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Mi sobrinita

en Erotismo y Amor

Mi sobrina Carolina, sobrina por parte de mi esposa, tiene 13 años y esta entrando a la adolescencia. Poco pecho, por su edad, pero lo suficiente para tener un lindo par de tetitas. Morochita, bastante alta, y simpaticona, Carolina me excita bastante. Lamentablemente no suele usar ropa muy ajustada, pero me excita igual. Salvo un día, que disfruté con ella a más no poder.

El día anterior recibimos con mi esposa el llamado de Carolina, que vendría a quedarse unos días a casa, porque estaba de vacaciones. Llegaría el día en cuestión, por la mañana, después de haber viajado toda la noche.

A la mañana siguiente, fui a trabajar normalmente sin que Carolina hubiera llegado todavía. A eso de las 10, llamé a casa, y recibí la confirmación de su llegada. Mi esposa me pasó con ella. Me contó del viaje y que iba a pasear por el centro de la ciudad, cerca de mi trabajo. Le pedí que me esperara así volvíamos juntos a casa. Quedamos en encontrarnos cerca de la entrada del subte que nos lleva a casa, sabiendo yo la muy buena oportunidad de tocarle algo, dada la enorme cantidad de gente que viaja a esa hora.

Nos encontramos bien en hora pico. Me impresionó la ropa que llevaba puesta Carolina: jeans muy ajustados, que le separaban bien los cachetes de la cola y se le metía en la rayita. Por delante, le marcaba bien la pelvis. Que buen culo había desarrollado la pendeja. Arriba se había puesto un top negro, bien al cuerpo, marcándole bien sus poco desarrollados pechos. Al verla ya estaba re caliente. Cuando me reconoció, vino corriendo a mí y me abrazó con fuerza, apoyando su pecho contra el mío. Yo la tomé de la cintura y bajé una de mis manos suavemente a su colita muy dura. Me estampó un beso pegajoso en la mejilla y se refregó sobre mí. Hablamos un par de segundos y nos dirigimos al subte, que obviamente estaba repleto de gente.

Subimos y quedé atrás de ella. La agarré por atrás, apoyándome sobre ella. Me miró y me dijo:

– Ojo que sos mi tío.

– Es que no me quiero caer, Caro. - y se rió levemente.

Me apoyé bien sobre ella, con mi pelvis sobre su cola. Le di un beso en el cuello. El amontonamiento de gente era infernal.

Una de mis manos la subí hasta donde empezaban sus tetitas. La otra la bajé hasta apenas arriba de su pelvis. Mientras tanto, le respiraba algo fuerte en el cuello. Ella refregaba su culo sobre mi pija, a la que ubiqué justo en su rayita. Le hice un par de bombeos cortitos, para que sienta el tamaño de mi pene. Gimió despacito.

En la estación siguiente, con el movimiento de gente se dio vuelta, quedando de frente a mí. Se colgó con sus brazos de mi cuello, argumentando que no se quería caer. La agarré de la cola, manoseándola toda. Empujé un poco y junté nuestras pelvis. Hizo unos bombos con cara de lujuria. Se apoyó bien en mi. Acercó sus labios a los míos. Me besó suavemente. Pero ya nos teníamos que bajar. Caminamos sin hablarnos hasta la entrada del edificio de mi casa. Subimos al ascensor. La tomé de la cola, me apoyé en ella y nos dimos un beso con mucha lengua.

Quedó ahí todo, por ese día.