miprimita.com

David y Ángel: Capítulo 8, Competencia.

en Gays

Capítulo 8: Competencia.

Apenas cerré la puerta, respiré hondo. Mateo se había propuesto conquistarme a como diera lugar, y eso me preocupaba. Necesitaba hablar con Angelito, y contarle lo que me estaba pasando. Necesitaba decirle que Mateo no se iba a interesar en él, sino que, por el contrario, era yo su objetivo. Pero no tenía a dónde llamarlo, ni su dirección de messenger, ni facebook, ni nada. Tocaría esperar al lunes a llegar a mi casa para buscarlo por internet. Seguramente un chico tan fuera de lo común, debía tener mínimo un e-mail.

Me dirigí al cuarto de mi primo, no quería volver a ver al imbécil de Mateo al menos en lo que restaba del día. Toqué la puerta, puesto que estaba cerrada.

--Pasa primo--escuché la voz de mi primo decir del otro lado de la puerta. Entré.

--Me imagino que colocaste la cámara que me habías dicho que tenías pensado colocar--apunté mientras me acomodaba en una silla que había al lado de su cama.

--¡Y eso no es todo!--exclamó pasándome su laptop. Enseguida ví que habían varias cámaras haciendo vigilancia en varias partes de la casa. Incluido el cuarto que tendría que compartir con Mateo.

Me sorprendí al ver la imagen del niño, sentado en la cama, mirando a ninguna parte, pero con una expresión profunda.

--Eres un cerdo--le dije a mi primo con un tono entre molesto y burlón devolviéndole el aparato.

--¡No me digas!--refutó burlonamente--yo más bien diría que me preocupa la seguridad de mi casa.

--Como sea. Igual vine para ver si me dejas dormir aquí. No quiero estar cerca de ese--dije con algo de desprecio enfatizándolo al referirme a Mateo.

--Me parece buena idea--dijo mi primo--así podremos espiarlo jajajajaja--rio burlonamente fingiendo malicia.

--No me interesa espiar a nadie, y menos a alguien que no merece mi atención--refuté.

--Pues al parecer haces lo contrario, ya que  con eso de estar pendiente de evitarlo, le estás dando demasiada atención--apuntó él muy concluyente. Guardé silencio por unos segundos.

--Tienes razón--dije por fin luego del silencio incómodo--Voy a pasar de él, pero estando a su lado. Así le debe doler más.

Mi primo estaba algo confundido. Le sonreí y salí del lugar.

Llegué de nuevo al cuarto que debía compartir con Mateo. Entré y de reojo pude ver que su cara se iluminaba, esbozando una sonrisa. Tenía su vista fija en mí. Era lindo el maldito miserable. Mentiroso fuera si dijera que no. Pero era más fuerte mi desprecio, que la atracción que hubiera podido ejercer él en mí. Me acosté en mi cama resuelto a dormir. Pero él tenía otros planes.

Habrían pasado alrededor de unas 2 o 3 horas, ya todos dormían. O eso pensé en un principio. No ví venir lo que pasaría a continuación; Mateo se acostó detrás de mí abrazándome, yo le daba la espalda. Apoyó su cabeza en mi hombro. Podía sentir su respiración agitada, entre nerviosa y ansiosa. Yo seguía sereno. Había aprendido a no sorprenderme tan fácilmente.

--Déjame estar así contigo--me susurró Mateo muy provocativamente al oído. El contacto no me desagradaba para nada, pero mejor que guardáramos las distancias.

--¿Qué crees que haces en mi cama, abrazándome? No te he dado permiso--dije de la manera más déspota que pude. Mateo inmediatamente rompió el contacto, pero no se fue de la cama. Ni siquiera me giré para mirarlo.

--¿Por qué eres tan malo conmigo? Yo sólo quiero estar cerca de tí--respondió con tono triste--además tengo frío y las cobijas no me calientan.

--¿Qué parte de no me agradas, no entiendes?--pregunté un poco molesto--además, ¿Quién te crees que eres como para venir y pensar que porque te dio la gana de venir y abrazarme yo voy a estar saltando de la dicha? ¡No seas iluso, y déjame dormir que a diferencia tuya, tengo cosas que hacer!

