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Un matrimonio con experiencia

en Hetero: Infidelidad

Sonia llega a casa cansada, aparca el Mercedes todo terreno en el garaje, desciende del vehículo, conecta de nuevo la alarma de casa y recoge las compras de la tarde –nada especial, unos modelitos sugerentes para salir de noche, de aquellos que cuanta menos ropa llevas más caros son, y unos pares de zapatos, su debilidad de mujer. Esta vez han caído en su colección unos zapatos de pulsera de Chanel, unas sandalias de tacón alto con tiras verdes de Gucci y unos informales y atrevidos Farrutx de tacón transparente. Todos servirán en alguna ocasión cercana y llenaran ese estante que tenía vacío, bajo los Calvin Klein, los Emporio Arman, los Tommy Hilfiger plateados al tobillo, sus azules de Moschino, los amarillos de Don Algodón, y su línea más divertida de Wonders, al lado del otro armario donde guarda las botas.

La casa está solitaria y suena en el aire un repetido "pip" del contestador. Sin preocupación, por intuir la razón de que Ferràn no esté en casa, deja las bolsas en la butaca del recibidor y va al baño de la planta baja mientras se descalza, mientras se quita la chaqueta torera y desabrocha el grueso cinturón que suena sordo contra el pavimento de madera. Al salir del baño, a su paso frente al contestador, una de sus uñas parece acertar sobre la tecla adecuada. Sonia sigue andando, desabrochando la cremallera de la minifalda, dejándola caer al suelo con peripecia entre sus pasos inalterados, sin preocupación de haber dejado las bragas en el baño.
La voz de Ferràn empieza el mensaje al tiempo que Sonia traspasa la puerta de la cocina quitándose la camiseta ceñida a sus imperturbables senos.

"Cariño, hoy no vendré a dormir. Ya sabes, uno de esos eventos" –repite el contestador para Sonia, mientras ella se eriza con el frío que la nevera le brinda.

"He hecho las llamadas y solucionado las gestiones por teléfono, eso me ha dado más tiempo libre que quería pasar contigo…" –recita la cinta mientras Sonia bebe un trago de leche fresca.

"…pero me ha llamado una tal Patricia para ir a cenar con ella…" -la leche se derrama un poco sobre el busto de Sonia- "…y ya sabes que estas cosas siempre se alargan".

Sonia limpia el hilo blanco que pretende descender su cuerpo de gimnasio bloqueando el paso sobre el vientre con la mano izquierda, ascendiendo rápido con la palma hacia sus pechos, secando y llevando la leche, antes de perder siquiera una gota, hacia su boca. Mientras sorbe y lame los dedos su otra mano cierra la nevera.

Retorna al recibidor y busca en su bolso un número de teléfono, si va a tener la noche libre mejor atender alguno de esos ofrecimientos del mediodía. Concreta cita con un desconocido que le aconsejó sobre zapatos en la tienda de Diör, de dónde salió sin comprar pero con el número de teléfono del interesante hombre. Luego deja escrita una carta a Ferràn, recoge las bolsas y sale ardua al encuentro de su vestidor, escaleras arriba. De repente el cansancio ha desaparecido.

Es algo habitual en ellos este comportamiento, desde hace dos años, cuando pusieron en práctica una terapia de pareja de propia invención. ¿Para qué perder el tiempo inventando cosas nuevas entre ellos si podrían aprender de otros y luego practicarlo en plena complicidad?. Un período de tiempo el que ya preveían como inicial –el de invertir y sacrificar momentos de pareja para esas experiencias que merecían encontrar un entorno natural- pero que aún no han considerado suficiente.

Ferràn llega a casa de madrugada, aparca su BMW M3 en su plaza, al lado de las marcas de rueda que Sonia deja siempre cuando sale con prisas. La tal Patricia se encontró indispuesta y terminó antes de lo previsto la fiesta.
Entra en casa y se acerca a la mesita del teléfono. Hay un sobre con su nombre encima del mueble. No puede evitar sonreír, sabe que al menos ella no se ha quedado aburrida en casa, que volverá con una nueva experiencia para ambos.

Al despertar por la mañana Sonia aún no ha llegado, así que Ferràn decide escribir su carta durante el desayuno y relatar la experiencia, como de costumbre.

"Ayer no fue todo lo bien que hubiese deseado, la muchacha, una joven y escultórica venezolana que busca éxito cómo modelo en España, se indispuso. Tú ya sabes que es eso.
De todas maneras la velada fue muy agradable, estuvo toda la cena coqueteando, mostrándome su escote y sus pechos sin necesidad de sostén. La verdad que tiene unos pezones muy atractivos, de esos erectos en estado relajado, con una aureola un tanto exagerada pero muy bien formada. Me pasé la noche echando miradas inevitables a esos oscuros faros de su piel.
Luego le pedí que fuera al baño y se quitara el tanga. Saberla sentada con su desnudo sexo contra el terciopelo de la silla me excitó mucho, tanto que le pedí que intentara masturbarme con los pies debajo de la mesa. Si cariño, si, me la saqué en el Hilton, delante de todos, ya sabes lo desapercibido que puedo pasar con esas cosas, que tengo un arte para el disimulo...
Ahora te vas a reír. Cuando ya ardía en ganas de un acercamiento con la llegada de los cafés, cuando iba a hacerle saber que su manera de usar los pies me era placentera y había decidido no culminar allí mi eyaculación, en definitiva, cuando deseaba sentarme a su lado y arrancarle un orgasmo con mi mano bajo su trasero mientras sorbíamos el café y me deleitaba con su obligado silencio de labios mordiéndose y cerrar de párpados –como otras hacen, incluso tú hiciste aquel día-, entonces exclama la tal Patricia y se lleva una servilleta a la entrepierna. Me dice: No pensaba que me viniese precisamente hoy la regla.
Caballero que soy, pero con un cabreo de intuir que la venezolana era de las que no gustan de hacer chapoteo rojizo, vamos, que ya vi allí que no iba a metérsela, mostré mi calma más calmada y la ayudé a salir del restaurante previo pago urgente de la cuenta. …Por cierto, ¿cómo va la cuenta del banco?, ¿has gastado mucho esta semana?, yo sólo me he comprado otro traje Giorgio Armani, ese de crep negro tan perfectamente tallado, sí, como el otro que ya tiene dos años.
A lo que íbamos. Me puse detrás de ella y empujé la silla hasta dejarla pegada al borde de la mesa. Un acto educado ¿verdad?. No te rías, que al final no terminó tan mal.
En el baño del aparcamiento, después de introducirse el tampax, me pidió entrar. Allí la encontré con el vestido bajado y sus pechos fuera. Allí me desnudo de pantalón –tendrán que ir a la lavandería otra vez- y me masturbó entre esos dos oscuros faros, los mismos que herían de pezón mi vientre a cada pasada. No siendo eso poca cosa, me remontó de nuevo –de hecho le deje creer eso, que tú ya sabes de mi capacidad para el tema- y me la chupó como la puta más puta que jamás haya conocido. Seguramente se deba a su trayectoria profesional esa habilidad oral.
Pues eso, que no me fui a dormir muy satisfecho y esperaba encontrarte para darte lo que a ella no le di, pero que me alegro que decidieras salir y hacer lo tuyo. Ya me contarás. Ahora te dejo que viene Fanny a buscarme –creo que no la conoces-, no se que problema de quemazones que tiene y espera yo los resuelva. ¿Nos vemos luego? A ver si es posible, que ya empiezo a añorarte.
Besos.
Ferràn."

