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Calor humano

en Sexo Anal

C A L O R H U M A N O

El paro de colectivos anunciado por radio esa misma tarde me había tomado por sorpresa en la oficina, de donde salí varias horas más tarde y desde la que tuve que volver a casa a horas poco felices. Así que a eso de las diez y cuarto más o menos, recogí mis cosas y bajé los cuatro pisos hasta la calle, decidida a tomarme el tren y bajarme en la estación de Flores, hasta mi departamento. La estación más cercana era la de Once, lo que me obligó a caminar unas cuantas cuadras en medio de los bocinazos típicos que la mayoría de los hombres hace cuando ve un par de piernas que merece algo más que un piropo. Por supuesto, esa noche no fui la excepción: tenía puesta una pollerita gris muy corta, medias de lycra brillantes, una camisa blanca medio transparente y el saco gris que acompañaba a la pollerita. Un corpiño blanco y grande sostenía como podía mis gordos y enormes pechos, que juntos y abultados asomaban debajo de la camisa, dando unos graciosos saltitos a cada paso de mis tacos. Debajo de mis medias llevaba una cola less blanca muy finita que me cubría sólo lo justo desde la cintura para terminar de desaparecer entre mis nalgas, justo al límite de mi pollera.

Luego de varios chiflidos, bocinazos y propuestas obscenas de todo tipo llegué a la estación, donde luego de retirar mi boleto fui hasta el andén para tomar uno de los últimos trenes, seguida con la vista por el guarda y un par de tipos de seguridad que conversaban con él. No era sólo una mirada de hombre, de querer poseerme, la mirada era también de curiosidad, como si estuviera haciendo algo raro o fuera de lo común. Distraída, caminaba hacia el tren de aspecto más que tenebroso; dos o tres vagones, las ventanas enrejadas, sin asientos y casi sin luces. Recién dentro del vagón al ver a todos esos hombres me di cuenta del error: me había metido por equivocación en el tren de los cartoneros. Me miraban descaradamente de arriba abajo escondiendo intenciones más que claras, y al verme tan nerviosa caminé hasta la puerta pero ya era tarde, un gran grupo de cartoneros tapó la puerta y entró haciendo presión, dejándome atrapada en el medio del vagón entre ellos y los que ya estaban adentro. En el atropello perdí el saco que llevaba en el brazo y mis cosas, y aún con las manos vacías no podía agarrarme de ningún lado.

Se cerraron las puertas y el tren arrancó.

Sentía varios hombres apoyándome de todos lados y con las ventanas cerradas el calor empezaba a subir, haciéndonos transpirar. La transpiración terminó humedeciéndome la camisa y pegándomela al cuerpo, haciéndose más transparente de lo que ya era y dejándome prácticamente con todo el corpiño a la vista. Escuchaba cuchicheos y risas que acompañaban miradas indiscretas y las apoyadas se hacían cada vez más fuertes. Sus bultos peleaban por entrar en mí y se fregaban en mis piernas y en mi cola hasta hacerse de manera alevosa, a la vez que mis tetas saltaban de vez en cuando con el paso del tren, generando comentarios. El tren empezó a reducir lentamente su velocidad hasta parar, dejando al vagón en penumbras. Creí que había llegado a la estación, donde por fin bajaría y saldría de ese infierno, pero no fue así. Al mirar afuera solo vi un gran descampado con vagones abandonados y galpones en desuso. Tal espectáculo me dio un ataque de pánico, lo que aumentó mis nervios y no supe que hacer, cuando entonces sucedió lo que temí desde que subí a ese tren. Con total impunidad sentí como todos cuanto estaban a mi alrededor comenzaban a manosearme desde todos lados, sin dejar un solo lugar de mi cuerpo por tocar o apretar. Mis tetas eran apretadas y agarradas por muchas manos distintas y mi cola era el blanco de otros apretones y pellizcos de manos que también se colaban debajo de mi pollera para fregarme la entrepierna, entre risas y comentarios.

La impotencia me hizo levantar los brazos y la desesperación me dejo muda e inmóvil, tras lo cual vino lo peor. Comprendí que no tenía oportunidad y que lo mejor sería dejar que las cosas siguieran su curso, por lo que decidí entregarme a esa masa caliente de hombres ansiosos por devorarme.

Después de haber sido manoseada hasta el cansancio dos tipos desgarraron mi camisa y me arrancaron el corpiño a tirones, mientras que el que tenía justo detrás me bajó la pollera y forcejeó en mis pies hasta quitármela. Levanté los pies para que me sacaran la pollera y yo misma me bajé la media y la bombacha, dejando mi cola descubierta a su merced.

