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Un verano especial (2)

en Lésbicos

Un verano especial (y II)

Eva ha visto en el desván un viejo pantalón vaquero suyo. Lo ha cogido y me ha obligado a estar de pié observándola mientras lo ha cortado con unas viejas tijeras que había en la máquina de coser. Me los ha probado. Eran bastante cortos, pues se me veían todas las piernas, pero a ella no le han parecido bien, así que los ha vuelto a cortar. Ahora son escandalosamente cortos. Si separo un poco las piernas se me ve el coñito depilado, y por los lados, me sobrepasan el sexo en cuatro dedos. Me he visto por detrás y apenas si me tapan las minúsculas bragas. Se lo he dicho a Eva y me ha respondido que no me preocupe, ya que al tener un culo tan gordo para esas bragas, lo más probables es que las lleve todo el día metida en los cachetes.

Me visto con mis nuevas bragas. Son incomodísimas y me tengo que estar continuamente colocándomelas por que me están fatal. He ido a mi mesita de noche y allí ya no tengo ningunas braguitas. Todas son braguitas de Eva con quince años. Y encima, al no tener pelos, me siento desnuda y desprotegida. Me siento continuamente algo húmeda. Siento el contacto de mis muslos con el exterior de mi sexo.

En resumen, que junto a los pantaloncito y una camiseta sin mangas que me ha encontrado, de esas que si levantas el brazo y no llevas sujetador, te ven los pechos desde los lados, me siento vestida como un putón verbenero.

Y me ha llevado al bosquecito y me ha dicho que quiere ver como me masturbo. -¡Si, dime como quieres que yo te haga mía!-

Me quedo mirándola como idiotizada, pero Eva me toma la mano y me la mete por debajo de la camisa, y encuentro mi piel excitante, deseosa, complaciente de mis propias caricias. Y llevo mi mano hasta el borde de mis minúsculos pantalones y ahora me alegro de que sean tan cortos, pues puedo meter mis dedos y apartar el borde de la braguita para encontrar una parte de mi cuerpo que me gusta acariciar en la oscura soledad de la noche.

Me apoyo en un árbol. Eva se acerca a besarme y a tomar mi mano para darme apoyo en mi tarea. Y siento sobre mi mano, la suya, suave, larga, elegante. Y siento en mi sexo la presión de su mano a través de la mía. Me desabrocha el pantalón y tira de él una cuarta hacia abajo y yo deslizo mi mano por mi vientre hasta alcanzar mi sexo y acaricio mi crestita y luego introduzco mi dedo en mi sexo, suavemente, mientras siento cómo sus manos han agarrado mis nalgas y me las separa, alzándomelas hacia arriba.

Me sube la camiseta y me besa los pechos mientras yo tiro la cabeza hacia detrás, apoyándola en el ronco de aquel árbol en el que debieron de quedar grabados nuestros corazones, o mejor, nuestras dos rajitas. Coloca su mano sobre la mía, su palma contra mí. Nuestros dedos se mezclan unos entre los otros y yo ya no distingo, en mi sexo, cuáles son los míos y cuáles no. Y siento en la yema de mis dedos, a intervalos, una humedad viscosa.

Estoy a punto de correrme. Me viene. Ya está aquí. Eva coloca su mano en mi boca, y su otra mano aprieta. Mis dedos se me introducen más de lo esperado. Mi orgasmo crece como la ola de un terremoto, de improvisto. Me toco los pezones que me arden y acabo chupando los dedos de esa mano que quería ahogar mis gemidos de placer, sin conseguirlo.

Pero Eva es insaciable. Nos hemos bañado desnudas en la piscina nuevamente y nuevamente me ha llevado a la esquina más escondida de todas para jugar. Sus manos han recorrido mi cuerpo y he sentido junto a la sensación del agua rodeando completamente mi cuerpo, la de su palma de la mano, ocupando completamente mi entrepierna.

