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Prueba de lenceria.

en Lésbicos

El trayecto hacia la casa de Beatriz le pareció largo y tortuoso. Camila estaba enmudecida, no sabía qué decir, qué hacer, si mirarla o no, si tocarla o no, estaba paralizada en el asiento e acompañante, y sus piernas empezaron a temblar. Parecía que estuviera haciendo zapateo, golpeando el suelo sin tratar de disimular los golpes. Se detuvieron en un semáforo en rojo, Beatriz apoyó su mano en su rodilla y la acarició. Sus piernas se calmaron, y después de varios minutos, se atrevió a mirarla a los ojos y dejarse seducir por ellos. Nunca se había fijado en esas pupilas oscuras, esas pestañas de camello y sus labios delgados. Beatriz era una mujer realmente hermosa, como toda mujer madura nunca le rebeló su edad, pero se veía como una joven treintañera, voluptuosa, sin arrugas incipientes, el cabello teñido de negro, las uñas siempre pintadas de tonos pasteles, las manos suaves producto de las cremas anti-age que Camila le veía aplicarse. Sintió el impulso de besarla, pero el semáforo se puso en verde, Beatriz le apartó el rostro antes de que pudiera hacer algo, y continuaron el recorrido. Eso sí; Beatriz no quitó su mano de encima de la pierna de Camila.

Por fin llegaron a una casa pequeña apretada entre dos casas mas grandes. Entraron a una sala de estar pequeña pero acogedora, separada de la cocina por una barra. Beatriz dejó su abrigo en un perchero y Camila hizo lo mismo con su saco.

- Tomá asiento. - Automáticamente, Camila se sentó en el sofá de dos cuerpos. -¿Querés tomar algo? Tengo agua, coca-cola, wiski...

- Nunca tomé wisky.

- ¿Lo querés probar?

- Sí.

Beatriz sirvió dos vasos con wisky y caminó hacia Camila y se sentó junto a ella.

-Tomalo despacito, quema un poco.

Camila tomó el vaso, bebió un sorbo y enseguida sintió un ardor en la garcanta y se puso a gritar y a toser.

- Te dije que lo tomaras despacio.

Beatriz se levantó y fue a la cocina, le trajo un vaso de agua y Camila lo vació desesperada. de a poco de le pasó el ardor.

- ¿Siempre sos tan impulsiva?

- A veces.

Camila se rió de su propia torpeza. Beatriz le peinó el cabello, mirándola de ese modo especial en que Camila recordó, su novio la miraba cuando empezaban a salir.

- Sos muy hermosa, Cami. ¿ Te puedo decir Cami?

- Sí, Beatriz.

- Por favor, decime Bea.

- Bea...

Beatriz la besó sin preámbulos, con dulsura, y Camila se dejó llevar por ese aliento tibio que invadió su boca y esos labios finos que luchaban por aprisionar los suyos, más gruesos y carnosos. Sus lenguas bailaban en el interior de la boca de la una y la otra, se rodeaban con sus brazos y se acariciaban con sus manos, moviéndose sobre los cojines del sofá, cruzando las piernas, Beatriz metiendo mano bajo la blusa de Camila para arañar su ardiente espalda y ella bajo la falda de jean, escabulléndose entre sus glúteos, entregando su cuello a un beso vampirezco que la hizo gemir y temblar de placer.

- Vamos a la cama, linda... - le susurró Beatriz al oído.

Se puso de pie, la tomó de la mano y la arrastró hacía su habitación. Se paró frente a ella, de espaldas a la cama, acariciando sus hombros, clavando su mirada en el escote prominente de su joven amante. Camila extendió sus manos al aire y Beatriz captó de inmediato la indirecta. Le sacó la blusa, dejando el sostén de encaje rojo nuevamente a la vista, llevó sus manos detrás de su espalda y se lo desabrochó, tirándolo sobre la cama. Clavó sus ojos en esos senos pequeños pero hermosos, un poco pálidos, de pezones morados, que subían y bajaban al ritmo de su acelerada respiración.

- Te ves más linda sin el sostén.

Beatriz posó sus delicadas manos sobre esos senos, Camila sintió un escalosfrío, y Beatriz los acaricio, haciendo que los pezones se pusieran erctos, y que Camila suspirara con los ojos cerrados. Le besó el cuello. había aprendida que eso la enloquecía.

- Ay, Bea...

Beatrz la abrazó, deslizando sus manos por su espalda, deteniéndose en la línea del jeans, llevando sus manos al frente para batallar con un botón y el cierre. Le bajó el short y la tanga, uno a la vez. Camila cubrió su pelvis con ambas manos, y Beatriz, de cuclichas ante ella, miró hacia arriba, riéndose de la mirada tímida y vergonzosa de Camila, y tomó ambas manos para apartarlas de sus genitales, pero Camila opuso resistencia.

- Tranquila, Cami. No tenés nada que yo no tenga tampoco.

