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La sorpresa de Reny

en Zoofilia

L A S O R P R E S A D E R E N Y

Ya habían pasado unas algunas semanas de aquella tarde en la estancia de Reny, y aunque nos veíamos regularmente todavía no habíamos repetido esa inolvidable experiencia. No es que me hubiera faltado atención desde ese momento, todo lo contrario: mi hermoso Rex me reclamaba sin cesar y al no poder negarme me obligaba a acceder a todos sus pedidos. Hasta le dejé cogerme por el culo (con un poco de miedo ya que Rex está muy bien dotado y mi amiga no estaba ahí para ayudarme) y la verdad es que resultó muy agradable.

Al final en estos días de abril Reny llamó a casa para que fuéramos juntas de nuevo a su estancia; luego de charlar unos momentos nos pusimos de acuerdo y a la mañana siguiente ya estaba preparada para volver a la mansión del placer. Charlamos animadamente durante todo el viaje, donde no faltaron besos y pellizcos, y cuando estábamos por llegar me dijo que mañana me daría una sorpresa.

Me previno que pretendía que anduviéramos en ropa interior desde que llegáramos, cosa que no me sorprendió porque yo quería lo mismo y con mucho agrado lo habíamos adoptado como costumbre, y mientras estacionaba el auto le pregunté por una construcción cerca del canil que no recordaba haber visto antes.

Dijo que lo sabría a su debido momento y que no tratara de ir sola, que no era nada malo pero que quería que fuéramos juntas, y con una sonrisa cómplice finalizó que si me apetecía tenía el canil a mi disposición.

Le correspondí la sonrisa sin decir palabra y al entrar en la casa saludamos a la mucama (que ya nos conocíamos muy bien y se llama Clara); la que me condujo a nuestra habitación donde cumplí con el pedido de Reny de quedarme en ropa interior. Ya me tenía lista la lencería que ella había usado en esa espectacular tarde juntas, y ella se había reservado para si la que era mía. La vista de esas prendas y lo que había pasado ese día teniéndolas puestas me hizo arder de lujuria hasta consumirme, por lo que no tarde más de la cuenta en cambiarme. Ahora era yo la que vestía el body blanco con encaje y portaligas, las ligas blancas también de encaje y las sandalias blancas de taco aguja, nuevamente sin bombacha.

Al dejar la habitación con mis cadenitas en la mano, Reny me esperaba recostada muy sexy contra el marco de la siguiente puerta, vestida con mi corsé de raso negro con portaligas, las ligas negras de encaje brillantes enganchadas al liguero y las sandalias negras de taco aguja. Me imaginaba que verla con mi ropa puesta me pondría a mil, tal como yo a ella.

Caminando por la casa nos cruzamos a Clara, y así de caliente como estaba le pedí sin más que me pusiera la cadenita. La mujer se sorprendió por mi pedido mientras buscaba una respuesta con la mirada en la señora de la casa, que no paraba de sonreír. Le dijo que ella y yo éramos pareja, que era su novia y muy puta, por lo que el trato sería igual que con ella, digamos otra patrona. Ahora evidenciando tranquilidad con una sonrisa extraña tomó la cadenita de mi mano mientras mi amiga metía una de las suyas debajo de mi body para descubrir mis pechos y succionar el pezón. Lo mojaba con saliva para ponerlo erecto y luego empezó a mamar, y al verla hacer eso leí sus pensamientos como un libro abierto. Reny y yo nos dimos cuenta y al mirarnos nos reímos como dos adolescentes.

Le pregunté sin rodeos si le gustaría hacer lo mismo. Me miró sin decirme nada pero yo sabía que se moría por que le permitiera hacerlo, y tras unos segundos tomé mi pecho con una mano y se lo ofrecí mientras con la otra mano le acariciaba la cabeza acercándole la boca al pezón. La tentación de esa teta enorme y ese pezón rosado y carnoso tan cerca de la boca la vencieron fácilmente y enseguida lo engulló, chupando con fruición y casi como desesperada mientras yo escuchaba las medias risas Reny con mi otro pezón en la boca.