Enseguida fui penetrada bruscamente por alguien que además de tener una berga gruesa y muy dura me atravesó hasta metérmela entera y agarrándome de la cintura empezó a bombearme fuerte y bien adentro. Mientras ese me cogía con tantas ganas, aproveché a dos que me manoseaban y tomando sus cabezas las bajé hasta ubicar su boca en mis pezones, mamando hambrientos de mis generosos pechos. Al dejar caer mis manos se me acercaron dos más, con sus pitos duros y los agarré para masturbarlos mientras ellos hundían sus dedos en mi vagina húmeda, haciéndome gozar. Repentinamente el que me estaba cogiendo empezó a gritar y enseguida sentí su leche caliente adentro de mi colita, lo que me excitó sobremanera y que provocó los gritos y chiflidos de todos los que miraban.

De la manera más misteriosa se hizo lugar suficiente en el medio de la entrada del vagón, y tanto el que me cogió primero como aquellos que me mamaban los pechos se alejaron, dejándome parada sola ante la mirada de todo el pasaje que ya quería probar mi cuerpo. Con mis sandalias negras de taco y la medibacha baja hasta las nalgas por toda vestimenta, decidí terminar de romper mi tanga, que ya venía rota por el forcejeo inicial. Luego de romperla y tirarla a un rincón pensé en aumentar el calor reinante y enardecerlos todavía más; entre sus miradas y chiflidos levanté mis enormes y gordas tetas con ambas manos ofreciéndoselas y al ver el efecto que eso les causó, empecé a toquetearme la concha y me puse en cuatro patas, mostrándoles como el semen goteaba del interior de mi ano hasta pasar entre los labios de mi vagina y caer en mis medias en un espeso y blanco chorro, a medida que mi esfínter lo expulsaba de a poquito. Con dos dedos tomé las gotas más grandes y de la manera más excitante las dejé sobre mi lengua y me las tragué hasta chuparme los dedos, volviendo con ellos sobre lo que terminaba de salir de mi culo. Con movimientos circulares distribuí el resto sobre mi ano para lubricarlo hasta que se abrió un poco mostrándoles su negro interior, al tiempo que ellos, con su cierre bajo, sacaban sus pijas duras y listas para entrarme. Tenía el agujero apenas dilatado por la penetración anterior, así que con las piernas abiertas y las nalgas separadas esperé en cuatro patas por el próximo en cogerme, sabiendo que me lo iba a agrandar todavía más.

El tren volvió a arrancar. Un hombre de físico normal pero bastante bien dotado me montó por detrás, frotando su cabeza en mi conchita húmeda y rosada y sin importar lo cerrado que estaba mi ano apoyó su gorda cabeza sobre él y empujó con fuerza de un tirón hasta hacerla entrar, forzando terriblemente mi esfínter. Gritaba y gemía del dolor por todo lo que tardo en abrírmelo hasta que al final pasó, y detrás de la cabeza me enterró todo el tronco en el culo hasta alojarlo dentro de mi por completo. Al sentirla tan profundo y tener sus huevos peludos tocando mi entrepierna me excité como loca y enseguida me invadió una calentura imposible de contener. Por un momento deseé que todo el vagón me cogiera hasta acabarme dentro del culo, uno tras otro sin parar hasta hacerme delirar de placer. Adoraba la idea de entregarme y ser poseída por muchos hombres, entrando por todos mis agujeros, llenándolos de esperma una y otra vez sin descanso. Aquella era la oportunidad, al menos por lo que durara el viaje.

