miprimita.com

David y Ángel: Capítulo 9, El amargado de antes.

en Gays

Capítulo 9: El amargado y sombrío de antes.

Marcos se despidió de Mateo un poco frío, a Ángel sólo lo miró. Pero a mí, me dijo "No' vemo' luego, Dalí". Por alguna extraña razón me hizo acordar de cuando viví en Sevilla.

Ah sí, estuve un tiempo en la tierra del flamenco y la paella, tendría yo como 10 años cuando llegué, y duré 3 años. Por eso a veces tengo léxico ibérico. Además de que mis abuelos maternos vivían allí. En fin, seguiré contando la historia.

Al despedirse Marcos de mí, me miraba muy fijamente y en su mirar pude adivinar algo de odio, y rencor. Pero también tristeza. Por alguna razón me sentí responsable de aquello. ¿Por qué? ¿Acaso lo conocía? Tenía esa sensación pero no lograba recordar.

Llegamos a la salida del aeropuerto, a Angelito lo vino a buscar su chofer. Me abrazó muy fuerte antes de irse, y me dedicó una de sus sonrisas que tanto me gustaban. También le sonreí. Mateo miraba con algo de rabia. Bueno, mucha de hecho, pero hacía un esfuerzo grande por no explotar. Lo podía leer en su mirada. Luego de que Angelito se fuera, tomamos un taxi, ya que yo prefería no depender de nadie para desplazarme, incluso teniendo chofer.

En el trayecto no pronunciamos palabra, yo no quería hablar con Mateo, y él parecía estar molesto conmigo. No le dí importancia, tenía cosas más apremiantes en las cuales pensar.

Llegamos a casa, abrí la puerta, mi mamá seguía por fuera del país. Joel el mayordomo no estaba, seguramente por lo que era festivo.

--Qué bonita casa--dijo Mateo en voz baja.

--Gracias--contesté yo, ya no tan indiferente, aunque estaba serio mirándolo fijamente tratando de ver cuál sería su siguiente paso. Al ver que lo veía se sonrojó un poco. Sus mejillas se pusieron más rojas de lo que ya eran. Lo admito, se veía muy lindo con esos ojos miel de mirada penetrante y su sonrisa. No cambié mi expresión, pero cada vez me estaba costando más ser frío, indiferente e inmisericorde con él. Mateo poco a poco dejaba de desagradarme. Mi mente empezó a autocuestionarse sobre qué era lo que estaba empezando a pensar sobre Mateo, y qué estaba empezando a sentir por él. No podía estarme enamorando, eso era obvio. Pero ya no me desagradaba. Definitivamente me estaba empezando a agradar el chico, su persistencia por tener mi atención era digna de admirarse, como su determinación, incluso sabiendo que yo no iba a dejar a Ángel por él. Me retiré del sitio y lo dejé solo.

Subí a mi cuarto y encontré una nota del mayordomo: "Joven David, perdone que no esté en casa pero me ha surgido un inconveniente familiar que me tiene desde el sábado en mi pueblo natal. Doña Juliana ha dispuesto que el joven Mateo comparta habitación con usted, puesto que el otro cuarto está ocupado cumpliendo la función de cuarto útil. Adicionalmente la señora ha dejado encargado su alimento al restaurante que ustedes escojan hasta el martes por la tarde que yo regrese. De nuevo le pido disculpas. Joel" Bueno, por un lado me tranquilizó un poco que Joel volvería mañana por la tarde, era una persona agradable cerca de la treintena, tendría 26 más o menos. No era muy agraciado físicamente, era pálido como la leche, de ojos café rojizo y pelo castaño oscuro. De complexión delgada. Por alguna razón él estaba muy pendiente de mí, bueno, de toda la casa porque hacía muy bien su trabajo, pero en mí ponía especial atención. No digo que fuera malo, pero como yo era tan indiferente con él, me extrañaba un poco que aun así siempre que me viera tuviera una sincera sonrisa y una agradable actitud.

Mateo tocó tímidamente la puerta de mi habitación.

--¿Puedo pasar?--preguntó con un tono algo débil.

--Pasa--contesté secamente.

--Oye, ¿Y dónde voy a dormir?--inquirió.

--Pues aquí--contesté con el mismo tono--sube tus maletas, la otra habitación está fuera de servicio. Mateo no pudo evitar sonreír y salió raudo a traer sus cosas.

