miprimita.com

Amigas Especiales (01)

en Grandes Relatos

AMIGAS ESPECIALES

(Por Elka Schwartzman Levi y Carla Bauer)

E-mails:

Carlab83@yahoo.com.ar

elkaschwartzman@yahoo.es

 

Capítulo I.

Hola. Mi nombre es Carla. Tengo 19 años, y al iniciarse esta historia, vivía en Córdoba, Argentina, junto con mis padres. Si tuviera que definir mis preferencias sexuales, diría que soy bi, con una fuerte tendencia (cada vez mayor) hacia las chicas más jóvenes que yo. El resto irán descubriéndolo a lo largo de este relato, cuya autoría tengo el honor de compartir con Elka Schwartzman Levi, mejor conocida en el medio de los relatos eróticos por "Incestuosa".

Aquella tarde de abril estaba muy feliz, y tenía mis razones para estarlo: acababan de darme un aumento de sueldo en el Estudio de Asuntos Legales, donde trabajaba como secretaria, y había comenzado mi segundo año en mis estudios de Derecho. Realmente estaba muy contenta, ya que, pese a ser una carrera bastante común, era la que yo había elegido, y disfrutaba de todas las materias que cursaba... bueno, de casi todas. Además, me había respondido Elka, una autora de la página TODORELATOS. Yo me había animado a escribirle porque ansiaba felicitarla por sus historias sobre incesto, muy calientes y, por sobre todo (o a la par con ello), por su excelente redacción y buen trato del idioma. Me fascinaba sentarme frente a la computadora de mi casa –o de mi trabajo, donde tenía una pequeña oficina privada, al lado de la de mi jefe-, y masturbarme leyendo los trabajos de mi autora predilecta. Por supuesto, esto sólo podía hacerlo cuando el Dr. Fernando Castañares (mi jefe y amigo de Papá) no estaba ni me había dejado una cantidad excesiva de trabajo. Por más que Fer, como lo llamaba yo cuando nadie nos escuchaba y de las puertas del estudio para afuera, me conociera desde que nací y me tuviera un inmenso y correspondido aprecio, jamás habría aceptado verme masturbándome en horas de trabajo.

Pero, volviendo al e-mail que había recibido de Elka, sinceramente, no sé por qué, no me esperaba una respuesta tan cálida, amistosa y, más que nada, extensa, en la cual me decía, entre muchas otras cosas halagadoras, que ya me consideraba su lectora preferida y comenzó a contarme cosas íntimas sobre sus relatos que, desde luego, no revelaré.

Con toda esta alegría dentro de mí, a las 20:30, partí rumbo a casa. Era un viernes. Tenía planes para "romper" (disfrutar al máximo) ese fin de semana, sin siquiera desperdiciar esa misma noche.

-¡Hola! –saludé, llave en mano, sin saber quién estaba en casa-. Ya llegué.

La felicidad me brotaba por los poros. Pasé por mi cuarto, dejé mis carpetas y la cartera y fui al baño, a prepararlo para una ducha. Sólo tuve que quitarme la falda, la polera y los zapatos de taco bajo (la comodidad ante todo) para quedar totalmente desnuda, ya que, como es habitual en mí, no llevaba ropa interior. Como por instinto, mi mano derecha frotó mi conchita; también como por instinto, mis dedos quisieron quedarse allí para hacerme gozar una paja; pero resolví dejarlo para después: habituada a tenerla completamente limpia de pelos, sentí una mata lo suficientemente espesa para justificar una depilada que, en el 99% de los casos, terminaba en un momento de lujurioso placer solitario. Desnuda como estaba, llegué hasta el placard de mi dormitorio y, en puntas de pie, alcancé el último estante, donde guardaba mi breve equipo para rasurarme la cuca: espuma instantánea, la maquinita y un talco especial para después de tan delicada tarea. En eso estaba, dando mi espalda a la puerta, cuando oí un portazo proveniente de la entrada principal de mi casa, y mis padres discutiendo –no peleando- con aire preocupado. Apenas si tuve tiempo para dejar las cosas sobre la cama, para cubrir precariamente mi cuerpo con la salida de baño que, también, guardaba en el placard.

Oí que las voces se acercaban por el pasillo. Aproveché para salirles al cruce, saludar y averiguar a qué se debía tan extraña conversación.