--¿Por qué en vez de decir que no te agrado, mejor te das a la tarea de conocerme?--Inquirió Mateo con un tono algo molesto.

--No me interesa--contesté secamente.

--Sabes, entre más te hablo y más me intentas hacer sentir mal, más me doy cuenta de que me gustas. Y te voy a domar, quieras o no--dijo Mateo como retándome y se quedó ahí en mi cama. Me encantaban los retos, y si él quería lograr algo conmigo, iba a llorar lágrimas de sangre.

--Veamos si lo logras, dije volviendo mi vista a la suya, de una manera desafiante. Al parecer se asustó un poco, porque su respiración se agitó, pero atinó a sonreírme complacido por mis palabras. Yo seguía serio. Hubo un silencio incómodo por unos segundos.

--Primero haré algo que debí hacer hace rato--dijo Mateo acercando sus labios a los míos. No aparté mi cara, quería ver hasta dónde podía llegar.

Al hacer contacto, Mateo cerró los ojos. Extrañamente no sentí repulsión, su tacto era cálido, su exhalación era afanada, pero se notaba que lo disfrutaba. Yo en cambio, no sentía nada cercano al placer, aunque tampoco me desagradaba. Y eso tenía razón de ser; aunque tuviera una boca muy sensual, oliera tan bien y fuera físicamente atractivo, le hacía falta algo. Le hacía falta ser otra persona. Le hacía falta ser Ángel.

Mateo abrió los ojos mirándome directamente, y al ver mi mirada falta de vida e inexpresiva, separó sus labios de los míos. No dijo nada, simplemente esperó para ver mi reacción. Pero yo seguía igual. No soportó más y rompió el silencio.

--¿Y, te gustó?--preguntó muy interesado con algo de expectativa y temor en su voz, mirándome muy fijamente. No contesté, quería ver qué tanto iba a soportar el juego.

--Supongo que no...--dijo finalmente con algo de resignación bajando su mirada.

Muy a mi pesar, sentí algo de lástima por él. ¿Qué me pasaba? ¿Primero con Ángel y ahora con él? No, definitivamente no podía dar mi brazo a torcer.

--Vete a tu cama y déjame dormir--pronuncié al fin. Mateo se levantó decepcionado y se pasó a su cama. No dijo nada. Yo volvía a mi posición original, pero no lograba conciliar el sueño. Tenía muchas cosas en la cabeza; primero estaba el hecho de que en menos de una semana había conocido y me había enamorado de un niñito muy hermoso, pícaro y tierno, segundo, descubro que alguien que siempre creí un egocéntrico patán, resulta tener sentimientos y estar enamorado de mí  y para acabar de rematar, estaba en la carrera por conquistarme. No sabía si considerarme o muy afortunado por estar entre dos bellezas como Ángel y Mateo, o muy desafortunado por tener que encontrarme acosado por alguien que no me agradaba, mientras tenía a Ángel muy lejos. Decidí no amargarme más. Cada día venía con su prisa.

Me levanté muy temprano y bajé a la cocina, mi primo ya estaba allí cosa que me sorprendió. Me senté en la mesa.

--Buenos días Plutón, ¿Qué tal la noche con Mateo?--preguntó burlón.

--Como si no lo supieras--contesté--tus cámaras te debieron informar con lujo de detalle.

--Si, algo así--apuntó él--pero me aburrí de ver al pobre Mateo sufrir por tu culpa, sobre todo cuando te besó y no le correspondiste jajaja, vaya que eres todo un señor hielo.

--¿Eso crees?--inquirí--¿Crees que soy un pedazo de hielo que no siente?

--Pues no tanto como un pedazo de hielo primito--contestó--pero eres demasiado distante con las personas, sólo eres normal con Carlos, conmigo y ahora con Ángel. Y eso no debería ser así. Alguien de tu edad debería tener más amistades, los seres humanos somos animales sociales, no se te olvide. Necesitamos interactuar con otros de nuestra especie.