Me agarró de las caderas y empezó a bombearme con fuerza y bien profundo, hasta hacerme gritar todavía más. Su pija se deslizaba en mi culo con facilidad, presionándome a fondo en cada entrada como a mi me gusta. Al escuchar mis gritos de placer todos se pusieron más calientes y volvieron a amontonarse alrededor nuestro con sus pitos listos para mí. Yo estaba ardiendo de calentura y mi deseo me impulsó a cerrar los ojos y abrir la boca frente a todas esas bergas paradas, a ver cual de todas entraba primero. Enseguida una pija parecida a la que me estaba culeando entró por mi boca, la que cerré para chupar con todas las ganas, dejándola llegar hasta la garganta. La chupé despacio, disfrutando de su dureza y de lo gruesa que era, labios y lengua chupándola desde la cabeza hasta la base mientras otras pijas se apoyaban en mi cara y en las comisuras de mis labios esperando entrar. Ya sentía el culo completamente abierto e incapaz de cerrarlo por el duro bombeo, que pronto se aceleró para dar un fuerte envión hasta el fondo, que seguido de un grito comenzó a llenarme de esperma. Grandes gotas de leche un poco líquida pero caliente empezaron a llenar mi interior y mi culo se las tragaba a medida que eran escupidas con fuerza por esa tremenda berga. Traté de gritar pero mis gritos fueron ahogados por la berga que estaba chupando con tanto placer. Otro de ellos vio mi ano abierto y manchado del semen que no pudo tragarse y enseguida me la clavó hasta las entrañas para cogerme sin piedad, mientras sentía como los otros que nos rodeaban me apretaban las tetas con fuerza y me pellizcaban los pezones. Me saqué la tranca de la boca como pude y sin siquiera mirar empecé a comerme la que tenía sobre la cara, chupándola un rato para luego chupar otra, y así mamármelas a las tres juntas.

Las diferentes bergas que entraban y salían de mi garganta y la brutalidad con que me cogía mi tercer macho me hicieron perder la cabeza y la noción del tiempo, y el calor que se había juntado en el vagón empezaba a marearme, al punto de no darme cuenta cuánto faltaba para bajarme, si es que podía. Estaba que reventaba de placer, gozando como una puerca con la cara rodeada de pitos que chupar y una gran pija que me rompía el culo en cada empujón, cuando varios tipos que se masturbaban a mi lado mirando como me cogían me acabaron en la cara gimiendo y gritando de gusto. Babeándome cada vez que mamaba un pito distinto, el semen en mi cara me hizo arder como el infierno y mis grandes tetas se empezaron a hinchar, con los pezones tan duros que me dolían. Sentía la concha húmeda de mis jugos mezclados con la leche de los diferentes hombres que me habían cogido por el culo y que seguían cogiéndome sin parar, y sin pensarlo me llevé una mano a la concha y metí los dedos hasta donde pude, fregándola para darme todavía más placer del que me daban por el culo y la boca. Estuvimos así durante un buen rato hasta que no pude más. El tipo que me estaba cogiendo me reventó el culo y acabé gritando como una marrana en un gran orgasmo anal que me hizo disfrutar aún más con los dedos metidos en mi concha mojada. Mientras seguía penetrada una y otra vez, gritando de placer y dolor por los repetidos y violentos golpes de sus huevos en mis nalgas, chupé las pijas un poco más hasta que ellos empezaron a gemir y las agarré de a una para hacerlas acabar con la mano.

De a una por vez, todas me esparcieron su leche caliente en la cara y en la lengua, y unos minutos más tarde mi último macho gritaba un orgasmo muy placentero para ambos que literalmente me inundó el culo con su crema blanca y caliente. Cansada y un poco dolorida, sentía como mi colita se tragaba todo su semen hasta no poder más, y una vez que vació todo el contenido de sus huevos en mí, me la sacó del todo viendo como mi ano expelía de a chorritos aquello que no había quedado en mi interior. Sonriendo del placer me desplomé en el suelo del vagón, lo que ellos interpretaron como que ya no podía más. El tren seguía andando y pensé que me había pasado, pero el muchacho que me ayudó a levantarme me dijo que la estación de Flores era la próxima. Junté mi corpiño y me lo abroché en el segundo par de ganchitos, ya que el primero lo rompieron al arrancármelo y tras subirme la medibacha, un poco corrida por los empujones de las sucesivas cogidas, pedí que me alcanzaran lo que quedó de mi tanga y me limpié la cara como pude. Uno de los que me cogió me alcanzó la pollerita, que toda sucia de pisadas había quedado olvidada en un rincón. El único problema fue con qué cubrirme; mi camisa había sido desgarrada y mi saco arrebatado al salir de la estación de Once, por lo que debía hacer algo pronto, la estación de Flores estaba próxima y no quería salir en corpiño a la calle (si, a pesar de tener alma de puta me cuido en ese sentido).

Finalmente otro muchacho me dio un pulóver un poco roto que agradecí y al llegar a Flores me bajé con algunos de mis amantes del tren. Al salir de la estación encaré para mi departamento con la idea de ducharme, comer algo y descansar después del agitado pero placentero viaje que había pasado, deseando más paros de colectivo como el de hoy.