-Hola, Pa... hola, Ma –dije, plantándoles sendos besos en sus mejillas; luego, sin darles tiempo a responderme, continué, dirigiéndome a ambos-. ¿Qué pasa, che? ¿Por qué discutían?

-En realidad, no discutíamos –explicó mi madre, con cara de angustia-... al menos, no entre nosotros.

-Sucede, Carlita, que me despidieron del trabajo –intervino Papá, con el rostro ensombrecido; al ver el mío, pálido y con una mueca de pánico, continuó-. Es por el recorte presupuestario, muy común por estos días, en cualquier empresa de nuestro país. Abracé a Papá, intentando consolarlo y darle fuerzas. Un momento después, los tres nos unimos en un apretado abrazo familiar y, pocos minutos más tarde, estábamos sentados en el living: mis padres en un sofá de tres cuerpos y yo, en un sillón, frente a ellos, mesita ratona de por medio. La ducha podría esperar; mis acongojados padres, no.

-¿Pero cómo pudieron hacerte esto de un día para el otro, Pa? –interrogué, para añadir-: ¡Es muy injusto!

-Bueno, hija –respondió, más calmado- Como injusto, es injusto; sin embargo, no fue de un día para el otro: las cosas en la empresa ya venían mal, y este final estaba dentro de lo previsible. Sólo que, como casi todo ser humano, me aferré a una esperanza que no resultó. ¿Sabés, Carla? Si yo estuviera en tu lugar, me iría del país. Aquí, la juventud no tiene futuro.

-¡Alberto! –reprochó Mamá-. ¿Cómo le decís algo así a tu propia hija?

-Justamente, porque es mi hija y no quiero que se sienta frustrada. Fernando es muy buen tipo: nos conocemos desde la adolescencia; pero si las cosas empeoran (como seguramente sucederá antes de que la Argentina vuelva a ser un país próspero... si vuelve a serlo), se verá obligado a prescindir de los servicios de Carlita. Después de todo, Fer ya tiene una secretaria y Carla está ahí porque su redacción y ortografía son excelentes y revisa y corrige cualquier escrito que sale del estudio. Pero, a la primera de cambio, despedirá a ambas (a Laura y a nuestra hija) y contratará a otra, que hará a medias el trabajo de ambas. Y no se lo puede culpar: tiene un estudio jurídico, no una sociedad de beneficencia. Sé que dicho así, suena durísimo, pero la coyuntura del país obliga a ser duro.

-Bueno, Papá –dije, antes de que Mamá insultara, vanamente, a mi jefe y causara una riña entre mis padres-: supongamos que me fuera del país, ¿adónde iría?

-Carlos, tu tío, trabaja en una agencia de modelos en Miami... no digo que podrías ser modelo: pese a ser una chica bellísima –afirmó y me sonrojé, pensando "se nota que sos mi papá"-, tu altura no es suficiente. Además, hija, te confieso que no me gustaría verte de modelo... pero, sos buena fotógrafa: nunca estudiaste fotografía, pero es un don natural que tenés. Por otra parte, si fuera necesario, podrías hacer un curso intensivo allí, mientras trabajases. Carlos te ayudaría; no me cabe ninguna duda... ¿verdad, Beatriz? –preguntó, dirigiéndose a Mamá.

-No, eso dalo por seguro –respondió, con una mezcla de orgullo y resignación-: sabés que Carlos siente algo muy especial por vos –recalcó, y yo, mentalmente, le contestaba: "¡Si supieras, Mamá... si supieras...! ¡Cómo coge tu ‘hermanito’!", sintiendo un cosquilleo muy especial en mi cuca, temiendo mojar el almohadón sobre el cual estaba sentada.

-Lo sé, Mami: Carlos es un dulce –me limité a decir para no causar una "inundación"-. Igual, no te preocupes, Vieja, porque no voy a irme, por ahora: sería como abandonar el barco que se hunde. Lo que quiero decir –expliqué, recomponiéndome y mirando a los dos-, es que, desde mi punto de vista, en este momento, soy más útil acá, en casa, que en cualquier otro lugar. Mientras Fernando no me despida, puedo aportar mi sueldo (por poco que sea, comparado con lo que ganabas vos, Viejo), a los gastos de la casa. Además, puedo conseguir otro empleo, mientras este problema se soluciona. Si fuera necesario, dejaría mis estudios, temporariamente claro, para ganar más dinero.

