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Niña Lucía (Cuéntame, Joan)

en Hetero: Primera vez

Niña Lucía despertó desnuda, con su cabeza apoyada en el torso también desnudo de Joan. No había ninguna ropa sobre la piel de los jóvenes amantes, toda había quedado sobre el suelo del baño justo antes de que empezaran a preparar la desfloración anal de Niña Lucía. Se frotó los ojos y observó el pequeño colgajo al que se había reducido la polla de Joan. Jamás lo había visto así, tan pequeño, tan inofensivo e inocente.

Sonrió con malicia Niña Lucía. Acarició fugazmente la bolsa escrotal y la pequeña entidad de la entrepierna de Joan respondió con un pequeño respingo mientras su portador seguía dormido, con un semblante de placidez en los labios.

 

I. Despierta, niño, despierta

La polla de Joan, muy ajena al sueño de su dueño y no tanto a las caricias de Niña Lucía, empezó a dar signos de vida, gozando de esas caricias fugaces de Lucía que, no por durar menos de un segundo, dejaban de ser excitantes.

Pocos minutos después, tras algunos suspiros entre sueños de Joan, su polla yacía completamente erecta. Observó Lucía a su chico, dormido y empalmado, y se sintió traviesa. Tras acariciarse ella misma durante algunos segundos, con sigilo y lentamente se subió sobre el cuerpo de su chico y, dirigiendo la tiesa verga a su coño, se penetró con ella. Siseó Lucía, se estremeció Joan. La muchacha sabía que no estaba bien, sabía que se aprovechaba de la indefensión de su chico, que lo estaba usando y casi abusando. Pero la situación la excitó aún más. Por primera vez, se sentía la más poderosa, la más experta, la más sexual de los dos con Joan. Por primera vez, se sintió superior a Joan. Era una idiotez, sabía que él, también no hacía mucho, era virgen, un niño que sabía de sexo lo que enseñaban los pechos desnudos de las revistas. Un pinchazo de celos sintió Lucía al recordar que no había sido ella la primera. Con suavidad, intentando no despertar a su novio, Niña Lucía comenzó el subibaja sobre su cuerpo.

La muchacha colocó sus manos en el pecho de Joan para apoyar su movimiento. Joan, con un gemido, entreabrió los ojos y descubrió a su chica.

“¿Lucía? ¿Pero…?”

 Niña Lucía, mordiéndose el labio inferior, bajó la mirada avergonzada. Aún así, no dejó de moverse sobre Joan.

“¿Estás despierto?”

“Creo que no. Que sigo soñando.”- contestó Joan, mirando cómo su polla se deslizaba en el interior de Lucía.

“Joan…”- Dijo ella, intercalando entre gemidos, sin dejar de follárselo.

“Dime…”

“¿Cómo fue tu primera vez?”

“Un fracaso.”- rió él, agarrando de las caderas a la joven y empujando para favorecer la penetración.

“Cuéntame cómo fue.”

“¿Ahora?”- Se extrañó Joan.

“Si quieres paro para que me lo cuentes.”- Lucía puso gesto de niña buena.

“No hace falta, cielo.”

Así, mientras Niña Lucía cabalgaba muy lentamente sobre Joan, tratando de eternizar el movimiento, el chico comenzó a relatar su primera vez.

 

II. Cuéntame, Joan.

“Verás. Todo empezó hace casi cuatro años, después de un partido de futbito. Jugaba en los infantiles del colegio,  y nos fuimos a celebrar que habíamos ganado por tres a uno.”

“¿Marcaste alguno?”- preguntó Lucía, siguiendo todo el rato el movimiento.

“Yo no. Yo jugaba de cierre. No solía marcar muchos. Pero la mayoría de pases los daba yo”.

“Bien hecho. Continúa.”- suspiraba Lucía.

“Bien.”- Tras cerrar momentáneamente los ojos, fruto del dulce vaivén de Niña Lucía, Joan continuó.- “Nos fuimos a la playa y allí la conocí.”

“¿Cómo se llamaba?”

