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Mi venganza

en Confesiones

Mi venganza

La verdad es que no sé como comenzar esta historia. Me llamo Ernesto Estébanez, soy ingeniero y trabajo en una empresa de telecomunicaciones. Tengo 32 años y estoy casado en segundas nupcias. La historia que quiero relatarles sucedió hace muchos años, 10 años para ser exactos. Yo lo he superado y reiniciado una nueva vida. Ni siquiera mi esposa actual conoce esta parte de mi vida.

Me casé muy joven, tenía 22 años y mi mujer 21, se llamaba Laura. Tenía un buen cuerpo, bastante escultural, aunque era bastante bajita, sólo medía 159 centímetros. Era muy alegre, rubia y de ojos azules, trabajaba como secretaria de un abogado de la ciudad, un viejo de 63 años que tenía bastante dinero. En fin, por aquel entonces yo trabajaba como técnico en una empresa de detectives ubicada en Barcelona, ciudad dónde también residía yo. Mi trabajo consistía en colocar aparatos de todo tipo en sitios insospechados. Es decir colocaba cámaras ocultas, micrófonos, etc. Nuestros clientes eran por lo normal empresas que querían demostrar que alguno de sus empleados le robaba, o alguna mujer que creía que su esposo le era infiel y cosas por el estilo. Mi jefe me pedía que colocara los instrumentos para poder registrar las pruebas. Normalmente utilizaba cámaras muy pequeñas y las colocaba en los sitios más insospechados. Aunque era ilegal parece, disfrutaba con la sensación de espiar a la gente. Recuerdo una vez que coloqué una cámara en la cabeza de un osito de peluche que estaba sobre un armario. El trabajo fue perfecto, la coloqué de tal manera que el ojo del peluche era la cámara. La cliente era una señora rica que decía que su marido la engañaba cuando ella salía los fines de semana a casa de su madre. La verdad es que la engañaba, pero no con quien creía. Su marido resulta que tenía un novio. La cámara y los micros registraron sus orgías con ese novio. La señora quedó estupefacta.

Llevaba casado 3 meses cuando un buen día mi jefe dijo que había que colocar todos los aparatos posibles en el piso de un ricachón, en las afueras de Barcelona. Su mujer sospechaba que utilizaba el piso como nido de amor de sus conquistas. Me dirigí a la dirección indicada y con la doble llave que nos entregó la señora, entré en el piso. La verdad que el piso era grande y lleno de muebles de estilo antiguo. Eché un vistazo para buscar la zona donde colocar los micros y las cámaras y me puse manos a la obra. Siempre trabajaba solo. Al abrir algunos cajones descubrí algunas revistas porno lo que supuse que nuestro hombre era un viejo pícaro. Una vez terminado el trabajo de esconder la grabadora de video, hice unas pruebas y me marché a la oficina. Hasta ahí todo bien. El problema surgió cuando la acaudalada señora quería que nosotros recogiéramos la cinta de grabación pues ella no sabía de esas cosas según nos dijo. Mi jefe no tuvo más remedio que aceptar después de subir la factura y me colocó a mí el paquete de ir diariamente a cambiar la cinta y poner la nueva, luego la visionaba y si no había nada relevante se volvía a poner al siguiente día. De esa manera intercalaba dos cintas. La señora nos dejó las copias de la llave del piso y mi jefe me encargó que visionara yo las cintas y llevara el caso. Mis compañeros que se dedicaban a investigación se mofaban de mí por este hecho.

Así estuve varios días. Las visionaba y nada relevante. Un día que mi mujer tenía que ir de compras aproveché para visionar la cinta del día anterior. Nada, el hombre llegaba como a las cuatro a su piso, se metía en el baño y salía con una toalla atada a la cintura, se servía un güisqui y se sentaba a oír música, esto lo hacía a diario casi de rutina, se me hizo bastante tedioso el visionado de las cintas. Pero tenía que aprovechar los momentos de ausencia de mi mujer para poder visionarlas, eso era una cosa que tenía por costumbre, no meter a Laura en mi vida profesional.

