miprimita.com

Regalo de Navidad

en Control Mental

El regalo de Navidad
por Hypnoman

Nunca pienses que Santa Clauss se olvidó de tí. Él sabe que regalarte...

Ojos cerrados, aún medio dormido. Estaba acostado y sorprendido por haberme despertado. Algo en el fondo de mi mente me recordaba que ya era probablemente la mañana de Navidad y sonreí, mientras recordaba todas las veces que había despertado a la madrugada a mis padres, que siempre parecían estar cansados, para pedirles que me dejaran levantar y abrir los regalos.

Pero hace muchos años que estoy solo y la emoción que me provocaba la fecha fue largamente reemplazada por el cinismo. Aunque tuviese el pequeño y obligatorio árbol de navidad en mi living, no tenía la menor ilusión que se llenase de regalos, así que había decidido irme a la cama.

Suspiré. Mis pensamientos retornaron a la pregunta de por qué me había despertado. A través de mis párpados cerrados, gradualmente me fui dando cuenta de una luz suave. El movimiento de la luz era bastante agradable y pensé que podía venir de los faros de un automóvil o, quizás, de un farol en la calle. Pero no había luces en la calle en esa zona y tampoco había escuchado sonido de tránsito. Con curiosidad abrí los ojos.

¡HABÍA una luz, y venía de mi habitación! Una luz tenue, como la que emite una vela, llenaba la habitación con un ambiente cálido. ¿Qué demonios era eso? ¿De dónde venía?.

Miré hacia la cómoda, dónde parecía centrarse la luz. Para mi asombro, allí, sobre el montón de ropa había una caja pequeña, envuelta en papel verde y rojo, con una cinta también verde y roja alrededor.

La caja misma parecía ser la fuente desde donde irradiaba la luz.

Despacio, dubitativo, salí de la cama y me dirigí hacia la cómoda. Me detuve y me quedé parado allí, observándola. Estaba brillando, suavemente, de un modo realmente confortable. Entonces, descubrí la etiqueta:

"Para Mickey, de Santa"

Me reí entre dientes y eché una mirada alrededor. Imaginaba que una de mis novias se estaba ocultando en alguna parte, en las sombras, y había planeado ésto para sorprenderme. Recorrí la habitación, asomándome por aquí y por allá, pero no encontré a nadie.

Aún con más curiosidad, y ahora un poco nervioso, salí hacia el living. No había nadie allí y, cómo ya me había imaginado, nada debajo del árbol. Bien, supuse que Santa se había olvidado nuevamente de mí, este año, mientras seguía riendo entre dientes, pero ahora con un poco de tristeza.

Nadie en el baño, tampoco en la cocina. La puerta estaba cerrada con llave. No había evidencias de que alguien hubiese estado allí. Ninguna nota, ningún mensaje en el contestador. Rápidamente me senté en el escritorio y me conecté a Internet. Ningún e-mail preguntándome si había disfrutado el misterioso regalo.

Todo muy confuso.

Regresé al dormitorio, prendí la luz y tomé la caja. Parecía muy pesada para su tamaño. Me senté en la cama, sosteniéndola y sintiendo el cálido brillo de la luz. Era una situación por demás inusual.

No había nada del tipo "no abrir hasta ... " en ella, y aún cuando se suponía que había sido dejada para la mañana de navidad un rápido vistazo al radio reloj me confirmó que habían pasado catorce minutos del comienzo de la Navidad.

Era suficiente. Tenía que abrirla.

Tiré del moño y cuidadosamente deshice la envoltura. Dentro había una simple caja blanca. Ningún nombre de tienda, tampoco del fabricante, nada. Sólo una pequeña, pesada, simple y brillante caja blanca. Tomando una inspiración profunda, la abrí.

La luz se hizo más brillante y tan intensa que me hizo cerrar los ojos. La caja, de pronto, se hizo más liviana y escuché un sonido extraño, como un susurro, un sonido de movimiento. Entonces el brillo fue decayendo, la luz fue desapareciendo y yo abrí los ojos.

