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Niña Lucía (Recopilación)

en Grandes Relatos

Niña Lucía http://www.todorelatos.com/relato/47761/

Categoría: Grandes series

Tenía quince años en el cuerpo, doce en los pechos, y dieciocho en el coño. Sus padres la llamaron Lucía, pero para quien en verdad tuvo la suerte de conocerla, jamás fue Lucía. Lucías hay muchas, y ella era única. Ella era Niña Lucía...

I. Presentaciones

Nadie en su familia recuerda muy bien quién le puso ése nombre. Unos dicen que fue la abuela, una robusta mujer de campo que, a sus 79 años, aún sale todas las mañanas a cuidar sus huertos. Otros dicen que fue el tío Rodrigo, al que muchos consideran la oveja negra de la familia. Ni unos ni otros saben concretar cuándo. Incluso, hay aún una versión más sombría que se revelará a su debido tiempo. Pero nadie sabe a ciencia cierta quién tiene razón.

Niña Lucía vivía en la ciudad con sus padres, que se habían montado un bar bastante modesto en una buena zona de la urbe. Pero el negocio absorbía muchas horas, y es por eso que Niña Lucía creció prácticamente sola, gozando de una libertad que muchas otras muchachas de su edad querrían, pero que ella maldecía. Su libertad era una libertad amarga, fruto de la soledad y el abandono.

Ella iba cada día al instituto, y es allí donde me gustaría empezar la historia. Por lo menos, por esta vez. Sus compañeras ya habían venido desarrollándose desde pocos años antes, pero Niña Lucía parecía quedarse atrás. Aunque sus caderas si que se feminizaban, y su suculento culo empezaba a marcarse, rabioso, debajo de la falda del uniforme, los pechos de Niña Lucía se negaban a brotar de una vez, haciendo parecer que el destino de Niña Lucía era quedarse, por y para siempre, niña.

"¡Luci!"- la voz de Ángela, su amiga de toda la vida, sorprendió a Niña Lucía en el baño de chicas. Allí Lucía se peleaba con su imagen en el espejo. Odiaba su perfil plano. Odiaba con toda su alma que la camisa de su uniforme no se hinchara brutalmente a la altura de su torso.

"¿Qué quieres, Ángela?"- preguntó nuestra joven protagonista, tras abandonar la infructuosa regañina mental que mantenía con su cuerpo aniñado.

"Esta noche han dejado a Luis hacer una fiesta en su casa, ¿Te apuntas?"

"No sé, Angie... Sabes que siempre me encuentro como... fuera de sitio..."- Sabía cómo eran esas fiestas. Alguno de los amigos de Luis traería bebidas, y los quinceañeros y quinceañeras, desinhibidos, buscarían alguien a quien besar esa noche. Y, normalmente, sus compañeros elegían a las muchachitas más desarrolladas, dejándola a ella en un deprimente segundo plano.

"¡No seas cría, Luci!"

"¡CALLA!"- el grito de Lucía asustó a Ángela.

"¡Pero Luci! ¿Qué te pasa?"

"¡No vuelvas a decirme eso!"

Ángela miraba a Niña Lucía como si fuera la primera vez que la veía. De repente, su mirada bajó hasta su pecho plano, y luego bajó más, mucho más, caminando por el suelo, subiendo por su cuerpo, hasta llegar a sus propios pechos. La diferencia era abrumadora. Ángela tenía una de las mayores delanteras de la clase.

"L...lo siento, Luci... Sabes que no quise decirte eso..."

"Ya. Seguro."

"Venga, Luci..."- Ángela se adelantó y abrazó a su amiga con calidez.- "Por favor, vente..."- le dijo, y su aliento calentó la suave piel del cuello de Niña Lucía.

"Está bien."- contestó la niña, devolviendo el abrazo a Ángela.

II. La Fiesta

Niña Lucía se acicalaba ante el espejo. Buscaba alguna prenda capaz de hacerla parecer atractiva a los ojos de sus compañeros. Pero no podía hacer nada contra las tetas de sus amigas. Niña Lucía se sentó en la cama y comenzó a sollozar. ¿Por qué? Se decía. ¿Por qué estaba obligada a pasar invisible?

Ya era noche cerrada cuando Ángela pasó a por ella. Las calles oscuras desdibujaban el esbelto cuerpo de las dos quinceañeras.

"Va, Luci, date prisa. Estas calles son jodidas."

"¿Tienes miedo?"- respondió Niña Lucía con una sonrisa perversa.

"Luci, no me toques las narices."

"¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de que nos violen? ¿De que nos desnuden y empiecen a metérnosla como animales?"- niña Lucía se pegaba al oído de su amiga y hablaba con un tono quebrado.

"Luci, coño no juegues. Vamos a llegar tarde a la fiesta"- La voz de Ángela temblaba.

"¿Y si no quisiera llegar? ¿Y si lo que quiero es perderme por estas callejuelas y llevarte conmigo?"- Y dicho esto, Niña Lucía salió corriendo y dobló la primera esquina que encontró.

"¡Luci! ¡Va, coño! ¡No tiene ni puta gracia!"- nadie contestaba.- "¿Luci? ¡LUCÍA! Joder, Luci, sal ya."

Ángela se asomó a la calle por la que se había metido Lucía, pero allí no había nadie. La penumbra solitaria era lo único que veía. Ángela empezó a preocuparse. Se sintió vulnerable. Sola.

"¿Qué haces tan sola, niñita?"- sonó una voz ronca a su espalda, y Ángela rompió el aliento de la madrugada con un grito ensordecedor.

"¡Lucía!"

"¡Jajajajaja! ¡Qué susto te has llevado! ¿No quieres que te viole entonces?"- rió Niña Lucía.

"¡Vete a la mierda!"- Ángela salió hacia la casa de su compañero, enfadada.

"¡Va, Angie! ¡No te cabrees! ¡Era sólo una broma! ¡Angie, coño!"

Ángela se alejaba cada vez más, y Niña Lucía no tuvo más que seguirla.

"Lo siento, Angie. Perdóname"

"¡No!"- contestó su amiga.

"¡Joder, Ángela!"

"Ni joder ni hostias... ¡Vete a la Puta MIERDA!"- dijo, como paladeando las palabras.

Sin una palabra más, llegaron a casa de Luis.

"¡Vaya! ¡Por fin llegó la reina!"- comentó Luis cuando, tras abrirse paso por entre los cuerpos de sus compañeros, abrió la puerta a Ángela.

"Luisito... no me empieces a tocar los ovarios."-respondió Ángela con una sonrisa forzada y yendo directamente a beber algo.

"¡Hombre, Lucía! ¡Creí que no vendrías!"- exclamó Luis tras observar cómo Ángela pasaba de él.

"Ya ves... y ahora que he venido... ¿Me vas a decir dónde están las bebidas?"

"¡Coño, no me digas que tú bebes!"

La carcajada histriónica de Lucía sonó por encima de la música.

"Nene... te apuesto diez euros a que no me aguantas bebiendo".- contestó Niña Lucía mientras observaba cómo Ángela se alejaba de ella y empezaba a charlar con un par de compañeros.

"Tranquila, fiera. Allí tienes las bebidas, y pásatelo bien, ¡Alegra esa cara!"

Niña Lucía le hizo caso. Estaba enfadada. Y decidida. Decidida a superar esa noche a Ángela. No había sido capaz de aguantar una broma, muy bien, pues había otra cosa que iba a aguantar aún menos. Quedar en poderes de seducción por detrás de la Niña de la clase... Niña Lucía.

La cadena de música se encendió de ritmo. El pop acaramelado de los triunfitos dio pasa a un rock suave de manos de Fito Cabrales y sus Fitipaldis.

Niña Lucía agotó el vaso que se había preparado y escrutó el panorama a ver quién podía servirle. "Perfecto" se dijo. Ángela, arisca, se desembarazaba con facilidad de Joan, uno de los compañeros más guapos de la joven. "esta es la mía"

"Olvídate de ella."·- le dijo Niña Lucía cuando Ángela se alejó de su compañero.- "Toma... está bueno, lo he preparado yo misma..."- añadió, extendiéndole a Joan un vaso idéntico al que ella portaba en la otra mano.

"¿Qué le pasa hoy a tu amiga?"- dijo, pegando un trago

"¿No lo sabes?"- le dijo, Niña Lucía, mirándolo sorprendida, como si fuera algo de conocimiento general.

"¿El qué?"

Sonriendo, Niña Lucía contestó: "Que es gilipollas, Joan". Y comenzó a reír. Con ella, Joan también rió.

"No sabía yo que eras tan bromista..."- Joan le pegó otro traguito al vaso.

"Hay tantas cosas que no sabes de mí"- añadió, acariciando con discreción la mejilla del joven. Joan cerró los ojos por lo suave del contacto. Cuando los volvió abrir, Niña Lucía se había alejado de él entre el mar de adolescentes que habitaban el gigantesco salón de la no menos gigantesca casa de Luis.

El ritmo de la música cambió violentamente. La "Samba da Bahía" de Carlinhos Brown animó a todos los presentes. Niña Lucía apareció entre el gentío de parejas que se buscaban y agarró de la mano a Joan. "Ven", fue lo único que le dijo, y Joan obedeció inmediatamente, dejando el vaso sobre una mesita.

Mientras seguía a Lucía, Joan se fijó en algo. Algo que jamás le había llamado la atención. El culo. El culo de Lucía era espectacular. Cada día, bajo el uniforme, pasaba desapercibido. Pero en la fiesta, con esa mini vaquera, el culo de Lucía se veía abrumadoramente atractivo.

La sorpresa se cebó nuevamente en Joan. Niña Lucía sambeaba mejor que nadie. Su magnífico pandero era una batidora que se pegaba a la entrepierna del chaval. Sin poder evitarlo, su verga creció dentro de los pantalones con el roce del culo de Niña Lucía.

Como pudo, Joan respondió al baile intentando mantener el ritmo de Lucía. Pero el culo de su compañera se pegaba a su entrepierna y avivaba, aún más, si cabe, la erección. De pronto, Lucía se giró y acercó su boca al oído de Joan...

"¡Qué dura!"- susurró, y Joan, incrédulo, sólo pudo mirarla a los ojos. Ojos que se acercaban cada vez más. Y, de repente, un beso. Un beso que fue luz y fue silencio y fue un reducto en que los dos amantes estuvieron solos entre la multitud.

Nunca soñó Joan que Niña Lucía besara tan bien. Nunca soñó que esa lengua supiera bucear en su boca con tanta travesura. Las manos del joven se hundieron bajo la camiseta de la niña para posarse sobre el torso escasísimamente abultado de Lucía. Sus pezones endurecidos le dijeron todo lo que quería saber.

"¿Nos vamos a una de las habitaciones?"- preguntó el chaval.

"Vamos"

Mientras Lucía y Joan salían del salón, Ángela buscaba a su amiga en el mar de gentes.

"Oye, Claudia... ¿Dónde está Lucía?"

"¿No la has visto? Hace un momento estaba bailando con Joan. ¿Tú sabías lo bien que baila Lucía? Joder, creo que se la ha levantado a todos, no te digo ya al Joan... creo que acaban de salir".

Enfurruñada, Ángela optó por servirse otro vaso de lo que fuera mientras, por lo bajo, susurraba "Puta".

III. Habitaciones. PX.

Lucía y Joan avanzaron por el largo pasillo de la inmensa casa de Luis. Abrieron la primera puerta y se encontraron de frente con otra pareja que se les había adelantado y ya comenzaban a desnudarse.

"¡Joan, coño! ¿No ves que está ocupado?"

"Nano, Luis... pon el pestillo"

"Un momento..."- dijo el hijo de los dueños de la casa tratando de ver al contraluz a la pareja de su amigo.- "¿Esa es...?"

"Pon el pestillo".- le cortó Joan, cerrando la puerta.

"Hijo de puta... y parecía santa..."- reía Luis mientras se acercaba a la puerta para hacerle caso a Joan.

Lucía y Joan encontraron una habitación abierta y entraron besándose. Cayeron sobre la cama, envueltos en caricias torpes, entorpecidas por el alcohol y la inexperiencia. No... Bien sabía Niña Lucía que ella no era virgen. Bien sabía Joan que era el que más experiencia tenía de los dos.

Joan arrebató la camiseta del torso de Lucía. Sus pechos, pequeños pechos que no precisaban de sujetador, quedaron a la vista. Lucía gimió cuando uno de sus pezones desapareción entre los labios de su compañero y amante.

"Joan. No. Espera."

Joan se detuvo. Maldecía esas palabras. Seguramente la niña despertaba de las brumas del alcohol y, reconsiderando la escena, decidió que habían llegado muy lejos.

"¿Qué pasa?"- murmuró resignado.

"El pestillo. Visto lo visto..."- sonrió Niña Lucía mientras le regalaba un beso tranquilizador.

"Claro... el pestillo"- susurró Joan, y Lucía le respondió con un guiño.

Tras asegurarse de dejar la puerta bien cerrada, Joan se volvió y la polla se le encabritó al ver a Niña Lucía ya desnuda. Un escalofrío le embriagó tras ver la sombra de cuidados vellos de su sexo. Tragó saliva y se dispuso a equipararse con Niña Lucía. Se desnudó rápidamente, deshaciéndose de vaqueros, ropa interior, zapatillas y camiseta y se lanzó al ataque de los labios de su nínfula compañera.

La verga chocaba contra el vientre de Lucía mientras los adolescentes se besaban. La piel le ardía a la joven. Ése calor que tan bien conocía la empezó a envolver. Los dos adolescentes se devoraban los labios, llevados por una pasión desorbitada fruto de la edad. Se recostaron sobre la cama, Joan hundió un dedo en el coñito de Niña Lucía, y su partenaire respondió a la caricia con un sonoro gemido.

"Estás muy mojada, Luci..."

El pecho de Niña Lucía era un constante vaivén. Tenía las mejillas sonrosadas de excitación, la sonrisa convertida en una mueca de satisfacción.

"¿A qué esperas?"- susurró la joven.

Joan no necesitó más directriz que la del instinto. Se colocó ante el desnudo e infantil cuerpo de Lucía, arrodillado ante ella. Abrió las piernas a Niña Lucía, y entró en su cuerpo. Gimió Lucía, al sentir por fin el calor de su compañero entrar en ella. Gimió Joan, al sentir por fin la humedad del coño de Niña Lucía abrazarlo. Con lentitud, empezó el movimiento de vaivén sobre el cuerpo de la joven.

Lucía gemía y Joan, ensimismado, no podía apartar los ojos de ella. Parecía tan niña, tan frágil...Joan la penetraba, pero se había olvidado de él mismo, perdido en la contemplación del cuerpecillo delgado de Niña Lucía. Joan la penetraba buscando el placer de ella, no el suyo. No la penetraba egoístamente y eso se notaba en el cuerpo de Lucía. Gemía la joven. Sentía el placer, la dedicación que Joan ponía en atravesarle el coño con dulzura y suavidad.

"¡Sí!"- ronqueaba la adolescente de pechos niños, la respiración convertida en un vaivén sibilante, un jadeo constante que le secaba la boca. Buscó los labios compañeros. Besó a Joan mientras él la follaba, la hacía el amor, que era eso lo que sentía el adolescente. La pasión, la lujuria que desató el baile de Lucía no eran nada comprados con ese sentimiento que había empezado a sentir al verla desnuda, al besarle los pezones duros, al resbalarse por sus pechos inexistentes y mirarla a los ojos al penetrarla. La empezaba a amar. Amaba sus gemidos, deseó que nunca se acabaran, aunque eso significase que él no tocaría lo divino otra vez. Deseó no parar nunca, mantenerse siempre duro para poder follar eternamente con Lucía, y regalarle orgasmo tras orgasmo y que le diera las gracias gritando de placer.

Niña Lucía se sentía pletórica, llena cada vez que Joan se hincaba hasta lo más profundo de su sexo. La sangre, calentada tras hinchar los labios de su sexo, recorría todo el cuerpo compartiendo el calor con cada centímetro de piel. Los jadeos de la joven subían de volumen.

"Mmmmm... sigue, por dios, Joan... sigue por lo que más quieras."

Lucía lo notaba. En sus entrañas se gestaba la enésima revolución. Su clítoris se frotaba contra el pubis de Joan. Enloquecía. Se le subieron los calores a la cabeza, a los pulmones, a los pezones.

"Me voy... córrete conmigo."- susurró Niña Lucía, pegados sus labios a la oreja de Joan, y abrazándolo como si le fuera la vida en ello, como si quisiera hundirlo todo él en su cuerpo, fundirlo con ella en su calor, en su éxtasis de locura.

Joan se había olvidado de su placer. Volvió a su cuerpo, volvió a sentir su polla hundiéndose en las profundidades de Lucía. Y las sintió a punto de explotar, tanto una como otra.

"Me voy..."- repitió Lucía entre jadeos.

"Sí"- fue lo único que pudo articular Joan, sintiendo las explosiones.

"Me voy."- repetía la joven, grabada a fuego esa frase en su cerebro.- "Me voy, me voy, me voy, me voy ¡Me vooooooooy!"

Estalló Lucía. Estalló Joan. El orgasmo fue único y total. No tuvo cada uno el suyo, su orgasmo egoísta, no. Los dos compartieron la misma explosión, el mismo grito, el mismo placer que los recorrió palmo a palmo, fotografiándolos en un éxtasis completo, con todos los músculos hechos piedra que temblaba.

Se corrieron los dos juntos, y luego se besaron. Se besaron y luego se acariciaron, disfrutando entonces de lo que no podían antes. Reconocieron, se aprendieron el cuerpo compañero con la punta del dedo, creando caminos que se abrían paso entre el sudor que inundaba la piel.

"¿Te gustó?"- se atrevió a preguntar Joan, semi-incorporado sobre la cama, pasando el dedo sobre el pecho plano de Niña Lucía, que yacía acostada, mirándolo a los ojos.

Como única respuesta, Niña Lucía se levantó y lo besó en los labios.

"Demasiado"- susurró, tras despegarse de su boca.- "Ahora tengo que vestirme. Saldré ahora. Espérate cinco minutos aquí dentro y sal tú."

"¿Vas a estar en la fiesta?"- preguntó Joan

"No. Me voy a casa. Tienes mi teléfono en el bolsillo de los vaqueros"- Niña Lucía sonrió y guiñó un ojo pícaramente.- "Si no me llamas esta noche me olvidaré de ti."- concluyó, aún a sabiendas de que era mentira. No podría olvidar esa noche nunca. Y algo le parecía insinuar que tampoco las siguientes.

 

Niña Lucía (Joan) http://www.todorelatos.com/relato/47996/

Categoría: Jovencit@s (Hetero:general).

Lucía recorría las calles con una sonrisa de oreja a oreja. La noche había salido redonda. El aire frío de la madrugada le acariciaba la piel, y se aunaba con el recuerdo de Joan para mantener los dos pezones de Niña Lucía erectos bajo la camiseta. La muchacha no podía evitar sentirse excitada al recordar a su compañero. Su ternura, su cariño... esa noche descubrió que había otra forma.

Llegó a su casa y se abrió paso a oscuras por el pasillo. Abrió la puerta de la habitación de sus padres y se metió dentro. Padre y madre dormían. Niña Lucía abrió uno de los cajones de la mesita de su madre y cogió una pequeña caja de medicamentos. Con ella en las manos, salió de la habitación y se metió en el baño.

Niña Lucía observó su imagen en el espejo. Tenía la melena deshecha completamente, el pintalabios medio borrado, y un brillo especial en los ojos que demostraba que eso, ahora, pasaba por ser lo que menos le importaba. Se tomó una de las píldoras y, de perfil ante el espejo, curvó su espalda para exagerar su vientre plano, que asomaba bajo la cortísima camiseta. Con una sonrisa pícara, Lucía susurró: "Nenes no, gracias".

Luego salió del baño, devolvió la caja de pastillas a su sitio, y salió de nuevo de la habitación de sus padres con un sigilo extremo.

I. Llamadas a medianoche

Niña Lucía se dejó caer en la cama. Antes de desnudarse, sin embargo, su móvil, que acababa de poner en la mesita de noche, empezó a vibrar silenciosamente, con la pantalla encendida. Niña Lucía sonrió y descolgó.

"Hola Joan"

"Hola, preciosa"

"Creí que no me llamarías"

"No querría que te olvidaras de mí"- Lucía sonrió al escuchar esas palabras.

"Ya. Me gusta escuchar eso... ¿Mañana tienes algo que hacer?"

"No. Pero haría lo que fuera para que quedáramos"

"No digas eso de 'Lo que fuera' que soy muy mala y puedes arrepentirte"

"¿Mala? Mentirosa, que estás más buena que el pan"

"jajaja... mira que eres adulón. Bueno, quedamos a las once y media en el parque de detrás del insti. Luego ya comeremos."

"Okéi. Hasta mañana entonces"

"Hasta mañana, mi rey"- Y colgó. Niña Lucía odiaba la típica conversación de las películas "cuelga tú" "No, cuelga tú primero"... Una despedida era mejor si cortaba el aliento y dejaba la miel en los labios. Todo era mejor si cortaba el aliento y dejaba la miel en los labios. Niña Lucía lo sabía bien.

La quinceañera devolvió el móvil a la mesita y comenzó a desnudarse. Se quitó la mini vauqera y a punto estaba ya de deshacerse de la camiseta cuando el móvil reclamó de nuevo su atención vibrando y temblando sobre la mesa. "Joan..." pensó sonriendo Lucía, pero cuando agarró el celular la sonrisa le desapareció. Estuvo a punto de no contestar, pero bien sabía que podía estar llamando durante minutos.

"Hola Ángela"

"Luci, ¿Qué te ha pasado hoy?"

"¿A qué te refieres?"

"¿Cómo que a qué me refiero? ¡Toda la clase sabe que te has tirado al Joan!"

"¿Y? También sabe toda la clase las veces que te has follado a Luis, a Pau, a Nacho... ¿Sigo?"

"¿Pero de qué vas, gilipollas?"

Lucía colgó. Estaba harta de Ángela. Estaba harta de ser la amiga de la niña buena de clase. Estaba harta de tener que pasar desapercibida para que ella brillara más. Estaba harta de todo. Y ahora, sabía, todo iba a empezar a cambiar. Iba a disputarle el título de más guapa a Ángela.

El móvil volvió a temblar. Lucía lo cogió sin descolgar. Tenía ganas de gritarle a Ángela tantas cosas... pero en vez de eso, sonrió con un brillo en los ojos. Acostada como estaba, estiró el elástico de sus braguitas y deslizó el móvil en su interior.

"Llama, puta, llama"- susurraba Niña Lucía mientras el móvil vibraba sobre su sexo.

II. Polvos a mediodía. PX.

Joan llegó a las once y cuarto al parque. Niños y ancianos aprovechaban el sábado para salir y disfrutar del aire puro. Los perros hacían suyo el césped a ladrido puro. Joan se sentó en un banco y esperó. Y esperó. Llegaron las once y veinte, las once y veinticinco... llegaron las once y media y la única compañía que tenía Joan era la del viento frío de la media mañana.

A las once y treinta y cuatro minutos, una boca se pegó al oído de Joan y susurró: "Ven". Joan botó del banco y se giró sólo a tiempo de ver cómo Niña Lucía se alejaba de él caminando con un femenino movimiento de caderas a cada paso. Los ojos de Joan se posaron, de nuevo, sobre el culo de Lucía, que resaltaba bajo los ajustados vaqueros. "Puede ser que Lucía no tenga tetas, pero con su culo es suficiente", pensaba él.

"¿Dónde vamos?"- preguntó el joven, cuando se puso a su altura.

"A mi casa. ¿Te apetece?"

Miles de cosas pensó Joan. Miles de imágenes cruzaron su mente. Miles de palabras se agolparon en su boca y, al final, de todas, sólo pudo decir:

"Sí"

La mano de Lucía trastabillaba con llave y cerradura intentando abrir la puerta. Le temblaban las piernas. Se le ponía la piel de gallina bajo la camiseta, allí donde Joan acariciaba con ardor. Suspiraba cuando el joven le besaba el nacimiento del cuello. La ajustada camiseta marcaba, sobre su torso plano, las manos de su pareja y los pezones erectos, abultados bajo la tela.

"Tranquilo, Joan"- se atrevió a susurrar un instante antes de meter la llave en el ojo de la cerradura.

Lucía abrió la puerta y, antes siquiera de entrar, se volvió y hundió su lengua en la boca de Joan. Se abrazó a él como si tuviera miedo de perderlo, lo aferró de la nuca mientras se desahogaba con ese beso todo pasión que Joan intentaba responder como podía. El joven estaba en el quinto cielo, los labios y la lengua de Niña Lucía eran un equipo perfecto que lo enganchaban, que le subían la temperatura com el simple roce y el intercambio de salivas... Niña Lucía besaba como una diosa.

Pasaron a la casa sin soltarse. El beso duró mientras cerraban la puerta, mientras avanzaban por el pasillo tirando en su camino uno de los cuadros de la pared... el beso duró hasta que llegaron al comedor. Niña Lucía se soltó y empujó a Joan hacia la pared.

"¿Tienes hambre?"- preguntó la joven.- "porque yo sí".

Y sin más, se arrodilló ante él y comenzó a desabrocharle los vaqueros. Joan, abrumado por la decisión que mostraba Lucía, no podía más que quedarse quieto y dejarla hacer... no halló otra cosa que hacer que abandonarse a la Niña Lucía que le bajaba los pantalones y calzoncillos y se amorraba a su verga, verga que se alzó rabiosa tras salir de su encierro. Joan sólo pudo depositar sus manos sobre la cabellera de Niña Lucía y dejar que le chupara la polla.

Niña Lucía aferró en su mano el falo que se le ofrecía, erecto y rosado, y sin perder tiempo lo hundió en su boca. Hasta el fondo. El vello púbico de Joan le cosquilleó en la nariz, su glande parecía querer sumergirse en su garganta... Niña Lucía mamaba polla.

Gimió Joan. Las manos de Lucía agarraban, calientes y pequeñas, los muslos del joven, mientras su boca subía y bajaba sobre el tronco del chaval.

"Sí, Luci, joderrrr..."- ronroneaba Joan.

"Chupa, princesita, chupa"- Lucía recordaba. Otro tiempo, otra polla en su garganta, otro sabor amargo distinto del que ahora le subía la lengua...- "sigue, princesita, sigue chupando"- decía aquél hombre de los ojos grises y manos duras.

"Luci... ¿estás llorando?"- la voz de Joan la devolvió a la realidad. Como pudo, se enjugó las lágrimas y sacó la polla de Joan de su boca para contestar.

"No. No es nada..."- y, sin más, volvió a su trabajo.

Joan quiso detenerla, saber por qué lloraba, qué era lo que pasaba, pero no podía. Su cuerpo se negaba, su cuerpo no quería que Niña Lucía dejara de mamarle, arriba y abajo, la polla, que se contraía en pequeños espasmos de placer. Su cuerpo simplemente se relajaba mientras manos y lengua de Lucía hacían diabluras por su virilidad.

"Luci que me voy... Luci que me voy a..."- empezó a rumiar Joan.

"Vente".- contestó con lascivia Niña Lucía tras sacar la polla de su boca y seguir masturbando con rapidez a Joan.

"¡DIOS!"- el chorro de semen golpeó en la cara de Niña Lucía. Al primero le siguió otro, y otro, y otro, y así hasta que Joan se vació completamente sobre el cuerpo de la quinceañera.

"Veo que lo he hecho bien"- dijo ella sonriente, inspeccionándose la camiseta embarrada por chorretones del semen de su compañero.

Joan jadeaba, con las piernas temblando, sin poder engranar ni una palabra ni media. Como pudo, se dejó caer en el sofá, vestido sólo con la camiseta, mientras decía:

"Lo has hecho de putísima madre, Lucía..."- comentó, aún resoplando por el esfuerzo.- "¿Quién?... ¿Cómo?..."- Joan no sabía cómo decírselo, cómo enterarse de quién enseñó a Niña Lucía a mamar vergas.

"No ganarías nada sabiéndolo"

Niña Lucía lo dejó descansando y se fue hasta el baño, a limpiarse los restos de semen de su cara. Encendió la luz y se tropezó con su reflejo en el espejo. Le causó gracia el pequeño río blancuzco sobre su mejilla, desplazándose a su pelo, y los múltiples que decoraban su camiseta. Se mordió un labio con picardía. Luego, con dos dedos recogió el semen de su cara y se lo llevó a la boca. Saboreó la corrida de Joan hasta que todo lo que sus dedos llevaron desapareció por su garganta. El sabor agrio del semen la excitó.

"Serás puta..."- insultó, sonriendo, a su reflejo.

Niña Lucía se quitó la camiseta manchada y se limpió con un poco de agua los restos que quedaban de la materia de Joan. Así, con el torso desnudo, torso plano de pechos nimios, volvió al comedor, para encontrarse con Joan en la misma posición de antes, ya recuperado el aliento.

"Ahora me toca devolverte el favor... ¿No?"- sonrió el joven al verla llegar, atractivamente desnuda de la cintura para arriba.

"Otro día, carinyet..."- contestó alegremente.- "Ahora me siento vacía y quiero que me llenes".- siguió diciendo, mientras se desabrochaba los vaqueros.

La verga le volvió a brincar a Joan. ¿Cómo era posible que permaneciera tan aparentemente inocente después de lo que decía y hacía? Niña Lucía, y él tuvo constancia entonces, era especial.

Niña Lucía bajó la cremallera y Joan adivinó unas braguitas blancas bajo el pantalón. Se levantó y caminó hacia Lucía. Cuando llegó a ella, la quinceañera ya se había quitado los pantalones y quedaba vestida únicamente con las blancas braguitas de niña.

Llevado por la pasión, Joan cogió a la joven en brazos, haciendo que lanzara un grito de sorpresa al verse alzada del suelo tan violentamente.

"¿Dónde está tu cuarto?"- dijo Joan, con Lucía en brazos, mirando al pasillo.

"Vamos al cuarto de mis padres, el del fondo, es más... morboso ¿No crees?"- Contestó ella con una sonrisa provocativa.

"Sí creo."

¿Qué iba a contestarle? Cuando Niña Lucía hablaba, Joan lo creía todo, como si decía que la nieve es negra. También la hubiera creído. Niña Lucía era un diosa y Joan, su fanático número uno. Niña Lucía era su diosa y sus palabras eran sagradas.

Joan lanzó a su hermosa diosa compañera a la cama. Poseído por la pasión irracional, él fue detrás, y no tardó más que un par de segundos en hacer desaparecer las bragas del cuerpo de Niña Lucía. De nuevo pudo verla, desnuda e infantil sobre una cama, y un escalofrío le embargó. Era tan bella... lejos de ser una desventaja, la escasez de sus pechos hacía a Niña Lucía aún más inocente, aún más niña, aún más atractiva.

Llenó de besos su boca, y bajó por su cuerpo, le besó con glotonería los pechos, las aureolas, los pezones, descendió hacia el vientre saboreándole la piel. Niña Lucía suspiraba. Joan abrió las piernas de la joven y acercó su boca al coñito húmedo.

"no, Joan, no..."

"Sshhhhh... calla y disfruta"- contestó él.

Besó el clítoris y a Niña Lucía se le escapó un gemido. Lamió toda la hendidura, paladeó gustoso el néctar que se allí emanaba, introdujo nada más que la yema de un dedo y un gritito de Niña Lucía le animó a seguir.

"Por favor, Joan..."

Joan se desentendía de lo que Lucía pudiera decirle. Él estaba ocupado lamiendo, succionando el sexo que ante los ojos se le ofrecía. Seguía ocupándose, con toda la habilidad que disponía, que, aun sin ser mucha compensaba con un afán desmedido por el placer de su compañera, del sexo mojado de Niña Lucía.

"Por dios Joan... métemela. Métemela que me muero"- suplicó Lucía.

Joan la miró a los ojos. Le brillaban las pupilas, se le encendían de lascivia y parecían mucho más hermosas. Obedeció la orden. Se encaramó por el cuerpecito delgado de la quinceañera y apuntó su sexo a la raja de Niña Lucía. Acarició con su glande los labios del coñito de la joven, para impregnarlos de su humedad, antes de penetrarla.

Niña Lucía exhaló un largo suspiro cuando Joan lo hizo. Lentamente, su polla joven y dispuesta se adentraba en las profundidades de su coño.

"Mmmmmmm"- gimió la joven quinceañera, cuando sintió que las dos caderas chocaban.

Niña Lucía abría las piernas, abrazaba la espalda de Joan y buscaba sus labios para apagar en ellos todos los gemidos que le estaba causando su sexo hambriento y atravesado.

Joan taladraba, con la mayor velocidad que podía, el sexo de Lucía, que parecía envuelta en una nube de placer que le sacudía el cuerpo. A cada gemido de sus labios carnosos le seguía una nueva penetración. Lucía clavaba sus uñas en los hombros de Joan, que no cesaba en sus movimientos sobre ella.

"ah"- Niña Lucía abría los ojos, se tensaba todo su cuerpo. Sentía agudizarse las sensaciones de su cuerpo. "ah"- intentó buscar agarre, alguien que parase la enloquecida noria de su mundo.- "ah"- se sintió volar, subir y volar con los pájaros.- "¡Aaaahhhh!"- el orgasmo la azotó con una fuerza insospechada. Cada músculo se estremeció en el clímax.

"Espera, Joan... espérate, por favor"- dijo en un suspiro, cerrando los ojos para disfrutar tranquilamente de los últimos estertores del placer absoluto que la atacaba.

Joan se detuvo. Dejó que Lucía disfrutara de su orgasmo, tan merecido. Dejó que cerrara los ojos y se abandonara al placer, que se dejara caer, vencida, sobre la cama, yerta y sonriente como una muñequita.

"Me estoy enamorando de ti..."- le susurró Niña Lucía al oído de Joan, mientras se incorporaba sobre la cama.- "No tengas piedad..."- le dijo, colocándose a cuatro patas y ofreciéndole una soberbia grupa en la que montar.

Joan no se lo pensó dos veces, se quitó la camiseta, agarró el culo perfecto de Lucía y, de una estocada, clavo su polla de nuevo en lo más hondo de su sexo, arrancando un grito de la boquita de niña Lucía.

"¿Te he hecho daño?"

"No. al revés. Sigue dando, mi rey".- De nuevo, como si no pudiera hacer otra cosa, Joan obedeció a Niña Lucía.

Embistió sobre la grupa de la joven, y Lucía respondió gimiendo. Llevado por la perversión, Joan no dudó en azotar indiscriminadamente las nalgas de Niña Lucía.

"¡Ay!"- se quejó ella.

"¿Paro?"

"No"- la respuesta categórica fue suficiente para que Joan diera rienda suelta a sus instintos más innobles. Golpeaba y penetraba. Penetraba y golpeaba. Al choque de caderas le seguía el choque de su palma sobre el culo de Lucía, que empezaba a enrojecerse. Joan jadeaba, se le cortaba la respiración cuando Lucía contraía su coño para apretarle la verga. El cielo no estaba por encima de las nubes. El cielo estaba en el coño de Niña Lucía.

Joan se echó sobre la joven para besarle el cuello, para pegarse a su oreja y avisarla:

"Me voy a correr dentro de ti"- susurró.

"Da igual. Tú sigue."- contestó enloquecida Niña Lucía.

Joan ya no respiraba. Aguantaba como podía el aire en sus pulmones y la corrida en su polla para llegar junto con Lucía. Él lo sentía. Ella estaba cerca. Con un grito de triunfo y placer, los dos acabaron al tiempo. Los fluidos estallaron y se derramaron en el sexo de Niña Lucía. El ardor de sus entrañas se extendía ahora también a los calientes líquidos que la llenaban.

III. Fantasmas del pasado

"No me he puesto el condón"- susurró Joan.

"Da igual. Tengo píldoras"- respondió ella, besando el beso que su pareja le extendía.

Se abrazaron sobre las sábanas, sin más entretenimiento que mirar la mirada del otro. Hasta que a los oídos de Lucía llegó un sonido. Un motor.

"¡Mis padres!"- Lucía saltó de la cama. La costumbre la había hecho aprenderse el sonido del coche de sus padres. Se asomó a la ventana y lo vio, ante la puerta del garaje.- "¡Vístete, rápido!"

Joan recogió la camiseta y se la puso. Corrió por el pasillo y se vistió como pudo con los calzoncillos y los vaqueros que había dejado allí. Mientras, Niña Lucía, se encargaba de adecentar nuevamente el cuarto de sus padres e ir a su cuarto a vestirse.

Se despidieron a la carrera, con un beso en los labios que, por la prisa, no pudo ser todo lo pasional que querían. Joan bajó las escaleras a saltos, con el corazón temblándole en el pecho. En el patio, se cruzó con tres personas. Dos hombres y una mujer que charlaban entre sí. Supuso que serían los padres de Niña Lucía y algún amigo del matrimonio. Saludó tímidamente y salió por la puerta.

Los padres de Lucía tocaron al timbre de la casa justo cuando ella acababa de rehacer la cama donde acababa de follar con Joan. Tras calmarse un poco ante el espejo, Niña Lucía abrió la puerta. El "Hola, papás" que iba a decir a modo de saludo murió en sus labios cuando vio quién los acompañaba.

"Hola, princesita. ¡Hay que ver lo que has crecido! Estás hecha toda una mujer"- le dijo aquél hombre de los ojos grises.

 

Niña Lucía (Tío Rodrigo) http://www.todorelatos.com/relato/48436/

Categoría: Amor filial

"Hola, princesita. ¡Hay que ver lo que has crecido! Estás hecha toda una mujer"- le dijo aquél hombre de los ojos grises.

Niña Lucía tragó saliva. No esperaba volver a verlo... jamás. Y sin embargo, allí estaba, tal y como ella lo recordaba en sus pesadillas. ¡Qué poco había cambiado en cuatro años!

"ho-hola, tío Rodrigo..."- susurró la joven.

"¡Hola, princesita!"- le respondió con una sonrisa su tío, antes de adelantarse y estrecharla en sus poderosos brazos. Los besos que su tío depositó en sus mejillas, Niña Lucía los sintió como pinchazos de asco.- "bueno, Jorge..."- dijo el hombre girándose a su hermano- "Si me dices dónde está el baño..."

"Sí, por supuesto, por esa puerta de ahí".- le indicó el padre de Niña Lucía. Luego, girándose hacia su hija preguntó.- "¿Cómo te lo has pasado?"

"¿Qué hace ÉL aquí?"- espetó la joven cambiando su rostro a un gesto enfadado en cuanto su tío desapareció del recibidor.

"Cuida ésa boca, jovencita. Tu tío Rodrigo está de viaje de negocios en la ciudad y se va a quedar una semana en casa"- le respondió su madre

"¿Por qué no me habíais dicho nada?"- renegó la chiquilla.

"Porque no te importa. Además, tú siempre te has llevado bien con tu tío..."

El portazo de Lucía en su habitación tras esa respuesta resonó durante varios minutos en los oídos de sus padres.

I. Sálvame.

"ángela ncsito qdar cntigo no awanto en mi casa. stoy jodida. tngo q contart algo. Siento muxo lo q t dije. Perdóname y cntxta xfa."

A Ángela, el móvil, la sorprendió en la bañera. Con fastidio, levantó su cuerpo escultural y se inclinó hacia la pila para recoger el aparato, haciendo que gotas de agua que resbalaban por sus pechos fueran a caerse al piso del cuarto de baño. No pudo evitar que una sonrisa victoriosa se asomara entre sus labios cuando leyó el mensaje de Niña Lucía. Con parsimonia, terminó de bañarse, enjabonándose la piel, recreándose en cada gesto, haciéndolo más obsceno, como si alguien la estuviera mirando. Luego, completamente desnuda, cogió el móvil y se dirigió a su cuarto.

"t spero n 1 ora n l bar d tus padres"

Lucía no necesitó más. En cuanto recibió el mensaje, salió de su cuarto y de la casa.

"¿Dónde vas, Lucía?"- le preguntó su padre.

"He quedado con Ángela"- antes de que sus padres pudieran contestar, Lucía ya había salido por la puerta.

"Otra vez con Ángela..."- rumió su madre.

"¿Pasa algo con esa Ángela?"- preguntó el tío Rodrigo.

"No es nada, Rodri... simplemente que a Marta, le parece algo... emmmm... 'Liberal'"

"Entiendo"- contestó el hombre con una sonrisa.

Niña Lucía llegó veinte minutos antes a la puerta cerrada del bar que sus padres regentaban. Diez minutos después, cualquiera que hubiera estado mirando la esquina de la calle, podría haber visto a Ángela observar a su amiga. Tras un cuarto de hora de cruel espera, viendo a Niña Lucía casi derrumbada contra la pared, Ángela avanzó hacia ella.

"¡Ángela!"- gritó Niña Lucía cuando la vio.- "pensé que no vendrías."- exclamó, lanzándose hacia ella y abrazándola sorpresivamente.

Ángela se sintió extrañada por el afectuoso abrazo de Niña Lucía. Y más aún le sorprendió que su amiga tardara tanto en soltarse... hasta que, a sus oídos, llegó un sollozo.

"Luci... ¿Estás llorando?"

Niña Lucía, completamente derrumbada, se deshacía en llanto en el amplio pecho de su amiga.

"Luci..."- a Ángela se le estremeció el alma. "Pobre Lucía... Pobre Niña Lucía", pensaba Ángela, y se maldijo por haber sido cruel con ella.- "Vente a mi casa y lo hablamos... ¿Okéi?".

Niña Lucía alzó su hermoso rostro, y con una sonrisa, casi más mueca forzada, en su carita triste de ojos hinchados por el llanto, dijo:

"Sí".

Niña Lucía se apoyaba en Ángela durante todo el trayecto, como si le faltaran las fuerzas. Ángela nunca había visto así a su amiga. Nada parecía quedar de la vital Niña Lucía de sonrisa eterna. Nada quedaba ya de la arrogante Lucía con la que había hablado la noche anterior por el móvil.

Llegaron a la vivienda de la familia de Ángela. Niña Lucía se había negado a decir absolutamente nada durante el trayecto.

"¡Hola mamá!"- gritó Ángela nada más entrar por la puerta.

"Hola, cariño..."- le respondió una voz desde las profundidades del hogar.

"He traído a Lucía, no te importa ¿Verdad?"

"No, por supuesto. ¿Queréis merendar algo?"- un pinchazo sintió Niña Lucía en el alma. Envidió a Ángela. Eso era una madre, y no la fanática del trabajo que le había tocado a ella.

"No, mamá, nos vamos a mi cuarto"- contestó la adolescente mientras avanzaba con Niña Lucía por el amplio pasillo.

Niña Lucía se dejó caer en la cama de edredón rosa de Ángela. Se entretuvo observando las pegatinas fosforescentes del techo. Los caminos de lágrimas secas le acartonaban las mejillas. Ángela se sentó en un taburete, frente a ella, y preguntó:

"Va, cuéntame lo que te ha pasado"

Tragándose las lágrimas que causaba el recuerdo, Niña Lucía empezó su narración...

II. Hace muchos años... PX.

"Todo esto empezó hace cuatro años...- comenzó la joven.- por aquél entonces yo tenía once años, y no era más que una niña... Mi tío Rodrigo era en esos tiempos un hombre de negocios bastante exitoso. No preguntes qué negocios. Ni los sé, ni los he querido saber nunca. Todo hacía indicar que no eran demasiado legales, y el tiempo parece ser que me ha dado la razón. Bueno... a lo que iba. Mi tío Rodrigo hace cuatro años estaba felizmente casado con una mujer digna de ser portada de cualquier revista pornográfica, no sé si me entiendes, y tenía un maravilloso chalet en la sierra al que yo iba de vacaciones cada verano. Comprenderás que no es lo mismo tener piscina privada que irte a la piscina municipal con todos los paletos y salidos de la ciudad... Aquél chalet apartado era mi paraíso. Tenía todo lo que una niña de once años podía desear.

Cada año pasaba todo un mes alejada de mis padres, en el chalet de mi tío Rodrigo. Cada tarde me bajaba a la piscina, con mi bañador y mi colchoneta, y me pasaba las horas jugando en el agua. De vez en cuando, la mujer de mi tío (jamás la llamaré mi tía), bajaba conmigo y me acompañaba en mis juegos. Siempre que yo estaba en la piscina, veía a mi tío, asomado al balcón, y mirándome con una sonrisa que yo, inocentemente, creí protectora. Hasta aquél maldito día.

Yo jugaba en la piscina, y mi tío y su mujer me observaban. Entonces, vi que mi tío Rodrigo le decía algo a su mujer. Esa mujer... no sé... siempre creí que en su puta vida no conoció más moral que la del dinero. Y como mi tío de lo último tenía a espuertas, pues ella hacía lo que él dijera sin rechistar.

En fin... Ella bajó conmigo, con uno de esos bikinis que tienen menos tela que el pañuelo de un gnomo..."

Ángela rio la semejanza. Hasta Niña Lucía esbozó una sonrisa.

"Sí, sí, ríete, pero era clavado a esos que tú tienes, Angie... bueno, no me líes. La mujer de mi tío bajó, y, desde un primer momento, se lanzó al agua y empezó a jugar conmigo. Pero algo raro ocurría. Me abrazaba más de lo común, y casi siempre por la espalda. Sentía sus manos sobre mis pezones casi inexistentes, incluso se atrevía a acariciarme por debajo del bikini. De repente, noté que me quitaba la colchoneta en la que estaba subida. Nunca he sido una gran nadadora, así que como pude me desplacé al borde y me agarré al bordillo...

-Devuélvemelo- le dije.

-¿Y yo qué recibo a cambio?- no supe qué responderle. Pero ella tenía la lección aprendida.- Me gusta tu bikini...- me dijo. Yo me lo tomé a broma, pero, joder, era una cría y para mí era sólo un juego. Me senté en el borde de la piscina y me quité la parte superior del bikini. Se la di y ella dejó la colchoneta en el agua. Salté desde el borde y, justo cuando estaba a punto de caer sobre la colchoneta, ella la volvió a coger y me caí en el agua.

Pataleé, la insulté, me enfadé y noté que me abrazaba de nuevo por la espalda.

-He dicho que me gusta tu bikini.- me susurró al oído con esa voz... ¿Sabes? La que usamos para volver locos a los tíos..."

"Sí. Estás hablando con una profesional, Luci".- rió Ángela.

"Menos lobos, caperucita... que ya comprobaste que cuando quiero..."- la sonrisa se colgó de los labios de Lucía. Temió que Ángela se lo tomara a mal. Era como hurgar en las heridas. Pero en vez de eso, Ángela se rió y se levantó sobreactuando.

"Por favor, niñita... has aprendido de una maestra"- dijo riendo.

Rieron las dos niñas.

"Bueno, a lo que iba. Me agarró por la espalda...

-Y los bikinis constan de dos piezas...- dijo, metiendo sus dedos en el elástico del calzón del bikini.

Creo que el corazón se me paró. ¡Me estaba desnudando! Sabía que no estaba bien. Sabía que mi tío miraba desde el balcón, y recé para que no se diera cuenta y el agua me tapara.

Allí me tenías. Desnuda en la piscina, con once añitos de nada, y expuesta a la vista de mi tío Rodrigo. Lo miré, y lo que vi juro que me marcó para siempre. Mi tío Rodrigo tenía una mano metida por los shorts y se estaba cascando una paja."

"No me jodas, Luci..."- dijo Ángela.

"Y lo que te queda por oír.

Me quedé de piedra cuando vi aquello, y creo que hasta su mujer lo vio, pero lejos de ofenderse, la muy puta se pegó más a mí, y su abrazo se convirtió en un descarado sobeteo cara a mi tío. Mira, no sé si alguna vez te ha tocado una mujer, entiende lo que te digo, pero de aquello sólo recuerdo que esas manos parecían mil, y siempre sabían donde tocar. Eso me pareció, ten en cuenta que yo había empezado a "conocer mi cuerpo", sabes a lo que me refiero, desde el año anterior, y cuando me pajeaba era la cosa más torpe que te puedes echar a la cara.

Por eso, cuando esa mujer empezó a tocarme, noté que me mojaba en cuestión de segundos. Sus dedos, la palma de sus manos... creo que hasta sus tetas en mi espalda me ponían cachonda... Y desde arriba, mi tío se pajeaba viendo el espectáculo. Yo no sabía qué hacer. Sabía que lo que me hacían no estaba nada bien, pero no sé, me sentía tan caliente... hasta una niña sabe que si algo te da placer no debe ser malo... Así pues, simplemente cerré mis ojos y dejé que manipulara mi cuerpo a su antojo.

Nunca había sentido nada parecido, así que, cuando mi tío se metió para dentro de la casa, supongo que tras correrse, y su mujer subió a acompañarle, me quedé allí sola, desnuda, con tantas ganas que, sin esconderme ni nada, allí mismo, en la piscina, en la parte baja, con las piernas abiertas bajo el agua y recosatada contra el borde, me hice la paja más monumental que recuerdo... Hasta entonces, cada masturbación que me había hecho respondía a un sentimiento de soledad, casi de aburrimiento, cuando estaba sola en casa y no tenía otra cosa mejor que hacer que imitar a las putas de las pelis porno. Pero ese día no. Ése día me pajeé como resultado de una butal calentura. Quizá por eso me gustó tanto.

La puta de la mujer de mi tío, además de ponerme cachonda como una cachorrilla, se había llevado mi bañador, por lo que tuve que subir desnuda, y corriendo para que los vecinos no se asomaran a la ventana y me vieran.

Sin dejar de correr, pasé por delante de mis tíos, y, cruzando el pasillo, me metí en mi cuarto. No comprendía por qué habían hecho lo que habían hecho, ni por qué a mí, ni por qué me había gustado tanto... hicieron que me sintiera una puta con once años. Una puta virgen e inocente. En cuanto estuve de nuevo a solas, me puse un pijama y me lancé a mi cama a llorar.

Me dormí llorando, y cuando desperté, mi tío me miraba sentado en mi cama.

- ¿Cómo ha dormido mi Niña Lucía?....- me dijo... Quise abofetearle, gritarle que jamás en su vida me volviera a tocar, pero, ¿Sabes? Había tenido tiempo de pensar, y ése día mi tío y su mujer me habían prestado una atención que jamás había recibido de mis padres. Así que sólo pude responderle:

- Bien...

- ¿Te ha gustado lo de esta tarde?- preguntó. ¿Tú qué habrías respondido? ¿Qué habrías respondido si la sensación más maravillosa del mundo fuera completamente asquerosa a los ojos de la puta sociedad y hasta de ti misma? ¿Qué harías si te preguntaran que si te ha gustado que te dieran todo lo que no te han dado en tu vida?"

"Respondería que sí".- contestó Ángela. Un rubor le cubría las mejillas, intentaba respirar hondo...

"Te está gustando la historia demasiado, Ángela. Si quieres paro y tomamos algo".

"No, sigue".

"Tú lo has querido, pero lo que viene ahora no va a ser tan bonito."

III. Tío Rodrigo.

"como tú misma me has dicho qué harías, yo también contesté que sí. Mira, Angie... he tenido cuatro años para lamentarme de esa puta palabra, de esas dos putas letras que te juro, me han amargado mucho hasta que "conocí" a Joan."

"¿Hasta anoche?"

"Sí. Hasta anoche. Sabes... si mi tío Rodrigo se hubiera portado como se portó Joan, quizá ahora mismo fuera la tía más puta que te puedes echar a la cara. O a lo mejor lo soy y todavía no me he dado cuenta. Si mi tío Rodrigo, entonces, se hubiera portado como Joan anoche, no le habría cogido ese puto respeto al sexo que perdí anoche..."

"¿Cómo lo hizo Joan?"- preguntó Ángela, con esa curiosidad morbosa que tan bien queda en las quinceañeras.

"Digamos que se portó como todo un caballero... No sé... me gustaría pensar que me fijé en Joan porque era el indicado, como si supiera de antemano que era el que necesitaba para cambiar el chip. Ángie, tengo casi dieciséis años y sólo había follado una vez. Sabía que, o me quitaba los miedos y me atrevía a probar con alguien distinto del consolador que tengo en casa, o jamás iba a poder..."

Ángela asintió. Niña Lucía era su mejor amiga y jamás se callaban nada. Cada secreto de una era secreto de la otra.

"Bueno, te voy a contar cómo fue la cosa con el cabrón de mi tío."

"Va, cuenta... que me tienes..."

"Cahonda perdida te tengo... y lo siento pero ahora la cosa va para abajo... ya te he dicho que si querías que parásemos, y yo sabía para qué..."

"No me seas furcia, nena, y continúa"- dijo Ángela, acomodándose aún más en el taburete.

"Vale, vale... En fin. Le dije que sí, y a mi tío fue como abrirle las puertas de la Ciudad Perdida. Supo en ese momento (al igual que yo también lo supe), que me tenía a su disposición.

-Entonces, túmbate y verás lo que es bueno- me dijo con voz ronqueante.

Yo ya había oído de las historias de la primera vez y todo eso... pero pensé que, habiendo alguien que me quería tanto como mi tío, no me iba a doler... Me equivoqué en todo. Ni mi tío me quería, y me dolió horriblemente. Mi tío se descubrió como el hijo de la grandísima puta que era.

En cuanto me tumbé, comenzó a quitarme el pijama. Recuerdo que era un pijama harto infantil, de ositos y no sé qué pijerías más... me lo quitó como si fuera un bocadillo envuelto en papel de plata. A lo bestia. No tuvo ningún cuidado para conmigo y me desnudó con rudeza.

Me dejó desnuda. Mis tiernos once años desnudos ante el depredador de mi tío. Caperucita y el lobo, puede decirse. Su mirada me asustó. Pero en la puerta, apoyada en el marco, vi a su mujer, y me dije "Ella no dejará que me haga daño. Es mujer como yo y me cuidará si mi tío se pasa.". Sí. Me sentía mujer. Despertaba el deseo de un hombre hecho y derecho que me iba a follar, joder, no sé qué más había que hacer para sentirse mujer. Lo malo es que yo era demasiado niña para ser mujer.

Mi tío se desnudó y vi su verga. Creo que me pareció lo más gordo que había visto en mi vida. Sé que parece tópico, pero pensé que no cabría. Me asusté como no te puedes hacer una idea.

- No va a caber...- le sollocé a mi familiar.

- Sí... sólo necesitas un poquito de lubricación, Niña Lucía.- contestó él.

Entonces me besó, y comenzó a acariciarme el coño... mi tío Rodrigo siempre se ha presentado, ante toda la familia, como un experto en "cuestiones de cama", y joder que lo era. Además, yo no era más que una niña que lo único que sabía de sexo empezaba y acababa en una revista porno que le robaba a mi padre sin que ni él ni mi madre se dieran cuenta...

Me mojé enseguida. Mi tío supuso que era tiempo, y me abrió de piernas. Y bien, estaría todo lo mojada que quieras, pero a los 18 años una no tiene el coño para ir recibiendo trancas creciditas, y la de mi tío Rodrigo estaba bien crecidita. Cuando me atravesó, de un sólo empujón, haciendo alarde de una actitud de hombre de las cavernas, el grito de dolor que pegué creo que lo oyeron hasta en la China.

Sentí como si me apuñalaran. El dolor me dejó sin aire durante un momento. No sé si alguna vez te ha pasado. No sé cómo fue tu primera vez, nunca has querido contármela, pero espero que no fuera como la mía. Me sentía arder, y no precisamente de calentura... encima, el muy cabrón se tumbaba sobre mí para que no pudiera moverme. Su cuerpo me cubría completamente mi pequeño ser de once años.

Lloré, le supliqué que parara, le rogué, con lágrimas en los ojos y sangre en el coño, a su mujer, que hiciera algo para detenerlo. Pero ella se quedó allí, mirándolo todo sin cambiar el gesto. La odié, lo odié. Mi tío no me hacía ningún caso y no me soltaba. Yo creí que me iba a morir. De dolor o desangrada, lo mismo me daba. Notaba la sangre mancharme toda la entrepierna. Y me dolió aún más cuando él empezó a moverse. Era una quemazón insoportable. Lloraba, hubo momentos en que dejé de sentirme las piernas, creí que me había reventado la columna a pollazos.

Él sólo jadeaba y jadeaba, mientras me violaba con toda la crueldad del mundo. Resoplaba y gruñía como un cerdo. Como el cerdo que era y como el cerdo como el que se comportaba. Al final, cuando ya pensaba que aquél suplicio jamás acabaría, se corrió dentro de mí. No le importó que ya tuviera la regla y que me pudiera dejar preñada. No le importó absolutamente nada más que su placer.

Creo que jamás le importó nada más que él. Cuando se me pasara el dolor del coño, aquello sería lo que más me doliese. Creí que le importaba. Por fin creí que le importaba a alguien y fíjate lo que me hizo..."

"Pero, Luci... no me jodas... ¿fue así de cerdo?".

Niña Lucía no pudo responder. Todas las lágrimas que había aguantado durante la historia brotaron de sus ojos en ese momento. Estalló en duros sollozos. Lloraba, tumbada en la cama. Durante un instante, le pareció volver a cuando su tío Rodrigo la violaba y ella lloraba, con su tío encima, tumbada en la cama.

"Tranqui, Luci, tranqui... ya ha pasado todo"- Ángela se acostó a su lado y la abrazó. Compartía su dolor. Lo compartía demasiado bien.

"No. Eso es lo peor. No ha pasado todo..."- sollozó Niña Lucía apoyada en su amiga.

"¿Qué dices?"

"Está en mi casa, Angie... va a pasar unos días en mi casa. Aquél año los negocios se le truncaron, la puta de su mujer se piró con otro con más pasta y él se piró del país, creí que nunca más tendría que verle, pero ahora va a dormir en la habitación de al lado de la mía... No ha pasado lo peor, Ángela... Ahora me espera el puto infierno."

"Pero no puedes dejarlo así... ¿No lo denunciaste? ¿No se lo dijiste a tus padres?"

"No. Ni quiero. Seguro que no se lo creen. Nunca me creen. A veces quiero pensar que ellos no son mis padres... joder, pasan de mí, Ángela... seguro que piensan que son delirios de la niña mimada"

"Pero Luci..."

"Por favor, Ángela, déjame dormir aquí esta noche, por favor."

"Sí."- contestó sin dudar Ángela.- "No voy a dejar que duermas en la misma casa que ese cabrón. Si es preciso, mañana iré yo misma a decírselo a tus padres."

"¡No, Ángela! No se lo digas. Por favor... no. Tengo otras ideas..."

"Está bien. Espera que le diga a mi madre que te quedas esta noche. Llama a casa y díselo a tus padres."

"¿El qué?"

"Lo que quieras. Dile que te quedas, pero yo también les diría la clase de hijoputa que es tu tío Rodrigo."

"No."- Niña Lucía había dejado de llorar. Sus ojos brillaban de algo que no era humedad.- "Tengo otras ideas."- repitió, con firmeza.

"Me gustaría saberlas"

"A mí también..."- pensó mentalmente Niña Lucía intentando aclararse la mente.

 

Niña Lucía (Ángela) http://www.todorelatos.com/relato/48570/

Categoría: Lésbicos

Niña Lucía se dejó caer sobre la cama. Quería dejar de pensar en su tío Rodrigo, en su pasado... en su presente. Sólo quería dormir, olvidarse de todo aunque fuera por un momento y mañana será otro día. Aguzó el oído para intentar oír a Ángela y su madre.

"Mamá... ¿Puede quedarse Luci a dormir esta noche?"

"Claro... ¿Lo saben sus padres?"

"Sí, les está llamando."

"Entonces bien. Que se quede. ¿Vais a cenar aquí?"

"No sé... seguramente."

Niña Lucía cogió su móvil. Empezó a teclear.

"No m spereis a cnar ni a dormir. Stoi cn Ángela". Antes de enviar el mensaje a su madre, Niña Lucía lo leyó y lo estudió detenidamente. Borró la última palabra. No quería que su familia supiera con quien estaba. Pero, justo cuando iba a cambiar el nombre de Ángela por "Una amiga", con brillo travieso en la mirada, quiso que sus padres se preocuparan un poco más.

"No m spereis a cnar ni a dormir. Stoi cn un amigo."

Niña Lucía pulsó a enviar y sonrió. Por primera vez desde que vio a su tío, sonrió.

I. Confesiones

"Bueno, ya está. Mi madre no pone ningún problema"- dijo Ángela entrando en la habitación.- "¿Y tú? ¿Has llamado a tus padres?"

"Les he enviado un mensaje"

"No tienes tú morro ni nada..."- sonrió la joven.- "Bueno... ¿Y qué fue de tu tío después de aquello?"

"Morbosilla..."- le increpó burlonamente Niña Lucía.- "Bueno, tras aquello, creo que mi tío se asustó. Fue tan jodidamente brutal que tardé más de una hora en dejar de sangrar. Su mujer, la misma puta que se había quedado viendo la violación con una sonrisa, fue la que, botiquín en mano, hizo lo posible por curarme. Mi tío se fue, tras correrse dentro de mí, al salón a meterse un lingotazo de su mejor whisky.

Cuando dejé de sangrar, la mujer de mi tío fue a hablar con él. A partir de ahí, mi tío hizo caso a su mujer, no volvió a follarme, pero pensó que bien podía enseñar a su sobrinita a chuparle la polla."

"Vas de coña... ¿Pero cómo puede ser tan hijo de la grandísima puta?"- le cortó Ángela.

"No, Ángela, no voy de coña. Me enseñó a chuparle la polla, me obligó a tragarme su semen durante las dos semanas que estuve allí."

"¡Qué hijo de puta!"- Ángela se sentó al lado de Niña Lucía. Suspiró, dejó su mirada fija en algún punto imaginario, como pensándose algo detenidamente, y luego, empezó a contar...- "¿Sabes? Te entiendo muy bien. Demasiado bien. ¿Me dejas tumbarme a tu lado?"

"Claro, claro..."- Dijo, intrigada, Niña Lucía, haciéndose a un lado, para que su amiga pudiera compartir la cama con ella.- "Cuenta."

"Sabes que mis padres están separados desde hace un par de años."

"Sí"- contestó Niña Lucía.

"Lo que no sabes es por qué... Fue una noche, el veinte del mes que viene hará dos años. Mi padre llegó borracho, como tantas otras veces, y mi madre, harta de su actitud, de recibir palizas, de todo... no dejó que entrara a su habitación, la cerró con llave e impidió que mi padre entrara a dormir con ella."- Ángela suspiró, intentando calmarse.- "Como mi padre no pudo dormir en la cama de mi madre... adivina dónde vino a acostarse..."

Niña Lucía dio un salto en la cama. Luego, desde encima, la miró como si observara a un asesino.

"Tranqui, Luci. No es la misma cama. Pero sí. Vino a la cama de su hija, y borracho como una puta cuba, me tapó la boca y a voces de "¿No quieres a tu papaíto?" me violó. Jamás olvidaré la peste a alcohol de su aliento, sus manazas torpes, la forma en la que me desvirgó..."

Niña Lucía se recostó contra su amiga, depositó su cabeza entre los pechos de Ángela, y la abrazó con suavidad.

"No podía gritar"- sollozó Ángela...- "No podía gritar. Me tapaba la boca y mi madre no me oía. Estuvo toda la noche durmiendo conmigo. Y no tenía valor para moverme. Mi madre nos descubrió por la mañana. Le pedí ayuda, llorando, y mis lloros despertaron a mi padre. Tarde. Mi madre cogió la maza del mortero y le dio a ese hijoputa la paliza que merecía. Luego, pidió el divorcio, lo denunció y consiguió que lo encerraran. ¿Te cuento una cosa? El hermano de Luis tiene un par de amigos en la misma cárcel que mi padre, y en cuanto hicimos llegar la noticia de que mi padre había violado a su hija, tardaron dos días en dejarle el culo como un bebedero de patos..."

Ángela rió entre lágrimas. Lucía la abrazó más fuerte.

"Ya está. Ya vale. Ya ha pasado. Ahora estás bien..."- susurraba Niña Lucía, abrazada a su amiga, compartiendo su dolor. Quizá fue en ese momento, o quizá después, pero Niña Lucía sintió una conexión con Ángela que supo, desde entonces, que no se rompería hasta que la muerte las separase. Ángela, devolviendo el abrazo a su amiga, sintió lo mismo.

"¡Niñas! ¡A cenar!"- les llamó la madre de Ángela. Niña Lucía se levantó y ayudó a su amiga a incorporarse y a enjugarse las lágrimas.

Las jóvenes cenaron rápidamente, entre bromas y risas. Los malos recuerdos se habían esfumado de la mente de las dos quinceañeras, ahora que sabían, aunque no lo habían dicho, aunque nadie lo dejó por escrito ni las obligó a firmarlo, ahora que sabían que siempre iban a tener a su amiga allí donde la necesitaran.

Tras dar buena cuenta de la suculenta carne con patatas que había cocinado la madre de Ángela, se pusieron a ver una película en la tele. A los veinte minutos, el filme se les había hecho insoportable y decidieron irse a la cama.

Ángela habilitó un puf que rápidamente transformó en un acogedor lecho al que Niña Lucía no tardó en subirse.

Niña Lucía se desnudó, dejando la ropa interior. Como, a causa de su casi inexistente delantera, no usaba sujetador, sólo quedó vestida con las braguitas. No era la primera vez que la veía en ropa interior, incluso muchas veces la había visto desnuda, en las duchas, en los vestuarios del instituto... pero Ángela miró a Niña Lucía con otros ojos. Se fijó en la curva rotunda que hacían sus braguitas. Ángela sonrió. Siempre viéndose como la más irresistible de las dos, y ahora resultaba que Niña Lucía tenía mejor culo que ella.

Ángela, sin decir nada a su amiga, se desnudó también, se colocó un pijama y se acostó en su lecho, mientras Lucía hacía lo propio en la cama supletoria. Apagó las luces y la oscuridad las rodeó.

Se hizo silencio en la habitación mientras las dos amigas intentaban conciliar el sueño. Pasaron los segundos entre susurros de respiraciones y de la voz amortiguada del televisor. Al tiempo, se apagó la tele allá lejos, se quedaron ciegas las luces del salón y la puerta de la habitación de la madre de Ángela se abrió y se volvió a cerrar. El silencio fue más absoluto entonces.

"Luci... ¿Estás despierta?"

"Sí."- contestó la joven.

"Tú tampoco puedes dormir..."

Como única respuesta, Niña Lucía saltó de su cama y se introdujo entre las sábanas de Ángela al tiempo que su compañera le hacía sitio.

"¿Sigues pensando tú también en lo que hemos hablado hoy?"- preguntó Niña Lucía cuando se hubo puesto justo enfrente de su amiga.

"Sí."- Una mueca triste hizo aparición en el rostro de Ángela. A pesar de la oscuridad, Lucía lo pudo ver perfectamente. Sus caras distaban una de otra no más de veinte centímetros, cada una podía sentir la respiración de la otra envolviéndole la cara.

"Tranquila"- una de las manos de Niña Lucía acarició el hombro de Ángela. Casi sin querer, notó como sus piernas se entrelazaban, y las diestras se deslizaron con inocencia entre los muslos de la amiga, por debajo de las sábanas.

"¿Sabes Luci? Creo que nos parecemos mucho más de lo que jamás pensé."

"No tanto..."- sonrió Niña Lucía, poniendo su mano sobre los exuberantes pechos de su amiga.

"Coño, Luci... sabes que no me refiero a eso"

"Ya lo sé... Angie... Pero si quieres que te diga la verdad, como me digas que somos almas gemelas por tener unos familiares cabrones y no por todos los años que llevamos juntas te muerdo una teta"

Ángela estalló en carcajadas. Niña Lucía también.

"Mira que estás loca..."- decía Ángela entre risas. Con la sonrisa que Niña Lucía había convocado, no sólo en su boca, sino también en su vida, Ángela la abrazó, estrechándola todo lo que podía entre sus brazos.

El movimiento hizo que las dos quinceañeras se juntasen más, que los cuerpos adolescentes se deslizasen levemente sobre la pierna compañera, y, por qué no decirlo, que sus sexos se frotasen contra el muslo.

II. Una noche con Ángela. PX.

Niña Lucía vio nacer en su cuerpo una sensación extraña. Notaba los pechos de Ángela pegados a su torso, sentía sus latidos, y llevaban el mismo tempo que su propio corazón. La boca de Ángela respiraba en su oído, sus manos cálidas le tapaban la espalda, su muslo le rozaba el sexo. Niña Lucía, devolviéndole el abrazo a Ángela, suspiró en el oído de su amiga.

Las manos de la joven de pechos escasos se hundieron bajo el pijama y entraron directamente en contacto con la espalda de Ángela, que se estremeció al notar sus manos frías por el nerviosismo.

Pero ninguna se separaba, seguían pegadas una a la otra, como dos polos de distinto signos atraídos por poderosas fuerzas. Sus pechos se rozaban y, aun a través de la tela del pijama, Ángela notó los pezones erguidos de Niña Lucía. También los suyos se endurecieron.

Los dos cuerpos se juntaban bajo las sábanas, y ninguna de las dos se atrevía a llevar a cabo ningún movimiento que significara perder el calor dulce que desprendía el otro cuerpo. Fue Niña Lucía. Fue Niña Lucía la que dejó el abrazo y, separándose un poco, logró que las dos se miraran a la cara.

La luz que entraba por la ventana era suficiente para ver a la compañera de lecho en la oscuridad. Las mejillas arreboladas tenían su reflejo en el rostro amigo. Los ojos brillaban, los labios se abrían y cerraban, como si quisieran decir alguna palabra que aún no se hubiera inventado. De nuevo, fue Niña Lucía. Fue Niña Lucía la que adelantó su rostro y depositó un beso en la boca de Ángela. Y entonces sí, fue Ángela quien respondió. Se amoldó a esos labios finos, femeninos, que la besaron con la mayor dulzura que jamás recibió, y dejó libertad a las lenguas.

Las dos quinceañeras se besaban. Ese beso tenía toda la suavidad que, durante tantos años, se les había negado, tenía el erotismo del que carecían los movimientos duros y egoístas de los que se llevaron violentamente su virginidad.

Sin despegarse del beso, Niña Lucía comenzó a desabotonar el pijama de su amiga, sentía una imperiosa necesidad de estrellarse contra su piel desnuda. Ángela, solamente, la dejó. Se dejó desnudar mientras movía su cuerpo por sobre la pierna de Niña Lucía. Sentía su sexo excitado incendiarse, con ganas de tocar la piel de su amiga.

Ninguna de los dos quiso pensar en cómo ni en porqué. Ninguna de las dos se paró a pensar lo que estaban haciendo, ni qué les había llevado a ello. Sólo se dejaron llevar por los diez dedos amigos que tanto afán tenían en aprenderse su cuerpo. Niña Lucía desnudó el torso desarrollado de su amiga, y se colgó de un pezón como si fuera un bebé que buscase alimento.

"Luci... no..."- Ángela calló. ¿Quién decía que eso no estaba bien? La lengua de su amiga hacía círculos en la aureola, erizándole aún más el erguido pezón del color del café.

La mano de Lucía se posó en el vientre de Ángela y comenzó a bajar. Ángela enloquecía, ya no sabía dónde ir, dónde clavar sus ojos. No, ella no era lesbiana, no lo era, no lo quería, no... no pensó más. Niña Lucía había metido su mano bajo el pantalón de su pijama. El dedo de su amiga había encontrado su clítoris y el relámpago de placer que la recorrió le hizo olvidarse de todo lo que no fuera su amiga erotizándola.

Ángela se quedó bocarriba, sus manos se engarfiaron sobre las sábanas, y dejó que Niña Lucía siguiera haciéndola suya.

Sus pechos iban al ritmo de la agitada respiración, cerraba los ojos, y luego los volvía a abrir para no perderse la hermosa carita de Niña Lucía sobre su cuerpo. La mano de Ángela intentó emular a la de su amiga, trastabilló por su espalda, buceó bajo las braguitas y acarició la rotunda curvatura del culazo de Niña Lucía, que despegó sus labios de los pechos de Ángela para exhalar un suspiro lento, largo y lleno, cuando sintió los delgados dedos de Ángela internarse entre sus nalgas y seguir bajando, bajando hasta tratar de meterse entre los muslos.

Ángela, sin sacar su mano de la braguita de su amiga, bordeó sus caderas para encontrarse con el sexo de Niña Lucía, joven y húmedo, ansioso por recibirla en sus entrañas.

Las dos se tumbaron boca arriba, con una de sus manos en el sexo de la compañera. Si Niña Lucía frotaba y pellizcaba, Ángela frotaba y pellizcaba. Si Ángela penetraba y removía, Niña Lucía penetraba y removía.

Las dos sentían en su amiga una extensión más de su propio placer. El goce era doble, cada caricia elevaba dos placeres, el suyo, y el de sentir el de la compañera. Los sexos cada vez se humedecían más, los dedos ya surgían, brillantes y mojados, del sexo donde se internaban.

La habitación era un arrabal de jadeos. Gemían por lo bajo la amigas, llevadas por esos dedos que tanto de ellas parecían saber. Dónde tocar, cuándo hacerlo... Eran dedos femeninos, que conocían a la perfección el sexo que tocaban. Las amigas se acariciaban, apretadas en la pequeña cama, protegidas de la noche por la sábana.

"Mmmmmmmm."- se le escapaban gemidos a Niña Lucía, que se cortaba para no gritar de placer y despertar a la madre de su amiga.

Los gemidos iban aumentando de intensidad, y, de pronto, Ángela notó que los dedos que tanto placer le daban se habían parado, se detuvieron como si alguna bruja, muerta de envidia, los hubiera petrificado.

Abrió los ojos, buscó la mirada de Niña Lucía para interrogarla, pero lo que vio hizo que acelerase al máximo los movimientos de su propia mano sobre el sexo de Niña Lucía. Su amiga acababa de tomar un expreso a otro mundo... la boca abierta, los ojos perdidos en el rostro conmocionado por el placer, un suspiro atravesado entre sus labios y que se negaba a salir, el cuerpo arqueado, todas sus entrañas revolucionándose... desde lo más hondo del cuerpo niño de Niña Lucía se vaticinaba un orgasmo.

La joven de plano torso se mordió un puño para acallar el grito, total y poderoso, que salía de su interior. El flujo en su sexo desbordó sus labios vaginales e, impulsado por los dedos de Ángela, se estrelló en la tela blanca y leve de sus braguitas y acabó salpicando las sábanas mientras la cadera de Niña Lucía era un enloquecido vaivén que se llevaba con ella la mano de Ángela.

Niña Lucía se corrió y, al correrse, lloraba de placer. Las lágrimas humedecieron sus ojos casi tanto como el flujo su sexo adolescente. Ángela fue espectadora de primera fila del orgasmo de Niña Lucía. Fue testigo de cómo su amiga explotaba en un éxtasis mayor del que jamás hubo visto. Y se olvidó de ella misma, para dejar a Niña Lucía descansar, recuperar todo el aire que perdió apagando los gritos en su puño.

Niña Lucía, cuando el clímax hubo abandonado su cuerpo, le regaló a su amiga una mirada de agradecimiento y satisfacción completos. Se inclinó hacia ella, y la besó con dulzura y pasión. Las lenguas, femeninas y adolescentes, batallaron entre los labios, hasta que Niña Lucía se fue alejando, lentamente, milímetro a milímetro. Empujó levemente a Ángela hasta que volvió a quedar tumbada boca arriba y, apartando las sábanas, desnudando a la noche el torso magnífico de Ángela, Lucía fue haciendo descender su lengua por el cuerpo de su amiga y amante de esa noche.

"Luci..."- susurró Ángela, pero calló, no porque su intervención hubiera sido respondida, sino porque Niña Lucía comenzó a quitarle pantalón y braguitas mientras le besaba los pezones.

Ángela quedó desnuda completamente. Su sexo depilado concienzudamente emergió a la noche, y Lucía, tras abandonar sus grandes pechos, colocó su boca sobre él y lo besó como si fuera un tierno bebé. Ángela se removió de placer con ese beso. Pero la sensación que aquello le trajo no fue nada comparada con la que sintió cuando Niña Lucía, abriendo con suavidad sus labios vaginales, introdujo su lengua todo lo que su húmedo órgano le dejaba.

La joven tumbada y desnuda se tapó la boca para no estallar en gritos de placer. No era la primera vez que le comían el coño, pero sí la primera vez que lo hacía una mujer, y la diferencia era abisal. Niña Lucía, en segundos la encendió hasta límites que no había soñado. Su amiga lamía, succionaba y frotaba justo las zonas que había que lamer, succionar y frotar.

La saliva de Niña Lucía pronto mojó el coño de Ángela, aunque luego fuera cubierta por el abundante líquido que de él emanaba.

No tardó Ángela en sentir cómo lo que acababa de ver en el cuerpo de Lucía se reproducía en ella con total fidelidad. El mismo hormigueo desde lo más hondo de su cuerpo, el mismo suspiro ardiendo y creciendo en sus labios, el mismo calor envolviéndola, el mismo movimiento de las caderas acompañando a esa parte del cuerpo de su amiga que tanto placer le proporcionaba...

Se apoderó de la almohada y la hundió en su cara, como si quisiera asfixiarse. Y al tiempo, sufrió un poderosísimo orgasmo que la hizo gritar y gritar y gritar y que la acabó dejando exhausta, tirada en la cama, sin fuerzas siquiera para mover la almohada que dejó encima de su cara.

Fue Niña Lucía la que la retiró, devolviéndole a Ángela la visión de la noche de su cuarto, coronada por el bello rostro de su amiga, que se acercaba cada vez más a ella.

El beso, por pasión y agradecimiento, jamás se hubiera acabado. Las dos jóvenes, agotadas y satisfechas, se besaron disfrutando de los labios dulces de una mujer. Niña Lucía, sonriendo, se despegó del beso y volvió a su cama.

No tardaron en quedarse dormidas.

III. Dulce despertar

Las primeras luces del domingo atravesaron la ventana y se desparramaron por la habitación. Las dos amigas no despertaron hasta bien entrada la mañana y casi llegando al mediodía.

"Hola, Luci"- saludó Ángela, desnuda bajo las sábanas de su cama. Tras pensar por un instante, sacudió la cabeza y se calló lo que elucubraba.

"Angie..."- Niña Lucía se incorporó, de rodillas, sobre la cama, dejando que el sol golpeara con sus rayos su cuerpo de torso casi andrógino.

"Es que..."- Ángela sabía de lo que tenían que hablar, y no se sentía con fuerzas.

"¡Ey, Angie!"- le sonrió su amiga.- "Tranquila... lo que pasó anoche no está nada mal"

"¿Estás segura? No sé... tú y Joan... y sabes que a mí me gusta Nacho y..."

"Tssssssch"- Niña Lucía se adelantó de un salto a la cama de Ángela y la calló con un dedo en sus labios.- "Angie... esto no significa que seamos nada... sólo somos dos amigas que buscaban una forma de olvidar las cosas malas que les han pasado. ¿No crees tú que lo hemos conseguido?"

"Psssssí..."- contestó Ángela, aunque luego, tras una pequeña reflexión, contestó más decidida...- "¡Coño, sí!"- y, olvidando su desnudez, o tal vez porque ello no le importaba, dejó caer la sábana que le cubría los pechos y abrazó con alegría a su amiga.

El torso plano de Niña Lucía y el busto generoso de Ángela, desnudos, volvieron a tomar contacto entre sí. Las dos pieles calientes volvieron a juntarse, pero se separaron enseguida.

"Va, vístete... hoy tenemos que pasar un día bueno."- dijo Niña Lucía con una sonrisa mientras recuperaba del suelo sus ropas.

"Está bien".

Las dos quinceañeras se vistieron, desayunaron y salieron a la calle.

"Vente, tengo que pasar por mi casa."- dijo Niña Lucía.

"¿Estás segura? ¿No estará tu tío Rodrigo?"

"Me la suda que esté el cabrón ese. Tengo que cambiarme y coger unas cosas. Vamos para allá"

 

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Categoría: Sexo oral

Ángela y Lucía salieron a la calle juntas. El sol de la mañana abrazó a las dos jóvenes, que sonreían y bromeaban. Poco a poco, fueron llegando a la puerta de casa de Lucía. Entraron al portal

"¿Subo contigo?"

"No, Angie. No voy a tardar nada. Es simplemente cambiarme y bajo, no te preocupes."

"No sé..."- susurró Ángela, mientras Lucía subía por las escaleras. Niña Lucía, que lo oyó, bajó rápidamente y, sonriendo, se acercó de nuevo a su amiga.

"Tranquila."- le dijo, justo antes de darle un tierno beso en los labios.

Las dos muchachas rieron y Niña Lucía subió sola por las escaleras.

Niña Lucía intentó tranquilizarse antes de entrar en su casa. Su mente empezaba a forjar el plan, la venganza que la resarciría del dolor y las humillaciones. Abrió la puerta y entró en casa. La televisión estaba prendida, y Niña Lucía se acercó al comedor. Una figura sentada ante el televisor, de espaldas a ella, era la única presencia en la casa.

I. El error

"Así que ya has llegado."- le dijo, sin girarse, su tío Rodrigo.

"Sí. Pero me voy enseguida. Ángela me está esperando en el portal. Sólo he venido a cambiarme."- dijo, con profundo desprecio hacia su interlocutor, Niña Lucía.

"¿Y por qué no te pones esta camiseta, Niña Lucía?"- le preguntó él, sin siquiera voltear la cabeza, y mostrando un pequeño top negro, manchado de...

"¿De dónde has sacado eso?"- gritó la joven.

"Mi niña... No deberías dejar estas cosas tiradas en el baño... ¿Qué pasaría si tus padres lo hubieran visto? No, no, no..."- El hombre rió estruendosamente, y, por fin, se giró, enfrentando su mirada con la de su sobrina.

"¡Devuélvemelo!"- berreó la quinceañera.

"Vamos... preciosa... ¿Quién es tu amiguito, eh? ¿Quién es el afortunado que se ha podido correr sobre mi Niña Lucía?"- preguntó socarronamente, señalando las manchas de semen que llevaban allí desde que Niña Lucía le mamara la polla a Joan.

"NO SOY TU NIÑA LUCÍA! ¡NO SOY DE NADIE!"- presa de la rabia, se abalanzó hacia su tío, en el afán de recuperar aquella prenda manchada de la sustancia del único hombre al que podía decirse que amaba.

Niña Lucía saltó al sofá dispuesta a golpear a y con lo que fuera, pero se encontró con un hombre fuerte, más fuerte de lo que ella creía. No tardó en quedar inmovilizada bajo su tío.

"Sigues siendo preciosa, mi niña."- musitó el hombre, mirando a su sobrina con una sonrisa de lobo feroz.

"Déjame. Por favor. Déjame..."- Niña Lucía empezó a llorar, recordó aquél verano hace cuatro años. Se sentía tan niña como entonces. Una niña boba. Boba por olvidarse de la camiseta. Boba por haber caído de nuevo en las garras de su tío. Había sido un error dejarla allí tirada. Un grave error que, quizá, le iba a costar más caro de lo que jamás temió.

"¿Qué pasaría si le entregara la camiseta a tus papás?"- siguió su tío Rodrigo con soniquete perverso.

"No. Por favor. No lo hagas..."

"¿Y qué gano a cambio?"- En esa postura, con los brazos de Niña Lucía inmovilizados por sus propias manos, y su cuerpo aprisionándola de cintura para abajo, Rodrigo paseó su vista por el torso niño de su pequeña sobrina.

El mundo de Niña Lucía se vino abajo. "Otra vez no" pensó. La venganza, todo el plan que había ideado se rompió en ese instante. Lo fácil se acababa de convertir en inviable. Ya no era ella quien dominaba la situación. Y todo, por culpa de él. No podía ser. ¿Por qué todo le era tan difícil? ¿Por qué el destino parecía sonreír siempre al más hijo de puta?

Niña Lucía rompió a llorar sin consuelo. Su felicidad se deshacía. Su sonrisa amenazaba con no volver a surgir en mucho tiempo.

"Vamos, mi niña. No llores..."- susurró tiernamente Tío Rodrigo.- "si te va a gustar. Eres igualita que tu madre."

Aquella confesión golpeó la claridad de Niña Lucía.

"¿Mi... madre?"

"Claro. Tú y ella sois iguales. Os encanta el sexo. Y no tiene nada de malo. Pero vosotras siempre queréis más, y más. No os conformáis con lo que tenéis y siempre queréis ir más lejos. Siempre más lejos."- añadió, sin modificar la sonrisa.

"¡Qué sabrás tú de mi madre! ¿Qué coño sabrás tú de mí?"- gritó la joven.

"Más de lo que te imaginas."- respondió, soltando a su sobrina y liberándola de la prisión que hacía su cuerpo.- "Esta noche deja la puerta de tu habitación abierta. Después te daré tu camiseta"- añadió, a modo de advertencia, aunque su tono hiciera que sonase más como amenaza.

"S... sí."- sollozó la pobre muchacha, resignándose a su mala suerte.

"Bien... buena niña..."- rumió Rodrigo.- "Puedes irte. ¡Ah, sí! Tus padres han dicho que querían hablar contigo. Te esperan en el bar."

Niña Lucía, aún sollozando, se fue hacia su habitación, derrotada por completo. No se atrevía siquiera a levantar la mirada del suelo.

Entró en su cuarto y cerró la puerta. Abrió los cajones y escogió las primeras prendas que encontró. Comenzó a desnudarse para cambiarse la ropa. Intentaba no pensar, no imaginarse lo que le esperaba de ahí en adelante. El sonido de su puerta abriéndose la sacó de sus ensoñaciones. Dejó de desvestirse al momento.

"¿Por qué te paras? Quiero ver cómo te cambias. ¡Madre mía cómo voy a disfrutar con ese culito!"- exclamó, clavando su mirada en la curva que hacía la ropa sobre las nalgas de Lucía.

"No."

"¿Cómo que no? ¿Acaso quieres...?"

"¡BASTA!"- chilló la joven.- "Voy a aceptar lo de esta noche. Pero nada más ¿Me oyes? ¡NADA MÁS!"- la voz de Niña Lucía había tomado una determinación inusual en ella.- "¡FUERA DE AQUÍ!"

"Cada vez te pareces más a tu madre..."- sonrió el hombre.

"Y como vuelvas a mentar a mi madre te prometo que te acordarás de mí. ¡TE LO JURO!"

Rodrigo salió de la habitación y se sentó en el sofá. Cuando, menos de un minuto después, oyó a Niña Lucía salir de la casa como un vendaval, con un portazo que hizo temblar los cuadros, se sintió tan satisfecho que se maldijo no tener una botella de whisky para premiarse con un trago.

Lucía hizo acopio de todas sus fuerzas para aparentar normalidad ante Ángela. Dijo que tenía que hablar con sus padres, que seguramente estaban cabreados y que no podría salir esa tarde, que lo sentía mucho y que otra vez sería. Algo contrariada, Ángela asintió y se volvió a su casa. Lucía, por su parte, sola, casi sollozando, se fue hacia el bar de sus progenitores.

La bronca no fue muy estricta. Cuando Niña Lucía confesó que había pasado la noche con Ángela, sus padres se calmaron. "No vuelvas a enviar un mensaje de esos", "Como vuelvas a poner 'con un amigo' sólo por travesura te enterarás", "Ten cuidado y vete a casa"... Niña Lucía asintió y emprendió el camino de vuelta mientras sus padres seguían atendiendo el negocio.

La pobre muchacha temblaba de arriba abajo al enfrentarse de nuevo a la puerta de su casa. ¿Por qué hacía todo esto? ¿Por qué no denunciaba a su tío y olvidaba sus problemas? ¿Cuál era la razón de ese extraño influjo que parecía tener Rodrigo sobre ella? Quizá, era mejor no pensar en ello. Su tío le había dicho que iba a ser sólo esa noche. Tendría que aguantar sólo una noche más y su tío la dejaría. Ella sabía que no iba a ser así, que estaba dominada de por vida, pero quería seguir manteniendo la ilusión.

II. Una noche con Rodrigo. PX.

Lucía volvió a entrar en su casa, iba a encerrarse en su habitación todo el día para escapar de la lascivia de su tío, pero se dio cuenta que no estaba allí. Casi saltó de alegría al verse sola.

El día pasó lento y temible para Niña Lucía. Le asustaba que, de un momento a otro, su tío entrara por la puertta y la obligara a darle un "anticipo" de lo que suponía iba a ser esa noche. Pero, afortunadamente, su tío llegó acompañado de sus padres. "Mejor", pensó Lucía, "así no se atreverá a nada". Pero la noche cayó, y los padres de Lucía mandaron a la niña a su cama, a pesar de las peticiones de su hija.

Niña Lucía se metió entristecida en su cuarto, y decidió ponerse el pijama más feo que tuviera, para no darle ningún gusto más del necesario a su tío. Desechó uno de ositos por infantil (y bien sabía Niña Lucía que si su tío se encaprichaba con ella era por su aspecto infantil, así que no quiso hacer nada por acentuarlo) y cogió uno azul celeste sin dibujos. Triste, como estaba ella.

Los minutos pasaban angustiosamente lentos con Lucía encima de la cama. Se le venía encima lo inevitable y, pese a sus ganas de huir de ello, el miedo la paralizaba. Sin poder evitarlo, comenzó a llorar. Así se la encontró Rodrigo cuando, de noche bien entrada, entró en la habitación de su sobrina.

"¿Por qué lloras, mi niña? Mira, he traído tu camiseta."

"Vete a la mierda."- sollozó la joven, y se tapó la cara con las manos.

"Tranquila, mi niña".- susurraba Tío Rodrigo en la penumbra, mientras se sentaba en la cama, junto a Lucía.- "Ahora va a ser muy distinto, te lo prometo".

La suavidad de sus palabras no podía empañar todo el mal que le había hecho a Niña Lucía su tío Rodrigo. Ella sólo miró al otro lado mientras su tío Rodrigo intentaba convencerla con palabras dulces y amagos de caricias sobre las sábanas.

"Va a cambiar..."- seguía su tío, corriendo la cortina para poder ver mejor a su sobrina a la luz de la Luna.- "Voy a empezar por dejártelo claro, mi niña... mi dulce Niña Lucía"...

¿Cómo había sido tan tonta? Se preguntaba Niña Lucía. ¿Cómo había cometido ése error que le había dado ese mal giro a su venganza?

Lucía seguía sin querer mirar a su tío. Mantenía su vista fija en la lámpara de la mesita y se negaba a mirar a ese hombre que tanto daño le había hecho. No quiso mirarlo cuando él retiró las sábanas, disfrutando de descubrir lentamente el cuerpo de su sobrina quinceañera. Tampoco quiso mirarlo cuando sus manos se apoderaron del elástico de la cintura del pantalón del pijama. Y mucho menos, cuando empezó a bajárselos con macabra y perversa lentitud.

Niña Lucía sollozaba e hipaba. Se sentía tan indefensa... A los pantalones le acompañaron sus braguitas, hasta que su sexo emergió dulce y desnudo, tapado parcialmente por el faldón de la camisa del pijama, faldón que su tío no dudó en plegar hacia arriba hasta que pudo ver bien el sexo de Lucía.

La erección de Rodrigo era descomunal y dolía en sus pantalones. Sin embargo, sabía que si quería conseguir algo de cooperación, tendría que hacer gala de sus habilidades amatorias. Pero le costaba mucho concentrarse ante ese coñito adolescente. Ese coñito que poseía un pequeño triángulo de vello que oscurecía arriba de la tierna rajita de Niña Lucía.

Rodrigo le abrió las piernas a Lucía y ella, con la vista perdida y bañada en lágrimas, se dejó hacer. Esperaba la dura intrusión, gemela de la que la desvirgó brutalmente, pero la sorpresa la envolvió cuando sintió la lengua de su tío abrirse paso entre sus labios mayores. Abrió los ojos y dejó de llorar momentáneamente. La confusión la azoraba... ¿Qué hacía su tío? "Como si no lo supiera", se contestó ella misma. "pero... ¿Por qué? ¿por qué no se conforma con violarme como hace cuatro años? ¿Por qué quiere que disfrute?". Entonces, recordó. "Todo va a cambiar...". Quizá ésa era la muestra del cambio, de que todo iba a cambiar. Quizá, entre tanto deseo innoble, su tío comenzaba a amarla.

Pero él la estaba chantajeando. Tenía la camiseta, manchada del semen de Joan y amenazaba con dársela a sus padres si no se plegaba a sus deseos. Eso era chantaje. Por mucho que sus deseos fueran lamerle la rajita, besarle el clítoris, acariciarle el coño...

A Lucía se le escapó un suspiro. No pudo evitarlo. Se estaba excitando. Los labios, la lengua de su tío, posicionado entre sus piernas, eran demasiado expertos como para permanecer impasible.

"Venga, cielo... córrete, mi niña..."- le susurró Rodrigo.

Eso era lo que él quería. Que ella se corriera. Él quería que no lo recordase sólo por dolor. Él quería darla placer. "Jamás". Pensó ella. No iba a conseguirlo. No iba a hacerla correrse, si hacerlo desistir era una derrota, Niña Lucía iba a derrotarlo.

Cerró los ojos e intentó pensar en algo lejos, muy lejos de allí, mientras su tío Rodrigo empezaba a acariciar su rajita con la yema de los dedos. Un escalofrío recorrió a Niña Lucía. La estaba encendiendo. "no, no, no... no pedo dejarlo". Y miró más fijamente la lámpara mientras su tío lengüeteaba en su clítoris. "Piensa en algo, Lucía... piensa en algo que no sean esos labios en tu coño"- se decía a sí misma.- "Piensa que él no está ahí. Que no está acariciándote el coño con suavidad. Que no te está gustando..."

Pero no podía. Se le colaban murmullos placenteros por la garganta. Se le aceleró la respiración, se excitó de modo más visible y trató de cerrar las piernas. Pero Rodrigo estaba muy bien situado y no la dejó. Al contrario, se apresuró a lamer el clítoris mientras dos de sus dedos se colaban, falange a falange, en el sexo de Niña Lucía.

"No puede ser. No puedo dejarlo". Pensaba ella, pero sin convencimiento. Sabía que esa lengua estaba echando abajo sus defensas, que esos dedos la estaban dominando, ya no con la fuerza, ya no con la bestialidad de años atrás, ahora con suavidad, con placer...

Algo parecido a un gemido sonó en boca de Lucía y con él, se olvidó de todo. Hundió sus manos en la cabellera de su tío, empujándolo más hacia su sexo. Mientras, la lengua de él no le daba respiro al clítoris, y sus dedos se entretenían en su interior, buscando (y encontrando) el tan ansiado punto G, lo que arrancaba a Niña Lucía una suerte de pequeños orgasmos que no pasaban de un espasmo y un gritito.

"Te está gustando, ¿Verdad? Te gusta que tu tío te coma el coño".- blasfemaba Rodrigo, separando su cara unos milímetros del pubis de Niña Lucía, mientras una de sus manos se internaba bajo la camisa de su sobrina y acariciaba el torso de pechos niños, aunque con pezones abultados.

Y Niña Lucía no respondía. Sólo ronroneaba. Le gustaba. Y le gustaba mucho. Y le gustaba tanto que no podía evitar arquearse de placer, y mover su pelvis al ritmo de los dedos de Rodrigo...

"Me estoy muriendo" imaginaba Lucía. "Me vuelvo loca y me muero, no aguanto..."

Y su tío no paraba. Lamía, jugaba, penetraba el sexo adolescente con verdadera dedicación. Y a Lucía se le atravesaban los gritos en la garganta. Placer. No quería gritar. No. No quería correrse. Tenía que derrotarlo, tenía que...

El orgasmo fue potente, denso, lento y absolutamente demoledor. Niña Lucía se tuvo que tapar la boca con las dos manos, mientras su pelvis enloquecía arriba ya abajo y los ojos se le quedaban en blanco. Al final, se quedó arqueada, con la cintura a centímetros del suelo y la boca de su tío aún pegada a su coño.

"Sabes muy bien, sobrinita."- dijo su tío Rodrigo, relamiéndose los labios, mientras Niña Lucía intentaba recuperarse del clímax con pequeños gemiditos, calmándose poco a poco...

"Y bueno, sabes lo que viene ahora. ¿No?"- dijo Rodrigo, aún con la camiseta de Lucía en la mano, mientras se quitaba los pantalones y los calzoncillos, quedándose con calcetines y zapatos.

"Claro".- Lucía sonreía. Y su sonrisa era... perversa.- "Ahora viene cuando te joden, hijo de puta"

"¿Cómo?"- se sorprendió su tío.

"¡¡¡IIIIIIIIIIAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!"

III. Venganza

El grito de Niña Lucía resonó en todo el edificio. Sus padres se despertaron al instante y corrieron hacia el cuarto de su hija.

"¿Pero qué coño?"- gritó el padre de Lucía cuando encendió la luz y vio la escena. Su hija, y su hermano, desnudos de cintura para abajo, ella sentada en la cama, gritando; él con una camiseta sucia de ella en la mano.

"Me desperté... tenía mi camiseta en las manos... se estaba masturbando... me quitó los pantalones y las braguitas mientras dormía..."- sollozaba Lucía, con el semblante asustado, hecha un mar de lágrimas.

"¡HIJO DE PUTA!"- exclamó el padre, yéndose directamente hacia su hermano.

"Jorge, no es..."- Rodrigo no pudo decir más. Un puñetazo lo envió al suelo, y, una vez allí, una patada en sus partes desnudas, le hizo soltar un grito que podría haber competido con el de Niña Lucía.

Como pudo, se levantó y, empujando a su hermano a un lado y cogiendo en su carrera los pantalones, salió de la casa a la carrera.

"Lo mato"- gruñó Jorge, lanzándose tras el violador de su hija.

"¿Qué ha pasado Lucía?"- preguntó angustiada su madre, abrazando sobre la cama a su hija.

"Me desperté y él... me estaba quitando los pantalones y las bragas y tenía una camiseta mía en la mano, tenía su... mamá, abrázame..."- gimoteaba llorosa Niña Lucía, hundiéndose en los reconfortantes pechos maternos. A Lucía le recordaron a los de Ángela.

"Mierda."- tras unos minutos, el padre volvió.

"¿Dónde está?"- preguntaron, casi al unísono, madre e hija.

"Lo he perdido. Pero se va a cagar ese hijo de puta."- Sin pensarlo, Jorge fue a su cuarto y cogió su móvil.- "¿Si? ¿Policía? Tengo noticias sobre Rodrigo Del Solar. Es fugitivo desde el año 2004. Manden una patrulla a..."

Niña Lucía no pudo escuchar nada más. Su madre cerró la puerta y volvió hacia su hija.

"Toma, Lucía, vístete".- dijo su madre, extendiéndole el pantalón del pijama que había por el suelo.- "¿Te ha hecho algo? ¿Te ha tocado? ¿Te ha penetrado?"- reclamaba angustiosa la mujer.

"No, mamá. Desperté cuando me desnudaba..."- respondió, aún entre hipidos y lágrimas, Lucía.- "Oye mamá..."

"¿Sí?"

"Nada. Abrázame."- cambió de idea Niña Lucía.

Allí quedaron, madre e hija, abrazadas en medio de la noche.

 

 

Niña Lucía (Reencuentro) http://www.todorelatos.com/relato/49905/

Categoría: Hetero:General

La policía no le hizo más preguntas que las absolutamente necesarias. Niña Lucía, todavía con su pijama azul marino, cubierta por encima por una manta, y siempre abrazada por su madre, respondía con la voz quebrada por el llanto.

Estaba mintiendo. Claro que su tío se lo merecía. Eso, y mucho más. Pero ella estaba mintiendo a la policía y, al contrario de lo que hubiera creído, a niña Lucía le gustaba esa sensación. Era tan... prohibida.

"Creo que ya lo tenemos todo."- Dijo la mujer policía, tras tomar las anotaciones sobre el testimonio de Lucía.- "No es muy probable que vuelva"- Dijo, refiriéndose a Rodrigo.- "pero de todas maneras, una patrulla vigilará toda esta zona."

"Si vuelve juro que lo mato."- exclamó el padre de Niña Lucía.

Ni los policías, ni Niña Lucía ni, mucho menos, su mujer, respondieron. Quizá es que comprendían que era demasiado capaz.

"Venga, Lucía. Ahora necesitas dormir. Mañana te quedas en casa descansando."- le susurró su madre.

"Bien."- gimoteó Lucía.

Lucía entró en su cuarto, cerró la puerta y se dejó caer en la cama, con los brazos abiertos y mirando al techo. Sonrió. Y sólo sonrió porque sabía que no sería bueno que la oyeran reírse a voz en grito. Pero que tenía ganas, las tenía.

No tardó en quedarse dormida sobre las sábanas. Pasaban de las dos de la madrugada.

I. Dnd stas?

Su móvil sonando la despertó pasando las 11:00. Había dormido como un lirón. Descansada, feliz. "1 mensaje nuevo/s". Ángela.

dnd stas luci? xq n has vnido a clase? ha pasado algo? Cntxta xfa.

tranki angela. ven sta tard a m ksa y t qento

Envió el mensaje y, de nuevo, se dejó caer hacia atrás, reencontrándose con el mullido suelo de la cama. Ese día todo parecía mejor. La cama era más cómoda, la luz era más blanca, su habitación más acogedora y hasta los sonidos parecían más alegres. Los sonidos... Alguien estaba en la cocina. Pero sus padres se suponía que estaban trabajando.

Ángela tragó saliva. Cogió un pisapapeles (una figurilla de un duendecillo riente, tiernamente infantil) y se armó con él mientras abría la puerta de su habitación. Estaba descalza, sus pies notaban el frío de cada baldosa mientras avanzaba por el estrecho pasillo. Tragó saliva. Si era su tío se iba a arrepentir de haber vuelto. Con la mano temblorosa, abrió la puerta de la cocina y entró. La figurilla se cayó de su mano.

"¡Mamá!"

"¿Te he despertado? ¡Ay, cariño, lo siento! ¿Qué quieres para desayunar?"

"¿No trabajas hoy?"

"¿Cómo te iba a dejar sola?"- dijo, cariñosamente, acercándose a su hija. A medio camino se detuvo al ver la estatuilla en el suelo. Su gesto mudó a la sorpresa.

"Es que... oí ruidos... creí que estabas trabajando... pensé que era el tío..."

"Cariño mío..."- Su madre abrazó a Lucía con fuerza. A Lucía le pareció ver el reguero de una lágrima por su cara.- "lo siento mucho. Tenía que haberlo adivinado...."- murmuró, casi sollozando, mientras estrechaba el delgado cuerpo de su hija entre sus brazos.

"¿Por qué?"- la pregunta le salió de lo más hondo del alma a Niña Lucía.

"¿Por qué qué?"

"¿Por qué tendrías que haberlo adivinado?"

"¡Ay, hija! ¡Porque soy tu madre!"

"Claro... claro..."- sonrió, haciéndose la tonta, Niña Lucía, mientras se volvía a abrazar a su progenitora.- "Por cierto, mamá, esta tarde vendrá Ángela un ratito."

"¿Vas a salir con ella?"- interrumpió la mujer.

"No sé..."

"Deberías. A ver si te olvidas de lo que ha pasado".- "¿Olvidarme?" Pensó Niña Lucía "No. No quiero olvidarme. Quiero recordar para siempre su cara..."

"Bien, tal vez..."- respondió.

El día pasó rápido para las dos mujeres de la familia. Además, les sirvió para conocerse un poco más. "Háblame de ti" pidió Lucía. Sin embargo, a las cinco y diez minutos, Ángela tocaba al timbre de la puerta de su amiga y Lucía y su madre dejaron la charla para otro día.

