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Un show muy especial

en Sexo Anal

U N S H O W M U Y E S P E C I A L

Como ya todos saben, el tema del sexo anal es y será el eje central de mis actividades y por qué no, también de mi vida. Esto me deja claro que tales prácticas han generado en mí una gran adicción, comparable con el cigarrillo o el alcohol. Ya no importa quién o el motivo o si se puede o no; simplemente lo deseo y hago lo que sea por conseguirlo, dentro de límites ciertamente aceptables, claro está. Este comportamiento me llevó a realizar cosas impensables; cosas que, si bien había imaginado en sueños delirantes, eran demasiado poco probables como para hacerlas realidad y por lo tanto quedaban en eso, sólo sueños. Pero después de lo que sigue a continuación comprenderán que estoy tan obsesionado por esto que ni siquiera puedo confiar en mí mismo.

Salió a raíz de una pelea que yo inicié; yo quería hacer una "fiesta" y mis amigos querían hacer otras cosas de menor importancia aduciendo un persistente malestar físico que les vino por participar en dichas fiestas. A lo que respondí que si yo, que soy el que está continuamente penetrado por seis hombres, casi no tengo dolor alguno, ellos con menos razón. Pero de todos modos se fueron, así que yo decidí no perder la oportunidad de conocer otros pitos. Me fui a un boliche gay de capital donde ya era conocido de diversas personas, los bármanes, el discjockey, seguridad, etc. Apenas entré saqué a relucir todo mi vestuario, que me cubría enteramente de blanco: bombacha y corpiño blanco con el portaligas blanco y las ligas blancas, tacos aguja al tono. Fui directamente a la barra donde encontré las más variadas miradas y sonrisas, y tras saludar a mis conocidos me crucé de piernas sobre un taburete. La cosa parecía un poco calma, sin demasiado movimiento a pesar de estar casi lleno. Eran cerca de las dos y media de la madrugada y todo seguía como entonces, cuando veo entrar a un grupo de organizadores. Los llamé, realmente contento de verlos y ellos al llegar a mi encuentro me dedicaron chiflidos y piropos de la peor clase (¡sos son los que más me gustan!). Entonces empezaron a llegarme propuestas de todo tipo. Estuve a punto de contestar a varias cuando de repente se me ocurrió una idea: "Un sueño", dije para mí "hummm... sí, un sueño. ¿Por qué no?". Acto seguido me llevé aparte a un organizador y le pedí un favor. Luego de un rato de consultar con los demás se fue a la cabina del discjockey y le dijo algo, mientras yo me encaminaba hacia la tarima que hace las veces de escenario, para cumplir un sueño. Dos minutos antes de llegar ahí, el discjockey anunciaba que se venía un show único.

Hubo un silencio mezclado con un poco de confusión, que rápidamente se disipó cuando cuatro negros muy bien dotados se pusieron a ambos lados de mí y yo empecé a tocarles la berga. Del centro de la pista se vino toda la gente corriendo al pie del escenario. En eso, el discjockey anunciaba que para hacerlo más interesante, el evento se iba a ser filmado y reproducido en las pantallas gigantes de la pista. Confieso que el corazón me dio un vuelco al escuchar tal cosa.

Pronto se inició el espectáculo y ya me encontraba de rodillas chapándosela a dos negros a la vez mientras los otros dos me manoseaban y se masturbaban. Unos segundos después me di vuelta y me comí las pijas de los otros dos. Eran cuatro hermosos negros con unas pijas de película y estaban ahí para mí solo. Estaban ahí para comerme a mí. Sus pitos, enormes morcillas cabezonas y duras relucían a las luces, llenas de mi saliva que las bañaba por completo dentro de mi boca. Eran tan grandes que a veces me ahogaba y después de sacármela de la boca me la volvía a comer de tanto que me gustaba. La gente estaba como loca al pie del escenario, gritándonos cualquier cosa. Paré de chupárselas para darle al público lo que esperaba: más acción. Me paré para sacarme la bombacha, cuando un negro vino a apoyarme por delante y otro agarrándome de la cintura me apoyaba por detrás, ambos manoseándome. Entonces empecé a contonearme y ellos me siguieron. Me incliné hacia adelante, comiéndome el pijón del negro y dejándole la cola libre al otro para que me entre por detrás, mientras los otros dos me ocupaban las manos.

Y mi primera penetración no se hizo esperar. Se aferró a mis nalgas por detrás y después pude sentir como su descomunal pija me abría el culo sin problemas. Una pijota larga y gorda que su dueño me clavó hasta el fondo toda entera y que me hacía gozar a lo bestia. Sentía su tronco cogerme de una manera increíble mientras sus pelotas me golpeaban el ano con cada envión. Empecé a gemir sin parar y la gente gritaba cada vez más.

