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Ménage à trois

en Zoofilia

M E N A G E A T R O I S

Ahora que ya veníamos haciendo vida de pareja desde hacía un tiempo, Rex se sentía mejor que nunca y cada vez con más energía. Que me viniera a buscar para tener sexo nos era tan común como que me pidiera una galletita o de salir a la calle, sólo que como producto de nuestro primer encuentro le había tomado el gusto a tener relaciones conmigo y estaba todo el día rondándome hasta que cediera. Además yo no podía resistirme a sus encantos y sucumbía una y otra vez a sus maneras tan directas de acercárseme.

Aprovechaba su energía y su disposición para enseñarle cosas nuevas a la hora de intimar, lo que hizo que nuestros encuentros fueran cada vez mejores.

Con el correr de los días tuve la llamada de una prima que estaba por salir de vacaciones y sabiendo lo amorosa que soy con los animales me pidió si se lo cuidaba hasta su regreso. Enseguida me agité y el corazón me palpitaba rápido de los nervios, pero con mucho gusto le dije que si, que me lo trajera.

El animalito en cuestión se llamaba Romo y era nada menos que un bóxer de gran tamaño que me quería mucho y jugábamos todo el tiempo cada vez que nos veíamos... y estos quince días no serían la excepción.

Al día siguiente me lo trajo y esa misma tarde no pude con mi genio ni con las ganas de Rex: mi macho quería servirme y yo como su hembrita sumisa estaba para obedecer sin más, solo que ahora teníamos audiencia... Mi perro había decidido compartirme y para no dejar esperando a mi amo y a mi nuevo amante enseguida fui a mi cuarto a quitarme la ropa.

Me saque hasta la bombacha y el corpiño mientras ellos observaban atentamente como mis prendas iban cayendo al suelo una por una hasta quedar completamente desnuda

Todos estos preparativos me habían hecho mojar de la desesperación, así que ahí mismo volví a untarme los pezones con mi propio flujo como hiciera anteriormente, y sentada al borde de la cama los hice subir a uno a cada lado. Al terminar de acomodarse a mi lado levanté mis pechos con ambas manos y les ofrecí uno a cada uno, que empezaron a lamer y mordisquear inmediatamente, haciéndome calentar terriblemente mientras yo los masturbaba suavemente.

Mis jugos fluían cada vez más abundantes mientras sentía sus miembros crecer y endurecerse en mis manos, mojados también y casi listos para mí, y aunque ya me dolían un poco los pechos los hacía seguir mordiendo y lamiendo, porque el placer que me daban entre los dos no tenía precio. Sus ansias crecieron aún más y el deseo de tenerme los hizo morder más fuerte, y disfruté tanto de esa mezcla de dolor y placer que por un momento deseé que me clavaran los colmillos y me arrancaran los pezones de una mordida salvaje. Pero se comportaron como caballeros y simplemente se limitaron a seguir mamando de mí, hasta que lentamente empezaron a olfatearme la pelvis, en busca de la vulva.

Me quedé así sentada como estaba viendo como sus narices pujaban por desplazarse la una a la otra y así ganarse el trofeo que les aguardaba más abajo, hasta que no me contuve más y reclinándome hasta el medio de la cama me abrí obscenamente de piernas para recibir a mis dos machos. El primero en acercárseme fue Romo, que siguiendo los antiguos pasos de Rex hundió directamente su hocico en mi vagina y con su lengua conoció la puerta de entrada a mi intimidad de mujer satisfaciéndome hábilmente, mientras yo llamé a Rex a mi lado y mostrándome lo bien que había aprendido, se ubico sin lastimarme sobre mi cara, dejando su enorme falo sobre mis labios. Acaricié mis labios con la cabeza enrojecida de su pito y le pasé la lengua cuan largo era para degustar esa delicia, antes de tragarlo y chupárselo como tanto le gusta.

Le daba unas mamadas largas y suaves, saboreando cada centímetro de su miembro al tiempo que lo escuchaba relamerse del gusto y me dejaba llevar por el espléndido trabajo que Romo estaba haciendo en mi solicitada entrepierna.

