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Juegos exhibicionistas con Nicole (3: El PeepShow)

en Voyerismo

Terminaba el verano. Los días lluviosos comenzaban a ser frecuentes y poco a poco se iba sintiendo el frescor otoñal en esta ciudad del centro de Europa, situada a orillas del lago Leman y rodeada de altas cumbres alpinas que ya empezaban a verse vestidas de blanco.

Con esas nuevas condiciones climatológicas, mi dulce Nicole y yo comenzábamos a ver reducidas las posibilidades de practicar nuestros "juegos" en lugares insólitos, en exteriores y lugares públicos, como tanto nos gusta y excita, por la sensación de libertad y el riesgo (deseado) de ser descubiertos y observados.

Porque es cierto que a medida que pasa el tiempo y nuestra relación se hace más intensa y profunda también aumentan nuestras tendencias exhibicionistas. Hasta hace unos días nuestra experiencia en común más osada había sido aquella en la que follamos dentro del coche en un parking público y rodeados de voyeurs. Desde entonces, y por diversos motivos, no habíamos vuelto a realizar nada similar, a pesar de que rememorábamos con frecuencia aquella tarde. Nicole solía experimentar intensos orgasmos cuando, mientras follábamos y yo la penetraba profundamente, le susurraba al oído que recordara aquellas miradas viciosas observándonos y aquellas vergas tiesas junto a las ventanillas del coche vertiendo chorros de esperma sobre los cristales de las mismas en su honor.

Sentía pues la necesidad de preparar de nuevo una sorpresa que fuera excitante y diferente, con la que asombrar a mi tierna princesa y marcar de manera especial la inminente celebración de nuestro sexto mes juntos, medio año de complicidad e intensos placeres compartidos. Me decía que tenía que ser algo que superara en originalidad y nivel de exhibicionismo nuestra precedente aventura del aparcamiento. Desde hacía tiempo tenía una fantasía que deseaba realizar y nunca había tenido la posibilidad de satisfacer. O, mejor dicho, nunca había tenido la pareja idónea para realizarla. Esta era la ocasión de hacerlo.

Una tarde, al salir de trabajar, cogí el coche y conduje por la autopista que rodea el lago. Mi destino, un centro comercial situado muy cerca de una de las salidas de la autopista, se encontraba a unos sesenta kilómetros de Ginebra. Se trata de un centro comercial un tanto diferente. Es lo que llaman un "Sex-Centre", una especie de hipermercado dedicado al sexo. Un gran local de dos plantas compuesto de varios departamentos. El más amplio y frecuentado es el Sex-Shop, con cestas y carritos a disposición de los clientes para realizar sus compras, como en los hiper "normales", y donde suelo comprar artículos diversos, como aceites perfumados para masajes, accesorios para los juegos de dominación, lencería y vibradores para regalar a mis amigas, etc. Está en la planta superior, donde también hay un pequeño bar, un cybercafé y una librería dedicada a la prensa y literatura eróticas. En la planta baja, en el sótano, está el videoclub, donde se pueden encontrar videos y DVD's de todo tipo (algunos sobre temas un tanto extremos, ¡al límite de la ilegalidad!) y una zona con cabinas de video individuales, también muy frecuentada aquella tarde por trajeados individuos, en las cuales es posible, mediante el pago con monedas, ver en privado un video porno y hacerse una paja tranquilamente.

Junto al mostrador donde los empleados atienden a los clientes del videoclub hay una cortina, oscura y pesada, que aísla del resto del local una pequeña sala a la que solo se puede acceder en determinados momentos.

Es la sala dedicada al Peep-Show. La sala que motivaba mi interés y el objeto de mi visita.

Se trata de un lugar donde se exhiben mujeres y parejas en directo. De forma circular, cuenta con una pista central, acolchada, de aproximadamente dos metros de diámetro, y rodeada por una docena de cabinas. Cada cabina dispone de una ventana acristalada que permite observar lo que sucede en la pista. Cuando es una mujer sola la que se exhibe, haciendo un strep-tease y masturbándose (más bien simulando hacerlo, un espectáculo que, en mi opinión, carece de todo interés) la cabina funciona con monedas, y un contador controla la apertura de la ventana. Para los shows protagonizados por parejas se ha de pagar una suma determinada (el equivalente de unos 80 euros, en francos suizos) que permite, si se desea, asistir a la totalidad del espectáculo.