Sentada sobre la cómoda había una mujer. Ella usaba moños sobre su pelo oscuro y lo que parecían ser zapatos de bailarina. Tenía un short verde y un top verde y rojo completaba su indumentaria. Era pequeña, no llegaba al metro sesenta e, instantáneamente me recordó a Campanita.

Todo lo que yo podía hacer era observarla fijamente, pero ella sonrió y habló:

- Feliz Navidad, Mickey.

Intenté hablar pero fracasé miserablemente. Mi boca se movía pero nada salía de ella. ¿Qué era esto? ¡No tendría que haber bebido tanto en la fiesta de Nochebuena!

Se rió y agitó su cabeza

- ¿Cuál es el problema? ¿Nunca antes has visto a un duende?

Finalmente apareció mi voz

- Un ...... ¡Qué! ???

Se rió nuevamente. Sonaba a mil campanillas diminutas.

- Un duende, tonto. Tú sabes, trabajamos para Santa Clauss, hacemos las cosas, ho ho ho, el Polo Norte y todo eso.

Sacudí mi cabeza. Sabía que no había bebido tanto como para tener esas alucinaciones.

- ¿ Un duende...? Sí....

Tenía que ser una broma, pensé. No había otra explicación.

Pero la caja era tan pesada ... y luego se alivianó .... y la luz.... todo era demasiado raro. Ella puso mala cara

- Ahh, mira tú. No me digas que no crees en los duendes. Ya se que Santa es el más conocido y el más publicitado pero nosotros somos los que hacemos el trabajo de verdad, ¿lo sabes? Y resulta que ya nadie cree en nosotros. Creí que contigo iba a ser diferente.

Tragué saliva e intenté aclarar mi cabeza. Así que un duende estaba en mi habitación. Sentado sobre mi cómoda, además. Me reí como un tonto. No sabía que hacer.

- Así que .... un duende.... ¿Y por qué estás aquí? -me atreví a preguntar.

Ahora fue ella quien se rió tontamente y mirándome a los ojos me dijo:

- Primero que nada tengo un nombre. Me llamo Vixen.

- ¿ Vixen ? Yo pensé que ese era un reno.

Ella me miró y dijo:

- Ahh, que bien. El señor cree en los renos pero no en los duendes. ¿Por qué no puedo llamarme Vixen? Yo conozco un ratón con tu nombre ¿Eso significa que tu no puedes llamarte Mickey?

Estaba loco. Estaba discutiendo con un duende, o algo así. ¿El problema habrá sido que no bebí lo suficiente la noche anterior? Mi cabeza daba vueltas, intenté nuevamente

- Así que ... Vixen. ¿Por qué estás aquí, sentado sobre mi cómoda?

Me pareció estar en una película. Observando todo lo que sucedia, pero conciente que todo eso no podía ser real. ¿O lo era?

Ella se apoyó contra la pared y se estiró. ¡Diablos! Duende o no, alucinación o no, ella tenía MUY lindas piernas. Ese pensamiento me llevó a otro y mis ojos la recorrieron hacia arriba. Ella se dio cuenta.

- Te gustan mis piernas ¿Eh?. Y ahora estás observando mis tetas. Las tengo lindas ¿Quieres ver?

Y antes de que pudiese articular una palabra, el duende, o lo que sea, se quitó el top.

Me senté en la cama observando fijamente sus pechos. Se sentó allí, sonriendo abiertamente, imponiendo sus pechos hacia mí

- No son realmente grandes, pero tienen la calidad del Polo Norte.

Asentí. Era todo lo que podía hacer. Mi boca estaba comenzando a humedecerse mientras observaba esos perfectos y redondos pechos y esos oscuros y endurecidos pezones. Ella dijo:

- Ahora recuerdo que me preguntaste por qué estaba aquí. Bien, es muy simple realmente. Es Navidad y yo soy tu regalo. Santa se conecta a Internet como cualquier persona y descubrió tu deseo en el libro de visitas de un site relacionado con la hipnosis. Me lo comentó y aquí estoy.