Cuando pensé que ya era el momento de cambiar posiciones me incorporé y tras echar a Romo de costado me puse en cuatro patas, inclinada hacia delante para probar el tentador pito que me ofrecía y quedando a propósito en la posición perfecta para que Rex me montara y empezara el servicio. Además, él por ser mi macho y mi amo tenía el pleno derecho de ser el primero en entrar en mí, y sin hacerse esperar ni un segundo lo hizo valer.

Tenía la vagina jugosísima y totalmente abierta como una flor para recibirlo, sumisa y entregada como es mi deber de hembra para que él aplacara su instinto salvaje. Se acomodó detrás de mí, me montó rápidamente manteniéndome agarrada por la pelvis, y de un certero empujón sentí como su lanza viril atravesaba mi feminidad y me abría las entrañas de una manera por demás placentera. Rex me dominaba y bombeaba bestialmente llenando mi sexo de placer por completo con su duro falo canino, haciéndome su perra una vez más mientras yo seguía chupando el pito de Romo, que disfrutaba como nunca de la suavidad de mis labios y lengua.

Nos mantuvimos dándonos placer mutuamente casi diez minutos hasta que yo dejé de chupar para que Romo no me acabara en la boca, ya que quería sentir ese placer directamente en mi concurrida vagina, mientras mi amo me faenaba sin descanso y de manera ejemplar, como dándole una breve y práctica lección a Romo de cómo hacerme disfrutar al inseminarme.

Romo se había levantado lleno de ganas de ocupar el lugar de mi amo y mientras Rex me poseía tan brutalmente ya formándosele el nudo con el que nos uniríamos prontamente, él daba vueltas a nuestro alrededor, con la consabida intención de tomarme como suya también. Reventando de placer gritaba como una marrana por las placenteras estocadas que Rex me propinaba, poniendo aún más excitados a los dos perros que ya estaban fuera de sí, hasta que al cabo de unos minutos más estalló dentro de mí vertiendo toda su esencia canina y ardiente en repetidos chorros.

Sus continuas eyaculaciones y embates pronto me hicieron acabar ruidosamente y colmaron mi vagina de un placer inimaginable al tiempo que la sentía terriblemente llena y estirada por el gran miembro de mi amo, que mientras me fecundaba me había abotonado de una forma espectacular.

Romo ya no podía esperar más y trataba de subirse encima de mí por donde podía, a pesar de que Rex todavía me tenía bien sujeta por la concha y aún le quedaba algo de esperma por inyectarme.

Unos segundos después Rex hizo un esfuerzo por zafarse de nuestra cálida unión y tras liberarme mi vagina empezó a gotear su esperma, señal de que ya estaba llenita y tenía más de lo que podía retener, justo cuando Romo me encontró disponible y en posición.

Estaba cansada y muerta de placer como siempre que Rex y yo terminamos de tener relaciones, pero eso no le importó demasiado a Romo porque sin la menor demora me tomó por detrás y luego de montarme fácilmente me enterró poco a poco todo su pito.

Bombeaba desesperadamente jadeando y gimiendo de gusto mientras yo hacía lo mismo, haciéndome gozar con todo su miembro que hacía entrar y salir rápidamente de mi sexo, y que al estar lleno de mis jugos femeninos y del semen de Rex chapoteaba y sonaba de forma viscosa y pegajosa cada vez que entraba en mi.

Eso, sumado al segundo servicio del que ahora era objeto y a la realidad de que les había entregado sumisamente mi cuerpo a dos perros que me sometían sin piedad me hizo arder como una hoguera, y aún más sintiendo como uno de ellos me destrozaba con su miembro y obtenía placer donde previamente lo había hecho el otro.

No pude aguantar más la tentación y llamé a Rex a mi lado, y tras dar unas palmaditas en mi hombro como le había enseñado vino a mí y se me subió encima por delante, apuntándome con su falo directamente a la cara.