“Carmen”

“¿Cómo era?”

“Me sacaba cinco años. 18 recién cumpliditos. Piel morena, caderas anchas, pechos grandes. Una mujerona para un crío como yo.”- Joan acarició los casi inexistentes senos de Lucía, caracoleando con sus pulgares en las areolas. Lucía siseó. Era muy sensible.

“¿Te gustaba?”

“Estaba buena…”

“¿Más que yo?”- diciendo eso, Niña Lucía detuvo su movimiento y miró fijamente a Joan.

“Imposible”- Sonrió el joven. Lucía, sonriendo, reanudó su lento subibaja, para mantener a Joan erecto durante toda la historia.

“Vale, sigue. ¿Cómo fue?”

“Ese día sólo la conocí. Jugando al fútbol sobre la arena casi le dimos un pelotazo, y fui yo el que fue a recuperar el balón y a disculparse. Allí, ella comenzó a hablar conmigo. Me veía mayor que mis compañeros y se ve que le gusté.”

“Claro. Siempre has sido el más alto de todos e hiciste el cambio antes que la mayoría de ellos. Me acuerdo de que te veía en el curso superior a mí y siempre me parecías guapo. Me alegré cuando repetiste curso.”

“¡Ah! ¡Muchas gracias, oye!”- rió Joan.

“Si no hubieras repetido ahora mismo no estaríamos aquí y así… Sigue…”- respondió la jovencita.

“Me dijo su nombre, que vivía en Barcelona y que había venido a veranear fuera de temporada con una amiga pero que la amiga se había puesto enferma nada más pisar Valencia. Yo la escuchaba embelesado. Tenía una voz preciosa, y me estaba hablando a mí, no sabía por qué pero yo era el elegido. Ese día no nos dio tiempo a más. Pero, durante el viaje de vuelta, tuve que aguantar las gracias de mis compañeros.”

“Lo imagino. Sigue, sigue”- Niña Lucía, cambiando el movimiento, empezó a describir lentos círculos sobre el cuerpo de Joan, al que cada vez más le costaba concentrarse en la historia.

“Pues bien. Al día siguiente, domingo, volví, yo solo, a ver si la encontraba.”

“¿La encontraste?”

“Sí. En el mismo sitio que el día anterior, tomando el sol de igual manera. Boca arriba, la pierna derecha flexionada, gafas de sol y bikini rojo. Me puse a su lado sin decir nada y fue ella quien me reconoció.

- ¡Eh! Tú eres el crío de ayer ¿No? ¿Joan?

- Sí. ¡Te acuerdas de mí!- reí.

- Yo nunca me olvido del nombre de los chicos guapos.- Mi polla me dio un brinco. Le había parecido guapo. Yo, a toda una mujer. Y ella era un sueño para un crío preadolescente como yo.

No me acuerdo de qué hablamos, sólo recuerdo que, llegado un momento, me preguntó:

- ¿eres virgen?

Yo le había dicho que tenía quince años, quizá por eso dudó. Pero le contesté que sí. Ella sonrió.”

“¿Y te llevó a follar?”

“No ése día. Pero como se acercaba el verano y el buen tiempo no se iba, al día siguiente hice pellas de clase y volví a la playa.”

“¿Y estaba?”

“No. Fui durante toda la semana, y cuando veía que no estaba, me volvía al instituto y asistía a las últimas clases.”

“¿Y cuándo te la volviste a encontrar?”

“El viernes por la tarde. Fui a la playa ya sin ilusiones, quizá en un acto de masoquismo o con ganas de cagarme de la puta playa en persona, y allí estaba. Con su bikini rojo. Me acerqué a ella temblando…

- Hola…

- Hola, Joan, pequeño… ¿Qué tal la semana?

La hubiera matado. ¿Qué tal la semana? La semana una puta mierda por su culpa. Y además me había llamado “pequeño”. Me dieron ganas de hacerle un corte de mangas e irme de allí a la carrera.

“Pero no lo hiciste”

“No. Me quedé allí quieto, sin moverme, con los puños cerrados pero mirando al suelo. Ella me vio y sonrió con dulzura.

