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Mis mejores momentos... (13)

en Grandes Relatos

MIS MEJORES MOMENTOS (o tendría que decir "Mis mejores cog....")

Parte XIII

En esta oportunidad los hago cómplices de los buenos momentos de sexo que he tenido no solo con mi esposo sino en los tríos, intercambios o relaciones circunstanciales de las que participé, pero vistos desde la óptica masculina, ya que se trata de recopilación de los relatos de mi pareja.

"Llegaron a la playa subterránea donde estaba el auto estacionado en un lugar apartado. Se ubicaron en él y antes de arrancar el hombre propuso celebrar el éxito obtenido yendo a tomar algo juntos lo que fue aceptado con agrado por la mujer. Fue entonces que, imprevistamente éste le dio un beso sin que ella, quien se sorprendió un poco, opusiera resistencia, por lo que siguió avanzando acariciándole los senos por arriba de la ajustada blusa.

Hacía tiempo que la deseaba, mucho antes de que estuviera casada y ella algo presentía (Carlos era amigo del marido y desde que la conoció no se la pudo sacar de su mente, la deseaba y se había puesto como meta tener algo con ella y de ahí que le ofreciera trabajo no solo por su capacidad sino porque quería tenerla lo más cerca posible para tratar de cumplir su máximo anhelo).

Comenzaron a besarse y luego de un instante, Piru le susurró que en agradecimiento a todo lo que había hecho le quería hacer un regalo muy especial. Lo hacía no porque estuviera caliente con el amigo de su marido sino más bien porque lo admiraba cómo se desenvolvía profesionalmente, cosa que su esposo no hacía y era motivo de discusiones frecuentes.

Fue entonces que dirigió su mano hacia la entrepierna de Carlos, le bajó el cierre del pantalón y le sacó el miembro, que a esta altura estaba casi por estallar. Lo empezó a acariciar suavemente subiendo y bajando su mano con lo que provocaba que la piel se deslizara de arriba a abajo, dejando al descubierto la rojiza cabeza y excitaba sobremanera al hombre.

Casi sin que éste se diera cuenta del movimiento, ella se inclinó y posó sus labios sobre esa brasa caliente y comenzó a succionarla como una aspiradora. La boca de la contadora se tragó toda la verga. La llevó suavemente hasta el fondo dejando visible únicamente el cuello de la misma. Lo pajeó con la boca, sin la ayuda de las manos, las que estaban entretenidas en acariciar los velludos testículos.

Carlos no aguantaba más, quería apretar su miembro para evitar descargar su leche sobre Nora pero ésta se lo impidió. Nunca había gozado así con una mujer. A su esposa le daba asco chupársela y desde que era joven que no le habían dado una mamadita. Así que estaba enloquecido, sobre todo por quién era la que se lo hacía,

Metió su mano por detrás y comenzó a masturbarla delicadamente. Ella movía su trasero como deseando tenerla dentro. Pensó que debía detenerla para no eyacular, ya que la situación se le hacía insostenible. Se lo hizo saber pero ésta continuó con su tarea sin inmutarse. Solo emitía sonidos de placer cada vez que la hacía entrar y salir de su boca.

De pronto sintió escapar unas gotas de semen y tiró de la cabeza de la mujer para que dejara de chuparlo, pero ésta gemía y mandaba al miembro más adentro de su boca. La descarga fue tremenda. Profusos chorros de semen fueron directos a la garganta de Piru, que se tragó toda la leche y no derramó ni una sola gota. Era toda una experta. Luego pasó la lengua sobre las gotitas que quedaban adheridas todavía a la pija y recibió gustosa un beso en la boca del agradecido hombre.

Salieron del estacionamiento sin que nadie de los que circulaban por allí se hubiera dado cuenta de lo acontecido. El auto rumbeó hacia la casa de la mujer donde la esperaba su confiado marido, pero se detuvo a mitad de camino, en uno de los tantos albergues transitorios que existen en la zona del Once, ya que Carlos estaba recuperado y no quería perder la ocasión de cogerse a la mujer de su amigo.