¿Libro de visitas? ¿Site relacionado con la hipnosis?

De repente mi cabeza hizo un click. Yo había dejado un mensaje en un site de relatos de control mental. Y había mencionado mi deseo de ser ... de ser ...

DE SER DOMINADO POR UNA HERMOSA HIPNOTIZADORA

Mi boca de repente se secó y comencé a temblar.

Ella notó mi reacción e inmediatamente se puso frente a mí. Cuando habló, su voz sonó muy diferente.

- Muy bien, Mickey. Tú serás mío por esta noche. Todo mío. Todo lo que yo quiera, lo harás para mí. No tienes ninguna elección. Voy a hipnotizarte tan profundamente que no podrás pensar absolútamente en nada, salvo en lo que yo quiera que pienses. Voy a hipnotizarte y a usarte. Vamos a hacer cosas que nunca has ni siquiera soñado. Y vamos a comenzar...AHORA MISMO.

Casi gritó las últimas palabras. Sobresaltado, busqué sus ojos. Ojos que parecían extenderse hacia mí. Ojos que parecían girar. Ojos que parecían empujarme. Podía darme cuenta que estaba sonriendo, aún cuando mi mirada estaba perdida fijamente en sus ojos.

- Sí, Mickey. Mírame profúndamente a los ojos. Mira más y más profundamente. Siente su poder. Siente como te atraen. No puedes desviar la mirada, pero deberías intentarlo ¿no te parece? Tienes que intentarlo así te convences que ya no tienes el control. Inténtalo ahora, Mickey, trata de desviar la mirada.

Lo intenté. Aún trataba de convencerme de la realidad de lo que estaba sucediendo. De esos pechos desnudos justo frente a mí. De esos ojos que se metían profúndamente dentro mío. De esa voz, trabajando mi mente. Intenté desviar la mirada, realmente lo intenté. Pero fallé.

- Has intentado desviar la mirada y no has podido. Sabes que estás comenzando a perder el control, Mickey, sabes que ya estás cayendo en mi poder. Cayendo profúndamente en la hipnosis, más y más profúndamente con cada respiro que das. Mis ojos te sostienen, mientras mi voz borra todos tus pensamientos. Cada segundo que pasa tus pensamientos se desvanecen. Respira profúndamente y tus pensamientos desaparecen. Se disuelven dentro de las profundidades de la hipnosis. Mis ojos te sostienen, mi voz te controla y tus pensamientos se desvanecen completamente. El único sonido que escuchas es el sonido de mi voz. Es lo que tu siempre has querido Mickey, no tienes ninguna opción así que déjate llevar y deja que todo suceda. Sabes que no tienes opciones y debes rendirte a mí. Entregarte a mí, Mickey, entregarte totalmente a mí. Sabes que debes hacerlo. Estás totalmente bajo mi control, Mickey, y te encanta.

Hubo un silencio, y ese silencio fue total. Sus ojos cubrian mi visión. Cubrían todo mi ser. Aquellos ojos oscuros, girando alrededor, empujándome dentro de ellos. Al no escuchar su voz, todo lo que yo tenía en el mundo eran aquellos ojos.

- Ahora cierra tus ojos, Mickey. Tan pronto como se cierren, te convencerás de que estás totalmente entregado a mí. Ciérralos ahora Mickey.

Ni siquiera podía pensar en no hacerlo, no podía pensar en nada. Su voz y sus ojos eran mi mundo y cuando cerré los ojos no era por estar entregándome a ella. Era porque ella me lo había pedido

La más absoluta oscuridad no me asustaba. Su voz estaba allí, hablando lenta pero precisamente. Me di cuenta que mi cuerpo reaccionaba, sentía movimiento, sentía actividad. Hacía lo que su voz me pedía. No sabía lo que estaba haciendo, sólo sabía que estaba haciendo lo que ella me decía.

- .... tres.

