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La mayor de mis sobrinas...

en Amor filial

Todo empezó aquel día de agosto en que al abrir la puerta para entrar al baño, como cada mañana, me encontré a mi sobrina mayor medio desnuda preparándose para darse una ducha. Creí que se me caía el mundo encima.


- Perdona, no sabía que estaba ocupado. Lo siento mucho, de verdad.

Cerré la puerta y salí disparado de nuevo hacia mi habitación. Me quedé un rato más en cama pensando en lo que había pasado, pero a medida que recordaba notaba como me estaba excitando y sufría una erección. Pero que hago, pensé. Me estoy poniendo cachondo pensando en mi sobrina medio desnuda. Pobre, con la vergüenza que debió de pasar. La verdad, es que cuanto más tiempo pasaba y más pensaba en mi sobrina, mejor la recordaba allí medio desnuda de pie en el baño. Con sus tetas al aire y su tanga rojo. Y vaya tetas, no porque fuesen grandes, que lo eran, sino por lo tiesas que son, y por los grandes y erectos pezones que tiene.


- No puede ser, soy un enfermo. Pensando en las tetas de mi sobrina Esther, esa niña a la que vi crecer y a la que cuidaba cuando era un bebe. ¡Que vergüenza!.

Me levanté intentando no pensar en lo ocurrido, y me fui al baño; pero antes de entrar llamé a la puerta y me aseguré que no había nadie dentro. Me desnudé y me metí en la ducha, en agua bien fría para que los "calores" que me producía la imagen de mi sobrina no afectasen a mi mente. Pero fue imposible, a medida de que me frotaba en la ducha me estaba excitando y a mi mente venían imágenes de mi sobrina, de sus pechos, de su culo, de sus bonitos ojos verdes mirándome. Y me veía a su lado en la ducha, besándola, mordiendo su lengua y tocando sus pechos, pellizcando sus pezones erectos, mientras el agua nos empapaba a los dos. No me lo podía imaginar, me estaba tocando la polla, haciéndome una paja pensando en mi sobrina. ¿Cómo sería su conejo?. Lo tendría afeitadito, no lo sé, pero me daba igual, en mi mente lo veía de mil formas mientras le metía el dedo y la hacía gozar. Como estaba gozando esta paja. Y pensando que estaba disfrutando de mi sobrina. Sobándole las tetas mientras ella me chupaba la polla. No podía más, me iba a correr en la boca de mi sobrina. Y al final me corrí. Menuda paja. Fue después cuando me entraron los remordimientos, las dudas. Me sentía mal, acababa de hacerme una paja pensando en mi sobrina. ¡Que cerdo soy!, pensaba.

Pero lo peor aún estaba por llegar, como reaccionaria Esther cuando nos cruzásemos por primera vez después de lo ocurrido, y como reaccionaría yo, sabiendo además que era un obseso que se pajeaba a cuenta de ella:


- Esther, siento mucho lo del baño, fue algo involuntario.

- Lo sé Joan. Fue culpa mía no echar el pistillo. Lo que pasa es que no estoy acostumbrada a hacerlo. Pero no te preocupes, tampoco es tan grave.

- No, pero es una situación muy incómoda.

- Tranquilo. Además, me imagino que no sería el primer cuerpo de mujer que veas desnudo, dijo ella intentando quitarle hierro al asunto.

- Como has cambiado, le dije, aún recuerdo a aquella niña pequeña que se ponía colorada cada vez que le daba un beso; ...

Me sorprendió muchísimo la reacción de Esther, la verdad es que no me la esperaba. Pero bueno, mejor así. Por la tarde, después de comer, mi mujer Eva se marchó a trabajar y yo como hago cada día me fui para a tumbar un poco a cama a ver la tele y a tomar la habitual siesta. Al poco rato llegó Esther a la habitación y sentó a mi lado en la cama.


- ¿Qué estas viendo?.

- Nada interesante, pon tú lo que quieras ver, porque yo me voy a quedar dormido.

- ¡Que aburrido!. Los hombres sois todos iguales, sólo valéis para comer dormir y hacer el amor.

- Menudo concepto tienes de los hombres. Pero si quieres me levanto y hacemos cualquier otra cosa que te apetezca.

- Me apetece ir a la playa. Anda! Acompáñame.

- Está bien, aunque sabes que a mí es algo que no me agrada, pero lo hará por ti, y sin que sirva de excepción, bromeé.

