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El camarero mauritano

en No Consentido

Mi nombre es Marie, tengo 24 años, soy de un pueblecito de las afueras de Lyon y desde hace unos años vivo en París por motivos laborales. Iré al grano pues deseo dar a conocer mi historia y descargar esta especie de culpa que me invade. Hace exactamente un año me sentía muy sola, había roto con mi novio y necesitaba ayuda psicológica ya que la ruptura supuso un gran choque para mí. Salí varias veces con una amiga del trabajo para intentar sobrellevar mi ruptura y fue aquí cuando comenzaron todos mis males. Solíamos ir a un bar que había cerca de casa a tomar algo, en ese bar entablé amistad con un camarero mauritano, él tenía problemas para traer a su familia a Francia, era un señor bastante majo de 42 años y dos hijos adolescentes en su país que añoraba bastante según me contó. Creo que poco a poco llegamos a sentir lástima uno por el otro pues ambos éramos unos solitarios. Yo necesitaba salir de la soledad y él necesitaba a su esposa e hijos para ser feliz.

Con el tiempo llegamos a ser amigos y una vez que se nos hizo muy tarde a mi amiga a mí, él se ofreció a acompañarnos a casa. Complacidas ambas por su amabilidad aceptamos y nos acompañó hasta nuestros domicilios. Primero se quedó mi amiga y dos manzanas después me quedé yo. Al llegar a mi portón permanecimos charlando más íntimamente por lo menos una hora más. Llegué a sentir incomodidad por el cansancio que tenía y porque al otro día debía madrugar por el trabajo. Al fin se despidió y yo pude irme a la cama de una vez. Esa misma semana volvimos al bar a tomar unas copas y charlar pero mi amiga hubo de ausentarse al recibir una llamada de su madre. Yo me quedé un rato más pues me apetecía seguir en el local. Nuestro común amigo, el camarero mauritano, se acercó y me sirvió otra copa sin que yo se la hubiera pedido, -invita la casa- me dijo mientras sonreía. Al parecer había recibido cartas de su mujer y tenía buenas noticias. Me bebí la copa, y la siguiente, y la siguiente,… hasta que evidentemente cogí una borrachera de espanto. Me sentía fatal y mi amigo que había notado mi estado, se ofreció a acompañarme a casa al término de su jornada, asentí con la cabeza y tras agarrarme de un brazo, me llevó a su coche para acto seguido trasladarme hasta mi piso. No podía ni caminar debido a mi estado, él pasó su brazo por mi cintura y tras abrirme el bolso para sacar las llaves de mi apartamento, abrió la puerta y pasamos dentro.

Me dirigí inmediatamente hasta el baño para vomitar, al cabo de unos minutos salí y tras darle las gracias le dije que quería dormir pues me sentaba fatal por lo que había bebido. Él insistió en que podía ayudarme pero yo le contesté que sólo necesitaba una ducha y dormir. Le abrí la puerta y tras volverle a dar las gracias, salió y yo pude cerrar la puerta tras de mí. Inmediatamente me desvestí y me metí en la ducha. Estuve por lo menos media hora bajo el chorro de agua caliente, ya me sentía mejor cuando de repente entre el vapor de agua caliente sentí que alguien me rodeaba por la cintura, abrí los ojos espantada dándome la vuelta horrorizada y allí estaba él, desnudo y aprisionándome contra su cuerpo. Mis pechos se aplastaban contra su fornido cuerpo. Quise gritar pero de inmediato me puso la mano en la boca y me empujó contra la pared bajo el chorro de agua de la ducha. Notaba que su fuerza me hacía daño y aunque intentaba zafarme de sus poderosos brazos, él me tenía totalmente atrapada entre la pared y su cuerpo. Su mano en la boca me hacía daño, no me dejaba respirar, él lo notó y aflojó pero temiendo que volviera a intentar gritar volvió a apretar de nuevo. Su miembro erguido intentaba buscar camino entre mis muslos, yo resistía apretando los muslos para impedirle que lo consiguiera. El agua seguía saliendo impidiendo a veces que pudiera respirar y verle con claridad.

