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Educando a una perra; ejercicios prácticos (1)

en Dominación

El regreso a casa tras uno de esos cansados y estresantes viajes de trabajo, siempre me supone un privilegiado momento de paz y de agradable reencuentro con las cosas que me son familiares y queridas.

En ese entorno agradable y reconfortante, mientras deshago la maleta, ordeno un poquito mis cosas y me preparo a tomar una reparadora ducha muy caliente, siento ganas de verte. O, mejor dicho, el deseo de tenerte, de utilizarte, de poseerte. Y de comenzar a poner en práctica todos esos planes que imaginé durante mi viaje. Todo eso comienza a provocarme una prometedora erección. Decido llamarte sin demora.

- Hola, mi pequeña furcia, ya estoy de vuelta y de nuevo contigo. ¿Me echaste de menos?

Contestas con tu dulce vocecita que siento llegar hasta mí acompañada de una alegría inocente y casi infantil, manifestando tu entusiasmo ante mi regreso. Por ello, comprehensivo, paciente, perdono tus palabras efusivas y tus estúpidas preguntas de mujerzuela alocada e indisciplinada. Incluso te contesto cuando expresas tu deseo que acompañarme en un próximo viaje.

- Quizás algún día, si considero que eres una puta lo suficientemente educada y respetuosa, de la que pueda sentirme orgulloso, de la que sienta que no corro el riesgo de que me haga avergonzar en público con su estúpido comportamiento de furcia malcriada y caprichosa, te deje acompañarme en alguno de mis viajes de trabajo a París. Puede incluso que te lleve a uno de esos locales de Pigalle donde, por las noches, en sus oscuros sótanos, los amos exhiben y castigan a sus sumisas hembras en público y a veces, algunos, también las entregan como perras a los voyeurs y viciosos hombres anónimos de la asistencia. Adivino que tu lúbrico coño comienza a humedecer nada más de imaginarte en una situación así, ¿verdad zorra? Pero para poder llegar a eso aún tienes mucho que aprender, y aplicarte con devoción y disciplina para conseguir convencerme de que mereces que te acepte como sierva.

Bueno, basta de charla, ahora escúchame atentamente. Esto es lo que quiero que hagas hoy.

Te traje un regalo de París. Unas "bolas chinas". Ya sabes que tipo de bolitas te estoy hablando, ¿verdad? Claro que si, ¡vaya pregunta! Eres tan guarra que todos estos juguetes te son bien conocidos. Bueno, se trata de un modelo nuevo, un poco diferente a las clásicas bolas. Como verás, hay una bola normal y, unidos a ella por el cordoncito, tres "apéndices" en forma de cacahuete, así diseñados para la penetración anal.

Dentro de una hora depositaré en el buzón de tu casa un paquetito conteniendo mi regalo. Esta tarde, al final de la jornada, te vas a vestir como la vulgar furcia que eres, como sabes que me gusta: faldita corta, blusa escotada y zapatos de tacón alto. Sin ninguna ropa interior, nada de ponerte ni siquiera uno de esos mini-tanguitas de zorra que tanto me gustan y que te hacen tan apetecible tu firme y redondito culito de joven puta sodomita.

Te introducirás la bola y los "cacahuetes" en el coño y el culo respectivamente. Así, sin bragas y penetrada por tus dos agujeros inferiores, irás a tomar la línea de autobús número 6, esa que viene del puerto y la zona industrial. A esa hora el autobús va repleto de embrutecidos obreros que salen de sus duros trabajos, la mayoría apestosos a sudor y ropa sucia, medio borrachos por las cervezas y el vino barato que tomaron en las cantinas antes de volver a sus casas y tener que soportar a sus gordas, gruñonas y amorfas esposas. Seguro que todos ellos babearán de morboso deseo al ver una tierna putita como tú subir en su autobús.

Si alguno de esos bestias se dirige a ti o te hace preguntas, tienes prohibido hablar. Solo puedes expresar "si" y "no" con movimientos de cabeza y con la mirada baja. Solamente hablarás si alguien te pregunta tu nombre. En ese caso simplemente le dirás acercando tu boca a su oído... "puta".

Tomarás asiento y notarás, con el movimiento del autobús al circular, tus penetrados agujeros estimularse. Permanecerás en el vehículo hasta que, restregándote en el asiento, frotando el coño con alguna de las barras para agarrarse o como mejor te parezca hacer, consigas correrte como una furcia.