Mientras él iba por sus cosas y regresaba, no pude evitar pensar en que últimamente las cosas no estaban resultando como quería; primero, se supone que yo me iba a olvidar de Angelito y terminé fue en una cama teniendo un encuentro del cuarto tipo a medias con él. Aunque honestamente ese giro de planes no me desagradaba en lo absoluto. Y segundo, se supone que si en principio no quería nada con Angelito, menos iba a querer ver a Mateo de nuevo y muchísimo menos tener que compartir habitación con él. Pero el diablo es puerco y dios un troglodita, y entre los dos habían conspirado contra mí. Así que ahí estaba, compartiendo cuarto con Mateo, el chico empezando a agradarme y Angelito calao hasta en mi líquido cefalorraquídeo. ¡Qué estampa! deberían haber visto mi cara en ese momento, me hubieran hecho hasta un meme. De verdad que sí.

Mateo regresó al cuarto con sus cosas, le indiqué dónde acomodarlas.

--¿Puedo preguntarte algo?--la voz de Mateo estaba cargada de interés  aunque su tono rayaba en lo tímido.

--A ver--contesté con tono neutro. Sentado en mi cama como me encontraba.

--¿Por qué te gusta tanto ese niño?--preguntó ya con más confianza y un tono más interesado--es demasiado lindo, lo admito, pero ¿Qué le viste? porque no eres de los que sólo ven el físico Deivid, tú ves lo que otros nisquiera saben que existe. Yo lo sé, he visto cómo miras a las personas. Y también creo que él es demasiado infantil para tí, supongo que todavía ve Dragon  ball, pokémon, Yu-Gi-Oh! y hasta los teletubbies. Así que no entiendo por qué te gusta.

--Mira Mateo--contesté mirándolo fijamente con un poco de enojo porque él no era nadie para cuestionar por qué me gustaba alguien o por qué no--lo que yo le haya visto o no a Ángel, no es de tu incumbencia. No tengo por qué darte mis razones.

Mateo endureció su mirada, quería retarme. Sentía su molestia brotar a borbotones. Me estaba gustando el rumbo que tomaba esta conversación.

--¡Claro que me interesan!--refutó para mi sorpresa más alterado de lo que calculé que iba a estar--necesito saber qué hizo que te enamoraras de él.

--¿Y para qué quieres saber?--contrapuse sin cambiar mi tono calmado, aunque molesto.

--¿Cómo que para qué? pues para saber a qué me enfrento--contestó ya un poco menos alterado.

--Por mucho que lo intentes, no vas a poder --dije ya suavizando mi actitud puesto que sabía que de esa manera le iba a doler más--porque lo que me enamoró de él nunca lo vas a poder igualar, y mucho menos superar. No hay modo de que yo deje de quererlo por quererte a tí. Tienes razón, no sólo es lo físico, sino que hay algo más, y ese algo más es él mismo. Todo de él, no le puedo quitar nada, porque para tú información, me enamoré desde el primer día que lo ví, cuando me volteé para ver quién tocaba mi hombro aquella tarde que estaba sentado en esa banca, sus ojos azules me atraparon y su voz me hechizó junto con su actitud pícara y tierna. Desde aquella tarde mi mente sólo puede pensar en él. Y a medida que más lo conocía, más me gustaba y quería estar con él. ¿Ahora entiendes contra qué te enfrentas?--pregunté subiendo un poco mi tono de voz denotando lo que sentía al hablar de Ángel.

--No me importa--contestó con un tono desafiante que iba in crescendo--no me importa que ahora sólo tengas ojos para él, no me importa que sólo pienses en él, no me importa que el sea tu todo, no me importa que lo ames. ¡Tú vas a ser mío quieras o no!--dijo Mateo ya fuera de sí y se abalanzó sobre mí, quedando tendidos en mi cama. Él estaba mirándome fijamente con sus brazos a cada lado encima de mis hombros. La verdad eso sí que me sorprendió y si les soy sincero, hasta algo de susto sentí.

Estar bajo su mirada llena de rabia y de desesperación a punto de llorar, lejos de molestarme, me dió un poco de lástima. Quizás yo era muy cruel con él, pero no podía ser de otra manera, no podía darle chance porque podría lograr su cometido. Pero para bien o para mal, mi orgullo era más fuerte y yo no me iba a dejar tan fácil.

--¿¡Por qué David!? ¿¡Por qué tengo que sentir esto por tí!? ¿¡Por qué me duele el pecho cuando estoy cerca de tí!? ¿¡Por qué   siento la felicidad más grande cuando te escucho, así sea que no hables conmigo!? ¿¡Eh!? ¿¡Por qué!? ¡DIMELO!--Mateo estaba histérico, me miraba muy intensamente, tanto que pensé que iba a pegarme en la cara. Rompió en llanto poniendo su frente en mi pecho en mi lado derecho y pegándome puños con su mano derecha en la parte izquierda. No era que me estuviera pegando muy duro, pero dolía un poco. No artículé palabra alguna.

