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Una noche diferente

en Sexo Anal

U N A N O C H E D I F E R E N T E

Me había despertado con una sensación extraña esa mañana. No sabía bien que era, pero se podía definir como una mezcla de excitación y nervios que en repetidas ocasiones me hacía palpitar el corazón. Naturalmente no había motivo para tal cosa, así que decidí quedarme tranquila el resto del día para pensar en la noche. Ayer antes de salir de la facultad Luciana me había invitado a cenar afuera, aprovechando que su marido estaría de guardia toda la noche, en agradecimiento por haberla ayudado en algunas materias. Esa clase de ayuda no me pareció gran cosa, pero parece que ella le había dado mucho valor e insistió hasta que al final acepté. Resultó que nuestra cena era en uno de los restaurantes de más nivel de Puerto Madero, detrás de la calle Alicia Moró de Justo, frente al río. Según había podido averiguar también se hacía boliche después de las once de la noche, por lo que la noche sería prometedora y muy divertida, como ella misma dijo.

Las dos consideramos que había que vestirse para la ocasión, así que me llevé mi vestidito de lycra negro sin hombros, muy ajustado y cortito, el portaligas y las medias negras (recuerdo de aquél estupendo mediodía) y las sandalias negras de taco alto. Abajo del portaligas llevaba una tanga negra toda transparente con dibujos de flores que ocultaban pequeñas partes de mí. Luciana estaba deslumbrante: tenía un pantalón de vestir negro y amplio, una camisita blanca de mangas cortitas y un par de zapatos negros hermosos.

Apenas se podía distinguir el corpiño blanco debajo de la camisa, que a diferencia de mí, esta vez no me había puesto ninguno.

Nos encontramos en la puerta de la facultad y de ahí fuimos juntas al restaurante. Desde que nos vimos no podía sacarme los ojos de encima, y cada vez que me miraba volvía a tener esa sensación con la que me había despertado. Eran las miradas más discretas y sutiles que alguien me hubiera dedicado, pero entre mujeres distinguimos cosas así al instante, y ella lo estaba haciendo. Toda la cena transcurrió de esta manera de parte de ella, entre risas y copas de las más diversas bebidas, hasta que fuimos a bailar a la improvisada pista agarrándonos una de la otra para no caernos. Bailamos un buen rato, luego volvimos a la mesa y tras tomar un poco más decidimos volvernos hasta su casa, totalmente borrachas.

Ahora las miradas eran ya evidentes. Llegamos a su departamento en San Isidro, pero al ver que eran más de la una de la madrugada, que estaba borracha y bastante lejos de casa me pidió que me quedara a dormir. Muertas de risa pensamos que estaría bien, y decidí quedarme a pasar la noche allí, recordando que su marido no llegaría hasta el día siguiente. En cierto modo toda esta salida me recordó a las noches de fin de semana en que iba a bailar con las chicas, hace tanto tiempo. Al subir a su departamento alfombrado, ambas nos sacamos enseguida los zapatos (vieja costumbre después de bailar) y nos sentamos en el comedor a tomar un café. Sentada con las piernas cruzadas frente a ella, sentía sus ojos recorrer mis piernas desde la punta de mis pies descalzos casi hasta las transparencias de mi entrepierna. Me miraba descaradamente y nos reíamos a carcajadas, y a pesar de mi borrachera yo me ponía cada vez más nerviosa, por no haberla visto nunca hacer eso y por no haberme visto a mi misma jamás envuelta en tal situación. Al levantarme llevé las tazas a la pileta de la cocina y empecé a lavarlas como pude, mientras ella desde atrás me tomó de la cintura, y con la excusa de una pregunta tonta me tocó las piernas, pasando sus manos desde mis tobillos hasta el vestido. Enseguida nos reímos y al darme vuelta me pregunto de qué marca eran mis medias, tan suaves, y yo no tuve mejor idea que levantarme el vestido descubriendo ante sus ojos que eran ligas, intentando buscar alguna marca inútilmente. Enseguida su expresión cambió de risas a asombro y silencio al ver mi actitud, sin dejar de mirarme la bombacha. Cuando me bajé el vestido le dije que estaba un poco cansada y me gustaría irme a dormir. Ella me respondió vagamente que la siguiera para darme algo apropiado para dormir.