En una ocasión asistí en esa misma sala a un show protagonizado por una pareja compuesta por una rubia bastante "madura" y un chico muy joven de color, dotado, como parece ser la norma, de un enorme rabo. El negrito la estuvo taladrando con su tremenda tranca un buen rato por todos los orificios y de todas las maneras imaginables, haciendo gritar de placer a la vieja zorra cada vez que se corría y hasta que él mismo se corrió a su vez derramando sobre ella chorros de espeso esperma y que la muy furcia relamía al resbalar por su rostro hasta la boca.

Fue un espectáculo muy excitante, sobre todo por el aspecto espontáneo y auténtico del acto. Confieso que llegué incluso a hacerme una paja mientras los miraba. Desde ese día tenía el deseo de protagonizar yo uno de esos shows.

Ahora, con Nicole, lo iba a realizar.

Solicité la presencia del gerente del local, al que comuniqué mis intenciones y el día en que deseaba poder hacerlo. Aporté algunas fotos nuestras en plena "acción", a modo de tarjeta de visita, para que pudiera hacerse una idea del aspecto estético de nuestra exhibición.

Se mostró encantado, comprobó en su agenda electrónica la disponibilidad de la sala para esa fecha y me explicó las condiciones. En primer lugar, no se exige remuneración alguna por ninguna de las partes. Y, por supuesto, la pareja debe de estar dispuesta a exhibirse sin restricciones y mantener relaciones sexuales completas ante los espectadores. Debe practicarse, como mínimo, sexo oral y penetración vaginal, de ser posible sin utilizar preservativo, durante un tiempo mínimo de 30 minutos y hasta llegar al orgasmo. Se pide también que el hombre eyacule de manera visible, es decir, como en las películas porno. Si se desea, el show puede ser grabado en video y conservar el original como recuerdo. También existe la posibilidad de poner copias a disposición para su venta a los muchos aficionados a este tipo de videos interpretados por no profesionales. En cambio los espectadores tienen prohibido filmar o fotografiar la exhibición.

Todo eso me pareció perfectamente correcto y aceptable. Opté por la filmación de la sesión aunque decliné la proposición insistente del hombre de poner a la venta copias de la misma y repartirnos los beneficios. Concretamos la cita para el miércoles de la semana siguiente a las nueve de la noche, y me indicó que anunciaría nuestro show en su página de Internet y que la propondría a sus clientes habituales. También accedí a que se quedara una foto para ilustrar el anuncio. Según me dijo, era de esperar que las cabinas se llenaran de voyeurs, ya que las actuaciones de nuevas parejas no profesionales suelen atraer especialmente los muchos aficionados a ese tipo de espectáculos.

Estaba realmente contento, excitado e impaciente por que llegara el miércoles. Tan excitado estaba que, a pesar de que esa noche estaba previsto que nos viéramos, fui directamente a casa de Nicole. Cuando llegué, ya había acostado a su hijito y acababa de salir de la ducha. Nada más verme adivinó en mi mirada el deseo y nos fundimos en un intenso y húmedo beso, y comenzamos a arrancarnos las ropas mutuamente. Evidentemente, mi excitación se disparó. El sabor de sus labios, de su lengua metida en mi boca, y el delicioso olor perfumado que sobre su dulce piel había dejado el gel de baño, me empujaron a recostarla sobre la alfombra de la entrada y comenzar a lamer su sexo intensamente; a comerle el coño más profundamente que nunca, follándolo con la lengua, metiéndola entera y moviéndola dentro hasta hacerla correrse y gritar de gusto como una posesa. Inmediatamente me incorporé, le separé y levanté las piernas para clavarle la polla con fuerza, bombeándole el coño con rabia, haciéndola encadenar varios orgasmos más (Nicole es, en ocasiones, multiorgásmica) hasta que, en pocos minutos, me corrí dentro de ella, casi perdiendo el sentido de placer e inundándole la vagina de mi esperma.

