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Puta! (2)

en Control Mental

Puta (Segunda Parte)

por Hypnoman

Jessica Koontz se convenció que su misión en la vida era ser una Perra. Y se lo tomará muy en serio....


Estaba quieta.

Jessica advirtió que alguien estaba golpeándole la ventanilla. Ahí se dio cuenta que estaba sentada en su auto, a la entrada de su casa y que el sol ya se estaba poniendo. No podía recordar nada desde el momento en que dejó el aeropuerto. Había salido del estacionamiento y ahora estaba en casa. Entremedio…..nada. Nuevamente sintió los golpes.

Bajando la ventanilla, se enfrentó con la cara de su vecina de enfrente, Marina Yablu. Marina era una mujer atractiva, de pelo rojizo y rizado…. muy atractiva, pensó Jessica. Aplastante.

Saliendo de su ensueño, se dio cuenta que Marina le había estado hablando y que ella no le había prestado la más mínima atención.

- Ehhh, lo siento Marina. ¿Qué me decías?

- Te preguntaba si estabas bien, Jessica. Hace una hora que estás sentada aquí en el auto.

- Oh…sí…estoy bien -Jessica no podía parar de mirarla. Sus ojos caían atraídos hacia los pechos de Marina y deseo que Marina pensara que era por el reflejo del sol.

- Supongo que el viaje desde el aeropuerto me ha cansado más de la cuenta -alcanzó a decir.

- ¿Hay algo que pueda hacer? ¿Te gustaría venir un rato a mi casa? Podría preparar algo de te.

Algo en su cabeza sonó, exigiéndole que fuese a la casa de Marina y que haga algo más que tomar el te. Pero la confusión de Jessica logró triunfar.

- No Marina, estoy bien. Ahora me voy adentro y tendré un sexo……¡Una siesta! ¡Oh, Dios! Debo estar muy cansada.

Jessica abrió la puerta del Mustang y bajó del automóvil. Su cerebro todavía estaba conmovido y cada vez que miraba a Marina vibraba de excitación.

Marina puso una mano sobre el brazo de Jessica, provocándole un temblor.

- Como gustes, Jessica. ¿Quieres que te acompañe adentro?

Jessica intentó poner toda su fuerza de voluntad para resistirse:

- No, gracias Marina. Aprecio tu preocupación realmente pero estoy bien.

Cerró la puerta del auto y activó la alarma. Marina quitó su mano del brazo de Jessica y sonrió:

- Muy bien. Volveré más tarde para ver si estás bien. Si necesitas algo, estoy en casa…. sola…… toda la noche.
Jessica quitó la vista de los pechos y la miró a los ojos. ¿Qué estaba pasando? ¿Se le estaba insinuando?

Pero no, Marina comenzó a cruzar la calle de regreso a su casa. Jessica clavó sus ojos en el culo de Marina, marcado por su jean ajustado, y entró vacilante a su hogar.


Jessica Knootz había heredado su casa de una tía adinerada y era, por mucho, la más grande del vecindario. Había sido construida con un estilo más adecuado a California que a una ciudad del medio este, allá por los años sesenta. Cuando fue construida era la única casa de la zona que no era granja, en un lugar en que abundaban las praderas. Ahora las granjas habían desaparecido, reemplazadas por viviendas unifamiliares como las de Marina y la casa de Jessica quedó sola, sobre cuatro acres de tierra, rodeada de suburbios. Al no tener tiempo de cuidar el huerto de frutas que su tía había plantado, Jessica le había dicho a los vecinos que podían adueñarse de toda la fruta si cuidaban los árboles, así que su casa todavía lucía muy agradable entre una variedad de árboles bien cuidados, pero ahora deshojados.

Cerró la gran puerta de entrada detrás de ella y colapsó en el sofá.


Jessica sabía que algo le estaba sucediendo. Nunca se le había desvanecido el tiempo como le había ocurrido hace instantes, por lo menos desde las épocas de borracheras universitarias. Y además estuvo a punto de tirarse sobre el cuerpo de Marina.

Recordó entonces algo que Ann le había comentado sobre Marina, su vecina de enfrente, ni bien se había mudado

- No, mamá. Ella no se está por casar. Para casarse, al menos por ahora, es necesario que te gusten los hombres.

- Me estás queriendo decir que ella es……..

- Sí, mamá, rima con "libriana" Imagínatelo…

En ese momento le había sorprendido un poco, pero después de algunas vacilaciones decidió no darle importancia. Marina se había convertido en una gran vecina y por sobre todo una excelente cocinera. Y había caído perfectamente entre el vecindario.

Después de que Bob se marchó y de que Ann partió hacia la escuela, Jessica más de una vez se había preguntado como podía ser que Marina nunca había hecho ninguna sugerencia al tema. Pero quizás era una cuestión de modales. Y era tan bonita… con su pelo rojizo, envuelta en ese top blanco que apenas sujetaban sus pechos. Y esa boca….. tan humeda…. tan comible.

Jessica miró hacia abajo y descubrió su mano frotando vigorosamente sus jeans a la altura de la entrepierna. ¿Por qué estaba pensando en Marina? ¿…sobre sexo? ¿con Marina? ¿poniéndose tan caliente? Era como si se estuviese convirtiendo en…..

