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Niña Lucía (Sixteen Candles)

en Dominación

Continuación de: http://www.todorelatos.com/relato/54884/

La vida continuaba, Niña Lucía pasaba los días entre los brazos de Joan y las clases. Ella, Ángela, Joan, y a menudo también Nacho… se había hecho muy habitual verlos juntos por el patio y por las clases, antes de que llegara el profesor de turno.

Sin embargo, había algo que Niña Lucía no podía sacarse de la cabeza. De vez en cuando, cuando creían que ella no les observaba, Ángela y Joan se miraban entre sí y sonreían con complicidad.

La duda la hizo desconfiada. La desconfianza la hizo arisca. Dejó de quedar con Joan. Siempre tenía cosas que hacer. Y un día, justo un día antes de su cumpleaños, acabó por explotar.

"¡Me tienes harta, Ángela! ¡Te vas a ir a tomar por culo!"

"¿Qué coño te pasa conmigo? Mira, niña… déjame en paz."

Lucía llegó a su casa, sin pasar por el bar de sus padres como solía hacer últimamente y se fue directamente a su habitación. Lloró. Se sintió más sola que nunca y lloró como no lo había hecho en mucho tiempo. Por primera vez se sentía sola, traicionada por los dos clavos, Ángela y Joan a los que se había ido agarrando los últimos meses. Claro estaba, no tenía pruebas de nada, pero sí sospechas de todo.

Por si fuera poco, al día siguiente, era su cumpleaños y a la única que el año pasado se acordó, acababa de mandarla a tomar por culo.

Lamentó mucho lo que hizo, pero no quería pedir perdón. Le daba igual. Aunque nadie se acordara de que al día siguiente cumplía dieciséis. El año pasado, por primera vez, y coincidiendo con una importante cena que habían de preparar en el bar-restaurante, los padres de Niña Lucía lo habían olvidado. Unos regalos de última hora y una tarta comprada en el último minuto fue su intento de arreglarlo sin que su hija se enterase.

Y aunque ellos creían haberlo conseguido, nada más lejos de la realidad. Niña Lucía lo sabía y aquello le dolió muchísimo.

La pequeña rubia se abandonó al sueño esa misma noche, decidida si hacía falta a no levantarse en todo el fin de semana. "Ojalá no me levantase nunca" llegó a pensar.

Pero sí que lo hizo.

I. Sixteen Candles

El móvil sonando la despertó. Melodía de mensaje. Aún soñolienta y aturdida, cogió el teléfono y leyó el mensaje.

Feliz qmpleaños, wapa. Qando puedes pasar x mi ksa a x el regalo? J

Ángela. Niña Lucía sonrió. Se le asomó al ventanal de sus ojos verde-azulados una lágrima de emoción. ¡Qué tonta había sido! Ángela era… su amiga, y no había más que hablar.

"¿Ya estás despierta?"- la repentina voz sobresaltó a la cumpleañera, a la que el móvil se le llegó a escapar de las manos.

"¡Mamá! ¿Qué haces aquí?"

La madre de Lucía sonrió plácidamente y dijo:

"Ay, hija… alguien tendría que preparar tu tarta de cumpleaños…"

"¡Te has acordado!"- con desorbitada alegría, Niña Lucía saltó de la cama y abrazó a su madre.

"Por supuesto, cariño… ¿Vas a invitar a alguien a comer? ¿Tal vez a ese chico tuyo?"

"¡Mamá!"

Sin embargo, nuevamente el móvil sonó, interrumpiendo la conversación.

"¿Sí?"- respondió rápidamente Niña Lucía al teléfono.

"Feliz cumpleaños, mi niña…"

"Joan… Muchas gracias, cariño…"- la sonrisa se encaramó a los labios de la joven. Miró luego de reojo a su madre y, poniéndose el teléfono sobre los pechos, le hizo un gesto de que saliera de la habitación.

"Vale, vale… os dejo solitos…"- dijo la madre de Niña Lucía.

"Oye, cari…"- murmuró, nuevamente al teléfono, la joven.- "¿Tienes planes para comer? ¿Quieres venir a casa? Mi madre te ha invitado…"

Tras unos segundos de suspense, Joan contestó.