Los otros tres negros vieron que su compañero me estaba cogiendo de tal manera que me impedía a mí estar con ellos también. Tan enorme y bien usado instrumento me estaba enloqueciendo, y yo sabía por sus movimientos que él también disfrutaba de mi culo. Es más, creo que fue eso lo que le hizo olvidarse de sus amigos. Al darse cuenta, me sacó la berga del culo y retrocedió unos pasos, lo que yo aproveché para ponerme en cuatro patas. Me rodearon, tocándose sus pitos y uno de ellos vino a montarme por detrás. Quedé con la boca abierta al sentir como aquella pijota me forzaba lentamente el esfínter para entrar y alojarse en mi culo, ahora lleno por completo.

El negro empezó dármela por atrás con vigorosos movimientos que me hicieron estremecer, mientras sus continuas llegadas a mi fondo me daban un poco de placer adicional, haciéndome gemir fuerte. No lo podía creer. Ya totalmente fuera de mí le pedía a gritos que me cogiera más fuerte y más adentro, (como si fuera poco). Enseguida me hizo sentir a fondo las dimensiones de su enorme falo color caoba. Me la metió tan adentro que casi no veía la diferencia entre mi culo y su pito, y su bombeo fue un continuo tocar mi fondo. Fueron cinco minutos de intenso placer que manifesté gritando cada envión, hasta que lentamente fue sacándomela del culo para dejarle paso a otro negro. Yo estaba con mis piernas un poco temblorosas, pero estaba gozando a lo grande y quería más, ahora quería probar a otro. Al ponerme de pie se me acerca uno que, acostándose boca arriba en el piso me invita a sentarme sobre su gran morcilla, que parecía a punto de explotar. Así lo hice, mientras agarraba su pija para metérmela yo mismo en el culo, y una vez que su cabeza me abrió la cola empecé a bajar las caderas para terminar de metérmela toda, bien adentro. Al hacerlo, sentí que la pija era un poco más gorda que su cabeza, lo que me trajo algunos dolores. Hice caso omiso del dolor y me dediqué a cabalgar sobre esa gran columna negra que me estaba empalando. Nunca me creí capaz de hacer tales movimientos, me salían con sorprendente naturalidad, como si fuera algo de todos los días. Gimiendo, me incliné hacia la cara del negro, que tampoco podía evitar gemir de vez en cuando. La gente gritaba y miraba todo lo que podía. Pasados cinco minutos más, el que todavía no me había penetrado se me acercó y cuando yo me levanté para sacarme de adentro la pija de su amigo, me llevó unos pasos adelante y me acosté para que él también pueda culearme. Si bien eran todas más o menos parecidas, la pija de este daba la impresión de ser la más grande. Me sonreí y pensé en darle al público un "bonus" extra. Me acosté de tal forma en que mi culo quedó directamente a vista de la gente, para que pudieran ver mejor y aún más explícitamente como el negro me entraba por atrás para romperme el orto. El entendió la idea y aportó lo suyo para enloquecer a nuestra audiencia, además de enloquecerme a mí.

Mi enrojecida colita se abría contra voluntad para tragarse entera ese gran trozo de carne negra que no paró de entrar sino hasta mi límite, y después de empujar dos veces (cómo asegurándose de que realmente no quedaba mas nada de mi cola sin tapar) empezó la cogida más espectacular de mi vida... Su turno fue el más largo e intenso de todos. Bombeaba y bombeaba con energía, sin parar y de una manera que me hizo temblar de gusto. Me hacía sentir placer por todo el cuerpo mientras mi culo estaba que reventaba. Unos segundos después, la sacó del todo y me la volvió a meter llegando hasta el fondo de un solo empujón, y la volvió a sacar para volver a meterla de la misma forma, repitiendo esto algunas veces más. Su enorme pijota jugaba a vencer la resistencia de mi colorado esfínter cuando entró en mí para no salir mas hasta pasados unos diez minutos.

Cambiamos de posición: ahora él estaba acostado boca arriba y yo me iba sentando sobre su enorme berga frente él, mientras la agarraba para introducírmela yo mismo bajando las caderas como hice con el anterior.

Ya había entrado del todo y cuando sentí sus huevos en mis nalgas me incliné hacia delante y empecé a moverme, al tiempo que recibía a dos más de ellos con mi boca abierta. La gente no paraba de revolverse ante tan excitante espectáculo.

En esa oportunidad pude experimentar lo que eran dos pitos juntos por la boca. Los chupaba como quería o más bien de a uno como podía, ya que la formidable pijota que tenía en culo me deshacía de gusto y a veces me hacía parar para disfrutar sólo con ella.