¿Crees que serás capaz de hacer algo tan sencillo? No me defraudes. Luego vienes aquí, a mi casa, y me lo cuentas, de manera precisa y detallada. Quiero excitarme con tus palabras, que provoques mi deseo con ellas.

Ah, lo más importante: Arréglate como puedas pero no quiero que ninguno de esos cerdos asquerosos te toque. Si me entero que alguno te sobó el culo o las tetas, que follaste o mamaste alguna de esas pollas, o que les permitiste violarte, me harás enfadar. Enfadar mucho. Enfadar de verdad. Tenlo presente.

 

~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~

 

Me di un largo baño muy caliente. Tenía la piel tersa y perfumada por las sales de baño. Me coloqué una bata para secarme y dediqué a admirar el regalo de mi Amo, esas bolitas de placer que pronto estarían dentro de mi cuerpo.

Una vez seca, me acosté en la cama, cerré los ojos e imaginé que mamaba la gorda polla de mi Amo, me comencé a acariciar el coñito, lubricando para poder introducir la bola grande. Luego también unté un poco de gel lubricante en mi ano, lo esparcí por la superficie e introduje un dedo. Primero me coloqué la bola en el coño y luego, uno tras otro, los tres apéndices en el culo. Temí que se salieran por el lubricante, por lo que me sequé el culito con una toalla.

Tras esto, con las bolas dentro, comencé a vestirme cuidadosamente, lentamente, estaba ya a esas alturas a mil, excitadísima. Me coloqué la falda corta de cuero color marrón, luego una blusa que casi me deja al aire las tetas, color celeste. Me senté en la cama para ponerme los zapatos de tacón alto color marrón y sentí el primer espasmo de placer con las bolitas en mi cuerpo.

Salí así vestida a la calle camino de la parada de autobús. Por la calle los hombres me miraban y me decían guarradas… "Puta, ¿cuanto cobras?" "Ven a hacerme una mamada, zorra"

Yo no contestaba, agachaba la mirada esperando llegar a mi destino.

Dos hombres en la parada de autobús se me acercaron, me arrinconaron y me dijeron… "Putita ¿quieres verga? ¿Quieres comerte mi polla?"

Yo meneaba la cabeza en forma negativa. Por fin llegó el autobús. Subí rápidamente. Estaba completo, no cabía un alfiler. Quedé entre dos hombres grandes, con enormes barrigas cerveceras, vestidos con sucios monos azules de trabajo y un fuerte olor a transpiración mezclado al de sus alcoholizados alientos. Ambos se dieron la vuelta.

- Hola zorrita -me dijeron a dúo- ¿Qué haces en este lugar a esta hora?

Yo no contesté. Tenía la cabeza gacha, miraba al suelo.

- ¿Te comieron la lengua los ratones?

Yo seguía sin contestar. Hubo una parada y bajó bastante gente, pero también subió otro tanto. Por inercia de la gente que empujaba fuimos a parar los tres a la parte de atrás. Un asiento estaba desocupado.

- Vamos niña, siéntate -me dijo uno de ellos.

Me senté sin dejar de mirar al suelo.

- Zorrita, quiero que me sobes la polla -me susurró el otro al oído.

- No, no -dije yo.

- Vamos putita, vienes vestida así a este lugar ¿Para qué si no es para follar con nosotros? ¿A quien quieres engañar?

Dios mío, ¿cómo salir de esta encerrona? Esos animales tenían razón, los estaba provocando con mi vestimenta, con mi perfume. ¡Mi Amo me tendió una trampa! Me encomendó una misión demasiado difícil. ¡Estoy atrapada!

Comenzaba a asustarme de verdad.

Me empujaron hasta el un asiento. Yo seguía con la mirada baja, sin hablar, me senté y permanecí quietecita. Me dejaron en paz por un momento. Entonces recordé la orden: permanecer en el autobús hasta que consiga tener un orgasmo.