La carta del marido se pliega entre unos templados dedos y se introduce en un sobre, dónde no se escribe un nombre, esta vez –también juego que practican para mostrar sus sentimientos- queda impreso un beso con el café con leche que los labios de Ferràn ha depositado sobre el papel.

Sonia aparece por casa al mediodía del sábado, esta agotada, el desconocido era de lo más perverso que últimamente se ha cepillado. Decide que después de una siesta, si Ferràn no viene a casa, le dejará escrita una biografía en el ordenador –esta vez, por la extensión que prevé, es casi imposible dejar carta, mejor no malgastar papel.
Descalzándose, riéndose de verse tan sofocada, con esos pelos sin remedio de peinar y grotesca de carreras en las medias, recoge la carta de su amado Ferràn y la besa dónde él ha dejado sus labios. Sube las escaleras mientras abre el sobre y saca la carta.
Ferràn le ha hecho reír con su historia. Ahora se siente más relajada y fresca para dormir.

Una llamada del móvil despierta a Sonia a las diez de la noche. Es Lidia, la invita a la fiesta de inauguración de un local de moda. Visto que no hay señales de Ferràn, decide aceptar. La invitación la hace saltar del diván francés.
Lo primero en que piensa no es en que ponerse, sino en dejarle la historia de su última experiencia a Ferràn. Esta vez, terminado el relato de lo sucedido la noche anterior, intuyendo que ella llegará muy tarde y él la añorará, deja sobre la tapa del portátil el aro vibrador que Ferràn le regaló por su aniversario –ese día le dio el regalo llevando la caja a la altura de la cintura, sorprendiéndola al abrir ella la tapa y ver que el pene en erección de su amado estaba dentro con el aro colocado. La nota rezaba: "Felicidades amor, te doy el mando que regulará la intensidad de tu placer y mi excitación".

Después de ducharse y acicalarse cómo merece una mujer para ser vistosa en una fiesta de mujeres, Sonia vuelve al portátil y comprueba si el aro tiene baterías, acciona el mando y se cerciora que vibra a cualquier intensidad. Lo ordena como ella sabe hacer con las cosas –una especie de cariño que seguro Ferràn sabrá disfrutar en su onanismo-, y sale de casa. Esta vez la vienen a recoger.

El Ferrari descapotable de Lidia frena delante de la puerta a la hora convenida. Sube al rabioso rojizo y se acomoda como puede, en la parte trasera, sobre las rodillas de dos amigas de Lidia que no conocía. El sonido del motor se aleja olvidando la calle y segundos después llegan en taxi Ferràn y Fanny.
El olor a gasolina quemada sigue en el aire, cómo si el perfume felino que usa Sonia en sus estados más ardientes invadiera la urbanización.

Por alguna razón Ferràn no se despide de Funny, la invita a entrar en casa. "¿Quieres tomar una última copa?, me temo que Sonia no está y no me apetece quedarme sólo" –le pide Ferràn.

Funny es una buena amiga, quizá la única con la que puede bromear sin tener sexo –algo que tampoco es que rechace ni el uno ni el otro, pero que no es único objetivo.
Después de una noche de clubs, de showgirls, de casinos, de prostíbulos femeninos dónde Ferràn ha pagado a dos tipos para ver a Funny disfrutar de los servicios, después de presentarle ella a una hermosa muchacha y entre ambos follársela en el lavabo de un pub –así fue, porque Funny la sedujo y la llevó hasta Ferràn engañada, porque Funny le cubrió los ojos antes de entrar en el reservado, porque Funny la desnudó y calentó con su boca y luego le sujeto los brazos a la espalda mientras le ordenaba no alterarse. Fue Ferràn quién se la folló contra la pared del retrete montándosela a horcajadas mientras Funny soportaba los empujes de las embestidas detrás de la muchacha- después de todo eso ahora es momento de relajación y compañía que ambos necesitan.

"Nunca había estado en tu casa" –le exclama graciosamente Funny mientras observa la escalera que sube a las habitaciónes.

Ferràn le da la libertad de inspeccionar y ella, fisgona por naturaleza, sube curioseando, dejando al propietario de la casa preparando algún tentempié en la cocina.

"Alguien se ha olvidado esto en la habitación"-le dice una retornada Funny en la planta baja, en el marco de la puerta, mientras sostiene el cable del aro vibratorio que ahora es péndulo a los ojos de Ferràn.

Él la cuestiona por si no había nada más, recordando que no ha visto nota ni carta alguna.
Ella le niega con la cabeza sabiendo que ha borrado los hechos relatados por la esposa, los mismos que conserva vivos en su cabeza después de leerlos.

