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67 Puñaladas Capítulo 01

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Hola a todos.

Este relato que les presento a continuación, lo subí hace un tiempo en la categoría de "gays" puesto que allí dí mis primeros pasos como autor (ver ficha) subí 2 capítulos (contenidos en el presente texto) pero que, viendo mejor a dónde quería encaminar la historia, me pareció más prudente borrarla y resubirla en otra categoría. Para empezar, advierto que la temática puede ser un poco fuerte para algunos. Léanla bajo su propio riesgo. No hay nada de sexo en este primer capítulo, salvo algunas escenas livianamente sugerentes. Espero todas sus críticas y comentarios en la sección de comentarios o bien, pueden mandarme un e-mail (en mi perfil encuentran la dirección. Disfruten de la lectura.

 

KalziferDx.

 

 

Capítulo 1.

Un aire gélido transitaba sereno por las oscuras calles de aquella pequeña ciudad. Sería más de media noche cuando un desgarrador grito, cargado de desesperación y agonía, rompió el lúgubre silencio por unos segundos. Luego todo volvió a ser como de costumbre. Tirado en un callejón, yacía inerte el cuerpo destrozado de una joven muchacha, en medio de una mezcla de sangre, huesos y vísceras.

El día no empezaba bien para el recién nombrado inspector, Julio Cardona, a quien le habían asignado su primer caso en forma, y un gran reto, puesto que debido a su sagacidad e instinto, sus superiores le encomendaron dar con el asesino que ya llevaba un récord de 17 homicidios. Todos perpetrados de muy similar forma. El inspector estaba ansioso, a pesar de contar con tan sólo 24 años, era un hombre muy serio, y hasta maduro para su edad. Llegaba 20 minutos tarde al cuartel, y su superior era intolerante a los retrasos. Tocó tímidamente la puerta de la oficina de aquel tipo.

--Pase, Cardona--pronunció sereno.

--Perdone el retraso señor, pero tuve asuntos que resolver antes--se excusó el joven inspector.

--No se preocupe Cardona, entiendo que se acaba de mudar de apartamento, no crea que soy tan tirano--dijo el hombre con tono jocoso, dándole palmadas en la espalda al inspector--confío en que usted es el indicado y que resolverá el problema que azota a la ciudad.

--Daré todo de mí para que así sea señor. No lo defraudaré--apuntó el joven inspector.

--muy bien--puntualizó su jefe--necesito que vaya con Magda la de archivos, para que se ponga al tanto y comencemos a solucionar esto--el hombre volvía a tener el tono serio de costumbre.

--Muy bien señor, con su permiso--dijo el inspector y se retiró.

En archivos lo recibió una mujer un tanto amargada, pasada de kilos, de unos 40 y tantos. Le entregó unas 10 carpetas. Al parecer iba a tener un buen tiempo de lectura. Pero su sorpresa fue mayor, cuando Magda le dijo que faltaban otras 40 carpetas relacionadas con el caso. Un poco aburrido tomó su auto, un Renault symbol modelo 2007 y emprendió rumbo a su nuevo apartamento. Como pudo abrió la puerta de aquel lugar y puso las carpetas en una mesa que tenía libre entre tanto desorden. Se sentó en una silla.

En 3 años que tenía en la policía, le habían pasado muchas cosas, pero lo que lo tenía más marcado, era la muerte de su amigo. Había muerto en un tiroteo contra unos ladrones, recibiendo un balazo en toda la zona occipital, muriendo instantáneamente. Luego estaba la muerte de su madre, su única familia. Se hallaba completamente solo. Las relaciones ciertamente le eran esquivas, debido a su timidez y al hecho de que la gente de su edad sencillamente no le llamaba la atención. A él le gustaban las personas de entre 30 y 40 años. Personas maduras, sabias, personas con quien se podía tener una amena conversación. No niñatos veinteañeros que pensaban en copular cada siempre. Se levantó de la silla después de tanto meditar, y salió rumbo a un pequeño restaurante que quedaba a unas calles de su nuevo hogar. Era un sitio de renombre, o al menos eso había escuchado. Llegó por fin al tal sitio y buscó una mesa apartada para sentarse. Llegó una mesera a atenderlo.

--Hola guapo--dijo la chica sonriendo--¿Deseas algo de tomar?

--Sólo un té helado de limón y un sándwich de jamón y queso por favor--respondió el joven inspector.

--Enseguida--asintió la chica que no debía tener más de 20 años y se fue por la orden.

El inspector se encontraba leyendo el periódico. Había ocurrido otro asesinato. Con ese ya serían 18 en menos de 2 meses. Definitivamente se trataba de un asesino serial. Lo irónico del asunto, es que por obra y mano misma de la policía, los medios no eran muy detallados en aquellas noticias. De hecho, dentro de la misma policía se ocultaba mucha información referente al caso. La mesera volvió con su orden.

--Aquí tienes guapo--pronunció sonriente la chica.

--gracias, ¿Cuánto es?--inquirió el joven inspector.

--Son 12000--contestó la chica.

--Muchas gracias--dijo el inspector entregándole el dinero.