El avanzaba meneándose y yo lo esperaba con la boca abierta y llena de excitación, hasta que al fin mi lengua y su pito se encontraron y al primer contacto me lo hizo engullir casi hasta el nudo. Sentía el corazón a punto de explotar de la lujuria y los nervios así atravesada por ambos lados como estaba, y parece que ellos percibieron mi estado porque inmediatamente se pusieron frenéticos e invadían mi cuerpo de una manera bestial, casi como si estuvieran decididos a abrir la carne con tal de dejar su semilla en mi. Y cuanto más era objeto de este trato extremadamente animal de su parte, más me daba cuenta de lo convertida en su perra que estaba y sus miembros caninos me daban mucho más placer. Rex mezclaba gruñidos de gusto con algunos gemidos, disfrutando de otro orgasmo que el continuo meneo y los roces con mis labios le provocaron, y yo gozaba excitadísima al sentir como su falo empezaba a escupir esperma repetidas veces en mi boca. Acababa sin parar y de forma abundante y yo tragaba cuanto podía, pero al no dar abasto con todo su mismo pito lo hacía rebalsar por las comisuras de mis labios. Entonces, ya desquiciada del placer por la nueva experiencia no resistí la tentación y aprovechando sus movimientos hacia delante me metí todo su enorme nudo en la boca, dejando su pito alojado forzosamente en mi garganta y eyaculando directamente en el estómago. Rex estaba muerto de placer por esto y yo no podía creer todo el semen que estaba tragando y que ahora me llenaba la panza, mientras Romo hacía lo mismo en mi vagina donde sus primeras gotas de esperma fueron saliendo poco a poco hasta que explotó dentro de mi en un gran torrente de semen, que tenía acumulado y que empezaba a fluir libremente dentro de mis entrañas llevando su semilla hasta mi vientre previamente fecundado.

Sonreía como podía con el miembro de Rex en la boca, sintiéndome preñada y tan repleta de la esencia de los dos que hasta podía imaginar como me crecería el vientre... una locura total. Pero lo que no era en absoluto una locura era el hecho de haber terminado mi transformación en perra, y mi sometimiento voluntario a mi amo y a mi nuevo semental. Ya estaba lista para prostituirme...

La tirantez que me provocaba el nudo que me unía a Romo me hizo volver a la realidad, al tiempo que Rex se baja de mis hombros con su miembro caído y su apetito de sexo satisfecho, de momento. Mi segundo macho y yo estábamos muy unidos cola con cola y me hacía gozar de tan dulce momento entre punzadas de dolor y placenteras presiones dentro de la vagina, junto con la suculenta pileta de esperma que se había formado allí dentro. No podía creer lo feliz que me sentía de haber sido dominada y servida por dos enormes perros al mismo tiempo.

Al final, la insistencia de Romo por liberarnos dio su resultado y el enorme nudo dentro de mí aflojo y todo el miembro salió de un tirón. De estar en cuatro patas me incorporé hasta quedar sentada con las piernas abiertas y sin poder aguantar más me relajé, dejando caer al suelo debajo de mí todo el semen que tenía acumulado.

Y a pesar de todo, nada me impidió volver a mi posición de perra para inclinarme sobre el suelo y lamer todo el semen caído, lentamente y disfrutando con los ojos cerrados cada gota que tragaba. Largas lamidas me envolvían la lengua de ese delicioso y espeso fluido blanco que el rosado interior de mi feminidad mantuvo al calor mientras mis machos me servían, y que luego de haber cumplido su objetivo de preñarme me había sido dado por ellos para que disfrutara ingiriéndolo.

Mi querido Rex hasta pudo darse el gusto de dármelo a beber directamente de su miembro erecto y pulsante.

Ahora todos estábamos bastante cansados, pero seguramente en un rato volveríamos a estar listos para repetir todo esto, y su perrita obediente se dejaría montar de nuevo cuantas veces quisieran. Esa era mi función. Solo que ahora veía el hecho de entregarme a un perro de otra manera, y la idea de unirme a varios de ellos me gustaba cada vez más. Mientras pensaba en eso me recosté a dormir entre Rex y Romo, ya que en los días venideros me encontraría muy solicitada, y ya no sólo por ellos...