Mateo empezó a llorar más y sus sollozos eran más intensos, aunque ya no me estaba pegando. Sólo se recostó o mejor dicho, se terminó de acostar sobre mí. Era bueno que se desahogara, y si esa era la manera, pues me iba a tocar aguantarme. Sus manos ahora estaban sobre mis hombros. Me dió algo de lástima mezclada con ternura verlo llorar tan apasionadamente. Lo rodeé con mis brazos y le bese el cabello. Se aferró más a mí.

--No te acostumbres--le dije rompiendo el silencio--sólo lo hice porque sé que necesitabas desahogarte.

--Gracias--atinó a contestar Mateo aún entre sollozos, levantando su cara, mirándome fijamente. Nos quedamos así un rato. El maldito tenía una linda mirada, y luego de un corto tiempo esbozó una hermosa sonrisa, pero no era una sonrisa inocente, era una sonrisa de quien tiene algo en mente, una sonrisa cautivadora, pero que te advierte de que hay peligro con su propietario.

Llegó la hora de cenar, honestamente no he tenido problema por cocinar mi comida, aún teniendo modo de pedirla a cualquier sitio que quisiera, y contrario a lo que pensaría cualquier persona, de que alguien de mi estatus social se le quema hasta el agua sin prender la estufa, a mí se me daba muy bien el cocinar. Modestia aparte tenía y sigo teniendo una muy buena sazón. Serían alrededor de las 20:30 y ya me rugía el estómago. Bajé a la cocina. Para mi sorpresa, Mateo se me había adelantado. Al sentir pasos volvió su mirada hacia mí.

--Si quiera llegas, te estaba esperando--dijo sonriendo y volteándose de nuevo para tomar 2 platos con lo que parecía era pasta a la bolognesa. Debo confesar que se veía y olía muy bien. Puso los platos sobre la barra que daba a la cocina.

--Perdona que me haya apropiado de la cocina, pero quería hacer algo por tí--Mateo tenía una eterna sonrisa y un extraño tono como demasiado meloso para mi gusto. Aún así mi tripa reclamaba alimento y sin eso, disocio fácilmente. Además, tampoco me iba a poner de orgulloso a rechazar tan delicioso plato. Me senté y procedí a ingerir el primer bocado. Mateo miraba muy fijamente, esperando a ver mi reacción.

--Si me sigues viendo de esa manera, se me va a quitar el hambre--dije con el tenedor a pocos centímetros de mi boca, conteniendo una generosa porción de pasta. Mateo volteó su cara un poco apenado, y también se sonrojó. Por fin pude probar la dichosa pasta.

Tengo que ser sincero con ustedes en este punto y decirles que ¡LAS PUÑETERAS PASTAS ESTABAN JODIDAMENTE DELICIOSAS! Mentiroso sería si dijera que no. De hecho por un momento me sentí en la toscana, y eso que estuve en italia a principios de ese año. Mucho antes de que pasara todo lo que les estoy relatando.  Mateo volteó con mirada expectante. Muy expectante de hecho.

--¿Te gustó?--preguntó con una euforia algo irritante y muy sonriente. Pero lo entendía, yo también estaría de la misma manera cuando Angelito probara por primera vez alguna comida hecha por mí.

--No está mal--dije restándole importancia. Inmediatamente su sonrisa se apagó y me sentí un poco mal por eso.

¡Maldita sea! Pero ¿Qué diantres me estaba pasando con la gente? ¿Por qué me estaba volviendo últimamente tan compasivo? Hice un esfuerzo titánico por no cambiar mi actitud   y volverme a ver blandón ante él. No podía repetirse lo de hace unas horas; él sobre mí y yo mostrándole mi lado amable. ¡Por la puta polla de Zeus! Por supuesto que no iba a dejar que de nuevo se repitiera.

Terminé mi cena, le agradecí fríamente a Mateo el haberse tomado la molestia de cocinar y subí de nuevo a mi cuarto y encendí el aire acodicionado. Me acosté en mi cama y recordé que tenía que alistar las cosas del colegio. Una vez terminé de alistar las cosas llegó Mateo, pude ver que estaba molesto. Esta vez tenía toda la razón para estarlo. Pero preferí no alborotar el avispero. No pronuncié palabra. Él fué el que rompió el silencio.

--¿Vamos a dormir en la misma cama?--soltó sin anestesia con un tono seco.