Lesbiana.
El cable en su cabeza volvió a encenderse y la puso en éxtasis mientras un espasmo se apoderaba de ella. Sí, sí… ella era lesbiana. Estaba segura. ¿Pero cómo? ¿Si nunca lo había sido antes? ¿O lo había sido? ¿Y por qué tenía todavía puestos los pantalones?

Ella estaba quitándose el sostén y arrojándolo a la silla que estaba frente al sofá cuando sonó el timbre. Por supuesto, su primer instinto fue ignorarlo. Primero tenía que masturbarse, pero después pensó que podía ser Marina, la hermosa Marina, la lesbiana Marina.

Rápidamente recogió la ropa tirada mientras gritaba "¡Un momento!" y se dirigía a su dormitorio a ponerse su bata de felpa azul. Regreso instantes después y terminó de ajustar su cinturón mientras alcanzaba la puerta.

La abrió y dejó escapar un suspiro:

Era Marina.

Detrás de ella, el cielo era de color rosa coral y el sol hacía unos instantes que había desaparecido. Su copioso pelo rojizo caía en rizos sobre el sueter blanco que llevaba. Sus ojos marrones centellearon, insinuando secretos placeres que su boca, amplia y curvada en una sonrisa, prometía cumplir.

- Hola….Marina

- Hola otra vez, Jessica. Realmente me parecías un poco rara así que pensé en venir y verificar que todo esté en orden. ¿Puedo entrar?

Sí, Sí, cien veces Sí, tómame -pensó Jessica.

- Eh…. Claro.

Jessica abrió la puerta y Marina entró al recibidor para dirigirse al living de la casa. Curioseó la habitación, alfombrado marrón, sofá de cuero blanco, pinturas muy delicadas. Luego giró su cabeza quedando de espaldas a Jessica.

- Y bien, Jessica, ¿Cómo has estado?

Jessica tenía clavada la vista en el culo de Marina

- Ehhh….bien. Ocupada.

- Claro, ¿estuviste en Boston, no es cierto?

- Ehhh…, sí, Boston.

Jessica había cerrado la puerta y había seguido a Marina hasta el living donde la pelirroja estaba, de pie, revisando una pintura colgada sobre la chimenea. Era un Bougerou que mostraba a una mujer, de vestido blanco, sentada en un jardín.

Marina volteó rápidamente y miró fijo a los ojos de Jessica.

- Jessica, ¿Qué está pasando? Me estás examinando como el más baboso de los muchachitos que nos cruzamos en la calle.

La cara de Jessica se encendió y bajó la mirada.

- Lo…siento

La mano de Marina alcanzó la barbilla de Jessica y levantó su cara enrojecida. Los ojos de Jessica se movieron rápidamente hasta encontrar los ojos e hipnotizantes de Marina. Eran inescrutables y aunque no daban ninguna señal, la cara de Marina se movió hacia adelante y frunció los labios mientras observaba los ojos de Jessica.

Lesbiana.

Jessica la besó. Colocando sus manos sobre los hombros de Marina, alcanzó rápidamente su boca y apoyó sus labios sobre los de su vecina, con determinación, pero sin violencia.

Los ojos de Marina se abrieron asombrados y Jessica temió que la empujara o la abofeteara. Pero la tensión pasó y las manos de Marina la abrazaron por la cintura. Y entonces, los labios de Marina, esos labios estupendos y eróticos empezaron a besarle la paste posterior de su cuello. Con su mano izquierda, Jessica tomó la mano de Marina y la guió despacio bajo su bata. Marina interrumpió su beso y miró fijo a Jessica.

- Jessica, ¿Qué…? ¿Tú realmente quieres…..?

- Sí Marina. Te quiero mucho. Te necesito. Quiero que seas mía…

Miró fijamente los ojos oscuros, con pasión, y lentamente llevó la mano de Marina a recorrer su cuerpo haciéndole agarrar de lleno su pecho. Luego, despacio, la hizo bajar sobre su suave estómago, sobre su suave vello púbico, y un poco más abajo.

La boca de Marina se abrió con sorpresa.

- No necesitas hacer esto, Jessica. ¡Oh, Dios, estás toda mojada!

- Marina, ¿tú eres….?

Marina miró su propia mano, ahora liberada, las puntas de sus dedos resbaladizas y regresó sus ojos hacia Jessica.

Y entonces sonrió.

- Por supuesto que lo soy. Te he deseado desde el primer día que te ví. Si tú estás segura que esto es lo que quieres….

Jessica se zambulló sobre ella.


A la mañana siguiente, en la puerta, Marina se inclinó para darle un beso de despedida a Jessica. Había algo que tenía un poco distraída a Jessica, pero el empujón afectuoso de la lengua de Marina dentro de su boca le hizo recordar el placer de los momentos vividos y las dos nuevas amantes compartieron un largo, lento y húmedo beso.

- Mmmm,… gracias mi amor -dijo Marina separándose y saliendo hacia la calle- Estoy tan feliz que hayas pasado a mi equipo. Tenemos que volver a hacerlo.