"¿A qué hora voy?"

"cuando quieras"

"Muy bien… pero el regalo me lo guardo para luego".

*****

"Vaya, vaya, vaya…"- El padre de Lucía, que había dejado durante unas horas el bar en manos de la pareja de camareros que trabajaban a sus órdenes, escrutó de arriba abajo el cuerpo de Joan, al que Lucía le acababa de abrir la puerta.

"Encantado de conocerlos, señores…"- extendió la mano el novio de su hija, y Jorge la estrechó afablemente.

"Así que tú eres el famoso Joan… Ya veo por qué tienes tan enamorada a nuestra pequeña…"- suspiró la madre de Lucía.

"¡Mamá!"- se quejó la joven, casi tan avergonzada y nerviosa como Joan.

"Venga, dejaros de cháchara… ¡A comer!"- intervino Jorge, y todos aplaudieron la iniciativa.

Durante la comida, tuvieron tiempo de hablar pausadamente, Joan y Lucía, sonrientes y compartiendo miradas cómplices, se cogían la mano bajo la mesa, ya fuera para infundirse ánimos mutuamente, o para tranquilizar a quien tanto querían.

Finalmente, llegó la esperada tarta de la madre de Lucía. Sobre ellas, dieciséis velas aguantando estoicamente mirando al cielo. "Sixteen Candles… Make a lovely sight, but not as bright as your hazel eyes"… cantaron alguna vez los "Jackson Five". Niña Lucía cerró los ojos y sopló, apagando los dieciséis fuegos de las dieciséis velas.

Joan causó una buenísima impresión en los padres de Lucía. La joven parejita obvió decir que había repetido curso, y para los padres de la joven, todo eran virtudes en Joan. Simpático, amable, cariñoso… Les sorprendió mucho cuando, tras una llamada de teléfono, Joan dijera que tenía que marcharse.

"¿Pero a dónde?"- trató de saber la madre de Lucía.

"Ay, mamá… déjalo… donde sea… además, en un rato me voy yo también, que he quedado con Ángela…"- lo excusó Niña Lucía que, antes de que Joan se fuera, le dio en la puerta un piquito en los labios, sin importarle que sus padres miraran.

"Me gusta el chico, oye… "- afirmó la madre.- "Se le ve muy formal"…

Niña Lucía sonrió y se sentó a ver la tele. De la tarta casera de su madre no quedaban ya ni las migajas. Estaba saliéndole muy bien el cumpleaños. Y, en media hora, había quedado con Ángela. Ni siquiera se preguntó por qué tenía que ir a por su regalo a casa de su amiga. El día era demasiado hermoso como para preguntarse esas tonterías.

Finalmente, diez minutos antes de la hora convenida, no pudo resistir más y salió de su casa, derechita a por el regalo de Ángela. Sabía que había algo escondido… Pero no lo lograba averiguar qué.

Su mano tembló ligeramente ante el timbre de su amiga. Pulsó, y esperó la contestación, que le llegó en forma de un escueto: "Sube".

Tan rápido como le permitían sus zapatos sin tacón, Niña Lucía subió las escaleras. No sabía absolutamente nada de ese regalo, ni de lo que debía esperarse. Quizá, por eso, estaba tan animada.

Ángela la esperaba apoyada en el marco de la puerta de su casa. En cuanto la vio, sonrió con suficiencia y la llamó con un movimiento de dedos.

"Ven, pasa…"- le dijo la morena, haciéndola entrar en la vivienda y cerrando la puerta tras de sí.- "Tu regalo está en la habitación de mi madre."

Con paso firme, las dos comenzaron a caminar por el largo pasillo. Niña Lucía temblaba de nerviosismo, Ángela, quizá, de algo más.

"¡ah, un momento, espera! ¡Casi se me olvidaba!"- exclamó Ángela, deteniéndola a mitad camino.

"¿El qué?"- exclamó, exasperada por los nervios, su rubia amiga.

Antes de que pudiera decir nada más, Ángela volvió al salón comedor de la casa, y puso en "play" la mini-cadena.

