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Un sueño hecho realidad, fué algo inolvidable

en Hetero: Infidelidad

Desde la primera vez que la ví, sentí una irresistible atracción hacia Eva.

Fué hace ya más de trés años, cuando aún vivía en España y me mudé a la urbanización de la playa con mi mujer, de la que estoy actualmente divorciado, mis pequeñas gemelas y mi hijo.

Eva no es una mujer de una belleza explosiva, incluso puede que le sobre algun kilito pero, todo en ella, cada una de sus formas y cada uno de sus gestos, emanan feminidad y sensualidad.

Vivía en un bungalow (así llaman en esa ciudad costera a los chalés adosados) muy cercano al nuestro y pronto se hizo amiga de mi mujer, a la que contó que se había separado recientemente de su marido y que ultimamente se sentía muy sola y un poco deprimida.

Muchas veces, cuando regresaba a casa del trabajo, Eva estaba allí. Y, al verla, siempre sentía el deseo invadirme y la devoraba con la mirada, cosa que ella creo que notaba. Era tan fuerte el deseo que me provocaba, que tenía que ir al baño a masturbarme, imaginando que besaba sus carnosos y sensuales labios, que acariciaba y lamía sus pechos, y que la poseía con pasión.

Un día de verano, domingo por la mañana temprano, al salír de casa con la intención de hacer mi footing diario, vi a Eva frente a su bungalow, junto a su coche, el cual tenía el capó levantado. La encontré, como siempre, irresistible. Vestía una falda corta de tela ligera y una ajustada camiseta de algodón blanca.

Me acerqué a ella y me dijo que tenía problemas con el coche, que no arrancaba. Enseguida pude ver que simplemente se había quedado sin batería, pero hice como si buscara alguna avería, para poder disfrutar más tiempo de su compañía.

Mientras manipulaba por el motor, ella se puso a mi lado, interesada en ver como controlar el nivel de aceite y esas cosas, y de vez en cuando nuestros cuerpos se rozaban, lo cual me provocaba una gran excitación y el que empezara a tener una erección algo embarazosa, ya que se notaba al abultar el pantalón de deporte que vestía.

Finalmente le dije que necesitaba cambiar la batería y le prometí que al día siguiente, lunes, la acompañaría al taller de un amigo, el cual se ocuparía de revisar y reparar el auto.

Como nos habíamos manchado las manos, me propuso entrar en la casa para lavarnos. Lo hicimos y yo me puse a lavarme las manos en el fregadero de la cocina. Ella se colocó a mi lado y, diciendo algo así como que había que aprovechar al máximo el agua en un verano tan cálido y seco, colocó también sus manos bajo el chorro.

Le propuse ponerse delante de mí, para estar mejor frente al grifo. Me eché un poco hacia atrás y ella se situó entre el fregadero y mi cuerpo, y yo pasé un brazo por cada lado del suyo para alcanzar el agua.

Como es lógico, enseguida pegué todo mi cuerpo contra el de esa maravillosa y excitante mujer, que tanto deseaba desde hacía tiempo, mientras nuestras manos, ya limpias, se acariciaban y jugaban bajo el agua fresca. Tenía mi pecho contra su espalda y mi pene, ya erecto y duro, se frotaba contra su maravilloso culo. Empecé a besarle suavemente el cuello y los hombros, y a susurrarle al oido lo mucho que la deseaba desde hacía tiempo y como me solía masturbar soñando con ella, con estar juntos, como lo estábamos en ese momento.

Con las manos mojadas, empecé a acariciarle los pechos sobre la camiseta, que al mojarse se pegaba a su cuerpo, marcando los pezones, ya excitados, que yo pellizcaba y hacía rodar entre las yemas de mis dedos, y ella comenzó a gemir y moverse frotándose contra mí, excitada al sentir mis caricias y la presión del bulto de mi pantalón contra su trasero.

Se dio la vuelta y nuestras bocas se fundieron en un apasionado beso. Mientras nuestros labios y nuestras lenguas se devoraban, nos fuimos quitando la ropa el uno al otro.

Cuando le quité la camiseta y vi sus maravillosas tetas, sentí mi excitación aumentar de manera bestial. Las tenía grandes, sin ser enormes, duras y con unos pezones anchos y sonrosados que estaban ya duros y abultados y que no dudé un momento en ponerme a besar y chupar. Lo hice despacio, sosteniendo el pecho con la mano para ponerlo bién delante de mi boca, pasando la lengua suavemente alrededor del pezón para después meterlo entero dentro de mi boca, mamarlo fuerte y mordisquearlo.

Empecé a bajar por su vientre, besándolo, hasta quedar de rodillas frente a ella y, sin dejar de besarle los muslos, le quité la braguita. Alargué un brazo y acerqué una silla que puse a su lado, y le levanté una pierna para dejar su pie apollado sobre el asiento. Comencé a acariciar con mis dedos su ya empapado sexo, mientras Eva gemía y me agarraba el pelo apretando mi cabeza contra ella.

Le abrí un poco más las piernas y empecé a lamer ese delicioso coño de labios grandes y coronado por un abultado clítoris al que dediqué todas las atenciones de mi lengua, chupándolo y lamiéndolo, atrapándolo entre mis labios, succionándolo mientras lo frotaba con la punta de la lengua, al tiempo que la penetraba con dos dedos. Así la estuve lamiendo y masturbando un buen rato, mientras ella me rogaba que no parara y, entre gemidos, confesaba que hacía tiempo que soñaba con que alguien se ocupara de su chochito (como lo llamaba ella) con tanto cariño como yo lo estaba haciendo.

