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De vacaciones

en Sexo Anal

D E V A C A C I O N E S

Me levanté a media mañana ese día con la intención de ocuparme un poco de la limpieza del departamento que alquilé en la playa, que al salir de vacaciones sola, nadie hacía más que yo. Mientras ordenaba un poco el dormitorio recordé que el baño en general venía funcionando bastante mal; la pileta tenía una pérdida y el inodoro andaba con problemas para cargar agua después de haber sido usado.

Aún sabiendo de antemano lo torpe que soy para el mantenimiento de una casa me fui a fijar si podía hacer algo por arreglarlo, pero como ya sabía, fue inútil. Pensé que lo más práctico sería llamar al tal Sr. Mario (el portero del edificio) para que me diera una solución o para que llamara alguien que lo pueda arreglar, así que después de asegurarme de dejar todo más o menos presentable, fui a ducharme y a cambiarme de ropa, porque la que tenía puesta era para la limpieza y ya estaba medio sucia. Me puse un shortcito de jean apretado y una remerita bordó, de manga larga y ajustadita que debajo del cuello tenía un enorme escote circular hasta pasando la mitad del pecho. Naturalmente, una prenda para usar sin corpiño. Debajo del shortcito tenía una bombachita blanca de encaje y para terminar mis sandalias negras bajitas. Al bajar hasta la puerta lo encontré limpiando la entrada y fu a contarle de la pérdida en el baño y demás.

Me dijo que no me hiciera problemas, que a eso de las dos de la tarde iba a venir para acá con un tal Ramón, que era de su confianza y que era también muy bueno en plomería y otras cosas.

Volví a mi departamento y después de almorzar me recosté un rato a esperar a que llegaran. Un poco después de las dos escuché el timbre.

Apareció primero Mario, atractivo y juvenil a pesar de rondar los cuarenta y tantos, seguido de otro hombre no tan atractivo, pero de rasgos interesantes que al verme me sonrió educadamente.

Obviamente debía ser Ramón. Tenía el pelo color canela, era de cierta estatura y ojos negros, y parecía de la misma edad que Mario. Los hice pasar, y yendo yo delante los llevé hasta el baño para mostrarles dónde estaba la pérdida y el problema del inodoro.

Estaba por irme a la cocina para que trabajaran tranquilos, pero Mario me dijo que mi presencia ahí no molestaba, que me podía quedar.

Y aprovechando eso, me dediqué a mirarlos con detenimiento. Mario era un poco más alto que yo, y con un físico que no mostraba su verdadera edad. Apenas bronceado y de ojos marrones, tenía un atractivo que noté desde el comienzo.

Con un poco de disimulo empecé a mirar a Ramón. No era muy lindo, pero se notaba que su oficio le había trabajado el cuerpo y parecía muy enérgico. De ojos claros y estatura corriente, ni él ni Mario parecían nada mal para una buena tarde.

Hacía lo posible por disimular algunas miradas, pero no podía resistir mirarles el bulto que llevaban debajo del pantalón cuando Ramón se sentó en la bañera, o cuando Mario se llevaba las manos a la cintura.

No sé si fue idea mía, pero me pareció que de a ratos esperaban a que yo me distraiga para mirarme descaradamente las tetas, que asomaban juntas y rechonchas cuan grandotas son por detrás del amplio y redondo escote de mi remera, o fijar la vista en mi culo cada vez que me daba vuelta.

Al final no pude más de la calentura y me fui a mi cuarto. Tras cerrar la puerta y sacarme el short y la bombacha me acosté, empecé a tocarme la vulvita y tras meterme los dedos la fregué con mi consolador, metiéndomelo todo mientras pensaba en esas tremendas pijas y lo que podía hacer con ellas. Así pasé unos minutos muy agradables, hasta que al abrir los ojos encuentro a Mario y a Ramón parados delante de la cama.