"Sixteen Candles… Make a lovely sight, but not as bright as your hazel eyes"- comenzó, suavemente la melodía.

"¿Sabes, Ángela?"

"Dime".

"Eres una repipi y una cursi y no tienes perdón…"- le dijo Niña Lucía, con los ojos anegados de lágrimas de emoción.

"Tsch. No me llores, tonta… Sécate los ojos o no podrás ver tu regalo"

Las dos muchachas ya se habían detenido frente a la blanca puerta de la habitación. Poniéndole más suspense del que era necesario, y mientras Lucía se deshacía de las últimas lágrimas traidoras, Ángela abrió la puerta.

Sobre la cama, perfectamente expuesto, había unas prendas de cuero. Guantes, botas, sujetador, braguitas…

"¿Angie?"

"Eso es sólo una parte de tu regalo…"- le sonrió Ángela, y abrió aún más la puerta.

Niña Lucía abrió los ojos al máximo. No lo podía creer.

II. Bienvenida.

La joven trató de balbucir algo, pero no lo logró.

"Verás… lo hemos estado preparando desde hace un par de semanas… Lo siento si te dimos impresiones erróneas, pero no podíamos dejar que lo adivinaras. Se habría arruinado la sorpresa."- se explicó Ángela, pero Niña Lucía parecía no oírla. Ella miraba otra cosa.

De rodillas en el suelo, las manos atadas a la espalda, la cabeza gacha, un collar en el cuello, y desnudo y erecto, Joan la esperaba. Él era su regalo de cumpleaños.

"Bienvenida al mundo de la dominación…"- le susurró Ángela, empujándola dentro del cuarto y cerrando la puerta, quedándose ella fuera. "Misión cumplida", pensó, suspirando. Las imágenes que cruzaban por su mente la estaban excitando demasiado.

Dentro de la habitación, Niña Lucía caminaba lentamente alrededor de Joan, que no se había movido en ningún momento, pero que trataba de seguirla con la mirada. Agarró el collar por la cuerda que lo ataba, y estiró hacia sí misma.

"levántate…"- ordenó Niña Lucía, y Joan obedeció al instante. La joven, aún vestida frente a él, ahuecó levemente el pelo de su chico, poniéndose de puntillas, para poder contemplar con más detalle el collar.

La cumpleañera se mordió el labio con perversión, le desató las manos y se dispuso a disfrutar de su regalo. Se sentó en el borde de la cama y, cruzando las piernas, murmuró:

"Descálzame"

Obediente, casi con devoción, Joan hincó la rodilla ante su chica y procedió a descalzar su pie derecho con suavidad, mientras la miraba directamente a los ojos.

Niña Lucía supo leer en las pupilas de Joan. Había arrogancia, pero sumisión, sus dos ojos eran una poderosa ave enjaulada en los deseos de Niña Lucía. Le encantaba esa sensación.

La joven descruzó y volvió a cruzar las piernas, poniendo al alcance de Joan esta vez su otro pie, que recibió el mismo tratamiento, suave, que ya había disfrutado su compañero.

"Bésalos…"- ordenó Niña Lucía, mientras se ponía en pie. Sin siquiera un gesto de desaprobación, Joan se arrodilló y se inclinó frente a ella y depositó sendos besos en los dedos desnudos de los pies de la joven.

No podía evitarlo, Niña Lucía se estaba excitando cada vez más. Le encantaba. Le encantaba su regalo, le encantaba dominar, le encantaban Ángela y Joan.

"Desnúdame… con suavidad…"- mandó, y Joan, sin decir ni una sola palabra, le desabrochó el botón de su faldilla vaquera y dejó que éste cayera por las piernas de su novia.

Se incorporó Joan para quitarle la camiseta, y los pequeños pezones sonrosados de Niña Lucía apuntaron bajo ella. Arrogantes se mostraban, coronando los pechos nimios de la jovencita. Arrogantes y sabrosos parecían. Tanto que Joan no pudo evitar preguntar:

"¿Puedo chupártelos?"

