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Confesiones de un Nerd

en Control Mental

Confesiones de un Nerd

por Hypnoman

Vivir era una verdadera odisea para él; hasta que ese día todo cambió...


Mi vida era una mierda.

Sí, una verdadera mierda. Disculpen la franqueza pero no hay manera de describirla.

Hasta ese día. El día en que todo cambió y el que, por razones obvias, nunca voy a olvidar. Antes de pasar acontarles como paso mis días en la actualidad y como se produjo semejante cambio, déjenme contarles como era mi vida de mierda, antes de "ese" día.

Yo era un típico Nerd. Vivía para los estudios porque no me costaba nada estudiar. Toda la habilidad que poseía para retener datos, fechas y fórmulas era contraria a mi torpeza corporal, mis nulas condiciones para el deporte y, por lo tanto, para las relaciones interpersonales. Casi no tenía amigos, aquellos que se acercaban lo hacían para que les pasara un apunte o los ayude para un examen, y una vez concluído éste, volvían a ignorarme como si no existiera.

Con las mujeres, ni hablar. Los dedos de una mano me sobran para contar las citas que he tenido y todas ellas concluyeron de manera más que frustrante. Eso sí, mis padres me adoraban, pero ¿cómo no iban a adorar a un hijo brillante en los estudios y que no les traía problemas de mujeres ni de amigotes? Su amor era mi calvario. Pero lo que más odiaba era que me amaran los padres de mis compañeras de colegio. Para ellos era el novio ideal, porque era el hijo ideal. Y eso es lo peor que te puede pasar. Las muchachas huyen de los noviecitos que les caen bárbaro a sus padres. Ellas están en la edad de la rebeldía y todo aquello que sus padres aceptan, ellas lo rechazan. Por eso mis citas eran frustrantes. Recuerdo que para el baile de fin de curso logré convencer a una muchacha, no muy linda pero la única que me dirigía la palabra, para que sea mi pareja. No saben lo ilusionado que estaba para que llegue el día del baile. Había elegido mi ropa, me había emprolijado el pelo, hasta había comprado el perfume que a ella le gustaba, dato que le había sonsacado en una pequeña conversación. Todo marchaba sobre ruedas hasta dos días antes del baile. Me encontró en el pasillo de la escuela y, sin demasiada preocupación, me dijo que iba a asistir al baile en compañía de su novio. Aún boquiabierto por la sorpresa, le pregunté porqué entonces me había dicho que iría conmigo, si tenía novio. Me contestó que su novio tenía planificado un viaje para esa fecha y, como ella no quería perderse el baile, su novioo le había dicho que con el único que la dejaba ir era conmigo porque era totalmente inofensivo. Luego, se imaginarán, el viaje se suspendió y, bueno, eso ya no importaba, ni siquiera la seguí escuchando. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no quebrarme delante de ella, pero cuando llegué a mi casa me encerré en mi habitación y lloré dos horas seguidas.

Y así fue siempre. Las muchachas preferían comer gusanos antes que ser descubiertas conversando conmigo. Hasta los propios Nerds del colegio me ignoraban. Odiaba ir a la escuela. Odiaba encontrarme todos los días con la indiferencia de todos los que me rodeaban. Odiaba mi vida.

Mi estadía por la universidad fue idéntica, asi que les ahorro el tedio de escuchar mis "lamentos universitarios". En fin, me encontraba sin trabajo, sin amigos, sin pareja, con unos padres que ya estaban empezando a desilusionarse de la joya de hijo que tenían...

Hasta "ese día"....