"¿Subes o bajo?"

"Lo que quieras"- contestó Ángela.

"Ahora bajo"- Antes de un minuto, Lucía ya estaba en el portal, vestida con unos vaqueros y una camiseta que se hacía tremendamente atrevida con sólo doblar la parte baja y enseñar el ombligo.

"¿Qué ha pasado?"

"Ya no existe tío Rodrigo..."- respondió Niña Lucía.- "Lo hice huir de casa, con los pantalones en la mano y los gallumbos en el suelo"

Las dos niñas estallaron en risas y abrazos.

"¡Bien por mi Luci! Por cierto..."- añadió con sonrisa perversa.- "Adivina quién me ha preguntado por ti esta mañana".

"¿Quién?"

"Joan"- Niña Lucía sonrió al oír ese nombre.

"¿Crees que debería llamarlo?"

"Niña, por lo nervioso que estaba, creo que deberías hacer algo más que llamarlo..."

"Ya, pero... ¿Dónde? No tengo pasta para nada..."

"Veniros a mi casa"

"¿A tu casa?"

"Sí, hoy está completamente vacía. Mi madre tiene turno doble".

Niña Lucía se mordió el labio inferior mientras pensaba en la casa de Ángela... Con la misma sonrisa perversa, sacó el móvil de su bolsillo y comenzó a teclear.

Dnd stas?

El móvil no tardó ni un minuto en volver a reclamar la atención de Niña Lucía con unos pitidos insistentes. Impacientes, Lucía y Ángela leyeron el SMS.

Stoi en ksa. Xq no as venido sta mañana? Dnd stas tú? Qdamos?

Las dos muchachitas se sonrieron pícaramente. Niña Lucía no tardó en responder.

T spero en l campello n 5 mnts. Vmos a ksa de angi.

"El Campello" era una cafetería cercana a casa de Ángela, y, por su cercanía con el instituto, muchas veces el lugar elegido por los chavales para reunirse. Hasta allí fueron Ángela y Lucía, caminando alegres y riendo, como dos colegialitas recién salidas del colegio.

II. La casa de Ángela

Cuando llegaron, Joan ya estaba esperándolas. Dentro, en una mesa, también había otros compañeros de curso de los muchachos, que saludaron con algunas palabras de rigor y continuaron luego la conversación como si nada.

"¿Vamos?"- preguntó Niña Lucía.

"Vamos."- respondió Joan.

Ángela encabezaba la triple marcha con una sonrisa. Tras ella, podía oír hablar a la feliz parejita. Quizá luego ella llamara a Nacho. Sabía que jamás tendría la relación que parecía haber explotado entre Lucía y Joan, pero Nacho era el único en toda su vida que le había movido el corazoncito.

En esas estaba elucubrando la muchacha cuando notó la voz de Lucía susurrándole algo, muy bajito en el oído.

"Oye Ángela... ¿Podrías hacerme un favorcito? ¿Podrías...?"- El murmullo se apagó lentamente en un bisbiseo que sólo escucharon Ángela y Lucía.

"Está bien".- respondió Ángela con una sonrisa. A Joan le sorprendió el exaltado beso con el que Lucía agradeció a Ángela la respuesta a esa pregunta que él desconocía.

Poco a poco, ya habían llegado al portal de Ángela. Ella abrió la puerta y, tras subir las escaleras, hizo lo mismo con la puerta de su casa. Lucía y Joan entraron delante de Ángela que, sin decir nada, cerró la puerta quedándose ella fuera.

"¿Qué...?"- intentó preguntar Joan, pero no pudo decir nada más. Los labios de Lucía taponaron su boca y la lengua de la Niña se enredó a la suya negándole más palabras.

Aturdido por la sorpresa inicial, Joan tardó unos segundos en devolverle el beso a Lucía. Casi lo entendía todo. Ya sabía lo que Lucía le había dicho a Ángela antes de llegar a su casa. Quería soledad para ellos dos. Ángela se la había dado y ahora les tocaba a ellos disfrutarla.

Lucía se despegó de Joan y se lanzó a la carrera por el pasillo. El chaval la siguió, fijos sus ojos en ese culo que le volvía loco. Niña Lucía se paró ante una puerta y, cuando Joan llegó a su altura, no pudo evitar la tentación de volver a besarlo, de querer bebérselo todo.

"Anda, entra aquí que ahora voy"- pudo balbucear, con la respiración acelerada, Lucía cuando se despegó de su chico.

Joan obedeció y entró en la habitación. Mientras, Lucía salió corriendo hacia la habitación de Ángela y se lanzó sobre la cama para frenar. Escarbó en el segundo cajón de la mesita de su amiga, abrió un estuche de CD's que había allí y cogió de dentro un par de condones que Ángela guardaba. Con ellos en la mano, volvió a la habitación donde Joan la esperaba, ya con la camiseta quitada.

"¿Alguna vez te he dicho que me encanta tu pecho?"- dijo Lucía, mirando el torso de su compañero y mordiéndose el labio con vicio.

"Y a mí los tuyos"- contestó Joan.

Al contrario de lo que creyó Joan, Niña Lucía se detuvo y lo miró con algo de enfado.

"Mentiroso"- increpó. Y ante la cara de sorpresa de Joan, continuó.- "No te pueden gustar mis tetas porque no tengo. No me mientas. No tengo tetas..."- su boca dibujó un mohín de reproche.

"¿Pero qué dices, mi niña?"- a Lucía se le revolvió el estómago al oír esas dos últimas palabras. Pero Joan se acercó, paso a paso, y, subiendo las dos manos de Lucía por encima de su cabeza, le quitó su camiseta, hasta que los dos tuvieron el torso desnudo.

"¿Ves?"- reprochó Lucía, observándose su torso plano.

"Pues a mí me encantan tus pechitos..."- y, diciendo esto, se inclinó hasta que sus labios tomaron contacto con el pezón de Lucía.- "Me vuelven loco. Tan pequeñitos... tan sabrosos... ¿Te he dicho alguna vez que te saben los pezones a fresa?"- siguió Joan, rompiendo en mil pedazos alegres el enfado de Lucía.

"No me convences".- Lucía alargó demasiado esa última ese. El suspiro que le arrancaron los labios de Joan así lo exigió.

"¿De verdad?"- Joan se separó unos simples milímetros y, aún con su cabeza a la altura de los pechos de la muchacha, la miró a los ojos con perversión.

Joan, por sorpresa, levantó el liviano cuerpo de Niña Lucía y lo depositó con todo el cuidado sobre la cama. Desabrochó sus vaqueros y comenzó a quitárselos, mientras Lucía, los brazos en cruz, las manos aferrándose a las sábanas, soportaba que su chico le desnudara el sexo y las piernas.

Zapatillas, vaqueros, calcetines y braguitas acabaron siendo un montoncito en el suelo a los pies de la cama, mientras Joan se desnudaba también. Niña Lucía tenía la respiración acelerada, los colores se le subían a la piel... Cuando Joan acercó su boca al sexo casi lampiño de Lucía, ella simplemente susurró...

"Deja eso para luego. Vamos a por el primero que no aguanto".- Joan sonrió y se colocó uno de los condones que le había cogido a Lucía mientras le quitaba la camiseta. Cuando su verga estuvo encerrada en su prisión de goma, se subió a la cama con Niña Lucía y se introdujo entre sus piernas.

"¡Yish!"- masculló la joven cuando Joan la atravesó.

"¿Te he hecho daño?"- respondió él, deteniéndose momentáneamente.

La única respuesta que obtuvo de los labios de Lucía fue un apasionadísimo beso donde hasta los dientes de la quinceañera pidieron su trozo de pastel, mordiendo los labios de Joan.

Las piernas de Lucía rodearon la cadera de Joan y empujaron al joven a reanudar su movimiento. Joan empezó el vaivén con velocidad, disfrutando de cada uno de los gemidos que le arrancaba a Lucía. Los pechos casi inexistentes de Lucía parecían hincharse y deshincharse al ritmo de las embestidas de su chico, acompasadas a su respiración agitada.

La pasión los rodeaba y se hacía uno con ellos. Con la mirada brillante de lujuria, se abrazó con brazos y piernas a Joan, inmovilizándolo momentáneamente, y rodó sobre sí misma para ponerse encima de su amante.

"¿Sigues diciendo que te gustan mis tetas?"- Decía Lucía, con la voz baja y ronca por el vicio, mientras empezaba a cabalgar sobre Joan como la más experta de las amazonas.

"Por supuesto"- gimió el chico, alargando sus manos y posándolas en el torso plano de Lucía, haciéndolas resbalar luego hasta los costados para que sus pulgares pudieran jugar con esos pezones convertidos en piedra viva.

Joan podía ver cómo su polla entraba y salía del coñito adolescente de Lucía. La imagen de la joven, tan puta, tan niña, cabalgando sobre su verga... supo que era una de esas imágenes que, afortunadamente, no iba a olvidar nunca.

"¿Seguro? ¿No te gustaría que tuviera las tetas de Ángela?"- preguntó Lucía, acelerando un poco sus movimientos, metiendo y sacando la polla de Joan de su coñito juvenil.

"No"- Joan no podía contestar con frases mucho más largas. El sensual y sexual movimiento de Lucía hacía que la poca sangre que le quedaba en la cabeza se fuera a reforzar la que le endurecía esa verga que buceaba las entrañas de la quinceañera.

"¿Estás seguro? ¿No te gustaría tener esas tetas enormes en tus manos? ¿Meter tu polla entre ellas, poder amasar algo más que costillas? ¿No te gustaría follarte a Ángela?"- a cada segundo, tanto los movimientos como la voz de Lucía ganaban más en perversión, así como el gesto vicioso de la niña.

Joan, que sentía encenderse a Lucía tanto o más que él mismo, miraba a su chica y no podía comprender cómo podía un rostro tan inocente como el de la joven Lucía mostrar tanta lascivia. Sabía lo que tenía que decir. Sabía dónde quería llegar Lucía y, aunque el camino no fuera el más seguro para él, su destino era el mismo...

"Sí".- gruñó placenteramente el joven.

"¿Sí qué? ¡Dímelo, cabrón, dímelo!"- sonreía Niña Lucía, sin dejar de cabalgar a Joan, una y otra vez adelante y atrás, sintiendo cómo su clítoris frotaba con el pubis de su joven partenaire.

"Sí me gustan las tetas de Ángela... Me gustaría comérselas, lamérselas, morderle los pezones... Me gustaría ver cómo le tiemblan"- masculló Joan, semi incorporándose y buscando son su boca los pezones de Lucía, como si en verdad, el imaginarse los de Ángela le hubiera abierto el apetito de pezón.

"Eres un cabrón. Un cerdo cabrón..."- Las palabras de Niña Lucía estaban anegadas de vicio, casi tanto como la sonrisa victoriosa que mostraba.

"Y tú eres una putita... Te gustaría que me follara a tu amiga. ¿Verdad?".

"No. No es verdad".- Lucía cerraba los ojos, se sentía muy caliente. Ángela y Joan. Joan y Ángela...

"¿Segura?".

"Sí".- A Lucía la respiración le jugó una mala pasada. Hiperventilación, piel ardiendo, gemidos cada vez más altos... sabía lo que venía a continuación. Y esa escena que le había venido a la mente era tan... "poco recomendable" que...

"¿Sí qué?"

"Me gustaría. Me gustaría..."- Las palabras se le aturullaban a Lucía. El orgasmo se había comenzado a desencadenar.- "Me gustaría que te la follases. Sí... cabrón. Eres un cabrón y me gustaría que te la tirases, cabrón, cabrón... ¡Cabronazo!".- El grito se escuchó en toda la casa. Fue un clímax rompedor. Un instante en que Lucía perdió el control de todo su cuerpo, convulsionándose como una posesa, gritando esa palabra en el cuarto, corriéndose como nunca...

Las contracciones de su sexo en medio del clímax fueron suficientes para llevar a Joan a sus mismos prados, y con un gruñido, descargó toda su materia en el condón que protegía a Niña Lucía. Con un último gritito, Niña Lucía se dejó caer sobre Joan.

"¡Qué polvazo!"- murmuró la quinceañera, desencajada por la lujuria cumplida.

"Lo mismo digo"

III. Ángela.

Pasaron algunos minutos abrazados. Lucía no podía dejar de mirar el cuerpo de Joan. Le encantaba. Se levantó y se puso en medio de la habitación, de espaldas a su chico. Luego, se fue inclinando poco a poco, mostrando cada vez más su culito respingón.

"¿Qué haces?"- rió el joven.

"¿Te gusta mi culo?"- sonrió ella.

"Me encanta."

"¿Qué darías por poder follármelo?"- Joan se atragantó con su propia saliva, haciendo que Lucía comenzara a reírse burlonamente. ¿Habría oído bien? ¿"Atravesar" el culo de Lucía? Tentado estuvo de pellizcarse para cerciorarse de que no estaba soñando. Sin embargo, oyeron una puerta cerrarse dentro de la casa y la conversación quedó colgada entre los dos.

"Debe ser Ángela"- dijo Lucía, no sabe si para tranquilizar a Joan o a ella misma.

Se vistieron con rapidez. Una vez vestidos, Niña Lucía salió al salón de la casa, mientras Joan se quedaba rehaciendo la cama deshecha. Ángela estaba sentada en el sofá.

"¿Llevas mucho tiempo aquí?"- preguntó, algo intranquila, Lucía.

"No, acabo de llegar ahora mismo... no sabía a dónde ir y pensé que ya habríais acabado."- Ángela ni siquiera se giraba para hablar con su amiga.- "Y veo que tenía razón..."

"Ya. Sí, hemos acabado. No veas la que me ha armado..."

Ángela rió la frase de su amiga...

"Bueno, Luci... ¿Qué vamos a hacer ahora?"

Lucía se sentó en el sofá, justo al lado de su amiga. Quiso aparentar que no se había dado cuenta del rubor que le cubría las mejillas a Ángela.

"No sé... ¿Qué te apetece? ¿Un cine?"

"Mejor que no."

Niña Lucía observó a su amiga. Ángela no quería separar sus ojos de la tele. ¿Por qué no? ¿Por qué no intentarlo? Niña Lucía pensó un poco... Una semana antes, era una niña más, que lo único que sabía del sexo partía de una abominación. Ahora, se había convertido en una amante de primer orden para uno de los chicos más atractivos de su curso y, seguramente, también uno de los más cariñosos. Había pasado una noche estupenda entre los pechos de su mejor amiga, con todo lo que eso conllevaba, y acababa de utilizar como un pañuelo a su propio tío. "Cada vez voy a más", pensó.

"Oye, Ángela..."- musitó, con algo de miedo, Niña Lucía...

"¿Sí?"- Ángela no quería ni girarse para mirar a su amiga.

"No, nada, ¿Qué estás viendo?"

"Una serie... Friends"

"Ah, bien..."

"Hola, chicas".- murmuró Joan, saliendo de la habitación y sentándose al lado de Lucía.

"Hola, Joan... ¿Has estado entretenido?"- preguntó sonriendo Ángela.

"Mucho".- respondió él, azorado.- "¿Qué estáis viendo?"

"¡Friends!"- gritaron las dos.

Allí quedaron los tres, riendo en medio del comedor.

 

 

Niña Lucía (A ojos de Ángela) http://www.todorelatos.com/relato/50122/

Categoría: Voyeurismo

Ángela encabezaba la triple marcha con una sonrisa. Tras ella, podía oír hablar a la feliz parejita. Quizá luego ella llamara a Nacho. Sabía que jamás tendría la relación que parecía haber explotado entre Lucía y Joan, pero Nacho era el único en toda su vida que le había movido el corazoncito.

En esas estaba elucubrando la muchacha cuando notó la voz de Lucía susurrándole algo, muy bajito en el oído.

"Oye Ángela... ¿Podrías hacerme un favorcito? ¿Podrías...?"- El murmullo se apagó lentamente en un bisbiseo que sólo escucharon Ángela y Lucía.

I. Lucía y Joan

"Oye, Ángela... ¿Podrías hacerme un favorcito? ¿Podrías...?"- comenzó Lucía. Luego, inclinándose aún más sobre su amiga y acercando su boca hasta que estuvo a milímetros de la oreja de Ángela, siguió: "¿Podrías dejarnos solos un ratito en tu casa? Te juro que no ensuciaremos nada."

Ángela sonrió. A Lucía le gustaba mucho Joan, demasiado. Sólo así se explicaba la exagerada necesidad que parecía tener Niña Lucía de su chico. "Necesidad de hombre", pensó Ángela, y, no supo bien por qué, sintió un pinchazo de celos.

"Está bien"- respondió Ángela y, por sorpresa, Niña Lucía soltó un gritito de alegría y estampó un beso a su amiga peligrosamente cerca de la comisura de los labios.

Ángela guió a Joan y Lucía por las escaleras que llevaban al piso de sus padres. No pudo evitar, en un par de ocasiones, echar la mirada atrás para contemplar a Joan que, ajeno a lo que se le iba a venir encima, parloteaba animadamente con Lucía sin darse cuenta del brillo travieso e impaciente que mostraban los ojos de Lucía.

Ángela abrió la puerta de su casa y dejó que entraran Lucía y Joan. Cuando los dos hubieron cruzado la puerta, la joven la cerró, dejándolos a ellos dentro y a ella misma fuera. Sólo llegó a escuchar un "¿Qué?" apagado antes de quedarse con el silencio como única compañía.

"Bien. ¿Y ahora qué hago?" pensó Ángela. Encogiéndose de hombros, volvió a las escaleras y se sentó en ellas, en su afán de hacer tiempo para dejar que Lucía hiciera todo lo que tenía que hacer... "Follar con Joan, eso va a hacer", pensó, y se excitó casi imperceptiblemente. Joan tenía un buen cuerpo, y ella sabía de lo que Niña Lucía era capaz... ¿Dónde lo harían? ¿En su cama? ¿En la cama de sus padres?. Se imaginó a Joan apartando de un manotazo los peluches de su cama y tirando a Niña Lucía ya desnuda (los dos estaban desnudos en su imaginación) sobre ella. Sacudió la cabeza para sacarse de encima esos pensamientos nada recomendables.

"¿Cuánto tardarán?" pensó Ángela. Pese a sus dieciséis años, Ángela ya tenía una buena experiencia a sus espaldas. O mejor dicho, a otra parte de su anatomía más pequeña. Había echado polvetes y polvos. Joan parecía un chico sano, fuerte y cariñoso. Quizá sería capaz de durar media hora sólo para conseguir que Niña Lucía se corriera.

Tenía cara de bruto pero aún así, no parecía torpe. A Ángela se le escapó una risilla. Recordó a aquél chaval de hace dos meses. Quería dárselas de "enterado" en sexo y usaba todo lo posible para hacerla correrse, pero era tan sumamente torpe e inexperto que Ángela al final tuvo que decirle que se quedara quieto para que no la hiciera más daño. ¿Se habría pensado que su clítoris era un tambor?

En fin... Ángela se aburría y seguramente no habrían pasado más de tres minutos desde que cerró la puerta. Quizá, si entraba y se ponía a ver la tele con el volumen bajo, Lucía y Joan podrían seguir a lo suyo sin problemas y ella no se aburriría tanto.

Con mucho sigilo, Ángela abrió muy lentamente la puerta de la casa y entró de puntillas. Oyó murmullos llegados desde la cama de sus padres. Sonrió. "Claro. Ahí tienen más espacio que en mi cama" pensó. Observó la puerta de la habitación antes de sentarse. Estaba entornada, de tal manera que había una rendija por la cual podría ver lo que allí dentro acaecía.

"¿Pero en qué estoy pensando?"- se extrañó Ángela.- "¿Espiar a Luci y Joan follando?"

La simple situación la excitó. Ella seguía en el salón, con el mando de la televisión en la mano y presto a obedecer si Ángela se decidía a tocar un botón. Pero, en cambio, al otro lado del pasillo estaba aquella puerta entrecerrada, entreabierta a su excitación, llamándola, incitándola con un canto de sirena que, decididamente, se parecía mucho a los gemidos de Lucía.

II. Una puerta entrecerrada. PX.

Lucía y Joan. Joan y Lucía. Lucía y Joan y Ángela escondida... la mente de la muchacha iba a toda velocidad, imaginando escenas con tal nitidez que incluso pensó en no avanzar por el pasillo e irse al sofá o a su cuarto a masturbarse frenéticamente.

Pero la curiosidad mató al gato y embelesó a la quinceañera. Con paso sigiloso, y la respiración acelerada, Ángela se acercó a la puerta, se agachó ante ella, y aplicó el ojo a la rendija que la puerta, al estar medio abierta, dejaba entre ella y el marco.

La primera imagen de la que tuvo constancia fue un primerísimo plano de la espalda desnuda de Niña Lucía. Enfrente de ella, Joan, arrodillado, parecía un niño hambriento colgado del pezón de su amiga. Lucía siseaba de placer.

Ángela sabía que no estaba bien lo que hacía, que estaba traicionando: "A" la intimidad de la pareja, "B" su amistad con Niña Lucía. Y a pesar de eso, o quizá precisamente por eso, por ser tan prohibido, tan oscuro, tan arriesgado, tan depravado... quizá por todo eso, Ángela se estaba excitando.

Joan levantó a Lucía del suelo y, desde su posición oculta, Ángela desabrochó el botón de sus vaqueros para poder acceder a esa zona de su anatomía que tanto se estaba calentando.

Joan depositó a Lucía sobre la cama, y comenzó a desvestirla. Ángela bordeó su sexo, disfrutando simplemente de tocar con la yema de los dedos esos rincones tan apreciados de su anatomía. Así, mientras el joven acercaba su boca al coñito de Lucía, la pequeña espía apagó un gritito en su puño porque su otra mano acababa de tomar contacto con su clítoris inflamado.

Ángela no escuchó lo que Lucía dijo, aunque de todas formas, todos sus sentidos se habían reducido a su vista y su tacto de tal forma que escuchar era el menor de sus problemas. Ángela, como decimos, no escuchó lo que dijo Lucía, pero no le costó imaginarse lo que era cuando, tras oírlo, Joan varió de rumbo y se fue encaramando por el cuerpo de la jovencita de plano torso hasta acabar dirigiendo su polla al interior de la hambrienta rajita de Niña Lucía.

Gimieron los tres al unísono. Joan y Lucía por la tan esperada unión, Ángela, por que cuando vio dónde se dirigía la polla del chaval, no pudo evitar colar dos dedos en el interior de su ya mojado coño.

Ante ella, y gracias a la posición privilegiada de la puerta, Ángela podía ver -entre las piernas de Joan- cómo su polla entraba y salía empujando y estirando la carne del chochito de Niña Lucía. Ángela recordó cuando tuvo que enseñarla a depilarse las piernas, hace ya algunos años. Y cómo luego Lucía le pedía consejo sobre cómo lucir su pubis, sobre todo en verano.

Con sus consejos, Niña Lucía se cuidaba ese coñito que era atravesado una y otra vez por la tranca de Joan sin que ninguno de los dos supiera que, tras la puerta, de cuclillas, y con la mano dentro de las bragas, Ángela se masturbaba mirándolos.

Ángela se sentía extraña. Jamás pensó que ella, que no tenía más que chasquear los dedos para que un compañero cayera a sus pies, pudiera excitarse tanto viendo cómo se lo montaban otros. Pero esa era la verdad. Podía escuchar (lo único claro que escuchaba además de su propia respiración agitada) los gemidos placenteros de Lucía. Ángela pensó (soñó) con que era ella la que estaba bajo el cuerpo de Joan, recibiendo los envites de su cuerpo musculoso mientras se hurgaba con los dedos en las entrañas. Y, cuando Lucía y su chico rodaron sobre sí mismos, favoreciendo un ángulo que le permitía captar algo más de sus caras, aunque les ocultaba sus sexos (ahora Lucía estaba encima de Joan, y tapaba toda la acción de la pareja polla-coño que tan bien parecía entenderse), Ángela fantaseó con ser ella la que estuviera encima de Joan, en el lugar que ahora ocupaba su mejor amiga. Todo esto, sin dejar de masturbarse, frotándose el coño con frenesí.

Ángela se llenaba los oídos con los gemidos de Lucía y en su cerebro, los modificaba para que fueran suyos. Para que fuera ella la que gimiera encima de Joan, o debajo de Lucía, ya no le importaba. Pero sabía que se moría por participar y no podía. Que sólo podía quedarse allí, y masturbarse viéndolo todo, y fantasear mientras cerraba los ojos y repetía mentalmente el dentro-fuera al que se aplicaba la pareja.

Ángela, con los ojos cerrados, quiso concentrar todo su ser en sus propias caricias, pero a sus oídos llegó algo que la descolocó totalmente. Un bisbiseo del que captó la última palabra.

"¿...Ángela?"- la joven se quedó petrificada. Ni se atrevió a abrir los ojos y aguzó el oído esperando que lo que acababa de oír fuera una mala pasada de su subconsciente. ¿La habrían descubierto?

Sin embargo, Ángela aún podía oír el plas-plas que causaban los dos cuerpos al chocarse. Joan y Lucía seguían follando.

"No".- contestaba Joan.

"¿Estás seguro? ¿No te gustaría tener esas tetas enormes en tus manos?"- murmuraba, entre gemidos y con la voz viciosa, Lucía.- "¿Meter tu polla entre ellas, poder amasar algo más que costillas? ¿No te gustaría follarte a Ángela?"

A Ángela el corazón le hizo un amago de pararse. ¿Era verdad lo que estaba oyendo?. ¿Lucía incitaba a Joan a que fantaseara con ella? Casi sin tener que recibir orden alguna del cerebro, los dedos de Ángela reanudaron el lascivo trabajo bajo las braguitas de su dueña.

"Sí".- lo que tuvo que apagar Ángela al oír esa contestación de Joan no se sabía si era un gemido, un grito de éxtasis, un grito de alegría u otro de sorpresa. "Sí", había respondido Joan. "Sí" y a Ángela se le escapó otro "Sí" (muy bajito, que no la oyeran) arrancado por el buen hacer de su mano.

"¿Sí qué? ¡Dímelo, cabrón, dímelo!".- a Ángela le excitó esa forma de hablar de Niña Lucía. Ella jamás se habría atrevido a decir algo así en una situación normal. Quizá (comprendió), eso era lo que tanto le ponía de esa situación. Poder contemplar a las personas en actitudes sucias, oscuras, prohibidas, que jamás en su vida aceptarían haber hecho/dicho. Desnudar el instinto de un persona más desnuda incluso que lo que su cuerpo muestra. Embeberse de su instinto animal, primario, tan primario como el suyo propio, el que intentaba aplacar a base de dedos y arte solitario.

"Sí me gustan las tetas de Ángela... Me gustaría comérselas, lamérselas, morderle los pezones... Me gustaría ver cómo le tiemblan"- La gustaría. A Joan le gustaría. Lo dijo con la idea de que Ángela jamás lo oiría, pero Ángela estaba tras la puerta, oyéndolo y masturbándose, masturbándose y oyéndolo, enterándose de sus secretos...

"Eres un cabrón. Un cerdo cabrón."- decía Lucía, y Ángela se masturbaba.

"Y tú eres una putita. Te gustaría que me follara a tu amiga. ¿Verdad?"- Decía Joan, y Ángela se masturbaba.

"No. No es verdad."- dijo Lucía, y Ángela, casi temblando, intentando no tener que cerrar los ojos al sucumbir al placer, sabía que mentía.

"¿Segura?"- Joan buscaba, abría, escudriñaba en el agujero ya abierto.

"Sí."- Dijo Niña Lucía, con la respiración arrítmica y "Sí" contestó en un siseo Ángela.

"¿Sí qué?"- Seguía Joan. Buscaba echar abajo todos los muros, toda la fachada de pudor de Lucía, tal y como ella hacía con él.

"Me gustaría. Me gustaría".- Le gustaría. "Y a mí", contestó mentalmente Ángela. Las palabras eran ya un tropel en la boca de Lucía. Estaba a las mismísimas puertas del cielo y le estaban abriendo la cerradura. "Y a mí" repitió Ángela.

"Me gustaría que te la follases".- la voz de Lucía era pura desesperación y vicio. ¡Sí! ¡Cabrón! Eres un cabrón y me gustaría que te la tirases, cabrón, cabrón... ¡Cabronazo!"

"¡Cabronazo!". La palabra resonó en los oídos y la mente de Ángela en pleno clímax. Se corrió ella, dentro de las braguitas. Se corrió Lucía, sobre Joan. Y se corrió también Joan, bajo del cuerpecito delgado de Lucía.

III. ¡Dilo!

A Ángela aún se le estremecían las piernas, flexionadas y en tensión por la postura forzada, mientras se tapaba la boca para apagar sus últimos estertores de placer. Finalmente, cayó sentada hacia atrás mientras Lucía y Joan se abrazaban dentro del cuarto.

A gatas, sin querer ni incorporarse, Ángela se deslizó hasta su habitación y allí se quitó los vaqueros para poder librarse de sus braguitas mojadas. Aún con problemas para controlar la respiración, se despojó de la pequeña prenda y la arrojó al suelo de la habitación. Se limpió un poco la entrepierna con un pañuelo y cogió otras braguitas de su cajón. Observó su estuche de Cd's abierto.

"Vaya. Lucía me debe un condón".- pensó, con una sonrisa maquiavélica. Luego, se volvió a poner los vaqueros y salió hacia el salón. Echó una última ojeada a la habitación de sus padres. Lucía, desnuda, en pie e inclinada mostrando su portentosa retaguardia a Joan, parecía la principio de un show que a Ángela le pareció excesivo quedarse a mirar. Así que, volviendo al recibidor abrió y cerró la puerta con suficiente fuerza como para que Lucía y Joan lo escucharan.

Ángela enchufó la tele mientras esperaba que los jóvenes tortolitos se dieran por aludidos. Como suponía, Lucía no tardó en salir del cuarto.

"¿Llevas mucho tiempo aquí?"- preguntó, con la voz intranquila.

No, acabo de llegar ahora mismo".- Ángela no podía mirar a Lucía a la cara. Sabía que ese "acabo de llegar" era tan completamente cierto como vergonzoso si se le aplica otro de sus significados más "oscuros" al verbo "llegar".- "No sabía a dónde ir y pensé que ya habríais acabado."- Ángela hizo un esfuerzo por tratar de mirar a Lucía de nuevo, pero cuando sólo llevaba unos milímetros girados, devolvió su vista a la televisión.- "Y veo que tenía razón".

"Ya. Sí, hemos acabado. No veas la que me ha armado."- "No veas". Tarde, Lucía. Muy tarde para eso. Ángela rio sus pensamientos.

"Bueno, Luci... ¿Qué vamos a hacer ahora?"- preguntó Ángela, para tratar de sacar de su cabeza toda la secuencia vista a través de la rendija de la puerta

"No sé... ¿Qué te apetece? ¿Un cine?"

"Mejor que no".- Ángela sabía que no iba a soportar la oscuridad de un cine mientras Lucía y Joan se daban el lote.

Ángela, aún sin despegar la vista del televisor, conocía la mirada que Lucía le estaba echando. Era la de "quiero decirte una cosa pero no puedo". "Dilo". Pensaba para sí misma Ángela. "Por Dios, dilo, lo estoy deseando. Dilo, dilo, dilo ¡Dilo!"

"Oye, Ángela..."- susurro Niña Lucía temerosa...

"¿Sí?"- contestó Ángela, aunque, en vez de los interrogantes, hubiera deseado ponerle dos signos de exclamación a su respuesta.

"No, nada. ¿Qué estás viendo?"- dijo finalmente su amiga. "¡Maldición!" pensó la morena. ¿Qué iba a saber ella lo que estaba viendo, si estaba más pendiente de no mirar a Lucía que de mirar otra cosa?

"Una serie..."-susurró Ángela. Afortunadamente, volvían de la publicidad y Ángela la reconoció.- "Friends".

"Ah, bien."

"Hola, chicas"- por detrás de ellas apareció Joan, que se sentó al lado de Lucía.

"Hola, Joan... ¿Has estado entretenido?"- la mirada que Lucía echó a Ángela tras oír esas palabras de su amiga era fulminante.

"Mucho..."- respondió él, azorado.- "¿Qué estáis viendo?"

"¡Friends!"- gritaron las dos.

Allí quedaron los tres, riendo en medio del comedor.

 

 

Niña Lucía (Un tigre de peluche) http://www.todorelatos.com/relato/50842/

Categoría: Autosatisfacción

La tarde pasó entre bromas. Rápida, como corresponde a una hermosa tarde entre amigos. A la hora de despedirse, ninguno de los tres se acordaba ya de esa pregunta que no formularon pero que quedaba en el aire. "Ángela ¿Quieres follar con nosotros?".

Lucía y Joan se despidieron (con bastantes agradecimientos y ninguno fingido) de Ángela a la puerta de su casa. Joan se ofreció a acompañar a Lucía pero ésta se negó.

"Creo que no me conviene que mis padres te vean demasiado, cariño..."- susurró con un beso candente mientras se despedía de Joan que, resignado, aceptó ese ósculo pasional y también enfiló hacia su hogar.

Lucía, ya en su casa, trataba de pensar en la forma de plantear su fantasía a Ángela sin que a su amiga le pareciera una locura ni una depravación.

Ángela, mirando la tele, deseaba que Lucía se hubiera atrevido a proponérselo.

Joan, mientras hojeaba una revista de videojuegos tirado en su cama, pensó vagamente en lo que sería follar con Ángela y Lucía al mismo tiempo.

Sin poder evitarlo, los tres empezaron a excitarse.

I. Una tarde de viernes.

El martes fue un día más, de clases aburridas y mañana eterna. El miércoles, una copia del martes. El jueves, tres cuartos de lo mismo. Sólo el viernes, con su promesa de fin de semana, tuvo un poco más animada a Niña Lucía. Durante toda la semana, Lucía y Joan habían aplacado su sentimiento con sólo algunos besos a escondidas, en el baño del instituto, haciendo cómplices de su pasión a las baldosas mugrientas que lo alicataban, o en el último portal del camino que compartían cada tarde antes de marchar cada uno a su casa. Besos pasionales que proclamaban su amor a los cuatro vientos.

Pero llegó el viernes. Y la tarde, con su séquito de nubes. Los padres de Lucía trabajaban, y la quinceañera se encontraba, como tantas otras veces, sola en casa. Niña Lucía, ante el ordenador, preveía una noche aburrida. Ángela estaba castigada (un examen de Matemáticas tenía la culpa) y no iban a salir esa noche. Escrutó su "messenger" para averiguar si Joan estaba conectado y podía charlar con él. Quizá podría probar lo que llaman "Sexo Virtual"... pero no. El icono que pertenecía a su chico permanecía en rojo, desconectado. Lucía murmuró algo entre dientes y se dejó caer, aburrida, en la silla.

Su vista resbaló por toda la habitación. Espejo, armario, su cama habitada por muñecos de peluche... se fijó en la cama. Allí mismo, no hacía mucho, se había vengado de su tío Rodrigo. Sonrió y se mordió el labio inferior en señal de victoria. Se encontró en el espejo con un clon suyo devolviéndole el gesto y lo examinó. Le gustaba. Era traviesa. Se sentía traviesa. La hacía parecer infantil, pero sabia y poderosa, casi perversa. Infantil... y perversa. Sorprendida por la asociación de ideas que había hecho, a Niña Lucía algo se le pasó por la cabeza.

- Infantil... y perversa.- susurró, ya fuera para que no se le olvidara, o para cerciorarse de que, realmente, la frase sonaba tan bien como ella se la imaginaba.

Botó hacia la cama y apartó de un manotazo todos los peluches. Agarró el más grande de todos. Un tigre blanquinegro de más de medio metro de largo. Un tigre de ancas anchas y lomo suave y blando. Lo acarició con suavidad mientras, nerviosamente, no podía parar de reírse. Con lentitud, tal que si alguien la estuviera mirando, se fue quitando los vaqueros, a los que hizo acompañar al diminuto tanga que llevaba puesto la quinceañera, quedando desnuda de cintura para abajo.

Cogió a su tigre y, tras apagar su ordenador, con las piernas, sexo y culo desnudos, salió con el peluche bajo el brazo hasta la habitación de sus padres. Atravesó la cama lanzándose a ella y dejando en su "vuelo", el tigre reinando en las sábanas maritales de sus padres. Abrió la puerta derecha del armario y sacó una caja grande que había allí dentro para acceder a otra más pequeña, de zapatos, que quedaba en el suelo del ropero detrás de la primera. Su excelente culito se marcó lascivamente cuando se agachó. Abrió la caja y cogió la primera de las cintas de vídeo, al azar, y la puso en el vídeo incorporado de la pequeña televisión que había en un soporte que coronaba la pared.

Cogió el mando universal de la mesita de noche, pero no encendió la televisión. En lugar de eso, dejó el control remoto al lado del peluche y se tumbó ella misma en la cama. Sintió un escalofrío cuando sus piernas desnudas y su culito tomaron contacto con las frías sábanas. Niña Lucía se acarició leve pero lascivamente. Sus dedos se internaron entre los labios de su sexo, pequeños y carnosos, tras atravesar el pubis pulcramente depilado (tras la huida de su tío, Niña Lucía se había atrevido a aniñarlo aún más). Un escalofrío la recorrió cuando tocó, con la yema de su dedo corazón, el pequeño clítoris que empezaba a dar nuevas señales de vida.

Se obligó a detenerse. Había preparado algo mejor para esa tarde... algo excitantemente mejor.

Niña Lucía agarró a su tigre (cuando era más pequeña recuerda haberlo llamado "Shere Khan"), y se lo puso encima, sobre su torso plano cubierto por la amplia y corta camiseta. Las fauces del animalillo, en eterna sonrisa bobalicona, quedaron a escasos centímetros de la boca de la joven.

- Hola, "Shere Khan".- rió Niña Lucía.- Verás... hacía mucho tiempo que no jugaba contigo... pero claro... el tiempo ha pasado... nos hemos hecho mayores... ¿Sabes? Voy a jugar contigo a un nuevo juego...

II. Un tigre de peluche. PX

Niña Lucía reía como la niña traviesa que se sentía. Aferró la cabeza del peluche y la hizo descender por su cuerpo, por encima de la camiseta, hasta que llegó a la parte desnuda... Niña Lucía cerró los ojos cuando internó el hocico de su juguete entre sus labios... la pequeña dureza que hacía de nariz en su peluche compañero se encontró enseguida con otra pequeña dureza que nacía en el interior del sexo de Lucía.

Se le escapó un suspiro con los ojos cerrados. Envió una de sus manos a sustituir al y notó su propia humedad... se le escapó una risilla... la otra mano, la que aún agarraba a "Shere Khan", lo soltó y, a ciegas, palpó por toda la sábana hasta encontrar el mando de la televisión. Encendió el aparato y el vídeo comenzó a reproducirse...

Con los ojos cerrados, la primera voz que oyó la sobresaltó. Se creyó descubierta. Descubierta, en la cama de sus padres, desnuda de cintura para abajo, viendo una película porno y masturbándose con su tigre de peluche... pero no. La voz venía de la televisión. Sí, era su padre. Y sí. Era también su madre...

Niña Lucía tragó saliva. No sabía que entre la colección de pornografía de sus padres ellos guardaban sus propios vídeos amateurs. Miró la pantalla. Su padre acababa de encender la cámara y enfocaba a esa misma cama donde ahora estaban Lucía y "Shere Khan". Se le aceleró el pulso. En aquella cama, su madre estaba desnuda... la observó y vio en su cuerpo materno la ambición y la herencia de su propio cuerpo. Se fijó en el culo que poco se dejaba adivinar, pero que Lucía sabía tan parecido al suyo. Observó los pechos maternales, muy grandes (como a Lucía le gustaría tenerlos) y muy levemente caídos. Por último, miró el coñito de su madre, que se mostraba impúdicamente directo a cámara. Sobre él, creyó adivinar la cicatriz de su cesárea. El coño de su madre era idéntico al de Lucía. Cerradito, con los labios carnosos escondiendo a sus compañeros, y ése tenue brillo de humedad.

Las manos de Lucía iniciaron casi inconscientemente una masturbación lenta y pausada. Su padre se acercaba a su madre en la televisión y la hacía chuparle la polla. Lucía se relamió los labios... ésa era la polla de su padre, la que la había engendrado. Mientras le chupaba la polla, casi sacando la cabeza del plano, la madre de Lucía, con sus piernas abiertas, se masturbaba.

Lucía repitió los movimientos de su madre en sí misma punto por punto... Los pequeños pechos ya se le hinchaban. Su respiración era muy agitada. Lucía se detuvo. No. No podía acabar ya. Necesitaba ver ese vídeo hasta el final. Dejó de masturbarse y se dedicó a intentar aplacar sus ganas acariciando el suave pelaje del animal de peluche que tenía al lado.

Niña Lucía no perdía detalle de la escena. Su padre se acababa de tumbar boca arriba sobre la cama y esperaba a que su mujer se empalara en la verga, gruesa y venosa, que apuntaba al ojo de buey del techo que, no salía en la escena, pero que Niña Lucía sabía que estaba allí porque lo veía.

Lucía colocó al tigre en el centro de la cama, y se montó en él al mismo tiempo que su madre se montaba en su padre. Comenzó a deslizarse sobre el animal. Arriba y abajo... la suavidad de su pelaje le cosquilleaba en el clítoris, su madre arrugaba las sábanas en sus puños, e igual lo hizo Lucía, mientras veía subir y bajar ese culo tan genéticamente parecido al suyo.

La piel aterciopelada de "Shere Khan" era un magnífico potro donde Lucía se masturbaba. Notó que sus flujos comenzaban a mojar su peluche... Le daba igual. La quinceañera había llegado a ese punto donde todo le daba igual. Incluso la película de sus padres le daba igual. Ella trotaba sobre un tigre por una pradera de ensueño. Se deslizaba arriba y abajo, convirtiendo sus suspiros en jadeos y estos en gemidos. Su camiseta cubría la visión del tigre, impidiéndole ver el suelo blanquinegro que tan placentero le resultaba a su clítoris.

Niña Lucía notaba su excitación crecer y crecer, pero nunca llegar a un punto de no retorno, como si "Shere Khan" estuviera decidido en causarle el placer más inmenso del mundo, haciéndolo crecer poco a poco, sin llegar nunca a llevarla al orgasmo. Por eso Lucía bajó su mano hasta aquellos carnosos labios que se abrían húmedos y calientes sobre el pelaje humedecido y calentado de su peluche. Se masturbó con la mano mientras se masturbaba con el tigre. En la pantalla, su madre a cuatro patas recibía las embestidas de su padre.

Soñó con otras cosas. Soñó que no se estaba masturbando con un tigre. Soñó que era ella quien estaba siendo grabada y que era Joan quien se la follaba. Soñó que Joan era su padre y que ella era su madre y en su sueño tenía los grandes pechos que siempre había deseado.

Sus gemidos comenzaron a hacerse más sonoros, más roncos, más desesperados mientras seguía montándose a su peluche y acariciando su clítoris con celeridad.

Se follaba a su peluche. Una niña follándose a su peluche y sus padres follando por la tele. Era una niña, una niña mala que hacía travesuras. Eso pensaba Lucía. Eso pensaba Niña Lucía. Eso se imaginaba Lucía a las puertas del orgasmo. Puertas que abrió en un último frotamiento desesperado. Y al abrirlas, saltó y gritó. Cerró las piernas, obligada por el clímax, en pleno salto, y entre ellas atrapó a "Shere Khan", que ni siquiera mudó el gesto y que se quedó con la misma sonrisa bobalicona. Sonrisa que ahora se asemejaba extrañamente a la sonrisa satisfecha que mostraba Niña Lucía, aún contrayéndose de placer.

III. Un ruido extraño.

Niña Lucía se quedó tumbada en la cama, exhausta, mediodesnuda, satisfecha... observó la tele. Azul. La cinta ya se había acabado. Lucía quiso guardarla, pero se encontraba demasiado cansada. Demasiado cansada para todo lo que no fuera quedarse allí, tumbada, y darle las gracias con la mirada a su tigre y con la mente a su chico, Joan, a quien había soñado que la follaba. Cerró los ojos... y se quedó dormida.

Algo la despertó. Soñaba que estaba en una vieja casa y no podía salir, pero alguien abrió la puerta. Entonces, se despertó. Se incorporó en la cama y se horrorizó de haberse quedado dormida. ¿Si llegan a entrar sus padres y la descubren así?...

Se levantó y miró el reloj. Afortunadamente, era pronto para que sus padres volvieran. No habría dormido más que unos cinco minutos. Se dispuso a dejar las cosas en su sitio. Sacó la cinta del vídeo de la televisión y la metió de nuevo en la caja de zapatos. Depositó la caja de zapatos en su sitio y, cuando estaba a punto de devolver la caja grande a su puesto ocultando a la pequeña, escuchó algo. Un ruido sordo, débil, grave... como una pisada. Una pisada en una moqueta. Una moqueta como la que cubría la entrada y el salón de su casa.

Tragó saliva. Se le volvió a acelerar el pulso. Pero esta vez no era de excitación.

- Qué tontería.- pensó.- ¿Quién va a haber entrado?- trató de tranquilizarse.

De todas formas, agudizó el oído para cerciorarse de que el ruido no se repetía. Allí estuvo, completamente quieta y en silencio durante minutos hasta que le achacó el ruido anterior a su imaginación.

Más tranquila, volvió a reír. Cerró el armario y volvió al lecho de sus padres para rehacer lo que sus movimientos habían deshecho de las sábanas. Tras rehacer la cama, cogió a "Shere Khan" y salió hacia su cuarto para vestirse de nuevo con la ropa que allí se había quitado.

Niña Lucía abrió los ojos al máximo tras salir de la habitación. Ahogó un grito y su peluche le cayó de las manos.

La puerta de la calle... estaba abierta.

 

 

 

Niña Lucía (Un completo desconocido) http://www.todorelatos.com/relato/51014/

Categoría: No Consentido

La puerta de la calle... estaba abierta.

Niña Lucía se quedó petrificada. Allí estaba ella, vestida única y exclusivamente con una camiseta que moría poco antes del final de sus nalgas. Tragó saliva. ¿Cómo podía estar la puerta abierta? La respiración se le aceleró, convirtiendo en un fuerte vaivén su torso de pechos niños, la piel se le puso de gallina y el miedo se mudó a vivir en su corazoncito.

Un segundo. En un segundo pasaron por la cabeza de Lucía mil y una cosas. Un desconocido. Quizás sus padres habían vuelto antes de tiempo y la habían sorprendido. Quizá... el tío Rodrigo... Ahogó un sollozo. No. Que no sea él. Que no haya vuelto a vengarse de su venganza...

I. Un completo desconocido.

El recuerdo de su tío hizo que en la mente de Lucía, cerrar la puerta y con ella intentar dejar fuera los miedos, se convirtiera en su prioridad. A grandes zancadas de pies desnudos sobre el suelo, y dejando a su tigre de peluche tirado en medio del pasillo, mirando a ninguna parte con su sonrisa boba, corrió hacia la puerta.

La cerró. Con las dos manos, de un empujón, a la desesperada. Se apoyó luego de espaldas en ella, como haciendo fuerza para que un ente que estuviera intentando echarla abajo no entrase. Sintió sus nalgas desnudas palpar la fría madera de la puerta.

- Tranquila, Luci.- se dijo ella misma.- A lo mejor no has cerrado la puerta al entrar y se ha abierto con el viento.

Sus propias palabras no le sirvieron de tranquilizante. Sabía que ella había cerrado la puerta, sabía que no corría ni una pizca de viento en esa casa y, mucho menos, el suficiente como para mover una puerta blindada que, además, rozaba con la moqueta.

Sintió miedo. Mucho miedo. Quiso tener a su lado en ese momento a todos los que amaba. Sus padres, Ángela... Joan... Necesitaba a Joan... sabía que con él estaría segura...

Oyó un ruido en la casa y no pudo apagar un grito. Necesitaba salir de la casa. Sin embargo, cuando ya giraba el picaporte, sus piernas desnudas le impidieron avanzar. ¿Cómo iba a explicar el estar vestida sólo con la camiseta? Así no podía salir a la calle de ninguna manera...

Se calmó. Trató de escuchar. Silencio. Silencio. Silencio mil veces repetido. Quizá no era nada. Y si lo era, sólo tenía que entrar en su habitación, coger sus pantalones del suelo (Tal vez también unas zapatillas) y salir de allí a la carrera. Cinco metros ida y vuelta. No era mucho. Seis, siete segundos todo lo más... y porque tenía que abrir las puertas, la de su habitación y la de la calle.

Se lanzó rápidamente... en el último instante, cuando ya no podía reaccionar y estaba abriendo la puerta de su habitación, recordó que ella la había dejado abierta al salir con "Shere Khan" bajo el brazo.

Todo fue demasiado rápido. Empujar la puerta, mirar al suelo buscando la figura de un tigre de peluche que ya no estaba allí y ver, en el paisaje que la puerta de su habitación la abría, una figura, grande y oscura, mirándola bajo un pasamontañas.

Niña Lucía no pudo ni gritar. El miedo lo impidió.

II. Violación. PX

Niña Lucía se quedó clavada en el suelo. Sin poder moverse. El terror paralizó sus músculos y no pudo hacer nada cuando aquel desconocido se abalanzó hacia ella. Trató de mirarlo a los ojos, pero no pudo centrarlos bajo aquella tela negra que tan rápido se movió hacia ella, aprisionándola contra la pared.

El asaltante la agarró de las manos y se las subió sobre la cabeza mientras Lucía, paralizada del miedo, no podía hacer nada para evitarlo. La camiseta, por la postura, se subió unos centímetros, los suficientes como para que el agresor pudiera ver el inicio de aquél sexo aniñado de la quinceañera.

- ¿qué estabas haciendo, putita?- El aliento, apestado de ginebra, inundó las fosas nasales de Lucía y le provocó una arcada. Pero estaba aquella voz. Aquella voz ronca y cascada. Nada que ver con el vozarrón regio de su tío Rodrigo. No era él. No era él. No supo bien por qué, se alegró y se aterrorizó a la vez,

El atacante se echó sobre la joven y ella sintió aquella erección a través del pantalón del hombre. Comenzó a sollozar. Aquello, sin embargo, pareció dar alas a su violador que, agarrándola de la cintura, se la llevó hacia la habitación de sus padres, donde hacía nada se había masturbado con Shere Khan.

- No. Por favor, no... déjame, por favor...

Le temblaba la mandíbula y con ella la voz, el sollozo se hizo lloro y las lágrimas encontraron un sitio por el que caer. Trató de escapar, pero él era fuerte... demasiado fuerte para su cuerpecito frágil, casi de niña.

El cuerpo de Niña Lucía cayó sobre la cama. Viéndose momentáneamente libre, la joven trató de escapar. Pero no había sitio donde huir, él se encontraba entre ella y la puerta y, cuando quiso pasar corriendo por su lado, se encontró un guantazo que la devolvió, de bruces, a la cama. En aquella posición, tan terriblemente obscena, su culo fue un paisaje tremendo para aquel desconocido que, desabrochándose los pantalones, empezó a desnudarse.

Niña Lucía no hizo nada más por intentar escapar. Aún le dolía la manotada que había recibido. Incluso, le pareció notar en la boca el sabor metálico de la sangre de su labio. El desconocido se volvió a echar sobre ella, pero, esta vez, para desgracia de la pobre quinceañera... él estaba desnudo. Completamente desnudo a excepción del pasamontañas que le tapaba la cara.

La verga, leve y proporcionalmente larga, se pegó a las nalgas de Lucía cuyas piernas colgaban de la cama, genuflexionadas hasta que los dedos de los pies tocaban con el suelo. Quitándole la camiseta, desnudándola por completo, su agresor se pegó más a ella y, de un empujón, la subió completamente a la cama, llevándola con él. Lucía sentía aquella polla húmeda y caliente pegarse a su piel. Volvió a llorar.

- Por favor, no me hagas nada...

- ¡Que te calles!- La voz le tembló a su violador, pero la joven vio que levantaba la mano y no supo hacer más que quedarse quieta y cerrar los ojos esperando el próximo golpe. Un golpe que no llegó.

Aquél desconocido enmascarado simplemente la empujó hasta dejarla boca arriba sobre la cama, mirándolo con ojos de corderillo desvalido, anegados de lágrimas. Él, situándose ante ella, abrió sus piernas con determinación, venciendo la única y débil resistencia que, en aquél estado de terror, Niña Lucía ofrecía.

El sexo niño de Niña Lucía se ofreció a la vista del agresor que, bajo su pasamontañas negro, no pudo ocultar una tremenda sonrisa perversa. Los labios aparecían cubiertos de un brillo especial... aún duraban los efectos de la masturbación previa de la adolescente.

- ¿Estás mojada, Lucía?- ronqueó el encapuchado, y a Lucía le dio un vuelco el corazón... La había llamado Lucía, sabía su nombre... ¿Quién era? ¿Quién era? ¿Quién era?

Aquél hombre, sin dejar de sonreír bajo su pasamontañas negro, fue avanzando por el cuerpecito delgado de Niña Lucía, que se negaba a mirar a su agresor y observaba el pasillo, con regueros de lágrimas precipitándose desde sus ojos...

La verga, larga y torpe, se deslizó sin dificultad en el pre-lubricado coñito de Lucía. No le dolió aquella intrusión. Al menos no físicamente. Sin embargo su alma sufría. La impotencia, la vergüenza, la indefensión. Aquél hombre la violaba y ella no podía hacer nada por impedirlo. El bombeo no se hizo esperar, el violador la penetraba rápidamente mientras Niña Lucía no sabía más que abandonarse, tratar de pensar que no estaba allí, aislarse y ausentarse de su cuerpecito violentado, mientras lloraba.

Pero no podía. Las embestidas de aquella polla que parecía haber encajado tan bien en su sexo la mantenían consciente en todo momento de aquella ignominia. Peor aún, la mantenían consciente de su cuerpo que, sin haber recibido orden alguna de su mente, empezaba a responder a aquella violación con una mínima sensación de placer.

No. No quería. No quería estar excitada, excitarse, mientras la violaban, no quería, no podía, darle esa satisfacción a su violador, que la penetraba con violencia creciente. Él se subió ligeramente el pasamontañas, descubriendo su boca, y obligó a Niña Lucía a besarlo. Los labios de Niña Lucía cedieron ante las amenazas y permitieron dócilmente (como toda ella) que aquella lengua, infestada de alcohol, los avasallara, y se hundiera en las profundidades de su paladar.

La ginebra se mezclaba con las propias saliva y lágrimas de Niña Lucía. Aquél cuerpo sudoroso encima del suyo, aquella violencia, aquél machismo vomitivo que emanaba de todos sus poros... Niña Lucía se vio trasladada cuatro años atrás, cuando su tío la violó salvajemente.

Y ahora, aunque no existía ese dolor físico, las mismas sensaciones la embargaban. Y, por encima de ellas, el odio, el odio al hombre que la violó, al hombre que la violaba, el odio que empezó a dominarla, el odio que liberó sus manos, el odio que liberó su cuerpo y lo hizo moverse. Pero ya no quería huir, ya no era una niña de once años, ahora era una adolescente en ebullición como su mirada. La mirada que se clavó en los ojos del agresor... y fue ella quién lo besó. Y con las manos libres le quitó el pasamontañas, que voló sobre la cama, descubriendo una cara que ella no miraba, sino besaba, y una y otra y otra vez, buscó con sus caderas, con odio y desesperación, la polla que la atravesaba. La violaban. Violaba. Ella se había convertido también en un animal de instintos primarios. Y aquella excitación, que fue creciendo muy, muy rápidamente, acabó en un orgasmo rabioso, corto pero brutal, al que se sumó el desconocido al que besaba corriéndose dentro de ella.

En medio del beso, él no pudo gritar el nombre de quien violaba, de Lucía, al igual que ella tampoco pudo gritar el nombre de quien también violaba... de Joan.

III. Aclaraciones.

Niña Lucía quedó, desnuda y sonriente, igual que Joan, tumbada en la cama.

- Dime...- logró susurrar.- ¿Qué te ha parecido?

- Raro. Muy raro. Raro de cojones. No sé, ha sido muy extraño, Lucía...

- ¿Te ha gustado?- Niña Lucía se semi-incorporó sobre la cama, inclinándose sobre el cuerpo de Joan. Y comenzó a acariciar el torso casi imberbe del adolescente.

- Claro... pero ha sido muy raro... no sé... Es como si hubiera perdido el control y yo no fuera yo, no sé...- de repente, recordó aquél manotazo que le había dado a su chica.- ¿Te he hecho daño?- murmuró, acariciándole la comisura de los labios con el pulgar

- No importa. Así que has perdido el control, ¿Eh? Y te ha gustado perderlo, tenías la polla durísima, Joan, cachondo sí que estabas, no puedes negarlo.

- Sí que me ha gustado. Era muy raro... jamás había follado tan despreocupándome de ti... sólo quería correrme en tu interior y tú no importabas...

Con ternura, Niña Lucía se inclinó sobre Joan y le besó nuevamente. Saboreó un poco más de los restos de ginebra que habían en su lengua.

- ¿Has bebido?- le escrutó con la mirada Lucía.

- Si no me hubiera tomado esos dos cubatas, no habría tenido valor de venir.

- ¿Te arrepientes ahora de haber venido?

- No.

- Entonces, la próxima vez que tenga una idea de estas... ¿Aceptarás sin rechistar? ¿No me tendrás una semana intentando convencerte?- rió Lucía.

- Está bien, está bien... admito que tenías razón.- sonrió el joven.

- ¿Sabes? No creí jamás que fueras capaz. Ni aun cuando aceptaste que te diera las llaves de casa para que entraras a "sorprenderme" cuando quisieras- Niña Lucía perdió su mirada por el techo, mientras ahora era Joan el que se inclinaba sobre ella.- Te lo juro, pensé que no te atreverías y sólo estuve segura de que eras tú cuando me besaste.

- ¿Tan mal beso que mis besos son tan inequívocos?- dijo, con una sonrisa burlona.

- Idiota...- rió Niña Lucía.- Que sepas que las mujeres somos capaces de captar el sabor de una lengua y diferenciarlo de otra.

- Mmmm...- siguió con la broma Joan.- Eso tendrás que enseñármelo.

- Está bien.- y, agarrando a su novio de la nuca, le empezó a dar un beso de tornillo que, cada vez, sabía menos a ginebra y más a pasión.- ¿Lo has notado?- preguntó, una vez separados.

- Creo que necesito otra clase, señorita...- pidió Joan, con su sonrisa de niño travieso.

- Concedida.

Allí quedaron los dos, besándose como si el mundo fuera a acabarse tras esa noche.

 

 

Niña Lucía (Agua sucia) http://www.todorelatos.com/relato/51316/

Categoría: Sexo Anal

El viernes siguió su camino, y Joan se fue de casa de Lucía antes de que llegaran los padres de la muchacha. Lucía se apresuró a rehacer la cama de sus padres donde, tras su masturbación y la posterior "violación" de Joan, las sábanas habían quedados hechas un amasijo de tela a los pies del colchón. Escamoteó una nueva píldora "anti-baby" de la cajita de su madre y se puso a ver la tele sin siquiera ganas de buscar una peli porno. Su sexo estuvo irritado durante horas.

Cenó sola Niña Lucía. Llegaron luego sus padres y detrás de ellos llegó el sábado. Y con las primeras luces del sábado, sus padres se volvieron a marchar al trabajo. Ya no los vería en todo el día, y Lucía, sola y aburrida, cogió su móvil.

Joan. Stoi en ksa sola. Vn y t dare lo q t prometi. Un bso dnd tu sabs.

I. De compras.

Niña Lucía sabía que tenía algo de tiempo hasta que Joan despertara y viera el mensaje. Se duchó, se vistió, cogió su bolso y su grueso abrigo para no ser reconocida y salió a la calle. No tuvo que caminar mucho. Su destino estaba a menos de tres manzanas de su casa. Se paró ante la puerta, miró a uno y otro lado y entró.

"ho-hola."- le tembló la voz a Lucía. Era la primera vez que entraba en un local de esos, y tanto objeto y tan explícito la incomodaban.

"Muy buenas, chiquilla. ¿Puedo ayudarte?"- le respondió la dependienta, una guapa joven de aspecto "alternativo", mirándola divertida.

"Verás… yo… esto…"- Los ojos de Lucía no estaban quietos. Viajaban de un lado a otro y, cada vez, su cara iba tomando tintes más rojizos. Se acaloraba. Tuvo que quitarse el abrigo.

La dependienta rió.

"Tranquila, pequeña. No le tengas miedo a estas cosas. Ya estás en edad de usarlas."- aquellas palabras de la mujer calmaron muchísimo a Niña Lucía. "Ya estás en edad de usarlas." Era verdad. Ya era toda una mujer en todos los sentidos (excepto en sus pechos, que se negaban a dar el salto definitivo a la culminación de sus sueños). Se decidió.

"Quisiera un bote de lubricante. Hoy quiero darle a mi chico algo especial"

"Vaya. Una chica aguerrida. ¿Cuántos años tienes?"- preguntó la joven dependienta del sex-shop.

"¿Importa?"- la inseguridad volvió a hacer mella en Lucía.

"Si te digo la verdad. NO. Si quieres comprarlo te lo voy a vender igual. Porque si quieres hacerlo lo vas a hacer igual y el que hayas venido aquí demuestra dos cosas. Una, que quieres hacerlo bien. Y si no te vendo el lub, seguro que tú y tu amiguito lo intentáis con cualquier otra cosa y puede ser peligroso… y otra, que tienes unos ovarios muy bien puestos, pequeña. Con tu edad yo no hubiera entrado en un local de estos ni soñando. "

Sonrió Niña Lucía. Sonrió también la dependienta, que puso encima de la mesa un botecito de lubricante y guiñó un ojo a la muchacha.

"¿Sabes cómo hacerlo? ¿La limpieza previa y todo eso?"- inquirió la dependienta. Niña Lucía, con las mejillas avergonzadas, movió negativamente la cabeza.

"Bien. Esto del lubricante no tiene misterio, es untar bien la entrada, untar la punta de la polla de tu amigo e intentarlo poco a poco. Primero que use los deditos para agrandar porque si no te va a reventar, preciosa. Pero antes vas a tener que hacerte una limpieza…"

"¿Limpieza?"

"Claro. ¿No querrás que a tu amigo se le manche el rabo de mierda?"- Niña Lucía, azorada, no supo contestar.- "Mira, podéis usar un enema, o, directamente usar la manguera de la ducha…"

"¿Cómo?"- Niña Lucía pensó en la ducha de su casa, y la alcarchofa en que acababa, mucho más grande que un puño.

"Digo sólo la manguera, niña. Y no tienes que metértela… si no quieres."- la mujer guiño el ojo izquierdo.- "Le quitas la última parte, abres el grifo con agua tibia y apuntas bien a tu agujerito. Sentirás que el vientre se te va llenando. Aguantas un poquito y luego lo echas todo. Saldrá mucha "agua sucia", y tendrás que repetir la acción unas cuantas veces. Pero todo sea por hacerlo higiénicamente. ¡Ah! Y controla a tu amiguito, que los hombres pierden la cabeza ante un culito como el tuyo…"

Niña Lucía rió. La dependienta observaba su culo. Era verdad. Era un buen culo. Sin ninguna duda. Los hombres perdían la cabeza ante un culo como ése.

"Por cierto, con tu amiguito no hace falta, pero si vas a follarte a algún otro, usa preservativo. Que no habrá riesgo de embarazo, pero nunca sabes lo que te puedes encontrar por ahí y esto es más peligroso que un polvo normal."

"Entendido."- asintió Niña Lucía con una sonrisa. Aunque era extraño. Hasta que no lo oyó de palabras de esa desconocida, jamás pensó en follarse a "algún otro" que no fuera Joan. ¿Por qué se lo habría dicho aquella mujer? Sin embargo, ahora, la idea no le parecía tan lejana…

Niña Lucía cogió el bote, disimulado en una bolsa blanca, sin logotipo, pagó católicamente y, antes de salir del local, se volvió hacia la dependienta y la miró a los ojos.

"Quince".- Dijo.-"Tengo quince".

"¡Te espera un futuro cojonudo, niña!"- exclamó la mujer, alzando los pulgares al cielo.

Niña Lucía sonrió, salió del sex-shop con el abrigo doblado sobre el brazo y la cabeza bien alta y se fue a su casa.

Nada más llegar, buscó el móvil, que se había dejado olvidado. Un mensaje. De diez minutos antes. Joan.

Boy xa alla.

Conciso. Directo. Nervioso y apresurado. ¡Cuánto decía aquél mensaje de Joan en esos momentos! Niña Lucía se dejó caer en el sofá sonriendo, aún con la bolsa con el bote de lubricante en las manos. Otra barrera. Iba a romper otra barrera. Ya estaba segura. Si no hubiera tenido que conocer a su tío, estaba segura que habría entregado su virginidad a Joan. Ahora lo iba a hacer. Otra virginidad, pero se la iba a dar a Joan. Se lo merecía.

El timbre la sacó de sus pensamientos. De un salto, se levantó del sofá y fue hasta la puerta. La abrió y, sin siquiera una sola palabra, se lanzó a los brazos de Joan y lo besó con una pasión que la superaba.

Entraron en casa y cerraron la puerta.

II. Agua sucia

"¿Preparado para el regalo?"- suspiró Niña Lucía al oído de Joan.

"Si tú estás dispuesta, estoy preparado."

Niña Lucía sonrió y lo llevó al baño de la mano.

"Primero, vas a tener que limpiarme"- A Lucía no le sorprendió la cara de extrañeza de su novio.- "Duchémonos antes".

A Joan la idea le convenció. Sonriendo, y sin dejar de mirar el cuerpecito delgado de Lucía, cada vez más desnudo, comenzó a desvestirse. Cuando acabó, Niña Lucía ya estaba calentando el agua de la ducha.

"¿Vienes?"- preguntó, metiéndose en la ducha y comenzando a mojar su cuerpecito desnudo.

Joan tembló. Jamás pensó que Niña Lucía podía asemejar tan lasciva, con el agua cayendo sobre ella, empapándola, creando ríos por su torso casi plano y sus piernas, pegando la corta melena rubia a su cara. Su polla, por fin desnuda, empezó a despertar.

Joan se introdujo en la ducha y cerró la puerta de plástico traslúcido tras él. La ducha era pequeña, pero lo suficientemente grande como para que los dos pudieran moverse sin problemas.

Niña Lucía apuntó los chorritos de la ducha hacia el pecho de Joan, al tiempo que con la otra mano rodeaba y comenzaba a acariciar su polla. Joan suspiró. El agua resbalaba por su pecho y bajaba en tropel hasta calentar la verga que se estremecía en la mano de Niña Lucía. Se mojaron los dos, juntos, acariciándose, hasta acabar empapados. Niña Lucía, el doble.

Entonces la muchacha comenzó a desenroscar la alcarchofa de la ducha, dejando que el agua saliera en un solo chorro a través de la manguera.

"¿Me vas a limpiar antes, cariño?"- preguntó Niña Lucía, con voz y gesto de niña buena. La niña buena que, sabía, hacía mucho que había dejado de ser.

Joan cogió la manguera de la ducha, que seguía vomitando agua constantemente, mojándolos a ambos. Lucía se volvió y puso sus manos sobre la pared de azulejos, al tiempo que alzaba su culo.

"Apunta dentro. Pero con cuidado, Joan."- Lucía temblaba. Nervios, frío, impaciencia, excitación… quizá algo de miedo. No. Miedo no. Confiaba en Joan. Sin duda.

Joan, aunque Lucía no lo viera, asintió. Se había quedado sin palabras. Disminuyó la fuerza del chorro y lo enfrió un poco manipulando las ruedecillas del grifo. Antes de apuntar al ano de Lucía, comprobó varias veces el agua sobre el dorso de su mano. Cuando vio que ya no podía hacerle daño a su chica, se agachó tras ella y, con la mano izquierda, separó las nalgas de la joven, descubriendo allí en medio, su fruncido agujerito. Joan, como Niña Lucía, sintió un escalofrío al pasar la yema de su dedo sobre aquella zona tan prohibida.

La acarició un poco hasta que la sintió palpitar, boquear mínimamente como un minúsculo pez sacado del agua. Luego, aplicó el extremo de la manguera, con su ya débil chorrito de agua tibia, entre las nalgas de Lucía, y maniobró hasta que sintió que el agua ya no caía y que, por consiguientes, entraba en el cuerpo de Lucía.

La muchacha siseó. Sentía su estómago llenarse. Poco a poco, sin prisa y sin pausa, hasta que un pinchazo en su bajo vientre le indicó que no cabría mucho más allí dentro.

"Espera"- gimió la joven, y Joan alejó rápidamente la manguera. Niña Lucía, acariciándose el vientre como si llevara un bebé allí dentro, salió de la ducha y se dirigió al váter. Se sentó e hizo fuerza. Oyeron, ella y él, diminutos trozos sólidos cayendo sobre el agua, disimulados por un fuerte chorro que se precipitaba del mismo sitio. El culito de la adolescente.

Cuando hubo vaciado toda el agua, Lucía volvió a la ducha y se colocó en la misma posición.

"Otra vez"- susurró ella, y Joan obedeció. Repitieron la acción. El agua volvió a inundar la puerta trasera de Lucía y ella volvió a vaciarla sobre el váter, echando ahora mucha más agua sucia que cualquier otra cosa. Nuevamente, Lucía regresó a la ducha aunque, esta vez, trajo consigo un pequeño bote.

Volvió a colocarse de espaldas a Joan y le abrió el bote.

"Antes de la última vez, palpa por dentro."- Joan miró a su chica, observó el bote y volvió a mirar a Niña Lucía.

"Vale."- con lentitud, metió su dedo en el bote y lo sacó embadurnado de gel transparente. Abrió por tercera vez las perfectas nalgas de Lucía y embadurnó con su dedo la entrada de la quinceañera. Niña Lucía dio un respingo al notar el gel frío tocar su piel desprotegida. Joan, con lentitud, fue introduciendo poco a poco el dedo por aquel agujerito.

Niña Lucía notaba cómo el dedo de Joan traspasaba lentamente su ano, buscando un camino libre por el que avanzar. Le gustó. Le encantó la sensación. Aquel dedo tocaba puntos que jamás pensó que fueran tan placenteros. Bajó una de sus manos a su clítoris y, mientras el dedo de Joan alcanzaba su máxima capacidad de penetración, Lucía comenzó a masturbarse.

"Fóllame con el dedo."- murmuró la muchacha, ya con la respiración agitada. Joan ni siquiera lo pensó, obedeció sin rechistar y comenzó a sacar, para después meter otra vez, el dedo que hurgaba el esfínter de la chica.

Niña Lucía frotaba su sexo con rapidez, casi desesperación, mientras su ano, penetrado dulcemente por aquél fino dedo, se amoldaba al invasor. Los gemidos no se hicieron esperar. Joan cogió, con la mano que quedaba libre, el lubricante del suelo de la ducha y, tras sacar el pequeño invasor del ano de Niña Lucía, embadurnó un segundo dedo (el corazón, el más largo) e introdujo ambos lentamente en el culo de ella.

"¡Dios! ¡Sí!"- exclamó Niña Lucía sin dejar de masturbarse. Los dos dedos de Joan se abrían paso en su interior mientras su propia mano se encargaba de darle placer a su sexo caliente.

Los gemidos fueron subiendo de volumen. Los dedos (tanto los de Joan como los de Lucía), fueron subiendo de velocidad. Niña Lucía se atrevió a introducir por su coño también un par de dedos, y pudo sentir los de Joan separados de ella por una fina pared. Le seguía el movimiento, se acopló al rápido vaivén de Joan para que sus dedos turnaran su máximo apogeo en el interior de su cuerpecito adolescente. El agua que había quedado en el interior de su recto (ya no tan sucia) se filtraba entre los dedos de Joan. Su flujo se filtraba entre sus propios dedos. Comenzó a temblar más notoriamente, sus dedos y los de Joan se complementaban en su interior.

Gritó. Y a su grito todo se detuvo. Los dedos de Joan, sus propios dedos, sus gemidos. El orgasmo hizo suya a Niña Lucía que, incluso, tuvo los ojos en blanco por unos segundos. Joan sintió sus dedos siendo apretados y aflojados por el cuerpo en clímax de su novia. Cuando Niña Lucía dejó de temblar, los sacó y ella cayó sobre él.

Su cara era un poema. La mirada (su bella mirada de ojos verdes) parecía perdida aún en un mágico mundo. Su cara mostraba una sonrisa satisfecha, cubierta de sudor.

Cuando Niña Lucía se recuperó, volvió a colocarse en posición, aunque sus piernas amenazaran, cansadas, con no aguantar su cuerpo. Joan introdujo (ahora sí) un par de centímetros la manguera chorreante en el interior de Lucía, y la mantuvo allí hasta que Lucía dijo un "Ya" que él sentía como orden irrechazable.

Lucía dejó caer nuevamente en el interior del inodoro toda el agua sucia que quedaba en su interior. Un minuto después, ella, él, y el bote de lubricante iban hacia su cuarto.

III. La estrecha senda. PX

Los dos, aún desnudos y medio-húmedos (las toallas habían durado bien poco ante la impaciencia de los adolescentes), se tumbaron sobre la cama, cayendo encima de sábanas, almohada y peluches. Niña Lucía hizo ademán de quitar sus muñequitos de felpa de allí, pero Joan lo impidió.

"Déjalos ahí."- sonrió el joven. Lucía le devolvió la sonrisa perversa y se lanzó a besarlo.

Dejaron el gel sobre la mesita, abierto, y procedieron a colocarse en posición. Niña Lucía, esquivando peluches, se colocó a gatas sobre la cama. Sus pequeños pechos colgaban levemente de su torso. Miró hacia atrás, entre sus piernas, Joan, de rodillas, cogía el lubricante. Primero, se untó bien sus tres dedos centrales de la mano derecha, y con ellos mismos, se encargó de lubricar el ya algo dilatado ano de su chica.

Metió dos y, nuevamente, comenzó a masturbar a Niña Lucía, haciendo hueco para que, en poco tiempo, pudiera meter el tercer dedo. Lucía sonreía, y se abandonaba a las manipulaciones de Joan. Uno, dos dedos. Uno, dos dedos. Su culo palpitaba, y ella mordía uno de sus peluches para no gritar de placer. El tercer dedo pronto encontró sitio y se sumó al movimiento de sus compañeros.

Niña Lucía se sentía en las nubes. La otra mano de Joan quiso sumarse a la fiesta e introdujo un dedo (extrañamente frío) en el ahora estrecho coño de Lucía. Masturbada por sendos santuarios, Lucía temblaba. Ahogaba en el algodón de uno de sus peluches los gemidos que se callaba. Aun tras el orgasmo anterior, nada hacía parecer que un segundo clímax tan fuerte y poderoso como el otro no fuera posible.

"Hazlo ya."- rogó Niña Lucía, y Joan extrajo sus dedos y, tras untar de gel su durísima verga, la apuntó al abierto agujerito de Lucía, que se abría y cerraba, palpitando, como pidiendo algo que lo llenara. Y allí estaba. La polla de Joan dispuesta a rellenar el culo de Lucía.

La introdujo sin contemplaciones, y a Lucía se le escapó un mísero "ay" que casi no le dolió. "Controla a tu amiguito" le había dicho la dependienta del sex-shop.

"¿Confías en mí, Joan?"- inquirió Niña Lucía, sintiendo cómo aquella polla se hundía sin problemas hasta el fondo.

"Por supuesto."

"Pues no te muevas"- sonrió ella, y comenzó a moverse lentamente, adelante y atrás, metiendo y sacando la polla de Joan de su culo. A Joan no le importaba que fuera Niña Lucía la que llevaba el tempo. Mejor incluso para él. El placer, la presión del esfínter de Lucía sobre su verga eran incluso mejores. Jadeó. Una de las manos de Niña Lucía volvió a su sexo, para aumentar aquella sensación de gusto.

La quinceañera comenzó a gemir. Su respiración estaba incontrolada. No era sólo el placer. Era algo más. Algo que podía superarlo. Morbo. El morbo de lo prohibido. Sexo anal, acto contra natura, propio de putas, y no de quinceañeras. Sexo anal. Y la polla de Joan, penetrándola por detrás. No. No era la polla al que la penetraba. Era ella quien se penetraba con esa polla hasta que los cojones golpeaban sus nalgas y la mano con la que se masturbaba.

Los movimientos comenzaron a acelerarse, la tranca de Joan ya se encontraba a gusto en ese culo que la cerraba como un guante y el vaivén perdió cuidado y ganó en lujuria. En la casa sólo se escuchaban los gemidos de Lucía, apagados por el peluche, los jadeos de Joan y el choque de las pieles.

Joan no podía creerlo. El culo de Lucía. ¡Se sentía tan bien! Los peluches, que poblaban la cama, le devolvían la realidad que tanto le gustaba. Poco más que una niña, poco menos que una mujer hecha y derecha. Estaba sodomizando a Lucía. A Niña Lucía. Y ella… lo disfrutaba.

"joder, joder… ¡Oh, Dios mío!"- A Niña Lucía ya no le importaba blasfemar. Que, cuando se está follando, aunque sea por el culo, el único dios que existe se llama "placer" y su misa es un orgasmo a la que los dos, Lucía y Joan, marchaban a grandes pasos cogidos de la mano.

El cuerpo de Lucía no paraba. Joan, llevado por la excitación, empezó a responder los movimientos de Lucía, haciendo más profunda cada penetración y, como ella no se quejaba, al contrario, los gemidos aumentaban, siguió con sus movimientos.

Niña Lucía casi sentía que no le hacía falta masturbarse. El placer anal que sentía la estaba llevando lejos, muy lejos. Lo que antes era frío gel lubricante, ahora era un fuego que los ardía.

Niña Lucía cerró los ojos. Detuvo su mano, detuvo su cuerpo. No detuvo la respiración porque era imposible, sus pulmones tenían vida propia. Una, dos, tres, cuatro embestidas de Joan. Una, dos, tres, cuatro campanadas dentro de su cabeza. Mordió el peluche que tenía enfrente.

El murmullo que se oyó fue sólo la milésima parte de un grito que se apagó en el peluche. El orgasmo, como todos, total y poderoso, tuvo una fuerza incluso mayor que los anteriores. El morbo y el sexo se habían juntado en ese clímax al que, por fin, tras mucho aguantarse (casi hasta el límite de lo humano), Joan pudo sumarse. Se corrió como un animal en el coño de Lucía mientras los dos temblaban como poseídos.

Tras aquél orgasmo, cuando Lucía pudo recuperar la capacidad de andar, marchó al baño. Se sentó en la taza y echó, sobre el agua sucia, el semen y el lubricante que quedaban en su culo. Sonriendo, volvió hacia Joan. Volvió A Joan.

"¿Qué te ha parecido?"- fue Joan el que lo preguntó.

"Hay que repetirlo. Pero otro día. Hoy creo que ya no tengo fuerzas para nada"- murmuró Lucía, tumbándose al lado de su desnudo chico y dándole un tierno piquito.

"Te entiendo. Yo también estoy agotado"

Otro beso no tardó en caer. Tras él, Niña Lucía preguntó, con una sonrisa traviesa:

"¿Y qué será lo próximo?"

"Lo que tú quieras. Sabes que haré lo que tú quieras."

Subiéndose sobre Joan, haciendo que su verga, que ya empezaba a decaer, quedara bajo el cuerpo adolescente de la joven, Niña Lucía dijo:

"¿Sabes? Algún día haré que te arrepientas de eso que acabas de decir."

Se inclinó sobre él… y lo besó, dejando en el aire el misterio de sus palabras.

 

Niña Lucía (Cuéntame, Joan) http://www.todorelatos.com/relato/51513/

Categoría: Hetero: Primera Vez

Niña Lucía despertó desnuda, con su cabeza apoyada en el torso también desnudo de Joan. No había ninguna ropa sobre la piel de los jóvenes amantes, toda había quedado sobre el suelo del baño justo antes de que empezaran a preparar la desfloración anal de Niña Lucía. Se frotó los ojos y observó el pequeño colgajo al que se había reducido la polla de Joan. Jamás lo había visto así, tan pequeño, tan inofensivo e inocente.

Sonrió con malicia Niña Lucía. Acarició fugazmente la bolsa escrotal y la pequeña entidad de la entrepierna de Joan respondió con un pequeño respingo mientras su portador seguía dormido, con un semblante de placidez en los labios.

I. Despierta, niño, despierta

La polla de Joan, muy ajena al sueño de su dueño y no tanto a las caricias de Niña Lucía, empezó a dar signos de vida, gozando de esas caricias fugaces de Lucía que, no por durar menos de un segundo, dejaban de ser excitantes.

Pocos minutos después, tras algunos suspiros entre sueños de Joan, su polla yacía completamente erecta. Observó Lucía a su chico, dormido y empalmado, y se sintió traviesa. Tras acariciarse ella misma durante algunos segundos, con sigilo y lentamente se subió sobre el cuerpo de su chico y, dirigiendo la tiesa verga a su coño, se penetró con ella. Siseó Lucía, se estremeció Joan. La muchacha sabía que no estaba bien, sabía que se aprovechaba de la indefensión de su chico, que lo estaba usando y casi abusando. Pero la situación la excitó aún más. Por primera vez, se sentía la más poderosa, la más experta, la más sexual de los dos con Joan. Por primera vez, se sintió superior a Joan. Era una idiotez, sabía que él, también no hacía mucho, era virgen, un niño que sabía de sexo lo que enseñaban los pechos desnudos de las revistas. Un pinchazo de celos sintió Lucía al recordar que no había sido ella la primera. Con suavidad, intentando no despertar a su novio, Niña Lucía comenzó el subibaja sobre su cuerpo.

La muchacha colocó sus manos en el pecho de Joan para apoyar su movimiento. Joan, con un gemido, entreabrió los ojos y descubrió a su chica.

"¿Lucía? ¿Pero…?"

Niña Lucía, mordiéndose el labio inferior, bajó la mirada avergonzada. Aún así, no dejó de moverse sobre Joan.

"¿Estás despierto?"

"Creo que no. Que sigo soñando."- contestó Joan, mirando cómo su polla se deslizaba en el interior de Lucía.

"Joan…"- Dijo ella, intercalando entre gemidos, sin dejar de follárselo.

"Dime…"

"¿Cómo fue tu primera vez?"

"Un fracaso."- rió él, agarrando de las caderas a la joven y empujando para favorecer la penetración.

"Cuéntame cómo fue."

"¿Ahora?"- Se extrañó Joan.

"Si quieres paro para que me lo cuentes."- Lucía puso gesto de niña buena.

"No hace falta, cielo."

Así, mientras Niña Lucía cabalgaba muy lentamente sobre Joan, tratando de eternizar el movimiento, el chico comenzó a relatar su primera vez.

II. Cuéntame, Joan.

"Verás. Todo empezó hace casi cuatro años, después de un partido de futbito. Jugaba en los infantiles del colegio, y nos fuimos a celebrar que habíamos ganado por tres a uno."

"¿Marcaste alguno?"- preguntó Lucía, siguiendo todo el rato el movimiento.

"Yo no. Yo jugaba de cierre. No solía marcar muchos. Pero la mayoría de pases los daba yo".

"Bien hecho. Continúa."- suspiraba Lucía.

"Bien."- Tras cerrar momentáneamente los ojos, fruto del dulce vaivén de Niña Lucía, Joan continuó.- "Nos fuimos a la playa y allí la conocí."

"¿Cómo se llamaba?"

"Carmen"

"¿Cómo era?"

"Me sacaba cinco años. 18 recién cumpliditos. Piel morena, caderas anchas, pechos grandes. Una mujerona para un crío como yo."- Joan acarició los casi inexistentes senos de Lucía, caracoleando con sus pulgares en las areolas. Lucía siseó. Era muy sensible.

"¿Te gustaba?"

"Estaba buena…"

"¿Más que yo?"- diciendo eso, Niña Lucía detuvo su movimiento y miró fijamente a Joan.

"Imposible"- Sonrió el joven. Lucía, sonriendo, reanudó su lento subibaja, para mantener a Joan erecto durante toda la historia.

"Vale, sigue. ¿Cómo fue?"

"Ese día sólo la conocí. Jugando al fútbol sobre la arena casi le dimos un pelotazo, y fui yo el que fue a recuperar el balón y a disculparse. Allí, ella comenzó a hablar conmigo. Me veía mayor que mis compañeros y se ve que le gusté."

"Claro. Siempre has sido el más alto de todos e hiciste el cambio antes que la mayoría de ellos. Me acuerdo de que te veía en el curso superior a mí y siempre me parecías guapo. Me alegré cuando repetiste curso."

"¡Ah! ¡Muchas gracias, oye!"- rió Joan.

"Si no hubieras repetido ahora mismo no estaríamos aquí y así… Sigue…"- respondió la jovencita.

"Me dijo su nombre, que vivía en Barcelona y que había venido a veranear fuera de temporada con una amiga pero que la amiga se había puesto enferma nada más pisar Valencia. Yo la escuchaba embelesado. Tenía una voz preciosa, y me estaba hablando a mí, no sabía por qué pero yo era el elegido. Ese día no nos dio tiempo a más. Pero, durante el viaje de vuelta, tuve que aguantar las gracias de mis compañeros."

"Lo imagino. Sigue, sigue"- Niña Lucía, cambiando el movimiento, empezó a describir lentos círculos sobre el cuerpo de Joan, al que cada vez más le costaba concentrarse en la historia.

"Pues bien. Al día siguiente, domingo, volví, yo solo, a ver si la encontraba."

"¿La encontraste?"

"Sí. En el mismo sitio que el día anterior, tomando el sol de igual manera. Boca arriba, la pierna derecha flexionada, gafas de sol y bikini rojo. Me puse a su lado sin decir nada y fue ella quien me reconoció.

- ¡Eh! Tú eres el crío de ayer ¿No? ¿Joan?

- Sí. ¡Te acuerdas de mí!- reí.

- Yo nunca me olvido del nombre de los chicos guapos.- Mi polla me dio un brinco. Le había parecido guapo. Yo, a toda una mujer. Y ella era un sueño para un crío preadolescente como yo.

No me acuerdo de qué hablamos, sólo recuerdo que, llegado un momento, me preguntó:

- ¿Eres virgen?

Yo le había dicho que tenía quince años, quizá por eso dudó. Pero le contesté que sí. Ella sonrió."

"¿Y te llevó a follar?"

"No ese día. Pero como se acercaba el verano y el buen tiempo no se iba, al día siguiente hice pellas de clase y volví a la playa."

"¿Y estaba?"

"No. Fui durante toda la semana, y cuando veía que no estaba, me volvía al instituto y asistía a las últimas clases."

"¿Y cuándo te la volviste a encontrar?"

"El viernes por la tarde. Fui a la playa ya sin ilusiones, quizá en un acto de masoquismo o con ganas de cagarme de la puta playa en persona, y allí estaba. Con su bikini rojo. Me acerqué a ella temblando…

- Hola…

- Hola, Joan, pequeño… ¿Qué tal la semana?

La hubiera matado. ¿Qué tal la semana? La semana una puta mierda por su culpa. Y además me había llamado "pequeño". Me dieron ganas de hacerle un corte de mangas e irme de allí a la carrera.

"Pero no lo hiciste"

"No. Me quedé allí quieto, sin moverme, con los puños cerrados pero mirando al suelo. Ella me vio y sonrió con dulzura.

- ¿Quieres venirte conmigo?- me dijo Carmen.

El enfado desapareció por completo. Carmen, la mujer, y yo, el niño, juntos en cualquier sitio.

- ¿Dónde?- pregunté.

- a mi hotel.- me susurró ella con lascivia.

Te lo juro. La polla me dio tal respingo que creí que me había corrido. Carmen era una de esas mujeres con las que uno se masturba viendo las revistas de desnudos.

- Cla-claro.

Tuve que sentarme un minuto antes de salir. Las piernas me temblaban de los nervios. ¿De verdad querría follarme? Veía su mirada y juraría que me desnudaba con ella. Estoy seguro que a aquella chavala le molaban los críos jóvenes. Sólo así me explico lo que pasó.

Cuando se me pasó el temblor, que sufrí mientras Carmen se reía de mis nervios, recogió sus cosas y me llevó al aparcamiento de la playa. Carmen llevaba y se montó, yo me coloqué detrás de ella. Me agarré de sus caderas mientras aceleraba. Ella era una mujer. Yo un crío que debía estar en su casa haciendo los deberes. Y sin embargo, me iba con ella en su moto a su hotel. Su cuerpo estaba pegadito al mío. No se había puesto más ropa que los pantalones sobre el bikini y yo me recostaba sobre su morena espalda desnuda, mis manos avanzaban aprovechando el reprís de la moto y unos minutos después ya estaban sobre su vientre plano. Mi polla para aquel entonces ya era una pequeña roca en mis pantalones.

Recordé aquellos pezones que apuntaban debajo de la tela en la playa. El corazón me empezó a latir frenéticamente. Tanto, que hasta ella lo sintió en su espalda.

- Tranquilo, pequeñín. Relájate…- me dijo, en el primer semáforo en el que paramos. Le hice caso. Me relajé. Tanto me relajé que me atreví a subir mis manos hasta sus pechos por encima del bikini. Juraría que mi polla, erecta, casi asomaba por el short. Jamás la había sentido tan grande. Aún tenía que crecerme, y mucho, pero a dureza ya era imposible vencerla.- Tschhh… quieto, fierecilla… ya tendrás tiempo de sobarme las tetas…- me rió, bajándome las manos de nuevo a su vientre y acelerando la moto. El semáforo se había puesto en verde.

Poco tiempo después llegamos a su hotel. Era uno pequeño, de un barrio cercano a la playa, pero escondido entre las calles. Subimos a su habitación con rapidez, y nada más llegar, su voz fría me sacó de mis ensoñaciones.

- Va, desnúdate, que te voy a enseñar lo que es una mujer.- Diciendo esto, se desabrochó la parte superior del bikini, que cayó mostrándome sus dos tetas. No me corrí de milagro. Me apresuré a cumplir sus órdenes y me deshice de mi ropa. Allí abajo, enhiesta, tierna pero dura, mi polla saludaba con orgullo a su primera mujer.

Temblé mientras se acercaba, desnuda de cintura para arriba, casi di un par de pasos atrás intentando huir. Ella sonrió.

- No temas, pequeñín. Sé lo que necesitas.

Se arrodilló ante mí y le dio un lametón a mi polla. Temblé de pies a cabeza. Sigo sin saber aún cómo no me corrí. Quizá lo hice, pero no salió la carga de mis testículos que sólo desde meses antes había empezado a salir por mi polla cuando me pajeaba."

"Dios, Joan… no sabía que podías contar tan bien estas historias."- Niña Lucía intentaba contenerse, y mantener el lento ritmo que servía para mantener los dos cuerpos calientes pero sin estallar, y cada vez le costaba más. Su cachondez iba en extremo y ahora, su cara, era un vivo poema de la excitación. Cada vez con más frecuencia, pequeños espasmos la hacían estar a punto de olvidarse de la historia y cabalgar a Joan hasta correrse los dos, pero sabía que debía contenerse. Joan también se estaba aguantando y ella no iba a fallarle.- "Sigue, cariño… sigue. ¿Qué paso luego?"

III. Mi primera vez. PX

Pues, tras otros dos lametones junto con una caricia de sus hábiles manos sobre mi polla dura, me corrí con desesperación. Jamás había soltado tanta carga. Y, muchas veces, aún ahora, no consigo siquiera soltar tanto como aquella vez. Disparé directo a su cara y sus pechos."

"¿Grandes pechos?"- preguntó Lucía.

"Enormes pechos."- Respondió Joan

"- ¡Joder, crío, avisa!- se enfadó ella, mientras yo caía de rodillas al suelo. Temí que todo se acabara ahí…

- Lo… Lo siento. Por favor, perdóname…

- Tranquilo, no importa, pequeño… Es sólo que a las mujeres no nos gusta que nos manchen con jarabe de polla. Las pelis porno mienten. Apúntatelo para cuando tengas amiguitas que te vayan a hacer lo que yo.

Creo que ahí entendí todo. Ya sé por qué era yo. Le gustaba enseñar. Se sentía poderosa sabiendo que jamás me olvidaría de ella y, aún más, que lo que me enseñó siempre lo tendría presente. Ella disfrutaba con elegir a un completo ingenuo para convertirlo en un buen amante. Aunque fuera poco más que un niño.

- bueno, pequeñín…- me dijo.- ahora, como si me intentas follar no vas a durar nada y a las mujeres también nos gusta pasarlo bien te voy a enseñar a masturbar un coño.

Mi polla no había perdido un ápice de dureza, y oírla hablar así, de nuevo, me encendió. Más aún cuando se quitó pantalones y las braguitas del bikini y me mostró su coño rasurado.

- No tienes pelos.- Murmuré, mientras ella se acostaba en la cama y me decía que me acercara a ella.

- Me los quito, pequeñín. A la mayoría de tíos os pone un coño depilado. ¿A ti no te pone?

- Sí.- contesté."

Lentamente, Joan viajó su mano hacia el bajo vientre de Lucía, completamente depilado. Presionó unos centímetros arriba de su sexo.

"Por dios, Joan, no hagas eso que me corro…"- brincó Niña Lucía, clavando, a causa del placer, las uñas en la espalda de Joan que, ajeno al dolor, sonrió y siguió su historia.

"Lo dicho. Se tumbó en el borde de la cama y abrió las piernas. Me mostró su coño en todo su esplendor. Estaba cerradito, abultado, lo toqué con la punta de un dedo, estaba caliente y el ambiente se llenaba de humedad. Era el primer coño que tocaba.

- Eso son los labios… ¿Adivinas por qué se llaman así?- me murmuró ella, sonriendo y con los ojos brillando.

- ¿Porque se parecen a los de la cara?- Pregunté, con inocencia.

- Exacto, sepáralos un poco.- dijo ella, también usando los músculos de su sexo para indicarme el camino. Obedecí y descubrí el paisaje rosado que se guardaba allí.- ¿Ves el agujerito de abajo?- Preguntó.

- Sí.- asentí, sin deparar la vista de ese nuevo universo tan extraño que acababa de descubrir. Carmen seguía igual, con los codos apoyados en la cama, con las piernas abiertas sobre el borde de la cama, mirándome fijamente mientras yo miraba su chocho.

- Mete un dedo.- Lo hice. Fue el índice. Ella echó la cabeza hacia atrás con un gemido. Sentí toda la humedad de su coño. Era pegajoso, un líquido viscoso que se pegaba a mi dedo. Jamás habría pensado esas cosas. Tras tanto soñar y escuchar a otros contar maravillas de los coños de las mujeres, pensé que todo sería pulcro, elegante, mágico. No me esperaba aquello tan… anatómico.- Sácalo ahora.- Lo hice.- Chúpalo.- Eran órdenes, y no admitían réplica. Casi con asco, acerqué el dedo en la boca y lo metí. Succioné, lo rodeé con la lengua, como si lo hubiera metido en el tarro de "nocilla" y no en el coño de una desconocida.

- ¿Te gusta el sabor?- preguntó ella.

- No.- respondí sinceramente, aunque me arrepentí al instante. Ella me tranquilizó.

- No te preocupes. Vuestro semen tampoco sabe bien, pero os la chupamos. ¿Entiendes lo que quiero decir?

- Sí. Quieres que te lo chupe.

- Chico listo. Pero no exactamente eso… ¿Observas un bultito un poco más arriba, como una especie de capuchón?- Asentí.- ¿Te gustó cuando te di los lengüetazos en la polla?- volví a asentir, sin separar la vista de aquel coño que latía, coronado por ese nuevo amigo del que nada sabía pero, intuía, pronto iba a saber.- Pues a nosotras nos pasa lo mismo, incluso más, con ese capuchón. Es el clítoris. Lámelo. Como un caramelo. No lo muerdas.

Tampoco pensaba morderlo. Supuse que sería el equivalente a todo un mordisco en la polla. Así que lo lamí con suavidad, lengüetazos largos, uno, dos, tres, cuatro lengüetazos. Ella gimió.

- Muy bien, pequeño.- Dijo entre jadeos… Cada vez la veía más alterada. Supuse que se estaba excitando… Mi primera mujer. Y estaba excitada. Sin que ella me dijera nada, mientras daba otro lametón a su clítoris devolví a mi dedo a su interior. El gritito que pegó lo llevo aún grabado en las entrañas."

"¿Quieres ponerme celosa?"- gimió Niña Lucía, deteniéndose al borde del colapso para no llegar al orgasmo.

"Sí. ¿Y tú quieres volverme loco? Como sigas mucho tiempo ahí quieta temblando vas a conseguir que me corra"- murmuró Joan, que notaba su polla latir dentro de Niña Lucía.

"Claro que quiero volverte loco. Loco por mí."- murmuró la joven, sin moverse, apagando sus temblores.- "Y ahora continúa la historia"

"¿Te pone cachonda la historia?"

"¿Cómo lo has adivinado?"- sonrió Niña Lucía, retomando otra vez el manso vaivén sobre Joan.

"Pues bien, ella gritó, y pensé que le había hecho daño, pero como luego gimió un "¡Oh, sí!" pues seguí haciéndolo.

- Sigue, pequeñín. Por lo que más quieras sigue. Otro dedo. Mete dos dedos.

Hice caso y pasé de uno a dos dedos automáticamente. Ella se retorcía de placer sobre la cama. Sus gemidos llenaban la habitación, me calentaban la sangre sin remedio así que, con la mano que me quedaba libre, comencé a pajearme mientras la masturbaba a ella.

- ¡Más! ¡Más!- gritaba Carmen. Pensé lo que pensé y sumé otro dedo más a la masturbación. Ya eran tres dedos los que se colaban en su interior. Mis manos no eran muy grandes, pero aún así me pareció increíble que tres de mis dedos cupieran allí dentro. Carmen gemía y gritaba de placer, me daba pequeñas indicaciones entre gemidos y, a cada una que cumplía, ella respondía con un nuevo estremecimiento seguido de un chillido placentero. No tardé en correrme pajeándome, pero ella no se dio cuenta.

- Agita los dedos. Como si dijeras "ven".- pudo articular ella. Yo, con mis tres dedos en su interior, alejando un poco la cabeza, pues la lengua empezaba a inundárseme de su flujo y tenía que tragar al tiempo la saliva y la amarga secreción de su coño, la obedecí y no tardó en dar un grito impresionante.

Me agarró mi brazo derecho con las dos manos, mientras yo seguía agitando los dedos y su coño empezó a echar líquido, salpicándome toda la mano, y sus muslos, y la cama.

- ¡DIOS!- gritó ella, corriéndose como una principiante.

Se dejó caer luego en la cama, saliendo mis dedos en el movimiento, y volví a atacar con mi lengua su clítoris.

- Ay, no… no hagas eso… las mujeres somos muy sensibles ahí después de un orgasmo y duele si haces eso.- explicó, cerrando las piernas y tapándose el sexo.

Esperé a que se recuperara, tumbándome a su lado, con mi polla aún manchada del semen de mi masturbación. La limpié en la sábana y ella rió.

- Eso te dejo hacerlo aquí porque es un hotel… en cualquier otro sitio ni se te ocurra o tu amiguita podría cabrearse.- dijo, aún jadeante, con una sonrisa

- Vale.- sonreí yo.

- Toma.- Me extendió un condón.- ¿Alguna vez te has puesto alguno?- Negué con la cabeza. Mi polla, aún tras dos corridas, seguía activa, con fuerza adolescente, por lo que fue Carmen la que me enseñó a ponerme un condón.

- Aprietas la punta y lo desenrollas…- me decía, mientras yo estaba tumbado en la cama boca arriba mirando cómo ella me colocaba el preservativo.- Mira, pequeñín. No era mi idea follar contigo. Quería sólo divertirme un poco, que me dedearas y quizá reírme cuando te corrieras rápido, pero jamás soñé en que me la metieras.

La confesión me golpeó la cara.

- Sin embargo… No sé, lo has hecho tan de puta madre que quiero darte las gracias…

Entonces sí, se subió encima de mí y se metió mi polla plastificada en el coño, que la tragó sin ningún tipo de problemas. El cuerpo de Carmen era más grande que el mío. Me cubría entero cuando se montaba sobre mí, al inclinarse, mi cabeza quedaba entre sus tetas. Pero aquella sensación, aunque apagada por el preservativo, de su sexo apretando el mío. Fue maravillosa…"

"¿Como ésta?"- murmuró niña Lucía, contrayendo su conducto sexual apretando la polla de Joan que yacía allí dentro.

"Ésta es mucho mejor".- Sonrió Joan, cerrando los ojos y disfrutando de la acción.

"Sigue la historia y yo sigo con lo mío".- siseó Lucía.

"Carmen se montó sobre mí, sus manos se colocaron sobre mi pecho y comenzó a subir y a bajar"

Niña Lucía puso sus manos sobre el pecho de Joan y comenzó a subir y a bajar, ahogando en su garganta los gemidos.

"Gemía, le gustaba mucho. Sus dedos parecían querer clavárseme en la piel."

"Me gusta… me gusta"- murmuró Niña Lucía, presionando con la punta de sus dedos en la piel de Joan.

"Me corrí sin remedio, llevado por esa mujer que me enseñó lo que sabía de sexo."

Como reflejándose en sus recuerdos, Joan se dejó ir en el interior de Niña Lucía. La joven, por fin, pudo abandonarse a un orgasmo que la golpeó fuerte.

"¡Dios! ¡DIOS! ¡Diosdiosdiosdiosdios! ¡¡DIOS!!"- gritó Niña Lucía, corriéndose desesperadamente, sintiéndose Carmen poderosa sobre Joan, sintiéndose maestra del sexo sobre su alumno. Sintiéndose que, por fin, se llevaba la virginidad de Joan.

Cayó sobre Joan exhausta. Miró el reloj.

"Queda mucho tiempo aún, Joan… ¿Nos duchamos y luego seguimos?"- masculló bajito Lucía al oído de su chico.

"Lo que tú digas."- sonrió él, acompañando a Lucía hasta el baño.

"Joan… Una pregunta…"

"Dime."- Dijo el joven, metiéndose en la ducha con la quinceañera.

"¿Esa Carmen? ¿Morena, grandes tetas, pelo largo… tú crees que se parece a Ángela?"

"Ahora que lo dices tienen un parecido… ¿Pero por qué lo preguntas?"

"Nada… por egoísmo… Me gusta ponerles caras a mis fantasías…"

"¿Tus fantasías?"

"Ya te contaré alguna"- rió la joven desnuda mientras abría el agua y mojaba a Joan.

"¡Ay! ¡Está fría, Lucía!"

"No… Estoy caliente…"- rió Niña Lucía, mirando fijamente a los ojos a Joan.

 

Niña Lucía (Cuéntame, Lucía) http://www.todorelatos.com/relato/51795/

Categoría: Fantasías Eróticas

"¿Cuándo vendrán tus padres?"- preguntó Joan, recibiendo la miríada de chorrillos de agua de la ducha de Niña Lucía después de que ella hubiera puesto el tapón a la bañera para que, mientras, se fuera llenando.

"No vendrán hasta mañana por la noche."- respondió con travesura la muchacha, mientras enjabonaba la ya otra vez enhiesta polla de Joan con lascivas caricias.

Tras, tímidamente, tratar de esquivar la pequeña mano de Lucía, Joan se entregó a las manipulaciones de su chica durante algún tiempo.

