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Amigas Especiales (14 - Final)

en Grandes Relatos

AMIGAS ESPECIALES

(Por Carla Bauer)

E-mail:

carlab83@yahoo.com.ar

Antes de comenzar, deseo aclarar que este capítulo es el último de mi historia personal. La razón es sencilla: a partir del final de esta decimocuarta parte, deberán aparecer personas muy importantes en mi vida que no desean figurar, ni con otro nombre, pues la sola mención de sus datos podría comprometer su presente y su futuro.

De todos modos, seguiré escribiendo, sólo que, de ahora en más, me dedicaré a la ficción, con ideas extraídas –con permiso- de otro autor.

Pido que, por favor, no insistan con la continuación de "Amigas Especiales". Para mí, es una etapa cerrada.

Nos estaremos viendo muy pronto. Besos, Carla.

Capítulo XIV.

Por un momento, ambas pequeñas se quedaron frente a frente, mirándose, gozando sus respectivas bellezas, pero fue Belén quien tomó la iniciativa, acercándose lentamente a Marcela. Se saludaron con un simple "Hola", como temiendo romper aquella magia creada entre ambas. Y nuevamente, fue Belita quien decidió completar aquel rito, con el característico doble beso en las mejillas, al cual, con todo gusto, habría agregado un tercero en la boca.Yo, algo confundida por la reacción de ambas crías, las presenté, no sin antes pensar bien qué diría de mi niña.

-Bueno… Marce, te presento a Belén, mi hija adoptiva… la historia es un poco larga, pero ya habrá tiempo de contártela. Belita, ésta es Marcela Olivares, una de nuestras más nuevas y más bellas modelos.

-¡Vaya! –suspiró mi niña, muy queda, aunque dudo de que su intención haya sido que la rubia lolita no la oyera-… ni falta hacía que lo dijeras.

-¡Tú también eres muy guapa! -exclamó Marce, sin disimular su admiración-. Eres modelo tú también, a que sí...

-¿Yo? ¡No, qué va! -sonrió, sonrojándose levemente-. Hoy he venido a ver a mi Mamicarla, y me he puesto estas ropas para divertirme un poco, pero no soy modelo.

En esos momentos, se oyó la voz de Amanda, la madre de Marcela, llamando a su niña quien, justo en ese momento, iba a responder a su interlocutora con alguna otra flor. Pero, en cambio, se acercó a Belén, despidiéndose de ella con el doble beso en las mejillas, y también me dio la sensación de haberse quedado con las ganas de, al menos, un pico.

Esa tarde, al regresar a casa, Belita no hizo otra cosa que hablar de Marcela. Incluso, en una ocasión, al pasar por su dormitorio hacia el baño, la oí gemir, repitiendo "Marce, síiii… Marce", de una manera muy sensual. No me equivoqué al intuir que se estaba pajeando a la salud de la encantadora rubia: entreabrí la puerta y allí estaba, de espaldas y piernas abiertas, sobre la cama, introduciéndose sus bolas chinas en la conchita, gimiendo y retorciéndose como en las mejores pajas que yo la había visto hacerse, rozándose su botoncito para acentuar su placer. En un momento dado, estuve tentada de entrar para ayudarla, pero luego decidí que no habría sido una buena idea, pues esa sesión era en honor a Marcela y no quise interferir; de modo que, tal como llegué, me fui, sin que me viera ni oyera. A mi regreso del baño, la puerta de la habitación (que, como se recordará, también era mía) ya estaba abierta. Belén seguía recostada sobre la cama, pero su faldita, a diferencia de cuando pasé de ida, cubría buena parte de sus encantadores muslos. Cuando me vio pasar, me hizo señas con su dedo índice para que entrara. Me senté al pie de su cama, preparada para escucharla.

-Oye, Mamicarla: deseo hablar contigo… pero sólo contigo. No lo sé… quizás, me equivoque, pero creo que Mamielka se reiría de mí… de lo que quiero conversar contigo. –me dijo, con su carita seria, como quien quiere compartir una confidencia.

-Adelante, mi Vida: soy toda oídos.

-Pues… tal vez, ya lo imagines, pero quiero hablarte de Marce… la nueva modelo –aclaró, innecesariamente y yo asentí con la cabeza-. Ya te habrás dado cuenta de que me gusta muchísimo. ¿Crees que yo también le guste? Y más importante: ¿crees que sea lesbiana o bi?

-Voy a confesarte algo que, seguramente, te causará celos o envidia, pero que fue absolutamente accidental: el otro día, le rocé una tetita y no hizo nada para evitarlo… al contrario, suspiró al sentir mi dedo ahí. Y, después, me dio un brevísimo beso en los labios. Con esto quiero decirte que, hay muchas posibilidades de que, al menos, sea bisexual. Y, si a eso le agregamos la manera en que te miró hoy, te diría que es seguro que le atraés.