--Eso pasa cuando otros quieren interactuar contigo--refuté algo molesto--no cuando te ven raro o con algo de recelo.

--Porque tú sólo muestras tu parte dura, todos ven en tí únicamente esa barrera que tienes. No ven tu verdadero ser--dijo mi primo acercándose y tomando mi cara con sus manos y mirándome fijamente--Si tú les mostraras lo que hay dentro de esa barrera, te querrían todos. Eres especial primito, y tienes cierto magnetismo en las personas. Deberías aprender a usarlo.

--¿Especial yo?--pregunté--¿En qué?

--Eso sólo lo sabes tú--contestó abrazándome con sus fuertes brazos, besando mi frente y acariciándome el pelo con sus manos. Apoyé mi cabeza en su pecho, sintiendo su olor a hombre. Me sentía muy bien así.

Nos dispusimos a desayunar y apareció Mateo, venía con una pijama blanca, larga pero ceñida a sus piernas, las cuales se veían fuertes, un culito más que respetable, redondo y firme, hacía gracia de sus atributos. Acompañados por un bulto considerable, si se tiene en cuenta que estaba en reposo. Tenía una camiseta negra también ceñida, que dejaba adivinar un abdomen plano, quizás marcado y muy apetitoso pues sus pectorales estaban más que definidos. Era todo un caramelo. Aún así no me hacía inquietar como Ángel. Aunque ya no me desagradaba tanto su presencia como al comienzo.

--Buenos días--saludó Mateo.

--Hola--contestó mi primo--siéntate, mis papás ya salieron, yo los voy a llevar al aeropuerto.

--Bueno--dijo Mateo y se sentó a mi lado, estaba aún algo somnoliento. Ahora que lo veía mejor, Mateo no era tan malo, y tenía una linda sonrisa, porque al verme la sacó a relucir. Yo no podía expresar absolutamente ninguna emoción hacia él. Mi cara seguía tan inexpresiva como los platos en la mesa.

Mi primo nos sirvió cereal (Con lo que lo detesto) y comimos cada quien concentrado en su plato. Yo terminé primero así que subí inmediatamente para bañarme y tener todo listo para el regreso al maldito pueblo donde vivía.

Entré al baño aún con bóxers y camiseta. Había olvidado cerrar la puerta, y yo le estaba dando la espalda. Cuando quise darme cuenta, Mateo me abrazaba por detrás rodeando mi cintura y apoyando su frente en mi cabeza, pegando su cuerpo al mío, metiendo sus manos bajo mi camiseta, acariciándome y pegándose mucho a mi espalda. Por un momento sentir su calor y tacto, me provocó una efímera excitación que se terminó más pronto de lo que había empezado. Besó mi cuello.

--Deivid, quiero estar siempre así contigo--susurraba con voz sensual, y exhalaba cerca de mi nuca.

--Nadie te dio permiso de entrar--dije de lo más sereno, sabía que mi indiferencia lo irritaba. Yo gozaba atormentándolo. Aún así no se despegaba de mí.

--Estás a mi merced--volvió a susurrar a mi oído. Posteriormente empezo a besar mi cuello.

El toqueteo de Mateo lentamente, empezó a surtir efecto en mí. Mi polla se estaba poniendo morcillona y estaba empezando a disfrutar su tacto. Ciertamente el maldito sabía dónde  y cómo tocar.

--¿Te gusta?--me preguntó. Obviamente yo no se la iba a poner nada fácil.

--Me excita más una maratón de digimon que tú--contesté con indiferencia, me costó un poco poner el tono natural jajaja, pero logré en Mateo la reacción deseada. Se enojó de manera tal que me volteó y quedamos frente a frente.

--¿Ah sí?--dijo molesto--pues veamos qué tan cierto es.

Llevó sus manos a mis bóxers, acariciándome el miembro por encima de la tela.

La actitud de Mateo había cambiado, ahora parecía un ser hambriento y desesperado. Metió su mano derecha dentro de mis undies y agarró mi mástil. Sentí un corrientazo al hacer contacto. Se me empezó a parar.

