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David y Ángel: Capítulo 7, Confesiones tardías.

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Capítulo 7: Confesiones tardías.

Me desperté, y aún no amanecía, pero por el color del cielo que se divisaba por la ventana estrellado aún, pero totalmente despejado de nubes, sabía que no faltaba mucho para el alba. La confirmación de que no había estado soñando, era que estaba abrazado a Angelito, justo como nos habíamos dormido. Me encantaba la sensación, me contagiaba de su calor, de su olor y el tacto de su piel. Así desnudos como estábamos, me pegué más a él, sus nalguitas perfectas tocaban peligrosamente mi zona púbica. Un corrientazo me recorrió el cuerpo, pero mi polla seguía apacible. No tenía intenciones de querer jugar, sólo de disfrutar el momento tan romántico que tenía lugar. Volví a cerrar mis ojos.

Los primeros rayos del sol se colaron por nuestro cuarto tocándonos cálidamente, me desperté de nuevo y al abrir mis ojos, me encontré con un par de inquisidoras orbes azules que me miraban fijamente, acompañadas por una sonrisa perfecta y unos labios que invitaban al beso. Era Angelito el que me observaba. Quizás llevaba algo de tiempo en ello. Su cara se veía radiante, y no por efecto de la luz ni nada parecido, era el efecto del amor. Le sonreí.

--Buenos días bello durmiente ¿Cómo amaneciste?--me dijo de lo más tierno, sonriéndome y luego dándome un beso cerrado en mi boca.

--Mejor ahora que me saludas así--contesté sonriente cual estúpido enamorado. Si, así me sentía, como un estúpido enamorado. Lo peor del cuento es que me gustaba estarlo.

--Tenemos que vestirnos Dei, me voy a bañar--apuntó Angelito sacándome de mi trance.

--Mejor bañémonos juntos, así ahorramos tiempo--sugerí con tono pícaro. La cara de Angelito se iluminó con una de esas sonrisas matadoras que sólo me hacía a mí.

Nos metimos al baño, Angelito llegó hasta la ducha, yo aún no entraba. Abrió el grifo y empezó a caer el agua.

--¡Aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhh!--gritó Angelito enérgicamente. No me sorprendí, yo sabía por qué había sido el grito.

--¿Qué te pasó?--le pregunté fingiendo preocupación aunque no pude dejar escapar una risita burlona al verlo encogido y tiritando de frío, había cerrado la llave.

--¡¡Pues que el agua esta HELADA!!--contestó casi que temblando. No pude evitar reirme a carcajadas.

--¿Por qué te ríes?--Angelito puso ese tono de cachorrito y fingiendo enojo que tanto me encantaba y su carita era un poema. Me derretí de ternura, se los juro. Me aproximé a él y lo abracé, apoyó su cabecita en mi hombro izquierdo y me rodeó con sus brazos. Estaba un tanto frío, pero me gustó que lo estuviera.

--Es que te ves muy gracioso temblando--contesté--pero también me pareces muy tierno, no sé qué tienes tú, pero me enloqueces Angelito. Quisiera estar pegado a tí a toda hora. Me parece un sueño que estemos así, y sobretodo me parece un sueño lo de anoche.

--Dei, no fue un sueño--apuntó él con su hermosa vocecita. Nos dimos un beso lento y concienzudo. Hermoso.

Abrí de nuevo la ducha y el agua estaba helada, Angelito se volvió una garrapata de lo aferrado que  estaba a mí. Pero ya no temblaba como antes. Supongo que el estar ahí conmigo que no soy para nada friolento, ni me enfrío con facilidad, le debió servir. Él se veía tan lindo así todo mojado. ¡Cago en todos los dioses! Ese niño me tenía más enamorado de lo que la razón tolera.

Terminamos de bañarnos, nos vestimos y bajamos a la sala. Allí ya estaban mis primos y sus novias. Me sorprendió sobremanera la cara de Mariana. No sabría explicar a ciencia cierta si su expresión era de cansancio, arrepentimiento, ó vergüenza.

--Buenos días--saludé inexpresivo, típico en mí.

--Buenos días--contestaron todos un poco a destiempo. Mi primo Juan me esbozó una sonrisa. Carlos en cambio miraba expectante. Había un poco de tensión en el ambiente.

--Bien--soltó de repente Marcela--creo que cuanto antes salgamos mejor.

