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Néctar de Venus (4)

en Lésbicos

NÉCTAR DE VENUS IV

Por Reviva.

Fueron un par de suaves toques en la puerta los que la sacaron del letargo del sueño. Cuando Lisa los volvió a escuchar tuvo la certeza de que eran parte de la vigilia. Sonrió, se sintió maravillada de despertar en brazos de una realidad mucho tiempo soñada, finalmente recibía la luz del día en compañía de la mujer amada, sin prisas, sin sobresaltos.

Se puso de pie y atendió la puerta, al abrir se encontró con el desayuno dispuesto en una charola. Volteó a un costado, y al fondo del pasillo se encontró con la silueta de Verónica que le saludaba con un ademán al tiempo que le dedicaba una sonrisa pícara. Lisa correspondió con otra sonrisa y vio desaparecer a la joven que aparentemente sólo quería cerciorarse de que su entrega fuera recibida. Tomó la charola y cerró la puerta de un caderazo. Contempló nuevamente a Eva que permanecía en el suelo alfombrado, enredada entre sábanas. Tras dejar la charola sobre la cama, se deslizó con extrema cautela, metiéndose bajo las sábanas para obsequiar a la rubia un agradable despertar. Consiguió ubicarse exactamente donde lo deseaba, y con gran suavidad comenzaron sus caricias. Durante los primeros instantes, Eva no atinaba a descifrar si la sensación entre sus piernas era fruto de sus sueños o si pertenecían al mundo real. No fue sino hasta unos minutos después que despertó completamente con la certeza de que era Lisa quien le prodigaba un maravilloso cunnilingus, las placenteras sensaciones se fueron incrementando hasta que arqueó su espalda, la sujetó de los cabellos y sus muslos aprisionaron su cabeza hasta casi asfixiarla. Señal inequívoca del magnifico orgasmo que experimentaba. Lisa se siguió esmerando en las caricias hasta que por fin el efecto del orgasmo se fue diluyendo, dando paso a un agradable calorcito. Ascendió hasta que pudo ver directamente el rostro encendido de su amada y le sonrió diciendo:

—Buenos días, dormilona…

Como única respuesta, Lisa sintió su boca asaltada por la de Eva, que buscaba saborear el húmedo néctar con que su intimidad había impregnado todos los rincones que su lengua se dedicó a recorrer con ansiedad al principio y después con gran parsimonia.

—Es hora de desayunar, mi vida —dijo Lisa, en la primera oportunidad…

—¿En serio? —preguntó Eva reanudando inmediatamente la sesión de besos.

—No pude soportar la tentación de comenzar comiéndome el postre —repuso Lisa, respirando entrecortadamente, tratando de aligerar y espaciar más las caricias.

—Ja, ja, ja… Tengo que reponer fuerzas por si quieres repetir postre en un rato más.

—Eso tenlo por seguro, preciosa. Pero antes, debemos comer algo menos “amoroso”.

Le dieron un reposo a medias a la pasión para ingerir el desayuno, que era ligero para no atiborrarlas, pero no tan escueto como para dejarlas con hambre. La joven del servicio daba muestras de poseer una singular intuición que permitía cumplir con las necesidades de la pareja sin que se le expresara nada al respecto. La ingestión de alimentos no estuvo para nada exenta de caricias y palabras tiernas, de modo que culminaron el desayuno otra vez envueltas la una en los brazos de la otra, devorando la boca ajena con la propia. La calentura aumentó tanto, que Lisa acabó cumpliendo su promesa de repetir postre, brindando en consecuencia un orgasmo glorioso a su anfitriona.

Intentaba recuperarse del mismo, cuando Eva descubrió una tarjeta en la charola. Era un mensaje que había escrito Verónica y le avisaba que el baño estaba preparado para el momento en que gustaran tomarlo.

—Tú ya comiste doble postre, y yo no me he comido el mío todavía —comentó Eva con una sonrisa coqueta—, Verónica nos preparó el baño para que yo me coma ahí mi postre.

—Dios mío, tienes un tesoro en casa. Creo que me estoy enamorando de ella… ¡Sabes que es broma, preciosa! —se apresuró a reponer Lisa ante la mirada de reprobación de Eva.

Ambas se dirigieron al baño, no había seña de Verónica por ninguna parte, pero estaba todo dispuesto, ciertamente, la joven parecía dotada de una intuición especial para facilitarles las cosas. Tomaron un largo y placentero baño, compartiendo besos y caricias que continuamente las llevaban al éxtasis amoroso, pero todo ello en un tono suave, pletórico de ternura. En un momento dado, Eva se empeñó en “comerse su postre”, y de paso poner en práctica algo imaginado por muchos años, transformarse en una especie de ventosa y permanecer unida a la entrepierna de su amada Lisa, tratando de prodigarle el mayor número de orgasmos posibles. Se ayudó con un par de dedos que se empeñaban en buscar el punto exacto que alguna vez había descubierto casi accidentalmente, el estremecimiento que sintió en el cuerpo de Lisa le dio la certeza de que había dado con él, y entonces se dedicó a estimularlo, casi con crueldad. Tras el primer orgasmo, Lisa le pidió piedad, pero Eva no estaba ni cerca de concederla y continuó hasta desmadejarla, hasta desgranarla en una serie de orgasmos tan intensos como interminables, cada uno de ellos acompañado de una descarga de líquido cada vez menos abundante, era el néctar de venus que Eva bebía con fruición.

Lisa casi había perdido el sentido, le costó bastante reponerse de tal experiencia. Decidieron salir del agua, había un inexplicable silencio, como si temieran romper el encanto de lo acontecido. Sólo atinaban a dedicarse sonrisas y de vez en vez unían suavemente sus bocas temblorosas, casi sin tocarse. Húmedas volvieron a la recámara, donde se secaron lentamente, con parsimonia, contemplándose mutuamente y cada una recorriendo la anatomía entera de la otra, detallando, tratando de memorizar cada rincón, cada poro de la piel amada. Y así se tendieron en la cama, abrazadas, enredadas en su desnudez, se apretaron fuertemente, como tratando de evitar que el más hermoso de los sueños se les esfumara de entre los dedos.

—No tienes idea del tiempo que estuve soñando con vivir lo que hemos pasado estos días —rompió el silencio Eva, finalmente, susurrando al oído de Lisa—. Dime, ¿cuánto tiempo durará este sueño?

—Un par de días más... solamente.

—No quiero que te vayas.

—No quisiera hacerlo, pero bien sabes que no puedo. Debo volver...

—Esta vez no creo poder resistir la separación —la voz de Eva se quebraba al tiempo que su boca buscaba la de Lisa, ninguna pudo evitar que las lágrimas rodaran al tiempo que su abrazo y su beso se hacían cada vez más intensos.

Continuará...