Fue una follada magnífica, espontánea e intensa. Más tarde, mientras cenábamos, le dije...

- Tesoro, ¿Sabes que el próximo miércoles hará seis meses que nos conocimos?

- Pues claro que lo sé, mi amor, y me encanta comprobar que lo recuerdas –me contestó al tiempo que se abalanzaba para besarme.

- ¿Cómo no iba a recordarlo? Y, además, te tengo preparada una sorpresa para celebrarlo. ¡Y no me preguntes qué es! No pienso decirte nada, ya lo verás en su día. Pero te aseguro que no lo puedes ni imaginar, y que te va a encantar.

Sorprendentemente, no preguntó nada, ni una sola vez. Simplemente, tras besarme con ternura sobre los labios, me dijo:

- No cariño, no te voy a preguntar. Te quiero mucho, no sabes cuanto, pero, a veces… ¡Qué pedazo de cabrón que eres!

 

Por fin llegó el esperado miércoles. Salí temprano de trabajar y me fui directo para casa a descansar un rato, ducharme y cambiarme de ropa antes de pasar a recoger a Nicole. Le había comprado un bonito (¡y muy caro!) conjunto de tanguita y sujetador que le pedí se pusiera para esa noche. A ella le encantó y puso de excelente (y caliente) humor. Bien -me dije- la cosa empieza muy bien y la noche promete ser memorable. Ella seguía sin saber que iba a suceder esa noche pero el brillo de sus ojos y la sonrisa pícara que tenía fija en la cara denotaban su excitación.

Llegamos al Sex-Centre sobre las nueve menos cuarto. Había bastante afluencia, en su gran mayoría masculina. El gerente andaba cerca de la entrada y nos recibió con una gran sonrisa. Mientras Nicole curioseaba por el Sex-Shop, me informó que tenía reservadas todas las cabinas para nuestra "actuación" y explicó de que manera proceder. Nos propuso bajar al sótano y prepararnos en un pequeño vestuario previsto para esos menesteres. Disponía de dos puertas; la primera, la que utilizamos para entrar desde la parte pública del local. La segunda, cerrada en ese momento y con una luz roja encendida encima, daba acceso a la pista circular del Peep-Show.

Cuando nos quedamos solos en la pequeña antesala, le pedí:

- Cariño, confía en mi, he preparado para ti la que, eso espero, va a ser una experiencia inolvidable. Quítate la ropa y quédate solo con el conjunto que te regalé esta tarde, por favor.

Mientras lo hacía también yo me quité los zapatos y la camisa. Quedé solo con el pantalón, debajo del cual estaba desnudo, sin ropa interior. Nicole estaba magnífica con esa mini-braguita y el sujetador a juego, que realzaba sus magníficas y prietas tetas. La abracé y comencé a acariciar; a besar el cuello y el lóbulo de las orejas, algo que sé que le encanta. Ella acariciaba también mi pecho y mis hombros, mientras nos besábamos y comenzábamos a excitar. Nicole me susurró al oído:

- ¡Eres increíble! Dime cariño ¿Qué hacemos, qué va a pasar aquí?

- Venga gatita, no te hagas la inocente, ya lo sospechas ¿no? –contesté sin dejar de acariciarla, de excitarla- Ahí, al otro lado de esa puerta, hay una docena de personas, probablemente todos hombres, esperándonos. Vamos a salir y hacer el amor delante de ellos. Te voy a follar a solo unos centímetros de sus ojos, de sus pollas, y se van volver locos deseo al verte, al vernos. Se van a excitar tanto que se van a pejear como perros. Todos ellos me van a envidiar por estar con una hembra como tú. Y a ti te van a desear como nunca desearon a una mujer.

Esas palabras, acompañadas de mis caricias, comenzaron a excitarla mucho. A las nueve en punto (¡la célebre puntualidad suiza existe!) la luz sobre la segunda puerta pasó al color verde. Una música tranquila comenzó a sonar. Era el momento de salir al escenario.