Los miraba desvestirse hasta quedarse con el slip mientras yo iba a su encuentro toda excitada. Ya en medio de los dos empecé a apretarles la enorme pija y los gordos huevos por debajo del slip mientras Ramón me sacaba la única prenda que me queda puesta y se babeaba al ver como mis rechonchas y desmesuradamente gordas tetas quedaban al descubierto, con sus grandes y rosados pezones parados en toda su excitación.

Al verlo así, lo calenté un poco más retorciéndome los pezones y levantándolas para luego dejarlas caer por su peso natural. Después de acariciármelas un poco frente a sus ojos desorbitados me las agarré, y poniéndolas juntas se las ofrecí para saciar su apetito, al tiempo que sentía como los dedos de Mario se colaban impunemente en mis agujeros. La situación me hizo mojar cada vez más hasta que Ramón me pasó la lengua entre las gomas y enseguida me mordió un pezón, mientras con la mano me apretaba la otra teta. Succionaba con fuerza, y mientras chupaba sin parar me pellizcaba el otro pezón.

Arrodillado medio de costado, Mario me lamía la vulva mientras dos de sus dedos entraban y salían de mi vagina húmeda de mis jugos. Me estaban volviendo loca del placer y relajándome cerré los ojos de nuevo para disfrutar entre gemidos.

Ramón había dejado mi teta y su boca ya mordía el pezón de la otra, con su mano apretándome la que había dejado y Mario me mojaba el ano con mis propios jugos sin dejar de lamerme. Parada como estaba, separé las piernas para facilitarle las cosas y enseguida sentí mi vulva desaparecer completamente dentro de su boca y su dedo dentro de mi culo. Entre la boca de Ramón en mis pezones, la lengua de Mario jugueteando con mis labios y entrando en mi vagina y el dedo que entraba y salía de mi culo me hicieron arder hasta que me arrodillé entre ellos buscando sus vergas duras.

Se bajaron el slip y las dos tremendas vergas cayeron delante de mi cara cuan largas y duras eran, mostrando una cabeza enorme y gruesa como el tronco, que sostenía un buen par de testículos. Estaban excitadísimos como yo, y son demora agarré la pija de Ramón para manosearla despacito mientras me iba metiendo la de Mario en la boca, y su mano en mi cabeza me llevaba aún más hacia delante, haciéndomela comer centímetro a centímetro hasta llegar a los huevos. En ese momento empujé un poco más hasta que sentí su cabeza casi al fondo de la garganta y mis labios le apretaron un poco los huevos. Ahora gemía y me sujetaba la cabeza con las dos manos, mientras yo con mi cara pegada a su vientre sentía su tranca ponerse todavía más dura en mi garganta. Mientras manoseaba a Ramón abrí la boca como pude y en el poco espacio que me dejaba su verga me las arreglé para lamerle las bolas, poniéndolo como loco. Ya había empezado a babearme cuando me soltó la cabeza y yo me la saqué de la boca para empezar a chuparla. Le corrí la piel para atrás un poco más para dejarle la enrojecida cabeza bien al descubierto y me la volví a tragar, pero hasta la mitad, chupándosela despacio sobre mi lengua hasta que la mano de Ramón me llevó la boca hacia la suya. Me la metí enseguida y la chupé a buen ritmo, como él quería. Chupaba y chupaba sin parar, disfrutando de esa buena mamada hasta que me la sacó de la boca para ir a sentarse sobre la cama. Lo seguí hasta ahí y tras ponerme en cuatro patas con mi vientre pegado a los pies de la cama, quedé con boca a escasos centímetros de su pija endurecida. Volví a chuparla mientras las manos de Mario me separaban las nalgas buscando mis agujeros. Mi vaginita, húmeda de la excitación, se abrió entera para sus gruesos dedos que la fueron penetrando de uno en uno hasta entrar de a dos y hasta de a tres, llevándose sus jugos para untármelos en el esfínter, que ya iba cediendo casi sin esfuerzo. Finalmente, también mi culito fue invadido por esos dedos que los llenaban entrando y saliendo de ellos, haciéndome calentar al máximo.