--¡Mierda!--pensé--claro que no--contesté serenamente con un tono un tanto chocante levantándome de mi cama. Me agaché y debajo de ésta saqué un colchón inflable de color azul oscuro y lo acomodé al lado derecho de mi cama. Conecté el inflador a la corriente, lo encendí, y esperé a que se inflara el colchón. Cuando hubo terminado lo desconecté, le puse una almohada y me acosté en mi cama. Mateo miraba detenidamente e inmóvil.

--¿Qué haces ahí? Ya está lista tu cama--le pregunté un tanto extrañado. Mateo se acostó en el inflable sin dirigirme palabra alguna. Yo volví a levantarme para cerciorarme de que había puesto la alarma de la casa.

Bajé de nuevo a la cocina a servirme un vaso de agua. Extrañamente me di cuenta de que por alguna extraña y bizarra razón, quería sentir a Mateo cerca, el pendejo ya no me desagradaba en lo absoluto. Y debo admitirlo, empezaba a disfrutar su compañía. Por otro lado me sentía un traidor, pues Ángel y yo ya éramos novios y no era justo que yo quisiera estar con alguien más aparte de él. Además de que Mateo aún agradándome no tenía el poder de Angelito sobre mí. Tenía que andar con cautela ahora que iba a compartir tanto tiempo con Mateo. Un paso en falso y podía ir sabiéndome derrotado y caído en su juego.

Volví a la habitación luego de estar como una hora sentado en la mesa del comedor pensando en todo lo que me había pasado en tan pocos días. Mateo estaba profundamente dormido, tenía una curiosa posición; estaba boca abajo pero con la cabeza ladeada dando hacia mi cama, con su brazo derecho extendido a lo largo de su cuerpo, su izquierdo sobre su cabeza y su mano quedaba suspendida en el aire. Se veía hasta tierno el pringao. Su respiración era acompasada y serena. Me acosté en mi cama y me dispuse a dormir. De alguna forma resarciría el desplante que le había hecho a Mateo. No es que me gustara de a mucho la idea, pero empezaba a comprender que no era bueno estar siempre de amargado y gruñón, despreciando las acciones de la gente, y de eso era culpable mi Angelito. Sí, ese niño con carita encantadora, de mirada hechizante, poseedora de un curioso resplandor. Él era el culpable de este brusco cambio que estaba teniendo.

El despertador sonó a las 05:00 en punto(Si hombre, de la mañana, que yo uso el horario de 24 horas). Me levanté, e inmediatamente me metí en el baño. Esta vez si me fijé en cerrar la puerta con seguro para evitar que Mateo me fuera a restregar su erección mañanera. Pues, yo también la tenía, como cualquier chico normal de 15 años, pero inmediatamente se iba cuando entraba en el baño. Al terminar de bañarme y abrir la puerta me encontré con una visión que más de uno y una quisiera haberse encontrado. Mateo estaba sólo cubierto por un bóxer negro que le quedaba muy ceñido a su figura, resaltando el tremendo paquete que se cargaba, con un torso lampiño, sus abdominales si bien no estaban cien por ciento definidos, estaban muy bien. Sus pectorales eran sin rodeos, espectaculares, ya que tenía tetillas Proporcionadas para el tamaño de éstos. Simplemente intenté no demostrarme muy exaltado.

--Ya puedes usar el baño--le dije de una manera seca.

--¿No me vas a dar los buenos días?--inquirió él contrariado.

No le contesté, seguí y él entró al baño. Cuando me terminé de vestir, bajé a la cocina a ver qué había para hacerme de desayuno. Al final decanté por pancakes les unté mantequilla y mermelada de fresa, con jamón y queso mozarella. Calenté ocho, cuatro para mí y cuatro para Mateo, e hice chocolate frío. Me senté a desayunar, al poco tiempo apareció Mateo y al ver lo que había en el plato puso una expresión extraña.

--¿Qué es eso?--preguntó.

--Son pancakes--contesté.

--Ahhh, es que nunca los he comido--apuntó

--Pues ahí los tienes, y date prisa que se nos hace tarde, la entrada es a las 06:15 y son las 05:40--dije sereno. Mateó se sentó y comió. Al parecer le gustaron mucho, pero no pronunció palabra. Perfecto, así iba a ser más fácil no relacionarme para nada con él.

Salimos de la casa a las 06:00, afortunadamente el cole quedaba a unas 4 cuadras de mi casa, la mañana era extrañamente fresca. Entramos y todos de alguna manera miraban mucho hacia donde estábamos Mateo y yo, obviamente no me miraban a mí, sino al nuevo. Sobretodo las muchachas, algunas se relamían los labios y le lanzaban miraditas intencionadas. ¡Malditas perras! ¡Todas unas buitres, jajaja!