--Espera Marce--mi primo Juan tomó la palabra--no nos podemos ir hasta solucionar un pequeño asunto, ¿Verdad, Mariana?

El silencio incómodo regresó, Angelito se estaba poniendo un poco tenso. Me miró como buscando un consuelo. Le sonreí. Pareció calmarse un poco.

--¿Y bien, Mariana?--volvió a hablar mi primo, como instándola a que dijera lo que tenía que decir.

--Perdón--soltó con un volumen tan bajo y entre dientes que apenas si lo escuché.

--No te escuché Mariana--mi primo Juan sonaba algo molesto.

--Que perdón, que lo siento--contestó ella altaneramente y mirándome.

--No es necesario que haga eso--apunté, pero más bien diciéndoselo a mi primo--no soy de los que pide perdón, ni mucho menos lo da. Ya lo que pasó, pasó. Si debe disculparse, que lo haga con Ángel. A mi honestamente me resbala lo que me haya hecho--Mi tono de voz era tan seco que hasta Angelito se me quedó viendo por unos segundos. En realidad estaba un poco molesto. Mis primos y Marcela me miraban atónitos. Mariana volvió su mirada a Ángel.

--Primito...--su tono de voz se había volcado completamente. Ahora sonaba triste, y avergonzada la chica--por favor perdóname, yo me salí de mis casillas. No debí haber hecho eso. Estaba desesperada, quería que me prestaras atención, porque nunca lo hiciste. Siempre estabas más pendiente de los demás primos que de mí. Quería acercarme más, que me quisieras, que pudiéramos formar un estrecho lazo. Pero lo arruiné, tomé las decisiones equivocadas.

--Mariana--Angelito puso una cara tan seria como su voz. Por un momento me pareció ver un reflejo de mí en él--no puedo odiarte porque eso sería darte mucha importancia--¡Fuck! Eso sí que dolió. La cara de Mariana se compungía más--ni tampoco puedo fingir que nada pasó. Me hiciste daño, afortunadamente no tanto como tú hubieras deseado, pero sí. Casi me violas, y lo peor, casi me marcas de por vida. Así que yo no puedo perdonarte. No te voy a odiar, pero esto no se olvida, ni se perdona.

--Pero Angelito...--Dijo ella llorando ya.

--Pero nada--contestó él, sereno pero firme--Tú eres la única culpable, así que paga las consecuencias de tus actos.

¡Vaya con Angelito! Si hasta yo me sorprendí de lo duro que podía ser. Algo que me encantó siempre de él, era que nunca dejaba de sorprenderme. Era una auténtica caja de sorpresas. Superado ese impase, nos dirigimos al auto. Tomamos las mismas posiciones.

En el trayecto no quise hablar con Ángel, necesitaba organizar mis ideas para lo que se avecinaba. Cerré mis ojos para que él no me molestara. Pero ni bien llevábamos 20 minutos de haber salido y mi primo detuvo el carro.

--¡Don Gildardo!--saludó él muy efusivamente, estrechó manos con el señor cuyo bigote tan común en los hombres de la montaña, su piel tostada por el sol, pero sin embargo de color trigueño enrojecido y ropas de campesino lo hacían ver incluso más viejo de lo que era realmente. Si mucho estaría cerca de los 40.

--¡Hombre Juancho, qué sorpresa!--exclamó también muy contento don Gildardo exhibiendo sus desaliñados y algo amarillentos dientes. Necesitaba rehabilitación dental urgente--Don Álvaro me había dicho que andaban por aquí pero no había tenido tiempo de ir a visitar. Con todo esto de la ida de Mateo Alejandro para allá para donde su tía, he estado más bien ocupado.

--Ya veo--apuntó mi primo--No pues igual ya vamos de regreso.

--¿Van para la ciudad?--preguntó don Gildardo muy interesado.

--Si--asintió mi primo--¿Necesita algo? Igual yo regreso el lunes después de llevar a mi primo al aeropuerto.

--Pues qué pena y los molesto, pero ¿Será que me pueden arrimar a Mateo Alejandro a su casa, que hoy me queda imposible? Es que hoy viene el veterinario y vamos a estar con el ganado todo el día, y no creo que alcance a arrirmarlo hoy.

--¡Pero claro que no es ninguna molestia!--apuntó mi primo Carlos.

