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Un tratamiento muy particular (5)

en Control Mental

Un Tratamiento Particular ( V )

Autor: Hypnoman

Capítulo Quince: El nuevo trabajo de Paula.

A la mañana siguiente, Paula se despertó, de manera inusual, bastante temprano. Ese sábado no le tocaba ir a trabajar. A poco de levantarse de la cama y antes siquiera de higienizarse, prendió la computadora. Desde el mismo momento de despertarse, su intención era bajar los e-mail.

Hasta a ella misma le sorprendió su actitud, dado que hacía semanas que no usaba la computadora de su casa. El hecho de trabajar en una empresa que dictaba cursos de computación la obligaba a vivir rodeada de computadoras, por lo que ya le tenía fastidio a esas máquinas. Además, nunca había sido demasiado adicta al correo electrónico y las pocas veces que leía o enviaba e-mails lo hacía desde su trabajo. Pero ese día era diferente. Un súbito interés por recibir los mensajes la tenía casi obsesionada. Después de haber pasado por el toilette y mientras se preparaba un café con leche para desayunar mientras leía los mensajes, sonó el teléfono. Se sintió un poco fastidiada al atender ya que eso le impedía conectarse a su servidor de correo, pero se ilusionó de pensar que fuese Martins. Estaba equivocada.

El llamado era del director de la obra, quien le contaba que no habían parado de llamarlo en toda la mañana para felicitarlo por la puesta en escena del día anterior, aclarándole, que la mayoría de las felicitaciones se extendían a su soberbia actuación. Paula agradeció y, un poco por compromiso, le recordó que nada de eso hubiese sido posible si él no hubiese tenido confianza en ella. Ese pie fue suficiente para que el director la invitara a salir esa misma noche, recordando la experiencia vivida anteriormente. Paula fue muy cortez pero rechazó la invitación, argumentando que había arreglado ya con unas amigas, lo cual, obviamente, era sólo una excusa para salir del paso. A poco de cortar, nuevamente su intención de conectarse se frustró al recibir un nuevo llamado telefónico. Esta vez era Patricia, quien, desde el trabajo, la llamaba bastante enojada, porque estuvo toda la noche anterior tratando de comunicarse con ella sin que nadie le contestase. Paula estuvo a punto de contarle lo que había pasado con Martins, pero a último momento decidió no hacerlo. Si bien Patricia era su mejor amiga, ella notaba que también miraba con ojos tiernos al doctor y no quería fisurar la amistad con algún desubicado ataque de celos de su amiga. Mintió que a poco de llegar a su casa la habían llamado sus compañeros de elenco para ir a festejar a un pub de moda y que ella, para que no pensaran que se había vuelto soberbia de golpe, a pesar del cansancio aceptó. Patricia le preguntó entonces que hacía levantada tan temprano. Paula fue rápida y le contestó que los llamados telefónicos del director y de ella misma la habían despertado. Su amiga pareció conformarse y le preguntó que haría por la noche. Paula le dijo que no tenía nada pensado todavía y que por la tarde la llamaría para confirmar alguna salida. Nuevamente volvió a cortar. Esta vez nada la detendría en su propósito de revisar su casilla de mensajes. Se conectó y a los pocos segundos verificó que solo tenía un par de mensajes sin ninguna importancia. No supo porqué pero se sintió defraudada. Terminó de desayunar y decidió aprovechar la mañana para hacer algunas compras en el supermercado y de paso ver algo de ropa, preferentemente ropa interior, para estrenar en sus futuros encuentros con Martins.