- Oh, sí, Dios, Marina. Fue muy bueno. Nunca lo hubiese creído. Sí, nuevamente y pronto.

Marina arqueó una ceja.

- Ahora, Jessica… no quiero que pienses que soy facil.

Jessica iba a responder pero se quedó. Su boca permaneció abierta.

Marina se río entre dientes y lanzó un beso a Jessica.

- Hasta más tarde, Dra. Koontz -caminó para atrás mientras cruzaba la calle, se detuvo un instante y la saludó con la mano.

Jessica se quedó observando como su amiga cerraba la puerta de la casa, sintiendo como el fuego en su mente comenzaba a arder nuevamente, quitándole los pensamientos en Marina. Había algo más, había algo más sobre ella, algo que ella necesitaba. Ella era lesbiana, sí, pero… había algo más. Algo aún más importante sobre su personalidad y Jessica decidió que debía abrirse a ello. La misma fuerza que le había hecho saber qué ella realmente era lesbiana, ahora estaba intentando decirle algo mucho más importante y debía descubrirlo porque el placer que había sentido con otra mujer le hacía confiar ciegamente en lo que esa fuerza intentaba decirle.

Jessica cerró la puerta y se paseó por la sala. Dejó caer su bata, medio abierta, sobre el sofá de cuero blanco. Desnuda, empezó a dibujar círculos con su mano sobre su estómago. Había otra cosa, algo más grande, dando vueltas de un lado a otro dentro de su cabeza. Sí solamente pudiese recordarlo…

Puta.

Un escalofrío se apoderó de ella con solo pensarlo.

Puta.

Jessica se sacudió nuevamente. Se dio cuenta que se estaba excitando.

Así que era una puta. Y también lesbiana. Sus caderas temblaron. Sí, eso era, estaba segura. Pero… ella no era …. no era una puta realmente. Siempre había sido una persona bastante bonita… y su relación sexual con Marina…. No, no, algo estaba faltando.

Puta PERRA.


Sus caderas se movieron a sacudidas y se encontró repentinamente frotándose la concha. Eso era ella, una puta dicho en sentido vulgar….. una Perra. Se metió dos dedos en la concha, sorprendiéndose de su propia humedad. Con el pulgar buscó su clítoris.

De algún modo era una perra, no tenía mucho sentido por ahora, pero Jessica sabía que era verdad. Mientras se acariciaba desesperadamente pensó en preguntar sobre el tema, pero se dio cuenta que no tenía sentido. El sentirse una perra era tan fuerte, tan real que no tenía sentido cuestionárselo. Una perra lesbiana. ¡Que raro!

- Tan Perra -se dijo a sí misma mientras su otra mano también se dirigía hacia su sexo- ¿qué debo hacer ahora?

Encontrar un PERRO.

Jessica gritó con la repentina intensidad de su climax.


La perrera era ruidosa, debido al ladrar y al lloriquear de decenas de perros. El muchacho encargado lleva a Jessica a un gran salón donde una gran hilera de jaulillas contienen una gran cantidad de perros. Grandes, pequeños, de pelo largo, corto. No había ninguno de las clásicas razas que Jessica conocía pero al instante cayó en la cuenta que esos perros de raza nunca irían a parar a una perrera. Aquí estaban los perros no deseados, los mestizos. El encargado la dejó mirando y volvió al escritorio a seguir leyendo una revista. No había mucho trabajo un lunes por la tarde.

El corazón de Jessica estaba palpitando y se sentía muy mareada. De algún modo, su VERDAD la había conducido hasta allí, para encontrarlo. El elegido. Pero ahora que se encontraba allí, rodeada por todos esos perros, se sentía muy nerviosa.

Nunca había sido una persona-perra. Tuvo que reírse entre dientes por la idea. Pero ahora, aquí estaba. Era una persona-perra y estaba buscando un perro.

Respiró profundamente y comenzó a caminar entre las hileras de jaulillas. Descartó los pequeños, los cachorros y los delicados. De algún modo, algo le decía que el perro que tenía que elegir debía imponer respeto. Ella misma tendría que respetarlo, hasta tenerle un poco de miedo quizás. Perdió un poco de tiempo mirando un Pastor Alemán mestizo pero no sentía ninguna fuerza que la impulsara a llevarlo. Así que siguió caminando.

Y ahí estaba. Echado en su propia jaula se encontraba un gran perro, mestizo como todos los que estaban allí, pero obviamente con porte y sangre de labrador. Era inmenso, seguramente pesaba más que ella y era, seguramente, EL INDICADO. Se acercó a la jaula.

Al acercarse, el perro levantó la cabeza y olfateó. Y luego la miró. Permanecieron así por un momento, como si el tiempo se hubiese detenido. Entonces Jessica llamó al encargado.

- Ehh, señor. Me parece que me gusta este.

A los pocos segundos, el encargado regresó. Se detuvo al lado de la jaula, inconsciente de la electricidad que se había producido entre la mujer y el perro. Asintió.

- Un lindo perro. Un poco grande para algunas personas y obviamente no es ningún pura raza. Pensamos que no debe tener más de dos años, así que tendrá perro para rato. Fue traído por un granjero, que lo encontró perdido.