No me ha masturbado en la piscina, pero me ha vuelto a hacer desfilar en top-less por la casa, hasta nuestro habitación, simplemente me ha ordenado que me tumbara sobre el colchón. Simplemente ha separado mis piernas cogiéndomelas del tobillo sin soltarlas y he doblado mis rodillas ante una leve presión que me sugería que así lo hiciera.

Acariciaba su cabeza mientras sentía como sus labios hacían una presa en mi clítoris. Me pasaba la lengua una y otra vez por todo el sexo. El calor de la noche se me contagiaba y mi cuerpo parecía empaparse de sudor. Por tercera vez en ocho horas mi sexo se humedecía y estaba a punto de reventar. Mis pezones estaban gruesos y excitados. –¡Agarra los barrotes del cabecero!- Me ordenó Eva, y yo tiré mis manos hacia detrás para agarrar los barrotes. Mis pechos quedaban ante mí. Sus manos no tardaron en hacerlos suyos, manoseándolos con fuerza. Empecé a correrme, a gemir de placer mientras hacía fuerza con las manos contra los barrotes y presionaba mi conchita contra la lengua de Eva, que complacida movía su lengua alocadamente mientras estiraba sus manos y provocaba que mis pechos se movieran hacia arriba, como para separármelos.

Nos levantamos tarde, por que pasamos toda la noche besándonos y quedamos al final tumbadas las dos juntas. Cuando me desperté, Eva estaba ya en pié. Me ha extendidito unos vaqueros cortos, escandalosamente cortos que ella misma me ha fabricado. Los ha hecho con unos vaqueros viejos que encontró en el desván. Me encantan. Son muy cómodos y me hacen sentir como una puta. Para colmo, ha ido al joyero de mi tía y ha cogido una esclavita de oro y me la ha colocado en el tobillo. Me ha obligado a ir descalza hasta el comedor, donde Pepa, nos ha dejado preparado el desayuno. Pepa empezó a meterse en lo que no le llamaban. Me dijo que no podía vestir así. Pero cuando encima vio la cadena de mi tía, poco más que me llama ladrona. La situación me avergonzaba. Me salieron colores en la cara y casi estuve a punto de llorar, hasta que Eva intervino, diciendo a Pepa que había sido idea suya lo del pantalón y lo de la cadena. Pepa cayó un momento y luego soltó –¡Ya está Usted con la señorita Pamela lo mismo que con su amiga Berta!-

Pepa se cayó y se fue cabizbaja cuando Eva le dijo que la dejara en paz a ella y a sus amigas, Terminamos de desayunar. Yo tenía el pulso acelerado por la discusión, y Eva debía estar por el estilo, sobre todo por que desde la cocina escuchábamos llorar a Pepa.

-¿Se chivará?-

-No creo-

-¿Quién es Berta?-

Eva tardó en contestar. – Una medio novia que tengo-

Yo puse cara de puchero -¿Una medio novia?-

-Si, ¿sabes? La vida en el pueblo es un coñazo. Yo me divierto haciéndome novias.-

-Pero yo creía que era la primera.-

-Eres la mejor, ven.-

Eva tiró de mí. Me llevó al bosquecillo, de la mano, desafiando a Pepa, y me puso contra un árbol. Después de besarme apasionadamente, metiéndome mano en las nalgas por debajo de los pantalones, me lo desabrochó y los pantalones cayeron al suelo.

-Ahora las bragas.- Me dijo mientras me dejaba desnuda de cintura hacia abajo. Cogió mis bragas y haciéndomelas un ovillo las metió en mi boca. Yo las mordí, para que no cayeran, y entonces Eva me subió la camiseta. Comenzó a jugar con mis pechos pero su mano rápidamente buscó mi sexo.

Yo tenía los brazos extendidos por encima de la cabeza, como me había ordenado Eva. Sus manos acariciaban mi cuerpo, y me hacían sentir el suave placer del manoseo, cuando de repente me cogió las bragas de la boca y metió sus dedos. Yo los chupé mientras los metía y los sacaba un par de veces. Entonces, sus dedos bajaron por mi cuerpo como dando pasitos Atravesaron mi pecho y mi vientre y se pararon en mi clítoris. Me acarició la crestita varias veces y luego los labios de sexo y entonces, hizo dentro de mí lo que había hecho en mi boca.