Nos preparamos y salimos a una playa que queda en el pueblo. Al llegar extendimos las toallas y nos quitamos la ropa. Pero cual fue mi sorpresa que Esther se quitó la parte de arriba del bikini y se quedó con los pechos al aire.


- Te importa que haga topless. Me dijo, me imagino que sorprendida por la cara que se me quedó.

- No a mi no, si no te importa a ti. Por cierto, yo tan preocupado porque te vi las tetas por la mañana y pensé que te sentase mal, y ahora vas y me las enseñas tu.

- Ya te dije que no pasaba nada. Que no tenía importancia.

- ¡Que pena!, si lo sé por la mañana me meto contigo en la ducha, le dije bromeando.

- Que más quisieras!. ¿Y que me harías?. ¿Me frotarías la espalda?, se rió.

- Uy, quien sabe?. Como tu dices los hombres sólo valemos para tres cosas. A lo mejor, ....

- Sería capaz?. A tu sobrina?. Que vergüenza!. No me lo puedo creer.

La conversación se nos estaba escapando de las manos por lo que decidí cambiar de tema. Estábamos hablando, sentados en las toallas, y yo no podía hacer otra cosa que no fuese mirar a los pechos de Esther, era algo que no podía evitar, los ojos se me iban. Y lo peor es que ella se estaba dando cuenta.


- Me voy a refrescar un poco, le dije.

- Si, creo que te hace falta Joan.

Al decirme eso no supe como reaccionar, me puse como un tomate y sentí una vergüenza horrible. Me fui al agua y empecé a nadar un rato, hasta que sin darme cuenta noté como alguien me agarró y me metió debajo del agua. Era Esther que venía a bañarse. En eso empezamos a jugar, yo la agarraba y la hundía en el agua y ella se tiraba encima de mí haciendo lo mismo. Hasta que en uno de esos escarceos yo le toqué los pechos. Que duros eran, pensé. Sentí como me excitaba y mi pene se empezaba a engordar y a poner tieso.


- Eso no vale, me dijo. No vale meter mano.

- Fue sin querer, lo juro.

- Ya, ya. Mira que te vas a poner malito, y yo después no voy a poder ayudarte. O sí?, me dijo.

Yo no sabía que decir, era increíble como una chica de apenas veinte años me estaba dejando sin palabras, y sin saber como actuar ante una situación muy delicada que por momentos me hacía dudar.


- Venga, ya te cansaste?. O es que no quieres jugar con tu sobrina?.

- No, voy a la toalla. Y comencé a andar para salir del agua.

- Vale, me voy contigo.

Al salir del agua me miró y me dice: Ahora ya sé la razón por la que no quisiste seguir jugando conmigo. Que poco aguante tenéis, en cuanto nos tocáis una teta ya os ponéis cachondos. Más vale prevenir que lamentar, le dije yo. El resto del día de playa discurrió con bastante normalidad. Hablemos de cosas ya un poco más serias, pero eso sí, sin poder mirarle las tetas.

Por la noche, después de llegar mi mujer Eva. Salimos los tres a dar una vuelta por la fiesta. Ya en casa nos acostamos, y esa noche ya en cama yo no podía quitarme de la cabeza la imagen y los comentarios de mi sobrina. Estaba muy caliente, lo que provocó que empezara a tocar a mi mujer, que ya dormía profundamente. Empecé con el ritual de costumbre: primero sobándole las tetas despacio, muy despacio. Aproveché para quitarme el calzoncillo y quedar desnudo. Mi erección era tremenda. Le subí el camisón muy despacio, y como estaba de espaldas a mí empecé a frotarle mi pene por su culo, mientras mojaba mi dedo y se lo empezaba a deslizar muy despacito por su rajita, pero sin metérselo. Eso provocó que ella se despertase y sin darse la vuelta me dijera: que haces?. Estas loco?. No ves que está tu sobrina en casa y nos va a oír. Me da igual, le dije. Estoy tan caliente que tengo que follar, sino voy a reventar. En ese momento fue cuando con mi dedo le empecé a frotar el clítoris (sé que eso le vuelve loca. Notaba como cada vez se le endurecía más, y como empezaba a humedecerse. Ella soltó un suspiro de placer, lo cual me puso aún más caliente. Estaba apunto de reventar, porque además no podía quitarme de la cabeza las tetas y la cara de mi sobrina.