El muchacho abrió la jaula y el perro se incorporó. Se dejó atar una correa a su collar y caminó junto a él. Jessica los siguió, un poco anonadadamente como alguien que acaba de despertarse en un barco camino a Shangai.


Lo puso en el asiento del acompañante. Una vez en camino, incluso con su presencia amenazante cerca suyo, sus inhibiciones comenzaron a soltarse. Miró al perro que se las había arreglado para manchar con su nariz la ventanilla del acompañante, de manera que a ella se le hacía imposible ver por allí.

- Bien -comenzó, pero se detuvo cuando el perro giró la cabeza para mirarla. Sintió que caía dentro de sus ojos de perro grande y tuvo que hacer un gran esfuerzo para volver la mirada al camino. Trato otra vez, pero esta vez sin mirarlo.

- Bien, ¿cuál será tu nombre? Eres indudablemente un perro grande, fuerte. Mucho más fuerte que yo -pensó- Mucho más importante. Deberías tener el nombre de un Dios.

La nieve empezó a caer alrededor del automóvil, cuando salió de la autopista.

- ¿Puedo llamarte Thunor?

Estaba justo a punto de explicarle quien era Thunor cuando el perro lamió su mano. El espasmo casi la saca del camino.


Thunor definitivamente se adaptó a la casa de Jessica. De algún modo él parecía saber cual tenía que ser su misión y por eso durante los siguientes días Jessica tropezó con él en cada habitación de la casa: el dormitorio, el laboratorio pequeño que había en la casa, la cocina (por supuesto), el despacho e incluso el baño.

En tanto, era Jessica la que le tenía miedo a Thunor. Lo llevaba a dar algunas caminatas pero cuando trataba de acariciarlo, lo sentía demasiado bueno. Tan bueno que era extraño. Y también sentía que se estaba equivocando en algo, de algún modo, con respecto al perro. Así que lo alimentaba, lo dejaba suelto corriendo por la casa y se quedaba hasta tarde en el trabajo.

O en la casa de Marina. Después de esa primera noche fogosa, se había hecho una costumbre visitar a Marina frecuentemente, y a pesar de las "falsas protestas" de Marina, siempre terminaban en la cama. O en el piso.

Era jueves y esa vez habían tomado el te en la cocina para luego hacer el amor sobre la alfombra. Mientras se encontraban tendidas, entrelazadas, Jessica preguntó:

- Marina … ¿vos tenés alguna…. fantasía?

Marina sonrió y la besó.

- Por supuesto, tonta. Esta es una de ellas. La de la vecina. ¿No es un poco apresurado hablar de fantasías en esta relación que recién comienza?, quiero decir, ¿Quieres pedirme algo?

- Oh, No! Es solo que, ya sabes, por decir algo…

- Aha, ya veo -dijo Marina mientras acariciaba en círculo los pezones de Jessica.

- Honestamente, Jessica. ¿Qué te llevo a preguntarme eso?

- Es que últimamente he tenido unos sueños raros.

- Nunca le he prestado demasiada atención a mis sueños, así que me intriga, mi amor. Cuéntame, ¿los sueños eran sobre relaciones sexuales?

- Más bien, sin embargo son muy pesados.

- Los mejores. Cuéntame.

Jessica se quedó pensando. Superado el obstáculo mental, se incorporó

- Bien, en ellos….. soy una perra. Y soy parte de una jauría de perros. Y hay un perro dominante, y yo…..necesito ser suya.

- Uauuu!! Eso sí que es pesado. ¿No será por eso que compraste a Thunor, no?

- Nooo!! Me empezó a ocurrir después que lo compré. Por supuesto que no tengo relaciones sexuales verdaderas, pero todo el sueño gira en torno a relaciones sexuales y a que yo estoy a disposición del perro para que me coja cuando quiera. Es raro.

- Sí, más bien. La parte del perro es rara, pero la fantasía sobre la sumisión es una de las más viejas. Yo tenía una novia que le gustaban ese tipo de cosas, pero la mayoría de las mujeres piensan en eso de vez en cuando. La mejor de las fantasías es someterse plenamente a alguien y de esa manera sentirse segura y sin responsabilidad.

- ¿Entonces piensas que es normal?

Marina se rió.

- ¡Cielos, no lo se! Personalmente lo que preocupa es la parte del perro. ¡Más que nada porque es macho! Eso es lo raro.


La semana siguiente, Marina se fue a visitar a su hermano, en Taos, así que Jessica pasó la mayor parte del tiempo en su laboratorio. Su ayudante, Maeve, recibida hacía dos años, estaba tan eufórica como ella respecto al financiamiento.

Jessica estaba teniendo muchas dificultades en dejar de mirar a Maeve. La chica era sólo siete años mayor que su hija, pero eso no parecía estar importándole. Para el viernes, Maeve ya había notado el extraño comportamiento de Jessica y Jessica había salido al mediodía, con la aparente intención de trabajar en su casa, pero con el verdadero propósito de que Maeve no la descubriera tocándose.