-- De nada guapo--la chica esbozó una sonrisa coqueta, y le guiñó el ojo, para irse a atender a otra mesa.

El inspector se dispuso a ingerir lo que había ordenado, pero se topó con una servilleta que contenía una nota: “Hola guapo, me llamo Marilyn. Llámame” con un número telefónico debajo. Atinó a asomar una sonrisa. Le parecía que gracioso que una chica como ella tuviera que recurrir a tales métodos. Era muy, muy bonita; ojos verdes, tez blanca, cabello negro lacio, nariz fileña, cejas delgadas, labios finos y rosados, cuerpo estilizado, facciones delicadas, dientes blancos y perfectos y carita de niña buena. Y ese era el problema. Aunque a lo sumo sería 4 años menor que el inspector, éste sólo podía ver a la chica como una niña. Se limitó a guardar la servilleta en su bolsillo. Ya la botaría luego. Terminó de comer, y volvió a su semi-ordenado apartamento.

Hizo un poco de espacio en la mesa para acomodar las carpetas. Cogió la primera y empezó a hojearla.

“Nombre de la víctima: Eliana Márquez.

Edad: 44 años.

Causa de muerte: Apuñalada 67 veces en la zona dorso-lumbar de su cuerpo. Presenta signos de violencia sexual en vagina y ano. Su clítoris fue mutilado. Presenta desgarre en los anillos anales y en el recto, posiblemente por efecto de penetración con objeto contundente de diámetro superior a los 15 centímetros y 25 centímetros de longitud. Su cara presenta cortes profundos y violentos, hematomas severos en las regiones frontal, temporal y parietal. Presenta desviación del tabique, fracturas a nivel de hueso parietal y mandíbula. El útero fue removido limpiamente mediante incisión abdominal, posiblemente ejecutada por un cirujano. Los senos fueron extirpados de manera tosca. Los cortes indican que se usó una motosierra para tal fin. No se encontraron restos de semen, cabellos, vello púbico, sudor ni ningún fluido que contuviese ADN ajeno al de la víctima. Tampoco se hallaron huellas dactilares en el cuerpo, ni en la escena del crimen.”

El inspector no pudo seguir leyendo. Le parecía horroroso. Horroroso en demasía. Pero se dio cuenta de que el archivo era de hacía 10 años. Quizá Magda se había equivocado dándole el paquete erróneo. Agarró otra carpeta y comenzó a leerla.

“Nombre de la víctima: Ramón Vázquez.

Edad: 21 años.

Causa de la muerte: Apuñalado 67 veces en la parte dorso-lumbar de su cuerpo. Presenta trauma craneal y rostro desfigurado. Genitales mutilados. El pene se halló en el tracto bucal de la víctima y sus testículos en el recto. No posee órganos abdominales (Estómago, páncreas e hígado) fueron removidos mediante incisión limpia. No se hallaron muestras de fluido con ADN ajeno a la víctima. Tampoco se hallaron restos ajenos a la misma.”

Otro horrendo asesinato, pero éste era de hacía 11 años. De nuevo las 67 puñaladas en la zona dorso-lumbar. Siguió mirando las fechas de las carpetas hasta que se topó con una del presente año.

“Nombre de la víctima: Raúl López.

Edad: 18 años.

Causa de la muerte: Apuñalado 67 veces en la zona dorso-lumbar de su cuerpo. Presenta cortes profundos en su rostro y tórax. Su corazón fue removido mediante perforación del pectoral izquierdo. Miembros axiales mutilados con motosierra. Genitales extirpados, el pene fue hallado en la garganta de la víctima, y sus testículos en el recto. Presenta desgarre anal y rectal severo, producto de la penetración con un objeto de longitud superior a los 25 cm de longitud y diámetro aproximado de 17 centímetros. Se hallaron restos metálicos en el ano. Órganos abdominales (hígado, páncreas y estómago) removidos mediante incisión abdominal limpia. No se hallaron fluidos, cabellos, vello púbico ni ADN diferente al de la víctima.”

¡Qué espantoso! Ese asesino de verdad que tenía algún trastorno mental para ensañarse de esa manera. El joven inspector pudo realizar que hubo un cese de asesinatos de 10 años. El último reporte que leyó, era el primer asesinato de los 18 que habían ocurrido en el último mes y medio que el asesino había retomado su aberrante actividad. Su instinto empezaba a trabajar relacionando datos. El inspector salió raudo de regreso al cuartel, quería ver si sus conjeturas eran ciertas.

Llegó finalmente al sitio y se dirigió directamente a archivos, afortunadamente Magda ya había separado las restantes carpetas relacionadas al caso. El joven tomó un carrito para llevarlas hasta su auto y meterlas en el baúl. En esas estaba cuando vio a su jefe.

--¿Cómo va, Cardona?--inquirió el tipo.

--Trabajo en eso, señor--contestó el inspector.

--Mañana lo veo en mi oficina a las 11:00 para que me comente sus avances—Apuntó el mayor subiéndose a su auto, un BMW Z4 de color rojo.