-De ninguna manera, Carla –me "recriminó" Papá, dulcemente-. Ninguna hija mía abandonará sus estudios, por ayudarme a mantener la economía familiar. Y no estoy siendo machista, Princesa –aclaró, al adivinar un tierno reproche en mis ojos-: vos ya me conocés.

-Ya sé, Pa; pero tenés que reconocer que estamos viviendo momentos especiales que requieren decisiones especiales... tal vez, algo extremas, lo admito; pero, como dije antes, sólo sería algo temporario.

-Ni siquiera temporario, Carlita de mi vida. Te agradezco... bueno, con Mamá, te agradecemos tu hermoso gesto, pero no podemos aceptarlo. Queremos que estudies, te recibas de abogada (no por nosotros, sino por vos), porque sabemos que es, realmente, lo que querés... es tu vocación, hija, y queremos que sigas estudiando y que no te frustres. ¿No, Mamá? –culminó, mirando a mi madre, mientras, con mucho amor, le apretaba la mano, enfundada en la suya. Ella sólo se limitó a asentir con una sonrisa de satisfacción que iluminó su rostro.

Anuncié a mis padres mi intención de ducharme, cosa evidente por mi vestimenta, y algo confundida regresé a mi habitación, y luego, al baño. Cerré la puerta, me quité la bata y, bajando la tapa del inodoro, me senté con las piernas abiertas, y procedí a humedecer con un poco de agua mi zona vaginal, y tras agitar el envase, embadurnarla con espuma en aerosol. ¡Qué hermosa sensación! Me retrotrajo a mi primera vez con un hombre (mi tío Carlos), seis meses después de mi cumpleaños número 12. No era nuestro primer contacto sexual, pero sí, la primera vez que sentiría su hermosa pija dentro de mi tierno y anhelante conejito.

Por aquella época, Charlie, como le gustaba que lo llamaran las niñas y adolescentes, vivía muy cerca de casa, en una pequeña mansión (así la llamaba yo) con pileta de natación. Era diciembre, y ambos tomábamos sol en traje de baño. De pronto, me llamó a su lado y me hizo señas como para avisarme que quería decirme un secreto. Me acerqué.

-¿Sabés una cosa, Muñeca? –susurró en mi oído-. Estamos solos y te deseo.

-¡¿En serio?! –exclamé, entusiasmada, sabiendo lo que esas palabras significaban-. ¡¿Llegó el día?!

-Así es, mi niña: tu tío Charlie nunca olvida una promesa... y mucho menos una promesa de este tipo –añadió, con un guiño y una sonrisa cómplices-. A ver, Preciosa: voy a sacarte esta molesta malla que, para colmo, ni siquiera es bikini.

Sus manos tenían un leve temblor que advertí cuando, con toda delicadeza, me bajaba las tiritas, haciéndolas descender suavemente por mis brazos. Luego, ante la aparición de mis tetitas, apenas desarrolladas, su boca lanzó un suspiro de asombro y placer. Sólo rozó mis pequeños pezones oscuros con sus pulgares, como anticipo de las caricias, chupadas y besos que vendrían después. Se relamió brevemente y siguió bajándome la prenda. Lo viví como un verdadero rito... siempre que me había desnudado, había sido muy delicado y meticuloso; pero esta vez, sentí un calor y un amor muy especial en las yemas de sus dedos. En esta ocasión, me sentí más cuidada y segura que nunca. Cuando sus manos llegaron a mis caderas, comprendí que debía colaborar: abrí las piernas, a fin de permitir que mi traje de baño no se trabara en su inexorable y excitante camino hacia mis pies. Ya estaba totalmente desnuda, feliz y expectante ante él. Noté que su bulto había crecido y, ante la perspectiva de su promesa que estaba convirtiéndose en una soñada realidad, mi boca y mi conchita se hacían agua.

-¡Hermosa! –exclamó, observándome, como quien admira un cuadro-. ¡Simplemente, hermosa, mi niña! ¡Qué privilegio para mí, ser tu primer hombre!... Aunque ya no seas virgen –agregó, con una mueca de enojo, claramente fingida-. Y, para colmo, ¡Con una vela, Carlita! ¿Cómo es eso?