-Chúpamela. Quiero que me la chupes, anda. Le dije. Se quitó el camisón y se puso de rodillas. Metió mi polla en la boca y como sólo sabe ella empezó a chupármela. Primero despacito, sólo la punta. Y después empezó a metérsela toda en la boca y a subir y bajar mientras me estaba sobando los huevos. Yo entre movimientos de placer le estaba sobando las tetas. Unas tetas bastante grandes, y muy duritas. Poco a poco fue incrementando la velocidad de la mamada, yo estaba a tope, excitadísimo. De repente paró y me empezó a chupar los huevos, primero el derecho; lo hacía con mucha calma, despacio. Luego me chupó el izquierdo, pero sin parar de tocarme y masajearme la polla con su mano.

- No me pajees tan fuerte que me voy a correr, le dije.

- Tranquilo, que yo también quiero disfrutar.
Nuevamente volvió a usar la lengua como sólo ella sabía hacerlo, y comenzó a recorrer mi polla con ella, deteniéndose en el glande. Tuve que separarla, y con un movimiento brusco le di la vuelta y me tumbé encima de ella metiendo mi lengua en su chochito. Eso le encanta. Recorrí todo su agujero de forma brusca y como un primerizo, hasta que me dediqué únicamente al clítoris. ¡ Cómo me gusta chuparle el clítoris a mi mujer!. Lo tiene grande y muy durito, y además notas como agradece cada vez que se lo succiono. Mientras la hacía disfrutar con mi lengua y con mi boca, le seguía sobando las tetas y pellizcando los pezones. Ella gemía, y eso aún me excita más.

- Sigue, sigue. Uuhhhhhff!.
No pude aguantar más, tenía que clavarle mi poya, o reventaría. La puse a cuatro patas, y la cabalgué; le metí mi polla con todas mis ganas, y esta se deslizó rápidamente hacia en su vagina. Soltó un alarido de gusto; yo suspiré de placer, y comencé a bombear; pero mientras en mi mente sólo había una imagen: la de Esther. Cuanto más pensaba en ella más fuerte clavaba a mi mujer. No podía más estaba a punto de correrme.

-No, no. Ahora quiero follarte yo a ti, me dijo mi mujer. Se apartó y se puso encima de mí cabalgándome ella a mí. Se introdujo toda mi polla y empezó a moverse, primero lentamente sobre mí; yo le agarraba las tetas, se las apretaba, mientras ella seguía cabalgándome. ¡Era una fiera en la cama!. Yo en ocasiones me preguntaba si era yo el que la follaba o era ella la que me follaba a mí. Entre movimientos miraba su cara sudorosa, y veía como se mordía el labio superior. Eso significaba que estaba a punto de llegar. Yo mientras tanto la animaba. Los dos íbamos a explotar.

-Venga, sigue, más rápido. Que llego, que llego.

-Vamos, Ayyyyy. Me corro. Fue en eso cuando explotamos los dos, al mismo tiempo. Eso era lo que más me gustaba cuando hacía el amor con mi mujer. Correrme al mismo tiempo que ella. En ocasiones llegamos a competir mientras hacíamos el 69 a ver quien se corría antes.
Fue un enorme placer y un desahogo. Necesitaba un buen polvo para quitarme las calenturas que mi sobrina me producía.
Al terminar, y después de los arrumacos y besos de satisfacción con mi mujer me fui a la cocina a buscar algo de beber; pero cual sería mi sorpresa que me encontré con Esther en la cocina, sentada en la mesa y bebiéndose una coca cola.

- Que estás haciendo?. No tienes sueño?.

- La verdad es que no puedo dormir, entre el calor y los ruidos de la noche.

- No te despertaríamos?. Lo siento mucho.

- No pasa nada. Es más agradezco el show. Hacía tiempo que no escuchaba a nadie disfrutar tanto. Además es lo normal entre una pareja. Ya quisiera yo poder pasármelo tan bien.
Se levanto. Llevaba un precioso camisón de verano corto, por el que se podía intuir que era cierto que el polvo de mi mujer y yo lo había agradecido, ya que tenía los pezones en punta.

-Hasta mañana tío. Me imagino que ahora descansarás de maravilla. Se me acercó y me dio un besazo en la boca, mientras frotaba sus tetas contra mi pecho desnudo, y se marchó. Eso me volvió a excitar terriblemente.