- ¿Quieres venirte conmigo?- me dijo Carmen.

El enfado desapareció por completo. Carmen, la mujer, y yo, el niño, juntos en cualquier sitio.

- ¿Dónde?- pregunté.

- a mi hotel.- me susurró ella con lascivia.

Te lo juro. La polla me dio tal respingo que creí que me había corrido. Carmen era una de esas mujeres con las que uno se masturba viendo las revistas de desnudos.

- Cla-claro.

Tuve que sentarme un minuto antes de salir. Las piernas me temblaban de los nervios. ¿De verdad querría follarme? Veía su mirada y juraría que me desnudaba con ella. Estoy seguro que a aquella chavala le molaban los críos jóvenes. Sólo así me explico lo que pasó.

Cuando se me pasó el temblor, que sufrí mientras Carmen se reía de mis nervios, recogió sus cosas y me llevó al aparcamiento de la playa. Carmen llevaba y se montó, yo me coloqué detrás de ella. Me agarré de sus caderas mientras aceleraba. Ella era una mujer. Yo un crío que debía estar en su casa haciendo los deberes. Y sin embargo, me iba con ella en su moto a su hotel. Su cuerpo estaba pegadito al mío. No se había puesto más ropa que los pantalones sobre el bikini y yo me recostaba sobre su morena espalda desnuda, mis manos avanzaban aprovechando el reprís de la moto y unos minutos después ya estaban sobre su vientre plano. Mi polla para aquel entonces ya era una pequeña roca en mis pantalones.

Recordé aquellos pezones que apuntaban debajo de la tela en la playa. El corazón me empezó a latir frenéticamente. Tanto, que hasta ella lo sintió en su espalda.

- Tranquilo, pequeñín. Relájate…- me dijo, en el primer semáforo en el que paramos. Le hice caso. Me relajé. Tanto me relajé que me atreví a subir mis manos hasta sus pechos por encima del bikini. Juraría que mi polla, erecta, casi asomaba por el short. Jamás la había sentido tan grande. Aún tenía que crecerme, y mucho, pero a dureza ya era imposible vencerla.- Tschhh… quieto, fierecilla… ya tendrás tiempo de sobarme las tetas…- me rió, bajándome las manos de nuevo a su vientre y acelerando la moto. El semáforo se había puesto en verde.

Poco tiempo después llegamos a su hotel. Era uno pequeño, de un barrio cercano a la playa, pero escondido entre las calles. Subimos a su habitación con rapidez, y nada más llegar,  su voz fría me sacó de mis ensoñaciones.

- Va, desnúdate, que te voy a enseñar lo que es una mujer.- Diciendo esto, se desabrochó la parte superior del bikini, que cayó mostrándome sus dos tetas. No me corrí de milagro. Me apresuré a cumplir sus órdenes y me deshice de mi ropa. Allí abajo, enhiesta, tierna pero dura, mi polla saludaba con orgullo a su primera mujer.

Temblé mientras se acercaba, desnuda de cintura para arriba, casi di un par de pasos atrás intentando huir. Ella sonrió.

- No temas, pequeñín. Sé lo que necesitas.

Se arrodilló ante mí y le dio un lametón a mi polla. Temblé de pies a cabeza. Sigo sin saber aún cómo no me corrí. Quizá lo hice, pero no salió la carga de mis testículos que sólo desde meses antes había empezado a salir por mi polla cuando me pajeaba.”

“Dios, Joan… no sabía que podías contar tan bien estas historias.”- Niña Lucía intentaba contenerse, y mantener el lento ritmo que servía para mantener los dos cuerpos calientes pero sin estallar, y cada vez le costaba más. Su cachondez iba en extremo y ahora, su cara, era un vivo poema de la excitación. Cada vez con más frecuencia, pequeños espasmos la hacían estar a punto de olvidarse de la historia y cabalgar a Joan hasta correrse los dos, pero sabía que debía contenerse. Joan también se estaba aguantando y ella no iba a fallarle.- “Sigue, cariño… sigue. ¿Qué paso luego?”