Piru opuso un poco de resistencia pero no la suficiente. Estaban los dos muy calientes y deseaban continuar. Apenas ingresaron a la habitación sus bocas se buscaron y estuvieron un buen rato abrazados. Se desvistieron rápidamente y se metieron en la cama. La mujer tomó la iniciativa volviendo a acariciar el pene de Carlos. Se agachó, se tragó la verga y con una especial succión lo llevó a una espectacular erección. El le devolvió la atención y tomando las piernas de su ocasional amante le hundió su cara en la ya humedecida concha, al momento que abría la boca y le devoraba el clítoris.

El cuerpo de Piru reaccionó con fuertes convulsiones y el orgasmo llegó de inmediato. Dos de los dedos de él, aprovechando la catarata de flujo que se derramaba por su raya penetraron en su culo. Subió una de sus manos y le apretó los pechos de donde sobresalían duros y calientes, sus rosados pezones, que comenzó a chuparlos con ansias.

La verga estaba en su plenitud. Entonces la mujer giró, abrió sus piernas y se preparó para montarlo. Tomó esa pija dura, la apoyó en su concha y se la introdujo suavemente. Luego comenzó con un movimiento acompasado que fue "in crescendo" hasta llevarla a acabar rápidamente. Era un mujer multiorgásmica.

Mientras ello sucedía Carlos, al que a esta altura le costaba un poco -por el trajín llevado- alcanzar el climax, le acariciaba las sugestivas tetas y sus endurecidos pezones. Piru le pidió que la cogiera por el culo y él no lo podía creer. Con su mujer cogía de vez en cuando y en la forma tradicional y nunca le había permitido ni que la apoyara por detrás.

Descubrió así imprevistamente que su ocasional compañera era una hembra espectacular y fuera de la común. Estaba sorprendido. No conocía esta faceta de su socia.

Continuando con su tarea la mujer le lubricó la pija con saliva y le pidió que se la pusiera suavemente. Cuando el miembro empezó a penetrarla exhaló un gemido pero lo instó a continuar. Tenía maestría en manejar sus glúteos, apretándolos cuando el miembro entraba y aflojándolos cuando salía. Los movimientos eran coordinados y realizaban una perfecta conexión. Como ya estaba dilatada el miembro entró hasta los testículos. Cuando Carlos notó que la concha se humedeció rápidamente aceleró el trámite y ahora sí, acabaron casi simultáneamente. Quedaron exhaustos tendidos sobre la cama.

Se ducharon, pidieron una botella de champagne mientras se vestían en silencio y luego de brindar continuaron hablando del éxito de la reunión mantenida unas horas antes como si nada hubiera ocurrido. No combinaron ningún otro encuentro furtivo y se despidieron con un beso normal en la puerta de la casa de ella. Carlos no aguardó a saludar a su amigo porque pensó que los nervios lo iban a traicionar y se fue rápidamente con la mente puesta en la fogosa contadora..

Como se ven continuamente por su trabajo, es de suponer que esto recién comienza y que la seguidilla de encuentros amorosos continuarán mientras sus cónyuges no empiecen a sospechar."

"La reunión por el cumpleaños del marido de Anita, que empezó a todo trapo después decayó y alguien propuso entonces hacer algo para que fuera más divertida. Se barajaron varias posibilidades hasta que una de las damas presentes tiró el nombre del juego erótico "Verdad/Consecuencia".

Este consiste en hacerle una pregunta a uno de los participantes, luego de haberlo hecho optar por verdad o consecuencia. Si responde "verdad" quiere decir que lo que le diga el que pregunta es cierto y no tiene derecho a quejarse. Si dice "consecuencia" tiene que demostrar lo que afirma su interlocutor. Es como si se tratara de una prenda. Las preguntas pueden ser bastante delicadas por estar vinculadas a temas sexuales. El que pregunta tiene la sartén por el mango.