Mis ojos se abrieron. Estaba arrodillado en el piso, al lado de mi cama. Vixen estaba sentada en la cama, completamente desnuda. Mis ojos se abrieron por completo pero cuando traté de hablar nada sucedió. Ella frunció el entrecejo.

- Ya, ya. Sabes que no puedes hablar a menos que yo te autorice. ¿Correcto?

Apareció mi voz y dije:

- Sí, Diosa Vixen.

Mientras trataba de entender por qué yo la había nombrado de esa manera, ella sonrió:

- Muy bien, muy bien hecho. Realmente eres un sujeto que responde muy bien a la hipnosis. Déjame ver que tan bien nos fue en la primera sesión de entrenamiento.

Mientras yo me preguntaba que había querido decir con eso de "sesión de entrenamiento", dos cosas muy diferentes pero conectadas entre sí sucedieron.

Primero, ella comenzó a brillar nuevamente. Era diferente esta vez. Más profundo, más oscuro. Un color intenso, violeta rosáceo. El brillo parecía rodearme y, cuando lo hizo, me sentí excitado. No era la excitación habitual, las sensaciones crecían cada segundo hasta que estuve, literalmente, temblando de deseo. Mi pene se sentía como si tuviese diez veces su tamaño normal, aunque yo no podía mirar hacia abajo para verlo. Mi cuerpo me dolía de lujuria, anhelando su roce, sus caricias. Cada nervio, en mi cuerpo, estaba en llamas. Cada sentido parecía multiplicar el resto. Hasta cada respiración era una agonía rabiosa de ciega pasión. Y, aún, no había acabado. Sólo podía estar arrodillado allí, a sus pies, y ardiendo de excitación.

- Muy bien, Mickey, muy bien. ¿Te sientes un poco diferente, no es cierto? ¿Sólo un poco excitado?

¿Cómo contestar eso? Yo estaba mucho más que un poco excitado. Estaba a punto de explotar. Nunca me había sentido así en mi vida.

- Sí -susurré, respondiendo a lo que, yo pensé, era el espíritu de la pregunta y no la pregunta literalmente. Ella puso mala cara.

- ¿Sólo un poco? ¡Oh querido! Tendremos que ponerte más caliente, entonces.

La luz rosa se hizo más profunda, latiendo con poder, alcanzándome y envolviéndome. El deseo se incrementó cien veces, el dolor, la necesidad, todo eso. Me sentía en el límite, a punto de acabar y no podía hacerlo. Sentía que cuando parecía cruzar ese límite, aparecía uno nuevo, nunca antes imaginado. Ella me miró fijamente, sus ojos ardian.

- Siéntelo. Pruébalo. Deja que el deseo toque cada parte de tu cuerpo. Deja que te invada. El placer no está solo en tu verga, ¿no es cierto?. Está en tu mente y en cada parte de tu cuerpo. Es lo que tú estás sintiendo ahora. Tu cuerpo entero está listo para acabar. Nunca sentiste nada como esto, y esto es sólo el principio.

Solo el principio...abrí la boca y mi cuerpo se sacudió ingobernablemente. ¿Cómo podía ser solamente el principio, por Dios, cuando yo experimentaba sensaciones muchísimo más intensas que las que pude sentir en toda mi vida?

Ella sonrió. La luz desapareció pero las sensaciones, el deseo y el dolor no se marcharon. Yo estaba arrodillado allí, sudando y temblando, con cada uno de mis músculos y mis nervios gritando y rogando por poder descargar.

Mirándome profúndamente a los ojos, ella dijo sólo una palabra:

- Lámeme.

Un deseo increíble de lamer su dulce concha invadió mi mente. No podía pensar en otra cosa que en probar sus jugos, sentir sus muslos aprisionando mis mejillas. El dolor en mi cuerpo no desapareció en lo más mínimo, pero sólo podía concentrarme en una sóla cosa: Tenía que lamer su clítoris.

