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Niña Lucía (Ángela)

en Lésbicos

Continuación de: http://www.todorelatos.com/relato/48436/

 

Niña Lucía se dejó caer sobre la cama. Quería dejar de pensar en su tío Rodrigo, en su pasado... en su presente. Sólo quería dormir, olvidarse de todo aunque fuera por un momento y mañana será otro día. Aguzó el oído para intentar oír a Ángela y su madre.

“Mamá... ¿Puede quedarse Luci a dormir esta noche?”

“Claro... ¿Lo saben sus padres?”

“Sí, les está llamando.”

“Entonces bien. Que se quede. ¿Váis a cenar aquí?”

“No sé... seguramente.”

Niña Lucía cogió su móvil. Empezó a teclear.

“No m spereis a cnar ni a dormir. Stoi cn Ángela”. Antes de enviar el mensaje a su madre, Niña Lucía lo leyó y lo estudió detenidamente. Borró la última palabra. No quería que su familia supiera con quien estaba. Pero, justo cuando iba a cambiar el nombre de Ángela por “Una amiga”, con brillo travieso en la mirada, quiso que sus padres se preocuparan un poco más.

“No m spereis a cnar ni a dormir. Stoi cn un amigo.”

Niña Lucía pulsó a enviar y sonrió. Por primera vez desde que vio a su tío, sonrió.

 

 

I. Confesiones

“Bueno, ya está. Mi madre no pone ningún problema”- dijo Ángela entrando en la habitación.- “¿Y tú? ¿Has llamado a tus padres?”

“Les he enviado un mensaje”

“No tienes tú morro ni nada...”- sonrió la joven.- “Bueno... ¿Y qué fue de tu tío después de aquello?”

“Morbosilla...”- le increpó burlonamente Niña Lucía.- “Bueno, tras aquello, creo que mi tío se asustó. Fue tan jodidamente brutal que tardé más de una hora en dejar de sangrar. Su mujer, la misma puta que se había quedado viendo la violación con una sonrisa, fue la que, botiquín en mano, hizo lo posible por curarme. Mi tío se fue, tras correrse dentro de mí, al salón a meterse un lingotazo de su mejor whisky.

Cuando dejé de sangrar, la mujer de mi tío fue a hablar con él. A partir de ahí, mi tío hizo caso a su mujer, no volvió a follarme, pero pensó que bien podía enseñar a su sobrinita a chuparle la polla.”

“Vas de coña... ¿Pero cómo puede ser tan hijo de la grandísima puta?”- le cortó Ángela.

“No, Ángela, no voy de coña. Me enseñó a chuparle la polla, me obligó a tragarme su semen durante las dos semanas que estuve allí."

“¡Qué hijo de puta!”- Ángela se sentó al lado de Niña Lucía. Suspiró, dejó su mirada fija en algún punto imaginario, como pensándose algo detenidamente, y luego, empezó a contar...- “¿Sabes? Te entiendo muy bien. Demasiado bien. ¿Me dejas tumbarme a tu lado?”

“Claro, claro...”- Dijo, intrigada, Niña Lucía, haciéndose a un lado, para que su amiga pudiera compartir la cama con ella.- “Cuenta.”

“Sabes que mis padres están separados desde hace un par de años.”

“Sí”- contestó Niña Lucía.

“Lo que no sabes es por qué... Fue una noche, el veinte del mes que viene hará dos años. Mi padre llegó borracho, como tantas otras veces, y mi madre, harta de su actitud, de recibir palizas, de todo... no dejó que entrara a su habitación, la cerró con llave e impidió que mi padre entrara a dormir con ella.”- Ángela suspiró, intentando calmarse.- “Como mi padre no pudo dormir en la cama de mi madre... adivina dónde vino a acostarse...”

Niña Lucía dio un salto en la cama. Luego, desde encima, la miró como si observara a un asesino.