Tomé a Nicole de la mano, abrí la puerta y subimos sobre la pista circular. Una luz de color violáceo la inundaba, cayendo desde arriba. En el centro había un taburete alto, como los que se utilizan en la barra de los bares. La pista giraba lentamente y detrás de cada una de las ventanitas de las cabinas se podía ver una cara observando. Cerré la puerta y ví junto a ella una cámara de video filmando. Nicole estaba un poco desorientada, como sin saber que hacer, e incluso, sorprendentemente, un tanto intimidada. Comencé a besarla y acariciarle la espalda y las nalgas. El deseo comenzaba a adueñarse de mí, como siempre me sucede en ese tipo de situaciones. Abrazándola y besándole el cuello, le susurré al oído...

- Vamos a levantarles las pollas a estos cerdos, putita mía, enséñales lo bien que sabes comerme el rabo.

Me apoyé contra el taburete, dejando las piernas estiradas y abiertas para que Nicole pudiera colocarse entre ellas. Así lo hizo y, lentamente, me abrió la bragueta del pantalón y sacó mi ya semierecta polla. Comenzó a pelármela despacio, al tiempo que miraba cada una de las ventanitas, recorriéndolas todas con la mirada, como queriendo comprobar que estaban realmente ocupadas y que una docena de desconocidos nos observaban. Fue aumentando el ritmo de la paja que me estaba haciendo hasta, rápidamente, ponerme la polla bien tiesa. Entonces, inclinándose hacia delante, comenzó a chupármela despacio. Tenía las piernas ligeramente separadas y levantaba su precioso trasero, con la fina tirita de tela del tanga hundida entre las nalgas, las cuales iban pasando, por el movimiento de la pista, por delante de cada una de las ventanas a solo unos centímetros. Pude ver como la mirada viciosa de cada uno de los voyeurs se clavaba sobre ese magnífico culo cuando éste les pasaba por delante.

El morbo de tener a esa docena de mirones alrededor mientras mi princesa me mamaba la verga era increíble, me encontraba muy a gusto y excitado en ese momento y quise que al mismo tiempo fuera placentero para nosotros y un buen espectáculo para nuestro público.

Le solté el enganche del sujetador y éste cayó al suelo, dejando libres las maravillosas tetas de mi hembra. Me levanté y quité el pantalón. Con la pija completamente tiesa y dura, pedí a Nicole que se sentara en el taburete y me coloqué detrás de ella. Levanté sus brazos y pasé mis manos por debajo de ellos hasta atrapar sus tetas. Las levanté, acaricié, empecé a sobar, a apretar, a frotar una contra la otra, a estirar y retorcerle los pezones entre las yemas de mis dedos. Ella comenzó a ronronear de gusto como una gata en celo, y pude ver como en las cabinas se empezaba a notar movimiento. Era evidente que la mayoría de los hombres ya se habían sacado la polla y se la estaban pajeando; les estaba ofreciendo un irresistible primer plano de las tetazas de mi putita mientras esta gemía y dejaba ver el vicioso deseo en su mirada. Aumenté la intensidad de mis caricias hasta sentir sus pezones completamente erectos y duros, señal inequívoca de su extrema excitación. Entonces bajé una de mis manos y empecé a hacerle un suave masaje sobre la tela del tanga.

Ella seguía con la espalda apoyada contra mi pecho, y mi boca junto a su oído le susurraba palabras destinadas a aumentar su excitación. Le decía lo puta que se veía así, expuesta y jadeando como una ninfómana delante de todos esos mirones. Le pedía que abriera los ojos y viera como la miraban, que viera el vicio y el deseo en esos pares de ojos anónimos.

La presión de mis dedos se fue intensificando a medida que ella separaba las piernas. Pasé un dedo bajo la húmeda tela del tanga y lo ladeé, dejándole el coño desnudo, abierto y expuesto, para seguidamente introducirle el dedo y comenzar a moverlo despacio con un rítmico vaivén. Al mismo tiempo miraba a los voyeurs, podía ver sus caras pegadas a contra el cristal, sus miradas cargadas de deseo y el rítmico movimiento que al pajearse sacudía sus cuerpos.