-¿De verdad? ¿Tú crees? -me preguntó, con cauto entusiasmo y la carita iluminada-. ¡Sería genial! ¡Es una niña tan bella! ¡Parece un ángel!

-Sí, un ángel que inspira pajas, ¿verdad? -sonreí, sin que fuera o pareciera una burla. Luego, volviendo a la seriedad, continué-. No te preocupes, mi Amor: es normal masturbarse a la salud de semejante belleza. Es más: no me extrañaría que, al volver a su casa, ella se haya hecho un dedo a tu salud.

-¿Tú crees? -repitió, algo ruborizada, muy feliz y confusa ante mi suposición, pero con ojos de duda que no tardó en confesar-. Oye, Mami... y tú, ¿te has masturbado pensando en ella?

-En realidad, no, pero fue por coincidencia -dije, y me miró más confundida que nunca, ante lo cual me expliqué con más claridad-. Claro: la única vez que tuve oportunidad de verla desnuda y tocar su piel, fue cuando le rocé su tetita y, bueno... me quedé cachonda, pero no podía perder más tiempo: debía seguir con mi trabajo; y, como luego pasó lo que pasó Ximena, no hizo falta recordar a Marce... allí, follando con Ximena, ni se me ocurrió pensar en Marcela; no hizo falta, ¿entendés, mi Cielo?

-Sí, claro; pero supón que ella y yo... pues lleguemos a enamorarnos y a ser novias, ¿podría seguir follando contigo y Mamielka?

-En cuanto a nosotras, sí, por supuesto: no nos pondremos celosas porque tengas novia y hagas el amor con ella...

-¡¿Podré hacer el amor con ella?! -me interrumpió, a causa de su asombro-. ¡¿Aquí, en nuestro apartamento?!

-Pero por supuesto, Belita. Seguramente, querrán hacerlo, y sería absurdo pretender que fueran a un motel (donde, por sus edades, no podrían entrar), cuando podrían hacerlo acá, sin ningún problema ni riesgo y con total privacidad.

-¡Ay, gracias, Mamitacarla! ¡Eres la mejor! –exclamó, explotando de alegría, como si ella y Marcela estuvieran allí, desnudas, esperando que les dieran el permiso.

-De nada, mi Princesa. Te lo merecés por ser una buena hija…

-Sí, vale; buena y folladora –dijo, compradora, guiñándome un ojo. Estaba por comenzar a desabrocharse la blusa rosa pálido que llevaba, cuando una duda la asaltó, obligándola a detenerse-. Oye, ¿tú crees que la moleste que tú, Mamielka y yo follemos? La solución sería no decirle nada, ¿verdad? Pero no estaría bien –añadió, antes de que yo pudiera responderle, lo cual me alegró muchísimo.

-No, claro que no estaría bien, porque mentirle o engañar a la persona que amás es lo peor que podés hacerle. Pero tampoco deberías planear cosas de antemano, como si estuvieras segura de que fueran a darse como vos querés. Me refiero a no apresurarte a pensar lo que vas a decirle a Marce, como si tu noviazgo con ella ya fuese un hecho. No es algo que sólo dependa de vos… ni tampoco de Mamielka o de mí. Si así fuera, podés estar segura de que Marcela y vos ya serían novias; pero no es así, y si te ilusionás mucho y no sale como todas queremos, vas a sufrir mucho, mi Amor.

-Vale, comprendo; pero supón que sí… que ya somos novias, ¿crees que se enfadaría si supiera que follamos en casa? Digo, tú, yo y Mamielka…

-No lo sé, Belita… me encantaría decirte que no se enojaría, pero no soy ella. Lo que sí puedo decirte es que amar a alguien significa aceptarla con todas sus virtudes y todos sus defectos, a menos que aparezca algún otro con el tiempo… es decir, con todas las costumbres, buenas y malas, con que la conociste. Por eso es tan importante que te muestres tal cual sos desde un principio. Pero si realmente llega a amarte (como es tu sueño... y naturalmente, el mío), creo que no le molestará. Después de todo, lo nuestro es por amor, sí... pero no es amor de pareja, como lo sería con Marcela.

-Ay, Mamicarla… ¡te amo! –dijo, abrazándome fuerte y tiernamente.

-Lo sé, Dulzura, lo sé. Yo también te amo… sos mi vida, Belita… no lo olvides nunca, ¿vale?

