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Martha, una amante maravillosa

en Lésbicos

Hola, aquí estoy de nuevo, con otro relato, se tal ves que algunos no creen lo que aquí les escribo, pero les puedo jurar que lo que les e relatado a lo largo de estas crónicas es 100% real, y todo me ha sucedido a mí, Dulce, una chica aparentemente normal, pero que en la intimidad, es toda una fiera, más bien soy como dicen, “soy una dama en la mesa, calle, y ante los demás, pero soy toda una puta en la cama”, no me da miedo experimentar, y ya se los había dicho.

Bueno, en esta ocasión les relataré la vez en que tuve sexo con otra mujer, la vez anterior les hablé de Melisa, la primer mujer con la que tuve sexo, la protagonista de esta historia fue la ex pareja de mi otro primo, 20 años mayor que yo, de nombre Martha, si, Martha es su nombre, a ella la conocí cuando vivía con mi primo, y desde que la vi por primera vez, empecé a fantasear con ella en mi cama, como dije, no temo experimentar, y el lesbianismo era algo que ya me llamaba la atención, gracias a Meli.

En relatos anteriores me he descrito físicamente, así que pasaré directamente a describirles a  Martha, ella es una mujer alta, más o menos de 1,73, y cuando usa tacones realmente se mira aún más  alta ya que le gusta usarlos de 10 o 12 centímetros, es delgada y estilizada, tiene tetas grandes, es de piernas largas, y bien formadas, tiene unas nalgas grandes, tal vez las más grandes que yo haya visto, una carita de ángel, de ojos color café claro, labios delgados, y dientes perfectos, en pocas palabras, Martha era toda una mujer maravillosa, risueña, alegre, femenina, y a pesar de su edad, 43 años, algo inocente, sus medidas son, 95 – 60 – 95.

OK, pienso que para algunos de ustedes es la primera vez que me leen, así que para los que es su primera vez leyéndome, yo también me describiré, soy más o menos alta, de 1.67, y cuando me pongo tacones mi estatura aumenta a 1,75, o 1,77, cabello largo hasta el hombro, de color negro azulado, tengo la tez blanca, ojos grandes y cafés, labios delgados, soy delgada, de tetas ni muy grandes ni muy pequeñas, son turgentes y permanecen en su lugar, tengo unas nalgas paraditas y duritas, unas piernas algo largas, bien torneadas, gracias a que en la escuela jugaba básquet bol, y hacía mucho deporte, mis medidas son, 85, 65, 90.

Todo sucedió un año después de haber conocido y haberme acostado con Melisa, en un día común y corriente, yo fui con mi mamá a visitar a mi tía que vivía y vive a una cuadra de donde vive mi mamá, , al llegar, ahí estaba ella, tan linda y risueña como siempre, vestida con una falda gris, que le llegaba poco arriba de las rodillas, una blusa de color azul cielo, y unos zapatos de tacón alto, que digo alto, eran altísimos, en ese instante, sin motivo alguno, y sin saber porque, pero mi vagina empezó a palpitar, y a segregar un poco de liquido, a todo esto, yo tenía 18 años, y ella 38.

Ese día no sucedió nada más allá de una plática común y corriente, pero yo no podía dejar de ver a aquella mujer a la hora de hacer las cosas, cada que caminaba, que se inclinaba para recoger algo, o para sacar algo de debajo del fregadero, no podía dejar de admirar ese par de nalgas que se le marcaban muy bien en la falda, y cuando estaba frente a mi, mis ojos no veían otra cosa que no fueran sus tetas, que para mi, y sin razón alguna, eran las más apetitosas, y me imaginaba besándolas, y mamando sus pezones, imaginar esto me puso tan caliente, que cuando nos despedimos, mi vagina ya estaba muy mojada, y yo, ya se imaginaran como estaba.