Así fue como la primera de las participantes que dijo "consecuencia" tuvo que exhibir sus tetas (por cierto las tenía muy bien proporcionadas) porque le habían dicho que sus pezones eran asimétricos.

Uno de los caballeros tuvo que mostrar su miembro para que el resto observara que no tenía ningún lunar en él. Los que optaron por decir "verdad" tuvieron que soportar, ante la sonrisa del resto, que les dijeran que eran eyaculadores precoces, impotentes, anorgásmicas, lesbianas, gays, etc.

El clima iba en aumento y cada vez se preguntaban cosas más grosas. Una de las damas tuvo que masturbar a su marido, otra mostrar su cola y un hombre sus testículos.

Cuando le llegó el turno a Piru, mi mujer, que hasta ahora había disfrutado del juego viendo las afirmaciones que le hacían a los otros o las prendas que les tocaban a sus vecinos de ubicación, dijo "consecuencia" y fue su error fatal o no, según el cristal con qué se mire.

El tipo que preguntaba, que era un zafado le dijo que -con los ojos vendados- era capaz de reconocer, entre otras que se pusiera en la boca, a la pija de su marido. Cuando escuché esto me negué rotundamente a que realizara la tarea y propuse suspender el jueguito porque me parecía que mi mujer no tenía por qué soportar esa humillación.

Sorprendido escuché que ella dijo que como había aceptado las reglas previas no tenía por qué retirarse y que realizaría la prenda. Me acerqué y le dije al oído si estaba loca y me contestó que no me preocupara que iba a saber cómo manejar la situación.

Yo sabía que a Piru le gustaba mucho chuparla y que era toda una experta pero no pensé jamás que se atreviera a realizárselo a otros hombres y sobre todo en público. Era lo que más frecuentemente hacíamos cuando teníamos sexo. A veces me la chupaba nada más hasta hacerme acabar y gozaba con ello y a poco de comenzar ya se humedecía y llegaba al orgasmo. Me acordé que cuando eran novios en el viejo cine de Flores, luego de las consabidas caricias que nos propiciábamos habitualmente en esos lugares, me la empezó a chupar ante la atónita mirada de una pareja vecina y no paró hasta hacerme acabar.

Entonces recapacité y pensé que no estaría mal que lo hiciera con otros, porque a veces había fantaseado con ello y le dí mi consentimiento con la mirada.

Se prepararon entonces tres de los presentes -que fueron elegidos por la dueña de casa sin que ella, que había sido llevada a otra habitación supiera de quien se trataba. Uno era un tipo joven, de alrededor de 30 años, que tenía un miembro bastante bien proporcionado, que despertó la envidia del resto de los hombres que no podíamos creer lo que estábamos viendo. No era muy larga pero tenía un grosor increible. Las mujeres no pudieron evitar un ¡oh! de sorpresa al verle semejante pija. Los otros dos, de aproximadamente 50 años, la tenían de medidas normales al igual que yo.

Cuando mi mujer ingresó con los ojos vendados la sentaron en el apoya brazos del sillón y los hombres, con las pijas en sus manos, masajeándolas para que adquirieran dimensiones, se colocaron alrededor. El sorteo que se hizo luego de elegirlos, determinó que yo ocupara el tercer lugar.

El primero era uno de los de cincuenta y Piru se la chupó por un instante sin que se le parara del todo y dijo que no era la mía. Con el segundo, el joven de 30, se entretuvo más tiempo (la muy pícara se dio cuenta lo que tenía entre manos, mejor dicho en la boca, y supongo que por las dimensiones se dio cuenta que yo no era, pero se la chupó por un buen rato ante la mirada molesta de su joven esposa y los celos que me estaban atacando por la situación). También respondió negativamente. A mí me la chupó un poco menos que al anterior y expresó tener dudas. Pidió continuar con el otro, con el que tuvo dudas también. Así que le propusieron seguir chupándolas (a esas dos) para desempatar.