Al día siguiente como de costumbre, me dirigí a la casa a eso de las 10 de la mañana desde la oficina para hacer el cambio de cintas en el grabador. Enseguida noté que algo no estaba como antes. El baño estaba revuelto, la cocina estaba hecha un desastre y había toallas por todas partes, no parecía el piso del viejo lujurioso y ordenado. Estaba ávido por visionar la cinta y así acabar con este encargo engorroso. Cuando visioné la cinta, pude comprobar que nuestro viejo llegó como de costumbre hacia las cuatro de la tarde, se duchó, salió con una toalla, se sirvió un güisqui y puso la música. Acto seguido se sentó en el sofá y echó la cabeza hacia atrás con deleite. Poco después, hacia las cinco de la tarde, tras escuchar el timbre, se levanta y se dirige a la puerta, la abre y recibe a una joven rubia, por un momento se me pareció a mi mujer, pero estaba demasiado lejos de la cámara para identificar la cara. Me sonreí pensando que era un idiota al imaginar semejante cosa. ¿Mi mujer con un viejo así? Si sólo llevamos 3 meses de casados. La pareja seguía ablando en la entrada pero con la puerta cerrada. En un momento de la conversación la joven extiende el brazo y busca entre la toalla que el viejo tenía atada a la cintura, era evidente que buscaba su polla, así estuvo masajeando un rato mientras sonreía. Después de esto el viejo se agachó a besarla en la boca y la cogió por las nalgas, masajeándolas con sus manos, después la atrajo para él sin dificultad y con las manos ahora puestas en sus hombros la forzó a que se agachara. Me estaba poniendo a cien, ella le obedeció y hundió su cara en la abertura de la toalla, para en un momento dado meter su polla completamente en su boca.

Trabajando su polla de una manera lenta pero eficaz, a tenor de los espasmos del viejo, consiguió levantarse y después de dejar el bolso en una mesa cercana, despojó al viejo de la única prenda que tenía. Ella entonces puso sus manos detrás de su nuca y abrió ligeramente las piernas. Él actuó como un autómata, supongo que lo habían hecho antes, se agachó para meter sus manos bajo la minifalda de la joven y poco a poco ir bajándoselas hasta dejarlas en las rodillas, curiosamente se paró ahí. Fue entonces cuando se alejó hasta el baño y volvió con una toalla blanca que puso sobre la mesa del recibidor, una vez la hubo estirado, se volvió hacia la joven que continuaba con las manos detrás de la nuca y sus bragas en las rodillas. La cogió por la cintura y la puso de espaldas a él, entonces fue cuando la subió a la mesa y la hizo acostarse boca a bajo con las piernas colgando de la mesa. Se alejó otra vez y volvió con una cuerda o algo parecido, ató las piernas de la joven a ambas patas de la mesa, la joven no llegaba al suelo pues la mesa era más alta que sus piernas. Una vez la hubo atado, primero una pierna y después la otra, se dirigió a sus muñecas y haciendo un nudo en la muñeca izquierda, pasó la cuerda por debajo de la mesa y ató la otra muñeca, de manera que la chica no podía liberarse ni levantarse por si sola. Yo estaba extasiado por lo que estaba viendo. La cámara no ofrecía un primer plano, pero era suficiente para ver lo que hacían.

El viejo hundió la cara entre las nalgas de la rubia mientras ella se retorcía, pero sus ataduras hacían inviable cualquier intención de liberarse. Así estuvo nuestro hombre durante un buen rato, después se incorporó y cogiendo las bragas que ahora estaban completamente estiradas, pues al tener las piernas totalmente abiertas no pasaban de las rodillas, las rompió de un manotazo. Acto seguido se adentró en la cocina y volvió con una bolsa, de esas que dan en los supermercados. Sacó un objeto parecido a un pepino, creo que era un pepino, y se lo acercó a su sexo.

Justo cuando estaba la escena más caliente siento que están abriendo la puerta de mi casa y corro veloz a sacar la cinta del video. No quería que mi mujer la viera. Efectivamente, Laura acababa de llegar.

-¿Qué tal el día Erni?- Me preguntó.