Llegamos a coordinación académica, allí dejé a Mateo con la coordinadora, una mujer de unos 30 años, morena algo agraciada, ojos café oscuro, cabello negro, de estatura media. Ni saludé ni dije nada simplemente dejé a Mateo y me dirigí a mi salón.

Salvo por esa parada en la oficina aquella, mi rutina era la misma; llegaba al salón, no saludaba a nadie y me sentaba en mi puesto que quedaba en lo último de atrás apartado de todos,  a esperar a iniciar las clases. Sí, comportamiento antisocial en todo el sentido de la palabra. Llegó el profesor con la coordinadora y Mateo. Obviamente empezaron a murmurar todos, y más las 5 o 6 muchachas que había en el salón. El profesor mandó a hacer silencio y presentó a Mateo y todas esas banalidades. Pero para colmo de males viene y dice el tipo: "Como ya conoces a David, siéntate en la silla que hay a su derecha, él será quien te ayude a ambientarte"  De nuevo los dioses follándome sin piedad, lo último que quería era que alguien y sobretodo él, invadiera mi espacio personal con su molesta presencia. Afortunadamente las nuevas admiradoras de Mateo expresaron su descontento, y la más zorra de todas, Victoria, tomó la palabra.

--Profe, no estoy de acuerdo--dijo ella con su molesto acento de niñita fastidiosa--Me parece que debería integrarse con el grupo y no irse para atrás como el amargado ese.

Ella y sus comentarios despectivos, nunca le caí bien porque una vez en séptimo pusieron un trabajo de inglés y como yo era el mejor en esa materia, quiso que yo le hiciera el trabajo. Como me negué y le hice pasar su mal rato, me odia desde entonces. No me importó en lo absoluto su comentario, nunca le prestaba atención. Mateo por su parte, endureció un poco su expresión hacia ella y simplemente llegó al puesto que le había dicho primero el profesor, es decir a mi lado y se sentó, a la mirada atónita de Victoria. Los murmullos no se hicieron esperar.

Las dos primeras clases eran de historia, pasaron algo lentas pero bueno, ya era hora del primer receso. Salí a la cafetería y ví que Mateo venía tras de mí, pero Victoria le atajó el paso. Era una tipa muy hambrienta, y el asunto es que demostraba mucho el hambre. El caso es que más o menos alcancé a escuchar su conversación.

--Oye--le dijo ella al interceptarlo, devorándolo con la mirada y sonriendole descaradamente--me llamo Victoria, De qué conoces a ese?--le preguntó refiriéndose a mí.

--En primera él tiene nombre, se llama David, en segunda lo conozco desde hace tiempo porque nuestras fincas son vecinas y soy su amigo--Contestó Mateo sin ocultar su molestia. Victoria al parecer no entendía que le había caído mal a Mateo.

--Ya veo--continuó ella--Es que voy a hacer una fiesta el sábado que no van a estar mis papás y quería invitarte--diciendo esto le pasó una hoja de papel doblada en forma de cuadrado. Mateo la recibió más por compromiso que por gusto. La zurrona esa catadora de vergas se fue y Mateo se aproximó a donde estaba yo y se sentó a mi lado izquierdo, en el lugar donde siempre me sentaba en los recesos. Y justo en ese momento apareció Angelito. Llegó sonriente, y se sentó a mi lado derecho. Me saludó muy efusivo. No podía evitar sentirme feliz con él, tenía ese no se qué que me alegraba el día sólo con verlo. Le sonreí y Mateo se puso de pie y se fue sin decir absolutamente nada.

--¿Y qué tal te va con Mateo en la casa?--preguntó Angelito con un tono lleno de inocencia e interés. Esa vocecita... ¡Santísimo orgasmo!

--Pues si te soy sincero, me siento mal con él--contesté un poco apagado. Angelito puso una cara como de "¿Cómo así?" Entonces proseguí--Ayer que llegamos del aeropuerto, volvió a preguntarme sobre por qué estaba contigo, que qué te había visto, y pues yo le contesté que todo de tí me gustaba. Y se enojó mucho, y lloró en mi hombro y todo. Me dió lástima y lo abracé, pero le dije que no se acostumbrara. Luego por la noche me hizo la cena, una pasta muy buena, tengo que admitirlo, y pues él esperaba que yo le dijera algo y sólo lo traté muy mal. Últimamente me está costando ser indiferente con él.

Angelito escuchaba atento mi historia y podía notar que estaba celoso a medida que le contaba lo de sentirme mal por como trataba a Mateo.

--¿No será que te está empezando a gustar?--preguntó molesto.

