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El barrio y su gente (6: Un día muy particular)

en Bisexuales

El barrio y su gente VI

Un día muy particular

 

La casona de los Uribe se vistió de fiesta una noche de setiembre.

El magnolio del jardín fue adornado a lo largo de su tronco gigantesco con cintas y azahares, porque los dueños de casa celebraban, tirando literalmente la casa por la ventana, la boda de su hijo varón, Jaime, con una casi abogada –le faltaban apenas dos exámenes para doctorarse-

Jaime era la pupila del ojo de sus padres que tenían un campo en las afueras para la crianza de ganado. Había comenzado por estudiar ingeniería pero en la mitad del segundo curso abandonó.

Se inscribió en la Facultad de Arquitectura y rindió apenas tres exámenes antes de tirar la toalla. Fue entonces que, urgido por el señorial vasco, decidió ingresar en la de Derecho y obtener un título a como fuese lugar.

Allí conoció a Magalí con la que se ennovió dentro de un cerrado círculo de estudiantes "hijos de papá" más dedicados a perder horas en centros nocturnos y farras que a estudiar seriamente una profesión.

Don Guillermo Uribe respiró aliviado: podía irse en paz cuando le llegase la hora dejando sus asuntos en manos de su hijo, a éste bien casado con una señorita de buena familia y título universitario y a sus dos hijas y esposa a cargo de Jaime.

El oficial del estado civil ya se encontraba en el salón iluminado a giorno y terminado dos espléndidos vasos de cristal mediados de Chivas.

Doña Asunción, la matrona, daba frente al espejo de su tocador los últimos retoques innecesarios al delicado trabajo que "Pichón", su estilista, había realizado en el moño. Las niñas, Ethel y Anne, estaban listas y elegantísimas en medio de los invitados que don Guillermo, como es de rigor, recibía en la escalinata de entrada.

En una habitación de huéspedes acompañada de su madre, tías y peinadora Magalí calmaba sus nervios ante la inminente boda fumando un Marlboro tras otro con la crítica de la madre:

-"Hija, que vas a estropearte el maquillaje , apaga ese cigarrillo. A ver, Mabel, retócale el labial...

Un enjambre de chiquillos sueltos por el pequeño parque corría desaforadamente jugando a escondidas y transpirándose las ropas de estreno, muchos con las camisas a medias por fuera de los pantalones cortos.

Los recién llegados, como se presumirá, deseaban felicitar al novio que nadie sabía por donde andaba. Su hermana Ethel, preguntada al respecto, recordó haberlo visto charlando animadamente con dos o tres de los muchachos de su pandilla, pero hacía casi media hora que lo había perdido de vista.

Buscando lugares para esconderse, Chito y Polo -dos diablillos contumaces- entraron silenciosamente en el chalet de los fondos donde la familia hacía sus comidas veraniegas por tener allí un asador. Era un edificio de ladrillo a la vista con techado de teja ocre, muy a la moda. Constaba de un salón amplio que era a la vez cocina y comedor presidido por una mesa paradoce comensales y un exagerado Frigidaire de varios pies comprado directamente al importador; un baño completo y una pieza que servía de estudio y "garçonnière" al hijo casadero.

Escondidos en un ángulo entre la pared y el enorme refrigerador, con el pecho agitado esperando no ser tempranamente descubiertos por sus inquietos amiguitos, escucharon con total claridad las voces y sonidos que se escapaban de la puerta entreabierta del cuarto de estudios.

-"Prométeme que me llamarás ni bien llegue de mi luna de miel...

-"Pero claro, tontito. Aun no te fuiste con esa conchita y ya te estoy extrañando...

-"¿Mucho? ¿Y por qué no me lo demuestras ahora mismo?

-"¡Dénle, muchachos, no se pongan a joder ahora que Jaime se tiene que casar!...

-"¿Celos, Pablo? Bien, te la puede mamar mientras yo me despido de su culo, por ahora...

-"Sí, impecable, hagamos un rápido antes que me busquen por este lado.

Los escondidos se paralizaron al escuchar ruido de cierres porque pese a sus diez o doce años eran bastante despiertos.

-"Agáchate un poquito, Jaime. Así, así...Pablo, métesela en la boca

y no te tardes en acabar que casi es hora. Ah, qué culito sabroso me estoy comiendo...

-"¡Papá! ¡Cómo voy a echar de menos esta verga en los próximos quince días! ¡Ah! Déjame el tanque lleno hasta que regrese, mi negro...

-"Y mi verga, ¿no la vas a extrañar? Seguro que vas a andar por ahí en Acapulco escapándote de Magalí para saborear leches aztecas...

-"Les prometo que no, si me dejan bien servido de boca y culo...ahhh...qué par de vergas me trago, por Dios!...

Los niños escondidos se miraron el uno al otro y sin decirse nada en voz alta para no delatar su presencia, salieron en puntillas, tal como habían entrado en el chalet.

Los amiguitos ya debían haber ingresado, porque en el parque sólo había una o dos doncellas de las contratadas recogiendo vasos y copas desperdigados aquí y allá. Entraron en la casa y percibieron mucha agitación, los amiguitos recompuestos de ropa y peinado junto a sus papás y mamás. Y fueron sorprendidos por el vozarrón de don Guillermo Uribe que al verlos ingresar les preguntó a boca de jarro:

-"Niños, ¿venís del lado del parque? ¿No habréis visto a Jaime, el novio? Porque por la casa nadie lo encuentra.

Se miraron el uno al otro, sintiendo no sólo la mirada del padre del novio, sino de toda la concurrencia angustiada por la insólita desaparición de Jaime. Y los dos, al unísono con un aire casi perfecto de angelical inocencia, casi gritaron sabiéndose centro de atención:

-"Sí, señor, está en la casita del fondo haciéndose clavar por los amigos...