Cuando llegó al supermercado, Paula se dio cuenta que casi todo el trayecto lo había hecho casi corriendo. Estaba tan apurada que no se detuvo a mirar ninguna vidriera. No entendía los motivos de la prisa. Compró lo mínimo necesario para poder pasar por la caja rápida, aunque en el lugar no había demasiada gente. Volvió a su casa casi con el mismo apuro con el que había salido. Sólo un momento se detuvo en una tienda donde exhibían hermosos y sensuales conjuntos de lencería erótica, pero no entró al ver que la vendedora estaba atendiendo a una clienta y eso le haría perder más tiempo. ¿Por qué estaba tan apurada? No lo sabía, pero quería llegar a su casa. Ni bien entró, volvió a prender la computadora y mientras esta se inicializaba revisó los mensajes del contestador telefónico. Sus padres, que querían saber como estaba. José, su compañero de elenco y protagonista masculino de la obra, que le contaba que se había peleado definitivamente con su novia, a raíz de la escena subida de tono que habían protagonizado, y que también la invitaba a salir esa noche, porque pensaba que algo podía suceder entre ambos. Paula sonrió. Para ella lo ocurrido con José no significó absolutamente nada y lo atribuyó a la ansiedad y la tensión del estreno. Por lo tanto ni siquiera le contestaría la llamada. Un tercer mensaje en el contestador llamó poderosamente su atención. Era una persona que decía ser productora en una agencia de publicidad, quien le pedía que la llamase para concertar una entrevista, ya que estaba muy interesada en que Paula encabezara una campaña publicitaria de ropa interior. Dijo haber visto la obra la noche anterior y que había quedado sorprendida por lo bien que lucían en Paula las prendas íntimas. Realmente el mensaje la sorprendió. Tanto había deseado poder superar su complejo escénico para que ahora, en vez de contratarla por sus virtudes actorales, lo hicieran por ser un buen "maniquí". Pero de todas maneras le interesó la propuesta, ya que le aseguraba presencia en los medios gráficos y en la televisión, por lo que tomó nota del número de telefóno para llamarla, apenas terminara de revisar, nuevamente, su casilla de correo electrónico.

Esta vez la frustración fue mayor. Ni un solo mensaje. Se desconectó, pero dejó la computadora prendida. Mientras comía algo buscó alguna respuesta al repentino interés en recibir correo. No la encontró. Decidió olvidar el asunto y llamó a la productora, con quien coordinó una entrevista para la semana entrante. Todo estaba saliendo más que bien. Solo faltaba una cosa....que llamara Michael. Estuvo a punto de tomar la iniciativa y hacerlo ella, pero prefirió no hacerlo ya que podía quedar como una chiquilina a los ojos de "su doctor". Seguramente él la llamaría y, en el último de los casos, ella lo haría a última hora de la noche.

Volvió a mirar la computadora. No hacía ni diez minutos que había revisado su correo y ya estaba ansiosa por hacerlo de vuelta. Casi mecánicamente se encontró conectándose nuevamente. Esta vez encontró un nuevo mensaje. Buscó, como hacía siempre, la línea de ASUNTO o SUBJECT pero encontró que estaba vacía. Entonces miró el remitente. En la pantalla decía, De: MESMER......

Cuando sus ojos se toparon con esa palabra, automáticamente entró en el mismo trance profundo al que se había sumergido la noche anterior cuando Martins había pronunciado la palabra "Mesmer" por teléfono. Dentro de la gran cantidad de sugestiones post-hipnóticas que había recibido en la casa de Martins a través de esa cinta de video, su mente había sido programada para entrar en trance si leía algún correo electrónico con remitente MESMER. Lo primero que tenía que hacer, una vez que había caído en ese estado, era leer el mensaje y obedecer ciegamente lo que allí se le indicara. Inconscientemente Paula sabía que su Amo se estaba dirigiendo a ella y no era capaz, ni sentía ninguna voluntad de contradecir nada de lo que él le ordenase. Por tal motivo abrió el mensaje y se dispuso a leerlo:

"De rodillas, esclava: "

(Cómo impulsada por un resorte, Paula saltó de su asiento y se arrodilló frente a la pantalla de la computadora)

"A partir de este momento, esta será una de las formas que tendremos de comunicarnos. Deberás obedecer ciegamente todo lo que te ordene. Sabes que soy tu amo, la única persona por la cual vives y gozas. El único motivo de tu existir....."

(Paula estaba completamente convencida de eso. Largas sesiones de hipnosis habían lavado completamente su cerebro y ella no encontraba ninguna causa de existencia si su Amo no formaba parte de su vida. Así como Paula, "despierta", no podía resistir la seducción de Martins, Paula "en trance" estaba totalmente sometida a los deseos y la voluntad de su Amo.)