--Muchísimas gracias, ya se los traigo--dijo don Gildardo y se fue en búsqueda de Mateo.

Y de nuevo los dioses metiendo sus pollas en mi culo. No podía tener un regreso tranquilo. No podían dejarme ser feliz ni por al menos un momento. ¡Malditos sean! ¡Cago en todos ellos! Tenía que aguantarme al cabronazo hijo de puta de Mateo y ni siquiera había regresado al maldito pueblo feo. Maldije mi suerte mil y un veces en un segundo. Angelito se dio cuenta de mi cara de molestia. Se pasó a mi lado, quedando un poco apretados.

--¿Qué haces?--le pregunté.

--Nada--contestó--cuidando lo que es mío--En eso llegó don Gildardo con Mateo.

--Bueno mijo, se me porta bien. Acuérdese de lo que le dijimos su mamá y yo. Se me cuida mucho y me saluda a doña Juliana--don Gildardo se despidió de Mateo.

Mi primo Juan se bajó para abrir la puerta de atrás, donde estábamos Ángel y yo. Mateo ocupó el puesto que hacía unos minutos ocupaba Angelito y nos miraba de una forma un tanto extraña, pero más a mí que a Ángel. Siempre he sido muy bueno para leer las miradas de las personas. Y en Mateo había sorpresa, confusión, alegría y algo de... Celos. Pero no sabía a ciencia cierta si eran dirigidos hacia mí, o a mi Angelito.

por fin tomamos de nuevo el rumbo, no fue sino arrancar y Ángel se recostó más a mí, apoyando su cabeza en mi hombro derecho, ya que yo daba hacia la puerta. Se durmió al instante. Mateo me miraba muy atento y silencioso, mientras yo  miraba hacia la puerta y veía a través del vidrio tintado de color humo, no muy oscuro. Al parecer algo le incomodaba, ya que su mirada había tomado más esa expresión. Como dije antes, Mateo es un niño muy bonito (no tanto como mi Angelito, pero lo es) su cabello de color castaño-avellana, algo largo, como hasta la nuca, no muy liso pero si bonito, junto con sus ojos miel intensa, y sus cachetes y punta de nariz enrojecidos por el vivir en tierras frías, le daban un aire muy tierno. A pesar de tener mi edad, fácilmente podrían restarle 2 o 3 años, pero aún así, era unos 5 centímetros más alto que yo. Su cuerpo no era nada despreciable por lo que parecía. A la vista poseía unos brazos más bien fibrados, no muy gruesos, pero se notaba que estaban trabajados. La ropa que llevaba puesta no me ayudaba a vislumbrar  del todo lo que había cambiado en los 3 o 4 años que tenía de no verlo. Tenía unos jeans anchos de color negro, una camiseta blanca y amplia también, de un equipo de basketball de la región y tennis converse de bota mediana de color verde militar y cordones del mismo color. Su vista seguía clavada en mí, pero no articulaba ni un sólo sonido.

Aun seguíamos en el carro, llevábamos unos 30 minutos de haber salido de la finca. Mateo se había rendido y ahora estaba dormido. Yo aún seguía despierto, tratando de averiguar o más bien inferir qué intentaba hacer Mateo, qué planes tenía, y más aún, por qué me estaba mirando tan extraño. En esas Angelito se despertó, mirándome tiernamente con sus azules y traviesos luceros, sonriéndome como sólo me sonreía a mí. Le devolví la sonrisa

--Me encanta cuando me sonríes--susurró a mi oído.

--Y a mí cuando tú lo haces--le contesté también susurrándole. Mateo observaba atento, creyó que no nos habíamos percatado de su presencia.

--Hey, estoy aquí--por fin articulaba palabra el tontonazo, su voz era un tanto grave, muy seductora he de admitir, pero notaba algo de timidez en ella también.

Nos volteamos a verlo con cara de pocos amigos, él pareció entender el mensaje ya que apartó su vista de nosotros. Algo había cambiado en este Mateo que estaba en el auto, no parecía ser el mismo con las ínfulas de superioridad y el enorme egocentrismo que yo conocía. Ángel me vio muy pensativo y se recostó de nuevo en mi hombro sin emitir ningún sonido. Sabía que no debía interrumpirme.