Las cosas entre Funny y Ferràn siempre han sido divertidas, casi de hermanastros.
Ella le pide que le muestre el uso del artilugio y él se niega –"Ahora no es momento nena". Ella insiste y empieza a achucharlo, a acorralarlo, a hacerse pesada con el tema, incluso a meter su mano bajo el delantal que Ferràn viste con las letras se Sonia repetidas en colores plastificados.
La mano de Funny no tiene que esforzarse mucho, Ferràn le es íntimo y sabe que esas situaciones no significan más que juegos adultos entre amigos. La verga aparece rebosante de ganas por culminar una erección, pero aún dúctil para que una habilidosa Funny la someta con el aro y empuje con la boca rodeándolo mientras él crece, hacia la base de la polla. Imposible de seguir excusándose, Ferràn se agarra con ambas manos al mármol de la cocina que queda en su espalda y se arquea levemente preparado para cualquier continuación que a Funny se le ocurra.

Las doce y media de la noche y suena el teléfono. Ni Funny ni Ferràn atienden la llamada. Salta el contestador.

Con un rítmico y grave batir de la música de fondo se escucha la voz de Sonia dejando un mensaje en el contestador – "Hola cariño… ¿me oyes?, bueno, aquí las cosas están muy animadas y me han invitado a pasar el domingo con las chicas. Si, no te lo he contado, pero esto es sólo una fiesta de chicas, de unas amigas de Lidia… es igual, no la conoces. Lo digo porque no creo que llegue para ver la película de los domingos contigo. Me da mucha pena no poder estar ni siquiera un ratito contigo en el sofá de casa, pero al parecer la fiesta se traslada a un barco y no hay vuelta hasta la noche del domingo. ¿No te sabe mal verdad?. Un beso… ¡Ah!, espero que hayas encontrado mi regalito de hoy pensando en ti, con eso y el relato de lo sucedido anoche que te dejo escrito en el portátil seguro te hago feliz. Un besazo mi amor, hasta el domingo o cuando podamos. Ciao".

El "pip" de la grabación retorna los ojos de Ferràn a los de Funny, de hecho retorna todo en Ferràn hacia una Funny que le acaricia la verga mientras su otra palma hace de base. Ambos se miran, él desconcertado por verse atrapado frente a la que siendo amiga le ha robado la intimidad de la pareja, ella segura de saberse poderosa en ese momento por tener el relato de la esposa en su mente.

"¿Me vas a hacer chantaje?" – le pregunta Ferràn.

"Sólo tendrás que follarme con un poco más de ganas que de costumbre, usando el juguetito tuyo y de tu mujer. Es más, quiero que me folles como lo haces con ella cuando te aplicas este trasto" –y Funny acciona la rueda del potenciómetro transmitiendo el poder de quien se sabe poderosa y en situación de exigir.

Sin soltar el mando del vibrador, empieza a desnudar a Ferràn, alternando la potencia de la vibración alrededor de la base que hace firme la verga cada vez que él pretende resistencia, torturando de gusto el miembro del que fuese amigo hace sólo unos minutos –porque ahora es esclavo de su juego de vicio- tensando la erección a conveniencia, dándole engañoso relajo, retornando con toda la potencia. Descienden los pantalones de Ferràn frente a una Funny en cuclillas que le sirve crueles lametones cada vez que la verga se pone extremadamente tiesa.

Las bragas negras de Funny quedan en el suelo mientras ella se incorpora y acomoda la húmeda entrepierna sobre la viril carne de su esclavo. Un leve ir y venir permite que la verga se acomode a todo lo largo de sus labios, hasta sentirse cerca, buscando el aplicador de la vibración contra su clítoris.

Vestida sobre él, contra el cuerpo desnudo de él, con el mando en una mano y la otra acariciándole las nalgas, se acerca a su oído: "¿Sabes que hizo tu mujercita anoche?".
Ella vuelve a mirarle, no para ver la expresión de él sino para mostrarle con su mirada que sabe lo puta que fue. "¿Quieres que te lo cuente?" –le pregunta mientras detona un par de segundos de máxima vibración entre ambos.

Y la historia de su mujer empieza a surgir como cuento de una boca que se arrima al oído de Ferràn, una boca que puede hablar mientras besa, una lengua que sabe humedecer el oído y dejar en él la excitación con la que Sonia le confesaba los hechos.

"Sabes, tu queridísima contaba que no podía dejar de gritar cómo una perra, así con estas palabras lo dejó escrito antes de yo borrarlo: Ya no sabía con cuantos estaba, ni cuantos habían pasado por mí, sólo sabía que no me importaba que me follaran muchos más. Sí, Ferràn, he gritado de placer esta noche cómo no recuerdo. No me reconocía, pero tampoco me asustaba ser otra. La verdad, me he sentido muy dichosa y plena con todos ellos penetrándome, usándome, porque yo quería ser usada, porque ese hombre que me llevó al local me desnudó frente a todos, dándome la libertad de todo menos de quitarme los zapatos, precisamente ayer que vestía los de Gucci. Salpicados han quedado y creo que arruinados –por cierto, contaba si podrías pasar el lunes por el zapatero, a ver si tienen remedio.
Alzada en esos fetiches se ha sentido grandiosa, una reina del sexo, poderosa por ser deseada por todos, invencible al remontar incontables orgasmos. Me decía que ha conocido el éxtasis de la lujuria…" – Funny aplica un beso hermético y pleno de serpiente en la boca de Ferràn.

"…tu querida mujer se los ha follado a todos, a todo el local, a todos los tíos que allí habían y que la esperaban. Yo creo que se ha equivocado, que no quería decir orgía, porque no sale ninguna otra chica en su historia más que ella, creo que el tipo ese la ha llevado a un "gangbang". ¿Qué como lo sé te preguntas? ¿Quieres que siga contándote?"

Funny acelera su pelvis en un primer orgasmo que la alcanza, la vibración asciende de nuevo y Ferràn se resiste en ese mundo de flujos que le atrapa y le lubrica mientras la vibración le hace exclamar un "¡Dios, No!". De repente desaparece el tremendo cosquilleo que amenazaba con hacerle venirse.