Al día siguiente todo transcurrió con normalidad, hasta que al terminar de comer, mi mujer se marchó nuevamente a trabajar y Esther y yo nos quedamos solos en casa planeando lo que íbamos a hacer por la tarde. La verdad es que a mi no me apetecía nada salir, prefería quedarme en casa; pero temía que podía pasar algo delicado si me quedaba sólo con ella toda una tarde del mes de agosto, y con lo elevada que estaba la temperatura de mi cuerpo. Con lo que decidimos escaparnos a hacer una ruta turística en el coche. La conversación era muy agradable, ella contándome las razones por las que había roto con su novio hacía ya seis meses, y que desde ese día no había vuelto a tener ninguna relación. Yo intentando esquivar cualquier tipo de comentario que pudiese desembocar en algo peligroso. Pero en un momento dado ella comenta que ya ve que mi relación con Eva, mi mujer, funciona bien, y que por lo que pudo comprobar la noche anterior estábamos muy compenetrados. Yo le contesté afirmativamente, que en los ocho años que llevábamos casados todo había funcionado muy bien, que disfrutábamos bastante de la vida.

- No, que disfrutáis ya lo comprobé, ya quisiera yo disfrutar yo así. Cometer alguna locura que se me está pasando por la cabeza. Me dijo.

- Pues no te cortes, la vida está para disfrutarla, le dije yo. Es lo que nos vamos a llevar. Pero ciertamente se lo dije sin pensar las consecuencias que esto podía acarrear.

- Te gusta la aventura, Joan?, me preguntó. Sigues cometiendo locuras como hacías antes de casarte?. O te has convertido en el típico hombre adulto serio, decente y formal?.

- Ya sabes que siempre fui bastante aventurero, aunque el paso del tiempo nos influye a todos y llega el momento de sentar la cabeza y hacerse responsable.

- No sé, no lo dices muy convencido. Tendré que ponerte a prueba.
En esto, mientras yo conducía cogió mi mano y me la puso en su pecho. ¿Notas como me late el corazón?. Eso es la excitación de hablar de aventura, de locuras, de ..... Hace tanto tiempo que no disfruto de la vida. Entre la conversación, el calor y el toqueteo de su pecho me estaba poniendo caliente otra vez. A mi cabeza vinieron las imágenes de Esther en la ducha semidesnuda, de la playa con sus preciosos pechos y sus pezones, del beso y su roce de la noche pasada.

- No te pases, le dije; estamos jugando con fuego y las consecuencias pueden ser peligrosas.

- ¿Por qué?. Por que soy tu sobrina. Pero no olvides que yo soy una mujer y tu un hombre.

- Pero es que el problema es precisamente que tú eres mi sobrina.

- Y eso que importa. Mírate si estas excitadísimo. En esto saca mi mano de su pecho, y me pone la suya encima de la polla, que estaba de punta. ¿Qué?. ¿Si me vieras como a tu sobrina estarías así de empalmado?. Lo que yo te diga, al final somos humanos.
Me empezó a frotar la polla por encima del pantalón y mientras conducía. Yo no sabía que decir, y mucho menos que hacer. Estaba allí sentado conduciendo mientras mi sobrina me estaba sobando, y la verdad me gustaba. Paré el coche aparqué a un lado de la carretera. Y cuando quise decirle algo, ya me había desabrochado el pantalón y sacado mi polla. Me estaba haciendo una paja mientras me miraba con cara de lujuria y me hacía señales de que me callase. Suspiré y me quedé inmóvil.

Arranca, no te quedes aquí parado. Y llévame a algún sitio tranquilo. Arranqué y mientras conducía pensaba a donde podía ir con mi sobrina para hacer el amor con ella. ¡Que locura!. Mi sobrina continuaba haciéndome una paja. Moviéndome la polla de arriba abajo despacito y mirándome a los ojos. Paró un rato para subirse la falda y meterse el dedo en su coño y frotárselo mientras continuó pajeándome a mí. No tardaremos mucho en llegar, porque sino nos vamos a correr en el coche los dos. No estamos llegando, le dije. Espero que el sitio sea bonito y distinto, no todos los días se folla uno a su sobrina. Yo no sabía que decir, me dejaba hacer. Allí estaba yo como un principiante, un adolescente acosado por una mujer madura, cuando yo era el mayor y ella la joven.