-Vale –ratificó, y nos dimos un beso con lengua, pero no muy largo. Sin embargo, duró lo suficiente para despertar nuestra libido, que mi niña se encargó de hacerme notar-… oye, Mamita: ¿quieres "jugar" conmigo?

No respondí con palabras: sólo volví a besarla, más apasionadamente que antes. Su lengüita tierna exploraba mi boca; yo sabía lo que deseaba, así que tomé aquella viborita ente mis labios y comencé a chupársela. Era increíble cómo disfrutaba de aquel mimo bucal. Luego, como variación, se la rocé con los dientes. Casi muere de gozo, algo que me hizo saber con un gemido muy especial e introduciendo su exquisita lengua más aún en mi boca. Al cabo de unos segundos, se separó de mí para desabrochar –ahora sí- su blusa. En seguida, se puso de pie (descalza, pues ya estaba sobre su cama) y se quitó la falda y, sin decirme nada… no hacía falta, me invitó a quitarle sus braguitas infantiles, color blanco. Se las bajé hasta la mismísima colcha de su lecho y, levantando sus pequeños y excitantes pies, colaboró para que se los quitara del todo y ella misma, de una patadita, las tiró por el borde de la cama. Dejó que su blusita le resbalara por los brazos y también cayó. Mientras, yo no perdí el tiempo, desabrochando y sacándome la blusa. Me faltaba la falda, pero ya encontraría tiempo para quitármela. Y estaba descalza, por encontrarme sobre la cama de mi niña. Tomé sus nalguitas con ambas manos y acerqué mi boca a su anhelante y deliciosa cuquita… lo primero que hice fue besársela, como quien besa los labios en el rostro de alguien; su clítoris hinchado por la excitación penetraba mi boca y yo se lo chupaba, dándole tanto placer como podía. Ella empezó a doblar sus rodillas, gimiendo sensual y dulcemente, cayendo, como en cámara lenta, hasta quedar acostada, pero en ningún momento dejé de comerle el conejito… no hizo falta. Belén ronroneaba como una gatita en celo; yo, por mi parte, estando en cuatro, comiendo aquella amada y conocida conchita deliciosa, me las arreglé con una mano para bajar la cremallera de mi pollera (falda) y, de un empujón experto por tantos años de práctica, logré deshacerme de ella hasta mis tobillos: ya estaba casi completamente desnuda. Mis manos se deleitaban acariciando sus incipientes tetitas que, desde la llegada de Belén al apartamento, habían comenzado a desarrollarse… no demasiado todavía, claro. Sentir esos pezoncitos entre mis dedos fue la gloria. Se los apreté levemente y los estiré, como sabía que le gustaba.

-Méteme un pezón en la cuqui… -me pidió, ronca de excitación.

