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Mis mejores momentos... (17)

en Grandes Relatos

MIS MEJORES MOMENTOS (o tendría que decir "Mis mejores cog....")

Parte XVII

En esta oportunidad los hago cómplices de los buenos momentos de sexo que he tenido no solo con mi esposo sino en los tríos, intercambios o relaciones circunstanciales de las que participé, pero vistos desde la óptica masculina, ya que se trata de recopilación de los relatos de mi pareja.

"Cuando estábamos en la cama se lo hice notar y le propuse, como lo veía triste a mi amigo y con falta de cariño, que pasara un rato con él esa noche, ya que me había parecido que no le era indiferente.

Mi mujer reaccionó mal, preguntándome si realmente yo quería que se acostara con él porque era mi amigo y porque andaba con el ánimo caído.

Que siempre me había sido fiel y no veía el motivo por qué tenía que dejar de serlo.

Le dije que era lo mejor que yo podía hacer por mi amigo, que ella el favor me lo haría a mí aunque se acostara con él.

Yo sabía que no le era indiferente y muchas veces me había hablado de lo buen mozo que era y del buen amante que debía ser.

Lo pensó un rato largo y finalmente accedió.

Dijo que era algo que no tenía que influir ni afectarnos a nosotros y coincidí con ella.

Le sugerí que se pusiera un camisón casi transparente que hacía resaltar la oscuridad de sus pezones y luego de ponérselo desapareció por la puerta de baño.

Yo me acosté en la oscuridad esperando su regreso y me quedé dormido.

Me desperté con su abrazo a las dos horas de que se había ido.

Le pregunté cómo le había ido y dijo que bien, pero quise saber más detalles y después de mirarme un rato en silencio comenzó con el siguiente relato:

Entré en su dormitorio y él estaba acostado en la cama. Estaba leyendo o algo parecido. Al alzar los ojos observó mi figura y no estaba seguro de lo qué tenía que hacer.

Le dije que me habías mandado para darle lo que necesitaba y dijo que siempre pensabas en todo.

Cuando levantó las sábanas su pedazo estaba al tope. Me metí en la cama y nos besamos.

Acarició mis tetas, las besó y las lamió frenéticamente y sentí que me mojaba entre las piernas.

Le toqué la pija, estaba caliente y sentí el impulso de chuparla, tal como lo hago contigo.

Me acomodé entre sus piernas y me metí la verga en la boca y comencé a lamerlo. Me asombró la diferencia de sabor.

Lo lamí de arriba hacia abajo, íntegramente, acariciando sus testículos entre mis manos mientras frotaba la lengua por la cabecita de la pija provocándole unos cuantos espasmos.

Mi mujer prosiguió con el relato: lo mamé durante un rato y saboreé varias gotas de su semen. Quería complacerlo y darle mi cuerpo como a él le gustase. Lo dejé que me quitase el camisón.

Me acosté y separé las piernas. Miraba como un hambriento y luego me montó.

Sentí su cuerpo tibio y después su verga caliente introduciéndose en mi concha con lentitud.

El en principio se agitaba lento, era una sensación diferente pero buena.

Su sexo avanzaba y retrocedía en mi concha. Sentí placer, todo mi cuerpo se calentaba.

Envolví las piernas alrededor de su espalda y me empujó con fuerza. Bien penetrada, bien apretadas las tetas, estaba volviéndome loca.

Tuve un orgasmo magnífico.

Después pellizcó mis nalgas y me sentí perdida. Llegué como loca mientras él me bombeaba con ardor y empezó a acabar.

Sentí su semen inundándome y eso me hizo terminar una y otra vez.

Me quedé un rato tendida con él y hablamos. Dijo que agradecía enormemente tener amigos como nosotros y deseaba que lo ocurrido no cambiase nada.

Le contesté que sería así y que a partir de ese instante todos nos sentiríamos más amigos, más íntimos y quizá podíamos repetir la experiencia en otra oportunidad.

Ahí acabó su relato.

Estaba tan caliente con lo que me estaba contando que había hundido mi pedazo de carne desbocada por su cavidad y la estaba penetrando mientras ella seguía contando lo sucedido en la otra habitación.

Ella jadeaba entre murmullos y nos íbamos acercando al momento cumbre.

Me hizo acabar en ese mismo instante y no se por qué, también le pellizqué la cola.

El pellizco pareció actuar como un detonante porque volvió a tener un orgasmo mientras se estremecía bajo mi cuerpo.