El inspector por fin terminó de subir las carpetas a su carro y procedió a partir.

Ya una vez en su casa, y con todas las carpetas, las organizó por fechas. Para su sorpresa, tal y como había sospechado, el asesino tuvo un break de 10 años entre el último de los asesinatos viejos y el primero de los más recientes. En total eran 441 asesinatos, en un lapso de 17 años. Habría que leer todos y cada uno de los informes para estudiar la evolución del modus operandi del asesino. Pero algo le decía que ese número, el 67, aparecería desde el primer homicidio. Sería una larga semana y una carrera contrarreloj, porque en lo que el inspector develaba la identidad del asesino, éste seguiría haciendo de las suyas engrosando la lista, y las carpetas.

Había pasado una semana desde el último asesinato. Una tensa calma cobijaba aquella pequeña ciudad. Un chico adolescente y su novia, iban caminando tomados de la mano, muy sonrientes y enamorados, en aquella oscura noche de viernes. Despreocupados en su mundo, absortos en la risa del otro, ajenos a la sombra que los asechaba, no vieron venir el ataque de aquel oscuro ser. El chico fue el primero en caer al piso. La chica intentó gritar, pero unas manos enfundadas en guantes y un pañuelo impregnado en cloroformo, evitaron que su vos fuese escuchada. El chico había sido golpeado certeramente entre el axis y la tercera vértebra cervical, dejándolo inconsciente y sin sangrar. El asesino los echó a ambos en una furgoneta negra muy vieja. Se montó él y arrancó.

Llegó a una especie de bodega abandonada que en sus años útiles posiblemente sirvió como fábrica de embutidos. Había todo tipo de herramientas, ganchos, cadenas, cuchillos. Todo para que el asesino diera rienda suelta a su demencia. Tomó primero al chico que estaba por reaccionar y lo amarró a una mesa metálica como las que hay en las morgues, con unas cadenas que tenía a la mano, y lo aseguró con un candado. El chico aún un tanto atontado por el golpe, realizó que su situación era mortalmente peligrosa. Su adrenalina se disparó despertándolo completamente. El asesino observó al chico forcejear las cadenas y emitió un sonido muy leve y cansado. Se quitó el pasamontañas que tenía y lentamente se fue acercando a su víctima. El muchacho tenía una mirada llena de miedo, aunque no pudo evitar reparar en el rostro de su verdugo; un hombre joven, pasado de la treintena, de facciones muy varoniles y marcadas, barba cerrada de 3 días, cejas pobladas, ojos escandalosamente verdes, alto, y por lo que se adivinaba bajo el resto de su ropa, con buena musculatura. El asesino miró fijamente al chico, una vez estuvo lo suficientemente cerca.

--Hagas lo que hagas, no podrás salir de aquí, niño--dijo el asesino con un tono muy calmado y sonriente.

--¡¿Por qué nos trajo aquí?! ¡¿Quién es usted?!--inquirió el chico un tanto alterado y temblando de pánico. Su voz ciertamente tenía retazos de niño.

--Yo soy simplemente un hombre--respondió el asesino--Un hombre que adora la muerte, un hombre que adora matar.

La expresión del chico era de absoluto terror. Estaba a punto de gritar, pero su mismo miedo se lo impidió. Miró hacia su derecha, había otra mesa metálica y allí vio a su novia quien también se encontraba encadenada, pero a diferencia suya, se hallaba amordazada e inconsciente.

--¿Qué le hizo?--preguntó el chico notablemente aterrado.

--No importa--contestó el asesino sin un atisbo de emoción--aún está con vida, por el momento.

El asesino se dirigió hacia la chica, en el camino tomó un frasco que parecía contener alcohol y una mota de algodón. Humedeció la mota con aquel líquido, y la aproximó a la nariz de la chica moviéndola de un lado a otro. La muchacha lentamente comenzó a reaccionar abriendo los ojos poco a poco, encontrándose con la fulminante e intensa mirada penetrante e inexpresiva del asesino. Dio un movimiento brusco y se supo limitada. Un pánico creciente se iba apoderando de ella. Antes de que fuera a emitir sonido, el asesino posó su índice derecho en su boca, en señal de que se quedara en silencio. Tomó la mesa y la corrió hacia donde se hallaba el otro cautivo. Cuando juntó ambas mesas, soltó un poco las cadenas de ambos, de tal modo que se pudieran sentar, pero no más que eso. Ambos adolescentes estaban aterrados y del mismo terror no se animaban a decir palabra. Una vez se sentaron, el asesino se puso en frente. Los miraba fijamente, podía ver su miedo y eso en cierto modo le encantaba. Iba a tener una muy interesante sesión doble.

--Tú no lo mereces--soltó de repente el asesino apuntando con su dedo índice a la chica—lo has estado engañando con sus amigos. Te acuestas con tu vecino y con su padre. Te acuestas con el párroco de tu escuela, y hasta con tu tío te has revolcado maldita zorra.

La expresión del chico era de absoluta sorpresa, de rabia, de confusión. Pero no se atrevía a decir nada. La chica rompió en llanto.