Muerta de ganas, obedecí… si hubiese podido, le habría metido los dos a la vez. Mi pezón estaba muy duro y, antes de anidarlo en la cuevita de mi nena, le di un lengüetazo, mojándolo con mi saliva; luego, lo guié hacia el clítoris de Belén sobre el cual lo froté. Ambas tuvimos algo así como un choque eléctrico que nos recorrió desde la punta de los cabellos hasta las uñas de los pies. Pero mis planes no acabarían ahí: rocé su rajita que ya comenzaba a tener una pelusita casi imperceptible y empecé a introducir y volver a mojar la durísima y extendida punta de mi teta en su cuevita, hasta que, gracias al breve pero intenso recorrido del mete y saca, la areola pegaba contra sus labios mayores. Mi seno cedía más y más, ante los intentos de meterle el indeciblemente excitado pezón que, una vez más, como tantas otras, tenía el gusto de estar dentro de esa conchita infantil. ¡Qué sensación tan inexplicable la mía! Pero pronto, mi pequeña daga rosa amarronada fue reemplazada por mi lengua y, tras algunos minutos, por mis dedos, buscando y hallando más y más placer para Belita que, a estas alturas, ya rugía, mientras ella misma se amasaba las tetitas y pellizcaba sus adorables pezoncitos. No pasó demasiado tiempo hasta que hicimos un sesenta y nueve, alcanzando, ambas, nuestros enésimos orgasmos, prácticamente juntas, pero ella fue la primera, incluyendo una incontrolada meadita, la cual bebí con el mayor de los gustos y, como es lógico suponer, me calentó mucho, muchísimo más. Belita seguía lamiendo mi vulva, cuando "exploté" en su boquita. Oí cómo tragaba mis jugos… mi niña ya era una experta en hacerlo sin derramar casi nada o –como en este caso- nada en absoluto. La verdad, los chasquidos de su lengüita contra el paladar, agregados a los continuos lametones que seguían acariciando mi concha, terminando de limpiármela, me ponía cachonda otra vez, pero estaba extenuada… después de casi media hora degustando a Belén y dejándome saborear por ella, mi cuerpo, totalmente satisfecho, imploraba un respiro. Me acosté al lado de mi adorada nena, quien, de espaldas, estiró su brazo más lejano a mí, abrió el pequeño cajón de su mesita de noche y tomó un chupachup; era colorado y, mientras le quitaba el envoltorio, me aclaró que era de fresa. Tal vez, guiada por su calentura –igual o mayor a la mía- y, como si fuera un diminuto consolador, se introdujo la golosina en la boca de una manera muy sensual y así, también comenzó a chuparlo. Luego de unos instantes, me lo ofreció para una "probadita", como dijo ella. Acepté, pero me pareció que había un brillo muy especial en su mirada. Miró su chupetín (como los llamamos en Argentina) con cierta "inocente lujuria", lo lamió y, chorreando un hilito de saliva, lo llevó hasta su coñito y lo metió; primero, sólo la punta; pero paulatinamente, fue entrando más y más, exacerbando su calentura: era como un pistón al rojo vivo, entrando y saliendo… se pajeaba como la mejor, con los ojos cerrados y la boca entreabierta, gimiendo y suspirando como en un trance. De pronto, se detuvo: parecía como si todo hubiese terminado, pero me equivoqué. Levantándose con el chupachup ya en la boca y, obviamente, saboreando su propio néctar, abrió el ropero, extrayendo un consolador; sus intenciones resultaban más que evidentes: volvió a recostarse a mi lado, abrió las piernas y, mientras con los dedos de la mano izquierda abría sus labios mayores, con la derecha acarició su rajita, sosteniendo el consolador. Acto seguido, se lo llevó a la boca –ya había pasado su golosina a mis manos- para chuparlo; lo empapó de su saliva y fue metiéndoselo en su pequeño coñito. Francamente, ya había visto a Belita haciendo esto mismo, pero no dejaba de asombrarme cómo semejante pedazo de falsa pija entraba en su estrecha cuquita… pero allí estaba, entrando y saliendo, al ritmo cada vez más veloz de su manita, que lo sostenía por la base de los supuestos testículos. Con su otra mano, ya libre, frotaba frenéticamente su agrandado clítoris; con un gesto, volvió a pedirme el chupachup, el cual volvió a su boca entreabierta de la que salían las guarradas más excitantes. Después de unos diez minutos, se corrió otra vez de una manera espectacular, con un gran chorro de jugos que no quise desaprovechar: estiré mi mano derecha (la más cercana a su conchita) y la mojé con aquel manjar líquido que manaba de su interior, ya liberado del consolador. Desde luego, mi mano empapada fue a parar a mi boca, disfrutando de esos deliciosos flujos.

-¿Lo ves? –reaccionó, después de unos instantes, como habiendo despertado de un sueño-. Marce no puede quitarme estos momentos contigo… si llegamos a ser novias, claro –añadió, temiendo que yo la tildara de "apurada".

-Si llegan a eso, no te quitará este placer que compartimos… porque sabrás que yo también lo gozo muchísimo, pero también debés pensar que, seguramente, querrás hacerlo con ella; y que, con el tiempo, sólo lo harás con ella… pese a que yo siempre estaré aquí para lo que necesites, sea un consejo o una folladita –sonreí, acariciando sus tetitas y dando un suave pellizco a sus pezones, gesto que ella me devolvió, agregándole un moderado beso de lengua.

Unos días después, Marcela me preguntó, tímidamente (cosa que me extrañó, porque creía que ésa era una etapa superada conmigo), si podría decirle cuál era la mejor manera de comunicarse con Belita: si por correo electrónico, MSN o por teléfono. Le respondí que como ella quisiera, estaría bien para mi niña. Así, le di en un papel su correo electrónico que coincidía con su Messenger, y nuestro número telefónico. Lo que no le comenté fue que Belén estaba muy ansiosa de comunicarse con ella. Obviamente, esta reacción mía no fue una cuestión de celos, sino de discreción: no quería ser una madre metida y, por el contrario, prefería que fuera Belén quien manejara sus sentimientos para con Marce y que, por lo tanto, ella le dijera lo que creía prudente a nuestra nueva modelo.

