miprimita.com

Prisionera de mi amante (3)

en Sadomaso

Esta vida que llevo con Carlos me desespera. Leo y yo sólo convivimos como un matrimonio normal únicamente en apariencia, a los ojos de la gente. Leo sabe que yo pertenezco a Carlos, mi cuerpo es de Carlos, me poseerá o me alquilará cada vez que él quiera. Leo lo sabe y lo soporta quizá para no perderme, quizá porque disfruta así, no lo sé. Leo sólo es mi esposo de convivencia pero es Carlos quien tiene el derecho de pernada, quien me monta. Leo tendrá que pedir permiso a Carlos si quiere disfrutar de mí. Cuanto más me hace sufrir, más le deseo, más le amo. De vez en cuando aparece alguien en mi vida por encargo de Carlos, como una forma de pagar sus deudas, me monta, me disfruta y se aleja, siempre la misma pauta, montar y quedarse con un algún recuerdo, alguna prenda, alguna foto, algo que les recuerde que me disfrutaron. Incluso últimamente les ha dado por sacar fotos, posiblemente para sus propios álbumes personales. Creo que soy la preferida de los ejecutivos de las altas finanzas.

Suena el teléfono con insistencia, ya no sé si será él o alguno de sus compromisos, en realidad no me importa sólo quiero agradarle, amarle. El teléfono sigue sonando.

-¿Sí? –

-¿Diana Portela? –Una voz masculina desconocida.

-Sí, soy yo ¿Quién habla? –

-Me llamo Charles, Carlos me ha dicho que podría verte esta misma mañana. ¿Puede ser? No tengo mucho tiempo pues el avión sale al mediodía –Respondo con un silencio.

-¿Diana? –

-Sí, estoy aquí, le escucho –

-Coge un taxi y ven al Hotel Central, habitación 215. Te estaré esperando, por favor no te demores, no dispongo de mucho tiempo –

-Ok. Salgo enseguida –

Cuelga el teléfono, es ya sistemático. Citarme y montarme, citarme y montarme. Cojo la ropa más sexy, tal como le gusta a Carlos, minifalda y una simple blusa verde oliva. No llevo nada de ropa interior. Mi sexo tendrá que ser visto por los transeúntes, por todos. Mi cuerpo será disfrutado por un nuevo extraño.

Llego al hotel y me dirijo al ascensor, pulso el piso 2º. Un señor con pinta de ejecutivo, de unos cuarenta años sube conmigo en el ascensor, me sonríe. ¿Será él? El ascensor se detiene en el piso 2º. Salgo y me encamino al pasillo, el ejecutivo no ha salido, quizá no sea él. La habitación está casi al fondo del pasillo a la derecha. Me aproximo un tanto temblorosa, no sé quién será la persona que me abra la puerta, en verdad ya no me importa, sólo él me importa. Toco levemente en la puerta mientras miro a ambos lados del pasillo, como si sintiera que alguien me vigila, tonta de mí, al fin y al cabo Leo sabe todo y lo acepta, ¿a quién debo temer de que me vean? La puerta tarda en abrirse, me desespero. Siento unos pasos y al fin noto que la cerradura se está abriendo. Un hombre negro de unos 190 cmts. de estatura y aproximadamente quince años más joven que yo, me abre la puerta.

-¿Eres Diana? –

-Sí –

-Eres preciosa tal como decía Carlos, pasa, pasa no te quedes ahí –

Odio la palabra preciosa si no viene de Carlos, la odio. Traspaso el umbral de la puerta y el hombre cierra tras de mí. Me dirijo a la pequeña salita que hay en la habitación.

-Espera un momento –me ordena- quiero observar toda la mercancía –

Me detengo y me quedo parada en el mismo sitio, de espaldas a él, no me atrevo a girarme. Noto que su mirada me está escudriñando por la espalda mientras una de sus manos me levanta la minifalda y la otra me palpa las nalgas. Esa mano se pasea entre mis muslos. Me soba con sumo cuidado, con deleite. Sus dedos se detienen y ligeramente se introducen en mi sexo.

