miprimita.com

Prisionera de mi amante (2)

en Sadomaso

Después de lo que vi en el restaurante no he tenido noticias suyas. Empiezo a desesperarme de nuevo. He vuelto a coger el vicio de fumar. Estas esperas son insufribles. Llevo tres días sin oírle, sin verle, sin sentirle. Miro el móvil esperando que de una señal y nada. Silencio y más silencio. Cuatro días y nada. En el despacho no consigo concentrarme. Tendré que pedir unas vacaciones. ¿Vacaciones sin él? No, no y no. Miro el legado de expedientes atrasados, me deprimo. Miro a través de la ventana intentando quitarme su imagen de la cabeza al menos unos instantes. Mi secretaria me pasa una llamada. Un cliente quiere hablar conmigo.

- Pásala. ¿Sí, dígame? –

-Hola preciosa, soy yo –

¡Él! Es él.

-Hola amor mío. ¿Por qué me haces sufrir? –

-No te hago sufrir. Sólo te enseño a que me ames, que me desees como a mí me gusta –

-Me haces sufrir, pero te deseo, te necesito. Quiero verte, quiero tocarte –

-Está bien, por eso te he llamado. Quiero saber si estás preparada. Quiero saber si pasarás la primera prueba seria –

-Lo que tú me pidas cariño –

-Estaré en tu despacho dentro de una hora –

- ¿Aquí? –

-Sí ¿Tienes problemas? –

-No, no. Está bien, te esperaré –

-Ok –

Ha colgado vendrá aquí, me palpita el corazón desenfrenadamente. Debo prepararlo todo. Me quitaré el tanga, se que le gusta verme así. Quiero que me vea el sexo tal como le gusta a él, rasurado. Me pondré frente a la puerta.

-Carmen, vendrá un cliente dentro de una hora. Hágale pasar y cancele todas mis citas posteriores. Cuando venga no quiero recibir a nadie mientras esté reunida con mi cliente. Tampoco me pase llamadas –

-Sí, señora Portela –

Me quito la tanga. Me siento en la silla de los clientes y le espero con las piernas ligeramente separadas frente a la puerta, le deseo, le gustará. Me tomará. Lo anhelo. Pasa el tiempo, no me importa esperar, vale la pena esperar.

-¿Señora Portela? –Suena el interfono de mi escritorio.

-¿Sí? – Contesto presurosa.

- Ha llegado el cliente que esperaba, el señor Carlos Zaldivar –

-Hazle pasar Carmen y que no nos molesten, recuerda, tampoco me pases llamadas bajo ningún concepto –

-De acuerdo, señora Portela –

Se abre la puerta, él entra por la puerta radiante, seguro de si mismo, dominante, serio. Lleva un maletín de ejecutivo con él. Cierra la puerta tras de sí. Me mira, me observa, me examina de arriba abajo. Detiene su mirada entre mis piernas, le deseo, necesito que me domine, que me tome, que me posea. Soy su esclava. Coloca el maletín sobre mi escritorio y sin dejar de observarme la entrepierna. Sé que le gusta. Abro un poco más las piernas, provocativa, quiero que contemple mi sexo, su sexo, le pertenece. No habla, retira su mirada y la dirige al maletín, lo abre y saca unas cuerdas del interior.

-Quítate la ropa, ahora – Me dice.

No respondo, sólo me limito a obedecerle. Me incorporo y comienzo a desvestirme, despacio, muy despacio, quiero que saboree el momento.

-Date prisa, no tengo mucho tiempo – Me ordena.

Aligero los movimientos y me quito la ropa totalmente. No quiero contrariarle.

-Las botas no –

Me extraño, pero acato su orden.

-Inclínate sobre el respaldo de la silla –

Me coloco en la posición que me indica y me inclino sobre la silla, con la cabeza caída hacia abajo. Para no caerme me agarro a las patas delanteras de la silla. Espero algunos minutos sin atreverme a preguntar, sin atreverme a incorporarme, sólo deseo que haga de mí lo que quiera. Explora con sus manos mi anatomía. Agarra mis nalgas con sus delicadas manos, las abre, observa y me acaricia suavemente. Siento un placer inmenso por el roce de sus manos. Suelta mis nalgas y coge una de las cuerdas. La pasa por mi cuello y le da vueltas por ambas muñecas, con suma delicadeza, con deleite. Luego ata mis muñecas a las patas de la silla. Quedo atrapada a la silla de cintura para arriba, a su merced, me gusta esta sensación. Ahora ata la otra cuerda a las patas traseras de la silla dejando mis piernas inmovilizadas con la cuerda. Todo mi cuerpo está a su merced, hará lo que quiera de mí, necesito que haga lo que quiera de mí. Se aleja unos pasos de mi cuerpo y me observa nuevamente por detrás. Se aproxima y abre de nuevo mis nalgas, sus dedos horadan mi orificio anal, me ruborizo, siento una especie de electricidad en todo mi cuerpo.