--¿Y ahora qué dices?--volvió a interrogar con tono de suficiencia, casi como cantando victoria. Y como si fuera poco, bajó su cabeza a la altura de mi cipote sin soltarlo. Con su otra mano me bajó los bóxers hasta las rodillas. Yo simplemente lo miraba. Sentía placer, no lo voy a negar, pero no lo iba a dejar que me viera rendido.

--El cura del colegio lo hace mejor--dije con un poco más de esfuerzo para sonar petulante y totalmente desinteresado. Mateo abandonó su labor de tocarme y sin avisar se engulló mi polla. Estaba decidido a darme placer. Peor para él, porque no había manera de hacerme sucumbir.

Mateo seguía ensimismado en mi verga, que si bien no estaba del todo erecta, ya tenía un grosor y tamaño considerable. No es por presumir, pero mi mente ha sido fuerte y si me lo propongo, puedo retener la excitación. Y en ese momento me estaba dando garra, o sea, me estaba costando mucho, porque la mamada que me estaba proporcionando ese tontoculo era digna de una porno.

Mateo resoplaba de placer, con su mano derecha tenía el tronco semi-duro de mi polla, mientras con su boca engullía mi glande y paseaba su lengua alrededor de él, de una manera muy hábil he de admitir. Su mano izquierda estaba en su polla, tocándose por encima de la ropa. Mi autocontrol estaba empezando a agotarse, tenía que cortar. El miserable estaba tan ensañado y le ponía tanta dedicación que merecía dejarlo ganar este round. Pero mi orgullo me pudo más (afortunadamente) y liberé mi polla de su boca.

--Suficiente--dije con un tono más bien autoritario. Mateo se levantó insatisfecho y contrariado, mirándome con una cara de sorpresa, más bien de desilusión.

--¿Por qué no dejas que pase?--preguntó con un tono que nunca le había escuchado; era entre provocador e inquisidor, y cambió su expresión, mirándome seductoramente, se mordía el labio inferior. Lo miré con cara de pocos amigos. Entendió el mensaje pues dejó el baño. Cerré la puerta con seguro y me terminé de quitar los bóxers.

No me demoré mucho en el baño, salí y me vestí; me coloqué una polo blanca que curiosamente me hacía ver más delgado junto con unos jeans negros algo ajustados, que resaltaban mis pompas y mi paquete. Por primera vez me vi con algo de morbo al espejo. Ahora que me examinaba con más detalle, me daba cuenta que quizás si hacía algo de ejercicio y bajaba de peso, tendría oportunidad de ser bonito jajajajaja La verdad el ser acosado por semejante espécimen y tener a uno mejor como cuasi novio, empezaba a afectarme la cabeza.

Novio. La palabra retumbaba en mis pensamientos, aflorando recuerdos de los hechos de hace sólo 2 días; Ángel y yo en los caballos lejos de la finca, él sincerándose conmigo y yo tratando de no caer en lo inevitable. Recordé su voz entre alterada y nerviosa pero tan tierna cuando dijo esas palabras...

¡Yo estoy sintiendo algo que nunca había sentido, que me hace tener la necesidad de estar contigo! Yo... yo quiero... yo quiero que... seas mi...

--Novio--Susurré volviendo al presente, sonriendo estúpidamente al recordar cómo se sonrojaba cuando le dije esa palabra a manera de pregunta. Pero nunca quedamos ni de amigos ni de novios. Al menos hasta el momento.

Luego recordé aquella cueva, y nosotros empapados por la tormenta que nos había alcanzado, estábamos casi sin ropa y con el ardiente fulgor del deseo inundando el ambiente. Entendí entonces que era completamente diferente cuando Ángel me perseguía, pues, de cierta forma me agradaba que lo hiciera porque desde esa tarde en el parque no pude, por más que lo intenté, sacarlo de mis pensamientos. Caso contrario con Mateo, que aunque tenía un no sé qué que llamaba la atención, no funcionaba conmigo. Ni siquiera al escuchar su confesión, ni al ver lo distinto que se había vuelto.

