miprimita.com

David y Ángel: Capítulo 11, Soledad.

en Gays

Hola a todos!

Bueno, ya que vamos al corriente de la historia... Tengo que confesarles que éste es el penúltimo capítulo (Quizá lo encuentren corto, pero no se desanimen, el siguiente vendrá con todo) Espero todos sus comentarios y sugerencias, críticas y demás en la sección de comentarios, o bien en mi correo que lo encuentran en mi perfil. No los atosigo más. ¡Disfruten de la lectura!

Capítulo 11: Soledad.

Desperté en un extraño lugar. El techo era de un blanco lúgubre y triste, al igual que las paredes. Así como las sábanas, la almohada, todo. Todo tenía ese horrendo y simple color. Sólo había un televisor de color gris y un decodificador de TV paga de color negro, que variaban el panorama, junto con una indumentaria ropa que tenía en ese momento, parecía de hospital. Recordé que había sentido un golpe tremendo en mi pierna izquierda, y deduje por la ropa y por la secuencia de acciones, que en efecto me encontraba en el hospital. Me quité la sábana para ver mi pierna y me sorprendí al no encontrar mayor rastro de hematomas o heridas, y el cuerpo tampoco me dolía mucho. Abrieron la puerta.

--Hola, por fin despiertas--dijo el enfermero, esbozando una sonrisa amistosa. Era un muchacho de unos 24 años, piel trigueña, ojos café oscuro y cabello de igual color, alto y delgado--llamaré al médico para que te examine ahora que estás consciente.

El enfermero se fue, pero al poco tiempo volvió con el médico. De nuevo los dioses me iban a petar el culo con la sorpresa que me tenían guardada.

--Hola Dalí--dijo aquel médico. Ese "Dalí" era inconfundible para mí. Sin duda era él. Marcos--Er mundo e' un pañuelo debo decí. Mira que de tó lo' medico' que hay en e'te ho'pital, y yo soy er afortunao que te he debío atendé.

No dije nada, su hablado medio caní, medio gitano y medio enredado me enfermaron. Él simplemente se limitó a revisar la planilla de control y a tomarme el pulso. Le entregó al enfermero, éste fue y quedamos solos Marcos y yo.

--¿Y qué, no dice' ná?--inquirió--¿Ya me recuerda' o no?

No lo miraba, ni tampoco le prestaba atención, quería que se largara y me dejara de una vez por todas.

--Sabe' Dalí, ere' un crío muy afortunao. Er coche que te embi'tió, no iba muy rápido y sólo te ha hecho pupa en la pierna, y argún gorpe menó en er cuerpo. Aunque ha' e'tao dormío por cuatro día'--dijo al ver que yo no iba a responderle. Se sentó en una silla que había al lado izquierdo de mi cama.

--¿Recuerda' cuando viví'te en Sevilla?--preguntó y al ver que no respondía prosiguió--tú era' má' crío, pero era' igual de callao. Al parecé no ha' cambiao ná. Cuando yo e'taba aún estudiando medicina, tú conoci'te a mi hermana, María. Ella me hablaba mucho de tí. Me decía que era' un sudaca de mierda, y que era' un payo amargao. Ya te digo yo, que lo' payo soi' uno' amargao'. Pero ella se 'namoró de tí. Me dijo que argo tenían tu' ojo' que la hechizaban. Yo le dije que ante' tenía que conocerte pa vé si le convenía. Pero ella no me hizo caso y fue a decirte que si quería' que fueran novio' y tú simplemente te fui'te sin decirle ná. Mi hermana vorvió  de'trozá, llorando ya de pena. Fui'te un mardito. Ese día juré que me la' iba' a pagá. Y al día siguiente fui donde e'tabas y te enfrenté. Pero al ver tu' ojo' algo me detuvo. Algo había en tu mirá que me daba mieo, sentí que había una maldá contenía allí. A pesá de sé tan crío, tenía' una mirá llena de odio. Pero al mi'mo tiempo, me dieron gana' de sabé er por qué de eso.  Argún embrujo tienen tu' ojo' porque uno lo' vé y no lo' quiere' dejá de mirar. Y eso me encabrona, porque a pesá de lo que le hici'te a mi hermana, no te odio. Ella murió hace un año cuando saqué er título de médico, y juré que te iba a bu'car porque ella aún de'pué' de tré' año' que te fui'te te recordaba y te quería. Juré que te iba a cobrá por la tri'teza de María. Y no' encontramo' en el avión y ahora ere' mi paciente. Qué pequeño e' er mundo, Dalí.