En esta lucha entre ambos, casi resbalamos al suelo, momento que él aprovechó para posicionarse mejor y de un manotazo me dio la vuelta. ¡Dios mío! Ahora me veía obligada a apoyarme en la pared con ambas manos para no caer, lo que le facilitaba su labor al tener mis manos ocupadas en mantener mi propio equilibrio. En este forcejeo entre ambos noté como su miembro se introducía entre mis muslos en busca de mi sexo, solté una mano intentando agarrar su miembro para impedirle que me penetrara, pero su fuerza descomunal era superior a mi resistencia, lo estaba consiguiendo, notaba como se acercaba ya a mi orificio vaginal, intenté agacharme para impedírselo y eso le dificultó la labor lo que motivó que tuviera que empezar de nuevo la operación. Él se estaba desesperando ante mi resistencia, así que volvió a ponerse en posición dominante y de un guantazo fuertísimo me tiró fuera de la ducha, caí al suelo por la fuerza del golpe y porque estaba toda empapada de agua. Intenté levantarme para salir corriendo y pedir auxilio, pero él se abalanzó como una fiera salvaje sobre mí y me taponó la boca. Con su brazo rodeando mi cuello y su mano tapándome la boca, me arrastró hasta la sala. Sin dejar de taparme la boca me dijo que si gritaba era peor, mis fuerzas eran ya cada vez más débiles. Aterrorizada, asentí, él comenzó a aflojar la presión de la mano temeroso de que gritara, poco a poco fue soltando su mano con lo cual yo pude por fin respirar libremente. En ese momento él me agarró por el pelo y me tiró sobre el sofá.

Caí de bruces sobre el sillón y fue entonces cuando ya seguro de sí mismo se colocó en posición y tras un breve rastreo de mi sexo encontró lo que buscaba y comenzó a penetrarme con rapidez, con brusquedad, noté su enorme miembro entrar en mi sexo con bestialidad, comenzó a entrar y salir cuantas veces quiso, me hacía mucho daño, pero él no reparaba en eso, sólo quería saciar su apetito sexual, me penetraba con enorme rudeza, sus golpes y sus empujes me hacían caer sobre el sofá. Seguía agarrado a mi pelo, supongo que para evitar que me escapara. Sus entradas y salidas dentro de mí me hacían caer cada vez sobre el sofá, con la misma cadencia que las embestidas de su pelvis, pero su cuerpo y su poderío sobre mí hacían que evitara que mi frágil cuerpo de un metro y medio apenas se moviera para escapar, a decir verdad el único movimiento que producía era el motivado por los vaivenes de sus empaladas dentro de mi sexo.

Estuvo el muy cabrón más de veinte minutos fallándome sin cesar, yo no pronunciaba ningún quejido, ningún sonido, simplemente me dejaba estar a sabiendas que mi resistencia le motivaría aún más. A la media hora de estar pegado a mi trasero follándome a su voluntad, noté que había pasado de sentir miedo, asco, repudio a tener una sensación de deseo que me daba vergüenza admitir, en breve él se corrió dentro de mí. Una vez vació su virilidad en mis entrañas se tumbó sobre mí, pero por muy poco tiempo, rápidamente me cogió por la muñeca y me llevó hacía el sillón del rincón, me recriminó que yo la hubiera provocado y no se que más.