Sus dedos se introdujeron dentro de mí hasta el tope. Yo al principio estaba tensa, pero luego, al ver la seguridad con que los hundía y el placer que me proporcionaba, me abandoné. Dejé que me follara con los dedos mientras me besaba la boca y me agarraba con fuerza, a veces las nalgas y a veces el pecho. Me puse como ella me había dicho, con la cabeza encima de su hombro. Sentí su pecho, debajo de la camisa, rozar con los míos. Esa sensación suave ahora y de dureza dentro de mi sexo me volvía loca de placer. –No te cortes. Quiero que te oiga la tonta esa.- Dijo Eva refiriéndose a Pepa, y entonces, cuando el orgasmo empezaba a invadirme, comencé a gemir sin reparos, -Aaahhh, aaahhh, aaahhh-

Eva sacó sus dedos de mi vagina y me los puso en la boca. Los olí. Era un olor intenso, agridulce. Luego se los secó en mis pechos. –Te huele el toto, tendré que limpiarte.-

El agua salía por la goma de regar a toda presión. Era capaz de arrastrar las hojas secas, de mover una pelota de plástico. Además, tenía en la punta un dispositivo que cerraba el caudal o lo abría con más o menor presión. Cuando sentí el chorro en mis pechos sentí una sensación de fuerza, y luego una sensación anestesiante. La presión hacía que mis pechos se aplastaran. Luego, Eva puso el chorrito contra mi ombligo, quitándome todo el hambre. Miré mis pezones y estaban a punto de reventar. Después le tocó el turno a mi sexo. El agua me hacía rosquillitas, pero si daba más presión, los labios se abrían y el clítoris crecía estimulado por el agua. Era una sensación dolorosa y placentera. Después Eva me ordenó-Date la vuelta-

Me di la vuelta, pero Eva me obligó a inclinarme un poco y luego me dijo. –Sepárate las nalgas.- El chorro de agua entró como un torrente entre mis nalgas e inundaron mis dos agujeros, el de arriba y el de abajo. Me dejó caliente y mojada. Tuve que ponerme la ropa mojada y pasar por delante de Pepa, con la camiseta que marcaba mis pezones. Miré hacia abajo y no hice caso, y me cambié, pues Eva dijo que daríamos un largo paseo al pueblo, a comprar pilas.

Fuimos al pueblo andando, pues en no tener coche radicaba la razón de nuestro aislamiento. No entendía por qué íbamos al pueblo a comprar precisamente pilas. Eva no me daba explicaciones. Cuando llegamos, fuimos expresamente a una tiendecita. En ella despachaba una chica rubia, de pelo largo, liso y ojos azules. Era una chica de sonrisa angelical, manos largas y elegantes, alta como yo y encima, cuando saludó a Eva, Eva me la presentó. –Mi prima Pamela, mi amiga Berta.-

La conversación transcurrió entorno a las pilas. Una conversación en clave.

– Vas a venir a probar si funcionan-

-¿esta tarde?-

-Si-

-¿Y tu prima?-

Eva me mira y haciéndome un guiño le dice. -No te preocupes, mi prima se va a pasear-

Eva no me explica que es eso de probar las pilas y no me explica por que tengo que ir a pasear. Simplemente, cuando después de comer una comida, malísima, que nos ha preparado Pepa en venganza, me lleva a una ventana, la del cuarto de los invitados, y me dice que vigile desde allí.

Berta apareció en el jardín unos momentos después de que sonara la puerta. Es el día de Pepa, así que ésta ha pedido a un sobrino que venga a recogerla. Estamos las tres solas. No obstante, Eva me mantiene a la expectativa. De repente, Eva y Berta comienzan a morrearse. Eva tiene la voz cantante y le ha bajado el bañador e Berta, que se tiende en el césped y deja que Eva la devore. Estoy loca de celos.

