqué un grupo de voyeurs para que nos miraran mientras follábamos en el coche.
Fuí espectador y participante activo en una sesión de castigo a una sumisa por parte de su amo, junto con otros dos desconocidos.