"Termina de desnudarme primero"

Como el más fiel de los sirvientes, Joan procedió a obedecer la orden de Niña Lucía, su Niña Ama. Agarró con ambas manos el elástico de sus braguitas, única prenda que la separaba de la desnudez completa, y se agachó lentamente, llevándose consigo la prenda.

Las braguitas bajaron de los tobillos de Niña Lucía y ella terminó de quitárselas del todo. Le latía el corazón a mil por hora. No podía evitarlo. La verga de Joan, sin pudor ninguno, la apuntaba directamente, dura como el hierro.

"¿puedo ahora?"- la ronca voz de Joan era una victoria, a cada segundo, a la pasión que lo embargaba. Era una victoria de su autocontrol sobre sus ansias de lanzarse a Niña Lucía y follársela. Y aún así, sabía que no podría, aunque le fallara el autocontrol. Porque era Niña Lucía la que pensaba por los dos, y a un solo gesto suyo, su cuerpo se detendría en el aire si hiciera falta.

"Puedes."- susurró Lucía, y los labios de Joan subieron hasta los pequeños y erectos pezones, que se estremecieron al contacto con la lengua húmeda del joven.

Niña Lucía, mientras, comenzó, lentamente, a masajearse el clítoris, aumentando aún más su nivel de excitación.

"Detente"- Joan lo hizo.

Lucía suspiró, excitada, y abandonó los labios de Joan. Marchó hacia la esquina de la cama donde, como manchas negras sobre el fondo blanco, descansaban las prendas de cuerpo, y se colocó los guantes.

"Ponme las botas"

Si el acto de descalzarla se había convertido en un acto casi solemne, el calzarle aquellas largas botas de cuero fue todo lo parecido a una devota ofrenda religiosa. Lucía fue calzada y, mientras el cuero subía por su pierna, lo mismo hicieron las manos de Joan, que no pudieron evitar acariciarla. Tras una pierna, le tocó el turno a la otra, y Joan repitió el movimiento, terminando con un beso casi casto en la rodilla de la joven.

El chaval no podía entenderlo. Sabía que todo esto lo hacía por Niña Lucía, para que lo disfrutara, para darle su mejor regalo pero… pero su verga, erecta y poderosa, excitada hasta el paroxismo de la misma, le indicaba que el regalo era mutuo.

De fondo, apagadas por la puerta, aún se escuchaba, una y otra vez, un susurro que seguía cantando "Sixteen Candles". Dieciséis velas. Dieciséis años. Una ama de dieciséis años y pechos niños. Niña Lucía, Ama Lucía.

"Ponme el sujetador"- la voz de Niña Lucía era fuerte, casi sin entonaciones, como llevara siglos ordenando. Quizá, en otra vida, quizá, en sueños, así era.

Joan se incorporó nuevamente, sin evitar mirar cada centímetro de la piel desnuda de Niña Lucía y agarró la prenda, que no eran más que unas tiras de cuero que enmarcaban sin tapar los pechos niños de la joven. Con lentitud, y un reencontrado temblor de manos, se colocó a sus espaldas y, tras ayudarla a meter sus brazos enguantados por entre las tiras, Joan abrochó el sujetador.

"Bien hecho…"- murmuró Niña Lucía, volviéndose y enfrentándose de nuevo con Joan. La diferencia de altura entre ambos era ostensible, pero a Niña Lucía no le importaba. Ella sabía quién mandaba.- "De rodillas."- Joan obedeció automáticamente, sin dejar de mirarla.- "Agacha la cabeza y a cuatro patas."- Lo hizo.

Llevándolo del collar, Niña Lucía lo paseó en esa postura hasta uno de los laterales de la cama, donde ella se sentó. Joan sólo podía mirar los pequeños pies de su chica, la cabeza gacha tal y como le habían dicho.

Lucía abrió las piernas, su sexo pulcramente depilado amaneció ente ellas.

III. Polvo de cuero. PX

"Cómeme el coño."- ordenó, con un gruñido en la voz, estirando de la cuerda que dominaba el collar de Joan hasta que la boca de éste quedó justo encima de la tan ansiada parte de la anatomía de Lucía.