- ¿Quieres que te lo coma, putita? –Le pregunté mientras le seguía pajeando el coño- ¿Te gustaría sentir mi lengua lamerte el clítoris y hurgar dentro de tu coño?

- Siiii, Ohhhhhh, cómeme ya el coño, cabronazo, estoy apunto de correrme, no puedo más, ahhhhh, ¡ven ya!

Pasé delante de ella. Hice resbalar el tanga por sus piernas hasta quitárselo. Tras empujar fuera de la pista toda la ropa que había, le hice poner los pies en el posapiés del taburete, con las piernas muy separadas. Ella apoyó las manos en el pequeño respaldo y adelanto el coño hasta el borde del asiento. Empapado, abierto, expuesto a la vista de todos. Se oyeron algunas voces y pequeños golpes, amortiguados por los cristales, procedentes de las cabinas. La magnífica panorámica del coño de Nicole había hecho su efecto, supuse que alguno o algunos de los mirones se acababan de correr. Les dejé admirar unos segundos más ese maravilloso cuerpo acariciando con un dedo el clítoris y los mojados labios.

Me arrodillé y comencé a lamerla. Recuerdo que mi empalmado rabo tocó el frío acero de una de las patas del taburete y me provocó una descarga de placer. Nada más sentir mi lengua Nicole comenzó a gemir. Le dí varios largos lengüetazos por toda la raja. Al notarla apunto de correrse, le atrapé el clítoris entre los labios, succionándolo, absorbiéndolo, metiéndolo dentro de mi boca y dándole un rápido e intenso masaje con la punta de la lengua mientras la penetraba y pajeaba con dos dedos.

No tardó en correrse, gimiendo y transmitiendo a mi boca los intensos temblores que el fuerte orgasmo sacudía su cuerpo. La seguí lamiendo unos segundos más y me incorporé de nuevo.

Mi deseo era muy intenso, como es fácil de entender. Coloqué mi polla erecta sobre el abierto coño de Nicole y comencé a frotarla contra él. Me daba un gusto enorme ver esas caras mirar mi tranca frotar los labios del coño de mi chica, insinuándose entre ellos, esperando que su propietaria se recuperara de la intensa corrida para poder follarlo, penetrarlo y hundirse en él hasta el fondo.

- Quiero follarte, pequeña zorra –añadí, poseído por el deseo- levántate y date la vuelta, quiero clavártela ya, no aguanto más!

Se incorporó y, tras darnos un largo beso, se dio la vuelta y agachó, apoyando las manos sobre el asiento del taburete, con las piernas rectas y abiertas. Como cada vez que la tengo delante en esa posición, no pude resistir la tentación de separar sus nalgas y lamerle toda la raja del culo, pasando la lengua de arriba abajo y mojando de saliva con la punta de la lengua el prieto agujerito sonrosado. Es algo que nos encanta a los dos.

Le pedí que me dejara quitar el engorroso taburete, que saqué del círculo, y se echara al suelo. Se puso con la cara apoyada en el acolchado suelo, las piernas plegadas y el culo bien levantado. Yo me arrodillé detrás de ella y, sin poder demorarme más, metí mi pétrea polla en el entregado coño. A la segunda embestida ya la tenía metida entera. Muy, muy despacio, ofreciendo espectáculo a los cerdos mirones, la saqué casi completamente para volver a introducirla. Seguí así, con esa follada a cámara lenta unos minutos más, dándole una fuerte palmada en las nalgas de vez en cuando y tratándola de furcia viciosa, algo que sé que le excita mucho en esas circunstancias.

Pudimos oír los ahogados gemidos procedentes de las cabinas que los voyeurs soltaban al correrse. Algunos daban golpecitos en los cristales intentando atraer nuestra atención pero nosotros los ignorábamos. Nicole volvía a gemir de placer y me suplicaba que la follara de verdad, con fuerza, como suelo hacerlo.

Así lo hice. Agarrándole fuerte las nalgas, comencé a follarla rápido, a bombear con rabia, abandonándome al deseo y buscando nuestro placer, ignorando ya a los mirones.

Había perdido la noción del tiempo, no podía saber si la media hora exigida había pasado ya o no, pero no podía más. Me iba a correr de un momento a otro y recordé que debía de hacerlo de forma visible.