 

III. Mi primera vez. PX

Pues, tras otros dos lametones junto con una caricia de sus hábiles manos sobre mi polla dura, me corrí con desesperación. Jamás había soltado tanta carga. Y, muchas veces, aún ahora, no consigo siquiera soltar tanto como aquella vez. Disparé directo a su cara y sus pechos.”

“¿Grandes pechos?”- preguntó Lucía.

“Enormes pechos.”- Respondió Joan

“- ¡Joder, crío, avisa!- se enfadó ella, mientras yo caía de rodillas al suelo. Temí que todo se acabara ahí…

- Lo… Lo siento. Por favor, perdóname…

- Tranquilo, no importa, pequeño… Es sólo que a las mujeres no nos gusta que nos manchen con jarabe de polla. Las pelis porno mienten. Apúntatelo para cuando tengas amiguitas que te vayan a hacer lo que yo.

Creo que ahí entendí todo. Ya sé por qué era yo. Le gustaba enseñar. Se sentía poderosa sabiendo que jamás me olvidaría de ella y, aún más, que lo que me enseñó siempre lo tendría presente. Ella disfrutaba con elegir a un completo ingenuo para convertirlo en un buen amante. Aunque fuera poco más que un niño.

- bueno, pequeñín…- me dijo.- ahora, como si me intentas follar no vas a durar nada y a las mujeres también nos gusta pasarlo bien te voy a enseñar a masturbar un coño.

Mi polla no había perdido un ápice de dureza, y oírla hablar así, de nuevo, me encendió. Más aún cuando se quitó pantalones y las braguitas del bikini y me mostró su coño rasurado.

- No tienes pelos.- Murmuré, mientras ella se acostaba en la cama y me decía que me acercara a ella.

- Me los quito, pequeñín. A la mayoría de tíos os pone un coño depilado. ¿A ti no te pone?

- Sí.- contesté.”

Lentamente, Joan viajó su mano hacia el bajo vientre de Lucía, completamente depilado. Presionó unos centímetros arriba de su sexo.

“Por dios, Joan, no hagas eso que me corro…”- brincó Niña Lucía, clavando, a causa del placer, las uñas en la espalda de Joan que, ajeno al dolor, sonrió y siguió su historia.

“Lo dicho. Se tumbó en el borde de la cama y abrió las piernas. Me mostró su coño en todo su esplendor. Estaba cerradito, abultado, lo toqué con la punta de un dedo, estaba caliente y el ambiente se llenaba de humedad. Era el primer coño que tocaba.

- Eso son los labios… ¿Adivinas por qué se llaman así?- me murmuró ella, sonriendo y con los ojos brillando.

- ¿Porque se parecen a los de la cara?- Pregunté, con inocencia.

- Exacto, sepáralos un poco.- dijo ella, también usando los músculos de su sexo para indicarme el camino. Obedecí y descubrí el paisaje rosado que se guardaba allí.- ¿Ves el agujerito de abajo?- Preguntó.

- Sí.- asentí, sin deparar la vista de ese nuevo universo tan extraño que acababa de descubrir. Carmen seguía igual, con los codos apoyados en la cama, con las piernas abiertas sobre el borde de la cama, mirándome fijamente mientras yo miraba su chocho.

- Mete un dedo.- Lo hice. Fue el índice. Ella echó la cabeza hacia atrás con un gemido. Sentí toda la humedad de su coño. Era pegajoso, un líquido viscoso que se pegaba a mi dedo. Jamás habría pensado esas cosas. Tras tanto soñar y escuchar a otros contar maravillas de los coños de las mujeres, pensé que todo sería pulcro, elegante, mágico. No me esperaba aquello tan… anatómico.- Sácalo ahora.- Lo hice.- Chúpalo.- Eran órdenes, y no admitían réplica. Casi con asco, acerqué el dedo en la boca y lo metí. Succioné, lo rodeé con la lengua, como si lo hubiera metido en el tarro de “nocilla” y no en el coño de una desconocida.