Que fue lo que hizo durante todo el trayecto a su casa.

Cuando entró a su casa pensó en Thunor repentinamente y, de algún modo, la preocupación de que él podía ser la solución a su excitación sexual era aún más excitante. El miedo que le tenía (y no de lo que pensaba hacer con él) era como un agregado adicional al vino de su lujuria.

Pero una vez dentro de la casa, se dio cuenta que él no estaba. Llevó sus trabajos al despacho, los dejó caer y empezó a buscarlo alrededor de la casa. La esquina del dormitorio que habitualmente ocupaba estaba vacía, al igual que los lugares que le gustaba ocupar en la cocina y en el living. Quizás estuviese afuera. Había dejado abierta la mitad inferior de la puerta para que Thunor pudiese salir al jardín trasero. De esa manera, estando Thunor allí, le iba a resultar más fácil a los ladrones romper una ventana del frente de la casa que intentar entrar a la misma por la puerta que daba al jardín.

Fue caminando hacia la parte posterior de la casa y al abrir la puerta allí estaba él. Mirándola.

- Hola, Thunor. Estoy en casa. ¿Qué estás…….haciendo…ahhh?

Mientras estaba saludándolo, Thunor se acercó y ella abrió grande sus ojos al ver su miembro balanceándose. Algo lo había excitado, no sabía lo que era, quizás el olor de una perra en celo en el viento, pero lo cierto era que Jessica no podía quitar la vista de su verga mientras se acercaba. Un sonido febril resonaba en su cabeza y el cable que habitualmente se encendía en su mente ardía de calor.

- Th…..Thunor…

El perro se le acercó y empezó a oler su entrepierna. Jessica se retorció. Esto estaba tan mal. Tenía que alejarse. ¿Qué le estaba pasando?

Entonces Thunor chocó su nariz contra ella, exactamente contra su conchita excitada. Jessica emitió un gemido suave y se dio vuelta. Lentamente se dejó caer y se puso en cuatro patas. Apenas podía notar la sangre en ebullición dentro de su cabeza. ¿Qué era lo que la estaba controlando? ¿Qué estaba haciendo?

¡Oh, Dios! ¡Ella estaba ofreciéndosele!

Con seguridad y suficiencia, Jessica se mantuvo en cuatro patas, con las piernas ligeramente abiertas y mirando sobre su hombro a Thunor. Como una automáta, se quedó en esa posición.

Thunor la volvió a olfatear y se acercó un poco más.

Tenía la ropa puesta. Mientras tuviese la ropa puesta estaba bien. Jessica luchó para calmarse y recuperar el control. Incluso cuando sintió que las patas de Thunor se aferraron a la parte posterior de su cuerpo se las arregló para conseguir suficiente control como para irse a toda prisa hacia adelante. Ayudándose con la pared, se puso de pie. Se desplomó contra la pared y se dio vuelta para mirar al perro. Sus ojos inescrutables perforaron los suyos y sintió que su voluntad volvía casi a desaparecer.

- Thu…Thunor….No, no puedo….por favor….déjame sola. Esto está mal……

Se miraron el uno al otro por un momento. Convencida de que Thunor la dejaría ir, Jessica giró y se dirigió hacia la puerta principal. Tenía que salir, tenía que pensar….

Pero nuevamente Thunor comenzó a olfatear entre sus piernas.

Jessica se endureció. Extendió sus manos y fue doblando lentamente la cintura. Cuando sus manos alcanzaron el piso, terminó de flexionar sus rodillas hasta que las mismas llegaron también hasta el suelo. Separó sus muslos y giró la cabeza para mirar a Thunor.

Esta vez el perro no perdió tiempo y ya estaba sobre ella, incluso cuando se dio vuelta para mirarlo. Sus patas delanteras se amarraron a su cintura y su largo y rojo miembro se deslizó entre sus piernas, rozándole el cierre de su jean.

Jessica se estremeció, hundiendo su cabeza. Estaba lejos de ponerse a llorar, de algún modo, pero estaba nadando en la confusión. ¿Por qué estaba ocurriendo esto? Su cuerpo estaba actuando sin control. Actuaba automáticamente, por instinto.

Igual que una perra.

Pensar en la palabra le dio una sacudida de placer.

¡Oh, no! -pensó- Quiero que me monte. ¡Oh, Dios!, esto es enfermo pero quiero que me monte.

Su perra.

Era como electricidad, disparada desde su vagina hacia su cerebro. Era la perra de Thunor. Y estaba caliente, muy caliente…

No.

"No puedo hacer esto. Está mal". Jessica luchó contra la necesidad que la estaba ahogando. "Es un perro, por todos los cielos"

Igual que yo.

Debajo de ella, el miembro de Thunor estaba rígido, frotando con fuerza la parte delantera de su jean. Jessica abrió los ojos para mirarlo.

"¡Oh, Dios!"

Lentamente, vio como su mano izquierda se despegaba del suelo y alcanzaba la parte superior de sus pantalones.

Desabrochó el botón que se encontraba sobre el cierre.