Joan aspiró el aroma del sexo de su chica, acarició la parte interna de sus muslos, que se estremeció automáticamente al primer roce, e introdujo la lengua en el ardiente agujero de Niña Lucía. Suspiró la ama, dejando escapar un siseo prolongado.

Los dedos de Joan le rozaron los carnosos labios mayores.

"Sin manos. Sólo con la lengua."- mandó la cumpleañera agasajada.

Joan, sin rechistar, puso nuevamente las manos a sus espaldas y se encargó de cumplir la orden de su chica. Besó, lamió, chupó… su boca se había aprendido el camino de tantas veces recorrido. Le latía la verga, pero no importaba, su misión no era él mismo, sino ella. Se hundió entre sus piernas, notó sus labios y los del sexo de Lucía casi besarse, devorarse mutuamente.

Niña Lucía lo tomaba del pelo y, al tiempo, mantenía con la otra mano agarrada la cuerda de su collar. Lo manejaba con una u otra mano y con sus órdenes. Siempre directas, pero cada vez con voz más endeble. La lengua de Joan conseguía eso.

"Mete tu lengua en mi coño."- gruñía la semidesnuda rubia, boca arriba, empujando a Joan hacia su sexo. Y el joven la obedecía, cumplía cada una de sus directrices y Niña Lucía lo disfrutaba. Jadeaba cada vez más, el aire se le escapaba de los pulmones, su pecho casi plano se hinchaba y deshinchaba al ritmo de la respiración agitada.

Joan paraba lo justo para respirar y tragar la fusión de saliva y flujo que se mezclaba en su boca. Mantenía las manos a su espalda, pese a que su verga parecía pedir a gritos alguna caricia que la desahogara.

"para, para…"- logró musitar la cumpleañera, que se veía incapaz de aguantar mucho tiempo más las caricias de la boca de su chico.

Cuando la boca de Joan se alejó de ella, Niña Lucía se dio la vuelta sobre la cama y se arrodilló sobre la misma, levantando asimismo su culo joven y perfecto.

"Sigue con lo que estabas haciendo"- ordenó, mientras se separaba las rotundas nalgas, mostrando tanto su ano como su sexo, cuyos carnosos labios asomaban entre sus piernas.

Joan asintió y volvió a acercarse al cuerpo de Lucía. El aroma a sudor, a flujo, a hembra en celo asaltó su nariz. No le importó. Agarró, ahora sí, las nalgas de su chica y las separó para dar rápidos lengüetazos de su sexo hasta su ano y viceversa.

"Ngggg…"- Niña Lucía gemía de gusto. La lengua de Joan penetró en su sexo y no pudo evitar un estremecimiento. Le fallaron los brazos y acabó con la cara sobre la colcha de la cama, gimiendo, ahora sí a todo volumen, las lamidas de su sumiso por ese día.

"Sube."- ordenó Niña Lucía, haciéndole un gesto con las caderas para que la lengua de Joan abandonara su coñito y empezara a hundirse en su más oscuro agujero.- "Haaaaa…"- gimió de absoluto goce.

La respiración de Niña Lucía ya no podía acelerarse más, el corazón le latía en cada vena, cada roce de la lengua de Joan la elevaba al séptimo cielo.

"Fóllame… con los dedos… mientras me lames…"- musitó, mientras abría un poco más las piernas, facilitándole el trabajo a Joan.

Joan obedeció, siguió comiéndole el culo mientras su mano izquierda trepaba hasta el agujerito de su coño. Uno, dos dedos entraron sin dificultad, las paredes de aquél sabroso coñito se contraían espasmódicamente a cada tanto apretando los dedos del joven.

"Si…sigue…"- la voz se le quebró a Niña Lucía, no podía soportarlo más. Joan estaba a sus órdenes. Completamente. Le follaba el culo con la lengua y el coño con los dedos. Y ella gemía sabiendo que su polla estaría completamente dura, sin ninguna ayuda.- "Sig…"- No pudo más.