Creo que ninguno de los dos pudo más, y me di vuelta para pedirle que me atraviese el culo con la verga.

Enseguida se mojó la cabezota fregándosela en mi concha jugosa y la apoyó directamente sobre mi esfínter, empujando sin parar para abrirlo por la fuerza y empezar a enterrármela con dolores y un poco de trabajo.

Al sentir las puntadas del dolor y ver que no paraba solté varios chillidos, pero Ramón los ahogó con su pija en mi garganta, presionándome la cabeza hacia abajo. Al ver que no estaba lo suficientemente lubricada, sacó la verga y escupió sobre mi esfínter medio colorado, y tras meterme un dedo de nuevo volvió a apoyar la cabeza en mi culo para un segundo intento. Entre gemidos de dolor empezó a atravesarme y al ver que mi culo se había aflojado un poco, y con un envión fuerte de Mario se abrió hasta hacerme doler, dejando entrar esa tremenda verga de un solo tirón y hasta el fondo.

Las exclamaciones de placer de Mario por habérmela metido hasta las entrañas eran de las más variadas, mezcladas con comentarios obscenos sobre cuanto disfrutaba abrir con su verga mi estrecho culito. Con el ano demasiado dilatado y bastante dolor seguía chupándole la pija a Ramón sin parar, que se retorcía de gusto sobre la cama. Mario se quedó quieto unos minutos, empalándome con toda su pija clavada en lo más profundo de mí, hasta hacerme sentir sus huevos en la entrepierna, para luego acomodarse sobre mis caderas y, agarrándose de mi cintura, empezar a montarme. Con su tremendo garrote dentro de mi y ya cediendo el dolor de mi colita apoyé mejor el cuerpo y las tetas sobre la cama y me abrí de piernas separándome las nalgas con las manos, indicándole que ya estaba lista para la monta. Todavía con el miembro de Ramón en la boca y ya babeando de tanto chupar cerré los ojos, hasta que al fin llegó lo que quería.

Mario me la hincó aún más; bien hasta presionarme el mismísimo fondo del culo, y tras sentirse satisfecho empezó a bombearme a ritmo sostenido. Durante varios minutos estuvimos así hasta que Ramón quiso probar mi colita también.

Aprovechando que estaba sobre la cama, se acostó boca arriba con su tranca a punto de explotar y las bolas coloradas después de la espectacular mamada que le había dado, y yo me senté de espaldas sobre él, agarrando su cipote y guiándolo hacia el abierto y coloradísimo agujero que era ahora mi culo. Sentí entrar la cabeza y lo solté, meneando las caderas mientras terminaba de sentarme sobre sus piernas y de hacerlo desaparecer dentro de mi culo hasta quedar sentada con mi entrepierna aplastándole los huevos.

Cuando ya la tuve bien metida y a mi gusto, me recosté hacia atrás y mirando a la cara a Mario me abrí groseramente de piernas, ofreciéndole el espectáculo obsceno de mi culo empalado y de mi concha totalmente abierta y babosa, que secretaba sus jugos en cantidad desde el agujero rosado que se abría entre mis labios. Ahora era yo la que se movía en lugar de ser Ramón el que me cogía. Subía y bajaba gritando frenéticamente mientras su verga dura se me clavaba una y otra vez y él me agarraba como podía las tetas con sus manos, que saltaban con mis movimientos, mientras yo me metía varios dedos en la concha y me fregaba la vulva gozando como una puerca. En ese preciso momento Mario se subió a la cama, y parándose a un lado me agarró la cabeza con una mano y con la otra me metió la pija en la boca. Cuando ya la tuve llena, me sujetó la cabeza con las dos manos y empezó un ligero bombeo.

Gozaban asquerosamente de mi cuerpo femenino y la vez yo me estremecía del placer de ser penetrada por dos miembros increíbles como esos.