Nos montamos en el carro, yo iba de copiloto y Mateo iba atrás, vestido con una camiseta negra, unos jeans azules con desgaste y unos tennis negros, mi primo iba con una polo roja, jeans normales y tennis blancos con rojo. El viaje fue muy silencioso sólo la música del equipo del carro, sonando un son cubano llamado "Alegre petición" No lo había escuchado antes, pero por algún motivo llamó poderosamente mi atención. Algo en esa música me recordaba y aún me recuerda a Ángel, no sé si era la letra, o la melodía pero nunca olvidaré esa parte de la canción: "Mírame, quiéreme, bésame, que me muero..."  Extrañamente así en ese orden había sucedido lo nuestro, primero nos vimos, luego nos quisimos, nos besamos. Faltaba morirnos. La primera vez que tenía razón para estar feliz por volver a donde vivía, porque de resto no tenía motivos para estarlo.

Al llegar al aeropuerto y hacer check  in, Mateo, mi primo y yo nos fuimos a la sala de espera. Cuando de la nada, un sonido melodioso llegó a mis oídos.

--Hola Dei--Era la voz, su voz. La reconocería de entre millones. Me giré para encontrarme con su sonriente y resplandeciente mirada. Yo también sonreí ni un marica, últimamente estaba sonriendo demasiado para mi gusto, y todo gracias a ese tonto tan hermoso que tenía al frente.

--Hola Angelito--contesté y enseguida se abalanzó a abrazarme. Correspondí a su movimiento abrazándolo también muy fuerte, embriagándome con su olor, pero también había cambiado de perfume; usaba el mismo que yo: "Swiss Army Classic". Y tenía que admitirlo, le sentaba muy bien.

Nos sentamos en unas sillas. Vi que Mateo intentó seguirnos, pero mi primo lo tomó cortésmente del brazo, Mateo volvió su vista a él, y mi primo movió su cabeza en forma negativa. Mateo entendió y se quedó viéndonos fijamente.

Me sentía tan feliz de volver a verlo, pero también me sentía tan extraño. Obvio, nunca me había sentido así antes. Para nada se borraba mi sonrisa, y a él le pasaba igual. Creo que ni el botox logra tal retención de los músculos faciales. Lo miraba embelesado, como siempre, perdiéndome en su belleza, esta vez adornada con una polo azul marino, unos jeans blancos, y converse azules. Se veía hermoso, y con esa sonrisa conquistadora, aún más.

--Me alegra tanto verte y qué lindo te ves--soltó de pronto, devolviéndome a la tierra, porque estaba en el mundo de sus ojos azules.

--A mí también me alegra verte, y tú te ves más lindo--contesté feliz--¿A qué horas sale tu vuelo?

--A las 11:30--contestó ¿Y el tuyo?

--A la misma hora--contesté un tanto sorprendido--pero no hay dos vuelos a la misma hora, eso quiere decir que...

--Sí, tontito--me interrumpió tocando la punta de mi nariz con su índice derecho usando un tono infantil, juguetón y coqueto--estamos en el  mismo vuelo, y estamos en puestos juntos.

--¿Puestos juntos?--pregunté notablemente confundido.

--Así como lo oyes--afirmó--tu primo Juan me ayudó con eso, él cambió mi puesto con el de Mateo, cuando tus tíos cambiaron su vuelo para que se fuera en el nuestro, tu primo aprovechó e hizo el cambio. Menos mal, porque me hubiera puesto muy celoso, viendo a ese bobo contigo.

No me lo podía creer, Angelito y yo íbamos a viajar juntos, todo por acción de mi primo. Definitivamente tenía mucho que agradecerle. Pero por otro lado tenía que contarle a mi Angelito lo que había acontecido últimamente con Mateo.

--Ángel...--dije algo pensativo.

--¿Qué pasa Dei?--preguntó interesado.

--No puedo esperar a llegar, tengo que contarte algo--contesté ya un poco más serio. Ángel también cambió su expresión.