Ese día comenzó como todos los demás. Me desperté temprano, tropezándome con la gata que se encontraba a los pies de mi cama. Salí hacia el parque a buscar el diario y, como siempre, lo encontré mojado por el rocío de la madrugada. Me senté a leerlo y vi el aviso donde promocionaban una nueva firma que solicitaba un asistente para el vicegerente de ventas. Llamé por teléfono y me atendió una señorita de voz muy agradable pero a quien parecía no importarle nada de lo que yo estaba diciéndole. Así y todo me agendó una entrevista con el vicepresidente de la empresa a las 2 de la tarde. Hubiese estado muy contento de no ser por el pesimismo que llevaba conmigo desde hacía meses. De todas maneras tomé un buen desayuno, me duché, y me propuse elegir mi mejor vestuario: una linda camisa blanca, con una "poderosa" corbata roja. Acompañé esta vestimenta con un ambo azul y colgué de la precilla de mi cinturón el impactante reloj de oro de bolsillo, con su cadena también dorada, que me había regalado mi padre cuando cumplí los 18 años.

Llegué a la empresa con 15 minutos de anticipación. Aguardé en el auto hasta que faltasen 5 minutos para la hora porque no quería entrar con tanta anticipación para no parecer muy ansioso. Lo primero que observé fue a la recepcionista. Realmente era un muchacha hermosa. Rubia, de pelo largo y cara de modelo. Desgraciadamente no pude observar la parte inferior de su cuerpo debido al escritorio que la tapaba. Me acerqué a ella y me dijo:

- ¿En qué puedo ayudarle?

- Soy el señor McGyver y tengo una cita con el Sr. Reeds a las 2 de la tarde

Me miró con cara de asombro y me preguntó:

- ¿Se refiere al vice-gerente de ventas?

- Sí, eso mismo

Su cara se transfiguró

- Entonces me está hablando de la Sra. Reeds. Es una mujer

Si bien en todo momento pensé que la entrevista transcurriría con un hombre, no me sorprendió tanto el cambio de género como la cara de pánico que había puesto la muchacha. Lo primero que hice fue observarme para ver si algo estaba fuera de lugar. Miré mi bragueta pero estaba perfectamente cerrada. Observé mis zapatos por si hubiese pisado algo inconveniente. Cuando vi que todo estaba en orden le pregunté:

- ¿Algo anda mal?

- Bueno, no se si hago bien en comentárselo, pero me parece muy raro que la Sra. Reeds lo entreviste. Ella odia a los hombres. No los quiere ni ver y menos laboralmente. Le diría que acá hubo un error, pero, sin embargo, confirmo que usted está en la lista. La gente de Recursos Humanos lo ha anotado para que la Sra. Reeds lo entreviste.

Sabía que mi mala suerte me iba a acompañar. Un sudor muy frío comenzó a recorrer mi espalda. ¿Qué estaba siendo yo allí? Sería mejor dejar todo como estaba y volver a mi casa. No terminé de armar esos pensamientos cuando una puerta se abrió por detrás de la empleada y una mujer de edad intermedia salió impetuosamente:

- ¿Tengo alguna entrevista?

- ..... Sí, Sra Reeds...... el señor .... pero debe haber un error.....

- ¡El Señor! ¡No saben que no tengo ningún interés en entrevistar hombres! ¡Por favor...!

Con un hilo de voz intervine en la conversación:

- Disculpe Señora, pero debe haber sido un error, no quisiera robarle más tiempo y....

No terminé porque ella me miró casi con desprecio, me hizo una seña para que la siguiera y se encaminó nuevamente hacia su oficina. Lo primero que atiné fue a observar a la recepcionista y adiviné en su expresión que mejor era que la siguiera y no la contradijera. Bueno, después de todo no tenía más nada que perder...

Cuando ingresé ella ya estaba sentada en su escritorio. La oficina era enorme y el aspecto que daba era muy frío. Creo que por la forma de ser de su dueña el ambiente que quería imponer era el adecuado. Sin siquiera invitarme a sentar comenzó su discurso, no sin antes llamar a la recepcionista por el intercomunicador para ordenarle, de bastante mal modo, que no le pasase ninguna llamada:

- Cómo se habrá dado cuenta, no es mi intención cubrir el puesto con un hombre. La gente de Recursos Humanos lo tiene bien claro, pero imagino que para no tener problemas de discriminación me han mechado esta entrevista con usted. Como no quiero entorpecer sus tareas y como no tengo nada urgente por hacer, me tomaré unos minutos para cumplimentar este trámite. Síentese.