Aahhhh... dos mujeres mamando en ambos pechos... un placer indescriptible.

Pasados unos minutos y muy a mi pesar les dije con sorna que no se entusiasmaran, que la idea era dejar los pezones parados para ponerme la cadena, no amamantarlas, y a regañadientes dejaron mis tetas para que la mucama hiciera lo que le pedí, sólo que de una forma distinta a la vez anterior: utilizando la otra argollita, la que clava la púa en la carne y cierra a presión. Me perforó los pezones atravesándolos sin vacilar, abrochando primero uno y luego el otro, con mis consabidas exclamaciones de gusto ante cada click.

Estaban tan bien sujetos dentro de mis carnosidades que se podía tirar suavemente de ellos sin ningún problema, y de hecho así lo probamos.

Almorzamos y por la tarde paseamos por el extenso parque de su estancia, donde sus adorables perros me reconocieron enseguida a pesar del tiempo transcurrido y con seguridad se harían las delicias conmigo si los dejara. Terminamos de pasar el día al aire libre, cenamos juntas y luego nos fuimos a la cama juntas también, donde la sirvienta fue testigo de cómo una de sus patronas se ponía una bombacha de cuero con el enorme consolador y luego se le tiraba encima a la otra para violarla.

Pasada la noche de entrega y placer con mi amiga (si acaso se la puede llamar así) desayunamos rápido y enseguida me llevó afuera, donde aguardaba mi sorpresa. Resultó que en verdad fue toda una sorpresa: la construcción era una caballeriza con capacidad para seis animales, de los que estaban ocupados cuatro: hermosos caballos de color marrón, blanco y negro. Saltaba a la vista que estaban perfectamente cuidados y alimentados; eran todos machos de gran porte y aparentemente dóciles.

Mi mirada fue inmediatamente al lugar donde Reny ya sabía que iba a mirar: tenía un pito que a pesar de no estar excitado era enorme, por partes oscuro pero rosado de la mitad hacia la punta y la cabeza parecía descomunal. Eso sin pensar en cómo quedaría con los mimos adecuados, y ni hablar de los tremendos huevos que pendían de la base de ese tronco. Naturalmente, los otros tres eran de iguales características. La sensación de mi ropa más la cadenita en mis pechos y la vista del sexo de esos caballos me transformaron en una hoguera en cuestión de segundos y admito sin pudor que se me caía la baba por darle una buena chupada.

Reny advirtió esto y a modo de broma me dijo que esperaba que no por esto dejara a un lado a Rex o sus "cachorritos". Completamente segura le dije que por nada del mundo pero que ahora quería probar de esa carne que su caballos tenían para ofrecerme. Me explicó que su padre los había adquirido al nacer y ella los había criado desde que se los trajeron. En efecto eran completamente mansos, que ella tuvo sexo muchas veces con todos y sin más vueltas me dejó en libertad de darme los gustos que quisiera.

Ni lerda ni perezosa lo agarré no pudiendo creer el peso de semejante verga; la acaricié cuán larga era hasta que no me aguanté más y me arrodillé debajo del animal a chuparle el pito. Era tan grande que no sabía por dónde empezar, así que me dediqué a comerla por la cabeza. Apenas si era algo más chica que toda mi boca abierta, me la tragué hasta donde me dio la garganta y luego la chupé lentamente y con toda la dedicación del mundo.