Camila aflojó sus manos y Beatriz por fin pudo apartarlas. Ante sus ojos, un pubis perfectamente depilado, con un triángulo de vello púbico, los labios inflamados de excitación, y palpitantes.

- Qué belleza... - susurró Beatriz antes de besar largo y profundo esos labios rosados.

Camila tembló y gimió con los ojos cerrados. Beatriz volvió a ponerse de pie, con sus manos en las caderas de su amante. Apenas ella abrió los ojos, le dijo que se acostara en la cama, y Camila obedeció. Se recostó con las piernas cruzadas, los brazos extendidos sobre los almohadones y su cabeza sobre uno. Beatriz comenzó a desnudarse, lento y sensual, prenda por prenda, sin apuro. Tenían toda la noche por delante. Terminó de quitarse la ropa y posó sus manos en sus caderas, inflando su voluminos pecho, ante la mirada extasiada de Camila.

- ¿Te gusto?

Camila solo atinó a asentir lento con la cabeza. Beatriz se subió a la cama a gatas, arrastrando las rodillas sobre las sábanas, atravesando las piernas cruzadas de Camila, quedando sobre ella, cara a cara. Se apoyó sobre su cuerpo, con sus brazos a cada lado, frente contra frente, naríz contra naríz. Le acarició el rostro con esa delicadeza femenina que la caracteriza, y rozando sus labios, le preguntó si estaba nerviosa. Camila negó con la cabeza. Beatriz la besó nuevamente, apasionada y sensual, pegada a su piel, moviendose sobre ella, acariciándola por los costados, besando ese cuello sensible que la hacía temblar gustosa. Camila se entregó por completo a esas manos sabias y finas, las dejó explorar toda su anatomía, estremeciéndose, gimiendo y sonriendo dichosa, olvidándose incluso de la existencia de un hombre en su vida.

- Bea...Oh, Bea... - gemía moviéndose sin cesar.

Beatriz descendió a sus senos, los acarició un poco y se dispuso a lamer esos pezones morados cada vez más erectos y duritos.

- Ay, Bea...Ay, sí...Mmmhhh...Sigue, Bea, sigue...

- Mjm...

Beatriz chupaba esos senos chiquitos que entraban enteros en su boca. Camila la obserbaba con los ojos abiertos y los labios separados, erotizada, sintiendo cómo se humedecía su pubis. Beatriz la volvió a besar, refregando sus cuerpos, deslizó su mano por un abdomen latiente, se detuvo un poco en sus caderas, y siguió camino hacia la entrepierna de Camila, posó su mano sobre sus labios rosados, apenas ejerciendo presión.

- Mmmmhh...Cami...estás que ardes, preciosa.

- Vos me hacés arder, Bea... - gimió ella casi sin conciencia de sus propias palabras.

- Me alagas, lindura.

Beatriz la masturbó un poquito, refregando el clítoris, y Camila abrió sus piernas a la vez que emitía fuertes gemidos y se retorcía como un víbora que gemía. Su madura amante metió su cabeza entre sus piernas, besó sus labios rosados, comenzó a lamerlos, haciendo que se abrieran y le despejaran el hinchado clítoris que chupó suavemente con sus delgados labios. Los gemidos de Camila fueron música para sus oídos, con su lengua penetró en su vagina como si fuera un miembro erectil, y saboreó esos juguitos de placer que fluían descontrolados.

- Aaahhhh...Ay, Bea...Uuuummmmhhh...Qué rico...

- Vas a conocer lo que es rico, Cami....  

Dicho esto, se chupó los dedos, empapándolos en su saliva, y sin rodeos, los introdujo dulcemente en esa vagina lubricada que se abrió para recibirlos. Adentro, Camila también ardía. Beatriz no paró de chupar su clítoris mientras ejecutaba un mete saca que a Camila la hizo tocar el cielo. Arqueó su espalda, gimiendo a gritos, y un chorro de jugos orgásmicos empapó los finos dedos de Beatriz, quien los retiró para saborearlos.

- Mmhh...Sos deliciosa, Cami...

- Ay, Bea...Eso fue...increíble.

- Qué bien. Quiero que me hagas sentir lo mismo.

Beatriz se fue sobre ella, besándola con su sabor en su boca, despertándo en Camila una líbido que la impulsó a girarse para quedar sobre ella. La besó dulcemente, y a Beatriz le gustaba que fuera dulce. No le gustaba el sexo brusco y violento, como lo había sido con su ex-esposo, de quien se alegraba haberse divorciado. De otra forma, jamás se hubiera sentido tan libre como para poder encarar exitosamente a una joven tan bella como Camila, quien lamió sus pezones dulcemente con la punta de la lengua, haciéndolos endurecer más.

- Oh, Camila...Qué dulce que sos...

- Ajá...

- Qué suerte tiene Dario de tenerte.

- Pero ahora me tenés a mi - dijo Camila tomando su cabeza con ambas manos.