En eso estaba cuando al detenernos todos, empiezo a sentir el culo forzadamente dilatado, al punto romperse. Grité de dolor hasta que al fin mi colita cedió y los dos tremendos trozos de carne se alojaron en mi interior, deslizándose uno de ida y el otro de vuelta, pero en un continuo llegarme al fondo. Fueron diez minutos de arrancarme toda clase de gritos de placer y dolor por las indescriptibles sensaciones que partían de mi ano hacia todo el cuerpo. Mientras era cogido de tan brutal manera, los otros dos hacían fila detrás de mí, esperando su momento.

Noté que el negro que tenía atrás repentinamente aceleró su ritmo y comenzó a gemir cada vez más hasta que me dio un fuerte empujón seguido de abundantes gotas de leche que mi colita se tragó hasta la última.

Ahí fue cuando el público se dio cuenta del orgasmo del negro y se agitó en gritos descontrolados, pidiendo ver más. Los miré. Sus caras mostraban unas incontenibles ganas de participar y una sed de sexo interracial como jamás había visto. Se morían al ver a los cuatro hombres negros sodomizar sin compasión a mi colita blanca. Y querían más.

Cuando salió, el que yo tenía debajo me bombeó un poquito despacio preparándome el culo para la segunda entrada, que no tardó en llegar. Paró, y enseguida me vi otra vez doblemente penetrado por uno de los negros de la fila. Me cogían y me cogían sin pausa mientras yo gritaba como una marrana cuando el negro que tenía detrás también gritó que iba a acabar y en cuestión de segundos me había mojado orto con un buen chorro espeso de leche que caía por mi muy abierto agujero posterior. Mis sensaciones fueron en aumento por esto, mientras el negro acostado repetía el bombeo suave de antes. Nuevamente se detuvo y otra enorme tranca hizo su lenta pero imparable entrada en mi generosa cola, que ahora albergaba muy tirantemente a las pijas más grandes del boliche. Casi unos minutos después de su penetración se me aceleró el pulso y mis sensaciones recorrían todo mi cuerpo, llegando a su punto máximo en mi culo, donde me provocaron el mayor orgasmo anal que puedan imaginar. Durante varios minutos no pude parar de gritar y temblar cada vez que sus pijas entraban o salían y casi me desmayo. Yo ya estaba al límite de mi cuerpo y siguieron cogiéndome así hasta que ambos hombres entraron un éxtasis que después los hizo acabarme ruidosamente en el culo. Largos y calientes chorros de una espesa crema blanca llenaron mi ardiente agujero, que superado en capacidad rebalsaba a borbotones la abundante leche de mis amantes de aquella noche.

El público explotó de euforia y las aclamaciones eran ensordecedoras.

Se nos unieron los otros dos muchachos y mis dos machos y yo nos paramos.

Yo estaba que no me mantenía en pie del temblor en las rodillas y del ardor y la dilatación de mi culo, provocado por tan colosal cogida.

Con dos de ellos a cada lado, sonreímos y nos abrazamos todos e hicimos una teatral reverencia al público, que se mostraba increíblemente fuera de sí.

Después caminé como pude unos pasos hacia atrás, recogí mi olvidada bombachita y ayudado por uno de los chicos me la puse. Ellos también se pusieron su slip y cuando estuvimos listos bajamos del escenario, para dirigirnos a una habitación privada de los dueños del lugar. La gente había empezado a dispersarse o a irse, pero los que quedaban (que eran varios) todavía estaban demasiado excitados y en algunos casos, fuera de control. A medida que los chicos y yo caminábamos entre ellos en dirección a la habitación, hubo varios que me tocaron o trataron de agarrarme y se hubieran desbordado de no ser por la gente de seguridad. Además pude comprobar que mis oscuros compañeros adoptaban una extraña actitud protectora hacia mí. Una vez en la habitación, uno de los dueños se fue a hablar con los muchachos y el otro se me acercó a mí. Me contó que este inesperado show no estaba permitido por ley y que después de una pequeña discusión con su socio terminó aceptando la idea, no muy convencido. Pero tras ver lo exhibido y entender que representaba un aumento sustancial de sus ganancias y de su publicidad, lo dejó seguir muy conforme. Tras darle las gracias y un beso en la mejilla, me pidió de dar una vueltita para verme mejor. Con la infantil excusa de "comprobar la mercadería", su robusta y fuerte mano me apretó las nalgas muy satisfecho. Luego de sacarla de allí, me ofreció una suma de dinero como recompensa, que yo le cambié por tragos gratis en la barra y la oportunidad de repetir lo de esta noche, cuando me recuperara.

El asintió conforme con una gran sonrisa y rodeándome la cintura me invitó a la barra.