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Cuando los maridos se van las esposas se divierten

en Lésbicos

Todo empezó cuando mi esposo me contó que su fantasía sexual era verme teniendo sexo con otra mujer, e incluso me nombró a un par de amigas que teníamos en común como posibles candidatas. En el momento me sorprendió su propuesta, pero pasados los días comencé yo también a fantasear con la idea de hacerlo con otra mujer, no precisamente con mi esposo observando. Vi vídeos en Internet, descubrí la "bendita" página Lesbea.com y es al día de hoy que la frecuento casi todas las tardes, cuando estoy sola en casa y mi esposo trabajando, me masturbo viendo a esas actrices besandose, tocándose y lamiéndose sus partes íntimas, y casi todas las noches termino teniendo sueños eróticos y me despierto agitada y mojada allí abajo. Mi esposo no sabe de esto ni me descubrirá, tenemos una computadora para cada uno, la mía es de escritorio y la suya es portatil.

Estaba a punto de registrarme en una sala de chat sexual para concretar mi fantasía, cuando mi esposo se fue de viaje de negocios y la mujer de uno de sus colegas de la empresa en la que trabaja se vino a quedar una semana en mi casa porque no le gustaba quedarse sola en la tremenda casona en la que vivía. Yo, tramando travesuras en mi mente perversa, la acogí con gusto en mi casa, la hice sentir más que cómoda y casi no me saparaba de ella, solo cuando íbamos a dormir, ella dormía en el cuarto de huéspedes. Comíamos juntas, platicabamos por horas, veíamos televisión, salíamos a dar una vuelta, por las noches veíamos películas en la sala de estar con un balde que llenábamos con mis polomitas de maíz caseras. resultó ser una mujer agradable, alegre y simpática, y tan dulce que a veces me sentía una sucia por espiarla cuando se cambiaba o se duchaba. Tenía un físico de modelo, torso, brazos y piernas largas, un buen par de senos creo que más chicos que los míos y un culo con forma de corazón. lo digo en serio, parecía un corazón muy sexy.  

Habían pasado 3 o 4 días desde que se fue mi esposo, y esa mañana bajé las escaleras en mi bata de seda sin nada puesto debajo, y al llegar a la sala de estar veo a Susana, así se llama, pegada a la silla de la computadora, auriculares en los oídos y con la mirada fija en la pantalla, encorvando un poco la espalda porque es más alta que yo que tengo la silla a mi altura. Me acerqué a ella y noté que tenía una mano metida bajo el pantalón del pijama, y se notaban los movimientos de los dedos. Al acercarme un poco más, pude ver un vídeo de dos mujeres haciendo un 69. Susana había descubierto la página Lesbea, y obviamente le habían excitado los vídeos, ese no debía ser el primero que veía. Me dio morbo ver a esa mujer de apariencia tan dulce e inocente masturbarse delante de mi computadora, respiraba a través de la boca muy agitada, suspiraba, y eso me ponía a mil. No se percataba de mi presencia y el vídeo siguió hasta terminar y entonces ella pegó un salto en la silla al verme, se llevó una mano al pecho como si le hibiese dado un ataque y me miraba con los ojos llenos de temor y vergüenza. Tranquila, le dije, no pasa nada, y le acariciaba el cabello oscuro. Susana me pedía mil disculpas, creo que estuvo a punto de llorar, y yo no tuve mejor idea que besar sus carnosos labios. Fue un beso cortito pero en cierto modo intenso, Susana se tranquilizó un poco y se quedó petrificada con la mano pegada al pecho, me miraba de otra forma, el temor seguía en sus pupilas pera la vergüenza había sido desplazada por la seducción. Yo me sentí un poco sucía por haberme aprovechado de la situación, era la primera vez que besaba a otra mujer y estaba igual que Susana. Me disculpé y ella sin apartar sus ojos de los míos, me dijo está bien, Genevieve, así me llamo, y se puso de pie medio tambaleándose pues le temblaban las piernas, apoyó una mano en mi hombro, se acercó a mí con cierta tímidez, y apenas separó sus labios, volví a estrechar los míos con los suyos, una y otra vez, de a poco aflojamos los nervios y nos dimos besos con lengua que en comparación con los que me da mi esposo no los supera ni aunque se tome un curso.