"... por tal motivo me sentiría muy halagado si me complacieras en lo siguiente:"

(Paula no podía controlar sus impulsos por leer "de golpe" todo el mensaje. Necesitaba imperiosamente complacer a su Amo y devoraba cada línea de texto. No terminaba de leer una línea y sus ojos se desviaban hacia la próxima. Trató de controlarse para poder leer en detalle y cumplir, a pies juntillas, las órdenes que le eran impartidas.)

"Quiero que al terminar de leer el mensaje despiertes del trance. Creerás haberte quedado dormida mientras mirabas la computadora. Cancelarás todas las citas que pudieses tener para esta noche. Más aún, cuando te llame por teléfono en unos instantes y te invite a salir, me contestarás que estás muy cansada y que prefieres irte a dormir temprano. Así lo harás con cada uno que quiera encontrarse contigo por la noche. Una vez que lo hayas hecho, un profundo sueño te invadirá y te irás a dormir. A las diez de la noche te despertarás, te vestirás con la ropa más provocativa que tienes y sentirás deseos de ir a tomar algo sola. No sabrás porqué, pero te dirigirás a un bar que se encuentra en la esquina de  San Martín y Marcelo T. de Alvear. Al llegar allí seguramente te estará esperando un hombre de unos 55 años, alto, con un pequeño bigote, al que tú, obviamente no conocerás, pero cuando lo veas te sentirás terriblemente atraída hacia él. No rechazarás ninguna invitación que te haga de tomar algo junto a él. A medida que él hable, su voz te seducirá, te envolverá, te enamorará, te quitará toda resistencia y te irás entregando a su voluntad, sea lo que fuese que él desee. Serás su muñeca, su objeto, su esclava hasta que él lo disponga. Cuando te libere regresarás a tu departamento y te dormirás profundamente. Cuando despiertes no recordarás nada de lo sucedido y me llamarás por teléfono inmediatamente. Esas son mis órdenes. Esos son mis deseos. Quiero que leas el mensaje todas las veces que sea necesario hasta aprendértelo casi de memoria, lo borres y comiences ya a obedecer..."

Paula no tuvo necesidad de leerlo una segunda vez. Su ansiedad por complacer a su amo era tan fuerte que podía recitar el mensaje en forma textual casi sin equivocarse. Por lo tanto borró el mensaje y a los pocos segundos su mente se liberó del trance.

No recordaba haberse quedado dormida frente a la computadora, pero seguramente así había sucedido. No encontró nada interesante en la pantalla y notó que había perdido su ansiedad por revisar los e-mail, por lo que apagó la máquina. Se sintió cansada. Los últimos días habían sido muy agotadores y era lógico que el cansancio aflorara en algún momento. Le molestó que su cuerpo se rindiese justo en ese momento. Tenía pensado salir con Martins, si este la llamaba y se lo proponía, o en su defecto confirmar alguna salida con Patricia. Pero cada momento se sentía más cansada por lo que decidió llamar a su amiga y decirle que no iría a ningún lado esa noche. Sólo quedaba que llamara Martins. Tendría que sentirse muy mal para rechazar una oferta de su "casi" nuevo novio.

Quince minutos después sonó el teléfono.

- Hola, ¿Paula?

- Sí, ¿Michael?

- ¿Quién otro podría ser?

- Disculpa, es que han llamado muchos admiradores en tan poco tiempo. Imagino que eso no te pondrá celoso -bromeó Paula.

- Por supuesto que sí. Estoy empezando a lamentar ser uno de los responsables de tu éxito -continuó la broma Martins- Simplemente te llamaba para invitarte a cenar esta noche.

A Paula la invadió una excitación muy grande casi al mismo tiempo que sintió una pesadez corporal y una pereza como si hiciese días que no durmiese. Tuvo miedo de pasar un papelón quedándose dormida durante la cena por lo que prefirió ser cautelosa.