--Tu muerte está más que justificada, perra infeliz—dijo el asesino acercándose a ella. La jaló del cabello obligándola a mirarlo a los ojos. El chico por su parte forcejeaba con ímpetu las cadenas.

--¡Déjela!--exclamó el adolescente mientras seguía forcejeando.

--Tú calla, niño--espetó el asesino molesto y serio—luego me encargo de ti.

El hombre tomó la mesa donde estaba encadenada la chica y la llevó a otro cuarto. Regresó para amordazar al chico. No quería interrupciones mientras despachaba a la muchacha. Volvió al cuarto donde la había dejado.

--Bien, perrita—pronunció el asesino esbozando una sonrisa maliciosa—veamos cómo voy a matarte, aunque tu último numerito con tu vecino me dejó muy caliente. Creo que mejor pospongo tu muerte y me divierto un rato contigo. A ver qué tan estrecha estás.

--¡No!--Alcanzó a gritar la chica aún con la mordaza. El asesino le propinó una bofetada en la mejilla derecha.

--¡Te callas, puta! Aquí no tienes derechos ni opinión. Se hace lo que yo diga, ¿Entendido?—inquirió el asesino dándole otra bofetada, pero en la otra mejilla. La chica guardó silencio, aunque seguía emitiendo sollozos sutiles.

El asesino lentamente rasgaba la blusa vaquera de la joven, con un cuchillo de dientes. Sin pausa, pero sin prisa se iba exponiendo el torso canela de la víctima. Ahora sólo un sostén cubría sus prominentes y firmes pechos.

--Aún tienes marcas de tu polvo de esta tarde con el cura—apuntó el asesino con tono neutro mientras posaba sus manos sobre aquel cuerpo masajeándolo y tocando con sumo cuidado.

La chica se sorprendió al saberse excitada ante aquellas caricias. Las manos del asesino tenían un tacto muy cálido, algo áspero quizá por los guantes, pero muy, muy agradable. El hombre acercó su rostro a la espalda de la muchacha aspirando su aroma.

--Me encanta tu olor a puta--susurró el asesino muy seductoramente.

El chico al otro lado forcejeaba inútilmente, no podía zafarse de sus ataduras, sabía que algo muy malo le estaba ocurriendo a su novia e intuía que algo similar le sucedería a él. ¿Quién era ese tipo? ¿Por qué los quería matar? ¿Por diversión? ¿Por venganza? ¿Por qué había dicho esas cosas sobre su novia? ¿Sería verdad? El chico cada vez estaba más y más preocupado. Intentó como pudo palpar sus bolsillos para ver si traía el móvil consigo. Sus esfuerzos fueron inútiles, el asesino se había percatado de quitárselo antes de amarrarlo. De igual forma hubiera sido inútil tenerlo, puesto que desde su posición resultaba imposible manipularlo.

El asesino había quitado el sostén de la chica. Ahora, sólo la cubría el jean. Su torso estaba completamente expuesto, y a merced del maníaco que la tenía cautiva. Realmente estaba aterrada; nunca en su vida recordaba haber sentido tanto terror, pero al mismo tiempo se sentía intrigada de aquel hombre tan apuesto, pero también atraída, y más aún, excitada por sus caricias. Aún con guantes, el tipo tenía un tacto muy relajante y excitante.

El asesino se retiró y tomó otra mesa corrediza un poco más corta que las que había usado para sus víctimas. Dicha mesa contenía objetos varios, algunos conocidos por la víctima; dildos, bolas para la boca, bolas chinas, correas, una fusta, un pedazo de madera en forma de lanza y un taser. El hombre tomó la bola más pequeña y le indicó a la muchacha que abriera la boca y se la puso amarrándola luego. Posteriormente, modificó las amarras de sus cadenas de manera que quedara sólo atada de pies y manos. Tomó el mismo cuchillo con el que le había rasgado la blusa anteriormente y procedió a cortar el jean de la chica, terminándolo de romper con sus manos. Sólo un tanga muy fino cubría los genitales de su víctima. En verdad tenía un cuerpo de escándalo y el asesino se relamió los labios contemplando el maravilloso cuerpo que se disponía a ultrajar y a profanar a su antojo.                          

La chica por fin estaba totalmente desnuda para el asesino. Éste estaba embelesado contemplando a su víctima. Pero no pudo evitar sentir algo de asco por el historial de la chica y que él mismo había presenciado mientras le realizaba el seguimiento. No obstante, el deseo de tomar su vida y destruirla era muy fuerte, y la situación completamente favorable. La chica se movía, tratando de mostrarse fuerte, pero no tenía escapatoria. El asesino comenzó a tocarla con la punta de sus dedos. La chica contra toda su voluntad, estaba empezando a reaccionar al tratamiento. La muchacha emitía gemidos de placer leve, tal vez debido a que el hombre estaba haciendo muy bien el trabajo.

