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Obediencia Absoluta (2)

en Control Mental

Obediencia Absoluta (Segunda Parte)

por Hypnoman

María debuta en su nuevo puesto de trabajo. Pero las cosas no salen como estaban previstas.


María despertó con el sonido de su radio reloj. Echó una mirada al reloj. Eran las 7:30 am. Se desperezó con deleite. Sorpresivamente, se sentía completamente descansada, a pesar de haber dormido sólo cuatro horas. Se sentía como si hubiese dormido ocho horas o más.

Esperaba ver a Roberto durmiendo a su lado, pero él ya no estaba allí.

- ¿Roberto? -lo llamó, pero no hubo respuesta. Se levantó y miró por la ventana y vio que su auto ya no estaba. De pronto la atrapó un sentimiento de pérdida, de vacío. No recordó haberse sentido así nunca. Quizás fuese un síntoma de que las cosas se estaban encaminando de manera más seria entre ellos.

En el pasado, Roberto le había sugerido que se mudara con él, ya que él tenía una casa grande y costosa. Pero María siempre había rechazado esa idea, aún teniendo que pagar mucho dinero por su propia casa. Ser la dueña de su casa le daba a María una sensación de independencia, pero en esos momentos no podía quitar de su mente despertar una mañana en una cama grande, cómoda y lujuriosa al lado de Roberto.

María rápidamente esfumó esos pensamientos de su cabeza y se preparó para ir a trabajar. Hoy era un día muy importante, quizás el más importante de su carrera.


María llegó al trabajo y se encaminó hacia su nueva oficina. A los 31 años ella ya tenía su propia oficina. Esperándola allí estaba Diane, su supervisora y mentora.

Al verla María, gritó:

- ¡Lo hice! -y abrazó a Diane

- Lo has logrado -dijo Diane

María se dio cuenta que Diane tenía cara de preocupada

- ¿Qué pasa? -preguntó

- Odio recibirte en este problema, pero el encuentro con los nuevos clientes ha sido adelantado. Ellos llegarán a las 11:30.

- ¿11:30? No tengo nada preparado.

- Lo sé. Tienes que inventarte algo. No sabes que importante es este cliente para nosotros, así que haz lo mejor que puedas.

- Ok, me pondré en campaña.

Durante la siguiente hora, María estuvo sentada frente a su computadora tratando de preparar una presentación. Estaba haciendo buenos progresos ya que tenía dos tercios del trabajo terminado. Le sobraba tiempo hasta que la reunión comenzace.

Su secretaria entró, trayendo un gran bouquet de orquideas de colores brillantes.

- Adivino que son para tí -le dijo

María sonrió avergonzada.

- Son de mi novio. A él le gusta enviarme orquideas.

La secretaria dejó las flores sobre el escritorio de María. Su cara lucía disgustada. "Ciertamente son hermosas, pero realmente apestan! -pensó para sí.

María olió las flores. De pronto se dio cuenta que el aroma le recordaba a algo, pero no estaba segura a que.

- Parecen caras -agregó la secretaria

- Roberto sabe que soy una amante de las flores.

María recordó que las últimas veces que habían discutido, Roberto le había comprado sus flores preferidas, esa misma clase de orquideas. Obviamente eso siempre daba por finalizada la discusión. Ahora se daba cuenta lo estúpida que había sido por discutir con él y que él siempre se había comportado correctamente. Parecía como si ella disfrutara en ese entonces con las discusiones.

- María, ¿estás bien?

María de pronto se dio cuenta que había estado volando en sus pensamientos. ¿Por cuanto tiempo?

- Estoy bien. Tengo que seguir trabajando.

- Oh, Ok. Entonces no interrumpo más.

María regresó a la computadora pero su concentración se había dispersado. Notó que le costaba fijar la atención. Habrá estado mirando la pantalla por diez, quince minutos cuando sonó el teléfono. Atendió.

- ¿Hola?

- Hola, María, soy Roberto

- Hola Roberto. Gracias por las flores. Son hermosas.

- ¿Las has olido?

María olió las flores nuevamente.

- Huelen magnífico, pero no puedo seguir hablando ahora. Estoy muy ocupada. Tengo una reunión con uno de nuestros más importantes clientes y tengo que dejar una buena impresión.

- ¿Primer día en el nuevo puesto y ya tienes una gran reunión? Vaya, veo que estás presionada...

- Oh, sí

- Te siento bastante stressada. Si yo estuviese en tu lugar, no sería capaz de soportar la presión...

- Pero debo hacerlo

- Por supuesto, te veo luego ¿ok? Trata que el stress no te atrape.