Entre más chupaba más me calentaba y mientras le sostenía el pito con una mano me metía los dedos en la concha con la otra, haciendo las delicias de mi amiga y por supuesto de su caballo, que ya empezaba a dar muestras de que le gustaban mis atenciones. Ya llevaba un rato chupando y Reny me explicó que los caballos tardan en acabar, pero que son muy abundantes y se reponen relativamente pronto para un nuevo coito. De todas formas, dijo, no había motivo para esperar ya que teníamos dos caballos para cada una. Sin dejar de escucharla seguía chupando el falo del animal, que ya estaba duro como un tronco y parecía a punto de explotar, cuando Reny agarró el pito desde más atrás y empezó excitarlo, acelerando la llegada al clímax del caballo. Finalmente y entre las dos logramos que el animal me acabara copiosamente en la boca, que se me llenó enseguida a pesar de que me tragaba su leche a más no poder y que pronto me rebalso cayéndome por el mentón hasta las tetas. Había tragado un montón de semen y cuando me saqué su manguera de la boca todavía me largó un chorro en la cara.

Mi amiga estaba loca de contenta y yo de calentura. Habiéndome tragado toda su leche y recibido un chorro en la cara me pasé por las tetas la inflamada cabeza de la verga, aún brotando semen para quedar completamente bañada en su leche. Lo único que atiné a hacer fue seguir chupando, pero al minuto me paré y le deje mi lugar a Reny.

El semen de ese animal era espeso y pegajoso pero muy abundante y con un sabor diferente, y pedí a mi amiga que en cuanto estuviera listo para acabar así de nuevo lo juntáramos en una jarra para poder bebérmelo tranquila. Quizás no fuera lo mismo que tragarlo directamente de los testículos del animal, pero sería fantástico poder paladearlo tranquila. Se rió a carcajadas de mi propuesta, pero accedió sin peros, no sin dejar de reírse y repetir lo puta que era.

Ahora era su turno y fue donde el caballo de al lado a empezar a chuparlo tal como hiciera yo. Me moría de ganas por hacerme coger por él, pero preferí esperarla y para no perder el tiempo me arrodillé de nuevo frente a mi semental para obsequiarle una segunda mamada.

Antes de que llegara a hacerlo Reny me agarró del brazo y dándome vuelta repentinamente empezó a pasarme la lengua por la cara y por las tetas; lamerme por cuanto lugar había esperma del caballo mientras me hurgaba en la concha con los dedos, al tiempo que yo le correspondía dejándome lamer y acariciándole el cuerpo.

Al terminar cada una hizo lo que estaba por hacer, hasta que minutos después la escuché gritar ahogadamente al tiempo que el caballo no dejaba de relinchar.

Me di vuelta y la vi tragarse la leche del animal sin perder una sola gota, hasta que la abundancia del caballo pudo más que su boca y se derramo a borbotones por su cuerpo. Tragó cuanto pudo aún con el resto cayendo en su barbilla y tetas, y al terminar se paró y acercándose a mi me indicó por señas que fuera a su encuentro.

Al estar bien cerca tomó mi cabeza por detrás con una mano y en cuanto nos besamos volcó en mi boca abierta todo el esperma que la suya había retenido. Terminé de tragar todo ese bocado extra de leche equina en medio del mejor beso lésbico que nos hayamos dado jamás, mientras nos relamíamos y nos esparcíamos el semen por las tetas la una a la otra.

Así estuvimos un rato mientras los caballos se reponían, hasta que al final agarró las riendas del tercero y me llevó de la mano hasta una pila de fardos de heno del justo frente al animal, donde me mostraría la mejor parte. Sabía lo que vendría a continuación y le dije que no estaba segura, que tenía un poco de miedo. Ella me pidió que confiara, que todo iba a salir bien y que lo disfrutaría a pleno. Pensé que así había sido con los perros, por lo que si esta vez era igual no habría problemas.