Llegamos por fin a la casa de mi primo Juan. Mariana y Ángel fueron los primeros en irse. Él me dio un fuerte abrazo y me susurró diciéndome "nos vemos el martes" y luego me sonrió también. Ni volteó a ver a Mateo y estaba muy apático con su prima. También abrazó a mis primos, les había caído muy bien. También se despidió de Marcela. Luego ella, y mis primos volvieron a salir. Quedamos sólo Mateo y yo, ya que mis tíos no estaban.

--David--habló Mateo rompiendo el silencio con algo de timidez--¿Tú y ese niño son muy amigos?

--No es de tu incumbencia--contesté secamente.

--¿Por qué eres así conmigo?--preguntó un tanto molesto y con algo de tristeza en su voz.

--Porque así soy con todo el mundo, excepto con las personas que de verdad me importan--contesté inexpresivo e indiferente.

La verdad me empezaba a mosquear su sola presencia. Entendí que a mi regreso a "Putrefactotown" debía ingeniármelas para no tener que encontrármelo en lo absoluto, ni siquiera a la hora de comer.

--No tienes que tratarme así, no te he dado motivos para hacerlo--Mateo sonaba ya más enojado.

--¿Y qué quieres? ¿Que te reciba con unas flores y una calle de honor?--Pregunté  notoriamente molesto.

--¿Por qué me odias? ¿Qué te hice?--Me interrogó con su tono entre molesto y triste.

--No te odio, si lo hiciera, sería como darte un protagonismo que no tienes en mi vida, y que tampoco tendrás--contesté--simplemente no me agradas, y no tengo por qué fingir que si lo haces. Y de si me has hecho algo, pues no. Pero no necesito que lo hagas para despreciarte.

Mateo estaba atónito, creo que nunca en su vida le habían hablado de esa manera. Pero aún así no se fue, ni mucho menos me quitó su vista de encima. Tenía valor el pendejo. De todas maneras no me iba a quedar con las ganas de pisotearlo.

--Tú no deberías ser tan cruel--apuntó Mateo sacándome de mis pensamientos.

--¿Y como por qué no?--pregunté socarronamente.

--Porque yo no vengo con intenciones de pelear contigo, todo lo contrario, quiero acercarme a tí--contestó con un tono más tranquilo, cosa que me sorprendió un poco. Aún así yo no iba a dar mi brazo a torcer.

--Mira Mateo, mejor ni lo intentes--dije conservando mi tono muy altivo y mi mirada firme. El bajó su vista un momento y volvió a mirarme. Su expresión había cambiado. Parecía que ahora si iba a hablar en serio.

--Tú no tienes ni la más remota idea de lo que dices--Mateo de nuevo adquiría un tono desafiante, pero aún más atrevido que antes. Perfecto, así iba a disfrutar más esta discusión.

--¿Qué pretendes?--pregunté.

--Acercarme a tí--contestó--de hecho, vas a ser sólo mío.

--¿¡QUÉ!?--exclamé sorprendido. No me esperaba eso.

--Si querido deivid, llevo un buen tiempo esperando este momento, y sé que no pasará mucho hasta que yo consiga lo que quiero. Porque nadie se resiste a mis encantos--El tono de Mateo ahora había vuelto a ser el que recordaba, lleno de egocentrismo, e ínfulas de superioridad. Había vuelto a ser el mismo Mateo que yo conocía.

--Poco o nada me interesan tus objetivos ni cuánto tiempo hayas esperado. Tú no me interesas para nada. Y antes de que digas algo, tus encantos me la sudan. Desaparece de mi vista, que para gente desagradable, tengo suficiente con los del colegio--Dije de lo más despectivo, a Mateo al parecer le afectaron esas palabras.

--¿Es por ese niño que venía en el carro verdad?--Preguntó con su voz algo quebrada.

--No es sólo por eso, sino también que detesto a la gente como tú, que cree que ser el centro del universo y que cree que porque es físicamente atractiva, entonces el mundo gira a su alrededor. La gente como tú, Mateo, es precisamente el tipo de gente con la que NUNCA congeniaría. Y si tus intenciones eran que yo me enamorara de tí, para luego agregarme a tu lista de personas ilusas que se rindieron a tus encantos, pues déjame decirte que no te va a funcionar--esta vez dejé salir un poco mi rabia. Mateo me miraba con algo de miedo. No pensó que el gordito que tenía en frente fuera tan testarudo y rebelde.