- No quiero que te enojes, pero estoy muy cansada. Supongo que el haberme relajado después de tantos días de tensión ha provocado este malestar. ¿Podría llamarte y arreglar algo mañana?

- Por supuesto que sí, mi pequeña. Entiendo que debes estar exhausta -dijo Martins con un tono muy "compasivo"- Llámame mañana y arreglamos. Un beso grande.

- Igualmente -contestó Paula antes de cortar. Sentimientos encontrados de alivio y frustración invadían su mente.

Sintió mucho sueño. Miró su reloj. Eran las 2 de la tarde. Decidió acostarse a dormir una siesta. Después de todo ya había cancelado todas sus citas.

 

Capítulo Dieciséis: Amor a primera vista.

Cuando abrió los ojos lo primero que hizo fue mirar el reloj. Faltaban veinte minutos para las diez de la noche. Decidió dormitar un poco más y a las diez notó que su cabeza comenzaba a despejarse lo que la llevó a levantarse de la cama. Mientras se higienizaba notó que su cuerpo estaba como nuevo. Por un momento pensó en llamar a Martins pero le pareció muy desubicado. Miró por la ventana. La noche estaba muy estrellada y lucía muy calma e iluminada por la luna. Era un desperdicio quedarse en casa. Decidió salir sola a tomar algo. Hacía mucho tiempo que no dedicaba una noche a ella misma, por lo que la idea le resultó atractiva. Mientras se vestía recordó que alguien, no recordaba quien, le había sugerido un pub que quedaba en la esquina de San Martín y Marcelo T. de Alvear. Era un buen momento para conocerlo. Cuando terminó de vestirse y maquillarse dio un último vistazo al espejo. Unos meses atrás, lo que el espejo reflejaba la hubiese espantado. Lucía como una verdadera prostituta. Pero ahora, esa apariencia le resultaba agradable. Quedando satisfecha con su "look" salió de su apartamento en busca de un taxi.

Soportó que el taxista la mirara durante todo el viaje por el espejo retrovisor. No entendía que podía causarle tanta obsesión. Su mente estaba tan lavada que creía estar vestida como una muchacha común y corriente. Un par de veces tuvo que desviar la conversación ya que intuía que el taxista le estaba insinuando llevarla a algún lado diferente al que ella deseaba ir. Sintió un gran alivio cuando llegó al lugar y bajó del vehículo.

A poco de entrar notó que había mucha gente. Era un lugar pequeño pero agradable. Había mesas alrededor de la barra pero estaban todas ocupadas. Decidió sentarse en la barra. Se dio cuenta que muchos hombres se habían percatado de su llegada y la estaban mirando fijamente. Realmente no le interesaba en absoluto. Había prometido dedicarse la noche y no tenía ningún interés en compartirla con ningún hombre. Si había rechazado una invitación de Martins, con todo lo que había deseado empezar una relación con él, ningún otro podría llamarle la atención.

Mientras seguía sumida en esos pensamientos, miró hacia las mesas. En la mayoría había parejas o grupos de amigos, cenando o tomando algunas cervezas. Cuando de repente sus ojos se detuvieron en una mesa en especial. Allí se encontraba un hombre maduro, que aparentaba ser alto, con un pequeño bigote sobre su labio. Todas sus convicciones se derrumbaron. Se sintió flechada por ese hombre que además la estaba mirando fijamente. Por más que lo intentaba no podía quitarle la vista de encima, y cada minuto que pasaba menos ganas tenía de dejar de mirarlo. El tipo la exploraba con la mirada, de arriba a abajo, pero su expresión era calma y serena. Eso comenzó a excitarla. Se sentía como en una vidriera y con un potencial cliente a punto de comprarla. Lo que nunca se imaginaría es que ya la habían comprado, mejor dicho, alquilado por unas cuantas horas.