Sabía que Belita estaría muy feliz de saber que la rubia lolita, al menos, mostraba interés en ella; por ello, al regresar a casa esa tarde, se lo comenté… ¡para qué! Comenzó a acosarme con preguntas que, a poco de casi enojarme con ella, me armé de paciencia para responder, comprendiendo su ansiedad: "¿Estás segura de no haberte equivocado con mi dire de correo electrónico?", "No le has mencionado mi interés por ella, ¿verdad?", "¿Le has mencionado la mejor hora para encontrarme en casa?", etc. A esta última pregunta, mi respuesta fue:

-No, mi Amor: no se lo he dicho, pero sabe que vas al cole y, desde luego, ella también va, además de su trabajo de modelo. Así que, lo más seguro es que intente comunicarse con vos entre las seis de la tarde y las nueve o diez de la noche.

-¿Te lo ha dicho?

-¡Por supuesto que no, Princesa! De lo contrario, ya te lo habría dicho, ¿no te parece?

-Sí, es verdad… perdona, Mamicarla –se disculpó, con tono y carita de vergüenza, los cuales desaparecieron en un santiamén, volviendo a preocuparse-. Oye, pero no sabré cómo ha de comunicarse… si aguardo su llamada, podrá estar intentando ubicarme en el MSN; y, si estoy en el MSN, tal vez quiera llamarme por teléfono y yo estaré ocupando la línea porque estaré conectada a la Internet… ay, Mami… ¡dime qué puedo hacer, porfa…!

-Lo primero es tranquilizarte. Si realmente quiere comunicarse con vos, lo intentará de todas las formas posibles… y, sin querer ilusionarte demasiado, te digo que estaba muy interesada en vos.

-Sólo me resta aguardar… ¡joder! –refunfuñó, enojada con las circunstancias, no conmigo.

De todas maneras, resolví dejarla sola en el sofá de la sala, cambiando de canales con el mando del televisor, sin detenerse, lo cual le servía, más que nada, para descargar sus nervios.

Me fui a la computadora, porque ya iba a ser la hora en que me comunicaría con mis padres; y, de paso, verificaría mi correo electrónico. Me conecté al Messenger, por si mis queridos Viejos se adelantaban. No había nadie conectado y borraba algunos mensajes spam, cuando apareció Sonia en línea; nos saludamos y, enseguida, me dijo que Julia estaba a su lado y que me quería "hablar".

 

Carla dice:

estoy algo apurada porque mis padres aparecerán en línea en cualquier momento….

Sonia dice:

no te preocupes… soy julia y solo deseo invitarte a follar con xime mañana

Carla dice:

me encantaría... vos también vas a estar?

Sonia dice:

claroooo… seremos ximena, María tú y yo… será su primera vez con más de una

Carla dice:

su primera orgía, verdad?

Sonia dice:

sipi… le apetece intentar con más de una y te desea a ti

Carla dice:

Sonia no estará?

Sonia dice:

no podrá… L debe estar en una fiesta familiar y sus padres la obligan a ir… tú sabes

Carla dice:

sí, lo sé… decile que la extrañaré

Sonia dice:

te dice que será mutuo y que pronto te invitará a su casa...

Sonia dice:

me pregunto para que… jejeje ;-)

Carla dice:

debo dejarte… entraron mis padres, a qué hora será mañana?

Sonia dice:

alrededor de las 5 pm, luego del colegio… podrás? porfaaaa… no será lo mismo sin ti…

Carla dice:

podés estar segura de que haré todo lo posible para estar, amor

Sonia dice:

okis… estaremos aguardandote

Carla dice:

vale… nos vemos mañana… bye

Sonia dice:

bye

Una hora más tarde, entre algunas lágrimas de mi parte y bastantes de Mamá y Papá, terminé mi sesión en el MSN. Aún con un nudo en la garganta, me dirigí a mi cuarto, en busca de un pañuelo para enjugarme las mejillas y sonarme la nariz. Llegué y vi a Belita tirada en su cama con cara de muy aburrida y triste. Inmediatamente y sin necesidad de preguntar nada, supe la razón de su estado.

-Ya va a llamarte, mi Cielo –le dije, terminando de secar la parte inferior de mis ojos-. Acabo de terminar de hablar con mis papis, así que la línea ya está libre.

-¿Llamará? ¿Tú crees? –me preguntó, acongojada y algo incrédula.

-Sí, claro que lo creo. Si no, no te lo diría, Princesa… ahora, vení, acompañame a la cocina que voy a tomar un poco de agua.

Aceptó mi invitación e, incluso, en los pocos metros que nos separaban de nuestro destino, me preguntó acerca de mis padres: cómo estaban, y esas cosas. Afortunadamente, mi logro había superado mis expectativas… yo sólo me habría conformado con no dejarla sola. Regresamos a la sala y, sentadas en el sofá, me preguntó algo que, en cierta forma, esperaba, porque nunca habíamos conversado sobre esto… al menos, no tan directamente.