"Oye, Lucía…"- masculló el joven, la voz vuelta en susurro y los ojitos entrecerrados por el placer.

"Dime"- respondió Niña Lucía, sin dejar de manipular a su antojo el tieso bálano de Joan.

"Me has dejado intrigado con lo de tus fantasías. ¿Qué tipo de fantasías son?"

"Nada en especial… cuentos de príncipes dormidos y princesas azules… Pero necesitan algo más que un beso para despertar"- rió Lucía.

"Ya lo he visto. Seguro que despiertan como me has despertado tú"- Sonrió él- "¿Cuándo me contarás alguna?"- ella le devolvió la sonrisa traviesa.

I. ¿Te crees capaz?

"hagamos una cosa."- Niña Lucía no dejaba de sonreír.- "Te reto"

"A qué"- Suspiró. La polla de Joan temblaba en la manita de Lucía.

Niña Lucía quitó el tapón de la bañera, dejando que la poca agua que había llenado el pequeño recinto empezara a escaparse. No llegaba más que un par de centímetros por arriba de los tobillos.

"Si aguantas sin correrte hasta que se vacíe la bañera, te lo cuento… ¿Te crees capaz?"

Joan aceptó, recostándose sobre la pared del baño, dentro aún de la bañera. Niña Lucía se arrodilló e hizo como si quisiera enrollar la polla de Joan con su lengua. La respuesta fue un siseo que demostraba el placer que aquello le había causado al joven.

La lengua de Niña Lucía serpenteó por todo el tronco de Joan, sus dedos acariciaban con dulzura la bolsa escrotal del joven. Adelante y atrás, la yema del índice recorría la línea de unión entre un huevo y otro mientras lengua y labios seguían haciendo diabluras sobre la polla del muchacho.

Joan no podía resistir mucho tiempo. Sin saber por qué, esta vez las caricias de Lucía eran mucho más sexuales que antes. Cada roce de sus finos dedos era como una pequeña pluma que acariciaba todo su bajo vientre.

El sudor, no ya sólo por el calor derivado del trabajo de Lucía, sino también por el esfuerzo necesario para aguantar, ya formaba pequeños riachuelos por el cuerpo húmedo de Joan, mientras Lucía, de rodillas, no paraba de mamar su falo.

Joan tuvo que cerrar los ojos. Si hubiera podido dejar de oír (el lúbrico chupeteo de la lengua de Lucía sobre su polla) y de oler (el agrio olor del sudor, mezclado en la limpieza de la ducha) lo habría hecho. Casi necesitaba sus cinco sentidos concentrados en su cuerpo para resistir. Resistir. Aguantar mientras Lucía se la chupaba.

Pero, al fin, la resistencia fue vencida por el vicio y la sapiencia de la adolescente y Joan, con un gemido, empezó a venirse en la boquita de Lucía. Se abandonó a un clímax que rayaba en el delirio, con gotas de amarga derrota, placentera derrota. Prácticamente un torrente de semen inundó la boca de Lucía, que incluso estuvo a punto de atragantarse al intentar tragarlo. No pudo. Le faltaba experiencia como para controlar tal cantidad de esperma.

Joan gruñó de placer corriéndose salvajemente, y sabiéndose vencido, abrió los ojos para felicitar a la ganadora, que era nada más y nada menos que una quinceañera de pechos niños y vicio perverso. Niña Lucía.

"Bien hecho, campeón."- rió Lucía, levantándose y enjuagándose la boca con la ducha.

Joan, con una sonrisa, pudo ver cómo la bañera ya se había vaciado.

"¿Entonces? ¿Me la cuentas?"- jadeó Joan.

"Una promesa es una promesa ¿no?"- dijo Lucía con retintín, saliendo de la ducha y cogiendo la toalla. Con ella, lentamente, se secó, paseándola por cada rincón de su anatomía, y repitiendo luego el proceso con el cuerpo de Joan, cebándose al pasar el trapo sobre el órgano sexual del muchacho.

"uyuyuy… este pequeñín parece dispuesto a dar más guerra…"- rió Lucía, cuando notó como la joven verga de Joan, pese a haber hecho un trabajo doble, empezaba a redivivar.

II. Cuéntame, Lucía

"Túmbate en la cama, cielo."- Lucía llevó a Joan de nuevo hasta su habitación, completamente desnudo, y lo hizo acostarse en la cama.

"¿Vas a contarme la historia del mismo modo que yo te he contado la mía?"- preguntó el chico.

"No lo creo."- rió sonoramente Niña Lucía.-"Pero no creo que te disguste la forma."- Dicho esto, Niña Lucía se acostó al lado de Joan y comenzó a acariciar su verga morcillona, exhausta de los dos tratamientos anteriores, pero agradecida de las caricias de las suaves manitas de la adolescente.

"Está bien, tú ganas"- sonrió Joan y se abandonó a su chica.

"Empezaré mi historia…"

"¿Historia? ¿No era fantasía?"- interrumpió Joan.- "Ayyyy"- Niña Lucía, enfadada, apretó con fuerza la desprotegida verga del muchacho.

"Como decía, empezaré mi historia en uno de esos países tan, tan lejanos, a tocar de la frontera del espacio y del tiempo."- Empezó Lucía, reanudando su lento movimiento una vez que Joan expresara su voluntad de no volver a interrumpir.- "Bien, en esos lejanos parajes, aún existen criaturas mágicas, hadas, dragones y enanos, que conviven con los humanos. Humanos que no conocen radio ni televisión, ni siquiera un teléfono. Humanos que siguen montando a caballo y vistiendo armaduras para la guerra y para la paz.

En esas tierras, sigue imperando la magia y la imaginación, y existen príncipes en apuros y princesas azules que, montadas en sus blancos corceles, están dispuestas a ayudarlos. Pero en esa tierra es bien conocido que la mejor de las princesas, la más inteligente, la más hermosa, siempre pide algo a cambio si se decide a resolver el problema. Porque ella, astuta, siempre ha resuelto todos los problemas a los que se ha enfrentado, jamás ha sido derrotada y siempre que se han solicitado sus servicios, ha acudido pronta y diligente allí donde la necesitaban.

¿Sabes qué recompensa pide siempre?"- preguntó Lucía.

"¿Oro? ¿Tierras? ¿Títulos?"- respondió tontamente Joan, sabiendo que no decía la respuesta correcta.

"No, no, no… ella sólo pide una cosa. Un polvo con el hombre más atractivo del reino."

"¡Qué puta ella!"- rió Joan.

"Sí. Toda una puta. Una puta listísima"- contestó Lucía, inclinándose hacia la polla de su chico y dándole un beso en la punta que hizo a Joan removerse de placer.- "Sigo con la historia. Una vez, esta princesa de azul armadura recibió una carta en la que uno de los reinos le pedía ayuda. El príncipe heredero había sido secuestrado por un enorme ogro mientras cazaba, y ahora el rey temía por la vida de su hijo."

"¿y por qué el ogro no se comió al príncipe?"- preguntó Joan.

"¿Y a ti quién te ha dicho que el ogro tuviera hambre? No, no, no… últimamente tenéis muy mala idea de los ogros. Y no. Eso no está bien. Este ogro era un ogro vegetariano."

"¿Vegetariano?"- Joan estalló en risas.

"Sí, vegetariano. ¿Qué pasa? ¿Acaso los ogros no tiene derecho a ser vegetarianos?"- Lucía sonreía, intentando mantener la seriedad que le quería imprimir a su historia.

"¿Y entonces por qué se llevó al príncipe?"

"Muy fácil, cariño. Este ogro, además de ser un ogro vegetariano, era un ogro homosexual."

Las carcajadas de Joan llenaron toda la casa. En su estómago se mercaban débilmente sus músculos abdominales entre estertores.

"Vegetariano… y homosexual."- afirmó Joan.

"Sí, ¿Qué pasa? Es de lo más normal del mundo". Niña Lucía, con una amplia sonrisa socarrona, siguió la historia.- "Pues nuestra princesa, a la que llamaremos…"

"Lucía"- sonrió Joan.

"No. Ése es un nombre muy común… Se llamará Misbeth. ¿Te gusta?"

Joan besó largamente a Lucía y respondió:

"Claro que me gusta".

"Está bien, pues Misbeth galopó en su yegua día y noche hasta el reino. Su montura, Kilima, una yegua de negrísimo pelaje, era también una de las más rápidas de todas aquellas tierras, por lo que no tardó demasiadas jornadas en arribar a la corte del rey.

Fue recibida con clarines y timbales ante el rey, que le expuso el problema.

- ¡Un ogro! ¡Un ogro gigantesco de tres metros ha secuestrado a mi hijo!- gritaba el rey.

- ¿Sólo tres metros? Esto es pan comido.- dijo, muy segura, la princesa, y volvió a ensillar a Kilima.

Saliendo del palacio, y atravesando bosques, Misbeth sólo pensaba en una cosa… ¿Sabes en qué?"

"¿En qué?"- preguntó Joan

"En cuanto le mediría la tranca al ogro."- rieron los dos amantes quinceañeros.- "Entonces, tras unas pocas horas de viaje, Misbeth llegó a la puerta del castillo del ogro. Estaba rodado por un gigantesco foso que nadie podría saltar. Nadie, claro está, excepto Kilima, que pegaba tales saltos que muchos decían que era descendiente del mismísimo Pegaso, el caballo alado de los dioses."

"Conozco la leyenda de Pegaso"

"Pero no conoces la historia de homozoofilia que hay detrás de la leyenda de Pegaso y Belerofonte."

"Estás como una cabra."- rió Joan.

"Sí. Excepto por los cuernos, ¿Verdad?"- gruñó Niña Lucía, apretando fuertemente la ya erecta verga de Joan, al que se le escapó un quejido adolorido.

"Por supuesto, cariño".- susurró Joan, y Lucía aflojó la presión que ejercía sobre la polla de su chico y siguió con su historia y su placentero, para Joan, trabajo manual.

"Está bien. Pues bien, Kilima saltó el foso y Misbeth se encontró ante la enorme puerta del castillo del ogro. Golpeó un par de veces la puerta, comprobando su fortaleza, y decidió que le iba a resultar imposible entrar por la fuerza. Así pues, ideó un plan.

- Kilima, ayúdame a auparme hasta allí.- le dijo a su yegua que, tras tantas aventuras corridas juntas, había aprendido a entender a su ama.

Trepando sobre su yegua, Misbeth pudo llegar hasta la pequeña ventana que ejercía las veces de mirilla. Era estrecha, un cuerpo normal no cabría por allí. Pero sí el estrecho cuerpo delgado de la princesa.

- Vaya. Ésta maldita armadura no va a caber.- pensó la joven y astuta princesa. Y nada más decirlo, se fue despojando de las vestiduras de metal, tirándolas con fuerza hasta la hierba más allá del foso.- Kilima, salta y cuídamelas.

Obedeciendo raudamente, la yegua volvió a saltar desandado el camino saltado y se dedicó a recoger las piezas desperdigadas de la armadura de Misbeth y a juntarlas nuevamente mientras su dueña se escurría ágilmente por la estrecha mirilla, con problemas para hacer pasar sus firmes pechos y su atractivo culo. Misbeth quedaba vestida únicamente con unos anchos ropajes que, al contrario que las ceñidas armaduras, no dejaban entrever nada de sus perfectas formas."

"¿Cómo de perfectas?"- quiso saber Joan.

"Pues como las de Carmen, las de Ángela… elige"

"¿No pueden ser como las de Lucía?"- sonrió el joven.

Como única respuesta, la muchacha se subió encima de Joan y devoró sus labios con ansiedad.

"Sé que sólo lo dices por zalamería. Pero me gusta tanto oírlo…"- murmuró Lucía.

"Lo digo porque me vuelves loco."- respondió él. Lucía, mirándole a los ojos, agarró su erecta verga y la hizo deslizarse en su excitado sexo. Los dos apagaron los murmullos.

"¿Quieres que siga la historia?"- preguntó Lucía sin moverse.

"Por supuesto."

"Está bien."- justo cuando iba a proseguir la historia, sin ningún movimiento, notó que la mano de Joan buscaba su sexo.- "¿Qué haces?"- dijo, en un gritito de placer, la quinceañera.

"Sigue con la historia, cariño…"- sonrió Joan.

"¡Qué cabrón eres!"

"Excepto por los cuernos."- Los dos rieron.

III. El ogro. PX

Misbeth avanzó por el larguísimo pasillo del castillo del ogro. Aullidos de dolor de hombres adultos le indicaban hacia dónde ir. Así, llegó ante una puerta gigantesca y de color rosa. Al abrirla, lo que vio allí dentro le causo un instantáneo calentamiento. Un gran grupo de atractivos hombres, desnudos de cintura para abajo, amarrados a sendos potros, exponiendo sus sabrosos culitos respingones a la vista de la joven princesa. Y también, delante de ellos, un enorme ogro completamente desnudo, con una colosal verga que trataba de introducir por el ano de los desdichados."

"¡Qué asco!"- rumió Joan.

"¿Seguro?"- Lucía llevó la mano de Joan hasta su propio trasero, para que palpara el fruncido agujerito que no hacía mucho había atravesado, y que ya parecía haberse calmado completamente, como si nada hubiera pasado.

"Bueno. Es distinto."

"Y tanto."- Niña Lucía se mordió el dedo inferior mientras devolvía la mano de Joan a su pubis, a que buscara de nuevo el clítoris que tan agradecido le estaba a las caricias del diecisieteañero.- "Bueno, cuando Misbeth vio esa gigantesca polla, se dijo que tenía que ser suya. Se desnudó completamente y avanzó hacia el ogro, con sensualidad, dejando que cada una de las suculentas curvas de su cuerpo tomara ciencia y concupiscencia por sí sola."

"¿Pero el ogro no era homosexual?"- preguntó Joan.

"Cariño, cuando una mujer se pone sexy, no hay polla que se le resista. ¿Verdad?"- preguntó, acompañando la última palabra de ligeras contracciones de sus músculos vaginales sobre la polla de Joan.

"Verdad"

"Bien. El ogro, al que llamaremos Zelad…"- Joan no pudo evitar una carcajada al oír ese nombre.- "¿De qué te ríes?"- preguntó, sarcásticamente, Niña Lucía.

"¿Ese nombre no tiene nada que ver con el señor Celada, nuestro profe de Mates?"

"No sé por qué dices eso…"- acto seguido, Niña Lucía estalló en risas.- "Seguimos. Con los principitos mirando a Cuenca y el ogro Zelad mirándolos a ellos, nadie veía a Misbeth, desnuda como su madre, reina y puta mayor de uno de los reinos más occidentales de esas tierras, la trajo al mundo. Y eso fue así hasta que la princesa tocó a la espalda del ogro (el culo más bien, que le quedaba más o menos a la altura de la cabeza).

- ¿Qué haces tú aquí?- Preguntó el ogro, girándose, y obligando a Misbeth a hacer gala de su agilidad para esquivar el erecto pollón del gigante, que a punto estuvo de golpearle la cara. La princesita Misbeth, agarrándole la polla al ogro, sólo dijo:

- Esto.- y empezó a lamérsela."

Niña Lucía se desacopló del cuerpo de Joan y bajo sobre él hasta que la verga del chaval quedó a la altura de su boca. Sin miramientos, la embutió en la boca, saboreando el sudor sexual de Joan y su propio flujo impregnado en la piel de la polla del joven.

"Como sigas así…"- masculló Joan- "… el ogro Zelad va a correrse".- y se le escapó una risilla.

Niña Lucía, deteniéndose, miró a su chico a los ojos y sacó su polla de la boca.

"No es por nada, cariño… pero tú no tienes nada que hacer al lado de Zelad. No es lo mismo, la polla de Zelad casi no le cabía en la boca a la princesa. Era muchísimo más grande que tu pequeño amiguito."- seguía narrando Lucía, sin dejar de pajear suavemente a su chico, al que con tales caricias no le importaba el supuesto insulto a su hombría.- "Y eso que Misbeth había mamado más pollas que granos de arena tiene la playa. Pero nada. El pollón de Zelad, de casi medio metro de longitud y quince de diámetro en plena erección, no le cabía en la boquita a nuestra atractiva princesita.

- ¡Cielo santo!- gritaba el ogro con su voz fuerte y grave. Era la primera vez que una mujer le mamaba la polla, y también la primera vez que conocía una lengua que se pudiera mover tan rápido y con tanto vicio.- ¡eso que haces es maravilloso! ¿Todas las mujeres lo hacéis igual?

Misbeth casi se atraganta de la risa.

- No, grandullón. Sin embargo yo sí que sé… ¿No te gusta?- Decía Misbeth.

- Claro que me gusta… pero preferiría que fueras un hombre, la verdad.

- Grandullón. Te voy a proponer una cosa. Si cuando acabe con esto te he hecho olvidar el tema de los hombres, me concederás un deseo.

- No creo que lo consigas.- decía, muy seguro, el ogro.

- Entonces nada tienes que perder. Los principitos no se te van a escapar.- sonrió la desnuda princesa observando a los atractivos hombretones semidesnudos, fuertemente amarrados.

- Está bien.

Y con esas palabras, dio inicio lo que muchos cuentistas narran como el polvazo del siglo.

- Túmbate en el suelo, pequeñín.- dijo Misbeth al enorme ogro, que, curioso por las posibles habilidades de la aguerrida princesa.

Con Zelad en el suelo, su enrome pollón apuntaba al techo, balanceándose y palpitando. Con seguridad, Misbeth se colocó sobre él, teniendo que ponerse de pie completamente para que el enorme falo pudiera apuntar a su húmedo sexo.

- Jajaja.- reía el ogro, con la risa que siempre tienen los ogros de los cuentos.- Eres muy ingenua, pequeña. Mi enorme polla no te va a caber, ni los príncipes mariquitas más famosos de todos los reinos han conseguido meterse mi gran pollón.

Sin hacerle caso, Misbeth fue descendiendo lentamente, hasta que la gran cabeza de la verga de Zelad se colocó ante sus labios vaginales, brillantes de cachondez."

Niña Lucía se puso sobre Joan, hasta que la polla del chico se colocó entre sus labios vaginales, brillantes de cachondez.

"La enorme, enorme polla, guiada por la mano de Misbeth, poco a poco fue abriéndose paso en el sexo de la princesa, ante la sorpresa del ogro y de los príncipes que, aun atados, comenzaban a empalmarse viendo la escena"

La polla de Joan, guiada por la mano de Niña Lucía, poco a poco fue abriéndose paso en el sexo de la quinceañera, ante la mirada de placer de su chico.

"- ¡Es una locura!- exclamaba Zelad, viendo como su gruesa polla entraba aunque con mucha dificultad en la estrecha (estrecha para una polla tal) cueva de Misbeth.

- Ssssss.- La princesa siseaba de placer. La carne del ogro parecía rellenarla por dentro, ensanchando al máximo su conducto vaginal. Casi sentía su cuerpo a punto de estallar. Era imposible que tanta carne cupiera allí. Cuando, venciendo a dolor y placer, miró hacia abajo, se horrorizó y entusiasmó al tiempo de que sólo hubiera entrado la cabeza de la titánica verga.

Sin embargo, el paso más difícil estaba dado. Como pudo fue descendiendo sobre el tremendo garrote, deslizándolo muy lentamente y con dificultad hasta lo más profundo de su sexo.

- ¡Es impresionante!- reía Zelad, mientras Misbeth se concentraba en dejar paso en su cuerpo al gigantesco invasor.

Sin embargo, cuando sólo había metido poco más de la mitad (unos treinta centímetros) de la gruesa verga en su interior, algo se tensó en ella. Mirando a los ojos al monstruo superdotado, comenzó a temblar mientras cortados gemiditos escapaban de su garganta.

- ¡Aaaaahhhh!- gimió finalmente, dejándose caer sin acordarse de que aún quedaban muchos centímetros de Zelad por hundirse en ella. Diez centímetros más se colaron de golpe y le arrancaron a la princesa un nuevo orgasmo que termino de empalmar a los principitos en sus potros.

- Por los dioses… qué placer me está dando esta pequeña furcia.- se regocijaba el ogro Zelad, agarrándola de las caderas y obligándola por la fuerza a terminar de tragarse los diez centímetros restantes.

La polla no se metió toda. A falta de escasos centímetros, hizo tope en el experto coño de Misbeth, arrancándole nuevos espasmos de placer a la princesa.

Tras unos minutos de lentísimo movimiento, Misbeth se pensó ya acostumbrada a las enormes dimensiones de su compañero y comenzó a cabalgarlo más rápido. Más rápido. Cada vez más rápido… ha…"

El suspiro se le escapó a Niña Lucía sin poder y casi ni querer evitarlo. Igual que Misbeth, la princesa de su historia, ella había ido acelerando sus movimientos sobre Joan, cuya polla parecía ahora más capaz de aguantar tras el trato de vaciamiento anterior.

"Una y otra vez…"- Niña Lucía seguía con la historia, separando cada vez más las frases, mientras se montaba a Joan.- "Una y otra vez la polla de Zelad… se hundía en el… en el coño de Misbeth. La princesa gozaba… gozaba mucho… como nunca. En su vientre se marcaba la verga de Zelad cuando se penetraba con ella… Nunca una polla tan grande la había follado tan bien… su sexo era campo de múltiples orgasmos… mientras que Zelad… como podía… como podía aguantaba el trajín de Misbeth. No pudo… jamás había hundido su polla en conducto igual… la presión era tan placenteramente exagerada que el grandullón no tardó en correrse…"

Como viéndose reflejado en el mitológico animal, Joan sintió de pronto el nacimiento de una nueva corrida desde sus testículos. Era increíble. Niña Lucía parecía querer exprimirlo mientras contaba su historia casi con naturalidad. Por eso le extrañó tanto el orgasmo de la adolescente. Fue tan repentino que no tuvo ni tiempo para prepararse ante tantos temblores y, mientras Niña Lucía gritaba de placer, Joan no tuvo más opción que dejarse ir dentro de ella.

Una vez recuperada del clímax, tras múltiples besos con Joan, Lucía siguió:

"El sexo de la princesa fue inundado por litros y litros de semen. La fuerza de aquél pollón convertido en surtidor fue tal que la elevó unos cuantos centímetros, haciendo que, al caer, se empalara de nuevo con la enorme polla y un enésimo orgasmo la hiciera gritar como una poseída.

La blanca sustancia desbordaba el sexo casi reventado de la princesa, que casi desmayada de placer cayó sobre el ogro.

- Tenías razón.- musitó Zelad, impresionado por el placer que Misbeth le había conseguido dar.- Has conseguido que me olvide de los príncipes. ¿Qué es lo que quieres que haga por ti para cumplir mi promesa? ¿Quieres tesoros? ¿Qué suelte a los príncipes?

- No.

- entonces… ¿Qué quieres?- preguntó el ogro.

- Que me folles otra vez.

Y el ogro obedeció. Una, otra, otra, otra vez… probaron cada postura que les fue posible, el gigantesco ogro y la diminuta princesa follaron como conejos durante todo el día.

- No… no puedo más…- gruñía Zelad, que parecía haber perdido varios quilos durante la tarde.

- Uno más, grandullón…- insistía Misbeth, con el coño desbordando el semen del ogro, y la piel desnuda literalmente inundada de sudores. Pero Zelad cayó dormido y Misbeth, sonriendo, recogió los ropajes con los que se había colado en el castillo y caminó hacia uno de los príncipes, que seguía atado y con una erección importantísima después de ver y oír el espectáculo.

Misbeth dio una fuerte palmada en el desnudo culo del príncipe cuya mordaza amortiguó el quejido.

- Venga, nalgas prietas,- murmuró la princesa- que nos vamos.

Dicho esto, procedió a liberarlo y a llevarlo hasta la puerta del castillo.

- Un momento, mis pantalones están en la alcoba del ogro y…- protestó el principito, desnudo de cintura para abajo.

- No hay tiempo para pantalones, estúpido. Si quieres que el ogro se despierte y te deje el culo como esto (Misbeth se echó mano a la entrepierna) puedes subir… pero ahí fuera tengo un caballo para llevarte ante tu papá.

Olvidándose de los pantalones, príncipe y princesa abrieron el portón y salieron del castillo, donde los esperaba Kilima. Misbeth se colocó de nuevo la armadura e hizo montar en la yegua, detrás suya, al príncipe medio desnudo. Rápidamente galoparon por bosques y llanuras.

- Oye… - se molestó Misbeth cuando notó la verga del príncipe frotándose con su armadura.

- Perdón, pero es que entre el traqueteo del caballo y que estaba recordando lo que le has hecho al ogro…

- Sois todos iguales…- murmuró MIsbeth.

Esa misma tarde, al caer el sol, los soldados del palacio del rey pudieron ver cómo Misbeth traía de vuelta sano y salvo, aunque sin pantalones, al príncipe del reino.

- ¡Hijo mío! ¡Qué alegría!- exclamó el monarca al verlos.

- ¡Padre! ¡Gracias por enviar a esta valerosa guerrera! ¡Ella sola ha derrotado al ogro!- respondió el príncipe con una sonrisa.

- Bueno… señor…- dijo Misbeth.- Respecto a mi recompensa…

- ¡Oh! ¡Por supuesto! ¡Puede elegir al hombre de mi reino que usted quiera para pasar una noche con él!

- Pues lo quiero a él.- sonrió la joven señalando al príncipe.

- No puede ser. Mi hijo todavía no se ha casado… y los hombres deben llegar vírgenes al matrimonio y…- protestó el soberano

- Padre. Da igual. Si es lo que ella quiere, este reino se comprometió a pagarle su recompensa si me liberaba, y me ha liberado. Es un sacrificio que haré por el reino."

"Vaya… Sólo te falta el "y fueron felices y comieron perdices"."- rió Joan

"Calla idiota, que todavía falta el final."

"vale, vale".

"Esa noche, mientras esperaba que la princesa Misbeth llegara a su habitación, el príncipe se desnudó, y comenzó a masturbarse recordando el poderío y la belleza de la heroína de la historia. Sin embargo, cuando ella llegó, supo que algo iba mal…

- Ponte en la cama.- dijo la princesa.

- ¿Qué es eso?- se alarmó el príncipe observando lo que Misbeth traía en la mano.

- ¿Esto? Nada… es un arnés con polla acoplada. Tú tranquilo… Ahora, en la cama, y a cuatro patas, nalgas prietas, que no sabes lo que me ha gustado tu culito y lo que voy a disfrutar esta noche con él.- dijo la princesa mientras se ponía el arnés en la entrepierna"

"¡Jajajajajajaja!"- estalló en risas Joan.- "Dios santo… esto sí que es un buen final… ¡jajaja!"

"Bueno… pero afortunadamente para el príncipe, Misbeth sólo tenía una noche para gozar de él. Así que, con el canto del gallo, partió montada de nuevo en Kilima dejando el ano del príncipe bien trabajadito. ¿Sabes dónde fue?"

"Me lo imagino"- rió Joan.

"Quería ver si conseguía volver al castillo de Zelad antes de que se despertara y descubriera que no estaba. No todos los días una conoce la polla perfecta"

Niña Lucía, con dulzura, acarició la ahora ya pequeña polla de Joan, descansando tras todo el trabajo al que se había visto obligada.

"Creo que tendré que llamar para decirle a mis padres que no voy a dormir, Lucía.- dijo Joan, mientras buscaba su móvil."

"Más te vale, cariño… porque te tengo una sorpresa…"- rió Niña Lucía.

 

 

Niña Lucía (Ángela y Joan) http://www.todorelatos.com/relato/52365/

Categoría: Tríos

"Más te vale, cariño… porque te tengo una sorpresa…" – rió Niña Lucía.

Joan, que ya tenía su móvil en la mano, frenó en seco.

"¿A qué te refieres?"- preguntó el muchacho, volviéndose hacia la joven que, acostada en la cama, reía sonoramente.

"¿A qué crees que me puedo referir?"

"Dios… espero que no tenga nada que ver con el final de la historia."

Niña Lucía rió, se levantó y fue hacia Joan. Aún no estaba convencido de la bondad de las intenciones de Niña Lucía, pero la muchacha lo besó y al joven se le olvidaron las preocupaciones hasta que oyó el timbre de la puerta de la casa.

"Mierda"- exclamó Joan, buscando desesperadamente la ropa para vestirse.- "¿No dijiste que tus padres no venían hasta mañana?"

"Tranquilo… no hace falta que te vistas."- Dijo Lucía, acariciando la mejilla de Joan y saliendo, completamente desnuda, de la habitación.

"¿Qué? ¿Qué vas a hacer? ¡Lucía!"- Gritó el muchacho cuando vio que la adolescente se dirigía a la puerta de la calle.

Sin hacer caso a los gritos de su chico, Niña Lucía siguió adelante, con su traje de Eva, y abrió la puerta.

I. Hola, Ángela.

"Hola, Ángela"- musitó Niña Lucía, saludando a su amiga.

"¡Luci!"- se alarmó Ángela al encontrarse ante el cuerpo desnudo de Lucía.

"¿Qué te parece? ¿Te mola mi vestido?"- sonrió Niña Lucía, dando una vuelta sobre sí misma y exponiendo cada centímetro de su piel a la vista, entre sorprendida y avergonzada, de Ángela.

"Lu-Lucía… N-no…"

"Anda, boba. Entra, que nos lo pasaremos bien"- Lucía agarró del brazo a Ángela y la introdujo en la casa, tras lo cual cerró la puerta.

"Lucía… ¿Qué?"- Joan, desnudo también, se encontró de frente a la mirada de Ángela, que se clavó en sus partes con un hormigueo.

"¡Joan!"- gritó Ángela.

"¡Coño! ¡Ángela! ¿Pero qué…?"- exclamó él antes de taparse pudorosamente lo que pudo.

"Joder. No me seáis mojigatos. Ángela, ni que fuera la primera polla que ves. Joan… ¿Acaso no te gustaría follarnos a las dos?"

La frase quedó en el aire. Nadie se atrevía a contestar. De una parte del pasillo, Niña Lucía, tan desnuda como vino al mundo, y Ángela, vestida con una camiseta que se ajustaba a sus curvas y unos vaqueros que realzaban su culo en todo lo posible. De la otra parte, Joan, desnudo, tapándose la polla con las manos, sin atreverse a decir nada.

"Hay que joderse…"- suspiró Niña Lucía…- "¿Tengo que hacerlo yo todo?"

Y, diciendo esto, desde detrás de Ángela, agarró los bajos de su camiseta y la subió hacia arriba, liberando el soberbio par de tetas de su amiga, excitantemente decorado por un sujetador de encaje.

"¡No, Lucía!"- renegó Ángela, tapándose.

"¡Joder, Angie! Cuando te lo pregunté me dijiste que querías. Ya quedamos en que lo haríamos con la única condición de que él no te la metiera por el coño."

"ya, pero, Luci… no… no sé…"

"tranquilizaros, chicas."- pidió Joan, volviendo de la habitación tras ponerse sus vaqueros, pero con el torso adolescente y cuasi imberbe al aire.- "Luci… ¿No tienes por ahí nada para beber? Tus padres no vuelven hasta mañana, tenemos tiempo… vamos a tomarnos algo antes de hacerlo… ¿Ok?"- Ante aquellas dos mujeres, Joan se vio obligado a poner orden.

"Tienes razón, Joan".- Dijo Ángela, volviéndose a poner la camiseta.

"Joder. Muy bien, pero yo no me visto."- masculló, enfurruñada, Niña Lucía, llevándolos, desnuda, al comedor.

Lucía extrajo unas coca-colas del frigorífico y una botella de ginebra del mueble bar de sus padres.

"¿No tienes ron? A mí es que la ginebra…"- murmuró Ángela.

"Joder, Angie ¿Ron? ¿Tú te crees que mis padres tienen un bar o qué?"- dijo Niña Lucía antes de estallar a reír.- "Anda, toma el ron. ¿Tú qué prefieres, Joan?"

"Yo me quedo con la ginebra, cari, no te preocupes."

Alrededor de los combinados, la conversación se fue distendiendo, y ya casi no se acordaban de que Lucía, con sus pechos nimios, su vientre plano, su pubis depilado, estaba desnuda y que Joan, el torso plano al air, tenía la piel aún sudada tras follársela.

Las bromas se sucedían, Ángela se atrevió a volverse a quitar la camiseta, volviendo a mostrar el sujetador y sus deliciosos pechos rellenándolo.

"Bueno, ¿Qué? ¿Follamos?"- dijo al fin la muchacha morena, acabándose de un trago lo que quedaba de su ron con cola y dejando el vaso vacío sobre la mesa.

II. Bueno, ¿Qué? ¿Follamos?

Los tres, Niña Lucía delante y Joan y Ángela detrás con la vista clavada en el despampanante y desnudo culo de la adolescente, entraron en la habitación de los padres de Lucía.

Al pasar, Niña Lucía abrió un cajón y extrajo una caja de condones.

"Joan, ahora sí que te toca ponértelos."- Dijo la joven, pasándoselo a su chico.- "Aunque hayamos quedado en que no se la vas a meter, luego nos calentamos y pasa lo que pasa. Y a Ángela las píldoras le sientan mal."

"Lo siento"- se disculpó, modosamente, la morena.

"¡Angie, no te disculpes! ¡Que se joda, que ya es hora de que se los ponga!"- rió Lucía, acercándose a su amiga y, pasando el brazo por su espalda y con un hábil movimiento digno del más experto de los hombres, desabrochó el sostén, que cayó en pausado vuelo, desnudando aquellas dos tetas dignas de portada de revista.

"¡Luci!"

"Ay, Angie… basta ya de remilgos, joder… como empecemos así esto va a ser una mierda. ¡Y tú, vete desnudando, cari!"- ordenó Lucía, con su eterna sonrisa.

"Vale, Luci, te doy la razón…"- empezó Ángela.- "Pero mejor que no se desnude… mejor lo desnudamos nosotras"

"Ésta es la Angie con la que quiero compartir a mi hombre…"- rió Niña Lucía y, volviéndose hacia Joan, avanzaron juntas.

El joven, que se había quedado de espectador pasivo en el anterior diálogo, tuvo que seguir manteniendo el mismo puesto, no porque no quisiera cambiarlo, sino porque ver avanzar hacia él a dos adolescentes de bandera, una desnuda y lasciva que ya le había mostrado cuán era su poderío, y otra, cuyas habilidades eran bien mencionadas por sus compañeros, con los generosos pechos al aire, era una visión capaz de paralizar cualquier cuerpo masculino.

Felinas y juguetonas, las dos mujeres empujaron a Joan hasta la cama, donde empezaron a desabrocharle el pantalón.

"Con cuidado"- pudo balbucir el joven cuando Ángela manipulaba su bragueta. Pero Joan no pudo decir más. Su boca fue tapiada por la de Niña Lucía, la boca que más había besado, la que mejor se adaptaba a sus labios y con cuya lengua parecía tener más complicidad la suya propia.

El beso de su chica, tan intenso como siempre, le impidió darse cuenta que, efectivamente, Ángela ya le había retirado, con todo el cuidado conveniente, los vaqueros. La polla de Joan, libre y enhiesta, pronto fue abrazada por la lengua de Ángela ante el permiso e incluso las órdenes de Lucía.

Suspiró Joan, o lo intentó, que Niña lucía andaba mordisqueándole el labio inferior con travesura y el suspiro murió bajo la grácil naricilla de la quinceañera.

"¿Cómo te la chupa Ángela? ¿Lo hace bien?"- ronroneó la rubia quinceañera, liberando por unos segundos la boca de Joan.

"Sí."

"¿mejor que yo?"

Una palmada se embebió del eco de la habitación. Niña Lucía dio un gritito y, acariciándose la nalga palmeada, intentó girarse para ver a su "agresora", que tras chupar unos segundos el enhiesto falo de Joan, había acabado por ponerle el condón.

"Esas cosas no se preguntan, Luci"- Dijo Ángela, con la boca pegada al oído de su amiga y olvidándose por momentos de Joan. El joven, que las vio así, torsos desnudos, los pechos de Ángela apretándose contra la espalda de su chica, las cuatro manos femeninas entrelazándose sobre el vientrecillo delgado de la rubia, sólo unos poquísimos centímetros por encima del sexo, lampiño y también desnudo de Lucía… susurró:

"¿Podríais besaros?"

Lucía, sonriendo, volvió la cara hacia Ángela y le dio un rápido piquito en los labios.

"¿Así?"- preguntó Lucía, con una sonrisa pícara…- "¿O así?"

Y, dicho esto, agarró de la cara a Ángela y le dio un morreo, degustando aún el sudor de la polla de Joan que restaba en la boca de su amiga. Las lenguas, jóvenes y femeninas, se juntaron y no se cortaron de demostrar su lubricidad con los húmedos sonidos que se intercalaban a los gemiditos.

Ángela, por su parte, no se dedicó a ser parte pasiva. Respondiendo al beso, agarró a su amiga de las caderas y la hundió hacia sí, como queriendo que ese lascivo beso no acabase jamás.

El chaval no pudo más. Levantándose de la cama, agarró con violencia a Lucía, rompiendo el abrazo que la unía a Ángela y la lanzó sobre la cama. Sin pensárselo dos veces, hundió su polla en el sexo húmedo de caricias, morbo y besos de su chica y empezó a penetrarla sin piedad. Entre jadeos y grititos de placer, Lucía pudo articular un:

"No te olvides de Ángela…"- mientras colgaba sus brazos del cuello de Joan y se abandonaba a sus rápidos embates.

"Ángela, ven aquí"- musitó Joan palmeando el amplio hueco que quedaba entre ellos y la almohada. Obediente, Ángela se subió a la cama de rodillas tras desnudarse por completo, y fue hasta la pareja. Una vez a su lado, Joan le indicó que se inclinara, y una vez hecho, los dos se fundieron en un beso lascivo mientras las caderas del joven continuaban su particular taladrado.

Lucía observó los labios de su novio juntarse con los de su amiga. Un pinchazo de celos lo obligó a no perderse nada del lujurioso ósculo en que se habían juntado mientras la verga de Joan seguía penetrándola. Joan y Ángela. Ángela y Joan. Me están follando. La cabeza de Lucía perdía contacto con la realidad. Sólo existían los tres cuerpos desnudos amándose sobre el colchón de sus padres. Su mano, tal que si tuviera vida propia, avanzó sobre las sábanas y subió por uno de los muslos de Ángela. Sin miramientos, un dedo se coló hasta el fondo en su húmedo coño y Ángela soltó un gritito.

Aun así, Joan no permitió que su beso acabara todavía, y siguió besándola y follándose a Lucía a la vez hasta que decidió cambiar la boca de Ángela por algo que le quedara más cómodo de alcanzar. Como los de un bebé hambriento, sus labios se ferraron al pezón derecho de Ángela que, entonces sí, se vio libre para gritar y unir sus gemidos de placer a los de su amiga, que continuaba penetrando su sexo con los dedos mientras era follada por el hombre que le lamía un pecho.

Joan, aún con el pezón de la morena entre los labios, comenzó a gruñir entre ligeros espasmos. Niña Lucía, cuyos gemidos hacía mucho que se habían convertido en un arroyo constante de grititos entrecortados, dejó de mover la mano que, desde cinco segundos antes, había ganado en torpeza, y se dejó llevar…

El orgasmo llegó a uno y a otra al mismo tiempo. Gruñó algo Joan y derrumbado, se dejo caer sobre sus brazos, evitando desplomarse sobre Lucía, que aún, con los ojos cerrados, gozaba de las últimas arremetidas del orgasmo que convulsionaba su cuerpo.

Salió Joan del cuerpo de Lucía que, quitándole el condón le dijo:

"Ponte otro, yo voy a tirar éste"

III. Niña Lucía, Ángela y Joan. PX

Sin más, Niña Lucía salió hacia el baño. Al volver, tras tirar el preservativo al inodoro, se encontró a Ángela a cuatro patas en el borde de la cama y a Joan, arrodillado en el suelo tras ella, comiéndole el coño sin piedad. Y por los gemidos de Ángela, Joan no lo hacía nada mal.

"Guarros… ¡no empecéis sin mí!"- rió la joven y saltó a la cama, justo delante de su amiga.- "Angie… ¿Qué tal te lo hace mi chico?"

Ángela, en vez de contestar, arrastró hacia sí misma a su amiga, hasta que el lampiño coñito de Niña Lucía quedó al alcance de su boca.

"¡Diossss, Angie! No sabéis cómo me estáis poniendo."-Dijo la rubia justo antes de que su amiga procediera a repetir sobre ella el mismo tratamiento que ella mismo estaba recibiendo de Joan, el novio de Lucía.

Mientras Ángela gemía y la melena negra le caía en desordenados y húmedos mechones sobre la cara, hasta derramarse sobre el pubis de Lucía, dos dedos de la joven, encontraron camino en el coño de Lucía.

Otra vez. Otra vez te masturbo, Luci… y ahora no es para olvidar nada…- pensaba para sí misma Ángela.

De pronto, un tercer dedo, de la otra mano, comenzó a acariciar más abajo y se sorprendió de la facilidad para colarse que tenía. Sin más diálogo, se hundió hasta lo profundo del ano de Lucía, que arqueó su cuerpo al sentir un nuevo invasor en la prohibida senda.

"¡Angie!"- gritó Lucía, mucho más por éxtasis que por dolor.

"Luci… has sido… una… niña mala…"- murmuró su amiga, llevada hasta el delirio paso a paso por la boca y los dedos de Joan.

"Y lo que todavía me queda"- respondió Lucía antes de que Ángela estallara en un orgasmo que no se corto de chillar a los cuatro vientos.

Exhausta, Ángela cayó a un lado, incapaz de seguir su trabajo sobre el coñito de niña de Lucía.

"Maravilloso…"- balbució la chica, con la mirada perdida en el techo, sorprendida por el orgasmo sentido.

"¿Nos duchamos y seguimos?"- preguntó Lucía, con una sonrisa.

"Está bien. Voy yo primero".- respondió su compañera, mientras Joan se tumbaba a su lado en la cama, sonriendo de oreja a oreja y con una nueva erección desnuda entres sus piernas.

Tras acabar de ducharse Ángela, Niña Lucía marchó al baño, a ayudar a secar el pelo a su amiga y a limpiarse ella misma la piel. En la habitación quedó Joan, desnudo y satisfecho, pensando en lo que acababa de suceder y en la suerte que tenía de estar con Niña Lucía. Esa chica era impresionante. ¿De dónde habría sacado tanto vicio? Y Ángela… también era una deliciosa putilla. Vaya pareja perfecta.

Cuando las vio volver, una al lado de la otra, el pelo húmedo, la piel también, las dos desnudas, un pubis lampiño y otro con una pequeña y cuidada mata de vello, unos pechos pequeños, otros grandes, una rubia, otra morena… tan distintas y tan iguales.

"Subiros a la cama"- dijo el joven, con una sonrisa perversa.

"¿No te duchas?"

"Ya me ducharé luego. Ahora subiros"- repitió, levantándose él de la cama.

Las chicas, divertidas, miraron a Joan, cuya polla, erecta y majestuosa, parecía un cetro real, y obedecieron.

"Ahora, a cuatro patas. Quiero ver vuestros culitos…"- rió Joan.

"Eh, Joan, no hagas…"- empezó Ángela.

"Tranquila, Ángela… no es eso. Bueno, quizá a Lucía sí."- rió Joan.

Los tres rieron y las chicas procedieron a ponerse en cuatro, tal y como les habían ordenado.

"¡vaya par de culos!"- exclamó Joan, desde fuera de la cama, observando los dos impresionantes panderos juveniles que se le ofrecían a la vista. Con un solo movimiento, palmeó las cuatro nalgas de las jóvenes, que gritaron sorprendidas.- "Y ahora… vamos a ver qué hacemos con estos culitos"

Poniendo una mano sobre cada una de las adolescentes, Joan fue haciéndolas descender por entre la quebrada de las nalgas, acariciando el prohibido agujerito de las chicas y acabando en los juveniles sexos, que no tuvieron problema en albergar dos dedos cada uno desde un principio.

"¡Dios!"- gimió Lucía, al notar su sexo penetrado nueva, brusca y placenteramente.

"¿Os gusta?"- les susurró Joan, comenzando la doble masturbación a ritmo rápido. Las jóvenes temblaban, los dedos de Joan cada vez se humedecían más, los choques contra las nalgas se convirtieron pronto en leves chapoteos mientras las jóvenes se iban excitando más y más.

Y Joan, desde atrás, lo veía todo. Los dos coños abiertos, tragando y destragando sus dedos. Los dos anos, pequeños y frágiles botones cerrados pero palpitando como todas ellas. Los sexos enrojecidos, las nalgas marcadas, los pechos colgando del torso de Ángela y empujando en el de Lucía… las caras de las jóvenes, gimiendo y gozando, calientes como el infierno. Joan sintió a Lucía temblar bajo sus dedos y decidió equiparar las tornas con su amiga. Inclinándose sobre Ángela, sin dejar de masturbarlas, acercó su lengua al agujerito posterior de la morena, que exclamó sorprendida cuando notó el húmedo órgano de Joan acariciar su zona más placentera y prohibida.

"Ay, dios. Ay joder…"- murmuró la joven con los ojos como platos, en alerta como una gata en la oscuridad, y notando como, poco a poco, esa lengua iba entrando más y más…- "Ay dios…"

Era innegable que aquello la calentaba, y mucho. Por eso, cuando Lucía, que seguía siendo follada por los dedos de Joan, acercó su cara a la de su amiga, Ángela no dudó en besarla todo lo suciamente que pudo.

Así, mientras dos lenguas se introducían en su cuerpo, una por arriba y otra por abajo y los dedos de Joan previendo lo siguiente, dejaron de penetrar para agitarse en su interior, Ángela se corrió como nunca lo había pensado. Mojó toda la mano de Joan y cayó a las sábanas entre convulsiones, como si estuviera poseída, mientras gimoteaba lastimeramente.

"¿Estás bien, Angie?"- preguntó niña Lucía, al ver como su amiga caía, casi en coma, a la cama.

Ángela, sin fuerza para contestar, movió la cabeza afirmativamente mientras su cuerpo aún seguía preso de espasmos de placer.

Joan se inclinó entonces sobre Niña Lucía y le dijo algo al oído. La adolescente asintió y su chico salió de la habitación para volver poco después con el tarro de lubricante del día anterior.

Ángela, mientras, seguía con los ojos cerrados. Cuando los abrió, no se creyó lo que veía. Justo ante ella, a escasos centímetros de sus ojos, Niña Lucía descendía sobre la polla de Joan. Pero la polla del muchacho no se hundía en su cuño, no. Nuevamente, el ano de Niña Lucía era atravesado por la tranca de Joan.

"Luci…"- masculló Ángela.

"Angie, tía, te lo prometo, algún día tienes que probarlo"- Lucía, aunque quería mirar a su amiga, no podía, y miraba al techo mientras boqueaba como un pez sacado del agua.

Entonces, Ángela, ya recuperada, se sintió malvada, perversa, traviesa. Gateando hacia la feliz pareja, le dio un lengüetazo al clítoris hinchado de su amiga, que se estremeció, e introdujo un dedo por su coño.

Gimió Lucía, jadeó Joan.

"Siento tu dedo casi sobre mi polla, Ángela"- masculló el chico, mientras Niña Lucía, impotente, se dejaba llevar por su chica y por su amigo.

"¿de verdad?"- Ángela, volviendo a atacar con su boca el clítoris de su amiga, empezó un rápido metisaca con su dedo que contrastaba con el lento vaivén que iba tomando la polla de Joan en el culo de su chica.

"Joder… tan… estrecho…"- con un gruñido, Joan acabó por correrse irremediablemente en el culo de su chica, mientras Ángela aceleraba aún más su movimiento, intercalando también la agitación de su dedo en el interior de Lucía que, penetrada aún por sendos santuarios, acabó por estallar en otro orgasmo que la hizo caer sobre Joan.

Los tres, desnudos, cansados, sudorosos, satisfechos, cayeron sobre la cama.

Cinco minutos después, Ángela dijo:

"Será mejor que aireemos esto un poco y salgamos a tomar el aire. ¿No?"

Los tres estuvieron de acuerdo.

 

 

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Categoría: Confesiones

Bajo una sombrilla que les protegía del sol amarillo de la tarde, que calentaba sin quemar, Niña Lucía, Ángela y Joan apuraban unas coca-colas para re-hidratar sus cuerpos agotados, que no cansados, de tanto sexo.

"¿Joan? ¡Ey, Joan!"- gritó un chaval al pasar por al lado de la terraza del bar donde los tres adolescentes charlaban animadamente.

"¡Qué pasa, Luis! ¿Qué "fas" por aquí?"- respondió Joan, levantándose de la silla y saludando a su compañero.

""ná", pasaba por aquí y te he visto… Hola, Luci, hola, Ángela"- dijo el joven, inclinándose para saludar con un par de besos a cada una de sus compañeras de clase.

"Ya ves, nano… aquí, tomándome algo con dos preciosidades."- Dijo Joan.

"Naaaa… pues si hacéis un trío me avisáis, ¿Eh? Que vosotras dos sois capaces de dejármelo seco de dos polvos."- Rió, jocosamente, Luis.

A Ángela y a Niña Lucía se les escapó una risilla cómplice mientras Joan, menos despierto, apenas pudo responder con una sonrisa de circunstancia. Viendo las reacciones, los cuatro estallaron en una carcajada general, sin que Luis supiera de la misa la media.

I. Hoy damos una fiesta

"Oye, por cierto, nano."- siguió Luis.-"Que esta noche nos vamos todos al "Jhonny’s" a celebrar mis diecisiete."

"¿Pero no los celebraste en tu casa hace casi un mes?"

"Sí, bueno… Pero es que he estado todo el mes intentando que mi padre hablara con el dueño del "Jhonny’s" para celebrar una fiesta privada."

"¿Privada?"- se sorprendió Ángela. Una fiesta privada en la discoteca de moda de la ciudad… Se nota dónde está la pasta.

"Sí, nena, privada. Mi padre y el dueño fueron juntos a la mili. Un favor que nos hace. Mi padre lo paga todo. El alquiler, barra libre… va a ser un puto fiestón."

"Joder… va a ser la primera vez que entre en esa disco…"- murmuró Niña Lucía.

"¿Entonces? ¿Vendréis?"

"¡Claro que sí!"- respondió, casi al instante, Niña Lucía.

"Bueno, a las nueve y media abrimos. Y de ahí hasta las 6, el "Jhonny’s" va a ser nuestro. Bueno, nenas… que yo me piro, que he quedado en pasar la tarde con mi viejo para agradecerle el regalo. Nos vemos a las 9 y media en la puerta del "Jhonny’s"."

"Hasta luego, Luis."- respondieron los tres y, tras un par de segundos de miradas entre Ángela y Lucía…

"¡SÍIIII! ¡Tía, el "Jhonny’s"! ¡Una fiesta privada en el "Jhonny’s"!"- gritando de alegría, las dos chicas se abrazaron inclinándose sobre la mesa.

"Joder, ni que fuera la primera fiesta a la que vais."

"No lo entenderías, cariño…"- Sonrió Niña Lucía, inclinándose hacia Joan y dándole un piquito. De pronto, como si sospechara del lugar, la joven miró a ambos lados de reojo y sonrió.- "Vamos dentro."

"¿Dentro? ¿Con el aire tan bueno que hace hoy? Joder, Luci… cada día te comprendo menos."- protestó Ángela, aunque sabía que acabarían metiéndose en el interior de la cafetería, siguiendo a Lucía, aunque el local fueran las mismas puertas del infierno. Lucía ejercía ya sobre ellos un raro control mental que Ángela no sabía a qué se debía. Cuando, entrando tras su amiga, no pudo de dejar de mirar el culito de la adolescente perfilado bajo sus vaqueros, y se mordió el labio víctima de una leve excitación, sólo lo intuyó.

"Vamos a esa mesa del rincón."

La cafetería estaba construida de forma que hacía forma de L, metiéndose hacia el final en un íntimo recodo a salvo de las miradas y donde sólo había una mesa, con un cómodo sofá pegado a la pared y un par de sillas flanqueándolo, y la puerta, cerrada, del almacén.

"Sentémonos…"- susurró la pequeña rubia de pechos nada más que incipientes, sentando a su lado a Joan, que iba de la mano de su chica como si ésta fuera una maestra y él sólo un niño pequeño. A veces, se sentía como tal con Lucía a su lado.

Ángela, viendo que las sillas eran el único asiento que quedaba libre, tomó asiento en la más cercana a la pared, precisamente la que más alejada quedaba de la barra. Nadie los veía allí. Sólo el camarero que, de vez en cuando, iba al final de la barra a coger alguna botella o a meter dinero en la caja.

"Ángela… ¿Puedo hacerte una pregunta?"- murmuró Lucía, recostándose sobre el sofá y sacando de su bolsillo un paquete de tabaco. Ángela y Joan se sorprendieron. No sabían que Lucía fumase.

"Luci. ¿Tú fumas?"

"Bah, uno de vez en cuando. ¿Quieres?"

"No, gracias."

"¿Joan?"

"No, y no deberías. Luego te sabe la boca a tabaco."

"No dices nada cuando me sabe a polla."

Joan, sorprendido y confuso por la respuesta de Niña Lucía, no supo qué decir. Se calló y le pegó otro sorbo a su coca-cola.

"Bueno, Angie, ¿Te puedo hacer una pregunta, sí o no?- Dijo, entre dientes, Lucía mientras se encendía el pitillo."

"Claro…"- Ángela miraba a su amiga y ya no veía a la niña que había crecido con ella. Claro. Ahora, las dos, eran mujeres. Y Niña Lucía, parecía empeñada en demostrarlo.

"¿Cuándo y cómo fue tu mejor polvo?"- dijo, en voz baja, mientras sostenía el pitillo encendido entre el índice y el corazón de la mano derecha.

"¿Qué?"- se alarmó la joven morena, tapándose automáticamente la boca como para paliar el volumen del grito anterior.

"Joder… creo que está muy claro… Cuéntame, Ángela. ¿Cómo fue tu mejor polvo?"- Repitió Niña Lucía.

"Pero ¿Aquí? ¿Ahora?"- se alarmó Ángela.

"Claro… ¿Por qué no? Cualquier sitio es bueno. ¿O no?"- respondió Niña Lucía, dándole a sus dos últimas palabras un extraño y perverso soniquete. Ángela, tras un pequeño sobresalto, miró fijamente a los ojos a Lucía, como si quisiera decirle algo y tuviera miedo de usar palabras.

Las dos miradas parecían de hielo. Pero, lentamente, la de Ángela se fue derrumbando poco a poco, hasta derretirse completamente en un mohín resignado.

"Está bien…"- comenzó Ángela, con un tono de voz extrañamente alterado.

II. Cuéntame, Ángela

"Fue… Fue hace dos… tres meses… fue justo una semana antes de mi cumpleaños…"- comenzó Ángela, con un hilillo de voz.

Joan no se lo creía. ¿Qué extraño influjo de Lucía llevaba a Ángela a confesar? ¿Era esto un sueño? Parecía tan irreal… Ángela, sin ningún reparo, les iba a contar cómo folló con alguien. Vale que acababan de salir de follar los tres juntos. Pero… no sabía… Niña Lucía era como una princesa malcriada cuyas órdenes no podían ser siquiera discutidas. Su palabra era ley.

"Sigue… Ángela… sigue…"- incitó la pequeña rubia, con una sonrisa perversa de oreja a oreja mientras alternaba caladas a su cigarrillo, que iba disminuyendo lenta, muy lentamente.

"Él era mayor. Uno 23 ó 25 años… era segurata de una disco."

"¿Qué disco?"

"La "Silver""

"¿Fue aquél día que dijiste que te encontrabas mal y que te ibas a casa antes?"

"Sí. Ése"- a Ángela le tembló la voz y, como aturdida, se estremeció.- "Durante toda la noche estuve mirándolo. Joder, estaba como un queso. Carita de niño, moreno, cuerpo de hombretón, un dos por dos, nena."- Ángela cerró los ojos y suspiró antes de continuar la historia. Joan, clavado en el asiento, ni se atrevía a mover una pestaña. La situación, lo extraño de la situación, lo había paralizado y sólo existía en ese momento para escuchar a Ángela.

"Bien… sigue."- murmuró Lucía.

"Recuerdo que estaba bailando en la pista, ya sabes que tocaron mi canción favorita y la bailo que los tíos se ponen verracos."

Joan tragó saliva. Había visto a Ángela bailar. Era una máquina de calentar hombres. La sexualidad que desbordaba la morena jovencita en la pista había sido capaz de empalmarlo varias veces.

"Pues, además, bailaba, en el centro de la pista, sobándome como si me estuviera pajeando yo misma, mirándolo directamente a los ojos, como dedicándole el baile y augurándole un polvo. No sé. Creo que si se atrevió a entrarme es porque sabía que iba a follar con él. Sabes que en clase hay mucha calientapollas mojigata que lo más que han hecho han sido pajitas a sus primos bastardos… Pero también sabes que yo soy distinta"

Joan sintió que Ángela tenía algún problema para hablar con comodidad. Además, los colores se le estaban subiendo a la cara, que ya casi parecía un semáforo en posición de prohibido. Verdaderamente tuvo que ser un polvo bestial si sólo recordarlo le estaba llevando a ese nivel de calentura.

"Eres tan distinta como yo, Angie… sigue"- ordenó directamente Niña Lucía. Ella tampoco parecía quieta. Joan no las entendía, peor la excitación empezaba a colgarse de las baldosas y él ya hacía tiempo que se estaba empalmando.

"Me vio sola, tomándome una copa en la barra y, diciéndole a uno de sus compañeros que le cubriera, se fue directo hacia mí.

- Chica ¿Cuántos años tienes?- la pregunta me golpeó la cara. Había pasado sin problemas pero él me preguntaba la edad. Quizá mi baile le había hecho sospechar y… no supe… Vamos, que me pegó una pillada del quince.

Me tembló la voz al responderle dieciocho, por lo que, sonriendo, el cabrón me pidió el carnet de identidad. Cabizbaja, se lo ofrecí mientras miraba al suelo como la niña cogida en falta como la que me consideraba entonces.

- ¿Así que dieciocho, eh?- rió el tío. Joder. Aún burlándose de mí estaba para comérselo…"

"Y te lo comiste."- rió Lucía.

"Y se la comí."-respondió Ángela.-"me dijo que tendría que echarme de la discoteca cuando vio que sólo tenía quince… dieciséis cumpliría la semana próxima.

- Por favor… No me eches… ¡Haré lo que quieras!- joder. Y era verdad. Estaba dispuesta a hacerle de todo a ése tío.

- Quedemos en que tienes dieciocho.- Del brazo, me llevó hasta los baños de hombres, entró y cerró la puerta desde dentro, con llave. Si alguna vez te preguntas para qué les dan a los seguratas las llaves de esos sitios, ya sabes, cobran menos, pero follan más.

Una vez dentro, sin más, se bajó los pantalones."

A Ángela se le escapó un gemidito que le quebró la voz y Joan, sobresaltado, perdió el control de la pajita a la que daba vueltas nerviosamente en la mano y ésta cayó al suelo. El chaval, automáticamente, se agachó a recogerla bajo el mantel de la mesa. Lo que vio llenaría, durante varios días, sus noches sin Lucía.

El pie derecho de su chica, abandonada su zapatilla en el suelo, se hallaba ahora entre las piernas de Ángela, y buceando bajo su minifalda vaquera, frotándose sobre la leve tela de sus braguitas. Instantáneamente, Joan se incorporó otra vez tragando saliva. Niña Lucía le miraba a los ojos directamente. Pudo ver cómo su pierna seguía en movimiento bajo el mantel.

Sin detenerse, Niña Lucía le sonrió.

Ángela, tratando de controlarse, siguió con la historia.

III. ¿Cuántos años tienes? PX

"- Mámamela.- ordenó, mientras su polla morcillona bailoteaba ante mis ojos. ¡Joder, qué polla! Te lo juro, Luci, 20 centímetros por lo menos. Y gorda como no te puedes hacer una idea. Joder, qué pollón.

Yo no me lo pensé. El tío estaba como un tren, tenía el coño hecho coca-cola y sus palabras sólo hicieron que ponerme más cachonda. Me arrodillé y embutí su polla en mi boca. Allí dentro se hizo todo lo grande que podía. Joder, sólo conseguía metérmela hasta la mitad, y los labios me empezaban a doler por la fuerza que hacía… pero sus palabras, sus actos… me trataba como a una verdadera puta y a mí… me encantaba. Joder, Luci, te juro que eso me lo dice otro y le muerdo la polla hasta que sangre… pero él… Dios, Luci… tenías que haberlo visto… era un dios… Metí mis manos bajo su camiseta mientras se la mamaba y sólo toqué que músculo y más músculo… El tío era una máquina forjada en el gym…

Como no podía mamársela hasta el fondo, trataba de compensar lamiendo, besando, jugando con mi lengua en la punta del capullo. El tío gemía como un cerdo hasta que, ordenándome que me lo tragara, se corrió. Dios, Luci… ¡Qué pocas veces me habré tragado yo el semen de los tíos!"- Ángela, mientras contaba la historia, comenzó a mover adelante y atrás sus caderas, como imitando los movimientos de un polvo que el pie de Lucía era, prácticamente, incapaz de darle.- "Pero aquel segurata… te juro que si hubieran salido dos litros me hubiera bebido dos litros. Estaba cachonda como una perra y ni siquiera me había tocado. Por eso, cuando me desabroché el botón de los vaqueros, él supo lo que iba a hacer y me lo impidió.

- Quítate las bragas.- como si me hubiera presentado las puertas del cielo, Luci. A lmomento me tenías sin zapatos, ni pantalones ni braguitas, el coño al aire y el tío mirándome…- Dámelas.

Se las di sin miramientos. Lo que dijo a continuación me descolocó.

- Ponte los pantalones.

- ¿Qué?

- Mira, niña… voy a abrir la puerta ahora mismo y me voy a ir a mi casa. Si quieres acabar bien la noche, vendrás conmigo. Si no quieres, bien. A mí me la has chupado y lo demás me la sopla. Eso sí. No puedo tener el baño cerrado por culpa de un polvo con una niñata. Ahora te vas a poner los pantalones y vas a salir de la discoteca.

- ¿Sin bragas?

- Sin bragas.

Joder… no veas cómo estaba en ese momento. No podía negarme, Luci, el tío ese me dominaba y era algo más que el que estuviera como un tren."

El gemido de Ángela se le escapó de los labios elevándose sobre la historia. Joan se alarmó y echó una mirada por la esquina al resto de la cafetería. Desierta. El resto de clientes preferían disfrutar de la magnífica tarde en la terracita y los camareros estaban con ellos. Se alegró de ello.

"Ni puedes imaginarte la cara de los tíos que esperaban entrar en el baño cuando me vieron salir de allí. Una situación más que echar al saco de "Angie es una puta", sólo que, esa vez… me estaba bien empleado y además me sentía como tal… salí de la disco como pude… el roce del pantalón con el coño me estaba volviendo loca. Me temblaban las piernas. Te lo juro, Luci, te lo juro. De haber tardado un poco más el ti ese, habría empezado a pajearme allí mismo, en un rincón de la calle. Pero el tío llegó, en un todoterreno negro que le quedaba que ni pintado. Me hizo un gesto con la cabeza y corrí al asiento del copiloto.

Al tiempo que cerraba la puerta, el tío arrancó y me soltó:

- Desabróchate el pantalón.

Sin siquiera pensar que no, me desabroché el botón y bajé la bragueta con mucho cuidado. Tengo pocos pelos en el coño, pero no quería pillarme ni uno. Él, con toda la naturalidad del mundo, cambió de marcha y metió la mano bajo el pantalón. En un solo movimiento, metió su dedo corazón en mi coño hasta la mitad y yo… yo me arqueé intentando que llegara más adentro…

- Joder… Si que estás cachonda perdida…- rió el tío, chupándose el dedo. Y tenía razón. Estaba cachonda… estaba…"

Un nuevo gemido atravesó la voz de Ángela cuyas manos se engarfiaron sobre el mantel, arrastrando un poco los vasos de encima de la mesa.

"Sigue, Ángela… ¿No querrás dejarnos así?"- dijo Niña Lucía con retintín. Ángela la miró con expresión de odio. En ese momento la mataría, pero no podía. Estaba demasiado excitada para no querer seguir.

"El tío me llevó a su casa. Era un chalet, en las afueras… No sé cómo un puto segurata tenía un chalet así. Durante todo el viaje se encargó de mantenerme caliente, ardiendo. De vez en cuando metía la mano en mis pantalones y me acariciaba. Sabía lo que hacía, cada roce me volvía loca.

Entramos en el chalet y me dirigió hacia la habitación de matrimonio. No te puedo decir cómo era la casa. No estaba yo entonces como para mirar las cortinas. Estaba cachonda y quería follar. Y el tío lo sabía y se aprovechó de ello.

- Vuelve a chupármela.- me dijo, cuando, una vez en la habitación, se bajó los pantalones. Dudé durante un momento, y el repitió la frase con mucha más firmeza, casi con violencia. Me arrodillé y volví a meter su miembro, a medio camino de ninguna parte, en la boca. Desde entonces he querido pensar que lo hice por miedo, pero no es verdad. Lo hice porque me sentía puta, sucia, zorra, y quería que me lo dijera.

Cuando volvió a empalmarse, me tumbó en la cama y me desnudo. Me metió un dedo en el coño hasta el fondo de un envión, y se deslizó como si mi chocho fuera el agujero de un Donut. Perdí el sentido de la orientación, me sentía como borracha, y eso que sólo me había tomado aquella copa que no llegué a terminar. Pero no sabía dónde estaba, no sabía dónde ponía las manos, el tío me comía las tetas mientras me dedeaba y yo sólo podía dejarme llevar, desnuda y sudorosa, en aquella enorme cama que parecía un desierto.

Los dedos del tío seguían penetrándome, sin parar, donde antes había uno ahora habían dos y se movían en un arco, tocando puntos interiores que me estaban volviendo loca. Me dejó a las puertas del orgasmo y sacó sus dedos para acariciarme las piernas, el pubis, para juguetear con los pocos pelillos de mi coño. Estaba al borde del delirio y ése parecía no querer dejar que me corriera. Porque, cuando bajé las manos para acabar yo sola el trabajo que él había empezado, me las cogió y me lo impidió.

- No, pequeña putilla, tú no te vasa correr hasta que yo te diga.

Con decisión, apuntó su pollón a mi coño y lo hundió en mí. Como un punzón en el barro. Entró como si nada, hasta el fondo. Ese pollón me atravesó y mi coño se abrió a él sin ninguna dificultad. Intenté moverme para follármelo y correrme pero no me dejaba, su cuerpo, pesado y musculoso, no me lo permitía. Sacó su polla del todo y la mantuvo fuera unos instantes, dejando mi coño palpitando, clamando por más, lo busqué con las caderas. Estaba cachonda… estaba muy cachonda…"

El movimiento de caderas de Ángela, rememorando aquél polvo, comenzaba a llevarse adelante y atrás la silla, haciéndola arrastrarse por el suelo y, supuso Joan, haciendo que su coño chocara con los dedos del pie de Niña Lucía.

"Volvió a hacerlo. La metió de una estocada, me dejó al borde del orgasmo y se retiró. Hasta que no supo que mi cuerpo iba a aguantar otra embestida sin que me corriera, no volvió a hundirse en mí. Repitió la operación cinco, seis veces, yo temblaba, gemía sin parar, quería correrme de una puta vez, quería correrme de una puta vez… Casi me desmayaba de placer cada vez que él me la volvía a meter, pero no terminaba por correrme. Jugaba conmigo, me tenía vencida.

- Por favor… Por favor, dámela ya, coño, dámela ya.- supliqué, casi llorando…"

Como en su historia, una lágrima se escapó del ojo de Ángela y se deslizó por su mejilla.

"Él sonrió y volvió a sacar su polla para meterla, instantáneamente, con más fuerza. Una vez dentro, empezó un furioso y violento metisaca que, nada más empezar, me llevó hasta el orgasmo de una forma explosiva, Lloré, grité, temblé, me convulsioné… todo eso durante casi un minuto. Me quedé ronca esa noche y caí inconsciente a la cama. Te lo juro, me desmayé de placer. Cuando me desperté él ya se había puesto los pantalones y me miraba desde una silla.

- Vístete y vete. Y recuerda… tienes 18 años.

Mareada, y sin siquiera querer asimilar la información, obedecí, me vestí, sin las bragas, jamás supe dónde las guardó, con los pantalones directamente sobre la piel. Estaba a punto de salir de su casa cuando me llamó.

- ¡Chiquilla!- me volví ilusionada.- Te he llamado a un taxi. Está pagado. Recuerda, tienes dieciocho.

Asentí, aún aturdida y salí con paso vacilante. Justo entonces llegó el taxi. Me metí en él y le susurré mi dirección. Caí en trance y sólo desperté cuando el taxista me indicó que habíamos llegado. Bajé y me subí a casa. Ya estaba a punto de amanecer y mi madre me esperaba despierta. ME castigó durante un mes pero valió la pena. Aunque lo hubiera hecho durante un año."

Como impelida por una fuerza mayor, Ángela se levantó y se dirigió corriendo al baño. Lloraba. Joan intentó levantarse para calmarla pero Niña Lucía se lo impidió.

- Déjala… ahora saldrá… no creo que tarde mucho.

- Joder, Luci… ¿Qué te pasa? Te has pasado veinte pueblos.

- Cuando salga, que te diga si no le ha gustado.

Mientras Lucía y Joan se miraban, con reservas, como dos desconocidos, a sus oídos llegó un susurro, un sonido apagado por la distancia y las paredes.

Ángela, en el baño, acababa de correrse.

 

 

Niña Lucía (Luis) http://www.todorelatos.com/relato/52871/

Categoría: Hetero: Infidelidad

Cuándo Ángela salió del baño, parecía en problemas para tenerse de pie. Se apoyó en el marco de la puerta de los baños como si le faltara el oxígeno. Tal que si esto último fuera cierto, su respiración seguía acelerada, a pesar del esfuerzo de la joven morena en calmarla. Sus generosos pechos adolescentes iban y venían bajo su camiseta, húmeda de sudor.

Ángela echó un vistazo a la mesa donde había estado sentada. Niña Lucía sonreía satisfecha, Joan la miraba con preocupación. De pronto, el odio que le inspiró Niña Lucía creció y se multiplicó varias veces antes de que la pequeña rubia diera su última calada al pitillo. Cuando el humo salió de su boca, emborronando su cara, Ángela se incorporó ofendida y se marchó del bar sin una sola palabra más.

"¡Ángela!"- intentó llamarla Joan, pero la joven ni siquiera volvió la vista atrás.

"Déjala, ya se le pasará."- dijo, seriamente, Niña Lucía.- Anda, cariño, pídeme otra coca-cola.

"Discúlpate."

"¿Qué?"

"Llama ahora mismo a Ángela y pídele perdón."

"¿Y si no, no me pedirás la coca-cola? ¡Qué crueldad!"- rió, sarcástica, la joven.- "Me voy a casa a ducharme. Nos vemos esta noche en el "Jhonny’s". A las nueve y media. No te retrases, cielo."

Y, levantándose de la mesa, Niña Lucía salió del bar, dejándole la cuenta a Joan.

I. El "Jhonny’s"

La noche ya mordía las aceras a las nueve y veinticinco, cuando Joan, prácticamente solo, esperaba a Lucía.

"¡Joan!"- le saludó una voz femenina desde la otra acera. Al volverse, el joven vio llegar a Ángela, corriendo por la calzada.

"Hola, Ángela. ¿Has hablado con Luci?"

"No. Y espero no tener que hacerlo. Joder. Lo que ha pasado esta mañana…"

"Tranquila, Ángela, sé que no has tenido tú la culpa."

"¡Claro que no he tenido la culpa!"- se indignó la morena.- "Pero, joder, aunque parezca mentira, estoy preocupada por Lucía. No parece propio de ella…"

"A mí también me ha sorprendido… joder… esa no es la Luci que me gusta. No sé. Lo que te ha hecho no tiene nombre. Hoy no parecía ella."

"Olvidémoslo, ¿vale?"- respondió, azorada, Ángela.

"Está bien, Angie… esta noche es para disfrutar."- La sonrisa de Joan era franca y tranquilizadora. Ángela no pudo evitar abrazar al comprensivo joven; abrazo que Joan devolvió con afecto. El abrazo duró bastante. Sólo se separaron cuando, ambos, notaron que sus corazones se habían acelerado.

Ángela, ruborizada, observó cómo Luis abría la puerta de la discoteca junto con un par de empleado de la misma desde dentro y dijo:

"¿Vas a esperar a Lucía? Yo me voy dentro, a ver si viene Nacho…"- susurró, dirigiéndose al local sin siquiera esperar respuesta.

Joan, aturdido por la sensación que los pechos de Ángela habían dejado sobre su cuerpo, se dejó llevar por sus pensamientos. Extrañamente, su mente volvía una y otra vez a los mismos ojos, a la misma boca, al mismo coño. Los de Niña Lucía. En ése instante, la odió. No porque hubiera cambiado, no por lo que le había hecho a Ángela, no… la odió porque no podía olvidarla. La odió porque la quería demasiado.

"Hola, cielo. ¿En qué piensas?"- la voz de Niña Lucía le sorprendió por la espalda. Joan saltó sorprendido, tal y como lo hizo la primera vez que quedó con ella, en el parque, cuando Niña Lucía hizo lo mismo, deslizarse a sus espaldas con el sigilo de una ágil gata y sorprenderlo juntando la boca a su oído.

"Luci… joder… ¿Cuándo has llegado?"

"Ahora mismo. Tú estabas en Babia y decidí sorprenderte."

El alegre beso sorprendió a la joven rubia. Creyó que Joan le seguiría guardando rencor por lo de esa mañana, pero bien pareció que no era así cuando Joan abrazó a la quinceañera y juntó sus labios con los suyos.

Caminaron hacia la entrada del local, donde un musculoso guardia impidió pasar a Niña Lucía.

"¿Cuántos años tienes, niña?"

La rabia mudó los ojos y las mejillas de la jovencita. Todas sus compañeras habían pasado. Harta. Estaba harta. Harta de parecer una niña, harta de serlo a los ojos de todos. Harta de que no se contara con ella como mujer. Harta de que su mente tuviera mucha más edad que su cuerpo y de que eso nunca, nunca importara.

Niña Lucía intentó balbucir algo. Joan y el propio segurata pensaron que no pudo por los nervios propios de una niña cogida en falta. Pero era la ira. La ira disimulada de Lucía era la que no le dejaba hablar.

"¿Qué coño pasa aquí?"- Luis, como guardián salvador de la fiesta y de Lucía, apareció por la puerta.

"No tiene edad para entrar en la disco."

"Joder, ni yo tampoco, pero es mi amiga y yo he planeado la fiesta así que no me jodas y ya la estás dejando pasar. Por mis huevos. Anda, Lucía, pasa."- afirmó Luis, sonriendo con su seductora sonrisa de niño travieso.

"Muchas gracias, Luis."- al pasar por su lado, alegre y sonriente, Niña Lucía se inclinó hacia él y le plantó un cálido beso en la mejilla que hizo sonreír a Luis y apagar un gruñido a Joan.

Sin embargo, Joan y Lucía, juntos, con la mano abarcando la cintura compañera, entraron en la discoteca que ya comenzaba a llenarse de amigos, compañeros y completos desconocidos de la feliz pareja.

Luis seguía en la puerta, examinando a los asistentes y rememorando si los había invitado él. Se sentía poderoso. Era el guardián de la gran puerta. Supo, con orgullo, que esas jovencitas atractivas que él dejó pasar a "su fiesta privada", hubieran hecho cualquier cosa para que las dejara entrar. Se excitó sólo de pensarlo. Como encargado de la entrada junto con "Jerry", el seguridad (Luis era el cerebro, el otro los músculos, formarían una pareja temible), podía escoger quién pasaba y quién no. Normalmente, los primeros eran todos sus conocidos y algunas muchachas de su edad y más mayores (pese a que no le disgustaban sus compañeras, al haber repetido dos veces y, consecuentemente, ser dos años mayor que ellas, le resultaban demasiado jóvenes para su gusto). Los segundos, cualquier persona que a Luis no le gustara.

Cuando pensó que la discoteca estaba suficientemente transitada, se retiró hacia la cabina del DJ y se preparó a dar inicio a "Su fiesta". Un baile de luces, como el relámpago antes del trueno, vaticinó las palabras del joven.

"¡Hola a todo el mundo!"- gritó, micrófono en mano, Luis.- "¡Sé que habéis venido aquí a divertiros, a disfrutar, y si hay suerte a echar polvos!"- aplausos y risas, muchas risas, premiaron al maestro de ceremonias.- "Así que, por mí… ¡Que se abra la barra y comience el desfase! ¡Vamos!"

La inclemente música se sobrepuso al grito último del joven. Las luces bailaron sobre los jóvenes cuerpos que comenzaron a moverse al ritmo sin piedad que imponía el DJ. Joan y Lucía ya habían encontrado a Ángela, y ésta a Nacho, su chico, que creyó conveniente ser el que inaugurara la barra libre de la noche.

"¿Qué, chicos? ¿Qué os parece mi fiesta?"- desde el juego de humo, luces y oscuridad, surgió Luis, sonriente y abriendo los brazos, como si, de verdad, quisiera abarcar cada punto de "su fiesta"

"¡Wuuuuuu! ¡De puta mare, tron!"- respondió, gritando para imponerse a la música, Nacho, con su ron con cola bailando en la mano que no tenía ocupada abrazando y sobando con descaro el cuerpo bien proporcionado de Ángela.

Los cuatro compañeros asintieron y Niña Lucía se inclinó hacia el oído de Luis.

"Oye, Luis, muchas gracias."

"¿Por qué?"

"por lo de la puerta"

"Naaaaaadaaa… Esta fiesta no sería lo mismo sin ti"- sonrió el joven, y guiñándole el ojo, volvió a hundirse entre el caos de la fiesta.

"Chicos, yo me voy a pedir otra… ¿Queréis algo?"- dijo Nacho, sin dejar de moverse al ritmo de la música y agitando el vaso vacío ante sí.

"¡Pero Nacho, tío! ¿Ya te lo has mamao?"- se sorprendió Joan.

"Sssssss…"- respondió, a modo de afirmación.- "Es gratisssssss"- terminó, alargando voluntariamente la "s" final.

"no, no quiero nada"

"A mí me traes un vodka con limón".- Se apresuró a decir Niña Lucía, con una sonrisa.

Ángela, como si no quisiera quedarse atrás, concluyó las respuestas:

"Tráeme algo a mí, lo que tú quieras, cariño."

"Está bien"- asintió Nacho, un joven de melena castaña y ojos azules, parte de un "intenso" tira-y-afloja con Ángela desde principio de curso que al final parecía haberse resuelto con el germen de un noviazgo.

II. Litros de alcohol…

El vodka cayó en las manos de Lucía como un muslo de pollo en las manos de un hambriento. Nadie en todo el curso podía decirle a Lucía "borracha". Pero le gustaba beber. Y normalmente, "beber" incluía demostrarle a sus compañeros que su frágil cuerpo de 45 quilos tenía más aguante que los fuertes cuerpos masculinos que aceptaban la apuesta que, ineludiblemente, perdían ante Niña Lucía.

"venga, Joan, tómate algo, no seas mustio"- susurró Niña Lucía antes de darle a su chico un cálido beso empapado de vodka.

"A la próxima."- se resignó el joven, respondiendo al beso con pasión. Sí. Era verdad que estaba loco por Niña Lucía. Ya casi no le importaba lo que la joven rubia de pechos niños había hecho esa mañana, es más, si lo recordaba…

"Tranqui, cari… que tu amiguito está despertando…"- rió, en su oído, Niña Lucía, empujando sus caderas hacia él y frotándose descaradamente en el no menos descarado bulto de la entrepierna de sus vaqueros.

El baile siguió. Las luces y la música hacían imposible pensar en nada más que en mover el cuerpo al ritmo del martilleo de la música.

"Bueno, nanos… ¿Voy a por otra?"- la voz jovial y alegre de Nacho atravesó el beso que, en ese momento, se daban Lucía y Joan.

"Joder, Nacho… ¿Ya?"- Ángela, que daba cortos tragos a su cubalibre, aún tenía éste por la mitad.

"Si es que, nena, si usaras esa boquita de piñón en beber más rápido…"- sonrió Nacho.

"joder… vete a la mierda."- con gesto enfadado, Ángela agotó de un trago todo el cubalibre. Abrió la boca, sacando la lengua como intentando tomar algo de aire que refrescara el asqueroso sabor a alcohol puro que había quedado en la garganta.- "Ya está."

Los cuatro, Joan y Lucía, Ángela y Nacho, marcharon a la barra, entremezclándose con los cuerpos sudados entre los que, de vez en cuando, encontraban algún compañero de clase al que saludaban. Una vez llegados a los atractivos camareros y camareras, que parecían desdoblarse para atender a todos los jóvenes que les pedían su malsana dosis de alcohol, pidieron una nueva ronda para cuatro.

"¿Y por qué no a chupitos?"- nuevamente, desde la nada, se materializó Luis, detrás del grupo y pasó un brazo sobre el hombro de Lucía y otro sobre el de Joan.- "Julia, saca un par de botellitas de cazalla y cinco chupitos."

Lucía, entusiasmada, aceptó la apuesta, al igual que Nacho, al que ya no le importaba lo que entraba en su organismo, y Ángela, que no quería quedar opacada por el ímpetu de su amiga. Joan, viéndose sólo entre los abstemios, claudicó y se unió al enemigo.

Rápidamente, Luis sirvió los cinco chupitos y los repartió entre el grupo.

"A ver… ¡Por los cumpleaños de Luis, que duran meses y son la puta hostia!"- brindó Niña Lucía alzando su vasito. Todos rieron y repitieron el gesto.- "¡Para adentro! ¡Uaaaaaaahhhh!"

Los cinco abrieron la boca tras tragar el licor, como si esperaran ver una llamarada salir de su garganta.

"¡Otra!"- animó Nacho, con la lengua de trapo a causa del alcohol.

Sin más, Luis sirvió otra ronda de cinco, dejando a la mitad la botella de cazalla.

"Poooor…"- empezó Niña Lucía-"¡Por los camareros del cumple de Luis, que están como un tren!"

"Ooooyeeeee…"- se hizo el indignado Joan. Todos rieron nuevamente.

"Venga, por los camareros y camareras del "Jhonny’s", que son bellezas de revista."- apuntó Luis, y todos volvieron a beber.

"¡Uuuuuu! Creo que después de esta yo me retiro."- dijo Ángela. Las mejillas sonrosadas y la mirada perdida brillaban en su cara maquillada. Se apoyó en Nacho, temiendo caerse, aun cuando su chico parecía en igual estado que ella.

Dos chupitos más tarde, Joan se retiraba al igual que Ángela, y se quedaba con ésta viendo la apuesta, aunque intentando que su chica dejara de beber, temiendo por su "integridad".

"tranqui, cari. Yo aguanto mucho más que estos dos."- la lengua de Lucía trastabillaba en su boca. Los vapores etílicos la cubrían y, borracha, parecía incluso, extraña contradicción, más inocente.

Tras otro chupito, los tres contendientes se miraron, buscando el síntoma de debilidad que les diera más confianza en su victoria.

"¿Estamos bien?"- los preciosos ojos azules de Luis escrutaban a sus rivales, revestidos del brillo de la borrachez.

"Sip."- se tambaleó Lucía.

"Claro…"- empezó Nacho, justo antes de entiesar su cuerpo y taparse la boca con una mano. Casi instantáneamente, salió disparado hacia los servicios, trastabillando y empujando a los cuerpos que se encontraban en su camino.

"Pues no está tan claro oye…"- rió Lucía, y estallando en risas, se agarró a Luis, que reía, como ella, con una risa cargada de alcohol.

"Voy a ver que no le pase nada"- dijo Joan, siguiendo el camino que su colega había tomado y disculpándose por su parte ante los jóvenes que Nacho había tirado al suelo en su carrera.

"Venga… otra."- Dijo Luis, antes de saludar con todo cortesía y nada de interés a un compañero que quiso felicitarlo por la fiesta.

"venga."

Y a esa otra le siguió otra, y luego otra, así hasta que, quedando nada más que el culo de la segunda botella de cazalla, Luis admitió la derrota.

"joder, Luci… tú en otra vida eras un camionero, ¿verdad?"- rió Luis, antes de resbalar y tener que apoyarse en la barra para no conocer más de cerca el suelo.

"Claro"- respondió, sonriendo, Lucía entre las brumas del alcohol.- "Por eso me gusta Ángela… es igual que las tías de las revistas de mi camión. Y como ya me la he follado…"- rió Lucía.

La sorpresa calló instantáneamente a Luis y a Ángela, que miró a Lucía como si quisiera matarla. Hasta que de pronto…

"¡Juajuajuajua!"- estalló Luis en carcajadas.- "Claro… tú te has follado a Ángela y yo a Joan. De noche me da por el culo y de día le doy yo…"- siguió entre risas el joven, arrastrando a sus risas a Ángela, que suspiró aliviada. No se arrepentía de lo que había hecho con Ángela aquella noche que las dos se abrieron algo más que el corazón, pero no quería que nadie más lo supiera porque nadie lo iba a entender como ellas lo entendieron.

"Bueno… te he ganado, Luis… ya veré lo que pido de premio…"- sonrió Niña Lucía. Irguiéndose y sacando pecho, su pequeño pecho más de niña que de mujer.

"Verás… es que yo soy pobre… pero si quieres que te lo pague en carne…"- siguió bromeando Luis.

"No tienes valor"- respondió Lucía. Y, aunque seguía sonriendo, a Luis le pareció que no lo decía en broma.

"Luci… creo que por ahí viene Joan…"- intentó cortar Ángela, viendo como Joan traía, con gran esfuerzo, a Nacho, que parecía tan débil como si no hubiera comido en semanas. "Idiota" pensó Ángela, cruzándose de brazos.

"Joan…"- gritó Niña Lucía con retintín, justo antes de salir corriendo hacia él y acabar tirándose en sus brazos, aunque eso significase que Joan debiese soltar a Nacho para impedir que su chica lo tirara al suelo.

"pero, Luc…"- Joan no pudo decir nada más. Lucía, sin cortarse, lo besó invadiéndole la boca con su pequeña pero larga lengua. Nacho mismo escuchaba los lúbricos sonidos de la lengua de Lucía peleando con la de Joan, que comenzaba a despertar. Aturdido, creyó que flipaba cuando la pequeña y frágil Lucía comenzó a frotar su faldilla vaquera sobre las piernas de su chico, como si quisiera masturbarse con él y la ropa puesta.

"¿Ángela? Oye, Joan."- Nacho tocó varias veces en el hombro de su amigo, intentando interrumpir su pasional ósculo.

"¿QUÉ?"- se quejó Joan separándose por un momento de Lucía, visiblemente irritado por la interrupción.

"¿Dónde está Ángela?"- Nacho, tambaleándose, no quiso darse cuenta del tono de su amigo.

"Allí está"- le dijo Joan, señalándole la barra.

"Ah, vale"- respondió tontamente, y empezó a caminar yéndose de un lado a otro.

"Espérame, cariño, voy al baño… y ahora seguimos."- susurró Lucía, con la sonrisa como la mirada, perdida.

"Está bien, estaré con Nacho y Ángela hasta que vuelvas"

"Vale."

Niña Lucía llegó a los baños, extrañamente vacíos, aunque no tanto si consideraba que era una fiesta privada, y se introdujo en el último cubículo, una vez allí, se arrodilló y vomitó su borrachera en el váter.

La cabeza le daba vueltas, notaba las rodillas mojadas, pero no le importaba. Se sentía mal. Una vez más, devolvió en el inodoro, y el olor que subió desde el mismo le causó una nueva náusea. Pero pudo dominarse y calmar su estómago herido de alcohol.

Escuchó la puerta abrirse y cerrarse y unos pasos acercándose a ella. Y una voz llamándola por su nombre. Seguramente sería Ángela, pensó.

"¿Ya estás mejor?"- preguntó la voz.

"Sí, gracias…"- susurró Niña Lucía dándose la vuelta.

***

"¿Dónde está Lucía?"- preguntó Ángela al ver venir a Joan solo.

"Se ha ido al baño… si quieres acompañarla…"- sonrió el joven, viendo como Nacho, medio dormido, dejaba caer su cabeza sobre el hombro de Ángela, aprovechando para observar el excelente canalillo que ostentaba la muchacha con sus generosos pechos.

"Pues sí."- respondió secamente, desembarazándose de Nacho, que parecía querer derrumbarse donde fuera, sin importarle ya nada.

Sin embargo, cuando llegó a los mismos, se encontró la puerta cerrada con llave y un letrero de "En reparaciones". Con gesto contrariado, su mirada se desvió hacia el baño de caballeros, pero tenía el suficiente trajín como para que Lucía no se hubiera metido ahí si no quisiera acabar siendo el centro de una violación masiva.

Sintiendo un pálpito en el corazón, se asomó a los baños, sólo para encontrarse con la negra camiseta de un compañero de colegio, del curso superior a ella, rellenada por el enorme cuerpo de dicho compañero. Lo conocía.

"Marcos… ¿Está Lucía ahí?"- preguntó.

"¿Tu amiga? ¿Qué coño pintaría aquí? ¿Estás tonta o qué?"

III. En los baños. PX

"Ho-hola, Luis"- musitó Lucía, al encontrarse cara a cara con Luis.

"Ya sabía yo que no podías haber salido tan bien de la apuesta cuando yo he tenido que potar tres veces"- sonrió el joven, extendiéndole gentilmente la mano para ayudarla a levantarse.

"Ves, te gano otra vez. Yo sólo he potado dos veces."- rió Lucía, justo antes de volver a girarse hacia el interior del cubículo e igualar las cuentas.- "Vale, empate"- casi sollozó la joven limpiándose la boca con el dorso de la mano.

"Tranquila, Luci, anda, levanta. Has demostrado que nos ganas a todos los tíos de aquí"- dijo Joan, ayudándola a incorporarse y acompañándola hacia las pilas, a que se limpiara la boca.

"gracias"- murmuró Niña Lucía, que en el corto camino, perdió pie y tuvo que agarrarse nuevamente de Luis para no caer. Las manos fuertemente agarradas en los hombros de Luis, sus pies, perdidos la verticalidad y sin poder apoyarse, y la cabeza pegada al pecho del joven, que clavaba sus preciosos ojos azules en los verdes de Lucía. Su sonrisa de niño acomodó a Lucía entre sus brazos, que la estrechaban para no caer.

"Venga, Luci, tienes que despejarte un poco"- siguió sonriendo Luis, sin apartar su mirada de los ojos de Lucía.

Niña Lucía tragó saliva. Luis… tan seguro, tan fuerte, tan niño en su cara y tan hombre en sus acciones… justo el contrario que Joan. Cuando pensó en Joan, automáticamente, se esforzó en recuperar pie y en dirigirse por sus propios medios hacia la pila, donde mojó sus manos para limpiarse la cara, y refrescarse antes de limpiarse la boca para quitarse el amargo sabor.

Cuando se incorporó, pudo ver al joven mirándola a la vuelta del espejo, con la misma sonrisa de niño en sus labios y sin dejar de observar sus ojos fijamente, casi de forma hipnotizadora. A Niña Lucía le parecieron los ojos más preciosos que jamás hubo visto. Se quedó completamente quieta, esperando que fuera él el que hiciera el primer movimiento.

Luis, tomando aire, comenzó a caminar hacia ella…

***

"¿Y Lucía?"- Joan se esforzaba en mantener la verticalidad de Nacho, que lo miraba todo con grandes ojos abiertos como si fuera la primera vez que lo viese todo. Si no fuera porque su cabeza viraba sin rumbo fijo y que mantenía la boca fuertemente cerrada, parecería simplemente que el juego de luces le estaba asombrando.

"No lo sé. Los baños de chicas están cerrados. A lo mejor ha salido a uno de los baretos de aquí fuera."- Respondió Ángela, viendo el estado de Nacho, mitad pena, mitad asco.

"Bueno, pues salimos a ver si está y de paso buscamos un taxi para Nacho"

"no, no, tíos… yo quiero quedarme aquí. Déjame quedarme aquí. Iros a llevar a Luci a casa si eso y… ¿Dónde está Luci?"- pidió, con torpeza, el aludido.

"Vamos, Nacho, vamos para casa"

"no, no, tío… no voy."

"¿Cuántos dedos ves aquí?"- le interrumpió Joan, poniendo ante él un par de pajitas que cogió del mostrador.

"Vale, nano, vamos pa’ casa"- se resignó Nacho, dejándose apoyar en Joan, que lo fue arrastrando hacia la puerta.

"¿Y qué hacemos con Luci?"- preguntó Ángela.

"Ahora luego la llamo. Ahora el que me preocupa es éste"- dijo, señalando con la cabeza a Nacho, que acababa de girarse hacia una morena de buenas curvas que acababa de pasar por su lado diciendo:

"Eh, Ángela, ¿Dónde vas? Ven, que te quiero t… No sé qué le iba a decir"- dijo, señalando a la desconocida muchacha que, sin hacerle caso, se había perdido por el mar de gentes.

***

Lucía y Luis se besaban. Con pasión, con rabia, como dos fieras enjauladas. Las manos de Luis se aferraban al culo de Lucía y las de ésta le agarraban de la cara como si temieran que se escapara. Mientras, daban bandazos por el estrecho baño.

"¿Y si entra alguien?"- trató de detenerse Lucía. Como única respuesta, Luis le enseñó unas llaves y volvió a atacar sus labios. Niña Lucía, cubierta de sudor, comprendió el gesto y devolvió el beso.

Joan… Joan estaba allí fuera, quizá buscándola, con Ángela y Nacho. ¿Estarían preocupados por ella? La boca de Luis era un territorio a explorar por su lengua; la espalda, un terreno virgen en el que sus uñas soñaban con arañar la primera colonia. El corazón le latía desesperadamente, la cabeza le daba vueltas… allí fuera Joan le estaba buscando y ella no podía más que besar a Luis. Que besarlo con toda su alma, con todo el alcohol que llevaba por las venas, enredándose y haciéndose uno con la cachondez que comenzaba a embargarla.

Sus pies perdieron contacto con el suelo. Volaba. Supo que estaba abrazada con brazos y piernas a Luis, pero le daba igual, volaba. El alcohol le entorpecía la mente y la hacía volar mientras allí abajo, su novio seguía buscándola.

Se encontró de pronto sentada en las pilas del baño, Luis seguía besándola perro sus manos ya empezaban a pelear con su pequeño top, que tenía bien poco que proteger, pero que a Luis, tan borracho como ella, tan cachondo como ella, no le importó comer con glotonería. Su pezón izquierdo y la parda areola desaparecieron en la boca de Luis. Joan seguiría buscándola, las manos de Luis buscaban el cierre de la falda vaquera, Lucía pensó que la segunda búsqueda le resultaría más fructífera, así que, mientras con una mano apretaba la cabeza de Luis contra sus diminutos pechos, con la otra acompañó a los dedos de Luis hasta las puertas del cierre de su falda.

Niña Lucía levantó el culo para permitir que Luis le quitara la falda. Allí quedó ella, vestida únicamente con sus braguitas y los zapatos que, Luis, con absoluta reverencia, comenzó a quitarle. Niña Lucía, entre suspiros, se inclinó para quitarle la camiseta, y descubrir así el bruñido y afeitado torso de Luis, campeón de natación del colegio desde varios años atrás. El sudor brillaba en su piel morena, marcando cada músculo, poderosa máquina que buscaba su cuerpecito delgado para follársela.

"Joder Luci… El tío era una máquina forjada en el gym…"- casi como si la estuviera oyendo en ese instante, Lucía rememoró las palabras de Ángela, cuando ella misma contaba su mejor polvo. Cuando Luis comenzó a quitarle las bragas, se percató de que la humedad de su propio coño lo pegaba a su piel.

Desnuda. El propio significado de la palabra la embargó. Joan era el único chico que la había visto sin ropa. Pero, supo, era la primera vez que estaba completamente desnuda, indefensa ante Luis. ¿Qué extraño influjo tenía sobre ella? ¿Quizá era el alcohol que mareaba su cabeza y confundía sus emociones? No, había algo más, había… habían dos dedos extasiándole la piel de los muslos y el resto del mundo le dejó de importar. Ya no existía Joan, sólo existía Luis… gimió cuando un dedo entró sin ningún impedimento hasta el fondo de su coño. Luis lo sacó y se chupó el dedo, con lujuria, con lascivia. Niña Lucía no podía hablar. ¿Alguna vez Joan la había follado con lascivia? ¿Era demasiado esclavo de su amor para follársela como la iba a follar Luis? Cierto, Luis la iba a follar. Supo que no había marcha atrás, sólo adelante.

Luis se desnudó y, un instante antes de que la penetrara allí mismo, en las piletas del baño de una discoteca, Niña Lucía clavó sus ojos en el cuerpo por el que sus compañeras morían. Luis era el blanco de los sueños de casi toda la facción femenina del curso. Guapo, listo, rico, fuerte… ¿Mejor que Joan? En ese momento, con la vista resbalando por su piel brillante de sudor, y las piernas abiertas esperando la primera invasión, Niña Lucía lo tuvo claro. Mucho mejor que Joan.

Luis apuntó su verga entre los carnosos labios de Lucía y empujó. Gritó de placer Lucía al sentirse llena. Aquella polla no era más grande que la de Joan, pero sí parecía llenar más, no sabía por qué. Igualmente sabía que no debía comparar, que no debía pensar en Joan, no ahí, no ahora, pero lo hacía. Mientras Luis la penetraba, una y otra vez, convirtiendo el baño en el campo de los gemidos de la rubia adolescente, Niña Lucía pensaba en Joan, en que estaba follando con su amigo, en que le estaba traicionando. Niña Lucía, por un momento, pensó en escapar, pero, cuando se abrazó más fuerte a Luis y sus piernas se cerraron, supo que, aunque pusiera todo de su parte, su cuerpo no le respondería y seguiría allí, follando con alguien que no era su novio, follando con alguien que la penetraba una y otra vez sin amor, sólo con pasión.

Niña Lucía oyó un lejano zumbido, un zumbido que creyó en su cabeza, fruto del placer, del alcohol, de la culpa, de algo… pero no… el zumbido venía del suelo, de la falda vaquera de la joven, que parecía temblar. Luis, sonriendo, sacó su polla del coño de Lucía, que se quejó amargamente al sentirse abandonada, por lo que el joven se vio obligado a mantener a sus dedos sustituyendo al falo que se alejaba de Lucía. Agachándose, Luis levantó la falda con la otra mano y rebuscó hábilmente en el bolsillo trasero hasta extraer el móvil, miró la pantalla y una sonrisa perversa, que extrañamente casaba bien con su cara de niño rubio, volvió a embutir su polla en el húmedo chocho de Lucía, que se retorcía del placer.

Luis, extendiéndole el móvil mientras seguía penetrándola, sonrió y dijo:

"Contesta. Es Joan"

El corazón le dio un vuelco a Lucía. ¿Contestar? No, no podía, no podía siquiera hablar, Luis, a pollazos, se llevaba su voz entre gemidos.

"Contesta"- repitió Luis, con voz firme, sin detener un ápice el movimiento y mostrándole nuevamente el móvil.- "Contesta o contesto yo"

"¡NO!"- el grito y un gemido de placer fueron todo uno. Sin embargo, Niña Lucía agarró el móvil y, temblando, pulsó el botón verde.

"¿Lucía?"

"Ho-hola, Joan"-Niña Lucía hacía un esfuerzo supremo para no delatarse en los gemidos.

"¿Dónde estás? Ha ido Angie a por ti y los baños estaban cerrados… ¿Estás en un bar de fuera?"

"No… sí. Sí, est..."- La pequeña rubia se vio obligada a alejar el móvil de su boca y apagar al gemido en su garganta. Luis seguía penetrándola, lentamente, con movimientos circulares, retrayéndose antes de que su cadera chocara con el cuerpo de Lucía, y evitando así la sonora palmada entre las pieles.- "Sí, estoy en un bar… pero no me encuentro… no me encuentro bien. Me voy a ir a casa y… ¡Ah!"- la joven no pudo evitar un gemido de placer.

"¿Luci? ¿Estás bien? ¿Voy a buscarte?"

¿Qué estaba haciendo? Joan estaba allí fuera, y ella no podía hacer otra cosa que acompasar sus caderas al movimiento que Luis imprimía sobre ella. Follaba con Luis sin que Joan lo supiera. No era Joan con quien follaba. ¿Y si se enterase? Perdería al único hombre que le había hecho el amor. Aunque ella siempre follara, Joan siempre le hacía el amor.

"No. No hace falta."- los ojos de Lucía amenazaban con quedarse en blanco. Luis había encontrado la velocidad perfecta. La velocidad justa para mantener el nivel de la excitación sin que decayera, pero sin posibilidad de correrse. La estaba castigando. Luis la estaba castigando por ser una niña mala, y por eso la obligaba a hablar con su novio mientras la follaba. Para que disfrutara haciendo algo tan execrable como engañar a su novio. Y ella no podía hacer nada. Se odió, pero le encantaba la situación, su corazón revolucionado amenazaba un infarto. Infarto antes de los dieciséis. Infarto poniéndole los cuernos a su chico. Infarto follando en los baños de una discoteca, a escasos metros de centenares de amigos y compañeros. ¿Por qué le excitaría tanto el peligro que sentía?

"Vale, yo me voy a acompañar a Nacho y Ángela a su casa. Llámame cuando puedas, cariño."

Cariño. El cariño de Joan. La crudeza de Luis. El amor de su chico, la pasión de su amante. La cabeza le daba vueltas, las piernas, abrazando a Luis, le temblaban…

"¡Dios!"- cuando creyó que el clímax la azotaría con fuerza, simplemente se quedó a las puertas, mientras Luis no dejaba de mirarla a los ojos, fijándose en cada gesto de su cara. Él se la follaba y ella intentaba hablar con su novio. Luis sonreía.

"¿Luci? ¿De verdad que estás bien?"

"Sí."- Niña Lucía no podía aguantar más. Colgó el teléfono y lo lanzó a un rincón del baño, bien lejos, a chocar con la pared y, con suerte, romperse para que dejase de molestar.

Que no le importaba Joan. Que no le importaba Nacho. Que no le importaba Ángela. Que el que le importaba era el compañero que, haciéndola faltar a las normas de la fidelidad, la tenía de piernas abiertas y recibiendo su polla en las entrañas.

"Vente."- Sin desencajarse de la joven adolescente, Luis se inclinó sobre ella y coló sus brazos bajo su espalda. Con fuerza, la levantó, haciendo a Niña Lucía apoyarse únicamente en las manos, que tenía alrededor del cuello, y en la polla de Luis, que seguía hurgándole el coño.

Sonriendo y yendo hacia atrás, Luis la fue llevando hacia el cubículo de uno de los retretes, hasta que, bajando la tapa del mismo, se sentó sobre él.

"Cabalga"- ordenó Luis, y Niña Lucía, con las mejillas arreboladas de cachondez, obedeció. Arriba y abajo comenzó a moverse. Arriba y abajo sobre una polla que no era la de Joan. Arriba y abajo sobre una polla que cabalgaba con placer. Con placer extremo. Aceleró. Notaba nuevamente el goce gestarse en su vientre y esta vez no quería quedarse a las puertas como antes. Aceleró los movimientos, el choque de las pieles se hizo más notable. Resonaba en la habitación junto con los gemidos y gruñiditos de Niña Lucía que, completamente desnuda, con sus pechos mínimos frotándose sobre el amplio torso masculino de Luis, se follaba a alguien que no era Joan.