-Pues hoy ha sido un día cansado- Le contesté.

Nos besamos, y mientras se duchaba, guardé la cinta. No había lugar a dudas, la anciana esposa del viejo tenía razón. Aunque creí, por la diferencia de edad, que era más bien una profesional del sexo. Cuando Laura salió de la ducha, se dirigió al vestidor contiguo sólo envuelta en una toalla, lo había hecho muchas veces, pero hoy estaba muy sexy, quizá por la situación. La seguí con la mirada y pude ver a través del hueco de la puerta como se agachaba para recoger su tanga de un cajón del armario. Aquella posición, con la toalla alrededor de su cuerpo e inclinada hacia delante sin doblar las rodillas, dejando su sexo rosado a mi vista, su culo redondito a en posición, hizo que entrara y la rodeara por las caderas con la intención de follarla por detrás.

-¡Quita loco!- Me dijo entre risas.

Le remangué la toalla y obligándola a mantenerse inclinada hacia delante me la follé, estaba jugosa, pues sus fluidos permitieron que mi polla entrara resbalándose por su cavidad. Me extrañó, pero lo agradecí. La cogí por el pelo y a todo ritmo se la metía y se la sacaba al compás de sus gritos. Después de un momento la saqué para encularla, pero se resistió un poco. No quise forzarla ya que nunca habíamos practicado esa modalidad. Así que volví a la posición original y tras unas embestidas, me corrí en su interior. Ella se dio la vuelta rápidamente y se la puso en la boca para que eyaculara en ella, pero ya era tarde. Estuvo estrujándola con la boca durante un rato, absorbiendo y lamiendo hasta dejarla completamente vacía del líquido de la vida. Al día siguiente cuando iba a entregar la cinta a mi jefe, me invadió una duda. -¿Cómo terminaría la escena?- Pensé en no decir nada por ahora y quedarme con la cinta, ya le grabaría en otro momento. Además -¡cómo se parecía aquella chica a mi mujer!- se que no era ella pero la sola idea de pensar que lo era me hizo imaginar una fantasía que me excitó sobremanera. Decidí que no entregaría la cinta y terminé por engancharme a esas dichosas imágenes del video. Resolví, corriendo un gran riesgo, entrar en la casa y colocar un micro que yo podía oír desde el coche. Así podría saber cuando estaba el viejo con la puta en su casa y entrar sin ser visto. En cuanto al visionado de la cinta que dejé a medias, el viejo practicaba algunas cosas raras, utilizaba el pepino como consolador en el sexo de la puta, hasta que decidió follársela. Ella siempre estuvo atada. Después la soltó y dándole un beso la acompañó hasta la puerta.

Una vez colocado el micro, decidí hacer guardia en una calle cercana. Estuve varios días, creo que al cuarto día, era miércoles, siempre a la misma hora, las cuatro de la tarde, vino nuestro hombre y ese día no cambió la rutina. Eran como las cinco, yo había dejado una nota en casa para que mi mujer supiera que llegaba más tarde, cuando oí por el micro que llamaban a la puerta, me puse a escuchar y efectivamente, una voz de mujer le dijo –Hola cariño- no había duda la puta o tal vez otra distinta había llegado. Salí del vehículo y me dirigí hacia la casa del viejo. Al llegar a la entrada del piso puse el oído por si oía algo detrás de la puerta. Nada, no se oía nada. -Estarían en el recibidor, seguro- Pensé. Metí la llave en la puerta y muy sigilosamente le di la vuelta hasta abrirla, luego muy lentamente fui metiendo la cabeza para no ser sorprendido y entré. Cerré la puerta detrás de mí y me quedé un rato en silencio para ver dónde podían estar nuestros tortolitos. Las voces venían del fondo, de la cocina exactamente. Hacía allí me dirigí, busqué un sitio donde pudiera observar toda la escena sin ser descubierto, esto de ser voyeur empezaba a gustarme, decidí que el mejor sitio era detrás de una cortina que se encontraba justo a un metro de la entrada de la amplia cocina. Pero ¿cómo llegar allí sin ser visto? No tuve más remedio que aguantar en esa posición hasta que tuviera la oportunidad. Y la oportunidad llegó, el viejo había puesto a la puta acostada sobre la mesa como había hecho en el video, aunque esta vez le había puesto un paño encima de la cabeza. Se alejó de la cocina para buscar algo, momento que aproveché para deslizarme detrás de la cortina donde podía ver la escena en toda su magnitud. Cuando el viejo regresó, venía con unas cuerdas y algunas cosas que traía en una bolsa. Comenzó, sin mediar palabra, por bajar las bragas de la mujer hasta quitárselas del todo, ella iba vestida con un traje largo, así que tuvo que subir el traje por completo para coger su tanga y sacársela, una vez lo hizo, las tiró sobre la mesa. Acto seguido ató la pierna derecha a una pata de la mesa y lo mismo hizo con la izquierda, la chica debía ser la misma de la otra vez, pues sus piernas no llegaban al suelo.