--Nunca nadie me había hablado de esa manera--dijo Mateo finalmente derrotado--Y para que lo sepas nunca he querido agregarte a ninguna lista de personas ilusas que se enamoraron de mí. Hace mucho tiempo que me gustas, desde que nos conocimos. No me acerqué antes porque estaba confundido, tenía miedo de aceptarlo. Luego estuve con varios chicos, imaginando que eras tú. Pero ninguno satisifiso mis requerimientos, ninguno era como tú, tan callado y solitario, tan seductoramente misterioso. También estuve con chicas, pero tú seguías apareciendo como algo que necesitaba tener. No lo sé Deivid, pero si me toca pelear por tu amor y sufrir para conquistarte, lo voy a hacer. Aunque fracase, aunque no lo consiga. ¡Voy a luchar hasta las últimas consecuencias!--Mateo exclamó soltando sollozos y empezando a llorar. Se notaba que tenía esa confesión guardada hace tiempo y que necesitaba desahogarse.

Para nada cambié mi expresión, seguía con la misma mirada carente de emoción. Aunque por dentro, empezaban mis preguntas: ¿Le gusto desde hace tiempo? ¿Cómo que va a luchar hasta lo último por mi amor? y ¿Cómo que ha estado con otros chicos imaginando que soy yo? No debe estar hablando en serio, debe ser un truco para hacerme flaquear. Decidí que no lo iba a conseguir, de ninguna manera iba a hacerme cambiar de parecer. Yo ya tenía a Ángel y no lo iba a cambiar por ese mequetrefe.

--Puedes intentarlo todo lo que quieras Mateo, pero sabes que no va a funcionar--dije finalmente mirándolo fijamente. Se sintió intimidado. Se retiró del lugar.

Subí al cuarto que me habían acomodado mis tíos y quedaba justo al lado del de mi primo. Me acosté en la cama a meditar lo que había acabado de pasar.

Mi primo Juan llegó a la casa, Mateo al parecer dormía en otro cuarto. Mi primo tocó a la puerta del mío.

--¿Puedo pasar?--preguntó.

--Claro--contesté--es tu casa jejejeje.

Mi primo entró y se sentó en la parte baja de mi cama. Lo miré como diciéndole que se acostara a mi lado. Él entendió el mensaje, y se acomodó a mi izquierda.

--Hacía mucho que tú y yo no estabamos así--dijo él con tono burlón. Ambos mirábamos al techo.

--Luego de que ustedes se fueron, Mateo me confesó que yo le gusto desde hace tiempo--Solté de sopetón.

--¿¡Que qué!?--Exclamó mi primo notoriamente sorprendido. Volteó su cuerpo quedando de lado y de frente a mí. Hice lo mismo.

--Así como lo oyes Juanda y no sé que hacer. Obviamente no voy a dejar a Ángel pero esa confesión me descolocó--le dije algo preocupado. Él me sonrió.

--Hacía mucho que no me decías Juanda, y me gusta como suena cuando tú lo dices. ¿Sabías que te pusieron David por mí?--preguntó sonriente.

--Sí, mi mamá me contó la historia--contesté contento de tenerlo ahí.

Muchos dirán que estaba enamorado de mi primo, bueno creo que si lo estuve. Pero era un amor de familia, lo veía como mi hermano mayor. El siempre me apoyaba, y al enterarse de que Ángel y yo teníamos algo, en vez de sentirse decepcionado y despreciarme, hizo todo lo contrario. Me brindó la misma confianza y cariño de siempre. Y hasta me ayudó a arreglar las cosas con él.

--No te preocupes Plutón--dijo mi primo con tono serio pero al decir plutón no pudo evitar reírse. Yo también.

--No me digas Plutón, sabes que lo detesto, Júpiter--dije fingiendo enojo y sacándole la lengua.

--Jajajaja ¿Recuerdas por qué te decía Plutón?--preguntó divertido.

--Si--contesté--porque siempre vivía distante de todo, y era muy frío. ¡Y yo a ti te decía Júpiter porque eres enorme Jajajaja!

Mi primo y yo nos reímos un buen rato recordando cosas. Me dió un beso en la frente y se levantó. Antes de irse volvió a mirarme.