Me hizo acostar boca arriba y con las piernas bien abiertas sobre los fardos de heno apilados y llevando al caballo de la rienda lo hizo caminar hasta que levantó sus patas delanteras y avanzó unos pasos para quedar justo encima de mí. No podía creer lo que estaba haciendo, pero lo cierto es que el falo del animal quedó frente a mi pelvis y yo estaba muerta de nervios. Reny lo empezó a manosear y noté como se iba excitando; era realmente enorme y de sólo imaginarme todo eso dentro de mí me dieron escalofríos, aunque sin embargo no parecía del todo erecto. Me pidió que me relajara y empezó a fregarme el pito del caballo en la concha, hasta que al fin dio con mi jugosa cueva de placer y poco a poco lo hizo entrar en calor; primero la gorda cabeza, luego un poco más, y otro poco más, centímetro a centímetro hasta que mi conchita quedó totalmente ocupada por la enorme verga del caballo. Era en verdad muy grande, y gruesa también, con lo que seguramente todavía le quedaba al caballo más de medio pito fuera de mí. La tenía durísima y no pude por menos que mostrar una amplia sonrisa seguida de una placentera exclamación cuando mi amiga hizo que la cabeza del pito me tocara fondo. Me dejó disfrutar unos minutos de semejante tranca y luego me la sacó. No entendí para que fue eso; supuestamente debería haberla dejado dentro y que el animal hiciera el resto, pero no.

Fue entonces cuando vi de qué se trataba. De estar flácido y curvo repentinamente se puso durísimo y muy erecto, dando enviones al aire a pocos centímetros de mi panza buscando mi vagina, hasta que cuando su cabezota golpeó apenas arriba de mi tibia y jugosa cueva instintivamente levanté las caderas lo necesario como para encontrarnos. En ese momento su gran cabeza golpeó la puerta de entrada a mi vagina y con su próxima embestida me penetró violentísimamente, uniéndonos al fin en el servicio.

Inmediatamente este empezó a darme unos enviones fortísimos, como queriendo meterme todo eso que todavía le quedaba fuera de mi y al ver que no cedía empujaba con más y más fuerza. Al principio era pausado pero brutal, y sus tremendos embates se hacían sentir en todo mi cuerpo, pero luego de un momento la cosa cambió. Dejarme coger por perros era una cosa, pero esto... un caballo... era totalmente distinto. Era la primera vez que me pasaba y no podía dejar de relamerme del placer que me daba, a pesar de que aunque bombeaba de a una vez y espaciadamente, sus arremetidas eran violentísimas y muy a fondo. Tenía la concha tan dilatada como tirante al límite de lo gruesa que era y toda llena de lujuria animal, y hasta disfrutaba del dolor que me daba recibirlo dentro de mi una y otra vez, tanto que deseaba fervientemente que usara toda su fuerza para meterme el resto del pito y me partiera en dos. Empecé a mover la pelvis para acompañar sus penetraciones, disfrutando de ese pito descomunal que hacía estragos en mi, hasta que el animal pareció adaptarse aún mejor a al momento y su bombeo pasó a ser más seguido y regular, pero crecientemente impetuoso. Relinchaba y se encorvaba sobre mi con cada arremetida y yo debajo de él desfallecía de placer al haberle entregado mi cuerpo incondicionalmente.

Esta vez las cosas se dieron a la inversa y era el animal el que montaba al ser humano: ahora caballo y mujer éramos sólo uno; un enorme y vigoroso semental en plena faena dominándome a mi, su yegua fértil y sumisa, lista para reproducirnos. Me tenía completamente poseída y subyugada y sabía que no faltaba mucho para que la naturaleza lo obligara a consumar su acto. Durante varios minutos su miembro me colmó de placer ante la vista complacida de mis dos espectadoras de costumbre, hasta que finalmente el caballo comenzó a darme fuertes y profundas estocadas que lo llevaron a darme una última y definitiva, dejándomela clavada dentro al tiempo que eyaculaba profusamente. Podía sentir como me inyectaba cada chorro de ardiente y abundante esperma y como se acumulaba lentamente en mi cueva de placer, haciéndome relamer del gusto y la lujuria. Con cada eyaculación me daba un pequeño empujón, como queriendo estar seguro de que realmente había plantado su semilla en mi, y fue esta inseminación la que me hizo gritar un orgasmo colosal como broche de oro de una de las mejores cogidas de mi vida. Aparentemente mis gritos y mi placer lo enardecieron un poco más porque a pesar de haber llegado antes al clímax yo gocé de ese fortísimo orgasmo mientras él todavía me llenaba el vientre de leche, así que podría decir que prácticamente acabamos juntos. Cuando finalmente sus testículos vaciaron toda su deliciosa carga en mi interior mi amante equino retrocedió unos pasos con su maravilloso órgano visiblemente caído, pero no sin derramar una buena cantidad de leche que aún pendía de la cabeza. Yo por mi parte todavía seguía tendida sobre los fardos, exhausta y con las piernas impúdicamente separadas y la concha por demás abierta. La podía sentir repleta de semen hasta la saciedad, desbordando en pequeños hilitos que confluían en mi ano. Mientras la mucama se hacía cargo del cansado caballo Reny se me acercó por delante con la cara iluminada como un sol y una sonrisa de oreja a oreja que dejaba ver sus intenciones más claramente que con palabras. Mi vagina estaba dolorida, inundada de leche y todavía sensible por la faena recibida, pero aún así no la oculté de mi amiga y le correspondí con una leve pero complaciente sonrisa.