Ella se acercó más a mí y yo me incliné hacia ella. Sus muslos me rodearon y me atraparon contra su cálida piel mientras mi lengua salía despedida de mi boca. Encontré su clítoris y comencé a jugar con él, dándole golpecitos con la lengua atrás y adelante, alrededor, arriba y abajo, por todos lados. Sus manos estaban sobre mi cabeza, sus dedos sobre mi pelo, mientras yo lamía su concha.

- Toda la noche. Podría tenerte haciendo ésto toda la noche, y tu lo harías. Y lo harías de buena gana. Te quedarías allí, arrodillado, lamiéndome toda la noche, si yo te lo pidiese. ¿No es cierto que lo harías?

Intenté decir que sí, pero mi boca estaba demasiado ocupada. Mi cuerpo se sentía como si estuviese lleno de cortocircuitos, mi mente no podía apartarse de las increíbles sensaciones de éxtasis que la invadían. De buena gana me pasaria toda la noche allí, arrodillado, lamiéndola. Claro que lo haría.

Después de no sé cuanto tiempo, su cuerpo se agitó, sus piernas me apretaron espasmódicamente, sus dedos aprisionaron mi pelo y mi boca se llenó con sus jugos. Parecía que acabaría toda la vida. Sus quejidos invadían mi mente mientras su dedos retorcían mi cabello.

- SI, SI, SI SI, SI -repetía una y otra vez.

Después comenzó a gemir y a jadear. Su cuerpo se mecía hacia atrás y hacia adelante. Sus manos cayeron a los costados. Yo no me detuve hasta no recibir la orden.

Me enderecé y observé los resultados de mi trabajo. Ella estaba acostada sobre la cama, con las piernas en dirección oblicua, respirando pesadamente con el pelo todo revuelto. Yo no me moví. Me quedé arrodillado, al lado de la cama, observándola.

Después de dar un fuerte gemido ella se sentó. Con sus ojos vidriosos me miró y observó mi miembro totalmente endurecido.

- Tómate la verga con la mano -dijo con voz ronca.

Lo hice. La sensación de placer fue instantánea e intensa.

- Juega con ella, pero no acabes, sólo acaríciala -susurró.

Me la acaricié y comencé a bombear. Me apreté los testículos a su pedido. Ella me miraba, con los ojos brillantes, mientras yo me masturbaba.

- También podría hacerte hacer esto toda la noche. Podría tenerte así, arrodillado, acarciandote la verga durante toda la noche y no dejarte acabar. Te consumirías en agonía, tan próximo a acabar, pero estarías absolútamente incapacitado de hacerlo porque yo te controlo. Yo controlo cuando tienes que acabar. Controlo tu mente y tu cuerpo. Arrodíllate allí y déjame ver como te masturbas.

Mientras yo le obedecía, reapareció la luz rosa.

Realmente era agonía. Yo gemía y sollozaba. Literalmente sollozaba. Tenía que acabar. Nunca había pensado que el éxtasis podía ser tan insoportable. Todo el tiempo ella me observaba, me susurraba cosas. Algunas veces se acercaba a apenas unos centímetros para observar como mi mano sacudía mi verga. Podía sentir su cálida respiración y eso hacía que la necesidad de acabar creciera exponencialmente.

- Es muy duro, ¿no es cierto Mickey?. Es muy duro estar bajo mi absoluto control. Tan profundamente dominado. Tan potente es el dominio que tengo sobre tí que, aún cuando estás totalmente concentrado en masturbarte y rogando por acabar, si yo te pidiese que me mirases a los ojos, lo harías inmediatamente. ¿No es así, Mickey?

Asentí y miré fijamente sus ojos. Mientras tanto, mi mano derecha seguía su trabajo sobre mi verga.

- Es tan duro Mickey. Tan duro estar a punto de acabar, próximo al orgasmo, y repentinamente sentirse cansado, con mucho sueño. Tan cansado y tanto sueño que todo parece difícil, muy difícil, y todo lo que quieres hacer es entregarte. Entregarte a un profundo sueño y dejar que mi voz te lleve, más y más profundamente. Déjame llevarte, Mickey. Llevarte a un sueño más y más profundo. Profundamente dormido. Déjate llevar ahora, Mickey, relájate totalmente y sumérgete en la profundidad, bajo mi control. Totalmente bajo mi control, Mickey. Más y más profundamente, déjate llevar, totalmente ....