La abracé en la oscuridad logrando recuperar el aliento casi al mismo tiempo.

A la mañana siguiente cuando nos sentamos alrededor de la mesa Daniel cambiaba miradas con mi mujer y se los veía tensos en mi presencia.

Está bien, les dije, fue idea mía y dejen de mirarme con caras de culpables.

Agregué que a la noche podíamos repetir y esto pareció relajarlos.

Daniel se fue rumbo a sus ocupaciones y yo me quedé pensando durante todo el día en lo que podría llegar a pasar a la noche.

Después de cenar los tres nos dispusimos ver televisión y propuse ver en la televisión de nuestro dormitorio una película porno que había alquilado.

Cada vez que con mi mujer vemos una terminamos haciendo el amor, pero verla con nuestro amigo era una experiencia nueva.

Como quien no quiere la cosa me retiré del lugar y los dejé solos así podrían hacer lo que desearan.

Esperé la oportunidad propicia para regresar.

Espié a través de la puerta entreabierta y los vi abrazados. Daniel deslizaba los dedos por debajo del sweter de mi esposa. Oía los gemidos de ella mientras le masajeaba las tetas y sus manos aferraban la bragueta apretando con deseo.

Daniel comenzó a desnudarla. Le sacó el pullover y luego desprendió el corpiño. Sus firmes senos quedaron liberados y él apoyó su boca en ellos.

Mi pija se endurecía mientras miraba.

Mi amigo se puso de pie y le quitó la falda. Ella se sacó la tanguita y las medias . Solo se dejó puesto un portaligas de encaje negro.

Volví a mirarla, siempre que la veía desnuda me parecía muy hermosa, apetecible.

Daniel la abrazó y la acarició. Luego se arrodilló frente a ella y hundió la cara en la hermosa concha de mi mujer cubierta por una mata de pelos castaños y ella separó sus piernas.

La película continuaba en la pantalla y mi esposa, en vivo, gemía sosteniendo con fuerza la cabeza del hombre.

Podía verla como gozaba y mi pija se estaba poniendo dura como un poste.

Daniel siguió con esa maniobra unos momentos más y luego se detuvo. Se inclinó hacia ella, la acostó sobre la cama y ella abrió mansamente las piernas.

El fue por detrás. La carne rígida atravesó los pliegues de la concha. Ella, al gemir, me pareció música en los oídos.

Daniel sostenía las caderas mientras la acometía y ella volvió a gemir.

Me parecía extraños verlos a los dos, mi amigo y mi esposa, gente que siempre tuve cerca y quería y ahora hacían el amor y gozaban dándose placer uno al otro.

Abrí la puerta y silenciosamente me acerqué a ellos con la pija en la mano. Mi mujer me miró y su expresión cambió instantáneamente.

Daniel no perdió el ritmo de las acometidas, así que llevé la pija hacia la cara de mi mujer y se la metí en la boca. Ella cerró los labios.

Por primera vez tenían dos vergas en su cuerpo.

Mi amigo y yo bombeamos y ella gozaba y los gemidos que no podía contener enviaban una vibración frenética contra mi miembro. Me mordió un poquito y a cada instante aceleraba mi orgasmo.

Mientras lo veía a Daniel penetrándola no sabía que mi esposa estaba gozando de una de las mejores experiencias de su vida.

La vi estremecerse y sentí como su cuerpo se tensaba hasta la última fibra.

Llegó en varias oportunidades, como en una cadena de eslabones muy juntos. Su cuerpo temblaba en miles de espasmos. Ahora ella estaba preparada para mí, que tomé el lugar cedido por Daniel, nuestro huésped.

Me acerqué a su clítoris y mi lengua comenzó a acariciarlo con movimientos circulares.

Mi pedazo quería que su concha lo atrapara así que abrí los labios de su cavidad con el glande y la penetré lentamente.

Pude meter entera mi pija en su interior y ella no dejaba de jadear ni moverse.

Estuve bombeando un rato y luego me retiré.

Ella se quedó mirándonos deseosa de continuar el juego.

Sentí que estaba próximo al orgasmo aunque no quería tenerlo tan pronto.

Nos quedamos los tres más relajados y con deseos de hacer las cosas más lentamente. Ella se acostó en medio de los dos.

Me parecía extraño hallarme en mi propia habitación compartiendo un encuentro íntimo con mi esposa y mi mejor amigo.