“Tranqui, Luci. No es la misma cama. Pero sí. Vino a la cama de su hija, y borracho como una puta cuba, me tapó la boca y a voces de “¿No quieres a tu papaíto?” me violó. Jamás olvidaré la peste a alcohol de su aliento, sus manazas torpes, la forma en la que me desvirgó...”

Niña Lucía se recostó contra su amiga, depositó su cabeza entre los pechos de Ángela, y la abrazó con suavidad.

“No podía gritar”- sollozó Ángela...- “No podía gritar. Me tapaba la boca y mi madre no me oía. Estuvo toda la noche durmiendo conmigo. Y no tenía valor para moverme. Mi madre nos descubrió por la mañana. Le pedí ayuda, llorando, y mis lloros despertaron a mi padre. Tarde. Mi madre cogió la maza del mortero y le dio a ese hijoputa la paliza que merecía. Luego, pidió el divorcio, lo denunció y consiguió que lo encerraran. ¿Te cuento una cosa? El hermano de Luis tiene un par de amigos en la misma cárcel que mi padre, y en cuanto hicimos llegar la noticia de que mi padre había violado a su hija, tardaron dos días en dejarle el culo como un bebedero de patos...”

Ángela rió entre lágrimas. Lucía la abrazó más fuerte.

“Ya está. Ya vale. Ya ha pasado. Ahora estás bien...”- susurraba Niña Lucía, abrazada a su amiga, compartiendo su dolor. Quizá fue en ese momento, o quizá después, pero Niña Lucía sintió una conexión con Ángela que supo, desde entonces, que no se rompería hasta que la muerte las separase. Ángela, devolviendo el abrazo a su amiga, sintió lo mismo.

“¡Niñas! ¡A cenar!”- les llamó la madre de Ángela. Niña Lucía se levantó y ayudó a su amiga a incorporarse y a enjugarse las lágrimas.

Las jóvenes cenaron rápidamente, entre bromas y risas. Los malos recuerdos se habían esfumado de la mente de las dos quinceañeras, ahora que sabían, aunque no lo habían dicho, aunque nadie lo dejó por escrito ni las obligó a firmarlo, ahora que sabían que siempre iban a tener a su amiga allí donde la necesitaran.

Tras dar buena cuenta de la suculenta carne con patatas que había cocinado la madre de Ángela, se pusieron a ver una película en la tele. A los veinte minutos, el filme se les había hecho insoportable y decidieron irse a la cama.

Ángela habilitó un puf que rápidamente transformó en un acogedor lecho al que Niña Lucía no tardó en subirse.

Niña Lucía se desnudó, dejando la ropa interior. Como, a causa de su casi inexistente delantera, no usaba sujetador, sólo quedó vestida con las braguitas. No era la primera vez que la veía en ropa interior, incluso muchas veces la había visto desnuda, en las duchas, en los vestuarios del instituto... pero Ángela miró a Niña Lucía con otros ojos. Se fijó en la curva rotunda que hacían sus braguitas. Ángela sonrió. Siempre viéndose como la más irresistible de las dos, y ahora resultaba que Niña Lucía tenía mejor culo que ella.

Ángela, sin decir nada a su amiga, se desnudó también, se colocó un pijama y se acostó en su lecho, mientras Lucía hacía lo propio en la cama supletoria. Apagó las luces y la oscuridad las rodeó.

Se hizo silencio en la habitación mientras las dos amigas intentaban conciliar el sueño. Pasaron los segundos entre susurros de respiraciones y de la voz amortiguada del televisor. Al tiempo, se apagó la tele allá lejos, se quedaron ciegas las luces del salón y la puerta de la habitación de la madre de Ángela se abrió y se volvió a cerrar. El silencio fue más absoluto entonces.

“Luci... ¿Estás despierta?”

“Sí.”- contestó la joven.

“Tu tampoco puedes dormir...”