- Ok, Chau -María colgó el teléfono y trató de retomar la tarea. Los progresos eran lentos. Estaba bloqueada y no se le ocurría nada para escribir. Cada dos minutos observaba su reloj. El tiempo rápidamente avanzaba hacia las 11:30 y ella todavía no había terminado la presentación. Se sintió más y más nerviosa. Sólo tenía que imprimir todo lo que había hecho y abocarse a la última de la presentación. Después de todo, había hecho docenas de presentaciones como esa. Una vez que ella comenzase a exponer no se sentiría ya más nerviosa.

A las 11:30 María se dirigió al salón de conferencias, llevando bajo su brazo una carpeta con transparencias. La esperaban Diane y los clientes, el señor Mason y el señor Dupree.

- Ya conocen a María -les dijo Diane a los dos hombres- Ella será la encargada de la cuenta de ustedes a partir de ahora.

Más nerviosa que nunca, María se dirigió hacia el proyector. Mientras lo prendía, la carpeta se deslizó por su brazo y se desparramó todo su contenido por el suelo.

- Lo siento -dijo, apenas con un hilo de voz y se agachó para recojerlas. No quizo mirar hacia arriba pero podía sentir la helada mirada de los dos hombres haciéndola sentir inferior. Rapidamente acomodó las transparencias en la carpeta, se incorporó y colocó la primera de ellas en el proyector. Dio un par de profundas inspiraciones, para darse coraje, aclaró su garganta y comenzó a hablar.

- Buenos dí.....

Antes que ella pudiese terminar de decir la segunda palabra, Dupree, claramente una personalidad de primera clase, la interrumpió.

- No entiendo por qué estamos aquí. Denos una buena razón para que tengamos que contratar vuestra compañía.

Sorprendida por la intervención del hombre, María balbució al querer decir algo.

- Uhmmm, bien, ehhhh Nosotros, aquí en Benson Associates tenemos un proceso innovador para manejar inventarios para compañías como la suya.

- ¿Y de que debemos cuidarnos? -él dijo con un extraño tono de mofa en su voz.

- Ehhh, los inventarios pueden parecerle aburridos, pero nuestros estudios muestran que nuestros procesos pueden ahorrarle a su compañía más de 20 millones de dolares en los próximos seis años.

El nudo en el estómago de María se había puesto peor. Podía sentir su mandíbula apretada y estaba comenzando a sudar.

Dupree, como un animal que puede sentir la debilidad, fue tras su presa:

- ¡Tonterías! Ya hemos hablado con muchas otras compañías y nos dicen que eso es imposible.

Muy humildemente, María dijo:

- Eso es, ehhh, porque ellos no saben como hacerlo. Nuestro proceso es un secreto muy bien guardado. Benson Associates es la única compañía que puede.....que puede....

- ¿Qué puede qué?

Nuevamente, María estaba bloqueada y no podía pensar en nada para decir. Diane se incorporó de su asiento y llevó a María a un costado.

- ¿Qué te pasa? -le preguntó

- Estoy bien -dijo María a la defensiva- Sólo un poco nerviosa.

Era obvio que María estaba algo más que un poco nerviosa.

- María -dijo Diane- me parece que necesitas un poco más de tiempo para poder hacer frente a tu nuevo cargo.

- ¿Me estás diciendo que no puedo mantener mi puesto? -preguntó María, sin darse cuenta que los clientes podían escuchar todo lo que ella decía.

- Mira, sólo cálmate un poco...

- ¿Quieres saber algo? Dupree tiene razón. ¿De qué debería cuidarme? -María sabía que era mejor callarse, pero no podía- Este negocio por completo es tan trivial y tan obtuso. No puedo creer que yo deje pasar mi vida aquí.

Diane quedó obviamente shockeada y perturbada.

- Y yo no puedo creer que tú me estés diciendo esto a mí enfrente de los clientes. Si eso es lo que sientes, es mejor que te marches. Y ahora mismo.

- Bien -dijo María dando por cerrada la discusión.


María volvía conduciendo desde la oficina. El nudo en el estómago se había ido. Se sentía recuperada pero lastimada por la experiencia. Fue entonces que la gravedad de la situación la hizo volver a la realidad. Su carrera entera, cinco años de lucha y esfuerzo, se había evaporado. Mi Dios, ¿que había hecho? ¿Cómo iba a seguir pagando su casa? ¿Y su auto? Realmente estaba enterrada en un lodazal.

Al momento de llegar a la puerta de la casa de Roberto, ella estaba sollozando.

Roberto abrió la puerta y vió las lágrimas rodar por el rostro de María

- Mi Dios, ¿que te paso? Entra -le dijo, tomándola de la mano.

- Mi trabajo, perdí mi trabajo -dijo entrecortada por los sollozos- ¿Qué voy a hacer ahora?