Empezamos a cubrir su cuerpo con besos lentos sabiendo que adorábamos a una diosa sensual.

En ese momento comprendí que aquello no era un juego. Hasta llegué a pensar que Daniel se había enamorado de mi esposa.

Ella llevó sus manos hacia cada una de las vergas y las masajeó y acarició hasta lograr que ambos quedáramos bien endurecidos.

Aquello me calentaba como nunca.

Presentí que nos iba a hacer pasar una noche inolvidable.

Me tendí sobre su cuerpo ya que ella con su mirada indicaba que era el primero al que quería sentir.

La penetré lentamente mientras Daniel continuaba acariciándola sin detenerse y su sexo rodaba por los pezones que reaccionaron irguiéndose ante la carne dura.

Ella gemía dulcemente, gozando con temblores los movimientos de los dos.

Sentí que su cuerpo vibraba, que estaba a un paso del orgasmo y me apuré para acabar juntos.

Descansó unos instantes y luego extendió sus brazos hacia Daniel.

Lo montó y tomando su verga se la metió en su concha colmada de mi leche.

La miraba cabalgarlo con energía, intentando agotarlo en el menor tiempo posible.

La velada no terminó allí, seguimos compartiendo nuestra intimidad hasta la salida del sol.

De más está decir que Daniel no se movió de casa hasta que volvió a Chile."

"Esa noche ella estaba bellísima y muy sexy. Llevaba una falda corta, que dejaba ver buena parte de sus torneados muslos. En la parte superior llevaba un top, que gracias a la ausencia de sostén marcaba bastante sus pezones y dejaba libre sus tetas, que aunque abundantes y duras, saltaban con cada movimiento brusco que efectuada cuando se contoneaba bailando.

Ella es un poco exhibicionista y a mí no me disgusta que enseñe sus encantos, por lo que la animo a vestir así. Los dos nos excitamos mucho con ello, ella luciéndose y yo viendo como la miran los hombres y era evidente que en la fiesta los muchachos no dejaban de mirarla.

Yo sabía que estando ella "algo alegre" no tardaría mucho en dar un pequeño show, quizás con sus sensuales tetas, quizás con su culo paradito, pues a pesar de la bebida ella era consciente de lo que provocaba y eso la excitaba.

Cuando empezó a contonearse había comenzado a actuar.

La fiesta continuó y ella no paraba de coquetear con unos y otros. Se reía continuamente y realmente la pasaba bien.

Cuando la fiesta se estaba apagando un poco, la anfitriona invitó a las mujeres a reunirse en una habitación contigua porque tenía intención de convencerlas para un juego muy especial.

Después de un rato reaparecieron en escena y nos comentaron que habían decidido jugar al baile de las sillas. Las mujeres se habían puesto de acuerdo y solo faltaba nuestro consentimiento, así que cada esposa de dirigió hacia su esposo para contarle de qué se trataba..

Mi esposa se acercó a mí y me contó que los hombres tenían que estar desnudos sentados cada uno en una silla, menos uno que sería el encargado de manejar la música, y las mujeres bailarían alrededor debiéndose sentar sobre el regazo del hombre que tuviera más cerca, aunque no fuera su marido.

De esta forma y por las circunstancias de faltar un hombre sentado, una de las mujeres quedaría sin silla y entonces tendría que decidir qué prenda quería quitarse, mejor dicho, que le sacara el hombre que no estaba sentado.

Todo ello sería en penumbras para hacerlo más cautivante y sensual.

Los hombres estuvieron todos y nos dispusimos a jugar.

Me palpitaba que iba a pasar una velada interesante cuando mi esposa me dijo que me había postulado para poner la música.

Dudé un instante y acepté, a pesar de que mi mujer me había comentado que, según la anfitriona, la mayoría de las veces los hombres que están sentados se excitan tanto con otra esposa en su regazo desnudo que intentan penetrarla.

Había pensado que tenía una buena posibilidad de divertirme y ella me enviaba a la parte más aburrida del juego.

Fue por eso que dudé pero luego pensé que podía ser divertida ya que estaría desnudando a las esposas de los otros y además, estaría libre para observar a mi esposa desfilar exhibiéndose desnuda delante de un grupo de machos excitados y sin posibilidad de ocultarlo a pesar de la oscuridad.

Ya me estaba excitando de solo pensarlo.