Saltó hacia delante, cerrando las piernas, mientras gritaba un orgasmo fuerte y rabioso, uno que le nació tanto del coño como del culo, y al tiempo, del cerebro donde había bajado la sangre por la postura. Sus músculos se contrajeron durante unos segundos mientras estaba en el aire, apoyada sólo por las puntas de sus botas de cuero y la cabeza en la cama, hasta que finalmente, cayó a un lado, completamente exhausta.

"Dios… mío…"- suspiró, tratando de controlar la respiración. Joan seguía de rodillas en el suelo, relamiéndose casi con picardía.- "Súbete a la cama…"- ordenó, finalmente, la joven, palmeando la cama a su lado, mientras ella salía por el otro lado.

Joan obedeció, y se subió, aún de rodillas, a la cama. Tras un escueto, "Bocarriba", Joan se tumbó en la cama, mientras Lucía rebuscaba algo en los bolsillos de la minifalda vaquera que traía antes de que ordenara a Joan quitársela.

"¿Qué coges?"- preguntó Joan.

"A callar."- ordenó Niña Lucía, y Joan cerró la boca y miró al techo, imitando a su verga erecta, que se echaba sobre su estómago, dura como el acero.

Niña Lucía miró lo que tenía en la palma de su negro guante, se mordió el labio inferior con picardía, y sonrió mientras se acercaba a Joan.

Subió a la cama y gateó sobre ella, dando a la polla de Joan un largo lengüetazo al pasar por allí, haciéndolo estremecerse.

"¡Qué cachondo estás!"- sonrió con perversión Ama Lucía.

La joven gateaba con una palma cerrada y otra abierta. Algo guardaba Niña Lucía en su mano izquierda, pero a Joan no le importaba. Ya nada le importaba. Niña Lucía había trepado a su cuerpo y, mientras agarraba su verga con la mano derecha, apuntándola a su sexo, comenzó a descender.

Suspiró la joven cumpleañera cuando la polla de su chico, grande como pocas veces la recordaba, se hundía en su cuerpo. Se estremeció Joan, que tuvo la sensación de haber sufrido un pequeño orgasmo en la penetración.

Puso Lucía las dos manos, una abierta, y otra en forma de puño, sobre el pecho de Joan para ayudarse en el lentísimo vaivén que comenzó. Arriba y abajo, Niña Lucía se follaba a Joan mirándolo directamente a los ojos. Las manos de Joan viajaron a las tiras de cuero del corpiño de cuero de la muchacha, que no tapaba absolutamente nada, pero que cruzaba su torso mínimamente abultado de forma sensual. Sus pulgares comenzaron a hacer círculos sobre los pezones de la chica, constatando su dureza, mientras Niña Lucía subía y bajaba lentamente.

Joan se sentía en el cielo. No podía, no debía, no quería moverse, Niña Lucía, mientras lo miraba a los ojos como si ya estuviera de vuelta de todo, lo hacía todo por él.

"¿P…puedo correrme?"- preguntó Joan, que se sentía al borde del orgasmo.

"Aguanta."- respondió con una voz fría, casi carente de sentimientos, Niña Lucía.

Se mordió el labio Joan. Todo el autocontrol que pudiera tener no iba a ser suficiente si Niña Lucía seguía su movimiento, lento, constante casi hasta el milímetro. Afortunada o desafortunadamente, Niña Lucía se levantó, arrodillada, sobre Joan, extrayendo su verga de su cuerpo.

Movió algo en su mano derecha. Joan no quiso ni verlo. Pero la cumpleañera sonrió con perversión y, mientras la polla del chico parecía querer hervir, fue echándose hacia atrás, pasando por encima de la misma, hasta colocarse entre las piernas de Joan.

Otro rápido lengüetazo de parte de Niña Lucía a punto estuvo de hacerse correr a Joan. Se logró contener in extremis, no podía correrse. No hasta que se lo permitiera su Niña Lucía, su Ama Lucía.

Sintió el liso y tibio tacto del cuero negro sobre su escroto. Cada caricia era seguida de un respingo de su verga. Un toque. Cualquier toque, y acabaría corriéndose. Niña Lucía lo sabía, y por eso jugaba con él. Cerró los ojos para tratar de concentrarse en vencer al orgasmo que se mantenía a las puertas, y no pudo ver cómo Niña Lucía lamiendo algo. El algo que hace poco llevaba en su mano izquierda.