-No estás preparada aún –

No contesto. Sigo en la misma posición, estática, seria, confusa. Me coge de la mano y me lleva hasta el pequeño dormitorio. Le sigo como una niña obediente. Se detiene, me suelta la mano.

-Te veo muy seria. En realidad no importa, es sólo un negocio. No es necesario que te guste –

Sigo allí, de pie, esperando sus movimientos. Él comienza a desvestirse un poco a trompicones, es evidente que tiene prisa. Tiene un cuerpo atlético, sin vello. Su sexo está rasurado por completo, su pecho es completamente liso, musculoso. Se pega a mi cuerpo y me quita la minifalda, ahora sólo estoy con la corta blusa verde. Mis caderas están al descubierto, mi sexo está al descubierto, mi culo está al descubierto. Me recuesta en la cama y se tumba a mi lado. Me besa el cuello. No siento nada, absolutamente nada. Él sólo cumple con su papel de macho, como un macho cabrío que cubre a su cabra. No hay preparación previa. Coloca su empalmado y ennegrecido miembro en la entrada de mi culo, mi codiciado culo. Se diría que sólo mi culo es apetecido por los hombres. Parece que Carlos sólo vende mi culo. Presiona ligeramente, colaboro en la operación intentando relajarme. Él empuja intentando introducir aquel falo ansioso de meterse en mis entrañas. Presiona, presiona, poco a poco mis esfínteres van cediendo, se abrirán de un momento a otro. No hay lubricación previa, no me está permitido, debo estar preparada para que me monten estos machos. Yo sólo debo estar preparada. Sigue presionando, presionando.

-Debes relajarte, zorra – Me grita al oído.

No contesto, sólo me limito a cumplir mi papel de esclava. Empuja fuertemente, me hace daño. Sigue empujando. Al fin lo consigue. Me ha abierto, ha profanado mi culo, su culo. Ahora sólo tengo que aguantar las embestidas casi regulares de este hombre. Folla sin parar, sin mediar palabra, sólo bombea y bombea mi enrojecido culo. Sus poderosas caderas golpean mis nalgas, se afana en abrirme por completo. Me está dando por detrás con brío, con una fuerza descomunal. Se detiene, saca su enorme palo y observa mi atormentado culo. Está abierto de par en par para él. No está del todo conforme. Vuelve a colocarse y follarme con más energía si cabe que antes. Me da, me da sin contemplaciones. Está ansioso de dejarme abierta para el resto de mi vida. Saca por completo su polla de mi culo y vuelve a meterla también por completo, así una y otra vez. Mi culo no se cierra, no puede cerrarse. Se afana en follarme como un animal, da bramidos y gritos. Me insulta. Sigue dándome y dándome, mi culo sólo es de él. De un momento a otro explotará dentro de mí. Comienzo a tener placer, comienzo a sentirme húmeda.

-Sí, sí, dame, te lo ruego. Fóllame –

-Ábrete más zorra. No quiero que te cierres. Quiero llevar mi trofeo a casa –

Intento abrir las piernas para facilitar la penetración de este joven vigoroso. Mis piernas se abren casi automáticamente. Él sabe que me tiene a su merced. Me agarra del pelo y me folla con más arrojo. Voy a correrme, él resiste y se afana en su lucha por destrozar mi culo. Se detiene de nuevo y saca su polla de mi culo. Escupe varias veces y coloca su mano en la entrada de mi esfínter. Todos sus dedos entran y abren mis esfínteres. Intenta abrir más mi culo con su mano. No puedo más, me corro, me corro.

-Sí, así, me corro, me corro –Le grito entrecortadamente entre gemidos.

Saca sus dedos de mi abierto culo y vuelve a colocar su enorme polla dentro, sin esfuerzo la introduce por completo, a estas alturas mi culo acepta ya cualquier cosa. Se afana nuevamente en follarme. Mi orgasmo provoca unos gritos tremendos que salen de mi garganta. Me mantengo sumisa mientras acepto ese castigo. Acelera las embestidas, bombea, bombea, bombea con mucha rapidez. Se corre, se corre, me corro, me corro.

Sigue pegado a mi cuerpo, jadeante, sudoroso. La lucha ha sido encarnizada.