Como única respuesta, Niña Lucía saltó de su cama y se introdujo entre las sábanas de Ángela al tiempo que su compañera le hacía sitio.

“¿Sigues pensando tú también en lo que hemos hablado hoy?”- preguntó Niña Lucía cuando se hubo puesto justo enfrente de su amiga.

“Sí.”- Una mueca triste hizo aparición en el rostro de Ángela. A pesar de la oscuridad, Lucía lo pudo ver perfectamente. Sus caras distaban una de otra no más de veinte centímetros, cada una podía sentir la respiración de la otra envolviéndole la cara.

“Tranquila”- una de las manos de Niña Lucía acarició el hombro de Ángela. Casi sin querer, notó como sus piernas se entrelazaban, y las diestras se deslizaron con inocencia entre los muslos de la amiga, por debajo de las sábanas.

“¿Sabes Luci? Creo que nos parecemos mucho más de lo que jamás pensé.”

“No tanto...”- sonrió Niña Lucía, poniendo su mano sobre los exuberantes pechos de su amiga.

“Coño, Luci... sabes que no me refiero a eso”

“Ya lo sé... Angie... Pero si quieres que te diga la verdad, como me digas que somos almas gemelas por tener unos familiares cabrones y no por todos los años que llevamos juntas te muerdo una teta”

Ángela estalló en carcajadas. Niña Lucía también.

“Mira que estás loca...”- decía Ángela entre risas. Con la sonrisa que Niña Lucía había convocado, no sólo en su boca, si no también en su vida, Ángela la abrazó, estrechándola todo lo que podía entre sus brazos.

El movimiento hizo que las dos quinceañeras se juntasen más, que los cuerpos adolescentes se deslizasen levemente sobre la pierna compañera, y, por qué no decirlo, que sus sexos se frotasen contra el muslo.

 

 

II. Una noche con Ángela. PX.

Niña Lucía vio nacer en su cuerpo una sensación extraña. Notaba los pechos de Ángela pegados a su torso, sentía sus latidos, y llevaban el mismo tempo que su propio corazón. La boca de Ángela respiraba en su oído, sus manos cálidas le tapaban la espalda, su muslo le rozaba el sexo. Niña Lucía, devolviéndole el abrazo a Ángela, suspiró en el oído de su amiga.

Las manos de la joven de pechos escasos se hundieron bajo el pijama y entraron directamente en contacto con la espalda de Ángela, que se estremeció al notar sus manos frías por el nerviosismo.

Pero ninguna se separaba, seguían pegadas una a la otra, como dos polos de distinto signos atraídos por poderosas fuerzas. Sus pechos se rozaban y, aun a través de la tela del pijama, Ángela notó los pezones erguidos de Niña Lucía. También los suyos se endurecieron.

Los dos cuerpos se juntaban bajo las sábanas, y ninguna de las dos se atrevía a llevar a cabo ningún movimiento que significara perder el calor dulce que desprendía el otro cuerpo. Fue Niña Lucía. Fue Niña Lucía la que dejó el abrazo y, separándose un poco, logró que las dos se miraran a la cara.

La luz que entraba por la ventana era suficiente para ver a la compañera de lecho en la oscuridad. Las mejillas arreboladas tenían su reflejo en el rostro amigo. Los ojos brillaban, los labios se abrían y cerraban, como si quisieran decir alguna palabra que aún no se hubiera inventado. De nuevo, fue Niña Lucía. Fue Niña Lucía la que adelantó su rostro y depositó un beso en la boca de Ángela. Y entonces sí, fue Ángela quien respondió. Se amoldó a esos labios finos, femeninos, que la besaron con la mayor dulzura que jamás recibió, y dejó libertad a las lenguas.

Las dos quinceañeras se besaban. Ese beso tenía toda la suavidad que, durante tantos años, se les había negado, tenía el erotismo del que carecían los movimientos duros y egoístas de los que se llevaron violentamente su virginidad.