Si mi torpeza era una característica de mi personalidad, acercarme a la silla con el estado nervioso en que me encontraba fue una tarea bastante difícil. Me tropecé con la pata de la silla y al sentarme parte de mi saco quedó enganchado con el respaldo en pico de la misma. Realmente pareció no darle importancia al asunto. No por cortesía, sino por total indiferencia. Prosiguió:

- El puesto al que usted aspira debe recaer en una persona de mi total confianza, ya que será mi mano derecha. Además no debe poseer ningún espíritu de escalar posiciones ya que yo soy el último eslabón de la cadena y no voy a permitir que nadie me sobrepase jerárquicamente. Pero antes de seguir con detalles laborales, voy a tratar de darle una explicación del porqué de mi fobia a los hombres: YO ODIO A LOS HOMBRES. Sin excepción. Laboral y personalmente. He tenido pésimas experiencias con ellos y no tengo ningún interés en repetirlas.

Realmente me quería ir de allí. Maldije la hora de haber accedido a entrar allí para que me den una clase de feminismo. Sin saber que hacer con las manos, extraje mi reloj de bolsillo y comencé a hacerlo oscilar de un lado a otro tomándolo de la cadena.

- Tampoco crea que soy lesbiana, así que no se vaya de aquí con tontas ideas en su cabeza. Solamente hago mi trabajo y tengo una idea muy clara: No quiero hombres que se preocupen por mí, ni tampoco que anden alrededor mío intentando quitarme lo mucho que he conseguido haciendo duramente mi trabajo.

Mi mente estaba con el piloto automático, sin casi darle importancia a sus palabras. Tampoco me había dado cuenta que el reloj, que iba de un lado para otro, debido al impulso que mi mano le daba a la cadena, había captado totalmente su atención. Sus ojos estaban fijos en él y su mirada parecía perdida en el vació. Sin embargo seguía con su discurso feminista:

- Ahora, seré honesta: No existe ninguna chance de que te conviertas en mi asistente personal. Nunca confiaría lo suficiente en tí como para que estés ocupando un cargo en el que controlarás todo lo que pasa en mi vida.

Ahí me di cuenta que ya no daba para más. ¿Tendría que levantarme e irme sin decir una palabra? ¿Sin pedirle más explicaciones?. ¿Puede ser que no pueda tener una mínima chance por el solo hecho de ser hombre? Y ella seguía:

- Los hombres son todos unos débiles mentales. Piensan con sus pelotas en vez de con su cerebro. ¿Sabes lo que hizo la última persona que tuvo una cita conmigo?. Lo único que quería era ponerme su sucio pedazo en mi boca: "Esto es para lo único que están hechas las mujeres", decía. Que tamaña, ehhhhh, arrogancia. Pensar, ehhhh, que una mujer sólo sirve, ehhhh, para eso.

Tan ensimismado estaba en mis pensamientos que no me di cuenta que estaba comenzando a vacilar al hablar. Tampoco que sus ojos estaban fijos sobre el reloj que pendulaba de un lado hacia el otro.

- Así que, mmmmm, ya ves, ehhhhhh. No existen razones, mmmmm, para que estés....... aquí.

La dificultad que tenía en articular una frase me sacó de mis pensamientos. Ahí vi sus ojos, fijos en el reloj. Había dejado de hablar y sólo se encontraba con los ojos semicerrados. Parecía dormida. ¡Dios mío, que mala suerte! Primero consigo una entrevista de trabajo con una mujer de mierda que sólo sabe odiar a los hombres, y ahora se me queda dormida de aburrimiento en mitad de la entrevista. ¡Qué falta de respeto! Todos los años de humillaciones volvieron a mí en ese momento. Años de frustraciones se veían reflejados en esa parodia de entrevista. Me atreví a protestar:

- No lo puedo creer. No puedo creer que usted se haya dormido en mitad de la charla. Primero me basurea como si fuese su esclavo y luego se duerme en mitad de la conversación. Pienso que me merezco una disculpa. ¡Eso es! Usted tendría que disculparse por la manera en que me ha tratado.