- ¿Te gusta el sabor?- preguntó ella.

- No.- respondí sinceramente, aunque me arrepentí al instante. Ella me tranquilizó.

- No te preocupes. Vuestro semen tampoco sabe bien, pero os la chupamos. ¿Entiendes lo que quiero decir?

- Sí. Quieres que te lo chupe.

- Chico listo. Pero no exactamente eso… ¿Observas un bultito un poco más arriba, como una especie de capuchón?- Asentí.- ¿Te gustó cuando te di los lengüetazos en la polla?- volví a asentir, sin separar la vista de aquel coño que latía, coronado por ese nuevo amigo del que nada sabía pero, intuía, pronto iba a saber.- Pues a nosotras nos pasa lo mismo, incluso más, con ese capuchón. Es el clítoris. Lámelo. Como un caramelo. No lo muerdas.

Tampoco pensaba morderlo. Supuse que sería el equivalente a todo un mordisco en la polla. Así que lo lamí con suavidad, lengüetazos largos, uno, dos, tres, cuatro lengüetazos. Ella gimió.

- Muy bien, pequeño.- Dijo entre jadeos… Cada vez la veía más alterada. Supuse que se estaba excitando… Mi primera mujer. Y estaba excitada. Sin que ella me dijera nada, mientras daba otro lametón a su clítoris devolví a mi dedo a su interior. El gritito que pegó lo llevo aún grabado en las entrañas.”

“¿Quieres ponerme celosa?”- gimió Niña Lucía, deteniéndose al borde del colapso para no llegar al orgasmo.

“Sí. ¿Y tú quieres volverme loco? Como sigas mucho tiempo ahí quieta temblando vas a conseguir que me corra”- murmuró Joan, que notaba su polla latir dentro de Niña Lucía.

“Claro que quiero volverte loco. Loco por mí.”- murmuró la joven, sin moverse, apagando sus temblores.- “Y ahora continúa la historia”

“¿Te pone cachonda la historia?”

“¿Cómo lo has adivinado?”- sonrió Niña Lucía, retomando otra vez el manso vaivén sobre Joan.

“Pues bien, ella gritó, y pensé que le había hecho daño, pero como luego gimió un “¡Oh, sí!” pues seguí haciéndolo.

- Sigue, pequeñín. Por lo que más quieras sigue. Otro dedo. Mete dos dedos.

Hice caso y pasé de uno a dos dedos automáticamente. Ella se retorcía de placer sobre la cama. Sus gemidos llenaban la habitación, me calentaban la sangre sin remedio así que, con la mano que me quedaba libre, comencé a pajearme mientras la masturbaba a ella.

- ¡Más! ¡Más!- gritaba Carmen. Pensé lo que pensé y sumé otro dedo más a la masturbación. Ya eran tres dedos los que se colaban en su interior. Mis manos no eran muy grandes, pero aún así me pareció increíble que tres de mis dedos cupieran allí dentro. Carmen gemía y gritaba de placer, me daba pequeñas indicaciones entre gemidos y, a cada una que cumplía, ella respondía con un nuevo estremecimiento seguido de un chillido placentero. No tardé en correrme pajeándome, pero ella no se dio cuenta.

- Agita los dedos. Como si dijeras “ven”.- pudo articular ella. Yo, con mis tres dedos en su interior, alejando un poco la cabeza, pues la lengua empezaba a inundárseme de su flujo y tenía que tragar al tiempo la saliva y la amarga secreción de su coño, la obedecí y no tardó en dar un grito impresionante.

Me agarró mi brazo derecho con las dos manos, mientras yo seguía agitando los dedos y su coño empezó a echar líquido, salpicándome toda la mano, y sus muslos, y la cama.

- ¡DIOS!- gritó ella, corriéndose como una principiante.

Se dejó caer luego en la cama, saliendo mis dedos en el movimiento, y volví a atacar con mi lengua su clítoris.

- Ay, no… no hagas eso… las mujeres somos muy sensibles ahí después de un orgasmo y duele si haces eso.- explicó, cerrando las piernas y tapándose el sexo.