- El final ha sido un poco mejor, preciosa. Carlos tiene razón. Eres un diamante en bruto, con el tiempo y la experiencia serás una perfecta máquina –

No contesto, intento recobrar las energías. Él se levanta y saca algunas fotos de mi anatomía, especialmente de mi abierto culo. Serán su trofeo, supongo. Se dirige hacia la ducha.

-Vístete rápido, no tengo mucho tiempo. Tengo que coger un avión –

Obedezco presurosa, no quiero contrariarle. No quiero contrariar a Carlos. Me duele todo el cuerpo. Apenas puedo caminar, tengo que abrir ligeramente las piernas para poder dar los primeros pasos. Me coloco la minifalda a duras penas y recojo el bolso. Él canturrea en la ducha.

-Cierra la puerta al salir, preciosa –Me ordena mientras el ruido de la ducha rompe el sepulcral silencio de la habitación. Me dirijo a la puerta sin mirar atrás, he cumplido la orden, Carlos estará contento. Me premiará, me amará.

* * *

Carlos se puso muy contento, el hombre negro le habló muy bien de mí. Como premio estará todo el domingo conmigo. He cambiado de imagen a sugerencia de Carlos, me he teñido de rubia. Carlos dice que con mi pelo natural parezco una ramera de la calle. Él es así, me dice eso para hacerme sufrir, pero ignora que así lo amo más. Siento una necesidad terrible de que me posea, no puedo remediarlo. Leo tendrá que soportar esta situación. Un día de estos Carlos me follará en la habitación de al lado, incluso con Leo despierto, me lo ha sugerido. Tendré que aceptar. Lo siento por Leo sé que sufre por todo esto. Estos días pasan muy lentos, no se nada de Carlos, sólo quiero que llegue el domingo para estar con él.

Suena el teléfono, me abalanzo sobre él. Leo me mira atónito, extrañado.

- ¿Sí? –Es Carlos.

- Hola Diana, quiero verte ahora -

-Hola amor mío. Ok, salgo en diez minutos –No disimulo ante Leo, lo acepta. Leo vuelve a agachar la cabeza hacia el libro que está leyendo. Ha aceptado esa condición, su esposa es disfrutada por todos menos por él.

He quedado en el Pub La Estrella con Carlos, estará allí con unas personas muy importantes, no puedo, no debo fallarle. Bajo las escaleras de dos en dos. El taxi me espera en la puerta tal como me indicó Carlos.

-Al Pub La Estrella, por favor –Me instalo en el asiento de atrás y dejo que el conductor observe mi entrepierna. Ya me he acostumbrado a esto.

El conductor no para de mirarme, me siento alagada. Llegamos enseguida, Carlos me espera en la puerta.

-Hola cielo, ya estoy aquí –

-Hola Diana, estás radiante –Me besa ligeramente en la boca –Quiero que conozcas a un matrimonio amigo, te los presentaré dentro. Haz todo lo posible para agradarles –

-Confía en mí, cariño, no te fallaré –

Pasamos dentro, hay mucha gente. La sala está con una luz muy tenue, casi en penumbra, la música es muy suave, de los años cincuenta. Sigo a Carlos a una mesita apartada del fondo. Allí se encuentra una pareja de mediana edad, alrededor de cuarenta años. El hombre se levanta y me extiende la mano, la mujer me saluda con un gesto de cabeza, algo fría, está muy seria.

-¿Es ella? –Le dice el hombre a Carlos.

-Sí –Responde Carlos.

-¿Está preparada? –

-Lo está. Puede comprobarlo –

-De acuerdo. Que se ponga esta prenda y espere en el reservado que acordamos –

El hombre extiende la mano y la mujer le entrega un pequeño paquete que saca del bolso. Lo recoge y me lo entrega.

-Ponte estas medias y espera en la sala de arriba, nosotros iremos enseguida, preciosa –Me ordena Carlos al oído.