- Sí, debo disculparme por la manera en que lo traté -dijo con un tono monocorde en su voz que captó mi atención.

No me llamó la atención lo que dijo sino en la manera que lo dijo. Eso y la forma en que observaba el reloj sin mover los ojos, sin pestañear, me convencieron de que no estaba dormida.

¡Estaba hipnotizada!

No lo podía creer. Se hipnotizó mientras miraba el reloj. No podía ser. Debía probarlo:

- ¿Estás mirando mi hermoso reloj, no es cierto?

- Siiiiiiiiii

- Y tú adoras mirarlo, te hace sentir tan bien, ¿no es así?

- Siiiiiiiii

- Tus ojos lo acompañan, de un lado a otro, de un lado a otro ......

Recordando las palabras que decían los hipnotizadores de la T.V. le dije:

- Tu mente se relaja más y más con cada desplazamiento del reloj. Te sientes cada vez mejor. Tu mente y tu cuerpo se relajan, cada vez más profúndamente. No puedes desviar tu mirada. No puedes ni quieres. Mis palabras comienzan a invadir tu mente y tus ojos se irán cerrando mientras tus preocupaciones se disolverán y nada te hará distraer, absolútamente nada.

Sus ojos se fueron cerrando lentamente. ¡Sí, lo había hecho! Había hipnotizado una hermosa vicepresidenta y la tenía bajo mi control. Mi verga dio un pequeño respingo en mis pantalones cuando comencé a verla con otros ojos. Antes era una odiosa vicepresidenta. Ahora veía una hermosa mujer, alta y delgada. Pechos firmes y hermosos y figura casi perfecta. Era obvio que cultivaba su cuerpo. ¡Ahhh, como me gustaría poseerla...!

¡No!, no podía hacerlo. Ella no está realmente hipnotizada. Seguramente esto es algún tipo de broma. Debería probar que ella no está realmente hipnotizada.

- Muy bien mi querida. Ahora quiero que imagines que tus manos están atadas a unos grandes globos de helio. Y estos indefectiblemente se van hacia arriba, llevando tus manos por arriba de tu cabeza. Suben, suben y arrastran tus manos....

Quedé impresionado al ver como sus manos se elevaban por arriba de su cabeza.

- No importa la fuerza que hagas, pero no puedes bajar las manos.

Noté la fuerza que hacía para poder bajar sus manos a su posición original. Pero no lo lograba. Estas seguían en lo alto. Lentamente me puse de pie, guardé mi reloj, y di la vuelta por el lado izquierdo de su escritorio. Tomé su muñeca y comencé a hacer una pequeña fuerza hacia abajo. Su mano seguía firme en lo alto, imposible de bajarla. Comencé a hacer más fuerza.... y nada. Volví a sentarme en mi silla.

- Los globos han sido cortados y se han ido hacia el cielo. Ya nada ata tus muñecas, así que tus manos pueden caer libremente hacia los costados.

Sus manos cayeron al unísono hacia ambos lados. Como si con mi voz hubiese cortado cuerdas imaginarias que ataban sus muñecas.

Realmente estaba hipnotizada, y profúndamente. Tenía a una mujer totalmente hipnotizada frente a mi. Y precisamente a ESA mujer. Mi verga volvió a reaccionar ante mis pensamientos. Yo, hasta ese momento, no sabía que tenía una fetiche con la hipnosis pero realmente la situación me estaba excitando demasiado. Ohh, como me excitaba la idea de ordenarla que viniese hacia mí y...., ¡pero no! , era imposible. Seguramente ella obedecería y vendría hacia mí para satisfacer todas mis necesidades pero en algún momento iba a despertar y a recordar lo que sucedió. Ahi se volvería loca y ni yo alcanzaba a imaginarme en el problema en que me metería. Pero.... ¿qué tal si....?