No estuvimos mucho tiempo así; sólo un momento hasta que Ramón empezó a gritar y dando un fuerte envión hacia arriba, me agarró con sus fuertes manos de la cintura tirándome hacia abajo justo cuando yo bajaba. Dejándome con la boca y los ojos abiertos por semejante estocada, me la dejó atorada muy profundamente para gritar más fuerte mientras me acababa. Enseguida sentí su pija reventar dentro mi culo y los conocidos empujoncitos que daba cada vez que largaba un chorro de semen. Habiéndome penetrado lo más profundo posible, sentía esa leche espesa y caliente fluir dentro de mi, cada vez en más cantidad. Pocas veces sentí una eyaculación tan abundante como para sentirme tan llena. Segundos después de tan copiosa descarga dejó de salir, pero su verga, aun habiendo terminado, todavía seguía inflamada y dándome empujoncitos sin semen.

Así lo disfrutábamos, yo todavía chupándo contenta mi otra pija, justo cuando Mario, en un apuro, me pidió que abriera la boca.

Enseguida supe lo que pasaba y le obedecí. Tras agarrarme del pelo y dirigir mi cabeza cerca de su pija, empezó a manosearse la cabezota colorada con toda la tranca a punto de explotar bien enfrente de mi boca abierta. Lo miré a los ojos y tras verlo gritar un gran chorro de leche salió de su verga directamente a mi boca, y a medida que seguía tocándose salieron dos más, que a pesar de haberme tragado parte del primero me llenaron la boca. Lo último de tan increíble acabada fueron dos chorritos, que el gozo de Mario hizo que la pija dejara de apuntarme a la boca para caerme en la cara y en las tetas, junto con lo que se me derramaba de la boca. Me miró, y después de mostrarle mi boca llena de su leche, donde casi no veía la lengua, me lo tragué con todo mi placer, recibiendo las caricias que me hacia en los labios con su pito lechoso, esparciéndome los restos de semen por la cara.

Me levanté como pude, y al liberarme de la tranca de Ramón me acomodé casi en cuatro patas de frente a ella para chuparla y terminar de lamer el semen que había caído de mi culo. Después de que me hubieran cogido de semejante que aún más caliente que antes, y ellos, lejos del cansancio, querían más de mi. Chupé la pija todavía sucia y pegajosa de leche de Ramón saboreando ese poco que le quedaba esparcido luego de haber salido de mi culo y al sentir mi lengua y mis labios de nuevo empezó a endurecerse rápidamente otra vez, mientras Mario volvía a trabajarme el culo con los dedos. Entraban y salían de a dos y casi no los sentía, ya que las pijas de ambos ensancharon mi ano de tal manera que el agujero quedó bastante agrandado. Ramón empezaba a excitarse de nuevo, y cuando ya vi que estaba bien calentita de nuevo me dijo excitadísimo que me sentara sobre él otra vez, que quería encularme de nuevo. Con más ganas que antes me le subí encima y volví a penetrarme con su miembro como antes, pero esta vez de frente a él, dejándole caer las tetas casi en la cara. Cuando empecé a moverme para darnos placer ardíamos de nuevo, y agarrándome las caderas me dio una fuerte y sonora palmada en cada nalga, que le correspondí con un gemido.

Cogíamos sin pausa y a buen ritmo, pero de repente me agarró de las tetas, y llevándome hacia sí me hizo parar. No entendía por qué hacía eso, pero cuando estuve sobre su pecho me rodeó con los brazos, sujetándome fuertemente la nuca y la espalda para dejarme inmóvil. En ese momento sentí cómo Mario escupía en mi ano penetrado y esparcía su saliva alrededor de la verga de Ramón y me asusté.

Segundos después lo escuchaba acomodarse encima de mi y temblé por lo que me iba a hacer. Aún estando penetrada me había trabajado el esfínter y ya apoyaba la cabeza de su tranca para metérmela también, cuando le hacía señas con la mano y le pedía que no lo hiciera, pero ya era tarde: empezó a empujar para meterla en el espacio que había entre mi ano y la verga de Ramón, forzándolo para abrirlo hasta el dolor.