Niña Lucía comenzó a escuchar una musiquita. Le pareció, nuevamente, alucinar a causa del placer, ahora muchísimo mayor que cuando escuchó aquel zumbido. Pero no, Luis tenía un móvil en la mano, y sonaba y vibraba, y llamaba y zumbaba. Pero Niña Lucía ya no podía detenerse. Quien fuera, tendría que esperar. Ella estaba a punto de correrse, un salto más. Otro, otro… botaba con celeridad, en el baño de una discoteca, sobre el cuerpo de alguien que no era Joan, alguien con quien le era infiel a su novio. La misma palabra, "Infiel", prendió fuego en la cabeza de Lucía y ésta comenzó temblar.

"Contesta, es Joan"- repitió Luis, mostrándole el móvil. Niña Lucía sacudió la cabeza. El móvil cantaba y vibraba, y Luis, con su perversa sonrisa en su cara de niño, lo introdujo entre los dos cuerpos. Niña Lucía no dejaba de moverse, y cuando sintió el móvil ("Es Joan", había dicho Luis) adherirse a su sexo, justo en el pubis, unos centímetros más arriba de donde su coñito devoraba la tranca de Luis, simplemente… chilló. Gritó y apretó los dientes para que no se enterara toda la discoteca de que le estaba poniendo los cuernos a Joan con Luis en los baños. Gritó y comenzó a temblar, y clavó sus uñas en la espalda de Luis, como si quisiera hacerle daño, como si él tuviera la culpa de lo que Lucía acababa de hacer… Mientras se corría, pensó en Joan, en el idiota de Joan que estaba llevando a casa a Ángela y Nacho, mientras ella gozaba sobre Luis. Sin pensarlo, abrió la boca y mordió. Mordió el hombro de Luis hasta que notó el sabor metálico de la sangre en el paladar. En ése mismo instante, gritando de placer y dolor, Luis se corrió en su interior.

"No… dentro no…"- intentó suplicar la joven, sin dejar de abrazar a su amante de esa noche y sin hacer un solo movimiento para evitarlo. Los dos, temblando, se derrumbaron en el cubículo, sonriendo de satisfacción.

Niña Lucía se separó de Luis, aún completamente desnuda, y cayó hacia atrás, hasta que sus nalgas tocaron el frío suelo de los baños. Al tratar de levantarse, notó que el mundo daba vueltas.

"Estoy borracha…"- musitó tontamente, antes de que la sonrisa se le borrara de la cara y tomara conciencia del reguero de semen de Luis que comenzaba a escurrirse por sus piernas.- "No… ¿Qué hemos hecho?"

Luis, aún sentado en el cubículo, la miraba cansado. El hombro le sangraba muy ligeramente merced al mordisco de Lucía.

"No… no…"- Lucía, echándose las manos a la cabeza, comenzó a recoger su ropa y a vestirse a gran velocidad.

"Oye, Lucía…"- Luis, sin hacer ningún movimiento para vestirse, se acercó a la joven.

"No. No oigo. Luis, esto ha sido un error, no volverá a pasar NUNCA, y esto ni siquiera ha pasado. He hecho una gilipollez, estaba borracha y…"

"Corta, Luci. Sabes que no sólo ha sido eso. Y, en lo más hondo de tu mente, sabes que sí que volverá a pasar."- Luis había ido arrinconando a Lucía sobre la pila, allí donde todo empezó. La joven lo miraba con ojos de cervatillo indefenso, y él era el predador… él era… era como el tío Rodrigo, pensó Lucía, y la evocación le confirió valor.

"¡Y una mierda!"- la mirada de presa desapareció de los ojos de Lucía sustituida por unos ojos que rebosaban firmeza.- "Mira, Luis. Si tan siquiera se te ocurre mentar una sola vez lo que aquí ha ocurrido, juro por mis muertos que me las pagarás. ¡TÚ NO SABES CON QUIÉN ESTÁS HABLANDO!"

El grito aturdió al joven rubio, que tuvo que sacudir la cabeza intentando buscar en esa mujer tan segura a la inconstante chiquilla que se había follado. "Finalmente, no me he equivocado"- pensó el joven con una sonrisa que procuró ocultar.

"Ahora, abre la puerta y déjame salir."- terminó Lucía.

Con gesto resignado, Luis sacó las llaves de su pantalón mientras se lo colocaba y se las entregó.

Niña Lucía salió del baño y de la discoteca e intentó parar un taxi.

Nada más sentarse en el aterciopelado asiento, comenzó a llorar.

 

 

Niña Lucía (Poesía) http://www.todorelatos.com/relato/53421/

Categoría: Poesía Erótica

"¿Por qué lloras, pequeña?"- dijo el taxista, escrutando a Niña Lucía por el retrovisor.

"Por nada… lléveme a Tirso de Molina."- sollozó la jovencita, tratando de recomponerse.

"Mira, chiquita… es mejor que te deshagas de ello, no te lo guardes…"- dijo el taxista arrancando.- "Mira, cuando llegues a casa lo escribes todo, simplemente para desahogarte, es una buena terapia… así empezaron muchos poetas."- Sonrió el hombre repiqueteando con los dedos sobre un librito que tenía en el salpicadero.- "¿Te gusta la poesía?"

"Sí…"- de pronto, a Lucía se le olvidaron sus penas… aquél hombre bajito y regordete con voz suave le hablaba de poesía.

"Toma, llévatelo."- dijo el taxista, entregándole el pequeño libro de poemas.- "Lo escribí yo".- y le guiñó un ojo.

Tras dejarla a pocos metros de su casa, el taxista rehusó cobrarle y se perdió con su coche por la inmensa avenida, como un caballero marchándose campo a través con su blanco corcel.

Niña Lucía subió a su casa, sigilosamente (pues sus padres ya debían haber vuelto) se deslizó hacia su habitación y comenzó a leer las poesías de aquél taxista bajito y regordete.

"Arcoíris de licor", "Bruma de besos pasados", "pechos de luna y plata"… sus palabras eran hermosas… e inspiradoras. Niña Lucía sintió que una pùerta en su corazón se abría y pasó por ella. Pensó en Joan como nunca había pensado en nadie, cogió un lápiz y un papel y comenzó su primer poema.

Escribo con la sangre de una pena,

Y sólo pinto una lluvia de porqués en tu ausencia.

¿Por qué? ¿Por qué me abandonaste cuando estaba sola

Y soñando con princesas azules?

¿Por qué no viniste a rescatarme

Con tu espada valiente, a lomos de un blanco corcel?

¿Por qué tuve miedo y no estaban tus brazos

De fuerte caballero para acunarme?

Me dejaste sola, en medio del camino,

A merced de lobos vestidos de dioses,

En una bruma de eslógans capaces

De hacerme sonrojar.

Me dejaste sola, en medio del camino,

A merced de lobos disfrazados de humanos,

Y no estabas allí

Para salvar mis muslos de sus dientes,

Mis pechos de sus garras, mis besos de sus fauces,

Mi sexo de su sexo.

Y no estabas allí

Para evitar que te olvidara

Y ensuciara mis labios con otro cuerpo,

Que mis manos orquestaran palabras diferentes

A las que te han hecho famoso

En la leyenda de mi piel.

¿Dónde estabas

Cuando yo pensaba en ti

Con mi lengua entre otros dientes?

¿Dónde estabas

Cuando pensé que me odiarías

Si por el agujero abierto de mi cuerpo

Tuvieras vista libre?

¿Querías, tal vez, hacerme pensar

Que tú tenías que ver, que no toda la culpa era mía?

No lo conseguiste.

Niña Lucía terminó de escribir y parpadeó. Necesitó unos segundos para reencontrarse en el mundo real. Hacía sólo unos segundos había volado por encima d todo y se había trasportado a otro mundo mientras su mano escribía. Pero esa sensación. Confusa pero satisfecha, como si hubiera conseguido quitarse una carga de encima, su corazón le latía acelerado… recordó que la última vez que se sintió así fue tras el orgasmo que Luis le había causado.

Luis… lo recordó y luego recordó a Joan. Cogió su móvil. El reloj coloreaba un "3:52" sobre el fondo de la pantalla. Niña Lucía inspiró profundamente.

A las 4:23, Luis recibió un mensaje:

"Soi Luci. Kiero vrte. Mñn a las 5 n l parque."

Desnudo en su cama, Luis leyó el mensaje y sonrió.

Desnuda en su cama, Niña Lucía pensó en Luis y sonrió. Sus ojos centelleaban en la noche antes de que los cerrara para dormirse.

 

 

Niña Lucía (Luisa) http://www.todorelatos.com/relato/53729/

Categoría: Transexuales

Niña Lucía esbozó una sonrisa y tuvo que esforzarse en no soltar una carcajada. "Como las abejas a la miel" pensó, cuando vio a Luis por la ventana de su habitación que daba al parque, a las 4 y media, media hora antes de lo acordado. El muchacho acababa de bajar de su moto, que había dejado aparcada a la entrada, y entró en el parque mirando a todos lados, esperando, vanamente, que a Lucía le hubiera reconcomido la misma prisa que él.

Desde el edificio lindante con el parque, en el tercer piso, en una ventana que aparecía vestida con unas cortinas blancas de encaje, flanqueada por dichas cortinas, Niñas Lucía lo observaba.

Mordiéndose el labio inferior con travesura, sonrió y esperó.

A las 4:59 del reloj de Luis, un minuto antes del que mostraba el de Lucía, el móvil del muchacho sonó.

Era ella.

I. Vamos, ven, sube.

"¿Luci?"- exclamó, pletórico, Luis.

"Sí, cariño. Vamos, ven, sube a mi casa…"- respondió Niña Lucía por el móvil.

"¿Cómo? ¿Dónde vives?..."

"Sal por la misma puerta que has entrado, tranquilo, cariño, te veo, pero tú no puedes verme a mí, no te esfuerces."

Luis, sorprendido por el jueguecito de Lucía, se levantó y siguió las indicaciones de la muchacha.

"Pasa a la acera de enfrente y síguela por tu derecha. Bien, ahora gira a tu izquierda"- seguía ordenando Niña Lucía. Cuando Luis se perdió por la esquina, la muchacha tuvo que imaginarse su andar.- "Ves al primer patio. Empuja la puerta, tranquilo, te abriré desde aquí. Entra en el ascensor y sube hasta el cuarto piso. Luego baja las escaleras hasta el tercero y entra en la casa que hay abierta."

"¿Cómo? ¿Por qué tengo que subir cuatro pisos para bajar uno a pie?"- se extrañó el joven, empujando la puerta del primer patio que, efectivamente, estaba abierta.

"Tú hazlo. Y ten en cuenta que te estoy vigilando, sabré si lo haces o si no. Si lo haces, tendrás mi puerta abierta. Si no, te la encontrarás cerrada y por mucho que llames, no abriré. Es más, si te pones pesado llamaré a la policía…"- gruñó la muchacha, fingiendo un gemido para que Luis creyera que estaba masturbándose. Fue una idea espontánea, imprevista, pero que hizo que Lucía se felicitara mentalmente por tan buena idea.

"Vale, vale…"- contestó Luis. Mientras, Niña Lucía fue a abrir la puerta de su casa, y agudizó el oído para poder escuchar, aún a tres pisos de distancia, como Luis corría por el patio para llegar al ascensor.

La chiquilla se asomó al rellano y observó cómo el ascensor subía y pasaba del tercero para abrirse la puerta en el cuarto. Niña Lucía colgó el móvil y sonrió; le estaba resultando muy fácil.

Oyó las grandes zancadas de Luis comenzar a bajar las escaleras. Se detuvieron un par de segundos y luego, más decididas aún, siguieron bajando al tercero.

Sudando casi, Luis entró en la casa que tenía la puerta abierta, paseó la vista por el pasillo que se extendía a su izquierda (el que daba al parecer a todas las habitaciones) y el salón que había a su izquierda, por este último se decidió tras ver algo moverse en el sofá, asomando por encima del respaldo. Luis lo reconoció. Casi pudo saborear con la vista la suavidad de la rodilla de Niña Lucía que, acostada en el sofá y sin palabras, lo llamaba.

Luis cerró la puerta y entró al salón.

"¿Hiciste lo que te dije?"- preguntó Lucía sin variar su posición, tumbada cómodamente sobre el sofá.

"Sí."- Luis, lentamente, fue rodeando el sillón, encontrándose con Lucía vestida con una pantaloncito vaquero muy corto y una camiseta de colores claros que reafirmaba el color de su piel y cabello. A Luis le pareció enormemente bella, tumbada en el comedor, recibiendo los rayos de sol por la ventana, tan ajena a todo.

"Demuéstramelo"- respondió Niña Lucía, sin mirar a la cara a Luis, sólo mirando el techo.

"Toma."- sonrió él, extendiéndole en la mano las braguitas que había recogido de la escalera.

"perfecto"- Musitó la joven, levantándose y, sin en ningún momento mirar a su compañero, tras coger la prenda de ropa, dirigirse por el pasillo hacia su habitación, camino que Luis tardó milésimas de segundo en seguir.

"Bueno, Luis… hoy voy a pedirte muchos favores… si te niegas a uno solo, jamás volverás a ver esto"- dijo Lucía, sentada en su cama, desabrochándose su pantaloncito y mostrándole su pubis lampiño y el inicio de su sexo a Luis. El joven tragó saliva. Niña Lucía no llevaba braguitas.

"Está bien. Pide lo que quieras."- sonrió el joven, hipnotizado por lo que acababa de ver (o de no ver).

"La primera es que en menos de media hora tenemos que salir de aquí. Mis padres vienen a las 5 y media y no quiero que me vean contigo. Todavía no les he presentado siquiera a Joan, aunque sí les he hablado de él. Así que no pienso dejar que crean que soy una putilla que está con dos tíos al tiempo."

"Pero es que eso es lo que eres, Lucía. Eres un puta…"- respondió Luis, de pie bajo el marco de la puerta, sin dejar de mirar a la joven, que ni se inmutó con sus palabras.

"Sí, tal vez sí. Excepto hoy. Hoy no voy a estar con dos tíos al tiempo"

"¿A qué te refieres?"

"Verás, Luisito…"- sonrió maquiavélicamente la bella Niña Lucía.- "Tú y yo nos vamos a ir de compras. Vas a comprarme lo que yo te pida sin rechistar. Tranquilo que no pediré mucho. Tal vez con cien euros tienes bastante por hoy. Eso te lo puedes permitir"

"No hay problema".- sonrió Luis, que pensó que Lucía bien valía cien euros.- "Pero te vendes muy barata…"

"No, cariño… no lo has oído todo."- la sonrisa de Lucía se profundizó y Luis creyó ver un primer destello de malicia en sus ojos.- "Verás… no puedo salir de compras con un tío que no es mi novio cuando tanta gente sabe que tengo novio. Eso no sería nada bueno para mi reputación… ¿entiendes?"- sonrió la joven con voz de niña buena.

"No lo entiendo. ¿No quieres que vaya?"

"Por supuesto que quiero que vengas, Luisito… pero con una simple condición. No vendrás como hombre. Nadie me puede reprochar que me vaya de compras con una amiga"

"¿Qué?"

"Cariño… hoy voy a hacer que te sientas mujer. Para que te sientas como nos sentimos nosotras."

"Luci… ¿Qué estás diciendo?"

"Cariño, estoy diciendo que si quieres volver a ver eso que has visto, te vestirás de mujer y me acompañarás como una mujer más. Tu carita de niño nos vendrá de perlas para hacerte pasar por chica."

"¿QUÉ? ¡Me niego!"- dijo Luis, volviéndole la espalda a la joven.

Por primera vez desde que entrara en la habitación, Niña Lucía se levantó y fue hacia Luis. Lo abrazó por la espalda y sus pequeñas manos traviesas se introdujeron bajo su camiseta, primero, y bajo su pantalón, después.

"¿De verdad que vas a negarte?"- murmuró Niña Lucía al oído de Luis, inclinándose para poder llegar, mientras sus manos acariciaban la polla del joven y su lengua se enredaba lascivamente con el lóbulo de su oreja.

En pocos segundos, la polla de Luis estaba completamente erecta, manipulada por los hábiles dedos de la chiquilla de pechos niños.

"¿De verdad?"- repitió Niña Lucía, con voz melosa, y Luis suspiró de placer.

"¿Durante cuánto tiempo?"- enhebró, con mucho esfuerzo, las palabras el joven.

"Hasta que volvamos a casa, cuando mis padres se hayan ido otra vez al trabajo."

La imagen que se formó en la mente de Luis fue nítida. Demasiado nítida. La sangre se le agolpó en la punta de la polla y no pudo decir más que:

"Está bien, lo haré."

II. De compras

"Perfecto. Te queda perfecto. Joder, pensé que tenías más espalda. Te queda muy bien, Luisita"- bromeó Lucía, observando a Luis vestido con las braguitas que había recogido en las escaleras y una camiseta que, sin ajustarse a su cuerpo, sí que era suficientemente rosa y estrecha como para ser fehacientemente femenina.

"Estoy absurdo. Parezco una maricona…"

Luis no se esperaba el guantazo con el que Lucía le cruzó la cara.

"Pero…"

"A partir de ahora vas a cuidar esa boquita, cariño…"- le ordenó Lucía, observando cómo Luis se tocaba la mejilla golpeada en un gesto que a la joven le pareció casi femenino…- "Joooderrr…."- gruñó Lucía antes de lanzarse a besar a Luis. Estaba cachonda. Muy cachonda con su juego. Y, antes de que acabase el día, conseguiría que Luis estuviera igual de cachonda que ella.

Cuando Niña Lucía retomó el control de su cuero, se alejó de su "obra" y observó sus braguitas rosas, casi de niña, tratando de ocultar vanamente la polla de Luis que, aparentemente, entre los besos y el roce suave de la tela, comenzaba a endurecerse empujando sin piedad la tela rosa.

"Bueno, cariño, esto te va a costar un poco más…"- dijo Lucía mostrándole unos de sus vaqueros ajustados y mirando el culo que tendría que vestir.- "¿Sabes que tienes un culito precioso? Casi de tía, te lo prometo."

"Dios… Lucía… ¿Tú quieres que yo salga así a la calle?"- preguntó Luis sin dejar de mirar su reflejo en el largo espejo de su casa.

"No hasta que te pongas los vaqueros y te maquille un poco"

"¿maquillarme?"

"Ay, Luisita, nadie se va a creer lo mujer que eres si no te maquillamos un poco."

"Recuérdame… ¿Por qué coño estoy haciendo esto?"- gruñó Luis. Sinceramente, no sabía el porqué. Parecía que Lucía tenía un halo de control a su alrededor que podía hacer de él lo que quisiera.

"Por esto, cariño"- le susurró suavemente la chiquilla, cogiéndole la mano a Luis y llevándola debajo de sus pantaloncitos. Cuando los dedos de Luis entraron en contacto con la humedad de las braguitas de la muchacha, supo por qué lo hacía. Incluso pensó que si seguía hurgando un par de minutos más, conseguiría también responderse cualquier interrogante que se hubieran hecho los filósofos.

Tras lograr, con esfuerzo, que Luis, la nueva Luisa, se embutiera en los vaqueros, Lucía lo llevó al baño.

"Lo primero… voy a arreglarte esas cejas. Joder, pareces una neanderthal, Luisi."

"No sé si me gusta que me llames así."

"Te jodes, Luisi… te voy a llamar como me salga de los ovarios…"- replicó la muchacha. Luego, acercándose al oído de Luisa, enronqueció la voz y gruñó:- "¿Y sabes por qué?"

"Me lo imagino…"- tragó saliva el joven, observando fijamente los ojos de Lucía en el espejo, que le miraban fijamente…

***

"Joder, Luci, es que no hay quien se lo crea."- Luis trataba de mirar al suelo. Se encontraba ridículo vestido de mujer. El sujetador con relleno que Lucía le había proporcionado, levantaba la camiseta con osadía, y mirando hacia abajo, Luis sólo lograba encontrarse la reafirmación de lo que le estaba pasando.

"Venga, preciosa… no te pongas así… estás muy bonita… ese color de pintalabios te sienta divino."-reía Niña Lucía, tirándole de la mano y llevándole por las calles hasta el centro comercial.

"Oye, Luci… he cambiado de idea… yo…"

"¡Pero qué culitos!"- exclamó un joven al verlas pasar, fijándose en las tremendas posaderas de Niña Lucía y en el respingón culo de la joven Luisa.

"¿Lo ves?"- palmoteó excitada Niña Lucía.- "te dije que tenías un buen culo. Además, te prometo que así de bien maquillada eres absolutamente femenina. Sólo tienes que mejorar un poco esos andares de pollo escocido que te gastas."

Siguiendo las directrices de la chiquilla, Luisa siguió a Niña Lucía hasta el centro comercial cercano.

"¿Y encima me llevas al Nuevo Centro?"- renegó Luisa.- "¿Tú sólo quieres exhibirme o qué?"

"Sí, más o menos…"- sonrió la muchacha.

La pareja entró en una tienda de ropa de moda, y allí Niña Lucía se dedicó a rebuscar entre las piezas más ajustadas y femeninas. Eligió un par de camisetas sin prácticamente escote, un pantalón muy ajustado y se metió en uno de los probadores, mientras Luis quedaba fuera, mirando tímidamente al suelo.

"¡Luisi!"- oyó gritar a Niña Lucía desde dentro.- "Entra, tonta…"

Luis (Luisa) tragó saliva. Su polla respondió al momento y tuvo que esforzarse para que no se notara a través de los vaqueros. Temblando de nerviosismo, Luis pasó al probador con Lucía.

"¿Qué tal me queda?"- sonrió divertida la muchacha, mostrándole la ajustada camiseta que cerraba su cintura con lujuria.

"Muy bien, Luci…. Por dios… vámonos ya…"- pidió Luisa, tratando de no moverse mucho en el estrecho probador para no rozarse más de lo necesario con Niña Lucía, cosa que ella dificultaba mucho, moviéndose libremente al quitarse la camiseta que llevaba puesta, mostrando su torno cuasi plano, con pechos mínimos y pezones apuntados en el camino. Luis vio esos pechos pequeños tan apetecibles que tuvo que contenerse para no lanzarse a ellos. En su lugar, repitió el:- "Vámons ya, Luci… por lo que más quieras".

"Ni lo sueñes…"- gruñó ella, y se lanzó a besarlo con furia. Su lengua, invasiva, se abrió pronto entre los labios de Luis, y aunque el cuerpo de Niña Lucía era más pequeño que el de su "compañera", Luisa sintió cómo era empujada sobre la pared. Los movimientos de Niña Lucía eran burdos, duros y fuertes, y él sólo se dejaba llevar. El torso desnudo de Niña Lucía, casi plano, se apretaba al suyo. Cuando la muchacha comenzó a acariciar suavemente su paquete sobre el pantalón, Luis lo entendió. Habían cambiado papeles. Niña Lucía era el hombre y ella, Luis, Luisa, los dos al tiempo, era la mujer.

Luis se dejó llevar, y la nueva sensación, la de no ser él quien manejara la situación, la de carecer de ese sentimiento de poder, la de estar justo en la situación opuesta, no supo por qué, comenzó a excitarle.

"Vaya, vaya…"- rió Niña Lucía, bajándole la bragueta y retirando un poco los pantalones, de forma que la polla de Luis, que ya había salido por un lateral de las braguitas, pudiera elevarse en el ambiente pequeño y cargado del probador.

"Pero Luci…"

"tschh…"- le calló la muchacha, colocando un dedo con sus labios, mientras la otra mano rodeaba grácilmente la polla que surgía de los femeninos pantalones de Luis.

"Ah…"- gimió Luis, con la mano de Lucía acariciando su polla, sin masturbarla, sólo sobándola con la mano, de arriba abajo… La nueva sensación, esa caricia suave, delicada, le hacía retorcerse de placer. "Así se masturban ellas" pensó Luis, dejando que Niña Lucía siguiera con su caricia lenta y suave.

Espasmos de placer recorrían el cuerpo de Luis. Una vez escuchó que los hombres se masturbaban más y las mujeres mejor, nunca lo había entendido, un orgasmo le parecía igual en cualquier contexto. Pero ahora lo sabía. No era el orgasmo, sino el placer. Las manos de Niña Lucía no buscaban una carrera desesperada al orgasmo, como lo harían las suyas. Lucía rozaba, extasiaba cada centímetro de su polla y los espasmos de placer, tal que si fueran micro-orgasmos, convulsionaban su polla. La masturbación no era sólo orgasmo… ahora lo entendía Luis, y no le costó extrapolar sus conclusiones. El sexo no es sólo orgasmo. Era posible follar y quedar satisfecho sin llegar a correrse. Pero sólo si lo hacía como hacía Niña Lucía las caricias sobre su polla. Lenta, suavemente, deteniéndose en puntos erógenos y sin jamás, jamás, desesperarse en busca del clímax…

Pero Luis no estaba acostumbrado a eso. No sabía aguantar, no soportaba la espera… su polla latía y él no quería sufrir, quería acabar ya, era un suplicio tener que aguantar las caricias de Niña Lucía sin que la muchacha quisiera hacerlo acabar.

"Por favor, Luci… por favor… déjame correrme…"- Niña Lucía sonrió satisfecha, muy satisfecha, aunque Luis no pudiera ver su cara. Lucía estaba jugueteando con su lengua en la oreja de Luis, mientras su mano jugueteaba sobre su polla.

Casi compasivamente, Niña Lucía rodeó la verga de Luis con su mano y comenzó a masturbarlo. En poquísimos segundos, la polla del chaval comenzó a expulsar borbotones de semen que cayeron sobre el vientre, los pantalones y la mano de Lucía.

"delicioso"- murmuró la muchacha, lamiendo de su mano los restos de la materia de Luis.- "Ahora sal ahí y paga esto"- dijo, entregándole con la otra mano la ropa que había depositado en un rincón.

Todavía con el corazón latiéndole encabritado y la respiración descompuesta, Luis asintió, guardó su polla, aún húmeda de sudor y semen bajo sus braguitas, que se humedecieron, cerró con esfuerzo los vaqueros y salió del probador con la camiseta y el pantalón que Lucía le mostraba.

"¡Luisa!"- gritó Niña Lucía cuando Luis salió del cubículo.

"¿Qué?"

"No pagues con tarjeta, cariño…"- sonrió, y Luis tardó un poco en caer en la cuenta del porqué. Niña Lucía tenía razón. No debía mostrar su DNI a nombre de Luis. Ahora era Luisa. Asintiendo, Luis se dirigió a caja con las dos prendas.

Cuando Luis regresó al probador y se encontró a Niña Lucía completamente desnuda a excepción de sus zapatillas, no le importó haber acabado de correrse. La polla le dio un brinco al volver a ver ese sexo casi infantil, sin pelo ninguno.

"Vaya… ¡Cómo te ha cambiado la carita, Luisi!"- rió Lucía, al ver la cara que se le había quedado a Luis al entrar nuevamente en el estrecho probador.- Trae que me vista… me has enguarrado los pantalones…- dijo, señalando sus pequeños pantaloncitos vaqueros, que reposaban en el rincón, manchados de semen sobre el muslo izquierdo.

Tras vestirse y salir de la tienda, Luisa con una dolorosa erección apretada entre sus piernas, caminaron hacia la "última parada antes de volver a casa", según dijo Niña Lucía.

A Luis casi se le para el corazón cuando vio que se detenían frente a un sex-shop…

"¡Luci!"- se horrorizó Luisa.

"Te dije que hoy iba a hacerte sentir una mujer completa, Luisa…"- respondió Lucía, y entró en el local, sin que Luis se atreviera a seguirla.

"Hola, Pequeña Lucía."- saludó la dependienta, con una sonrisa.- "¿te vino bien la vaselina? ¿La disfrutaste?"

"Muchísimo, Linda. Más de lo que creí posible. Por cierto… ¿me has preparado lo que te pedí por teléfono?"

"Aquí lo tienes, princesita."- sonrió la mujer.

"Muchas gracias, ¿Cuánto te debo?"

"A ésta te invita la casa…"

"No, mujer… no digas eso… ¿Cuánto cuesta?"

"Nada. Cero. Yo te lo pago."

"Ok. Pero esto no va a quedar así. Ya volveré…"- terminó Niña Lucía con una sonrisa y un guiño pícaro, aunque luego, cuando tragó saliva y los latidos se le aceleraron, añadió:- "y si quieres, cuando venga me enseñas cómo funciona."

Los ojos de la dependienta se contagiaron de un brillo especial. Musitó un "si te atreves…" y guiñó un ojo a Niña Lucía, que salió alegremente de la tienda.

"Vamos para casa, Luisa… ya sólo te queda la última lección…"

III. Voy a hacer que te sientas mujer. PX

Niña Lucía y Luisa subieron las escaleras a la carrera.

"¡Vamos, Luisi! ¡Corre, que hoy no llevas tacones!"

"¿Pero me vas a decir qué llevas en esa bolsa o no?"

"Ya lo sabrás cuando llegue el momento."

Lucía y Luis entraron rápidamente en casa de la primera y cerraron rápidamente. Niña Lucía empujó a Luisa a la pared y allí mismo comenzó a besarla con ansia brutal.

"Espera."- logró murmurar la muchacha, cuando pudo separarse de Luis.- "Vamos a ducharnos…"

Luisa asintió. Ducharse con Niña Lucía le parecía, en ese momento, el cielo más alto que se pudiera tocar. Entraron en el baño y procedieron a desnudarse lentamente. Niña Lucía se recreó al bajarle los pantalones a Luis, descubriendo allí debajo, su polla morcillona, malamente protegida por la leve tela rosa de las braguitas.

Con casi devoción, arrodillada ante él, Niña Lucía bajó las braguitas, húmedas de los restos de semen tras la escena del probador, y la polla de Luisa, de Luis, brincó dos veces antes de ser devorada por la muchacha.

Luis suspiró, al sentir su polla internándose en la cálida angostura de la boca de Niña Lucía. No tardó su verga en recobrar su dureza más absoluta, mecida en la sabia lengua de la muchacha, que seguía vestida con sus pantalones, única y exclusivamente, eso sí.

Mientras pegaba largos lametazos a la verga de Luis, Niña Lucía se desabrochó los vaqueros e introdujo la mano bajo ellos, alcanzando su sexo que, a esas alturas, destilaba flujo sin pausa.

Se acarició y quiso olvidarse de lo demás. Lamía y frotaba a la misma velocidad, tan rápido como podía, y allí de rodillas en el suelo, ante Luis, que no se llamaba Luis, sino Luisa, buscó desesperadamente un orgasmo que no tardó en llegarle de forma poderosa, mientras uno de sus dedos la penetraba con fuerza, tanta fuerza que en su vientrecillo plano llegaban a marcarse, de vez en cuando, los leves músculos de sus abdominales. Abandonando momentáneamente la polla de Luis, Niña Lucía tuvo que apoyarse en el suelo con la mano que le quedaba libre mientras la otra introducía una y otra vez su dedo corazón en el coño. Su grito sonó a alivio y a desesperación, y cuando dejó de sentir las corrientes eléctricas del clímax, con el cansancio aún en su rostro, se quitó los pantalones, que ya mostraban una descarada mancha de humedad en la entrepierna, y llevó a Luis a la ducha. Cerró la puerta de plástico traslúcido y encendió el agua de la ducha.

El frío inicial del líquido elemento no logró bajar la rigidez de la polla de Luis, empero. Tampoco es que Lucía, acariciándola sabiamente, eternizando el contacto, lo hubiera permitido.

Cuando el chorro fue calentándose progresivamente, Niña Lucía desenroscó la alcarchofa de la ducha y dirigió el único torrente que salía ahora de la manguera al pecho imberbe de Luis. Mientras los regueros de agua le recorrían el vientre, la lengua de Lucía le recorrió el falo.

"Date la vuelta…"- gruñó, muy excitada, Niña Lucía.

"¿Pero qué…?"

"Hazlo"- y el tono de la muchacha no dejaba opción a réplica. Mientras con una mano rodeaba la cintura de Luis y continuaba acariciándole la polla, la otra mano, armada hábilmente con la manguera de la ducha, se coló en la quebrada de las nalgas del chico.

"Luci… ¿Qué vas a hacer?"

"Te dije que hoy iba a hacerte sentir mujer… esta limpieza es primordial"- respondió ella, mientras mojaba abundantemente el ano de Luis mientras lo acariciaba con la yema de su dedo índice…

"¡Ah!"- se quejó el chaval, cuando sintió el agua colarse en su cuerpo.- "¿Qué haces?"

"Aguanta"- respondió Niña Lucía, adornando sus palabras con suaves caricias a la polla de Luis, que parecía latir cada vez más enorme.

"¡Sácalo ya!"- pidió Luis, cuando sintió su vientre rogar, a pinchazos, que dejaran de llenarlo.

"Sal fuera y échalo…"- ordenó Lucía, y Luis, de cuyo ano escapaba un fino reguero de agua, no lo dudó y obedeció al instante, saltando prácticamente de la ducha y sentándose sobre el inodoro.

Ya "vacío", cuando regresó a la ducha, y Niña Lucía se encargó de volver a ponerlo en la misma posición que antes, de espaldas a ella, cara a la pared, con su polla en la mano izquierda de la muchacha, Luis simplemente se dejó llevar, como ya había aprendido a hacer ese día.

Lo que no se esperaba era que, por absoluta sorpresa, y tras varios segundos de intensa limpieza, Lucía introdujera su boca entre los cachetes de Luis.

"¡Lucía! ¿Qué haces?"- exclamó, cuando sintió la lengua de la Niña lamer aquél agujero prohibido de su cuerpo.

"Te voy a hacer sentir mujer…"- fue la única respuesta de la muchacha, antes de reanudar su tratamiento sobre el ano de Luis.

La lengua de Niña Lucía parecía saber dónde y qué tocar. Empezó con suaves círculos sobre el cada vez más palpitante ano de Luis, y terminó añadiendo a los círculos la superficial penetración de su lengua.

Luis colocó sus manos sobre la pared. La cabeza se le iba. ¿Quién iba a pensar que aquello que le hacía Niña Lucía pudiera ser causa de tanto placer? El joven se dio cuenta de una cosa. Las manos de Lucía se aferraban a sus caderas, habiendo olvidado su polla, pero ésta se mantenía erguida y orgullosa, profundamente erotizada.

Los gemidos escapaban de la boca del chico. Su ano poco a poco iba abriéndose, pidiendo más y más de esa caricia húmeda y sapiente que Niña Lucía sabía darle. La yema de uno de los dedos de la muchacha se detuvo a la entrada. Presionó levemente y se retiró, dejando de nuevo el campo libre a la lengua. Nuevamente, tras varias caricias más, la lengua se retiró y el dedo repitió su movimiento, entrando esta vez unos pocos milímetros más. Un gemido se escapó de la boca de Luis, que se encontraba mareado de placer, tanto que no le importó que su lengua saliera de entre sus labios para lamer el húmedo alicatado de la ducha, dejando en los azulejos, al posar los labios sobre ellos, la marca del carmín que le había puesto Lucía, eternizando sobre la pared un placenterísimo grito de placer con pintalabios corrido. No le importaba, se sentía sucio. No. No era eso. No se sentía sucio. Se sentía sucia.

Entonces, del mareo, de la excitación del hombre, surgió una palabra, una palabra que hicieron sonar sus labios, casi con un quiebro de voz femenino, y que Luis jamás pensó que diría nunca.

"Fóllame"

"¿Cómo has dicho?"- preguntó Niña Lucía con retintín, obligando a Luis a repetirlo.

"Fóllame, Lucía. Por lo que más quieras, fóllame de una vez…"

Lucía obedeció. Su mano izquierda agarró nuevamente la polla de Luis y el dedo corazón de su mano derecha se hundió entre las prietas nalgas del joven. Con velocidad creciente, Niña Lucía comenzó a masturbar a Luis, al tiempo que su dedo comenzaba una penetración rápida y sin dificultad ninguna en el ano del joven. Tanto, que a Niña Lucía no le costó introducir un segundo dedo en el culo de Luis, para engrosar la penetración engrosando, así también, el placer.

La velocidad de sus dos manos estaba siempre sincronizada. Cuando su mano se colocaba por encima del glande de Luis, sus dedos llegaban al máximo nivel de penetración. Cuando su mano llegaba a la base del pene del muchacho, sólo la yema del dedo corazón quedaba en el interior del joven.

"Dios… joder… dios…"- gemía, retorcido de placer, Luis, mientras su ano era barrenado por los dedos de Lucía.

Finalmente, como no podía ser de otra forma, Luis se corrió abundantemente, embarrando sin piedad la mano de Lucía con su abundante y oloroso semen.

"¡DIOS!"- gritó él, y las piernas le fallaron, cayendo al suelo de la ducha, presa de espasmos de placer.

"Bien, bien, Luisita… veo que te gusta que te follen el culo…"- murmuró Lucía levantándose del suelo donde estaba antes arrodillada dándole placer a Luis.- "En eso te puedo ayudar yo…"

Mojada, desnuda y húmeda (valga la redundancia), Niña Lucía salió de la ducha y agarró la bolsa del sex-shop. Extrajo de ella una cajita revestida con tela morada y de ésta, lo que sacó fue un arnés. Una enorme polla de goma dura decoraba la parte exterior y otra, más pequeñita y curva, la parte interior del arnés, que sin ellas bien parecería un simple tanga negro.

"Dios, Lucía… ¿No pretenderás…?"- exclamó Luis cuando la vio llegar con aquello.

"¿No te ha gustado lo de la ducha?"

"Sí… pero esto me parece exc…"

"Calla y lo disfrutarás. Vamos al cuarto de mis padres."-indicó Niña Lucía, colocándose el arnés y apagando un ronco gemido cuando la más pequeña de las dos pollas entró en su sexo. Tras ajustarlo a su hermosa cintura, Niña Lucía acompañó a Luis, que no dejaba de observar la enhiesta y aparentemente dura polla de goma con la que la muchacha se había armado.

"Ponte sobre la cama"- masculló, convencida, Lucía.

"Oye, Luci… no estoy seguro de… por favor…"

"Ey, ey, ey…"- se acercó a Luis Niña Lucía.- "Tranquila, cariño, prometo que no te voy a hacer daño…"- continuó, acariciándole tiernamente la mejilla, con una voz cuasi andrógina.

De todas formas, Luis aceptó. Sabía que, si alguien se enterara de eso, no iba a poder salir de casa en mucho, mucho tiempo. Él. Luis, el imponente Luis, el galán, el seductor, el Casanova, convertido en una mujer a la que Niña Lucía, la frágil Lucía, iba a sodomizar en breves instantes… Era de locos. Aún así, Luis se subió al colchón y se colocó a cuatro patas.

"Ten cuidado…"- rogó, tembloroso, Luis.

"Siempre lo tengo…"- respondió Niña Lucía, untándose su falso miembro de vaselina, para después repetir la operación con el sonrosado ano de Luis, que latió, agradecido, cuando los dedos calientes de Lucía se posaron sobre él y lo acariciaron, extendiendo el gel, que se había contagiado del calor de la mano de la muchacha.

"¿Preparada?"- avisó Niña Lucía, arrodillándose tras Luis y apuntando su polla de goma al ano del joven.

"Sí."- respondió, sin seguridad, Luis. Pero, lenta e imparablemente, la verga plástica de Lucía fue hundiéndose en su cuerpo, abriéndose paso con lentitud.- "¡Dios! ¡Me está llenando!"- gruñó Luis.

"tranqui, preciosa… aún queda la mitad"- anunció Niña Lucía, añadiéndole un lento vaivén a la penetración, de forma que a cada leve arremetida el falo de goma se introdujera un poco más en el cuerpo de Luis y logrando, al tiempo, que el pequeño champiñón que hurgaba las entrañas de Niña Lucía, entras también en movimiento.- "Hostias"- gimió, sorprendida, la chica cuando el postizo se paseó por su punto G.

"Despacio, Lucía, Despacio…"- pedía Luis, aunque Niña Lucía no podía ir más despacio. Finalmente, sus caderas golpearon con las de Luis. "¡Por dios! ¿Pero por qué estoy haciendo esto?", pensaba el joven, mientras la polla de goma de Lucía iniciaba el retroceso. Peor cuando la femenina mano de la muchacha se colocó sobre su polla que, olvidada de él y de todos, había empezado a decaer, lo supo. Lo hacía porque quería, porque le gustaba, porque, de la mano de Niña Lucía, había descubierto un nuevo placer prohibido que, por prohibido, era más placentero aún.

Lentamente, mientras la mano de Niña Lucía continuaba con su trabajo de mantener enhiesta la polla de Luis, sus caderas comenzaron a ganar velocidad. El ano del joven se había amoldado a la polla de plástico, y ésta comenzó a acelerarse, agravando las sensaciones de ambos.

Incluso, Niña Lucía se atrevió a sacar su postizo del culo de Luis, sólo para contemplar cómo palpitaba, boqueando como un pez sacado del agua. Repitió el movimiento varias veces, sólo para disfrutar cómo el cuerpo de Luis clamaba por más, tratando de buscar con las propias caderas que la polla se hundiera nuevamente en su interior.

En la última de las arremetidas, Luis notó que Lucía tardó más, como si quisiera gozar más tiempo de su cuerpo derrotado. No podía verlo. Había hundido su cara en la almohada para apagar allí sus gemidos, esos gemidos tan poco masculinos que emitía cada vez que le penetraban.

Cuando el falo volvió a abrirse paso en su ano, Luis lo sintió cambiado. Más caliente, más real. Algo le habría hecho Niña Lucía a su polla postiza para que ahora tuviera esa textura.

"¿Te gusta, Luisita?"- le gimió al oído, echándose sobre él, la muchacha de torso plano y culo poderoso.

Luis tardó unos segundos en responder. Ahora el falo parecía más corto, más grueso, más cálido, más real. Sí, sí le gustaba. Así se sentía más… femenino.

"Sí."- gimió, mientras el bombeo se reanudaba.

"Perfecto…"- susurró, con voz suave, la muchacha, y luego añadió:- "Chúpame la polla"

Acto seguido, Niña Lucía, con el arnés aún colocado, se puso delante del chaval. La polla de plástico le golpeó en la mejilla. Algo iba mal. Si Niña Lucía estaba frente a él… ¿Quién lo sodomizaba? Intentó girarse, pero Lucía no le dejó, le agarró de la cara y hundió su polla de goma, con su agrio aroma, en la boca del joven.

Con la boca llena de polla Luis no podía quejarse. Pero una mano le agarró la polla y comenzó a masturbarlo y la queja se fue diluyendo en una espiral de placer. ¿Qué le importaba quién le follaba? Le follaban, y eso le gustaba, y todo lo demás carecía de importancia.

La polla que se internaba entre sus nalgas ganaba fuerza a cada envite. Cada vez la sentía más dentro, violenta y viril, feminizándolo cada vez más. Porque le gustaba aquél sensual movimiento en su interior y ahora comprendía a las mujeres que le pedían más y más cuando él se las follaba. Pero ahora él era el follado. Y otra polla le avasallaba la boca, y el deseo de lamerla, de chuparla, de honrarla como se merecía, le surgió desde lo más hondo de su mente. Así lo hizo. Se olvidó de que quería saber quién lo follaba y se dedicó sólo a esa polla en su boca, mientras era masturbado y sodomizado por un completo desconocido.

Aunque Niña Lucía no podía sentir los intensos lametazos de Luis a su polla de plástico, los disfrutaba. Disfrutaba viéndolo tan desesperado. Sonrió, guiñó un ojo a quien le ayudaba a follarse a Luis y, sin que éste se diera cuenta, cogió su móvil de la mesita. Clic. Fotografía. Luis chupando una hermosa y gran polla de plástico. Clic, fotografía. El cuerpo moreno de Luis, recibiendo desde atrás la embestida de un hombre a quien, Niña Lucía se aseguró de ello, no se le viera la cara.

Luis no se enteraba ya de nada. Lo masturbaban con fuerza y sapiencia y el mundo dejó de importar. Mientras seguían follándolo, se corrió. Se corrió como nunca pensó que lo haría por tercera vez en el mismo día. Cuarta, si consideramos que, nada más levantarse, teniendo en mente su cita con Lucía, se había hecho una paja a salud de la Niña. Su semen cayó sobre las sábanas de la cama de los padres de Niña lucía y él gimió, con la polla de plástico en la boca, hasta que el orgasmo hubo pasado.

"Vaya, vaya, Luisita… ¿Ya te has corrido?"- se mofó Niña Lucía.- "Pues ahora vas a tener que esperarte que lo hagamos nosotros…"

Y, diciendo esto, sacó su polla de plástico, reluciente de saliva y del escaso carmín que quedaba en los labios de Luis, de la boca del muchacho, y regresó a sus espaldas mientras Luis, exhausto tras la follada, seguía sin preocuparse de quién le había llevado al orgasmo.

La polla que penetraba a Luis se salió y fue sustituida por la de Niña Lucía que, arrodillada tras él, tuvo que inclinarse un poco para permitir al tercero en discordia que dispusiera de ella.

Con una sonrisa, Joan, su novio Joan, el que había recibido un mensaje de Lucía explicándolo todo y pidiendo perdón y un gran favor que acababa de realizar, retiró a un lado el hilo del arnés de plástico de Lucía y buscó, con su propia polla, el ano de la muchacha.

Lenta, muy lentamente, la verga de Joan fue hundiéndose en el ano de Lucía, que gimió de goce completo, con sus dos agujeros ocupados. Uno, su coño, por una pequeña polla de plástico que parecía amoldada a su punto G, y el otro, su ano, penetrado por la verga de su novio.

Niña Lucía casi sollozaba de placer. Antes de que Joan hubiera hundido su polla por completo en el estrecho agujero de Lucía, fue ella misma la que se encargó de echarse hacia atrás, penetrándose con la verga de Joan y extrayendo varios centímetros de su falo de goma del culo de Luis, que, por primera vez, miró hacia atrás para encontrarse a Joan asomando detrás de Lucía.

"¿Joan?"- preguntó, antes de ser apagada su voz por un gemido. Lucía había vuelto a penetrarlo.

"Quietos los dos. No os mováis ni un pelo."- ordenó, en un gruñido excitado, la chiquilla.

Niña Lucía comenzó a moverse. Atrás, para empalarse con la polla de Joan. Adelante, para penetrar a Luis. Emparedada entre dos hombres, entre dos pollas. Y ella era, prácticamente, también un hombre, con su polla enhiesta y dura penetrando, una y otra y otra vez…

"¡Nnnngggggggiiiiaaaaaahhhh!"- exclamó Niña Lucía, corriéndose escandalosamente, convulsionándose entre los dos hombres que le causaban placer, dejando que su propio flujo corriera desde su coño, resbalara en pequeños riachuelos de pocas gotas del arnés y acabara cayendo en la sábana, allí donde, pocos centímetros más adelante, Luis se había corrido.

Sintiendo los movimientos de Niña Lucía, Joan no necesitó más. Había llegado un punto que su propio cuerpo respondía con un orgasmo al orgasmo de su chica. Sin poder evitarlo, gruñó y se corrió dentro de Niña Lucía, que aún disfrutaba de los vestigios de su propio orgasmo.

"f-fabuloso…"- le tembló la voz a Niña Lucía, tratando, con los ojos cerrados, de mantener el placer en su cuerpo, sin que este se diluyera.

"¡Joan! ¡Lucía! ¿Pero qué…?"- Luis se desencajó de la polla falsa de Niña Lucía, y se giró para ver a la pareja que acababa de follarlo.

"Verás cariño… ya te dije que yo estaba saliendo con Joan. Y verás… con él tengo hombres suficientes. Me gustas más como mujer aunque, no te lo vayas a creer mucho. Prefiero mil veces antes a Ángela."

"¿Qué? Me has utilizado, Lucía, de esta te acuerdas…"- gruñó Luis, cuya vista iba, inconscientemente, al siempre erecto falo de goma de la chica.

"No creo que te beneficie hacerme nada, Luisita…"- sonrió la joven.- "Joan, cariño, enséñale lo fotogénico que es."

Sonriendo, y mirando con algo de resentimiento a Luis, Joan le mostró la pantalla de su móvil. En ella, se veía, claramente, a Luis mamando la polla de plástico de Lucía mientras, de fondo, al final de su espalda, se veía otra polla introducirse en sus carnes. Lucía había hecho las fotos de tal forma que sólo a Luis se le veía la cara.

"Verás, Luisita… trata de joderme una vez… ¡UNA SOLA VEZ!"- amenazó Niña Lucía.- "Y todo el instituto podrá ver lo buena que es follando la maricona de Luisa."

"Eres una puta, Lucía… ¡Una puta!"- gritó el joven, mientras se levantaba y recogía su ropa, que estaba tirada en el pasillo, en la puerta del cuarto de Niña Lucía.

"Gracias Luisa. Una hace lo que puede."- rió ella, sacando el ya fláccido falo de Joan de su culo. Cuando Luis se marchó de la casa, vestido y airado, Niña Lucía se quitó el arnés con suavidad, pegando un respingo placentero al dejar que la pequeña polla interior brotara de su sexo, completamente empapada, y se dejó caer sobre la cama, tras retirar la sábana ensuciada a un lado.

"Bueno Joan… ¿Me perdonas?"- musitó Lucía con voz de trapo, abriendo las piernas y exponiendo a la vista de su chico su coñito depilado, hambriento de carne.

Joan sólo sonrió y tomó posición entre las piernas de Niña Lucía, besándola con pasión.

 

 

Niña Lucía (Kinbaku) http://www.todorelatos.com/relato/54091/

Categoría: Fetichismo

Niña Lucía trataba de calmar su respiración. Se tumbó en la cama, abrazada al cuerpo desnudo de Joan, y trató de recuperarse del orgasmo que acababa de gozar mientras follaba con su chico.

"Dios, Joan… Cada día follas mejor. ¿Cómo lo haces?"- suspiró la muchacha, entrelazando sus dedos tras la nuca de su novio.

"No lo sé. Pienso que es cosa tuya."- respondió él, dándole un tierno piquito en los labios a Niña Lucía.

"Oye, Joan…"

"Dime."

"¿Cuál es tu fantasía más deseada? ¿Qué es lo más raro, brutal o sexual que te excita?"

"¿Cómo?"

"Sí, ¿Qué es en lo que más te excita pensar?"

"Tú."- respondió, sonriente.

"Venga, Joan, lo digo en serio…"

"Yo también."- musitó el joven, colocándose de nuevo sobre la muchacha, sin más ánimo lúdico que el de un simple juego, pues, recién acabado de correrse, no se veía capaz de encadenar una nueva erección suficiente en tan poco tiempo.

"Dímelo…"- ordenó la chiquilla, colocando sus manos sobre el pecho de Joan, impidiendo que se acercara más a ella.

"No te lo pienso decir."- respondió él con una sonrisa arrogante, apartándole, con una sola mano, las dos de Niña Lucía y aprisionándolas por encima de su cabeza.

Niña Lucía lo sintió. Rodeaba sus muñecas de tal forma que ella no pudiera mover las manos de ninguna forma. "Te tengo", pensó la quinceañera, mientras sentía la polla de Joan crecer sobre ella.

I. Linda, ¿Qué sabes del "Kinbaku"?

Habían pasado varios días. La idea aún ronroneaba en la mente de Niña Lucía. Volviendo del instituto, pasó por delante del sex-shop donde trabajaba su ya amiga linda. Se aseguró de que nadie se fijaba en ella y entró.

Niña Lucía tuvo que entretenerse mirando descuidadamente las estanterías mientras Linda despachaba a un cliente ataviado con un oscuro y grueso abrigo en el que se ocultaba. Cuando se hubo marchado, Niña Lucía se acercó a la dependienta.

"¡Pequeña Lucía! ¡Qué alegría verte aquí!"- Linda, la encargada, aún recordaba la última visita de Niña Lucía y su misteriosa despedida.

"Hola, Linda… sé que aún te debo una prueba…"- sonrió con malicia la quinceañera.- Pero quiero preguntarte una cosa… ¿Qué sabes del Kinbaku?

"¿Kinbaku? Joder, pequeña, te va lo fuerte…"

"Noto que a mi chico le gustaría verme atada, y he visto en internet que es una variante del bondage muy… mmm… placentera."- explicó Niña Lucía, recalcando la última palabra.

"Lo es, Pequeña Lucía. Es mucho más que eso. Es un Arte que consiste en aplicar presión con nudos y cuerdas en puntos estratégicos del cuerpo, dedicado a llevar hasta el paroxismo el placer sexual. Los japoneses son unos maestros para inventar cosas de estas. Pero no creo que él deba intentar atarte siguiendo el arte del Kinbaku si no tiene experiencia. Podría hacerte daño, o quemarte con las cuerdas…"

"¿Entonces?"- Niña Lucía tragó saliva y apartó la mirada al suelo. El tono de su palabra mostraba un proceso de excitación que iba agudizándose cada vez que en su imagen se formaban imágenes cada vez más nítidas.

"Lo primero… ¿Crees que te gustaría estar atada?"

La simple visión mental arrancó un escalofrío de placer a Niña Lucía.

"Sí. Creo que sí."

"Perfecto… podría darte unas clases…"

Niña Lucía sintió como si se le parara el corazón. Observó a los ojos a Linda. Sus preciosos ojos azules no eran afeados por su extraña "performance". El pelo semi-rapado, los piercings sobre ceja, oreja y labios, y el tatuaje que subía de su cuello a su mejilla, le daban una belleza rara, única, extraña, pero muy vistosa. ¿Cómo querría enseñárselo?

"Vente al reservado y te enseño las cuerdas"

"Voy"- Niña Lucía ni siquiera esperó a que acabara la frase. La estaba deseando.

Entraron a un pequeño cuarto cerrado con llave. Una cámara descansaba sobre un trípode, enfocando a una cama dulcemente decorada. La luz era rosada y en el ambiente flotaba un intenso aroma a fresas y rosas mezclados con un tercer olor. Un embriagador olor. El olor del sexo atenuado por la limpieza.

"Pasa, ahora vengo con las cuerdas"

Niña Lucía obedeció. Se sentó en la cama y se encontró la cámara mirándola fijamente. El piloto rojo estaba apagado, por lo que supo que el aparato estaría igualmente desconectado. Aún así, verse ante el objetivo, ante un ojo desconocido, que bien pudiera ser cualquiera, a punto de descubrir un misterio más en el placentero camino del sexo… dios, cómo la estaba excitando.

La joven afinó el oído buscando escuchar a Linda. No se le oía. Sin embargo, Niña Lucía no pudo esperar. Desabrochó el botón superior de la faldita de su uniforme y coló su mano bajo sus braguitas. Tuvo que apagar un grito en el puño contrario cuando rozó su clítoris inflamado.

Allí, tumbada en la cama, ante el ojo muerto de las cámaras, esperando que vinieran a atarla, imaginándose que la cámara no estaba apagada, sino que retransmitía su imagen a miles de hogares donde hombres y mujeres desconocidos se masturbaban observándola, Niña Lucía comenzó a pajearse.

"Por dios, Pequeña… si empezamos así vas a conseguir que me ponga demasiado cachonda para enseñarte cualquier cosa…"

Por sorpresa, sin hacer ni un solo ruido, Linda había aparecido por la puerta, llevando dos largas cuerdas en sus manos.

"p-perdón…"- se incorporó automáticamente Niña Lucía, sacando la mano de sus braguitas y tapándose la cara, muerta de vergüenza.

"Tranquila, pequeña Lucía…"- susurró Linda, acercándose a ella y agarrando con suavidad la mano con la que la quinceañera se estaba masturbando.

Entonces, con toda la delicadeza del mundo, Linda extendió los dedos de Niña Lucía y los lamió con devoción, degustando el poco flujo que había dado tiempo a impregnarlos.

Suspiró Niña Lucía, excitada, sonrió Linda, y ordenó:

"Desnúdate, que te voy a atar."

II. Orgasmos de cuerda de nylon. PX

Niña Lucía llegó a casa con rapidez. Ni se preocupó en comprobar si estaba sola. Entró como un vendaval en su habitación, cerró la puerta, se tiró en la cama, se levantó la falda y comenzó a masturbarse furiosamente, puesto que las braguitas las había dejado en el sex-shop. "un regalo" pensó ella.

¿Cómo era posible? ¿Cómo era capaz de excitarse tanto siendo atada, inmovilizada, humillada? Retronaban en su cabeza las palabras de Linda, mientras la ataba.

-Las perlas. La atadura de los senos.- le había murmurado al oído mientras ataba sobre sus diminutos pechos, casi planos, la cuerda de nylon que habían elegido ("Las de arroz y cáñamo son más clásicas, pero las nuevas tecnologías llegan hasta aquí" había dicho Linda mientras hacía el nudo central). La cuerda se ataba a la carne con firmeza y calor, apretando sus pechos, que se apuntaban levemente a causa de la presión.

Niña Lucía se deshizo desesperadamente de la falda, quedando desnuda de cintura para abajo. Dos de sus dedos se hundieron con violencia en su coño. En la otra mano, un tercero se colaba en su culo. Estaba enloquecida de cachondez…

-Karada. La atadura del cuerpo.- Linda había ido entrelazando sobre su cuello, nuca y espalda los dos extremos de la larguísima cuerda de nylon, y cada nudo parecía arder de lujuria sobre la piel sensible de la jovencita.

Niña Lucía se masturbaba con frenesí. Buscaba el orgasmo, el clímax que Linda se había negado a darle. "Un maestro no se folla a su discípula. El placer consiste en la misma atadura, en que sea estética y sobre todo… placentera". Cuando escuchó el tono de esa última palabra, de no haber tenido las manos atadas a la espalda, Niña Lucía se habría masturbado unos mínimos segundos para acabar explotando en un orgasmo total. Pero no podía. Linda había atado sus manos a la espalda, confundiendo su ligadura con los nudos que bajaban por su trasera, hasta el culo, donde la mujer se había detenido para susurrarle al oído con vicio:

-Las cerezas. La atadura de los genitales.- Al sentir la cuerda de Nylon abriéndose paso entre sus labios mayores, rozándose con el clítoris, Niña Lucía se había sentido a punto de estallar, de correrse. Pero no pudo. Intentó concentrarse en ese punto en que el Nylon se rozaba con su sexo para dejarse ir, pero no fue suficiente. De pronto, también se encontró los pies atados alzados al cielo mientras ella, boca abajo, intentaba frotarse con la cama para acabar de correrse. Pero la superficie suave de las sábanas sólo le permitía calentarse más y más hasta que Linda la ató a una argolla del techo y la levantó en vilo, evitando que todo lo que no fuera nylon, aire, o sus propios flujos y sudores, rozaran su piel.

-El pájaro. Suspensión.

Niña Lucía se sentía volar. Volar por las cuerdas y volar de calentura. La cabeza se le empezaba a ir. "Un roce, algo corto, ligero, sólo eso, sólo necesito eso.", pensaba Niña Lucía.

-Oh, alguien entra en la tienda, espérame aquí.- musitó divertida Linda saliendo del reservado cuarto.

Niña Lucía no pudo articular el "No". Su excitación le había impedido saber cuándo colocó Linda ese bocado, que la amordazaba, en la boca.

Los segundos se convertían en horas allí colgada y cachonda. Cada instante era un suplicio gozoso para Niña Lucía, que, desnuda, atada, suspendida en una habitación desconocida, y observada por el ojo negro de la cámara que sí, que estaba apagada, pero a lo mejor el piloto estaba estropeado y la cámara seguía filmando y tal vez no, se moría de placer.

-¿Alguien ha podido morir de placer?- recordaba Niña Lucía, mientras se masturbaba, que había llegado a pensar estando colgada… "colgada"… la imagen de su cuerpo colgado y grabado por esa cámara apagada se marcó a fuego en su mente.

"Ah… hah… ¡Nyiaaaaaaaaahhhhhhhhh!"- Niña Lucía arqueó su cuerpo y gritó su orgasmo. Alguien en la finca, seguramente, la habría oído. No importaba. Ella se estaba corriendo. Un orgasmo, largo, lento y maravilloso, que descargó toda la tensión sexual que se había acumulado en su cuerpo mientras estaba suspendida, mientras esperaba que Linda la bajara, la desatara y la enviara a su casa "Sin braguitas, me gustaría quedarme un recuerdo tuyo".

Niña Lucía cayó dormida en pocos instantes. Su sexo aún rezumaba flujo que manchaba su cama, pero no le importó. Estaba demasiado cansada, por las ataduras, por el sexo, por el orgasmo, por el kinbaku. Cerró los ojos y se durmió.

La despertó el sonido de su móvil. Eran las siete pasadas, y ella ni siquiera había cenado.

"¿Sí?"

"¿Luci? ¡Joder, tía! ¿Estabas durmiendo? ¡Te he llamado ya tres veces!"

"Lo siento Angie, me he quedado traspuesta".

"En fin, querida, hoy hay fiesta en casa de una amiga ¿Vendrás?"

"¿De qué amiga?"

"Ay, hija, no sé. Hay una fiesta, ¿Vienes o no?"

"No sé si…"

"Anda, vente…"

Tras una larga conversación, finalmente Ángela consiguió convencer a Lucía.

*****

"¿Es aquí? ¿A quién conoces tú en mi barrio?"- inquirió Lucía.

"A una persona muy especial".- sonrió Ángela, y Lucía creyó ver un toque de malicia en la sonrisa.

Subieron y, al llegar a la puerta, ésta estaba abierta. Pasaron y Ángela cerró tras ellas. El portazo fue seguido de un sonido que a Niña Lucía no le costó reconocer. El susurro de una cuerda… una cuerda de nylon.

"¿Linda?"- murmuró, sin volverse.

"Sí, cariñito. Creo que ya es hora de que te ate en serio…"

A Niña Lucía se le hizo un nudo en el estómago. Nylon. Más Nylon rozando su piel, un nudo justo en su pubis, la cuerda frotándose entre sus labios, inmovilidad, dominación, sumisión. Levemente, sus braguitas comenzaron a humedecerse.

"Bien, empecemos por desnudarte…"- Niña Lucía dudó. No sólo estaba frente a ella Linda, sino Ángela. Angie, su amiga, su confesora, la única mujer que la había llevado al orgasmo. No, debía ser un sueño. Por supuesto, ¿Qué iban a hacer Linda y Angie juntas? ¿Desnudarse? No tuvo tiempo para más. La propia Ángela se colocó tras Niña Lucía y procedió a deshacerla de la camiseta.

Una vez con el torso desnudo, Ángela no perdió ocasión de acariciar los mínimos pechos de Niña Lucía, y las pardas aureolas de pezones apuntados que resbalaban, erectos, entre los dedos de Ángela.

"Verás, pequeña Lucía… mientras estuviste colgada, tuve tiempo de cotillear en tu móvil. Esta misma tarde he quedado con Ángela y se lo he explicado todo. Y ha aceptado, me ha costado pero, finalmente, ha aceptado. Es más, ella misma le ha enviado un mensaje a Joan que, seguramente, debe estar de camino…"

Joan, Linda, Ángela… los recuerdos, como fogonazos mentales, sólo traían instantáneas de orgasmos, de sexo, de placer… el coñito le ardía a Niña Lucía. Tal vez no era un sueño. Tal vez lo era, pero vuelto realidad. Se pellizcó. No despertó. Ángela comenzaba a bajarle la minifalda vaquera y las braguitas y la realidad empezó a distorsionarse.

"Veamos… mmmm… parece que estás mojadita, Lucía."- dijo Linda, pasando un dedo entre los labios hinchados del sexo de la chiquilla y relamiéndose luego, degustando la humedad sexual de la joven.

Con firmeza, pasó un cacho de la larguísima cuerda por encima de los hombros de Niña lucía y tiró hacia ella, atrayendo a la ya desnuda quinceañera hacia sí misma. Lucía tembló al verse tan cerca de Linda, que le sacaba varios centímetros de altura y varios años de experiencia. Las dos (las tres, Ángela lo miraba todo con expectación), supieron que no tembló precisamente de miedo.

"Pequeña Lucía… No sé qué tienes… pero consigues que la gente se enamore de tu cuerpecito de niña…"- musitó la mujer, pasando un dedo sobre el tieso pezón derecho de Lucía, que ahogó un gemidito excitado. Pasaron a la habitación y Linda empezó a ligar a Niña Lucía.

"Observa, Ángela. Tú se lo tendrás que explicar en un futuro a Joan".

¿Cómo?, pensó Niña Lucía. Era ella. Ella, Lucía, quien se lo tenía que explicar todo a Joan. Ángela no pintaba nada junto a Joan. Ángela y Joan… ¿Por qué ahora, de repente, le asustaba la posibilidad de verlos juntos? Celos…

"Tranquilízate o no podré hacer bien los nudos."- Ordenó Linda, y Niña Lucía obedeció. Dejó de pensar en Ángela, en Joan. Sólo pensaba en el próximo roce de las cuerdas de nylon sobre su piel.

El primer nudo cayó justo en la parte alta de los pechos, justo en medio. El segundo, en la parte baja de los mismos. Siguiendo la vertical, otro a mitad de vientre, otro sobre el ombligo y un último sobre el pubis depilado de la chiquilla.

Los dos extremos de la cuerda, cayendo uno al lado del otro, anudándose en los puntos antes dispuestos, bajaron hasta el sexo de Lucía.

"Date la vuelta"- Lucía obedeció.- "abre las piernas".- Niña Lucía lo hizo, y la mano de Linda se coló entre ellas para agarrar los extremos de la cuerda, que pendían libremente entre las delgadas piernas de la jovencita.

"Nnnggg…"- gimió Lucía, al sentir que Linda estiraba las cuerdas hacia arriba y el nylon se metía, por segunda vez, entre los labios de su sexo.

"¿Ves, Ángela, cómo le gusta?"- sonreía Linda.

Nuevos nudos, las cuerdas rodearon la cintura de Niña Lucía, pasaron entre los nudos y las cuerdas de delante y volvieron a la espalda. Linda repitió el movimiento tantas veces como número de cuerdas entre nudos había. "me está vistiendo de cuerda", pensaba Lucía. "Ahora mismo me podría decir que saliera así a la calle y lo haría." La quinceañera frotó las piernas, haciendo frotar asimismo a la cuerda con su sexo.

Mala elección. Se excitó demasiado. El roce sólo la excitaba, sin llegar a darle la puntilla a su excitación. Linda agarró sus manos y las ató a uno de los nudos de su espalda. Acabó la cuerda inmovilizándole los brazos con un nudo que sumó al que había bajo sus pechos, rodeando sus brazos.

"Por dios… que Joan no tarde, por Dios…"- rogó Niña Lucía. No se veía capaz de aguantar la espera.

"Hay un problema, cariño…"- sonrió Ángela, acercándose a ella, mientras Linda hacía tumbarse sobre la cama a Niña Lucía.- "Le dije que viniera dentro de media hora".

"¿Qué?"- Niña Lucía había perdido el control de su cuerpo, que pertenecía absolutamente a Linda, que separó sus piernas y, con una cuerda algo más corta, ató sus piernas, por la parte de las corvas, a una ligera barra que las mantenía separadas y alzadas, dejando a la vista el suculento sexo, húmedo e infantil, de Niña Lucía.

"Verás, Pequeña Lucía… Ángela aceptó a ayudarme si le dejaba que te follara… "otra vez" dijo…"- aclaró Linda.

A la joven rubia se le paró el corazón por un instante. Ángela. Volver a follar con ella.

"Idiota. Idiota, idiota, idiota…"- replicó Niña Lucía, removiéndose, incapaz de quedarse quieta por la excitación que sufría.- "Joder Ángela, hazlo ya. Me encantaría, me encantó aquello y sólo tendrías que habérmelo dicho para repetirlo. ¡Fóllame, Ángela! ¡Fóllame!"- rogó, ya vencida, la chiquilla, moviendo como podía sus caderas para tratar de mostrar aún más su sexo, abierto pero ocultado a causa de las cuerdas, a Ángela.

La morena sonrió. Se desvistió de cintura para abajo y se colocó el arnés con postizo, igual que el que Lucía había usado con Luis. La polla de plástico se bamboleó de un lado a otro mientras Ángela se acercaba a su amiga.

A Niña Lucía le brillaban los ojos de excitación. Linda se sentó en la silla que había ocupado antes Ángela, quien separó suavemente las cuerdas de nylon, poniéndolas sobre los carnosos labios imberbes de Lucía y mostrando entre ellas el agujero del sexo de Lucía.

La polla de plástico se deslizó con absoluta facilidad en el coño extremadamente húmedo de Niña Lucía. Gimieron las dos. Ángela no hizo más que empujar tres veces y su amiga estalló en un orgasmo que, por atado, no perdió en efusividad.

"Diooossssss, Angie… sigue, joder, no te pares".

Ángela continuó el movimiento. No porque Lucía lo hubiera dicho, sino porque ella hubiera continuado de todas formas. Se terminó de desnudar mientras se la follaba. Dos minutos después, se detuvo.

"No sabes, Luci… lo que he deseado esto…"- dijo, mientras sacaba la polla de goma del coño de Niña Lucía y, con ayuda de Linda, conseguir darle la vuelta, de tal manera que Lucía quedara culo en pompa hacia su amiga. Ángela apartó nuevamente las cuerdas, que esta vez se perdían en la quebrada de las nalgas de Lucía.

Con lentitud, la morena dirigió el húmedo falo de mentira por la entre las redondas y atractivas nalgas de su amiga. Apuntó al ano, y empujó.

"Sssssssssss…."- siseó Niña Lucía, sintiendo cómo su amiga la sodomizaba con suavidad. Su propio flujo, abundante flujo, actuaba de lubricante para la sodomía. Escuchó un gemido a su izquierda. Linda se masturbaba viéndolas follar.

Tres chicas, tres mujeres. Una, rubia con cuerpo de casi niña, atada por cuerdas de nylon que conformaban un atractivo, sexual y sugerente vestido. Otra, de larga melena y armada de una polla de plástico que se hundía en las profundidades del culo de la primera. Y una tercera, de aspecto alternativo pero igualmente atractiva, masturbándose. Si el ojo vago de la cámara del sex-shop hubiera estado en esa habitación, grabándolas, el vídeo habría vendido millones de copias.

Linda cerró los ojos y apuntó su cara al techo. Acababa de emprender un viaje al cielo con su mano dentro de sus pantalones. Linda no usaba braguitas y el flujo de su clímax salpicó sus vaqueros.

Ángela empujó. Una vez, otra vez, y otra vez, una última vez. El arnés también le proporcionaba a ella el placer que ofrecía a Lucía. Ángela trataba de callarse los gemidos. Lo conseguía a duras penas. Pero cuando el orgasmo se acercaba, no pudo aguantar y los jadeos y gemidos salieron solos, acabándose en un grito ronco y lleno que anunció a los cuatro vientos el orgasmo de la morena quinceañera de grandes pechos.

"Por Dios… No me dejes así, Ángela… termíname…"- casi sollozó Lucía cuando notó la falsa polla de Ángela salir de su cuerpo.

"Eso se lo dejaré a Joan."- respondió su amiga, desacoplándose del arnés y yéndose a la ducha.

"Lo que me recuerda, pequeña Lucía… que te voy a atar de otra forma hasta que llegue Joan…"- sonrió Linda, desatándole la barra de las piernas.

III. Kinbaku

"¿Hola? ¿Hay alguien aquí?"- Joan se asomó por la puerta abierta de la casa en la que, le había dicho Ángela, le esperaba para decirle algo muy importante. Ángela… Sabía que estaba enamorado de Lucía, o quizá sólo estaba hechizado por su coñito, pero Ángela le llamaba la atención de forma malsana. Quizá era sólo porque era su amiga y sólo su amiga, y era la primera muchacha que tenía ése status en su vida sin que él quisiera aspirar a más.

"Joan, pasa, te he dejado un regalo a través de esa puerta"- respondió, desde dentro Ángela.

"Hola"- trató de saludar a la mujer que compartía café con Ángela, sentadas ambas a la mesa de una cocina que parecía haber perdido el brillo de su blanco nuclear.

"¿Quieres dejarte de presentaciones y pasar por allí, coño?"- replicó Ángela, señalándole la puerta contraria del pasillo.

Joan asintió y dio automáticamente la vuelta. "¿Un regalo? ¿Qué regalo pueden hacerme Ángela y esa mujer…?" se preguntaba Joan un instante antes de abrirla puerta. Porque cuando la abrió, todo dejó de importar. Lucía, Niña Lucía, Desnuda Lucía, Atada Lucía.

"¿Lu… Luci? ¿Q-q-qué haces?"

Niña Lucía no podía más que mirar hacia Joan mientras, completamente atada, inmovilizada, con el nylon apuntando sus pechos, rozándose sobre su piel y extasiando los puntos más erógenos de la Niña con hábiles nudos, se moría porque se la follara ¡ya!. Colgada del techo, pendía su pierna derecha, que hacía que sólo pudiera apoyarse en el suelo con los dedos de su desnudo pie izquierdo, al tiempo que su sexo se mostraba abierto y ansioso de que Joan saliera de su aturdimiento y le diera lo que más deseaba.

"Joan… por favor… fóllame"… Niña Lucía, de haberse podido mover, bien podría haber violada a su novio. Pero estaba atada, el nylon impedía cualquier movimiento y ella sólo podía rogar por sexo mientras, en la otra punta del pasillo, sobre la mesa de la cocina, Ángela y Linda sonreían para sí mismas y miraban de reojo la puerta tras la que se adivinaba a Niña Lucía vestida de nylon.

El joven seguía sin moverse hasta que, tragando saliva, cerró la puerta lentamente, cercenando el espectáculo a la pareja de amigas de Lucía. Luego, caminó hacia Lucía y la fue rodeando.

"Te ha atado un artista… un "nawashi""- musitó Joan. Niña Lucía sonrió. Lo sabía. Sabía que a Joan le interesaba el bondage, y que conociera el kinbaku lo hacía aún más interesado.

Joan se agachó entre las piernas de la quinceañera, por detrás, y pudo observar el coño abierto, sin cuerdas ocultándole la vista gracias a las ataduras renovadas de Linda. Comprobó las dos piernas en tensión, estiradas, y los dos agujeros mostrándose ante él. El vivo color de su ano hizo sospechar a Joan.

"¿Luci…?"- musitó, deslizando con facilidad un dedo a través del esfínter de su chica.

"Ha sido Ángela…"- gimió ella, gozando la intrusión.

"Ángela cada vez me gusta más"- Lucía torció el gesto. No le gustó cómo había sonado esa frase.

Con el dorso de la uña, Joan acarició los tensos por la postura muslos de Lucía, que se estremecieron temblequeantes como si tuvieran cosquillas.

"¿Cómo lo has sabido? ¿Cómo has sabido que me gusta… esto?"- preguntó Joan mientras peleaba con sus vaqueros y la poderosísima erección que guardaban.

"Te conozco…"- sonrió Lucía, esperando la intrusión. Pero ésta no llegó. Joan se desnudó y, frente a su chica, comenzó a masturbarse pausadamente, mientras seguía el recorrido de cada cuerda, de cada nudo con la otra mano…

"Musubime…"- murmuraba Joan, cada vez que su índice pasaba por un nudo.- "Nawa"- decía, cuando acariciaba la cuerda, trasladando la caricia, a su vez, al cuerpo de Lucía, que podía sentir, en tacto de nylon, la presión del dedo de Joan.

Uno, dos, tres, cinco chorros de semen se estrellaron contra el cuerpo de Niña Lucía. Miró la polla de Joan. Seguía erecta, rojiza y casi morada de la presión de la sangre en ella. Se moría porque se hundiera en sus intimidades.

"fóllame… por dios, Joan, me muero de ganas… por favor, cari… ¡fóllame!"- sollozó Lucía.

"tschhh…"- trató de tranquilizarla Joan, poniendo un dedo sobre sus labios. El semen seguía cayendo sobre el vientre de Lucía, deslizándose también sobre las cuerdas de nylon, creando riachuelos blancuzcos sobre la piel de la chiquilla. Lentamente, Joan fue dando la vuelta a la joven atada, con su polla aún erecta y, una vez a sus espaldas, la introdujo por el ano de la quinceañera.

Gimió Lucía. Joan no había perdido un ápice de dureza. ¿Qué más daba que se acabara de correr? Era su sueño. Y lo estaba disfrutando. Si hacía falta sobreponerse a lo humanamente posible, seguro que Joan era capaz de ello.

Niña Lucía gozó un nuevo orgasmo siendo sodomizada, aún en esa posición tan difícil, de músculos ateridos por las cuerdas, gritó un orgasmo que, seguro, oyeron Ángela y Linda. ¿Follarían las dos oyéndola correrse? ¿Se calentaría tanto Ángela como para olvidar a Nacho?

Joan se corrió nuevamente y descolgó a su chica, que pudo nuevamente mover sus adoloridas piernas, cuya inmovilidad de más de una hora parecía haberlas oxidado.

Joan tumbó a Lucía en la cama y procedió a besarla.

"Gracias, cariño, gracias… es un sueño"- murmuraba él, mientras besaba todo su cuerpo, resultándole indiferente que antes se hubiera corrido sobre esa misma piel y que sus labios se empañaran de semen. No importaba. El sabor de Lucía lo merecía. Con su boca, que acabó sobre el sexo de Lucía, Joan llevó a su chica nuevamente una vez más al orgasmo, para acabar por follar una última vez más allí mismo.

Mientras Lucía, todavía atada, usaba su cuerpo para cabalgar desequilibradamente sobre Joan, el chico comenzaba a deshacer los nudos, liberando el cuerpo adolorido y cansado, muy cansado, de Lucía que, sin embargo, tras largos minutos de cabalgata y un último nudo desatado, consiguió provocar en Joan un nuevo orgasmo que el joven retuvo hasta estar seguro que Lucía lo seguía.

"Gracias, cariño."- casi sollozaba de placer Joan, abrazado sobre la cama a Lucía.

"Toc-toc."- sonó una voz tras la puerta.- "Parejita, deberíais volver a casa, son más de las once. Ángela se ha ido hace ya una hora."

"¡hostia, las once!" se echó las manos a la cabeza Joan, cogiendo su móvil del bolsillo de sus vaqueros que estaban por el suelo, importándole poco o nada que Linda lo viera desnudo.- "tengo que irme, cariño"- dijo a Lucía, mientras se vestía a toda prisa.

"Me quedo con esto."- sonrió Lucía agarrando los calzoncillos de Joan.

"Me quedo con esto."- respondió él, agarrando la cuerda más corta, la que había atado la pierna de Niña Lucía al techo, y enrollándola para metérsela en el bolsillo.

***

Cuando Niña Lucía llegó a casa, comprobó que tenía dos mensajes en su móvil. Uno de Ángela, otro de Joan. Leyó primero el de su amiga:

"q tal? Weno, x lo q he oído, bien. Eres muy eskndalosa qando t corres. Q tal ha stado Joan? Parece 1 wen semental."

Niña Lucía sonrió. Lo era. Pero no lograba hacerse a la idea de que fuera Ángela quien se lo dijera. Joan era suyo. Leyó su mensaje.

"Cari, m h enkntado muxo lo d hoy. M han kstigado d x vida xo ha merecido la pena. Dale las gracias d mi parte a Angie. Es una amiga cojonuda."

Se le torció el gesto al leer el último mensaje. Ángela y Joan parecían empeñados en hacerse buenísimos amigos. "En fin, seguro que no es nada, sólo imaginaciones mías" trató de calmarse Lucía, mientras se tumbaba en su cama y se disponía a dormir.

Dos horas más tarde, cuando el hambre la obligó a despertarse para tomarse una cena de madrugada, no podía dejar de pensar en Ángela y Joan.

"Que ni se les ocurra, o sabrán quién soy yo…"- sonrió divertida Niña Lucía.

 

 

Niña Lucía (Sexo y Rock&Roll) http://www.todorelatos.com/relato/54604/

Categoría: Orgías

Los días pasaban con lentitud. Niña Lucía sólo veía a Joan en el instituto, a causa del castigo de éste. Si salía, lo hacía siempre con la única compañía de Ángela y Nacho, pero no le gustaba estar "sujetándoles la vela" mientras ellos se daban el lote en la disco de turno.

"Tranquila, cielo…"- le dijo Ángela.- "Mañana saldremos tú y yo solas… lo que pasa es que Nacho…"- sonrió pícaramente, mientras su compañero estaba en la barra, pidiendo unas bebidas para los tres.- "Es que… esta noche no podía dejarlo pasar… Niña… no he visto nunca a nadie tan activo en la cama. Se mueve mejor que yo el cabronazo…"- le susurró al oído. Nacho llegaba en ese momento con los tres combinados en la mano.

"¿Mejor que tú? No lo creo…"- dijo Niña Lucía con una amplia sonrisa, mientras cogía la copa que Nacho le tendía.

"¿Mejor que ella?"- se sorprendió Nacho, palmeando el culo de Ángela.- "No sé de qué habláis pero mejor que ella no hay nadie."- rió jovialmente.

"Bah… eso lo dices porque todavía no me has probado a mí…"- respondió Niña Lucía agitando la mano despectivamente, justo antes de estallar en una risa conjunta con Ángela y Nacho.

"Por cierto, Luci… ¿Cuánto tiempo de castigo le queda a Joan? Que se va a hacer viejo sin probar el nuevo combinado que he inventado, leches…"- preguntó el joven entre risas.

Como por arte de ensalmo, el móvil de Lucía comenzó a sonar. Un mensaje. De Joan.

"Ha vnido mi primo a mi ksa. Kstigo lvantado. Mñn t llamo y t lo cuento"

Niña Lucía sonrió.

I. Mi primo Alberto.

"¡Joan!"- Niña Lucía se lanzó a los brazos de su chico en cuanto lo vio aparecer, como si llevara años sin verlo y no los dos días que habían pasado desde el viernes, cuando se despidió de él con un pasional beso a la puerta del instituto.

Joan hubiera intentado responder al saludo de su chica, pero no pudo, Niña Lucía buscó con sus labios los de Joan y las posibles palabras no lograron superar el escollo del beso.

"Bueno… ¿Qué me querías contar de tu primo Alberto?"- inquirió Niña Lucía tras abandonar el lúbrico beso que se daba con su chico.

"¿Eh? ¡Ah, sí! Verás, mi primo Alberto es músico, canta en un grupo y tienen un concierto en esta ciudad. Me ha invitado, y ha hablado con mis padres para que me dejen ir. Y me han dejado. Así que le he dicho a Alberto que me pase un par de entradas para ir juntos."

"¿Un concierto de rock?"

"Sí. ¿Te gusta?"

"Me encanta, cielo…"- respondió Niña Lucía, volviendo a besar, más románticamente esta vez, a Joan.

"Perfecto."- sonrió Joan tras el beso.- "Esta tarde van a ensayar antes y Alberto me permite estar allí, ¿Te vienes?"

"Hummm… había quedado con Ángela para irnos a dar una vuelta, pero…"

"Llámala y que se venga también. Seguro que se lo pasa muy bien. Mi primo es un tío cojonudo."

"Está bien".

***

Eran ya las cinco de la tarde, Joan, Ángela y Niña Lucía llegaron ante la sala donde habían contratado a Alberto y su grupo. Estaba cerrada y Joan tocó a la puerta de servicio que había en un lateral.

"¿Qué coño quieres?"- espetó, con malos modos, un hombre de mediana edad, entreabriendo la puerta y mirando de arriba abajo al jovencísimo trío.

"Ehh… soy el primo de Alberto, el de Golpes Sucios."- informó Joan.

"¡Alberto! ¿Qué cojones quieres que haga con tu primo?"- exclamó desde la puerta, sin permitir que Joan y su compañía pasaran, el hombre.

"¡Hostia, el Joan y su chica!"- escuchó Niña Lucía desde dentro.- "¡Déjalos pasar, Señor Carmona! ¡Los he invitado yo!"

"Pasad."- gruñó el hombre con desagrado, abriendo la puerta y cerrándola de un portazo después de que pasara Ángela, la última de los tres en entrar.

Niña Lucía miró a su alrededor. ¡Qué frío y deprimente! La sala, de un aforo reducido, estaba casi completamente a oscuras, mientras el grupo, en el pequeño escenario del fondo, buceaba en un mar desordenado de cables. A la derecha, apartada, había una barra de bar, donde el tal Carmona se puso a lavar algunos vasos mientras miraba de reojo a los recién llegados.

"¡Hostia, primo! ¡No me habías dicho que estaba tan buena!"- saltó del escenario Alberto, chocando la mano de su primo y observando con una sonrisa a la voluptuosa Ángela.

"No, primo… ella es Ángela, una amiga. Lucía es ella."- dijo, señalándole a Niña Lucía, que no parecía haberse tomado a mal la equivocación de Alberto y observaba el escenario con admiración.

"¡Hostia, primo! ¡No me has dicho que era tan tremendamente preciosa!"- se corrigió Alberto, con una sonrisa, observando ahora sí, a Lucía.- "Sin desmerecer a su amiga, por cierto."- añadió con picardía girándose hacia Ángela y guiñándole un ojo.

Alberto era un rockero en toda proporción. Pelo largo casi por la cintura, una camiseta de su grupo, vaqueros raídos… Era alto, unos centímetros más que su primo, que ya era de por sí el más alto de su clase, sus facciones dulces, aliñadas con una sonrisa pícara y unos profundos ojos azules que turbaron a Niña Lucía, embellecían su joven apariencia. Como mucho, debería tener unos 20 años, al igual que el resto de su grupo.

"Encantada de conocerte. Joan habla muy bien de ti".- Dijo Niña Lucía mientras saludaba a Alberto con dos besos que la obligaron a ponerse de puntillas y a él a agacharse un poco por la diferencia de estatura. Luego le tocó el turno de saludar a Ángela, tras lo que las muchachas se dijeron algo al oído y tuvieron que esconder sus sonrisas divertidas.

"¡Damyen! ¡Esto ya está!"- exclamó el batería del grupo, desde detrás de su instrumento, mientras apartaba un rollo de cables.

"De puta madre. ¿Queréis vernos tocar la primera? El concierto no empieza hasta las diez, así que tenéis tiempo para escucharnos."- preguntó Alberto dando una palmada.

"¡Claro!"- respondió Joan.- "Vais a ver cómo canta mi primo… es un máquina"- dijo a las muchachas mientras el joven se aupaba nuevamente al escenario de un nuevo salto.

"¿Y qué estilo tocáis?"- preguntó Niña Lucía desde abajo.

"Pues rock…"- respondió el guitarrista, que estaba afinando su instrumento.

"¡No me jodas!"- alzó los brazos con sarcasmo Lucía.-"¿Pero qué tipo de rock? No es lo mismo Marea que Mago de Oz que Barón Rojo que Extremoduro que Tequila, por ejemplo…"

"¡Quillo!"- se sorprendió el bajista, con un marcado acento andaluz.- "Esta chiquilla sabe más que los ratones coloraos…"

Todos rieron la intervención del músico, y Alberto se apresuró a contestar.

"Pues verás… Somos un grupo de versiones. Éste cabrón…"- dijo, señalando al bajista.- "dice que está preparando temas propios, pero el cabroncete va a ritmo de tortuga… De momento cantamos canciones de todos… de Marea tenemos un par, de Rata Blanca, Obús, Barón Rojo, Extremoduro…"

"¡Ey! ¡Si es que lo que yo hago lo hago bien, no como tú, que eres un chapucero! "- se defendió el andaluz.

"Bueno, vamos por la primera… y como la chiquilla ha mentado a los Tequila… Vamos con Los Rodríguez"- Comenzó Alberto

"¡Mucho mejor!"- exclamó el batería, atizando con destreza tambores y platillos dando el inicio al resto.

"Hace calor… Hace calor…"

Niña Lucía sonrió. Cerró los ojos y se puso a escuchar. Alberto no era Ariel Roth, tenía un punto más ronco, pero igualmente, la canción sonaba excelente entre sus labios.

Niña Lucía abrió los ojos, justo para encontrarse los de Alberto fijos en ella.

"… Y haremos el amor en el balcón…"- cantaba Alberto, sin dejar de mirar a los ojos a Lucía.

Se estremeció la muchacha, a su lado, Joan movía la cabeza siguiendo el ritmo del rock hispano-argentino de los Rodríguez, sin darse cuenta de nada. A su izquierda, Ángela la miraba de reojo. A ella sí que no le había pasado desapercibido el baile de miradas entre el primo de Joan y su amiga.

Alberto, ya bastante avanzada la canción, se volvió e hizo un gesto para que el grupo dejara de tocar.

"¿Qué pasa, quillo?"

"¿No creéis que a esta canción le vendría bien unos coros femeninos?"- murmuró, mirando de reojo a Lucía y a Ángela.

"Quillo… buena idea…"- respondió el bajista, escrutando las generosas curvas de Ángela acentuadas por su ropa ajustada.

"¿Os hace?"- guiñó un ojo a las jóvenes, Alberto.- "¿La dejas cantar con nosotros, Joan?"

"¿Y a mí qué me preguntas? Que elija ella, primo."- contestó Joan, Y Niña Lucía se levantó, contenta y sonriente, de la silla, junto con Ángela, a quien también parecía apetecerle la situación.

"¿Cómo cantáis vosotras?"- preguntó Alberto.

"Ella como Janis Joplin. Yo soy más como la de Dover cuando Dover era Dover…"- explicó Niña Lucía.

"Me vale"

II. Concierto.

Los ensayos habían sido un éxito. Lucía y Ángela se habían acompasado rápido y bien a las canciones del grupo, e incluso recibieron la petición de que cantaran con ellos en el concierto. Ellas aceptaron, mientras Joan asentía sonriente.

"En fin… vendremos para entonces… creo que tengo que salir a tomar el aire".- Dijo Niña Lucía, mirando el reloj. Aún quedaba una hora para que se abrieran las puertas.- "Ahora vengo."

Una vez fuera, con la noche rodeándola, y el aire fresco refrescándola, Niña Lucía se encendió un pitillo y pensó. Alberto… era tan… no lo sabía bien, sólo sabía que tenía un encanto algo más que misterioso. Y, además, sabía de buena música. Sonrió divertida. Tanto Ángela como Joan se sorprendían de los discos que tenía en su habitación. Toda una torre de CD’s para "el club de los 27". ¿Cómo sería venderle el alma al Diablo?

"Luci… ¿Estás bien?"- por la puerta apareció Joan, desde dentro aún llegaban retazos de lo que debía ser un diálogo entre Ángela y el grupo de Alberto.

"Sí, claro…"- respondió ella, dándole una última calada al cigarrillo y apagándolo.- "A un par de calles hay un garito que está muy bien. ¿Me invitas a una copa?"

***

Una hora más tarde, cuando la gente ya empezaba a entrar en la sala, Lucía y Joan volvieron, sonrientes, manos entrelazadas… Se hundieron en el gentío que empezaba a abarrotar la sala, con los consiguientes empujones y roces esperados. Niña Lucía y Joan llegaron hasta un par de metros antes del escenario. Podían haber entrado por la puerta de servicio, pero habían preferido mezclarse con la gente. Lucía logró escuchar a sus espaldas a un grupito murmurar:

"Mira que rubita… ¿Está buena, eh?"- Niña lucía se giró y vio a un joven de no más de 17 años, que le sonreía socarronamente. Bufando sin más, la joven se volvió de nuevo hacia el escenario, donde los encargados ultimaban los últimos retoques de sonido e instalaban el par de micrófonos adicionales para Lucía y Ángela.

De pronto, un roce algo más descarado sacó a Lucía de sus divagaciones. El chaval le había manoseado el culo, y cuando ella se volvió violentamente, Joan hizo lo mismo, enfrentándose a ellos al ver la cara de su chica, que le hizo entender lo que había pasado.

"¿Qué pasa contigo, mamón de mierda?"- rió el chaval, custodiado por sus cuatro o cinco amigotes.

De repente, Lucía se adelantó, mientras Joan sonreía. Puso una mano sobre el hombro del joven y la otra en el hombro contrario, como si fuera a bailar para él. Sin embargo, lo que hizo fue muy distinto.

"¡DIOS!"- aulló de dolor el zagal cuando la rodilla de Niña Lucía impactó sobre sus partes nobles con violencia.

En ese momento, entró el grupo al escenario y Niña Lucía y Joan se adelantaron hacia ellos, dejando al niñato doliéndose.

"Joder, Lucía… creía que te habíamos perdido…"- dijo Alberto, cuando vio a la joven aparecer junto al escenario.- "Sube, anda."- El vocalista del grupo le tendió la mano y Lucía la aceptó. Con su ayuda, subió al escenario y se colocó junto a Ángela, que parecía más risueña y divertida que de costumbre.

***

El concierto había ido a la perfección. Las chicas se habían acoplado perfectamente a la música como si estuvieran ensayando años con la banda. Llegado el momento de una última canción, Alberto se giró hacia su grupo y pidió consejo con su sonrisa de siempre.

"¿Qué tocamos?"

"He visto que tenéis por ahí algo de Seguridad Social…"- sonrió con malicia Niña Lucía.- "Vamos, de cuando Seguridad Social aún era Seguridad Social."

"¿Estás pensando en la que yo creo?"- se extrañó Alberto.

Como única respuesta, la joven sólo sonrió.

"Está bien. Chicos… Lucía quiere que cantemos una de SS…"

"¡Quilla! Si es la que yo pienso, me vas a tener que dar tu teléfono pa cuando dejes al primo del Alberto… eres perfecta pa mí, te lo digo yo…"- rió Juancho, el bajista andaluz del grupo.

"¡Venga, todos a sus puestos!"- clamó Alberto, y Lucía abrió el libro de las letras a Ángela por la canción que había elegido. La muchacha no pudo más que sonreír divertida cuando vio el título de la canción, que un segundo después, gritaba Alberto.- "¡Lucía es una… ZORRA!"- y la música empezó.

"Doce menos cuarto… ¡y en su casa ya no está!... No hace mucho tiempo… que se dónde va"- cantaba Alberto, seguido, verso sí, verso no, por Ángela y Lucía.

"Luci es una zorra y se cree que no lo sé… es mi chica preferida ya no sé qué voy a hacer… Me han contado muchas voces siempre en el mismo café… Luci está equivocada y ella lo sabe muy bien."- cantaban luego él y Niña Lucía solos.- "¡Luci es una zorraaaaa!"

Alberto y Lucía enfrentaban sus rostros a escasísimos centímetros el uno del otro, sonrientes, compartiendo el micrófono del primero y cantando la canción de memoria. Así pasaba la canción, con Lucía y Alberto mirándose a los ojos y compartiendo algo más que micrófono en sus miradas.

"¡Luci… era… una… zorra…!"- anunciaba el final Alberto.

"¡ZORRA!"- gritó junto todo el grupo, justo al tiempo que las luces se apagaban, quedando el escenario en oscuridad, y dando por finalizado el concierto.

***

Joan entró en los camerinos, que no eran más que un cubículo de paredes grises con una pequeña nevera y un par de sofás negros, exultante.

"Joder, primo, ha sido un concierto cojonudo. Todo el mundo cantaba y… ¡Joder, Luci, ven aquí!"- exclamó, dirigiéndose a su chica, que sonreía con picardía por encima de su lata mientras se tomaba un refresco. Haciéndola despegarse de la lata, Joan le dio un apasionado beso.

"¡Ey, ey, ey… que nos vas a hacer morirnos de la envidia, cabrón!"- Rió Alberto.

"Venga, tonto, si quieres también te beso a ti…"- respondió Joan, igualmente divertido, mientras se acercaba a su primo, ante la carcajada general.

"Quita, julandrón, ¿con una novia así y te pasas a la acera de enfrente? ¡Te mato!"- todos rieron nuevamente.

"Quillo… toma, por el trabajo bien hecho…"- dijo el bajista, pasándole a Alberto el porro que acababa de recibir de manos del guitarrista, Andreu.

"Trae… ¿Tú fumas, Luci? Ángela ya se ha tomado uno antes con nosotros."- explicó Alberto, mientras le daba una calada al canuto.

"Psé… trae…"- respondió Niña Lucía con una sonrisa.

"No me gusta que fumes."- torció el gesto Joan.- "Y menos porros…"

"Y a mí no me gusta que intentes cambiarme, querido…"- respondió la joven, acariciando suavemente la cara de su chico.

Los canutos iban sucediéndose, Joan era el único que no fumaba. El alcohol hizo su aparición y Ángela aceptó una apuesta de Lucía, con chupitos de vodka por en medio, que perdió irremisiblemente.

"Fuma, bebe, canta de puta madre, es guapa, inteligente… ¡Quillooooo! ¡Como también folle bien te la rapto, Juanito!"- exclamó Juancho, mientras veía cómo Niña Lucía agotaba otro vasito de vodka de un trago.

"No se lo digas, Joan… que de momento me gustas más tú…"- Añadió Niña Lucía, arrancando las risas del grupo.

"¿De verdad, Joan?"- indagó, casi con malicia, su primo.

"Tsch… Alberto, me ha dicho que no diga nada…"

"Vaya, vaya"

III. Rock&Roll y sexo. PX

Ángela ya comenzaba a notar demasiado el cóctel de alcohol y marihuana que llevaba en el cuerpo. Oscilaba entre el sopor y la sonrisa dormida, y Joan, a su lado, la cuidaba con ternura, ante las miradas disimuladas de Lucía, a la que no le hacía gracia verlos tan juntos. Joan, cuando Ángela cayó dormida, insinuó que era la hora de irse.

"Ay, Joan… sabes que yo no tengo hora de llegada, y me lo estoy pasando de puta madre con tu primo. Me quedo."- Así tienes tiempo de jodértela por el camino. Pensó Lucía, y acto seguido se horrorizó por lo que acababa de pensar. Joan había sido siempre un chico estupendo con ella y no tenía motivos para dudar de él. Bueno, había un motivo. El espectacular cuerpo de Ángela.

"¿Cómo que te quedas? Nos vamos ahora."- Joan agarró del brazo a Lucía y sus ojos se cruzaron por un momento. La determinación de Joan se encontró con una repentina furia de Lucía, que lo obligó a soltarla.

"Tranqui, Joan…"- musitó Alberto, mientras levantaba la mano de su primo y la alejaba de Lucía, que seguía mirándolo fijamente sin decir ni mú.- "Yo la llevo luego a casa. Total, no vamos a tardar mucho."

"Está bien, Alberto."- Joan miró a Lucía y, por primera vez, la miró como si no la hubiera visto antes. Había notado su tensión, su rabia cuando él le había apretado el brazo. Demasiado fuerte sí, es verdad, pero la reacción de Lucía… esa rabia con la que lo había mirado… Prefirió no seguir pensando en ello.

Joan despertó a Ángela y se fue con ella agarrada de la cintura, para que la pobre muchacha no cayera al suelo por culpa de la melopea que llevaba. No tardaron en encontrar un taxi y perderse por la noche.

"Bueno, princesita"- dijo, medio en broma medio en serio, Alberto.- "¿Qué te ha parecido el concierto?"

"Muy bien… muy bien…"- respondió, algo despistada, Lucía.

"Me he trincado a tu madre en los baños."

"Sí, sí… Muy bien… Todo ha salido bien…"- Repitió Niña Lucía, y las carcajadas que resonaron en el cuarto lograron despabilarla.- "¿Qué pasa?"

"Luci… ¿En qué estás pensando? Deja a Joan, ha ido a ocuparse de Ángela…"- automáticamente, Alberto se arrepintió de sus palabras. Ahora lo entendía.- "Luci. Confía en mi primo. SI hay alguien leal en este puto mundo, es él."

"Muchas gracias, quillo…"- interrumpió el bajista con sarcasmo.- "Y a nosotros que nos jodan…"- Todos rieron.

"Alberto… eres un sol…"- dijo Niña Lucía, acariciando las mejillas del rockero.- "Pero está Ángela… y estoy yo…"

"¿Tú? Luci, tú eres perfecta, ¿Qué te pasa?"- poco a poco, se habían ido retirando a un rincón, dejando al resto del grupo hablando y riendo a grandes voces de lo suyo.

"es… estoy borracha… no puede ser… Debe ser que estoy borracha y…"- Sin darse cuenta, a la mente de Lucía volvían las palabras que, como una suerte de profecía maldita, su tío Rodrigo le había dicho meses atrás, cuando le habló de su madre, justo antes de que ella pudiera completar su venganza hacia él.

Tú y ella sóis iguales. Os encanta el sexo. Y no tiene nada de malo. Pero vosotras siempre queréis más, y más. No os conformáis con lo que tenéis y siempre queréis ir más lejos. Siempre más lejos.

"No lo entiendo, Luci. ¿Qué pasa?"- Lucía sacudió la cabeza. En sus ojos titiló una lágrima de desprecio hacia sí misma que nunca llegó a caer.

"Folladme."- Niña Lucía lo dijo lo suficientemente alto como para que el resto del grupo también la oyera. Los cuatro se volvieron hacia ella, y la miraron con ojos renovados.

"¿¿¿QUÉ???"- Alberto sintió que se le paraba el corazón. Lucía, la novia de su primo. Lucía, la muchacha de pechos niños y mente adulta. Lucía quería que la follaran. Y no sólo él. Sino todos.

"Joder, Alberto… no dejo de pensarlo… una y otra vez… pienso en Joan y en Ángela y de pronto… quiero que me folléis. Todos. Me excita muchísimo la idea, joder…"

"Pero Lucía… esto…"

Sin más, Niña Lucía agarró la mano de Alberto y la hizo colarse bajo sus vaqueros y braguitas, sorprendiendo al líder del grupo. Y sorprendiéndolo aún más cuando éste pudo notar la ostentosa humedad de esa zona.

Tragó saliva Alberto. El resto del grupo se miró entre sí y se levantaron. Lucía, en medio de todos, cerró los ojos y esperó.

***

No la habían dejado hacer nada. Ya estaba desnuda, sobre el sofá negro. Sus pezones desaparecían en la boca de los músicos. El batería enredaba su lengua con el pezón izquierdo mientras que el bajista andaluz hacía lo propio con el derecho.

Cuatro hombres, cuatro bocas, cuatro pollas.

"Chupa."- ordenó el guitarrista, y Lucía obedeció. Atrajo hacia sí el palpitante falo que se le ofrecía, en un franco y rápido endurecimiento y lo metió en su boca. Se le escapó un gemido. Un dedo de Alberto se había colado hasta lo más hondo de su sexo. El batería había saltado de su pezón y ahora lamía cada centímetro de su cuerpo que le quedaba a su alcance, esquivando cuanto podía los dedos, bocas y cuerpos de sus compañeros de grupo y ahora, también, de sus compañeros de orgía.

Niña Lucía suspiraba. El dedo de Alberto había sido sustituido por dos de ellos que, en vez de entrar y salir, se debatían en su interior, doblándose como si quisieran alcanzar su vientre. Pero bien sabía Niña Lucía que no buscaban su vientre.

Sacó la polla de Andreu, el guitarrista, de su boca y comenzó a masturbarla lentamente mientras se abandonaba a aquellos dedos que acababan de encontrar su punto G y la masturbaban con una sapiencia exquisita. Niña Lucía comenzó a gemir extasiada. El orgasmo, y sólo acababan de empezar, se avecinaba gracias a la expertísima masturbación del primo de su chico.

"Aaahhhgggnnnnn…"- entre espasmos, Niña Lucía se corrió. Su flujo salpicó la mano de Alberto, que mirándola a los ojos con sus ojos azules y profundos enmarcados bajo su melena negra, lamió su mano con perversión.