Sabía que Martha ya no estaba viviendo con mi primo, pero seguía visitando a mi tía por la amistad que habían creado, así que dos semanas después, me la encontré en el mercado de cerca de donde vivía en ese tiempo, ese día iba vestida con una falda muy pegadita, el cual hacia que sus nalgas se vieran más apetitosas, y por lo pegado de la tela, se podía notar que llevaba una tanga, también como hacía calor, llevaba una playerita de tirantes igualmente pegada a su cuerpo, y por los tirantes de la playera, se podía adivinar que no llevaba brasier, ya que no se notaba presencia alguna de la prenda, en ese momento me di cuenta de que a pesar de la ausencia, sus tetas se miraban bien puestas en su lugar.

La intercepté a medio camino, y le pregunté, “¿A dónde vas Martha?”, “voy a la tienda, ¿y tú?”, me dijo mientras nos saludábamos de mano y nos dábamos un beso en la mejilla, “vine a dar una vuelta a ver que había, pero no encontré nada interesante, ¿te puedo acompañar?”, le dije mientras la veía de pies a cabeza, se veía hermosa esa mujer, “claro, si no llevas prisa, pues vamos”, y dicho esto, nos pusimos en marcha.

Cuando íbamos de regreso platicábamos de cualquier cosa, que si la ropa, los chicos, cualquier tontería, de pronto, “Dulce, ¿quieres un helado?”, esa mujer me tenía tan embelesada que dije, “¿perdón?”, y con una sonrisa en los labios me dijo, “mujer, ¿en que estas pensando?, te pregunté ¿quieres un helado?”, su cara, sus labios, sus ojos, pero sobre todo su cuerpo me tenían absorta, y solo atine a mover la cabeza afirmativamente, “¿de qué sabor?”, “del que sea, lo dejo a tu elección”, y cuando se volteó para pedirlos, sus nalgas me calentaron, ahí tomé la decisión, tenía que acostarme con esa mujer, fuese como fuese.

Por cierto, no les he dicho que ropa tenía puesta ese día, llevaba una blusita de color azul claro y de tela muy delgada, una falda a las rodillas de color negro, igualmente demasiado delgada, y a pesar de mi edad en ese tiempo, unos zapatos de tacón alto, bueno no tan alto, más o menos de unos 7 centímetros, estaba haciendo calor, por eso vestía eso, debajo de todo, un coordinado negro de encaje, y algo pequeño, con mi cabello suelto y muy poco maquillaje, me veía muy bien y algo mayor para la edad que ya tenía.

Llegamos a casa de mi tía, que era el sitio en donde ella estaba de visita, y me dijo, “¿por qué no te pasas un rato?, tu tía no está, y solo estoy yo”, no podía creerlo, era mi oportunidad, “¿en serio estás sola”, y mirándome a los ojos me dijo, “si, te digo que tu tía no está, solo estoy yo, y ya es la hora de comer, no quiero comer sola, entonces, ¿me acompañas?”, con una gran sonrisa, no por el ofrecimiento, si no por la invaluable oportunidad que tenía le contesté, “claro, ¿a quién le gusta comer solo?”, y entonces ella abrió la puerta, y pasé por delante, seguida por ella.

Cuando entramos, inmediatamente llegó a mí el olor de la comida que había sido preparada, y sin voltear a verme, ella me indicó que me sentara en uno de los sillones, lo cual hice rápidamente, y después de algunos segundos, ella salió de la cocina, y me dijo, “¡te gustaría tomar algo?”, a lo que con un movimiento de cabeza le indique que si, y ella dándose la vuelta, me dijo, “¡y que te gustaría tomar, agua, refresco, o alguna bebida fuerte?”, “¿tendrás tequila?”, le dije, “aun eres muy pequeña, pero en fin, nadie se enterará”, y se dirigió a un mini bar que había debajo de la escalera, y pude observar como servía dos tequilas, y regresaba a donde yo estaba con las copitas en la mano, una vez que me dio el mío, se sentó frente a mí, y nos pusimos a platicar acerca de más trivialidades.

