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Obediencia Absoluta (3)

en Control Mental

Obediencia Absoluta (Tercera Parte)

por Hypnoman

Increíblemente, María logra escapar del control. Pero a veces no es conveniente buscar la verdad....


El tiempo ha pasado. ¿Días? ¿Semanas? María no puede precisarlo. Despertó en una grande y lujosa cama. Recostado, al lado de ella, y aun durmiendo, estaba su Amo. Aún cuando se encontraba dormido, un aura de poder lo rodeaba. El sólo mirarlo hacía sentir a María dócil y humilde. Antes, María vagaba por la vida sin rumbo, totalmente desprevenida de lo que podría sucederle. Pero ahora, todo marchaba sobre seguro, definitivamente. María ya no tenía que preocuparse por nada. Absolutamente por nada.

María salió de la cama, moviendose suave y silenciosamente. Por nada del mundo quería interrumpir el sueño de su Amo. Ella deseaba que su Amo se calentase como ella se calentaba con él. Deseaba que él se la quisiese cojer por un largo rato. Pero su Amo le había dado una orden, él no quería ser molestado por la mañana y María no debía desobedecer.

Despaciosamente, María atravesó el hall hacia uno de los otros baños de la gran casa. Tomó una ducha rápida y se preparó para su Amo. Generosamente su Amo le había dado gran cantidad de ropa interior y lencería para que ella use. No necesitaba otro tipo de ropa ya que nunca dejaba la casa. María se tomó un tiempo considerado para elegir que ponerse. Le costaba mucho, por esos días, tomar algún tipo de decisión. Hubiese sido mucho más fácil si su Amo le hubiese ordenado que ponerse, pero su Amo no se ocupaba de esos detalles menores.

Después de un rato, Maria encontró un camisón blanco de seda. Era muy ajustado y le apretaba en algunos lugares pero la hacía sentir muy sexy. Después de maquillarse y arreglar su cabello se quedó un buen rato mirándose al espejo. ¡No podía creer que suave y femenina era! Su Amo estaría muy complacido. Ella quería cojer con él para asegurarse.

Volvió a la habitación de su Amo. Se tendió a los pies de la cama y pacientemente espero que su Amo se despertara. Desde chica, María había sido muy inquieta y nunca había podido quedarse en un mismo lugar más de cinco minutos. Pero ahora se dio cuenta que podía sentarse allí, observando a su Amo, con la mente completamente en blanco, para siempre si fuese necesario.

Su Amo abrió los ojos.

- Buenos días, Amo -dijo María.

Con un toque de lujuria en sus ojos, lentamente se arrastró por la cama hacia su Amo, asegurándose que él tuviese una magnífica vista de sus tetas. Se metió bajo las sábanas con él, lo abrazó con ternura y le dió un beso tan grande como húmedo. María apenas podía contener su excitación. Su Amo pareció responder al beso pero al cabo de unos instantes, lo interrumpió y le dijo:

- Ve a hacerme el desayuno

Una vez más María confirmó que su Amo no quería hacerle el amor, y una vez más, nuevamente no pudo desobedecer. Sin terminar de registrar la orden, ya había salido de la cama y se dirigía rápidamente a la cocina. Era como si un imán la estuviese atrayendo desde allí.

Llegó a la cocina, se colocó el delantal y comenzó a prepararle a su amo el desayuno. Desde las escaleras pudo escuchar a su Amo en la ducha. ¡Cómo deseaba estar en la ducha con él!

Cuando finalmente su Amo entró en la cocina, María estaba parada allí, con una bandeja de alimentos en su mano.

- Tu desayuno está listo, Amo -dijo humildemente.

Él se sentó y María colocó la bandeja a su lado.

- ¿Dónde está mi diario? -él preguntó

¡Su diario! ¿Cómo podía haberlo olvidado!

- Lo siento, Amo -dijo y corrió hacia la puerta del frente para traer el diario que seguramente estaría tirado al lado de la puerta.