--No--contesté--esto es culpa tuya--le dije con tono burlón y le saqué la lengua. Ángel abrió los ojos.

--¿Mía? ¿Y yo que tengo que ver?--inquirió bastante sorprendido.

--Tienes todo que ver, amado mío--respondí ya poniéndome más serio--ya que por tu culpa me he vuelto más sensible. Pero no te sientas mal, no me desagrada ser así.

--Y lo que luché por ablandarte Dei jejeje--apuntó Angelito divertido. También reí. Pero la pregunta que me había hecho, empezaba a retumbar en mi cabeza.

El receso terminó. Y el resto del día fue aburrido. En el segundo receso, Angelito no pudo salir, porque en su salón habían peleado unos niños y los castigaron a todos. Así que ahora fue el turno de Mateo de pasar el receso conmigo.

--Oye Deivid, no me gusta que estemos peleados. Si no te gustaron las pastas, pues no me voy a enojar. Igual la cocina no es uno de mis fuertes--Mateo y su tono conciliador. Empezaba a gustarme escucharlo hablar así. La pregunta de Ángel de nuevo rondaba mi cabeza.

--Pues quizá no lo dije, pero si me gustaron y tienes buena mano para la cocina--apunté yo con un tono serio aunque para nada hostil--lo que si quiero que quedemos claros Mateo, es que yo no quiero tener nada que ver contigo, no quiero que seamos amigos, ni que seamos compañeros de estudio ni mucho menos que andes queriendo que tú y yo seamos novios. Quizá vivamos juntos, pero eso no implica directamente que debamos estar revueltos.

A Mateo no le agradaron mis palabras ni poquito. Pero no dijo nada. Aunque en su mirada podía adivinar que algo tramaba.

Al finalizar las clases, salí directamente a mi casa. No esperé a Ángel y menos a Mateo, quería estar solo. Llegué y Joel ya estaba, al verme me sonrió, yo sólo le batí la mano y subí a mi cuarto. Prendí el aire acondicionado, me quité el uniforme y me metí al baño. Me dí un duchazo para bajar el calor. Luego de salir me coloqué una camiseta blanca, una pantaloneta azul y me eché a dormir. Estaba cansado y también necesitaba tranquilizarme.

No sé cuanto tiempo habría dormido cuando sentí que me abrazaban por detrás, sentía una respiración a mis espaldas. Un tacto agradable, me acariciaba sutilmente. Me sentía muy bien. En un principio me gustaba la sensación, pero después supuse que el único capaz de hacer tal cosa podía ser Mateo, así que muy lento me volví hacia atrás y en efecto era él, pero estaba dormido y sólo tenía una pantaloneta negra con su torso expuesto y su pelo estaba húmedo. Al parecer se había bañado no hacía mucho. Tengo que admitir que esa imagen y tenerlo tan cerca, de una u otra forma me gustó. Volví a quedarme dormido pero ahora estábamos frente a frente.

Sentí algo húmedo sobre mis labios y no me desagradó el ser consciente de quien perpetraba tal contacto. Aún así no abrí mi boca, ni tampoco me moví. Quería ver qué iba a hacer Mateo creyéndome dormido.

--¿Por qué no te dejas querer?--susurraba Mateo mientras con su mano derecha acariciaba mi mejilla--Sigo sin entender por qué eres el único que en realidad me importa. Yo te quiero tanto y tú no más me desprecias. Aunque debo reconocer que desde que te conozco, jamás te había visto ser menos frío conmigo. No sé si sea porque Ángel te hizo cambiar o qué, pero me gusta tu nueva forma de ser. El niño no me cae mal, pero el hecho de que me esté robando tu amor, lo hace mi enemigo. No voy a descansar hasta que seas mío. Yo te haré feliz Deivid. No necesitas a ese monito*.

Mateo acercó su cara a la mía sin retirar su mano de mi mejilla y juntó nuestras frentes, volvió a besar mis labios. Por algún motivo ya estaba empezando a sentir que debía frenar a Mateo, pero otra parte de mí no quería perderse la oportunidad de corresponderle y experimentar con él. Me estaba sintiendo muy a gusto, tengo que admitirlo.

Así estuvo él dándome besitos cerrados en mi boca, respirando agitadamente y yo haciéndome el dormido jejeje. Se notaba que le gustaba mucho el estar así. Me empezaba a dar cuenta que Mateo podía ser encantador si se lo proponía. Mi conciencia actuó recordándome a Ángel y en cómo estaba cayendo en el juego de Mateo, así que abrí mis ojos y me encontré con su mirada asustada. Se apartó un poco. Yo lo miré inexpresivo, no le dije absolutamente nada. Me levanté de la cama, sentía su mirada sobre mí y abandoné el cuarto.

