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Alessandra

en Orgías

Alessandra es una chica del barrio, tiene 16 años y es hermosa. Todos los hombres la miramos de arriba abajo cuando la cruzamos. Castaña, de buenos pechos y linda colita, ni grande ni pequeña, pero bien durita.

Un día, con mi amigo Juan, decidimos invitarla a pasar una tarde con nosotros en el departamento de Juan. Aceptó gustosamente. Le dimos la dirección.

El día en cuestión la esperamos. Tocó el timbre y le abrimos. Tenía puesto un pantalón negro muy ajustado, que se le metía bien en la cola y por adelante, y una camisa blanca, bastante transparente. Nos miramos con Juan y nos admiramos de su belleza. Nos sentamos en el sofá del living, con Alessandra en el medio. Nos pusimos a hablar.

Lentamente me fui acercando a ella, la rozaba, la acariciaba. No daba señales de rechazarlo. Le acaricié una pierna, no dijo nada. Subí mi mano, puso cara de lujuria. La miré, me miró. Juan nos miraba sorprendido. Ella se abalanzó sobre mí besándome. Juan la agarró de la cintura y llevó su pelvis hacia la cola de Ale, que la movía rozándola con la pelvis de mi amigo. Mientras, yo la besaba con mucha lengua y le manoseaba las tetas.

La cara de placer de Alessandra se reflejaba en los gemidos y grititos que pegaba. Nos metía manos por todos lados y ella se dejaba manosear todo el cuerpo. La fuimos desvistiendo, le chupamos las tetas, le metimos dedos en la conchita, se la chupamos. Su cola recibió manos bien adentro también. Alessandra no paraba de gozar. Mientras disfrutábamos de su cuerpo, ella nos ayudó a desvestirnos. Se sorprendió del tamaño de nuestros penes, ya bien empalmados. Con una mano acarició el pene de cada uno de nosotros, masturbándonos. Nosotros le chupamos mientras tanto la conchita. Los 3 gozábamos, gemíamos, gritábamos de placer.

Ya tenía ganas de penetrarla. Me acomodé boca arriba en el piso, la puse encima de mí. Comprendió lo que deseaba. Lentamente se sentó sobre mi pene. Se metió mi pija de manera suave, sintiéndola completamente adentro. Juan acomodó su pene dentro de la cola de Alessandra, que pegó un grito al sentir ambas pijas adentro de ella. La bombeamos largo rato, ella no paró de gemir, de gritar, de acabar, de pedir más y más. Le llenamos la conchita y el culo de leche.

Paramos, le sacamos nuestras pijas de sus orificios. Ella sonrió, nos miró y dijo: "Demasiado me dieron, ya tendrán su merecido".