Niña Lucía, una vez recuperada, se acuclilló en el suelo. Hizo que el grupo se desnudara y la rodearan. Cuatro pollas, una por punto cardinal. Se amorró a la primera de ellas, y gimió el batería, Jorge.

"La chupa… de puta madre…"- jadeaba el músico, mientras las manos de Niña Lucía se turnaban las pollas de sus compañeros.

"Y todavía no habéis visto nada".- Lucía se separó de la verga de Jorge y observó hacia arriba, al cielo que formaban las cuatro cabezas del grupo. Los miró con lujuria, con una altanería que era un abalorio perfecto para su carita de niña. Su mirada azul y su corta melena rubia terminaban, junto con su cuerpo desnudo, el perfecto cuadro que era Niña Lucía.

Sus labios se apropiaron de la siguiente verga. Sus manos continuaron acariciando, más que masturbando por lo incómodo de la posición, a Andreu y Juancho.

"Dioss… Lucía… Joan me va a matar…"- Niña Lucía, sin contestar, y aún con la polla de Alberto en la boca, sólo sonrió.

Cuando todas las pollas hubieron pasado por su boca, Alberto hizo levantarse a Lucía y la tumbó sobre el sofá, boca arriba y con las piernas por fuera. Piernas que, sin perder tiempo, Alberto se encargó de juntar y subir, para poder penetrar el palpitante y aniñado sexo de la joven.

"¿Estás segura?"- Dijo Alberto, antes de introducir su verga en el coño de Niña Lucía.

"Ponte un condón y me follas."- Rápidamente, Alberto cogió el preservativo que le acababa de tender Andreu y se lo colocó. Puso su glande entre los labios de Lucía y empujó.

Siseó Niña Lucía. Cerró los ojos de placer cuando sintió la polla dura del rockero abrirse paso por su sexo estrechado por la postura. Sin embargo, la hicieron, Andreu y Juancho, deslizarse por el sofá, hasta conseguir que Alberto se viera obligado a subirse encima del sofá con Niña Lucía, teniendo que abrirle las piernas para poder seguir follándosela pero colocándola de forma que la boca de la pequeña rubia quedase al alcance de cualquier verga que se ofreciese. Y la primera fue la de Juancho.

Niña Lucía sintió una polla abrirse paso entre sus labios. A su vez, otro hombre le follaba. Sus pezones eran lamidos por una tercera boca y, forzando la posición, una mano agarró la suya y la obligó a posarse sobre una cuarta verga erecta y palpitante.

"Ahhnnn"- gimió Lucía cuando el pulgar de Alberto comenzó a rozarle el clítoris. Un segundo gemido, de haberlo, fue acallado por la polla de Juancho, que parecía tener miedo a coger frío fuera de la boca de Niña Lucía.

Lucía trataba de respirar por la nariz para no atragantarse con el pedazo de carne de Juancho, pero el trabajo de calidad de Alberto en su entrepierna lo hacía difícil. No sólo la follaba, sino que también acariciaba su clítoris con, casi podría decirse, incluso arte.

Por supuesto, Joan no era manco en esas lides, pero Alberto le superaba en experiencia, en fuerza, en autocontrol, en tamaño… quizá, en un par de años o más, Joan se volvería tan experto y habilidoso como Alberto.

"Andreu, ponte tú a darle caña."- ordenó el jefe del grupo, mientras se salía de Niña Lucía, cuyo sexo latente había estado a punto de llevar al orgasmo a Alberto.

Al guitarrista se le iluminaron los ojos como si le hubieran abierto las puertas del cielo. Quizás algo mejor, le habían abierto las piernas de Lucía, que no daba abasto para abarcar las cuatro pollas que se le ponían delante.

En el tiempo transcurrido entre la salida de Alberto de su cuerpo, y mientras éste ordenaba a Andreu ponerse otro condón antes de que se pusiera a penetrar a Niña Lucía, la muchacha entendió que era el momento de desembarazarse, por lo menos por unos minutos, de una polla, aunque luego otra más ocupara su lugar.

Con rapidez, y abandonando momentáneamente las difíciles caricias que Jorge recibía de su mano, comenzó a mamar la polla de Juancho como si la vida le fuera en ello. Su boca se convirtió en una aspiradora mientras, sus piernas abiertas, aún aguardaban la intrusión de la polla de Andreu.

"Joder… ¡Quilla!"- trató de retraerse Juancho, cuando la boca de Niña Lucía comenzó con su trabajo a máxima potencia. Pero no pudo. Con la mano, la muchacha empujó las caderas del bajista hacia ella, haciendo que su polla se hundiera hasta lo más hondo de su boca y que Juancho, presa de un orgasmo incontenible, acabara eyaculando en la boca de Niña Lucía.

Resoplando, Juancho se dejó caer a un lado, apoyándose con la pared, asombrado de que una niña, una simple niña de instituto, acabara de hacerle el mejor francés de su vida. Sonriente y satisfecho, se puso a liarse un porro, aún desnudo, dando tiempo a que su pequeño amigo se pudiera recuperar. Algo que, oyendo los primeros gemidos de Niña Lucía atravesada por la tranca de Andreu, no iba a ser demasiado tarde.

Echándola hacia sí, y con la ayuda de Alberto y Jorge, Andreu consiguió colocar a Niña Lucía sobre sí mismo.

"Cabalga, putita…"- mandó el guitarrista, y Niña Lucía, fundiéndose con él en un beso pasional mientras, con las manos, llamaba a Alberto y Jorge a acompañarla sobre el sofá, a que se pusieran al alcance de su mano para que los masturbara o se la chupara cuando acabara su beso plagado de mordiscos suaves y lenguas que se retorcían una contra la otra.

Niña Lucía no se reconocía. Le encantaba. Se sentía como si acabara de liberar a una bestia dentro de su cuerpo y no podía parar. No podía parar de saltar sobre Andreu, no podía parar de masturbar a Jorge, no podía parar de gozar la lengua de Alberto que ahora, mientras ella botaba de espaldas a él, y de frente a Andreu, pasaba por su espalda, dejando un rastro de saliva que a Lucía le asemejaba un rastro de puro fuego.

Se elevaban los gemidos de Niña Lucía. Disfrutaba cabalgando a Andreu, lo dominaba, aunque él se creyera que con sus órdenes, con una voz cada vez más débil por el placer que aumentaba y el orgasmo que se acercaba, era quien mandaba. Al tiempo, la verga de Jorge recibía a intervalos la mano y la boca de la joven. La voz de Niña Lucía era como una diminuta alarma. Afortunadamente, la sala estaba insonorizada para evitar molestar con los posibles ensayos. Pero eso no era un ensayo. Era una orgía.

Orgía.

Alberto había sido previsor y había sacado todos los condones de las carteras, bolsas y posesiones de sus amigos y los había amontonado, diez o doce, sobre la pequeña nevera.

Orgía.

La palabra retumbó en la cabeza de Niña Lucía con más fuerza que cualquier hechizo. Orgía, pensó, y se corrió. Chillando de puro placer, temblando de tal forma que Andreu no pudo hacer más que dejarse ir y seguir a Niña Lucía en su orgasmo, la quinceañera se corrió.

Quedó casi desvaída, tirada en los brazos de un Andreu, casi un perfecto desconocido, que se había corrido como ella. Pero cogió aire, mientras obligaba a Jorge a sentarse y, saliéndose de una polla con un quejidito ahogado, e hincándose en otra que también, previamente, se había colocado condón comenzó a follarse al batería.

Cada choque de sus nalgas con el vientre y las piernas de Jorge sonaba como un baquetazo al tambor más agudo de su batería. Casi podían, ella y él, ponerle música a cualquier rock con su choque, sus gemidos, sus palabras entrecortadas.

Desde atrás, puesto que Niña Lucía, esta vez, le daba la espalda, Jorge acarició los pechos de la joven y regresó a la realidad. Una niña nada más. Nada más que una niña de instituto que le estaba follando, botando sin pausa y sin cansancio sobre su verga. Una niña de sexo pulcramente depilado. Una niña de sexo niño. Un sexo niño que había aprendido a abrazar su verga con contracciones y que hizo dejar de pensar a Jorge en niñas. Era una mujer. Hecha y derecha. Una maestra, y si no tanto, al menos sí una talentosa, del sexo. Del sexo puro y animal.

Gimió Niña Lucía de nuevo. Abrió los ojos. Ante ella, Alberto sonreía, con su larga melena húmeda de sudor. Juancho la miraba con lujuria, tras él, con la polla erecta de nuevo como un asta de bandera y esperando su turno. Andreu daba cuenta, sin mucho afán, del porro que había empezado el bajista. Ella, mientras, seguía arriba y abajo.

Alberto se acercó a ella. La besó mientras botaba. La obligó a pararse en su posición más alta y dejar que fuera Jorge quien se ocupara de penetrarla mientras ella seguía quieta, con la postura forzada.

Alberto sonreía cuando se despegó del beso. Comenzó a bajar por el torso cuasi plano, de no ser por los erectos pezones y el imperceptible promontorio de sus núbiles senos. Lamió ambos pezones casi con dedicación, mientras Niña Lucía ponía los ojos en blanco. Jorge había empezado a taladrarla con toda la velocidad que disponía y su sexo, aunque empezaba a dolerle a causa del intenso trasiego, seguía agradeciéndolo.

Alberto siguió bajando, más y más, su lengua, tras meterse en las honduras de su ombligo, llegó hasta casi lamer la tranca protegida de Jorge.

"Alberto… ¿Qué haces?"- preguntó el músico.

"Tú sigue"- respondió la voz del grupo, mientras agarraba a Lucía, que se sentía indefensa e inmóvil ante el ataque de la tranca de Jorge, para que se estremeciera lo menos posible.

Mientras Jorge la penetraba, Alberto separó suavemente sus labios mayores con los dedos y rozó el inflamadísimo clítoris con la punta de la lengua. Un respingo, a medio camino del dolor y el placer y muchísimo más cercano a este último, recorrió a Niña Lucía, que estaba gozando, y ahora lo sabía, como nunca en su vida.

Pero Jorge, al ritmo que llevaba, no pudo resistir más y acabó por estallar dentro de su condón, hincándose en un último estertor hasta las profundidades del sexo de Lucía.

Gritó Lucía de placer, haciéndose un lado y sacando a Jorge de su coñito enrojecido. Juancho se acercó sin una palabra más, pero Niña Lucía, aún recuperándose, mientras trataba de normalizar su respiración, lo paró dándole la señal de alto.

"Espérate… Alberto… todavía no… no se… se ha corrido…"- jadeaba la muchacha, mirando fijamente a aquél que tan empeñado parecía en hacerla disfrutar. El primo de su novio. El mismo que acababa de conocer esa noche pero, no sabía por qué, parecía haber conocido hace meses, quizá en la persona de Joan, quizá en algo más allá.

Niña Lucía se colocó de rodillas sobre el sofá negro, que ya resbalaba a causa de la humedad del sudor y sus propios flujos salpicados. Dándole la espalda a Alberto, y echándose hacia adelante mostrando su soberbio culazo, Niña Lucía llamó al primo de Joan.

"Dios, Luci… envidio a Joan… no veas cómo lo envidio…"- graznó el líder.

La verga, erecta y cabezona, de Alberto se colocó ante Lucía, dispuesta a hundirse en el coño de la chiquilla, pero ésta, agarrándola del tronco, la subió levemente, lo suficiente como para dejarla a la entrada de su ano.

"Lucía… ¿Estás segura?"

Como única respuesta, Niña Lucía se echó hacia atrás clavándose en la tranca de Alberto, que se abrió paso con lentitud por su estrecho agujero.

"Joder…"

"Toma, fuma…"- Juancho le colocó un porro entre los labios a Lucía, aunque la primera calada fue interrumpida por una embestida con el consiguiente gemido, la siguiente se coló hasta lo más hondo de sus pulmones y pegó fuerte.

Alberto se corrió en su culo, después de que ella lo obligara a quitarse el condón y follarla analmente a pelo. Supo que, tras ello, Juancho y Jorge la penetraron al tiempo, fue la primera vez que sentía dos pollas en su cuerpo al mismo tiempo. Le encantó la sensación. Tanto, que no pudo evitar correrse por enésima vez.

Poco después descubriría en su propio móvil imágenes de ella follada por sus tres agujeros por Alberto, Jorge y Andreu, mientras que Juancho parecía ser el "resignado" fotógrafo.

Perdió la cuenta de sus orgasmos entre la intensa nube de marihuana que parecía flotar en la sala y el almizclado olor a sexo. Sexo puro y duro. Sexo con los cuatro componentes de un grupo de rock que la follaban de mil maneras.

Tú y ella sois iguales. Os encanta el sexo. Y no tiene nada de malo. Pero vosotras siempre queréis más, y más. No os conformáis con lo que tenéis y siempre queréis ir más lejos. Siempre más lejos.- repetía Tío Rodrigo en su cabeza, mientras ella recibía polla por todos sus agujeros.

Siempre queréis más, y más.

Más y más.

Más y más.

Penetrada analmente nuevamente por Alberto, Niña Lucía se corrió por última vez. Cayó, exhausta, sobre el sofá, mientras el grupo, aún desnudo, parecía saludarla con sus vergas erectas. Eran jóvenes, cuando uno acababa el otro ya estaba dispuesto para ocupar su lugar. Casi amanecía en ese último orgasmo de Lucía.

Los convenció de que dejaran sus dos maltratados agujeros en paz por esa vez y los obsequió a los cuatro con una última mamada de despedida. Rechazó que la llevaran a casa. La furgoneta del grupo parecía demasiado "cómoda" y ella ya había caído suficientes veces en la tentación por esa noche.

Se vistió, salió a la calle, y caminó durante minutos sin rumbo fijo, aturdida, hasta que encontró un taxi. Se acordó de que no tenía mucho dinero, pero descubrió un par de billetes de cincuenta en su monedero, más una nota en la que, por una parte, llevaba escrito:

"No te tomes esto como que pensamos que eres una puta. Es simplemente para el taxi y para unas braguitas nuevas. Creo que Juancho ha roto las que llevabas. Y se las ha quedado. Alberto."

Y por la otra cara llevaba escritos el número de móvil de los cuatro componentes del grupo. Al lado del nombre de Juancho había escrito con un color de tinta diferente "Yo soy el que la tenía más grande."

Niña Lucía rió y subió al taxi.

"Hombre, pequeña… Hoy pareces de mejor humor…"- sonrió el taxista afablemente.

"¡Ey! ¡Es usted! ¡El poeta! No recuerdo si le agradecí que me regalara el libro."

"Sí, me lo agradeciste, pero da igual. Más agradecido estaría si me dijeras qué tal te pareció."

"Tiene usted un aire a Benedetti muy interesante… Tal vez con toques de Miguel Hernández…"

"Vaya… Muchas gracias. Eso me dice que te lo has leído. ¿Al mismo sitio de la otra vez?"

"Sí. Donde siempre."- respondió Niña Lucía con una sonrisa, mientras trataba de sentarse de forma que su cuerpo no se quejara por la nochecita toledana que había pasado.

 

 

Niña Lucía (Friends) http://www.todorelatos.com/relato/54884/

Categoría: Parodias

Niña Lucía durmió durante todo el día. Era domingo y sus padres trabajaban en el bar. Por eso, lo que la despertó fue el timbrazo del telefonillo.

"¿q-quién?"- respondió con voz soñolienta Lucía. Ni siquiera se daba cuenta Niña Lucía que estaba igual que se había acostado, completamente desnuda, cuando respondió al telefonillo.

"La del caaaable"- respondió la voz, y la muchacha enhebró media sonrisa. Ángela.

"Sube"- Niña Lucía abrió y fue corriendo a vestirse. No es que pensara que a Ángela le fuera a molestar su cuerpo desnudo, pero tampoco era para arriesgarse.

Mientras se colocaba a gran velocidad la ropa, notó agujetas en todo su cuerpo. La noche anterior, al del concierto, había sido bestial y parecía haberla hecho polvo.

"¿Luci? ¿Dónde estás?"- preguntó Ángela desde la puerta.

"En mi cuarto, vistiéndome"- respondió Niña Lucía.

"¡Serás perra! ¿Te acabas de levantar?"

"¡Tía, que es domingo!"- respondió la rubia, colocándose sus pantalones mientras Ángela hacía su aparición en el cuarto.

"Ya, ya… ¿Qué piensas hacer hoy? ¿Comemos por ahí?"

"Ufff… estoy baldada… creo que me quedaré en casita, comeré y veré la tele. Si quieres, te invito a comer. Pero aquí en mi casita. Así si me caigo dormida tengo la cama cerca"- respondió, con una sonrisa Niña Lucía.

"En fin… Si no hay nada mejor…"

I. ¿Qué vemos?

"Oye… ¿Seguro que tus viejos no se enfadan si me quedo a comer?"

"Bah, están trabajando. No se enterarían ni si cayera un misil en casa. Además, a mi padre le gusta que salga contigo… dice que eres buena chica…"- respondió Niña Lucía desde la cocina, mientras empezaba a preparar la comida.

"¡Hombres! No pillan ni una"- rió Ángela, arrancando también las risas de su amiga.

"Pero mi madre te tiene manía, eso sí…"- dijo la joven mientras entraba en el comedor con un gran plato de ensalada para las dos.

"¿pero por qué? ¿No le ha dicho tu padre que soy buena chica?"

Las dos jovencitas estallaron en risas.

"Bueno… cuéntame qué pasó anoche cuando nos fuimos Joan y yo…"

"¿Qué quieres que pasara? Tal y como te dije…"- empezó Niña Lucía, recalcando las últimas palabras.- "Estuvimos un rato más y luego me llevaron a casa. Nada más."

"Va, tonta… seguro que pasó algo… Mírame a los ojos… ¿A que Alberto te tiró los trastos?"-sonrió pícaramente Ángela, mientras le pegaba un trago a las coca-colas que endulzaban la comida.

"¡Qué va! Tanto él como yo queremos mucho a Joan. No de la misma forma, pero Alberto jamás traicionaría a su primo…"

"Ya veo… O sea que nada ¿no?"

"Nada. Y pon la tele, que me aburro…"- cortó la conversación Niña Lucía.- "A ver qué vemos"

Ángela cogió el mando del televisor y lo encendió. El enorme televisor de plasma del salón de Lucía (uno de los pocos lujos que se había permitido su familia), se encendió y los tertulianos de un programa de corazón surgieron en la pantalla vomitando las penas de alguna folclórica.

"Joder… no aguanto a estos plastas… pon la Cuatro, que irán a hacer Friends"- ordenó la pequeña rubia.

"¡Hostia, Friends! ¡Cuánto tiempo sin verlo!"- Exclamó, alegre, Ángela mientras obedecía a su amiga y pulsaba el cuarto botón numerado del remoto.

Como si las estuviera esperando, justo en ese momento, empezó a sonar la sintonía de cabecera de la serie…

"¡I’ll be there for you!"- cantaba Niña Lucía, acompañada de Ángela, y usando de improvisados micrófonos los pequeños saleros que la primera había traído de la cocina.

Tras unos instantes de risa, las muchachas callaron y se pusieron a ver la serie mientras terminaban con la ensalada.

"Mira que está bueno el condenado Joey…" se relamía los labios Ángela mientras Matt LeBlanc hacía su aparición en la pantalla.

"A mí el que me pone es Chandler"- replicó Niña Lucía.

"¡Va!"- se sorprendió la morena, exagerando su mueca de incredulidad.- "¿De verdad?"

"Que sí, tía… no sé… es listo… no tan pedante como Ross… y tiene un polvazo…"

"Joder tía… ¿Qué quieres que te diga? A mí que se me ponga el Joey por delante y que se quiten todos los demás."

"Es que eres una superficial. Hay más cosas además del aspecto físico."- Agitó despectivamente la mano Lucía.- "Como lo bien que follan…"

"Va… cállate de una vez que no escucho la tele."

"Estúpida…"- le sacó burlonamente la lengua Niña Lucía a su amiga.

Tras la broma, las muchachas callaron y se dispusieron a ver el capítulo, que les arrancó bastantes carcajadas, ya fuera en la mesa mientras comían o, al acabar la ensalada, en el sofá donde se tumbaron juntas a ver el episodio. Risas, además, acrecentadas por las bromas entre ellas dos, lo justo para coincidir en que había sido uno de los mejores capítulos de la serie.

"Oye, Ángela…"

"Dime."

"¿Tú te imaginas cómo sería la serie si estuviéramos nosotras?"- comenzó Niña Lucía.- "Mira, yo lo veo así. Nos pondremos en la temporada cuando Chandler aún vivía con Joey pero ya había lío con Mónica, que si no, no tiene morbo:

Plano del Central Perk, Rachel, Ross, Phoebe y Mónica dialogan, repartidos entre el sofá y los sillones. Entra Joey.

- Chicos… ¡He conocido a una mujer espectacular! ¡Es única! ¡Tiene unas tetas que…!- dice, haciendo ostentosos gestos con las manos.

- Fabuloso, Joey… Creo que esta semana sólo lo has dicho cuatro veces, cada una con una chica diferente.- Replica Mónica.

- no, no, no, no… ésta es especial…

- Sí, eso también lo dijiste de las otras.

- Ya… pero ésta se va a traer a una amiga esta noche a mi casa.- La voz de Joey es de clara emoción.

Entonces, entra en el bar un mensajero.

- ¿Phoebe Buffay?- pregunta, mirando su albarán.

- ¡Es verdad! ¡Mary!- exclama la rubia, levantándose del sofá.- ¡Soy yo!- dice Phoebe, acercándose al mensajero…- Oye… no me importaría nada que me trajeras un buen paquete a casa. Sonriente, el mensaca le da a firmar el documento a Phoebe, sin atreverse a aceptar ni rechazar la proposición de la mujer.

- Está ahí fuera, si…

- Éntrela dentro.

- ¿Aquí? ¿Pero se puede?

- Tranquilo, yo me las apaño.- dice Phoebe, mientras el hombre encoge los hombros y sale del Central Perk, tras lo que Phoebe se coloca unas gafas de sol que llevaba preparadas.

- Aquí está.- dice el mensajero, entrando en el bar con una cabra cuya correa pasa a la mujer."

"¿Una cabra? ¿Qué coño pinta una cabra?"- se extrañó Ángela.

"A ver… ¿Quién está contando la historia?"

"Tú, pero…"

"Pues ya está. Déjame seguir. A lo que iba…

- ¡Ey! ¿Qué hace ese animal aquí?- se queja el dueño al ver a la cabra entrar en su local.

- Es mi perro lazarillo.- responde Phoebe, mirando al infinito con sus gafas de sol.

- ¡Pero si es una cabra!- exclama el dueño.

- ¿No me digas? ¡Ya me han vuelto a dar el cambiazo! ¡No sé dónde vamos a ir a parar en esta ciudad!- responde, a grandes voces, Phoebe, mientras toma asiento de nuevo en el sofá, acompañada por su cabra."

"Jajajajaja…"- las carcajadas de Ángela se extendieron por la casa.

"¿Ves como sería buena guionista de Friends y todo?"- sonrió Niña Lucía antes de proseguir la historia.-"Sigamos… Phoebe se sienta junto a Ross en el sofá amarrando a la cabra…

- Phoebe…- empieza a murmurar Rachel.

- ¿Sí?

- ¿De dónde ha salido esta cabra?

- De su madre. Una bellísima cabra también, por cierto…- responde, alegre e ingenuamente, Phoebe.

- No… ¿Por qué la tienes tú ahora?- especifica Ross.

- Ah… me la regaló mi prima. Se llama Karen.

- ¿Karen? ¿Qué nombre es ese para una cabra? - pregunta Joey.

- ¡No! Mi prima es quien se llama Karen.- recalca Phoebe…"

"Venga, nena… yo me esperaba otro tipo de capítulo, ¿Qué quieres que te diga?"

"¿Quieres esperarte a que vengan las amigas de Joey?"

"Más te vale que seamos nosotras y que el Joey no se me escape…"- advirtió Ángela.

"Como no te calles me monto yo un trío con los dos y a ti te envío al hospital con lepra…"

Las dos muchachas rieron cómplicemente.

II. El mejor capítulo de la Historia.

"Va, déjame continuar…

El capítulo sigue ya en el apartamento de Joey y Ross. Joey ahueca un par de cojines del sofá, mira a un lado y a otro, como si no supiera dónde ir, y finalmente se decide por ir al rinconcito que hace de cocina y agarra un tarro. Mete la mano dentro y la saca automáticamente, llena de harina. Maldice en silencio, y agarra el tarro de al lado. Repite la operación pero ésta vez saca de ahí varios condones de diferentes colores. Asiente sonriente y va corriendo a la habitación de Chandler, porque tiene una cama más grande y no viene esa noche.

Sin embargo, Chandler aparece en ese mismo momento por la puerta, jugueteando con sus llaves. Ha vuelto antes del trabajo y está contento. No obstante, cuando Joey sale de la habitación y lo ve, el italiano se asusta porque su plan peligra.

- ¡Aaahahahahahahahahaaaahhhhhhh!- grita Joey, asustando a su vez a Chandler que replica con otro:

- ¡AaahhhaahhhhhH!"

"Jaaajajajaja… Me lo estoy imaginando Lucy… ¡Qué bueno!"

"Calla y déjame continuar:

- ¿Estás loco? ¡Me has dado un susto de muerte!- se queja Chandler.

- ¿Qué haces aquí?

- Vivo aquí.

- ¿Tú no tenías que trabajar esta noche?

- Han derribado el restaurante chino de enfrente y todas las ratas se han venido a nuestro edificio. Tienen que fumigarlo…

- ¡Tienes que irte!

- ¿Por qué?

- Ehhh… he quedado con una chica.

- ¿Y qué? Haz lo de siempre, métela en tu habitación y poneros a tono allí mientras yo me acuesto solo y me voy carcomiendo de la envidia escuchándoos gemir de placer…

- No puede ser… tu cama es grande. Necesito tu cama. En la mía no cabemos.

- Siempre habéis cabido dos… ¿Por qué no ibais a caber esta noche?

- Es que…

Entonces, Joey mira al infinito mientras piensa: No le puedo decir que necesito la cama grande porque he quedado con dos chicas. Nunca me perdonaría no invitarle…

- Es que es gorda.- dice Joey con ostentosos gestos.- Muy gorda. Tremendamente gorda. No cabe en mi cama porque es muuuuyyy gorda. ¡Gigantesca!- De pronto, alguien toca a la puerta.- ¡Mierda! ¡Ya está aquí! ¿Dónde vas?- exclama, cuando ve a Chandler ir a abrir la puerta.

- Voy a abrir la puerta… No me quiero perder la primera gorda que sale con Joey Tribbiani.

- ¡NO!- Exclama, mientras Chandler abre la puerta. Bajo el dintel apareces tú, con tu cuerpazo apabullante… A ver, levántate que lo vea."- dijo Niña Lucía, haciéndole gestos a su amiga. Sonriendo, Ángela obedeció y se puso de pie, dando además una vuelta para mostrar todos sus atributos, y no sólo los suculentos pechos de la perdición de más de uno… y una.

"¡Qué buena estás, corazón!"- exclamó Niña Lucía con una sonrisa en la boca.

Sin embargo, justo en ese momento, el móvil de Ángela comenzó a sonar. A la joven morena se le borró la sonrisa de la boca al ver quién la llamaba. Rápidamente, colgó sin contestar y guardó el móvil antes de que Niña Lucía pudiera ver nada.

"¿Quién era?"

"Na-nadie…"- respondió, azorada, Ángela.

"¿Segura?..."

"Ay, nena… sigue la puta historia y no me interrogues, que parece esto la puta Inquisición…"

"bueno, vale, vale… no te pongas así"- se excusó Niña Lucía, con gesto extrañado.

"Lo siento, pequeña… Perdóname…"- suspiró Ángela, sentándose junto a su amiga y abrazándola con cariño…- "Pero venga… sigue con la historia, que se está poniendo buena."

"Está bien, pero sólo porque eres tú…"- Respondió la rubia, saliéndose del tierno abrazo de su amiga sólo para darle un no menos tierno piquito en los labios. Lo suficiente como para que el contacto hiciera mella en ambas.- "en fin… empecemos ya con las escenas que nos interesan…"- le guiñó un ojo a Ángela, Niña Lucía.- "Chandler abre la puerta y te ve… le echa una ojeada a tu cuerpazo…"- Niña Lucía sobó por encima de la ropa los generosos pechos de Ángela.- "Y, de repente, vuelve a cerrar la puerta, antes siquiera de que tú puedas decir hola."

"Oye…"- se quejó Ángela, enfurruñándose, siguiendo la broma.

"Tranquila, chica…"- poco a poco, Ángela había ido recostándose más y más sobre Lucía, mientras se iba girando, de tal forma que ahora quedaba apoyada, de espaldas a ella, y casi tumbada sobre Niña Lucía, que seguía con las manos sobre sus pechos.- "Chandler en ese momento se gira hacia Joey y le recrimina:

- ¡Sí! ¡Está gordísima! ¡Es un ballenato!- exclama, con toldo el sarcasmo propio de mi Chandler…"

"¿Tu Chandler?"

"A callar… Seguimos:

- ¡Le has cerrado la puerta en las narices a mi cita!- se queja Joey

- No… no era tu cita. Tu cita era una gorda. Muy gorda. ¡Tremendamente gorda!

Sin hacer caso a su colega, Joey va corriendo hasta la puerta y la vuelve a abrir.

- Lo siento, preciosa… Ha sido Chandler…- dice, mientras te hace pasar.- perdónale, no está bien de la cabeza, pero no te preocupes, ya se marcha, tiene una cita con el ¡psiquiatra!...- ahora lo que hace es empujar a Chandler hasta la puerta, para acabar cerrándola de un portazo a su espalda.

- ¡Que sepas que yo vivo ahí!- grita Chandler desde la puerta, mientras tú te quedas dentro, con Joey.

- Bueno, cariño… ¿Quieres comer algo?…- Te pregunta.

¿Qué respondes?"

"¿Qué?"- se sorprendió, algo confusa, Ángela.

"Venga, nena, eres tú… Se supone que algo tendrás que decirle…"

"vale, vale… Claro que quiero comer algo…"- dijo Ángela, con el gesto pícaro y sensual que usaría si, realmente, tuviera ante ella a Matt LeBlanc y no a Niña Lucía.

"Vale… ya lo has dicho todo…"- Rió la pequeña rubia.- "Acto seguido, te arrodillas ante él y empiezas a manipular su cremallera…

- Ohohhhh…- dice entusiasmado Joey.- ¿Y tu amiga?- pregunta mientras le bajas pantalones y calzoncillos, dejando al aire su pollón ítalo-americano…"

"Dios, nena… me estoy poniendo sólo de imaginármelo…"- susurró Ángela, retorciéndose sobre el sofá.

"Pues por mí no te cortes…"- las manos, traviesas, de Niña Lucía, se colaron bajo la camiseta de Ángela y se pusieron a acariciarle, castamente, el vientre…

"Joder, Luci… eres única…"- musitó Ángela, cerrando los ojos y quitándose la camiseta, quedándose con el sujetador como única presa para sus pechos.

"Lo sé… Va, sigo… Cuando, hambrienta como una perra en celo, te metes la polla de Joey en la boca, él deja de preguntar dónde está tu amiga.

Pero volvamos al rellano, a la puerta del piso…"

III. Escenas censuradas. PX.

"Joder, Luci… no me jodas…"- se quejó Ángela.

"Tranquila, mi niña… pero también tendré que aparecer yo ¿no? Además… no te vas a aburrir…"- con perversa habilidad, las mano izquierda de Lucía abandona el vientre de Ángela, desabrocha el botón de sus vaqueros y, rápidamente, se cuela bajo las braguitas de ésta.

"¡Dios, Luci! ¡Eres…! No cambies, por lo que más quieras…"- exclama Ángela, mientras suavemente, Niña Lucía la acaricia y la morena se recuesta más aún sobre el torso casi plano de la rubia.

"Yo si cambio será a mejor, no lo dudes… Bien… sigo… Chandler está ahí fuera, cuando por el pasillo aparece una tierna joven rubita."

"Una rubita que sabe acariciar de puta madre…"- respondió Ángela, con los ojos entrecerrados por el placer suave que recibía a manos de su amiga.

"Sí, la misma… Yo. Me planto ante Chandler y le pregunto:

- Perdón… ¿Vive aquí Joey Tribbiani?"- la voz de Niña Lucía escogió un tinte de falsa inocencia muy incitante.

"Pero claro… Chandler piensa: A lo mejor la morena no era su cita, sino ésta… Y dice:

-Sí, espera que abr…- sin embargo, al abrir, se ve, en medio del salón, como Joey recibe un tratamiento bucal de la experta Ángela."- La mano derecha de Lucía, la que aún acariciaba el vientre de Ángela, sube por el glorioso cuerpo de la morena y acaba entre sus labios, como imitando la polla que su amiga mama en su mente. Ángela, desarmada por el vicio, acepta la intrusión de los dos dedos de Niña Lucía y comienza a chuparlos como si, seriamente, fueran la polla de Joey Tribbiani.

"- ¡No! ¡No está!- grita Chandler, tras cerrar la puerta rápidamente. Mejor lo esperas en el piso de aquí enfrente.- Y como Chandler tiene las llaves del piso de Mónica, me hace pasar mientras piensa la mejor forma de decirme que mi cita está follando con otra."- Niña Lucía, modificando sus caricias sobre el coño cada vez más mojado de Ángela, introdujo de golpe dos dedos en su interior, haciendo que la morena se arqueara de placer.

"Ha… Como sigas así, Luci…"

"Sigo con la historia…"- Niña Lucía no abandonaba ni por un momento su gesto sonriente, mientras enloquecía con caricias a su amiga.- "Chandler me mete en el piso de Mónica y, una vez dentro, trata de coger valor para explicármelo…

- A ver… cómo te lo diría yo…

- ¿el qué?- pregunto, divertida.

- Joey se está beneficiando a otra en el salón de su casa.- Chandler pone las manos delante de su cara, como esperando una explosión, un grito o algo así. Pero, al no escuchar nada, las aparta y me mira.

- Ya lo sé…- digo.

- ¿Ya lo sabes?

- Sí, es Ángela, es mi amiga, e íbamos a hacer un trío…

- ¿UN TRÍO? ¡Mierda, y no me ha avisado!- exclama Chandler…

- Bueno… si quieres te puedo dar un adelanto… para que no te sientas solo…"- La voz de Lucía era la propia del pecado.

"Dios, Luci… baja las revoluciones que… que vas a hacer que me corra…"- Ángela no podía más, se retorcía, presa del placer, sobre el sofá.

"Cambiemos de postura… que se me duerme la mano… además, te pesan las tetas, nena, me aplastas…"- rió Niña Lucía, mientras salía de debajo del cuerpo de su amiga y se colocaba justo enfrente, dejando que la morena acabara tumbada directamente sobre el sofá. Con rapidez, Niña Lucía le quitó los vaqueros a Ángela, que, abriendo las piernas para volver a dejar acceso a su amiga, sólo pudo decirle:

"Niña… eres increíble. Luego te lo tengo que devolver…"

"Sigamos con la historia…"- Dijo Niña Lucía, mientras presionaba sobre las braguitas de Ángela, bien imbuidas de humedad.- "sin dejarle escapar, ni siquiera que me diga que está saliendo con Mónica, empujo a Chandler sobre el sofá y comienzo a comerle la boca… Mmmmm…"- como si hubiera querido emular el beso que imaginaba con el personaje de Friends, Niña Lucía se lanzó a los labios de Ángela, dándose ambas un beso de campeonato, mientras la primera seguía masturbando a su amiga con parsimonia.

"Mpff… Luci… ¿somos unas putas?"

"Lo somos… Pero somos fieles a nuestros chicos."- respondió con picardía la joven.- "Bueno, mientras yo me como al Chandler en casa de Mónica, Joey se come otra cosa en su casa… Adivina lo que es… una pista… acabo de meterle un dedo… Exacto, tu coño."

"Ahh… hahh…"- gemía Ángela, como trasladada por obra y magia de Niña Lucía a la historia donde Joey le comía el coño.- "Me matas…"

"Bueno, Joey te come el coño con destreza… es un conquistador y sabe cómo hacerlo… tanto que gimes como una loca, como ahora, tanto que le pides, le ruegas que te la meta… Mientras, yo me monto a Chandler en el salón del piso de enfrente."

"que me la meta… que me la meta…"- Ángela, que tras hacer desaparecer sus braguitas, sólo queda vestida con el sujetador, cuyas copas ha echado hacia abajo para poder amasarse los pechos, disfruta como nunca de las caricias de Niña Lucía, que continúa con su historia.

"Pero no olvides que Friends es una serie cómica, así que, justo cuando tú te pones encima de Joey, para empezar a cabalgarlo, entra por la puerta Phoebe, con su cabra…

- ¡Joey! Tienes la puerta abierta. He traído a la cabra para que conozca a tu pato y ¡Oh, Dios Mío!- exclama, cuando te ve, sin pudor, botando encima de Joey.

- Ho… hola, Phoebe… yo… yo pararía… pero es que no puedo… esta chica me puede…- se excusa Joey, mientras sigue penetrándote. Y tú no te paras. Al contrario, sigues con más fuerza, quizá te da morbo que alguien mire. Y es que Phoebe no se pierde detalle de tus tetas botando y saltando, con los pezones más tiesos que un asta de bandera.

- Es un movimiento casi hipnótico…- dice la mujer, mientras se acerca y se pone justo delante para verlas mejor."

"Luci… no pares… por lo que más quieras no pares… ahhh… sigue contando, sigue…"- pide Ángela.

"Vale, pero antes tengo que refrescarme la garganta. Algo para beber… ya sabes…"- responde Niña Lucía, mientras acerca su boca al coño de su amiga y le da varios lengüetazos a su hinchado y henchido clítoris.- "Sabrosísimo… deja que siga… pero ahora me toca a mí."

Ángela no sabe desde cuando, pero Niña Lucía ya no lleva puestos sus vaqueros y se masturba ella también con la mano libre bajo las braguitas.

"Mientras yo cabalgo como una loca a Chandler en el salón, y él sólo puede hacer que… ah… gemir, como yo… se escucha la puerta. Ajena a lo que ocurre en el piso de al lado, y a pesar de que la puerta está entreabierta, Mónica entra en su piso y se queda paralizada cuando ve el espectáculo.

- ¡Chandler! ¿Qué demonios es esto?

- ¡Mónica!- Chandler no es tan caliente como Joey, por lo que él sí que consigue levantarse, desnudo y con su amigo aún más levantado que él, tras echarme a un lado en el sofá…"

"Pobre Luci…"- se atrevió a sonreír Ángela.

"Tranquila… es mi historia…

- ¡No te me acerques a mí así o…!- exclama Mónica.- ¡Me voy ahora mismo de aquí!

Sin embargo, antes de que pueda abrir la puerta, otra mano la cierra. La mía.

- Oh, vamos, princesita… no es culpa del principito… venga, súmate a la fiesta…

- ¿Qué demonios estás diciendo?

- Ven…- le digo, mientras, aun a pesar de que nos separa poco menos de un metro, le hago gestos para que se acerque. Por puro instinto, Mónica acerca su cara a mí, lo justo para que yo pueda agarrarla y obligarla a un beso que, aunque al principio ella reniega, poco a poco se va dejando llevar, y acaba por aceptar y responder de buen grado…

- Oh… joder…- dice… Chandler."- Niña Lucía había aprendido un truco para la historia. Sus propios gemidos eran el campo base para las interjecciones de los protagonistas de su historia.- "Me estáis poniendo burro…- dice, mientras observa como nuestro beso comienza a ser acompañado por caricias lésbicas subidas de tono…

En fin… mientras, en casa de Joey, alguien más entra. No me iba a olvidar al pobre de Ross, que entra con una botella de vino que Phoebe le ha hecho comprar para celebrar la llegada de la cabra.

- ¡Madre del amor hermoso!- grita, cuando ve a la parejita follando y a Phoebe delante, mirándote fijamente las tetas. Llevado por el surrealismo, descorcha con los dientes la botella de vino y le pega un trago.- ¿Pero qué pasa aquí?

- ¡Ross! ¡Mira! ¿No crees que las tetas de esta chica tienen un movimiento hipnótico?"- Niña Lucía no necesitaba contar los gemidos de Ángela subida en Joey. Ella misma se encargaba de dejarlos patentes mientras su amiga la masturbaba con sapiencia, tan impropia de colegiala.

"Luci… vas a acabar conmigo…"- musitó Ángela, casi al borde del delirio.

"Tranquila, nena… no hasta que yo te lo diga… en fin… sigamos. Ross, que sigue sin creérselo, le pega otro trago a la botella de vino y, sin saber qué hacer, camina hasta colocarse al lado de Phoebe a mirarte las tetas mientras follas con Joey.

Por mi parte, yo, tumbada boca arriba sobre el sofá, hago un sesenta y nueve con Mónica mientras ésta recibe los pollazos de Chandler.

- Ssssíiiii… Joderrr…- Folla de puta madre el Chandler, Angie, te lo prometo. Y no veas cómo come el coño la Mónica. Parece que han nacido para hacer tríos… Joey, en su piso, cansado de la misma postura, decide cambiar y, de paso, probar algo nuevo…"- Niña Lucía, abandonando su propio placer, acerca la otra mano a Ángela, hasta que, acariciando la parte interna de los muslos, acaba por deslizarse bajo el sexo anegado y ardiente de su amiga, un poco más abajo, hasta que puede acariciar su ano.

¿Te imaginas lo que es?"- Dice, Niña Lucía, acariciando con su índice, en círculos, la rosada zona del ano de su amiga, llegando incluso a meter la punta…

"¡JODERRRRR!"- Ángela no pudo más. Sodomizada por Joey, masturbada por Niña Lucía, mecida en su historia, se corrió. No pudo evitarlo y acabó en un orgasmo total y escandaloso que, incluso, salpicó de flujo levemente ambas manos de Niña Lucía. Con las piernas temblando, los ojos cerrados, la garganta estremeciéndose en gemidos, Ángela disfrutó de cada segundo de su orgasmo. No recordaba la última vez que tuvo uno así. Quizá, en aquel trío con Joan y Lucía… quizá, ni siquiera ése.

"¿Te ha gustado, Angie?"- preguntó Lucía, inclinándose sobre su amiga, que yacía exhausta, sudando y satisfecha, sobre el sofá, con una sonrisa de oreja a oreja.

"Mucho, Luci… ¿Cómo puedes ser así de buena?"

"Algún talento tenía que tener…"- Sonrió la pequeña rubia.

"¿Además del de follar como una experta, y el de contar historias tan buenas? Por cierto, termínala o no te devuelvo el favor…"- sacó la lengua, provocativamente, Ángela.

"Bueno, vale, vale… nos hemos quedado en que Ángela se corre mientras es porculizada por Joey, que tampoco es que pueda aguantarlo y se va dentro de tu cuerpecito de princesa. En la habitación de al lado, igual, Mónica y Chandler se corren y yo, buscando ansiosamente el morbazo final de un orgasmo, me los llevo de la manita.

- ¿Pero dónde vas? ¡Que estamos desnudos!- se quejan, mientras los saco de la casa de Mónica y los meto en el piso de enfrente, que tiene la puerta abierta y donde Ross no deja de darle a la botella de vino para cerciorarse de que sigue despierto…

Allí estáis Joey y tú también en pelota picada, mientras Phoebe trata de mirarte los pechos de todas las formas posibles y Ross bastante tiene con mantenerse de pie con la borrachera más grande de su vida.

- ¡Bien! ¿Quién quiere montarse una pedazo de orgía?- pregunto, observando a la concurrencia.

- ¡Yo! ¡Yo quiero!- exclama Phoebe, mientras se empieza a desnudar.

- ¡Y SHO! ¡Sho tajmbén qujero!- secunda Ross.- ¡Toma sha! ¡Qué coñito más apretado tienes Mónica!- exclama el profesor de Paleontología.

- Ross… yo estoy aquí.- responde, desde el otro lado de la habitación, Mónica.

- ¿Toncesh? ¿A jien me estoy follando?- se pregunta Ross.

- ¡BEEEEEEEEEEEE!- se queja la pobre cabra… y ahí se acaba el capítulo. La orgía es para el siguiente"

"¡Jajajajajaja! ¡La cabra!"- estalló a reír Ángela.

"¿Qué? ¿Qué te ha parecido el capítulo?"

"El mejor de la historia… y ahora…"- no obstante, Ángela no pudo continuar, su móvil, nuevamente sonando, la interrumpió.- "Vete yendo para tu cuarto y ahora voy a devolvértelo con creces."- ordena Ángela, y Niña lucía, sonriente, asiente y obedece.

En cuanto la pequeña rubia se mete en su habitación, Ángela responde al teléfono con voz furiosa pero muy baja, para que Niña Lucía no la oiga.

"¡Joan! ¿Estás tonto? No me llames cuando estoy con Lucía. ¿No ves que se puede dar cuenta?... Bueno, cielo… dime qué quieres. Pero rápido, que Luci puede aparecer en cualquier momento."

 

 

Niña Lucía (Sixteen candles) http://www.todorelatos.com/relato/54982/

Categoría: Dominación

La vida continuaba, Niña Lucía pasaba los días entre los brazos de Joan y las clases. Ella, Ángela, Joan, y a menudo también Nacho… se había hecho muy habitual verlos juntos por el patio y por las clases, antes de que llegara el profesor de turno.

Sin embargo, había algo que Niña Lucía no podía sacarse de la cabeza. De vez en cuando, cuando creían que ella no les observaba, Ángela y Joan se miraban entre sí y sonreían con complicidad.

La duda la hizo desconfiada. La desconfianza la hizo arisca. Dejó de quedar con Joan. Siempre tenía cosas que hacer. Y un día, justo un día antes de su cumpleaños, acabó por explotar.

"¡Me tienes harta, Ángela! ¡Te vas a ir a tomar por culo!"

"¿Qué coño te pasa conmigo? Mira, niña… déjame en paz."

Lucía llegó a su casa, sin pasar por el bar de sus padres como solía hacer últimamente y se fue directamente a su habitación. Lloró. Se sintió más sola que nunca y lloró como no lo había hecho en mucho tiempo. Por primera vez se sentía sola, traicionada por los dos clavos, Ángela y Joan a los que se había ido agarrando los últimos meses. Claro estaba, no tenía pruebas de nada, pero sí sospechas de todo.

Por si fuera poco, al día siguiente, era su cumpleaños y a la única que el año pasado se acordó, acababa de mandarla a tomar por culo.

Lamentó mucho lo que hizo, pero no quería pedir perdón. Le daba igual. Aunque nadie se acordara de que al día siguiente cumplía dieciséis. El año pasado, por primera vez, y coincidiendo con una importante cena que habían de preparar en el bar-restaurante, los padres de Niña Lucía lo habían olvidado. Unos regalos de última hora y una tarta comprada en el último minuto fue su intento de arreglarlo sin que su hija se enterase.

Y aunque ellos creían haberlo conseguido, nada más lejos de la realidad. Niña Lucía lo sabía y aquello le dolió muchísimo.

La pequeña rubia se abandonó al sueño esa misma noche, decidida si hacía falta a no levantarse en todo el fin de semana. "Ojalá no me levantase nunca" llegó a pensar.

Pero sí que lo hizo.

I. Sixteen Candles

El móvil sonando la despertó. Melodía de mensaje. Aún soñolienta y aturdida, cogió el teléfono y leyó el mensaje.

Feliz qmpleaños, wapa. Qando puedes pasar x mi ksa a x el regalo? J

Ángela. Niña Lucía sonrió. Se le asomó al ventanal de sus ojos verde-azulados una lágrima de emoción. ¡Qué tonta había sido! Ángela era… su amiga, y no había más que hablar.

"¿Ya estás despierta?"- la repentina voz sobresaltó a la cumpleañera, a la que el móvil se le llegó a escapar de las manos.

"¡Mamá! ¿Qué haces aquí?"

La madre de Lucía sonrió plácidamente y dijo:

"Ay, hija… alguien tendría que preparar tu tarta de cumpleaños…"

"¡Te has acordado!"- con desorbitada alegría, Niña Lucía saltó de la cama y abrazó a su madre.

"Por supuesto, cariño… ¿Vas a invitar a alguien a comer? ¿Tal vez a ese chico tuyo?"

"¡Mamá!"

Sin embargo, nuevamente el móvil sonó, interrumpiendo la conversación.

"¿Sí?"- respondió rápidamente Niña Lucía al teléfono.

"Feliz cumpleaños, mi niña…"

"Joan… Muchas gracias, cariño…"- la sonrisa se encaramó a los labios de la joven. Miró luego de reojo a su madre y, poniéndose el teléfono sobre los pechos, le hizo un gesto de que saliera de la habitación.

"Vale, vale… os dejo solitos…"- dijo la madre de Niña Lucía.

"Oye, cari…"- murmuró, nuevamente al teléfono, la joven.- "¿Tienes planes para comer? ¿Quieres venir a casa? Mi madre te ha invitado…"

Tras unos segundos de suspense, Joan contestó.

"¿A qué hora voy?"

"cuando quieras"

"Muy bien… pero el regalo me lo guardo para luego".

*****

"Vaya, vaya, vaya…"- El padre de Lucía, que había dejado durante unas horas el bar en manos de la pareja de camareros que trabajaban a sus órdenes, escrutó de arriba abajo el cuerpo de Joan, al que Lucía le acababa de abrir la puerta.

"Encantado de conocerlos, señores…"- extendió la mano el novio de su hija, y Jorge la estrechó afablemente.

"Así que tú eres el famoso Joan… Ya veo por qué tienes tan enamorada a nuestra pequeña…"- suspiró la madre de Lucía.

"¡Mamá!"- se quejó la joven, casi tan avergonzada y nerviosa como Joan.

"Venga, dejaros de cháchara… ¡A comer!"- intervino Jorge, y todos aplaudieron la iniciativa.

Durante la comida, tuvieron tiempo de hablar pausadamente, Joan y Lucía, sonrientes y compartiendo miradas cómplices, se cogían la mano bajo la mesa, ya fuera para infundirse ánimos mutuamente, o para tranquilizar a quien tanto querían.

Finalmente, llegó la esperada tarta de la madre de Lucía. Sobre ellas, dieciséis velas aguantando estoicamente mirando al cielo. "Sixteen Candles… Make a lovely sight, but not as bright as your hazel eyes"… cantaron alguna vez los "Jackson Five". Niña Lucía cerró los ojos y sopló, apagando los dieciséis fuegos de las dieciséis velas.

Joan causó una buenísima impresión en los padres de Lucía. La joven parejita obvió decir que había repetido curso, y para los padres de la joven, todo eran virtudes en Joan. Simpático, amable, cariñoso… Les sorprendió mucho cuando, tras una llamada de teléfono, Joan dijera que tenía que marcharse.

"¿Pero a dónde?"- trató de saber la madre de Lucía.

"Ay, mamá… déjalo… donde sea… además, en un rato me voy yo también, que he quedado con Ángela…"- lo excusó Niña Lucía que, antes de que Joan se fuera, le dio en la puerta un piquito en los labios, sin importarle que sus padres miraran.

"Me gusta el chico, oye… "- afirmó la madre.- "Se le ve muy formal"…

Niña Lucía sonrió y se sentó a ver la tele. De la tarta casera de su madre no quedaban ya ni las migajas. Estaba saliéndole muy bien el cumpleaños. Y, en media hora, había quedado con Ángela. Ni siquiera se preguntó por qué tenía que ir a por su regalo a casa de su amiga. El día era demasiado hermoso como para preguntarse esas tonterías.

Finalmente, diez minutos antes de la hora convenida, no pudo resistir más y salió de su casa, derechita a por el regalo de Ángela. Sabía que había algo escondido… Pero no lograba averiguar qué.

Su mano tembló ligeramente ante el timbre de su amiga. Pulsó, y esperó la contestación, que le llegó en forma de un escueto: "Sube".

Tan rápido como le permitían sus zapatos sin tacón, Niña Lucía subió las escaleras. No sabía absolutamente nada de ese regalo, ni de lo que debía esperarse. Quizá, por eso, estaba tan animada.

Ángela la esperaba apoyada en el marco de la puerta de su casa. En cuanto la vio, sonrió con suficiencia y la llamó con un movimiento de dedos.

"Ven, pasa…"- le dijo la morena, haciéndola entrar en la vivienda y cerrando la puerta tras de sí.- "Tu regalo está en la habitación de mi madre."

Con paso firme, las dos comenzaron a caminar por el largo pasillo. Niña Lucía temblaba de nerviosismo, Ángela, quizá, de algo más.

"¡ah, un momento, espera! ¡Casi se me olvidaba!"- exclamó Ángela, deteniéndola a mitad camino.

"¿El qué?"- exclamó, exasperada por los nervios, su rubia amiga.

Antes de que pudiera decir nada más, Ángela volvió al salón comedor de la casa, y puso en "play" la mini-cadena.

"Sixteen Candles… Make a lovely sight, but not as bright as your hazel eyes"- comenzó, suavemente, la melodía.

"¿Sabes, Ángela?"

"Dime".

"Eres una repipi y una cursi y no tienes perdón…"- le dijo Niña Lucía, con los ojos anegados de lágrimas de emoción.

"Tsch. No me llores, tonta… Sécate los ojos o no podrás ver tu regalo"

Las dos muchachas ya se habían detenido frente a la blanca puerta de la habitación. Poniéndole más suspense del que era necesario, y mientras Lucía se deshacía de las últimas lágrimas traidoras, Ángela abrió la puerta.

Sobre la cama, perfectamente expuesto, había unas prendas de cuero. Guantes, botas, sujetador, braguitas…

"¿Angie?"

"Eso es sólo una parte de tu regalo…"- le sonrió Ángela, y abrió aún más la puerta.

Niña Lucía abrió los ojos al máximo. No lo podía creer.

II. Bienvenida.

La joven trató de balbucir algo, pero no lo logró.

"Verás… lo hemos estado preparando desde hace un par de semanas… Lo siento si te dimos impresiones erróneas, pero no podíamos dejar que lo adivinaras. Se habría arruinado la sorpresa."- se explicó Ángela, pero Niña Lucía parecía no oírla. Ella miraba otra cosa.

De rodillas en el suelo, las manos atadas a la espalda, la cabeza gacha, un collar en el cuello, y desnudo y erecto, Joan la esperaba. Él era su regalo de cumpleaños.

"Bienvenida al mundo de la dominación…"- le susurró Ángela, empujándola dentro del cuarto y cerrando la puerta, quedándose ella fuera. "Misión cumplida", pensó, suspirando. Las imágenes que cruzaban por su mente la estaban excitando demasiado.

Dentro de la habitación, Niña Lucía caminaba lentamente alrededor de Joan, que no se había movido en ningún momento, pero que trataba de seguirla con la mirada. Agarró el collar por la cuerda que lo ataba, y estiró hacia sí misma.

"levántate…"- ordenó Niña Lucía, y Joan obedeció al instante. La joven, aún vestida frente a él, ahuecó levemente el pelo de su chico, poniéndose de puntillas, para poder contemplar con más detalle el collar.

La cumpleañera se mordió el labio con perversión, le desató las manos y se dispuso a disfrutar de su regalo. Se sentó en el borde de la cama y, cruzando las piernas, murmuró:

"Descálzame"

Obediente, casi con devoción, Joan hincó la rodilla ante su chica y procedió a descalzar su pie derecho con suavidad, mientras la miraba directamente a los ojos.

Niña Lucía supo leer en las pupilas de Joan. Había arrogancia, pero sumisión, sus dos ojos eran una poderosa ave enjaulada en los deseos de Niña Lucía. Le encantaba esa sensación.

La joven descruzó y volvió a cruzar las piernas, poniendo al alcance de Joan esta vez su otro pie, que recibió el mismo tratamiento, suave, que ya había disfrutado su compañero.

"Bésalos…"- ordenó Niña Lucía, mientras se ponía en pie. Sin siquiera un gesto de desaprobación, Joan se arrodilló y se inclinó frente a ella y depositó sendos besos en los dedos desnudos de los pies de la joven.

No podía evitarlo, Niña Lucía se estaba excitando cada vez más. Le encantaba. Le encantaba su regalo, le encantaba dominar, le encantaban Ángela y Joan.

"Desnúdame… con suavidad…"- mandó, y Joan, sin decir ni una sola palabra, le desabrochó el botón de su faldilla vaquera y dejó que éste cayera por las piernas de su novia.

Se incorporó Joan para quitarle la camiseta, y los pequeños pezones sonrosados de Niña Lucía apuntaron bajo ella. Arrogantes se mostraban, coronando los pechos nimios de la jovencita. Arrogantes y sabrosos parecían. Tanto que Joan no pudo evitar preguntar:

"¿Puedo chupártelos?"

"Termina de desnudarme primero"

Como el más fiel de los sirvientes, Joan procedió a obedecer la orden de Niña Lucía, su Niña Ama. Agarró con ambas manos el elástico de sus braguitas, única prenda que la separaba de la desnudez completa, y se agachó lentamente, llevándose consigo la prenda.

Las braguitas bajaron de los tobillos de Niña Lucía y ella terminó de quitárselas del todo. Le latía el corazón a mil por hora. No podía evitarlo. La verga de Joan, sin pudor ninguno, la apuntaba directamente, dura como el hierro.

"¿puedo ahora?"- la ronca voz de Joan era una victoria, a cada segundo, a la pasión que lo embargaba. Era una victoria de su autocontrol sobre sus ansias de lanzarse a Niña Lucía y follársela. Y aún así, sabía que no podría, aunque le fallara el autocontrol. Porque era Niña Lucía la que pensaba por los dos, y a un solo gesto suyo, su cuerpo se detendría en el aire si hiciera falta.

"Puedes."- susurró Lucía, y los labios de Joan subieron hasta los pequeños y erectos pezones, que se estremecieron al contacto con la lengua húmeda del joven.

Niña Lucía, mientras, comenzó, lentamente, a masajearse el clítoris, aumentando aún más su nivel de excitación.

"Detente"- Joan lo hizo.

Lucía suspiró, excitada, y abandonó los labios de Joan. Marchó hacia la esquina de la cama donde, como manchas negras sobre el fondo blanco, descansaban las prendas de cuerpo, y se colocó los guantes.

"Ponme las botas"

Si el descalzarla se había convertido en un acto casi solemne, el calzarle aquellas largas botas de cuero fue todo lo parecido a una devota ofrenda religiosa. Lucía fue calzada y, mientras el cuero subía por su pierna, lo mismo hicieron las manos de Joan, que no pudieron evitar acariciarla. Tras una pierna, le tocó el turno a la otra, y Joan repitió el movimiento, terminando con un beso casi casto en la rodilla de la joven.

El chaval no podía entenderlo. Sabía que todo esto lo hacía por Niña Lucía, para que lo disfrutara, para darle su mejor regalo pero… pero su verga, erecta y poderosa, excitada hasta el paroxismo de la misma, le indicaba que el regalo era mutuo.

De fondo, apagadas por la puerta, aún se escuchaba, una y otra vez, un susurro que seguía cantando "Sixteen Candles". Dieciséis velas. Dieciséis años. Una ama de dieciséis años y pechos niños. Niña Lucía, Ama Lucía.

"Ponme el sujetador"- la voz de Niña Lucía era fuerte, casi sin entonaciones, como llevara siglos ordenando. Quizá, en otra vida, quizá, en sueños, así era.

Joan se incorporó nuevamente, sin evitar mirar cada centímetro de la piel desnuda de Niña Lucía y agarró la prenda, que no eran más que unas tiras de cuero que enmarcaban sin tapar los pechos niños de la joven. Con lentitud, y un reencontrado temblor de manos, se colocó a sus espaldas y, tras ayudarla a meter sus brazos enguantados por entre las tiras, Joan abrochó el sujetador.

"Bien hecho…"- murmuró Niña Lucía, volviéndose y enfrentándose de nuevo con Joan. La diferencia de altura entre ambos era ostensible, pero a Niña Lucía no le importaba. Ella sabía quién mandaba.- "De rodillas."- Joan obedeció automáticamente, sin dejar de mirarla.- "Agacha la cabeza y a cuatro patas."- Lo hizo.

Llevándolo del collar, Niña Lucía lo paseó en esa postura hasta uno de los laterales de la cama, donde ella se sentó. Joan sólo podía mirar los pequeños pies de su chica, la cabeza gacha tal y como le habían dicho.

Lucía abrió las piernas, su sexo pulcramente depilado amaneció ente ellas.

III. Polvo de cuero. PX

"Cómeme el coño."- ordenó, con un gruñido en la voz, estirando de la cuerda que dominaba el collar de Joan hasta que la boca de éste quedó justo encima de la tan ansiada parte de la anatomía de Lucía.

Joan aspiró el aroma del sexo de su chica, acarició la parte interna de sus muslos, que se estremeció automáticamente al primer roce, e introdujo la lengua en el ardiente agujero de Niña Lucía. Suspiró la ama, dejando escapar un siseo prolongado.

Los dedos de Joan le rozaron los carnosos labios mayores.

"Sin manos. Sólo con la lengua."- mandó la cumpleañera agasajada.

Joan, sin rechistar, puso nuevamente las manos a sus espaldas y se encargó de cumplir la orden de su chica. Besó, lamió, chupó… su boca se había aprendido el camino de tantas veces recorrido. Le latía la verga, pero no importaba, su misión no era él mismo, sino ella. Se hundió entre sus piernas, notó sus labios y los del sexo de Lucía casi besarse, devorarse mutuamente.

Niña Lucía lo tomaba del pelo y, al tiempo, mantenía con la otra mano agarrada la cuerda de su collar. Lo manejaba con una u otra mano y con sus órdenes. Siempre directas, pero cada vez con voz más endeble. La lengua de Joan conseguía eso.

"Mete tu lengua en mi coño."- gruñía la semidesnuda rubia, boca arriba, empujando a Joan hacia su sexo. Y el joven la obedecía, cumplía cada una de sus directrices y Niña Lucía lo disfrutaba. Jadeaba cada vez más, el aire se le escapaba de los pulmones, su pecho casi plano se hinchaba y deshinchaba al ritmo de la respiración agitada.

Joan paraba lo justo para respirar y tragar la fusión de saliva y flujo que se mezclaba en su boca. Mantenía las manos a su espalda, pese a que su verga parecía pedir a gritos alguna caricia que la desahogara.

"para, para…"- logró musitar la cumpleañera, que se veía incapaz de aguantar mucho tiempo más las caricias de la boca de su chico.

Cuando la boca de Joan se alejó de ella, Niña Lucía se dio la vuelta sobre la cama y se arrodilló sobre la misma, levantando asimismo su culo joven y perfecto.

"Sigue con lo que estabas haciendo"- ordenó, mientras se separaba las rotundas nalgas, mostrando tanto su ano como su sexo, cuyos carnosos labios asomaban entre sus piernas.

Joan asintió y volvió a acercarse al cuerpo de Lucía. El aroma a sudor, a flujo, a hembra en celo asaltó su nariz. No le importó. Agarró, ahora sí, las nalgas de su chica y las separó para dar rápidos lengüetazos de su sexo hasta su ano y viceversa.

"Ngggg…"- Niña Lucía gemía de gusto. La lengua de Joan penetró en su sexo y no pudo evitar un estremecimiento. Le fallaron los brazos y acabó con la cara sobre la colcha de la cama, gimiendo, ahora sí a todo volumen, las lamidas de su sumiso por ese día.

"Sube."- ordenó Niña Lucía, haciéndole un gesto con las caderas para que la lengua de Joan abandonara su coñito y empezara a hundirse en su más oscuro agujero.- "Haaaaa…"- gimió de absoluto goce.

La respiración de Niña Lucía ya no podía acelerarse más, el corazón le latía en cada vena, cada roce de la lengua de Joan la elevaba al séptimo cielo.

"Fóllame… con los dedos… mientras me lames…"- musitó, mientras abría un poco más las piernas, facilitándole el trabajo a Joan.

Joan obedeció, siguió comiéndole el culo mientras su mano izquierda trepaba hasta el agujerito de su coño. Uno, dos dedos entraron sin dificultad, las paredes de aquél sabroso coñito se contraían espasmódicamente a cada tanto apretando los dedos del joven.

"Si…sigue…"- la voz se le quebró a Niña Lucía, no podía soportarlo más. Joan estaba a sus órdenes. Completamente. Le follaba el culo con la lengua y el coño con los dedos. Y ella gemía sabiendo que su polla estaría completamente dura, sin ninguna ayuda.- "Sig…"- No pudo más.

Saltó hacia delante, cerrando las piernas, mientras gritaba un orgasmo fuerte y rabioso, uno que le nació tanto del coño como del culo, y al tiempo, del cerebro donde había bajado la sangre por la postura. Sus músculos se contrajeron durante unos segundos mientras estaba en el aire, apoyada sólo por las puntas de sus botas de cuero y la cabeza en la cama, hasta que finalmente, cayó a un lado, completamente exhausta.

"Dios… mío…"- suspiró, tratando de controlar la respiración. Joan seguía de rodillas en el suelo, relamiéndose casi con picardía.- "Súbete a la cama…"- ordenó, finalmente, la joven, palmeando la cama a su lado, mientras ella salía por el otro lado.

Joan obedeció, y se subió, aún de rodillas, a la cama. Tras un escueto, "Bocarriba", Joan se tumbó en la cama, mientras Lucía rebuscaba algo en los bolsillos de la minifalda vaquera que traía antes de que ordenara a Joan quitársela.

"¿Qué coges?"- preguntó Joan.

"A callar."- ordenó Niña Lucía, y Joan cerró la boca y miró al techo, imitando a su verga erecta, que se echaba sobre su estómago, dura como el acero.

Niña Lucía miró lo que tenía en la palma de su negro guante, se mordió el labio inferior con picardía, y sonrió mientras se acercaba a Joan.

Subió a la cama y gateó sobre ella, dando a la polla de Joan un largo lengüetazo al pasar por allí, haciéndolo estremecerse.

"¡Qué cachondo estás!"- sonrió con perversión Ama Lucía.

La joven gateaba con una palma cerrada y otra abierta. Algo guardaba Niña Lucía en su mano izquierda, pero a Joan no le importaba. Ya nada le importaba. Niña Lucía había trepado a su cuerpo y, mientras agarraba su verga con la mano derecha, apuntándola a su sexo, comenzó a descender.

Suspiró la joven cumpleañera cuando la polla de su chico, grande como pocas veces la recordaba, se hundía en su cuerpo. Se estremeció Joan, que tuvo la sensación de haber sufrido un pequeño orgasmo en la penetración.

Puso Lucía las dos manos, una abierta, y otra en forma de puño, sobre el pecho de Joan para ayudarse en el lentísimo vaivén que comenzó. Arriba y abajo, Niña Lucía se follaba a Joan mirándolo directamente a los ojos. Las manos de Joan viajaron a las tiras de cuero del corpiño de cuero de la muchacha, que no tapaba absolutamente nada, pero que cruzaba su torso mínimamente abultado de forma sensual. Sus pulgares comenzaron a hacer círculos sobre los pezones de la chica, constatando su dureza, mientras Niña Lucía subía y bajaba lentamente.

Joan se sentía en el cielo. No podía, no debía, no quería moverse, Niña Lucía, mientras lo miraba a los ojos como si ya estuviera de vuelta de todo, lo hacía todo por él.

"¿P…puedo correrme?"- preguntó Joan, que se sentía al borde del orgasmo.

"Aguanta."- respondió con una voz fría, casi carente de sentimientos, Niña Lucía.

Se mordió el labio Joan. Todo el autocontrol que pudiera tener no iba a ser suficiente si Niña Lucía seguía su movimiento, lento, constante casi hasta el milímetro. Afortunada o desafortunadamente, Niña Lucía se levantó, arrodillada, sobre Joan, extrayendo su verga de su cuerpo.

Movió algo en su mano derecha. Joan no quiso ni verlo. Pero la cumpleañera sonrió con perversión y, mientras la polla del chico parecía querer hervir, fue echándose hacia atrás, pasando por encima de la misma, hasta colocarse entre las piernas de Joan.

Otro rápido lengüetazo de parte de Niña Lucía a punto estuvo de hacerse correr a Joan. Se logró contener in extremis, no podía correrse. No hasta que se lo permitiera su Niña Lucía, su Ama Lucía.

Sintió el liso y tibio tacto del cuero negro sobre su escroto. Cada caricia era seguida de un respingo de su verga. Un toque. Cualquier toque, y acabaría corriéndose. Niña Lucía lo sabía, y por eso jugaba con él. Cerró los ojos para tratar de concentrarse en vencer al orgasmo que se mantenía a las puertas, y no pudo ver a Niña Lucía lamiendo algo. El algo que hace poco llevaba en su mano izquierda.

Pegó un respingo Joan cuando sintió un roce nuevo. Un tacto, rígido, húmedo y tibio, que se internó bajo sus testículos.

"¿Qué?"

"Cállate y estate quieto".- ordenó Niña Lucía, mientras presionaba un poco más, introduciendo en el ano de su chico una de las pequeñas velas que no hacía mucho decoraban su tarta.

"Ah…"- La velita se fue deslizando en su interior, mientras Lucía lo miraba con una sonrisa. Finalmente, toda la vela se hundió en el ano de Joan y a ésta le siguió el dedo índice de Niña Lucía, que se encargó de meterla hasta el fondo.

Siseó Joan, pero su polla no había perdido ápice de dureza, incluso tuvo que aguantarse un último aviso de corrida.

"Bien, bien…"- sonrió Niña Lucía, acariciando con la misma mano que se había encargado de introducir la vela, su propio culito. Volvió a encaramarse al cuerpo de Joan, copiando la postura anterior con una simple variante, movió ligeramente sus caderas y la verga, erectísima, que antes había alojado su coño, ahora apuntaba a su propio ano.

Bajo Niña Lucía mientras, no sabía por qué, Joan se esforzaba en mantener dentro de sí ese pequeño objeto. Suspiraba, jadeaba, siseaba Niña Lucía mientras se empalaba en la tranca de su chico.

Joan tuvo la impresión de que la cabeza se le iba. Aquella dulce presión, el semen agolpándose en sus testículos, y aquél objeto que su propio cuerpo rechazaba pese a que su vicio (el vicio por Lucía) lo aceptara.

"¿Puedo correrme?"- No era una pregunta, era un ruego, una súplica desesperada.

Niña Lucía tardó unos segundos en contestar. Descendió nuevamente sobre el cuerpo de Joan y una de sus manos abandonó el pecho del chaval para viajar de nuevo allí donde había depositado anteriormente la velilla.

Por el ano de Joan asomaba poco más que el final y el cordelito requemado del pequeño objeto.

"Córrete"- dijo Niña Lucía, al tiempo que contraía su esfínter y metía nuevamente el dedo en el culo del joven.

"¡DIOS!"- Uno, dos, tres, cuatro… Niña Lucía perdió la cuenta de los trallazos de semen que impactaron en su interior e inundaron su culo. Bajo ella, Joan, con su collar decorándole el cuello, se estremecía de placer, los espasmos e sus piernas movían a Niña Lucía que, sonriendo satisfactoriamente, se tumbó al lado de su chico.

Lo besó con pasión, posponiendo la recuperación del aliento de parte de Joan. Cuando se separó del lascivo ósculo, no pudo más que observar, nuevamente, de arriba abajo a su chico, desnudo a excepción del collar, y agradecer mentalmente haberlo conocido.

"Sixteen candles, what a lovely sight…"… sonaba por enésima vez por debajo de la puerta.

"Voy a decirle a Angie que quite esa canción antes de que me vuelva loca y ahora vuelvo, ¿Vale? Ves vistiéndote y salimos a tomar algo… yo invito."

"Vale, cariño".- respondió Joan.

*****

"¿Qué?"- preguntó Ángela, que disfrutaba del cobrizo sol de otoño en la terraza de la cafetería, junto a Lucía y Joan.- "¿Te ha gustado el regalo que te hemos hecho?"

"Ha sido el mejor cumpleaños de mi vida. Muchas gracias."- respondió Niña Lucía, levantando su coca-cola a modo de brindis y chocando con el resto de latas.- "¿Cómo os lo podré devolver?"

"Ha sido un regalo, cari…"- intervino Joan.- "No tienes que devolvernos nada."

"Algo se me ocurrirá."- dijo Niña Lucía, mientras sonreía satisfecha. En su bolso llevaba las ropas de cuero que había llevado y sus braguitas blancas. Había preferido ponerse, para salir, el tanga de cuero que pertenecía al conjunto.

Además, también se había guardado el collar…

 

 

 

Niña Lucía (Recreo) http://www.todorelatos.com/relato/55076/

Categoría: Microrrelatos

El día del cumpleaños acabó, y llegó nuevamente el lunes con su rutina pegada a la espalda. Joan y Lucía intercambiaban miradas cómplices en clase, mientras el profesor hablaba de algún escritor que el tiempo se habrá encargado de hacer olvidar.

Pero sonó el timbre que marcaba el fin de la clase. Un suspiro de alivio generalizado invadió a los alumnos que, liberados de la charla eterna del profesor, dejaron caer los libros y buscaron al compañero para hablar de lo que realmente les importaba.

Sin embargo, tanto Ángela como Joan sólo encontraron una silla vacía.

Niña Lucía ya no estaba.

I. En el tiempo de un recreo. PX

Joan salió, confuso, de la clase. Hacía sólo cinco segundos, Niña Lucía estaba allí sentada, junto a Ángela, y ahora se había esfumado. Comenzó a avanzar por el pasillo esperando encontrar a su chica, pero al pasar por delante de los baños de chicos, la puerta se abrió y una mano lo estiró hacia dentro.

El beso lo tomó por sorpresa. Pero reconoció al momento el tacto de esos labios y respondió con labios y lengua. Al separarse, se encontró con la brillante mirada verde de Niña Lucía mientras la muchacha sonreía.

Lo empujó hacia uno de los cubículos de los inodoros y, entrando tras él, se giró para cerrar la puerta con pestillo.

"Tenemos muy poco tiempo…"- le ronqueó la voz de excitación a Niña Lucía, un segundo, sólo un segundo antes de lanzarse a quitarle la camiseta a Joan.

El joven reaccionó desabrochando la falda vaquera de Niña Lucía, que llegaba poco más arriba de las rodillas, el decoro del colegio así lo exigía. Voló la camiseta que acabó sobre la tapa del váter, cayó en vuelo leve la faldilla. La camiseta de Lucía y el pantalón de Joan no tardaron en seguirle el camino a sus semejantes.

El diminuto cubículo era un vendaval donde empezaban a olerse el sudor y la excitación. Niña Lucía se agachó y bajó hasta las rodillas los slips de Joan. La verga, confusa y morcillona, no se decidía a empalmarse del todo. Niña Lucía, arrodillada, sólo sonrió.

Se metió el colgante badajo en la boca, y unos leves juegos con la lengua le bastaron para que la polla de Joan respondiera y empezara a endurecerse.

"Vaya... cinco minutos de recreo y ya estás duro… tal vez sí que nos dé tiempo…"- musitó Niña Lucía, mirando el reloj de pulsera de Joan y empujando a su chico hasta que acabó sentado sobre su camiseta, encima del inodoro.

Niña Lucía se adelantó, poniendo una pierna a cada lado de Joan, mientras la verga erecta de éste no decaía a causa del excitante paisaje que se ofrecía ante ella. Vistos desde abajo, los ojos de Niña Lucía eran aún más hermosos, más grandes y verdes parecían.

La pequeña rubia se apartó a un lado las braguitas y descendió, dirigiendo la polla de Joan hacia su sexo. ¿Qué se podía hacer en los baños de un instituto en el tiempo que dura un recreo? Claro… eso.

La humedad del coño de Lucía abrazó la verga joven de Joan. Suspiró ella y suspiró él. Se besaron con pasión, casi visceralmente mientras Lucía comenzaba el movimiento de sus caderas sobre Joan.

Las lenguas se mojaron mutuamente. Se le escapó a Lucía el primer gemido. Oyeron abrirse la puerta de los baños, no importaba, siguieron el movimiento, tratando de ser silenciosos. Con el pie, Niña Lucía levantó del suelo su falda para que no la pudieran ver y la colgó luego del pestillo.

"¡Hostia, nano! ¿Viste ayer lo de "Smackdown"? ¡Qué grande el Batista, nano! ¡Invencible!"

Mientras los chavales hablaban de lucha libre, otra lucha, menos libre por la premura del tiempo, pero siempre más placentera, tenía lugar a escasos metros de ellos, en uno de los cubículos del baño.

"¿Te pone esto, cabronazo?"- la voz de Lucía era un murmullo de excitación desgarrado, lo suficientemente baja para que sólo la escuchara Joan, cuya oreja era devorada por los labios de Lucía en lascivos lengüetazos.- "¿Te pone? Porque a mí me pone, y mucho, cabrón… me pone… hah…"

Los gemidos se sucedían y Lucía los apagaba en el cuello de Joan. La puerta se abrió nuevamente y las voces extrañas se perdieron. Los movimientos de caderas se hicieron entonces más rápidos y violentos. El coño de Lucía deslizaba sobre casi toda la verga de Joan antes de volver a juntar pelvis.

"Córrete, cabrón… córrete…"- ronqueaba la joven.

Joan, que tras casi quince minutos de intenso movimiento se veía sobre el filo de la placentera navaja, no pudo evitar obedecer a su chica.

Sonó el timbre, se corrió Joan, gritó Lucía, todo en el mismo momento.

"Joder, Luci… he… he de…"- balbució Joan, tras su orgasmo.

"No digas nada. Vamos a clase."

Se vistieron a la carrera, Joan salió primero y cuando ya no quedaba nadie en el pasillo, tocó a la puerta del baño. Salió entonces Niña Lucía, con la sonrisa pícara y satisfecha del amor bien hecho y los dos juntos volvieron a clase. Nunca se arrepentirían de haber llegado tarde a francés.

 

Niña Lucía (Natalia) http://www.todorelatos.com/relato/55367/

Categoría: Bisexuales

El timbre sonó y el soliloquio del profesor acabó en ese mismo instante. Un jolgorio generalizado se fue extendiendo por las clases y los alumnos metieron los libros en sus mochilas y se levantaron de sus asientos. No en vano era la última clase de un lunes gris. Quizá de otro color sólo para Niña Lucía y Joan.

Ángela, Nacho y la propia Lucía salieron del aula de francés juntas. Tal vez, en el patio se encontraran con Joan, que había escogido, a principio de curso, la otra asignatura optativa.

"Angie, espérate un momento, que tengo que ir al baño."

"¿A los de este piso?"

"Joder, Angie… ni que mordieran."

Tanto Ángela como Lucía sabían de quiénes hablaban. En los baños del tercer piso, donde las dos muchachitas tenían la clase de francés, se juntaban a fumar, al final de cada clase, un grupo de alumnas de último año conocidas por su mala actitud y sus conflictos constantes con algunas profesoras. Los profesores, sin embargo, parecían comer en sus manos. O en otra parte del cuerpo…

Niña Lucía abrió decididamente la puerta y no pudo evitar un amago de intimidación cuando sintió seis ojos enrojecidos de tabaco mirándola fija y desafiantemente.

"¿Qué pintas aquí, niña?"- le espetó la que se apoyaba en la puerta de uno de los dos cubículos. Niña Lucía la conocía de vista y de oídas. Todo el mundo en el colegio sabía quién era Natalia Garcés. "Dulce como el azúcar y más puta que las gallinas", rezaba una pintada dejada en el baño de los chicos. La describía a la perfección.

"¿Es un baño, no? ¿No me digas que me he vuelto a colar en una reunión de Tupperware?"- respondió, tan altanera como las otras, y con sarcasmo, Lucía.

"Ja… ja…"- aplaudió sosamente la otra, cuyo cigarrillo temblaba entre dos de sus dedos.- "Ahora pírate de aquí."

Niña Lucía hizo caso omiso de la "recomendación" de la muchacha e intentó entrar en el cubículo que más cerca le quedaba. Cuando estaba a punto de entrar, Natalia empujó la puerta, cerrándola de nuevo con la mano que sujetaba su cigarrillo.

I. Natalia

"Que te pires."- ordenó la ya mujer, mirando con superioridad a Niña Lucía mientras sus dos amigas lo presenciaban todo riéndose entre sí.

Niña Lucía miró a los ojos a la joven y luego miró la mano que impedía moverse la puerta. Un "Fortuna" rubio a medio fumar se aguantaba entre sus dedos. Rápidamente, Lucía lo quitó de ese lugar y le dio una larga, profunda, ardiente calada con una sonrisa arrogante.

Espiró el humo soplándolo hacia la cara de Natalia, que cerró los ojos evitando la ventolera de humo que llegaba de los pulmones de la jovencita.

"Que te jodan."- respondió Niña Lucía, paladeando las palabras, y dejó caer el cigarrillo al suelo.

"Uuuuhhhh…"- murmuraron las amigas de Natalia, mientras veían el humo envolver el rostro de su compañera.

Lucía dio media vuelta, y ya estaba nuevamente abriendo la puerta, esta vez para salir, cuando Natalia repitió el gesto y empujó la puerta con violencia, cerrándola e impidiendo que la muchachita la pudiera abrir.

"¿Vas de chula?"- Dijo Natalia, mientras Niña Lucía se volvía hacia ella, hasta enfrentar sus rostros a escasos centímetros.

"Me niego a preguntarte de qué vas tú."- La voz le tembló más de lo deseable a Lucía. Sin saber cómo, estaba pegada a la puerta, como si Natalia fuera una cazadora y ella una gacela herida. Natalia acercó su cara hasta colocarla justo delante de la de la pequeña, casi con sus alientos haciéndose uno. Sintió miedo, pero ahora éste ya no lo podía ocultar bajo un disfraz de arrogancia.

Los ojos centelleantes de Natalia se clavaron en los tiernos ojos verdes de Niña Lucía.

"Me gusta tu estilo, niña… llama esta tarde de cinco a seis y te prometo que tu vida cambiará a mejor"

Con la mano que le quedaba libre y haciendo gala de un descaro como sólo pueden tenerlo las jovencitas de diecinueve años, Natalia coló en el bolsillo trasero del vaquero de Lucía una tarjeta donde había un número apuntado a mano, y separó la suya de la puerta, dejando salir a la joven.

"¿Luci, ha pasado algo?"- preguntó Ángela al ver salir a su amiga con la tarjeta en la mano.

"No. Nada…"- respondió, aún algo aturdida, Niña lucía, guardándose la tarjeta antes de que Ángela la viera.

*****

"¿Tú estás segura de lo que has hecho? ¡Es sólo una niña! ¡ni siquiera tiene tetas!"- replicó una de las amigas de Natalia.

"Cariño…"- contestó suavemente la joven.- "Esa Niña tiene un vicio dentro suyo que no te lo puedes ni imaginar. Pero claro… para verlo hay que saber leer los ojos."

"¿Los ojos?"

"¿Cuándo me he equivocado yo en estas cosas?"

"Nunca."- terció la última de ellas, adelantándose a la segunda.

"Pues ya está. A callar la boca."

*****

Cinco y tres minutos de la tarde. Un tono. Dos. Tres. Alguien respondió.

"¿Quién es?"- preguntó una voz femenina.

"S…soy Lucía. Natalia me ha dado este número esta mañana."

"¿Natalia? Pareces muy joven incluso para Natalia. ¿Cuántos años tienes, jovencita?"

"Dieciséis"

Un amago de discusión se gestó al otro lado de la línea.

"¿Quién es?"- preguntó la voz altanera de Natalia.

"Una tal Lucía…"

"¿Lucía? No conozco a nin…"

"Dice que tiene dieciséis años…"

"¡Coño, la niña! Pásame el teléfono."

Niña Lucía respiró tranquila. Por lo menos Natalia se acordaba de ella.

"En media hora, en el Campello."- sonó tajante la mujer, y colgó.

***

Veintidós minutos después, Niña Lucía entraba en "el Campello", el local que quedaba cerca del instituto. Buscó a Natalia con la mirada y no la encontró. Se sentó en una de las mesas del fondo y pidió una coca-cola.

Diez minutos más tarde, Natalia hacía su entrada en el local. Un camarero casi tiró la bandeja que llevaba al ver entrar por la puerta a menudo monumento. Una oleada de silbidos y piropos lo respaldaron.

Natalia, vestida como ella quería, era un monumento a la zorrez. Un atractivo monumento a la zorrez. Mini-minifalda vaquera ajustada para resaltar su culo, aún más ajustado top con gran escote para dejar ver sus pechos de un tamaño nada despreciable. Botines, tanga bajo la mini, maquillada cuidadamente para resaltar cualquiera de sus no pocos atributos… una chica digna de pertenecer a las fantasías eróticas de cualquier miembro masculino de la raza humana… incluso de algunos femeninos.

"Veo que ya has llegado…"- espetó Natalia, sentándose enfrente de Niña Lucía.

"Sí. ¿Qué es lo que quieres?"

"no, pequeña… no es lo que yo quiera… sino lo que tú quieres."

"¿Lo que yo quiero?"

"Sí… ¿A ti te gusta follar, no?"

La inesperada y directa pregunta casi hizo que a Lucía el refresco se le atragantara.

"¿Qué?"

"Si me dices que eres virgen me levanto y me voy. Pero no me lo creeré."- explicó Natalia.

"No. No… claro que no soy virgen, pero no sé… me parece una pregunta… rara…"- susurró en voz baja la dieciseisañera.

"¿Te gusta follar o no?"- dijo Natalia, en un tono de voz más alto que el que a Niña Lucía le hubiera gustado.

"Claro. Claro que sí…"- se apresuró a contestar, en un susurro.

"¿Y no crees que podrías sacar algo de ello?"- musitó con una sonrisa Natalia mientras se encendía un cigarrillo.

"¿Me estás diciendo que me prostituya?"- siseó Niña Lucía.

"No, Niña, no… las putas no pueden elegir a sus clientes… nosotras sí. Ninguno de todos nuestros clientes hará absolutamente nada que nuestras chicas no quieran hacerle. Lo tienen prohibido y, créeme… más les vale cumplirlo…"

"No lo entiendo…"

"Mira, niña… llevo cuatro años, desde los 15, haciendo esto… si te digo la verdad, no he follado ni siquiera con la mitad de los acompañantes que me contrataron. Si un tío está bueno, es simpático, gracioso, o simplemente me gusta algo de él, me lo follo. Porque yo quiero.

"No creo que eso sea para mí".

"Mira, Lucía… no hace falta ni siquiera que te apuntes a esto… simplemente te puedes pasar por la Casa de las Chicas, aunque sólo sea para visitarnos… me gustaría tenerte de vez en cuando por allí. Aunque sólo sea para verte. Y si necesitas pensártelo para apuntarte… Bienvenida seas."

"Natalia…"- Niña Lucía clavó sus ojos verdes en su compañera de mesa.- "¿Me estás echando los tejos?"

"Yo no hago esas cosas, pequeña…"- sonrió la alumna de último año, echándole una nueva calada a su cigarrillo.

"Pero quieres follar conmigo…"- respondió la jovencita.

"Claro que sí. Y apuesto que no sólo yo. Más de la mitad de la gente de aquí te follaría ahora mismo encima de la mesa. Me pones cachonda, y no soy lesbiana… imagínate."

"Pero yo tengo novio."

"Y yo también."

Niña Lucía dio un respingo, pero siguió mirando a los ojos a Natalia. El pie de la mujer se rozaba con su entrepierna, por encima del pantalón. Suspiró Niña Lucía.

"¿La Casa de las Chicas, dices?"

*****

"Hola, queridas… os traigo a una perla en bruto… a ver si se quiere quedar…"- Natalia y Lucía saludaron a unas seis o siete mujeres que charlaban sobre varios sofás, ante una gigantesca televisión de plasma.

La Casa de las Chicas era un lujoso chalet a las afueras. Relativamente nuevo, y con todo lo que se puede pedir a una casi mansión. Amplio garaje, gran piscina, tres pisos, cada uno con su baño con jacuzzi…

"Joder… esto parece la mansión Playboy"- rió Niña Lucía.

"Algo por el estilo… sólo que aquí no tenemos un Hefner que nos chulee… Mira, Luci ¿Te puedo llamar Luci? Este chalet lo compramos con el dinero que nos dieron nuestros acompañantes… ¿Cuánto te crees que tardamos en tener la pasta suficiente para comprarlo?"

"¿Cuántas sois?"

"Ahora mismo somos veinticuatro chicas… y tres chicos. Cuando lo compramos hace casi dos años éramos sólo nueve."

"No sé… ¿Año y medio?"-Contestó la joven, mirando a su alrededor… Natalia se carcajeó de la respuesta.

"Sólo dos… meses"

"Coño"

"Exacto. Vamos a la sala del fondo."

Pasaron a una sala íntima, con sólo un par de sofás rodeando una mesita baja, y una modesta televisión sobre una librería que cubría dos paredes llena de libros.

"¿Qué te parece la casa?"- preguntó Natalia, recostándose sobre el sofá mientras cruzaba las piernas, lo que hizo que la tela negra de su tanga se entreviera fugazmente entre las mismas.

"De momento lo que he visto no está nada mal… ¿Qué hay en los pisos de arriba?"

"Ay, mi niña… eso todavía no lo vas a comprobar. Es sólo para… nosotras."- añadió, con una sonrisa de suficiencia.

"Es decir, que tendría que aceptar para poder verla."

"No… simplemente que arriba no se está una quieta… no hay tranquilidad, tú ya me entiendes."

Niña Lucía aguzó el oído, y tal vez fue su imaginación, o tal vez no, pero creyó escuchar un gemido de placer amortiguado por las paredes.

"¿Cómo irían las cosas de aceptar?"

Niña Lucía miraba a su alrededor. "¿Pero por dios, qué estoy haciendo?" se preguntaba. Pero no se atrevía a responder, su sexo, cada vez más húmedo, el morbo que le daba imaginarse todo lo prohibido, no la dejaban pensar en todo lo que ella quería pensar. En su casa y su cama llena de peluches infantiles… en Joan… A cambio, pensaba una y otra vez en cosas muy diferentes… Linda, las cuerdas de Nylon, Ángela follándosela por el culo, Alberto y su grupo de rock… y ahora… Natalia. Sexy y Poderosa Natalia.

"Nos das dos datos. Teléfono móvil y número de cuenta."- explicó la mujer.-"Recibes un mensaje en el móvil cuando vayamos a recibir alguna visita diciéndote el lugar y la persona y respondes con un sí o con un no. Si dices que no puedes, buscamos a otra chica para esa tarde. Si dices que sí, solamente tendrás que aguantar con nuestro cliente una cena, normalmente, y pasados dos días recibirás el dinero en la cuenta. Si contactan con nosotras, es porque no quieren putas. Quieren señoritas, alguien con quien volver a sentir el morbo de la conquista, o simplemente conversar con una jovencita y poder agasajarla sin tener la seguridad de que van a follar con ellas… No hace falta acostarse con ellos… es más… si no te los follas, posiblemente seguirán buscándote, volviendo a llamar y queriendo contratarte otra vez, gastándose así más dinero. Hay tíos con los que he estado hasta doce noches sin llegar a la cama. Porque si no te gustan… no tienes por qué follártelos. Aunque claro… para estar tantas noches tienes que saber dominarlos, volverlos un poquito locos. Luego, después de tanto tiempo juntos, puedes llegar a sentir, aunque sea, algo de cariño por ellos (o ellas) y acceder a sus proposiciones."

"¿Ellas?"

"Sí, también nos contratan algunas mujeres… tanto para nuestros chicos como para nuestras chicas… ¿Tienes algún problema con hacerlo con una mujer?"

"Ninguno"- respondió rápidamente Niña Lucía, mirando a los ojos a Nora.

"Bien, bien… entonces… ¿Te vas a apuntar?"

"Antes… me gustaría ver el piso de arriba…"- respondió Lucía.

Entonces, una de las compañeras de Natalia apareció por la puerta y le hizo un par de gestos, tras los que la mujer asintió y volvió a dirigirse a Niña Lucía.

"Sólo hay una forma…"- dijo Natalia.

"¿Cuál?"

"Que seas parte del entrenamiento"

"¿Entrenamiento?"

"Ya te he dicho que no es necesario follar con nadie para hacerse con una bolsa repletita. Dos de nuestras chicas todavía no han follado con ninguno de sus clientes y te puedo decir que ya han ganado todas más de mil euros."

"Ya… pero…"

"Déjame terminar. No obstante, llegado el momento, no podemos defraudar a quien nos contrata… que nos contrata para algo, así que aquí también aprendemos, se podría decir…"

"¿A follar?"

"No, mujer… no se puede aprender a follar… pero sí que se puede aprender a dar placer… Y a controlar mejor el propio cuerpo de una…"

"Ya entiendo…"

"Tenemos a un chico que ha llegado esta semana, y vamos a empezar con su próxima sesión de entrenamiento ¿Te apuntas?"

"¿Yo sola?"

"Si quieres te acompaño…"

"Sí, mejor…"- Respondió Niña Lucía, esbozando una amplia sonrisa.

II. La Habitación Roja.

El segundo piso era iluminado por unos farolillos rojos que lo pintaban todo de un color incitante. El largo pasillo se dividía en dos al llegar al final, y a lo largo de éste, una docena de puertas escondían el mismo número de habitaciones.

Sólo unas pocas estaban cerradas. El resto tenía, al menos, una rendija abierta para indicar que estaba vacía.

Una de las que estaban cerradas se abrió, y de ella salió una joven completamente desnuda, cubierta su piel por una capa de sudor y su boca coronada por la sonrisa satisfecha de quien acaba de tener un orgasmo.

"Hola, Nat…"- dijo alegremente la mujer saludando sin preocupación alguna a su compañera.- "Me voy a las duchas…"

"Ya veo…"- sonrió Natalia, y llevó a Niña Lucía hasta una de las puertas de la izquierda, mientras la mujer seguía caminando, completamente desnuda, hacia las duchas.

Lucía se fijó en su cuerpo. Curvas acentuadas, larga melena rubia, un culito redondo envidia de cualquiera… y esa aura de satisfacción, de plenitud, que daban los minutos posteriores al sexo bien hecho.

"Esa era Mariluz… le encanta venirse a la sala del sybian…"

"¿Un sybian?"- Niña Lucía recordó aquel aparato que había visto en algunos videos de internet. Una especie de potro con vibrador acoplado pensado para llevar al clímax a la mujer de turno.

"Cosas del entrenamiento… sólo que a algunas NOS gusta entrenarnos siempre… Venga, pasa, te está esperando."

La habitación era amplia, cuidadamente decorada y con una iluminación que incitaba a las más bajas pasiones y los más altos placeres.

Sobre la cama, mirando con nerviosismo a ambos lados, estaba sentado un joven de no más de veinte años. Cuando entraron las jovencitas a la habitación, él clavó su mirada en ambas, e hizo un tímido gesto a modo de saludo.

"Ho-hola, Natalia… ¿Quién es ella?"

"Se llama Lucía… Lucía, éste es Pedro… Pedro, Lucía…" hizo las presentaciones Natalia.- "Ahora, a follar…"

"Pero…"

"Pedrito… no será la primera vez que venga una pareja a contratar a alguien… ¿Nunca has hecho un trío?"

"No."

"¿Y tú, Lucía?"

"Sí"- respondió, confiada, recordando aquella tarde con Joan y Ángela.

"Ves, Pedro… sólo tiene dieciséis años y ya ha hecho un trío… a ver si aprendes…"

Sin perder tiempo, Natalia se había ido deslizando hasta la espalda del hombre y le estaba despojando de la camiseta. Al aire se mostró un torso trabajado y musculoso, sin asomo alguno de vello. Niña Lucía, al verlo, tuvo un estremecimiento. Le recordó tanto, tanto a Luis… ese chaval con quien había sido infiel a Joan.

Aunque… esto no era muy diferente. Volvía a estar a punto de follar con otra persona que no era su novio. "Es sólo sexo", se dijo a sí misma, para mentalizarse, y lo consiguió. Los remordimientos desaparecieron. Sabía que amaba a Joan y sólo a Joan, pero… el sexo y el amor son como la justicia y la ley.

"¿Es por coquetería o por otra cosa que te depilas el pecho?"- preguntó Natalia, pasando su húmeda lengua sobre el torso de Pedro.

"Hago natación…"- siseó él, cerrando los ojos y abandonándose a la caricia de la lengua.

"Bien… Luci… ¿Vienes o qué?"

Lucía sonrió y en un par de movimientos se deshizo de su camisetita de tirantes. Desnudos quedaron sus pechos niños, de pezones apuntados y aureolas sonrosadas.

"¿Dieciséis años? Pareces más pequeña…"- musitó Pedro, justo antes de que Lucía, tal vez por despecho, se arrodillara ante él y desabrochara su pantalón.

"Así me gusta, niña…"- animó Natalia, volviendo detrás de Pedro y acariciando su torso suave.- "Verás, Pedrito… Lucía aún se está pensando si sumarse a todos nosotros… así que tienes que quedar muy bien para convencerla de que se quede… A ver cómo te las apañas, Pedrito… ten en cuenta que considero que Lucía es perfecta para este trabajo."

"No le metas presión al muchacho…"- rió Niña Lucía, mientras deslizaba hacia abajo los slips de Pedro, que mostraban un bulto poderoso tras su tela.

"¿Presión? No, niñita…"- mascullaba Natalia, mientras mordisqueaba la oreja de Pedro.- "Presión tendrá cuando se juegue el dinero y la reputación de la Casa... esta presión no es nada…"

"Hostia… no está nada mal el Pedrito…"- murmuró Lucía, abriendo los ojos como platos ante la recién desnudada verga de Pedro.

"Diecinueve centímetros en erección, dijiste, ¿No, Pedro?"

"Di… dieciocho…"- gruñó el joven, mientras Niña Lucía hundía aquél tieso bálano, cuya dureza hacia honor al nombre de su portador, en la boca, llegando hasta el límite de su capacidad.

"Eso… dieciocho… Aunqeu te la tendremos que volver a medir, a mí me parecen veinte o veintiuno."- sonrió Natalia, que seguía completamente vestida todavía, a diferencia de Pedro, ya desnudo, y de Niña Lucía, con los pechos al aire.- "Vaya, Luci… sí que sabes mamar pollas… cualquier otra se habría atragantado con semejante pollón."

La verga de Pablo no era extremadamente gorda, pero sí más larga que cualquier otra que Lucía hubiera probado.

"¡Cuatro minutos y medio, Pedro!"- avisó Natalia, sentándose en la cama y observando el francés de ensueño que recibía el chaval de parte de Niña Lucía.- "No te detengas, Luci… Pedro tiene que aguantar cinco minutos de mamada profesional…"

"¿profesional?"- Niña Lucía se extrajo la polla de Pedro de la boca.

"Como la tuya, nena… que la chupas de puta madre, no hay más que verle la cara a Pedrito… continúa, venga. Si consigues que se corra en cinco minutos te doy un premio…"

Niña Lucía sintió un pinchazo de excitación. Natalia parecía capaz de cualquier cosa. Se esmeró en sus caricias a la polla de Pedro. Hizo de lengua, labios y dedos un vendaval para hacer correrse al hombre.

"¡Tres minutos, Pedro!"- avisaba Natalia, mirando al reloj, mientras Niña Lucía deslizaba su cabeza adelante y atrás sobre aquel estilete de carne que se colaba hasta su garganta.

Mamaba polla a gran velocidad Niña Lucía, y Pedro resistía. Natalia, cada treinta segundos, avisaba del tiempo restante para que la extraña pareja acentuara sus intenciones. Uno, no correrse, y la otra, que ese uno se corriera.

"¡Medio minuto!"

La respiración de Pedro se había acelerado ostensiblemente, ya no podía evitar mover las caderas follándose por la boca Niña Lucía, cuya saliva ya goteaba de sus labios, pendiendo en largos hilos desde la polla de Pedro.

"¡Diez!"- Niña Lucía aceleró el movimiento mientras Natalia comenzaba la cuenta atrás. Pedro cerró los ojos y aguantó.- "¡Cinco! ¡Cuatro! ¡Tres! ¡Dos! ¡Uno! ¡Tiempo!"

"Mierda…"- musitó Niña Lucía, sacándose la empapada de saliva polla de Pedro de la boca. Pudo paladear el salado sabor de su líquido preseminal, el que ya avecinaba su corrida. Pero no pudo ser.

"Bien, bien, Pedrito… has resistido… muy bien… ahora a ver si consigues llevar a una mujer al orgasmo. Lucía… ¿Eres sensible? ¿Tienes muchos orgasmos?"

"Psss… si me los buscan…"- sonrió Niña Lucía, quitándose los pantalones y quedando vestida sólo con las braguitas.

"Joder, niñita… estás para comerte…"- Natalia se mordió el labio inferior con vicio mientras observaba el cuerpo aniñado de Lucía.- "¡Joder, cómo me pones!"- exclamó, adelantándose y agarrando a Lucía de la nuca, tras lo que le dio un largo, pasional, lascivo y húmedo beso que Niña lucía no se cortó de responder con el mismo vicio.

"Me cago en la hostia cómo me estáis poniendo de verraco…"- suspiró Pedro viendo a las dos mujeres morrease.

"Venga, Luci, túmbate en la cama… a ver cuántos orgasmos es capaz de causarte Pedro sin correrse…"

"Te lo digo… el récord de mi chico está en cuatro en la misma tanda…"- sonrió Niña Lucía mientras obedecía a Natalia y se acostaba sobre la cama.

"no, no te quites las braguitas."- pidió la mujer.- "Déjame quitártelas a mí".

Niña Lucía sonrió pícaramente y alejó sus manos de la leve prenda. Sobre ella se inclinó Natalia, que tras darle un largo beso en la boca, fue descendiendo, dando tiernos besitos en el torso de Niña Lucía, cuyo vientre se contraía en cada contacto.

Natalia puso las manos a ambos lados de la cadera de la joven de dieciséis años, y fue haciéndolas bajar, llevándose con ellas las braguitas, de un impoluto color blanco virginal algo oscurecido por la parte más cercana al sexo. Inspiró profundamente la mujer sobre el coñito de Niña Lucía, que sintió el aire acariciando su sexo y no pudo evitar un suspiro de placer.

Finalmente, las braguitas abandonaron las piernas de Niña Lucía y acabaron, enrolladas, sobre el suelo.

"Vale, Pedrito… Vas a comer un coño. ¿Sabes cómo hacerlo?"

"La duda ofende, Nat."- sonrió el joven, que se acariciaba su largo sexo pausadamente para mantenerlo erecto, aun cuando el espectáculo del jugueteo entre Natalia y Niña Lucía fuera suficiente como para conseguirlo sin ayuda.

Pedro subió a la enorme cama, con sábanas de seda rosa sobre la que se deslizó hasta alcanzar el coñito de la excitada jovencita.

Natalia, mientras, bordeó a la parejita y se colocó junto a la cabeza de Niña Lucía.

"Ves, Luci… ¿Te quedarás con nosotras?"

"no… ah… no lo sé…"- gimió Niña Lucía. Pedro había pasado su lengua entre los labios de la joven y le había dado un buen repaso a su inflamado clítoris.

"Hagamos una cosa…"- musitó Natalia mientras mesaba los cabellos de la joven.- "Dices que lo más que has tenido con tu chico son cuatro orgasmos…"

"Síiiiii…"- suspiró Niña Lucía. La lengua de Pedro no se estaba quieta.

"¿Si conseguimos que esta tarde tengas cinco orgasmos te quedas con nosotras?"- Preguntó Natalia mientras la lengua de Pedro se hundía en las intimidades de Niña Lucía.