Los celos han dejado paso a una sensación de envidia y excitación. Berta tiene un pecho dulce que Eva sabe valorar. La ha dejado desnuda y se la está comiendo. La rubia disfruta y o trasmite. Eva deja para el final el sexo de Berta, que se abre de piernas y la espera. Y cuando llega, se mantiene accesible, dócil y sumisa a la boca y los dedos de Berta. La noto correrse. Se muerde la mano para no delatarse, pero al final llegan a mis orejas nítidamente sus gemidos. Meto mi mano en los reconcomidos vaqueros y comienzo a acariciarme. La visión ha sido demasiado. No me puedo controlar.

Entonces Eva se desnuda y se sienta en el suelo, coge a Berta de los pelos, que dócilmente se deja llevar hasta el sexo de Eva. La está lamiendo. Vuelvo a sentirme celosa y desgraciada. A mí nunca me lo ha pedido. Me imagino puesta en el sitio de la rubia y me imagino el sexo de Eva, fruta deliciosa que me gustaría llevarme a la boca. Me clavo los dedos dentro de mi sexo, mientras mi camiseta está a la altura de los hombros y me amaso lo senos.

Ahora estoy extasiada. Ya comprendo lo que Eva pretende. De un estuche a sacado un objeto alargado y brillante, le ha levantado un atada de la base. ¡Si es un vibrador!. Eva le ha colocado las pilas y ha comenzado rozando a la rubia con la punta en el clítoris, pero pronto se lo ha metido entero. La rubia está reventando de placer, se retuerce y solloza, está loca de placer y gime mientras Eva sonríe triunfante y mira discretamente hasta la ventana.

Eva me ha enseñado lo que pretende de mí. Desea follarme con aquello, que luego me explicará que se lo ha birlado a su madre, que lo utilizaba cuando estuvo varios meses, a punto de separarse de mi tío. Es una experiencia nueva para mí. Son contadas con dos mano las veces que me la ha metido un chico, y Eva pretende follarme con un vibrador. ¡Está loca!

Cuando Berta se va, tardo en ir a buscarla. Primero tengo que acabar lo que he empezado. ¡No voy a ser la única que se quede sin mojar esta tarde!

-¿Te ha gustado lo que has visto? –

-Eres una cerda- Le contesto

-¿Por qué?-

-¿Te parece poco estar con las dos a la vez?-

-¿Qué quieres? ¿Qué rompa con ella por ti? ¿Acaso tu me vas a dar lo que ella?-

Me retiro cabreada, pro Eva conoce el poder de su ascendencia. Me persigue y se coloca a mi espalda. Ella comienza a mover sus caderas y noto como restriega su pubis contra mis nalgas. –Yo sólo quiero hacértelo como los machos, así, así.-

No sirve de nada que me oponga a Eva. He estado sin hablarle hasta el medio día, pero después de comer, me ha tomado de la muñeca y sin darme explicaciones me ha llevado de nuevo al desván. –Hoy vas a ser una perrita . Mira, he encontrado esta cadena y el collar de aquel pastor alemán que tuvimos.–

Sin darme lugar a reaccionar, me la ha colocado mientras me miraba en el espejo. Estoy desnuda. Sólo llevo puesta la correa del perro y Eva me exhibe delante del espejo, llevándome de la cadena. –Eres una perra muy bonita.-

Ahora me tengo que mover a cuatro patas. Eva me contempla y se contempla en el espejo. Mi pelo está revuelto por la cara, lo que me da una sensación más salvaje. Eva me ordena.-¡Plash!- Que significa agazapada, con las piernas flexionadas.

Luego se acerca a mí y pone su pierna entre la mía. La entiendo perfectamente. Lo que quiere es que le restriegue el sexo por su pierna. -¡Así es, perrita caliente! ¡Mueve el rabo!-

Luego me suelta, pero tengo que seguir a cuatro patas. Me ha tirado una zapatilla, que tengo que ir a buscar, coger con la boca y dejarla a sus pies, y esperar a que me tire otra zapatilla. Luego hago lo mismo con mis bragas. Cuando le traigo la prenda, Eva me acaricia la cara.