Volvió casi al instante, se lo alcanzó y le dijo:

- Tu diario, Amo

Sonrió de oreja a oreja. Cada pequeña cosa podía ser tan gratificante. Para María, obedecer era la gloria.

Mientras su Amo desayunaba y leía el diario, María se quedó parada a unos pocos pies, perfectamente erguida, con sus manos descansando sobre sus muslos. Nuevamente se dio cuenta que podía quedarse mirándolo por horas sin pensar en nada.

Finalmente, la paciencia de María fue recompensada. Cuando su Amo terminó el café, cerró el diario y le dijo:

- Ven aquí y arrodíllate

María dejó escapar un chillido anticipándose a lo que estaba por suceder. Fue rápidamente hacia los pies de su Amo, mirándolo con ojos hambrientos. Sabía que no podía tomar la iniciativa pero tampoco quería. Quería que su Amo le dijera lo que tenía que hacer.

- Abre mi bata -le dijo. María obedeció y el miembro de su Amo, aún flaccido, apareció ante ella.

- Bésalo -él continuó. Cuando María colocó sus labios sobre él, sintió que comenzaba a estremecerse.

- Tómalo con tus manos y masajealo -le ordenó. María encerró con sus manos el miembro de su Amo y notó como empezaba a endurecerse.

- Lámelo -le dijo. Con largos y amables golpecitos, María pasó su lengua por toda la longitud de su pija.

Esto continuó por algún tiempo, con su Amo dando órdenes y María obedeciendo. Algunas veces el Amo tomaba la cabeza de María con sus manos y la guiaba. El Amo tenía completamente el control y María era nada menos que su mascota.

El fin se estaba aproximando. El Amo no le había dado ninguna orden a María y en esos momentos no estaba diciéndole mucho pero eso no importaba. María tenía la pija de su Amo en la boca. Ella ya había repetido esas mamadas muchas veces y todo se había vuelto casi automático. María era una máquina, su mente estaba completamente al margen de la situación.

María tuvo un orgasmo, aún antes que su Amo acabase.


Después del mediodía, el Amo estaba hablando por teléfono, sentado en su sillón reclinable. Traviesamente, María se paró detrás y comenzó a pasar los dedos por el cabello de él. Su Amo le prestaba poca atención. Imposible de resistirlo, María se inclinó y le dio un suave beso en el cuello.

Su Amo bajó el tubo del teléfono, se dio vuelta y le dijo:

- ¿No te das cuenta que estoy hablando por teléfono?

Inmediatamente María detuvo lo que estaba haciendo y se arrodilló a los pies de su Amo

- Lo siento Amo -dijo humildemente. Su Amo tomó el teléfono nuevamente y siguió hablando sin parecer escuchar sus disculpas.

¡María estaba aturdida! ¡Había hecho enojar a su Amo! ¿Cómo pudo haber sido tan estúpida! María sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas. Respiró profundamente varias veces y trató de calmarse. Minutos después se sentía un poco mejor. Se arrodilló allí, a los pies de su Amo, con las manos sobre su falda. Siguió observándolo y trató de no pensar en nada.

Pero ahora María notó que le era dificultoso pensar en nada. Los pensamientos se desplegaron en cabeza. Notó que su Amo estaba hablando por el teléfono celular. De pronto se dio cuenta que no había ningún otro teléfono en la casa, sólo el telefóno celular de su Amo. Por alguna razón, eso la inquietó. No entendía por qué, no necesitaba pensar en esas cosas. En realidad no debería pensar en nada.

María se incorporó. Cómo le resultaba muy difícil pensar en nada decidió que debería hacer las tareas del hogar. Eso la ayudaría a poner la cabeza en otras cosas. Ella amaba hacer las tareas de la casa para su Amo.

María tomó un trapo de limpiar y comenzó a limpiar el living. Monótonamente repasó cada centímetro cuadrado de la habitación, concentrada completamente en la tarea. Tenía que ser capaz de quitar de su cabeza esos pensamientos que la estaban aturdiendo.