--Pues cuéntame--pronunció algo impaciente.

--Luego de que te fuiste--comencé a relatarle--mis primos y Marcela también salieron. Nos quedamos Mateo y yo solos y me dijo que yo siempre le había gustado, que no me lo había dicho antes, porque me tenía miedo.

--Aja, ¿Y?--preguntó entre interesado y enojado, aunque más enojado que interesado.

--También me dijo que iba a luchar contra lo que fuera con tal de conquistarme. Que no le importaba que yo estuviera contigo, me iba a conseguir a como diera lugar--contesté con tono neutro.

--Pues si quiere guerra, guerra va a tener--dijo Angelito muy decidido mirando fijamente a Mateo, de no muy buena manera, acto seguido volvió su vista a mí.

--Tú y yo aún no somos amigos--dijo él muy seriamente--¿Te gustaría ser mi amigo?

--Ehhh... Sí--contesté sorprendido.

--Bien--dijo él sin dejar el tono y la expresión seria--¿Quieres ser mi novio?

Yo no sabía si reírme o salir corriendo, la verdad esa actitud de Ángel me daba un poco de risa, pero me ponía nervioso también. ¿A qué venía el formalizarlo? Era obvio que ya éramos novios, bueno, al menos yo lo veía de esa manera, pero quizás él necesitaba una especie de hecho que se lo asegurara. Una factura que debían expedir mis labios y sellar mi voz con un "Somos novios". Suspiré, su mirada era intensa y expectante.

--Estoy esperando tu respuesta Dei, o es que acaso ya Mateo logró ponerte a dudar--La voz de Ángel exigía una respuesta inmediata, y lo iba a hacer, a mi manera. Me acerqué a su oído derecho.

--Nunca--le susurré sensualmente--nunca podría nadie hacer que yo dude de algo como eso, si eres tú quien me lo pide. Somos novios Angelito, desde que me viste en el parque y te adueñaste sin permiso de mis sentimientos y pensamientos. Sólo tú tienes el poder para hacerme tambalear. Sabes que te quiero, aunque seas mi muerte*.

--Dei...--Angelito volvió a sonreír y me abrazó. Algunas personas nos miraban raro. No importaba, estaba con aquel que me interesaba.

"Vuelo Avianca 1422 procedente de la ciudad de Bogotá y con destino a la ciudad de(El pueblo cuyo nombre no nombraré)está próximo a aterrizar. Pasajeros favor pasar a plataforma de abordaje número 4".

Nos dirigimos al sitio, Mateo venía tras nosotros, prudencialmente distante. Mi primo se nos acercó.

--Bueno primito, creo que ya quedas en buenas manos--dijo sonriendo y mirando de forma cómplice a Ángel, él le devolvió la sonrisa. Me abrazó muy fuerte y a Angelito también

--Cuídense--dijo mi primo--Me llamas apenas llegues.

--Claro que sí--contesté--y gracias por el regalo Jup.

--Jajaja ¿De qué hablas Plut?--inquirió sabiéndose descubierto.

--Tú lo sabes, sabes a qué me refiero--le respondí divertido. Mateo llegó donde nos encontrábamos.

--Ahí estás--dijo mi primo abrazando a Mateo quien se sonrojó un poco--cuídate y espero que te amañes.

--Gracias--contestó tímido con una pequeña sonrisa. Definitivamente mi primo era demasiado cariñoso. Merecía una chica digna de él. Y la consiguió. Pero eso luego lo cuento.

Abordamos el avión y tomamos nuestros puestos, a Angelito le tocó ventanilla, yo iba a su izquierda, luego el pasillo y luego Mateo, justo a mi lado. Y a su lado, un muchacho delgado, de tez pálida, ojos color miel, cabello castaño claro largo hasta la nuca, muy lacio, labios rosados muy finos, con cara de niño, de facciones suaves, pero se notaba que era mayor que nosotros tres. Me intrigó un poco ver que miraba mucho a Mateo y con algo de deseo. Por alguna razón me daba algo de rabia que lo hiciera. Angelito pareció notar mi fijación hacia el puesto de Mateo y aquel mancebo.