Bajé y me encontré con Joel, estaba en la cocina acomodando lo que había comprado.

--¿Se le ofrece algo joven?--me preguntó sonriente. Yo solía ser algo despectivo pero esta vez quería hacer bien las cosas. Joel estaba listo para que su pregunta quedara sin respuesta.

--Si, necesito un consejo--contesté algo serio, Joel se sorprendió de que le hubiera respondido--Si tienes a alguien a quien quieres mucho, y aparece otra persona que en principio te caía mal y ahora empieza a agradarte, ¿Qué harías?

--Joven, me sorprende su pregunta--contestó--Pero creo que si tiene una situación de dilema entre dos personas importantes para usted, lo mejor sería ver con cuál de ellas tiene más afinidad.

¿Qué tipo de respuesta era esa? si me lo ponía así, entonces el asunto era muy sencillo, Angelito era la respuesta. ¿O no?

--Antes de que se me olvide, vino un niño a preguntar por usted--apuntó Joel.

--¿Por mí? ¿Quién?--inquirí.

--Dijo que se llamaba Ángel--contestó--que usted y él son muy amigos. Yo le dije que usted estaba dormido. Me dió este papel--Joel me extendió la mano con el dichoso papel, estaba doblado. Lo abrí y había un número de móvil y una dirección de e-mail. Sonreí, ahora podría estar más en contacto con él.

Al día siguiente me levanté más temprano, y dicho sea de paso, de mal genio. De cierto modo me volvía a sentir yo mismo, lo cual era bueno puesto que se me hacía más fácil soportar a Mateo y su naciente melosería. Tanto así que al saludarme ni lo determiné, bajé a la cocina y ya estaba Joel con mi desayuno listo, lo saludé secamente, comí, me cepillé los dientes y salí hacia el colegio. Mateo se quedó puesto que no lo esperé. Llegué al salón como de costumbre. La gente fue llegando y entre ellos Mateo, venía con una cara molesta.

--¿Por qué no me esperaste?--preguntó un tanto alterado pero en voz baja. No contesté, e hice como si no hubiera escuchado nada. Hoy iba a volver a ser quien yo solía ser, y nada me iba a impedir volver a ser yo, nisiquiera Ángel y todo su encanto. Mateo se contuvo de seguirme interrogando. Se sentó en su silla, y guardó silencio.

Durante las clases para nada le dirigí palabra o mirada alguna a Mateo, nisiquiera participé de las clases. Estaba tan absorto en recuperar mi barrera personal que ni me di cuenta cuando tocaron la campana para el primer receso.

Al salir, Mateo quiso hablarme, pero una mirada mía fue suficiente para entender que no quería tener nada de conversaciones con él. Mateo optó por irse a otro sitio, quizás a integrarse con los demás. Yo por mi parte me senté en el lugar de siempre. Pero lo que ví acabó por dañarme el día; diagonal a mí, ví a Ángel muy alegre y sonriente con un chico más o menos de mi edad, alto, guapo, de cabello negro corto, piel blanca, de complexión atlética, ojos grises, nariz fileña, labios finos y rosados. Entonces fue que lo entendí. Supe en ese momento que me había mentido, de la manera más cruel y déspota. Entendí que había sido un error el haberme dejado seducir por él y suavizar mi carácter. Ahí estaba, coqueteándole a ese chico que estaba a su lado, sonriéndole con todo su encanto, captando su atención en cada parpadeo y llevándolo inevitablemente a su juego. En ese preciso momento lo entendí todo; me había utilizado, había jugado conmigo. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? ¿Cómo pude ser tan estúpido al creer que alguien como él, realmente se iba a fijar en alguien como yo? Me llené tanto de ira al ver esa escena que estaba dispuesto a ir allí y dañarles el momento. Pero me contuve. Preferí volver a las sombras de donde nunca debí haber salido.

Volví al salón a recoger mis cosas, le envié un mensaje de texto a Joel diciéndole que  me recogiera, que no me sentía bien. Al cabo de 5 minutos, ya estaba en el carro. Mi ira estaba apunto de explotar. Al llegar a casa subí corriendo a mi cuarto, me encerré y respiré hondo. Prendí el equipo de sonido y puse a sonar el aria Vesti la giubba, de la obra I pagliacci. La letra era justo lo que necesitaba para desahogarme.

Ridi pagliaccio, sul tuo amore infranto. Ridi del duol, che t'avvelena il cor! (Ríe payaso, con tu amor destrozado. Ríe del dolor, que te envenena el corazón!)