En esta postura, con las piernas totalmente abiertas e inmovilizadas, se dirigió nuestro caballero a las manos de la chica, tal como había hecho en la cinta de video. De la misma forma las ató por debajo de la mesa, lo que en la práctica la joven quedaba totalmente inmovilizada. Él comenzó a desvestirse y una vez desnudo, comenzó a sacar diversos objetos de la bolsa que tenía a su lado. Me sorprendió lo que iba sacando y poniendo en fila, uno al lado de otro, todos los objetos. Un consolador enorme en forma de pene, un consolador también en forma de pene pero más pequeño que el anterior, un pepino y unos guantes de látex. Me imaginé enseguida para qué iba a servir todo aquel menaje. En un momento dado, el viejo destapó a la chica por un lado de la cara y la besó en la boca diciéndole.

-No te preocupes hoy va a ser un gran día para ti, déjate llevar-

Nuestro amante se acercó por la parte de atrás y volvió a remangar el vestido de la chica, esta vez lo echó hacia la espalda de ella, con lo que su culo bien proporcionado quedó al descubierto. En ese instante él comenzó a lamerle el sexo mientras el dedo índice se lo introducía en el culo dando unas pausadas vueltas, supongo que quería preparar el orificio para más tarde. La chica gemía y gemía sin cesar. Él seguía en esa posición lamiendo y jugando con el dedo, hasta que decidió lamer el orificio anal lo que sin duda provocó un estallido de placer en la jovencita, pues sus gemidos eran ya prácticamente alaridos. El viejo no paraba, ella le pedía que la follara, pero él con mucha tranquilidad, que llegué a envidiar, siguió con su juego. La chica seguía pidiendo a gritos que la follara ya, pero nuestro hombre con una tranquilidad exasperante seguía a lo suyo.

Cuando lo creyó conveniente, paró y se incorporó. Miró atentamente sobre la mesa y cogió el consolador en forma de pene, el más pequeño.

-Estás un poco estrecha, ¿sabes?- Le dijo.

Ella no contestó seguía con sus gemidos aunque ahora a menor volumen. El viejo abrió el culo de la chica con los dedos de la mano izquierda mientras con la mano derecha colocó el falo artificial en la entrada de su ano. La chica parecía estallar de placer, gritaba que se la metiera, pero el viejo no parecía dispuesto a seguir sus instrucciones, parecía más bien seguir su propio guión. Intentó forzar el orificio, pero dejó de hacerlo para acercarse a la nevera. Enseguida supe lo que iba a hacer, lo había visto antes en una película. Extrajo de la nevera un paquete de mantequilla y cogiendo un trozo con los dedos se los pasó por el orificio anal, suavemente, masajeando toda la zona colindante. Se limpió las manos y volvió a coger el falo de goma, lo colocó a la entrada del orificio anal y lo fue introduciendo lentamente hasta su totalidad. La chica profería unos gritos de placer que era imposible que no lo oyeran los vecinos. Él seguía diciendo que era muy estrecha, mientras metía y sacaba la polla de goma de su culo varias veces. Después de esto sacó el consolador de su culo y yo mismo pude comprobar que por un momento su culo permaneció abierto para cerrarse por si mismo al cabo de unos instantes.