Recojo el paquete y me dirijo a la salita que me han indicado. Abro la puerta y compruebo que no hay nadie. Rompo el paquete para sacar las medias y me las coloco con sumo cuidado. Espero unos breves minutos hasta que llegue Carlos y sus invitados. Pasa el tiempo y no llega, empiezo a sentirme incómoda. Se oye la música de fondo pero no hay nadie en esa parte del pub. Todos están aglomerados alrededor de la sala de baile y las mesas. Se abre la puerta por fin, primero entra el hombre, seguido de la reservada mujer y por último Carlos que cierra la puerta tras de sí.

-Quítate la falda y ponte sobre ese sillón –Me ordena bruscamente.

Hago lo que me ordena y me despojo de la falda, acto seguido me subo sobre el largo sillón dándole la espalda. El hombre me da un ligero empujón dándome a entender que debo inclinarme. Así lo hago y dejo el culo justo delante de él. Supongo que va sodomizarme, no es nuevo para mí. El hombre le hace un gesto a la mujer y esta saca del bolso un pequeño bote con crema, quizá sea algún lubricante. La mujer unta sus manos con aquella crema aceitosa y me la pasa por mis nalgas, echa unos pegotes justo en la entrada de mi culo, luego se aparta. El hombre no se desviste. Me confunde. Ahora se aproxima a mí y comienza un masaje de mi culo muy lento, se entretiene sobre todo en los esfínteres a los que dedica gran parte de ese masaje que empieza a surtir efecto ya que poco a poco comienzo a sentir placer, a pesar de los testigos incómodos de la situación. Introduce un dedo suavemente y lo saca, luego vuelve a introducirlo, así varias veces hasta que se cerciora que un dedo no es problema para mi culo. Después hace la misma operación con dos dedos, y así sucesivamente va introduciendo los dedos de su mano en mi tragón culo. Ya tiene los cuatro dedos abriéndome el culo con total facilidad. Este hombre es un auténtico experto, no me cabe la menor duda. A estas alturas ya estoy totalmente húmeda, noto como mi sexo babea de placer. Cierro los ojos para sentir mejor la mano de este hombre. Ahora está haciendo presión con todos los dedos de la mano, el culo está completamente relajado, empuja suavemente pero con firmeza, no retrocede, sólo empuja hacia delante, no tiene intención de retirar la mano. Comienzo a gemir de placer. Este hombre está ya con la muñeca completamente introducida en mi culo, juguetea en mi interior. Noto como mis propios fluidos resbalan por mis muslos. El hombre se regocija de su hazaña. La mujer sólo mira impávida lo que hace su marido. El brazo del hombre entra y sale de mi culo con más energía, mis gemidos son audibles desde lejos, el orgasmo es inminente, me corro, me corro.

-Vamos, vamos, no te hagas la dura, estás a punto de rendirte –Me grita el hombre. Yo no le respondo, no puedo. Él sigue trabajando mi culo con rapidez. Arranca un orgasmo de mí. Lo ha notado. Se ríe. Poco a poco comienza el retroceso del trabajo. Se dirige a Carlos y aún con la sonrisa en su cara le dice.

-Está bien acepto el acuerdo. Esta potrilla es fenomenal. Recuerde que es una semana el compromiso, el próximo domingo podrá disponer de ella de nuevo –

-Perfecto –Responde Carlos –Pero tenga en cuenta las condiciones del trato. El próximo domingo le entregaré también a su esposa. Estará en las mismas condiciones que Diana, ya lo verá.

-Eso espero, amigo mío, eso espero. Creo que le costará un poco teniendo en cuenta lo estrecha que es por esa parte –Mientras habla con Carlos, el hombre saca el brazo totalmente del interior de mi culo dejando abierto como nunca esa parte de mi anatomía. He comprendido que seré la moneda de cambio hasta que la señora de este hombre esté preparada para recibir a su marido analmente. El hombre me da una nalgada y me ordena que me incorpore.

-Sígueme. Vamos a mi coche –Le sigo mientras su mujer se queda con Carlos-. He de suponer que se la follará apenas salgamos de la estancia, no perderá el tiempo. En cuanto a mí no sé aún lo que me espera. Supongo que este hombre me disfrutará todos los días y todas las noches, hasta que regrese su mujer iniciada en este noble arte de amar sin condiciones.