Después de 5 minutos, ella se levantó, fue al comedor, y al regresar me dijo, “ya vamos a comer”, yo me levanté, en la mesa ya estaban dos lugares puestos, y ella desde la cocina me dijo, “siéntate”, así lo hice, y ella salió con los platos de comida, nos comimos el primer plato, y cuando ella se levantó por el segundo, yo me quedé viendo a sus nalgas, y me di cuenta de que me estaba mojando otra vez, sacudí la cabeza para no pensar en ello, después ella regreso y seguimos comiendo, pero esa imagen de sus nalgas no se me podía quitar de la cabeza, hasta que volteé a verla, y como sin querer, mi mirada se dirigió a sus tetas, y al instante eché a volar mi imaginación, imaginando sus pezones erectos, y a mi chupándolos.

Esa escena me puso mal, a tal grado de que me empecé a excitar aún más de lo que ya estaba, y fue ella la que me sacó de mis cavilaciones diciéndome, “Dulce, ¿todo bien?”, “sí, claro que si”, le dije un poco perturbada por lo que acababa de imaginar, “¿Por qué lo preguntas?”, ella se me quedo mirando por un par de segundos de una forma que no entendí, y después me dijo señalando a mis tetas, “por eso, ¡acaso tienes frío?”, “no para nada”, y baje mi mirada a mis pecho sintiendo al mismo tiempo que miraba, mis pezones estaban erectos, y se alcanzaban a notar a pesar de traer brasier y blusa.

Por algún motivo, al verme tan expuesta ante ella, me sonrojé un poco, y ella me dijo, “no pasa nada, es normal, a todas nos pasa”, “¿a ti también?”, le dije mirando sus tetas con un poquito de descaro, “si, como te dije, es normal, ahora sigamos comiendo”, y entonces le pregunté, “¿a ti se te han puesto así enfrente de alguien desconocido?”, “no”, me dijo sin mirarme, “nunca, de todas formas, tú no eres ninguna desconocida”..

Al terminar de comer, ella recogió los platos de la comida, y me dijo, “¿pasamos otra vez a la sala?”, “claro”, y al llegar a ella, nos sentamos y seguimos platicando con otro caballito de tequila, en algún momento ella se colocó un suéter que estaba en el sillón a un lado, aquella plática me hizo olvidar el accidente, pero a ella no, ya que en dos o tres ocasiones que la volteé a ver, pude observar que se me quedaba viendo a las tetas, pero cuando se daba cuenta de que yo la miraba, ella rápidamente volteaba a otro lado, y me seguía platicando, pero ya con los brazos cruzados a la altura de sus tetas.

de repente, y así de la nada interrumpió la plática, y me dijo mirándome a los ojos, “¿puedes acompañarme arriba?, hay algo que te quiero enseñar”, yo dije que si, y las dos nos levantamos, subimos las escaleras, y nos dirigimos al que antes era su cuarto, al llegar, cerró la puerta y las persianas, me indicó con un gesto que me sentara en la cama, y parándose frente a mi, me dijo, “por lo que puedo ver, no se te han bajado”, ella tenía razón, mis pezones aún continuaban erectos, la miré a los ojos, y le dije, “al parecer creo que no”, y me puse roja.

“¿Te acuerdas de lo que me preguntaste”, me dijo un poco seria, “no, ¿de qué hablas?”, le dije, pero no era cierto, claro que me acordaba de que le había preguntado, “lo que me preguntaste de que si a mí no me había pasado eso en frente de otra persona que no fuera mi pareja”, me dijo, “si, ya recordé, ¿qué pasa con eso?”, “pues la verdad es que si, si se me han puesto duros en frente de otra persona”, algo sorprendida y ansiosa le pregunté, “¿con quién fue?”.

Entonces me dijo algo que me dejó aún más sorprendida, “contigo, si, no sé porque, pero desde que te los vi en la mesa, a mi también se me empezaron a levantar, solo que pude disimularlo un poco más”, entonces ella descruzó los brazos, se quitó el suéter, y pude ver que tenía razón, sus pezones se notaban mucho más que los míos, y más que su playera era delgadita.