--No te preocupes hermanito, tú sabrás defenderte y tomar la mejor decisión--me dijo con una cálida sonrisa y se fue. Cerró la puerta.

Ya era de noche y mis tíos habían regresado. Llamaron a cenar. La verdad no quería bajar porque me iba a encontrar a Mateo en el camino, como efectivamente sucedió.

--Oye--me llamó.

--¿Qué quieres?--le pregunté algo chocante.

--¿Podemos hablar luego de que comamos?--me preguntó tímidamente.

--Como sea--contesté despectivamente, retirándome y dejándolo atrás. Ese maldito me caía como patada en el hígado, no soportaba verlo.

Llegué al comedor y me senté, luego llegó Mateo. Mi primo al parecer se había dado cuenta de lo molesto que estaba. Mis tíos estaban muy felices con Mateo en la casa. Según veía lo querían mucho. No me importaba, el único de ellos que en realidad me interesaba era mi primo.

--Mateo, ¿Tu papá te avisó que te cambiamos el vuelo para que te vayas con David?--le preguntó mi tía sonriente. Abrí los ojos como platos. Afortunadamente no había tomado ni bebido nada, porque lo hubiera escupido en el acto.

--No señora, no me dijo--contestó él de lo más educado--pero mejor así porque es primera vez que monto en uno y me da miedo--agregó.

--¡Qué tierno!--exclamó mi tía sonriéndole--claro que es mejor así.

Traté de comer lo más rápido que pude para largarme de ahí e ir y encerrarme a mi cuarto. Apenas terminé, pedí permiso y subí raudo a encerrarme. Me acosté en la cama. Pensaba qué estaría haciendo mi Angelito. Quería estar con él. Lo necesitaba más que nunca. En esas abrieron mi puerta. Para mi desgracia, era Mateo, y traía sus cosas.

--Perdona, pero doña Flavia me mandó a dormir aquí--dijo él con tono de apenado.

--Pues qué se le va a hacer, entra--contesté apático.

--¿Siempre eres así de amargado?--preguntó.

--Sólo con quienes considero personas no gratas para mí--respondí inexpresivo.

Mateo no dijo nada más, entró y puso sus cosas en la cama de al lado de la mía y se acostó. Yo quería irme de ahí, lejos de él. Quería a mi Angelito. Ahora sí que lo extrañaba.

--¿Oye Deivid, puedo decirte algo?--Mateo de nuevo cortaba el bello silencio que había en el ambiente.

--¿Y ahora qué fue?--pregunté hastiado.

--Siempre te admiré--contestó.

--¿De veras?--inquirí un poco interesado. Aunque no dejaba mi tonto sarcástico.

Sí--respondió--Eras alguien que hacía lo que quería, nadie te molestaba. Recuerdo que siempre paseabas solitario por los alrededores de la finca de don Álvaro, y yo no podía hacerlo porque siempre estaban persiguiéndome, ya fueran las niñas del pueblo, o mis amigos. En cambio tú podías caminar libremente sin que te molestaran. Siempre quise ser como tú, tan libre e independiente. Y qué decir de cuando montabas a Caballo. Eras el mejor de todos. Nadie tenía esa conexión con los animales. Ni mi papá que es un excelente montador. Creo que por eso me empezaste a gustar. Yo intenté acercarme varias veces a tí, pero siempre me arrepentía. Porque te tenía miedo. No lo sé, me ponías nervioso, no más de verte. Yo quería entablar una conversación contigo, pero me bloqueaba. Ahora si puedo.

--No tengo absolutamente nada de admirable--apunté-- Y por si no lo sabías, nadie se acercaba a mí precisamente por mi forma de ser. O dime tú ¿Quién iba a querer ser amigo de alguien que vive de mal genio, es arrogante, frío, poco altruista, solitario y para acabar de rematar gordo y feo? Por supuesto que ¡Nadie! ¡Todos buscan al popular, al bonito, al agraciado, al de cuerpo de infarto, al que cuenta chistes, al de sonrisa cautivadora!--exclamé algo enojado. Volvía a mí ese sentimiento de inferioridad por mi condición. Pero no debía mostrarme débil ante él.

--Pero yo te vi a tí--refutó él algo molesto--y no importa que ahora andes con ese niñito. Vas a ser mío.

--Sigue soñando--le dije con tono grosero, y salí del cuarto.