"Así les besaba, lentamente, cómo yo hago en tu boca, pero ella les besaba en la polla. Así les chupaba las vergas, uno detrás de otro, cómo yo me chupo los dedos" –la vibración aparece de nuevo, moderada.

"Ni te muevas Ferràn, o no te cuento como acaba" –Ferràn vuelve a la quietud, la que sólo puede perturbar con sus muecas al intentar el sostén de la eyaculación.

"Tienes una mujer muy caliente, y aún así la amas. Me ha confesado que eran diecinueve hombres los que la lamían al unísono, los que la tocaban sin pausa. Diecinueve vergas que se la han follado sin contemplaciones, como ella deseaba, una tras otra y repetidas veces. Que se sentía tan vacía entre las pausas que sus propias manos han tenido que suplirles. Diecinueve pollas que han visitado su boca en privado, otras en compañía, incluso tríos y cuartetos se han agrupado a su entrada para ser lamidas".

Una de las manos de Funny busca a su espalda, entre las nalgas, el rabioso glande de Ferràn. Le acaricia, le rodea y sujeta para que no se escape a su fricción de entrepierna. –"Diecinueve vergas plenas del flujo de tu mujer, de su saliva, de sus atenciones desmesuradas, porque dice que les debía el sentirse transportada a un limbo tan glorioso de placer"

"¿Cómo sé que lo que me cuentas es verdad? –pregunta en un arranque de valentía Ferràn.
Recibe una bofetada y una orden cómo respuesta –"Calla y fóllame"- Funny se levanta la falda mientras gira, recuperando el cierre de la mano sobre el hinchado pene, clavando sus nalgas contra el vientre de él al tiempo que acompaña al interior de su cuerpo la caliente carne, hasta quedar anclado el aplicador de la vibración en la raja del trasero.
"Ahora fóllame como si fuese ella, cómo si hubieses leído su experiencia y desearas recuperarla con tu dedicación" –le dice Funny, con tono más de sugerencia que de orden.

Ferràn lo intenta, sujeta la cadera de Funny e intenta moverse como si ella fuese Sonia, lo hace mirando a su alrededor, a su cocina, a las flores que se ven desde allí en la mesita del recibidor, un toque muy de Sonia.
Ferràn no tiene claro que siente. Tentado a evadirse de Funny y soñar en ella a Sonia se encuentra con la duda de sus sentimientos. Saber de Sonia y su noche de lujuria a través de otra no le ocasiona la misma relajación de siempre. Saber que Funny sabe lo que él no ha leído, haber escuchado de ella la confesión de su esposa sin poder pedirle a Sonia que la ratifique –porque ese si era pacto entre ellos, que en su nido nunca follarían con otros ni otras- le llena de rabia que no desea sentir, pero que siente como si fuesen celos hiriendo a un animal ya malherido.

Los dedos de Ferràn se cierran fuertes contra Funny y la clavan contra su vientre un poquito más, cuando ya parecía no poderse clavar más profundo en ella.
Funny exclama sorprendida, un tanto dolorida pero dispuesta a todo.

"Ahora que el aplicador está metido en tu coño atrévete a darle la máxima poténcia" – reta Ferràn a una Funny salvaje.
Y Funny aprieta tanto la rueda del mando que la parte, dejando que polla, aro y aplicador vibren dentro de ella.

Apoyada en la isleta de la cocina, Funny percibe que su vagina se derrite de placer con la extrema penetración. Aún así sigue contándole a Ferràn lo que él ya no es capaz de descifrar si son verdades o mentiras. – "La montaron en la mesa de un salón, exhibida al principio, y contaba que se sintió un poco asustada por estar tan rodeada de hombres desnudos que la miraban mientras se tocaban."
"Le pidieron que se masturbara frente a ellos, con ellos, y sin poder dar una explicación las manos de Sonia aparecieron entre las piernas. Decía que les veía tan excitados con ella, por ver cómo se acariciaba, cómo se penetraba, que no pudo parar, que su orgasmo la dejó tendida sobre la mesa y cree recordar que fue entonces el inicio del todo. Alguien le lamió los dedos mientras apartaba sus brazos, mientras otros le sujetaban las piernas y la besaban completa, inundando de nuevo su sexo".

Ferràn enfurece un poco más. Se retira y embiste a la mentirosa que tiene delante sin parar. El aplicador se pierde a cada embestida entre los labios vaginales de Funny, la vibración se hace alternada, distante y cercana, pero para Ferràn es una constante prisión que le vuelve insensible desde la base.

Entre murmullos, buscando el aire para hablar, ella le sigue contando –" Sentía tantas bocas distintas, tantas lenguas diferentes fuera y dentro de su cuerpo, por todas partes, que quedó hipnotizada dejándose hacer. Fue ella la que grito en alto, la que dio la orden de salida. Fue tu Sonia la que exigió en voz alta, entre orden y suplicante, ser follada por todos. ¡Quiero sentir como me rompéis, follarme de una puta vez!, eso dejó escrito que dijo." –y Ferràn se avalancha con su peso contra Funny, empujándola sobre la mesa del cortante, dejando la carne de Funny apoyada sobre el gran taco de madera mientras la abre con su verga a punto de estallar, mientras las duras embestidas desmontan el artilugio vibrante que ciñe su perímetro y cae partiéndose en el gres del suelo.

"Ella se los ha follado a todos Ferràn, todos se han corrido en ella, dentro y fuera, más de una vez. La han llenado de semen, de variados olores y viscosidades, han pintado su cuerpo con sus leches, han inundando su garganta… y lo mejor de todo es que ella me ha confesado que le ha gustado sobremanera" – ese punto final de Funny genera un grito de Ferràn que coincide con su intenso orgasmo.

Ferràn se aferra a Funny sin contemplación, aplastándola, metiéndole la polla hasta lo más hondo de su vagina, deseando ser un monstruo fálico para empalarla, eyaculando ríos retenidos de semen en su interior.