El sonido de unos gritos desgarradores, agónicos, suplicantes y dolorosos, junto con el de una motosierra cortando algo húmedo y firme, llenaban el horrendo silencio de aquel lúgubre sitio. El asesino había empezado a descuartizar a su joven, hermosa y fémina víctima; ya su particular firma estaba grabada en aquel despojo inerte, aquel torso que ahora era sólo carne, huesos y órganos que empezaban a pudrirse. El hombre se hallaba tan ensimismado en su trabajo que casi olvidaba que no estaba solo; una vez hubo terminado con la chica, salió ensangrentado y hediondo como estaba, hacia el cuarto donde se hallaba cautivo el  ex-novio de lo que ahora era un cadáver en pedazos. Llegó donde el chico pero antes de hablarle, se limpió las manos y se puso unos guantes quirúrgicos de nitrilo y tomó un sobre amarillo. Procedió a seguir su rumbo hacia el joven quien se movía bruscamente tratando de zafarse de la mesa donde se encontraba encadenado. El asesino lo miró fríamente.

--Quieto, niño--espetó inexpresivo. El chico quedó helado al escuchar esa profunda y seductora voz--Es tu turno de disfrutar.

El chico se movía bruscamente tratando infructuosamente de liberarse, la mordaza en su boca sólo permitía escuchar gemidos de desesperación y gruñidos de rabia e impotencia. El asesino contemplaba inexpresivo a su nueva víctima, le encantaba en demasía quebrar voluntades como la que tenía al frente. Le producía un morbo increíble el convertir a un ser lleno de ímpetu, orgullo y dignidad en un saco de basura, en un ser completamente vacío.

El muchacho despertó un poco mareado, la luz del sol se colaba entre las hendiduras de la cortina azul de aquella habitación; estaba en su casa, era su cama, sus cosas. El joven saltó como por un reflejo. Su horror y sorpresa se hicieron visibles en su rostro al ver que en el suelo, al lado derecho de su cama, se encontraba un sobre amarillo idéntico al que aquel extraño sujeto le había dado. Definitivamente no estaba soñando y su novia de seguro estaba muerta.

El joven inspector había recibido una llamada por el radioteléfono a las 02:30, habían encontrado un cadáver flotando en el río y requerían de su presencia en la escena del crimen. Salió raudo hacia el sitio. Algo le decía que iba a encontrar mucho de lo que ya había visto en las carpetas del caso.

--Por fin llega, Cardona--pronunció enérgica una de las agentes--Mire esto--agregó conduciendo al joven inspector hacia donde se hallaba el cadáver.

--Por el estado de descomposición parece que no tiene mucho tiempo de haberse cometido el crimen--indicó el inspector--pero el río es muy caudaloso, el sitio donde asesinaron a esta persona podría estar varios kilómetros corriente arriba.

--Estamos calculando un margen de aproximadamente 18 kilómetros corriente arriba--apuntó la agente. Ya tomamos muestras del cuerpo para determinar con mayor exactitud la hora de la muerte, también hemos enviado muestras a la división de toxicología.

--Muy bien agente Atehortúa, voy a darle parte a mi comandante Rojas--dijo el joven inspector alejándose de la escena y tomando su radioteléfono. Presionó el obturador y lo soltó inmediatamente. Sonó el tono de llamada de radio entrante.

--¿Qué pasa Cardona?--Era la voz de su superior, el comandante Rojas. El muchacho presionó el obturador y prosiguió a contestar.

--Qué pena mi comandante es que tuvimos un incidente en la zona 37, un 28-11. Al parecer la víctima fue arrastrada varios kilómetros hasta esta zona por el cauce del río. Estamos en procedimiento del levantamiento del cuerpo--el inspector soltó el botón para recibir la respuesta del comandante.

--Bien Cardona, supongo que cuerpo forense está en el lugar y ya tomaron las muestras, tan pronto tenga los resultados hágamelo saber. Lo veo en la oficina a las 14:30.

--Entendido señor--contestó el joven y dio por terminada la comunicación. Dejó instrucciones para que cualquier información referente al incidente se la hicieran llegar a él. Cuerpo forense le dijo que los resultados de todos los análisis estarían en máximo 36 horas. Fue de nuevo rumbo a su casa.

El día definitivamente no empezaba bien para Nahuel, quien horas antes había vivido el mayor horror de su vida, y aún lo seguía viviendo puesto que el miedo de mirar lo que contenía aquel sobre amarillo le tenía los nervios de punta. Su joven mente seguía atemorizada de aquel hombre que mató a su novia pero que sin embargo a él no. ¿Por qué lo habría dejado con vida? Ciertamente el chico no lo entendía. Era sábado así que no tenía clases, serían algo más de las 06:40, por lo que, todos en casa estarían dormidos. Como pudo se armó de valor y tomó el sobre. Sus manos temblaban del miedo que tenía, pero también  de los nervios, la curiosidad y la incertidumbre.

El asesino se hallaba en su apartamento muy despierto y preparándose el desayuno. Tenía algo de cansancio pero sabía que era día de cacería y debía estar con toda la energía posible, puesto que su víctima del día no era ni de cerca una golfa adolescente como la que había despachado horas antes. Estaba leyendo el periódico con la noticia de un cadáver hallado en el río. Muy seguramente era aquella chica a quien tanto disfrutó follando, torturando y posteriormente desmembrando. Se tomó apresuradamente su jugo de guanábana en leche, su favorito, y salió hacia su trabajo.