Yo le respondí:

-Y bueno, Charlie... estaba caliente, pajeándome, y mis dedos ya no entraban lo suficiente. Entonces, me paré, decidida a buscar por toda la casa, hasta encontrar algo más largo. Entré en la cocina, vi el paquete de velas que mi Mamá todavía no había guardado y, aprovechando que estaba sola en casa, agarré una, volví a mi pieza, cerré la puerta con llave, me acosté en el suelo y me la metí de a poco. Se sentía tan suave y lindo que empecé a darle cada vez más duro... y cuando grité de dolor, ya era demasiado tarde. Además, como ya sabés, estaba muy caliente, así que ni siquiera el dolor hizo que parase. Así que seguí y terminé, gozando como nunca y tuve un orgasmo increíble.

-¿Y a qué edad fue eso, me dijiste? -preguntó, como para confirmar cuanto le había contado tantas veces y, además, para alimentar su morbo... seguramente.

-A los nueve, Charlie. ¿Será posible que nunca te acuerdes? -pregunté, más incrédula que impaciente.

-No, Princesa -respondió, con tono de "niño arrepentido", acaso, jugando conmigo-. No me retes... sólo es que me encanta que me lo repitas; y además, no me acordaba bien. Creí que había sido a los siete.

-No; a los siete fue la primera vez que cogí con una chica -corregí, con toda naturalidad.

-¡Oh, Carlita! ¿Quién te enseña esas palabras tan feas? -preguntó, haciéndose el horrorizado.

-Vos, Charlie Chancho -sonreí, algo nerviosa y excitada, ante la casi certeza de que el momento de mi debut ya no se dilataría mucho más tiempo.

Para que notara mi ansiedad, carraspeé y lo miré a los ojos, poniéndome seria. Él también carraspeó. Me miró de la cabeza a los pies y me tocó, cariñosamente, la cuquita; luego, acariciaría nuevamente mis pequeños senos. Pero antes, peinó mi fina y oscura capa de escaso vello púbico, con los dedos índice y corazón, y me dijo con amable seriedad:

-Por ahora y hasta que te crezcan fuertes y sanos, dejátelos; pero después, no quiero ver ninguno, ¿de acuerdo? Sí, ya sé: creés que estoy loco, ¿no? –añadió, al ver mi cara perpleja por su aparente contradicción-. En realidad, como sabés, estoy un poco loco; pero esto tiene su explicación. Una vez que crezcan y te cubran bien, voy a enseñarte a depilártelos, por varias razones: primero, porque la conchita queda más bonita; segundo, se ve más; tercero, porque, cuando te la chupen, nadie va a quejarse de que le dejás pelos en la boca; además, no vas a tener que preocuparte de que se salgan por la pierna de la malla (bikini o enteriza); y porque es más limpio y fácil de limpiar, después de mear.

-Pero si molestan tanto, ¿por qué no los depilamos ahora?

-Porque la naturaleza es sabia, y algún motivo habrá para que los tengas, mi amor. Así que vamos a dejar que cumplan su ciclo... que crezcan bien, y después los depilamos. Además, no quiero que tu madre sospeche. No va a sospechar de mí, pero puede creer que algún amigo tuyo está haciendo "travesuras" que, según mucha gente (entre ella tus padres), está mal que hagas a esta edad: coger, chupar pijas o conchitas, hacer pajas a los demás... y hasta hacértela vos misma. En fin: todo eso que tanto nos gusta.

Iba a seguir preguntando cosas a Charlie, pero resolví que ya habría tiempo para interrogar. Ahora, me moría por tener mi primera vez, con un varón.

Con todas mis ganas y la experiencia obtenida gracias a él a lo largo de casi dos años de placentero aprendizaje, me arrodillé frente a su silla de ruedas (sí, es discapacitado físico, pero de ninguna manera impotente), desabroché su traje de baño y extraje aquella pija endurecida por todo lo ocurrido hasta el momento y lo que tenía planeado para lo que quedaba de esa mañana y el resto del día, hasta que Mamá regresara a buscarme, alrededor de las 18:00. Le corrí el prepucio y comencé a lamer su glande, mientras iniciaba el lento y casi experto sube y baja de mi mano a lo largo de su grueso tronco. Mis ansias y las caricias de sus manos sobre mi largo cabello negro, me invitaron a introducir todo su pedazo de carne en mi boca. Su verga, de unos 17 centímetros, aparentaba no poder caber en mi boca, pero la práctica me había enseñado ciertos trucos por los cuales mis labios podían casi tocar su raíz, sin esfozarme demasiado ni hacer arcadas. Sin embargo, tuve que abandonar momentáneamente ese delicioso manjar, para experimentar lo que, hasta ahora, me había estado vedado, por temor a lastimarme: la esperada penetración vaginal.