-Eres algo estrecha. ¿Lo sabías? –

No contesto. Sólo quiero que actúe, que me tome, que me posea, que me goce, que me folle. Se despoja de sus ropas. Se acerca a mi culo y pasa suavemente su erguido miembro por mi sexo. Es la primera vez que su polla está tan cerca de mí. No puedo perderle ahora. Gózame, gózame, te lo suplico. Se hace esperar, me hace sufrir.

-Tengo que abrir esta entrada, te dolerá, debes resistir. En el futuro este orificio estará abierto para mí cuando yo te lo pida. No puedo quedar en ridículo si invito a alguien. No puedes ofenderme de esa manera –

-Sí, amor, gózame ya, te lo ruego –

Se pega a mi cuerpo y coloca su miembro a la entrada de mi culo, el esfínter no opondrá resistencia, lo sé, lo sé. Hace presión, poco a poco su presión va dilatando mi ano. Estoy excitada, se abre, se abre, él empuja y empuja, mi culo cederá en breve, lo sé. Él hace cada vez más presión, presiona y presiona, consigo resistir momentáneamente. Pronto mi culo se abrirá para él. La presión hace inminente la profanación de mi culo, lo consigue, se mete de lleno en mis entrañas, su erguido palo fálico se pierde dentro de mí. Comienza una batalla por entrar y salir de mi culo que no tiene descanso, entra, sale, entra y sale repetidas veces. Él brama con furia, yo grito de placer, de sumisión. Sus bramidos son apagados por mis gritos y jadeos. Me retuerzo por sus embestidas. Nos oirán fuera de la oficina, lo sé, pero no me importa, sólo quiero que mi amor me empale con todas sus ganas, quiero que mi cuerpo sea de él, que disponga de él a su antojo, se lo doy, se lo entrego. Mis jadeos son infrahumanos, sus bramidos son de un animal dueño de su presa. Mi culo es un lupanar para él, entra y sale a su antojo, me ha abierto por completo, no se cerrará hasta que él lo ordene. Tómame amor, gózame amor, poséeme amor. Se corre, se corre, me corro, me corro. Mis piernas no aguantan mi cuerpo ni sus embestidas, la silla se arrastra por el piso, hace ruido, sigue follándome sin piedad, me empuja, me abre, me folla con todas sus fuerzas. Su líquido seminal se desparrama con violencia dentro de mis entrañas, resbala como un hilo de vida mezclado con mis propios fluidos esparciéndose por el suelo, mi sexo está hinchado de placer, mi culo está dilatado como nunca lo ha estado. Se hincha y aceptaría de nuevo a esta polla agresiva, lo quiero, espero que continúe. No debe rendirse ahora, esta esclava acepta lo que me pida, fóllame Carlos, te lo ruego, sigue con tus embestidas, lo necesito. Se aparta de mí, mi culo sigue abierto esperando que lo rellene, pero no continúa, sólo recoge sus ropas y comienza a vestirse. Sigo en esa posición hasta que me libere, mi culo se niega a cerrarse, la refriega ha sido espectacular, nunca he gozado de esta manera, nunca han gozado de mi cuerpo de esta manera. Se ha vestido, pero no me libera, sólo me observa, observa mi culo, sabedor del trabajo que ha hecho.

- Tu culo es excelente, preciosa. Cuando te sea solicitado deberás tenerlo así, no lo olvides. Te voy a liberar, te has portado bien –

Me desata con mucho cuidado. Apenas puedo ponerme en pie, me flaquean las piernas y me duele toda la cintura. El ano me escuece. Comienzo a vestirme. Él recoge su maletín y se dirige a la puerta.

-Adiós, preciosa, te llamaré pronto. No uses más ropa interior, no te va bien para lo que yo necesito –

Ni un beso, ni una sonrisa, nada. Sólo mi culo se queda con el recuerdo de su fugaz visita. Cierra la puerta y desaparece hasta que vuelva a tener noticias suyas. Dejo pasar unos minutos mientras me arreglo para salir fuera. La tanga la pongo en el bolso y salgo de mi oficina. Me cruzo con mi secretaria, veo que su mirada es un tanto inquisitiva, sé que imagina lo que ha ocurrido dentro de mi oficina. No me importa, a estas alturas ya nada me importa, sólo él me importa, sólo él.

* * *

Ha pasado una semana sin tener noticias de Carlos, no puedo estar tantos días sin verle, sin que me posea. Leo sospecha algo, sabe que debo de tener un amante. Lo sé por su comportamiento. Debo tranquilizarlo. Haré el amor más veces con él. Esta noche le seduciré, debo tranquilizarlo. El sábado habrá una fiesta en el chalet de los Estrada, estarán todos los directivos de ambas empresas. Él estará allí, lo sé. Leo quiere que vaya con él, que le acompañe. No quiero perderme esa fiesta por nada del mundo.