Le hicieron una seña al último para que se la volviera a poner y como a esta altura yo notaba que estaba excitada y suponía humedecida, le realizó un trabajo especial. Empezó de a poquito, sosteniéndole el miembro entre las manos y recorriéndolo íntegramente con su lengua húmeda. Siguió lamiéndolo un rato lentamente hacia arriba hasta llegar al glande, metiendo la lengua en el agujerito de la punta y luego volviendo nuevamente a la base hasta llegar a sus testículos velludos.

El resto de los presentes observaba los movimientos y estaban atónitos y excitándose con lo que acontecía. Nora siguió con su tarea como si nada, acentuando sus movimientos. Chupaba y bombeaba como si fuera la última vez en su vida. El pobre hombre (o afortunado) estaba tan fuera de sí que no pudo contenerse y se corrió, parte en la boca de ella y parte en la cara, cuando mi mujer se la sacó rápidamente al sentir los primeros chorros de semen en su interior.

Ahí terminó todo. La dueña de casa paró el juego. Mi mujer se sacó la venda que le cubría los ojos ante un cerrado aplauso de todos y mi mirada complaciente.

Al verme junto a ella y al tipo que recién se había corrido dijo: Estuve cerca ¿no?, ante las sonrisas de los presentes, salvo de la esposa de este último que la miraba con odio.

La fiesta continuó. Bebieron y tomaron por un rato más sin hacer ninguna mención al juego realizado.

Esa noche cuando llegamos a casa cogimos como los dioses echándonos un polvo sensacional."

"Cuando abrió la puerta de su casa quedé agradablemente sorprendido, nunca la había visto vestida de aquella manera. La encontré con un vestido estampado con flores que le quedaba muy bien. Tenía un escote generoso que dejaba adivinar el principio de sus pequeños pero bien proporcionados senos. Lucía sandalias con taco muy alto lo que le resaltaba aún más sus piernas.

La cena fue fantástica. Comimos, bebimos, hablamos de muchas cosas y nos contamos otras que en el trabajo no nos hubiéramos atrevido a decir. Al final -supongo que a causa del vino y de los whiskys que habíamos tomado- terminamos hablando de sexo. Fue en ese momento que pensé en lanzarme para ver cómo respondía.

Me levanté y me situé detrás suyo. Ella no dijo nada así que supuse que aceptaría mis intenciones. Lentamente apliqué un suave masaje en su hombros, que poco a poco fue descendiendo por su espalda. Me percaté que era algo que ella aceptaba de muy buena gana ya que poco a poco fue distendiendo sus músculos y se iba acomodando en la silla.

Cuando vi que aquello iba en serio comencé un suave besuqueo por su cuello y los lóbulos de las orejas. Poco a poco empezó a respirar de una forma que me indicaba que iba por buen camino. Mis manos pasaron de su espalda a sus costados y, siempre por encima de su vestido, acaricié sus menudos pechos, notando una creciente erección de sus pezones.

De repente sentí la mano de ella que subía por mis muslos hasta llegar a la entrepierna, donde una creciente excitación causada por las caricias mantenía mi miembro aprisionado en los pantalones. Poco a poco le fui sacando el vestido dejándola en ropa interior y pude observarle su cuerpo de piel blanca, tersa y suave.

Las caricias se hicieron más intensas y empezaron a recorrer toda su anatomía. Mis manos iban desde los pechos –ya le había sacado el corpiño- hasta su vientre y bajaban despaciosamente hasta acariciarle la rubia mata de su Monte de Venus, lo que le producía pequeños espasmos de placer.

Me interné en su entrepierna y noté una humedad que denotaba el estado de excitación al que estaba llegando. Paré unos instantes en su clítoris, notándolo hinchado y una pequeña caricia hizo que su cuerpo temblara de placer.

La di vuelta. Entre nosotros se había creado una atmósfera de placer y deseo que hacía tiempo no había notado. En esa posición ella aprovechó para desabrochar mis pantalones y dejar libre toda mi virilidad. Sus manos acariciaron mi verga produciéndome una sensación maravillosa.