Sin despegarse del beso, Niña Lucía comenzó a desabotonar el pijama de su amiga, sentía una imperiosa necesidad de estrellarse contra su piel desnuda. Ángela, solamente, la dejó. Se dejó desnudar mientras movía su cuerpo por sobre la pierna de Niña Lucía. Sentía su sexo excitado incendiarse, con ganas de tocar la piel de su amiga.

Ninguna de los dos quiso pensar en cómo ni en porqué. Ninguna de las dos se paró a pensar lo que estaban haciendo, ni qué les había llevado a ello. Sólo se dejaron llevar por los diez dedos amigos que tanto afán tenían en aprenderse su cuerpo. Niña Lucía desnudó el torso desarrollado de su amiga, y se colgó de un pezón como si fuera un bebé que buscase alimento.

“Luci... no...”- Ángela calló. ¿Quién decía que eso no estaba bien? La lengua de su amiga hacía círculos en la aureola, erizándole aún más el erguido pezón del color del café.

La mano de Lucía se posó en el vientre de Ángela y comenzó a bajar. Ángela enloquecía, ya no sabía dónde ir, dónde clavar sus ojos. No, ella no era lesbiana, no lo era, no lo quería, no... no pensó más. Niña Lucía había metido su mano bajo el pantalón de su pijama. El dedo de su amiga  había encontrado su clítoris y el relámpago de placer que la recorrió le hizo olvidarse de todo lo que no fuera su amiga erotizándola.

Ángela se quedó bocarriba, sus manos se engarfiaron sobre las sábanas, y dejó que Niña Lucía siguiera haciéndola suya.

Sus pechos iban al ritmo de la agitada respiración, cerraba los ojos, y luego los volvía a abrir para no perderse la hermosa carita de Niña Lucía sobre su cuerpo. La mano de Ángela intentó emular a la de su amiga, trastabilló por su espalda, buceó bajo las braguitas y acarició la rotunda curvatura del culazo de Niña Lucía, que despegó sus labios de los pechos de Ángela para exhalar un suspiro lento, largo y lleno, cuando sintió los delgados dedos de Ángela internarse entre sus nalgas y seguir bajando, bajando hasta tratar de meterse entre los muslos.

Ángela, sin sacar su mano de la braguita de su amiga, bordeó sus caderas para encontrarse con el sexo de Niña Lucía, joven y húmedo, ansioso por recibirla en sus entrañas.

Las dos se tumbaron boca arriba, con una de sus manos en el sexo de la compañera. Si Niña Lucía frotaba y pellizcaba, Ángela frotaba y pellizcaba. Si Ángela penetraba y removía, Niña Lucía penetraba y removía.

Las dos sentían en su amiga una extensión más de su propio placer. El goce era doble, cada caricia elevaba dos placeres, el suyo, y el de sentir el de la compañera. Los sexos cada vez se humedecían más, los dedos ya surgían, brillantes y mojados, del sexo donde se internaban.

La habitación era un arrabal de jadeos. Gemían por lo bajo la amigas, llevadas por esos dedos que tanto de ellas parecían saber. Dónde tocar, cuándo hacerlo... Eran dedos femeninos, que conocían a la perfección el sexo que tocaban. Las amigas se acariciaban, apretadas en la pequeña cama, protegidas de la noche por la sábana.

“Mmmmmmmm.”- se le escapaban gemidos a Niña Lucía, que se cortaba para no gritar de placer y despertar a la madre de su amiga.

Los gemidos iban aumentando de intensidad, y, de pronto, Ángela notó que los dedos que tanto placer le daban se habían parado, se detuvieron como si alguna bruja, muerta de envidia, los hubiera petrificado.

