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Sexo en el vestuario

en Sexo Anal

S E X O E N E L V E S T U A R I O

Esto pasó hace un par de años, una tarde de verano en uno de esos clubes de barrio poco conocidos. Me había anotado allí con la idea de pasar el verano en la pileta, como muchos otros. Así que todas las tardes me llevaba mi bolsito y nadaba hasta que empezaba a caer el sol, hora de volver a casa. Siempre volvía a eso de las siete de la tarde, pero ocurrió que esa vez llegué un poco más tarde de lo acostumbrado.

El club por las tardes estaba bastante lleno de gente, pero a cierta hora se desocupaba una parte de la pileta para el entrenamiento del equipo de natación.

Yo siempre que podía, miraba de reojo a algunos integrantes del equipo, realmente bellos muchachos y que por añadidura dejaban ver enormes bultos bajo sus mallas. Ya pasados unos cuantos días no me aguanté más y algunas de mis miradas eran bastante ostensibles, lo que generaba un murmullo de comentarios entre los nadadores.

Un buen día, cuando ya casi todo el equipo había terminado de cambiarse, decidí ir al vestuario para cambiarme y volver a casa. El club parecía vacío a esas horas, así que me tomé mi tiempo. Después de sacarme la malla me fui a las duchas. Allí encontré a un integrante del equipo bañándose, que para mi sorpresa era el que yo más frecuentemente miraba.

Sin prestarle mayor atención empecé a bañarme cuando repentinamente escucho el ruido de la puerta al cerrarse con traba desde adentro. Al ir a ver que había pasado, encuentro a otro chico del equipo todo desnudo, que intercambiaba una mirada de complicidad con su compañero mientras ambos se excitaban. Se acercó a hablarme:

El: - ¿Te gusta?

Yo: - No sé de qué hablas...

El: - No te hagas el que no sabés, yo te veo como me mirás.

Yo: - Estás equivocado, yo no...

El: - Yo sé que te gusta esta pija, hace rato que la mirás, y la de mi

amigo también. ¿Te gusta en serio? Vení lindo, o mejor serías

linda, vení a darle un besito.

Yo: - Pero...

El: - Dale, dale, un besito.

Entonces, me puse de rodillas delante de él y tomando su miembro erecto con la mano me lo metí todo en la boca mientras el otro se acercaba. Agarré su pijota con la otra mano y las iba chupando de a ratos; mientras chupaba una masturbaba a la otra. No eran gigantes pero tenían un tamaño respetable y un buen par de huevos cada una, a los que también chupé a mi antojo. Sus pitos, duros, grandes y mojados por el agua de la ducha eran una delicia que disfrutaba entrando y saliendo de mi boca. Ahora no sólo los tenía a los dos para mí, sino que nos habíamos encerrado en el vestuario y me iban a hacer de todo.

Me las metí las dos juntas en la boca chupando sus cabezas al mismo tiempo, tratando de que me lleguen lo más adentro posible. Las chupo y las chupo sin parar, luego los huevos y después otra vez las pijas.

Se la mamé a uno hasta que el otro me hizo acostar boca abajo sobre un banco largo para empezar a abrirme el culo de a poco con los dedos, entonces cambiamos de posición. Ya ubicado sobre el banco me separé las nalgas mientras su compañero me mantenía la boca llena con su buena berga, y el otro se sentó detrás de mí con sus piernas a ambos lados. Empezó por el índice, despacito hasta que entró todo. Unos minutos después ya eran el índice y el del medio, y con un poco de saliva también el anular. Ya no podía más de la calentura; tenía esos tres dedos moviéndose en mi culo, y le pedí más. Puso sus ahora cuatro dedos formando un cuadrado con las puntas para darle cabida al meñique, que entró sin dificultades, para ir metiéndolos hasta los nudillos. Después de un rato sentí como mi culo se abría un poco más para meterme ya todos los dedos. Lubricando mi colita con más saliva, deslizaba los dedos de una manera increíble, dándome sensaciones totalmente nuevas. Más caliente todavía, me di vuelta y le pedí que metiera la mano entera. La berga que estaba chupando salió de mi boca enseguida y su dueño se puso detrás de mí para presenciar lo que escuchó que yo quería.

Con una buena cantidad de saliva en todo el culo y mojada su mano, empezó a empujar venciendo la resistencia. Yo di unos gritos de dolor, pero quería que siguiera adelante para ver lo que se sentía. Al fin mi culo se abrió hasta lo impensable y con un poco más de presión sentí entrar los nudillos y todo el pulgar hasta la muñeca. En ese momento, la entrada de toda la mano me hizo dar un respingo y mi culo se la tragó por completo.

Yo estaba desquiciado de placer mientras él movía la mano para adelante y para atrás lo que podía, ya que ahora mi culo era, literalmente, como un guante para su mano.

Un ratito después me sacó la mano con mucho cuidado alegando que era peligroso para mí tener el culo así por más tiempo, entonces les pedí que me cogieran con ganas. Con algunas dificultades me senté en el banco y volví a chupar esas pijotas un poco más para volver a erectarlas.

Así que me arrodillé separando las piernas y apoyando los brazos sobre el banco, esperando la primera penetración.