Nos abrazamos y nos dejamos llevar, besándonos cada vez más intenso y pasional, acariciándonos mutuamente las espaldas, a mí me encanta que mi esposo me acaricié allí, pero más me excitaba que fuera una mujer la que me acariciaba con unas manos tan delicadas. Supe que me estaba saliendo de control cuando le besé el cuello, y ella no se resistió ni cuando mis manos descendieron a sus senos y se los manosié a través de la blusa del pijama. Sus gemidos fueron música para mis oídos. Le sostuve el rostro apartándola un poco, nos miramos como se miran dos personas que ansían del mismo modo hacer al amor, al menos eso he visto en las películas románticas. Susana me rogó que la hiciera mía, me abrazó con fuerza y me besaba desesperada. No sé cómo hicimos para llegar sanas y salvas al sofá, tengo la mala suerte de tropezar con la alfombra aunque esté bien puesta, pero esa vez por suerte no cometí ningún papelón. Susana se sentó en el sofá sin apartar sus ojos de los míos, yo me paré ante ella y lentamente deshanudé mi bata y se deslizó facilmente por mi piel hasta dar al suelo.

Si pudiera describir lo que me produjo que Susana me mirara con tanto deseo, no me alcanzarían las palabras. Ella es un par de años menor que yo, tiene 30 y pico y yo rozo los 40, y aunque no tenga su mismo físico, me considero una femme fatale. Mi esposo no ha dejado de halagar mis curvas ni de rendirles tributo, pero cuando Susana me dijo "Eres hermosa" casi me derrito. Me senté sobre ella, mis piernas a cada lado, mis manos acariciando su rostro y mi frente estaba unida a la suya. La besé dulcemente, y ella me acarició la espalda, el culo, las piernas, los senos, me los besó con esos labios que tiene y yo estaba maravillada y excitada. Respiraba tan agitada como ella. Susana me daba besitos en el mentón, en la punta de la nariz, en los hombros, sonreía y me contagiaba su sonrisa a la que de dulce le quedaba poco y nada. Acariciaba mis senos con sus delicadas manos sin dejar de mirarme, sonreírme y besarme, y yo le acariciaba esa rostro suya de rasgos tan femeninos, apenas apartando mis labios de los suyos. Me refregaba contra su cuerpo, frotando su pelvis, y Susana también comenzó a moverse debajo de mí, sin quitarme sus manos de encima, salvo ese intante en que le quité la remera del pijama y la dejé en topless. Como mencioné anteriormente, sus senos son mas pequeños que los míos, pero no por eso dejan de ser atractivos. Se los acaricié tomándolos por completo con mis manos, sentía sus pezones erectos y sus senos endureciéndose.

Me estás volviendo loca, gimió a mi oído, y yo decidí volverla más loca todavía. Me puse de pie y le quité el pantalón del pijama a tirones, ella sacudió las piernas para facilitarme la tarea, fue muy gracioso, parecía esos muñecos inflables que ponen en las gasolineras. Me arrodillé ante ella y le acaricié las piernas que tenía bien abiertas, exhibiendo sus bragas rojo pasión que se notaban húmedas. Le besé al abdomen y el bajo vientre, arrugando sus bragas para seguir bajando hasta oler su aroma de excitación. Se las quité despacio, hasta los tobillos, y admiré ese pubis bien depilado, rosado y latente. Lo rocé com mis dedos y Susana se estremeció. Lo besé, y pude ver cómo echó la cabeza hacía atrás con los ojos cerrados y gimió dichosa. Era la primera vez que hacía una cosa como esa, y la lamí suave, chupé su clítoris tan rojo como sus bragas, lo estimulé con mi pulgar, lamiendo su raja, penetrando en su vagina, saboreando sus jugos que fluíanm descontrolados, y pude sentir sus contracciones y recibí dichosa en mi boca su descarga de jugos que sabían mejor de lo que olían. Me limpié la boca y Susana me empujó sobre la alfombra y se puso sobre mí, besándome como loca, dejándome sin aliento. Me chupó los pezones con esa delicadeza feminina que la caracteriza, mi esposo es mucho menos delicado, a veces le pido que pare porque me muerde los pezones como si de veras se los fuera a deborar. En cambio, Susana es toda dulzura, nunca conocí ni creo que conoceré a nadie como ella. 

Susana se giró sobre mí, posando sus nalgas en mi rostro y su cabeza entee mis piernas. Hicimos un hermoso 69, fue increíble, yo que creía que me sofocaría, fue todo lo contrario, y Susana me lamío como si se estuviera desgustando un rico postre, gemía tanto o más que yo. Llegamos juntas al orgasmo y no quisimos parar, era tan perfecto, me hacía sentir en las nubes. Después Susana se incorporó sobre mis piernas y tijereamos a ritmo lento, luego rápido y de nuevo lento, y así montenes de veces pues yo le decía que no parara, .