La semana con aquel señor fue de sumisión total. Carlos se puso en contacto con Leo para indicarle que yo estaría ausente durante una semana. Ignoro lo que respondió Leo, Carlos se limitó a decirme que lo había aceptado. Apenas me vestí durante esos azarosos días, me poseía en cualquier momento, a cualquier hora del día o de la noche. Cualquier lugar era propicio para montarme, la mesa de la cocina, asomada a la ventana, en la ducha, mientras dormía, afortunadamente no me hizo daño físico, lo cual agradezco. No podía usar ropa interior para estar más asequible y aunque parezca extraño nunca me penetró vaginalmente, todas y cada una de las veces fueron por vía anal, algunos días llegó a poseerme hasta cuatro veces. Yo sólo pensaba en Carlos, en cómo se estaría follando a la mujer de este hombre. Incluso cuando me estaba follando este individuo maduro, mi pensamiento iba para Carlos. Al terminar la semana el hombre me despertó muy temprano, serían las siete de la mañana.

-Levántate, tengo que entregarte hoy y recoger a mi mujer-Me dijo mientras me tocaba por el hombro. Intenté despertarme pero los ojos no querían.

-¡Vamos! No tengo todo el día- Me gritó mientras echaba las sábanas para atrás dejando mi cuerpo desnudo al descubierto. A duras penas me senté en la cama y me restregué los ojos, él siguió delante de mí visiblemente impaciente.

-¡Oye! Escúchame, tengo que entregarte a las nueve de la mañana, de lo contrario tu amo se beneficiará a mi mujer una semana más, no quiero romper el acuerdo porque tú seas perezosa- Me gritó furioso.

Intenté levantarme poco a poco, pero él debió creer que lo estaba provocando y enfurecido me agarró por los pelos mientras me obligó a tumbarme en la cama boca a bajo. Noté como se desabrochaba el pantalón para acto seguido abalanzarse sobre mí. No hubo preámbulos de ningún tipo, simplemente colocó su miembro en la entrada de mi culo y de un golpe me penetró. Me folló como un animal rabioso, yo no noté nada, simplemente impotencia. Estuvo unos breves minutos hasta que se corrió dentro de mis entrañas. Después se incorporó dejando mi culo chorreante de su viscoso líquido.

-No te lo volveré a repetir-Me dijo en tono desafiante.

Me incorporé y pasé al baño, al pasar por delante de él, bajé la cabeza para no desafiarle de nuevo. Una vez estuve preparada salí del baño y le acompañé al coche. Durante todo el trayecto no nos dirigimos ni una palabra. Únicamente al llegar al sitio acordado, el hombre estiró su mano y hurgó bajo mi minifalda en busca de mi sexo. Lo manoseó y luego retiró su mano. Ignoro por qué no disfrutó de mi sexo en esa semana y ahora quería tocarlo por última vez.

Carlos llegó unos minutos más tarde acompañado de la mujer de aquel hombre. Con un semblante serio ella se bajó del vehículo y se dirigió hasta el coche de su esposo. Me di cuenta que no se despidió de Carlos. Yo abrí la puerta y me dirigí al coche de Carlos cruzándome con mi rival. Ni siquiera nos miramos. Me subí al coche y Carlos arrancó saliendo de allí.

-¿Qué tal?- Me dice sin ni siquiera mirarme.

-Bien- Respondí escuetamente un poco molesta. Poco después paró el coche a un lado de la carretera y se bajó. Me indicó que me bajara y me apoyara en el capó. Se desabrochó el pantalón y me folló como nunca, deseaba ansiosamente sentir su miembro dentro de mí. No me importaba que los coches pasaran y nos pudieran ver. Él me estaba follando y eso bastaba. Después de un rato y tras conseguir un orgasmo como nunca, me sodomizó y tras breves minutos arrancó de mí un nuevo y estruendoso orgasmo. Los gemidos y gritos eran apagados por el ruido natural de la carretera y los vehículos que pasaban.

Terminado el acto retornamos al coche y me llevó a mi casa despidiéndose de mí hasta que tuviera noticias de él.