"Oh…"

Thunor lloriqueaba, confundido. Los jeans no le provocaban el placer que él imaginaba encontrar. La mano de Jessica se encontró con el miembro de Thunor, mientras bajaba el cierre de su pantalón. Cerró los ojos y bajó sus hombros hasta el piso. Su mejilla presionó el suelo fresco, sus pechos presionados contra el piso. Con ambas manos, hacia atrás se tomó del cinturón de su jean.

"Estoy a punto de ser cogida por un perro"

"Lo estoy ayudando"

"Ayudándolo a que me coja"

"Un perro"

Sintió que sus dedos se deslizaban bajo el cinturón y bajo sus bragas y empezó a bajarlos lentamente. La punta de la verga de Thunor rozó su culo desnudo.

Sus pulgares ahora se estaban deslizando a lo largo de sus muslos, su respiración se hizo rápida y entrecortada cuando sus bragas se liberaron de la entrepierna.

Estaba expuesta.

La verga de Thunor había quedado media enredada entre sus pantalones, cuando ella los iba bajando, pero muy ágilmente se liberó dando un paso atrás y quedando frente a su cola totalmente expuesta. Se estremeció al sentir el roce de su miembro pegajoso.

Cójeme a mí. Cójeme. Es lo que tiene que suceder -pensaba.

Soy una perra.

Pero Thunor prefirió frotar la verga a lo largo de estómago, quizás confundido por la situación.

Nuevamente extendió su mano hacia atrás.

Y lo guió.

Y se la metió.

Jessica lanzó un gruñido cuando la sintió deslizarse dentro de ella. Su mano pegajosa cayó a un costado. Estaba absolutamente mojada, extasiada y Thunor comenzó su ritmo frenético a los empujones inmediatamente.

Jessica lloriqueó, febril

Se sentía tan bien.

Tan correcto.

Tan Puta.

Tan Perra.


Varios días después, el teléfono sonó.

Jessica entró en la cocina y atendió. Thunor estaba durmiendo afuera, en algún lugar, después de aburrirse de ver a Jessica instalando su nuevo equipo en el laboratorio.

- ¿Hola?

- ¡Hola Mamá!

En la cara de Jessica se dibujó una sonrisa afectuosa.

- ¡Hola, Dulce! ¿Cómo va la escuela?

- Ah, todo bien. Las clases son magníficas, ja, ja, ja. Escúchame, tengo algo que preguntarte.

- Anda, pregunta -Jessica comenzó a caminar hacia el laboratorio. Había terminado de instalar el equipo y era hora de evaluarlo.

- Un grupo de compañeras tiene pensado ir a Nantucket en las vacaciones de primavera y me estaba preguntando si podía ir con ellas.

- Ahh, pensaba que estabas volviendo a casa para las Pascuas.

- Lo se, pero me gustaría ir a Nantucket realmente.

Jessica suspiró.

- Está bien. Si realmente quieres ir creo que te lo mereces. ¿Necesitas dinero extra?

- Bueno, sólo un poquito. Pero tengo otra cosa para preguntarte.

- Dime

- Quería saber si este verano podía quedarme contigo, en vez de ir a la casa de papá.
- ¿De verdad? ¡Eso sería fenomenal! ¿Se puede saber por qué?

- Bueno, es que su nueva novia consiguió ponerme los nervios de punta los últimos fines de semana, realmente. Y contigo las conversaciones son mucho más interesantes. Papá siempre está hablando de golf. Además tú no tienes nuevo novio… ¿no es cierto?

- Ah, no, no, realmente

- No realmente. ¡Mami! Cuéntame

- No, no es nada

Ann soltó un suspiro exasperado.

- Tienes que contarme, Mamá. Espera.. Anna me vino a buscar para ir a clase. Bueno, entonces quedamos que paso las Pascuas en Nantucket y el verano en tu caso. ¿Hecho?

- Sí, por mí no hay ningún problema

- ¡Buenísimo. Adios mamá.!

- ¡Adios, cielo! ¡Te adoro!

Jessica colgó y observó el nuevo "equipo" que decoraba el laboratorio de su casa. El sillón camilla reclinable le había costado algo más de lo esperado pero ella sabía que algunos sujetos, en realidad todos los sujetos, debían ser sujetados en un principio. Por eso, de los brazos del sillón salían unas muñequeras de cuero, con unas grandes hebillas de sujeción. Cerca, su nuevo equipo de A/V sobresalía sobre el estante blanco de plástico, sobre la mesa de examinación. Un complicado juego de anteojos protectores y un inocuo par de auriculares, conectaba con algunos cables a un cubo de G4 que operaba un software muy especial. Un software de modificación de conducta, creado por un colega suyo en la Universidad de Southern, California, para ser más preciso. Su moral se había espantado la vez que le escuchó exponer sobre su creación, pero ahora tenía que admitir que ese tipo de herramientas podían tener sus usos. Además, él ni siquiera había preguntado para que las quería.

Jessica no podía esperar más para empezar. La……pureza de las últimas semanas la había convencido que estaba haciendo las cosas correctamente y de la rectitud de su plan. Ella era la perra de Thunor, pero él era macho. Él necesita, él se merecía algo más que ella, y ella podría entregárselo. Ella mantendría a su Amo. Después de haberse dado cuenta que era lo que tenía que hacer, había sido cuestión de sólo una semana obtener el equipo correcto.