- Sra. Reeds. Usted ahora abrirá los ojos y cuando lo haga escuchará cuidadosamente mi voz. Adorará el sonido de mi voz. La escuchará y confiará.

- Escucho tu voz y confío.... - dijo mientras abría lentamente los ojos. Realmente me excitaba esa mirada sensualmente perdida.

- Bien, correcto. Escucha mi voz y confía. Obedecerás absolútamente todo, sin cuestionamientos, porque confías ciegamente en mi voz.

- Escucho tu voz y obedezco....

- Bien. Escuchas y confías. Escuchas y obedeces a mi voz. Porque es la voz de tu AMO.

- Escucho y obedezco a la voz de mi amo -dijo fijando sus ojos en los míos. Un flash comprensión pasó por su mirada, como si el último resto de resistencia hubiese desaparecido. Ya era totalmente mía...

- Sí, estoy totalmente seguro que vas a obedecer. Pero quiero que me lo demuestres. Levántate y ven aquí, párate delante mío.

Lo hizo sin dudar. Al mantenerme yo sentado, bajó su mirada para poder seguir enfocando mis ojos, a la espera de la próxima orden.

- Dime, ¿A quién le obedeces?

- Yo escucho y obedezco a la voz de mi amo.

- Bueno, entonces baila para mí una sexy y seductora danza, desnudándote mientras lo haces. Quiero que hagas el mejor striptease para mí, para complacerme.

- Escucho y obedezco -dijo mientras sus caderas comenzaban a oscilar. Su cuerpo empezó a contornearse de lado a lado mientras sus manos acariciaban todo su cuerpo con movimientos muy seductores.

Oh, Dios, no podía creer lo que estaba viendo. No podía ser real. Me pellizqué para confirmar que no era un sueño. El dolor del pellizco fue lo único desagradable que me sucedió. Todo lo demás era perfecto. Una vistosa mujer bailando para mí mientras sus manos desabotonaban su blusa de seda blanca. Primero bajó uno de sus hombros, mientras se movía con toda sensualidad. Luego hizo lo propio con el otro. Una vez que tuvo los brazos liberados, la dejó caer hasta el piso.

Mis ojos se llenaron de lujuria cuando vi esos terribles pechos luchando contra la resistencia que ofrecía su sostén de seda negra.

- Siente tu propia excitación a medida que bailas. Siente como crece y crece a medida que obedeces a la voz de tu amo.

Me di cuenta lo que estaba diciendo cuando sentí que mi verga quería perforar mis pantalones. Ella gimió y sus manos comenzaron a bajar hacia sus pantalones, deslizándolos por debajo de su cadera, hasta dejarlos caer al piso con el resto de la ropa, una vez que se desembarazó de los mismos.

Siguió bailando, cubierta sólo con su sostén de seda negra y sus bragas. Se montó sobre mi falda mientras meneaba sus pechos frente a mi cara. Sus manos fueron hacia su espalda y se desentendió del broche que sujetaba su sostén. Rápidamente, llevó sus manos hacia adelante, para sostener las tasas del mismo sobre sus pechos, en una pose digna de la bailarina de cabaret más experimentada mientras bailaba y se contorneaba con más placer, pasando su lengua sobre sus labios. Nuevamente de pie frente a mí, dejó caer el sujetador exponiendo sus adorables pechos.

A continuación, y seguramente recordando alguna escena de película, se dio vuelta y se arqueó hacia adelante, con las piernas abiertas, mirándome por entremedio de ellas, con una mano sosteniendo su muslo y la otra acariciando la parte posterior del mismo. Seguí observando fijamente, como si el hipnotizado fuera yo, como ella lentamente alcanzaba con su mano el elástico de su braga y de un tirón, rápido y sincronizado con el baile, hacía caer sus bragas al piso. Nuevamente se dio vuelta, otra vez frente a mí, y siguió su baile, ahora completamente desnuda, gloriosamente desnuda.