Al estar sentada sentía mucho más las bolitas metidas en mi coño y mi ano, y comencé a experimentar un agradable placer. Trataba de disimular para que los hombres no adivinaran mi excitación. El autobús frenaba y arrancaba, eso me hacía mojar por completo, estaba muy excitada, el culo me dolía un poco con la fricción. El asiendo de al lado se desocupó, uno de los hombres se sentó a mi lado y apretó su enorme cuerpo contra el mío. Confieso que eso incrementó mucho mi excitación. A los pocos minutos estaba ya a punto de correrme. Coloqué con disimulo las manos entre las piernas, luego pasé una bajo la faldita y comencé a dar tironcitos del hilo que sujetaba las bolitas. Cerré los ojos y pensé en usted, mi Amo, y en su magnífica verga. Me imaginé mamándola y… estoy acabando… tratando de ahogar mi gemido… Ahhhhhhh! Me corro… Ohhh, mi Amo, mi macho, ahhhhh, siiiiiiiii, ahhhhh…

Entonces los hombres me miraron incrédulos.

- ¡¿Te estás corriendo, puta?!

Yo negué con la cabeza. Los tenía pegados, uno a mi lado y el otro enfrente de mí. Los dos olían horrible a vino, grasa y sudor.

- ¿Cómo te llamas? -pregunto el que tenía delante.

Esa pregunta tan temida. No quería contestarla, sabía lo que ocurriría. No contesté.

- Dime, zorra, ¿cómo te llamas? -Volvió a preguntar, acercándose más.

Lo miré y le susurre al oído… "puta".

Eso fue suficiente para desencadenarlo todo. El que estaba a mi lado bajó la cremallera de mi falda y me metió la mano en mi rajita húmeda. -Ahhhhhh- se me escapó un gemido.

El resto de la gente seguía como si nada sucediera, había mucho ruido, demasiada gente como para que alguien notara algo.

- Está toda mojada, la muy puta –informó a su compañero mientras me tocaba el coño- Va sin bragas y tiene algo metido en la raja!

Tiró fuerte del hilo y me sacó la bola del coño, pero no las del culo. Se abrió el cierre del pantalón, se sacó la polla, que estaba completamente tiesa, y me sentó encima de él, levantándome la faldita. Me penetró de un solo golpe. Tenía una verga enorme que sentí reventarme las entrañas. El otro se sacó también el rabo, me cogió el pelo de un puñado y empujó mi cabeza hasta que me lo metió en la boca.

Comenzaron a follarme. Uno por la vagina y el otro metiéndomela hasta la garganta. Me daba nauseas esa polla tan gorda y sucia, pero no podía hacer nada. Me quejaba pero no me dejaban. Siguieron follándome y diciéndome todo tipo de barbaridades hasta que comenzaron a emitir gruñidos animales anunciadores de que iban a correrse. Yo, por la violencia y al asco que me daban, traté de concentrarme en imaginar que uno de esos hombres era usted, mi Amo. Me excité de nuevo. Sentí placer con esas dos pollas que taladraban mi cuerpo. Sentía en mi recto la presión de las otras bolitas mientras el gordo me follaba y eso me daba un placer enorme. Al cabo de un minuto acabamos los tres.

- Ahhhh, putaaaaaa, siiiii, siiiii, trágate mi leche, siiiiiii.

El de abajo me apretaba las tetas y me pellizcaba los pezones con fuerza, me estaba haciendo daño. Me rasgaba la blusa. Me dolía y… sentía asco y… me corría también…

- Ahhhhhhh, cabrones, hijos de puta, me están haciendo correr, ahhhhhhh, cerdos, ahhhhhhh.

Me corrí como una perra. El de abajo me inundó la vagina de semen y el otro la boca. Me ladeé para escupir pero, al verme, me agarró de la garganta con su rasposa manaza y me obligó a tragarlo todo, salvo el que desbordaba de mis labios y me caía resbalando por la cara hasta caer sobre la blusa. Sentí nauseas, casi vomito allí mismo. Me soltaron y en ese momento paró el autobús y bajó mucha gente. También yo bajé y me fui corriendo en dirección opuesta al resto de la gente. Tenía la boca llena de semen, mis piernas chorreando leche. La blusa rasgada, mi falda abierta y un olor a sudor y grasa que daba asco.

Me quedé esperando un taxi que me trajera aquí. Estaba dolida, comencé a llorar. No pude cumplir sus órdenes. Usted me advirtió que no quería que me tocaran y no pude evitarlo, era una trampa, algo imposible de cumplir, pero igualmente le fallé, mi Amo, le fallé otra vez. Se que ahora me espera lo peor.