Pasado el grito cae sobre ella, carnaza usada que reposa en el cortador de la cocina.

Liberado el estrés, Funny se repone entre el pleno goce y el dolor de alguna inevitable herida en su vulva y vagina, pero compensada por tan increíble polvo que hacía semanas -ni esta misma noche- no experimentaba.
Ferràn no se repone, queda confundido por haber perdido el control y rencoroso con Funny por lo que ha hecho con él.

"Vete Funny, no preguntes y vete. Ya te llamaré" –le dice Ferràn.

Ella se va tranquila, sabiendo que Ferràn no necesita de su ternura ahora, que eso sería ya irónico o semejante a la burla. Funny sabe que se le pasará, que lo que sufre en este instante Ferràn no es culpa suya, sino de un despertar que estaba cercano. En el fondo a actuado como una amiga haría

La puerta se cierra, él sale de la cocina con dolor en los huevos -de tanto arrear sin pensar- y se dirige al escritorio de su despacho. Tiene que hacerlo, debe liberarse de esa culpa que ahora le corroe. Romper una de las reglas convenidas con Sonia ha sido como engañarla.
Toma hoja y pluma y empieza a escribir una confesión sobre la noche, desde que empezó, recreando los clubs, prostíbulos, locales diversos y pubs, y todo lo que en ellos sucedió. Cuando toma aire para continuar la confesión sobre la visita de Funny a casa, suena de nuevo el teléfono.

Una voz de mujer pregunta por él –"¿Eres Ferràn?, vale. Esto es para ti, escucha, es un regalo de tu mujer.

"¿Quién eres?" –pregunta él. Pero sólo puede escuchar con claridad la voz entrecortada por jadeos y respiración acelerada de la que reconoce como Sonia.

Sin alejarse la presencia fónica de Sonia, la voz de mujer vuelve a aparecer –"Ella me ha dicho que te llame, que ya se cansa un poco de dejarte escritas sus cosas, que prefiere que las escuches en directo".

"¿Dónde está? ¿Con quién está?" –interroga Ferràn.

Y la voz, a penas audible entre la respiración de Sonia –por ser la atención de Ferràn más afinada a ese anhelo- le cuenta lo que ya sabía, que Sonia está en un barco en medio del Mediterráneo dónde se celebra una fiesta privada de chicas. Le da más detalles –"¿Quieres saber que hace ella en este momento?... no respondes, eso es un si".
La mujer hace ansiosa la introducción. Con el fondo jadeante de Sonia le cuenta a Ferràn lo que ya es evidente pero que suena excitante al ser contado. –"En este momento tu mujercita tiene a dos rubias preciosas entre las piernas, las dos están lamiendo sus labios, besando su piel, rozando sin prisas el terciopelo del fino vello que ya conoces, comiéndose con los labios la vulva de tu Sonia, provocando el placer sobre su clítoris con ambas bocas, penetrándola de manera alternada con sus lenguas. Las dos están desnudas, al igual que Sonia. Una de ellas le muestra su sexo brillante del velo que desvela la apetencia de sentir placer mientras la otra usa de un consolador para saciarse de lo que a Sonia le regalan.
Te acercaré un poco más el móvil. ¿Escuchas este chasquido repetitivo?... si, tu putita esta siendo penetrada con otro consolador. ¿Reconoces este otro sonido?... seguro que sí, que ella te habrá lamido más de una vez, pero esta vez su lengua lame el sexo de una semejante, de Ruth concretamente, y ahora que creo que está cerca de su próximo orgasmo voy a ser yo misma quién le coma el coño a tu esposa. Por cierto, me llamo Lidia y la otra afortunada es Birgitte".

La voz se interrumpe y en el auricular del celular sólo se escuchan guturales exclamaciones femeninas, tibios gemidos, profundos jadeos y la seda respirable de hasta cuatro mujeres gozando, ahogándose de placer.

Ferràn no ha podido evitar masturbarse, aún con el dolor de huevos que Funny le ha dejado. Su mano chorrea del resto de semen que le quedaba.
El teléfono móvil cuelga en el otro lado antes de que él decida separárselo del oído.

Las cosas han empezado a ir demasiado rápido, piensa Ferràn. Lo que empezó con relaciones parejas cuyas experiencias podrían llevar a la práctica entre ellos, en pocos días se ha convertido en un adelantar de Sonia hacia no sabe donde. Teme perderla, aunque si se pone a pensar tampoco es que se vean mucho. Estos dos años, en vez de aproximarlos sólo han servido para alejarlos, claro que todo eso es transitorio y una inversión para la relación, según proyectaron como mejor camino para hacer más firme su condición de matrimonio.

Decide falsear la información, decide adelantar también hacia los extremos y se inventa una historia. Rompe el papel en el que iba a confesar el sacrilegio de la morada y empieza de nuevo.