Se sobresaltó cuando vio que el hombre se levantaba de su mesa y se dirigía hacia la barra, directamente hacia ella. Lo hacía sin quitarle los ojos de encima y con una sonrisa dibujada en su cara que la enamoró perdidamente. Mientras tanto el hombre pensaba que Martins era realmente un genio. Cada vez que él le contrataba una "chica", Martins le decía que debía actuar como si conociera a la chica en forma casual, que siempre sus chicas iban a actuar como si el encuentro hubiese sido ocasional y que eso era parte del juego. Hasta él mismo debió firmar una especie de contrato donde quedaba terminantemente prohibido mencionar el nombre de Michael Martins bajo ninguna circunstancia. No sabía el motivo pero le resultaba sumamente atrayente. Es más, las chicas eran excelentes actrices porque realmente aparentaban no saber de que se trataba la cosa. Esa hermosa mujer que lo estaba esperando en la barra, tenía una expresión de inocencia y de sorpresa en su cara que si no hubiese sido por los billetes que había desembolsado por ella, juraría que no sabía nada del negocio. Pero no era momento de hacer tamañas conjeturas. Tenía toda una noche por delante para gozar con esa muñeca vestida de prostituta, tal como lo había pedido. Decididamente, Martins era un genio.

Cuando el hombre llegó hasta Paula, ella logró, por fin, desviar su mirada como para disimular un poco.

- Perdón señorita, pero creo que tanto usted como yo estamos solos. ¿Me equivoco?

Paula no pudo resistirse a volver a observarlo directamente a los ojos y su respuesta fue, para su sorpresa, instantánea:

- No, no se equivoca. Decidí venir aquí para estar un poco sola.

- Bueno, entonces quizás mi presencia le resulte molesta. Si lo desea me retiraré.

- No es necesario. Nunca molesta la presencia de alguien con tan buenos modales.

- Le agradezco mucho. Mi nombre es Mario. ¿Le agradaría compartir la mesa conmigo?

- Encantada, yo soy Paula. Vamos.

Mario tomó a Paula de la mano y juntos se dirigieron a la mesa que ocupaba el hombre. Desde un principio, la voz de Mario sonaba como un arrullo a los oídos de Paula. Si bien el hombre aparentaba ser todo un caballero, sus gustos y fantasías sexuales harían enrojecer de vergüenza al peor de los pervertidos. Y era por ese motivo que debía recurrir a Martins para proveerse de mujeres que no se negaran a ninguno de sus deseos. Las relaciones "normales" que había tenido habían huido despavoridas cuando Mario empezaba a hacer notar sus intenciones sexuales. Pero con las chicas de Martins era otra cosa. Bien valía desembolsar una buena suma de dinero por tener una mujer que no se resistiese a ninguno de sus pedidos. Claro, ni Mario ni ninguno de los clientes de Martins imaginaba la manera que el doctor "entrenaba" a sus discípulas.

Luego de casi 45 minutos de charla, Paula estaba lo suficientemente enamorada como para no poder desobedecer ninguno de los pedidos de Mario. Había sido programada para ir perdiendo la voluntad a medida que escuchaba la voz del hombre que tenía enfrente y, en ese momento, cualquier cosa que él le pidiera ella la haría sin chistar. Por momentos se cruzaba por su mente la imagen de Martins pero era tan fuerte la atracción que sentía por ese hombre que si el mismísimo Michael Martins se presentase en ese momento ella lo ignoraría.

- Bueno, ¿qué te parece si continuamos la charla en un lugar un poco más tranquilo?. Este lugar se está llenando mucho de gente y mi departamento, que no queda muy lejos, está lo suficientemente vacío como para albergarnos -dijo Mario con un poco de ironía.

- Me encantaría conocer dónde vive una persona tan agradable -fue la respuesta inmediata de Paula.

- ¿Qué esperamos? Vamos, entonces.

Se levantaron y se dirigieron hacia la puerta. En todo el trayecto Mario llevó a Paula por la cintura y su mano, a medida que avanzaban, bajó hasta casi tocar su cola. Paula, dándose cuenta, lejos de resistirse hizo unos movimientos muy hábiles para forzar a la mano de su acompañante a que se posara directamente en su culo. Se imaginaba que eso ya le estaría provocando una erección a su pareja y eso la estaba excitando sobremanera.

Sexta Parte...