--¿Por qué miras tanto hacia allá?--preguntó muy interesado.

--Al parecer ese muchacho mira mucho a Mateo, y hay algo de él que no me gusta--respondí volviendo mi vista al niño.

--¿Y tú desde cuando tienes que estar pendiente de quién mira o no mira a Mateo?--Inquirió notablemente enojado.

--Entiendo que te sientas así--contesté  poniendo un tono conciliador--pero no es lo que te imaginas, es que es la primera vez que viaja solo, tampoco puedo dejar que hable con cualquiera.

--Déjalo--dijo él mosqueado--es grande, sabrá cuidarse. Tu deberías cuidarme a mí que sí te necesito--Volvió a poner su tonito de cachorrito consentido que tanto me gustaba y me derretía.

--Amore mio, io sempre sono qui con tè e per tè--dije tomando su mano izquierda con mi derecha y entrelazando nuestros dedos.

--Eso espero, porque ya no sé estar sin tí--apuntó Angelito recostándose en mi hombro. Y cerró sus ojitos. Imagino que se durmió instantáneamente.

El avión despegó, fue un vuelo sin contratiempos, de vez en cuando volteaba mi vista hacia Mateo y su compañero. Al parecer habían hecho buenas migas. Me relajé un poco. Ángel tenía razón, él se sabría cuidar. Aún teníamos nuestros dedos entrelazados. El azafato (Que sí que sí, que era un hombre, no se escandalicen) pasó por nuestro lado. Era bien parecido, de piel algo bronceada, pelo negro y unos profundos ojos grises con pestañas pobladas y muy vivas, algo fornido, me imagino que hacía ejercicio cuando no estaba trabajando.

--¿Quieren algo?--preguntó amablemente, su voz era profunda y muy varonil. Sonaba más adulto de lo que era, a lo sumo le pondría 25 por mucho.

Se nos quedó viendo un momento y fijó sus ojos en nuestros dedos entrelazados. Esbozó una sonrisa.

--Qué lindos--dijo mirándome ya que Angelito seguía dormido. Yo no demostré ninguna emoción por sus palabras.

--No se nos ofrece nada, gracias--dije algo seco. El muchacho asintió y siguió su camino.

"Señores pasajeros, les habla el capitán. Estamos próximos a aterrizar en el aeropuerto Las gaviotas de la ciudad de ********, la temperatura es de 38 grados centígrados, la humedad  relativa del 96%, cielo totalmente despejado y sin corrientes de viento. Por favor abróchense el cinturón de  seguridad".

El aterrizaje despertó a Ángel, se veía hermoso con su carita somnolienta. Le sonreí. El avión se detuvo. Mientras llegaban las escaleras, el equipo daba las indicaciones para salir y el capitán daba sus palabras de agradecimiento. Cuando por fin abrieron, salimos Ángel y yo. En la puerta estaba el azafato.

--Adiós lindos--dijo al vernos pasar por la puerta y esbozó una sonrisa. Ángel le devolvió la sonrisa, yo ni lo miré.

Llegamos a la sala de reclamo de las maletas, con el maldito calor acompañándonos. Mateo venía atrás hablando con ese chico que venía a su lado en el vuelo. Venía muy animado. Llegó donde estábamos Ángel y yo, esperando por las maletas.

--Él es David--le dijo Mateo al muchacho.

--Ya veo--contestó él mirándome con cierto recelo, y con un acento españolete como de Andalucía. Ángel también lo examinaba con la mirada.

--David, él es Marcos--dijo Mateo. Por alguna razón con ese nombre ya no me parecía tan extraño el personaje.

--Al parecé' no me recuerda', Dalí--dijo ese muchacho mirándome.

¿Dalí? ¿Por qué me sonaba de alguna parte? Tanto Mateo como Ángel pusieron cara de sorpresa al escucharlo. Pronto iba a saber, o mejor dicho recordar ese "Dalí".

*Sacado de la canción "Sobre la arena" de la cantante flamenca Niña Pastori.