--Muy pequeño--pensé.

Debo admitir que el escuchar a Marcos hablar sobre su hermana y lo que pasó, de lo cual yo no tenía ni idea, me descolocó un poco. Claro que recordaba a María. Era una chica muy gitana ella, de ojos color aceituna, piel algo trigueña, mirada de ensueño, pelo negro, y de figura esbelta. Aunque su mamá era paya, es decir, no gitana. Y su padre era gitano, pero siempre fue un poco diferente de los del resto de su comunidad. Él quería que sus hijos estudiaran hasta ser profesionales, lo cual no era muy común en los gitanos, y tampoco vivía en caravanas como la mayoría. Muchas veces su familia criticaba su estilo de vida tan payo. (Eso lo supe de mi madre, que había trabajado con el hombre) Y honestamente la noticia de que la chica había muerto, me pesó.

--Lo siento--dije en voz baja y mirándolo fijamente, pero inexpresivo--Yo no sabía que le gustaba a María. Yo ignoraba muchas cosas en aquel entonces, y lo sigo haciendo, porque yo no quiero ver nada, no quiero que me vean, quiero ser invisible para el mundo.

--Pero no lo ere', pequeño--contrapuso él acercándose a mí y acariciando mi mejilla--yo cuando te ví en el avión, sentí rabia y de'precio pa tí. Pero ahora al ver tu' ojo' con esa inmensa tri'teza que tiene' dentro, siento la'tima y hasta me pone' tri'te. María decía que muy dentro tuyo debía e'tar tu lado amable, y e'toy seguro que no mentía. Que hace uno' día' vino er crío que venía contigo en el avión, y se veía que e'taba tri'te por tí. Él te ama Dalí. Ese niño e' otra víctima de tu' ojo'. E'taba muy preocupao por tu salú, y lloraba, decía que era su curpa.

--Mira Marcos--pronuncié un poco enojado retirando su mano de mi mejilla--mejor no me digas más, ya tuve suficiente, ya sé que soy una mierda de persona y que no valgo las lágrimas de nadie.

--No diga' eso Dalí--refutó con voz serena--nadie e' bueno ni e' malo, todo' cometemo' errore' y todo' podemos equivocarno'. Sólo no te trate' tan duro. Deja ese caparazón y deja salí la tri'teza y er rencó que lleva' dentro. Bueno, me piro que debo hacé una ronda, luego vengo a verte.

Marcos se fue y me dejó con un sinsabor. Me había dejado en claro que me odió en un principio, pero que ahora ya sentía era lástima, y también que Ángel había venido a verme cuando aún seguía inconsciente. Pero sin duda lo que más me había tocado, era lo de María. Aquella chica quizá fue la primera en sufrir por mi culpa.

Volví a quedarme dormido, no sé por cuánto tiempo. Al despertar estaban Joel y Mateo a mi lado. Ambos sonrieron.

--Qué bueno que despertó, joven--pronunció Joel.

--¿Estás bien?--preguntó Mateo entre feliz y preocupado.

--Perfectamente--respondí con mi característico tono malhumorado--quiero largarme de aquí.

--Me temo que no va a poder ser, joven--dijo Joel--el médico nos ha dicho que podrá irse en unos días.

--¿Cuántos días son "unos días"?--inquirí.

--No lo sé joven--contestó--No nos lo especificó.

--¡Perfecto!--exclamé aún más molesto. Joel y Mateo se sobresaltaron.

--Joven--dijo Joel en voz baja--La señora Juliana me ha dicho que llega en 2 días, porque no pudo encontrar un vuelo más próximo y el invierno está muy fuerte en Canadá.

--Gracias por decirme--atiné a decir. Joel se retiró. Mateo se quedó Mirándome.

--Oye Deivid, ¿Qué pasó con Ángel?--preguntó--el día del accidente fue él quien llamó a la casa a avisar lo que te había pasado. Cuando lo dijo, sentí que era mi culpa, por haberme puesto tan indiferente contigo.

--No pasó nada--contesté--le dejé muy en claro que no quería nada con él, y no fue culpa de nadie, sólo mía por no fijarme por dónde camino.