El inspector no había podido conciliar el sueño una vez había regresado a su casa. No podía dejar de pensar en quién podría ser tan enfermo como para ensañarse de tal forma con una persona. Asesinarla de tal manera que, a simple vista era irreconocible. Buscó de nuevo las carpetas más recientes para analizar mejor a ese maniático asesino. Tomó uno de los archivos del último mes.

"Nombre de la víctima: Margarita Ruiz.

Edad: 17 años.

Causa de la muerte: Apuñalada 67 veces en la zona dorso-lumbar, presenta mutilación de miembros axiales por medio de motosierra. Presenta signos de violencia sexual en ano y vagina causados probablemente por objeto de longitud mayor a 20cm y diámetro de 15cm aproximadamente. No presenta tracto urogenital, seguramente removido con incisión quirúrgica. Presenta lesiones en su cráneo. Zona occipital con fractura a nivel  medial, traumas en la zona frontal y parietal, signos de traumatismo en el torso. Los miembros axiales fueron seccionados a nivel de las articulaciones. Se hallaron restos de esquirlas metálicas en el recto y en los labios menores de la víctima. El clítoris fue cortado y hallado en la laringe de la misma. No se hallaron muestras de fluidos ni tejidos ajenos  al de la víctima ni en la escena del crimen ni en el cuerpo".

 

Al parecer al asesino le gustaba literalmente destruir a sus víctimas. Pero, ¿Por qué no simplemente matarlas con un disparo o una puñalada certera? ¿Por qué ensañarse de tal manera? ¿Por qué removía los úteros  de las mujeres y los órganos abdominales de los hombres? ¿Por qué descuartizar a sus víctimas? y más aún, ¿por qué siempre 67 puñaladas? Todas esas preguntas debían ser resueltas a la mayor brevedad posible, y cada día era una posible víctima más. El inspector empezó buscando posibles razones para el actuar del asesino, debía hacer una visita a alguien que quizá podría ayudarle.

El hospital general no daba abasto con tantos heridos debido al accidente múltiple que, temprano en la mañana había tenido lugar. La sala de emergencias era comparable con un mercado de domingo. Enfermeras, enfermeros, médicos y voluntarios iban de un lado para otro acomodando víctimas, atendiendo, trasladando, recogiendo información y tratando de mantener el orden. Uno de ellos era Julián Jaramillo, un médico neurocirujano de 37 años con 3 doctorados, uno en neurocirugía, otro en traumatología y otro en medicina forense. Y allí estaba, presto a atender y a ayudar a la gente. También había varios practicantes de medicina, como era el caso de Iván Vélez y Karen Villafuerte, ambos de unos 26 años a punto de graduarse como médicos. El ambiente era un caos total.

--¡Un médico! ¡Un médico por favor!--gritaba histérica una mujer de unos 34 años, morena, de cabello castaño y de contextura algo gruesa, con un niño a sus espaldas de aproximadamente 13 años, blanco, de pelo castaño claro, liso y un poco largo hasta los hombros y delgado. El médico Jaramillo, se alarmó al escuchar los desgarradores gritos.

--¡Vélez! ¡Villafuerte!--exclamó el hombre, apenas los ubicó, les hizo señas para que lo acompañaran a atender el caso. Los 3 corrieron hasta donde se hallaba la mujer con el niño.

A la mujer la atendió Karen y al niño, Julián e Iván puesto que tuvieron que cargarlo hasta conseguir una camilla. Al parecer la señora sólo tenía golpes y hematomas leves. El niño por su parte no contaba con tanta suerte.

--¿Vélez, qué tenemos?--inquirió el médico mayor.

--Señor, el paciente presenta traumas a nivel del brazo izquierdo,  pierna derecha y por lo que se ve varios traumas a nivel craneoencefálico--contestó el practicante.

--Bien, ¿no se le olvida algo?--preguntó el médico Julián. El practicante se quedó en silencio por unos momentos.

--No señor, creo que es todo--contestó dubitativo.

--Vélez, ¡¡No revisó bien al paciente entonces!!--Exclamó iracundo el hombre mayor--¡¡Se le olvidó mirar que presenta traumas en la espalda, que tiene la L3 desviada hacia la izquierda, y que su cuádriceps femoral derecho está desgarrado!! ¡¡¿Y así dice que es uno de los mejores practicantes?!! Ahora vaya, consígale una  habitación y ¡¡HÁGALE RADIOGRAFÍAS Y UN TAG!!

Nahuel seguía en su habitación atemorizado, tratando de asimilar todo lo que había pasado apenas unas horas antes. Quería entender cómo después de ir a cine con su novia, ella terminara muerta y él en ese estado.