- Shhhhh, está todo bien. Todo va a estar bien

María encontró agradable su voz lo que le permitió parar de llorar. Roberto la sentó en el sofá.

- Ahora quiero que te sientes, respires profundamente y trates de limpiar tu mente. Todo estará bien.

Roberto fue a la cocina. María se sentó y respiró profundamente, tal como él se lo había dicho. Roberto era tan bueno con ella. Debía sentirse afortunada de tener a alguien como Roberto para contenerla. Cómo podía seguir viviendo sin él?

Minutos después Roberto volvió, trayendo un vaso con un líquido brillante y colorido.

- Bebe esto. Te ayudará a calmarte.

- ¿Qué es? -preguntó mientras olía el vaso. Tenía un gusto como..... como.....

- Es un extracto de hierbas altamente concentrado. Es muy relajante. Vamos, bébelo.

Algo no estaba bien. María tenía un extraño presentimiento, una voz interior que le decía que no debía beberlo.

- Ehhh, No quiero. Estaré bien sin él.

- Bébelo -dijo firmemente- Quiero que te calmes, ¿tu no?

María observó el líquido.

- Yo...yo ya he probado uno de estos tragos antes ¿no es cierto?

Por un momento Roberto dejó traslucir un gesto de sorpresa en su cara, pero rápidamente recuperó la compostura.

- ¿No sería mejor que te calmes y te olvides los malos momentos que viviste durante la reunión de hoy?ç

De repente, todos los recuerdos de lo vivido por la mañana invadieron su mente. Recordó su modo de actuar. ¿Cómo pudo haber sido tan estúpida? ¿Cómo pudo haber tirado por la borda toda su carrera? Era una tonta y había fallado. Era una perdedora. Su estómago se cerró nuevamente. Sin darse cuenta comenzó a sacudir el líquido que había en el vaso.

Su cabeza estaba a mil por hora. Sabía que sólo le quedaba una cosa para calmar el torbellino que había en su mente. Acercó el vaso a su boca y se lo bebió de un trago.

Roberto le sonrió.

- Así está mejor. Ahora recuéstate sobre el sofá y trata de relajarte.

María hizo lo que él le dijo, se acostó y se relajó. Sintió como su mente se liberaba.

- ¿Roberto? -lo llamó. Su voz sonaba blanda y distante.

- Sí, ¿Que quieres?

- ¿Cómo sabías lo que pasó en la reunión de hoy? Yo nunca llegué a contarte..... -su voz se fue perdiendo completamente. Su mente estaba totalmente en blanco.

- Shhhhhhhh, -dijo Roberto- Ahora sólo debes cerrar tus ojos y dormir. Duerme.....

Mientras María iba cerrando los ojos, notó que Roberto tomaba su teléfono celular. Pero no le importó y al cabo de unos instantes María cayó en un profundo y pacífico sueño.


Un rato después escuchó a Roberto diciéndole:

- María, abre los ojos

Los abrió y lo primero que vio fue a Roberto observándola

- ¿Cómo te sientes? -le preguntó

- Maravillosamente -le contestó, con una gran sonrisa en su rostro.

- ¿Podrías sentarte?

- Yo...pienso que sí -María sentía algunos vahidos, pero alcanzó a sentarse en el sofá. Se dio cuenta que estaba sentada frente a la gran chimenea donde se encontraba encendido un hermoso fuego.

- María, quiero que mires fijamente al fuego

- Es un hermoso fuego -ella agregó

- Concéntrate más y más profundamente en el fuego. Más y más profundamente.

- Más y más profundamente.... -repitió.

- Estás completamente maravillada por el fuego. Te das cuenta que es imposible desviar la mirada del fuego.

Roberto estaba en lo cierto. Ella trató de desviar la mirada del fuego pero no pudo. Tenía que seguir mirando el hermoso fuego.

- Muy bien, María. Ahora necesito que me hables de tu trabajo.

- Mi trabajo -la sonrisa de María rápidamente desapareció de sus labios- Yo perdí mi trabajo

- ¿Hablar de tu trabajo te angustia?

- Me angustia -repitió María. Los músculos de su rostro se habían endurecido. Su respiración se hizo más irregular.

Ella nunca debía dejar de mirar el fuego, pensó.

- Me temo que tú nunca más podrás volver a tu trabajo. Ya no hay retorno.

La severidad de las afirmaciones de Roberto finalmente la hizo volver a la realidad. Su carrera estaba terminada. Perdida para siempre. Algunas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

- ¿Quieres acabar con esta angustia?

- Sí, ...por favor...

- Dentro tuyo, tú sabes que yo puedo hacerte sentir mejor. ¿Recuerdas, como?