Un rato después María había terminado de limpiar el living y se encontraba limpiando el recibidor. Mientras trabajaba, se daba vuelta a cada rato y observaba la puerta de calle. Cuando observaba la puerta una extraña sensación la invadía, la misma clase de sensación que sentía cuando veía a su Amo hablar por teléfono.

Finalmente, María terminó de limpiar y se acercó a la puerta. Lentamente pero como si algo en su mente la empujase hacia allí. Trató de abrir la puerta pero estaba cerrada. Una sensación de terror la cubrió. Rápidamente María corrió hacia la cocina y trató de abrir la puerta de atrás. También estaba cerrada.

Las extrañas sensaciones que María había estado sintiendo de pronto tuvieron significado. Ella estaba encerrada en la casa y no había ningún otro teléfono para que ella no pudiese usarlo. Ella estaba prisionera. Se sintió atemorizada y encerrada como un animal enjaulado.

María notó que, de pronto, se iluminó su memoria. Recordó todo: Haber sido drogada en el restaurant, haber perdido su trabajo, haber traicionado a su mejor amiga. Era demasiado para ella. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Se volvió contra la puerta, desesperada.

En ese momento Roberto entró a la cocina:

- ¿Estás bien, María? -preguntó- Pienso que necesitas algo para beber

- Eso no funcionará esta vez -dijo María- Lo recuerdo todo. Esta vez no podrás salirte con la tuya.

Roberto río, como con lástima

- Yo ya me he salido con la mía.

- ¿Qué quieres decir?

- ¿Qué vas a hacer para detenerme? ¿A quién vas a poder convencer?

- Si yo le explico todo a Diane, ella me entenderá

Roberto río nuevamente.

- Yo pienso que Diane está un poco más ocupada en salvar lo poco que le queda de su negocio. Pero además ella ya se enteró de los pasajes de avión a Brasil que fueron pagados con su tarjeta de crédito. Ella piensa que tú los compraste. Y si vas con Diane, ella te mandará arrestar por divulgar secretos industriales. O sea, eso es lo también te sucederá si decides ir con la policía. Y aún si consigues zafar de la carcel, ¿que harías? Toda la vida has pensado solamente en tu carrera. No has podido conservar ninguna relación. Siempre has usado a todos tus amigos y amantes para lograr éxito profesional. Vaya si lo sabré yo que fui otro de los usados. Ahora tu carrera se pulverizó y no te ha quedado nada. La única chance que tienes de ser feliz es terminar lo que has comenzado y someterte a mí completamente.

- Vete a la mierda -gritó María y comenzó a patear la puerta con desesperación.

- ¿Quieres salir? Pues, adelante.-le dijo mientras abría la puerta con su llave- Yo tengo tu cartera, las llaves de tu coche y las de tu casa. No tienes adonde ir y lo único con lo que puedes vestirte es con tu ropa interior.

Roberto se alejó de la puerta con un gesto presumid y arrogante en su rostro. María, con un odio inconmensurable en su mirada, le dió una terrible patada en los testículos. Roberto cayó al piso y comenzó a retorcerse de dolor.

Rápidamente María salió de la cocina y fue hacia el garage, donde su coche estaba estacionado. Abrió las puertas del garage. Buscó en una de las esquinas y encontró una pequeña caja magnética que contenía las llaves del auto. Entró al mismo y se marchó.

La mente de María vacilaba. ¿Qué iba a hacer? No podía regresar a su casa porque no tenía la llave. Le costaba mucho pensar ya que aún no estaba completamente recuperada del poder que Roberto había ejercido sobre ella. María sólo conducía a la deriva, sin un destino fijo. ¿Dónde podría ir?

Su mente volvió a pensar en Diane. Era su mejor amiga. Si María iba con Diane y le contaba toda la verdad, tendría que creerle. ¿O no era así? No, sería una locura. Todo fue tan bien planeado. Si ella se aparecía en el trabajo, en ropa interior, contando una historia de drogas y lavado de cerebro, la gente pensaría que ella estaba loca.

Un minuto. ¿Qué pasaría si ella podía demostrar que fue drogada? Diane tendría que creerle. Si podía mostrarle algo de la droga que le habían dado, entonces podría demostrar que no estaba mintiendo.