-Mami, ¿quién soy yo para tus papás?

-Sos una chica adorable, a quien amo con todo mi corazón –respondí, y comprendiendo su duda, resolví proseguir, luego de un besito en la nariz y un pico-. Para ellos, sos la hija adoptiva de la mujer que me aloja en su casa.

-Pero no saben que eres lesbiana y que tienes sexo con ella y conmigo, ¿cierto?

-Cierto. Creo que, de saberlo, morirían de un infarto. Pero tarde o temprano, deberé decirles que sólo tengo sexo con mujeres…

-Y con niñas… -agregó, con un guiño cómplice.

-No, eso jamás. Podrán aceptar que soy les, pero nunca que soy pedófila… palabra desagradable, si las hay. Querrían internarme en algún instituto o manicomio. No, por favor, que no se enteren nunca de eso.

-Por mi parte, nunca lo sabrán. ¡Lo juro! –aseguró, con una convicción que realmente me tranquilizó-; pero con Mamielka no tienes mucha intimidad, ¿verdad?

-Está trabajando mucho –argumenté sinceramente, pero me negué a hablar con mi niña acerca de los efectos colaterales de esta razón más que evidente-: ya ves que sale muy temprano y regresa muy tarde… además, hay veces que sale de Madrid, por su trabajo.

El teléfono sonó, salvándome de dar más explicaciones… desde luego, Belén se levantó a atender, esperando que fuera… ¿adivinan quién? Claro: Marcela; pero no tuvo suerte… al menos, no en ese sentido, porque resultó ser Julita, invitándola a la misma "reunión" a la cual yo esperaba poder asistir. No bien cortó la comunicación con nuestra amiguita, sonó otra vez el aparato y, esta vez, sí: era Marce, con quien concertó una cita en nuestro apartamento para dentro de dos días… pese a sus ganas de encontrarse con la dulce y bella rubia de sus sueños, no quiso rehusar el encuentro con Julia y compañía.

Además de haberlo escrito en mi diario, aún recuerdo haberme sentido como la protagonista de una tonta telenovela. Me quedé pensando en las pocas veces que yo había hecho el amor con Elka a solas en las últimas semanas; y, lo peor, la falta de pasión que ponía mi novia en dichas escasas ocasiones. Indudablemente, nuestra relación de pareja iba declinando a pasos agigantados, pese a lo cual, seguíamos llevándonos bien como amigas. Es más: unos días atrás, me había propuesto matrimonio para facilitar y acelerar mis trámites de residencia en España. Pero en ningún momento, habló de casarnos por amor… y, para ser completamente sincera, tampoco lo esperaba. Pero, eso sí, acepté su oferta, que se concretaría varios meses después. Otra de las razones que tenía para acceder era que me convertiría en "madrastra" de Belén y, como tal, tendría derechos legales sobre ella; esto era algo que tanto Belita como yo habíamos anhelado desde el primer día que entramos juntas en nuestro hogar.

Al otro día, algo agitada por mi apuro, llegué al lujoso apartamento de Julia y Ximena. Me tranquilizó ver a Belén ahí; de lo contrario, saldría a buscarla con el auto, sabiendo qué camino tomaba cuando, como en esa oportunidad, recorría a pie las nueve cuadras que separaban ambos domicilios. También, me alegró comprobar que todas estaban vestidas aún, indicándome que todavía no habían comenzado.

No viendo a Ximena, pregunté por ella y su hermana, con un brillo pícaro en sus ojos, me respondió que nos esperaba en su cuarto. En esos momentos, no comprendí la razón de la mirada especial de mi amiguita. Las cuatro "no embarazadas" –María, Julia, Belén y yo- estábamos juntas y, como dije, con nuestra ropa puesta, por lo que no encontraba ningún motivo para una picardía. Fue entonces cuando, sólo con un movimiento de su brazo, me invitó a seguirla a su dormitorio, el mismo donde habíamos visto a Sonia y a María follando, en mi primera visita a ese apartamento.

Allí estaba Xime, recostada sobre la cama de su hermana menor, totalmente desnuda, tocándose la vulva, depilada hasta las últimas consecuencias. Julita y yo nos miramos y me guiñó un ojo. Al instante, la bellísima embarazada se percató de nuestra presencia y, girando la cabeza hacia la puerta, nos sonrió.

-No digáis nada a mis padres, porfi –dijo, socarronamente, mientras con más agilidad de la que yo esperaba, se levantó; me abrazó y me dio un beso de lengua que jamás olvidaré, luego del cual añadió-… ¡bienvenida a nuestra fiesta, Carlita!

-Estamos todas, ¿verdad? –preguntó Julia, satisfecha e impaciente por comenzar.