Por supuesto, había tenido algunos contratiempos y algunas cosas todavía necesitaban ser mejoradas. La habitación no estaba insonorizada, por ejemplo.


Los ojos de Maeve, muy abiertos y aterrorizados, miraban fijamente a Jessica. Estaba amordazada con una correa negra y brillante, y una pelota de goma que mantenía su boca abierta y sus dientes presionados sobre ella.

Estaba desnuda, atada al sillón. Jessica podía claramente advertir las ideas terroríficas que cruzaban por la mente de Maeve. Sonrió y pasó una mano por su mejilla.

- Bueno, bueno. Te diría que no estés asustada pero se que eso no va a serte de gran ayuda.

Jessica pasó del laboratorio hacia su gabinete, retiró una ampolla y una jeringa y comenzó a llenarla.

- Esto ayudará a que te relajes.

Volvió hacia la camilla, admirando el cuerpo de Maeve. Los ojos de su asistente se abrieron desmesuradamente cuando Jessica sujetó la aguja a su brazo y sus gritos, amortiguados, se intensificaron cuando sintió el pinchazo y cuando Jessica comenzó a inyectar ese fluido amarillento.

- Cálmate Maeve, ya sabes, no estoy haciendo esto para lastimarte. Todo lo contrario.

Jessica extendió la mano hasta alcanzar los auriculares que colgaban al lado de la correa que sujetaba la cabeza de Maeve.

- Ya ves, la sociedad nos ha condicionado a pensar de una sola manera. Bueno, mi objetivo es romper ese condicionamiento para ayudarte a pensar de la manera correcta.

Colocó los auriculares sobre los oídos de Maeve, que ahora estaba llorando. Las lágrimas corrían sobre sus mejillas. Jessica la besó en la frente.

- Lamento tanto que te esté causando tanta angustia. Pero tengo que hacerlo. Necesito cambiar la dirección de mi investigación y te necesito para que me ayudes. Así que tengo que hacer que quieras ayudarme. Está bien, lo confieso, soy egoísta y quiero tenerte para mí. He fantaseado más con cogerte esta última semana que en los dos años que has estado trabajando para mí.

Un ruido detrás de ella, hizo que Jessica se diese vuelta. Thunor había entrado al laboratorio y se encontraba sentado mirando a las dos mujeres.

- Hola Thunor. La estoy preparando para ti, pero puede tomar un poco de tiempo. Tiene una idea equivocada sobre la vida que es preciso borrar.

El perro no respondió y Jessica volvió su atención hacia Maeve. La resistencia por liberarse de la joven se iba apaciguando a causa de los efectos de la droga. Sus ojos se estaban poniendo vidriosos y su expresión ya no parecía tan aterrorizada.

- Eso es, amor. Cálmate. Escucha lo que los auriculares te dicen. Escucha y acéptalo. Te encantará ser la nueva persona en la que te convertirás. Una persona mejor. Y entonces ambas podremos regresar al trabajo y servir a nuestro Amo.

Jessica acarició el pelo de Maeve.

Thunor se acercó y clavó su nariz en la entrepierna de Jessica. Ella se endureció, como si estuviese hecha de cemento. Se alejó de Maeve, fue al centro de la habitación, y se quitó los pantalones y la ropa interior rápidamente. Thunor comenzó a rodearla, despacio.

Jessica se puso en cuatro patas, desnuda de la cintura para abajo. Thunor dio vueltas detrás de ella, la olfateó y empezó a lamer su vagina. Su lengua estaba tibia y mojada y Jessica meneó su cola en señal de placer ofreciéndosela a Thunor.

Miró a Maeve

La muchacha de cabello oscuro la estaba mirando fijamente, con ojos llenos de horror detrás detrás del brillo vidrioso que las drogas le habían provocado.

Jessica le sonrió.

Detrás de ella, Thunor cesó de lamer y se montó sobre su espalda. Podía sentir su verga hurgando en la parte posterior de sus muslos. Se inclinó hacia adelante, abriéndose, exponiéndose. Las patas delanteras de Thunor se aferraron a su cintura y después de algunos momentos de desorganizado golpeteo su verga encontró la entrada y la penetró

Jessica gimió. Thunor inmediatamente se fue hacia adelante, la agarró más fuerte y empezó con su bombeo frenético.

La baba salpicó la parte posterior de la camisa de Jessica que comenzó a jadear casi tanto como lo hacía Thunor. De pronto el perro se endureció y comenzó a eyacular su cálido esperma dentro de Jessica.

Sintiéndolo, Jessica también acabó, como lo hacía cada vez, mordiéndose violentamente su labio superior para evitar gritar. Estaba tan bien, era todo tan correcto.

Se desplomó en el piso, la cola al aire y Thunor intentó desmontarse. Su nudo ya había comenzado a hincharse pero dio un rápido tirón y en vez de quedarse allí, salió de la habitación, quizás para beber agua, quizás para buscar un rincón un poco más íntimo para limpiarse. Jessica se quedó en el piso, con el culo al aire y un líquido viscoso derramándose por sus muslos.