- Cierto....

Camila le estampó un beso intenso y pasional, abrazada por la espalda, aprisionada por las piernas, aún sin poder creer lo que estaba haciendo pero segura de que no se arrepentiría de ello. Beatriz comenzó a moverse bajo ella, refregando su pubis contra el suyo, como si ambos pares de labios rosados se estuvieran besando. Los jugos fluían de ambas vaginas y se mezclaban en sabores y olores. Camila experimentó un deseo sucio y desconocido; quería probar esos jugos, y el lugar del que provenían. Sin hacer ademanes, bajó a la entrepierna abierta de par en par, y le agradó el olor que invadió sus fosas nasales y quiso averiguar si el sabor sería igual. Lo comprobó lamiendo la entrada de la vagina, y metió sus dedos en su tibio interior, y los mantuvo allí dentro aún después de que Beatriz terminara de venirse.

- Ya, Cami...Basta, linda...Ya está...

Camila obedeció a regañadientes, retiró sus dedos, reposó sobre el pecho de Beatriz, y ella le acarició la cabeza.

- Estuviste increíble.

- Igual que vos.

- No seas modesta. Las dos estuvimos re bien.

- Estoy cansada. Me hiciste trabajar mucho.

- ¿Dónde, en el local o en mi cama?

- En ambos.

Las dos amantes se rieron, abrazadas una sobre la otra.

- Bueno, dormite, linda. Soñá con los angelitos.

- Voy a soñar con vos.

- De eso no me cabe duda.

Beatriz acurrucó a Camila en sus brazos, cara a cara, y a los pocos minutos las os dormían plácidamente.

Camila se despertó primero. Oyó el ruido de la ducha, se estaba desperezando cuando no lo oyó mas y Beatriz ingresó a la habitación con un toallón blanco y el cabello mojado.

- Buenos días, linda.

- Buenos días, Bea.

- ¿Dormiste bien? - le preguntó Beatriz sacándose el toallón y abriendo los cajones de su armario.

- Sí, al final soñé que hacíamos el amor otra vez.

- ¡Mmhh, qué interesante! Yo también soñé algo parecido. 

- ¿Ah, sí? ¿Y...cómo era?

- Contame vos primero.

- Bueno. Estábamos en el local, las dos solas...

- Hasta ahí me gusta... - exclamó Beatriz poniéndose unos pantalones.

- Y vos me llevabas a los probadores, nos besábamos, te sentabas en una silla y yo me sentaba encima tuyo, y me sacabas la ropa...y lo hacíamos ahí...

- ¡Guau, qué lindo! Yo soñé algo parecido.

- ¿De verdad?

- ¡Sí! Podríamos hacerlo, ¿no crees?

- Sí, me encantaría...Pero...Mi novio...

Camila se acordó de él, de Dario, y la atacó la culpa. Beatriz lo notó en su rostro.

- No te preocupes, el no tiene por qué enterarse. Además, no voy a pedirte que lo dejes- le dijo Beatriz acariciando su mejilla.

- Pero...¿y si...nos terminamos enamorando, vos y yo?

- Cami, lo de anoche fue algo casual, hace un mes que me divorcié y no quiero volver a tarme a nadie por un buen tiempo. No te sientas mal, me gustás, pero no de esa forma. ¿ Me entendés?

- Sí...Tenés razón. Yo lo amo a Dario.

- Y yo amo mi libertad. Vestite que te llevo a tu casa.

- Okay...

Beatriz salió de la habitación, dejandola para que se vistiera. Desayunaron en la cocina, y se subieron al auto. Camila le indicó el camino, y Beatriz la dejó en la puerta del edificio en el que vivía. Se despidieron con un beso en la mejilla, y Camila abrazó muy fuerte a Dario cuando él la recibió en la puerta del departamento, preocupado porque no había contestado sus llamados ni sus mensajes.

Camila volvió al local el lunes siguiente, Beatriz la saludó como si nada hubiera pasado entre ellas la noche del viernes. Pero el viernes siguiente, después de que las demás empleadas se fueron del local, Beatriz arrinconó a Camila en el ribcón de uno de los probadores.

- ¿Te acordás del sueño que me contaste? - Y sin darle tempo a responder, le dijo - Vamos a hacerlo realidad.

Se sentó en una silla que había contra el espejo, y Camila, sonriente y excitda, se sentó en sus piernas, e hicieron de ese sueño erótico, uno de los tantos encuentros sexuales que mantuvieron por varios años, sin levantar sospecha, hasta que Beatriz se enamoró de una mujer que frecuentaba el local, y Camila, luego de superar los celos, se separó de Dario porque ya no lo amaba y comenzó a salir con chicas, aprobechando la libertad y los ceros compromisos que le otorgaba su solteria. 

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Espero que les guste este final. Uno mejor no se me ocurrió, pero ya vendrá otro relato con un final mas feliz ;-)

Hasta la próxima!

- Brasa

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