En su dormitorio yo veía contenta lo que iba a usar para dormir mientras ella se desvestía, hasta que de repente siento sus manos en mis hombros y su aliento en mi cuello, mientras experimenté aquella sensación de la manera más intensa hasta entonces.

Bajó sus manos hasta mi cintura mientras me besaba el cuello, haciéndome retorcer de gusto delante de ella, tocándole las firmes caderas, disfrutando con los ojos cerrados...

Su boca se movía de mi cuello a mis oídos, besándome un poco en cada lado al tiempo que no podía impedir que me bajara el vestido de un tirón por la parte de arriba, dejando caer mi enormes tetas naturalmente, cuyos pezones estaban durísimos por la excitación. Las levantó y las apretó con ambas manos, dejándolas caer, pellizcando y retorciéndome los pezones, las dos muertas de placer.

No me aguanté más y al darme vuelta la vi, con su pelo rubio y suelto, completamente desnuda, y tuve un impulso irresistible que no pude contener. Se acercó hasta pegarse a mi, alejando sus manos de mis hombros para que sus muñecas se cruzaran detrás de mi cuello, mientras yo la agarraba de la cintura, sintiendo su piel suave y caliente. Nos miramos a los ojos un segundo y lentamente nuestros labios se fundieron en un beso incandescente de deseo, a la vez que las lenguas de ambas se abrazaban juntas en él. Nos besamos durante minutos hasta que Lucy me pasó la lengua por los labios, mordiéndome el labio inferior, bajando por la barbilla, luego el cuello... hasta llegar mis carnosos pechos. Mientras su mano me apretaba una teta con desenfreno sus suaves labios encontraron mi otro pezón, que chupaba y mordía con fuerza y lujuria. Yo no podía creer lo que me estaba pasando y no daba más de tanto gozar, poniendo una de mis manos sobre la suya y acariciando su cabeza con la otra.

Al cabo de un rato chupó mi otra teta mientras yo misma me apretaba el pezón que ella había succionado con tanto placer, hasta que la calentura me hizo sacarme el vestido y la bombacha. Tras quedarme sólo en portaligas me llevó de la mano a la cama y una vez en ella me besó de nuevo mientras yo la acariciaba en todo el cuerpo. En ese momento sentimos ruidos de llaves en la puerta y se nos heló la sangre. Lo único que nos quedaba era esperar lo inevitable, que sucedió enseguida después de haberse abierto la puerta del dormitorio. Adrián me encontró desnuda en su cama y en brazos de su esposa, borrachas las dos.

Sin decir palabra comenzó a desvestirse, al tiempo que Lucy corría a su lado yo me acercaba en cuatro patas al borde de la cama, el deseo pintado en mi cara. Cuando terminó de desvestirse ambos se acercaron a medida que yo me ponía de rodillas al borde de la cama, incitándolos a mamar de mis generosos pechos. Sus caras se aplastaron sobre mis gordas pechugas, sus bocas comiendo mis pezones y chupándolos con el hambre de quien no comió en días. Apreté sus cabezas contra mis pechos para sentirlos chupar con más fuerza mientras una fina mano de Lucy me colaba los dedos en la vagina y una mano de él me apretaba las nalgas para luego meterme un dedo en la colita. Enseguida vimos cómo se le había puesto la tremenda berga que tenía: larga y gruesa, con una cabeza ancha y colorada, se había puesto duro como un garrote, y al instante supe dónde terminaría.

Adrián se sentó en la cama y Lucy y yo nos pusimos una a cada lado de él a chuparle ese enorme miembro, mientras la excitación de él crecía a cada segundo de ver a su esposa con otra mujer. Empecé yo a tragarme toda esa berga mientras Lucy se comía los huevos de su marido, que me apretaba un pecho a mi y otro a su mujer con los ojos en blanco del placer.

Chupé esa tranca increíble con el mayor gusto y bien profundamente, de ida y de vuelta, de ida y de vuelta una y otra vez hasta alojar su cabezota en mi garganta, lo que le hizo gemir de gozo junto a sus huevos enterrados ambos en la boca de Luciana. Unos minutos más tarde cambiamos, Lucy le mamaba la berga y yo lamía y chupaba esos gordos, colorados y rellenos huevos, soñando con el precioso y seguramente abundante líquido blanco que llevaban dentro.