Ahora me espera mi castigo.

 

~*~*~*~*~*~*~*~

 

Oigo el relato de los hechos y, sintiendo la ira poseerme, no puedo evitar soltarte un violento bofetón. Caes de espaldas y tu cabeza golpea contra la pared. Quedas tirada e inmóvil en el suelo, lloriqueando.

Me has defraudado, sucia perra. Una vez más. Estúpida furcia desobediente. Me has insultado.

Incluso en algo tan sencillo e inocente fallaste estrepitosamente. ¿Tan difícil era cumplir tu misión?

Simplemente tenías que subir a un autobús, frotar tu vicioso coño penetrado por las bolas (¡que

tan generosamente te regalé!) y excitarte con las miradas cargadas de deseo a tu alrededor hasta tener un orgasmo, vivir esa pequeña fantasía y luego venir a contármelo.

Nos habríamos excitado juntos con tus palabras y habríamos follado. Habría chupado tus tiernos pezones, comido el coño de esa manera tan intensa y profunda que tanto te gusta, mamando y chupándote el clítoris hasta hacer correrte gritando de placer, mientras tu me comías el rabo hasta los huevos, poniéndomelo bien duro, para seguidamente haberte taladrado el coño fuerte, cogiéndote desde atrás, como a una perra, de esa manera que tan fuertes y seguidos orgasmos te provoca. Luego me habría corrido sobre tu carita de furcia y visto resbalar sobre ella mi leche mientras tú la empujas con los dedos hacia tu boca para comerla.

Pero no. Tu tenías que mamarle la polla al primer puerco que se te puso a tiro. ¡Incluso tragarte su repugnante esperma! Tenías que provocar a todos los tíos a tu alrededor, como la más guarra de todas las putas. Y dejarte follar por todos tus agujeros como la más perra de todas las rameras. En un autobús repleto de gente, un entorno en el que te hubiera sido fácil negarte y obtener ayuda en caso de no haberte podido defender por ti misma.

¿Era tu intención humillarme? Estoy seguro que si, que la idea de tragarte esas pollas y sentirlas penetrar tu vicioso cuerpo, sabiendo que era algo que no debías permitir, que yo no deseaba que ocurriera, excitó más tu morboso deseo de puta rastrera.

¿Qué voy a tener que hacer contigo? Cuando pienso en los proyectos que ya empezaba a preparar para ti, para nosotros, me doy cuenta de lo ridículamente tierno y generoso que me mostré siempre contigo.

Ya veo cual es el pago que recibo por mi clemencia y delicadeza.

Pero eso se va a terminar. Se acabó. Vas a ser castigada. Como te advertí. Tratada con la dureza que una furcia indisciplinada como tú merece. Prepárate a pagar. Pronto conocerás y cumplirás tu castigo.

 

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- Pido clemencia, por favor, mi Señor. ¡Pido clemencia!

No pude defenderme, pensé que si gritaba en lugar de ser violada por dos hombres lo sería por todos los que había en el autobús. Traté de zafarme, de no contestar, pero con sus consignas fue imposible. Esos hombres vieron cuando me corría. Quizás si no les hubiera contestado que mi nombre era "puta", tal vez no se hubieran descontrolado. Pero la mención de esa palabra, más mi vestimenta y el lugar eran toda una provocación. Yo no quería hacerlo, solo Dios sabe que no quería. Por eso ante la inevitable violación pensé en usted, Señor, para no sufrir tanto.

Perdón mi Señor por contrariarlo, pero no es verdad que ofrecí todos mis agujeros, ya que no me follaron por el culo, solo usted pudo penetrar ese lugar en una oportunidad. Y me cuido de preservar ese virginal y sagrado espacio para que usted satisfaga sus caprichos a costa de mi sufrimiento por no estar acostumbrada a hacerlo.

Pido, Señor, que reconsidere mi situación, deseo que mi castigo sea lo más leve posible, pero en caso que usted, sabiamente, considere que soy merecedora del más cruel de los castigos, le pido encarecidamente tener la oportunidad de seguir siendo su sumisa, su sometida, su esclava, y que me de otra oportunidad de merecerlo. Y que su alma tan generosa y noble siga intentando de hacer de una necia como yo la más fiel de las putas para satisfacer sus deseos.

Nada más, mi señor, pido clemencia y que tenga piedad de mi.