III. Cinco Orgasmos Bisexuales. PX.

"¡Sí!"- Niña Lucía se arqueó de placer. La sábana era un burruño entre sus dedos, y los gemidos, un arrabal en su garganta.

"Ya sabes, Pedrito… dependemos de ti"- Como única respuesta, con la cara hundida entre las piernas de Lucía, Pedro alzó el puño con el pulgar extendido hacia arriba.- "A ver qué sabes hacerle a la joven Lucía…"

Natalia se colocó de forma que la cabeza de Niña Lucía quedara sobre su regazo, y le mesaba los cabellos tiernamente mientras Pedro le comía el coño.

"Va, Pedro… que creo que Niña Lucía quiere correrse…"- Natalia no podía dejar de observar la cara de la joven, contraída de placer, con los ojos entrecerrados por culpa de las sensaciones recibidas.- "A ver cómo lo haces…"

Natalia se estiró para poder contemplar el trabajo de Pedro sobre el coño de Niña Lucía.

"¿Y las manos?"- preguntó la mujer, y el hombre alzó ambos brazos.- "Idiota… ¿Quieres usar los dedos de una puta vez? No todo es lengua… estos hombres… les enseñas que todo no es polla y son incapaces de usar más que la lengua…"

Pedro, obediente, coló uno, dos dedos en el coño de la chiquilla, que se arqueó al recibir la ansiada intrusión.

Su clítoris aparecía y desaparecía entre los labios de Pedro, y los dedos de él hacían lo propio en su coño.

"¡HAAAAHAHHHHH!"- Niña Lucía gritó. Arqueó su cuerpo nuevamente, poniendo los pies sobre la cama y levantando su pubis, y se corrió escandalosamente.

Aún temblaba y gemía cuando Natalia, con suavidad, le retiró uno de sus mechones dorados de la cara y la besó en los labios.

"¿Te ha gustado?"

"Mucho"- gimió Lucía.

"Ya sólo quedan cuatro. Cuando te sientas con fuerzas, seguimos…"

"Está bien. Un par de minutos"

"Vale… veamos, Pedrito, si sigues pudiendo aguantar una buena mamada."

Niña Lucía, tratando de recuperar la respiración, se hizo a un lado mientras Pedro se arrodillaba y Natalia, a cuatro patas, trataba de terminar lo que ella había empezado.

La polla de Pedro entraba y salía de la boca de Natalia, los huevos recibían la experta caricia de unos dedos acostumbrados a tales contornos. Como cuando ella la mamaba. Natalia, sin embargo, hacía algo que Lucía no había pensado. Gemía. Mientras chupaba polla con devoción, de su garganta surgían gemiditos guturales que parecían enervar más aún la polla del joven.

Gemía Natalia, gemía Pedro, gimió Niña Lucía. No había podido aguantar y había empezado a masturbarse.

"Vaya, vaya… nuestra niña quiere guerra…"- sonrió Natalia, aún con la polla de Pedro en la mano, mirando directamente a Niña Lucía.- "Bien, Pedrito… digamos que por causas del guión, ya sea porque a la señorona en cuestión le apeste el coño a ajo o porque no le guste verse cubiertita de saliva… habrá veces que no puedas usar la lengua… va, dedea un poquito a nuestra Luci…"

Niña Lucía abrió las piernas, mostrando su sexo depilado y abierto, invitando a esos dedos que Pedro, con una sonrisa, hizo crujir entre sí.

"Con Luci, ahora puedes meterlos de un envión, porque la putita está más mojada que una merluza. Juraría que no hace falta mucho flujo más de más para que le entre un puño entero"- Niña Lucía ahogó un gemido de terror al escuchar aquellas palabras de Natalia.- "Tranqui, Luci… eso cuando seas mayor…"- rió la mujer.

"Pues empecemos como si no estuviera empapada… ¿no?"- sonrió Pedro, que no podía creer su suerte. ¿Cómo había llegado hasta allí? Nerea… su "Follas muy bien", su llamada al día siguiente, su cita con Natalia, aquella noche toledana demostrando sus habilidades y al final, esa pregunta. "Pedrito… ¿Tú quieres trabajar follando?"

"Exacto… empezaremos como si Luci estuviera en estado dos… Luego te explicaré los estados de excitación, Luci… muy instructivos."- le guiñó un ojo Natalia.

Pedro asintió y se dispuso a besar la cara interna de los muslos a Niña Lucía.

"¿No habíamos dicho que sin lengua?"- preguntó Natalia, con voz de maestra de escuela.

Los dedos de Pedro sustituyeron a su boca, que se fue a besar la de Niña Lucía. La joven aceptó el beso y abrió aún más las piernas, mientras Pedro acariciaba sus muslos con picardía, jugueteando antes de llegar a su sexo. De pronto, el dedo corazón del joven se coló entre los labios de Lucía, sin penetrar, sólo separándolos para ir subiendo hasta el clítoris de la muchacha.

"Uuuuhhh…"- suspiró la joven.

Con caricias verticales, el dedo comenzó a sobar aquella delicada parte del cuerpo femenino, mientras Natalia, sonriente, se colocó entre las piernas de Niña Lucía, para ver más de cerca aquellas caricias.

"Yo creo que Luci ya está en estado cinco, Pedro… ¿Qué haces ahora?"

El joven, abandonando su puesto sobre la boca de Lucía, intercambió lugares con Natalia, para posicionarse entre las piernas de la chiquilla.

Natalia, tras darse unos largos besos llenos de lengua con Niña Lucía, bebiéndose así sus gemidos de placer, abandonó tan húmeda tarea para supervisar los dedos que se follaban a Niña Lucía.

Índice y corazón de la mano derecha de Pedro entraban y salían de la dieciseisañera a velocidad de vértigo.

"¡No! ¿Qué coño haces, Pedro? ¡Así no!"

Y aunque Niña Lucía no se había quejado en ningún momento, al contrario, gemía de placer sin poder evitarlo, Natalia desterró a Pedro de su tarea entre las piernas de la joven de respiración agitada.

"Corazón y anular…"- explicó Natalia, moviendo esos dos dedos de la mano que acababa de poner frente a la cara de Pedro.- "Y nada de metisaca y ya está…"

Sin contemplaciones, ambos dedos se hundieron hasta lo más hondo del coño de Niña Lucía, que tuvo un estremecimiento incontrolable que le recorrió todo el cuerpo.

"En vez de meterlos y sacarlos…"- explicaba Natalia, como sui la excitación de Niña Lucía no fuera con ella, a pesar de esos dos dedos que le hurgaban el sexo.- "Haces esto…"

Y poniendo la mano izquierda sobre el vientre de Niña Lucía, comenzó a empujar en rápidas arremetidas con sus dos dedos de la mano derecha dentro de Lucía, que se sintió explotar en pocos segundos.

"¡Ah, ah, ah, ah!"- Con ambas manos, agarró el brazo de Natalia que la masturbaba mientras salpicaduras de flujo saltaban de su coño, empapando mano, sábana y el rostro de Pedro, que la miraba de cerca.

"Así…"- dijo Natalia sacando los dedos del coño de Niña Lucía y dándole luego unos lametones para degustar su flujo.- "Es como se hace correr a una mujer. ¿entendido?"

"Entendido…"- respondió, muy serio, Pedro.

"¿Preparada para la próxima lección, Lucía?"- preguntó Natalia, tumbándose al lado de la joven.

"Vais a matarme…"- sonrió la joven.

"¿Eso es un sí?"

"Sí."

"Bien… Pedrito… ¡Fóllatela!"

Dicho y hecho. Al instante, Pedro se colocaba sobre Lucía, apuntando su verga al anegado agujerito de la joven, que lo esperaba de piernas abiertas.

La polla, pese a su gran longitud, se deslizó casi por completo en el sexo de Niña Lucía. Un centímetro puede que faltara para ser completamente engullida por el coñito hambriento de la joven. Tal vez fueran más de dieciocho centímetros al fin y al cabo. Tras escuchar y provocar dos orgasmos en Niña Lucía, cualquier polla humana habría crecido más allá de sus posibilidades.

La verga comenzó el vaivén a un ritmo rápido, mientras Natalia lo observaba todo.

"Las caderas, Pedro… no para arriba y para abajo… ves girando en arco…"- indicaba la mujer, mientras Lucía, nuevamente, se abandonaba a aquel placer.

"De ac… ah… No… ¿Qué haces?"

"Tú calla y aguanta."- bajo la espalda de Pedro, allí donde perdía tal nombre, Natalia había colocado su boca, acompasada al movimiento de Pedro. Pero eso no era lo preocupante para el muchacho. La traviesa lengua de Natalia estaba lamiéndole el ano…

"Joder… Nat, para… para, por dios…"- suplicaba Pedro, mientras su movimiento casi mecánico era respondido ya por las propias caderas de Lucía, que le buscaban.

"¿Te está gustando?"- preguntó Natalia, abandonando momentáneamente el beso negro a aquél agujerito vedado que latía.

"N… no…"- respondió Pedro, en un último alarde de orgullo masculino.

"No te creo." Natalia volvió a la húmeda caricia y Pedro no pudo más, estalló dentro del cuerpo de Niña Lucía. Uno, dos, tres, seis chorros de semen inundaron y desbordaron el coñito de Lucía que, al sentir aquella sustancia llenándola por completo, se volvió a dejar llevar. Un nuevo orgasmo, corto y agudo, tomó su cuerpo.

"¿Te has corrido, niña?"- preguntó Natalia, volviendo a su puesto tumbada junto a Niña Lucía.

"Sí. Cabrones… no puedo más… me habéis reventado a polvos…"- respondió, feliz, la joven.

"No digas eso… todavía no he visto cómo follas…"

"Hoy no… no podrá ser… estoy agotada, Natalia… te lo prometo…"

"Bueno, vale… entonces tendré que follar yo con Pedro. Y Pedrito… currátelo que soy más exigente que la niña."

Dicho esto, Natalia se comenzó a desnudar y, una vez desvestida, se lanzó a lamer aquella polla que había empezado a decaer. Tras las caricias sabias de aquella lengua, y las no menos sabias manos de Natalia, a pesar de la abundantísima corrida anterior, que aún rezumaba del cuerpo de Lucía, la verga de Pedro no tardó en volver a mostrar su mejor cara.

Niña Lucía, tratando de descansar, se encontró mirando cómo Natalia recibía a cuatro patas aquel pollón que, ella sí, aguantaba en toda su capacidad.

Los gemidos, gritos y blasfemias de Natalia, aquellos "¡Fóllame cabrón! ¡Más duro hijo de perra!", los dos pechos firmes y turgentes que pendían de su cuerpo y temblaban como un flan a cada embestida de Pedro… Niña Lucía no pudo evitarlo… se volvió a excitar. Gateó sobre la cama y se colocó bajo el cuerpo de Natalia, para dar con su lengua y labios un cálido cobijo a esos dos pezones que aguantaban erectos.

"Dios… la niña quiere AÚN más marcha… ¿Follarás para mí?" preguntó Natalia, observando a Niña Lucía que se mordió el labio inferior y respondió afirmativamente.

Cabalgaba con la mejor de las amazonas. Sus caderas eran una batidora que remeneaban la polla de Pedro antes de volver a subir. Arriba y abajo, adelante y atrás, de un lado a otro… Pedro supo lo que era ser follado por Niña Lucía, una jovencita de dieciséis años en la cara, doce en los pechos y dieciocho en el coño.

Pedro se encorvó para llegar con su lengua a aquellos pezones que le gritaban "¡Cómeme!" mientras Niña Lucía subía y bajaba sobre su polla. En un rincón de la gran cama, masturbándose, Natalia los miraba.

"Dios, sí… dios sí… dios sí…"- empezó a gemir Niña Lucía, y Natalia se acercó a ella. La dieciseisañera sentía aquel hormigueo naciéndole, por cuarta vez en el día, en el estómago. Trató de esperarse. Esperarse y esmerarse para que Pedro llegara con ella. No le hizo falta demasiado… tras ella, Natalia había comenzado a acariciar con la punta del dedo la frágil línea que dividía la bolsa escrotal y no pudo aguantarlo.

Mientras Natalia hundía un dedo en el ano de Niña Lucía, haciendo que ésta acabara en un orgasmo salvaje, Pedro la siguió corriéndose por segunda vez en su interior.

"¡DIOSES!"- gruñó el joven vaciándose de nuevo dentro del coñito de Lucía.

Lucía, jadeante, exhausta y satisfecha, cayó a un lado.

"Ahora sí… sí que no puedo más… estoy… re… reventada…"- musitó Niña Lucía.

"Bien, mi niña… Las duchas están al final del pasillo a la derecha… yo me quedaré enseñándole una última cosa a Pedro…"- le susurró al oído Natalia y Niña Lucía asintió.- "Deja aquí tu ropa… no se la va a llevar nadie…"

Niña Lucía salió, completamente desnuda, de la habitación. Siguió el pasillo y giró a la derecha. Efectivamente, unas preciosas duchas con paredes de cristal aparecieron ante sus ojos. Champú, gel, acondicionador, decenas de productos para la higiene en una estantería de mármol central.

Abrió una de las duchas y, automáticamente, un chorro de agua cálida la envolvió. Ni siquiera se tuvo que esperar a que el agua se calentara. Sintió cómo el líquido elemento se iba llevando, poco a poco, su cansancio.

El ruido del agua caer no le dejó escuchar los pasos que se le acercaron por detrás. Y de pronto, un beso en el cuello, unas manos en su culo, una lengua subiéndole por la mejilla, unos pechos plantándose sobre su espalda.

"Natalia…"- musitó Niña Lucía, girándose.

"No te puedes imaginar cómo me has puesto, mi niña…"- gruñó la mujer, besando pasionalmente a la jovencita.

Niña Lucía empujó a Natalia hasta la pared y se arrodilló ante ella. El sexo de la mujer, con un triangulito de vello hábilmente cuidado se abrió ante ella. Colocó una de las piernas de Natalia sobre su hombro y, con un dedo, comenzó a penetrarla. Ese dedo pronto fueron dos, que Niña Lucía se preocupó de que fueran el anular y el corazón.

"Mmmmmm… fóllame, niña… ¡Dame duro!"

"¿Así?"- y los dedos de Niña Lucía repitieron sobre Natalia lo que poco antes había recibido ella misma. Allí dentro de la mujer se agitaron, mientras con la otra mano empujaba su bajo vientre, hasta que Natalia estalló en un furioso, largo, escandaloso y blasfemo orgasmo.

Se levantó Niña Lucía, y Natalia no pudo más que volverla a besar con todo su vicio. Las caricias abarcaban los dos cuerpos por completo, las piernas se entrelazaron… El mayor peso de Natalia, que le sacaba al menos diez centímetros de altura a Lucía, empujó a ambas hacia la pared de la ducha, quedando, esta vez, la más joven apoyada sobra la pared.

La pierna izquierda de Natalia separó ambas piernas de Lucía, y la mano del mismo lado bajó hasta reunirse con un sexo casi igual de mojado por dentro que por fuera. Ya poco quedaba del semen de Pedro, pero quedaba, y mucho, del propio flujo excitado de Niña Lucía.

Se volvieron a besar mientras la mano zurda de Natalia hundía uno de sus dedos en las intimidades de Niña Lucía, que no pudo gemir porque otra lengua inundaba su boca.

El choque de la palma de la mano de Natalia con el sexo de Niña Lucía se repetía una y otra vez, sobreponiéndose al murmullo del agua de la ducha cayendo sobre el suelo y sus propias pieles. Movía las caderas Lucía, buscando aún más ese delgado dedo que la follaba. Sus vientres se pegaban en ese baile lascivo que marcaban las dos jovencitas, el torso plano de Lucía contra las tetas firmes de Natalia, los dos culos recibiendo las caricias de las manos compañeras…

"ummmm…"- Niña Lucía se tensó. Por quinta vez esa tarde notó aquella espinita clavada en su sexo, gimió en la boca de Natalia y, estremeciéndose en sus brazos, se corrió.

El clímax fue el más lento y pausado de todos, pero no así el menos placentero. Al contrario… el calor de Natalia pegado al suyo, el agua llevándose el sudor, el flujo, los susurros.

"Dios, Natalia… eres… única…"- sonrió Niña Lucía.

"Tú también."- respondió la mujerona.- "Por cierto… es tu quinto orgasmo de esta tarde, ¿no? Creo que ganamos nosotras…"- sonrió, antes de darle un nuevo beso a la joven.

"No esperaba menos… vendré mañana. ¿Me recoges con la moto a la salida del colegio?"

"Mmmmm… ¿Vendrás de colegialita y todo? Tendré que esforzarme para que no te violen en esta casa…"- rió Natalia.- "Entonces… ¿Te apuntas?"

"Me apunto."- sonrió lascivamente Niña Lucía mientras se mordía el labio inferior.

El agua de la ducha, a la temperatura ideal, seguía cayendo, cubriendo a las dos jovencitas abrazadas.

 

Niña Lucía (Iniciación): http://www.todorelatos.com/relato/55651/

Categoría: Sadomaso

Niña Lucía tenía frío. La corta faldilla, acortada para no parecer una remilgada mojigata, del uniforme del instituto no cubría casi nada. Por si fuera poco, estaba "aquello".

"¿No vienes, Luci?"- le preguntó Ángela.

"No, he quedado."- dijo Niña Lucía, forzando una sonrisa.

La joven, a la puerta del instituto, esperaba de pie, tenía miedo de sentarse, no fuera a notarse. Estiraba su faldilla hacia abajo, tratando de tapar la mayor parte posible de sus piernas, y así evitar que el viento frío se colara por debajo y, subiendo por sus muslos, soplara en su sexo.

Y es que Niña Lucía, a petición expresa de Natalia, con quien se había cruzado en el tiempo del recreo (y quien le había proporcionado discretamente un enema para que fuera bien limpia a su cita de hoy), no llevaba braguitas. Mejor dicho, las llevaba en la mochila, debajo del libro de biología, y el aire cosquilleaba sobre su desnudo monte de Venus, encendiéndola aún más. Tal vez no debió haberse despedido de Joan con un beso tan largo (Y tan lascivo, algunos de los alumnos de cursos inferiores se habían quedado mirando durante varios segundos cómo los dos jóvenes se devoraban la boca). Ahora estaba muy cachonda.

El sonido de un rugiente motor la sacó de sus ensoñaciones. Vaqueros ajustados, chaqueta de cuero, gafas de sol, melena al viento… Natalia llegaba en su moto.

"Hola, pequeña…"- la mujer, sin bajarse de la motocicleta, la saludó con un beso demasiado cercano a la comisura de los labios, y le entregó el casco que llevaba bajo el brazo.- "Póntelo… ¿Preparada?"

Niña Lucía se puso el casco y se subió a la moto.

"Preparada."- respondió, desde la cueva plástica del casco, mientras Natalia arrancaba con un giro de muñeca y la motocicleta reanudaba su grácil camino.

En la acera frente al colegio, Ángela, mirando la escena, frunció el gesto y cruzó los brazos.

I. Buenas tardes, bienvenida.

Tras unos minutos de camino, llegaron ante la puerta de la Casa de las Chicas. Por una de las ventanas, alguien miraba y dio el aviso. La puerta exterior se abrió automáticamente y la moto en la que iban subidas las dos jovencitas subió la cuesta, hasta llegar al garaje, donde otros tres coches y una moto más descansaban.

"¿Hiciste lo que te pedí?"- preguntó Natalia, mientras ayudaba a Niña Lucía a quitarse el casco.

Tímidamente, Niña Lucía se subió la falda, mostrando su lampiño sexo desnudo.

"Niña… eres una puta del copón…"- sonrió Natalia, adelantándose y besando a la dieciseisañera.

Suspiró Niña Lucía, aún con la lengua de Natalia en su boca, cuando los dedos de ésta treparon por sus muslos y acariciaron su mojado coñito. El morbo comenzaba a superarla.

"Bueno, Pequeña Lucía…"- dijo Natalia mientras le abría la puerta interior del garaje, que daba a unas escaleras que subían hasta la primera planta de la casa.- "Hay algo que no te dije…"

"¿Qué?"

"Verás… tienes que pasar una… "iniciación"."

"¿Una iniciación?"

Lentamente, las dos jóvenes fueron subiendo las escaleras, continuando su diálogo.

"Sí, verás… para ser una de las nuestras, las veteranas tendremos que probar tu valía."

"¿Veteranas?"- Sin prisa, pero sin pausa, Niña Lucía ya Natalia habían llegado ante una gran puerta doble, de color blanco, y tras la que se oían algunas voces femeninas.

"Las nueve que estábamos cuando compramos la Casa éramos las Veteranas. Después de la dimisión de una de las chicas, que quería otro tipo de vida, decidimos subir de rango a la siguiente más antigua, para eso de que fueran impares y se pudiera hacer mayoría… somos, por así decirlo, el órgano de gobierno. Y nada entra en esta casa sin que antes haya pasado por nuestras manos."

"¿Nueve?"- Niña Lucía tragó saliva. Natalia ya estaba girando la manivela de la puerta.

"Te acabará gustando, ya verás."

"P-pero…"

Natalia abrió la puerta del salón, y ocho pares de ojos se dirigieron hacia Niña Lucía. El noveno, los ojos de Natalia, tardaron un poco, y la miraron simplemente para animarla a entrar con un:

"Pasa ya."

Niña Lucía lo hizo, trataba de mirar a la cara a las mujeres, pero le costaba horrores no bajar la cabeza. Aquella miradas… lobos. Mejor dicho, lobas. Lobas que salivaban y sonreían viendo a su tierna y frágil presa.

A más de una los pantalones ya le habían estorbado, y se paseaban enseñando las braguitas y tangas. Tras escrutar detenidamente el cuerpecito delgado de Niña Lucía, que le daba a su uniforme del instituto un nuevo significado, se miraron entre sí, y asintieron.

"Desnúdate."- Ordenó una morena de ojos castaños que mostraba un piercing bajo su labio y otro en el ombligo que, por la posición elevada de su top, podía verse. Posiblemente fuera la mayor de todas. De todas formas, ni Niña Lucía ni nadie podía echarle más de veintiséis años.

"Hazlo, pequeña Lucía."- le susurró al oído, desde atrás, Natalia, arrancándole con su aliento un escalofrío a la jovencita.

Niña Lucía obedeció. Comenzó a desabotonarse lentamente la blusa de su uniforme, desnudando sus pechos niños.

"No tiene tetas, Nat… ¿De verdad piensas que es buena?"- preguntó una rubia de amplísimo busto.

"No lo pienso. Estoy seguro de ello. Lo he comprobado."- Natalia besó el nacimiento del cuello de Niña Lucía mientras la blusa de ésta caía en vuelo libre al suelo, desnudando ya a la joven de cintura para arriba.

Niña Lucía se estremeció en aquel beso. ¿Qué estaba haciendo? Desnudarse ante nueve mujeres que se la iban a follar. Nueve. Sólo Dios, de existir, sabría qué iban a hacer con ella.

"Ahora me decís si no es un encanto."- Las manos expertas de Natalia desabrocharon la falda del uniforme y la bajaron por las piernas suaves de la jovencita. Allí, vestida únicamente con zapatillas y las medias del uniforme, quedo Niña Lucía.

"La hostia…"- suspiró la primera de las mujeres, la que parecía más mayor.- "Coñito de niña… es… perfecto…"- añadió, acercándose e inclinándose sobre el sexo depilado de la pequeña rubia.

"Vaya, vaya…"- intervino otra de las mujeres.- "¿Y es toda para nosotras?"

"Hoy sí."- respondió Natalia, mientras Niña Lucía cerraba los ojos avergonzada. Aún así, el rubor de su cara no era únicamente de vergüenza. Su sexo perladito de flujo así lo demostraba.

"Creo que nuestra querida Lucía es toda una cachonda…"- dijo una.

"Ey. La duda ofende."- Otra replicó, aunque Niña Lucía no supiera bien la razón.

"Tranquila, Lucía… sabes que hablamos de la nueva putita…"- respondió la primera.

"Es verdad, pequeña… ya tenemos una Lucía…"- dijo Natalia, mientras obligaba a la jovencita a darse la vuelta, desnuda, para que todas pudieran comprobar cada centímetro de su piel.- "Habrá que buscarte otro nombre para diferenciarte… ¿Cuál es tu apellido?"

Niña Lucía no se atrevía a abrir los ojos, pero notaba el aliento de Natalia sobre sus labios, señal de que estaba tan cerca que, sólo con mover los suyos, podría besarla.

"Del… Del Solar…"- respondió Niña Lucía…

"Lucía… Luci… ¿Lucía del Solar?... ¿Luz del Sol?... no, parece nombre de grupo mierda emo…"- musitó una voz femenina que Niña Lucía no reconocía.

"¿Qué tal Luci a secas?"- preguntó otra.

"No… muy cursi… ¿Lucía putita?"- Otra voz se sumó a la discusión, Niña Lucía temblaba de miedo y excitación. Natalia lo sabía y comenzó a acariciarle suavemente el sexo, haciendo que la jovencita suspirara de placer.

"No… no le queda bien… Necesita uno más tierno, miradla, es una chiquilla, tiene pinta de dormir aún con peluches."- musitó Natalia.

"Que… ¿Qué tal...?"- comenzó la desnuda jovencita.- "¿Qué tal… Ni… Niña Lucía?"- suspiró.

"Niña Lucía…"- Pensó Natalia…-"A mí me parece de puta madre… ¿Y a vosotras?"

"Perfecto."

"Le queda que ni pintado."

Todas, las nueve voces, estuvieron finalmente de acuerdo.

"Pues nada, pequeña…"- le dijo Natalia, volviendo a girarla hacia sus compañeras y obligándola a que abriera los ojos.- "Te presento a Gloria, Pilar, Lucía, Samantha, Vanessa, Susana, Carolina, y Tania. Chicas, ésta es, desde ahora… Niña Lucía."

"Bienvenida, Niña Lucía…"- sonrieron todas, algunas deshaciéndose de las camisetas y tops, otras, simplemente, mirándola con hambre.

Hambre de hembra.

Hambre… de Niña Lucía.

II. Nueve mujeres y una niña. PX

"Vale, pequeña…"- se acercó a ella Gloria, la más mayor de todas.- "Arrodíllate. Esta tarde no sales de aquí hasta que no nos dejes a las nueve satisfechas…"

"y cuidado…"- añadió Samantha, una espigada joven de piel y cabellera morenas.- "Algunas somos muy perversas."

Todas rieron cómplicemente las palabras de su compañera. Hasta que Niña Lucía, arrodillada, dijo:

"No más que yo."

Un murmullo generalizado de sorpresa se fue extendiendo. Alguna aplaudió la osadía de Niña Lucía.

"Bien, comprobémoslo."- La tal Pilar, una exuberante pelirroja (la única pelirroja), vestida ya únicamente con un tanguita negro, mientras que el resto de la ropa descansaba detrás de uno de los sofás, se giró y se sentó en un sillón, de cara a Niña Lucía, y abrió las piernas.- "Gatea hasta aquí y cómeme el coño."

Niña Lucía puso sus manos sobre la alfombra y comenzó a gatear hacia Pilar, mientras las otras jóvenes le hacían hueco. Completamente desnuda, la cabeza gacha, el corazón retumbándole en el pecho… Niña Lucía notaba cómo cada vez más, su sexo se humedecía. Lentamente, comenzó a atravesar el paseíllo que formaban las otras ocho, Natalia entre ellas, cuatro a cada lado.

Nada más pasar ante la primera pareja, dos fuertes palmadas sonaron en el salón y Niña Lucía elevó un sonoro quejido.

"Sigue caminando."- ordenó Natalia, mientras se soplaba la mano con la que acababa de palmear las nalgas de Niña Lucía. Dos, cuatro, seis palmadas más acompañaron a Niña Lucía en su camino, ni una sola de las mujeres se olvidó de hacer sonar su mano con el culo de la jovencita.

"Joder, tiene un buen culo…"- Dijo Carolina. Mientras observaba cómo la muchacha se colocaba entre las piernas de Pilar y a órdenes de ésta, hacía desaparecer su tanguita mostrando un pequeño y cuidado matorral de pelirrojo vello púbico.

"Sí, que lo tiene. Creo que es un culazo perfecto… ¿Vosotras qué pensáis?"

El culo de Niña Lucía, en pompa y enrojecido por el castigo sufrido, se veía decididamente atractivo.

"Mmmmm… no come nada mal, nenas…"- sonrió Pilar, desde su sillón, donde recibía en el coño la lengua traviesa de Niña Lucía.

"Veamos, pequeña… nosotras también queremos marcha… ¿Tienes alguna mano libre?"

Niña Lucía, sin decir nada, puesto que su lengua estaba ocupada con el coño de una cada vez más cachonda Pilar, saludó con la mano derecha, la misma que Vanessa, tras desnudarse, terminaría por dirigir a su sexo.

La nariz de Niña Lucía se inundaba del fuerte aroma de Pilar, a su lado, Vanessa, arrodillada e inclinada hacia delante, hacia el sofá, donde entablaba una escueta conversación con Pilar que no tardó en acabar sepultada bajo un mar de besos entre ambas, recibía entre sus piernas las caricias de la mano derecha de Lucía.

Una nueva palmada, y un nuevo gemido de dolor de la jovencita. Otra. Y otra. El rojo de las nalgas de la chiquilla aumentaba de intensidad, así como también aumentaba la sensibilidad de su piel.

La uña de Natalia acarició suavemente la piel del culo de Niña Lucía, que se estremeció al roce, contrayendo espasmódicamente las piernas por las insospechadas cosquillas.

"Nenas. Traed el maletín."- Niña Lucía escuchó la voz de Natalia y quiso girarse para saber de qué se trataba el maletín, pero Pilar volvió a dirigir la cara de la dieciseisañera entre sus piernas, obligándola a reanudar el trabajo de su lengua.

"Ni se te ocurra parar hasta que te diga, putita…"- gruñó Pilar.- "¿Lo hace bien, Vane?"

Vanessa, con dos dedos de Niña Lucía entrando y saliendo de su cuerpo no pudo contestar. Un estremecimiento de placer le puso los ojos en blanco y no dejó salir de su garganta más que un gemido.

Niña Lucía sintió dos dedos metiéndose en su coñito. Hubiera querido girarse para saber de quién eran, pero no podía. La boca ocupada en Pilar, la mano derecha en el coño de Vanessa, quedaban siete mujeres para disputarse su sexo. O tal vez, su solo sexo se les quedara corto.

Aquellos dedos en su interior eran expertos. El coño de Pilar, cuyas caderas comenzaban a moverse adelante y atrás sin control, apagaba sus gemidos. No así los de Pilar y Vanessa, que no se cortaban un pelo a la hora de gemir y jadear.

Su coño destilaba flujo. El ambiente comenzaba a cargarse del aroma del sexo. Sexo donde no había sitio para el olor del semen. Sólo sexo femenino, flujo y sudor de hembra en celo.

Los dos dedos salieron de su cuerpo mientras Vanessa, con otros dos dedos de Niña Lucía dentro de sí y otro más que se había sumado a frotarle el clítoris entre las piernas, empezaba a correrse entre espasmos y gemiditos.

"¡Dios!"- Pilar, por su parte, también se veía a las puertas del clímax y obligó a Niña Lucía a detenerse.- "No todavía, niñita…" -dijo la pelirroja, ofreciéndole su sitio a Samantha.- "Ya verás, Sam, cómo come esta puta…"

Niña Lucía sintió la fría y lisa superficie de un vibrador abriéndose paso entre los labios de su sexo, mientras los de su boca, donde ya se mezclaban flujo y saliva, se amorraba al clítoris de Samantha.

"Mmmmm…"- comenzó a gemir Niña Lucía cuando pusieron en marcha el instrumento, arrancándole un escalofrío de goce.

"Manténlo adentro, putita. Más te vale que no se te caiga…"- gruñó en su oído Susana, un segundo antes de, sin poder evitarlo, lanzarse a besar el cuello delgado de Niña Lucía, que seguía concentrada en el coño de Samantha. Cuando la propia Susana, sin embargo, agarró su mano izquierda y la obligó a acariciarle el sexo, Niña Lucía tuvo que compartir la concentración entre sus dedos y Susana, su lengua y Samantha y el vibrador y su coño, que dificultaba cualquier acción, revoloteando en su sexo.

"Se te está saliendo, Niña Lucía."- avisó la otra Lucía, una morena de grandes curvas.

Niña Lucía, apretó los músculos de su sexo, tratando de atrapar al vibrador, que, encerrado en tal tensión, parecía dar aún mayor placer.

"Ah… no… no puedo… no puedo…"- Niña Lucía había dejado de lamer coño. Aquella polla de mentiras taladraba su consciencia.

"Pide permiso antes, puta."- El tono de voz se difuminaba entre las explosiones que tomaban la cabeza de Niña Lucía por campo de batalla, pero la joven creyó reconocer las palabras de Tania, una joven castaña de gesto severo y curvas suaves.

"¿Pu… puedo… puedo correrme?"

"¿Le dejamos, nenas?"

Niña Lucía no aguantaba más. Estaba al borde, sobre el filo de la navaja, todo su cuerpo, toda su mente se centraba en aplazar un orgasmo que ya, con el vibrador palpitando en su sexo, parecía inaplazable.

"Yo le dejaría."- Suspiró, desde un sofá donde descansaba del orgasmo anterior, Vanessa.

"Yo también. A ver si continúa con su trabajo, que bien lo hacía…"- dijo Susana.

"Opino lo mismo."- Fue Samantha quien habló.

Niña Lucía no se creía capaz de aguantar a que las nueve emitieran su opinión. El instrumento vibraba en su sexo, y sus piernas se estremecían mientras ella soltaba pequeños gemiditos que presagiaban un aguante más bien efímero.

"Que aguante."- dijo Tania. 3 a 1.

"Sí, que aguante un poco."- Carolina. 3 a 2.

"Que se corra."- Lucía. 4 a 2. Niña Lucía puso los ojos en blanco. Imposible. Era imposible aguantar más y ya empezaba a perder importancia lo que las chicas dijeran. Ella iba a correrse, lo necesitaba, ya le daba igual lo que dijeran y, a pesar de eso, seguía resistiendo. Porque ellas así lo ordenaban y porque ella tenía que obedecer.- "Sólo falta una para la mayoría… ¿Nat, Pili, Gloria?"

"Córrete."- Natalia agarró el consolador, lo sacó del coño de Niña Lucía, vibrando, y lo volvió a introducir de una estocada.

El grito de placer de Niña Lucía resonó en toda la casa. Sus piernas se estremecieron y todo su cuerpo pareció colapsarse en un estallido total. Le fallaron también las manos con las que se apoyaba, a cuatro patas, y se dejó caer al suelo donde tembló como si le hubiera dado un ataque. Algo así era. Un ataque de placer, un orgasmo, un clímax poderoso que estremeció todo su cuerpo y lo dejó temblando sobre la alfombra. Una alfombra que manchó de flujo cuando, entre contracción y contracción en la posición casi fetal en la que Niña Lucía terminaba de gozar su orgasmo, el vibrador salió de su cuerpo, seguido por una cantidad de flujo que salpicó las propias nalgas de Niña Lucía y la alfombra.

"Joder cómo me ha puesto la niña… joder… jod…"- Samantha se había colocado de cuclillas sobre Niña Lucía, masturbándose frenéticamente.-"Joder… oh, joder… joderrrrrrrrr…"

Temblando, con los dientes apretados y su mano frotando desesperadamente su sexo, Samantha se corrió sobre Niña Lucía, e incluso algunas gotas de flujo cayeron sobre la cara de la pequeña rubia.

"joder… a ver quién limpia luego esto…"- rió Gloria, observando las salpicaduras de flujo de ambas y viendo cómo Niña Lucía, aún con los ojos cerrados, se recuperaba lentamente del orgasmo sufrido.

"Bueno, parece que la putita se ha corrido. Ahora nos tocará a nosotras, ¿no?"- Sonrió Pilar, la pelirroja, que ya se había colocado un strap-on, un arnés con polla.- "venga, ponte otra vez a cuatro patas, putita."

Niña Lucía, cubierta aún de flujo y sudor y visiblemente cansada del orgasmo sufrido, obedeció. Pronto tuvo una polla de plástico perforando su coño, mientras Pilar, sonriente, jadeaba. Niña Lucía estaba cansada, pero notaba cada una de las embestidas, y nuevamente volvió a calentarse en poco tiempo.

Un coño, con un par de aros en uno de los labios, se le puso delante a la altura de la boca, y la joven no lo dudó. Apoyándose sólo en una mano, dirigió la otra al sexo desconocido que se le presentaba ante sí, para ayudar a la lengua en su lúbrico trabajo. Al empezar los gemidos fue cuando reconoció la voz de Gloria. Un nuevo cuerpo se puso debajo de Niña Lucía, bocarriba y con su cara pegada al sexo de la jovencita, que se abría a las embestidas de la falsa polla de Pilar.

III. Prueba superada

Piel pálida, pelo rubio (lo supo por que el vello púbico era rubio), Niña Lucía la reconoció como Carolina. Repartió las caricias de su lengua y su mano zurda entre Carolina y Gloria. La lengua de la rubia que se acababa de poner bajo suyo comenzó a lamer el coñito enrojecido de la más joven, y sus dedos, que en un principio también acariciaban el sexo de Niña Lucía, acabaron por compartir su experiencia con Pilar, colándose bajo el arnés y masturbándola a cada embestida que la pelirroja detenía para recibir las caricias de Carolina por un lado y por el otro para hacer sentir a Niña Lucía aquella polla hasta lo más hondo de su ser.

Pilar, nuevamente antes de correrse, abandonó su puesto y lo cedió a otra compañera que también se había colocado otro arnés. Tania se colocó ante Niña Lucía y hundió su polla de plástico en lo más hondo de su sexo, deslizándose como mantequilla por la abundante lubricación.

"Tráeme una polla de plástico."- Pidió Tania, y sus deseos fueron cumplidos cuando alguien puso en su mano el vibrador que poco antes había causado el orgasmo de Niña Lucía.

Inclinándose hacia atrás y escondiendo el vientre (lo poco que podía esconder de su vientre plano) sin sacar la polla de su arnés del coño de Niña Lucía, Tania acarició con la punta del vibrador el oscuro agujerito posterior de la joven.

Niña Lucía se estremeció. Notaba ya la lengua cansada del trabajo al que Gloria le obligaba, aun cuando, por los movimientos de ésta, poco tiempo le quedara a la morena de disfrutar de la rubia. Bajo ella, Carolina lamía con fruición el clítoris inflamado de la joven, que respondía a sus caricias con gemidos. Tras ella, la polla de Tania se hundía en sus entrañas y el vibrador que tenía en las manos parecía tener pensado emularla, aunque fuera por otro agujero.

"¿Puedo correrme?"- preguntó Niña Lucía.

"¿Otra vez?"- a su derecha, Susana se reía.- "Pues esta vez creo que tendrás que aguantar."- Quizá sólo por reafirmar sus palabras, quizá sólo porque le excitaba, abrió la mano y azotó nuevamente las enrojecidas nalgas de Niña Lucía.

Poco a poco, el resto de mujeres fue dando su opinión, y excepto Natalia y Vanessa, todas estuvieron en contra de Niña Lucía.

Esta vez se veía más capaz de aguantar, sin embargo, así que lo hizo. Trató de olvidarse de la polla en sus entrañas, del vibrador que se internaba poco a poco entre sus nalgas, abriendo su ano con suavidad, de la lengua de Carolina, haciendo travesuras sobre su sexo. Trató de olvidarse de todo aquello y Gloria, que era la única concentración que se permitió, lo agradeció.

Tras unos segundos más de intenso trabajo conjunto de dedos y lengua, Gloria se corrió, suave, placentera, silenciosamente. Simplemente siseando y empotrando su sexo en la cara de Niña Lucía.

Otra mujer había tenido su orgasmo. ¿Quedaban? Niña Lucía ya no sabía. Se había convertido en un pelele a merced de nueve mujeres. Nueve mujeres que hacían con ella lo que querían. En ese instante, lo que hicieron fue colar un vibrador completo en su culo mientras una polla de goma le avasallaba el coño. Le dolió la intrusión, la presión en su interior era enrome. No se quejó. Le venía bien para alejar de ella el orgasmo. Un orgasmo indeciso, que iba y venía, oscilando entre el placer, el dolor y el cansancio.

El vibrador, entonces, fue puesto en marcha y un temblor irreprimible recorrió a Niña Lucía. No pudo recrearse en él. Bajo suyo tenía a Carolina, con las piernas abiertas y el sexo brillante de flujo. Se lanzó a besarlo, chuparlo, penetrarlo y, aunque tenía muy cansada la lengua, también a lamerlo.

Tania reanudó sus embestidas, metiendo y sacando la polla de goma del interior de Niña Lucía. A cada envite, si el vibrador que rellenaba el ano de Niña Lucía había salido algún centímetro, con el propio cuerpo lo volvía a meter en su apretadísima y oscura cueva.

"Lo estás haciendo de putísima madre, Niña…"- le susurró al oído Natalia.- "Tienes a todas cachondas perdidas."

Carolina terminó por correrse, lo mismo Tania, a la que la vibración del cacharro que había introducido por el esfínter de Niña Lucía parecía habérsele contagiado.

"¿Puedo correrme ahora?"- Niña Lucía trataba de aguantar. Y pensar. Tania, Carolina, Vanessa, Samantha, Gloria, Pilar… no, Pilar no se había corrido. Con ella, aún quedaban cuatro.

Un rápido vistazo alrededor sólo dio caras sonrientes y asintiendo, algunas satisfechas, otras anhelantes. Lucía extrajo el vibrador del ano de su tocaya y lo sustituyó por dos de sus dedos, mientras que la otra mano, al tiempo que sostenía a Niña Lucía por el vientre, frotaba su sexo incendiado.

El movimiento de los dedos de Lucía "la mayor" se hizo frenético durante unos segundos. Tiempo en que ardieron en el recto de la joven. El tiempo en que los gemidos de Niña Lucía tardaron en convertirse en gritos cortos y secos y, siendo masturbada por el culo, acabar corriéndose por segunda vez ese día. Tercera si contamos la masturbación de Niña Lucía en la ducha antes de salir al instituto.

Niña Lucía, no se sabe si por el cansancio, el placer, la borrachera de cachondez que llevaba, o el dolor de sus músculos agotados, empezó a perder consciencia de lo que pasaba. Recordó cabalgar sobre Susana, armada con el mismo arnés que antes había usado Pilar. Cabalgaba a gran velocidad, deseosa de mostrar sus habilidades. Y cabalgó hasta que su tocaya Lucía se colocó el arnés con que se había corrido Tania y la penetró, al tiempo, por el culo.

"Le caben dos pollas al tiempo… ¡Joder, es una máquina! Creo que a su edad a mí no me cabía ni un Alpino"- se rió Pilar, recordando la marca de lápices de colores.

Cuando ambas se cansaron de darle caña a Niña Lucía, se quitaron los arneses y se colocaron ante ella, a cuatro patas, culo en pompa exponiendo sus hinchados labios entre sus piernas, que abrieron para permitir que los dedos de Niña Lucía se hundieran en su interior. Así lo hizo la jovencita.

Masturbó frenéticamente a ambas hasta que se corrieron. Primero Susana, luego Lucía.

Niña Lucía se sentía agotada. Era una jornada maratoniana. ¿Cuánto hacía que estaban allí, follando? ¿Dos, tres horas? Menuda tarde. Agarró el vibrador, que rodaba por el suelo, y se dirigió hacia la pelirroja Pilar, que la recibió con las piernas abiertas, tumbada sobre la alfombra húmeda de flujo.

La combinación de la vibración del consolador en su coño, un dedo de Niña Lucía en su culo, y la lengua de la rubia sobre su clítoris fue suficiente como para llevar a Pilar a un orgasmo dulce y escandaloso, que la removió de arriba abajo.

"Bueno, Nat… Ya sólo quedas tú ¿Qué piensas hacer con la nueva?"- Preguntó Gloria.

"Me he esperado al final por algo, ¿no?"- dijo Natalia, haciendo levantarse a Niña Lucía con suavidad.- "Me la llevo a la sala 4".

Las ocho mujeres restantes asintieron con complicidad y Natalia llevó de la mano a Niña Lucía, ambas dos completamente desnudas, por toda la casa. Subieron las escaleras y volvieron a aquél pasillo de rojiza iluminación que a Niña Lucía le recordaba los cinco orgasmos del día anterior.

Entraron en una sala donde sólo había una cama grande y un armario.

"Me vas a tener que perdonar, Luci…"- avisó Natalia mientras iba hacia el armario y le indicaba que se subiera a la cama.- "Pero si no lo hago reviento… aún me he esperado porque no quería que te lo hicieran todas… pero… vas a perdonarme…"

Niña Lucía observó con curiosidad a Natalia. No entendía qué quería decirle. Pero cuando vio lo que Natalia llevaba en las manos lo entendió. Aquello era una paleta de spanking, un utensilio para azotar culitos rebeldes.

"¿Estás segura que quieres eso?"- preguntó Niña Lucía, ocultando un escalofrío.

"Lo llevo queriendo desde que me tiraste el cigarrillo en el baño."- rió Natalia.

"Está bien. Si tú quieres…"- Niña Lucía, sumisamente, se giró y se puso a cuatro patas sobre la cama, mostrando su culo a Natalia, que jadeó excitada y se subió también al lecho, junto a la chiquilla.

Natalia trató de calmarse antes de golpear. Se concentró, armó la paleta, y azotó.

"¡AYYY!"- El quejido de Niña Lucía no hizo sino excitar más a Natalia, que volvió a armar su brazo derecho con la paleta y azotó de nuevo.- "¡AYY!"

Cada golpe de la paleta en las nalgas de Niña Lucía era respondido por un gritito de dolor. Lo que antes era una piel enrojecida pasó a tener un color violáceo. Pero Natalia no cejaba. Azotaba con la derecha, de rodillas sobre la cama, mientras con la izquierda se masturbaba. Los azotes se iban acelerando, tanto como los propios latidos de Natalia, su mano, y los quejidos en respuesta de Niña Lucía, que ya lloraba a lágrima viva.

"Toma, puta. ¿Te gusta, puta? ¡Dímelo! ¡Te gusta, verdad! ¡Guarra! ¡Estás cachonda como una perra, no lo niegues!"- la pequeña rubia sólo podía responder con quejidos y sollozos a la sarta de blasfemias de Natalia, que seguía masturbándose azotándola sin piedad una y otra vez.

El culo de Niña Lucía ya había dejado muy atrás el rojo cuando Natalia alzó la pala por última vez. No llegó a azotar más. Comenzó a estremecerse, temblando de arriba abajo, y un grito poderoso surgió de su garganta.

Se corrió. Azotando a Niña Lucía, que lloraba por el tratamiento recibido, Natalia se corrió. Cayó tumbada junto a la rubia y observó su carita de niña envuelta en dolor.

"Perdona, Luci. Me he pasado."

Niña Lucía, secándose las lágrimas con el dorso de la mano, y sin variar la postura aunque el propio aire le ardía en el culo, simplemente besó a Natalia, que aceptó el ósculo sin problemas.

"Prueba superada, niña. Lo has conseguido… otra vez."- Dijo Natalia, y Niña Lucía sonrió.

 

Niña Lucía (Nat_XXX): http://www.todorelatos.com/relato/55819/

Categoría: Sexo Virtual

"Lucy: Pinta golondrinas en mi vientre y saldré volando" Ha iniciado sesión.

"Nat_XXX... Yo no soy mala, es que me dibujaron así… Jessica Rabbit dixit." Ha iniciado sesión.

I. Nat_XXX

"Cómo está mi pequeña Lucy?"

"Con cardenales en el culo"

"XD. ¿Después de dos días aún te duele? ¿No te sirvió la crema que te di?"

"Sí, pero no del todo."

"Lo siento, pequeña… pero es que tienes un culo perfecto para ser azotado. Creo que me pasé"

"Ya no me duele tanto… sólo cuando me siento y cuando… bueno… tú ya sabes."

"No, no lo sé."

"Venga, Nat!"

"Dímelo, Lucy, quiero verlo escrito por tus deditos…"

"Eres una cabrona. Cuando follo con mi chico."

"Así me gusta, preciosa… conmigo, sinceridad"

"¿Y sería demasiado pedirte lo mismo a ti?"

"Sí, la verdad es que sí. ¿Cómo has pasado estos dos días?"

"Pues con mi chico, tú sabes lo que significa eso…"

"¿Qué te dijo cuando te vio los moratones del culo?"

"Que cómo me los había hecho… le dije que me caí bajando unas escaleras…"

"Ummmm… ¿Mintiéndole a tu chico? Niña mala, eso no se hace…"

"Uy, sí, mira… seguro que es menos pecaminoso participar en una sesión con nueve tías cachondas que hacen de ti lo que quieren que mentirle a tu chico."

"Ahora dime la verdad. Te gustó. ¿A que sí?"

"Me encantó. Era todo tan extremo. Estaba con el coño latiendo"

"Ay, mi pequeña Niña Lucía que se ha hecho toda una mujer…"

"Oye! Que yo ya llevo mucho tiempo siendo toda una mujer"

"Sí, muchísimo, no te jode… todavía no tienes tetas y ya te crees una experta en sexo."

"Es que he invertido mucho tiempo en eso…"

"Pero seguro que te falta mucho por aprender…"

"Coño, y a ti…"

"Pero a mí menos, casi nada"

"Porque me llevas casi tres años. Dentro de cinco hablamos."

"Dentro de cinco aún te llevaré tres años, tonta…"

"Ya lo sé, pero yo aprendo más rápido que tú."

"Chica aguerrida… me gustas cada día más… Oye, una pregunta…"

"Dime"

"¿Tienes cam?"

"Tengo."

"Enciéndela"

"Ni loca. Tú primero"

"Yo no tengo"

"Pues se siente."

"Va, Niña Lucía, no olvides que soy tu superior. Soy una veterana y tú la niña nueva."

"Primero, no estoy vestida, me acabo de duchar. Segundo, no estoy sola, Joan está durmiendo aquí detrás de mí, y la cam lo enfocaría y tercero… ya te cobras tu veteranía con creces… ¿O no?"

"¿Te acabas de duchar? ¿Tu chico está detrás de ti? Ahora sí que tienes que encender la cam. Y de paso me enseñas también a Joan, que no lo conozco todavía."

"…"

"Venga, tontorrona… sabes que estás deseando mostrarme tu cuerpecito mojado… otra vez."

"Vete a la mierda."

Lucy: Pinta golondrinas en mi vientre y saldré volando te invita a recibir imágenes de su webcam. Aceptar / Rechazar

II. Mira, Natalia…

"¿Contenta?"

"Joder, nena…"

"¿Te gusta lo que ves?"

"Me cago en la hostia ¿Qué si me gusta? ¡Estás como un puto tren, nena!"

"Ya lo sé… jajaja…"

"No, no te tapes… ábrete el batín."

"Nati… no me jodas"

"Venga, pequeña… hazlo por tu querida Natalia…"

"…"

"Así, muy bien… me encantan tus tetitas de niña, lástima que la cámara no me deje ver tu coñito… además, con la piel húmeda estás para comerte. El pelo mojado te queda muy pasional… dios… si estuviera allí te violaba."

"¿Y quién te dice que ibas a poder conmigo?"

"Va, tonta, ¿es ése tu chico? ¿La pierna que se ve detrás de ti es suya? Apártate para que lo vea"

"Sí es él, pero está desnudo aún. No te lo voy a enseñar en pelotas."

"¿Por qué no? ¿La tiene muy pequeña?"

"¡Nooooo! Creo que más bien al contrario."

"¿Porqué te frotas las piernas entre sí?"

"¿Eh?"

"No olvides que yo estoy viéndote… te has movido y has frotado tus piernas entre sí. Y ahora te muerdes el labio como si te hubiera cogido en falta"

"Me picaban. Nada más"

"¿Te picaban las piernas u otra cosa?"

"Mira. Ése es Joan"

"Claro… ahora te apartas. Joder, está muy bueno. ¿Sólo tiene diecisiete? Parece más mayor… ¿Me lo prestas?"

"Una mierda. Es sólo mío. Tócalo y te corto los dedos."

"¡Qué egoísta eres!… yo te dejaría a mi chico sin dudarlo."

"Mentirosa."

"Joder, y me pillas… Bueno… yo le dejaría mi chico a otra mujer… pero a ti no… eres capaz de enamorármelo. Cabrona."

"Jajaja… Yo no los enamoro… simplemente los subyugo…"

"Vaya palabritas que me usa la niña… Bueno, ya he visto a tu chico, está como un queso de bueno. Si estuviera allí os follaba a los dos. Vuelve a la silla."

"Un momento"

"Va. ¿Por qué tardas tanto?"

"Ya está."

"Joder, niña… no puedes tener esos errores. No puedes olvidarte de que tu cuerpo te refleja… estás más colorada que un tomate. Te estabas masturbando, ¿Verdad?"

"No"

"No me mientas."

"Bueno, sí, vale… me estaba pajeando. Es que me da morbo ver a Joan así, desnudo, dormido, sin poder defenderse."

"Lo que te pone como una perra es enseñármelo, no te engañes. Te pone aprovecharte de tu novio mientras duerme. Joder, niña, eres una pervertida. Me encantas."

"Te pongo cachonda, que no es lo mismo."

"Va, no te cortes por mí. Sigue masturbándote, se te ve que lo deseas, no paras quieta."

"¿Qué? ¿Ante la cam?"

"Claro, nena… ¿Nunca has practicado sexo virtual?"

"Sí… pero con mi chico."

"¿Nunca para una mujer?"

"Nunca"

"Tienes suerte, hoy va a ser tu primera vez. Vas a pajearte para que yo lo vea."

"No… no puedo…"

"Claro que puedes. Y más que eso. Si pudieras verte ahora mismo… estás deseándolo y tú lo sabes, se te nota en la cara. ¡Mírate! ¡Si hasta vas empitonada!"

"Joder, es verdad."

"Claro que es verdad… tienes los pezoncillos en roca viva. Si estuviera allí… ¿Sabes que me los comería, no?"

"Lo sé…"

"Acaríciatelos. Suavemente, con la yema del dedo… como si fuera mi lengua."

"¿Así?"

"Sí, pero tranquila… no te preocupes en contestar. Simplemente ocúpate en leer lo que yo te ponga… y es abandonarte al placer."

"Joder, Nat…"

"Deja de escribir. Vas a necesitar los dedos para otras cosas. ¿Te estremeces? ¿Tanto te gusta esto?"

"Sí."

"No escribas la respuesta. Recuerda que puedo verte."

III. Puedo verte. PX.

"Bien, pequeña Lucía… ahora vas a leerme y vas a hacer lo que yo te diga. Y te vas a acabar corriendo porque sé que esto te encanta… claro que sí."

"Nati…"

"No, no teclees. Sólo lee.

Para empezar te vas a quitar la bata completamente. Déjala sobre la cama.

Así, muy bien. Estás para comerte. Venga, ponte de pie, quiero verte el coñito.

Ábretelo con las manos.

Va, no tardes tanto, nena… me tienes cachonda perdida. Tengo las braguitas que se podía plantar arroz en ellas.

Te brilla el coñito. Tu depilado y mojado coñito de niña. Estás cachonda tú también, pequeña putita. Te pone cachonda enseñarle el coño a una tía por la cam. Casi mejor me quito las bragas porque si no…

A ver, vuélvete a la silla y abre bien las piernas.

Enfoca la cam un poco más hacia abajo, que no te veo el coño.

Así. De puta madre. Comienza a masturbarte, lentamente...

Diossssssssssssss, pequeña. Si pudieras verte… Estás para follarte. Si estás incómoda ponte en la cama, al lado de Joan. ¿Ves la pantalla desde allí?"

"No"

"Sólo hacía falta que negaras con la cabeza. En fin… pues quédate en la silla de momento y sigue frotándote el clítoris.

Bien. Muy bien.

Ahora métete un dedito en el chocho. El índice. Y sácalo.

Así. Ahora chúpalo.

Joder, ni te lo has pensado. ¿Te gusta el sabor a coño o qué?

Ya, ya sé que sí, pedazo de guarrilla. Repite. Métete el dedo y lo sacas. Ya no hace falta que te pruebes.

Otra vez.

Otra.

Otra.

Cielo santo, niñita, tu carita es un poema. Estás gozando.

No, si se nota, putita, se nota que la estás gozando.

Bien… ¿Cómo tienes el culito? Arrodíllate, de espaldas a mí, en la silla y me lo enseñas.

Inclínalo hacia aquí. Pon un pie en el suelo, para que se te haga más cómoda.

Así, de puta madre… ya casi no te quedan marcas. Por lo menos de las mías…

Eres una perra. Joan te ha follado por el culo.

No hace falta que asientas, si se nota, tienes el ojo del culo pestañeando…

Métete un dedito por ahí.

¿La silla es segura?

Bien, métete otro, de la otra mano, en el coño, sin sacar el del culo.

Inclínate más. Te quiero ver culo en pompa. Apoya la cabeza sobre la cama si lo necesitas.

Bien. Ahora fóllate con ambos dedos.

Así… joder, niña… joder… Voy a parar de masturbarme, no me quiero correr antes que tú.

Métete dos deditos en el coño. Te caben perfectamente. Y sigue follándote.

¿Lees bien lo que te escribo con la cabeza en la cama?

Ok, vale.

Métete otro dedito en el culo. Dos y dos.

Ahora… fóllate por los dos agujeros. Como si no te hubieran follado en la vida.

Así, muy bien.

Sigue.

Si gimes mucho, no lo hagas. O despertarás a Joan.

Imagínate, putita. Joan despertando y viendo cómo te masturbas para una chica por la webcam. ¿Te lo imaginas? ¿Te imaginas la escena?

Ya veo que no te tengo que decir que sigas, lo haces tú solita.

¿Te bastan esos cuatro dedos? ¿Tienes algún vibrador por tu cuarto?

¿No? Cuando te vea recuerda que te pase uno. ¿Te gustaría follarte la misma polla que yo me follo?

¿Sí? ¡Serás guarra! XD ¡Eres una putita!

Sigue follándote, no pares.

No pares.

Sigue.

Más.

Más rápido, estás a punto de acabar, se te nota.

Córrete, puta.

Así, córrete, tiembla, gime, goza, grita, mastúrbate, guarra, mastúrbate…

Joder, nena… ¡Cómo te has corrido!

La verdad es que Joan tiene un sueño pesado. Has debido gritar como una loca, pero no se ha despertado."

"tiene un sueño muy pesado"

"O eso o lo has matado a polvos. Dios… se te queda una carita de niña buena cada vez que te corres que… Eres única, Niña Lucía… única."

"Dios… espérate unos minutos que me recupere… joder… me he corrido como una cerda"

"Yo no me he querido correr. Espero a la segunda fase."

"¿Segunda fase?"

"Vas a apagar la pantalla, dejando la cam encendida. Vas a despertar a Joan y te lo vas a follar para que yo lo vea."

"¿¿¿¿¿Qué????? ¡Ni loca!"

"Niña Lucía. Tanto tú, como yo sabemos que lo vas a hacer. Es cuestión de los minutos que tarde en convencerte."

"…"

"Tic-tac. Tic-tac."

"No lo voy a hacer…"

"Hazlo. ¡YA!

 

Sé que ahora ya no puedes leer esto, Niña Lucía, que la pantalla está apagada y tú estás follándote a Joan… pero me encantas."

 

Niña Lucía (El cómico): http://www.todorelatos.com/relato/56929/

Categoría: Textos de risa

"¿Pero de verdad follaste con Joan mientras Natalia miraba?"- Ángela, sentada con las piernas cruzadas, movía nerviosamente un cojín sobre su regazo, mientras Niña Lucía, tumbada en el otro sofá, perdía la mirada en el techo y trataba de recordar.

"Mira, nena… si hubiera sabido antes que me ponía tanto que me vieran follar, ya tendría mi propia Polvo TV…"

"Estás loca…"- rió Ángela removiéndose en su sofá.

"¿Loca? Tía… tú no sabes aún lo que es alguien que está como una puta cabra…"

"Ya… Y tú sí…"

"Por supuesto, ma amie…"- Respondió Niña Lucía con retintín…-"Mira… fue ayer, el día siguiente de lo de la cam…"

I. Todo empezó

"Todo empezó allí a las 12 de la mañana del viernes. En el recreo, mientras estaba en el baño, me crucé con Natalia, no sé cómo coño se las apaña esa tía para encontrarme siempre, ni que me oliera. Pensé que me iba a decir algo de la sesión del día anterior, pero no, se puso a mi lado y me dijo:

- Esta tarde-noche hay un encargo… ¿Te ves preparada para cumplirlo?"

"¿Cómo puedes ser tan puta, Luci?"- estalló en una carcajada Ángela.

"Calla, coño… déjame seguir. Le dije que sí, que podía ir yo, ya estaba impaciente por demostrarle el valor del coñito de la Luci."

"¿Y cuál es su valor? Te lo alquilo hoy…"- interrumpió Ángela frotándose las manos.

"Angie… o te callas o te prometo que te violo aquí mismo y enfrente de la ventana para que todo el vecindario sepa que eres lesbiana."

"Ey… que yo tengo novio…"- replicó la joven morena fingiendo un mohín de disgusto.

"Ya… pero te verían follar conmigo, y no con Nacho… así que cállate si no quieres acabar en una carroza del desfile del día del orgullo gay."

"Idiota."

"Tetona."- replicó con una sonrisa Niña Lucía antes de continuar.-"Vale, sigo. Nati me dio las señas, además de la hora de reunión con el cliente, tenía su nombre y una dirección que me sonaban, aunque no sabía de qué."

"¿Qué era, algún tío que te hubieras follado antes?"

"Angie, cállate. Además, sabes que yo sólo he hecho el amor con Joan."

"Sí, y con el tal Francisco, y con el primo de Joan, y con sus compañeros de grupo… y lo de querer ir a ver un partido del Real Madrid no tengo yo muy seguro que sea porque te gusta el fútbol…"

Niña Lucía no pudo evitar una carcajada. De sólo imaginarse en las duchas, dudando entre Baptista, Cannavaro, Guti y Casillas, como un niño en una tienda de golosinas, le entraba la risa.

"Déjame continuar, coño… A lo que iba… cuando llegué a la dirección, cinco minutos antes de la hora, entendí de qué me sonaba. Era el teatro Olympia…"

"Vaya… una romántica velada de teatro con un vejestorio soso que querría vacilar de novia joven… ¡Qué interesante!"

"¡Y una mierda! ¡Más me gustaría que hubiera sido eso! Mira, nada más llegar, me acordé también de quién era el tío que me tocaba acompañar… ¡Un cómico de los de la tele, nena!"

"¡Va! ¿Quién?"

"No te lo puedo decir, firmé un acuerdo de confidencialidad de esos…"

"¡Venga, nena! ¡Que no se lo voy a decir a nadie! Ni siquiera le he contado a Joan que te follaste a su primo y al grupo de rock… a la vez."

"Vete a la mierda, nena… Bueno, vale… ven…"

Niña Lucía se inclinó hacia Ángela y le susurró un nombre al oído a su amiga. La morena abrió los ojos como platos y no pudo evitar estallar en carcajadas.

"¡No me jodas, nena! ¡Te has follado a…!"

"¡Calla, coño, no lo digas, no veas la paranoia que me hizo pillar el tío con que lo seguían, con que lo vigilaban, con que la prensa del corazón estaba detrás de él! Y no te he dicho que me lo hubiera follado."

"Si firmaste el acuerdo es que, o te lo follaste, o por lo menos, él lo intentó…"- contestó Ángela, mientras simulaba un gatillazo con su brazo derecho.

"Mierda. Sí, vale, me lo follé…"

"¿Y cómo folla?"

"¿Quieres dejarme contarte toda la historia, pesada? ¡No sé ni por qué te he dicho nada! ¡Eres imposible! ¡La próxima vez te buscas al cuentacuentos Baltasar!"

"Vale, vale… ya me callo, no te pongas así…"

Niña Lucía puso los ojos en blanco en gesto dramático y siguió narrando.

"A ver, como iba diciendo, me acababa de acordar de que había quedado con un cómico de la tele, que no podía escapar y que no llevaba braguitas… Bien ¿No?"

"¿No llevabas braguitas, pedazo de guarra?"

"A ver… o te callas de una puta vez o te juro por el cipote de Nacho Vidal que te amordazo."

"¿Y con esa amenaza piensas que me voy a callar? ¡Si lo estoy desando! Vale, vale, me callo…"

"Pues eso, vale… llevaba un par de minutos allí, pasando más frío que el copón cuando de repente oigo a mis espaldas:

- Nena, estás que te rompes… ¿No serás militar, verdad? Es que mi soldadito se acaba de poner en posición de firmes…

Y allí estaba él. No era guapo, vale, lo reconozco, pero esa miradita de cabrón que tenía me encantaba y… bueno… no tenía mal cuerpo. Si cerraba los ojos podía imaginarme fácilmente que estaba con Brad Pitt.

- ¿Tú eres Lucía, no?- preguntó el tío.

- Sí, soy yo… y tú eres mi cliente, claro…

- Claro… ¡Estás como un tren! Bueno, te faltan tetas, si no…

Y a ti te faltan dos neuronas, no te jode, llegué a pensar. No se lo dije porque tampoco es cuestión de insultar al primer cliente, que luego Nati se cabrea y me da de azotes con la pala de spanking. Y claro, se calienta y tengo que apagarle yo los fuegos.

Bueno, pues eso, nos conocimos, nos saludamos con un morreo de órdago. Él apuntaba a la mejilla, pero yo le agarré de la nuca y le metí la lengua hasta la garganta. Es una regla del trabajo. Enséñale de lo que eres capaz. Si puedo hacer eso con mi lengua en su boca, que piense lo que puedo hacer sobre otras partes de la anatomía.

Bueno, pasamos dentro y estaban allí haciendo las pruebas él y los otros cómicos. Mira… jamás me he reído tanto como al ver a Miki Nadal con un traje de hada y a Secun de la Rosa haciendo de caballo…

Además, también estaba allí Agustín Jiménez…"

"Joder, tía, no sé cómo te puede gustar ese tío"

"¡No me digas que no! ¡Tiene un morbazo encima!"

"Es feo, tiene barriga y además es un payaso"

"Bah… no sabes nada… tiene pintas de pícaro rebelde… un cabrón en toda regla… en fin, después de las pruebas, los cómicos se metieron a camerinos y yo los seguí, quería ver si podía conseguir un autógrafo del Agustín."

"La madre que te parió… ¿Te firmó el autógrafo el compañero de tu cliente?"

Entonces, Niña Lucía, se levantó y se colocó al lado de Ángela. Se desabrochó los pantalones vaqueros y, dándose la vuelta, se los bajó.

La rubia llevaba tanga ese día, y en su nalga derecha se vislumbraba, sin ningún problema, el trazo angosto de una firma en rotulador negro.

"¿Te firmó en el culo?"

"Sí, bueno, luego el mío cogió celos y también quiso dejarme un autógrafo."- Niña Lucía volvió a girarse y se bajó ligeramente el tanga, hasta mostrar sobre su pubis lampiño otra firma.

"¿Cómo coño puedes ser tan puta?"- rió Ángela.

"Me entreno todos los días… A lo que iba, después de la actuación me llevó a cenar, se ve que le entró la vena romántico-caballeresca que tienen todos los tíos."

"Emmmm…"

"Bueno, vale, casi todos los tíos… hay algunos que lo más romántico que saben decir es "¡Qué apretado lo tienes, zorra!"… pero tía… no son todos.

A lo que iba… el restaurante era cosa fina… y yo me sentía un poco fuera de onda con mi top y mi faldita vaquera sin braguitas… pero él también iba más chulo que un ocho con sus vaqueros y su camiseta de manga larga y nadie le dijo ni mú. Es lo que tiene ser famoso, ¿no?"

"Va, tía, que te enrollas… no me importa una mierda lo bueno que estaba el consomé de almejas… dame carnaza"- replicó Ángela.

"No, si ya sé yo cuál es la única almeja que te gusta..."- rió la pequeña rubia, echándose hacia atrás en el sofá y abriendo sus piernas. Aunque llevaba los vaqueros, Ángela bien sabía lo que escondía tras ellos.

"Guarra."

"Y lo que te gusta a ti ¿Qué? En fin, a lo que vamos… después de unos jueguecitos bajo el mantel, lo puse cachondísimo perdido. Deberías ver la cara que puso el metre cuando trajo la cuenta y al cómico le salió un gallo:

- Graciaa-aaa-a-aaassss…- sonó algo así. Claro, yo me había descalzado y no veas lo que sé hacer con estos piececitos…"

"Puta… sí que lo sé, sí…"

"Hostia, no me acordaba de lo de aquella tarde, en el bar con el Joan… ¡Qué divertido!"

"¿Divertido? ¡Serás puta! ¡Tuve que irme a los baños para poder correrme! ¡Me pusiste a cien!"- se enfurruñó la morena.

II. Al bfécjimo

"Bah… Me dije que bien podía follármelo. Mi trabajo no incluye explícitamente esa parte, pero se puede hacer. Me llevó a su hotel, y en el mismo ascensor empecé a enseñarle la mercancía. Se cerraron las puertas y yo ya estaba de rodillas desabrochándole la bragueta. Deberías ver la cara que pusieron dos de los huéspedes cuando en el quinto piso se abrieron las puertas y yo le estaba dando jarabe de boca a la polla del cómico. La mujer, que apuntaba a los 70 años y tenía unas pintas de señorona relamida no sé cómo no se desmayó en ese momento. Se le fue todo el color de la cara y empezó a balbucir. Pero es que el hijo de puta del marido se rió y ¡Pasó dentro!

- ¿A qué piso van?- preguntó el viejo, mientras arrastraba tras de sí a su esposa.

- Al bfécjimo- Se me olvidaron las normas de la moral que indicaban que una no debe hablar con la boca llena. Así que el cómico me tuvo que hacer de intérprete.

- Al décimo…- dijo, mientras yo seguía dale que te pego. A él no parecía importarle y yo ya había metido la directa, así que no me detuve. Total, a la única que parecía disgustarle era a la mujer.

- Virgen de la Macarena… ¡Cuánto vicio!- se escandalizaba la señora, santiguándose. Y el marido, a carcajada viva. ¡Que se le saltaron hasta las lágrimas de la risa! Si el tío sufría de pérdidas de orina, yo creo que allí mismo llenó los pañales.

- Hace un bonito día ¿noo-ooo-oooh?- yo trataba de aguantar la risa. Mi cliente era muy considerado, hasta en esas circunstancias no se olvidaba de la típica conversación de ascensor. Pero no le contestaron. La vieja le rezaba a no sé qué santo y el viejo se partía el culo.

Yo ya no sabía qué estaba más cerca. Que la vieja se desmayara de indignación, que al viejo le diera un infarto por reírse tanto o que el cómico se corriese. Pero me entró la vena cabrona y me saqué la polla del chavalote para preguntar:

- ¿Les molesta?

- no, mujer, no… tú sigue…- me dijo el viejo.

- Pues sí, me molesta la desvergüenza que…- A la vieja no la dejé continuar. La corté con un:

- Pues te jodes.

Y seguí dándole boquita al pollón de mi cómico. El viejo, que ya se había recuperado de su ataque de risa, recayó en otro todavía más virulento. Lástima que llegáramos entonces al décimo piso. Te juro que, de haber tenido tiempo, me lo follaba delante de los viejos."

"Eres única, Luci…"- se rió Ángela.- "ya te me imagino recibiendo polla del pavo y diciéndole al viejo: ¿Puedes aguantarme la pierna un momento? Es que así entra mejor…"

"Juaaaajua… algo así, Angie…"- rió Niña Lucía.- "En fin, sigo… nos despedimos cordialmente de la pareja, incluso estuve tentada de darle un par de besos a la abuela, pero se podría morir de la impresión y no podría soportar el cargo de conciencia que ello acarrearía.

Entramos a su suite y corrimos hasta la cama. Él ni siquiera se había subido la bragueta y la polla le bamboleaba de un lado a otro… era casi como un metrónomo de esos… Me cogió de los hombros y me lanzó a la cama así en plan pasional. Si no fuera porque se le salía la polla de los pantalones, sería una imagen digna de cualquier culebrón."

"Empieza a ponerse bueno"

"Se colocó sobre mí y empezó a morrearme y magrearme, y yo, que con el trabajito de antes ya estaba un poquito encendida, sentí que la ropa empezaba a quemarme puesta. Y justo en ese momento… salta, me pone en los morros un papel y un boli y me dice:

- Anda, fírmalo, cacho guarruza…- ¡Joder! ¡Yo con un calentón y él me pone en los morros un boli! Estuve tentada de metérmelo no te digo dónde.

- ¿Y esto qué coño es?- le pregunté yo.

- Soy famoso, no quiero que te forres yendo de plató en plató contando que me follaste. Natalia me ha dicho que tenías dieciocho justos aunque aparentes muchos menos, pero no me fío del todo. No quiero que, además, vayan diciendo que me acuesto con niñas.

- Vale, yo lo firmo pero vas a dejar que te folle hasta que quede complacida. ¿Vale?

- Vale…

Lo firmé, lo dejé en la mesita y me lancé encima del tío. La ropa le duró cinco segundos puesta, y, viendo su polla morcillona, me decidí a terminar el trabajo que empecé en el ascensor.

Así que, tras tumbarlo sobre la cama, abrí la boca… y continué con las clases de francés.

- Oh… ohhhhosties… ¿Desde cuándo llevas tú chupando pollas? ¡La rehostia!

- ¿Quieres que hable o quieres que te la chupe?

- ¡Vamos, al pilón!

Sonreí, y reanudé la marcha. A los pocos minutos, el tío pausó los gemidos para preguntarme:

- ¿Te sabes el chiste del chino y la puta?... el de "pala, pala, no chupes más, que sábana metelse pol culo"… pues algo así… pala, pala, que si no me colo…

En el último instante me saqué la polla de la boca… Si me hubiera reído con su fiambre entre los dientes, estoy segura de que se la habría mordido. Y no creo que le hubiera hecho mucha gracia quedarse sin polla. Ni a Natalia que dejara sin polla a mi primer cliente. Pero, mientras me reía, seguí masturbándolo hasta que se corrió abundantemente. Entre lo de antes y que el tío estaba "oh, oh… ohohhoohhhhh", pues no podía aguantarme las risas. Así hasta que se terminó de correr y yo me pude limpiar su corrida.

- Creo que podrías devolverme el favor… ¿no?

Y me quité la falda, abrí las piernas y mi chochito rasurado hizo que empezara a salivar.

- Padre nuestro, que en tu infinita sabiduría estás en los burdeles de todo el mundo, bendice estos alimentos que voy a recibir. ¡Amén!

Y se lanzó a por mi coñito.

- ¿Señor dedo corazón, quiere penetrar este delicioso coñito?- dijo, mientras me separaba los labios con índice y anular y el señor dedo corazón se lo pensaba acariciándome el clítoris.- No sé… Es que soy muy tímido…- decía el cómico con la supuesta voz del dedo corazón.- ¿No será muy frío?

- Señor dedo corazón…- le dije yo a ese apéndice que me estaba volviendo loquita.- Le puedo prometer que de frío no tiene nada.

El señor dedo corazón pareció coger la indirecta y se metió hasta la pura falangeta… Pero resulta que, afortunadamente, el señor dedo corazón era indeciso y gregario… así que entró, salió, entró, salió, cuando vio que había sitio para más compañeros invitó al señor dedo índice, y mientras mi clítoris conoció a la señora lengua.

Diez minutos después, estaba al borde del orgasmo, y justo a un segundo de explotar, el tío paró. Se detuvo, y yo que lo buscaba con las caderas.

- ¿Qué haces? ¡Sigue!- supliqué.

- ¿Cómo se pide?- dijo él, con sonrisa socarrona, y yo, en ese estado en el que estaba, pensé "que te jodan".

Le pegué una patada, lo tiré de la cama, y me masturbé hasta que me corrí intensa, maravillosa, alocadamente. Mientras yo me relajaba, el apareció por el lado derecho de la cama, acariciándose la mejilla donde mi pie le había impactado, y mirándome con una cara de incredulidad… Y, obvio, yo me reí.

- Me has dado… me has dado un patada…

- Y tú querías que te pidiera por favor para correrme…- le respondí con una sonrisa.- Entiéndelo, chiquitín… yo soy la que manejo esto. ¿Me entiendes?

- te… te entiendo.

- Pues bien, ahora túmbate, que te voy a follar.

III. Polvos de la risa. PX

El tío se tumbó bocarriba con la polla mirando al techo, y yo, después de colocarle condón, me puse encima de él… sin metérmela todavía, me subí y me deslicé sobre su polla adelante y atrás, y al tío los ojos se le quedaban en blanco"

"¡Zorra! ¡Ése truco te lo enseñé yo!"

"El alumno supera nuevamente al maestro, querida. Sigo… el tío llevó sus manos hasta mis pechos y dijo:

- La pena es que no tengas tetas…

En ese momento me metí su polla en mi chochito y tuvo que rectificar.

- Pero de verdad que no importa nada que no tengas tetas…- dijo, cuando puse la maquinaria interna a funcionar.- Pero no importa nada, nada… Hostias qué meneo estás dando por ahí dentro… ¿A ti te hicieron a partir de una minipimer o qué?

Claro, yo, entre los gemidos, el trajín, y la risa, parecía que estuviera en pleno centrifugado, porque el vientre se me estremecía y el tío ya no sabía a dónde mirar.

Y vale. Todas sabemos que los tíos siempre intentan pensar en otras cosas mientras nos follan para controlar su eyaculación. La mayoría cantan, pero para sí mismos, no había escuchado nunca de ninguno que, mientras te está follando empiece a cantar "la barbacoa… la barbacoa…"… Yo no sabía si reírme o llorar. Yo gimiendo de placer y el tío cantando "la barbacoa"."

"¿La barbacoa?"

"Sí. ¡Eh! ¡Y que el tío se sabía la letra completa! ¡Que la cantó de pe a pa tres veces mientras yo le botaba encima, o cuando cambiamos de posición y me entraba por detrás…"

"La barbacoa…"-repitió Ángela, para sí misma.

"Peor fue la que vino después."

"¿Peor que la barbacoa? ¡Cómo no sea "La bomba" de King África!"

"Oliver, Benji, los magos del balón, Benji, Oliver…"- comenzó a cantar Niña Lucía, y su amiga no pudo evitar estallar en carcajadas, tumbándose incluso en el sofá en pleno ataque de risa.- "Claro, yo ya me cabreé, porque así no hay quien se concentre y, sacándome su polla, le dije:

- Oye, o cantas para ti mismo, o al menos me cantas una de Nirvana… ¡Coño!

- ¿De Nirvana? ¿Y una del Fary no te da igual? Es que no me sé ninguna de Nirvana.

Me controlé. Afortunadamente, me controlé. Pero te juro que estuve a esto de pegarle una patada en los huevos. ¡El Fary! ¡Me llega a cantar una del Fary y le depilo los huevos a mordiscos!

- ¿Qué pasó con aquello de que el cliente siempre lleva la razón?- me preguntó.

- se lo cargaron los sindicatos. Así que si quieres cantar, te vas a Operación Triunfoo al programa éste que los famosos cantan.

- ¿Salsa Rosa?

- Me refería a "¿Cantas o qué?", pero sí, tu opción tampoco está del todo mal.

A todo esto, yo estaba delante de él, arrodillada e inclinada hacia delante, mirándolo con un giro de cuello que amenazaba con una tortícolis acojonante, tapándome los agujeros con las manos no fuera a ser que el vergajo que se gastaba se decidiera a atacarme a traición.

- Bueno, hacemos una cosa… yo empiezo a cantar, si no te gusta la canción me dices que cambie…

- ¿No sería más fácil cantar para ti mismo?

- ¡Es que lo fácil no tiene gracia ninguna!

- Tienes razón… venga…

Quité las manos de su protectora posición y las preparé para recibir sus embates. Y claro, como no tenía otra cosa a mano, marcaba el ritmo penetrándome…

- ¡Un, dos, tres! ¡Un pasito p’alante María!- comenzó. Y vale que el "un dos tres" me hizo ver las estrellas. Pero con el pasito p’alante lo cagaba todo. Y eso que no me desagradaba la imagen de Ricky Martin.

- ¡Cambio!

- ¡Me va, me va, me va, me va, me va me va! ¡Me va la vida, me van los cantos de madrugá!- Y vale que el tío imitaba la voz de Julio Iglesias de puta madre, pero precisamente por eso no me podía concentrar, no dejaba de pensar en Julio Iglesias… ¡Dios! ¡A mí nunca me han gustado las momias!

- ¡Cambio!

- ¡Opá, yo viazé…!

- ¡CAMBIO!

Joder, Ángela, no te rías, que fue algo terrorífico… imaginarme al Koala detrás de mí, dándome caña… brrrrr… tendré pesadillas con ello.

- Joder, niña, qué difícil eres… a ver… ya sé… Para no agobiar con flores a María, para no asediarla con mi antología de sábanas frías y alcobas vacías… para… para…

- Para no comprarla con… bisutería, ni ser… ahhh… el fantoche que va en romería.- le indiqué yo. Para una que me gusta.

- Con la cofradía del santo reproche.

Nena, a veces pienso que Sabina tiene un efecto afrodisíaco en mí… me puse como una moto con aquella canción mientras él imitaba a Joaquín. Porque esa era otra, el cabrón era un crack imitando… y a todo esto, su polla seguía entrando y saliendo de mí como Pedro por su casa.

- Ya no me sé más de esa canción…

- ¿Una en inglés?

Había dos opciones… que se pusiera a cantar una de Jenniffer Lopez o alguna de estas tetonas gargajeras imitando su voz, o que tuviera la decencia de saberse algún clasicazo como el "No more, mister nice guy"… Pues ni una ni otra. Un clásico sí, pero del cine.

- Always looking the bright side of life"

"Me suena…"- dijo Ángela.

"Claro, como que es la canción final de la vida de Brian. Y como a mí también me gustaba, intentaba apagar los gemidos para poder silbar después de la frase. Cosa difícil, por cierto, eso de silbar mientras te taladran el coñito.

Y en fin, así, él cantando y yo silbando, noté que el tío estaba a punto de llegar.

- Aaaaaalgüais lukin… de brai… de brai… de braiiiii que me corroooo… ¡Toma Moreno!

Vale. A mi mente, obvio, vino Rockefeller, el muñeco cuervo del José Luis Moreno. Y su movimiento de caderas. No pude evitarlo. Mientras él se corría, yo me reía.

- ¡Ra-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta! ¡Salinas! ¡Jugón! ¡Jugón!

Te lo juro… jamás había oído un orgasmo tan extraño. Supongo que así sería como se corría Andrés Montes, el comentarista de laSexta.

Claro, en ese momento una no tiene sangre en la cabeza como para pensar en humor inteligente, por lo que mis risas se convirtieron en un ataque de risa con todas sus letras. Y cuando, tras tirarme sobre la cama, me giré y lo vi allí, polla en ristre, la bolsita del condón llena, y él repitiendo lo de "¡Jugón!" no sé ni cómo no me meé de la risa. Joder… era algo tan ridículo. Y claro, el ataque de risa no se me pasaba. Así que al minuto el tío se empezó a preocupar. Bueno, es un decir. Digamos que empezó a hablarme.

- Sí, normalmente le causo ese efecto a las mujeres… aunque suele ser la primera vez que me ven desnudo… ¡Niña! ¿Te traigo un ministro de Hacienda para que se te pase la risa?... Joder, que no hay manera… ¡Uuuuuhhh!... nada… Te tengo que dar una mala noticia, Jhonny Deep la ha palmado.

Claro, con esos "intentos" para que dejara de reírme, yo sólo hacía que reírme más, rodando por la cama, partiéndome de la risa… hasta que me caí.

- ¡Hostia! ¿Dónde estás? ¡Abducción! ¡Me la he tragado!- empezó a gritar. No había visto que caí, pero sí que oyó mis risas.

- Ah, no… está bien… la oigo reírse, o cagarse en mis muelas… espero que lo primero.

8 minutos. ¡8 minutos tardé en recuperarme del ataque de risa!

- No sé si habrás tenido muchos orgasmos… pero nos lo hemos pasado de puta madre ¿Qué no?- me dijo…"

"Joder, Luci… ¡lo que no te pase a ti! ¡Qué risas!"

"Sí, muchas risas, pero yo lo pasé incluso mal. Te juro que pensé que me moría de la risa."

"¡Exagerada!"

"¡Exagerada tu padre! Coño, aún tengo agujetas en el vientre de tanto reírme…"

"Ay, pobrecita… ven, ven que la tía Angie te dé un besito en la tripita para que se te pase…"

"Claro, claro… Y seguro que te conformas con besarme la tripita…"- replicó con una sonrisa Niña Lucía.

"Bueno… ven a mi cuarto y te lo muestro"

"¿Me vas a cantar algo?"

"Claro… Always looking the bright side of life."

Mientras Ángela enfilaba hacia su habitación, meneando sus caderas, Niña Lucía se levantó y la siguió, silbando.

 

Niña Lucía (Nacho, Ángela y Joan) http://www.todorelatos.com/relato/57415/

Categoría: Intercambios

Ángela chilló de placer, llevada por un orgasmo atronador que sólo pudo acallar mordiendo la almohada. Aún temblaba cuando Niña Lucía extrajo de su sexo los dos dedos traviesos que la habían llevado al clímax.

"Joder, Luci… cada día eres mejor… Cuando tengas veinte años vas a ser un puto peligro"

"Ya soy un puto peligro. Cuando tenga veinte años simplemente seré una diosa…"- respondió la rubia con una sonrisa divertida.

"Espera un poco y enseguida te…"- musitó Ángela, tratando de recuperar el aliento.

"No, tranquila, de todas formas me tengo que ir ya."

"¿Ya?"- se sorprendió Ángela.- "Pero no vas a…"

"Tengo que llegar pronto a casa, los señores me controlan, ya sabes… De todas formas… ya se me ocurrirá algo para que me devuelvas el favor."

"Pide lo que quieras."

"Lo haré."- Respondió la joven de pechos niños mientras comenzaba a vestirse.

I. Charla de recreo.

Niña Lucía estaba charlando con Joan cuando vio acercarse a Ángela y a Nacho, bien pegaditos el uno al otro. Se fijó en Nacho. Pelo castaño rizado, sonrisa de truhán, ojos azules, labios gruesos, talle delgado, sólo un poco más alto que Ángela y bastante más bajito que Joan. No estaba mal. "Nada mal" pensó Niña Lucía

"¡Angie! ¡Ven!"- la pequeña rubia le hizo señas a su amiga, que se acercó, arrastrando tras de sí a su chico.

Los cuatro quedaron agrupados en un alejado rincón del patio del instituto, apoyados Lucía y Joan en una verja interior y la otra pareja frente a ellos.

"¿Qué tal, Luci? Has…"- empezó Ángela

"Quiero pedirte algo"- le interrumpió Niña Lucía.- "Quiero que me devuelvas el favor que te hice ayer."

"¿Qué favor?"- inquirió Nacho, arqueando una ceja de forma burlona.

"Nada, nada… un consejo que me dio de…"

"Vete a la mierda, nena. ¿Le vas a mentir a tu novio? Mira, Nacho, el favor que me va a devolver Ángela es el orgasmo al que le hice llegar ayer. Y el favor que yo le pido es que me deje follar contigo."- dijo Niña Lucía.

Ángela palideció instantáneamente, y luego su rostro se paseó por toda la gama de colores hasta un vivo rojo de profunda vergüenza, mezclado con enfado hacia Niña Lucía. Nacho, por su parte, parpadeó un par de veces y sacudió la cabeza como si hubiera recibido un golpe mientras Joan juntaba ambas manos y trataba de mirar a otro lado. Joan sabía de los escarceos de Niña Lucía y Ángela, y la confesión no le sorprendía, lo que le había sorprendido había sido la forma de confesar a nacho su extraña relación "puramente sexual y amistosa", como se empeñaba en llamarla Niña Lucía.

A todo esto, la pequeña rubia seguía mirando fijamente a Nacho con una sonrisa en la boca.

"Luci."- balbució Ángela, temblando de rabia.- "Vete a la puta mierda"- dijo, remarcando cada una de las sílabas con evidente enfado. Dicho esto, se giró y se dio media vuelta, dispuesta a alejarse de su amiga.

"Que no se marche, Nacho."- ordenó Niña Lucía y el joven, aún sin saber por qué, agarró de un brazo a su chica y la atrajo hacia él.

"Tranqui, Angie… no pasa nada. Vamos a hablarlo como personas, por favor… No hagamos un drama de esto"- trató de calmarla Nacho.

Ángela, como única respuesta, alzó los brazos como si fuera a vociferar con todas sus fuerzas, pero, finalmente, los dejó caer mientras rompía a llorar sobre Nacho.

"Perdona Nacho… de verdad… nosotras… yo…"- musitaba Ángela mientras su novio la abrazaba.

"Angie, no seas dramática. Si cupiera esa posibilidad, la opinión de Nacho sobre ti no habría hecho más que mejorar. Los tíos están locos por las bisexuales, creen que así tienen un trío fácil. Por cierto, cuando queráis estoy a vuestro servicio…"- dijo Niña Lucía, con una sonrisa.

"Luci, aguanta los caballos…"- le susurró Joan, tratando de refrenarla un poco.

"No, no aguanto nada. Mirad, esto, o se dice así, o no se dice, y yo quería decirlo. Angie, quiero follarme a Nacho, y en compensación, quiero que folles con Joan. Un puro y simple intercambio de parejas, no es nada raro."

"Joder, Luci… pero te podías haber callado lo nuestro. ¿Qué necesidad había de proclamarlo?"- replicó Ángela.

"Era necesario, nena, hazme caso."

Los cuatro se quedaron en silencio durante algunos segundos, mirándose entre sí sin saber muy bien por dónde salir de la encrucijada en que Niña Lucía los había metido.

"Entonces, ¿Qué? ¿Hay intercambio?" preguntó finalmente la joven rubia.

"Déjanos pensarlo… ¿Vale?"- le dijo Ángela, dándose media vuelta y llevándose a Nacho con ella. Niña Lucía, sin embargo, logró escuchar los primeros compases de la conversación.

"Oye, tu amiga Lucía se está volviendo un poco puta, ¿no?"- escuchó decir a Nacho.

"¿Sólo un poco?"- fue la respuesta de Ángela justo antes de que se alejaran lo suficiente como para que no se les pudiera oír.

"Luci…"- murmuró Joan.

"Dime"

"Te estás pasando."

"¿Qué dices?"

"Que últimamente te estás pasando tres pueblos. Contrólate, cari, joder, un poco de coco, no sé ni cómo Ángela no te ha dado una hostia cuando le has dicho lo vuestro a Nacho."

"Ten en cuenta que ahora a Nacho Ángela le molará más, será mejor para ella, incluso."

"No, Luci, te equivocas. Tal vez Nacho acabe de darse cuenta de que Ángela tiene más cosas que dar en la cama, pero hay una cosa que no entiendes y que me asusta que no entiendas."

"¿Qué quieres decir?"

"Luci, cariño, no todo es sexo."

Después de decir eso, Joan le dio un leve beso a Niña Lucía en los labios, poco más que un suave pico, y se alejó a paso lento con la cabeza gacha.

Sola, apoyada en la verja, quedó Lucía. El viento sopló y se abrazó a sí misma para evitar el frío.

*****

Niña Lucía había estado como extraviada durante todo el día después de lo sucedido en el recreo. Las palabras de Joan volvían una y otra vez a su cabeza. ¿Acaso se pensaba que no lo amaba? ¡Claro que lo amaba! ¿Lo amaba?

Sola, en su habitación, mirando al techo y buscando en los agujeros del mismo las respuestas que se negaban a aparecer, estaba cuando sonó su móvil. Ángela. Lo descolgó mecánicamente.

"Dime"

"El jueves por la mañana las clases son una mierda. ¿Habrá alguien en tu casa?"

"Nadie."

"Allí quedamos. ¿A las nueve?"

"A las diez. Así os doy tiempo de prepararos. Aunque sea mentalmente. Que no se os olvide lo que vais a hacer."

"No. No se nos olvida."

Ángela colgó, y Niña Lucía suspiró aliviada. No la había cagado. Nuevamente, todo le había salido bien. Se calmó, se acomodó sobre el lecho y cerró los ojos mientras se desabrochaba los vaqueros.

Tocaban justo las doce cuando Niña Lucía se dormía con su mano sobre el sexo y una sonrisa en la cara. No había llegado a correrse. No lo necesitaba.

II. Niña Lucía, Nacho, Ángela y Joan.

Alguien llamó a la puerta.

"Deben ser ellos. ¿Preparado, Joan?"

"¿Qué si estoy preparado para follarme a Ángela?"- respondió el joven con una sonrisa socarrona de oreja a oreja.- "Sabes que tú me gustas más"

"Y tú a mí, no te jode. Pero hay que probar cosas nuevas."- dijo Niña Lucía, ya casi gritando desde la puerta, para que su chico le oyera.- "Sin desmerecer lo presente, claro está."- añadió, con una sonrisa, al abrir la puerta y encontrarse a Nacho y Ángela.- "Pasad. Es vuestra casa."

La pareja atravesó el recibidor en silencio y se sentaron en el sofá del comedor, justo enfrente del sillón donde Joan se sentaba. Ni Nacho ni Ángela se atrevían a levantar la cabeza, y sus miradas seguían fijas, desde el primer momento, en la baja mesa de madera y cristal donde reposaban varias botellas de distintos licores y cuatro vasos.

"Bebed algo."- aconsejó Niña Lucía mientras se sentaba sobre la pierna derecha de su novio y cogía uno de los vasos, a medio llenar de curaçao, para pegarle un trago suave.

"No, gracias, no tengo sed"- Dijo, con un hilo de voz, Nacho, mientras notaba tan su boca seca como un desierto.

"¡EH!"- les reclamó Joan chasqueando los dedos ante ellos.- "Estamos aquí para follar, ¿Vale? Ángela, antes de empezar con Nacho hiciste un trío con nosotros. Deberías estar mucho más tranquila. Sabes lo que te espera. Y Nacho, coño, que eres un hombre. Estás a punto de follarte a la mejor tía que puedas encontrar, por lo menos para mí, seguro que tú prefieres a Ángela."

"Lo… lo siento… es que…"- se disculpó Ángela levantando la mirada por primera vez.

Niña Lucía, sonriendo piadosamente, se levantó de su posición sobre Joan y avanzó hasta el brazo del sofá junto al que se sentaba Ángela.

"Angie, nena… no va a ser nada malo."- dijo, en tono suave, mientras con una mano la obligaba a mirarlo.- "Sabes que no vas a estar en mejores manos para esta primera vez"

Niña Lucía besó suavemente a Ángela en los labios y se retiró, dejando a la morena aún con el calor de su beso en la boca.

"Bueno, nena, hay dos camas. La mía y la de mis padres. ¿Cuál vas a querer tú? A no ser que te interesen unos polvos nómadas del sofá a la ducha, en el pasillo… tú ya sabes"- dijo Niña Lucía con una sonrisa, mientras Nacho, que por fin se atrevía a levantar la vista aunque sin aún soltar una palabra, escrutaba el cuerpo de la pequeña rubia.

Le había costado muy poco decidir que quería follársela, pero concretar con Ángela que aquello no iba a significar nada en su relación, que se iban a seguir queriendo como antes, y que solamente era un experimento le había costado más tiempo. A ambos les había costado tiempo, porque Ángela también tenía claro, desde aquel trío con la pareja, que quería follarse a Joan. La única barrera estaba en su propia relación y los dos decidieron que confiaban lo suficiente el uno en el otro como para intentarlo.

"Quiero la de tus padres. Más grande. Tú y Nacho sois los más bajitos, os basta con la tuya, ¿no?"- dijo finalmente Ángela.

"Con Nacho me bastaría el hueco de un armario para follar…"- respondió Niña Lucía con una sonrisa que al novio de Ángela, tal vez por lo que acababa de decir la rubia, le pareció la sonrisa más lasciva del mundo.

"Muy bien. Entonces, vamos allá."- sentenció Joan, levantándose del sillón.

"Anda, ven."- Niña Lucía le tendió la mano a Nacho, que dudó por un solo instante. Sin embargo, al posar la vista en esos dos ojos verdes con que Niña Lucía lo miraba, las dudas se disiparon. EL joven cogió la mano de la rubia y la siguió hasta su habitación.

"Vamos nosotros también, Ángela. Ya te tenía ganas"- dijo Joan, mientras atraía hacia sí a la morena de generoso busto y la rodeaba firmemente con su brazo.

"Te voy a enseñar quien le ha enseñado a Lucía la mitad de lo que sabe"- sonrió Ángela antes de besar a Joan.

*****

Niña Lucía besaría como los ángeles si los ángeles existieran y supieran besar. Eso pensaba Nacho mientras la lengua de la joven de pechos niñas le hundía la lengua hasta la garganta. Besando así… ¿Cómo la chuparía?

Ángela y Joan ya estaban desnudos, rodando sobre la extensa cama de matrimonio. Los pechos de la morena presionaban el torso de Joan. Por su parte, ella también debía sentir una presión un poco más abajo.

"Un momento… vuelvo enseguida…"- suspiró Joan, separándose de su compañera, la mejor amiga de su novia.

"¿Dónde vas?"- sin embargo, Joan no respondió, ya había salido de la habitación, desnudo.

*****

Niña Lucía le sacaba la camiseta a Nacho justo en el momento en que la puerta se abrió.

"¡Joan!"- se quejó la rubia.

"Perdonad, perdonad, vosotros a lo vuestro…"- se disculpó, mientras abría el primer cajón de la mesita de Niña Lucía.

Nacho se quedó petrificado. Joan, desnudo, erecto, exhibiéndose sin pudor ante él. No era la primera vez que lo veía desnudo, en los vestuarios del instituto lo veía cada día. Pero aquella polla erguida, que no pudo evitar comparar con la suya y, en sincera modestia, encontrar superior, jamás la había visto así.

"Sabes que los condones están en el segundo cajón."- le indicó Lucía a su chico, mientras Nacho no perdía detalle de la escena.

Joan abrió el cajón indicado y, del estuche de CDs que allí estaba, extrajo unos pocos preservativos.

"¿Cuántos coges?"- inquirió Niña Lucía.

Joan le mostró tres cuadraditos de plástico, la envoltura de sendos condones. La rubia negó con la cabeza y, mostrando índice y corazón de una mano, le indicó uno menos.

"¿Sólo dos?"

"Y si eres listo, sólo usarás uno"- le dijo Niña Lucía, seria.

Joan dejó uno de los tres preservativos sobre la mesa y se llevó dos.

"¿Por dónde íbamos?"- preguntó la joven después que su chico saliera del cuarto cerrando la puerta.- "ah, sí, por aquí."

Los dedos de la joven rubia desabrocharon los vaqueros de Nacho, que se dejó hacer mientras trataba de besarle el cuello, algo que a Ángela prácticamente la deshacía.

"Vaya, vaya… ¿Qué tenemos aquí? Tu amigo necesita un poco de alegría ¿no crees?"- dijo Niña Lucía, mientras sacaba al aire la polla morcillona de Nacho.

*****

Ángela se mordía el labio esperando la primera acometida de Joan. Anteriormente, los labios y la lengua del chaval habían hecho su trabajo a la perfección encendiéndola como quien enchufa una estufa, y ya la habían hecho rogar por su polla.

Allí fuera, Niña Lucía se estaría follando a Nacho, a su chico. ¿La besaría en el cuello, como a ella, con la misma suavidad que la desarmaba? Y el trabajo de la lengua de Joan, ¿Habría aprendido todas esas estupendas caricias sólo con Lucía? Algo le decía que sí.

"¿Preparada?"

"Métemela ya…"- la polla de Joan, protegida por el primero de los condones, obedeció raudamente a Ángela, que se aferró a los hombros de su pareja ocasional al sentir ese pedazo de carne abriéndose paso en su cuerpo. Era más grande que la de Nacho. No mucho, quizá uno o dos centímetros de diámetro. Lo justo para sentirla llenándola por completo.

*****

"Joder, Nacho, concéntrate… ¿Acaso no te gusto?"- se quejó Niña Lucía. Había conseguido con su boca una dureza suficiente en la polla de Nacho, pero no conseguía endurecerla por completo, ponerla al rojo vivo tal y como le encantaba a ella sentirlas en su interior.

"Perdóname, Luci… se que suena a tópico pero es la pr…"- Un gemido de Ángela cortó la intervención de Nacho. Niña Lucía, ya desnuda como él, sonrió.

"Vente…"

La pequeña rubia de pechos casi planos agarró a Nacho de la mano y lo arrastró fuera de la habitación.

"¿Dónde vamos?"

"Tschhhh…"- Niña Lucía mandó callar y Nacho calló.

La joven entreabrió una puerta para fisgar y un nuevo gemido, más alto, más claro, llegó a oídos de los dos.

"Mírala"- susurró Niña Lucía al oído de Nacho mientras lo empujaba para que pudiera ver bien por el quicio de la puerta.

III. Nuestros novios follan bien. PX

Nacho se quedó como petrificado. Era Ángela, claro, se lo esperaba, pero aún así... La joven morena recibía, desde detrás, los envites de Joan. Sus pechos temblaban a cada embestida, los mismos pechos que él tanto había tocado y saboreado. Y esa boca que tanto había besado ahora gritaba sin pudor, gozando de un placer que no era él quien le causaba.

"¿Ves lo bien que se lo pasa Angie?"- la voz de Niña Lucía, tal y como si fuera el demonio de su conciencia, le ronqueó al oído. La mano de la rubia se engarfió sobre su verga, y entonces, los dos, mientras veían follar a Joan y a Ángela, tuvieron consciencia de que se había endurecido notablemente.

"¡Más! ¡Joan, más!"- gritó Ángela, y a Nacho se le aceleró el corazón. Otro. Se la estaba tirando otro. No decía "Nacho"… No. Era "Joan".

"Joan folla muy bien. Pero que muy bien. Te lo digo por experiencia"- seguía en su oído Niña Lucía mientras le masajeaba la verga.- "Lo ves tan grande, tan fuerte, que te extraña que pueda ser tan tremendamente cariñoso… Pero lo es. Hace el amor como los ángeles."

En Nacho batallaron emociones diversas. Celos, envidia, ira, excitación, lujuria… Apretó los dientes y se volvió hacia Niña Lucía.

La empujó contra la pared y alzó su pierna derecha violentamente para tener acceso a su sexo depilado, su coñito de niña. Los gemidos de Ángela se sucedían, y Joan comenzaba a jadear.

Nacho penetró duramente a Niña Lucía, que se arqueó, allí de pie, sintiendo la polla del novio de su amiga atravesarla. Cerró los ojos momentáneamente, llevada por el placer.

"Dios… sí… sí… ¡Sí! ¡SÍIIII!"- Ángela, botando encima de Joan tras cambiar de postura varias veces, acababa de correrse, y Nacho aceleró sus embestidas sobre el delgado cuerpo de Niña Lucía, cuyos gemidos sustituyeron a los de Ángela.

La pequeña rubia se abrazó al cuello de Nacho, y puso su boca junto al oído del joven.

"¿Oyes que han parado? Están hablando… Mmmmm… Joan está tratando de convencer a Ángela."

A Nacho, sin embargo, ya no le importaba qué quisiera hacer Joan con su chica. El coño que le importaba, el que le abrazaba la verga, el que atravesaba una y otra vez era el de Niña Lucía.