Sin dudarlo se me acercó y arrodillándose frente a mi entrepierna metió la lengua en mi sexo y lo lamió como sólo ella puede hacer. Inmediatamente largué un par de gemidos y no pude evitar gritar como una marrana frente a la oleada de placer que nuevamente me recorría de pies a cabeza. Mientras lo gozaba me pareció que Reny hacía una seña a la sirvienta, que se acercó con prisa. La lengua de mi amiga me estaba haciendo tocar el cielo con las manos cuando unos minutos después Clara se sumó a ella entre mis piernas.

Le ordenó que se arrodillara a su lado animándola ella misma a que lo hicieran juntas y aprovechando la gran dilatación dejada por el caballo, hundieron sus dedos en mi concha sacándolos llenos del precioso fluido del animal, calentito por mi cuerpo. Reny se lo llevó a la boca y no sólo me lo mostró sino que lo degustó y se lo tragó, y venía por más. Y nuevamente los dedos de ambas hicieron su trabajo volviendo a entrar en mi sexo como tentáculos voraces y a salir repletos de esperma, esta vez para Clara. La ansiedad y la calentura hicieron que yo misma les abriera aún más mi cueva para facilitarles la tarea. Cuando se cansaron de violarme con sus dedos todo ese tiempo directamente hundieron la cara en mi vagina las dos y la comieron y la lamieron por doquier mordiendo mis labios y lamiendo el semen de su interior como quien toma un helado. Así estuvieron un buen rato hasta la saciedad mientras mi excitación crecía más y más.

Había quedado por demás satisfecha luego de haber tenido sexo con esos caballos y ahora que disfrutaba de las atenciones de mi amiga y su mucama empecé a relajarme un poco y recuperarme del tremendo servicio al que me había entregado que, aunque muy placentero, fue demoledor.

Luego se fueron dejándome tendida sobre los fardos y abierta de piernas así de conchuda como soy, toda impregnada y todavía expulsando semen. Y la verdad es que quería quedarme así para otro servicio, para que vengan todas esas moles equinas a partirme en dos otra vez con sus tremendos pitos y así aplacar en mi su instinto animal y su deseo de reproducción. Mientras recordaba todo lo sucedido en medio de sonrisas escuché ruidos cerca y al levantar como pude la cabeza vi a mi amiga arrodillada debajo de otro caballo, calentando al animal a fin de ser atendida e inseminada ella también.

Ya tenía los fardos listos y todo. Con una sonora carcajada volví a reclinar la cabeza pero dejé de reírme inmediatamente cuando escuché pasos delante de mí y vi acercarse a la mucama con otro caballo. Instintivamente mire a al animal a los ojos y este me sostuvo la mirada de tal forma en que comprendí todo. Nuevamente y de forma muy obediente, ahora convertida en toda una yegua conchuda, volví a abrirme de piernas...