"Querida Sonia, hoy ha sido un día muy especial para mi. Es difícil de explicar, sobre todo para mí que no me esperaba esto. Sabes que yo nunca te he prohibido nada, que acepto con gusto tus compañías, todas las que elijas. Seguro que tú me aceptas de igual manera y te alegraras de que haya disfrutado mi noche de hoy. Luego veremos como podemos aprovecharlo, que bien seguro podremos.
Al final no salí con Funny, ya sabes de ella, es sólo una amiga que no ofrece el sexo que ambos necesitamos. En mi soledad de compañía he ido al centro y he buscado el mejor local de moda de la ciudad para tomar una copa. Seguramente habrá otros, pero este me ha parecido que cumplía mis exigencias.
Curiosamente, como siempre sucede, los locales más modernos y finos son regentados por gays. Me he dado cuenta de ello al cabo de un rato, cuando ya iba por el segundo gin-tónic. Sí, lo se, que soy un inocente al pensar que todos pueden expresarse cómo quieran y no tener nada que ver con la tendencia sexual que sugieren.
Allí estaba yo, sentado en un taburete de cocodrilo y acero inoxidable, apoyado en una barra de fosforito donde resaltaba en azul la bebida, escuchando la relajante música chill-out que me retornaba a nuestros atardeceres en Mikonos –lo se, no podría pensar en otro lugar en ese local- cuando he empezado a fijarme que había sólo hombres y que algunos se besaban entre ellos.
Es curioso pero no me he escandalizado, incluso he creído que desentonaba con la americana puesta y me la he quitado, luego he desabrochado un par de botones de la camisa, ya conoces el atractivo que genero con eso.
Me han servido un tercer gin-tónic, invitación de alguien que no me han dicho. Eso me ha hecho indagar con la mirada durante un buen rato, descubriendo que otros también miraban, que me miraban. Luego me he relajado un poco –cosas de la copa que degustaba- y he empezado a tener una extraña sensación.
Sonia, que me sentía cómodo allí, que me he deleitado mirando a algunos muchachos besando y acariciando a otros más granaditos.
Lo más sorprendente ha sido descubrir el mismo calor que se apodera de mi cuerpo cuando voy de ligue, cuando despliego mi seducción con las mujeres, eso que tanto te gustaba ver, eso que sabes surge de manera natural, cómo sí la piel brillase más y fuese más morena, cómo si las fibras de mi musculatura rejuvenecieran a una adolescencia donde aún no me conocías. Incluso el pelo ha adoptado un leve desorden rebelde propio de un adolescente pero con clase, la del adulto interior que soy. Te diré más, disimuladamente he palpado el bulto de la entrepierna, porque no me lo creía. Tenía la polla en ese estado flácido morcillón que gustas de mirar, cuando la longitud de la verga, aún inalcanzada, se muestra sin erección pero gorda de saberse cercana a la emoción de lo que vendrá.
No me lo podía creer pero me sentía a gusto, muy a gusto y con ganas de conocer a alguien. Eso se nota rápido en esos lugares, se me han acercado dos con la excusa de un cigarrillo y han sido esquivados con la verdad, que no fumo. Pero el tercero ha sido imposible de evitar.
El joven al que le he permitido cruzar mi barrera era rubio, de blanca piel tostada por su afición que he supuesto de surfista –seguramente no, pero que más da, lo importante es que estaba moreno sin serlo.
El joven se ha acercado en exceso pero no me ha importado. Sorprendido de mi no reacción me he quedado. Allí le tenía, frente a mí sin dejar de mirarlo como él miraba -con dulzura creo- mientras yo seguía sentado en el taburete con las piernas abiertas y los pies reposando en el travesaño tal y cómo unos segundos antes hacía para orientar la mirada sobre la pista de baile.
El joven, precioso debo decir, se ha ido acercando con una descarada pregunta de si le invitaba a una copa, hasta que su cuerpo ha quedado en la puerta de mis piernas. En un primer momento no sabía bien que hacer, pero sentir mis rodillas rozando sus caderas ha generado una atracción irrefrenable… y él lo sabía.
¿Sabes como pasan los segundos después de una pregunta?... así nos hemos quedado, mirando nuestros labios humedecidos, el ampliar de las pupilas, la sonrisa tímida pero segura de aceptación.
No ha sido él sino yo quien le ha besado primero. Le he empujado con las rodillas, encerrándolo, atrapándolo entre mis muslos. Mis manos han aparecido en sus mejillas y le he besado otros segundos más, sin soltarlo.
Al volver de nuevo con el sabor de cada cual en la boca del otro me ha dicho su nombre, Jonathan, Jon para los amigos.
No se que me ha pasado Sonia, pero he visto a ese ser como el más bello jamás visto, puro, sensual, atractivo, divino, y lo he deseado para mi.
Era un hombre, es verdad, pero eso parecía que no tenía importancia. Incluso ahora sigue sin tenerla. Casi no ha hablado, sólo ha reído con coquetería al pasar mi dedo peinando su rubio flequillo. Ambos nos hemos reído y tomándome la mano me ha sacado a bailar.
Abrazado por él, con sus dedos acariciándome la nuca, su cuerpo pegado al mío y la piel de su cuello contra el lateral de mi barbilla rozándose contra mi afeitada barba de la mañana, así hemos bailado. No he podido evitar el deslizar mis manos de su cintura a la espalda y bajar hasta su trasero. Eso le ha gustado y yo he continuado metiendo los dedos en los bolsillos de su apretado pantalón jeans, aferrándolo a mí, sintiendo el calor de su aliento en mi cuello y sus besos que no escondía, amasando su trasero. Me ha dicho algo en la oreja, flojito y con cariño… sí, eso me ha pedido… y no he precisado negarme porque su deseo era el mío.
He ido con él a un reservado vip, como hay en otros locales de lujo, pero este era muy pulcro, de diseño, con un suelo de pizarra a corte de sierra y las paredes acolchadas de cuero blanco. En medio un futón con sábanas negras de satén y a la izquierda una ducha con vidriera de cristal al vuelo, donde la extensión de la pizarra era alfombra y ascendía por una de las paredes contrastando con sus otras dos y techo aplacadas de blanco mármol.
Ha cerrado la puerta y hemos quedado los dos mirándonos bajo la tenue luz de la habitación. Jon ha empezado a desvestirse sin dejar de mirarme y le he seguido. He seguido a la belleza cautiva en su cuerpo hasta quedar bajo el chorro de tibia agua.