"¿Alguna vez se la has metido por el culo a Ángela?"

Nacho siguió sin contestar. No lo había hecho, e imaginar que Joan estaba a punto de desvirgarle el ano a su novia le rebotó en la cabeza.

"Ella… ahhh… lo… lo estaba deseando desde que… oh, diosssss…"- gemía Niña Lucía mientras Nacho la penetraba con habilidad. Algo le había dicho Ángela a su amiga del movimiento de caderas de su novio. Ahora Niña Lucía lo comprobaba y le encantaba.

"¿Desde cuándo?"- la voz de Nacho respondió también en el oído de Niña Lucía. No le interesaba la respuesta. Pero quería que Niña Lucía siguiera hablando, o que por lo menos lo intentara mientras él se la follaba.

"Desde que hicimos el trío… Un día… un día tenemos que intentarlo… ahhh… contigo…"

"Cuidado, cuidado…"- en la habitación, junto a la puerta de la cual follaban Nacho y Lucía, Ángela pedía a Joan más suavidad.

"Se la está metiendo por el culo. ¿Tienes envidia?"- preguntó Niña Lucía, dejando de hacer pie con la pierna derecha para colgarse, literalmente, de Nacho.

"¿Qué quieres decir?"- Preguntó el joven, detenidos sus movimientos por las propias piernas de Niña Lucía, que le impedían seguir.

"Me encanta que me la metan por el culo"- El vicio que la pequeña rubia le puso a su susurro, tan impropio de alguien con su aspecto infantil, envalentonó a Nacho.

El novio de Ángela extrajo su polla del coñito de Niña Lucía y, volviéndola a poner de pie, en el suelo, la hizo darse la vuelta hasta quedar cara a la pared. Un primer dedo exploró la estrecha cavidad de la joven, húmeda por la cercanía con su anegado sexo. A éste le siguió otro, que ensanchó el ano sin dificultad.

"¿Cuántas veces te la han metido por el culo, putilla?"- Nacho no esperó contestación. No lo necesitaba. Sabía, por la facilidad con que sus dedos habían entrado, que no habían sido pocas. Daba igual. Era la primera vez que iba a follarse el culo de alguien. Y que ese alguien fuera Niña Lucía, posiblemente el mejor trasero del instituto, le encantaba.

Su polla se coló lenta y sin pausa en aquella cueva que la enguantó con calidez. Niña Lucía gemía. Ángela, en la habitación contigua, gemía. Joan, follándose a Ángela por el culo, resoplaba. El olor del sudor y el sexo inundaba la casa. En la habitación, Ángela y Joan. En el pasillo, Nacho y Niña Lucía.

"Aaahhh…"- el rápido envite de Nacho cogió desprevenida a la rubia. Empezó el metisaca mientras Niña Lucía trataba de pensar. Su novio se follaba a su mejor amiga en la cama de sus padres y ella era sodomizada en el pasillo por el novio de Ángela. La situación, por morbosa y surrealista, le encantaba. Ya no le interesaba cómo habían llegado a ese momento, ese momento en que Nacho la penetraba por el culo una y otra y otra vez, mientras jadeaba en su oreja, besándola el cuello a intervalos.

Todo, por ella. Ella era quien lo había pedido y organizado y por ella los cuatro habían caído en esa espiral de sexo desenfrenado. Le encantaba. Le encantaba que Joan desvirgara el culito de Ángela tal y como desvirgó el suyo. Le encantaba follarse a Nacho y le encantaba el poder que parecía tener sobre todos.

"Dios… dios… dios… Joder, joder… Esto es… ¡Dios! No me lo esperaba."- Blasfemaba Ángela, a cuatro patas, recibiendo el vaivén de la polla de Joan en su recto. Había descubierto el significado de la expresión "placer anal". Niña Lucía no mentía, era una sensación maravillosa. Lo que no sabía era que Niña Lucía gozaba los mismos placeres en el pasillo, sodomizada por su novio.

"Está a punto de correrse. Lo sé."- gimió Niña Lucía, que casi ronroneaba cuando Nacho le introducía su polla en el culo.

Joan también lo sabía. Y por eso su mano buscaba el clítoris de Ángela para desencadenar el segundo orgasmo de la joven antes de que él se acabase corriendo.

"¡Ah, ah, ah… ahhh… AHHHH!"- Ángela se arqueó, y en su estremecimiento, exprimió la polla de Joan, que también compartió con la mejor amiga de su novia el orgasmo.

Fuera de la habitación, Nacho escuchó ese sonido que tantas veces había escuchado, el orgasmo de Ángela, y no pudo más. Largos trallazos de esperma inundaron el culito de Niña Lucía, que prácticamente fue levantada en vilo por la última embestida de Nacho, mientras ella gritaba y temblaba, chillando un "¡Sí! ¡Dios, sí!" que hizo que Ángela y Joan se enteraran de dónde estaban ella y Nacho.

Nacho acabó de correrse besando el nacimiento del cuello de Niña Lucía, cuyos gemidos, ahora que había dejado de temblar, más asemejaban al ronroneo de una gata mimosa.

"¿Te gustó, cariño?"- preguntó Niña Lucía, mientras inclinaba las caderas para extraer la polla de Nacho de su ano.

"Me encantó."

"Vamos con Ángela y Joan. Luego, si hay tiempo, aún echamos otro…"- indicó la rubia.

"Vamos."

Nacho y Lucía entraron en la habitación, y su subieron también a la cama, junto con Ángela y Joan, tan desnudos como ellos.

"Y bien… ¿Qué os pareció la experiencia?"- preguntó Niña Lucía, acomodándose junto a su mejor amiga, aprovechando para juguetear con los pezones de sus grandes pechos.

"Me ha parecido perfecto."- respondió Ángela con una sonrisa.- "¿Y tú qué tal con Nacho?"

"Fabuloso. Me encantó."- Dijo Niña Lucía. Y era verdad, le había encantado.

Ni siquiera le había importado tener que fingir su orgasmo.

 

Niña Lucía (Luis e Iván): http://www.todorelatos.com/relato/57807/

Categoría: Gays

La mañana siguió su curso. Cuatro adolescentes desnudos se dejaron llevar por sus fantasías y Ángela redescubrió el morbo que le daba ver follar a alguien. Tal vez lo que le excitaba era ver follar a Niña Lucía. Sea como fuere, el orgasmo que, poco más tarde, le ocasionó Nacho, incluso le cortó la consciencia por un segundo, mientras Niña Lucía y Joan seguían follando una y otra vez.

Las muchachas les regalaron a sus novios un corto show lésbico que hizo que Joan y Nacho volvieran "a la carga" en un espacio increíblemente corto de tiempo.

Justo en ese momento, sonó un móvil.

"Joder"- se quejó Niña Lucía torciendo el gesto al ver el texto del SMS recibido.

"¿Pasa algo, Luci?"- preguntó Ángela.

"Nada… nada importante vamos… Angie… ¿Podrás con los dos?"- dijo la joven de pechos niños mientras miraba a Nacho y Joan, ambos con una erección que perdía consistencia a cada segundo de diálogo.

"¿Estás loca?"- se horrorizó Ángela. No iba a aguantar dos pollas en su interior ni borracha.

"Está bien… ven, Joan…"- se resignó Niña Lucía mientras gateaba por la cama.

Seis minutos y cuarenta y dos segundos después, toda vez que Joan se hubiera corrido en su boca, Niña Lucía comenzó a vestirse con una sonrisa.

"Deja a la parejita follar tranquila, cari…"- le pidió Niña Lucía.- "Nos vemos mañana en clase, tengo que salir pitando… hazte un bocata si quieres y luego los ayudas a ordenar la casa. No quiero que mis padres entren y noten que esto huele a orgía."

Sin más, Niña Lucía salió de su casa, masticando un chicle mientras releía el SMS de Natalia.

"Niña Lucia, ha surgido un problema con tu cuenta corriente. Tienes q venir a la casa a cobrar. T spero."

I. ¿Me llevas?

El semáforo se puso en verde y la moto frenó justo a escasos centímetros del paso de cebra. La parada del primero de los tres autobuses que Niña Lucía tenía que coger para llegar a la Casa de las Chicas estaba en la acera contraria, pero la joven, por puro instinto, desvió la vista hacia el motorista antes de cruzar.

La pequeña rubia se extrañó al notar que el motorista tembló bajo su casco al verla. Con una sonrisa, se fue acercando a la moto.

"Hola Lucía…"- contestó desganadamente el motorista levantando la visera del casco, tras la que se vislumbraron unos rizos rubios.

"Hola Luis… Bonita moto. ¿Me llevas?"

El joven se quitó el casco y Niña Lucía sintió de nuevo clavarse en sus pupilas verdes los dos vivaces ojos azules de su compañero de clase. El compañero de clase que se la folló en una discoteca. El compañero de clase al que se folló con un strap-on.

"Me han dicho que has tenido una buena bronca con tus padres."-dijo Niña Lucía mientras se montaba en el vehículo.- "¿Qué pasó?"

"Tú tienes la culpa. Si no hubiera sido por ti… yo no…"

"¿No qué? Y por cierto… ¿No pensarás dejarme sin casco, verdad?"

Luis sonrió y dejó que Lucía le agarrara por las caderas después de pasarle su casco.

"Estoy saliendo con alguien"- dijo al fin el joven. Mirando como al despiste el semáforo, que seguía en rojo. El sol del mediodía brillaba en sus frágiles rasgos de niño. Mirándolos a ambos exclusivamente a la cara, pocos podrían decir que Niña Lucía y Luis superaban los quince años.

"¿Cómo se llama?"

"Iván"

"Vaya… ¿tanto te gustó aquello?"- respondió, sorprendida, Lucía.

"Digamos que sólo me ayudó a ratificarme algo que llevaba un tiempo pensando."

"¿Que eras gay?"

"Que era gay."

"¿Eso quiere decir que estás fuera del mercado?"

El semáforo, por fin, se puso en verde y Luis aceleró, mientras Niña Lucía colaba sus pequeñas manos bajo la ajustada camiseta de Luis. Bajo el casco, se mordió los labios con picardía al dibujar con facilidad la silueta de sus marcados abdominales.

*****

Poco tiempo después, la moto de Luis frenaba ante la "Casa de las Chicas".

"¿Quieres entrar? No voy a estar mucho tiempo, sólo coger un dinero e irme… luego si quieres podemos ir a tomar algo y me cuentas…"

"Está bien… Si me dejas"

"No creo que me pongan problemas… Por cierto, ¿Cómo conociste a Iván?"- inquirió Niña Lucía, tras devolverle el casco a su dueño y que éste lo guardara en la moto.

"Por ahí…"- respondió sin mucho énfasis Luis.

"No me convence tu respuesta."

"No es importante cómo lo conocí."- respondió tajante el chaval.

"bueno, vale, vale… no quería que te pusieras así. Perdón…"- Niña Lucía bajó la cabeza apesadumbrada.

"Lo siento Luci… pero verás… no es que esté muy orgulloso de ello. ¿Sabes guardar un secreto? Mira… contraté una agencia para concertar una cita. No quería que me follara, eso ya sabía que me gustaba. Quería pasar una noche, salir, divertirme con un chico y… sí, besarlo… y ver si me gustaba. Así que llamé a esta agencia y me mandaron a Iván… Digamos que yo también le gusté a él y, aunque sigue trabajando para ellos, es mi chico. En fin… no espero que lo comprendas."

"Tranquilo… te comprendo más que nadie, Luis…"- dijo Lucía, enarbolando una sonrisa.- "Por cierto, ¿Cómo se llamaba la agencia?"

"¡Luci!"- replicó el rubio.

"Sólo curiosidad, te lo prometo"

"Natural Escorts o algo así… no lo recuerdo bien."- dijo, rojo de vergüenza, el joven.

No se esperaba la brutal carcajada de Niña Lucía.

"¡Luci! ¿Qué pasa contigo? ¡Si lo llego a saber no te lo digo!"

"Tranquilo, Luis, tranquilo, no es por lo que crees. Ven, vamos dentro…"- pidió Niña Lucía, tratando de aguantar como mejor podía la risa.

*****

"Hola Luci… Pensé que no llegabas"- la escueta vestimenta de Natalia sorprendió a Luis, pero no a Niña Lucía. Sólo unas sugerentes braguitas y una camiseta apretada que resaltaba sus dos generosos pechos vestían a Natalia. Luis y Lucía supieron que no llevaba sujetador por la forma en que se le marcaban los pezones.

"Hola, Nat… es que cuando me llamaste estaba ocupada…"- respondió la joven con la mejor de la sonrisa.

"¿Quién es él?"- preguntó la directora y fundadora de "Natural Escorts"

"¿Él? Se llama Luis. Y es el novio de Iván."

Luis se volvió hacia Lucía con los ojos como platos, y luego miró a Natalia con la misma cara. ¿De qué iban a conocer ellas a Iván?

"¿De Iván? ¡No jodas! ¡Iván!"- gritó hacia las escaleras Natalia.- "Gloria, sube arriba y dile a Iván que baje…"

Luis creyó que el corazón se le paraba.

"Pe… pe… pero… ¿qué pasa aquí?"

"Luis, bienvenido al cuartel general de Natural Escorts. Aquí es donde trabaja Iván"- le reveló Niña Lucía.

"¿Qué?"

"Y Niña Lucía es la última de nuestras adquisiciones…"- continuó Natalia.

"¿Cómo?"

Niña Lucía respondió mordiéndose el labio inferior y sonriendo mientras juntaba sus manos detrás de la espalda en un gesto pícaro e infantil.

II. ¿Qué haces aquí?.

Un musculoso y mojado hombretón bajó las escaleras vestido únicamente con una escueta toalla blanca de felpa. A pesar de sus facciones duras, sus amplísimas espaldas y el exagerado moreno de su piel, tenía una delicada sutileza al caminar. Quien lo viera, le podría colocar más de veinticinco años, cuando la verdad es que no sobrepasaba los veintidós.

"¡Luis!"- exclamó el hombre, que pocos segundos antes acababa su ducha.

"¡Iván!"- Exclamó su novio, un joven menor de edad rubio y de sorprendidos ojos azules.

Natalia y Niña Lucía estallaron en risas. Los dos hombres se habían quedado petrificados, mirándose el uno al otro.

"¿Qué? ¿Qué demonios haces tú aquí?"- Preguntó Iván cuando dejó de boquear como un pez sacado del agua.

"Yo… pues… ella… la moto… yo… Mierda"

A Niña Lucía se le saltaron las lágrimas de la risa. Natalia intentaba controlarse y Gloria, que observaba la escena detrás de Iván, también sonreía divertida.

"Habladlo en privado, chiquitines"- dijo Gloria al oído de Iván.

"Luis, vente, vamos arriba…"- dijo Iván, extendiéndole un brazo a su novio mientras con la otra mano mantenía fija en su sitio la toalla.

Luis asintió y siguió al moreno joven que le dirigía a través de la casa.

*****

"Y Luci… ¿tú de qué conoces a Luis?"

"Somos compañeros de clase. Además… hemos tenido nuestros encuentros."- sonrió la pequeña rubia, dándole a la última palabra un perverso soniquete.

"¿Y ahora es gay? Joder nena… ¿Qué hiciste que lo asustaste?"

Niña Lucía rió.

"Nada… al contrario… fui yo el que lo enfilé por esa senda…"

"¿Y eso?"

"Digamos que no hay demasiadas cosas que diferencien a un hombre de una mujer con un strap-on"

"Niña… coge el dinero y corre de aquí porque me están entrando unas ganas de follarte por todos los agujeros que…"- La exuberante mujer resopló y le tendió a la rubia su primera paga de Natural Escorts.

"Oye… ¿Y qué estarán haciendo estos dos?"- preguntó Niña Lucía mientras agarraba los billetes.

Natalia sonrió y salió del salón de la casa. Niña Lucía recordaba bien la estancia. Era donde había pasado su iniciación a manos de las nueve veteranas. Salió también la rubia y siguió a Natalia por el largo pasillo. Finalmente, llegaron a la librería donde Natalia había llevado a la pequeña adolescente el primer día, cuando le explicó lo que podría ser su cometido si ella aceptara. Y aceptó.

Niña Lucía miró a su alrededor. Nada había cambiado. Las librerías repletas de libros tapaban las paredes y la misma modesta televisión parecía el único entretenimiento no legible de la estancia. Los dos mismos sofás estaban en el mismo sitio, en el centro de la habitación. Natalia giró uno de ellos, encarándolos hacia la librería contraria al televisor.

"¿Ves esa tele? Pues es una mierda. Ni siquiera va… sin embargo… éstos…"

Natalia movió un par de libros y la biblioteca pareció venirse sobre ella. Sin embargo, lo que pasaba es que esa librería era falsa, nada más que unas puertas decoradas de forma que conjuntaran con el resto de librerías reales de la estancia. La voluptuosa morena corrió las dos puertas cada una a su lado y descubrió cuatro enormes televisores rellenando media pared.

"Todas las salas de arriba están monitorizadas. Lo que allí pasa no se graban en vídeo a menos que alguno de los interesados lo pida expresamente. Un día te tengo que pasar el vídeo de nuestra sesión con Pedrito. No hay vez que no lo vea que no me ponga cachonda como una perra. Pero en fin… Luis e Iván están en la sala siete. Los canales están de forma que el primer número sea la sala y el segundo, el número de cámara. Hay cuatro cámaras."

"¿71, 72, 73 y 74?"

"Exacto, niña… Sólo el televisor de arriba a la derecha tiene sonido. Súbeselo al máximo si quieres escuchar algo. No hay videos disponibles, así que no lo vas a poder grabar. Pero puedes ver todo lo que hagan Iván y tu pequeño amiguito. Eres libre de masturbarte si quieres. Pero si lo ensucias, lo limpias. Tienes suerte de que me toque a mí llevar un cliente. Si no… En fin… disfruta de la película"

De un pequeño cajón, Natalia extrajo cuatro controles remotos idénticos a excepción de una etiqueta en cada uno que explicaba cuál de los cuatro televisores manejaba.

Natalia salió de la habitación, cerró la puerta y Niña Lucía tragó saliva.

Su mano tembló sobre el mando. ¿Se atrevería a irrumpir en la intimidad de una pareja? Recordaba la sensación que le había producido el espiar a Joan y Ángela mientras follaban, una mezcla entre celos, malicia, odio y lujuria, mucha lujuria. ¿Sentiría los mismos celos por Luis?

Sólo había una forma de comprobarla.

Encendió uno de los televisores y marcó el canal 72.

Una vista aérea de la habitación le reveló a Iván y Luis sentados sobre la cama.

Se estaban besando.

III. La sala número 7. PX

El beso entre dos hombres se le hizo extraño a Niña Lucía, que buscó en las otras tres cámaras hasta encontrar un buen plano de las dos bocas devorándose.

Un beso puramente masculino carecía de la parte sensible y delicada que, según suponía Niña Lucía, le imprimía la chica. Aún así, para la joven rubia, no dejaba de tener un fascinante morbo.

Niña Lucía dejó el primer televisor en el plano más cercano posible, con el volumen al máximo para escuchar cualquier susurro de la pareja, se quitó los pantalones y, con la mirada saltando de pantalla en pantalla, comenzó a acariciarse.

"No sabía que trabajaras aquí, lo prometo. Si no, no habría venido, no me habría atrevido a interrumpirte."- trataba de disculparse Luis.

"No te preocupes…"- respondió el musculoso moreno dibujando garabatos con su dedo índice sobre la ajustada camiseta de su joven novio.- "Me alegro que hayas venido…"- añadió, con una sonrisa pícara.

Incluso Niña Lucía, televisión de por medio, se dio cuenta del bulto que se formaba bajo la toalla de Iván.

"Joder, Iván… ¿Aquí? ¿Y si entra alguien?"- preguntó Luis, dándose cuenta de la suculenta erección que se formaba en el cuerpo de su novio.

"No entrará nadie. Venga… lo estás deseando…"

Iván se levantó y se soltó la toalla, que cayó al suelo, alrededor de sus pies.

"Oh, joder, Iván…"- gimió Luis, clavando sus ojos en la polla erectísima de su pareja.

"Oh, joder, Iván…"- gimió Niña Lucía, clavando sus ojos en la polla erecta que dibujaban las pantallas.- "¡Qué pollón tienes!"

Sin siquiera pensarlo, Luis se arrodilló y se embutió el glande de Iván en la boca. Niña Lucía no pudo evitar gemir al ver las mejillas de su compañero deformarse a causa del enorme invasor.

"Necesitas algo más de experiencia, Luisito… has de ir más suave…"- se dijo a sí misma la adolescente.

"Tranquilo, cielo… sin prisas…"- se oyó decir a Iván, y Luis ralentizó sus caricias.

El joven rubio sentía pegársele al paladar el aroma a masculinidad de Iván. Trataba de mirarlo a los ojos mientras se la mamaba, pero cada vez que subía la mirada, no podía evitar entretenerse en pasear la vista por los marcados abdominales de su chico, el primer hombre al que había penetrado, y si no hubiera sido por Niña Lucía, el primero que lo hubiera penetrado a él.

Luis siguió con su trabajo bucal. Su boca, de labios finos y rectos, devoraba una y otra vez el bálano de Iván, mientras éste perdía su mano derecha entre los rubios rizos del más joven de los dos.

Iván gozaba de las caricias. Niña Lucía lo podía ver por la segunda de las pantallas. Luis podía comprobarlo por el latir de su polla. Después de comer tantos coños, el mamar una polla era una experiencia siempre distinta, una sensación de lleno absoluto en la boca, igual que el que sentía en su culo cuando Iván se la metía entre nalga y nalga.

"Quieto, cielo… no quiero correrme ahora…"- La voz del moreno, al igual que sus gestos, era decidida y dominante. Estiró de los rizos de Luis hacia atrás, sacándole su polla cubierta de saliva de la boca.- "Desnúdate".

Niña Lucía observó un ligero temblor en Luis. Eran los nervios propios de la excitación. Con presteza, el rubio adolescente se quitó la camiseta y la tiró a un rincón, exponiendo al aire el mismo torso desnudo e imberbe que una vez Niña Lucía había palpado en los baños de una discoteca. Ahora sabía la joven que no se depilaba completamente sólo para sus clases de natación, que tenía en verano únicamente. Era por estética, por limpieza, por suavidad, por coquetería femenina.

Las manos del rubio temblaban al desabrocharse el botón de los vaqueros. Iván lo ayudó y vaqueros y slips cayeron al suelo.

Luis tenía una notable erección.

Su novio lo echó sobre la cama con un empujón decidido. El rubio cayó de espaldas y abrió las piernas, dejando que tanto Iván como Lucía, gracias a las cámaras escondidas, vieran el ano del delgado adolescente amanecer entre sus nalgas.

Iván sonrió con una seductora sonrisa de dientes blancos. La misma que había encandilado a Luis y la misma que había terminado por convencer a Natalia que Iván sería un estupendo acompañante. Luego ambos descubrirían los casi veinte centímetros de su polla y los estragos que podían hacer en su culo.

Iván se arrodilló a la orilla de la cama, y se inclinó hasta que su boca quedó al nivel de los cojones de Luis. Se metió uno en la boca, y con la mano acarició la polla del jovencísimo rubio. Luis se estremeció. Le hizo el mismo tratamiento al otro testículo y su mano se engarfió sobre la larga y delgada polla de Luis. Luis gimió.

Iván comenzó a masturbarlo lentamente, y su lengua abandonó los testículos para bajar más, mientras Luis abría aún más sus piernas elevándolas en el aire y facilitándole el acceso a la sinhueso de su musculoso compañero.

La lengua de Iván comenzó a lamer sin pudor el ano de Luis mientras lo masturbaba con la mano derecha.

Niña Lucía, con las braguitas encharcadas y una mano bajo ellas, recordó aquella tarde en el baño de su casa en que había hecho lo mismo. Lamerle el culo mientras lo pajeaba.

A Luis le encantaba. Se mordía el labio inferior mientras cerraba los ojos y se agarraba las piernas evitando sobrecargarlas.

Iván, mientras repetía lengüetazos sobre el cada vez más palpitante ano de Luis, masajeaba su propia polla con la mano izquierda y la de su joven novio con la derecha. Ambas al mismo ritmo suave y sin pausa.

Dejó de masturbarse cuando vio que iba a correrse. Estaba entrenado para aguantar. Cambió la mano que masturbaba a Luis, que seguía abrazándose a sus corvas, e hizo descender la derecha hasta que el índice se paró a la entrada del boqueante agujerito del alumno de instituto.

Apartó momentáneamente la lengua y el dedo avasalló los esfínteres de Luis, que respondió con un gemido gutural. Aceleró ambas manos. Niña Lucía veía cómo ése dedo no tenía más misión que hacer acto de presencia, demostrar a Luis que, mientras lo pajeaban, le follaban el culo.

La lengua se adaptó al dedo invasor y comenzó a acariciar los morenos bordes del ano con rápidos lengüetazos, mientras dedo índice derecho y mano izquierda iban aumentando la velocidad.

Niña Lucía no sabía cuántos minutos llevaba Iván masturbando a Luis. Pero sabía que su compañero de instituto estaba a punto de correrse, envuelto en gemidos y sudor.

"Iván… Iván… Iván… Iván…"- repetía Luis una y otra vez, al borde del delirio.

El índice entonces frenó su violento metisaca y buscó algún punto interno en el recto de Luis. Y, al tiempo que seguía masturbándolo, pareció encontrarlo, porque Luis gimió quedamente y comenzó a correrse sobre su propio vientre.

Inacabables chorretones de semen se esparcieron sobre su esbelto torso, llegando a embadurnarle los pezones e, incluso, tal fue la fuerza con que brotaron de la enhiesta polla del rubio, llegar a la barbilla de Luis.

Iván recogió algo del semen de Luis con el dedo que acababa de sacar de su ano, y lo llevó hacia la aniñada cara del joven, que, casi por instinto, abrió la boca y recibió sobre la lengua su propia semilla.

El atlético moreno lamió las gotas de semen que habían llegado hasta su barbilla y susurró algo al oído de Luis que Niña Lucía no pudo escuchar a pesar de tener el volumen de los televisores al máximo.

El rubio asintió y, lentamente, aún recuperándose de su poderoso orgasmo, se dio la vuelta sobre el lecho para ponerse a cuatro patas.

Iván iba a follárselo.

La cámara primera los grababa de perfil de tal forma que Niña Lucía podía ver la polla cada vez menos erecta de Luis colgando boca abajo mientras Iván, erecto y poderoso, se acercaba a Luis por detrás.

Se ensalivó la polla con esmero. Apuntó al anito del rubio y empujó. El gemido de Luis se prolongó durante segundos, los que tardó la polla de Iván en hundirse completamente en sus entrañas.

Niña Lucía se maravilló. Nunca había pensado que una polla así le pudiera caber en el cuerpo a Luisito.

Una, dos, tres, cuatro, cinco embestidas. El choque de las caderas, los cojones golpeándose, los gemidos de Luis e Iván… Niña Lucía deseó poder subir más el volumen del televisor para que los sonidos llenaran completamente la salita.

La polla del moreno aparecía y desaparecía en el estrecho culito del rubio, que se arqueaba de placer, a pesar de los intentos de Iván de mantenerlo con la cabeza pegada a la almohada para que su polla entrase mejor.

La morena piel de Iván contrastaba con la de Luis, que sin ser nada pálida, no llegaba al ligero tizne árabe que parecía poseer el más mayor de los dos.

"Me vuelves loco, Luisito… tienes un culo perfecto… me encanta tu culito, putita"

Niña Lucía nunca pensó que a Luis podría excitarle que le llamaran "puta". Pero aunque su polla estaba otra vez arrugada y sin vida, su sonrisa lasciva y sus gemidos de placer delataban una excitación creciente.

Iván extrajo la polla del cuerpo de Luis y lo obligó a girarse, quedando de nuevo acostado de espaldas sobre las deshechas sábanas de seda. Arrastró sus caderas hacia el borde de la cama y, colocándose él de pie en el suelo y subiendo ligeramente el culo de Luis, lo volvió a penetrar de esa forma, a la vez que se echaba las estilizadas piernas de Luis sobre los hombros.

Y nuevamente el choque de pieles. Y los gemidos. Y el "puta" de Iván. Y la sonrisa de puta viciosa y satisfecha de Luis. Y sus ojos en blanco cada vez que Iván le penetraba hasta el fondo.

Niña Lucía había olvidado su sexo. De rodillas sobre el sofá, se masturbaba por el culo, soñando que cada embestida de Iván la recibía ella.

"Te quiero, Luis… me vuelves loco…"- Los jadeos de Iván era cada vez más pesados.

Finalmente, tras unas últimas y poderosas embestidas, Iván extrajo la polla del culo de Luis, le separó las piernas y se masturbó sobre él hasta volverlo a pringar de su semen, que se mezcló con el de Luis sobre el delgado vientre y el depilado torso del rubio.

Los últimos trallazos de semen se descolgaron por la polla de Iván, manchándole también la mano con la que se masturbaba, pero Luis, aún enfervorizado de sexo, lamió la polla de su chico hasta no dejar una sola gota de nada que no fuera saliva sobre la verga de Iván.

Niña Lucía lo observaba todo sin atreverse a pestañear. Había vuelto a masturbarse y se notaba próxima al orgasmo, pero alguien tocó a la puerta.

"Mierda"- gruñó Niña Lucía, que pensó si seguir masturbándose o vestirse para atender a quien tocaba.

Se decidió por lo segundo y se puso de nuevo los vaqueros y sus zapatos.

"¿Hay alguien ahí?"- preguntó una voz femenina.

"Sí, un momento…"- dijo Niña Lucía, mientras terminaba de abrocharse los vaqueros y le echaba un último vistazo a las pantallas, donde Luis e Iván se abrazaban desnudos y mirándose tiernamente.

Apagó los televisores y abrió la puerta.

"Hola, Vane… estaba viendo unas cosillas"- dijo Niña Lucía tras abrir la puerta, aún con un escandaloso rubor en las mejillas.

"¿Lo has grabado?"

"No hay cintas"

"Mierda…"- se quejó la veinteañera.

*****

Poco después, la puerta de la sala número siete se abría repentinamente, interrumpiendo el beso de Iván y Luis.

"¡Lucía!"- se quejó Iván.

"¡Luci!"- lo secundó Luis.

"Creo que ya os lo habéis pasado bien ¿No?... Ahora, Luis… ¿Me llevas a casa?"- preguntó Niña Lucía tratando de poner cara de niña buena.

Ya no le salía.

 

Niña Lucía (El taxista)

Categoría: Sexo con maduros

"Creo que ya os lo habéis pasado bien ¿No?... Ahora, Luis… ¿Me llevas a casa?"- preguntó Niña Lucía tratando de poner cara de niña buena.

"joder, Luci… ¿No podías esperarte un poco?"- preguntó Luis, mirando de reojo a Iván con una traviesa sonrisa."Luisito… Iván seguramente tendrá que trabajar ¿No es así? Y además, tú tienes clases dentro de… hora y media, y no has comido más que polla. Que por mucho que nos guste, no tiene valor nutritivo suficiente"

"Vale, vale… espérame en la entrada mientras me visto"- se resignó Luis, aún cubierto bajo la sábana que tapaba su desnudez.

"¿Ahora me vas a venir con remilgos, después de lo que hemos pasado juntos?"- Niña Lucía bromeó poniendo los brazos en jarra.

"¡Tira a la entrada, Luci!"- concluyó con una sonrisa Luis.

I. Un nuevo encargo.

"¡Lucía, antes de irte!"- Hacia la pequeña rubia, que ya avanzaba por el pasillo rumbo a la puerta del chalet, corría Gloria con su piercing en el labio que tan sensual le quedaba.- "¿Puedes hacer un encargo mañana por la noche?"

"joder, otra noche más sin catar a Joan…"- pensó la joven, pero la excitante idea de un nuevo trabajo le hizo responder otra cosa.

"Claro, siempre estoy dispuesta y lo sabes…"- contestó con una sonrisa pícara.

"Ya sé por qué le gustas tanto a Natalia… En fin… él es un cliente antiguo y todo un caballero chapado a la antigua… un tipo raro. No quiere una puta, así que tendrás que controlarte. Todavía no se ha acostado con ninguna de las que le acompañamos, sólo quiere invitarte a cenar, hablar, normalmente sobre literatura, así que si estás pez te aconsejo que lo digas para no cagarla y envío a Paula".

Niña Lucía pensó en Paula, una compañera suya y estudiante de filología presumida y pedante, que gustaba de demostrar siempre sus conocimientos aunque no vinieran al caso.

"Yo sé suficiente de literatura. Puedes dejármelo a mí"

"Perfecto, porque al tío le gustan jóvenes. Se le ve más emocionado cuanto más joven parece la acompañante. Por eso no quisiera enviar a Paula, parece una cuarentona recauchutada"

"Entonces yo le encantaré."

"Está bien, mañana, a las diez de la noche, en la boca del metro de Colón. El pelo suelto y llévate un libro para leer, así te reconocerá. Él es un tío bajito, regordete, con bigote y voz de pito que pasa de largo los cincuenta. Y si ves ahora al salir a Natalia en la piscina dile que estoy hasta el coño de hacerle su trabajo, que bastante tengo con atender las llamadas para también repartir los encargos."

"bueno, qué, Lucía… ¿nos vamos?"- preguntó Luis, que ya había bajado, acompañado de Iván.

"Sí, vámonos."

Luis e Iván se despidieron con un pico en los labios, y Lucía agarró el papel con los datos del trabajo que le tendía Gloria.

Cuando bajaron las escaleras, Natalia tomaba el sol en la piscina, completamente desnuda, haciendo que los vecinos más avispados optaran por ese momento precisamente para dedicarse a la contemplación del paisaje a través de la ventana.

"¡Gloria te quiere cortar las tetas, Nati! ¡Dice que curres más y tomes menos el sol, que vas a pillar un cáncer!"

"¡Pues tú dile que se vaya a la mierda y no se preocupe por mi piel! ¡Que sigue igual de suave aunque no la quiera probar desde que tiene novio!"- Rió la veterana, mientras Luis y Lucía bajaban la cuesta rumbo a la calle.

*****

Niña Lucía llegó a casa y ya no había nadie, Los efectos de la orgía con Ángela, Nacho y Joan habían desaparecido, y hasta el cuarto de sus padres olía a fresco. "Buen trabajo", pensó.

Se hizo una comida rápida, escuchando el rugido de sus tripas. Después de la acción que había tenido por la mañana, de los dos viajes en moto y de la espía del encuentro entre Luis e Iván, el estómago de Niña Lucía clamaba por algo de alimento para retomar las muchas energías perdidas.

Después de comer, se recostó en el sofá y se quedó dormida. Sólo cuando su madre entró en casa despertó. Eran las siete y las clases de la tarde hacían dos horas que se habían acabado.

"Lucía, hoy tendrás que hacerte la cena tú sola. Tenemos una cena de empresa en el bar y estamos hasta arriba de trabajo. Yo sólo he venido a por el móvil de tu padre… este hombre… un día no se dejará la cabeza tirada por ahí porque la tiene pegada al cuello…"

Cenar sola. "Para variar", pensó Lucía.

"Oye, mama… ¿Y sobre qué hora cerraréis?"

"No. A las once a la cama. Mañana tienes colegio."

"Que no es por eso... es por si pasa algo saber hasta qué hora puedo llamaros al teléfono del bar."

Luna Cortés, cuarenta y nueve años increíblemente bien llevados, madre de Lucía, miró a los ojos de su hija y enhebró una sonrisa divertida.

"Sí, ya… bueno, no creo que cerremos hasta lo menos las tres. Mañana abrirá el bar la Manoli y nosotros podremos dormir, pero… ¡A las once en la cama!"- advirtió Luna.

"Sí, por supuesto, a las once en la cama. Prometido…"- Niña Lucía sonrió mientras levantaba la mano dando su palabra.

Su madre encontró finalmente el móvil y salió de la casa no antes de recordarle a su hija nuevamente la hora tope.

"A las once en la cama, y antes también…"- dijo, una vez sola, Niña Lucía. Tenía una idea. Cogió el teléfono y marcó un número que conocía de memoria.

No tardaron en responder.

"Joan, cariño, te invito a cenar a mi casa. Con postre, por supuesto."

*****

A las once y media, media hora más tarde de lo que había dicho Joan que llegaría a su casa, el chico salía de casa de Lucía, completamente vacío de electrolitos.

Niña Lucía quedaba en su cama, desnuda, sonriente y satisfecha. Su cuerpo estaba ebrio de sudor, y en su mente sólo quedaba una espina clavada.

A pesar de lo que se había esmerado Joan, del placer que le había causado, Niña Lucía había tenido que volver a fingir su orgasmo cuando el joven se derramaba en su interior.

Comenzó a masturbarse, buscando ella sola el placer que no había podido conseguir con Joan. Una hora después, tras muchos gemidos, jadeos y estremecimientos, se dio por vencida y se quedó dormida sin haberlo conseguido. Demasiadas cosas pasaban por su cabeza para concentrarse en correrse. Estaba hecha un lío y no sabía bien por qué.

"Mierda".- fue su última palabra antes de dormirse.

*****

Al día siguiente, se sentía agotada al despertarse. Se duchó durante varios minutos más de los que acostumbraba. El olor a sudor y sexo se había pegado a su cuerpo después de la noche anterior.

"Señoritas Garrigues y Del Solar y señores Martí y Giménez… ¿Algún justificante de su ausencia a las clases de ayer? Vamos, si no están muy ocupados charlando entre ustedes"- les preguntó el tutor, profesor de matemáticas de los jóvenes, nada más entrar en clase.

Nacho había sido previsor y había escamoteado del despacho de su padre, médico de cabecera en un centro cercano, varios partes, aunque Lucía le había bajado los pies al suelo.

"¿Tú te crees que se va a creer que los cuatro nos pusimos enfermos el mismo día? ‘El Ewok’ no es tonto."- ‘El Ewok’ no era más que el mote que se había ganado su tutor por su barba cardada y su aspecto rechoncho.

"Pero por intentarlo no se pierde nada"- fue la contestación de Nacho, y Ángela y Joan pensaron lo mismo.

Los tres le entregaron los partes falsificados por la diestra mano de Nacho. Niña Lucía se quedó cruzada de brazos en su pupitre.

"Señorita Del Solar ¿Usted no tiene justificante?"

"No, porque me quedé en casa. Se lo puede preguntar a mis leucocitos, pero no sé si le responderán, aún se están recuperando de la batalla de ayer."- Dijo, con evidente sorna, la frágil adolescente, desatando las risas de sus compañeros de clase.

"Después de clases quiero verla."

"¿Es que ahora no me ve? ¿Está ciego?"- respondió Niña Lucía descaradamente, aumentando las risas entre los estudiantes.

El profesor no continuó la discusión, sabía que tenía las de perder y prefirió no darle alas a la joven. Luego, en solitario, seguro que se acobardaría.

II. Saltándose el castigo

De nada sirvieron los consejos que Niña Lucía recibió de Nacho, Joan y Ángela. Se plantó, una vez acabadas las clases de la mañana, ante su tutor con la misma actitud que había exhibido durante la clase.

Sólo tuvo un instante de debilidad y miedo cuando Don Mariano avisó que había llamado a sus padres. Pero acto seguido recobró su fachada indomable.

El tutor le advertía sobre posibles medidas disciplinarias hasta que Niña Lucía le interrumpió.

"Oiga, que me he saltado un día de clases, no he apuñalado a nadie… No se ponga dramático."

Don Mariano clavó su furibunda mirada en los ojos de Niña Lucía y, posiblemente, ese fuera su mayor error. La determinación marcada en esas dos pupilas verdes consiguió el efecto contrario al que él pretendía al mirarla fijamente. Fue él quien se amilanó.

"Lucía, es la primera vez que haces algo así, así que por esta vez, pase. Pero a la próxima pasaré el caso al Comité Escolar."

"Muy bien. ¿Puedo irme?"

"Puedes irte."

Niña Lucía salió del colegio cuando ya no quedaba nadie. Llegó a casa y, como esperaba, allí estaban sus padres para discutir con ella.

"nosotros nos partimos el espinazo para que puedas ir al colegio y tú a las primeras de cambio ‘pasas’ de las clases…"

"No sé qué te pasa últimamente, Lucía, antes no eras así…"

"No vas a salir de fiesta en un mes, jovencita"- sentenció su padre, y a la joven se le cayó el mundo encima.

"¿Cómo? ¡Esta noche he quedado!"- Niña Lucía recordaba con claridad su encargo para esa noche. Últimamente era lo único que le sacaba de la rutina. Su trabajo en Natural Escorts.

"¡Pues ‘desqueda’!"- bramó su padre, y Niña Lucía, portazo mediante, se encerró en su habitación.

No les dedicó ni una palabra más a sus padres durante la comida. Cuando volvió después de las clases de la tarde, sus progenitores ya habían vuelto al trabajo y la casa estaba de nuevo vacía.

"Una mierda para ellos si se piensan que voy a quedarme aquí amargada."

A las nueve, después de una cena rápida y de jurarle por teléfono a sus padres (con los dedos cruzados) que no saldría de casa, Niña Lucía salió de casa.

Tenía un trabajo y un libro de bolsillo en el bolso para que él le reconociera.

*****

La suave luz de las farolas besaba el cuerpo de Niña Lucía. Una mini vaquera, una camiseta de tirantes y una chaquetita para huir del frío eran su única vestimenta. Sus breves zapatitos de tacón, que dejaban sus pies al aire, no eran suficientes para hacerla parecer más alta que la mayoría de las personas que salían de la boca del metro.

Eran las diez en punto y Niña Lucía levantó la vista. Hacia ella se acercaba un tipo tal y como lo había descrito Gloria. Bajito, regordete y con bigote. Había, sin embargo, algo que le resultaba extrañamente familiar en ese hombre, aunque no recordara el qué.

Sin embargo, sus ojos volvieron al libro, el libro de poesía que le regaló un taxista, y su mente se iluminó. ¡Era el taxista!

"¿Tú... tú eresss?"- El hombre, que hablaba con una discordante voz de pito que, pese a todo, no era desagradable, no parecía encontrar las palabras justas.

"Niña Lucía, de Natural Escorts… Y usted es taxista, ¿Verdad?"- dijo la pequeña rubia, agitando el libro que llevaba en la mano.

"¡Virgen santa!"- exclamó el hombre.- "La pequeña princesita que un día encontré llorando…"- sonrió el taxista, como si, en verdad, estuviera recitando un verso de algún nuevo poema.

"El caballero de blanco corcel que me rescató una noche oscura…"- respondió Niña Lucía con una amplia sonrisa, devolviéndole el verso.

El taxista estalló en una carcajada y dijo:

"¿Me acompañas? Te invito a cenar, pequeña"

Niña Lucía se agarró del brazo que el hombre le tendía y comenzaron a caminar, como una desigual pareja, por las calles de la noche.

*****

"Pero tú pareces muy joven para ese… ‘trabajo’ ¿no?"- preguntó el hombre a Niña Lucía, sentados ambos a una mesa de un lujoso restaurante en que los camareros, de vez en cuando, miraban de reojo a la joven adolescente. Su ropa desentonaba con el ambiente del local.

"Soy la más joven de la empresa… pero en fin… aún así parezco más joven de lo que soy, de veras."- respondió tranquilizadora Niña Lucía con una sonrisa. Sabía que el taxista, que ahora sabía que se llamaba Ricardo, no le preguntaría la edad. Ni aun siendo ella tan joven. Eso jamás lo haría un caballero.

"¿Te gusta el plato?"- preguntó Ricardo mirando el recargado plato de pasta que Niña Lucía esquilmaba muy, muy lentamente.

"Oh, sí… no es eso es sólo que…"- Niña Lucía miró a su alrededor. Todos los comensales estaban vestidos impecablemente, con trajes los hombres y vestidos de noche las mujeres.- "Si hubiera sabido que vendríamos a un restaurante así… hubiera… perdona…"- añadió, con un gesto de tristeza sin dejar de mirar fijamente el plato.

"No te apenes, pequeña. Que les jodan a todos estos bastardos. Ninguno de todos ellos es ni la mitad de elegante que tú."- dijo Ricardo, y Niña Lucía levantó la vista. Se apartó un mechón de pelo rubio de la cara y sonrió sinceramente.

"Me encantó su libro. ¿Sabe?"

*****

La cena se alargó mientras Ricardo y Niña Lucía hablaban sobre literatura. El taxista se sorprendió de lo inteligente que era la joven, que no parecía más que una niña. Posiblemente era la conversación más inteligente que había tenido en mucho tiempo. Niña Lucía no era ninguna experta en nada, pero sabía lo justo como para entablar una conversación fluida sobre cualquier tema que Ricardo expusiera.

Sin embargo, de pronto y sin razón aparente, a Ricardo comenzó a temblarle la mandíbula mientras Niña Lucía hablaba sobre lo que le parecía el poeta José Hierro.

"P-perdón…"- gimió el hombre, volviendo la cara y enjugándose unas lágrimas que comenzaban a aparecer.

A Niña Lucía se le estrujó el corazón.

"¿Q-qué pasa? ¿He hecho algo mal? P-por favor, perdóname si…"- trató de disculparse la adolescente.

"No, no es culpa tuya… es sólo que… te pareces tanto…"- dijo Ricardo, visiblemente consternado.

"¿Me parezco? ¿A quién?"

El taxista extrajo su cartera y enseñó una foto que, por el aspecto que mostraba él, debía de haber sido de, al menos una década antes. Pero Niña Lucía se fijó muy poco en él. A su lado, una niña rubia como el sol y de profundos ojos verdes sonreía con alegría.

La niña de la foto no contaría con más de doce años, y parecía muy feliz junto a un Ricardo algo más joven.

"¿Quién es ella?"

"Se llamaba Marta. Era mi hija."

"¿Era? Oh, lo siento mucho…"- Niña Lucía se compadeció de aquel hombre que por tanto parecía haber pasado.

"Murió hace diez años. Tenía 13 años cuando un conductor borracho la atropelló y se dio a la fuga a plena luz del día. Poco después se estrellaba en un puente de la ciudad."

"Oh, joder…"- maldijo Niña Lucía. Entonces, hizo algo que le nació del mismo alma. Se levantó, se sentó sobre las rodillas del hombre y le dio un reconfortante abrazo mientras lo escuchaba derramarse en lágrimas.

Alguno de los clientes del restaurante se giró a contemplar a aquél hombre regordete que lloraba abrazado por quien parecía ser, al menos, su hija.

"Vámonos de aquí…"- le dijo Niña Lucía a Ricardo cuando se hubo desahogado.

El taxista aceptó y después de pagar la, para Lucía, carísima cena, salieron del local.

Niña Lucía sintió el contraste de temperaturas y se estremeció de frío. Ricardo, caballerosamente, le puso la chaqueta de su traje sobre los hombros.

"Gracias."- dijo Niña Lucía, acurrucándose más junto al cuerpo del hombre mientras ambos caminaban.- "¿Cómo era ella?"

Lucía sabía que, pese a que tal vez fuera doloroso recordarla, Ricardo debía sacar fuera todo ese dolor.

"Era maravillosa. Era lista, le encantaba José Hierro, por eso al hablar tú de él me la has recordado tanto. Y además, era la niña más preciosa de todo el mundo. Se parecía mucho a ti."

Niña Lucía recordó la niña de la foto. Pese a que no se parecían más que en los ojos verdes y el pelo rubio, la hija de Ricardo era muy hermosa. Hubiera sido una mujer extremadamente atractiva.

"Sí, era muy guapa."

"Yo le mentía diciendo que nunca la iba a dejar tener novio porque así su novio sería siempre yo. Y ella sonreía. Y mi mujer sonreía… y cuando Marta murió, no sonreímos más y cada uno e hundió en sus propios demonios. Al final, nos divorciamos entre lágrimas… Puta vida"

"Tranquilo… todo eso ya pasó".

*****

La extraña pareja caminó durante horas por las calles de la ciudad.

"¡Oh, vaya! ¿Viste qué hora es?"

"No es tan tarde… queda tiempo aún para una copa… ¿no?"- dijo la joven.

"A estas horas una muchachita como tú debería estar en casa."

"¿En casa de quién?"- inquirió Niña Lucía con una sonrisa. Ricardo la miró extrañado. Sabía que se proponía algo pero no lograba adivinar cuál sería su próximo paso.

"¿A qué te refieres?"

"Siempre podemos tomar la copa en tu casa…"

*****

Niña Lucía no se despegó de Ricardo en todo el camino. Afortunadamente, habían paseado prácticamente en círculos durante toda la noche y no se habían alejado de la casa de Ricardo.

"Sólo una copa, ¿Verdad?"- avisó el taxista, abriendo la puerta de su casa.

"Sólo una copa."

III. 40 años de diferencia. PX

Dos vasos de cubata vacíos reposaban sobre la mesita auxiliar del salón. Ricardo y Niña Lucía se miraban fijamente a los ojos, cada uno sentado a un lado de la diminuta mesa.

"Oh… ¿Cómo puede ser tan hermosa?"- dijo el hombre, acariciando con la yema de los dedos el rostro aniñado de Lucía.

"Si te acercas, te lo digo…"- suspiró la joven. Aquellas manos eran suaves, ligeras y rápidas, como las poesías que escribían.

Ricardo se inclinó más sobre la mesita de cristal. Sabía lo que iba a hacer, y aunque en su fuero interno, una voz intentaba detenerlo, Niña Lucía emanaba una especie de halo de influencia mucho mayor.

El beso no fue un beso lascivo, pasional, húmedo. Fue suave y romántico, donde los labios fueron más importantes que las lenguas. El bigote del hombre le arrancó unas leves cosquillas a la joven sobre su labio superior.

Niña Lucía saltó la pequeña mesita y se sentó al lado de Ricardo, que la abrazó con ternura.

"¿Eres muy bueno, sabes? No suelen portarse así conmigo…"

"Tranquila, niña…"- decía el hombre, acariciándole los hombros desnudos.

"Ricardo…"

"¿Sí?"

"Quiero que me hagas el amor."

Ricardo se asombró ante aquella confesión.

"P-pero… no tienes por qué hacerlo, no te he contratado como puta."

"Lo sé. Digamos que ya no eres mi cliente, que mi ‘turno’ ha terminado. Quiero que me hagas el amor como mujer, no como chica de Natural."

Ricardo sintió clavarse en sus ojos esos dos enormes luceros verdes con los que Niña Lucía lo miraba. No podría negarse a un rostro tan angelical aunque quisiera.

"No estaría bien… te saco casi cuarenta años."

"No quiero que me digas lo que estaría bien o lo que no estaría bien… quiero que me digas si quieres hacerme el amor."

Niña Lucía evitaba usar la palabra ‘follar’. No quería follar. Quería hacer el amor, redescubrir la sensación de dos cuerpos que se unen con más romanticismo que lujuria.

*****

Ricardo la desvestía con casi adoración. La camisetita de tirantes desveló una delgada cintura, y un sujetador con relleno para que le joven aparentara tener más pecho que con el que la naturaleza la había obsequiado.

La mini vaquera siguió el mismo camino que la camiseta y Ricardo dejó a Niña Lucía con sólo la ropa interior.

"Dios mío… si pareces una niña."

"Pero no lo soy, Ricardo… Soy una mujer que quiere hacer el amor contigo…"- respondió Niña Lucía, con seguridad, antes de besar suavemente al hombre.

El beso terminó por despertar del onírico letargo en que Ricardo parecía estar sumido. Cogió a Niña Lucía y la tumbó con suavidad sobre la cama. Le quitó las braguitas y abrió sus piernas para meter la cabeza entre ellas.

"No."- pidió la joven.- "Sólo hazme el amor… por favor…"

Ricardo sonrió y se empezó a desvestir. ¿Quién le iba a decir a él, con sus varios kilos de más, su incipiente calvicie, su voz nasal y discordante, que una jovencita hermosísima le iba a pedir que se fundiera con él? Sólo esperaba que su amigo no sufriera uno de los achaques de la edad. No. Afortunadamente, se mostraba erecto y soberbio.

La propia Niña Lucía se quitó su sujetador con relleno, mostrando sus dos pechos mínimos y sus apuntados pezones.

"¿Quieres ponerte tú arriba?"- preguntó Ricardo mientras se subía a la cama.

"Tranquilo, no me harás daño"- respondió ella, adivinando los temores del hombre. Niña Lucía parecía tan tierna, tan frágil, tan niña con sus pechos pequeños que parecían aún sin crecer.

El hombre dirigió su erecta polla al depilado coño de la joven, quien lo aceptó con un suspiro. Ricardo comenzó a bombear, tratando de repartir su peso sobre los brazos para que Niña Lucía no tuviera problemas con su cuerpo, mientras miraba a la joven a los ojos.

Dos pupilas verdes. Ojos verdes, pelo rubio…

Niña Lucía gemía y sonreía, mirándolo también a los ojos como si, más que los sexos, la penetración se hiciera mediante la mirada. Ricardo trataba de poner en práctica todos sus años de experiencia para hacer gozar a la joven y, por los gemidos de ésta, lo estaba consiguiendo.

"Cambiemos de postura…"- dijo Ricardo, cuyos brazos ya temblaban a causa del esfuerzo de soportar todo su peso durante varios minutos.

El bigotudo taxista se tumbó sobre las sábanas y Niña Lucía se encaramó a él. Con suavidad, dirigiendo con una mano la erecta y húmeda polla sin condón del hombre, fue descendiendo sobre ella.

Las piernas de Niña Lucía se estremecieron involuntariamente en relámpagos de placer mientras se empalaba con la polla de Ricardo. Puso ambas manos sobre el abultado vientre del hombre y comenzó a cabalgarlo con movimientos lentos, sensuales, de adelante hacia atrás, haciendo que su polla se deslizara por las humedades de su coñito.

Ambos dos no dejaban de mirarse a los ojos. La cara de Ricardo se contraía entre el placer y la emoción, y, después de que sus manos abandonaran los pechos nimios de Niña Lucía y subieran hasta su rostro, la joven tuvo una revelación.

Siguió cabalgando, contrayendo los músculos de su vagina para darle más placer a aquel maduro taxista que tan bien se había portado con ella.

"Dilo."- suspiró la niña-mujer.

"¿el qué?"- respondió él, sin mostrar ni un gesto de extrañeza en el rostro, mirando los ojos verdes de la adolescente mientras su polla seguía yendo y viniendo en ese joven coño.

"Di el nombre…"

"Lucía…"- respondió casi automáticamente el hombre, mientras sus manos resbalaban hasta las suculentas caderas de la joven.

"No..."-Niña Lucía jadeaba, le era imposible controlar la respiración.- "Di el nombre que… que estás pensando… Sí… el nombre que te viene… a la… a la cabeza… mientras me miras y me follas…"

Por primera vez desde que habían empezado a follar, el rostro Ricardo mudó a la sorpresa. Era imposible que le leyera al pensamiento tan fácilmente.

"Dilo…"- repitió, en pleno gemido, la pequeña rubia.

"Marta…"- gimió el hombre, sintiendo como su propio corazón se acompasaba al de la niña que se follaba.

"Dime que me quieres… papá…"- suspiró Niña Lucía, llevando el juego más allá de donde jamás pensó.

"Te quiero, te amo, Marta, te quiero…"

"Repite… mi nombre…"- Niña Lucía había comenzado a moverse más rápido. Sentía la polla de Ricardo latir en su interior. Lo sabía, estaba a punto de correrse.

"Marta"- suspiró Ricardo, y se corrió.

Llegó al orgasmo mientras Niña Lucía se veía obligada a volver a fingir el suyo. No quería hacerlo sentir culpable más de lo que se sentiría… Chorros de semen inundaron el coño de la joven, mientras gritaba de un placer que, sin ser fingido, era mucho menor de lo que hacía aparentar.

*****

"¿Por qué lo he hecho? Soy un monstruo…"- se maldecía Ricardo.

"No lo eres. No has follado. Has hecho el amor. Amabas tanto a tu hija que te hubiera encantado verla disfrutar así, pero no te excitaba eso… sólo amabas…"- trataba de calmarlo Niña Lucía.

"Es extraño… ahora que lo pienso… muchas veces… con algunas mujeres… me acordaba de Marta…"

"La amabas tanto que el dolor que te causó perderla llenó todo tu amor. Sólo eras capaz de amarla a ella y, si alguna vez quisiste amara a una mujer, no amabas más que a las cosas de Marta que veías en ella… pero era una relación puramente de sentimiento. Una relación hermosísima, sin ganas de sexo. Ojalá yo pudiera sentir una relación así…"- dijo Niña Lucía.

"Eres muy especial, pequeña. Lista y guapa como la que más… Deseo de corazón que todo te vaya bien… Toma, para ti…"- Ricardo se inclinó sobre su mesita de noche y extrajo una billetera y, de ella, unos billetes.

"No, los pagos directamente a la agencia… Es más seguro para nosotras."

"Ya lo sé… no es un pago por el trabajo… simplemente es un regalo por ser como eres."

"¿Me cambias el dinero por un paseo en taxi?"- sonrió Niña Lucía.

*****

Niña Lucía sacó las llaves mientras Ricardo se iba en su taxi de nuevo a casa. Pasaban de las cuatro de la madrugada y las calles estaban desiertas. La llave del portal tembló ante el ojo de la cerradura.

Sabía que le esperaba una buena bronca con sus padres. Gritos, frases de siempre, lágrimas, castigos…

No. Había una salida más fácil.

Encendió el móvil y vio más de 40 llamadas perdidas entre las de sus padres, las de Ángela (posiblemente contactada por sus progenitores) y las de Joan (contactado por Ángela).

Buscó en la agenda y llamó a un número. No le gustaba tener que despertarla, pero era necesario.

El móvil sonó. Perfecto, estaba encendido, no trabajaba esa noche.

"¿Quién coño llama a estas putas horas?"- la voz era ronca y soñolienta, pero aún así, Niña Lucía adivinó entre ellas el tono de Natalia.

"Natalia, por favor, soy Niña Lucía… ¿Puedes venir a por mí?"

"¿A dónde? ¿Qué coño ha pasado? ¿Te ha pasado algo?"- La voz de Natalia se aclaró repentinamente, fruto de la sorpresa y la preocupación.

"No… no ha pasado nada pero… ¿Puedo pasar una temporada en La Casa? No quiero volver a la mía…"- las lágrimas empezaron a brota de los ojos de la adolescente y Natalia las escuchó.

"Tenemos que hablar seriamente. Voy para allá en la moto. ¿Dónde estás?"

 

 

Niña Lucía (Ahmed): http://www.todorelatos.com/relato/58426/

Categoría: Interracial

La moto de Natalia, más silenciosa que de costumbre, frenó ante la parada del autobús que había frente al portal de Niña Lucía. Allí, sentada, tiritando de frío, la esperaba la quinceañera.

"Sube."- la voz de Natalia era seca y cortante. Ni siquiera le dio casco a la adolescente. Tampoco ella llevaba.- "Ahora me vas a explicar qué coño pasa"

Niña Lucía subió y se agarró de las caderas de Natalia, que estaba extrañamente tensa. La moto arrancó suavemente, y la pequeña rubia comenzó a hablar.

"No quiero volver a casa. No quiero broncas, no quiero gritos… mis padres vivirán más felices si me voy por mi cuenta."

"Vete a la mierda, princesita… Tienes dieciséis años y te equivocas. Normalmente son dos cosas que van juntas. Vas a dormir esta noche en La Casa. Pero no será para siempre. ¿Y sabes por qué? Porque acabarás deseando volver a tu casa, a tu cama y con tus padres. Yo sé lo que escapar a los dieciséis y, permíteme un consejo, las pasas putas."

"¿Entonces me puedo quedar en La Casa de Las Chicas?"

"Sólo hasta que todo se arregle. ¿Entiendes?"

"Entiendo."- asintió la joven, justo antes de que algo comenzara a vibrar en el bolsillo de su minifalda.- "mi madre…"- Niña Lucía torció el gesto al mirar la pantalla del móvil.

I. "Su hija estará bien. Lo prometo."

"Contesta"- ordenó Natalia.

"No quiero… ¿Qué le digo?"

Natalia aparcó la moto junto a la acera y cogió el móvil de las manos de Lucía. Sin darle tiempo a la rubia a reaccionar, descolgó y le puso el aparato en la oreja a la rubia.

"¡Lucía! ¿Dónde estás? ¿Qué te ha pasado? ¡Lucía! ¿Estás ahí?"

"Responde, Luci…"- le instó, nuevamente, Natalia.

"Tranquila, mamá, estoy bien…"- balbució Niña Lucía.

"¿Dónde estás? Tu padre y yo estamos muy preocupados y…"

"Vale ya, mamá, no voy a volver a casa."

"¿Qué?"

Natalia alejó el teléfono de Niña Lucía y se puso ella a hablar.

"¿Señora Cortés?"

"Sí… ¿Quién es?"

"Soy una amiga de su hija. Ahora mismo está confusa, está perdida y no quiere volver a casa."

"Pero…"

"Por favor, déjeme seguir…"- dijo Natalia. Su tono era suave, pausado y muy diplomático, muy alejado del habitual tono borde y despreocupado que solía usar.- "Lucía ahora mismo necesita un tiempo para evadirse. Vivirá conmigo y con unas amigas una temporada, hasta que esté lista. No se preocupe usted de nada, yo me encargaré de que vaya todos los días al instituto y que siga una vida normal. Sé por lo que está pasando y sé también lo que necesita y los errores que no ha de cometer. Le pido comprensión y que confíe en mí. Se lo prometo, su hija estará bien. Y volverá a casa."

"Un… un momento… mi marido quiere hablar con usted."

Natalia comenzó a caminar por la acera, mientras Niña Lucía seguía callada, mirando al suelo y apoyada en la motocicleta de la morena. Durante largos e interminables minutos, Natalia habló con los padres de Lucía, y el móvil saltaba de la mano de Jorge a la de Luna y viceversa… Así, hasta que al final, los terminó convenciendo. Al menos en parte.

"Miren… mañana iré yo a por la ropa y otros enseres de Lucía. Entonces lo podremos hablar seriamente, descansados, y cara a cara. Dejen que, este noche al menos, Lucía duerma en mi casa."

"Está bien, entendido."

*****

Niña Lucía se dejó caer sobre las camas de una de las salas de la Casa de las Chicas. Flotaba una aroma casi subyacente de sudor y sexo, pero no le importó. Estaba muy cansada y necesitaba reposar. No tardó en caer dormida, directamente sobre las sábanas y aún vestida.

En la puerta de la habitación, se dibujaron dos figuras bajo el dintel.

"¿Se va a quedar mucho tiempo aquí?"- Preguntó Vanessa, una de las veteranas que había preferido pasar la noche allí después de un trabajo.

"No lo creo. Sólo está confusa. Como todas a su edad."- respondió Natalia, antes de cerrar la puerta, dejando a Niña Lucía durmiendo plácidamente.

*****

Niña Lucía se levantó pasado el mediodía. Bajó al primer piso de la Casa y sólo encontró a Vanessa, viendo una de las muchas bazofias televisivas de un sábado por la mañana, vestida únicamente con unas bragas y una camiseta.

"¿Dónde está Natalia?"

"Ha ido a tu casa. Comerá allí."

*****

Natalia volvió a La Casa pasadas las 6 de la tarde. Traía consigo una bolsa de deporte llena hasta los topes.

"Todo aclarado, Lucía…"- dijo Natalia, dejando la bolsa de la joven rubia sobre el sofá.- "Te quedarás hasta que quieras volver. Pero a partir de ahora, mientras estés aquí, cobrarás menos por los trabajos que hagas. Parte de ello servirá para pagarte la estancia."

"Entiendo. Me parece bien."

"Fenomenal. Ahora, sube, y haz los ejercicios que te mandó el profesor de física."

Lucía sacudió la cabeza confusa. Sus padres normalmente no sabían los deberes que llevaba.

"Además de con tus padres, he hablado con Ángela y con Joan, ellos me contarán cómo vas en el instituto. Y te lo prometo. No tengo mano dura sólo con el sado."

En cualquier otra ocasión, Natalia habría añadido una sonrisa a su discurso. Ahora no. Niña Lucía ni abrió la boca, asintió con la cabeza y extrajo de la bolsa que Natalia había traído una mochila con todos sus bártulos del instituto.

"Tu habitación será la sala 13. Es la que menos se usa."- oyó Niña Lucía decir a Natalia mientras la pequeña rubia subía las escaleras.

*****

Le costó terminar los ejercicios sobre movimiento circular uniforme. Tardó bastante en concentrarse, a pesar que la habitación era posiblemente el sueño de todos los expertos que clamaban por un buen lugar de trabajo. Ordenada, bien iluminada, con un escritorio y un asiento cómodos… Cuando, finalmente, terminó la hoja, lo guardó todo en la cartera y bajó las escaleras. Con algo de suerte podría tomar el sol en la piscina.

II. Eres buena

"¡Natalia! La voz de Gloria resonó por el pasillo. ¡Han llamado los Lauria!"

Natalia tardó muy poco en abandonar la salita y atravesar el corredor, pasando por delante de Niña Lucía, que bajaba en ese momento por las escaleras del segundo piso.

"¿Cuándo?"

"Mañana por la noche."

"Mierda, yo no puedo, joder, tengo sesión con Carlos."

"También han pedido a Ahmed."

"Joder, y encima me pierdo a Ahmed… ¿Quién está libre?"

Niña Lucía se había acercado a la sala donde las dos veteranas hablaban.

"Pilar"

"No les gustan pelirrojas."

"Ya sé que no les gustan pelirrojas. Pero sí con piel lo más blanca posible. Bueno, tú eres la excepción que confirma la regla. Y Susana sabes que no trabaja sábados. Nos quedan Mariló, Magda y Paula, porque Carol está con la regla"

"Mariló no sabe moverse con un tío, Paula es demasiado falsa y Magda creo que hoy se iba al pueblo con sus padres. Joder… si les enviamos una morena que no sea yo nos van a pagar menos. Mierda. Llama a Carlos, dile que no voy a poder ir."

"Yo puedo ir."

La voz de Niña Lucía sorprendió tanto a Natalia como a Gloria.

"Ni de coña. Eres demasiado nueva…"- replicó Gloria, mientras Natalia examinaba el cuerpo de Niña Lucía.- "Nat, ¿No estarás pensando lo que yo creo?"

"Creo que lo podría hacer bien."

"Natalia, los Lauria son los que más pagan. Como la caguemos, vamos a perder un cliente de miles de euros al año."

"lo sé, lo sé… Pero sé que la niña lo podría hacer bien. Además, es precisamente el tipo de chica que buscan los Lauria"

"Sí. ¿Qué tengo que hacer?"- Niña Lucía se revistió de firmeza, y sus ojos verdes destellaron con confianza.

Ni siquiera Gloria se pudo sobreponer al impacto de los ojazos de la rubia.

"Follar. Sólo eso. Follas con uno de los chicos de la casa mientras una pareja os mira. ¿Alguna vez has follado en rollo exhibicionista?"

"No. Pero me gusta la idea…"- añadió Niña Lucía con una sonrisa.

"Perfecto. Mañana a las cinco vendrá Ahmed con su coche. Iréis juntos a la casa de los clientes. Tú sólo haz lo que te pidan. Si necesitas ayuda, Ahmed ya lo ha hecho varias veces. Él te ayudará. ¿Alguna pregunta?"

"Sí. ¿Cuánto le mide al moro?"

Natalia soltó una sonora carcajada.

"Me gusta tu estilo, pequeña… me gusta mucho."

*****

La noche cayó rápidamente en la ciudad y Niña Lucía terminó el día con un relajante baño en la piscina, completamente desnuda. Eran las once de la noche cuando subía a su habitación tal y como vino al mundo.

"Lucía… ¿Ya te vas a dormir?"- preguntó Natalia, al verla pasar desnuda ante la puerta de la sala.

"Sí."- Lucía aparentaba casi un ángel, con la piel brillante y el pelo, en corta melena rubia, húmedo. Natalia no podía apartar sus ojos del sexo depilado, de apariencia infantil, como toda ella, de Niña Lucía.- "Aunque si quieres me puedo quedar un rato contigo…"

Natalia sonrió e hizo un sitio en el sofá.

*****

Los dedos de la mujer se movían con presteza y habilidad en el interior de Niña Lucía, que se retorcía y estremecía de placer. Los jadeos eran la única forma de respiración que la rubia parecía tener, y sus ojos se llenaron de lujuria.

Se escapó de la mano de Natalia y colocó su cabeza entre las piernas de la morena.

Su lengua salió y lamió arriba y abajo el clítoris de la morena, que tembló de goce.

Los dedos finos y largos de Lucía se sumaron a la fiesta y, mientras el índice y el corazón de la mano izquierda se hundían en el interior del coño de Natalia, los mismos de la mano derecha hacían lo propio en el ano de la morena.

Las caderas de Natalia iban adelante y atrás, gemía y sus pechos se hinchaban y deshinchaban con su respiración.

Se acariciaba los pezones mientras Niña Lucía la masturbaba, la lamía, hacia de su cuerpo una amalgama de placeres.

No tardó en correrse escandalosamente. Llevada por la pasión, agarró a Lucía y, directamente tirándola sobre el suelo, comenzó a masturbarla y a besarla con lascivia.

Niña Lucía gemía cada vez más y más alto. Abrazó la mano de Natalia con sus muslos mientras su sexo destilaba flujo y ella gritaba como loca. Engarfió sus dedos sobre la espalda de la morena, arañándosela con cuatro líneas rojas por lado.

Luego, gritó y se tensó.

"eres muy buena, Natalia…"- dijo Niña Lucía con voz cansada y la mirada casi perdida todavía.

Sin esperar respuesta, se levantó lentamente y se dirigió a la puerta.

"¡Ey, Luci!"- le gritó la morena. Cuando la frágil rubia se volvió, añadió.- "Tú también eres muy buena… fingiendo. ¿Por qué has fingido el orgasmo?"

Niña Lucía tragó saliva, bajó la mirada avergonzada, se giró nuevamente y reemprendió su camino fuera de la sala sin decir una sola palabra.

No le fue fácil dormirse.

*****

Despertó pronto, para ser un domingo. A las nueve de la mañana estaba en pie. Pasó el día ayudando a Gloria y Natalia a limpiar la casa y cambiar las sábanas de las camas. Eso, en una casa con más de dos decenas de camas, acaba por cansar casi como una maratón de sexo. Al menos, eso pensaba Niña Lucía que, tras comer, se abandonó a una relajante ducha.

En esas estaba cuando entró Gloria en el baño, sorprendiendo a la pequeña rubia bajo el incesante chorro de la ducha.

"Hola, Gloria…"- saludó con una sonrisa Lucía.

"Toma, usa este gel. Es perfumado. A los Lauria les mola el aroma que tiene."- Niña Lucía se echó una buena cantidad por la mano y la comenzó a extender sobre su cuerpo. Gloria continuó los consejos- "No te pongas un perfume fuerte, y yo de ti me llevaría un botecito de lubricante. Lo de Ahmed es un pollón. Tienes que cuidar muchísimo los detalles. No vamos a permitir, a partir de ahora, que por ejemplo vayas a un restaurante fino con una minifalda vaquera."

La frialdad de la mujer extrañó a la joven. Además, le sorprendió que supiera la ropa que llevaba en la cita del viernes con Ricardo.

"Sí, sabemos lo que hacéis al detalle. De vez en cuando, mandamos a una chica o a un chico a controlar lo que hace una nueva adquisición. Para controlaros."

Niña Lucía hizo un gesto de resignación y apagó el chorro de la ducha.

"¿Puedes pasarme la toalla? Gracias".

*****

A las cinco menos tres minutos, el coche de Ahmed arrancaba desde la Casa de las Chicas. Ahmed era un marroquí alto, de piel muy morena y rasgos angulosos y atractivos. Llevaba el pelo corto, y, lo que en principio parecía una desastrada barba de tres días, de cerca era un vello facial especialmente cuidado para que diera esa apariencia.

Ahmed hablaba con fluidez el castellano, de forma que Niña Lucía pudo conversar con él durante todo el viaje. La joven, nueva en esta experiencia que Natural Escorts le ofrecía, estaba doblemente excitada, mientras que el marroquí parecía tranquilizadoramente sereno. Niña Lucía no dejaba de hablar, preguntar, interesarse sobre lo que Ahmed contaba, siempre poniéndole mucha atención a esa voz suave con acento exótico.

"¿Podrías escribirme algo en árabe?"- dijo Lucía cuando Ahmed frenó el coche ante un imponente edificio del centro de la ciudad.

"Por supuesto"- respondió Ahmed, y rebuscó en la guantera hasta dar con un rotulador negro.

Se inclinó sobre Lucía y, agarrándola suavemente del brazo, escribió sobre él algo que a la pequeña rubia le pareció simplemente un hermosísimo adorno caligráfico.

"¿Qué pone?"- preguntó Niña Lucía, observando esa línea negra que subía y bajaba levemente custodiada por un par de puntos.

"Lo más hermoso que se me ha podido ocurrir"- respondió Ahmed, y sonriendo con una sonrisa de una blancura reluciente, salió del coche y, dándole la vuelta, abrió la puerta del asiento del copiloto donde estaba Lucía.

Un minuto después, subían en el ascensor camino a la casa de los Lauria.

III. Los Lauria.

Los Lauria resultaron ser un joven matrimonio, ella arquitecta, él abogado, dados al vicio sexual y a todos los demás excesos de la jet-set, incluidas las rayas de cocaína que esnifaron tras cenar. Ahmed y Niña Lucía las rechazaron cortésmente ante la sonrisa de sus anfitriones.

La sobremesa se iba alargando y Niña Lucía no podía esperar. Apretó disimuladamente bajo la mesa el muslo derecho de Ahmed con nerviosismo, y el africano lo entendió.

"¿Qué tal si follamos?"- dijo, súbitamente.

*****

La cama estaba iluminada por un par de lámparas de bajo vatiaje, cada una de un color, que hundían las sábanas en un peculiar baile de luces de colores.

En el fondo, en una zona de la habitación en penumbra, había un par de sillones que los Lauria no tardaron en ocupar. Junto a la cama, sobre un robusto trípode, una cámara de video permanecía encendida.

Niña Lucía observó la sala con detenimiento. Tras ella, estaba Ahmed, sonriendo mientras le rozaba los hombros con ambas manos, en una caricia que a la rubia le costó más de un estremecimiento.

Finalmente, en un gesto tan suave como iban siendo las caricias, Ahmed hizo que el vestido de Niña Lucía, regalo de Natalia, cayera al suelo.

El sujetador (un elástico sujetador de niña-mujer) no ocultaba gran cosa, y la rubia escuchó un gemido femenino desde las penumbras de la habitación.

"Pareces una niña…"- dijo Roberto Lauria con voz ronca de excitación. Había en su tono una leve complacencia, y absolutamente nada de reprimenda. Le gustaba que pareciera tan niña.

Ahmed besó en el nacimiento del cuello a Niña Lucia y, de no ser porque también la agarraba de las delgadas caderas, a la joven posiblemente le hubieran fallado las piernas. Los labios calentísimos de Ahmed la transportaron a otro mundo.

"Desnúdala y llévala a la cama"- ordenó Roberto.

Ahmed, como el más complaciente de los esclavos, obedeció y le quitó el sujetador a la joven. El agresivo tanga que Niña Lucía llevaba siguió el mismo camino y, tras quitarse ella los zapatos con los pies, Ahmed la levantó en vilo y la llevó sobre el lecho, con una asombrosa suavidad.

Niña Lucía tembló de excitación. Ahmed se subió de rodillas sobre la cama y la joven vio el bulto que empujaba la pesada tela de sus vaqueros.

Desabrochó el botón de los jeans con manos firmes, y el slip se levantó súbitamente vencido por la portentosa herramienta de Ahmed.

Niña Lucía bajó pantalones y ropa interior hasta las rodillas y, mientras el propio marroquí se desabrochaba la camisa, la pequeña rubia se lanzó a por la enorme verga que había descubierto.

Los colores de las luces parecían estar ideados para resaltar aún más el contraste de las dos pieles. El moreno de Ahmed parecía aún más oscuro y la piel de su adolescente compañera todavía más pálida.

Los delicados labios de Niña Lucía envolvieron la larga y curva polla de Ahmed, que gimió de placer sintiendo la lengua de Niña Lucía desenvolverse con arte sobre su glande.

La cabeza de Lucía iba adelante y atrás, y sus cabellos rubios contrastaban con el negrísimo vello púbico de Ahmed.

"Cómele el coño…"- ordenó Sofía Lauria. No es que hubiera adoptado el apellido de su marido. No. Ella era mujer, amante y hermana de Roberto.

Ahmed obedeció. Tras desnudarse completamente, apartó los labios glotones de Niña Lucía de su polla y, tras darle un largo y candoroso beso, la empujó hacia atrás, hasta que su rubia cabellera cayó sobre la almohada.

El marroquí abrió las piernas de Niña Lucía y se le ofreció una sabrosa granada entre ellas. Acercó su boca y puso todo su empeño en que labios y lengua hicieran derretirse a Niña Lucía, que no tardó en comenzar a gemir.

Durante unos pocos minutos, la yema de los dedos de Ahmed, sus labios y su lengua se aprendieron toda la piel de Niña Lucía, mientras que, de vez en cuando, del fondo de la habitación llegaba un gemido, masculino o femenino, o algún susurro en voz bajísima.

"Follad"- la voz de Sofía no dejaba lugar a réplica. Los gemidos de Niña Lucía se interrumpieron durante el tiempo que tardó Ahmed en cambiar de postura y apuntar su glande entre los carnosos y húmedos labios de la joven.

"¿Cabrá?"- preguntó Ahmed sin atreverse a mover las caderas y empalar a la rubia con su largo instrumento.

Como única respuesta, mientras se colgaba con ambas mano de la nuca del marroquí, la pequeña española movió sus caderas hacia la erecta verga de Ahmed, que dirigió su polla y sintió cómo lentamente se iba hundiendo en el estrecho conducto que formaba el coñito de Niña Lucía.

Siseó la rubia. No había necesitado el lubricante que Gloria le había ofrecido. Los propios labios de Ahmed la habían lubricado de flujo y saliva.

Las pieles, una morena, otra blanca, se juntaron más y más. La polla del marroquí iba llegando más y más lejos, mientras Niña lucía se abandonaba a aquél ariete que la inundaba más adentro que cualquier otro.

Finalmente, el choque de caderas coincidió con un gritito a medio camino entre placer y dolor de Niña Lucía.

El hombre comenzó a moverse. El coñito de Niña Lucía empezaba a amoldarse a aquel vasto invasor y, cada vez más lubricado, empezaba a permitir el deslizamiento de la enorme polla con más facilidad.

Cada vez que la polla de Ahmed se hundía hasta el fondo, Niña Lucía gemía a todo volumen y ya no se llamaba Lucía.

Follando con Ahmed y su enorme polla marroquí, la joven rubia se sentía Soraya. Soraya recibiendo los pollazos de Boabdil, la esposa favorita de todo un rey con un harén a su disposición. Porque era ella especial y, quizá en otra vida, hubiera sido Soraya. O simplemente una mora que follaba con su marido y gozaba con ello.

Lo único que sabía es que la polla de Ahmed le llenaba, de tan grade que era, y se olvidó que la grababan, que Roberto y Sofía, hermanos, matrimonio y amantes, se masturbaban mutuamente.

Cambiaron de postura. Ahmed se tumbó boca arriba. Niña Lucía lo montó como la mejor de las amazonas. La polla del marroquí taladraba sus entrañas mientras ella subía y bajaba, apoyándose con ambas manos sobre el torso moreno, casi negro, de Ahmed.

En esa postura, vio la palabra árabe que él le escribió sobre su brazo. No sabía lo que significaba, pero le resultaba hermosa. Seguramente, su pronunciación también lo fuera, o tal vez sonaba como alguno de esos murmullos en su lengua natal que Ahmed profería mientras se la follaba.

El marroquí se medio incorporó. Besó con lascivia a Niña Lucía mientras ésta abrazaba al moro con las piernas para favorecer la penetración, que ahora llevaba a cabo con un simple y rápido movimiento de caderas. Y aunque ahora la polla no llegaba tan hondo, su clítoris se frotaba con el pubis del marroquí, su clítoris rojizo contra su morena piel.

Gemía Niña Lucía y comenzó a jadear Ahmed. Sofía estaba empezando a gritar y Roberto se había corrido un par de minutos antes.

El marroquí susurró algo en árabe al oído de Niña Lucía que la joven no entendió, aunque no le importase. Luego Ahmed dijo "me voy a correr", en un español con un acento aún más marcado.

Los blancos dedos de Niña Lucía se apretaron en las robustas y cobrizas espaldas de Ahmed mientras sus labios dibujaban en el oído del marroquí un "córrete" que a Ahmed le sonó como la más bella de las aleyas del Corán.

La polla de Ahmed latió y vomitó borbotones de semen en el interior del coño de Lucía, que gritó de placer, tratando de no ocultar con los suyos los chillidos de Sofía, que, en su sillón, se corrió escandalosamente.

*****

"Ha sido una sesión casi perfecta. ¿Cómo te llamas, chiquilla? Tal vez para la próxima quiera que vuelvas."- Dijo Roberto, mientras firmaba el talón que luego le entregó a Ahmed.

"Llámame Niña Lucía."

"Nos volveremos a ver, Niña Lucía"- dijo Sofía, mientras sobaba la polla de Roberto sobre el pantalón.

Tanto Ahmed como la rubia adolescente ya estaban en el rellano de la escalera. Cuando el ascensor llegó, y mientras entraba en él, Niña Lucía tuvo una suerte de revelación. Ahora, Sofía y Roberto follarían salvajemente visualizando el vídeo que habían grabado con ella y Ahmed. Le gustó la idea.

*****

Niña Lucía llegó a la Casa de las Chicas y se tomó la pastilla anticonceptiva de rigor. Encontró a Natalia en el piso superior, en las duchas.

"Natalia, tengo algo que decirte…"

"Dime"

"Tengo un problema… no sé qué me pasa, y tengo miedo…"

"Cuéntamelo"

"Verás…"

 

 

Niña Lucía (Un mal sueño): http://www.todorelatos.com/relato/58702/

Categoría: Control Mental

Niña Lucía llegó a la Casa de las Chicas y se tomó la pastilla anticonceptiva de rigor. Encontró a Natalia en el piso superior, en las duchas.

"Natalia, tengo algo que decirte…"

"Dime"

"Tengo un problema… no sé qué me pasa, y tengo miedo…"

"Cuéntamelo"

"Verás…"

Niña Lucía tomó aire. No sabía muy bien cómo continuar. Su jefa y amiga le pidió una toalla y la pequeña rubia, antes de continuar, se la entregó.

"No sé muy bien cómo decir esto… a lo mejor es una estupidez… pero me está rayando y…"- dijo Niña Lucía mientras Natalia se secaba el pelo.

"Luci, suéltalo ya. ¿Pasa algo? ¿Hay algún problema?"

"Sí… no…"- se contradijo.- "Es sólo que… Hace tiempo que no puedo llegar al orgasmo."

Natalia, aún desnuda, detuvo su ritual de secado y miró fijamente a Niña Lucía. La rubia miraba al suelo avergonzada, lo que aniñaba aún más su rostro.

"¿Ves? Eso es un problema. No para el trabajo, pero sí para ti. Y de los gordos. Esta noche voy a dormir contigo. Si no llegas al orgasmo, te contrataré una cita. Y tranquilízate. Suele pasar mucho. Sobre todo a chicas como nosotras"

"¿Una cita? ¿Con quién?"

"Con el psicólogo, nena… esto es un problema de aquí…"- Natalia golpeó con la yema de su dedo índice en la frente de Niña Lucía.-"No de aquí."- diciendo esto, su mano bajó y se posó sobre la cremallera de los vaqueros de la rubia.

I. El psicólogo.

Nada. Ni todo el arte de Natalia había conseguido arrancar un orgasmo a Niña Lucía, que se había pasado toda la noche perdida en el placer inmenso que le causaba la escultural morena, pero sin llegar a correrse en ningún momento. Finalmente, Natalia se dio por vencida, no sin antes permitir a su compañera que le comiera el coño hasta correrse. El cuerpecito delgado de la rubia y sus gemidos de placer la habían puesto muy cachonda. Natalia le susurró a Niña Lucía un "Mañana por la mañana llamo al psicólogo. No te preocupes… verás como todo se arregla…" justo antes de quedarse dormida, abrazada al delgado cuerpo de Niña Lucía.

Al principio, Lucía no podía dormirse, estaba perdida en sus cavilaciones y en su próxima cita con el psicólogo. Natalia le había dicho que no era nada raro, pero ella sentía una extraña muestra de pudor y vergüenza al pensar contarle sus intimidades a alguien que no iba a follar con ella. A un simple profesional.

Finalmente, abandonándose a la calidez del cuerpo de Natalia y a su propio sueño, la pequeña rubia de pechos nimios cayó en un sueño reparador.

La despertó la alarma del reloj de Natalia.

"Venga, Luci… que tenemos clase. Ves vistiéndote…"- dijo la morena mientras se levantaba.

"Oh… joder… no tengo ganas de ir a clase."

No se esperaba la furibunda mirada de Natalia.

"¿Recuerdas lo que te dije cuando viniste aquí? ¿Que iba a ser muy dura contigo? Pues bien, me quedé corta. Ahora levántate, dúchate y vístete si no quieres que te mande a la puta calle de una patada en tu precioso culito, niña."

La decidida contestación de Natalia amilanó a la rubia, que asintió rápidamente y salió hacia las duchas.

*****

25 minutos después, Natalia la esperaba en la puerta de la Casa de las Chicas con la moto en marcha. La Veterana había tomado la precaución de coger un segundo casco para ella, que Niña Lucía se colocó sin decir nada antes de sentarse tras Natalia en la moto.

"Esta tarde, al salir de clase, te llevaré al psicólogo. Ha conseguido hacerte un hueco…"

"Joder, Natalia… que no estoy loca… No sé por qué…"

"Ya sé que no estás loca. Pero hazme caso. Es lo mejor."

*****

Niña Lucía estuvo perdida durante todo el día. No apuntó ni una sola de las palabras y fórmulas que los maestros dictaban, respondió con escuetos monosílabos a las preguntas de Ángela y Joan, que le preguntaron sobre su nueva casa.

Comió, con Natalia, en un bar cercano, y la morena trató de tranquilizarla respecto a la cita de esa tarde.

"Luci, pierde cuidado. Es un psicólogo que ya ha ayudado a muchas de las nuestras en momentos así… ¿Por qué te crees que hemos conseguido una cita tan pronto? Natural Escorts es muy buen cliente de este hombre."

"Ya… pero… no sé…"

"Tranquilízate. Es por tu bien. Piensa que es como una visita al ginecólogo."

"Vale, vale… me calmo…"- sonrió la pequeña rubia, y Natalia respondió con un guiño simpático.

*****

La sirena de la clase sonó, dando por acabada la clase de francés y, de paso, la jornada lectiva de un aburrido lunes.

"Oye, Luci, ¿Nos vamos esta tarde a tomar una horchata por ahí?"- preguntó Ángela.

"No, no puedo… tengo… tengo una cita."

"¿Una cita? ¿Con quién?"

"Con… el ginecólogo…"- le mintió en un susurro.

"Ah, bueno…"

Por el final del pasillo, apareció Natalia, caminando a paso firme y luciendo su escultural cuerpo. Si antes era Ángela donde se dirigían la mayoría de miradas furtivas de los alumnos más avispados, ahora era, sin duda, Natalia quien se llevaba todas esas miradas y, de paso, al de algunos profesores.

"Vamos, Luci, que te llevo."- dijo, haciéndole un gesto a Niña Lucía. La dieciseisañera, que aún parecía un poco aturdida, asintió y siguió a Natalia por las escaleras.

*****

"¿Niña Lucía?"- preguntó con voz desganada la recepcionista, y Niña Lucía miró interrogativa a Natalia.

"Es mejor dar tu ‘nombre de trabajo’, así lo hacemos todas."- aclaró la morena.

Niña Lucía asintió y se levantó del mullido sillón de la sala de espera.

"Sí, soy yo."

"Pase, el doctor García la está esperando."

El despacho del doctor García, Ismael García-Trabas, según rezaba la placa a la entrada del edificio y la multitud de títulos que superpoblaban la pared del fondo, era una enorme estancia donde, además de su gran escritorio, un par de cómodas sillas frente a él y el sillón negro donde reposaba el cuerpo del sonriente doctor, había otro sillón y una especie de diván, al estilo de las consultas norteamericanas.

El doctor era un hombre de mediana edad, de pequeña estatura y con unas grandes entradas en su pelo negro como la noche. Vestía una camisa azul a rayas y sobre su chata nariz descansaban unas pequeñas gafas con montura al aire. Por encima de los cristales, Niña Lucía pudo mirarlo a los ojos y descubrió dos pupilas centelleantes que la atravesaban con la mirada.

"vaya… ¿Y tú trabajas donde Natalia? ¿No eres demasiado niña? ¿Ahora también tenéis clientela pederasta?"- murmuró el doctor con un tono de desprecio.

"Soy joven, pero menos de lo que aparento."- respondió Niña Lucía.

"Ya, seguro… ¿Así que tú eres Niña Lucía?"

"Sí."

"¿Cuál es tu nombre verdadero?"

"Lucía."

"¿Y tus apellidos?"

"¿Para qué los necesita?"

"Porque no tienes contrato con Natalia, supongo que porque eres menor de edad. Por lo tanto no puedo usar tu nombre de trabajo en mis archivos."

"Del Solar Cortés"- confesó Niña Lucía.

"Bien, siéntate y explícame tu problema."- dijo, señalando con la palma abierta una de las sillas frente a su escritorio.

*****

El doctor García-Trabas había apuntado unas pocas palabras en una libreta mientras Lucía contestaba a sus preguntas. "Lucía del Solar: Adolescente con periodo de anorgasmia" aparecía subrayado, y bajo ello, una lista de cualidades de niña Lucía que el doctor creía haber averiguado en su charla. "Extremadamente inteligente", "egocéntrica", "desafiante", "manipuladora", "Posible adicción al sexo" esto último subrayado varias veces, y con el "posible" finalmente tachado. "Usa su belleza a su favor, solventando con picardía sus impostaciones físicas".

"Lucía… ¿Pasó algo hace años que te hubiera podido causar un trauma de índole sexual?"- Niña Lucía palideció ante la pregunta a bocajarro del doctor García, que se arrepintió al momento de haberla hecho. No tenía que haberse arriesgado a hacerla tan pronto.

"N-no…"- contestó, dubitativa, Niña Lucía mientras a su mente volvían los recuerdos de cuando no era más que una niña de 11 años y su tío Rodrigo la violaba cruelmente.

"Perdón… no tenía que haberte preguntado eso… Ha sido un error por mi parte. Olvídalo. No soy sexólogo, pero normalmente la falta de orgasmos lo causa el cansancio y la presión. Tómate esta semana de relax. No hagas nada fuera de lo natural. Ves al instituto o al trabajo si lo tienes más allá de Natural Escorts y descansa. Queda con tus amigos, y no te obceques en conseguir el orgasmo si vas a follar con alguien. Sólo déjate llevar… El lunes que viene vuelve a verme y, si no se ha arreglado, intentaremos indagar más…"

"¿Y ya está?"- preguntó Niña Lucía con una sonrisa divertida.

"Por hoy, ya está."

Cuando Niña Lucía salió por la puerta, el doctor García se quedó mirando durante unos segundos su "ficha"… Lucía del Solar Cortés… Del Solar… Del Solar… ¿De qué le sonaba ese apellido?

II. Hipnosis.

Como si hubiera recibido una repentina inspiración divina, Ismael García-Trabas se lanzó a por el teléfono. No necesitaba buscar el número en la agenda. Después de tantas llamadas durante tantos años, se lo había aprendido de memoria. Fue, durante años, su contacto con las timbas ilegales donde iba a dejarse el dinero junto con los empresarios más acaudalados de la ciudad, y los rumores que corrían últimamente por esos círculos eran bastante preocupantes. No obstante, siempre lo consideró un buen colega, su participación en las timbas era siempre anónima gracias a él. ¿Qué diría la gente si supiera que el eminente psicólogo Ismael García-Trabas tenía un problema con el juego?

El teléfono dio dos tonos y, al empezar el tercero, alguien contestó.

"¿Sí?"

"Soy Ismael García-Trabas ¿Me recuerdas?…"

"Ah, cabrón… ¿Vas a pagarme los 12.000 euros que me debes?"

"Me contaron algo de unos problemas tuyos ¿qué tal si te ayudo a solventarlos?… ¿Conoces a una adolescente llamada Lucía?"

"¿Lu… Lucía?"- la voz le tembló al hombre. Ese nombre significaba mucho, muchísimo para él.

"Sí. ¿La conoces?"

"¿Rubia, pequeña, cara de niña, culo de ensueño?"

"La conoces."- sonrió el psicólogo.

Al otro lado de la línea, un hombre de dientes perfectamente blancos sonrió.

*****

Niña Lucía, durante toda la semana, hizo caso al doctor, quedó con Ángela y Joan, fue al instituto cada día e, incluso, fue a comer un día a casa de sus padres, con los que aclaró algunas cosas. El viernes parecía haber vuelto a encontrar la sonrisa. Sin embargo, a pesar de intentarlo martes, viernes, y varias veces durante el sábado, con Joan, Niña Lucía no lograba olvidarse de su necesidad de un buen orgasmo y no conseguía dejarse llevar.

Los consejos del doctor García Trabas no dieron resultado. Niña Lucía seguía sin conseguir un orgasmo. No podía dejar de pensar que había algo dentro de ella que no funcionaba como es debido y la idea no la dejaba disfrutar del cuerpo de Joan.

*****

Una semana después de su primera visita, Niña Lucía volvió a la consulta del doctor.

"¿Así que no ha dado resultado?"

"Ninguno… sigo sin llegar…"- respondió, con un deje de tristeza, Niña Lucía.

"Verás, Lucía… Podemos probar otro tratamiento. Suele ser eficaz, y creo que es la mejor solución para ti."

"¿Cuál es?"

"Hipnosis"

"¡Vamos, doctor! ¡Eso es un cuento! ¿No me irá a decir que usa esas técnicas de ilusionista de segunda fila?"

El doctor García-Trabas estalló en una franca risotada. No sabía bien por qué, pero se esperaba que la pequeña rubia no creyera en la hipnosis.

"Mira, Lucía, la hipnosis es real, y es una herramienta de tratamiento psicológico muy buena, casi tanto como las terapias semanales o cualquier otra estrategia. Obviamente, hay mucho fantoche que no tiene ni idea de psicología y que, por tanto, no sabe ni sabrá hipnotizar."

"está bien… intente hipnotizarme."- dijo Lucía finalmente, recostándose sobre el sillón y apoyando los brazos en los reposabrazos del mismo.

El Doctor García-Trabas la miró y entonces vio lo que ése hombre le había contado que veía en ella. No era su cuerpo, ni siquiera su cara de niña… El atractivo de Lucía recaía en su aura. "Un término muy poco científico, Ismael. Pareces uno de esos casposos de la tele", se recriminó mentalmente el psicólogo.

"Bien, túmbate en el diván, Lucía…"

Niña Lucía obedeció y se recostó sobre el mueble. Luego se puso boca arriba, siguiendo las indicaciones del doctor, y esperó.

Ismael no tardó en colocarse a su lado.

"Cierra los ojos".- ordenó él, y la adolescente puso cara de extrañeza.

"¿No va a sacar un reloj de bolsillo y lo va a hacer oscilar o algo así?"

"No. Ya te digo, esto es hipnosis real."

Niña Lucía, sonriente, cerró los ojos.

El doctor García-Trabas puso su mano escasos milímetros sobre el vientre de Lucía, que aparecía desnudo debido a la distancia entre su minifalda vaquera y su top amarillo. Inspiró. Espiró. La mano le temblaba. Lo que estaba a punto de hacer contravenía todo lo que su profesión defendía. Pero tenía que hacerlo. Debía mucho dinero.

Con suavidad, posó el dedo pulgar sobre la frente de Niña Lucía y palpó suavemente hasta encontrar el sitio exacto. Lucía esbozó una risita.

"Relájate, pequeña, tienes que dejarte llevar, como si fueras a dormir… sólo trata de escuchar mi voz."- mientras hablaba, el psicólogo no dejaba de presionar en pequeños círculos en un punto sobre la cabeza de la muchacha.

Niña Lucía trató de hacerle caso, y no le costó. La suave caricia era completamente relajante y lentamente comenzó a notar como si un velo la envolviese. Sólo escuchaba las palabras del doctor. En la sala, insonorizada para evitar el ruido de la calle, retumbaba cada letra que fluía, tranquila y pausada, por los labios del doctor.

El tiempo pareció estirarse, o encogerse. Algo hizo que los segundos pasaran a otra velocidad, al menos para Niña Lucía, las palabras del psicólogo sonaban distorsionadas y ya no entendía lo que quería decir, sólo notaba la calma, la absoluta tranquilidad en que emanaban. Quiso abrir los ojos y no pudo, como si estuviera tan profundamente dormida que tuviera que realizar un asombroso esfuerzo del que no era capaz si quería despertarse.

Por su mente comenzaron a desfilar imágenes de lo que había sido su vida últimamente. Cuerpos desnudos, de hombres y mujeres, orgasmos, Ahmed, la palabra que escribió en su brazo ("Es lo más hermoso que se me ha podido ocurrir"… era su nombre, Lucía.), recordó a Ricardo y a la pequeña Marta, Iván, Nacho, Pedro, Natalia, Alberto y su grupo, Luis, Ángela, Joan… recordó la fiesta en casa de Luis donde sintió que todo empezó, donde consiguió encandilar a Joan… había pasado mucho en muy poco tiempo…

Perdida en sus recuerdos, en una sarta de imágenes que pasaban frente a sus ojos cerrados, escuchó algo acompañar a las siempre presentes palabras de Ismael.

El sonido distorsionado de unas pisadas. Mocasines que retumbaban en su cabeza y le trajeron a la mente otro recuerdo. Pasos decididos mientras ella se tapaba la cara con la almohada y rezaba para que no llegara. Pasos decididos que salían de la salita anexa para meterse en la consulta del doctor García-Trabas.

Los pasos se acercaban y ella sintió miedo. No le gustaba el sabor del semen en su boca. Sólo tenía once años y no le gustaba el sabor de esa sustancia pastosa que se le quedaba en la garganta y le daba ganas de vomitar. Los pasos se detuvieron.

"¿Está dormida?"- preguntó el hombre al psicólogo.

"¿Estás dormida, princesita?"- le preguntaba el mismo hombre en sus pesadillas.

No. Niña Lucía se aterrorizó. Quiso levantarse y salir corriendo, pero no podía, su cuerpo ya no le respondía, ya no era suyo. Estaba inmovilizada y aquél hombre preguntaba si estaba dormida. No. No estaba dormida. Y de nada le sirvió nunca hacerse la dormida.

Era él. Había vuelto.

"Abre los ojos."- ordenó el psicólogo, y Niña Lucía, automáticamente y sin tener consciencia alguna de ello hasta que pudo ver lo que ocurría, obedeció.

III. Abre los ojos. PX

Niña Lucía quiso gritar cuando se vio de nuevo frente a esos ojos grises. Quiso chillar tan alto que todo el bloque se enterara. Quiso salir corriendo y avisar a Natalia, que estaba en la sala de espera aguardándola, para huir de allí a toda velocidad en su moto. Pero no podía, su cuerpo no le respondía, había dejado de ser suyo para convertirse en una mera muñeca a disposición de aquellos dos hombres.

"Hola, princesita… Te veo muy bien."- dijo, con una sonrisa, Rodrigo del Solar, el tío de Niña Lucía.- "Levántate y desnúdate".- añadió, con una maquiavélica sonrisa.

Estás fresco si crees que te voy a obedecer, hijo de puta. Pensó Lucía.

"Levántate y desnúdate, Lucía"- dijo el psicólogo, y entonces, Lucía sintió el mayor miedo que jamás hubo sentido. Más que cuando tenía 7 años y, jugando en los alrededores del chalet de su tío movió una piedra y una pequeña culebra salió disparada entre sus piernas. Entonces se meó encima. Pero ahora tenía mucho más miedo porque se había levantado y comenzaba a desnudarse, porque en su mente había nacido la idea y quería hacerlo, no sabía muy bien por qué. Pero lo hacía, porque no tenía forma ninguna de negarse a ello, porque por más que buscaba excusas para no hacerlo, no las encontraba, porque desnudarse en ese momento era una sentencia inapelable a la que no podía negarse.

Comenzó por quitarse el pequeño top amarillo, y el más pequeño aún sujetador de niña púber, ese sostén fabricado para no trabar el crecimiento de unos pechos que Niña Lucía ya sentía que no crecerían nunca.

Le siguió la minifalda vaquera, que se deslizó al suelo rápidamente, y a ésta le siguieron los escuetos zapatitos de tacón.

Cuando estaba colocando sus manos a ambos lados de sus braguitas (unas braguitas brasileñas que realzaban el estupendísimo culo de la rubia), Rodrigo la interrumpió.

"Dila que pare."

"Detente, Lucía."- ordenó el psicólogo, y Niña Lucía se detuvo. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué no podía huir? ¿Por qué acataba sin rechistar cada una de las órdenes que le imponían? ¿Hasta dónde llegarían?

"Que se agache y que me la chupe"- rió Rodrigo, sacándose la erecta verga de los pantalones.

"Lucía, chúpasela"

Niña Lucía lloró por dentro. Era humillante, era horroroso, pero no podía negarse, como si hubieran desactivado la parte de su cerebro que la hacía decir no. Como si estuviera atrapada en una pesadilla. Sólo pudo agacharse y posar sus labios sobre la polla de su tío.

"Chupa, princesita, chupa."- decía su tío Rodrigo, y Lucía sintió Náuseas. Náuseas porque ese hombre sin corazón volvía a violarla. Y ahora no necesitaba hacer ningún tipo de fuerza, ni agarrarle las manos para que no lo arañara con sus manos de niña. Ahora la violaba quizá más que cuando tenía 11 años. Ahora también violaba su mente.

Niña Lucía introdujo toda la verga de Rodrigo en su boca. Notó el sabor de una forma nueva. Como si naciera y muriera en su mente y no tuviera nada que ver con el exterior. Su lengua se enredó en el tallo del erecto ariete, y Rodrigo bufó complacido.

Allí tenía su venganza. Ver a su sobrina, que lo había hecho quedar como un despojo humano a ojos de la familia, humillada, lamiéndole la polla como la gran puta que era. Sí. Rodrigo del Solar SIEMPRE consigue lo que quiere.

Los labios de la joven rubia subían y bajaban sobre el tronco de la gruesa polla. La lengua se encargaba de frotarse con el frenillo, en una caricia docta y experta en la que Rodrigo pudo adivinar más felaciones que las que le hizo a él con once y doce años. ¿Quién sería el afortunado que se follaba a Niña Lucía? En los próximos minutos, eso lo tenía claro, sería él.

Niña Lucía, por su parte, se había convertido en silenciosa espectadora de todo lo que su cuerpo hacía. Ante sus ojos, la polla de su tío subía y bajaba, empapada en saliva, y su propia lengua, aun cuando ella no la dirigiera (si hubiera podido dirigir su cuerpo, su primer movimiento hubiera sido cerrar bien fuerte la boca), lamía sabiamente el falo de su tío Rodrigo.

"Chupa, princesita, chupa…"

Niña Lucía quiso evadirse. Huir de la humillación, perderse en su propio mundo.