No tengo idea que sucedió después. Hasta hacía un minuto estaba masturbándome, queriendo acabar, al punto de tener los ojos llenos de lágrimas y ahora estaba flotando, como si mi cuerpo no sintiese los efectos de la gravedad, absolútamente indefenso, olvidando todo excepto su voz, que también se sentía alejada y monótona.

- ... tres.

Fue cuando mis ojos se abrieron y me encontré acostado en la cama, arriba de Vixen. Ella estaba boca arriba, sonriéndome. Aturdido, rápidamente me di cuenta que mi verga estaba totalmente enterrada dentro suyo. Ella se rió al ver mi expresión.

- ¿Qué sucede? ¿Nunca te has cojido a un duende antes? -se burló.

Traté de hablar. Pero antes de que pudiese decir una palabra apareció la luz y me envolvió. Su sonrisa desapareció, reemplazada por una lasciva mirada de lujuria pura. No había forma de escapar de la luz. Era como si mi cuerpo estuviese físicamente unido al suyo y las sensaciones que comenzaron a invadir mi mente me llevaron nuevamente al trance.

Sus uñas arañaron mi espalda cuando ella arqueó las caderas. Mis caderas comenzaron a seguir el ritmo que ella le imponía a sus movimientos. Mientras me la cojía no podía dejar de mirarla fijamente, mientras la luz iba haciendo desaparecer todos mis pensamientos.

Tenía que acabar.

Pero no podía.

Cojimos. Cojimos fuerte y mucho. Cojimos conmigo arriba y cojimos con ella arriba. Cojimos conmigo detrás de ella. Y todo el tiempo la luz nos envolvía, haciéndome delirar de lujuria y haciéndome absolútamente imposible poder descargar.

- Toda la noche, Mickey. Toda la noche podemos hacerlo porque tu cuerpo y tu mente me pertenecen. No podrás acabar hasta que yo te lo diga, así que podemos hacerlo toda la noche... toda la noche.

Empecé a llorar nuevamente. Mis lágrimas caían sobre su cara, mientras me ponía arriba de ella por cuarta vez. No hay manera, ni creo que lo habrá, de describir lo que yo sentía. Pura lujuria, pura pasión, puro deseo, pura necesidad. Necesidad de acabar y necesidad de hacer lo que ella desease. Necesidad de complacerla. Era todo lo que ocupaba mi mente, en esas raras ocasiones en que mi mente se clarificaba un poco y me permitía pensar.

No sé cuanto tiempo seguí hipnotizado, o bajo el poder de la luz, o solamente perdido en la lujuria. Cada penetración me causaba un pequeño climax, cada movimiento era suficiente para conducirme con locura a la pasión. Y aún no podía llegar al orgasmo.

Abriendo la boca, la penetraba una y otra vez, viéndola sonreir, gemir, reir tontamente, gritar, lloriquear. ¡Dios! Me encantaba verla como reaccionaba mientras me la cojía.

Sus ojos se abrieron. Miró fijamente los míos y dijo:

- Acaba. Para mí. Dentro mío.

Me fui. Acabé para ella, dentro de ella. Acabé y grité, y acabé y lloré, y acabé y mi verga seguía totalmente dura dentro de ella. Acabé hasta que no pude moverme más del cansancio. Sentí como si me hubiesen escurrido hasta la última gota de energía. Flojo, buscando aire desesperadamente, me tiré encima de ella, lloriqueando y estremeciéndome. Totalmente gastado.

- No has terminado todavía -susurró en mi oído.

Aturdido, la miré a los ojos. Su suave voz generó una telaraña sobre mis pensamientos y todo se desvaneció.