Le contemplaba sin poder evitar amarle por lo que era, observando el romper del agua sobre su espalda, sobre sus nalgas, su cara, su sexo… y su mano a tomado la mía para lavarle. El paso de la espuma bajo mi palma a cubierto su piel. Luego, su delicadeza ha retornado con el recíproco acto de lavarme y besarme… nos hemos besado ambos bajo la cascada de agua sin sentir yo mi involuntaria erección, la que rozaba la suya.
No ha habido sexo completo en la ducha, si te preguntas por si hemos usado de la penetración, eso ha sucedido después. Sus manos eran mejores que las de una mujer, mucho más expertas y conocedoras de lo que es ser hombre, concretas donde lo necesitaba para alimentar mi pasión por él. Mis manos le han acariciado y masturbado y me ha placido saber de su orgasmo. Tendrías que haber visto su deliciosa expresión de placer mientras le sujetaba las manos a la espalda y situado a su costado le masturbaba incluso después de alcanzar el clímax. Su delgado y perfecto cuerpo se arqueaba bajo el poder de mis manos, bajo el agarro de mis dedos que soñaban en arrancarle de nuevo otro orgasmo. Recorría con mi encierro de dedos su miembro espumado, daba rodeos de palma en su cabeza para evitar la flacidez post orgasmo… y le he recuperado para de nuevo deleitarme con el arqueo de su espalda, con el silencioso gemido de su goce que he convertido en audible respiración, en una profunda exhalación arrancada por mis manos.
Su complicidad no ha tardado en llegar.
Mostrándome una sumisa condición y una dedicación que no le pedía, se ha agachado de cuclillas frente a mí y ha empezado a besar y lamerme la verga. Ni me he movido Sonia, en ese momento deseaba resolver con él el dolor de la sangre que ya no sabía donde meter el incesante bombeo de la excitación.
Me ha parecido una boca de terciopelo, muy húmeda y quizá por eso la sensación de caricia parecía que no osaba tocarme. No ha usado sus manos, sólo la boca, sus labios y lengua. Tú nunca lo has logrado Sonia –que no te lo echo en cara- pero Jon ha profundizado la envergadura de mi verga hasta tenerme por completo dentro de su garganta. Sí, me he corrido en su boca debido a sus atenciones, las mismas que ha continuado practicando para remontarme y que creía buscaban mi siguiente eyaculación. No ha sido así, por arte de magia –porque no sabría como explicar de donde lo ha sacado- sus dedos me han enfundado un preservativo. Estaba claro, pedía que me lo follara… y no he sentido la necesidad de contradecirlo, es más, se ha apoderado de mí un calor inexplicable, trayendo consigo unas intensas ganas de dominarle.
He salido de la ducha, he desenfundado el cinturón del pantalón y he vuelto a su encuentro para atarle las manos. ¿Qué porqué?, pues no lo sé, pero necesitaba hacerlo.
He tirado de él cual esclavo sin decisión. Su miembro ha recuperado la erección después de estimularlo con la punta del cuero. Lo quería erecto para mí, para ver su polla tiesa mientras me lo follaba.
Con una orden mía se ha tumbado en la cama. Sus brazos han sido inmovilizados al cabezal con un rápido nudo del cinturón –creo que habrá que comprar otro-, y he tensado el extremo para asegurarme bien de la eficacia del nudo, no quería encontrarme con un cambio de decisión repentino sobre el gusto de ser o no ser follado. Sentado sobre Jon, cerca de su cara, después de amarrarlo, he ido bajando sobre su cuerpo –cómo cuando hago contigo, besándote los pechos, lamiendo los pezones, apretándolos entre los dedos, con dulzura pero con la seguridad del que le gusta dominar.
Su polla latía al pasar mis nalgas sobre ella. Mis glúteos le han hecho soñar con que podría penetrarme también, pero no, allí iba a ser él el único penetrado por el grosor de mi enhiesto miembro. Detenido en su vientre he lamido y besado el ombligo, con la rabiosa erección de su polla aplastada por mis pectorales mientras me movía en círculos. Su olor a hombre me ha impregnado el pecho y no me ha repugnado, Le he buscando bajo la base de la verga hasta lamer su escroto, incluso he osado ensalivar golosamente la apertura que mostraba entre sus piernas obligadas por mis brazos, la puerta donde iba a recibir su placer, donde yo soñaba derramar el mío también.
Dispuesto frente a Jon, sujetando sus piernas en alto, mirándole a los ojos en todo momento, el glande forrado de látex ha ido abriéndose paso en la carne del joven rubio, suavemente pero sin cesar, sorprendiéndome que pudiese aguantar la relajación del esfínter para facilitar el grosor de mi entrada. Me he clavado en él hasta el fondo, con mi pubis contra sus huevos. Su interior succionaba como si fuese vagina, pero la estrecha puerta, con sus exigentes sensaciones, era muy distinta. Sonia… ¿porqué nunca hemos practicado el anal?, ahora tendremos oportunidad, seré tu maestro.
He simulado usarlo porque creía que ese juego era la fantasía que necesitábamos entre ambos, pero lo que realmente me emocionaba en ese momento era que con él podía de nuevo regalar amor. Le he penetrado suave, como me apetecía, como acertaba en él sin haber estado antes mi miembro viríl en otro cuerpo de hombre. Aceleraba el ritmo, intentando darle un castigo que su expresión agradecía al hacer más ruda la penetración, incluso azotándole en los glúteos, pero todo en la justa medida del que sabía no podría soportar dañarlo.
Sí, Sonia, me he follado a un hombre y he gozado con ello. Sentir su estrecha carne caliente alrededor de mi pene, su distensión para facilitar ser invadido, sus gemidos y gestos, ver su intento de ladeo en esa posición obligada donde le dominaba, mientras yo le gozaba con los empujes y vaivenes de mi cadera, sin salir de él, ha alcanzado el final con un mutuo orgasmo donde no he podido evitar pronunciar su nombre estirándolo junto al éxtasis del clímax. Jon, Jon, Jon, Jon… he repetido difuminando su nombre mientras caía pleno de orgasmo sobre él buscando sus manos con las mías… y mientras mi corazón se recuperaba de la cúspide alcanzada mi boca le besaba en los brazos y el cuello, en las mejillas, en los labios que tan frescamente sonreían.
Nos hemos despedido cómo llegamos, tomando una copa sin muchas palabras, besándonos en la barra que nos iluminaba con su azulado fosforito. Me he ido tranquilo y sin remordimientos, pero ahora te deseo a ti Sonia, más que nunca deseo hacerte el amor cómo hice con Jon".