"Chupa, princesita, chupa…"

Hizo acopio de lo único que le quedaba, la imaginación, y recordó a Joan. Le puso a esa boca otra textura, a la cara de su tío, la que era obligada a mirar mediante las órdenes del psicólogo, que lo miraba todo con gesto ausente, le puso la cara de Joan. Hizo lo posible por imaginarse que era Joan quien recibía las caricias de su boca, pero no podía olvidarse que no era ella quien las implementaba. Además, siempre estaba aquella voz grave:

"Chupa, princesita, chupa…"

Rodrigo atrapó la cabeza de Lucía con ambas manos y comenzó a embestir con su polla, la boca de su sobrina. Su glande chocó varias veces con el paladar y hasta la garganta de Niña Lucía, que sintió la inevitable angustia de su garganta obstruida.

Tosió Niña Lucía, gruñó y se corrió Rodrigo, e Ismael miró hacia otro lado.

El semen brotó de la boca de Niña Lucía entre los espasmos de la tos. Se derramó por su barbilla y su torso de pechos nimios, y manchó la alfombra.

"Oh, que desconsiderada, princesita… Has ensuciado la alfombra del doctor. Anda, lame bien esas gotas que han caído en la alfombra. Dile que lo limpie, Ismael."

"Rodrigo… te estás pasando…"

"¡DÍSELO, MALDITA SEA!"- El psicólogo tembló ante el berrido de Rodrigo. Miró con compasión a Niña Lucía, como pidiéndole perdón con la mirada, y murmuró un "Lame el semen del suelo, Lucía".

Niña Lucía, escandalizándose de lo que (ahora lo sabía) iba a hacer sin forma de evitarlo, logró cerrar los ojos mientras lo hacía.

No supo si fue ella misma la que lo había hecho o fue una simple reacción del cuerpo al ver el suelo tan de cerca. Pero de todas formas lo notó como una pequeña victoria.

Desgraciadamente, cuando terminó, y vio a Rodrigo completamente desnudo, y con su verga nuevamente erecta, supo que aún le quedaban muchas derrotas por sufrir.

"Súbete al diván, Lucía, y abre las piernas que te voy a follar como no te puedes hacer una idea, pequeña puta."- Había lujuria en las palabras de Rodrigo, pero también odio. Un odio profundo y salvaje. Una rabia que se salía de lo nunca visto. El miedo de Niña Lucía crecía.

"hazlo, Lucía…"- pidió el psicólogo, con voz ronca y triste.

Niña Lucía lo hizo. Rodrigo se inclinó sobre ella, cubriendo con su cuerpo el pequeño cuerpo de su sobrina, y apuntó su verga al coñito depilado de la pequeña adolescente.

"Joder… está más seco que la hostia"- se quejó el hombre.- "¿No puedes obligarla a que se moje un poco?"

"¿Tú qué coño te crees que es esto, un puñetero truco de magia? Sigue siendo un cuerpo, y tendrás las reacciones propias de un cuerpo"

Rodrigo lo entendió a la primera, y una sonrisa malévola cruzó su semblante.

"Está bien… hazlo tú…"

"¿QUÉ?"- se alarmó el psicólogo.

"Haz que se moje, va, quiero ver cómo masturbas a mi sobrina…"

"No, Rodrigo, esto no era parte del trato, hemos llegado demasiado lejos, no puedo…"

"¡HAZLO! Te recuerdo que te la estás jugando, Ismael, ya me conoces…"

El doctor García-Trabas miró a Rodrigo, luego miró a Lucía, tumbada en el diván, con las piernas abiertas, y su rostro manchado de semen, y pensó que sí, sí que lo conocía. Ahora lo conocía.

"Perdóname, Lucía…"- Dijo casi para sí mismo el doctor mientras se recostaba junto a la joven.

Su carrera también tenía clases de anatomía, y durante sus años de estudiante fue un gran conquistador de la noche, costumbre que había mantenido tras acabar la carrera. En resumidas cuentas, Ismael García-Trabas conocía bien el cuerpo de las mujeres.

"Por favor… no hagas esto…"- pedía mentalmente Lucía, pero nadie la oía.

No le costó hacer que el clítoris de Niña Lucía asomara de su capuchón, ni que los labios vaginales de la muchacha se inflamaran, excitados. Pocos minutos de diestras caricias después, Niña Lucía gemía suavemente, casi con ronroneos felinos, mientras el psicólogo la seguía masturbando.

"Haz que se corra."- dijo Rodrigo, que se masturbaba viendo cómo las caderas de su sobrina se movían inconscientemente, buscando más contacto con esa mano que tan bien las acariciaba.

"No lo entiendes, Rodrigo, vino aquí precisamente porque no podía correrse. Si la obligo a llegar al orgasmo ahora, sin encontrar el origen de su problema, podría ser mucho más difícil…"

"Me la suda. Quiero verla correrse en tus manos…"

"Por favor, parad… por lo que más queráis, dejadme libre…"

"Rodrigo…"

"¡HAZLO!"

A Ismael le temblaba la mandíbula mientras pronunciaba las palabras, no se atrevía a enfrentarse a Rodrigo del Solar.

"No lo hagas, por favor… no le hagas caso…"

"Córrete, Lucía…"

Los gemidos de Niña Lucía, que habían ido en aumento, cesaron de repente nada más escuchar esas palabras. Sus piernas comenzaron a temblar incontroladamente mientras sus gemidos eran ya prácticamente gritos. El cuerpo de Niña Lucía se sacudió de arriba a abajo, e incluso su mente sintió el orgasmo, estallando por un momento en una multitud de fuegos artificiales mientras su flujo salpicaba la mano de Ismael.

Aún temblaba, gimiendo y jadeando, Niña Lucía, cuando Rodrigo apartó a Ismael del diván y se abalanzó sobre la joven. La colocó a cuatro patas sobre la cama, y antes de penetrarla, la miró una vez más. Sonrió.

Puso su glande entre las piernas de Niña Lucía y lo frotó sobre todo el sexo de la joven, que palpitó al sentir un nuevo roce sobre su sensibilizado clítoris.

"Para, por favor… maldito hijo de puta, para…"

Rodrigo seguía rozando su polla entre los labios vaginales de su sobrina adolescente. No quería penetrarla, al menos no de momento, se bastaba con lubricar su polla. Y cuando Niña Lucía sintió (no supo muy bien cómo, creía que no podía sentir nada de su cuerpo) la verga de su tío frotándose también por la quebrada de su nalgas, lo entendió.

"¡NO! ¡NO, POR FAVOR! ¡NO ESTOY…!"

El dolor fue instantáneo y desgarrador. A pesar de la lubricación previa, Rodrigo insertó con decisión su polla por el anito de Lucía. Si hubiera podido hablar, Niña Lucía habría gritado sin consuelo. En vez de eso, una especie de gruñido gutural murió en su garganta mientras el falo de su tío avasallaba su trasero.

"¡¡¡PARAAAA!!!"

Pero no paró. La polla de Rodrigo siguió su camino hasta que sus huevos chocaron con las piernas de Lucía. Luego, lentamente, disfrutando de la presión que ofrecía aquel magnífico agujero, fue sacando su polla, para a continuación hundirla nuevamente en el interior de su sobrina.

Las penetraciones aumentaron su velocidad a medida que los doloridos esfínteres de Lucía se acostumbraron al inesperado invasor. La polla entraba y salía a más velocidad, manchada de la sangre de la adolescente.

Jadeaba Rodrigo, sodomizando a su sobrina. No era el primero, era una lástima. Sin embargo, a él siempre lo recordaría.

"Haz que se vuelva a correr…"- gruñó Rodrigo, embistiendo una y otra vez a su sobrina.

Ismael García observó con odio a su "amigo". El olor a sexo iba a tardar en irse, pero lo que más le preocupaba era su propia erección. Aquello le excitaba brutalmente, y pensó si no sería un bastardo cabrón. Había participado en aquella violación, así que determinó que sí.

"Córrete otra vez, Lucía…"

Niña Lucía comenzó a convulsionarse. El placer estallaba en su mente una y otra vez, se alegró de no tener control absoluto sobre su cuerpo, el dolor le habría empañado aquel orgasmo brutal y no consentido.

Vibrando con su sobrina, Rodrigo también se corrió dentro de ella.

*****

Habían vestido a Niña Lucía, que había quedado dormida, o al menos lo parecía, en cuanto Ismael dio la orden. Antes de marcharse rápidamente, Rodrigo se acercó a su sobrina y le dijo algo al oído.

"Para que veas que no soy mala persona, te voy a ayudar… sé cuál es tu problema. Eres una puta y siempre quieres más. Si quieres correrte, tienes que ir más lejos. Pregúntaselo a tu madre, ella sabe mucho de esto…"

Con una lacónica carcajada, Rodrigo adecentó su imagen en el reflejo del cristal de uno de los muchos cuadros con títulos de Ismael y se despidió de éste.

"Bien, doctor García-Trabas… deuda saldada… Es un placer hacer negocios con usted."- dijo irónicamente, y salió por la puerta.

Ismael García-Trabas quedó en la consulta, observando compasivamente el cuerpo frágil y vestido de Niña Lucía. Esperaba que le saliera bien el plan.

"Bien, Lucía, cuando diga tres, te vas a despertar y no vas a recordar absolutamente nada de lo ocurrido en la sesión. Uno, dos…"

*****

Natalia y Niña Lucía hablaban distendidamente en un bar del centro mientras bebían una coca-cola la rubia y una cerveza la morena.

"¿Así que te hipnotizó? ¿Y no recuerdas nada?"- rió Natalia, antes de darle un trago a su "Coronita".

"No. Pero tuve un sueño extrañísimo… un sueño en el que me corría, pero raro…"

"¿Así que ni siquiera sabes quién era el tipo que entró en la consulta durante tu sesión?"

"¿Un tipo?"

"Sí, un tío elegante, aunque me daba mala espina… era raro, no sé… tenía los ojos grises, en eso sí que me fijé…"

Ojos grises… ojos grises… Niña Lucía quiso gritar cuando se vio de nuevo frente a esos ojos grises.

La coca-cola se le cayó de las manos y se derramó sobre la mesa. Sin más, la rubia corrió hasta el lavabo.

Natalia la encontró acurrucada y llorando en un rincón, con algo en la mano.

Eran una braguitas y tenían una mancha de sangre en la parte trasera.

"No ha sido un sueño…"- dijo, entre lágrimas, Niña Lucía, con la mirada perdida en algún extraño punto del deprimente baño.

 

 

Niña Lucía (Kaa): http://www.todorelatos.com/relato/59022/

Categoría: Zoofilia

Un escueto cristal era lo único que los separaba. A un lado, Lucía, rodeada de gente vestida de negro, sonreía sin que nadie la viera. Al otro lado, un ataúd, un cuerpo sin vida, una cara conocida.

Niña Lucía amplió su sonrisa y le dirigió a su tío Rodrigo un último y furtivo beso irónico.

"Que te pudras en el infierno, cabrón."- susurró para sí misma, sin que nadie la oyera.

Luego, salió fuera del tanatorio y, mientras se encendía un cigarrillo, comenzó a recordar.

I. El fin de Rodrigo

Cuando Natalia entró en el baño del local y la descubrió agazapada en un rincón, se lanzó a abrazarla. Sabía que algo había ido mal.

"¿Qué ha pasado, Luci? ¿Qué te han hecho?"

Pero Niña Lucía no podía hablar, temblaba sin control y su vista estaba perdida. Natalia la sacó del bar tras pagar las consumiciones y la llevó hasta su motocicleta, abrazándola durante todo el camino.

"¿Qué ha pasado? Cuéntamelo…"

"Ese… ese… ese hijoputa…"- sollozaba la pequeña adolescente.

"¿El hombre de los ojos grises?"

Niña Lucía asintió. Lo que dijo a continuación supuso un golpe para Natalia.

"Es mi tío… me… me violó con once años y ahora lo ha vuelto a hacer…"

"¿¿QUÉ??"

*****

Natalia llevó a Niña Lucía a descansar a la Casa de las Chicas. Por el camino, obligó a la pequeña rubia a contarle todo. Luego llamó a una enfermera que conocía para que le hiciera un reconocimiento.

"Tiene un leve desgarro anal, sanará en un par de días a lo sumo… Si encontráis al cabrón que le ha hecho eso, haced que lo pague. Hay que ser desalmado…"

Nuevamente solas, la veterana se acercó a la pequeña rubia y preguntó:

"¿Cómo se llama? Dime lo que sepas de él… todo… Ese hijo de perra no sabe con quién se ha metido. Luego ya nos ocuparemos de hundir a García-Trabas."

"Se… se llama Rodrigo del Solar… está… está buscado también por la policía. Es una historia muy larga. Tuvo que salir corriendo de mi casa medio desnudo, con los pantalones en la mano… ahora sólo ha hecho que devolverme lo que le hice… la… la culpa es mía…"

"¡NUNCA!"

El repentino grito de Natalia sobresaltó a la adolescente de pechos niños, que la miró asustada.

"Nunca, Lucía, nunca pienses que es culpa tuya el que un cabrón te viole. Entiéndeme. Nunca es culpa tuya. La culpa siempre es de él. ¿También te hizo llegar a pensar que tú tenías la culpa cuando te violó con 11 años?"

Niña Lucía miró fijamente a Natalia, guardando silencio durante unos instantes. Recordó los días posteriores a aquella maldita velada, y rompió a sollozar mientras asentía con la cabeza.

"Vale, tranquila, mi niña… te doy mi palabra de que ese cabrón las va a pagar."- dijo, mientras la abrazaba con ternura.

"Quiero verlo muerto…"- lloró la joven rubia, entre los pechos grandes y firmes de Natalia.

"Lo sé, Luci, lo sé…"

La morena salió de la habitación, y la adolescente se quedó pensando en las palabras de su tío que ahora recordaba claramente. "Sé cuál es tu problema. Eres una puta y siempre quieres más. Si quieres correrte, tienes que ir más lejos."

Natalia bajó al primer piso de la casa, dejando descansando a Niña Lucía. Se fue directa hacia la pequeña sala que hacía de centralita para las llamadas y donde Paula respondía las pocas llamadas con voz atiplada.

"¿Dónde está la agenda?"

"¿Qué agenda?"- preguntó la rubia de piel tiznada bajo los rayos uva.

"La de tu puta madre… ¿Cuál va a ser?"

Paula torció el gesto, abrió un cajón y extrajo una pequeña libreta de él, que extendió a su jefa. Uno de los teléfonos sonaba y Paula lo dejó sonar cuatro veces antes de responder.

Natalia, mientras, abrió la agenda y rebuscó rápidamente, pasando las páginas con casi furia hasta que encontró el número que buscaba. Cogió otro de los teléfonos que había encima de la mesa y marcó. No tardaron en contestar.

"¿Quién es?"

"¿Beto? Soy Natalia, quiero que me hagas un favor…"

"Coño, Natalia, yo también quiero que tú me hagas un favor a mí…"

"Luego, Beto. Es jodidamente serio."- cortó tajante la morena.

"¿Cómo de serio?"

"Quiero un muerto."- La confesión de Natalia hizo que Paula la mirara con ojos desorbitados. Pero una de las cosas que había aprendido tras año y medio de estar con Natalia es que era capaz de todo y que nunca hacía nada sin estar segura de ello, sin saber que lo que hacía era lo correcto. Muchas veces se dejaba llevar por sus impulsos, pero esos impulsos nunca la habían fallado.

"Joder, Natalia… me pides mucho y lo sabes"

"Es un fugitivo, buscado por la policía por varios crímenes, la mayoría financieros… pero también, abuso de menores es uno…"

"Eso facilita un huevo las cosas… ¡qué hijo de puta!… dime el nombre."- Natalia escuchó, por el teléfono, escupir a Beto, un maleante gitano que era su contacto con la peor gente de la ciudad. Aquella de la que echaba mano cuando necesitaba algo que no podía conseguir legalmente.

"Rodrigo del Solar. Cincuenta y pocos años, moreno, estatura media, ojos grises…"

"En cuanto sepa algo, te llamo. ¿Quieres algo especial para él?"

"Córtale los huevos primero."

"Sabes que eso ya lo iba a hacer… un hijo de puta así no puede estar suelto… abuso de menores"

"Gracias, Beto… cuando lo tengas, me llamas y me dices el precio."

*****

Una semana después, Natalia recibió un mensaje mientras observaba cómo la policía sacaba de su despacho, detenido, al doctor Ismael García-Trabas. A pesar de lo que le hubiera gustado, no podía imputarlo por la violación de Niña Lucía. Sería meterse ella misma en un problema y, además, no había prueba ninguna. Sin embargo, ella conocía suficientes chanchullos del doctor.

Ta localizao, l pto payo sta scondio cmo 1 maricona. 1000€ i t nvio la polla x correo

Decía el mensaje, de Beto, y Natalia contestó rápidamente.

Hecho.

*****

Tres días más tarde, tras una tarde anterior que pasó fenomenalmente con el sybian, Niña Lucía desayunaba en la cocina de la Casa de las Chicas cuando alguien la llamó al móvil. Le extrañó que fuera su madre.

"¿Sí?"

"Lucía, cariño… tienes que venir a casa…"

"Mama…"

"No, sólo quiero contarte una cosa…"- la voz de Luna Cortés parecía divagar entre la tristeza y la alegría. Después de todo, ése hombre también era de la familia, y durante sus primeros años estuvo muy cerca de su sobrina.

"¿Puedes decírmelo por teléfono?"

Tras unos segundos de duda, su madre contestó.

"Han encontrado a tu tío Rodrigo. Han llamado a tu padre del anatómico forense para que lo identifique."

"¿Anatómico forense? ¿Está muerto?"

"Sí."

Niña Lucía colgó el teléfono y lo dejó encima de la mesa. Le costó unos segundos asimilar la información. No se lo creía. No se lo creía. Su grito de victoria sonó en toda la casa. Salió corriendo de la cocina y en el pasillo se encontró a Natalia.

"¿Alguna buena noticia?"- preguntó la veterana.

Lucía se lanzó al cuello de Natalia.

"Gracias. Sé que has sido tú. Gracias."

*****

II. Más lejos.

Niña Lucía apagó su cigarrillo ante la acera del tanatorio. "Muerto". A pesar de que los empleados de la funeraria habían hecho un gran trabajo, la prensa y Natalia se habían encargado de decirle lo mucho que había sufrido. Los primeros, por el morbo que daba un posible ajuste de cuentas contra un rico exempresario corrupto. Su jefa, por el placer que le daba ver sonreír a Niña Lucía.

Niña Lucía sólo había odiado a una persona en toda su vida. Pero odiar con todas sus letras, con todo su sentimiento, odiarla con toda su alma. Y ahora, esa persona estaba muerta.

De él ya sólo le quedaban malos recuerdos y esa frase que le dijo. "Sé cuál es tu problema. Eres una puta y siempre quieres más. Si quieres correrte, tienes que ir más lejos."

Más lejos.

Rodrigo se merecía que ella lo intentara. Sería su manera de honrar el cadáver del cabrón de su tío.

*****

Niña Lucía se despidió de sus padres a la salida del tanatorio. Intentaron hacer que volviese, pero la joven se negó en rotundo. Natalia había ido a buscarla y fue ella a quien le tocó tranquilizar a ambos. Los padres de Lucía quedaron conformes tras el diálogo con la jefa de su hija. De todas formas, ahora lo entendían, habían pasado años y años trabajando día y noche en el bar sin prestarle la atención necesaria a su hija. Natalia parecía una joven responsable y cuidaba muy bien de Lucía.

Una vez de nuevo en la Casa de las Chicas, Natalia comenzó a arreglarse para un nuevo encargo. Un nuevo cliente al que había que agasajar.

Antes de irse, empero, tuvo tiempo de responder a una pregunta de Niña Lucía.

"Nati… ¿Qué es lo más bizarro que has hecho tú?"

"¿Cómo?"

"Lo más bestia que has hecho en el sexo…"

Natalia abrió los ojos como platos y soltó una tremenda risotada.

"Ya tendrás tiempo para hacer todo lo que yo he hecho… no quieras correr tanto, Niña Lucía, que eres muy joven aún…"- dijo, con una sonrisa, y salió de la casa con paso decidido.

"Mierda puta."- blasfemó la tierna adolescente.

"Niña…"

Niña Lucía se volvió bruscamente. Por la puerta del salón comedor apareció Gloria, una de las veteranas que habían tomado parte en su "iniciación". La miraba fijamente y con una sonrisa de superioridad.

"¿Qué quieres, Gloria?"

"Si quieres emociones fuertes… sala 14."

La pequeña rubia echó una última mirada enigmática a Gloria, que sonrió y se volvió hacia el interior del salón, donde la tele escupía balazos y explosiones.

*****

La pequeña mano de la adolescente tembló ante la cerradura de la sala número 14. Era la última y la única que estaba cerrada siempre, donde la señal de que estaba ocupada era directamente el dejar la llave en la cerradura.

Lo hizo, después de abrir la puerta. Luego, cerró, y encendió a tientas la luz.

Tragó saliva. No lo podía creer. Debía ser un mal sueño, algo surrealista.

Allí no había cama. En contraposición, el propio suelo era el más suave y confortable que Niña Lucía conocía. Las luces rosadas teñían toda la sala de un color bastante cargante, pero a Niña Lucía no le preocupó. El único mueble de toda la sala era un enorme terrario, con algo simulando la rama de un árbol o un árbol por completo. Todo parecía quieto, en silencio, vacío.

Pero entonces, la vio.

Una serpiente de colores blancos y amarillos se enroscaba por la corteza de la rama con una cadencia casi sensual. Una serpiente. Ni siquiera un humano o un aparato creado por humanos. Era una serpiente. Un asesino de la naturaleza.

Niña Lucía pudo escuchar hasta el sonido del vientre de la criatura rozarse con el árbol, un susurro que era ocultado por el propio latir de su corazón. ¿Y si ella fuera en ese momento esa rama? La idea de sentir a una fiera, un depredador de la naturaleza rodeándola en un abrazo que bien podría ser mortal, la excitó. No sabía bien por qué, pero se excitó y deseó tener a esa serpiente sobre el cuerpo.

El corazón le latía desbocado cuando abrió una portezuela en la parte superior del terrario e introdujo las manos.

La serpiente se irguió varios centímetros y acercó su cabeza a las manos de la muchacha, hasta que sus fosas nasales quedaron a escasos milímetros de los dedos de Niña Lucía.

La serpiente sacó la lengua, que no tocó la piel de la joven por posiblemente menos de un milímetro, pero lo que olió gracias a ello le pareció suficiente razón como para aceptar enredarse en los brazos de Niña Lucía.

III. Kaa, la pitón. PX.

Lucía temblaba mientras sentía la alimaña trepando por sus brazos. La piel fría, pero aún así radiante de un calor extraño, de la serpiente subía por su codo derecho. Niña Lucía pudo sentir el peso, la inconmensurable fuerza de unos músculos creados para matar deslizándose por su piel.

La serpiente, una enorme pitón albina de escamas blancas y amarillentas, tenía, al menos, 5 metros de largo y un grosor mayor que el de ambos brazos de la muchacha juntos.

Niña Lucía no se atrevía a hacer el más mínimo movimiento. Temía la posible reacción de la serpiente. Pero también le excitaba la situación, la idea de verse indefensa completamente. Eso no era un amante normal, no era un hombre al que le pudieras decir "No, así, no", "Para, me haces daño", "Ponte así", "Déjame que…". La serpiente no iba a entender sus órdenes y aunque las entendiera, posiblemente no las acataría. Ella era una depredadora. Niña Lucía, la presa.

La joven rubia trató de tranquilizarse pensando que el ofidio estaría entrenado para estas situaciones, pero, si bien logró contener el miedo, no se tranquilizó. La sensación de pavor fue cubierta por un deseo cada vez mayor. Era tan… prohibido.

"Más lejos… tienes que ir más lejos."- repetía en su cabeza su difunto tío Rodrigo.

Y más lejos llegaba cada vez la serpiente. Se introdujo por el agujero de los brazos de la amplia camiseta de Niña Lucía, perfecta para el día caluroso que reinaba, y comenzó su periplo sobre la piel del cuerpo de la joven.

La rubia muchacha no pudo reprimir un escalofrío cuando las escamas de la serpiente, cuyo nombre según la plaquita del terrario era "Kaa", cruzar sus diminutos pechos, pasando por encima de unos pezones que parecían endurecerse por segundos.

Niña Lucía comenzó a jadear. Su corazón latía descontroladamente entre el miedo y la excitación. Se le escapó un pequeño grito cuando notó la lengua de Kaa cosquillear cerca de su brazo.

El animal pesaba y, sumado al par de sensaciones que envolvían a Niña Lucía y que hacían que su cuerpo latiera endemoniadamente rápido, la joven empezó a cansarse. Se tumbó sobre el suelo cuando Kaa salió completamente del terrario y tardó bien poco en quitarse la camiseta. No llevaba sujetador. La enorme serpiente resbalaba piel con piel sobre ella.

Los fortísimos músculos del reptil rozaban precisamente las partes del cuerpo más sensibles de Niña Lucía, por eso no le sorprendió que, en cuanto se desabrochó el pequeño pantaloncito corto, la serpiente buscara automáticamente la calidez de su entrepierna.

Casi no le dio ni tiempo a quitarse los pantaloncitos y las pequeñas braguitas blancas, tarea que se vio aún más complicada por el peso añadido de la serpiente, que seguía arrastrándose sobre ella.

Finalmente, el resto de su ropa siguió el mismo camino que su camiseta y Niña Lucía se encontró desnuda ante una bestia de la naturaleza. No podía evitarlo. Se sentía indefensa. Y excitada. Excitantemente indefensa.

Kaa avanzó sobre su vientre, Niña lucía suspiró y subió ligeramente las rodillas. Entre sus muslos quedaba un valle que a la serpiente le debió traer recuerdos de su selva natal. Usando sus poderosos músculos del vientre, el reptil siguió avanzando. Su cabeza cruzó el pubis lampiño de la adolescente, colándose entre las piernas y haciendo que, por su propio peso, su alargado cuerpo se entrometiera entre los hinchadísimos labios vaginales de Niña Lucía.

Se arqueó involuntariamente, levantando unos milímetros el pesado cuerpo de Kaa. La lengua del animal le cosquilleó en un muslo, en una suerte de beso pícaro. Luego, la serpiente se enroscó sobre su pierna derecha, y sus escamas, una tras otra, sobaron el delicado coñito de la joven de pechos niños.

Un murmullo de placer se escapó de los labios de Niña Lucía, el calor y la textura de la piel escamosa de Kaa traían nuevas sensaciones a su sexo. Kaa, después de rodear su pierna, volvió sobre ella. Sus ojos de reptil se clavaron en los de Lucía, y por un momento ambos quedaron quietos, como calibrando a su "contrincante". La lengua de Kaa salió de entre sus labios y se agitó ante su boca, atrayendo hacia sí los olores y embriagándose del aroma a sudor y sexo de Lucía. La lengua de Lucía también surgió de entre sus labios, aunque sólo fuera para lamerlos con lascivia.

Intentó recapacitar dónde estaba y qué estaba haciendo, pero el cuerpo de Kaa rozándose contra su sexo y los repentinos espasmos de placer que sufrían no le dejaban mucha claridad mental como para pensar que estaba desnuda, excitada, y gozando con una enorme pitón albina.

Niña Lucía se semi-incorporó, lo justo como para que sus labios pudieran llegar a la cabeza de Kaa. Le dio un tierno beso, como agradeciéndole el placer causado y el que aún le quedaba, porque si algo estaba claro, es que la serpiente estaba duramente amaestrada.

Kaa vio su oportunidad de ofrecer a esa nueva ama el abrazo que tanto gustaba. Se coló bajo su axila, y continuó adelante, aunque era tan larga que aún quedaba más de una tercera parte de su cuerpo por pasar sobre el sexo de Niña Lucía.

Atravesó su espalda, y surgió por encima del hombro opuesto, momento en que Lucía pudo escuchar su siseo tan poco humano. Un siseo que la devolvió a la realidad, la realidad donde follaba con una mera serpiente.

Kaa siguió su periplo, volvió a bajar sobre el vientre de Lucía, que sentía ahora su enorme peso sobre el hombro. La serpiente pareció buscar su propia cola durante un momento, el momento en que la cola se detuvo, justo su final sobre la hendidura vertical del excitado sexo de la adolescente. Nada más lejos de la realidad. Lo que Kaa buscaba era algo que había quedado un par de milímetros por encima. El ya erguido clítoris de Niña Lucía, que gimió al notar la lengua de la serpiente rozar rápida y repetidamente su pequeño centro del placer.

La Niña no podía más. Con su mano derecha, comenzó a frotarse el clítoris, ayudada por la lengua de Kaa, que de pronto comenzó a abrazarla con más fuerza.

Niña Lucía jadeaba. La serpiente apretaba sus pechos niños. Su mano enloquecía sobre su sexo. Gimió. Sus piernas se estremecieron, y su torso no pudo porque la serpiente lo abrazaba, cada vez más fuerte.

Sus pulmones comenzaron a estrecharse al mismo ritmo de los apretujones de la serpiente, cuya cola seguía moviéndose inconstante sobre su mojadísimo coño.

Le costaba respirar. Jadeaba. No podía escapar del abrazo de Kaa, un abrazo asesino. Pero tampoco podía escapar de su propia lujuria y su mano seguía el desaforado movimiento sobre su sexo. Había perdido el control. Tal vez Kaa también y acabaría por matarla. No le importaba. Sólo le importaba la lengua de la serpiente, sus propias manos y el extremo del reptil que, finalmente, se decidió a entrar en su coño con dureza.

El aire de sus pulmones se acabó. Sintió una oscuridad cada vez más grande cernirse sobre sus ojos pero, a pesar de todo, no detuvo su propia mano. Serpiente. Estaba follando con una serpiente, estaba gozando con una serpiente, si alguien la viera… Serpiente. Kaa. Animal. Naturaleza. Bestia que sólo piensa en alimentarse y procrearse. Niña Lucía. Animal. Adolescencia. Fiera que sólo piensa en el placer.

La oscuridad la cubrió por completo y entonces… todo fue luz.

El orgasmo que la azotó removió su cuerpo por completo. Tanto y con tanta intensidad que Kaa se soltó y acabó casi catapultada lejos del cuerpo de la adolescente. Durante varios segundos, Niña Lucía no fue dueña de su propio cuerpo. Había sufrido un orgasmo al límite y sus músculos temblaban descontrolados. Toda ella se movía como si estuviera poseída.

Hasta que, al final, se calmó. El magnífico clímax la dejó derrumbada sobre el suelo aún durante casi un minuto, mientras Kaa parecía querer acercarse a ella para comprobar su estado.

Como pudo, Niña Lucía se levantó, alzó con un supremo a la serpiente hasta devolverla a su terrario (no sin antes darle una buena ración de lo que fuera que eran las bolitas marrones que habían en un tarro en el armario inferior del terrario con la etiqueta "Comida para la serpiente"), recogió su ropa y se tambaleó hasta su habitación, donde, desnuda por completo todavía, cayó sobre la cama y se durmió.

*****

Despertó varias horas después. La noche había caído y todos los muebles de la habitación se teñían del negro de la noche. Las siluetas se divisaban gracias a la luz de la luna que se colaba por la ventana.

Niña Lucía vio el escritorio, el espartano armario, la triste mesita de noche, su ropa a ambos lados de su cuerpo sobre la cama. Y entonces un pensamiento cruzó su mente.

"Esta no es mi casa".

La joven sonrió. Sabía lo que eso significaba, y que Natalia había acabado por tener razón. Le debía mucho. Muchísimo. Pero ella, Niña Lucía, en ese momento… quería volver a casa.

 

Niña Lucía (Madre Luna): http://www.todorelatos.com/relato/59410/

Categoría: Sexo con maduras

Niña Lucía sonreía. El ordenador frente a la cama donde ella estaba tumbada emitía imágenes a las que no les prestaba mucha atención. La película no era importante.

Eran más importantes los peluches del suelo, los pósters de las paredes, la silla ergonómica echada a un lado… lo importante era que estaba otra vez en su casa y, más importante aún, Joan estaba a su lado.

Tras la puerta cerrada, llegaba el clamoroso ruido de chocar de cacharros. Su madre, en la cocina, al fregar, hacía más ruido del acostumbrado, no fuera a ser que la película aburriera demasiado a los dos adolescentes y se olvidaran que Luna Cortés, madre de Niña Lucía, estaba en la casa.

Niña Lucía, aun a sabiendas de ello, o tal vez por el morbo añadido que ello tenía, quiso probar fortuna.

"Joan, vamos a hacerlo."- dijo en un susurro.

"¿Aquí, ahora, con tu madre en la cocina?"

"Venga, no entrará…"

"Nos va a escuchar, ni de coña… estás loca."

"No nos oirá. Tú no me des muy fuerte y yo me encargaré de mantener la boquita cerrada…"- siguió la joven mientras acariciaba lentamente el paquete de Joan, que iba endureciéndose por momentos.

"Estás loca… estás loca, Luci, como nos pille…"

Niña Lucía sonrió y desabrochó los pantalones de Joan. Faltó automáticamente a su palabra anterior. Abrió la boca, aunque no dijo nada.

La polla de Joan no lo hubiera permitido.

I. Luna en llamas

Niña Lucía tuvo que contenerse, y mucho, para no gritar. Joan, o eso le parecía, follaba cada día mejor o acaso ella era más sensitiva a cada día que pasaba. Sea como fuere, acabó corriéndose mientras mordía el hombro de Joan para acallar sus gritos. Joan también se tuvo que contener para no chillar, aunque él de dolor.

Pasado el orgasmo, Lucía obsequió con una experta y placentera mamada el trabajo de Joan, hasta que su chico acabó por derramarse en su boca.

"Joder, Luci, te has pasado…"- murmuró Joan mientras se llevaba con el dedo las dos gotas de sangre que brotaban del mordisco sobre su hombro.

"Anda, vístete y no seas quejica…"- replicó alegremente la muchacha.

"¿Qué no sea quejica? ¿Tú has visto cómo me has dejado el hombro? ¿Qué van a decir mis padres si lo ven?"

"bah, no lo verán. Ahora vístete y vete, que tenemos que hacer acto de presencia antes de que mi madre sospeche…"

"Tu madre ya sospecha, Luci"

"Pues antes de que se asegure…"

Joan y Niña Lucía salieron del cuarto de la joven. Luna seguía en la cocina, fregando platos y vasos con el delantal en una posición que a su hija le pareció exageradamente tópico de ama de casa. Siempre se mostraba así con las amistades de Lucía.

"Mamá, nos vamos, vendré para cenar."- advirtió la pequeña rubia, pasando como al despiste por delante de la puerta de la cocina.

"Está bien, cariño…"- respondió su madre, secándose ambas manos con el delantal y acercándose rápidamente a Lucía para corresponder a su salida con el par de besos de manual de madre protectora.

Mientras Lucía y Joan, una junto al otro, caminaban por el pasillo hacia la puerta de salida, Luna los miraba sonriente.

Abrieron la puerta y Joan salió, sin embargo, Niña Lucía, antes de hacer lo propio, regresó sobre sus pasos para preguntarle al oído algo a su madre.

"Mamá… ¿Le estabas mirando el culo a mi novio?"- inquirió la joven, con alegre complicidad.

Luna Cortés, treintainueve años que parecían diez menos, rió y esbozó una sonrisa radiante.

"Contigo he de tener cuidado…"- añadió Niña Lucía, fingiendo un gesto de desconfianza, antes de responder a la sonrisa de su madre con otra aún más sincera.

*****

Niña Lucía volvió tarde a casa tras horas de charlas y risas con Ángela, Joan y Nacho. Había llamado a su madre para advertirle de la tardanza, sabedora de que su padre doblaría turno en el bar hasta bien pasadas las doce de la noche. Abrió la puerta con sigilo, pasaban algunos minutos de las once de la noche y Niña Lucía ni siquiera tuvo que encender la luz del comedor para reconocer la silueta de su plato y la nota de su madre explicándole que ella ya se habría ido a la cama.

Pero la rubia adolescente, tras una sesión de comida basura en un "burguer" de la zona, no tenía hambre, y se fue directa a su habitación. No obstante, se detuvo al escuchar unos extraños ruidos provenientes del cuarto de sus padres.

Suspiros, jadeos, gemidos apagados, y solapándose a todo ello, un ronroneo incansable que Lucía identificó con claridad. Incluso, después de la clase recibida en la Casa de las Chicas con Natalia y Carolina, otra de las veteranas, podría adivinar hasta el tipo de vibrador que su madre estaba usando.

La situación, lejos de repelerla, la excitó. Su madre, ignorante de la presencia de su hija en la casa, se masturbaba. Niña Lucía se pegó a la puerta para escuchar mejor los sonidos.

"Mierda de casa, los tabiques parecen de papel."- había escuchado una vez decir a su padre.

La joven de pelo corto y rubio aguantó la respiración para captar mejor cada sonido. Escuchaba, además de los gemidos de rigor, y el incansable sonsonete del motor giratorio del consolador, el casi imperceptible sonido líquido y deslizante del objeto atravesando un coño húmedo.

Niña Lucía no pudo aguantar más y se desabrochó los pantalones para meter una mano dentro de sus bragas. Se sorprendió ella misma de lo mojada que estaba ya, simplemente tras un minuto de escucha.

Luna Cortés seguía sobre la cama, desnuda y sudando, mientras se metía en el coño una polla de goma que giraba y giraba en su interior. Se apuñalaba con el fálico objeto con fuerza descontrolada, soñando en mil hombres y en ninguno en concreto. No necesitaba pensar en una cara, en un cuerpo o en una polla. Le excitaba la situación. Ella era así. Desconocía que su hija, también.

Niña Lucía, cada vez más acelerada se masturbaba frenéticamente buscando el orgasmo rápido, sentada sobre el suelo y apoyada en la pared junto a la puerta. Tenía que alcanzar a su madre. Se había corrido al mismo tiempo que Joan, y al mismo tiempo que Ángela, y no recordaba si con alguien más le había pasado lo mismo, pero quería que con su madre fuera así. Compartir un orgasmo, compartiendo esos segundos maravillosos tan vetados pero que valen tanto o más que cualquier otro que compartieran madre e hija juntas.

Aunque fuera cada una con sus propios medios, sin contacto de ningún tipo, cosa que no le atraía para nada, prefería, simplemente, aprovecharse de que su madre se masturbaba para hacer ella lo propio. Era, también, una lucha entre generaciones. Los dieciséis años de Lucía contra los treintainueve de Luna. Y la madre tendría en sus manos su polla de mentiras, pero la hija tenía sus dedos hábiles y el morbo añadido de escuchar los gemidos de su progenitora.

Los gemidos de Luna fueron subiendo de volumen, permitiendo que Niña Lucía dejara salir algunos de los suyos que había acallado durante minutos. Las dos estaban cerca del orgasmo. Niña Lucía sabía que su madre lo estaba y Luna desconocía siquiera que su hija se masturbaba escuchándola, dándole caricias a su clítoris mientras ella se follaba una polla de goma.

Estallaron las dos. Madre desnuda, en su cama de matrimonio, arqueándose sobre las sábanas. Hija vestida, con una mano bajo sus pantalones, sentada en el pasillo y con un temblor de piernas que le costó segundos detener.

Exhausta y contenta, Niña Lucía gateó hasta su cuarto, se desnudó y se metió en su cama mientras su madre guardaba la polla de goma que suplía a un marido que últimamente llegaba demasiado cansado y tarde de trabajar.

Las dos se relajaban después de un orgasmo superior.

II. Fóllate a mi madre

"Oye, Luci, ¿Qué te pasa?"

"¿Eh?"

Joan no había tardado ni dos minutos en darse cuenta, pero tardó otros trece en atreverse a hacer la pregunta. Niña Lucía llevaba todo el tiempo de recreo en Babia, respondiendo a las frases de su chico con monosílabos o palabras sueltas que alguna vez, ni siquiera formaban una frase coherente.

"Llevas todo el patio en la luna… ¿Qué coño te cruza por esa cabecita?"

"Oye Joan… ¿A ti te parece que un polvo con alguien necesitado puede ser una buena acción?"

"Ya estamos…"

Joan puso los ojos en blanco. Le gustaba que Niña Lucía no fuera una mojigata melindrosa como muchas otras compañeras, amigas y novias de amigos que conocía, pero muchas veces, su vicio rayaba en lo insano y pensaba si, en realidad, Lucía no tendría un extraño problema con el sexo.

"No, verás, Joan, lo he estado pensando… Imagínate que conoces a un tío tuyo que quieres mucho, pero el tío no se come una rosca hace tiempo y su mujer no quiere follar nunca. ¿Le contratarías una puta que a saber qué tiene, lo dejarías matarse a pajas o convencerías a alguna chica que tú supieras lo iba a hacer mejor y además con cariño y sin riesgo de nada?"

"Jodeeeeer… ¿A quién te quieres follar tú?"- preguntó Joan con sorna. Se había acostumbrado a que Lucía estuviera de vuelta de todo lo que él sabía de sexo, y se había hecho la firme proposición de no preguntar si Lucía se había follado a alguien estando con él ni enfadarse si se enteraba de que lo hacía, siempre que sólo fuera sexo.

"Yo no. Tú."

Joan abrió los ojos como platos.

*****

A la salida de clases, Niña Lucía le contó lo básico a su chico y Joan abrió aún más los ojos, que a estas alturas ya parecían platos soperos.

"¿Quieres que me folle a tu madre?"

El callejón que habían escogido para hablar, el mismo que normalmente les servía para comerse la boca a la salida del instituto, era poco transitado y muy discreto. Además, salvaban las indeseables compañías poco recomendables ya que el otro callejón elegido por estos "estudiantes" quedaba más cercano a la otra salida del centro.

"No. Quiero que le hagas el amor a mi madre como sólo tú sabes hacerlo. Mi padre últimamente no le da una alegría y la otra noche la oí follarse una polla de plástico."

"¿Qué tu madre qué?"

Joan intentó hacerse a la idea. Se imaginó a Luna Cortés masturbándose con un dildo. Se arrepintió automáticamente de haber tenido ese pensamiento. La erección fue casi instantánea. Rezó para que Lucía no se diera cuenta.

"Mírate, si sólo con decirte eso te has empalmado imagínate lo que podríais disfrutar los dos juntos."

Que a Niña Lucía se le escapara su polla tiesa. Claro. Y Liechtenstein invadiendo Alemania. Joan suspiró y trató de recomponerse.

"Vale ¿y cómo pensarías decírselo? No creo que aceptase que fuéramos ahora a casa y le dijeras ‘Mira mamá, te traigo a mi novio para que te folle’ ¿No?"

"Primero… ¿Sabes que cada vez hablas más como yo? Pasas demasiado tiempo conmigo…"- sonrió Niña Lucía mientras Joan pensaba que donde pasaba demasiado tiempo era "en" ella.- "Segundo… confío en tus aptitudes, sólo tendrías que seducirla. Cuando una mujer está necesitada, con que la mimes un poco la tienes vencida."

"Ya, y va a acceder a follarse al novio de su hija, menor de edad, te lo recuerdo, sin titubeos."

"A ver, Joan, yo creo que mi vicio lo he heredado de mi madre. Que luego tendrá remordimientos, claro, pero ya me encargaré yo de quitárselos. Pero que puedes follarte a mi madre, es cierto."

"Joder, joder, joder…"

"Mira, hoy y mañana no, porque está toda la tarde en el bar. Pero el miércoles, que salimos antes, yo llegaré a casa, saldré y entonces entrarás tú, para ‘esperarme hasta que venga’ ¿Lo entiendes?"

"Luci, vas a dejarme que lo piense. Eso primero. Y luego ya te diré si quiero o si no."

"Mira que sigo trabajando para Nati y no veas la de tíos buenos que hay por ahí."

"Sí, dos gays, un negrazo y un tío delgaducho que se parece a Andrés Iniesta, por lo que me has contado."

"El negro folla muy bien."-dijo Niña Lucía, enfurruñándose en un gesto que le dio una apariencia aún más infantil.

Joan sonrió. Sabía que lo decía para picarlo. Pero tampoco quería pensar mucho en si aquello era verdad o no. No le interesaba saber si su novia se había follado a un negro.

III. Luna y Joan

Joan aceptó el plan. No tenía elección y lo sabía aún cuando le dijo a Niña Lucía que lo pensaría.

Llegó a las tres y cuarto a casa de Lucía, justo cinco minutos después de que esta saliera y lo esperara fumándose un pitillo cerca del portal.

"¿Tú eres tonta? ¿Cómo fumas por tu barrio? ¿No sabes que las paredes hablan?"- le recriminó, medio en serio, medio en broma, Joan.

"A esta hora no pasa ni dios por las calles. Ahora sube ahí y remata la faena como buen torero. Ah, por cierto, me he enterado, por si lo necesitas para hacerla estallar, guarda el vibrador en el segundo cajón de su mesita, debajo de una revista de moda."

Joan se encogió de hombros en un gesto de resignación, y tocó al timbre.

*****

"Pues Lucía no sé cuánto tardará. No me ha dicho donde iba."- replicó Luna, haciendo patente su molestia por la falta de información a la que se veía obligada.

"Anda, es verdad, qué tonto, si me dijo que hoy se iba de compras con Angie…"- dijo Joan, palmeándose en la frente.- "bueno, da igual, la esperaré si no le molesta, igual a los cinco minutos se cansa…"

"Claro que no es molestia, pero creo que van a tardar mucho más."- dijo la madre de Lucía mostrando una sonrisa que iluminaría la noche más oscura. Joan pensó que no tendría mejor oportunidad que esa para empezar el acoso y derribo y procedió con el primer halago.

"Tiene usted una sonrisa preciosa… Ya entiendo de dónde ha sacado Lucía toda su belleza."

Luna se ruborizó. Hacía mucho que no recibía un piropo tan amable, normalmente era un borracho desaforado el que la "obsequiaba" con algún comentario soez que la asqueaba.

"Primero, tutéame, no me hables de usted que no soy vieja todavía"

"Es cierto, no lo es…"- añadió Joan con la más pícara de sus sonrisas, pensando en lo mucho que se parecían Luna y Lucía, hasta en la forma de hablar.

"Y la verdad es que Lucía ha salido hermosa, está mal que lo diga yo, que soy su madre, pero si se dejara crecer el pelo, estaría para presentarla a miss… Además, no tiene esas tetas tan exageradas de algunas modelos siliconadas…"

Tras el comentario, Joan no pudo evitar bajar la vista de los azules ojos de Luna a sus pechos, que se adivinaban redondos y llenos bajo la fina tela de poliéster de su camiseta. A la mujer no se le pasó inadvertido el movimiento de Joan, y aunque su primera intención fue taparse los pechos y reprender al joven por su desfachatez, dentro de ella nació una sensación que creía olvidada desde que se casó y sentó cabeza.

Era el morbo de la conquista.

*****

Luna Cortés no lograba comprender cómo había llegado hasta allí, en qué punto se le fue de las manos el juego que había empezado con el novio de su hija. ¿Tal vez fuera cuando se había inclinado sobre las estanterías del salón, elevando las nalgas buscando la reacción de Joan? ¿Quizá cuando aceptó que el joven la ayudara a fregar los platos en la cocina? ¿O fue cuando sintió la polla dura del chaval presionar sobre sus nalgas al intentar ambos guardar unos vasos en el armario? No podía pensar en ello. Ahora, mientras sus labios resbalaban sobre los de Joan, tampoco podía pensar en su marido, de todas formas él tenía la culpa.

Pero a su mente volvía una y otra vez la imagen de Lucía, su pequeña Lucía, su hija Lucía, su Niña Lucía. ¿Qué diría su hija si se enterase de esto? Oh… Joan besaba tan bien… Sus manos jóvenes e impetuosas resbalaban sobre su cuerpo maduro. Se estaba excitando. Quería follar con un hombre de verdad, aunque ese hombre fuera el novio de su propia hija.

*****

Joan la había levantado en vilo, con la fuerza propia de la juventud. La echó sobre la cama, y Luna no pudo reprimir un gritito nervioso. El muchacho la observaba, y en sus ojos veía algo que ella llevaba mucho tiempo sin observar. El deseo desmedido de un hombre por una hembra.

Joan se quitó la camisa mientras Luna hacía lo propio con su blusa. La falda fue literalmente arrancada de sus piernas por las rápidas manos del joven.

*****

La boca de Joan era experta pero actuaba con cautela. Era lo único que pensaba Luna. Esa boca se enfrentaba a un territorio desconocido, acostumbrada a otro más joven y activo. Gimió la madre de Lucía mientras pensaba que esa boca no le pertenecía a ella, si no a su hija, aunque sólo fuera por edad. Ella le doblaba, y de largo, los años a Joan. Su hija sólo tenía un año menos que su novio.

La lengua lamía el clítoris, y tras escasos segundos parecía haberse aprendido las nuevas coordenadas. Luna hundía los dedos en la cabellera de Joan mientras los gemidos se le escapaban, y un eco extraño se los devolvía rejuvenecidos. Ya no tenía cuarenta años. Tenía veinte. Menos aún. Los mismos que Joan. ¿Y Lucía? Lucía no se enterará nunca. Sigue, Joan, sigue.

Luna arqueó su cuerpo al notar dos dedos colándose de repente por su coño. Espiró, le costó volver a inspirar, no recordaba lo enormemente placentero de esas sensaciones. Gritó de placer cuando los notó moverse en su interior, no de dentro a fuera, como cabría esperar de un joven inexperto. Se movieron dibujando un arco y buscando su punto G.

Joan, más de veinte años menor que ella, el novio de su hija, le lamía el coño mientras lo penetraba con dos dedos. Y cada vez más fuerte, más violento. Un pinchazo de dolor. Un estallido de placer. Había encontrado el botón y no se cansó de pulsarlo repetidamente.

La madre de Lucía comenzó a gritar. Levantó sus caderas como si quisiera llevarse con ellas los dedos del joven, mientras sus piernas temblaban sin control. Los gritos se sucedían uno al otro ¿Qué dirían los vecinos? No le importaba.

Los ojos se le quedaron en blanco, quedó desvaída sobre la cama durante algunos segundos mientras Joan extraía sus dedos mojadísimos del anegado sexo de la madre de su novia y los lamía con una sonrisa.

¿Tan bien follaba Joan?

¿Tanto habría follado con Lucía?

Un miedo nació en el corazón de Luna al tiempo que, poco a poco, iba recuperando el control de su cuerpo. Miedo por su hija. Rodrigo siempre decía que madre e hija eran como dos gotas de agua. Y ese hijo de puta no solía equivocarse. Rezó para que Lucía no fuera tan idéntica a ella. Luna sabía por lo que había pasado.

Su sexo aún latía cuando consiguió incorporarse. La polla erecta de Joan borró al instante cualquier pensamiento sobre Lucía. Aparentaba tan sabrosa.

La metió en su boca, la lamió con la sabiduría que le otorgaban sus años de experiencia. Joan gimió un "joder" que a Luna le tranquilizó un poco. Aún la chupaba mejor que Lucía.

A gatas sobre la cama, mientras mamaba el falo del muchacho, comenzó a frotarse las piernas para aliviar la picazón que comenzaba a extenderse. Sólo consiguió el efecto contrario, avivar el fuego.

Empujó a Joan para que se tumbara completamente sobre las arrugadas sábanas de su cama de matrimonio y rápidamente se empaló con la tiesa tranca del chaval. Tenía una buena polla para su edad. Quizá ya fuera del mismo tamaño que la de Jorge, su marido. Más que la de Ernesto, sin duda, quizá no tanto como la de Rodrigo, o la de Jonás. De la de Carlos y la de Antonio no se acordaba, igual que de la de Ramón. Ya hacía muchos años de todas ellas.

Saltó sobre Joan una y otra, y otra vez, esa polla parecía abrirse en su interior. Gemía sin control. También gemía Joan. Y el eco, a pesar de que nunca notó eco en su habitación.

La mano de Joan abandonó sus pechos y, a tientas, buscó la mesita de noche. Como si supiera lo que buscaba, encontró el segundo cajón y lo abrió.

"No, no busques ahí"- pensaba Luna, mientras botaba sin pausa, y deseando con toda su lujuria que Joan encontrara lo que buscaba. Y lo encontró. Los dedos del joven se cerraron sobre el falo de goma que Luna guardaba y lo llevaron hacia la espalda de Luna.

No se había dado cuenta todavía que la otra mano ya había colado dos dedos en su ano.

"Hazlo".- ordenó la mujer, con el tono de una madre que obliga a su hijo a hacer los deberes. Joan sonreía pensando que Luna tal vez, sólo tal vez, tuviera más vicio que su novia. No lo creía.

Los dedos salieron y fueron sustituidos por la punta del consolador, que tras un par de segundos de quietud de Luna, pudo abrirse paso por los esfínteres de la casi cuarentona. Cuando lo sintió bien adentro, presionado por la mano de Joan, continuó el placentero movimiento vertical.

Ya no podía detenerse, pero un pensamiento luchaba por salir a la luz aunque sus movimientos y sensaciones lo dificultaban. Lucía. No, no podía pensar en Lucía. Sí, tenía que pensar en ella. Estaba follándose a su novio.

"A Lucía no le importará."- dijo Joan, pero Luna no pudo ni quiso contestar. Esperaba que sí. Gemía cada vez a más volumen, igual que Joan, igual que el eco.

Joan no la miraba a los ojos. Apretaba los pechos de la mujer con sus manos lozanas y suaves, y respondía con hábiles movimientos de cadera al subibaja de Luna, pero no la miraba. Miraba a la puerta de la habitación mientras Luna gemía y gemía.

Luna también desvió levemente la mirada hacia la puerta.

No.

Debía ser una alucinación producida por la culpa.

No lo era.

Niña Lucía los miraba follar, sonriendo. Vestía sólo unas braguitas y su mano se hundía bajo ella.

Su hija se masturbaba viéndola follar con su novio. Menuda puta. Quiso parar, se gritó a si misma que tenía que parar, pero su cuerpo no le respondía y siguió follándose a Joan mientras Lucía se masturbaba, con las mejillas y el vientre incendiados de color, que sobresalía mucho más en su piel pálida.

Era toda una mujercita ya.

Luna no pudo evitarlo y mientras repetía como una confusa letanía "No, no, no", se corrió. El clímax la asaltó mientras miraba a los ojos a su propia hija y la polla del novio de ésta le perforaba las entrañas.

"Ngaaaaa…."- Lucía no quiso detenerse tampoco y cayó al suelo de rodillas, mientras miraba al infinito con la boca abierta al máximo.

Se había corrido.

Joan quiso sacarse de encima a Luna sabiendo lo que se le venía pero la madre de Niña Lucía, en un último arranque de vicio, lo impidió. El semen de Joan salió a borbotones de su polla y se mezcló en el interior de Luna con su flujo de mujer madura.

La madre recuperó instantáneamente el razonamiento y en un pueril ataque de pudor, botó del cuerpo de Joan y se cubrió con las sábanas.

"Lu… Lucía…"- balbució Luna mientras miraba a su hija caer hacia delante, quedando a gatas sobre el suelo.

"Ha… estado… bien… ¿No, mamá?"- suspiró Niña Lucía sin levantar la mirada del suelo.

"Lucía… no…"

*****

Niña Lucía echó a Joan de la casa con cajas destempladas. Necesitaba hablarlo con su madre. Vestida, por supuesto.

"Lucía… has de parar todo esto…"- dijo Luna, que se frotaba nerviosamente las manos, sentada a la mesa de la cocina.

"¿Por qué? ¿Acaso no te gustó?"

"Es peligroso, Lucía… sé de lo que hablo… no se lo contemos a tu padre… pero tienes que parar esto antes de que pase algo malo."

"Mamá… no te entiendo… ¿No te has corrido como una guarra? ¿No has disfrutado como hacía años que no te oía disfrutar?"

"¡Lucía, por dios! ¡Lo digo en serio! Esto es más una maldición que otra cosa."

"Oh, una maldición de familia, me encanta esto…"- dijo la pequeña rubia sin abandonar en ningún momento su sonrisa.

"Lucía, te tengo que confesar algo… pero lo hago sólo para que pienses en lo que haces… prométeme que no se lo contarás a tu padre…"

"Mamá, me estás preocupando. Dime."

Por primera vez, Niña Lucía dejó de sonreír. El semblante de Luna estaba marcado de preocupación.

"Lucía… yo…"

 

 

Niña Lucía (Huida): http://www.todorelatos.com/relato/59453/

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"Oh, una maldición de familia, me encanta esto…"- dijo la pequeña rubia sin abandonar en ningún momento su sonrisa.

"Lucía, te tengo que confesar algo… pero lo hago sólo para que pienses en lo que haces… prométeme que no se lo contarás a tu padre…"

"Mamá, me estás preocupando. Dime."

Por primera vez, Niña Lucía dejó de sonreír. El semblante de Luna estaba marcado de preocupación.

"Lucía… yo…"

I. Maldita de sangre

"Lucía… yo…"

"Vamos, mamá, suéltalo…"

"Jorge no es tu padre."

La confesión sólo aturdió por un instante para Lucía. Repuesta de la primera impresión, trató de ubicar sus ideas en el intrincado mapa que su madre quería dibujarle pero que a ella le parecía, simplemente, un boceto mal trazado a lápiz.

"Ya, bueno… pero yo tomo precauciones, en tu época no habían tantas, mamá… Ten confianza en mí. Sí, disfruto del sexo, pero tranquila…"- murmuró Niña Lucía. La verdad, si sólo con eso su madre pretendía hacerla cambiar de hábitos, iba mal encaminada.

"Tu padre era Rodrigo."

El silencio fue brutal. Si la confesión anterior había sido un mazo, ésta había tenido el mismo efecto que una detonación nuclear.

"¿Qué? No… no…"

"Yo era como tú, Lucía, creí que no tenía techo, que era capaz de todo…"- Unas lágrimas se asomaron al balcón de los ojos de Luna Cortés, envejeciendo su rostro que tan joven parecía un momento antes.- "Pero haces locuras, muchas locuras… y no es tanto las veces que lo hagas como que pierdas el control y cualquiera pueda tenerte. Con esa vida que estás empezando a llevar, sólo te expones a cabrones como tu t… como tu padre…"

"Pero… No pue… mamá…"- Lucía se levantó de la silla y caminó sin rumbo por la cocina, aquello era una locura.- "¿Él… él lo sabía?"

"Sí, Rodrigo lo sabía… pero dejó que Jorge creyera que era suyo… en esa época yo ya estaba casada con tu pa… con Jorge, y Rodrigo era atractivo y afortunado…"

"Y un hijo de puta."

"Llega un momento que eso te deja de importar… por eso debes frenar antes de que sea tarde, Lucía… Aprende a controlarte o…"

"No… yo… no… joder… no…"- Niña Lucía se echó las manos a la cabeza. Rodrigo, su madre… ‘tú y ella sois iguales’, escupían los asquerosos labios de Rodrigo en sus recuerdos… Estaba confusa, por primera vez en mucho tiempo no sabía qué podía hacer.

Gritó, intentando con ese grito olvidarse de todo. Todo lo que había ocurrido de un tiempo a esta parte, desde antes de ir a la fiesta de Luis, de antes de comenzar a salir con Joan. Antes de descubrir el placer.

"Lucía, cariño…"- Luna se acercó a su hija. Tal vez no debería habérselo dicho. Su pequeña no tenía porque ser como ella.

"No me toques…"-escupió Niña Lucía deteniendo a su madre con un dedo. Había un sentimiento en sus palabras que nunca creyó que volvería a albergar. Odio.

Pero no odiaba a su madre. Se odiaba a ella misma. A esa parte suya que descendía de la única persona a la que había odiado. Rodrigo. No quería conocer otro tío Rodrigo que le jodiera la vida, no quería bajar al infierno que su madre le había augurado si no cambiaba y dejaba de ser como realmente era.

Sin una palabra más, salió a la carrera del piso, dando tras ella un fuerte portazo.

II. Huida.

Las calles eran un ensordecedor ir y venir de rostros anónimos que llenaban las aceras y se chocaban con Niña Lucía, que trastabillaba por la ciudad. En su cabeza no había sitio para mirar por dónde iba.

Rodrigo.

Joan.

Ángela.

Su madre.

Natalia.

Rostros y rostros cruzaban su mente al tiempo que miles de rostros diferentes se cruzaban con ella por las aceras. Atravesaba calles, avenidas, bulevares… cruzó un puente sobre el antiguo cauce de un río y se encontró a la sombra de dos torres romanas.

En cualquier otro momento se habría parado un instante para admirar su magnificencia. Ahora sólo quería seguir caminando para dejar atrás esos pensamientos que corrían siempre más que ella.

Se frotó los párpados con los dedos y los descubrió empapados; Estaba llorando a mares. Le habían pedido que abandonara todo lo que era ella y no tenía más remedio que hacerlo, porque la sombra de Rodrigo del Solar, aún después de muerto, era tan larga que se extendía por la ciudad y amenazaba con agarrarla de un tobillo y sumergirla en las más profundas oscuridades abisales.

Su móvil sonó. Niña Lucía rechazó la llamada. Lo puso en silencio y lo metió de nuevo en el bolsillo. Siguió caminando. No quería hablar. Sólo quería huir.

Y más.

Rodrigo.

Su madre.

Natalia.

Ángela.

Joan.

Aceleró para intentar olvidarse de las ideas que nacían en su cerebro. Pero a cada paso que daba, otra palabra, otra escena, otra imagen, otro sentimiento de asco le recorría la espina dorsal y la aterrorizaba.

No quería Rodrigos en su vida.

Y Rodrigo era su padre. Y su padre la violó con once años, y también con dieciséis…

Y su madre le mintió durante dieciséis años.

Y Jorge no sabía nada.

Ella tenía por sus venas la sangre de Rodrigo y la sangre maldita de Luna. Provenía a la vez de infierno y cielo, o de dos infiernos contrapuestos y complementarios. Demonio y súcubo. Siempre quiso ser un súcubo. Ahora, se daba cuenta, era un demonio.

Caminó hasta que el dolor de los pies fue tan grande que se olvidó de pensar, entonces miró a su alrededor. Había anochecido y no conocía las calles en las que estaba. Le llegó a la nariz un suave aroma a sal, la playa estaría cerca, tal vez eso era una salida, meterse mar adentro hasta que el Mediterráneo la reclamara para siempre y la salvara de sí misma. La salvara de ser hija de Rodrigo del Solar.

No había nadie en las calles. Cogió su móvil y observó la hora en él. Eran casi las diez de la noche y estaba sola. No pudo evitar echar una ojeada al símbolo de llamadas perdidas. Las miró. 15. La mayoría de su madre, pero también de Ángela, Joan y Natalia. ¿Quién tenía el móvil de Natalia? Ángela, seguro que Ángela. Sí, se lo dio una tarde en que quedaron para ir al cine.

Tenía también dos mensajes.

Niña. ¿Dnd stás? Si tiens q hablar solo llamam y m tndrás ahí.

Natalia. Sí, quizá tendría que llamarla. Ella la comprendería y… no… debía alejarse de esa vida. Rodrigo la acechaba en la esquina. Tendría que dejar todo eso. No quería. Por fin tenía dinero y placer. Dos cosas que un año antes no entraban en su vida.

Luci. X favor contesta.

Joan. ¿Le querría igual si se negaba a follar con él? Algo en su interior le decía que sí, que Joan la amaría hasta el fin de sus días, igual que ella a él. Pero la misma voz que la empujaba a la vida que tenía y que tanto miedo le daba ahora le aseveraba que no, que Joan la dejaría si no le daba el premio que un hombre así necesitaba. Los hombres necesitan sexo. Las mujeres también, pero los hombres más. Si no se lo das lo buscará en otras y te dejará sola.

"No, Joan, no me dejes…"

Las lágrimas nublaron su visión y se dejó caer en un portal, tiritando de frío. El sol ya hacía tiempo que se había ocultado y ella no llevaba más que una fina camiseta que no le protegía de nada.

Se levantó y caminó, balanceándose sobre sí misma, hasta la playa. Cruzó el paseo y entró en la arena.

Perdió la mirada en el cielo, donde la Luna se ocultaba tras unas nubes negras y densas.

Gritó.

III. Caballero de blanca armadura.

Un par de personas se asomaron al paseo al oír el grito. Un hombre se acercó a Lucía.

"¿Qué pasa, pequeña? ¿Has tomado algo?"

Lucía sólo lloraba, miró al hombre y cayó de rodillas sobre la arena. Todo su odio parecía haber sido exorcizado con el grito. Ahora sólo estaba exhausta y llorosa.

"Vamos, levántate, tienes que beber algo…"

Lucía se alzó, ayudada por el hombre, que la abrazó por el hombro, apretándola hacia sí y evitando que pudiera caer. El calor humano era reconfortante después de la locura de su huida.

"Vamos, pequeña, tranquila… puedes confiar en mí…"- musitó el hombre, mientras la ayudaba a salir de la playa y la llevaba hacia el barrio costero.

Niña Lucía quiso enhebrar un "gracias", pero antes de ello, miró a los ojos al hombre y se detuvo en seco. Le brillaban los ojos mirándola. A Rodrigo también le brillaban los ojos cuando la miraba.

"¡No!"- Niña Lucía forcejeó con el hombre, que la aferró más fuerte.- "¡Suéltame!"

El rostro del hombre cambió de la fingida compasión a la rabia.

"Estate quieta, puta…"- gruñó, mientras le propinaba un guantazo que la envió al suelo.- "Más te vale que te portes bien, guarra…"- añadió, mientras la arrastraba por la desierta calle y le tapaba la boca rudamente con la mano.

"¡NO!"- logró gritar, escapando por un momento de la improvisada mordaza.

"¡EY!"

El hombre frenó en seco. Alguien lo había descubierto. Miró hacia atrás y vio una fornida silueta dibujarse hacia el final de la calle.

La pequeña rubia cerró los ojos. El caballero de blanca armadura galopaba en su corcel para rescatarla del villano.

Niña Lucía abrió los ojos. Joan corría hacia ella. ¿Cómo la habría encontrado? Daba igual, estaba allí, había venido a salvarla y era lo único que le importaba.

"¡Suéltala, cabrón!"

Joan golpeó primero y mejor. Era un joven fuerte. El más fuerte de la clase.

El hombre cayó al suelo, tirando a un lado a Niña Lucía, que también comprobó la dureza de los baldosines. Joan se sacudía la mano. No le extrañaría haberse roto un hueso al golpear. El hombre, por su parte, se palpó el labio y vio sus dedos manchados de sangre.

"Maldito enano…"

El hombre se lanzó hacia Joan, que cayó impelido hacia atrás. Niña Lucía no se atrevía a moverse. Era todo como un sueño. Vio algo brillar ante el rayo de luna que se escapó entre las nubes.

Era una navaja.

"¡Joan! ¡Cuidado!"

El hombre y el chaval forcejeaban por el arma. Rodaron por el suelo entre maldiciones e insultos. Los dos se incorporaron, uno frente a otro; había prevalecido la rapidez de la juventud y Joan enarbolaba la navaja, mientras el hombre apretaba fuertemente el puño. Tenía la mano abierta en una profunda herida que goteaba sangre.

Viéndose sin opciones, el atacante emprendió la huida.

"No sé por qué, pero sabía que tenía que venir hacia aquí…"- musitó Joan, sin separar la vista del hombre que huía.- "Luego oí tu grito y lo seguí…"

"Joan… yo… te…"- murmuró, emocionada, la joven rubia de ojos verdes.

"¿Estás bien?"- la voz se le quebró al muchacho, y Niña Lucía se preocupó.

"Joan. ¿Qué pasa?"

La mano izquierda del joven, la que no tenía la navaja, se apretaba el vientre. Estaba empapada en sangre, igual que la blanca camiseta y los pantalones.

"¡JOAN!"- chilló Niña Lucía, viendo cómo su chico caía hacia delante de rodillas, soltando la navaja. Se desplomó sobre el suelo mientras Lucía gritaba.

"¡SOCORRO! ¡LLAMEN A UNA AMBULANCIA! ¡POR FAVOR!"

La muchacha, entre lágrimas, trató de taponar la herida con sus manos, pero la sangre escurría entre sus dedos, oscureciendo por completo la camiseta blanca de Joan y brillando macabramente bajo los difusos rayos de una luna tintada en gris que se desvestía de nubes.

"No, Joan, no…"

Joan sólo sonreía, lo que le daba un aspecto frágil a sus facciones rudas. Trató de acariciar la mejilla de Lucía, y sus dedos, pringados del líquido vital que se le escapaba del vientre, resbalaron por el cuello de la adolescente.

"Estás bien, Luci… estás bien…"- susurró mientras trataba de ocultar una mueca de dolor.

A lo lejos, se oyó el truculento ulular de una sirena de ambulancia.

Mientras, el asfalto se manchaba de sangre.

Niña Lucía lloraba.

 

Niña Lucía (La carta): http://www.todorelatos.com/relato/59549/

Categoría: Erotismo y amor

Niña Lucía entró en su habitación, completamente desnuda. Por el pasillo llegaba el susurro del agua del grifo cayendo en la bañera, llenándola. Lucía se sentó ante el ordenador y reprimió un escalofrío cuando la piel desnuda de su culo tomó contacto con la fría superficie de la madera de la silla, pero no dijo nada. El monitor estaba encendido y mostraba una página en blanco de un nuevo documento de Word, Niña Lucía solamente orientó el teclado y comenzó a escribir.

I. Querido Joan.

"Querido Joan:

Te escribo esto, sola y desnuda, mientras pienso en ti. La bañera se está llenando, escucho el correr del agua, así que no puedo entretenerme mucho.

Te amo. Creo que eso es lo más importante y lo que no se me puede olvidar. No recuerdo la última vez que te lo dije, ni siquiera si te lo dije alguna vez. Como sea… te amo. Con locura, con todo mi corazón… te amo y quiero gritarlo a los cuatro vientos ¡TE AMO!

Hemos pasado tanto juntos… estábamos hechos el uno para el otro ¿no piensas tú lo mismo? Yo sí. Me atrevo a creer que tú también. No soy capaz de olvidar cada uno de tus roces sobre mi piel, la sensación que me causaban, el inevitable escalofrío que me recorría cuando me despertabas acariciándome la espalda desnuda con la yema de uno de tus dedos. Entonces yo me volvía hacia ti, te miraba, sonreía y te besaba. Si había tiempo, hacíamos el amor como sólo nosotros sabíamos hacerlo. ¿Recuerdas todo eso? Seguramente sí. Yo también.

Me encantaba cuando te pasabas largos minutos besando cada centímetro de mi piel, aunque me entrasen cosquillas y te dijera que me follaras ya. Me encantaba perderme por tu cuerpo y que tú te perdieras por el mío, que me penetrases dulcemente, pero también cuando me lo hacías duro y me volvías loca de placer. Cuando trepabas sobre mí y te unías conmigo y los dos gemíamos al unísono. He perdido la cuenta de los orgasmos que me has causado. También los que yo te he causado a ti. Hemos pasado tanto juntos…

Casi no me extrañó que hubieras sabido dónde estaba. ¿Te llevó el corazón hacia mí? Cuando oí tu voz, el corazón me latió y supe al instante que eras tú, mi noble caballero de blanca armadura y gentil espada. Sí… somos como dos partes que se complementan."

II. Secretos.

"Quisiera confesarte una cosa. Te he engañado con algunos hombres. Supongo que te lo imaginabas. Pero tranquilo, no amé a ninguno. Mi corazón era y es por entero tuyo. Espero que lo comprendas. Creo que es culpa de mi sangre, la de mi padre, la de mi tío Rodrigo. Tenía una parte que me obligaba a hacer cosas malas. Quiero creérmelo, pero no puedo, sé que me miento y que Rodrigo no tiene nada que ver, por mucho que me gustaría echarle las culpas de todos los males de la raza humana. Es por su culpa que tú no pudiste desvirgarme, y te habría concedido gustosa el privilegio, lo hice con mi culito. Él poseyó mi coño, pero nadie hizo lo que tú, poseerme el corazón.

Te quiero contar una cosa. Tengo un retraso de ya dos semanas. ¿Te imaginas? Obviamente, no lo habría tenido, de estar embarazada habría abortado antes… ¿Pero te imaginas? Tú y yo compartiendo lo más bonito, lo más sagrado en este mundo. Es una pena. Creo que hubieras sido un padrazo de ensueño. Mejor que el mío, seguro.

Será otro secreto más entre tú, yo, y este documento que escribo en la pantalla del ordenador. Lo que han cambiado las cosas… antes, estas cartas se escribían con papel y pluma, con letra temblorosa. Lo prefiero en ordenador. Así, la tinta no se emborronaría a causa de las lágrimas que cayesen en el papel. Sí. Estoy llorando, ¿Cómo no hacerlo?"

III. Lágrimas sobre el teclado

"Anteayer fui a tu entierro. Todo muy triste, muy gris. Estabas hermosísimo en el ataúd, aunque muy pálido. Casi aparentabas seguir vivo. Parecía que de un momento a otro ibas a abrir los ojos, levantarte, venir hacia mí y abrazarme mientras me decías que no llorara. Ángela y Nacho estaban allí y trataron de calmarme, pero ambos también tenían los ojos rojos de lágrimas. Realmente estaba toda la clase, pero sólo Ángela y Nacho se preocupaban de verdad por ti. El resto, creo, incluso se alegraba por no tener clase. Volví a encontrarme con Alberto, tu primo. Me estrechó entre sus brazos y sentí cómo luchaba por retener las lágrimas. A estas alturas supongo que ya sabrás lo que pasó con él y conmigo. Espero que no te importe.

Tus padres lloraron mucho, como yo, y casi esperaba que me miraran acusadoramente y me echaran la culpa de la muerte de su hijo. No lo hicieron, son buena gente. El entierro, ya te digo, muy gris. Tu lápida es muy bonita, toda rodeada de flores. Te dejaron decenas de ramos. Yo sólo quise ponerte una rosa. Pero así sabrás qué flor es la que tiene más sentimiento. En la ceremonia eché en falta a alguien que tomara la palabra y con voz trémula pero potente dijera lo importante que has sido, lo muy bien que hacías las cosas, todos tus logros… Pero es lo que tiene morir a los diecisiete. No tienes muchas cosas que contar. Al menos muchas que importen a los demás. Pero entre tú y yo, seguro, hemos vivido más que la mitad de los que asistieron.

También estaba Natalia. Espero que no te molestase que la invitara. Necesitaba a alguien fuerte en quien apoyarme, y no me sentía del todo cómoda con mi madre. A pesar de que toda la culpa fuese mía. Lo siento, pero no puedo dejar de sentirme culpable. Moriste por mi culpa, por salvarme. La puta ambulancia no llegó a tiempo y te quedaste entre mis manos, sin que yo supiera qué hacer para que no te fueras. Todo por mi culpa. Tenía que haber sido yo la que recibiera el navajazo. ¿Me podrás perdonar?

En fin, la bañera se sigue llenando y la cuchilla de afeitar me espera. Ya te he dicho que te escribo esto, sola y desnuda, mientras pienso en ti. Dicen que con el agua caliente no se siente nada. Por lo que he leído, es sólo el momento de los cortes. Espero no empezar a dudar y hacer una carnicería con mis muñecas. ¿Cómo será masturbarse mientras te mueres? Sexo y muerte… Debo probarlo… Pensaré en ti, lo prometo.

Lo siento por mi madre, seguramente será ella quien me descubra cuando vuelva del trabajo, pero sin ti, Joan, mi vida no es nada. Conmigo morirá mi dolor, y la sangre de Rodrigo. No perpetuaré su estirpe.

Espérame, cariño, voy hacia ti.

Con amor:

Niña Lucía."

FIN

Kalashnikov.

 

EPÍLOGO

Niña Lucía (Kalashnikov): http://www.todorelatos.com/relato/59581/

Categoría: Entrevistas/Info

Es lunes por la mañana y acabo de enviar a TR el último relato de la serie de Niña Lucía. He dudado mucho con el dedo encima del ratón sobre si mandarlo o no. No creo que los lectores me perdonen que la pequeña se suicide. En fin… ¿Qué se le va a hacer? Al final lo he enviado, y he suspirado de alivio. Ha sido duro. Una serie sobre el mismo personaje, con un relato por categoría no es pecata minuta para un aficionado como yo. Al fin, me puedo relajar con la confianza del trabajo bien hecho.

Es lunes por la mañana, mes de julio, sin clases, sin trabajo, afuera luce el sol y decido bajar al bar del barrio. Mientras disfruto del sol de verano (en unas horas seguro que se vuelve un Sanlorenzo horrible), pido una horchata bien fría y me pongo a mirar los automóviles que pasan delante de mí.

- ¿Está ocupada?

Mientras pierdo mi mirada en la corriente de coches del asfalto, noto que alguien me hace sombra. Me giro rápidamente para indagar y tengo que cerrar los ojos. No estaba preparado para el marcado contraste entre su cara en penumbra y la fuerte luminosidad que luce detrás suya.

Poco a poco, mis ojos se acostumbran y no puedo evitar una mueca de asombro al ir reconociendo los bellos rasgos faciales. Piel blanca, rasgos jovencísimos, pómulos ligeramente marcados, barbilla quizá algo apuntada, naricilla respingona, pelo rubio y corto, y lo que más me gusta de ella, dos ojos verdes como la hierba que brillan alegres. No necesito mirarle el escote porque sé que no voy a encontrar ahí nada del otro mundo.

Sonrío y dejo de mirarla para ojear otra vez los coches.

- ¿Tú no estabas muerta?- pregunto, mientras Niña Lucía toma asiento enfrente de mí.

- Vamos, Kalash, ¿acaso dirías que El Quijote está muerto? En cuanto nos convertimos en personajes más allá de nuestro autor, somos inmortales.- Dice ella, y yo no puedo evitar reír.

- Perdona, pero… ¿Te acabas de comparar con el Quijote?

- Claro. ¿Por qué no? ¿Sólo porque mi autor no sería digno ni de lamerle las botas al suyo? Los dos somos personajes. Y a partir de ahí, que seamos mejores o peores sólo depende del autor.

Mierda. Me acaba de dejar sin palabras, cosa nada fácil. Sinceramente, es única.

- ¿Qué haces aquí?

- Te quedan tres categorías, bueno, dos, ya que en una lo único que vas a hacer será publicar una recopilación. Así que yo estoy aquí para que cumplas con una de ellas.

- ¿Me vas a entrevistar? ¿Tú, que se supone que estás muerta?

Niña Lucía me mira con arrogancia y se atusa el pelo. No cree conveniente responder a la pregunta. Ella está allí para hacerlas. Sonríe. La verdad es que la condenada es guapa.

- Primera pregunta… Lo que más importancia tiene de esta entrevista, y lo primero para que si alguno se cansa de leer por lo menos se entere de esto… ¿Quién eres en verdad?

- Sí, supongo que ya es hora de quitarse la máscara y decir unas cuantas verdades. Tengo otra cuenta. Más antigua, con más relatos, más "genuina" puesto que Kalashnikov sólo nació como experimento. Sí, soy… Caronte. Un prolífico autor con 119 textos publicados (llegaron a ser 134, pero cansado de la censura decidí borrar unos cuantos). Cuando Kalashnikov ha comentado a Caronte (Intenté que duramente), yo me he comentado a mí mismo. ¿Soy un tramposo por ello? Quizá. Pero si el sistema de filtros de TR no me ha bloqueado será porque jamás usé esta cuenta para el beneficio de la otra.

- Está bien, Kalash ¿O prefieres que te llame Caronte?, sigamos con la entrevista… Como Caronte ya respondiste a muchas preguntas en la entrevista que tú mismo te hiciste. Intentaré no repetir ninguna, aunque me lo pones difícil. Nos centraremos en las diferencias entre uno y otro. ¿Qué ha tenido Kalashnikov que no haya tenido Caronte? O al revés…

- Kalashnikov ha tenido, desde un principio, el apoyo de HombreFX. Parece una tontería, pero, a pesar de todo lo que se le pueda achacar, es una referencia en la página. Caronte, realmente, no ha tenido tanta suerte, y por cada buen comentario que HombreFX le hacía habían una decena en los que le echaba en cara su poco "erotismo" o simplemente, no le arrancaba más que un "Sin comentarios". Además, Kalashnikov nació con otra mentalidad distinta a la de Caronte. Caronte tenía ya amigos en la página y, posiblemente, amiguismos. Kalashnikov no. Además, dio sus primeros coletazos en la página comentando muy duramente, creándose una pequeña fama de "justiciero", fuera quien fuera su "víctima", incluso me "puteé" algunos relatos de Caronte con Kalashnikov. Si ofendí a alguien, lo lamento.

Ya en su época de autor, Kalashnikov respondía a los comentarios recibidos. Caronte nunca lo hizo a no ser para defenderse públicamente de algún ataque "frontal". Dos veces, en todos sus relatos. La inmensa mayoría de los 180 comentarios de Kalashnikov han sido agradecimientos en sus propios relatos.

Por otra parte, a veces me parece que Caronte ha sido más "protegido" por el webmáster de la página, ya que siempre que ha pedido explicaciones sobre algo, ha recibido respuesta de Álex, mientras que Kalashnikov no ha recibido nunca respuesta del webmáster. En fin, paranoias mías.

- Hablando de comentarios… ¿Por qué dejaste de comentar relatos con Kalashnikov?

- Pues, realmente, la culpa la tuvo también HombreFX, aunque no le echo nada en cara, no le guardo ningún rencor. Tenía que frenar en algún momento. Dejé de comentar porque, tras hacerle un comentario a un relato de MelissaG ("El clásico de fútbol"), HombreFX, a quien sí le encantó dicho relato, replicó con, y cito palabras textuales: "Desgraciadamente, hay muchos que se dedican a destrozar tus relatos, ya sea con comentarios o votando en tu contra para perjudicar tus promedios. […] No hagas casos de quienes se sienten grandes escritores que tratan de humillarte con sus comentarios". Obviamente, jamás tuve esa intención, es más, no valoré ese relato ni a favor ni en contra de Melissa, como tampoco he valorado casi ninguno de los que he comentado como Kalashnikov. Pero como no lo inventé para que se fuera haciendo enemigos, dejé de comentar para que nadie pensara que me sentía un gran escritor ni que trataba de humillar a nadie. Pienso que una crítica detallada y bien hecha puede ayudar mucho al autor de turno. Pero en fin, eso en TR no se entiende.

- ¿Quién sabía que Kalashnikov y Caronte eran la misma persona?

- Al principio, nadie. Luego se lo dije a una muy buena amiga mía, Lucia_misterio (prometo que el nombre de la serie no tiene absolutamente nada que ver con ella. Por así decirlo, la conocí después de empezarla), y más tarde se lo fui confesando a Vieri32, Nk135, TheCrow, SashaDupontBaros, Nat, y Sukubis, que lo averiguó sin demasiadas pistas por mi parte.

- ¿Quién ha tenido más éxito, Kalashnikov o Caronte?

- Sin duda, Kalashnikov. Su media ronda el 8 y medio, mientras que Caronte sólo ha subido de 8’2 cuando borré muchos relatos suyos por culpa de la censura. La media de comentarios recibidos por Kalashnikov también es ligeramente superior a la de Caronte, mientras que la media del número valoraciones que merecen los relatos de Kalashnikov también mejora sensiblemente a la de Caronte.

Donde sí que no hay color alguno es en las lecturas recibidas. Los 46 relatos de Kalashnikov hasta el momento, superan ampliamente (una diferencia de más de 60.000 accesos) a los 119 de Caronte. Lo que nos lleva a que los relatos de Kalashnikov reciben el triple de accesos que los de Caronte. Y es que sólo has de poner "niña" en el título para que los accesos comiencen a inflarse. Fue el anzuelo en el que pensé al ponerle ese nombre a la serie, y parece que ha dado un resultado incluso mayor del esperado.

Niña Lucía asiente complacida. Me saco un paquete de cigarrillos del bolsillo y prendo uno entre mis labios.

- ¿Quieres uno?

- Sabes que sí…- responde ella, inclinando la cabeza y extendiendo su mano. Le paso un pitillo que rápidamente coloca en su boca y se lo enciendo. El pequeño fuego saca extraños matices de color de su rostro. Me encanta.

- ¿Sabes que no deberías ofrecerle tabaco a una menor de edad? Te podrían acusar de corrupción de menores.- dice, con una amplia sonrisa divertida.

Toma una larga calada y expulsa una nube de humo que asciende ante su rostro hasta evaporarse.

- Sigamos…- dice.- ¿Por qué poesías eróticas ha sido la única categoría que ha recibido textos de Kalashnikov fuera de mi serie?

- Bueh, el experimento de Kalashnikov también comprendía el enfrentarse de una forma diferente y más "moderna" a la categoría de Poesía erótica. Todos los textos de Caronte en dicha categoría son en rima. Kalashnikov huía de las rimas (hasta tiene un soneto sin rima, "melodías", que parece que gustó). Ha sido también un experimento muy jugoso para mí, hasta tal punto que he abandonado la rima en los poemas excepto en los esquemas clásicos, soneto y romance.

- ¿Qué ha sido más difícil, la escalada que completaste con Caronte o la que has hecho con Kalashnikov y Niña Lucía?

- ¿Realmente? La de Caronte, ya fuera porque todavía no estaba desenvuelto del todo en este tipo de escritura o porque tantas historias diferentes terminan por agotar, la sentí más complicada que ésta. En la tuya, Niña Lucía, tu vicio me permitía ciertas libertades que en un relato suelto Caronte no se habría permitido. Tú lo haces todo más fácil.

Niña Lucía sonríe halagada. No se ruboriza, le sobran kilos de descaro para ello, pero de ser más tímida, se habría ruborizado. Seguro. Pasa de hacerme más preguntas y pide una "coca-cola zero". Yo pido un botellín de Heineken y seguimos charlando de temas sin importancia. Los dos sabemos que la entrevista ha concluido.

 

 

Niña Lucía (Apuntes del personaje): http://www.todorelatos.com/relato/59682/

Categoría: Textos educativos

Noche por todas partes en mi habitación, el silencio era total. Debían ser las 4 de la mañana y el que aquí os escribe, completamente desvelado. No preguntéis por qué, últimamente tengo repentinos ataques de insomnio que no me hacen ningún bien.

A lo que iba. Eran las 4 de la mañana y de pronto un ruido me sobresalta. Me incorporo en mi cama y afino oído, pero el sonido no se repite. El insomnio me estará volviendo paranoico. Abatido, me dejo caer de nuevo sobre las sábanas, pero noto una presencia a mi lado y el corazón se me congela.

"Ya va siendo hora de que escribas algo, ¿no?"

Conozco la voz. Joder.

"¿Qué haces aquí, Lucía?"- susurro, mientras intento dominar mi corazón.

"Hace ya mucho tiempo que publicaste la entrevista y no he visto ningún movimiento más. Te queda una categoría, "textos educativos", ¿Acaso lo olvidas?"

"No, no lo olvido, pero…"- Mi brazo se mueve nerviosamente y roza el cuerpo de mi personaje.- "Niña Lucía… ¿Estás desnuda?"

Cascabelea la risa de Niña Lucía, que me obliga a levantarme y sentarme ante el ordenador. Lo enciende y, nada más iniciar, me abre una página de Word (toda esta introducción la escribíría después de aquello)

"Bien, Kalashnikov. Escribe el texto educativo."

"¿Sobre qué? ¿Sobre qué puedo educar yo? Coño, Luci, tengo 20 años, casi 21, estoy en edad de que me enseñen, no de enseñar."

"¿Qué tal sobre lo de crear un personaje? Lo hiciste conmigo y el resultado no te ha quedado tan mal."- Niña Lucía gira sobre sí misma y me muestra su cuerpo adolescente y desnudo. No. No está nada mal. Ese culo me vuelve loco.

"Está bien, está bien…"

I. Génesis.

"¿Qué es lo que hay que hacer para crear un personaje atractivo y coherente a los ojos de los lectores? Precisamente eso. Hacerlo atractivo y coherente.

Obviamente, un señor de Cuenca obeso e impotente, que pasa las tardes mascando ‘conguitos’ y viendo los documentales de "la 2", no va a tener el mismo éxito que una preciosa ninfómana, a pesar de que el mundo interior de cada uno pueda ser todo lo grande que quiera.

Tú tienes que pensar qué personaje es el que mejor va con lo que quieres narrar de tu serie, puesto que una serie no debe nunca limitarse a narrar, una tras otra, escenas de sexo. Para eso haces relatos sueltos y santas pascuas. Para una saga es necesario pensarse bien el personaje, su aspecto, sus filias, sus fobias, su forma de ser, imaginarse también cómo son los personajes que lo acompañarán… y sobre todo, no cometer incongruencias entre relatos. No vayas a decir que tu personaje tiene los ojos azules y, varios relatos después, misteriosamente los tiene verdes. Lo digo por experiencia…

Lo bonito de una serie es que da tiempo para encariñarse, amar, odiar, enamorarse o simplemente interesarse por el personaje principal y la gama de secundarios que toda serie que se precie debe tener. Y para eso lo mejor es ir llevando al personaje poco a poco, describirlo bien, hacerlo llevar una vida coherente. Por ejemplo, que de repente el protagonista se encuentre con Elsa Pataky por la calle y follen en los baños de un McDonald, o que se cruce con un inventor chiflado que le proponga viajar en el tiempo a una bacanal romana, son escenas que sólo un genio podría hacer coherentes. Y, reconozcámoslo, aquí no hay ningún genio. Si fuéramos genios estaríamos publicando libros a diestra y siniestra y las editoriales se darían de hostias por nosotros.

Pero en fin, que estamos hablando de relatos eróticos, y lo interesante de los personajes es su vida sexual. Pero también has de decidir desde cuándo se narra esa vida sexual. ¿Desde que el personaje, joven, torpe e inexperto, pierde la virginidad? (en estos casos es conveniente omitir edades para que los torquemadas de TR no vengan a quemaros los relatos) ¿O la serie empezará cuando el personaje está ya tan curtido que su polla baila sola o el coñito es capaz de hacerle palmas por bulerías? En fin… que una serie empiece con el o la protagonista ya sabiendo arameo no significa que, en un momento dado, no puedas hacer uno o varios capítulos de flash-back, narrando cómo empezó todo. Otra cosa que también habría que decidir al principio es cómo acabará la serie. ¿Qué es lo que piensa conseguir? ¿Es una sumisa que busca la aceptación de su amo? ¿Un adolescente enamorado de una hermosa profesora? Y aunque la búsqueda del protagonista no tenga final, siempre es bueno imaginar cómo será el último capítulo.

En fin… digamos que ya tenemos todo el marco inicial. Personaje principal, secundarios, el lugar donde se va a desarrollar la historia (no es lo mismo pueblo que ciudad, y tampoco sería bueno que los protagonistas vivieran en Madrid y quedaran todas las tardes en la playa), el espacio temporal (para no complicarse siempre se puede ubicar en el momento actual, pero si quieres rizar el rizo y viajar a la corte de los antiguos faraones, o bajar a las mazmorras de la Inquisición, esto conlleva una pequeña parte de documentación que evitará incongruencias como ver a los Borgia viendo pelis porno)… todo.

Es aconsejable pensar el número de capítulos aproximados que tendrá la serie. Así te evitarás que los capítulos tengan mucha diferencia de tamaño entre sí. Una virtud de las sagas es que sus capítulos sean similares al menos en duración.

Una vez hecho todo eso, ya es hora de empezar la serie.

II. Elaboración

Ya tenemos a nuestro personaje campando alegremente por nuestra imaginación. No lo pongamos directamente a follar. Siempre hay tiempo para eso. Recuerda que esto es una saga y te acabarán sobrando capítulos. Empieza a narrar su vida. Si es un putón verbenero, no te prives de hacer que lo demuestre, ya sea tirándole los trastos a un desconocido o mencionando que se ha dejado las braguitas debajo del asiento del coche. Eso, en los primeros relatos, siempre es un buen gancho. Si, en cambio, nuestro/a protagonista todavía no ha probado su primera vez (cosa que, seguramente, cambiará en los primeros capítulos) haz hincapié en su inocencia, en que lo más cercano al sexo que conoce es el porno de ciertos canales regionales. Los lectores desearán saber cómo y con quién es su primera vez.

El secreto de los primeros capítulos es causar curiosidad en el lector, dejarlo con ganas de leer el próximo, aunque tenga que esperar. Porque esa es otra, no sucumbas a la presión de los comentaristas, no aceleres tu escritura sólo para sacar antes los relatos a sus ojos. Pero tampoco te duermas, si estás mucho tiempo sin publicar un capítulo la gente puede olvidarse de la historia. Mantén una frecuencia de publicaciones estable. De uno a cinco relatos por mes está bien…"

"Kalash, me duermo…"- Me interrumpe Niña Lucía, que no ha separado sus ojos de la pantalla ni un instante…- "Eres más aburrido que una pelea de estatuas. No sé cómo coño has conseguido mantener a tanta gente conectada a la serie"

"Es un texto educativo. No tiene que entretener, sino educar."

"Bah… déjame a mí cuando llegues a la tercera parte, verás como educo…"

"Que sí, lo que tú quieras…"- hago un gesto de indiferencia con la mano y Niña Lucía se vuelve a la cama. A los pocos segundos la oigo gemir. Se está masturbando ¿Y quiere que yo enseñe algo en estas condiciones? Intento hacer oídos sordos y seguir escribiendo.

"¿Por dónde íbamos? Ah, sí, frecuencia de publicación. Ni mucho ni poco. Relatos muy rápidos confunden y hastían al lector, que además puede perderse varios por una semana de ausencia y desconectarse de la serie. Demasiado tiempo entre relatos hace que la gente se olvide de la saga y tenga que releerse los relatos anteriores para ubicarse. Y cuando se llevan más de 3 relatos, la gente se niega a leer tanto por un simple relato, habiendo decenas más de ellos cada día.

Por otra parte, la escritura, y más para una serie, ha de cuidarse. Pero no sólo eso, ha de mantenerse el mismo estilo. Si escribes "Su polla llegaba cada vez más dentro mientras Eva soltaba la sarta de improperios más grande que José jamás había oído", al siguiente relato no es conveniente escribir "y sus dos cuerpos, fundidos en un rayo de luna, se unían y desunían al ritmo de la mare, embarcando a los cuerpos en un agradable crucero por un mar de placer."… sé coherente, sé fiel a tu estilo, marca y si hace falta, INVENTA tu estilo.

Otra cosa, he de incidir otra vez en la coherencia de la serie. En TR no se suele mirar, pero es un consejo más. Una tía que no sabe nada de sexo no la puede mamar como una profesional. Un estudiante virgen no puede tocar donde hay que tocar y chupar donde hay que chupar sin una sola indicación. Una…"

Joder… es imposible seguir escribiendo. Niña Lucía está corriéndose y mi sangre no está en el cerebro precisamente. Y eso que no quiero mirarla… Sigamos…

"Resumiendo. A pesar de que en TR no abunden estos casos, tenéis que enteraros de que existen, y son consejos igualmente válidos para series que para relatos.

- En ocasiones, sobre todo para sexo esporádico, se folla con condón.

- No todas las mujeres del mundo tienen 90-60-90 de medidas y están deseosas de follar con cualquier tío.

- A partir de cierta edad, las arrugas se notan. (Especial para sexo con maduros-sexo con maduras)

- Hay pollas de menos de 24 centímetros (Lo juro, yo tengo una)

- Un beso pasional después de una felación completa tiene ligeros inconvenientes.

- Clítoris no es una isla griega.

- Meter una polla enorme por el culo de alguien sin dilatación previa es una noche que acaba en el hospital.

- Para pasar de "Niña inocente y virgen" a "Puta insaciable" se necesita algo más que un solo polvo.

- Una mujer no puede follarse a un tío ciertamente orondo y reinventar con él todas las posiciones del kamasutra. Eso sólo lo podemos hacer los delgados, lo siento… Hay posturas imposibles con "flotador"."

"Me toca."- Niña Lucía me separa las manos del teclado y me levanta de la silla. Le brillan sus ojazos verdes. Me encanta cuando, después de un orgasmo, le dan estos ataques de seriedad… joder, me dejaría esposar por ella…

"todo tuyo…"- no sé muy bien si hablo del ordenador o de mí mismo. Lo que sea… a ella le interesa el ordenador.

III. Sexo y personajes

"A ver, futuros escritores de series y personajes ¿Qué queréis? ¿Una serie erótica? ¿Una serie pornográfica? ¿Una serie romántica? En TR tienen cabida las tres, pero las terceras tienden a recibir tanto apoyo como el partido pirata.

Si queréis una serie erótica… centraros en los personajes. Lo importante no es el sexo, si no cómo llegan a él. No importa el lenguaje que emplees… a pesar de lo que diga Kalash, tiene muy poca vergüenza, después de que en el primer relato pusiera que el placer nos fotografió "en un éxtasis completo, con todos los músculos hechos piedra que temblaba." (sic.)

Si queréis una serie porno, follar. Es lo que tienen que hacer los personajes, follar. Siempre es más divertido el porno que el erotismo, de verdad, y la mayoría de lectores prefieren el porno, aunque gran parte de los comentaristas prefieran el erotismo… incongruencias de la página. Y si la página tiene incongruencias, que no os obsesione no cometer ninguna en vuestra serie. Los lectores no se fijan en eso. Tiene una mano en el ratón y la otra sobre el sexo, les faltan manos para señalar errores.

El tipo de lenguaje y los diálogos tienen la importancia que les queráis dar. Evidentemente, es imposible hacer una serie con relatos donde más de la mitad del texto son gritos de placer en mayúsculas (siempre en mayúsculas, resaltan más, si no, parece que estén leyendo malamente un guión).

Otra cosa, no os quedéis cortos con los preliminares. A los personajes nos gustan tanto como a las personas de verdad. Un pollazo a las primeras de cambio duele, pero algunas somos muy profesionales y fingimos. Pero con dos o tres párrafos de toqueteos, trabajos orales y demás (No pido mucho, sólo dos o tres párrafos, que si queréis poner dos o tres páginas tampoco hay problema), cualquier personaje, de seguro, trabajará más a gusto.

No os paséis de crueldad. Por muy buena que esté una protagonista, no la pueden violar siempre que salga de casa. Si la habéis secuestrado y le hacéis mil perrerías, por lo menos que uno de los secuestradores se preocupe por ella y la cuida y la sane… Hasta en las categorías más duras se agradece un poco de ternura.

Y bueno, si queréis rizar el rizo y hacer como Kalash, es decir, un relato en cada categoría con el mismo personaje, intentad que los capítulos no estén demasiado forzados. Obviamente, habrán relatos en que la parte erótica puede caer en otro personaje (si el prota es un tío, a ver cómo lo metéis en "lésbicos", ídem en "gays" si la prota es una chica. Kalash lo arregló poniéndome a ver un porno-voyeur-amateur, pero no lo intentéis siempre así, seguro que se os ocurren mil cosas más).

No os olvidéis de los personajes secundarios. Echar mano de ellos sólo cuando los vas a usar para follar hace que la serie pierda credibilidad. Los personajes tenemos nuestra vida, nuestras amistades, y no nos pasamos 24 horas al día en una cama (o alfombra o ducha o lo que se tercie).

En fin, para acabar y con pocas palabras, sed fieles a vuestro estilo pero no os privéis de ser originales, al menos de vez en cuando…

Y ya está todo dicho."

"A ver, Kalash, ¿Qué te parece?"- Dice Lucía, enseñándome su parte.

"Pues realmente, es una mierda de texto educativo. No por tu parte, la mía también"

"Te jodes, porque lo acabo de enviar…"

"¿Qué? ¡Pero si no tenía introducción ni nada! ¡Ni lo había repasado!"

"Pues más te vale escribir la introducción ahora y mandar el relato completo antes de que Álex publique éste."

"Joder…"

"Cuando quieras…"

Niña Lucía se va a la cama y yo comienzo a editar el relato. No me atrevo a mover ni una coma de lo que ella ha escrito. Menuda se pondría…

Añado los diálogos y la introducción a toda prisa. No por Álex, ni la página… Niña Lucía está desnuda en mi cama y me está llamando.

"Vamos, Joan… digo, Kalash… te estoy esperando…"

"No me llamo Joan, y lo sabes…"

"Bah, una letra más o una letra menos qué más da ¿Vienes o no?"

"Voy."

Voy a cerrar el archivo y a enviarlo. No quiero que Luci se impaciente.

 

Kalashnikov

Gracias a todos.

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Fotos de mi puta (3)

Fotos de mi puta (2)

Fotos de mi puta (1)

A.C. (28: El Pueblo Maldito)

A.C. (27: El Precio de la Traición)

A.C. (26: La derrota de Ajdet)

A.C. (25: Emboscada)

A.C. (24: La misión de Nura)

Amor a tres

A.C. 23 (La instrucción)

A.C. (22: La pequeña Nura)

A.C. (21: El asedio)

A.C. (20: Noche de bodas)

A.C. (19: La Subasta)

A.C. (18: Sangre en las Montañas)

A.C. (17: Los Hombres de Tarsis)

A.C. 16 (Las lecciones de Ayna)

A.C. (15: La estrategia de Ajdet)

A.C. (14: El extranjero)

A.C. (13: El pueblo del Gallo)

A.C. (12: La iniciación de Malda)

A.C. (11: Los horrores de la guerra)

A.C. (10: Los Hombres del Bosque)

A.C. (9: Una nueva mujer)

A.C. (8: Pequeño Ciervo)

A.C. (7:Alguien que me ame)

Otra noche sin ti

A.C. (6: El adiós de los dioses)

A.C. (5: La Joven Rayma)

A.C. (4: El Nuevo Jefe)

A.C. (3: La Prueba del Toro)

A.C. (2:La Viuda)

A.C. (1: El Gran Jefe)

Noche de suerte

La chica juguete

The end

Niña Lucía (Apuntes del personaje)

Niña Lucía (Kalashnikov)

Niña Lucía (La carta)

Niña Lucía (Huida)

Niña Lucía (Madre Luna)

Niña Lucía (Kaa)

Orgasmo

Niña Lucía (Un mal sueño)

Niña Lucía (Ahmed)

Niña Lucía (El taxista)

Melodías

Niña Lucía (Luis e Iván)

Niña Lucía (Nacho, Ángela y Joan)

Volverán las oscuras golondrinas

Niña Lucía (El cómico)

Niña Lucía (Nat_XXX)

Niña Lucía (Iniciación)

Niña Lucía (Natalia)

Dormida

Niña Lucía (Recreo)

Niña Lucía (Sixteen Candles)

Niña Lucía (Friends)

Niña Lucía (Sexo y Rock & Roll)

Vístete de humo

Niña Lucía (Kinbaku)

Niña Lucía (Luisa)

Niña Lucía (Poesía)

En mi cenicero

Niña Lucía (Luis)

Niña Lucía (Cuéntame, Ángela)

Niña Lucía (Ángela y Joan)

Las olas tienen nombre

Niña Lucía (Cúentame, Lucía)

La luna ha mentido

Niña Lucía (Cuéntame, Joan)

Niña Lucía (Agua sucia)

Niña Lucia (Un completo desconocido)

Niña Lucía (un tigre de peluche)

Niña Lucía (A ojos de Ángela)

Niña Lucía (Reencuentro)

Niña Lucía (La Venganza)

Dame tequila

Niña Lucía (Ángela)

Niña Lucía (Tío Rodrigo)

Niña Lucía (Joan)

Me voy

Niña Lucía

No te he escrito una poesía