-¡Quieres agua!¿Verdad?- Eva dice esto y la veo sacar el barreño que utilizó para raparme el sexo. Me lo llena de agua de un grifo que hay en la primera estancia. Estoy sedienta y me animo a beber. Bebo sorbiendo, aunque de pronto recibo un puntapié.- ¡Bebe con la lengua!-

Bebo sacando la lengua y a sorbos. De este modo si me lo permite. Después me toma otra vez de la cadena y me lleva hacia ella. –Anda, lámeme los pies, perra- Yo la obedezco y paso mi lengua por el cuero negro de la bota. Luego me ordena que me tire sobre el suelo. Obedezco sin rechistar y Eva comienza a acariciarme con el pié desnudo. Siento mis pezones atrapados entre sus deditos. Me ordena que respire como los perros y comienzo a acelerar mi respiración. Luego pone su pié en mi boca. Juego con su dedo gordo. Lo mordisqueo como si realmente fuera una perra y finalmente, lamo la planta de los pies una vez y otra.

Ahora ha cambiado de pié. Este que usa ahora es el de la bota. Me pisa los pechos ligeramente mientras me ordena- ¡Vamos, puta! ¡Mastúrbate! Me comienzo a acariciar cuando veo que se coloca de pié entre mis piernas. Entonces, pune su bota en mi mano y me la pisa, para hundir mis dedos en mi interior y luego, siento la punta de la bota entre mis nalgas, justo en el ojete del culo, ascendiendo poco a poco, por la parte trasera se mi sexo y volviendo a pisar mi mano. -¡Quita, perra!.-

Con esa orden retiro mi mano. Siento su pie descalzo haciendo presión en mi sexo. El tacón esclava entre las nalgas mientas con los deditos me atrapa el clítoris. Luego intenta introducir su dedo gordo dentro de mí. Estoy tumbada en el suelo de la segunda estancia, con la cabeza atada a la pata de la cama, por la correa y la cadena del perro. Me miro al espejo. No me veo, pero haciendo un esfuerzo, meto los brazos y levanto la cabeza. Me cojo los pechos y suelto una frase obscena -¡Me estás follando con los piés!- Me tiro hacia atrás y me corro moviendo mi coño contra la planta de los pies de Eva, que sonríe triunfalmente.

He tenido que seguir siendo su perrita fiel toda la noche. Tenía que estar tendida a sus pies, permitiendo que pusiera sus pies sobre mi cuerpo. Luego, en la cena, he tenido que esperar de rodillas a que me tirara algo que he recogido del suelo y me he comido- ¡Tienes hambre! ¿Eh?- Me decía cada vez que extendía la mano para ponerme entre los dientes un pedacito de pan.

He dormido sobre una manta, a los pies de su cama.-¡No te hagas pis dentro de la casa!- Me ha dicho. Pero tampoco me deja que mee en el servicio, como las personas, así que tengo que ir al jardín y mear allí. Miro a la ventana y veo como me vigila. ¡La odio cuando hace estas cosas! ¡Me hacen sentir tan puta!

Por la mañana, cuando Pepa ha terminado en la cocina, ha cogido un poco de leche condensada y se la ha echado en el interior del muslo, subiéndose el camisón, luego me ha empujado por el cuello. Yo he comprendido lo que quería. La he lamido, y luego otra vez, cuando se ha vuelto a llenar de leche condensada. Hasta que al final, se ha bajado las bragas y se ha llenado su pubis. Ella tiene pelos. La leche condensada, dulce y espesa, se ha enredado en sus ricitos, pero yo me he acordado de Berta y también he lamido, con timidez al principio, pero luego me ha gustado. He rozado con mi lengua su cresta una y otra vez, buscando entre la dulzura de la leche, la dulzura de sus labios, hasta que he notado un breve espasmo. Se ha corrido, me ha cogido de la barbilla y me ha besado. -¡Bueno! ¡No está mal para empezar!-

Pero sólo ha sido el preludio. La apertura del tercer acto de esta ópera del verano. Casi sin darnos cuenta ha pasado la semana que restaba. Nuestros padres regresaban en un par de días y Eva pretendía aprovecharlos bien. La noté especial. Me miraba fijamente y cuando la miraba, apartaba la vista disimuladamente. Era claro que algo tramaba. Todavía estaba más claro que tramaba algo, por que a mitad de la mañana se perdió. No quise ir a buscarla, pero tenía claro que estaría en el desván.