Abrió los ojos, buscó la mirada de Niña Lucía para interrogarla, pero lo que vio hizo que acelerase al máximo los movimientos de su propia mano sobre el sexo de Niña Lucía. Su amiga acababa de tomar un expreso a otro mundo... la boca abierta, los ojos perdidos en el rostro conmocionado por el placer, un suspiro atravesado entre sus labios y que se negaba a salir, el cuerpo arqueado, todas sus entrañas revolucionándose... desde lo más hondo del cuerpo niño de Niña Lucía se vaticinaba un orgasmo.

La joven de plano torso se mordió un puño para acallar el grito, total y poderoso, que salía de su interior. El flujo en su sexo desbordó sus labios vaginales e, impulsado por los dedos de Ángela, se estrelló en la tela blanca y leve de sus braguitas y acabó salpicando las sábanas mientras la cadera de Niña Lucía era un enloquecido vaivén que se llevaba con ella la mano de Ángela.

Niña Lucía se corrió y, al correrse, lloraba de placer. Las lágrimas humedecieron sus ojos casi tanto como el flujo su sexo adolescente. Ángela fue espectadora de primera fila del orgasmo de Niña Lucía. Fue testigo de cómo su amiga explotaba en un éxtasis mayor del que jamás hubo visto. Y se olvidó de ella misma, para dejar a Niña Lucía descansar, recuperar todo el aire que perdió apagando los gritos en su puño.

Niña Lucía, cuando el clímax hubo abandonado su cuerpo, le regaló a su amiga una mirada de agradecimiento y satisfacción completos. Se inclinó hacia ella, y la besó con dulzura y pasión. Las lenguas, femeninas y adolescentes, batallaron entre los labios, hasta que Niña Lucía se fue alejando, lentamente, milímetro a milímetro. Empujó levemente a Ángela hasta que volvió a quedar tumbada boca arriba y, apartando las sábanas, desnudando a la noche el torso magnífico de Ángela, Lucía fue haciendo descender su lengua por el cuerpo de su amiga y amante de esa noche.

“Luci...”- susurró Ángela, pero calló, no por que su intervención hubiera sido respondida, sino por que Niña Lucía comenzó a quitarle pantalón y braguitas mientras le besaba los pezones.

Ángela quedó desnuda completamente. Su sexo depilado concienzudamente emergió a la noche, y Lucía, tras abandonar sus grandes pechos, colocó su boca sobre él y lo besó como si fuera un tierno bebé. Ángela se removió de placer con ese beso. Pero la sensación que aquello le trajo no fue nada comparada con la que sintió cuando Niña Lucía, abriendo con suavidad sus labios vaginales, introdujo su lengua todo lo que su húmedo órgano le dejaba.

La joven tumbada y desnuda se tapó la boca para no estallar en gritos de placer. No era la primera vez que le comían el coño, pero sí la primera vez que lo hacía una mujer, y la diferencia era abisal. Niña Lucía, en segundos la encendió hasta límites que no había soñado. Su amiga lamía, succionaba y frotaba justo las zonas que había que lamer, succionar y frotar.

La saliva de Niña Lucía pronto mojó el coño de Ángela, aunque luego fuera cubierta por el abundante líquido que de él emanaba.

No tardó Ángela en sentir cómo lo que acababa de ver en el cuerpo de Lucía se reproducía en ella con total fidelidad. El mismo hormigueo desde lo más hondo de su cuerpo, el mismo suspiro ardiendo y creciendo en sus labios, el mismo calor envolviéndola, el mismo movimiento de las caderas acompañando a esa parte del cuerpo de su amiga que tanto placer le proporcionaba...

Se apoderó de la almohada y la hundió en su cara, como si quisiera asfixiarse. Y al tiempo, sufrió un poderosísimo orgasmo que la hizo gritar y gritar y gritar y que la acabó dejando exhausta, tirada en la cama, sin fuerzas siquiera para mover la almohada que dejó encima de su cara.

Fue Niña Lucía la que la retiró, devolviéndole a Ángela la visión de la noche de su cuarto, coronada por el bello rostro de su amiga, que se acercaba cada vez más a ella.