Ella aún estaba sobre la cama, pero esta vez yo estaba arrodillado sobre ella. Sonreía, deslizando sus manos sobre sus senos y su abdomen, mientras me seguía con la mirada.

- Mastúrbate para mí nuevamente -murmuró.

No podía creer que me estuviera pidiendo eso. Recién había acabado y no había forma que mi cuerpo pudiese recuperarse tan pronto. Pero cuando bajé la vista hacia mi verga y noté como mi mano automáticamente se dirigía hacia ella y comenzaba a acariciarla, me di cuenta que eso realmente no importaba.

Efectivamente, después de algunos minutos de masturbación sostenida, mi verga se endureció nuevamente. Estaba un poco incómodo, mi verga me dolía un poco, pero no podía resistirme a sus órdenes.

Silenciosamente, sonriendo, me observaba como me masturbaba. Yo la miraba, preguntándome si retornaría la luz y me llevaría a esos lugares que yo ya sabía que existían. Ella suavemente pellizcó sus pezones, endureciéndolos más, y deslizó una mano entre sus piernas. La observé masturbarse mientras ella me observaba a mí. La lujuria, el deseo y la pasión comenzaban a aparecer nuevamente, más y más fuerte, y podía darme cuenta que ella también estaba muy cerca del climax.

Nos miramos, nuestras manos comenzaron a trabajar frenéticamente, las respiraciones se hicieron duras y desiguales, el sudor recorría nuestros cuerpos. Tan cerca .... tan cerca .....

- ¡Acaba para mí! -lloriqueó mientras su cuerpo se tensionaba.

Escuché su camino al orgasmo mientras yo disfrutaba del mío. Desparramé mi leche por todo su cuerpo, cubriendo su cara, sus pechos, su abdomen y su pelo. Se estremeció. Me estremecí. Entonces me dijo:

- Sigue en carrera, Mickey. No te detengas. Continúa. Sigue sacudiéndola. Sigue masturbándote.

Reasumí la tarea de acariciarlo, aún cuando estaba comenzando a encojerse. Sin embargo no se achicó como normalmente lo hacía después de una intensa acabada. Además había desaparecido la incomodidad y el cansancio que siguen a toda etapa post-orgásmica. Así que, nuevamente, comencé a masturbarme, aunque un poco más despacio, y las sensaciones empezaron a aparecer nuevamente. Era increíble. Me hacía una terrible paja mientras ella dibujaba circulitos con la leche que tenía desparramada en su barriga.

- Sí, así, continúa. Siéntelo venir, siéntelo llegar nuevamente. Siente la necesidad de acabar nuevamente. Sacúdela, acaríciala, mastúrbate y acaba para mí.

Sobreexcitado, absolutamente indefenso, volví a acabar. Agité violentamente y un chorro de esperma fue directamente a su estómago. Ella sonrió:

- Continúa acabando -murmuró mientras sus dedos volvían a rodear sus pezones.

Lo hice.

Acabé nuevamente para ella. De ninguna manera fue como la primera vez, pero el climax al que me llevaba era igual de intenso. Mientras abría la boca para poder respirar mejor, escuché que me decía:

- Toda la noche, Mickey...... toda la noche.......

Lentamente, con gran dificultad, pude abrir los ojos y la encontré mirándome fijamente.

El sol brillaba a través de las cortinas. Me quedé tirado en la cama un momento, antes de darme cuenta que era la mañana de Navidad. Me sentí de maravillas, absolútamente fantástico y una sensación de placer me invadió, como el recuerdo de un sueño adorable.

Sonriendo como un chiquillo, salí de la cama y me dirigí al living, sabiendo que no encontraría nada, pero por alguna razón con cierta curiosidad.

Me quedé duro de asombro al ver una tarjeta entre las ramas del árbol de navidad. La tomé, me senté en el sillón, la sostuve por un momento y leí mi nombre en el sobre una y otra vez.

Finalmente, rasgué el sobre, lo abrí y encontré una simple tarjeta con un par de oraciones.

- Algún día regresaré. Con amor, Vixen.

FIN