--Perdóname Deivid, yo culpé a Ángel y le dije de todo, casi le pego pero Joel me alcanzó a detener, por un momento pensé que te había perdido para siempre--Mateo ahora sonaba triste.

--Eso hubiera sido mejor--apunté--mejor que me hubiera muerto, así no tendría que estar aquí, ni hacer que mi mamá suspendiera su gira de negocios,  ni que tú estuvieras perdiendo clase, ni Joel descuidando sus labores, así no estaría estorbándole a nadie.

Mateo me pegó una bofetada.

--¡Idiota!--me reprendió--¡Sólo piensas en tí, sólo se trata de tí! ¡Eres un egoísta! ¿¡No piensas en lo mal que nos sentiríamos si tú te mueres!? ¿Por qué por un momento no eres más inteligente, y piensas en los demás? ¡Mira que hasta la chica esa nueva, se preocupó mucho! Tú no valoras lo que tienes David. Tienes personas que te quieren mucho, tus primos vinieron, están hablando con Marcos, ¿¡POR QUÉ DEMONIOS NO PIENSAS EN LOS DEMÁS!?--Mateo me zarandeó muy bruscamente y luego tomó mi cara con ambas manos y me besó en la sien, en un gesto cariñoso y de amistad. Ese chico había cambiado mucho. Lo abracé y él también lo hizo.

--Gracias--atiné a decir cubierto en su pecho.

--Gracias a ti Deivid--me contestó él--gracias a tí, por mostrarme tu verdadera cara, por hacerme ver que todos podemos ser buenos, gracias por sacar lo mejor de mí.

Mateo se separó y volvió a tomar mi cara con sus manos mirándome fijamente y muy cerca.

--Aún tienes ese encanto que me fascina de tí, esos ojos son muy poderosos Deivid, tu mirada parece un embrujo milenario--Mateo hablaba casi en susurros antes de acercar sus labios y besar mi mejilla--nos vemos más tarde--Se despidió separándose del todo de mí.

Mateo me había dejado solo. Ahora entendía que lo que conocía de él, era realmente una coraza, justo como yo, pero de otra manera; él se había dedicado a ser un rompecorazones y un fucker de primera, acaparando toda la atención, mientras que yo sólo pretendía pasar inadvertido y alejado de las personas. Pero en el fondo, él era casi tan tierno y sensible como Ángel, y tan débil como yo. Ahora entendía mejor a aquel chico de ojos color miel. Pero no entendía la fascinación de la gente con mi mirada. ¿Acaso de eso hablaba mi primo cuando se refería al magnetismo que yo tenía en la gente? ¿Por qué cuando me miraba en el espejo, sólo podía repudiarme? Yo no veía nada especial. ¿Sería que yo era inmune a mi propio encanto?

El enfermero volvió a darme unas indicaciones, me preguntó que si podía bañarme solo, o que si necesitaba ayuda. Yo le contesté que podía valerme por mi mismo. Y así lo hice, me dí un baño que me sentó muy bien. Habrían pasado algunas horas. Estaba de nuevo acostado en mi cama, cuando abrieron la puerta, y entraron mis primos. No pude evitar sonreír.

--¡Hola primito!--Carlos se adelantó a abrazarme, lo hizo muy fuerte--vinimos en cuanto supimos, afortunadamente aun no empezamos el semestre.

--Gracias--dije sonriente. Miré atrás de él 

y estaba mi primo Juan con la cabeza gacha.

--Bueno, yo los dejo para que conversen--dijo mi primo Carlos y se fue de la habitación. Mi primo preferido se acercó lentamente a mí, podía notar que había estado llorando. alzó un poco su mirada, me miró por dos segundos y me pegó una fuerte bofetada justo donde me había pegado Mateo. Supongo que me la merecía.

--¿Por qué no me contaste nada?--preguntó--creí que confiabas en mí. Ángel me lo contó todo hace unos días. ¿Por qué tienes la costumbre de encerrarte en ese caparazón siempre que te pasa alguna cosa? ¿No somos familia acaso? ¿No te he dicho que puedes confiar en mí? Yo te quiero como el hermano que no tengo, te lo he dicho. Por eso me duele tanto que me apartes de tus problemas. Sabes que yo te apoyo, que en mí puedes confiar. ¿Por qué no me contaste que tú y Ángel habían peleado?