Después de haberlos saboreado a gusto y gana empecé a lamer el tronco de esa hermosa pijota, siguiendo las subidas y bajadas de Lucy, hasta que terminamos las dos mamándole la cabeza y dándonos un bezo de lengua con la cabeza de la berga entre nuestros labios. Adrián estaba a punto de explotar de gusto con el pito terriblemente hinchado y erecto. Con una mirada cómplice Luciana y yo nos paramos y le agarramos una mano cada una para levantarlo de la cama. Ambas nos subimos a la cama sin decir palabra, solo sonriendo, y nos pusimos en cuatro patas una al lado de la otra, mientras yo metía todos mis dedos en la concha de ella y ella en la mía, masturbándonos y dándonos placer la una a la otra mientras nos besábamos, ante la mirada atónita de Adrián.

Esperándolo en la cama como dos perras infernales en celo, nos manoseamos hasta que nuestras conchas babearon jugosas, y luego con los dedos nos untamos nuestros propios jugos en el ano, que empezaron a abrirse hasta mostrarle a Adrián su negro fondo, y el camino libre.

Adrián se subió a la cama y al mirar a Luciana ella le dijo que yo ya estaba lista para coger. Yo estaba con el pulso aceleradísimo y con el corazón latiendo desbocado, muerta de nervios, pero no me moví. El me montó por detrás, y apoyando su enorme y colorada cabeza en mi esfínter abierto presionó y empujó hasta hundírmela bien hasta el fondo, apoyándome el los huevos en el ano, dejándome boquiabierta de placer. La dejó así quieta unos segundos, haciéndomela sentir a pleno para después acomodarse un poco sobre mí y empujar aún más adentro, presionando el mismísimo fondo de mi culo notoriamente, dándome algunas puntadas.

Grité ahogadamente por la monumental empalada que me dio y seguí gritando sin parar cuando empezó a bombearme con fuerza, con las manos de Lucy disponiendo de mi vagina a voluntad.

Pasamos así unos quince minutos que para mí fueron interminables, entre mis gritos histéricos, los gemidos y exclamaciones de Adrián rompiéndome el culo y la sonrisa de Luciana, haciéndome delirar con sus manos en mi concha.

En un determinado momento Adrián saca la pija de mi colita, y saliendo de encima de mí se corre para entrar en Lucy, que todavía seguía en cuatro patas a mi lado, preparándose para su marido. El hizo lo mismo que conmigo, apoyó su cabezota en el ano de ella y empujó hasta penetrarla, haciéndole largar un chillido. La cara de Lucy estaba desencajada en una mueca de dolor y placer, pero mis manos en su concha aumentaron bastante ese placer. Fueron cerca de otros quince minutos de una cogida tremenda, en la que me hice las delicias en la vagina depilada y rosada de Luciana, tan suave, tan tierna, tan húmeda... Al terminar con ella, la dejó con una sonrisa y volvió conmigo, sediento de mi culo ya no tan estrecho. De nuevo me montó por atrás y repitiendo la misma penetración que antes reaccioné igual que antes, pero casi sin dolor. Lucy se ubicó delante de mí acercándose con las piernas abiertas hasta que su concha jugosa quedó a escasos centímetros de mi cara, que Adrián terminó de acercarme con cada bestial empujón mientras me la daba por el culo. Con los ojos cerrados rodeé ambas piernas de Luciana con mis respectivos brazos y con la cara pegada a su concha empecé a lamérsela y chupársela deliciosamente, recorriendo con mi lengua toda su vagina de un extremo al otro, metiéndosela lo más adentro que pude, mientras ella gozaba como loca conmigo y yo con su esposo. Adrián bombeaba como un animal hasta hacerme doler y gritaba extasiado igual que Luciana, aunque por motivos diferentes, mientras yo me transformaba en un infierno, comiéndole la concha a Lucy y haciéndome romper el culo por su marido. Yo no podía ni gemir del placer hasta que al final ambos acabaron ruidosamente. Primero Lucy, gozando sus orgasmos como una puerca durante minutos hasta que se dejó caer en la cama. Aún después de haber acabado de esa manera, seguía apretando mi cabeza a su concha, por el puro placer de tener los labios de otra mujer entre sus piernas.