He ido a la peluquería y además me he comprado un traje precioso, corto, muy sexy, como a él le gusta, que se me note mi sexo al sentarme, al levantarme, al subir escaleras. Que los hombres me miren babeantes y ávidos de follarme, pero sólo le pertenezco a él. Leo y yo vamos a la fiesta sin decir palabra, nada. Él conduce y yo le acompaño a su lado, creo que sospecha que no llevo ropa interior. Intento jugar con sus sentimientos, abro ligeramente las piernas para que el traje se suba por mis muslos. Leo me mira de reojo mientras conduce, desearía estirar el brazo y agarrarme mi sexo ansioso de polla. Pobre diablo, él ya no es el dueño de esa parte de mi cuerpo, sólo es de Carlos, se lo ha ganado. Llegamos al lujoso chalet sin mediar palabra. Aparcamos en la parte trasera de la casa, donde está la piscina y un frondoso jardín. El anfitrión nos hace señas para que le sigamos al otro lado de la casa. Nos bajamos del coche y le seguimos hacia el otro lado del chalet, lejos de los coches que se encuentran aparcados. Hago un esfuerzo encomiable para evitar que al caminar, el traje se me suba más de la cuenta y deje al descubierto mi húmedo sexo. De vez en cuando me lo bajo por los costados mientras camino tras de Leo. Allí están todos los invitados, allí está él, conversando con una señora de unos 35 años, muy alegres ambos. Ella ríe y ríe de sus ocurrencias. Él ni siquiera se digna mirarme cuando paso a su lado. Lo odio. Me pongo de muy mal humor, no se quien es esa mujer. Transcurre la velada sin que me dirija una mirada, nada, sólo conversa con esa mujer, esposa de un directivo que está presente en la fiesta, según me he enterado. Leo me mira fijamente, yo no consigo apartar la mirada de Carlos, él sabe que lo estoy mirando y me hace esperar más. Quiero llorar de rabia, quiero abofetear a esa mujer. Me dirijo al baño para intentar sobreponerme. Dentro sólo siento más soledad, más celos de esa mujer, más odio hacia él. Pasa el tiempo y no consigo mejorar mi estado. Quiero distraerme con alguien de la fiesta, conversar, sí, conversar, quizás de esa forma me sienta mejor. Salgo decidida a coger una copa y buscar a cualquier directivo tontorrón dispuesto a darme la paliza. Me doy cuenta que él no está, tampoco la mujer. ¿Dónde se habrán metido? Me pongo nerviosa, muy nerviosa. Doy unas vueltas por el concurrido lugar y no los veo. ¿Se habrán ido? Imposible, el marido de la señora esa está aún en la fiesta conversando con otros directivos. En los baños no están, yo salí y ella no estaba ahí. Doy una vuelta por los alrededores, Leo me sigue con la mirada, pero se queda con las personas con quien conversa. Voy hacia los coches, quizás estén allí conversando. Me dirijo hacia la piscina, bastante apartada del jolgorio de la fiesta. ¡Oh! Allí están. Debí imaginarlo. Él se percata de que le estoy viendo pero sólo una leve sonrisa sale de su boca. No hablo, sólo observo. La señora está a cuatro patas sobre una de las tumbonas de la piscina como una vulgar perra, él la folla por detrás con hambre de sexo. La penetra con rudeza, con saña. La mujer grita mientras soporta los empujes de él, se retuerce, abre la boca mientras gime como una perra en celo. Sus ojos están cerrados, sólo su culo está abierto para tragarse la polla de Carlos, mi polla. Él me hace señas para que me incorpore a la fiesta. No respondo. La mujer sigue retorciéndose a cada empalada de Carlos, se diría que le hace daño si no fuera por los gemidos de placer que da. Ahora aumenta el ritmo de las embestidas hasta el punto de que ella cae hacia adelante. Él la levanta de nuevo por las nalgas y vuelve a penetrarla con violencia, la embiste una y otra vez, sin remilgos, sólo quiere montarla como a una perra. Ella está a punto de explotar, sus orgasmos son audibles en la lejanía. Si no fuera por el gran bullicio de la gente podrían oírlos también. Ella grita mientras se corre, grita y grita. Él se acuesta sobre la espalda de esta puta y se corre también. En pocos segundos los bramidos de él y los gemidos de ella dejan paso al silencio. Poco después él se separa, le da una palmada en las nalgas y se levanta.

- Lo ves como no es tan terrible. Para ser la primera vez tienes un culo goloso, preciosa –

Ella no le contesta, sigue jadeando del agotamiento, en la misma posición. Entiendo que a partir de ahora ese culo, hasta hace poco virgen por lo que parece, pasa a ser propiedad de Carlos, para algo la ha gozado. Él se pone su ropa y se marcha. Al pasar junto a mí me hace una mueca.

-Tranquila preciosa, el tuyo es más apetitoso, más carnoso. El de ella sólo es un culo novato que necesitaba ser iniciado, penetrado. Creo que a partir de ahora no volverá a cerrarse ante ningún intruso, lo intuyo –Sonríe jocosamente.

Se aleja hacia la fiesta. Se marcha como si nada hubiera pasado. La mujer ya se ha percatado de mi presencia, se viste con prisas mientras murmulla.

-¿Es tu hombre? No lo dejes escapar querida, tiene la polla más juguetona que he visto en mi vida, créeme, sé lo que me digo –

Se aleja con dificultad al caminar tras los pasos de Carlos para incorporarse a la fiesta. Nadie ha visto nada, nadie se ha percatado de nada, sólo yo he tenido que sufrir este espectáculo.