Y lloré cual niño pequeño. Lloré desgarradamente al saberme un estúpido iluso de mierda. Pero nunca más iba a volver a llorar por algo así. Nunca más.

Los siguientes días no volví a salir del salón para los recesos. Mateo al parecer se acoplaba bien al grupo ya que pasaba más tiempo con ellos. Bien por él, así no tenía por qué molestarme. Ya casi en las tardes no pasaba en casa, lo invitaban a cine, a jugar fútbol o a simplemente pasar la tarde. Se estaba ambientando bastante bien. Mientras tanto yo seguía cada vez más sombrío y apagado. Afortunadamente ya era viernes. Podría descansar de todo. Aunque como siempre, los dioses se esmeraban en seguirme petando el culo y hacerme la vida imposible.

--Joven David--Me llamó Joel que estaba del otro lado de la puerta de mi cuarto--el joven Ángel está esperándolo en el recibidor.

¡La puta que lo parió! ¿Qué hacía él en mi casa? A quien menos quería ver en ese momento era a él, y preciso va y se presenta. Bueno, tendría que hacerle frente de una vez por todas.

Bajé al recibidor, y ahí estaba él, me sonrió como siempre, pero era tanta mi rabia que al verlo sólo pude recordar esa escenita. Me hervía la sangre. Me sentía apunto de explotar.

--Hola Dei--dijo él sonriendo de nuevo, pero al ver mi cara cambió su expresión por una de preocupación.--¿Qué tienes Dei? ¿Estás enfermo? No te ves bien.

--Estoy perfectamente--contesté secamente sin mostrar ninguna emoción.

--¿No te alegras de verme?--inquirió.

--No tengo por qué estar sonriendo como un estúpido a toda hora--respondí inexpresivo, conteniéndome al máximo por no explotar.

--No me engañas Dei, a tí te pasa algo--dijo algo preocupado.

--Pasa que tenemos que terminar--lancé yo mi dardo sin anestesia. Ángel quedó casi que en shock.

--¿¡Qué!?--exclamó abriendo los ojos como platos.

--Sí, así tal cual--afirmé yo conservando mi tono frío--el asunto es que ya no me gustas y no quiero seguir con esto.

--Pero...--balbuceó.

--Pero nada--interrumpí--No quiero seguir esta farsa.

--No digas eso Dei--Ángel empezaba a quebrar su voz, amenazaba con volverse llanto.

--Te estoy diciendo la verdad, y ahora vete que no quiero verte más--Mi voz seguía igual de serena, pero por dentro estaba hirviendo de ira. No sé ni cómo me contuve para no cantarle sus cuatro verdades. Lo mejor sería no decirle nada de que lo había visto. No, ese minúsculo detalle me lo guardaría para mí.

Ángel se acercó con su carita de cachorro y estiró su mano derecha para acariciar mi cara. Sentí unas ganas locas e intensas de golpearlo y reclamarle, pero también de besarlo, de acariciarlo, tocarlo, frotarlo, follarlo y liberar toda mi ira contenida. Pero me contuve. ¡Por los putos dioses que me contuve!

--Sólo vete--le dije fríamente mientras apartaba bruscamente mi cara de su contacto.

--Es por Mateo, ¿Verdad?--preguntó molesto.

--Yo mantengo mi palabra de no cambiarte por él--contesté.

--¿Entonces?--inquirió.

--Sólo déjame, quiero estar solo--sentencié ya perdiendo un poco la paciencia.

-- Como quieras, me voy. Pero algún día me dirás por qué estás así--dijo finalmente y se fue.

--Pero si la razón ya la sabes--pensé y regresé a mi cuarto.

Al poco tiempo llegó Mateo a perturbar la calma que reinaba.

--Deivid acabo de ver salir a Ángel y estaba como triste y enojado, ¿Pelearon?--preguntó con sumo interés.

--¿Te importa?--Le dije con tono despectivo.

--Tú has estado raro últimamente--apuntó él.

--¿Raro?--Inquirí--Si nunca he estado más normal. Raro estoy desde que conocí a Ángel, pero al menos ya estoy volviendo a mi normalidad--apunté

--¿Acaso terminaron?--preguntó más interesado, mirándome fijamente.

--Pues si tanto te interesa, sí--contesté--pero no te hagas ilusiones. No quiero nada con nadie y mucho menos contigo. Acostúmbrate que vuelvo a ser el mismo de antes.

--¡Qué flojera Deivid!--exclamó--¿vas a ser el amargado de antes?

--Así es--respondí--El amargado y sombrío de antes.

*Monito: diminutivo de mono. En Colombia y en otras regiones de américa, hace referencia a una persona de cabellos claros.