Con una hábil y rápida maniobra, se quitó su traje de baño –hasta entonces, sólo abierto-, y me pidió que separase las piernas un poco más. Así, inspeccionó mi conchita, para corroborar que tuviese la humedad suficiente para una buena lubricación. Estaba empapada; así que, siguiendo sus expertas y precisas indicaciones, monté su entrepierna, mientras él guiaba su mástil hasta dejarlo debajo de mi conchita.

-Acordate de que, a pesar de tu ventaja de no ser virgen, tu conejito no está acostumbrado a tener algo tan grueso adentro, así que eso también puede dolerte –me advirtió-. Pero tampoco te asustes demasiado: cuando duela, me avisás y paramos hasta que te acostumbres al tamaño. De todos modos, tu debut va a ser mucho menos cruel que los de la mayoría de las chicas... y, también, de muchas mujeres. Vos tenés el mando: cuando quieras, bajá que mi pija muere de ganas por entrar en tu dulce cuevita.

Y así fue: conté uno, dos, tres, y me senté lentamente, con un poco de miedo –reconozco- pero con muchas más ganas que temor. Sentí placer, dolor y, a partir de que mis músculos vaginales fueron acostumbrándose a tener su herramienta estirándolos, fue placer continuo. ¡No podía creer que estaba galopando sobre mi tío, casi como una experta! Sus manos acariciaban mis caderas y mi cintura con una sensualidad única. Al rato, sobaba mis tetitas que le fascinaban; y cuando mi cuerpo se estremeció ante la inminente llegada de mi primer orgasmo cogiendo con un varón, él incrementó el ritmo de bombeo con sus caderas y llegamos casi al mismo tiempo. Yo, exhausta, me abracé a su cuello y nuestras bocas se unieron, abriéndose en un beso romántico y feroz... sin tiempo ni espacio.

Cuando desperté de este recuerdo incomparable, ya había terminado mi depilación y estaba bajo la ducha, enjabonándome las tetas con una pasión que reflejaba mi calentura: estiraba mis erectos pezones, como suele hacerlo Charlie en nuestros esporádicos encuentros... demasiado esporádicos, para mi gusto.

Ya seca y en mi dormitorio, tras una ducha que había terminado con una inevitable paja, me vestí, acudí a mi cómoda y saqué mi diario íntimo, donde anoté todo cuanto había sucedido aquel día tan especial. Ésta es una de las tantas costumbres que arrastro desde mi niñez, gracias a la cual este relato es posible.

En seguida, me senté frente a mi computadora, ingresé en mi programa de e-mail y, después de releer el mensaje de Elka, me dispuse a contestarle, sin mencionar nada de nuestro problema financiero; en todo caso, ya habría tiempo para comentárselo, si se daba la ocasión. Por el momento, me pareció un poco prematuro.

Pasado un mes, Papá regresó a casa con un proyecto que parecía tener posibilidades de éxito: había estado reunido con unos colegas suyos (Contadores Públicos) y habían decidido abrirse por su cuenta, habilitando una consultoría. Parecía muy entusiasmado y el tiempo le dio la razón.

Sin embargo, consciente o inconscientemente, mi padre había plantado una "semillita" en mi cabeza, aquel viernes de abril. Mi relación con Elka había pasado de los simples mails escritos, a llevar y traer datos adjuntos. Mientras ella me mandaba algunos relatos en calidad de primicias, yo le devolvía la gentileza, enviándole fotos mías, tomadas con una "webcam" que tuvo la lamentable idea de descomponerse unos días antes de escribirle mi primer e-mail; claro: en estas fotos yo estaba vestida, si bien la gran mayoría eran desnudos que le había enviado a mi tío en Miami. Cierto: no podía aspirar a ser modelo (mi 1,60 mts. no me lo permitía, aunque mis otras medidas, 92-59-90, habrían sido perfectas); pero sí podía aspirar –y, de hecho, lo lograba- a que mi tío se hiciera unas poderosas pajas frente al monitor de su computadora, la cual también recibía imágenes mías en tiempo real, gracias al NetMeeting que ambos teníamos instalados en nuestros equipos, con el cual llegábamos a vernos desnudos y a pajearnos, teniendo sesiones "interminables" de cibersexo.