Nahuel era un chico tímido, algo infantil, a pesar de ser un joven de 15 años no era muy sociable. Físicamente era alto, de 1.87, algo fornido debido a que practicaba fútbol, blanco de piel y de cabello castaño con ojos color avellana y era imberbe, y en general lampiño. Se podría decir que era un chico guapo. Sus hormonas sólo habían afectado su voz y su musculatura, sus axilas y zonas íntimas no tenían mayor presencia de vellos, al igual que sus piernas. Con su primera y única novia, que se llamaba Andrea,  llevaba un mes y unos días. Ciertamente él no fue quien se acercó a ella, sino que había sido todo lo contrario. Él se sentía importante puesto que ella era la chica más linda que había conocido. A pesar de ser 5 años mayor que él, sus padres no habían hecho ninguna objeción acerca de su relación. Era precisamente en esa noche en la que pasaron todas esas cosas, que iban a tener su primera relación sexual. Allí estaba el muchacho en su habitación con aquel sobre amarillo en sus manos, expectante, nervioso, ansioso y a punto de abrirlo.

El joven inspector se levantó de su cama puesto que no pudo conciliar el sueño de ninguna forma. Eran alrededor de las 11:00 y debía reunirse con su superior en el cuartel. Pensó en hacer antes una parada donde la única persona que podría darle un indicio sobre lo que pasaba en la mente del asesino, pero resolvió hacerlo luego de su diligencia en la central. Aún tenía 3 horas para llegar. Su radioteléfono sonó, pero era  llamada y no comunicación de radio. Se dirigió a contestar.

--Cardona habla--contestó.

--Hola guapo--una voz femenina hizo presencia del otro lado del auricular--¿No sabes quién soy?--inquirió con tono seductor.

--Marilyn, ¿verdad?--preguntó el inspector algo mosqueado.

--¡Sí!--exclamó muy contenta la chica--me quedé esperando tu llamada guapo--el tono de la chica era ahora como de puchero.

--Lo siento--contestó un poco molesto el inspector--Pero he estado un poco ocupado con el trabajo y te agradecería que no me llames a este número ya que podrían llamarme del cuartel.

--Ok guapo--dijo la chica un poco triste--pero llámame alguna vez, ¿sí? me gustaría conocerte un poco más.

--Está bien Marilyn, gracias por tu llamada--el inspector colgó. ¿Cómo había dado ella con el número de uso privativo? El inspector salió de su casa rumbo al cuartel. Su radioteléfono sonó, esta vez como llamada de radio. Tomó el aparato y presionó el obturador.

--Cardona--contestó soltando el obturador.

--Soy el teniente Rivas, mi comandante Rojas debió viajar urgente a la capital a una reunión extraordinaria. Me dejó dicho que le avisara y que mañana a primera hora se reuniera conmigo para darme sus avances--El inspector esperó dos segundos y presionó el obturador.

--Muy bien teniente, enterado, lo veo mañana a las 08:00--soltó el obturador.

--Rivas fuera--escuchó por el altavoz.

El inspector se dio cuenta que no tenía nada que hacer en el cuartel. Así que optó por ir donde debía ir a buscar algunas respuestas.

La situación en el hospital general era totalmente caótica, los pasillos estaban llenos de heridos, de camillas provisionales, la comunicación entre los departamentos era imposible. Todo estaba atiborrado y no parecía mejorar en el corto plazo. El médico Jaramillo se dirigía a la habitación que habían logrado conseguirle al chico que horas antes había llegado a espaldas de su madre, inconsciente y muy malherido. Estaba esperando que el practicante llegara con los resultados de las radiografías y los análisis del TAG.

El joven inspector llegó a aquella casa de las afueras de la ciudad, arriba de la montaña en la zona campestre. Era otro piso térmico. Se bajó de su carro y procedió a tocar la puerta. Un hombre de unos 30 años, muy blanco, de ojos café rojizo y cabello castaño oscuro, vestido con una camisa blanca manga larga y un pantalón negro le abrió. Al parecer era el mayordomo.

--Buenos días, joven Julio--dijo el sujeto que al parecer lo conocía

--Hola--contestó el joven inspector--¿Él está aquí?--inquirió.

--Así es--respondió el mayordomo--pero no quiere visitas por el momento. Usted sabe cómo es él.

--¿Podría decirle que es importante?--suplicó el inspector.

--Que pase--se oyó al fondo.

--Como ordene señor--El mayordomo se apartó dándole paso al Inspector Cardona.

--He de suponer que vienes porque te asignaron el caso del asesino de las 67 puñaladas, ¿o me equivoco, agentucho?--dijo el hombre que estaba sentado de espaldas.

--Siempre estás bien informado--admitió Cardona--Pero por enésima vez, no me digas agentucho, sabes que soy inspector.

--Para mí es lo mismo, un perro al servicio de alguien más--sentenció aquel misterioso hombre.

--Definitivamente no cambias--refutó el joven inspector mientras el hombre giraba su silla.

--¿Y qué te trae por aquí?--Preguntó el Joven de mirada profunda de ojos verdes y piel morena, algo relleno.

--Verás, he estado tratando de hacer un perfil sicológico a partir de la información de los asesinatos, pero el tipo no me la pone nada fácil, te he traído algunos reportes, los más recientes. Según lo que he podido establecer, el modus operandi no ha variado en nada. Sólo la pulcritud del asesinato. Los patrones son los mismos, desde el primero hasta el más reciente--contestó el inspector.