Él cogió entonces el consolador de mayor tamaño, era un falo de al menos 30 cmts con un grosor desproporcionado y enfilándolo hacia su culo lo empotró de un viaje hasta las entrañas de aquella joven que gritó al instante al ser sorprendida por esa feroz embestida. La chica parecía que iba a desmayarse, pues aunque el paño que tapaba su rostro ahogaba sus sonidos, eran bastante audibles sus gemidos de placer. El viejo sacó aquella enorme mole de su culo y comprobaba que el orificio era lo suficientemente grande para su gusto, hizo unas mediciones con los dedos y volvió a empalar a la chica con aquella polla descomunal, mientras, la joven babeaba de su sexo, señal indiscutible de que estaba disfrutando de aquella experiencia. Yo estaba excitadísimo, no puedo negarlo. El viejo estuvo al menos quince minutos sacando y metiendo la enorme polla en el culo de la joven, con unas pequeñas paradas para comprobar el diámetro del orificio y añadir más mantequilla para lubricar la zona. Cuando lo creyó pertinente, nuestro hombre sacó la polla de goma del culo de la chillona joven y midió por enésima vez su orificio, ahora parecía ser de su agrado. Yo no entendía nada, ¿qué pretendía hacer, un túnel para vehículos?

El viejo satisfecho con su obra, se incorporó y dejó sobre la mesa el enorme falo. Yo podía ver el culo de aquella mujer, abierto totalmente, tenía un diámetro de cuatro dedos y seguía abierto a pesar de que él no estaba ahora tocándole esa zona.

Me sorprendí bastante cuando el viejo cogió el pepino de la mesa y lo dirigió al culo de la joven que seguía en un verdadero éxtasis. Aquella verdura medía más o menos 25 ctms de largo por unos tres dedos de ancho. Él apuntó al culo de ella y lo puso justo en la entrada, después de un fuerte manotazo lo empujó por completo dentro de su culo, hasta el punto que desapareció en las entrañas de la joven, esta intentaba revolverse de placer pero sus ataduras se lo impedían. El viejo apretó las nalgas de la chica, con el pepino que había desaparecido dentro por completo. Las nalgas se cerraron y él las besó con deleite. No podía creer lo que estaba viendo. La chica gritaba cosas inaudibles por su voz entrecortada, su sexo seguía babeando hasta tener un pequeño charco en el suelo, justo en la perpendicular de su entrepierna. Después de esto, el viejo atrajo una silla para sentarse y con la calma que le caracterizaba se puso los guantes de látex para luego sentarse detrás de la joven. Comenzó entonces una búsqueda con los dedos primero y la mano después dentro de su culo, sus dedos, su mano, su muñeca, su antebrazo, entraron en las entrañas de la chica que se retorcía de placer, cuando lo creyó conveniente sacó la verdura que había metido por completo en su ano y la puso sobre la mesa, se quitó los guantes y también retiró la silla. Ahora se puso detrás y con unas ligeras embestidas la folló por el culo, no creo que tuviera mucha dificultad habida cuenta lo visto hasta ahora. Estuvo un rato en un mete y saca sigiloso, sólo roto por los aullidos de placer de la joven.

Luego cambió la posición y la ensartó por su sexo, los gritos de la joven iban acompañados de unas frases ininteligibles, pues creo que el placer que estaba sintiendo la chica le impedía articular palabras. Pasados unos diez minutos metiendo y sacando su pene, él sació su apetito pues se corrió dentro de ella, pude ver como salía el semen del chorreante sexo de la joven. Él se mantuvo un tiempo acostado sobre la espalda de ella, todavía con el pene dentro, después se incorporó y comenzó a desatarla, primero un pie, después el otro y por último las manos. Ella seguía acostada a pesar de estar ya libre de ataduras, creo que no podía levantarse. Pasado un rato, ella se incorporó y se quitó el paño que le cubría su rostro. ¡Dios mío, no! ¡No puede ser! ¿Laura? ¿Pero cómo…? No pude moverme, las lágrimas rodaron por mi cara, no podía ser, esto no puede estar pasando. Estuve allí todo el rato que duraron ellos, casi una hora. Después que se fueron, primero ella y después él, abandoné la casa y me alejé muy hundido del lugar. Estuve dándole vueltas a la cabeza por qué había sucedido esto, sólo llevábamos tres meses de casados, era casi una niña comparándolo con ese viejo. ¿Qué había fallado?