--Juanda, yo... Fui un estúpido--contesté--me dejé llevar de la ira, no quería volver a verme vulnerable ante nadie, y preferí volver a ser el mismo mierda de antes de conocer a Ángel, y aún peor, quise cerrarme completamente. No quería volverme a abrir con nadie, ni siquiera contigo.

--Pues hiciste mal, pequeño--dijo él ya acercándose y acariciando la mejilla que antes me había golpeado--yo te conozco muy bien, yo sabía que algo malo te había pasado, pero quise esperar a que tú mismo me contaras, como siempre hacías. Pero esta vez fue diferente, no quisiste mi ayuda, no me buscaste, y eso me puso muy triste.

No dije nada más. Mi primo se retiró, y la soledad volvía a ese blanco y triste cuarto de hospital en el que estaba recluido. Mi mente no dejaba de castigarme, recordándome lo miserable que era por amar a Ángel aún después de su traición, enterarme de que aquella gitanita era hermana de Marcos y para remate había muerto supuestamente "namorá" de mí, y por último, alterar a toda mi familia a causa de  haber sufrido un accidente que para acabar de empalarme el culo, no me había matado. Los dioses me odiaban con todas las ganas. No cabía duda de ello. Era tanto ese odio hacia mí, que para su deleite, sufría cual novela mexicana barata (Entiéndase María la del barrio, Marimar, María Mercedes y otras de Thalía. Con el perdón de los mexicanos, pero es que son unas joyitas de novelas)...

Los siguientes días fueron algo monótonos, mis primos me visitaban a diario en la mañana y en la tarde, mi mamá llegó de Canadá, y Mateo en cuanto salía del colegio iba y me visitaba junto con Camilo, Natalia y Claire. Joel pasaba la mayor parte del tiempo en el hospital. A quien si no veía era a Ángel. Pero lo entendía. Yo sabía que no le importaba, quizá le dio miedo al principio cuando recién me había accidentado, pero al cerciorarse que no me había muerto, lo dejó pasar. Y a lo mejor hasta se había vuelto a contentar con Daniel. Yo empezaba ahora sí a sentirme hastiado de todo, y la gente a mi alrededor se daba cuenta. Sobretodo Mateo, que era un cotilla total.

Ya llevaba una semana en ese maldito hospital. Según Marcos, yo estaba en condiciones de salir, puesto que mis contusiones se habían curado por completo. Esperaba pacientemente a que me dieran de alta. Abrieron la puerta.

--Hola Dei--dijo él con su vocecita. Me sorprendió en primera instancia el que estuviera ahí, parado en la puerta. Pero no me alegré en lo absoluto. Esos días en el hospital me habían vuelto más duro. No contesté su saludo. Estaba completamente inexpresivo.

--Perdóname--pronunció rompiendo el incómodo silencio que se había formado.

--Vete--espeté de mala gana--no tienes nada que hacer aquí.

--Déjame que te explique--refutó con tono triste. Su mirada era horrendamente lúgubre, comparada con la mía que era intensamente inexpresiva.

--Que te largues, no me hagas repetirlo--volví a decir sin alterar el mismo tono. Ángel no dijo nada más y salió de la habitación ahogando sus ganas de llorar. Al poco tiempo entró mi primo Juan.

--Al parecer no has aprendido nada, ¿No?--inquirió.

--Si es por lo de antes, pues sí, estás en lo correcto--contesté sereno y frío mirando fijamente a mi primo. Su mirada denotaba el temor que le infundía la mía. Pero también ví un atisbo de lástima en ella. Era algo que no entendía. Se hizo un largo silencio. Bajó su mirada.

--El venía a arreglar las cosas y tú... No lo dejaste--dijo por fin en voz baja, como si lo sintiera más que yo. Como si en verdad le afectara todo esto.

--Mira Juan David, creo que estoy lo suficientemente grande como para tomar mis propias decisiones, y si yo dejé o no que aquel me contara otra mentira, es asunto mío. Y déjame solo, no necesito a nadie--pronuncié más frío que antes. Mi primo se retiró sin decir palabra, sorprendido por mi actitud hacia él. Yo nunca le había dicho Juan David, siempre le decía primo, Júpiter, Jup, o Juanda.