--Dime algo que no sepa, agentucho. Lo que me acabas de decir lo sé perfectamente--apunto el joven algo decepcionado.

--No tengo más información relevante--admitió el inspector Cardona.

--Pues yo sí, agentucho--dijo el joven--Pero toma asiento, que ensucias mi alfombra nueva y suficiente tengo con tu molesta presencia como para poner a Joel a limpiarla.

--¿Alguna vez podrías dejar de ser tan sarcástico?--inquirió Julio sentándose.

--No--respondió secamente el joven.

--Definitivamente no has superado su muerte--concluyó el inspector.

--Eso es pasado, y siempre he sido así--refutó el joven serio--No voy a cambiar mi forma de ser por alguien que murió hace 5 años.

--Pues hasta donde me contó tu mamá, ese alguien sigue siendo lo más importante de tu vida--apuntó el inspector.

--Eso no viene al caso, agentucho--dijo mosqueado el joven--¿Quieres la información o no?--inquirió.

--Creo que la respuesta es obvia--contestó el inspector.

--Pues bien, tu asesino es una especie de justiciero--El joven se levantó de la silla con una Tablet y se dirigió a una pantalla enorme que había tras de sí. Puso su índice derecho en la pantalla de la Tablet y la pantalla grande encendió. Apareció uno de los archivos.

--¿Cómo conseguiste eso?--preguntó el joven inspector muy sorprendido.

--Los que tenemos la información, tenemos el poder, querido lacayo del sistema--Ahora bien--continuó--He investigado a cada una de las 443 víctimas y todas tenían un "pero" algún desliz, un crimen o un fraude. Al parecer el asesino primero las investiga y luego las asesina. He podido determinar que, este personaje no escoge víctimas al azar. Definitivamente planea, y planea muy bien.

--Explícate mejor--dijo el joven inspector muy interesado.

--Pues que el asesino hace una labor de inteligencia, agentucho--contestó el joven de forma despectiva--Por ejemplo, en el último asesinato, la chica al parecer no es que fuera un modelo de conducta; era drogadicta, había delinquido en varias ocasiones, y por fuentes no oficiales, supe que era muy promiscua.

--Espera un momento--interrumpió el inspector Cardona--¿Cómo sabes eso? Cuerpo forense aún no me entrega los exámenes como para determinar la identidad de la víctima.

--Agentucho, agentucho. Definitivamente el haberte incorporado a los tombos te hizo más estúpido de lo que eres. No, es que no eres agentucho, eres agetonto--contestó el joven negando con la cabeza y con un tono socarrón--Las pruebas forenses me llegaron hace 30 minutos, por ende te deben avisar en 3, 2, 1...

El radioteléfono del inspector emitió un sonido. Éste tomó el aparato. Era un mensaje. Efectivamente era un mensaje de cuerpo forense indicándole que los resultados estaban listos.

--En fin--el joven habló--estuve leyendo un poco sobre simbología y al parecer el hecho de remover órganos abdominales y úteros en las culturas antiguas, estaba ligado con la fertilidad, con dar vida. Según lo veo, el asesino lo que quiere dar a entender es que estas personas que asesinó no merecen tener descendencia. La otra hipótesis que se me ocurre, es que se usufructúe de sus víctimas, esto es, que venda sus órganos. Pero el mercado negro no ha presentado aumento de oferta significativa de órganos abdominales en los últimos 20 años. Las 67 puñaladas en la espalda tampoco son al azar; hay varias posibilidades: una fecha, un lugar, una hora, o un nombre. Es claro que el occiso quiere dar un mensaje.

--Vaya, definitivamente serías el mejor investigador del mundo--El joven inspector estaba impresionado de la información que manejaba aquel amargado anfitrión.

--No me interesa ser un lameculos del sistema--refutó inexpresivo el joven.

--Te estabas demorando para usar ese apodo--dijo algo molesto el inspector.

--Sabes que tengo razón--sentenció el joven--Ahora si no te importa, lárgate que tengo cosas más importantes que hacer, en vez de estar haciendo tu trabajo.

--A pesar de todo sabes que te aprecio mucho y gracias por tu valiosa información--dijo el joven inspector levantándose de la silla.

--Como sea--espetó el joven--Joel, acompaña a este ser inferior a la salida y sugiérele que no se vuelva a aparecer por aquí, si al menos no me trae algo útil.

--Como ordene señor--contestó Joel y escoltó al inspector a la salida.

--Es todo un personaje--apuntó Cardona sonriente.

--Él lo quiere mucho, joven. Sólo que, como sabrá, no es para nada expresivo--dijo el mayordomo.

--Así es él--pensó el inspector sonriente mientras se subía al carro.

--Tenga buena tarde, joven--el mayordomo se despidió mientras el joven inspector encendía su vehículo. Le pitó 2 veces y se puso en marcha.

--¿Cuándo vas a cambiar, David?--inquirió el joven inspector mientras salía a la carretera principal.