Ahora María sabía lo que tenía que hacer. Regresaría al primer lugar donde la drogaron, volvería al restaurant donde Roberto la llevó.

María atravesó la ciudad y llegó al restaurant. A esa hora de la mañana no había clientes pero había casi una docena de "escasamente vestidas" meseras dando vueltas por el lugar. Algunas observaron a Maria pero la ignoraron y continuaron haciendo su trabajo. Era el único lugar donde María, usando una escasa pieza de lencería, no llamaba la atención.

Fue atrás de la barra y buscó alguna muestra del líquido con el que la habían drogado. No pudo encontrar nada. No había más que las normales botellas de licor que se encuentran en un bar. Sabía que tenía que encontrar algo allí. Podía oler el repugnante aroma de la bebida impregnado en el aire. El aroma era desagradable. En algún lado tenía que estar.

Con su olfato, intentó llegar hasta la bebida. Aha, el aroma venía desde la cocina. Casi cuando estaba a punto de entrar a la cocina, una de las meseras que antes la había ignorado, de prontó aferró a María

- Tú no puedes entrar allí -le dijo la mesera.

- ¿Ah, sí? -contestó María- ¡Trata de detenerme!

- No entiendes -dijo la mesera con gesto de interés en sus ojos- No puedes ir allí, es......

María se la quitó de encima y entró a la cocina. Salvo que no era la cocina. La habitación entera estaba repleta de flores, la misma clase de orquídea que Roberto le regalaba. En una esquina de la habitación había un extraño artefacto con muchos tubos que entraban y salían de él. Era una destilería. El lugar estaba brillantemente iluminado y el aire estaba impregnado del olor de las orquideas, el mismo olor de la droga que a ella le habían dado.

El aroma era asfixiante, al punto que María no podía pensar. Todo era tan confuso. Sintió mucho sueño pero debía tratar de mantenerse despierta. El olor.... era tan poderoso. No podía mantenerse despierta. Necesitaba calma, paz. La habitación comenzó a girar, sus músculos comenzaron a debilitarse.

Y se dejó llevar.......


- María, abre los ojos -le dijo una voz familiar. María los abrió y vio a Roberto frente a ella. Estaba en la habitación de atrás del restaurant, recostada en el mismo sofá en el que ya había estado la primera vez. El sofá era tan blando y confortable.

María intentó pararse. Los movimientos se le hacían dificultosos. Su mente estaba aún muy confundida

- Tus piernas y brazos están completamente inmóviles -dijo Roberto- No puedes moverte

Tan pronto como Roberto dijo eso, los brazos de María cayeron a ambos lados y su cuerpo se desplomó sobre el confortable sofá. Trató de moverlos nuevamente pero no pudo. Entonces Roberto, dijo:

- María, ¿puedes hablar? -preguntó Roberto

- Sí -María intentó decir

- ¿Quién soy?

- Eres Roberto

- Me conoces por un nombre diferente también, ¿no es cierto?

María pensó por un momento

- Tu eres mi Amo -dijo

- De ahora en adelante, sólamente me conocerás como "Amo". Te olvidarás de la existencia del nombre Roberto.

La mente de María era una neblina, pero las palabras cortaban la neblina como un rayo y se grababan a fuego en su cerebro. Permanentemente.

Su Amo le preguntó nuevamente:

- ¿Quién soy?

- Eres mi Amo -respondió inmediátamente

- ¿Y quién es Roberto?

- Uhmmm -María pensó un momento- No..No se.

A su Amo pareció agradarle su respuesta.

Su Amo se retiró un instante. Cuando volvió, estaba sosteniendo algo en sus manos. María no podía distinguir que era, ya que su mente estaba aún muy confundida, hasta que finalmente vio que eran un par de tijeras. Su Amo se arrodilló al lado del sofá y comenzó a cortar la lencería que María tenía puesta. Ella no podía hacer nada porque no podía moverse. Cuando el último corte fue hecho, María quedó completamente desnuda.