Aunque drogada, la mirada de Maeve seguía fija sobre ella, dejando caer su cabeza hacia uno de sus lados. Jessica sonrió y se incorporó.

- Oh, si, mi amor. Él es mi Amo y, ¡Oh, Dios! no sabes como adoro ser su perra. Creo que he nacido para esto. Todos hemos nacido para esto pero la sociedad nos lo ha hecho olvidar.

Tambaleándose hasta la mesa próxima al sillón camilla, presionó algunas teclas en la computadora y un ruido empezó chirriar desde los auriculares, cayendo a cántaros sobre los oidos de Maeve. Jessica se acercó al sillón y tomó los anteojos protectores que emitían imágenes parpadeantes dentro de ellos.

- Ahora descansa, Maeve y aprende. Absorbe todo lo que te está siendo dicho. Acéptalo. Deja que se borren las ideas viejas, especialmente las malas. Renace. Volveré nuevamente mañana a ver como sigue el entrenamiento.

Jessica la besó en la frente.

Colocó cuidadosamente los anteojos sobre los ojos de Maeve. Después de comprobar que todo funcionaba perfectamente, apagó las luces y fue a ver si Thunor necesitaba ayuda para higienizarse.


La doctora Belle Simon llegó y caminó hacia el otro lado de la galería. Pasó a una pareja joven que observaba una abstracta escultura de metal con planos de granito negro que parecían entrar o escapar del metal. De paso inspeccionó a la morena. No, no era lo suficientemente madura. Lucía como una niña todavía.

Dobló y camino en sentido inverso hacia la esquina suroeste de la sala. Se detuvo frente a una voluptuosa y blanca figura, sobre una blanca plataforma. Asintió. La figura era la de una mujer, metiéndose un cosa blanca con forma de consolador en su boca y puesta en cuclillas con su sexo sobre un falo del tamaño del de un caballo.

Sobre la placa diminuta de la plataforma se leía: "Autoinfligida, por Belle Simon"

Belle sonrió. Su teléfono sonó, caminó más allá de otra escultura y se apoyó contra la pared. Sacó un teléfono diminuto de su monedero, verificó el número del llamado entrante, oprimió el botón correspondiente y puso el teléfono sobre su oreja.

- ¿Sí, Iko? ¿Tienes algo que decirme sobre la doctora Koontz?

Observó a tres mujeres de edad universitaria entrar a la galería, revisando unos folletos. Comenzó a reírse. Sus ojos echaron chispas.

- ¿Cogiéndose un perro? ¿Jessica Koontz está teniendo relaciones con un perro? ¡Es muy fuerte! ¡No tenía idea que fuese tan flexible! Indudablemente no es algo que yo le haya dicho que haga. ¿Qué más averiguaste?

Se produjo una pausa mientras Belle observaba a las mujeres hacer su recorrida por la galería hacia ella. El joven y la chica se marcharon tranquilamente a una sala contigua

- ¿Tiene a otra mujer secuestrada? ¡Que raro! ¡No está siguiendo las instrucciones, pero parece tan deliciosamente pervertido!

Belle lamió su labio inferior.

- No, Iko, no interfieras. ¿Has podido recuperar nuestro teléfono celular? ¿Está dañado?

Belle sonrió.

- Bien, entonces debemos suponer que funcionó sobre Jessica pero que ella está reaccionando de otra manera. Quiero estudiar eso. Quiero saber que hace y por qué parece estar haciéndolo, pero no hables con ella. No interfieras. Consigue fotografías si puedes. Toma notas. Quiero que recuerdes todo, Robot Iko.

Belle se río entre dientes.

- Sí, ejecute nuevo programa. Quédese al menos a 30 metros de Jessica Koontz y observe todas sus actividades sin ser descubierto. Belle Afuera.

Apagó el teléfono.

Las tres muchachas reían abiertamente mientras observaban la blanca figura, desnuda y pervertida, autoinfligiéndose. Deberían estar pensando que a la vez era horrible e interesante. Una de las muchachas desvió la mirada hacia donde se encontraba Belle y ésta le hizo un guiño.

La muchacha susurró algo con sus dos acompañantes y se alejaron de la sala, hacia una sala contigua.

Belle se encogió de hombros, le resultaba difícil creer que se notara tanto que estaba a la caza. Y bien….

Dio un paseo alrededor de la figura desnuda y en cuclillas.

- Bien, directora Stevens, parece que usted es un éxito como arte. Ahora que no hay nadie le diré que luce muy sexy así, pintada de blanco y exhibiéndose. Se que su conchita está goteando porque cuando usted se porta mal, usted es una chica mala y las chicas malas se ponen calientes cuando se portan mal.

Belle extendió su mano y pellizcó uno de los pezones desnudos.

La estatua viviente tembló. Luego se paralizó nuevamente.

- ¡Ahh, y recuerde! ¡No se mueva hasta que acabe!

Belle caminó hacia atrás.

- Regresaré en unas horas. Tengo que hacer otras llamadas.

Y salió en la misma dirección que las tres jóvenes habían tomado.

Fin Segunda Parte