María pensaba en lo que le había dicho Roberto. Entonces, de repente, una imagen de su memoria se instaló en su mente. Una oleada de paz y contensión la invadió. Dijo en voz alta:

- Amo cuando me haces sentir sumisa. Más que nada. Quiero hacer todo lo que me pidas.

- Eso está muy bien, María. Eres una buena chica. Cuando te sientes sumisa y haces lo que yo te pido, todas tus angustias desaparecen. ¿No es cierto?

María felizmente asintió todo lo que decía Roberto. La hacía sentir tan bien. Había sido muy afortunada en tener a Roberto para que le diga lo que tiene que hacer. Cuanto más pensaba en esto más se daba cuenta que necesitaba que Roberto le dijera lo que tenía que hacer.

- María, quiero que te pongas de pie.

Instantáneamente María obedeció la orden de Roberto. Al momento de pararse sintió otra oleada de contensión que cubrió todo su cuerpo. Se sentía tan bien al hacer lo que él le pedía. Ella nunca dejó de mirar el fuego. Se dio cuenta que se sentía un poco caliente. ¿Era el fuego o algo más?

- María es hora que dejés atrás tu trabajo y lo excluyas de tu vida. ¿Estás lista para hacerlo?

- Oh, sí. Por favor

- Sácate la ropa y arrójala al fuego.

Nuevamente, sin dudarlo, María obedeció. Su traje era de marca, lo había comprado especialmente para esa ocasióny lo había pagado $600. A María no le importó. Se quitó la chaqueta, su pollera, su blusa y las arrojó al fuego. También se quitó sus sandalias y las arrojó también. En ningún momento quitó la vista del fuego. Se quedó parada en ese living, en ropa interior y mirando fijamente como ardía su ropa. Sintió una increíble sensación de liberación. Se estaba quitando de encima un peso gigante.

Transcurridos un par de minutos, Roberto dijo:

- María, mírame

Finalmente María quitó la vista del fuego y miró a Roberto. La luz de las llamas bailaban a través de su cara. Pudo notar el reflejo de las llamas ardiendo en sus ojos. María gimió cuando él se acercó, la tomó y la besó apasionadamente.

Las sensaciones que María sentía eran increibles. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Sentía un estremecimiento muy fuerte que ardía entre sus piernas. Roberto dejó de besarla. María arqueó su cuello tratando de sentir la respiración de su hombre. Roberto la tomó por atrás y estrujo su cola con ambas manos, presionándola firmemente contra su pelvis. María se dio cuenta que perfecto era todo eso, que exquisitamente sometida ella se sentía.

De pronto, el timbre sonó.

Roberto se alejó de María diciéndole:

- Espera aquí -y fue a atender la puerta.

María, al borde del extasis, dificultosamente pudo contener su frustración al ser interrumpidos, pero como le fue ordenado, no se movió del lugar donde se encontraba. Exáctamente como él había dicho.

Un rato después, Roberto retornó con otros tres hombres. Ella reconoció a dos de ellos, eran Mason y Dupree, los hombres con los que se había reunido por la mañana. El tercero era un hombre gordo que le parecía vagamente familiar.

- Siéntate, María -dijo Roberto.

María se sentó en el sofá. Los hombres colocaron sillas y se sentaron alrededor de ella en semicírculo. Uno de los hombres, Mason, sostenía una grabadora de cassette. Roberto habló nuevamente:

- María, hay una última cosa que tu debes hacer y luego te sentirás totalmente libre de tu trabajo y de todas tus angustias, para siempre. ¿Estás lista para dar ese paso final?

- Oh, sí -dijo María esperanzada.

- Recuerdas lo que yo te dije de decir la verdad.

- Sí. Me dijiste que es muy importante decir la verdad. Es malo mantenerla guardada dentro de uno.

- Está muy bien, María. La gente con la que trabajabas te hacían guardar un gran secreto. Un proceso secreto para manejar inventarios que podrían hacer ahorrar al señor Mason y al señor Dupree muchísimo dinero. ¿Lo recuerdas?

María asintió con su cabeza

- Es hora que nos digas la verdad. Ya no puedes mantener más guardado ese secreto. Dinos ese secreto, María.

Mason presionó la tecla de grabación y María comenzó a hablar. Dijo todo lo que sabía acerca de su trabajo. Las fórmulas matemáticas que podían optimizar el inventario, cómo aplicarlas en el mundo real, cómo programarlas en la computadora. No podía parar de hablar. Mason y Dupree devoraban cada una de sus palabras.

Finalmente, como un juguete al que se le acaba la cuerda, ella terminó de hablar. Se sintió completamente en paz, Se sintió tan bien al haber dicho todo. Finalmente se había liberado de su trabajo. Ella era una buena chica porque hizo exáctamente lo que Roberto le había pedido que hiciese.

Y tuvo un orgasmo.

Continuará