Después de comer, volvimos a subir al desván. Me dirigí instintivamente a la tercera habitación mientras me desprendía de mi camiseta, cosas que hacía ambas de manera automática, pero Eva me dijo, mientras se colocaba detrás mía para atarme las manos a la espalda, que esta tarde la pasaríamos en la segunda estancia, donde estaba el armario y que estaba amueblado con una de esas camas antiguas, altas y con n remate decorativo en la madera que formaba un hueco en el medio.

Para mí era nuevo lo de la cadena era nuevo. Esperé sumisamente que colocara el colar de perro en mi cuello y la cadena, en el collar, y me obligó a observarme delante del espejo. Luego desabrochó los vaqueros y entonces se cabreó. -¡Mierda! ¡Qué haces con el bañador! ¡No te he dicho que te pongas las braguitas!- Intenté explicarme

-Es que, es que me están muy chicas y se me meten por la rajita-

-¡Pues no te meto yo los dedos y te gusta! ¡Eres una desobediente!- Sentí el dolor inesperado de un bofetón en mi cara. No es que fuera muy fuerte, pero era inesperado y humillante. La miré con odio, pro al verla mirarme de aquella manera, mi sexo comenzó a humedecerse. Me deshice de los vaqueros y ella me quitó el bañador.

-Bueno como no te has traído tus braguitas…¡Utilizaremos las mías!- Delante de mí se quitó el pantaloncito de deporte, muy corto, que se había puesto y se quitó unas bragas también muy pequeñas. Luego ya, se quitó la camiseta y se quedó desnuda, tan sólo con los zapatos deportivos. Una figura rara, por lo menuda que era su figura en comparación con los zapatazos.

Eva hizo un ovillo con sus bragas, después de enseñarme lo limpias que estaban. Me las metió en la boca, no sin reticencias por mi parte. Pero allí estaba yo, desnuda, atada y no tardé en estar amordazada, pues Eva tomó un pañuelo de la mesita de noche que previamente habría puesto allí. Hice intenciones de mirar si había mas cosas en el cajón, pero Eva me lo impidió.

Entonces Eva me cogió del extremo de la cadena y me hizo sentarme sobre la cama, utilizando una agresividad que nunca había usado antes, pero que me excitaba, sobre todo por que iba acompañada de un monólogo especial -¡Venga y muévete, puta! ¡Cualquiera diría que no te gusta!-

Me ha puesto los zapatos de aguja que encontramos el primer día- Me tengo que mover con ellos y me cuesta, pero al mirarme de perfil en el espejo, me doy cuenta de lo que me favorecen. Tengo un culo respingón y redondo que de esta forma se acentúa. Eva tira de la cadena. - ¡De rodillas en la cama!- Avanzo por la cama, de rodillas y estoy frente al cabecero. Eva mete el extremo de la cadena por el agujero. Estoy atada como una perra y encima, atada con las manos a la espalda.

Desde el primer día no lo había vuelto a hacer. El primer día lo hizo para obligarme. Hoy lo hace por puro placer, claro que estos azotes, son caricias en comparación con aquellos. Comprendo que es l oque quiere, así que hago teatro y finjo que me duelen mucho más de lo que en realidad me duelen. Eva está satisfecha. Me coge de los pelos y me habla con rabia a la oreja. –Ahora, pon tu cara sobre el colchón.-

Obedezco. Miro a través de mis piernas y en el espejo de enfrente me veo. Tengo un culo espectacular. -¡Vaya culo que tiene mi primita!- Me confirma Eva, que pasa su mano por mis nalgas y mis costados hasta los pechos. Estoy excitada. Deseo comer su coño. ¿Me dejará hoy?