Quería escapar pero él estaba muy nervioso y excitado, así que después de una media hora tumbada sobre el sillón con él al lado, comenzó de nuevo la pesadilla, esta vez sin tanto forcejeo, simplemente me ordenó que me agarrara al respaldo del sillón y pusiera las rodillas encima, bien abiertas. Una vez me hube colocado en la posición que me requería, él sólo tuvo que ponerse detrás y agarrase a mi cintura. Rápidamente noté que lo que quería era sodomizarme, le dije que no lo hiciera, le imploré que no lo hiciera, le supliqué, le rogué, pero sólo conseguí que aumentara su lujuria. Se colocó en posición y noté como la cabeza de su enorme polla se posicionaba en la entrada de mi ano. Pero contrariamente a lo que había hecho momentos antes no me penetró, sólo se mantuvo con su polla empujando levemente pero sin forzarme, noté como poco a poco se iba distendiendo mi esfínter, aunque el proceso era doloroso, yo no era virgen analmente pero, así, en una situación como esta el daño físico puede ser brutal. Él se paró y escupió varias veces en la entrada de mi culo, cuando lo creyó conveniente volvió a colocar la cabeza de su falo en la entrada de mi ano y haciendo presión poco a poco noté como el esfínter iba cediendo paulatinamente, de un momento a otro se hundiría irremediablemente dentro de mi culo. Seguía presionando y presionando, notaba ya que la cabeza iba entrando, mi culo iba cediendo y él se regocijaba de su pequeña batalla que poco a poco iba ganando. Nuevamente noté la sensación que había experimentado en la violación anterior, noté placer, sí, placer, un placer que me estremecía por completo, quería pensar en otra cosa pero no podía, notaba que mi placer iba en aumento y eso conllevaba que mi esfínter anal se iba distendiendo para recibir al intruso falo de esa noche fatídica.

La cabeza fálica ya prácticamente estaba en posición de entrar por completo, yo seguía teniendo ese placer que aumentaba vertiginosamente, sabía que si tenía un orgasmo él me encularía totalmente, intenté pensar en otra cosa, pero no podía, él me estaba presionando cada vez más para intentar entrar en mis entrañas y yo estaba sintiendo un deleite como nunca, sentía su presión por entrar y mis convulsiones orgásmicas que se avecinaban, lo estaba sintiendo ya, era inminente que el orgasmo estaba a punto de llegar, ¡Dios mío! no me salvará nadie. Justo cuando más fuete era su empuje, cuando su fuerza viril hacía todo lo posible por meter toda aquella masa carnosa en mis profundidades anales, movida por el placer que sentía abrí más las piernas para favorecer la entrada de aquella masa negruzca… y me vino el orgasmo y con él la desaparición de toda su polla dentro de mi culo al desaparecer por completo la única resistencia que le ofrecía. Mi rostro encogió de dolor y placer a la vez, grité, jadeé, resoplé y volví a jadear, él, sabedor de su triunfo ya sólo tuvo que acometer sus embestidas violentas a sabiendas que la abertura de mi culo ya estaba totalmente calibrada para su enorme engendro carnoso. Estuvo más tiempo que antes, mete y saca, mete y saca en mi culo por un tiempo interminable, mucho más de media hora. Notaba el escozor de mi ano pero admito que en ese tiempo tuve varios orgasmos. El mauritano estuvo dándome fuelle todo lo que quiso o todo lo que pudo, llegó a sacarla del todo varias veces para meterla igualmente del todo otras tantas veces. Sé que cuando la sacaba, el agujero que dejaba era la prueba de que mi ano necesitaba esa polla de más de 24 cts.

Al final cuando quiso se corrió por segunda vez en la noche, esta vez dentro de mi cavidad anal. No sé cómo un hombre que me dobla la edad puede tener tanto aguante. Lentamente se levantó y comenzó a vestirse, en unos minutos se había alejado hacía la puerta y tras abrirla me dirigió una nueva mirada de lástima y se fue cerrando la puerta detrás de él. Bueno decirles que al final no le denuncié, ¿para qué? Él había cometido un error pero yo encontré la compañía que me hacía falta. Su mujer vino a Francia con sus hijos y yo sigo viéndome a escondidas con él dos veces a la semana. Así que al menos follamos dos veces a la semana, pero qué folladas, ni se lo imaginan, ni se lo imaginan.