El suave masaje recorría toda su longitud y se paraba breves momentos en mis testículos, consiguiendo que por mi espalda recorrieran pequeños espasmos eléctricos.

Al cabo de un momento de este suave vaivén se inclinó y aplicando sus labios sobre mi pene empezó una delicada mamada. Su lengua recorría mi virilidad mientras sus manos masajeaban mis testículos, no podía creer lo que me estaba sucediendo. Vivía una situación inexplicable.

El efecto de la acción fue instantáneo: mi pija se hinchó hasta límites insospechados y las sensaciones recorrían mi cuerpo, sintiendo cómo espasmos de placer empezaban en mi nuca y después de recorrer mi espalda llegaban hasta mi verga, que no paraba de ser atendida por los solícitos labios de ella.

Después de un instante la carga de esperma pugnaba por salir y, avisando de la circunstancia, asistí con estupor y placer a una más excitante succión que denotaba las ganas que tenía de beber mis jugos. No aguanté más y exploté en su boca. La leche rebosaba por sus labios, mientras me afanaba en evitar que no se escapara ninguna gota que con avidez relamía. Después de limpiar con la lengua toda la longitud de mi aparato y dejarlo reluciente se recostó en la mesa y reclamó mi atención, que inmediatamente fue puesta en práctica.

Todavía no la había liberado de su bombachita blanca, de encaje semitransparentes así que delicadamente se la fui sacando de a poco para que gozara más del momento. Tenía sus pezones erectos y desafiantes que rápidamente procedí a acariciar y lamer.

Mi lengua y mis manos sorbían y masajeaban sus carnes, haciendo que la excitación aumentara por momentos en ella. Después hundí mi cabeza en su entrepierna y noté que estaba toda humedecida. Los jugos se le escapaban de su interior y dejaban sus labios brillantes, labios que separé suavemente con mi lengua hasta dejar al descubierto el pequeño botón de su clítoris que se estremecía de placer en cada uno de mis lengüetazos.

Poco a poco, con suaves movimientos rotatorios de mi lengua, conseguí arrancar de su garganta suaves gemidos de placer que llenaban de sensualidad en lugar en que estábamos.

Mis caricias se prolongaron a lo largo de unos momentos, desplazándome de su concha hasta su ano en el cual estuve entretenido un tiempo. Los suaves gemidos se convirtieron en poco rato en grititos que intentaba ahogar mordiéndose el labio inferior. Sin embargo, mi trabajo obtuvo su premio y al cabo de unos instantes explotaba en un largo orgasmo que hizo que todo su cuerpo se arqueara sobre mí.

Después de unas contracciones se relajó y se abrazó fuerte, susurrándome en la oreja, mientras me besaba delicadamente, que quería ser penetrada por lo que la tomé por el culo y, levantándola en vilo, coloqué mi verga en su entrada embistiéndola de una sola estacada. Noté como todos sus músculos se ponían en tensión y proseguí mi tarea mientras ella se agarraba a mi espalda y me arañaba salvajemente demostrándome así el placer que sentía.

Cuando vislumbré que estaba a punto de llegar al climax me retiré y la tumbé sobre la mesa, dejando todo su culo a mi vista. Ella, intuyendo mis intenciones, se puso de rodillas y se acomodó para recibir mi pija sobre su negro orificio. Se lo besé para que estuviera más lubricado y suavemente fui entrando todos mis centímetros en su interior mientras ella susurraba palabras ininteligibles para mí. Cuando logré establecer en su interior mi pija, comencé un lento vaivén que nos llevó a los dos hasta límites insospechados de placer. Finalmente descargué mi leche dentro de ella y quedamos los dos tendidos uno encima del otro, agotados por la experiencia.

Poco a poco nos fuimos recuperando y después de unos momentos nos abrazamos durante largo rato y nos quedamos dormidos."

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