El beso, por pasión y agradecimiento, jamás se hubiera acabado. Las dos jóvenes, agotadas y satisfechas, se besaron disfrutando de los labios dulces de una mujer. Niña Lucía, sonriendo, se despegó del beso y volvió a su cama.

No tardaron en quedarse dormidas.

 

 

III. Dulce despertar

Las primeras luces del domingo atravesaron la ventana y se desparramaron por la habitación. Las dos amigas no despertaron hasta bien entrada la mañana y casi llegando al mediodía.

“Hola, Luci”- saludó Ángela, desnuda bajo las sábanas de su cama. Tras pensar por un instante, sacudió la cabeza y se calló lo que elucubraba.

“Angie...”- Niña Lucía se incorporó, de rodillas, sobre la cama, dejando que el sol golpeara con sus rayos su cuerpo de torso casi andrógino.

“Es que...”- Ángela sabía de lo que tenían que hablar, y no se sentía con fuerzas.

“¡Ey, Angie!”- le sonrió su amiga.- “Tranquila... lo que pasó anoche no está nada mal”

“¿Estás segura? No sé... tú y Joan... y sabes que a mí me gusta Nacho y...”

“Tssssssch”- Niña Lucía se adelantó de un salto a la cama de Ángela y la calló con un dedo en sus labios.- “Angie... esto no significa que seamos nada... sólo somos dos amigas que buscaban una forma de olvidar las cosas malas que les han pasado. ¿No crees tú que lo hemos conseguido?”

“Psssssí...”- contestó Ángela, aunque luego, tras una pequeña reflexión, contestó más decidida...- “¡Coño, sí!”- y, olvidando su desnudez, o tal vez por que ello no le importaba, dejó caer la sábana que le cubría los pechos y abrazó con alegría a su amiga.

El torso plano de Niña Lucía y el busto generoso de Ángela, desnudos, volvieron a tomar contacto entre sí. Las dos pieles calientes volvieron a juntarse, pero se separaron enseguida.

“Va, vístete... hoy tenemos que pasar un día bueno.”- dijo Niña Lucía con una sonrisa mientras recuperaba del suelo sus ropas.

“Está bien”.

Las dos quinceañeras se vistieron, desayunaron y salieron a la calle.

“Vente, tengo que pasar por mi casa.”- dijo Niña Lucía.

“¿Estás segura? ¿No estará tu tío Rodrigo?”

“Me la suda que esté el cabrón ese. Tengo que cambiarme y coger unas cosas. Vamos para allá”

Continuará

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Fotos de mi puta (1)

A.C. (28: El Pueblo Maldito)

A.C. (27: El Precio de la Traición)

A.C. (26: La derrota de Ajdet)

A.C. (25: Emboscada)

A.C. (24: La misión de Nura)

Amor a tres

A.C. 23 (La instrucción)

A.C. (22: La pequeña Nura)

A.C. (21: El asedio)

A.C. (20: Noche de bodas)

A.C. (19: La Subasta)

A.C. (18: Sangre en las Montañas)

A.C. (17: Los Hombres de Tarsis)

A.C. 16 (Las lecciones de Ayna)

A.C. (15: La estrategia de Ajdet)

A.C. (14: El extranjero)

A.C. (13: El pueblo del Gallo)

A.C. (12: La iniciación de Malda)

A.C. (11: Los horrores de la guerra)

A.C. (10: Los Hombres del Bosque)

A.C. (9: Una nueva mujer)

A.C. (8: Pequeño Ciervo)

A.C. (7:Alguien que me ame)

Otra noche sin ti

A.C. (6: El adiós de los dioses)

A.C. (5: La Joven Rayma)

A.C. (4: El Nuevo Jefe)

A.C. (3: La Prueba del Toro)

A.C. (2:La Viuda)

A.C. (1: El Gran Jefe)

Noche de suerte

La chica juguete

Niña Lucía (Recopilación)

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The end

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