Pero, volviendo a mi historia con Elka, la tarde del sábado 3 de agosto, volvimos a encontrarnos en nuestro chat privado. En esta ocasión, yo estaba bastante triste. Finalmente, había sucedido lo que Papá había vaticinado: sin ningún otro remedio y con todo el dolor del alma, el lunes 29 de julio, Fernando Castañares tuvo que decirme que prescindiría de mis servicios a partir del lunes 2 de septiembre. Francamente, no sabía qué hacer. Mis padres me sugirieron hablar con Charlie por teléfono. Opté por escribirle un e-mail: siempre me había expresado mejor por escrito. Me respondió que, en ese momento, tenía todos los puestos ocupados, pero que, no bien se produjera una vacante de secretaria o fotógrafo, me avisaría; pero que, en todo caso, podría recomendarme con algún colega. Resignada, tuve que decir que no: en ninguno de los dos rubros tenía la suficiente habilidad o experiencia para pelear por esos dos puestos en un mercado tan competitivo como el de EE.UU. Luego, me hizo otra oferta que dije que pensaría: irme a Miami a pasar unos meses, a ver si surgía alguna oportunidad laboral. En otro momento, bajo circunstancias diferentes, mi "sí" habría sido inmediato. Pero ahora, lo único que rondaba mi mente era conseguir un empleo y, desde luego, seguir con mis estudios.

Habiéndole contado casi todo esto a Elka, su respuesta fue tan sorpresiva como generosa:

Elka:

Vente para aquí mujer

Carla:

A ESPAÑA?

Elka:

Claro... aquí conozco un tio que anda necesitando un fotógrafo

Carla:

ESTÁS LOCA, AMIGA?

Carla:

ME GUSTA LA FOTOGRAFIA Y LO HAGO RELATIVAMENTE BIEN...

Carla:

PERO NO SOY PROFESIONAL...

Carla:

NI SIQUIERA HE HECHO ALGÚN CURSO!

Elka:

Si tú dices que eres buena, yo te creo. Y este hombre te tomaría... estoy segura amiguita

Carla:

NO SÉ... LA DECISIÓN NO ES FÁCIL...

Elka:

Lo sé carlita... tómalo con calma

Carla:

EN QUÉ TRABAJA TU AMIGO?

Carla:

SÍ, LO HARÉ...

Elka:

Trabaja en publicidad y está abriendo su propia agencia de modelos

Elka:

De verdad carla... vente para aquí... verás como todo sale de perlas

Carla:

OK... DEJAME PENSARLO, SÍ?

Elka:

Vale... pero no lo pienses demasiado... las ofertas de trabajo no se presentan todos los días...

Carla:

SÍ, LO SÉ... PERO IGUAL, QUIERO PENSARLO

Carla:

ADEMÁS, ADÓNDE VIVIRÍA? MIS AHORROS APENAS ALCANZARÍAN PARA PAGAR EL PASAJE...

Carla:

Y UNAS POCAS SEMANAS DE ESTADÍA

Elka:

Pues en mi apartamento conmigo... si estás de acuerdo claro

Elka:

Holaaaaaa... aún estás ahí?

Carla:

SÍ, CLARO... PERDÓN... AQUÍ ESTOY, LLORANDO COMO UNA ESTÚPIDA

Elka:

Llorando? Por qué amiguita.... no llores...

Carla:

ES QUE ME CUESTA ACOSTUMBRARME A TU GENEROSIDAD

Elka:

Déjate de patrañas Carlita... eres mi amiga y quiero ayudarte en lo que pueda

Elka:

Tú harías lo mismo por mí... estoy segura

Carla:

SÍ, NO SÉ... QUIZÁ... IGUAL, TE AGRADEZCO EN EL ALMA... EN SERIO!!!

Elka:

No agradezcas linda... concéntrate en pensarlo... en tanto yo iré averiguando lo de tu trabajo

Elka:

y la universidad , claro sin comprometerme a nada aún

Carla:

OK... LO PENSARÉ. TE CONTESTO EL PRÓXIMO FIN DE SEMANA, SÍ?