La anfitriona hizo ubicar las sillas en un círculo grande en el centro de la habitación, alrededor de una pequeña mesa de madera. Los maridos se desnudaron rápidamente y yo me fui a ubicar junto al aparato musical.

Mi mujer que estaba muy caliente me besó el cuello por detrás y me preguntó si no me gustaría que fuera la primera en perder y de dije que sí, que perdiera el top y enseñara sus tetas para mí.

Me sonrió juguetona y se unió a las otras mujeres en el centro de la habitación, al mismo tiempo que los maridos se ubicaban en sus respectivos lugares.

Se bajaron las luces y a pesar de ello se notaba que la mayoría de los hombres ya estaban empalmados antes de empezar el juego.

Había elegido música salsa para la primera canción y las esposas comenzaron a bailar alrededor de las sillas durante un par de minutos.

Cuando detuve la música hubo una alocada lucha por los regazos de los hombres. Mi esposa lo intentó pero sin mucha convicción y fue la primera en perder tal cual me lo había prometido.

"Me quitaré el top" dijo y vino hacia mí y me dio un gran beso.

Levantó las manos por encima de su cabeza y yo, con un movimiento veloz, le saqué el top y el cuarto irrumpió en aplausos, entre nerviosos y excitados, al contemplar sus grandes pechos y sus rozados pezones.

Ella agitó su pelo de manera sensual y comenzó otra vez, al compás de la música, el desfile de las mujeres.

Yo observaba a mi preciosa esposa mientras daba vueltas. Sus tetas se movían bailando con cada paso. Ella sonreía, disfrutaba mucho del momento y los maridos no dejaban de mirarla. Estaban bastante excitados y ello de podía ver a través de sus vergas erectas en la oscuridad.

Tengo que confesar que yo también lo estaba observando de la forma en que la miraban.

Cuando volví a parar la música fue Moni la que se quedó sin lugar y dijo que quería que le quitara los zapatos. Mientras ello ocurría, podía ver a mi mujer sentada encima de Raúl. Observé de reojo que él le susurraba algo al oído y ella se largó a reír y moverse hacia atrás en su regazo. La oscuridad no me permitía ver bien la escena pero supuse que algo estaba pasando cuando ella dejó de sonreír y abrió la boca suavemente.

Mientras le masajeaba los pies de Moni cuando volví a mirar Raúl, el que estaba acariciando sin ningún recato las tetas de mi mujer, que parecía disfrutarlo. Tenía los ojos cerrados y una clara expresión de placer en su cara mientras él seguía sobando sus tetas y jugando con sus rosados pezones que parecían a punto de estallar.

El juego siguió durante algún tiempo y la mayoría de las esposas seguían perdiendo los zapatos. Alicia y María habían perdido sus tops y estaban bailando sólo con sus sostenes.

Cada vez que paraba la música yo trataba de ubicar a mi esposa y la localizaba en el regazo de un hombre diferente cada vez. Ellos disfrutaban del momento ya que tenían la oportunidad de tenerla sentada, acariciarle sus tetas y juguetear con sus pezones que estaban más hinchados que nunca. Ella también parecía pasarlo muy bien. A veces me miraba y me echaba una sonrisa cómplice.

La visión era muy excitante para mí y ya tenía flor de erección. Mientras yo conseguía alguna que otra satisfacción quitando la ropa a las otras esposas y acariciando sus cuerpos, los otros maridos se divertían realmente en las sillas.

Ellos estaban con las manos en los tops, los sostenes y las tetas de las mujeres. Frotaban sus miembros contra las entrepiernas de las esposas y a nadie parecía importarle que su pareja se restregara con unos y otros.

Mi centro de atención era mi mujer y el show en directo que estaba haciendo para mí y para el resto de los asistentes a la fiesta.

Ella estaba imponente y realmente desinhibida y excitada. En una de las rondas aterrizó en el regazo de Juan. Cuando los miré pude ver como ella se movía en su regazo. El tenía las manos bajo la falda de mi esposa y parecía masajearle su trasero. Cuando ella se movía de arriba abajo noté como cerraba los ojos y apretaba la boca. Algo le estaba pasando.

En el siguiente paso ella perdió de nuevo y pidió que le quitara su tanga. Me agaché, me puse de rodillas frente a ella e introduje mis manos bajo su falda. Ella bruscamente la alzó y me dio la gran sorpresa. Su tanga estaba a un lado mostrando totalmente su húmeda cuevita con sus labios grandes y rosados. Alcancé a tocarle excitado su conchita y estaba húmeda, empapada, casi goteando.