Adrián ya no daba más, hasta que finalmente me la enterró hasta el fondo en una envestida fortísima que me desgarró el ano, para luego largar un voluminoso y espeso chorro de leche caliente, llenándomelo por completo. No podía parar de gozar y seguía bombeándome después de haber acabado en mi culo, mientras yo sentía los empujoncitos de su berga dura escupiéndome los últimos restos de semen que le quedaban, como dándome hasta la última gota. Casi no sentía mi esfínter ni podía intentar cerrarlo, estaba roto y lo único que sentía era toda la crema que tenía adentro mi colita, como una inmensa bolsa de leche condensada, goteando hacia afuera por mi ano en finos hilitos que se mezclaban con un poco de sangre de la rotura. Adrián me sacó la tranca del culo, toda mojada, al tiempo que yo sin moverme de mi posición abrí la boca para exhalar un profundo suspiro de placer, a pesar de no haber acabado. Al abrir los ojos Luciana me miraba fijamente, y en esa mirada las dos nos entendimos enseguida, las dos supimos que queríamos más. Me quedé así en cuatro patas, con la cola toda sucia de semen y la concha babosa, ardiendo de lujuria y esperando que ella tomara la iniciativa. Enseguida se incorporó, y acercándose a mí de rodillas me tomó la cara en sus manos, mordiéndome el labio y besándome como antes, bajándome la cabeza hasta que mi boca encontró sus grandes pechos. No eran tan desmesuradamente grandes como los míos, eran normales tirando a grandes, y además suaves y firmes. Me excitaron tanto que pensé que me quemaba por dentro y los chupé suavemente, pero cada vez más y más fuerte hasta que Lucy enloquecida me pidió que la mordiera. Sin escucharla seguí mamándola con desesperación hasta que, al escuchar que me lo pedía de nuevo, no me contuve y aplasté su pezón entre mis dientes, pero sin lastimarla. Estaba eufórica del gusto y me hizo morderla otra vez antes de correrme la boca al otro pecho. Mientras literalmente comía los tentadores senos de su mujer, Adrián se masturbaba y nos miraba con una sonrisa. El también se nos uniría, pero no todavía. Quise incorporarme para que Lucy me chupara las tetas, ciega de deseo, pero me lo impidió, haciéndome quedar como estaba. Se deslizó debajo de mí, entre mis brazos, y dejando caer el peso de mis gordas y enormes pechugas sobre su cara abrió la boca y me las mamó hasta pararme los pezones. Disfrutaba como una cerda con los ojos cerrados cuando de repente me dio una mordida en el pezón que me hizo enloquecer de gusto.

Le supliqué que me hiciera lo mismo en la otra teta, y sin dudar un segundo lo hizo, hasta morderme y hacerme gritar de nuevo, tras lo cual juntó mis pechos con sus dos manos y los chupó y los mordió por turnos. Yo ya no podía más.

Terminó de deslizarse debajo de mí hasta que su cara quedara ubicada a la altura de mi concha, y entonces me agarró las caderas y las trajo hacia sí, apoyándosela toda en la cara. Me chupaba los labios y el clítoris con la dulzura propia de una mujer, mientras yo deliraba y me comía nuevamente la suya, haciéndola gozar también en un 69 inolvidable. Tanto placer me hizo relajar, al punto que todo el semen de su marido comenzó a chorrear de mi ano, cayendo en la cara de Lucy. Cuando ella vio esto, me pidió que me incorpore, pero sin levantarme. Ahora yo tenía el ano plenamente abierto y gozaba mientras Lucy me pasaba la lengua y lo chupaba, tragándose los restos de semen de su esposo, aquellos que mi culito no se tragó antes y que ahora caían en gruesas gotas en la boca de ella. Con su cara manchada me chupaba el culo y la concha por turnos después de haberse tragado todo aquello, lo que calentó a Adrián de tal manera que no pudo evitar intervenir. Así como estábamos ordenó a su esposa que me chupara sólo la concha, que de mi culo se encargaría él, y que esta vez me haría acabar como la puerca que soy. Luciana y yo seguimos chupándonos y tragándonos los jugos de la otra con voracidad, gozando entre las dos y lamiéndonos como perras, mientras Adrián, completamente excitado me montaba de nuevo por tercera vez. Sintió la piel de mis nalgas con su pito y se excitó aún más al fregarse la cabezota hinchada y colorada de la berga en mis medias mientras me acariciaba el cuerpo y los pechos. Para terminar de endurecérsela se la dio a chupar a un poco a su esposa. Me separó bien las nalgas y luego me abrió el culo violentamente, hincándomela hasta el fondo como antes para bombearme duro y parejo. Yo suspiraba, gemía y gritaba en un placer que aumentaba cada vez más a medida que ellos hacían estragos en mi concurrida entrepierna, concentrados cada uno en lo suyo y yo en solamente en disfrutar. Adrián me la sacaba del culo de vez en cuando para penetrarme sólo con la cabeza una y otra vez, jugando a vencer la poca resistencia que ofrecía mi esfínter desgarrado, antes de dársela a chupar a Luciana y de metérmela en el culo nuevamente. Estuvimos así durante un buen rato, hasta que una tremenda sensación de placer en mi culo se extendió rápidamente por mi cuerpo simultáneamente con otra desde mi vagina, las dos me inundaron el cuerpo, hinchándome las tetas y erectandome los pezones hasta que reventé con dos orgasmos brutales a la vez, gracias a la boca de Lucy y a la incomparable berga de Adrián.