Esperé a que se recuperara, tumbándome a su lado, con mi polla aún manchada del semen de mi masturbación. La limpié en la sábana y ella rió.

- Eso te dejo hacerlo aquí porque es un hotel… en cualquier otro sitio ni se te ocurra o tu amiguita podría cabrearse.- dijo, aún jadeante, con una sonrisa

- Vale.- sonreí yo.

- Toma.- Me extendió un condón.- ¿Alguna vez te has puesto alguno?- Negué con la cabeza. Mi polla, aún tras dos corridas, seguía activa, con fuerza adolescente, por lo que fue Carmen la que me enseñó a ponerme un condón.

- Aprietas la punta y lo desenrollas…- me decía, mientras yo estaba tumbado en la cama boca arriba mirando cómo ella me colocaba el preservativo.- Mira, pequeñín. No era mi idea follar contigo. Quería sólo divertirme un poco, que me dedearas y quizá reírme cuando te corrieras rápido, pero jamás soñé en que me la metieras.

La confesión me golpeó la cara.

- Sin embargo… No sé, lo has hecho tan de puta madre que quiero darte las gracias…

Entonces sí, se subió encima de mí y se metió mi polla plastificada en el coño, que la tragó sin ningún tipo de problemas. El cuerpo de Carmen era más grande que el mío. Me cubría entero cuando se montaba sobre mí, al inclinarse, mi cabeza quedaba entre sus tetas. Pero aquella sensación, aunque apagada por el preservativo, de su sexo apretando el mío. Fue maravillosa…”

“¿Como ésta?”- murmuró niña Lucía, contrayendo su conducto sexual apretando la polla de Joan que yacía allí dentro.

“Ésta es mucho mejor”.- Sonrió Joan, cerrando los ojos y disfrutando de la acción.

“Sigue la historia y yo sigo con lo mío”.- siseó Lucía.

“Carmen se montó sobre mí, sus manos se colocaron sobre mi pecho y comenzó a subir y a bajar”

Niña Lucía puso sus manos sobre el pecho de Joan y comenzó a subir y a bajar, ahogando en su garganta los gemidos.

“Gemía, le gustaba mucho. Sus dedos parecían querer clavárseme en la piel.”

“Me gusta… me gusta”- murmuró Niña Lucía, presionando con la punta de sus dedos en la piel de Joan.

“Me corrí sin remedio, llevado por esa mujer que me enseñó lo que sabía de sexo.”

Como reflejándose en sus recuerdos, Joan se dejó ir en el interior de Niña Lucía. La joven, por fin, pudo abandonarse a un orgasmo que la golpeó fuerte.

“¡Dios! ¡DIOS! ¡Diosdiosdiosdiosdios! ¡¡DIOS!!”- gritó Niña Lucía, corriéndose desesperadamente, sintiéndose Carmen poderosa sobre Joan, sintiéndose maestra del sexo sobre su alumno. Sintiéndose que, por fin, se llevaba la virginidad de Joan.

Cayó sobre Joan exhausta. Miró el reloj.

“Queda mucho tiempo aún, Joan… ¿Nos duchamos y luego seguimos?”- masculló bajito Lucía al oído de su chico.

“Lo que tú digas.”- sonrió él, acompañando a Lucía hasta el baño.

“Joan… Una pregunta…”

“Dime.”- Dijo el joven, metiéndose en la ducha con la quinceañera.

“¿Esa Carmen? ¿Morena, grandes tetas, pelo largo… tú crees que se parece a Ángela?”

“Ahora que lo dices tienen un parecido… ¿Pero por qué lo preguntas?”

“Nada… por egoísmo… Me gusta ponerles caras a mis fantasías…”

“¿Tus fantasías?”

“Ya te contaré alguna”- rió la joven desnuda mientras abría el agua y mojaba a Joan.

“¡Ay! ¡Está fría, Lucía!”

“No… Estoy caliente…”- rió Niña Lucía, mirando fijamente a los ojos a Joan.

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