Empecé a sentir las puntadas provocadas por el estiramiento y ante la negativa de parar de Mario traté de zafarme pero no pude, Ramón me agarraba con fuerza con los brazos. Quise convencerlo de que si querían cogerme de a dos les me abriría de piernas encantada para entregarles mi vagina, pero dio resultado.

No pude hacer nada mas que agarrarme a las sábanas y gritar del dolor, mientras sentía entrar la segunda cabeza en mi culo, y detrás de ella el resto de ese terrible y duro cipote. Mis gritos de dolor y mis súplicas no sirvieron de nada, más que para excitarlos y que siguieran adelante, abusando de la elasticidad de mi ano en esa doble penetración de la que fui objeto.

Terminó de clavármela hasta donde tuvo lugar y empezó a bombearme suavemente, disfrutando de esa tirantez que podía terminar en la rotura de mi ano en cualquier momento. Ahora admito que a medida que me cogía el dolor iba cediendo hasta sentir sólo una leve molestia, dando paso a una sensación nueva e increíble y que tras calmarme y empezar a disfrutar reconocí en silencio lo puta que soy. Paulatinamente fui cambiando los gritos de dolor por exclamaciones de placer, y al escucharme, Ramón me soltó para poder disfrutar de sus vergas juntas.

Uno me mantenía el culo abierto mientras el otro me cogía despacio pero profundo, y se turnaban para dármela de esa manera mientras yo no hacía otra cosa que gozar cada vez más. Mientras yo jadeaba y gritaba Mario seguía sin parar y al notar mi culo menos tirante bombeaba cada vez más duro. Luego se quedó quieto pero con toda la pija adentro, para abrirme el culo y que Ramón empezara a cogerme. Así fueron cambiando un poco cada uno hasta que yo no pude más y empecé a gritar de gusto como loca. Aquella sensación de extremo placer me inundaba desde el culo hasta las tetas, poniéndome los pezones parados y duros como piedras. Calientes al máximo empezaron a cogerme los dos con fuerza, aumentando mi placer hasta reventarme el culo en un orgasmo que grité como una marrana. En pleno gozo Ramón me apretaba las tetas entre los dos me la seguían dando sin piedad, destrozándome el culo hasta romperlo. Acabé con las dos vergas adentro y bien duras, que todavía se movían frenéticamente dentro de mí, entrando y saliendo, hasta que Ramón no pudo aguantar y acabó también.

Sin darme tiempo a nada sentía su semen salir caliente de la pija dura, escupiendo espesas gotas que quedaban adentro y que ya no salían por el contínuo meter y sacar de Mario, que también estaba por terminar.

Apurado, me hizo salir de encima de Ramón para terminar de cogerme el solo. Haciendo a un lado a Ramón, me puse de nuevo en cuatro patas para que me montara de nuevo, metiendo enseguida la verga a punto de explotar en mi culito tragón sin ningún problema. Agarrándome de los pechos con fuerza me bombeó rápido y profundo entre los gritos de ambos, hasta que me la hincó bien hasta el fondo y me llenó el culo de leche. Chorros densos y calientes salían otra vez, mezclándose dentro de mi con el esperma de Ramón y empezando a caer en finos hilitos por las pequeñas roturas de mi esfínter hasta llegar a la concha.

Gritó y acabó en mi culo a su entera satisfacción, dejándomela adentro unos minutos antes de salir de encima de mis caderas. Cuando por fin me la sacó, un grueso y único chorro de semen empezó a caer de mi culo tremendamente abierto, mojándome la concha y bajando por mis piernas temblorosas hasta la cama. Toda esa leche acumulada que no paraba de brotar de mi culo era juntada por Ramón, al que le pedí que me la diera con los dedos en la boca. Al fin, me desplomé en la cama, muerta de cansancio y con el ano destrozado, pero enormemente feliz. Los miré cambiarse y se despidieron de mi. Minutos después me quedé dormida, con el recuerdo de una tarde inolvidable de vacaciones y de dos caballeros muy serviciales.