Llegué a casa bastante tarde, sin saber qué hacer, qué le diría, cómo comportarme. Metí la llave en la cerradura, abrí y entré.

-¿Cariño llegaste? Hoy vine un poco tarde también, teníamos trabajo en la oficina.-

-Si yo también tuve trabajo- Contesté.

Después de pasar despierto toda la noche sin decirle nada. Planeé mi venganza. Y quería llevarla a cabo cuanto antes. Así que pasados unos días, mientras hacía unas diligencias para poder ejecutar mi venganza. Llegó el día señalado. Ella vino alrededor de las seis, supuse que había estado con el viejo, pues era el mismo día que utilizaba siempre, el miércoles. La esperaba con una copa de cava y bastante cariñoso. Ella se sorprendió y me preguntó si celebrábamos algo, le contesté que tres meses de casados con la mujer más bonita del mundo y la más fiel. Ella sonrió y me besó, después pasó al baño a ducharse mientras yo preparaba unas copas. Salió vestida con unos vaqueros y una camiseta negra. Se acercó a mí y cogió la copa, le dio un sorbo y me preguntó si había preparado algo para celebrarlo.

-Es una sorpresa- Le dije.

Mientras daba otro sorbo al cava le susurré al oído que deseaba tener una fantasía con ella, ahora.

-¿Ahora? Me preguntó.

-Si, ahora- Le contesté

-¿Cuál es esa fantasía?

Mientras me acercaba a su oído le susurré que me gustaría hacerle el amor atada a una mesa. Ella se sobresaltó, pero yo le besé y de esa manera creo que se tranquilizó. Me dijo que nunca había hecho esas cosas, pero que lo intentaría por mí. Volví a besarla y solté mi copa, le dije que me siguiera a la cocina. Quité con cuidado todo lo que estaba sobre la mesa y mientras ella me observaba un poco confundida, le dije que se recostara sobre la mesa, ella obedeció, soltó su copa y se acostó sobre la mesa de la cocina, con los pies colgando pues la mesa era más alta. Cogí una toalla marrón oscuro y se la puse por la cabeza, ella se importunó pero después de convencerla de que sería así o nada, obedeció. Le até un pie a la pata de la mesa y el otro pie a la otra pata, bien sujeta para que no pudiera moverse. Después hice lo propio con sus manos, sólo que esta vez las até a la espalda. Introduje una novedad en mi espectáculo personal. Le pasé una cuerda por debajo de la mesa y tras pasarla por su nuca me cercioré de que no podía levantar la cabeza y tampoco girarla. Una vez hice esto, le desabroché los vaqueros y se los bajé hasta la rodilla, máximo que podía bajar pues tenía las piernas abiertas. Después cogí su tanga con dos dedos y se la arranqué de cuajo. Noté que comenzó a respirar profundo, lo que deduje que le había gustado. Una vez en esa posición, le dije que a partir de ahora no hablaría con ella, sólo actuaría, que se dejara llevar por mí, ahora iba a prepararme yo. Asintió con un si y me puse manos a la obra. Lo primero que hice fue ir al cuarto de invitados y abrir muy sigilosamente la puerta, una vez abierta, hice una seña a las personas que estaban allí, seña ya convenida con anterioridad, y comenzaron a salir muy sigilosos también sin hablar, ese había sido el trato por el que les había pagado a cada uno. Tengo que decir que mi venganza fue alquilar a todo chulo, proxeneta, drogadicto, borracho, indigente, negro, moro, etc. etc. que encontré por la calle para que estuvieran ese día en mi casa preparados para actuar según lo convenido. Salieron de la habitación 31 personas, se pusieron detrás de mi mujer en fila india y en completo silencio y comenzó la venganza. Me puse a su lado y le susurré,