Uno de ellos se arrodilló detrás de mí y separándome las nalgas con una mano me iba metiendo el pito en el agujero con la otra, al tiempo que el otro se ponía delante de mí para hacerme tragar otra vez su tremenda berga. Mientras la chupaba, la pijota que tenía metida en el culo empezó a crecer aún más transformándose en algo cada vez más incontenible en tamaño que, dada su forma de moverse, comenzaba a tocarme fondo cada vez más seguido hasta lograrlo con cada bombeo. Estaba muy inflamada, y mi colita se agrandaba a medida que crecía, hasta que tocar mi fondo no le alcanzó y comenzó a empujarlo un poco más cada vez.

Me estaba cogiendo brutalmente y sin compasión, y mis gritos de dolor y de súplica eran totalmente ahogados por otra berga terriblemente grande como aquella, que me llenaba la boca hasta la garganta. Mi culo ya no daba más mientras ese gran pito me estaba comiendo por dentro, hasta que en un momento dado empecé a sentir una agradable sensación, producto de la mezcla del dolor y el placer, hasta que finalmente fue placer puro.

Mientras tanto mi boca babeaba al engullir ese otro bruto pedazo de carne que en unos minutos más ocuparía el lugar de su compañero. Yo no podía parar de gemir y de lanzar algún que otro gritito de dolor de vez en cuando.

El flaco todavía seguía cogiéndome de lo lindo y dándome palmadas en las caderas, cuando el que me estaba ahogando con su falo decidió que él también quería romperme el culo. Al escuchar ese pedido, su amigo me bombeó un poco más y antes sacarla me la clavó bien adentro, en una estocada final que me dejó con la boca abierta y los ojos desorbitados.

Cambiamos de posición; ahora el otro se sentó en la punta del banco y se acostó boca arriba a lo largo. Yo me senté sobre su enorme manguera erecta, haciéndola desaparecer dentro de mi culo hasta sentir sus huevos por fuera, al tiempo que él me agarraba con ambas manos de la cintura. Su amigo se puso parado frente a mí para que me comiera su berga dura recién sacada de mi cola.

Empecé a subir y bajar con mi culo sobre esa otra montaña de carne mientras me ayudaba con una mano a chupar la que tenía delante. Los tres dábamos todo tipo de exclamaciones mientras yo disfrutaba de una culeada de novela. No se imaginan con qué ganas subía para después bajar y sentir como aquella dura lanza me atravesaba el culo una y otra vez. Estaba obsesionado con hacerla entrar cada vez más sintiendo todos y cada uno de esos veinticinco centímetros de placer. Se me caía la baba por las comisuras de los labios y mi colorado y abierto ano largaba todo tipo de jugos mientras yo gritaba de lujuria como un animal, producto de la fenomenal empalada que estaba recibiendo.

Unos cuantos minutos después, mientras todavía tenía la pija clavada en el orto hasta los huevos, el flaco me sacó mi enorme chupete de la boca y me levantó las piernas en forma vertical poniéndolas sobre su pecho. Acto seguido empezó a masturbarse un poco mientras el otro reanudaba la brutal cogida. A los dos minutos paró, y la gran pija que antes llenara mi boca ahora me agrandaba el esfínter aún más, para luego abrirse paso con dificultad por el interior de mi ya bastante lleno culo. El corazón me latía a lo loco y mis gemidos de dolor eran terribles. Sentía mi ano tremendamente dilatado y forzado, casi al borde de la rotura, pero ellos hicieron caso omiso de mis dolores y siguieron adelante. Al principio el de abajo se quedaba quieto mientras el otro me cogía despacito, luego de unos minutos cambiaban; y así se fueron turnando hasta que poco a poco mi culo comenzó a ceder y terminaron agrandándomelo hasta lo impensable a fuerza de empujones. Cuando mis dolores pararon empezaron ellos, al mismo tiempo. Mi corazón seguía latiendo igual, pero esta vez las sensaciones eran del más puro placer. Tenía esas dos espectaculares bergas cogiéndome al mismo tiempo y mis gritos no se hicieron esperar.

Nos mantuvimos así cerca de media hora durante la cual la excitación de los tres subía rápidamente. Casi antes de acabar ellos, yo tuve un orgasmo increíble que me hizo reventar de placer como una puerca por varios minutos hasta que quedé fundido. Ellos gritaban cada vez más hasta que su orgasmo llegó al punto máximo. El flaco que tenía adelante se aceleró cada vez más hasta que, gritando me la metió del todo y en el último empujón me largo un largo chorro de leche espesa que sentí llegar muy adentro, para luego sacarme la pija del culo, exhausto. El otro siguió culeándome un poco más hasta que me dio una última estocada bien adentro para hacerme sentir un par de empujones que acompañaron a tres tremendas escupidas de leche que me rebalsaron el culo hasta caer en el banco. Ya sea por la posición o porque lo deseaban así, no pudieron resistir la tentación y me acabaron adentro de una manera impresionante.

Descansamos recostados un rato, para reponernos de la monumental enculada que me dieron, para luego darnos una buena ducha juntos. Con ayuda de ellos traté de pararme como pude, ya que mis rodillas no me podían sostener del temblor. Mientras yo todavía seguía bañándome ellos terminaron de cambiarse, y saludándome con un beso destrabaron la puerta y se fueron. Y yo, desnudo bajo la ducha, repasaba en silencio y con una gran sonrisa todo lo sucedido, mientras pensaba si tal vez habría un próximo encuentro.