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Néctar de Venus (2)

en Lésbicos

NÉCTAR DE VENUS II

Por Reriva.

Eva y Lisa se recompusieron apresuradamente, se ayudaron mutuamente, entre divertidas y alarmadas. Cuando juzgaron estar totalmente presentables, Eva abrió la puerta. Verónica, la simpática muchacha del servicio entró llevando un juego de sábanas y haciendo comentarios que denotaban su alegre manera de ser al tiempo que preparaba la cama para la visitante. Eva y Lisa permanecían en la habitación disfrutando del resabio de las caricias compartidas apenas momentos antes. De vez en cuando sus miradas se encontraban tratando de que el ardor que las encendía pasaran desapercibidas para Verónica, quien no paraba de hablar y hacerles preguntas.

—¿Hace mucho que se conocen? —preguntó Verónica.

—Sí, estuvimos juntas en el internado —contestó Lisa.

—¿Con las monjas?

—Sí, con las monjas —repuso Eva...

—Pobrecitas de ustedes, no me hubiera gustado estar en sus zapatos. Deben haber sufrido mucho.

—No, cómo crees... —Lisa soltó una sonora carcajada, secundada por Eva—. Eran estrictas, claro; pero tampoco eran unas carceleras malditas como en algunas películas.

—Además, era un lugar precioso —añadió Eva.

—Y tenía un jardín precioso, me encantaba verlo desde el dormitorio todas las mañanas.

—Pues le tengo muy buenas noticias, Señorita. No es por nada, pero este cuarto es el más bonito de toda la casa, mire nada más que bonita vista tiene al jardín.

—¿En serio?

Lisa dio unos pasos hasta el ventanal y corrió las cortinas. Verónica no mentía, la recámara estaba ubicada en el segundo piso y desde ahí se tenía una vista magnífica al fastuoso jardín de la casa. El ventanal se abría y daba a un balcón, Lisa se dio cuenta de ello e instintivamente buscó el mecanismo para poder abrirlo, pero se contuvo al percatarse de que tenía el seguro puesto.

—Ábrala y asómese desde el balcón con toda confianza, está en su casa... ¡ups! —reaccionó Verónica dándose cuenta de que se estaba tomando atribuciones que no le correspondían, por lo que volteó a ver a Eva a manera de disculpa—: ¿Verdad, Señora?

Eva soltó una carcajada minimizando con un ademán la metida de pata de la muchacha.

—No hay cuidado, Vero; ésta también es tu casa. Pero tienes toda la razón. Vamos, Lisa... —Eva se encaminó y le mostró a Lisa la forma en que se quitaba el seguro.

Apenas se abrió el ventanal, Lisa se sintió atraída por un extraño cúmulo de sensaciones al contemplar directamente el jardín. Se recargó en la balaustrada de piedra y aspiró el aroma que flotaba en el aire. No se trataba solamente de un perfume, Eva había construido una replica del jardín del internado, tan fiel, que hasta el aroma despedido era el mismo. Cerró los ojos para percibir mejor los recuerdos que ese perfume traía a su mente. Llevó sus manos al rostro conmovida al borde de las lágrimas. Ya no pudo contenerse cuando sintió el cuerpo de su amiga recargarse a sus espaldas, sus brazos rodeando su cintura para apretarla fuertemente, haciendo coincidir el vértice de sus piernas con su trasero. Lisa podía imaginar a pesar de las ropas, los pezones erectos de su amiga punzando en su espalda. Esa era una postura que acostumbraban en sus años del internado y generalmente era Eva la que la abrazaba así, aunque de vez en cuando la postura era inversa. Permanecieron entrelazadas de ese modo durante largo tiempo. Se habían transportado a otra dimensión, abandonando completamente la noción del espacio y tiempo que la realidad les reclamaba para sumergirse en el cúmulo de sensaciones que en ese instante las tomaban por asalto. La excitación no había menguado en ningún momento, de modo que la calidez del momento era francamente inaplazable.

—¿Cómo lo lograste? —susurró Lisa, acariciando con suavidad los brazos que la rodeaban, sentía como la respiración agitada de Eva buscaba refugio en su cuello, Lisa no pudo menos que girar un poco su rostro para permitir el beso por el que ambas bocas clamaban.

—Fue una labor de mucha paciencia... —agregó Eva en la primera pausa que el beso les permitió, la miraba intensamente, sus labios se rozaban y ambas respiraban sus alientos entremezclados con el perfume del jardín—... movida por la nostalgia... —completó la idea intercalando un suave beso entre cada frase—... e inspirada por el amor... —remató ofreciéndole el beso más largo y profundo que le hubiera entregado jamás.

Fueron abrasadas por la pasión, Eva deslizó sus manos en ascenso, recorriendo con gran lentitud la anatomía de Lisa, hasta que cada una de sus manos se apoderó de un seno, los aprisionó; eran de la justa medida que recordaba, nunca había pensado en ellos como grandes o pequeños, simplemente sabía que eran del tamaño adecuado para ser contenidos y acariciados por sus manos.

—Nunca quise apartar de mí esos momentos que vivimos tú y yo en el internado. Nuestro despertar al amor, nunca he sido tan feliz como lo fui contigo y todos estos años he tratado de reconstruir el escenario en que vivimos nuestra felicidad. Solamente faltabas tú para que estuviera todo en su sitio, sólo faltaba tu aroma envuelto en el del jardín...

Una mano de Eva se deslizaba delicadamente en busca de la entrepierna de Lisa que estaba hecha un manantial de excitante humedad, tras sortear los obstáculos que representaban las ropas, Eva finalmente hundió un par de dedos en las profundidades de su adorada amiga. Luego de hurgar unos instantes en la cálida cavidad, retiró sus dedos llevando consigo el fruto de su incursión, los llevó a la altura de su rostro, donde ambas podían deleitarse con el aroma de la pasión.

—Es este el aroma que completa el perfume que me hace feliz... Sólo hay algo mejor que esta fragancia... —Lisa la miró a los ojos interrogante—... tu sabor... —y Eva hundió lentamente los dedos en su boca, perfectamente sincronizados con los dedos de su otra mano que hacían exactamente lo mismo entre las piernas de su amiga, que hizo acuse de ello con un largo suspiro.

Lisa veía embelesada como Eva degustaba sus dedos impregnados con sus jugos, lo hacía lentamente, con fruición; tenía los ojos cerrados y con un gesto que la hacía ver como sumida en un trance hipnótico del que también ella estaba siendo víctima porque no pudo resistirse y se sumó al ritual compartiendo su boca con ella, buscando también el sabor del que estaban impregnados los dedos.

De vez en cuando los dedos que se hundían en la entrepierna intercambiaban su lugar con los de la boca y el frenesí sensual continuaba, siempre en ascenso, a medida que la excitación se incrementaba y el efecto de las ansiosas caricias de Eva se dejaba sentir en la intimidad de Lisa, que no podía resistir los estragos que el placer le causaba, de modo que finalmente fue arrollada por los espasmos del orgasmo.

—¿Lo sientes ahora, mi amor? Me siento nuevamente plena, feliz... En mi boca sólo faltaba el sabor de eso que tú y yo llamamos de una manera especial... ¿Lo recuerdas?

—Sí... "El Néctar de Venus"...

Continuará...