Se dirige a la mesilla. Conozco el estuchito vacío que ha dejado a mi lado. ¡Ah, ya me acuerdo! Hoy va a ser mi día. Miro a Eva, que prueba el vibrador en la palma de la mano. El pulso se me acelera.

-¿Te lo voy a meter? ¿Tu que crees?- Me dice, sin que pueda contestar, pues siento en mi boca el sabor de sus bragas, y siento el cosquilleo del vibrador en los pezones, y luego, en la boca, sobre mis labios.- ¿Has visto que cosquillitas hace esto?- Después se pone frente a mi, y se coloca el vibrador a la altura de su pubis y lo soporta con los dedos, y mientras comienza a hacer los movimientos que hacen los hombres me dice -¡Te voy a follar así, así así!

Se ha colocado detrás de mí y me ha vuelto a pegar un par de azotes, que hacen que me mueva en la cama. Me tiene enculada. Ha colocado sus rodillas entre las mías y ha restregado su vientre, aún sin cuerno, en mis nalgas, pero no tardo en sentir el cosquilleo en mi clítoris. Los pezones se me erizan. Mientras juega aún con intenciones, me acaricia la espalda y a mí eso me tranquiliza y me pone cachonda a la vez, pero casi a traición, después de colocar la punta del vibrador entre mis labios, lo ha metido, quizás un par de dedos, y desde ese momento, por más que me retuerza, estoy perdida. Intento gritar -¡Ugh Ugh Ugh!-

Ella soporta el vibrador frente a su pubis con sus dedos, que chocan contra mis nalgas y mi sexo cuando me lo ha clavado totalmente. Yo sigo revolviéndome, y sólo cuando empieza el "mete-saca" me quedo quieta, dócil, resignada a mi suerte y saboreando el placer de mi sumisión.

Al principio me lo hacía lentamente, pero luego, al ver que yo me movía con ella, pues deseaba correrme lo antes posible, se ha emocionado. Me ha cogido de las caderas y ha empezado a un ritmo mayor. Entonces, he empezado de nuevo a gritar, pero esta vez de placer-¡Ugh Ugh Ugh!- Era una puta sumisa follada por si primita, que se corría como una perra y que deseaba que aquello no terminara nunca. Me corrí una vez y no tardé en volverlo a sentir cómo un orgasmo procedente de mi interior me invadía, uno tras otro.

Eva se paró al fin y me lo sacó, y se puso a besuquear mis nalgas, mientras pasaba la punta del vibrador por el clítoris y el ojete del culo, haciendo de aquellas cosquillas una dulce e insoportable tortura. Entonces Eva me tiró de la pierna y me obligó a darme la vuelta, pasando mis piernas por encima de su cabeza.

Quedé de nuevo a su merced y aunque yo me moví como una loca, metió medio consolador en mi sexo. Lo puso al máximo. Me sentía morir de placer. De nuevo estaba excitada. Su boca lamía mi clítoris y sus manos manoseaban mis pechos. El orgasmo estaba próximo. Mis piernas temblaban. Mi vientre se expandía y contraía. Y esta vez, me vino aún más fuerte –Oghhh Oaghhh Aghhhh Ughhh.-

Me tumbé en la cama, recogiendo las piernas, en una posición nítidamente de autoprotección. Eva me quitó la mordaza y nos besuqueamos. Yo no sabía si odiarla o comérmela a besos. Luego me dijo, -Te has portado muy bien. Te has convertido en mi putita preferida. ¿Qué deseas que te haga ahora?-

Lo pensé un instante .- Quisiera hacerte el amor-

Eva me soltó. Los complementos de nuestro juego quedaron en el suelo, a un lado de la cama. Las dos nos abrazamos, de rodillas en la cama y nos entregamos a nuevos juegos de amor, más tranquilos y sosegados

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