Finalmente, entre grandes jadeos, le llegó un fuerte orgasmo, que inundó más mis dedos y mi boca, ya empapados de sus líquidos vaginales, y que la dejó temblorosa y jadeante apoyada contra el mueble del fregadero.

Me puse de pie y nos abrazamos y besamos de nuevo. Yo tenía ya la verga para reventarme el pantalón y me frotaba contra ella mientras nos besábamos. Al notarme, me acabó de desnudar, y yo me senté al borde de la silla mientras ella se situaba frente a mí, arrodillada entre mis piernas abiertas. Me acariciaba los huevos y la verga de manera maravillosa, despacio, dándome un placer inmenso pero haciéndome sufrir al mismo tiempo por el ansia de sentir sus cercanos labios besar, mamar mi dura y erecta verga. Así continuó algunos minutos hasta que finálmente se introujo en la boca el inchado glande, que empezó a succionar.

Yo creí morir de placer y le advertí que estaba tan excitado que no tardaría en correrme, pero en vez de parar, aceleró le ritmo de su mano y empezo a chupar mi verga con ansia, introduciéndola cada vez más dentro de su boca, haciéndome sentir de manera intensa el calor y la suavidad de sus labios al chuparme.

No pude resistir mucho tiempo y lanzando un fuerte suspiro empecé a eyacular chorros de semen con una fuerza y en una cantidad como no recordaba haberlo hecho nunca. Fue un orgasmo largo e intenso, inolvidable, y acabamos ambos llenos de chorretazos de mi leche; ella sobre la cara, el pelo y el pecho, y yo también sobre el pecho y el vientre.

Eva se levantó y buscó un paño de cocina que humedeció y con el que empezó a limpiarnos las salpicaduras de esperma. Aprovechamos ese par de minutos para recuperarnos un poco, pero pronto sentimos que necesitábamos más, y que teníamos que aprovechar esa oportunidad que estabamos disfrutando de estar juntos.

Enlazados, salimos de la cocina y entramos al salón, donde ella se recostó en el sofá. Yo me coloqué de rodillas en el suelo, a su lado, y nos estuvimos besando, con ternura, sintiendo nuestros labios y nuestras lenguas rozarse con sensualidad, mientras le manoseaba las tetas, pellizcaba sus pezones y deslizaba la mano hasta su sexo. Eva me acariciaba la verga, que empezaba a estar ya en estado de semi-erección.

Esos mimos y caricias hicieron que la excitación y el deseo no tardaran en invadirnos de nuevo. Eva separaba las piernas para que mis dedos pudieran penetrar con libertad su coño húmedo mientras mi verga estaba de nuevo bien erecta y dura. Le dije que me moría de ganas de follarla, de poseerla, a lo que ella me respondió:

- Y a qué estás esperando? Ven cariño, fóllame...

Le pedí que bajara las piernas y se diera la vuelta, por lo que quedó arrodillada y con la cabeza y los brazos apollados en el asiento del sofá. Que maravillosa visión la de ese espléndido culo asi levantado y que se me ofrecía totalmente !

No pude resistir las ganas de besarlo y lamerlo, y mientras seguia pajeando su coño con mis dedos, acariciaba con la punta de la lengua su ojete que pronto estuvo mojado con mi saliva y en el que también introduje un dedo. Eso pareció gustar mucho a Eva ya que agarró un cojín del sofá, al que se abrazó con fuerza, mientras entre gemidos me decía lo mucho que le gustaba sentirse así penetrada por los dos sitios a la vez.

Acerqué la punta de mi pene a su coño y estuve frotando el glande contra sus labios y su clítoris mientras seguía sodomizándola suavemente con un dedo. Ella gemía y me suplicaba que la penetrara.

Fuí entrando en ella poco a poco, despacio, hasta tener toda mi verga en su interior. Empecé entonces a moverme, al mismo ritmo que movía el dedo que le tenía metido en el culo y con la otra mano acariciaba sus tetas y su vientre bajando hasta su clítoris. Me aplicaba al máximo para darle placer, quería satisfacerla plenamente, y creo que lo estaba consiguiendo ya que Eva hundía la cabeza el cojín y daba gritos ahogados de placer mientras me suplicaba que no parara.

Al cabo de un rato, ambos sentimos la inminente llegada del orgasmo. Le agarré ese hermoso culazo con fuerza, con las dos manos, y empecé a bombear con rapidez, a follarla fuerte, con pasión, mientras nos decíamos frases entrecortadas de amor y deseo, palabras tiernas y obscenidades, y nos abandonábamos completamente a la lujuria, hasta que una explosión de placer casi simultanea nos hizo gritar a ambos. Ella se retorcía de gusto al tiempo que mi polla vertía en su interior interminables chorros de semen.

Acabamos agotados y empapados de sudor. Nos tumbamos juntos en el sofá, sin hablar, enlazados y disfrutando de esa maravillosa sensación que se siente tras amar de manera tan intensa y satisfactoria como lo acababamos de hacer nosotros.

Y así permanecimos, juntos, acriciándonos y besándonos, durante largo rato.

antalicge@hotmail.com