- ¿Te sientes relajada ahora?

- Sí, muy relajada

- ¿Te sientes sumisa?

- Muy sumisa -murmuró

- María, todavía no te encuentras completamente sometida a tu Amo. Aún existe una parte tuya que trata de resistirse

- NO, no es verdad

- Si tu te miras profundamente por dentro, encontrarás la parte de tí que aún se resiste. ¿La ves?

María buscó en sus sentimientos y encontró que su Amo tenía razón. Había aún una pequeña parte de María que se resistía a entregar el control.

- Sí, Amo -le dijo

- Maria, entregar el último pedacito de resistencia es lo más difícil de todo, pero debes hacerlo si deseas someterte a tu Amo completamente.

Ella intentó llegar hasta lo más profundo de sus deseos, pero no lo logró

- Yo....yo no puedo

- Debes respirar profundamente, inhalar.....exhalar.....Debes relajarte completamente. Todo lo que puedas. Cuánto más relajada estés será más fácil vencer la resistencia. Relájate, relájate, más y más profundamente.

María creía que no podría relajarse más pero la voz de su Amo era suave y calma. Una vez más, las palabras de su Amo se grababan a fuego en su cerebro y entonces se sintó más relajada de lo que nunca se había sentido.

María ya no está más recostada en el sofá. María está flotando en el tiempo y el espacio. María está en un estado de absoluta paz, de absoluta contención, de absoluta sumisión.

Maria tuvo un orgasmo.


María de pronto volvió a la realidad del sofá. Sus brazos y piernas aún estaban inmóviles. Su Amo estaba parado frente a ella, completamente desnudo, como ella.

Su Amo se inclinó sobre ella y la besó. Lentamente recorrió su suave piel. Ella podía hacer muy poco, sólo estremecerse en el sofá. Él interrumpió el beso y le dijo:

- Obedecerás a tu Amo

Delicadamente rozó con sus dedos los pezones de María, provocándole un escalofrío de placer por todo su cuerpo.

- Dilo -le ordenó

- Obedeceré a mi Amo -ella repitió

Su Amo le abrió las piernas y se colocó frente a ellas. Besó su cuello y lo recorrió con su lengua hasta bajar a sus pechos

- Obedeceré a mi Amo -dijo María en voz más alta

Su Amo la penetró con su verga ya muy erecta

- Obedeceré a mi Amo -gritó María

Él embistió su miembro con intensidad

- ¡OBEDECERÉ A MI AMO!

Embestida

- ¡OBEDECERÉ!

Embestida

- ¡OBEDECERÉ!

Embestida

- ¡OBEDECERÉ!

Embestida

- ¡OBEDECERÉ!

Embestida

- ¡OBEDECERÉ!

Embestida. -¡OBEDECERÉ!- Embestida. -¡OBEDECERÉ!- Embestida. -¡OBEDECERÉ!- Embestida. -¡OBEDECERÉ!- Embestida. -¡OBEDECERÉ!-

Embestida. -¡OBEDECER!- Embestida. -¡OBEDECER!- Embestida. -¡OBEDECER!- Embestida. -¡OBEDECER!- Embestida. -¡OBEDECER!

- ¡OBEDECER! ¡OBEDECER! ¡OBEDECER! ¡OBEDECER! ¡OBEDECER! ¡OBEDECER! ¡OBEDECER!¡OBEDECER! ¡OBEDECER! ¡OBEDECER!

- ¡OBEDECER! ¡OBEDECER! ¡OBEDECER! ¡OBEDECER! ¡OBEDECER! ¡OBEDECER! ¡OBEDECER! ¡OBEDECER! ¡OBEDECER! ¡OBEDECER!

- ¡Acaba ahora! -él ordenó

María obedeció.


Estaban en el coche de su Amo, regresando a su casa. María, sentada en el asiento del acompañante, con su mente totalmente en blanco, observaba fijamente como su Amo conducía.

El coche se detuvo en un semáforo. Su Amo la miró y le dijo:

- Acaba ahora

María obedeció.

FIN