Cegado por el deseo, la agarré de un brazo y, de manera un tanto brusca, la volteé y quedó tumbada sobre la espalda. Agarré sus tobillos y los levanté, despatarrándola y exponiéndola como una puta. Volví a metersela de un fuerte pollazo y seguí bombeando. Sus tetas se agitaban subiendo y bajando con cada una de mis fuertes embestidas. Se seguían oyendo ruidos y voces procedentes de las cabinas. Yo estaba al borde del orgasmo.

- Todos nos miran, ¡puta! Te ven ahí tirada, despatarrada como una guarra y follada, ven mi polla penetrarte, entrar y salir de tu jugoso coño, tus tetas agitarse, te excita que vean ¿verdad?

- Si, siiiiii, fóllame, cerdo –respondió ella con la voz muy entrecortada, puesto que estaba experimentando un nuevo orgasmo- fóllame fuerte cabrón, ohhhhhhh me corro, fóllame...

Solo pude aguantar el tiempo necesario para que ella, entre gritos, disfrutara del nuevo orgasmo. Enseguida sentí la inminencia del mío y saqué la verga del gozoso coño de mi putita. Ella, sabiéndolo, se apresuró y vino a agarrarme la polla fuerte, a pajearla con rabia y chupar intensamente el hinchado glande. Acogió dentro de la boca el primer chorro de semen caliente que brotó de mi polla, que dejé escapar acompañado de un grito de placer. Siguió pelándome el rabo y apretándome los huevos con la otra mano mientras el resto de las lanzadas de mi leche aterrizaban sobre su carita y resbalaban sobre ella para ir a caer sobre sus tetas.

¿Cómo explicar la intensidad y el infinito, indescriptible placer de ese orgasmo? Es imposible.

Quedé tumbado en el suelo, como en trance, durante un par de minutos, con la cabecita de Nicole apoyada sobre mi pecho.

Se oyeron algunas puertas abrir y cerrar. También algunos golpecitos contra los cristales de las cabinas. Cuando recuperé el aliento nos besamos, recuperamos nuestra ropa y salimos de la pista, sin prestar atención a las personas que seguían detrás de aquellos cristales intentando atraer nuestra atención.

El espectáculo había terminado.

Nos vestimos en la sala contigua, donde estaba el resto de nuestra ropa. En mi reloj eran las 21:48. Tres cuartos de hora de show, no está nada mal, ¿no? –le comenté a mi dulce princesa.

- No, mi amor, nada mal –contestó mimosa- tenías razón, ha sido maravilloso, realmente inolvidable.

Diez minutos después salíamos del pequeño vestuario. El gerente del local nos estaba esperando y vino a nuestro encuentro con una cinta de video en la mano. Nos comentó que sus clientes se habían marchado realmente encantados y que había sido un éxito total. Seguramente la señora de la limpieza iba a tener mucho trabajo esa noche en las cabinas. De nuevo propuso realizar copias del video para ponerlas a la venta. Según dijo todos los asistentes habían pedido comprar una copia. Rechacé la oferta aun sabiendo que era posible que el tipejo hubiera hecho de todas formas copias y las fuera a vender.

Pero ese es uno más de los riesgos que los exhibicionistas como nosotros tenemos que correr.

La experiencia fue tan intensa y placentera que incrementó en varios enteros nuestra ya enorme afición por exhibirnos y follar a la vista de desconocidos. Días más tarde, y presa de la excitación que nos seguía poseyendo, vivimos una nueva experiencia de lo más excitante en una sauna de Gienbra, que había organizado una "sesión privada especial parejas", donde al mismo tiempo fuimos exhibicionistas y voyeurs.

Ahora estoy preparando una nueva sorpresa a mi deliciosa Nicole: unas vacaciones juntos en un lejano y exótico país durante las cuales, estoy seguro, viviremos nuevas y excitantes experiencias.

A nuestro regreso, si veo que nuestros relatos han despertado interés y gustado, buscaré el tiempo necesario para escribir sobre todas esas aventuras.

Gracias por haberme leído.