Grité y grité de placer mis orgasmos como una marrana pidiendo por favor por más y más fuerte. Seguimos así sólo unos minutos, antes de que Adrián gritara su segundo orgasmo. Se aferró con fuerza a mis caderas bombeando más rápido y más fuerte, demasiado adentro de mi culo, hasta que de repente la sacó de golpe y la hundió hasta la garganta en la boca abierta de su esposa, que esperaba debajo de mi cuerpo. Ella se la chupó con euforia hasta que él le soltó otro chorro espeso de leche hirviendo, parecido al que me dedicó a mí, del cual ella se relamió hasta la última gota, como yo hice antes. Pensé que era lo justo, al fin y al cabo yo me había llevado mi buena parte también, por lo que sonreí al levantarme y verla con las mejillas abultadas y los labios cerrados, apenas conteniendo toda esa tremenda carga de esperma.

Adrián se sentó al borde de la cama, rendido, y yo me acosté boca arriba en la mitad, también muerta de cansancio. Luciana estaba acercándose de rodillas a mi, y al sentir movimiento en la cama su marido se dio vuelta a ver. En ese momento yo también me puse de rodillas y fui a su encuentro en el centro de la cama. Nos miramos a los ojos y sin decirnos nada yo seguí de rodillas pero me abrí de piernas hasta apoyar la concha en la sábana, inclinando la cabeza hacia atrás y levantando mis gordas tetas, apretándolas, como ofreciéndoselas a ella. Luciana se me acercó más y tomando suavemente mi cabeza con una mano apretamos nuestros cuerpos. El corazón me martilleaba violentamente en el pecho y temblaba como una hoja. Nos miramos nuevamente a los ojos y tras cerrarlos, abrí la boca y saqué la lengua. Luciana se inclinó en mi cara y abrió su boca sobre la mía, vomitándome todo el semen de su marido hasta la última gota, sin desperdiciar nada. Me dio tanto esperma mezclado con su propia saliva que no alcancé a tragarlo a tiempo y me ahogué, levantando con los dedos algunas gotas que caían por las comisuras de mis labios. Aún habiendo tragado todo seguía tosiendo y juntando sus restos con la lengua, para tragarlos también. Lucy me enderezó la cabeza y al mirarme nos sonreímos, viendo después como un grueso hilo de semen mezclado con saliva unía nuestros labios.

De rodillas las dos y unidas por algo tan fuerte, nos acercamos hasta que ese mismo hilo de semen y saliva se acortó hasta desaparecer, pasando de mis labios a los de ella. Yo rodeé su cintura con mis brazos y ella mi cuello con los suyos, y las dos con la boca manchada y pegajosa nos besamos apasionadamente en un beso de lengua que de rodillas duró unos minutos, pero luego de acostarme yo y ella sobre mí, cara a cara y tan cerca, duró horas.

No sé cuanto estuvimos así, al cabo de un tiempo caímos presas del sueño los tres y francamente no recuerdo más. Lo único que sé es que Lucy y yo dormimos juntas en la cama y Adrián en el sofá-cama del living.

A la mañana siguiente Adrián nos invitó a desayunar a una linda confitería, a tres cuadras de allí, y hablamos de cosas vagas pero sabiendo cada uno del secreto compartido que se escondía detrás de la cara del otro. Ahora los tres somos los mejores amigos, y Luciana y yo como hermanas, aunque porqué no decirlo, también algo más...