Ese siempre fue mi maldito problema. Mi orgullo, mi maldito e hiriente orgullo, ese que me alejaba de las personas que en realidad se preocupaban por mí. Ahora que lo pienso, en ese momento yo estaba cegado por el odio, por el resentimiento. Yo soy vengativo, lo admito. Y en ese momento quería vengarme de aquel que me había burlado. Quería hacerlo sufrir tanto o más de lo que él me había hecho sufrir a mí.

Recordé la obra "I pagliacci"  de Ruggero Leoncavallo. Yo era il pagliaccio Canio, Ángel era la esposa infiel (jajaja no más de imaginarme el cuadro, no puedo evitar tener un ataque de risa) y Daniel el amante. Sí, y justo estaba en el final del primer acto. Donde los descubro. Ahora cantaba el aria "Vesti la giubba"... Faltaba empezar el segundo acto.

Entrada la noche por fin a Marcos se le ocurrió darme de alta no sin antes advertirme que debía cuidarme de andar distraído y que volviera al hospital en 15 días para examinar mi progreso.

Al llegar a casa me dirigí rápidamente a mi cuarto. Encendí mi equipo de sonido, sonando mi aria favorita. Aún a día de hoy, no entiendo cómo aquellas personas como Giaccomo Puccini,  Ruggero Leoncavallo y todos esos dramaturgos italianos tenían tanta genialidad y los músicos sabían ambientar muy bien las historias. Por ejemplo, en  el aria Vesti la giubba, la música  es tan desgarradora y triste como el llanto del pagliaccio. Y puedo llorar cuanta vez la escucho y no me canso. Sea en la versión de Enrico Caruso, de Pavarotti o de José Carreras con la Nüremberg Symphoniker que es mi favorita, y como dato curioso, esta última hace parte del juego GTA Liberty city stories. Honestamente creo que esa genialidad se perdió, y lo afirmo una y otra vez, cuando escucho la supuesta "música" de hoy en día (Léase reggaetón, Justin Bieber, Selena Gómez y más de esa bazofia) Quizá por eso nunca me gustaron. No tenían una historia profunda con la cual sentirse identificado.

Tocaron la puerta, pero no abrí. Tampoco había puesto seguro. Aun así quien fuera que estuviera tocando, no entró. Mejor para mí, lo último que deseaba era que perturbaran mi perfecta soledad.

Al día siguiente decidí no ir a clases, era viernes, no valía la pena. Estuve todo el día en mi cuarto escuchando música clásica. Mozart, Beethoven, Debussy y Chopin me acompañaron en la mañana. Mis primos entraron a despedirse. Yo simplemente les dije un seco "hasta luego" Mi yo mierda era quien actuaba ahora, poco o nada me importaba si hería o no a alguien con mi actitud. Todos en cierta medida eran culpables. Y yo iba a jugar mis cartas para infringir el máximo daño posible.

El fin de semana pasó muy rápido. Pero más rápido había sido yo al idear mi plan. Era lunes, y con ello entraba en acción.

Llegué al colegio como siempre, nadie me preguntó nada, como era de esperarse, salvo Claire, Camilo y Natalia pero a los 2 últimos ni los determiné. Mi atención se centraba en la chica extranjera.

--Dave, I was so worried--decía ella mientras Camilo y Natalia, prudencialmente aparte, veían que yo con Claire no era nada hostil.

--It was nothing--contesté yo--Just a small scratch--esbocé una sonrisa.

Y así estuve todo el día con Claire, mientras un Mateo furioso me acechaba, Camilo y Natalia estupefactos y Ángel al parecer según lo que ví, destrozado. Bien. Mi plan iba viento en popa, sólo faltaba seguir a la siguiente fase.

Con el pasar de los días, mi cercanía con Claire crecía. Los tontos compañeros de mi salón no creían que alguien como yo, físicamente nada agraciado y con un genio como si hubiera comido alacranes, fuera tan cercano a alguien como Claire. Y es que era hermosa en demasía. y de no ser porque mi odio-amor por Ángel era tan grande. Quizá y hasta me hubiera quedado con ella y le hubiera sacado crías.

Era la hora de la salida. Yo iba solo como siempre a casa. Cuando tocaron mi espalda. Me giré para ver quién era.

--¿Qué quieres?--pregunté molesto al ver que se trataba de Camilo.

--Nene, Me duele verte así--contestó con su tono afeminado característico.