Le susurré que parecía que le habían echado un polvo y ella asintió. Dijo que había sido Raúl. Me comentó que le apartó la tanga dejando que su pija se introdujera en su conchita. Ella se quedó quietecita y lo dejó hacer hasta que comenzara la música.

Me preguntó si estaba enfadado y que esperaba que nadie se hubiera dado cuenta.

Le dije que no, que era parte del juego que nos habíamos propuesto y que realmente todos habían notado sus movimientos.

Por eso después todos trataron de hacer lo mismo, empezando por Juan y siguiendo con los otros muchachos.

Según ella, todos le introdujeron sus pijas pero fue Oscar el que le acabó dentro.

Continuamos con el juego y ella perdió nuevamente. Pidió que le quitara sus zapatos y me dijo que iba a ser la primera en quedarse totalmente desnuda para que pudiera ver cómo las vergas de los hombres se introducían en su preciada conchita.

Acepté, desde luego, estaba también muy caliente con lo que estaba sucediendo.

Un par de rondas después volvió a perder y le quité lo único que llevaba puesto: su falda.

Lucía preciosa desfilando descaradamente alrededor del cuarto totalmente desnuda. Ella tiene unas piernas largas y un culo redondeado y paradito. En sus grandes pechos se destacaban sus rozados pezones totalmente hinchados, que la hacían más sexy de lo que es.

Cuando la música comenzó lucía fantástica mientras bailaba alrededor del círculo de hombres que como salvajes la esperaban para ensartarle sus lanzas. Las otras mujeres parecían no existir.

Cuando paró la música ví que se sentó en el regazo de Néstor, el marido de Emma, que era la otra mujer que competía en belleza y audacia con mi esposa, ya que tiene una presencia muy sensual.

El la sentó pegada a su estómago y me había dado la impresión que hábilmente le había introducido su verga en un solo movimiento. Ella empezó a moverse rítmicamente al tiempo que él le masajeaba las tetas.

Yo me tomé el tiempo de quitarle el sostén a la esposa que perdió para aprovechar a tocar sus pechos.

Una vez más empezó la música y miré con gran deleite como mi bella esposa bailaba desnuda alrededor del cuarto. Cada vez eran más y más las esposas que se estaban quedando sin ropa provocando la natural alegría de sus maridos. La siguiente vez que la música se paró mi mujer se sentó en el regazo de Héctor, que tenía fama de estar bien dotado y realmente así era.

Observé que Héctor estaba muy excitado y la tocaba por todas partes, incluso me pareció ver que le introducía un dedo en el culo. Ella sentía ese buen pedazo y disfrutaba como loca, hasta me pareció ver que gemía. Tenía cerrados sus ojos y abría y cerraba su boca en una manera muy sensual. Tenía una expresión lujuriosa en su cara y eso me hizo excitar más.

Vi como abrió sus ojos, me dedicó una sonrisa y sin ningún miramiento empezó a acariciarle las bolas a Hector.

La música empezó y se detuvo una y otra vez. Yo intentaba algún tipo de recompensa desnudando a las esposas y tratando de acariciarlas un poco. Todas ellas parecían que estaban consiguiendo su buena ración de sexo con los hombres de las sillas.

Observé a unas cuantas de ellas ser penetradas como mi esposa. La mayoría no se resistía y solo Alicia y Susana se resistieron un poco pero después accedieron.

A las dos horas de empezar el juego decidimos dejarlo.

Cuando quedamos a solas con mi esposa en uno de los cuartos que nos habían destinado para pasar la noche le dije que la quería y preguntó si no estaba enojado por su comportamiento.

Le volví a decir que no y luego de depositar mi mano sobre su aún humedecida concha se inclinó y tomando mi pija con su boca me proporcionó la mamada que jamás me habían hecho en la vida.

Jugueteó como nunca con mi verga y cada vez que presentía que estaba por eyacular hacía un pequeño movimiento con sus dedos sobre mi glande y me lo impedía, hasta que no pude aguantarme más y descargué toda la leche que tenía acumulada dentro de su boca.

Me dejó sacarla luego que la última gota hubiera salido de mi rojiza cabeza que a esta altura estaba a punto de estallar.

Luego de un pequeño relax la monté desde atrás y empecé a bombear en su lubricada vagina.

Fue una noche espectacular."

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