Ferràn firma la carta con un "te quiero" y la guarda en el sobre con la satisfacción de haber ganado alguna partida. Luego decide ir a pasear, si ella no llegará hasta entrada la noche pocas ganas le quedan de quedarse en casa.

Pasear sólo una tarde de domingo es algo un tanto triste, pero superable si el que pasea usa de ese ejercicio para reflexionar y ver las cosas con perspectiva. Todo ha ido demasiado lejos, de dice.
Sobre todo piensa en lo mal encaminadas que van las cosas por el poco tiempo que pasan juntos, porque parece cómo si ese pacto inicial lo hubiesen astillado ambos, sin darse cuenta, al quedar atrapados en la facilidad de satisfacción que se han ido ofreciendo. ¿Para qué estar conmigo? ¿Para qué necesito estar con ella? -se pregunta Ferràn- si otros más cercanos pueden darnos lo mismo sin compromiso. Realmente tiene claro que las cosas no van por el buen camino.
Alarga su paseo hasta pasada la media noche, cuando llega a casa.

La tenue luz del salón está encendida. "¿Me habré dejado la luz encendida?" –se pregunta Ferràn.
Sale de dudas de inmediato, Sonia esta sentada esperándole. La alegría de él, por verla tan pronto en casa (que no se lo esperaba), contrasta gigantescamente con la seriedad de ella.

"Has estado con él otra vez" – le pregunta Sonia.

"¿Con quién? ¿De que hablas?" –le responde en su olvido Ferràn.

Sonia se levanta y le muestra la carta –"Esto no puedo aceptarlo Ferràn, es demasiado. Esto no es lo que íbamos buscando para nosotros".

Ferràn observa la carta y piensa en qué explicar. Decide de momento no desvelar la verdad del asunto –"¿Qué tiene de malo? ¿No estuviste tú con tres chicas anoche?, pues yo también tengo derecho a traer experiencias de relaciones homosexuales".

"No es lo mismo" – ni siquiera pronuncia el nombre de Ferràn.

"¿Qué hay de distinto?, no te entiendo –moviendo la cabeza él- "sólo tenemos que subir y ponernos a hacerlo cómo hice con Jon, cómo cuando hicimos con todo lo demás".

"No es lo mismo, Tú le amas de verdad, yo sólo exploré el placer entre mujeres" –contesta Sonia.

Ferràn queda perplejo por esa sensación que no había calculado al escribir su ficticia historia. Duda de sincerarse directamente, pero decide un último convencimiento por la vía del reproche -"También yo podría decirte que amas a más de uno por entregarte cómo te entregas".

"Ahora soy yo la que de verdad no sé de que me estas hablando".

"¿Qué pasó con ese desconocido de los zapatos?", confiesa!

Ella ríe porque le entiende celoso de algo que no hay para tanto –"Vamos a ver Ferràn… ya me dirás tú que tiene de malo la experiencia rarita esa del tipo de los zapatos, que se empeñó en que usase las zapatillas deportivas de su ex mujer para machacarme durante horas en su pista privada de squash. Cada set de tres juegos ganados por él debía quitarme una prenda. Así terminé, con las medias rasgadas y toda sudada, que ya sabes tú que mi juego es muy bueno y no me dejo ganar así como así, que no se trataba de darle el gustazo al raro ese, que tenía que ganarme de verdad. Finalmente quedé como el quería, jugando un último set a su lado en pelota viva, que el muy rarito decidió incluso jugarse toda la noche de esfuerzo para hacerme sudar más y ver mis tetas botar, que se arriesgó a no tenerme en un último partido… y en ese si que me dejé ganar, si, que ya tenía yo unas ganas de follar con tantas horas de juego sin mojar… allí me folló, contra la banda metálica del out frontal, de pié y con las raquetas en el suelo, intentando meterme la pelota por el culo, cosa que no le permití. Pero eso ya lo sabes, que te fui describiendo cada set que perdía y cómo se iba poniendo el tio".

Ferràn queda silencioso, sin poder confesar que no vio el relato en el portátil. Tan sólo puede afirmar con la cabeza y disculparse –"Perdona Sonia, pero creo que todo esto ha ido demasiado lejos y me he ofuscado. Perdona cariño mío… que te quiero de verdad".

"¿Y lo del chico ese?, me sigo quedando inquieta".

"Eso es una patraña de las mías, puros celos del que sabe que te estaba perdiendo. Es todo mentira, de verdad, una invención para lograr por fin hacer ese anal que deseaba contigo, pero que ya no es necesario. Te respeto y respeto esos aspectos puritanos tuyos que (Ferràn se ríe mientras respira), otros no llegarían a comprender visto todo lo otro". –se sincera Ferràn, evadiendo contar lo de Funny, que la verdad, ni se acuerda.

"No se si creerte, hay mucho sentimiento en eso que has dejado escrito".

"Por que pensaba en ti, Sonia".

Ambos se acercan, se abrazan y se besan. Caen al sofá de diseño Italiano, contra el buf de la blanca piel que lo forra, y empiezan a desnudarse. Hacen el amor sin acordarse de nada, como antes, cuando se conocieron, intensamente, con lenta pasión que saben se irá acelerando y logrará darles el vuelo exclusivo de ambos, el de un amor íntimo inalterable.

Hacer el amor sin necesidad de reproducir lo que de otros sabemos es cómo fundar algo propio, convirtiendo a los amantes cómplices y confidentes, protectores de ese algo suyo frente a los demás porque saber de unos reales amantes crea envidia aunque muchos piensen para resolverla que aquello que ven es sólo una fachada semejante a la suya. Que sigan engañados -piensa Sonia- nosotros sabemos lo que tenemos.

Él la sube a la habitación en brazos, escenificando un nuevo comienzo. Ella se abraza a su cuello, cómo si llevase el vestido blanco puesto, pero quizá más pura al ir desnuda y portada por su amado. Los ojos de Sonia vuelven a brillar como Ferràn creía que nunca más vería.

"Estas tan bella esta noche, Sonia".

Tumbados en la cama, cansados y dispuestos a emprender la vida que debieran haber emprendido, se abrazan y Sonia apaga la luz de un simbólico final necesario para comenzar.

Ella concilia el sueño muy aprisa, relajada y tranquila -esta vez de lo que realmente relaja- de espíritu.

Él incapaz de caer en brazos de Morpheo, con los ojos abiertos y una constante pregunta… "¿Existirá ese Jon en alguna parte?".