- Llévame allí, al lado de aquel riachuelo. Además podremos esconder el coche detrás de los matorrales. Una vez en el sitio bajó su cabeza y empezó a mamarme la polla y a sobarme os huevos. Que delicia, estaba disfrutando, la situación era tan rara como excitante. Esther sabía mamarla, y muy bien recorría con su boca toda mi polla, de arriba abajo y cuando llegaba a la punta me la masajeaba con la lengua, sobretodo la punta. Se paraba y me chupaba el capullo, y volver a empezar, de arriba abajo. Mi estado de excitación era enorme, estaba ya a punto de correrme. Le dije que parara, ella siguió. Para por favor, le repetí. Pero ella aumentaba la velocidad de la mamada hasta que no pude aguantar y me corrí en su boca. Mi polla explotó de placer, levantó la cabeza y el semen caía por su boca. Te gustó? Me preguntó. Apenas pude responder. Me dio un enorme beso en la boca recorriendo con su lengua toda la mía, y dándome a beber mi propio semen mezclado con su saliva.

Salimos del coche y nos tumbaos en la hierba al lado del río. Mi polla estaba flácida y caída. Entonces fue cuando yo comencé me abalancé sobre ella y comencé a besarla, a morrearla, a meter mi lengua en su boca mientras le quité el top que llevaba puesto y sus tetas saltaron disparadas. Por sus pezones se notaba su excitación, bajé mi cabeza y me puse a chuparle los pezones, primero el derecho, después el izquierdo, se los mordisqueé mientras recorría con mis manos su cuerpo, su pecho, fui bajando despacio saboreando cada rincón de su cuerpo hasta llegar al ombligo donde me detuve un poco más, mientras subía su falda. Dios!!!. No llevaba bragas. Mientras con mi lengua recorría su cuerpo con mi mano empecé a frotar su coño. Un coñito pequeño pero bien preparado, con el pelo muy recortadito pero respetando el triángulo. Estaba muy húmeda, mi dedo entraba con gran facilidad, casi devorado por su deseo. Mientras tanto yo ya notaba como mi pene estaba recuperando la posición. Fue entonces cuando metí mi cabeza en su coño y comencé el ritual. La lamí, la chupé; abrí bien su coño y metí mi lengua. La notaba retorcerse, gemir de vez en cuando. Hasta que mi lengua se desplazó hasta su clítoris, entonces fue cuando noté como se estremecía, como suspiraba. Se lo besé despacito, con amor; se lo lamí, en definitiva, lo gocé, que es lo que hay que hacer con el clítoris de una mujer. Quiero que me la metas, que me folles ya. No Esther, hoy no te voy a follar, voy a hacerte el amor, le dije. Y muy despacito le fui metiendo mi polla, poquito a poco, sin acelerarse. Quería disfrutar del pecado, de la locura que estaba cometiendo. Una vez dentro, bien adentro comencé a bombear, mientras la estaba besando con delicadeza, con cariño. Te gusta?, le pregunté.

Si, mucho, sigue por favor. La besé en los labios, y seguí bombeando, metiendo y sacando mi polla despacito y con mi boca le chupaba las tetas, sus grandes y duras tetas, sus pezones oscuros y duros, muy duros. Cuando estábamos a punto de corrernos saqué mi polla, quería que este momento durase, porque iba a ser algo que recordaría toda mi vida, y ella también. Entonces le dije que quería que lo terminase ella, que se pusiese encima. Quería contemplar su cara con claridad mientras se corría, quería ver a mi sobrina gozar. Se sentó encima de mí, metió mi polla dentro y empezó a moverse, cada vez más bruscamente, sus tetas saltaban. Noté que me iba a correr, le agarré las tetas con fuerza, se las apreté; percibía su excitación, estaba llegando el momento.

Ella gritaba, respiraba fuerte. ¡Ya, ya!. ¡Que llego!. ¡Me gusta!. Ese fue el momento en que llegó al orgasmo. Lanzó un gemido, yo al notar como explotaba de placer me corrí también. Nos quedamos inmóviles, uno encima del otro. Fue algo inolvidable. Minutos después de basarnos como dos enamorados y de estar abrazados decidimos bañarnos en el río. El agua estaba helada. Puedo jurar que jamás olvidaré esa tarde de agosto, porque lo que pasó en los días siguientes no volvió a ser igual.

 

podría haber sacado varios relatos de este mismo, pero decidì no separarlo ni hacer esperar mucho para saber q ocurrió, más q nada x q a mí no me gusta esperar.. x lo q poniéndome a disposición de los impacientes como yo, les mando todo en uno, avísenme si es muy tedioso , largo o incomodo de leer..

Gracias