-Diría que si no somos más de cinco, sí –respondí, ya caliente y lista para quitarme las pocas prendas que tenía puestas.

-¿Quién va con quién? –preguntó Belén, quien, junto a la bella María, se nos acababan de unir.

-A mí me apetece saber si tú, Belita, eres tan buena follando como aseguran tu mamicarla y mi hermanita; y, para qué negarlo, me pone cachonda intentarlo con una peque de tu edad.

-Pues a mí también –respondió mi niña-… mi Mami me ha dicho que follar con una embarazada es una sensación única.

-Vale, niña… ven que te quito ese inocente vestido de niña que traes.

-¿Y yo? –dijo Julita, fingiendo un puchero adorable-. Yo también deseo tu coñito que yo misma depilé anteayer... o una de tus tetas henchidas, pues supongo que Belén querrá probar la otra, ¿verdad, Belita?

-Cierto. –contestó, con lujuria anticipada en sus ojos, relamiéndose.

-Tranquilas, mis crías –sonrió Xime, como mofándose de su estado y haciéndose la madre, poniendo orden entre sus dos supuestas hijas-: hay teta para ambas.

Yo, en tanto, resolví que, con ellas dos, Ximena tendría placer suficiente, por lo cual abracé a María.

-Finalmente, sabré lo que se siente follando a solas con Carla –sonrió, mirándome a los ojos; luego, continuó, medio en broma, medio en serio-... ¡de verdad, Carlita! ¡Tú no sabes la fama que tienes! Es algo así como que follar contigo y tocar el cielo con las manos son dos cosas muy similares.

-No creas todo lo que te dicen, muñeca… –respondí, sonrojada hasta los talones.

Mientras mi rubia acompañante me guiaba hasta el piso alfombrado, levantando mi falda y acariciándome muslos, nalgas y conchita. Yo, a mi vez, comencé a sobar sus tetitas, algo más crecidas que las de Belén y pellizqué sus pezones. Recordé que, en nuestro primer encuentro con Julia, Sonia y ella, en el salón de ese mismo apartamento, María rogaba que le apretásemos más los pezones, por lo cual utilicé la misma táctica en esta ocasión, primero, sobre su camiseta, haciendo que se pusieran duros como diamantes (o rubíes, por su color); me sacó mi falda y yo su prenda superior. Ni ella llevaba sostén, ni yo bragas, como ya era mi costumbre. Una vez recostadas en el piso, terminamos de desvestirnos mutuamente, acabando yo por los calcetines de mi eventual y muy caliente pareja; me sorprendí al notar lo pequeño de sus pies y, mirando hacia arriba, la aparente estrechez de su depilada rajita… pero, ¿estaba depilada, era lampiña o había una pelusilla casi imperceptible cubriendo su vulva? Un poco después, descubrí que la segunda era la opción correcta, cuando mis dedos y lengua la recorrieron. Tal vez, fuera por mi falta de experiencia con chicas de esa edad en Argentina, pero me resultaba increíble que esas tres "peques" de doce años fueran tan expertas, complacientes y excitantes. María me tocaba los pezones con un leve pellizco que me erizaba la piel y que, a mi vez, retribuía con gemidos y suaves caricias, besos y lamidas en todo su delicado cuerpo que, quien no la conocía, habría creído virgen de cualquier mano ajena a las maternas o a las suyas, claro. ¡Qué cría tan tierna y dulce! ¡Qué excelente mamadora de concha y tetas! Pocas veces había gozado tanto como con aquella rubita que me "destrozaba" por todas partes, lengüeteándome y mordisqueándome entera, en todas las posiciones posibles. En un sesenta y nueve, flexionó su rodilla derecha, ofreciéndome su pie que yo ya había alabado. Ni lerda ni perezosa, acepté y me di a la gratísima tarea de chuparle sus deditos y lamerle el resto del pie, exceptuando la planta: sabía que, si lo hacía, le haría cosquillas que, naturalmente, la harían reír, desconcentrándonos a todas. En todo caso, ya habría tiempo para divertirnos con ese tipo de juegos.

Entretanto, sobre la cama, oíamos los calientes gemidos de las otras tres chicas, de quienes sólo podíamos observar algunos movimientos de pies y, según las posturas adoptadas por las dos menores, también sus cabelleras… en especial, la de Belita que acariciaba abundante y grácil mente la alfombra. Así fue que, al culminar nuestro encuentro, se vio más obligada que el resto de nosotras, a lavarse el pelo, antes de irnos a casa, por los jugos recolectados, no sólo de sus compañeras directas, sino también los de María y los míos.