- ¿Tú adoras desnudarte para mí, ¿no es cierto?

- ¡Oh, sí! Yo adoro obeceder las órdenes de mi amo. ¿Qué deseas que haga para tí ahora, Amo?

- Arrodíllate y abre mis pantalones -dije casi sin pensar.

Y ella lo hizo. Se arrodillo y se puso entre mis piernas, obligándome a abrirlas para que pudiese tener acceso rápido a mi entrepierna. Liberó los botones y bajó el cierre del pantalón. Me quitó los zapatos para poder quitarme los pantalones. Una vez que se deshizo de los mismos llegó el turno de mis boxers. Con total sumisión y delicadeza comenzó a tomarlos con las manos, casi acariciándolos, y de la misma manera que lo había hecho con mis pantalones, se deshizo de ellos. En ese instante, su atención se concentró en mi verga totalmente erecta.

Yo no la tengo muy grande, al menos eso era lo que pensaba hasta entonces ya que nunca me había tomado el trabajo de medírmela o de compararla con otras. Pero, obviamente, ella pensó que era espectacular por la expresión de su cara. Una mirada de adoración se apoderó de su rostro. Con una mano la sostuvo fuertemente mientras que con la otra acariciaba mis pelotas. Yo nunca había sentido tanto éxtasis. Sin decirle una palabra, ella la llevó hacia sus labios y comenzó a besarla y a lamerla. Entonces, en un movimiento muy sincronizado, la introdujo en su boca, gimiendo mientras la chupaba.

Yo no podía creer la corriente de placer que invadía mi cuerpo. Miraba hacia abajo y veía a la vicegerente de ventas, desnuda y de rodillas, con su cabeza enterrada en mis faldas. Sus labios adorando mi pene mientras sus ojos se clavaban en los míos con puro amor y adoración. Quince minutos antes era una mujer de Manhattan destilando su propaganda feminista y anti-hombres, proclamando a los cuatro vientos que nunca se arrodillaría ante un hombre.

Y aquí estaba. Arrodillada ante mí, chupando mi verga con total devoción, no porque le gustase chupar vergas, sino porque estaba chupando MI verga, la verga de su amo, con cada fibra de su ser.

Ella había encontrado su misión en la vida. Y yo la mía.


No voy a aburrirte con los detalles de como siguió el día. Además creo que no hace falta decírtelo. La entrevista que comenzó a las 2 de la tarde, siguió el resto de la misma y hasta entrada la noche. Sobre el final de la misma, la señora Reeds sintió que mis talentos podían serle útil a la compañía, no ya como su asistente personal, sinó como su propio jefe. Ahora soy el vicepresidente de ventas y ella MI asistente personal. Y creanme que he hecho con ella un buen trabajo. Incluso el resto del personal se ha dado cuenta de su cambio de actitud y cada uno de ellos me lo agradece y me felicita por haber "domesticado" a la señora Reeds. Ellos dicen que ella es mucho más productiva ahora, que vive concentrada en complacerme, que cuando se dedicaba a odiar a los hombres. Obviamente no saben como lo hice, pero palmean mi espalda cada vez que me ven.

Y la señora Reeds nunca ha sido tan feliz. Justamente, en este momento está debajo de mi escritorio ayudándome a relajar de las tensiones del día. ¡Mi Dios, ella sí que es buena para eso! Poco sabe que esta noche cenaremos juntos en ese elegante restaurante del centro de la ciudad. Y si todo sale bien, y estoy seguro que así será, ella no será más la señorita Reeds y será la señora McGyver. La perfecta esposa cuyo único deseo y anhelo será complacer a su marido.

¡Oh, que grandiosa es mi vida!

FIN