Pegó un respingo Joan cuando sintió un roce nuevo. Un tacto, rígido, húmedo y tibio, que se internó bajo sus testículos.

"¿Qué?"

"Cállate y estate quieto".- ordenó Niña Lucía, mientras presionaba un poco más, introduciendo en el ano de su chico una de las pequeñas velas que no hacía mucho decoraban su tarta.

"Ah…"- La velita se fue deslizando en su interior, mientras Lucía lo miraba con una sonrisa. Finalmente, toda la vela se hundió en el ano de Joan y a ésta le siguió el dedo índice de Niña Lucía, que se encargó de meterla hasta el fondo.

Siseó Joan, pero su polla no había perdido ápice de dureza, incluso tuvo que aguantarse un último aviso de corrida.

"Bien, bien…"- sonrió Niña Lucía, acariciando con la misma mano que se había encargado de introducir la vela, su propio culito. Volvió a encaramarse al cuerpo de Joan, copinado la postura anterior con una simple variante, movió ligeramente sus caderas y la verga, erectísima, que antes había alojado su coño, ahora apuntaba a su propio ano.

Bajo Niña Lucía mientras, no sabía por qué, Joan se esforzaba en mantener dentro de sí ese pequeño objeto. Suspiraba, jadeaba, siseaba Niña Lucía mientras se empalaba en la tranca de su chico.

Joan tuvo la impresión de que la cabeza se le iba. Aquella dulce presión, el semen agolpándose en sus testículos, y aquél objeto que su propio cuerpo rechazaba pese a que su vicio (el vicio por Lucía) lo aceptara.

"¿Puedo correrme?"- No era una pregunta, era un ruego, una súplica desesperada.

Niña Lucía tardó unos segundos en contestar. Descendió nuevamente sobre el cuerpo de Joan y una de sus manos abandonó el pecho del chaval para viajar de nuevo allí donde había depositado anteriormente la velilla.

Por el ano de Joan asomaba poco más que el final y el cordelito requemado del pequeño objeto.

"Córrete"- dijo Niña Lucía, al tiempo que contraía su esfínter y metía nuevamente el dedo en el culo del joven.

"¡DIOS!"- Uno, dos, tres, cuatro… Niña Lucía perdió la cuenta de los trallazos de semen que impactaron en su interior e inundaron su culo. Bajo ella, Joan, con su collar decorándole el cuello, se estremecía de placer, los espasmos e sus piernas movían a Niña Lucía que, sonriendo satisfactoriamente, se tumbó al lado de su chico.

Lo besó con pasión, posponiendo la recuperación del aliento de parte de Joan. Cuando se separó del lascivo ósculo, no pudo más que observar, nuevamente, de arriba abajo a su chico, desnudo a excepción del collar, y agradecer mentalmente haberlo conocido.

"Sixteen candles, what a lovely sight…"… sonaba por enésima vez por debajo de la puerta.

"Voy a decirle a Angie que quite esa canción antes de que me vuelva loca y ahora vuelvo, ¿Vale? Ves vistiéndote y salimos a tomar algo… yo invito."

"Vale, cariño".- respondió Joan.

*****

"¿Qué?"- preguntó Ángela, que disfrutaba del cobrizo sol de otoño en la terraza de la cafetería, junto a Lucía y Joan.- "¿Te ha gustado el regalo que te hemos hecho?"

"Ha sido el mejor cumpleaños de mi vida. Muchas gracias."- respondió Niña Lucía, levantando su coca-cola a modo de brindis y chocando con el resto de latas.- "¿Cómo os lo podré devolver?"

"Ha sido un regalo, cari…"- intervino Joan.- "No tienes que devolvernos nada."

"Algo se me ocurrirá."- dijo Niña Lucía, mientras sonreía satisfecha. En su bolso llevaba las ropas de cuero que había llevado y sus braguitas blancas. Había preferido ponerse, para salir, el tanga de cuero que pertenecía al conjunto.

Además, también se había guardado el collar…

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