Mi compañerita y yo aún teníamos sed de sexo y energías para continuar, pero también deseábamos ver las acciones que producían aquellas voces de puro placer. Apenas nos sentamos en cuclillas, apreciamos que Belén chupaba esos deliciosos pezones de futura mamá, sosteniendo esas poderosas tetas con una mano, mientras con la otra frotaba el excitado clítoris de Ximena. Un poco más abajo, en una pose ideal para que pudiésemos mirar, se encontraba Julia, pajeando a su hermana mayor con tres dedos adentro y con unas ganas locas de introducirle el cuarto. Como si hubiésemos leído nuestras mentes, María y yo nos miramos a los ojos y, con una sonrisa cómplice, me recostó otra vez sobre la moqueta, chupándome las tetas, las cuales abandonó rumbo a mi vientre. Al llegar a mi ombligo, sacó la lengua, con una apreciable cantidad de saliva, que depositó allí, formando un charquito que me fascinó. Continuando su derrotero, llegó a mi ya empapado coño y saboreó mis jugos, que la hicieron relamerse; pero las cosas no culminarían allí: con una mano, me abrió los labios mayores, mientras dos dedos de la otra ingresaban juntos y sin problemas en mi raja… de eso se trataba: de imitar a su compañera-amante-amiga –y en lo posible, mejorar- la tarea que realizaba en la cuca de la adolescente embarazada. Instintivamente, abrí mis piernas todo lo que pude; pronto, sentí un tercer dedo dentro de mí, jadeando como la mejor.

-Así, perrita –me decía, engolosinada con su firme y suave tarea-… jadea, jadea como perra en celo… ya eres mía, a que sí… y vamos por el cuarto dedo que entrará fácil.

Yo sólo me limité a asentir con la cabeza, y mi mirada ansiosa no hacía otra cosa que pedir más y más. Gemí, con sus cuatro dedos entrando y saliendo de mi anhelante concha, algo más dilatada que de costumbre. El goce me hizo resoplar de gusto.

-¿Te apetece mi mano? –preguntó la rubia, quien ya hacía rato sudaba, al igual que yo… en rigor, como todas nosotras-. ¡¿Quieres toda mi mano dentro de tu coño?!

-Sí, la quiero entera –respondí, entrecortada por el placer-… metémela hasta tu muñeca… o hasta donde entre…

La jovencita, entre asombrada y excitada, introdujo el quinto dedo. Pude sentir un ligero temblor, fruto –según supe luego- de su calentura y nerviosismo: era su primer "fisting" y yo tuve el honor de ser su profesora. Por supuesto, eso fue algo de lo que me enteré después. En esos momentos, yo ignoraba que era la primera vez que María ponía su manita entera dentro de un coño. Sin embargo, su falta total de experiencia no se reflejaba en su manera de hacerlo. Fue penetrándome como toda una experta, hasta que sentí que sus últimos nudillos ingresaban en mi dilatada y empapada rajita… ¡qué sensación, por favor! Estiró sus dedos, hasta que comprobó que el resto de su mano estaba adentro; luego, volvió a cerrarlos. Créase o no, en ese preciso momento, pude sentir algo… no sabría explicar muy bien qué. Lo que sí sé –y recuerdo- es que fue delicioso.

Aquella orgía terminó poco después, no por voluntad nuestra, sino por un inesperado llamado de las primas (y cómplices) de las hermanas dueñas de casa, anunciando que su madre ya había salido para el apartamento donde estábamos. Apenas si alcanzó el tiempo para que Belén y yo nos duchásemos juntas, sin ningún mimo que pudiera retrasarnos. María también se duchó… es decir, se puso bajo el agua durante no más de tres minutos. Julia y Ximena aseguraron que se bañarían juntas "para ahorrar tiempo y agua". "¡Seguro…!", pensé, y la ironía se reflejó en mi rostro; las hermanitas sólo sonrieron y cerraron la puerta de entrada a nuestras espaldas.

Habiendo aceptado mi oferta de llevarla a casa, después de haber estado preparando una clase especial para el cole, según la versión que había dado en su casa, María se nos unió en el ascensor y se subió con Belita a la parte trasera de mi Clio en el cual nos alejamos de aquel edificio.

En cuanto a Marcela –lesbiana sin ocultamientos dentro de su familia- y Belén, se pusieron de novias semanas después de conocerse y su relación continúa, sin ninguna señal que indique que las cosas habrán de cambiar. En agosto de 2003, hicimos una ceremonia por la cual se "casaron", según ellas, y hoy viven juntas en Madrid, en la casa de mi consuegra, Amanda, mujer divorciada desde hace años, y muy liberal.

 

FINAL.

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