-Cariño, vas a gozar como nunca lo has hecho, estaremos horas amándonos.-

Acto seguido hice una seña y me separé un poco, el primero que estaba en la fila era un proxeneta ex-delincuente habitual, se colocó en posición y comenzó a embestir a mi mujer con tal fuerza, que el diminuto cuerpo de ella al lado de este tío de casi 190 cmts. parecía que se iba a partir en dos, ella gritaba y gritaba de placer, así estuvo por lo menos unos diez minutos, creí que este tío no terminaba nunca, una vez eyaculó dentro como habíamos acordado, se retiró y se puso otra vez en cola. El que ocupó su puesto, un drogadicto enjuto y mal alimentado comenzó a follarla con tantas ganas que el infeliz sólo aguantó un par de minutos antes de correrse dentro. Ella me dijo en ese momento,

-¿Erni, qué te pasa?-

No contesté. El tercero era un tío de los muelles, creo que era un camorrista me dijeron, era un fortachón de más de cien kilos de peso. Se colocó en posición y un enorme miembro la penetró con monumental fuerza, ella ya sospechosa de lo que estaba pasando, rompió a llorar, aunque sus lloros se entremezclaban con sus gemidos. Este duró bastante, unos diez minutos. El cuarto era un ex-legionario, bravucón y pendenciero, tenía unos 50 años. Se acercó a ella y tras besarle el culo, con los dedos le abrió el orificio anal y con la mano en su polla se la endosó hasta el fondo, mi mujer gritó como una loca, después siguió llorando y gimiendo. Un quinto, un sexto,…. Todos iban cumpliendo su cometido. Recuerdo particularmente al moro, el muy cabrón duró follando a mi mujer por lo menos 20 minutos, todo ese tiempo estuvo metiendo y sacando, no sé de dónde sacó las energías. El pantalón de mi mujer cuando llevábamos unas cuatro horas, casi no se conocía, de su sexo escurría semen de todas clases junto con los babeantes líquidos de su sexo. De su culo escurría igualmente gran cantidad de semen, que se mezclaba con el que salía de su sexo enrojecido. Muchos follaron con tanta lujuria que se corrieron en apenas un minuto.

Poco después ella ya no decía nada y ellos seguían al pie de la letra su contrato. Follando, follando, follando, uno tras otro sin parar. Ahora su sexo, ahora su culo, cada cual elegía su ruta, hubo uno, creo que era rumano, que se la folló por los dos sitios, también duró bastante. La lista fue interminable, terminó a las cinco horas y media de haber comenzado, muchos de ellos al ponerse en cola nuevamente, repitieron. Decidí que había terminado todo y los despedí. El que estaba acoplado en ese momento al culo de Laura se enfadó porque intenté quitarlo, así que para evitar problemas, le dejé un rato más hasta que se corrió dentro. Este tipo daba unos gritos enormes, rompió en cierto modo el trato que habíamos hecho. Siguió acostado en la espalda de mi mujer durante un instante. Cuando se levantó cogió las nalgas de Laura y las abrió. Su culo tremendamente abierto recibió un escupitajo de este energúmeno, aún desconozco el motivo.

Una vez se fueron todos de la casa, desaté a mi mujer y la llevé en brazos hasta el baño, soltaba semen por todos lados, el camino al baño quedó completamente embadurnado por el viscoso líquido. La puse en la bañera aún sollozando y abrí el agua caliente. La lavé con una esponja y la sequé. Después la puse en la cama y pude ver sus cavidades, su sexo estaba enormemente hinchado y enrojecido, su culo estaba totalmente abierto y toda la zona colindante completamente roja.

-¿Por qué?- Me preguntó.

-¿Por qué?- Le pregunté.

Recogí mis maletas que había preparado con antelación y me fui sin más. No volví a saber de ella. Se que soy un mal nacido por lo que hice, pero no pude soportar la imagen de aquel viejo poseyendo a mi mujer.

 

(Ernesto Estébanez, Barcelona)