Elka:

Vale Carlita... piénsalo y me dices... ah! y no te sientas obligada

Elka:

igual seguiremos siendo amigas aunque decidas no viajar

Carla:

LO SÉ... Y, AUNQUE NO TE GUSTE, VUELVO A AGRADECERTE

Carla:

YA DEBO IRME

Elka:

Comprendo... tranquila amiguita... cuando puedas me respondes.

Elka:

Te mando un beso

Carla:

IGUAL PARA VOS. CHAUUUU

Elka:

Chao linda

De más está decir que, tras esta conversación, mi cabeza era una maraña de ideas contradictorias. Dejaría que rondaran por ahí, pero no les haría mucho caso hasta el día siguiente. Obviamente, tampoco se lo comentaría a mis padres. Quería estar relativamente segura antes de hacerlo. "Yo, en España –pensé, sin lograr imaginármelo-... ¡sería maravilloso!"

Pero mi natural ansiedad hizo que intentara conectarme con mi amiga ese miércoles, en lugar de esperar al sábado. La suerte estuvo de mi parte y esa tarde (las 4:00, hora argentina), volví a comunicarme con Elka.

Carla:

HOLA, AMIGA CALIENTE

Elka:

mmmm hola Carlita

Elka:

como estas mi vida?

Carla:

BIENNNNN

Elka:

que bueno...me da mucho gusto saludarte linda

Carla:

TE GUSTARON LAS FOTOS QUE ENVIE?

Carla:

TENÉS TIEMPO?

Elka:

siiiiiiiiiii…me encantaron

Elka:

y tengo todo el tiempo que quieras amiga

Elka:

y tú tienes?

Carla:

SÍIIIIIIIIIIIIIII

Carla:

QUIERO DECIRTE ALGO... DE LO QUE CONVERSAMOS ANTES... TE ACORDÁS?

Elka:

si amiga, claro...dimelo.

Carla:

TE ACORDÁS DE LA INVITACIÓN QUE ME HICISTE PARA IRME A ESTUDIAR Y TRABAJAR A ESPAÑA?

Elka:

claro, por supuesto.

Carla:

SIGUE EN PIE, NO?

Elka:

oh pero claro, amiga, tu sabes que sí

Carla:

BUENO... YA ME DECIDÍ... ME VOY PARA ALLÁ

Carla:

PERO NO TENGO DONDE QUEDARME... TU OFERTA DE ALOJARME SIGUE EN PIE?

Elka:

mmmm qué buena noticia me das, lindaaaaa!!!! Claroooo que sigue en pie...

Elka:

ya te dije que vivo sola...podemos compartir mi apartamento en Madrid

Carla:

NO HABRÁ PROBLEMAS?

Elka:

ay no, desde luego que no

Carla:

QUÉ BUENO!!!!! PERO COMO HACEMOS?

Elka:

tu dime cuando te quieres venir

Carla:

CUANTO ANTES, MEJOR

Elka:

tienes ya el permiso de tu familia?

Carla:

SI...YA LES COMENTÉ...Y ME DIJERON QUE ADELANTE...INCLUSO TENGO EL PASAJE ARREGLADO, EL PASAPORTE Y TODO LO DEMÁS.

Elka:

mmm está bien...entonces dime para cuando planeas viajar

Carla:

SALGO EN UN MES... TE VERÍA EN MADRID, EN UN MES EXACTAMENTE

Elka:

el sábado 7 de septiembre?

Carla:

SÍ... SALGO EN EL VUELO DE LAS 11:15 P.M. DEL VIERNES 6

Elka:

Perfecto!...checaré el vuelo y esperaré por ti en el aeropuerto

Carla:

BIEN. PERO COMO NOS RECONOCEREMOS?

Elka:

muy simple...llevaré conmigo tu nombre en una pancarta... además, te conozco por fotos, recuerdas?

Carla:

SÍ, CLARO... QUÉ TONTA!!! BUENO, PERFECTO... TE BUSCARÉ ALLÍ ENTONCES

Elka:

te estaré esperando en la sala de llegada, linda

Carla:

ASÍ SERÁ ENTONCES...CUIDATE MUCHO

Elka:

bye

Carla:

CHAU ELKA

Elka:

buen viaje, amiga. Acá te estaré esparando. Cuidate.

CONTINUARÁ...

 

Si te gusta este relato, nos puedes escribir tus emociones y comentarios a nuestros correos:

Carlab83@yahoo.com.ar

elkaschwartzman@yahoo.es