“¿Te das cuenta?”, me preguntó ella, yo solo le pude afirmar con la cabeza, se le veían grandes y muy erectos, al instante quise mamarlos, mamárselos hasta hacerla gritar de excitación, “está bien, ahora ya te contesté, ahora hazme el favor de esperar allá en la sala, ya que voy a hacer algo para bajármelos, y la verdad, me da pena si tu llegas a verlo”, sin decir una sola palabra, me levanté de la cama, y me dirigí a la puerta.

Yo estaba demasiado excitada, mis propios pezones estaban demasiado erectos, y mi vagina segregaba mis jugos, mi tanguita estaba totalmente mojada, sabía que ella se masturbaría para bajar su propia excitación, así que antes de llegar a la puerta, me di la media vuelta para preguntárselo directamente, y lo que vi me terminó de excitar.

Martha estaba volteada dándome la espalda, su playera yacía en el suelo cerca de la cama, como había adivinado, no llevaba nada en la parte superior, y sus manos ya estaban desabrochando su falda, cuando por fin lo logró, la dejó caer al suelo, apartándola con la punta de su zapato, lo hizo tan sensualmente, que pareció que lo había hecho porque sabía que yo seguía ahí viéndola, al fin pude ver su magnífico cuerpo, con una piel blanca, que desde mi posición, se miraba suave y tersa, aunque solo la veía desde atrás.

Se miraba fabulosa, con su espalda descubierta, suave y fina, sin brasier, y unas hermosas y redondas nalgas con una diminuta tanguita de color amarillo que se metía entre ellas, vi como subía sus manos por enfrente, supuse que se estaba tocando sus pezones, después de un minuto, las bajó igualmente por enfrente de ella, y a los pocos segundos comencé a escuchar pequeños pero sonoros gemidos procedentes de ella, ahí me di cuenta de que se estaba tocando su rajita.

Después de otro largo minuto, se comenzó a bajar la única prenda que tenía puesta, se la bajó hasta media pierna, y después se tuvo que empinar para poder quitárselo por completo, y dejándolo en el suelo, se reincorporó y se acarició un poco sus maravillosas nalgas, sin saber que yo aún seguía ahí viendo aquel excitante espectáculo.

Como si presintiera que alguien la veía, se dio la media vuelta, y me vio ahí de pie, ella se sonrojo, y al instante se tapo las tetas y la rajita con los brazos y las manos, “por favor, no me veas, y sal de aquí”,  la visión de su cuerpo desnudo me sacó de balance, y me dejó ahí parada sin hacer nada, después de unos segundos me volvió a repetir, “Dulce,  por favor sal y espérame en la sala, en unos momentos estaré contigo”, y se dio de nuevo la vuelta, pero no me fui de ahí, al contrario, estaba más decidida que nunca al verla desnuda.

Despacio camine a donde ella me daba la espalda, y suavemente pose mi mano en sus nalgas, Martha pego un respingo, al sentir mi mano, “¿qué estás haciendo?”, me dijo, “ssssssshhh”, le hice al oído, y sigo acariciando ese par de magnificas nalgas que tiene, se dio la media vuelta, y viéndome a los ojos me dijo, “por favor, deja de hacer eso porque me estas excitando más de lo que ya estaba”, “no hay problema, yo también estoy excitada”.

La dejé de tocar, y me comencé a desabrochar la blusa, “¿Qué estás haciendo Dulce?”, me dijo con los ojos muy abiertos, “nada, mostrándote lo excitada que me tienes”, y dejé caer mi blusa al suelo, también aflojé mi falda y la dejé caer, hice lo mismo que ella, y muy sensualmente la aparté con la punta de mi zapato, Martha me miró de pies a cabeza, y cuando iba a desabrocharme el brasier, ella caminó y se colocó detrás de mí, y fue ella quien me lo desabrochó, y lo tiró al suelo.

Martha se pegó a mi desde atrás, y podía sentir sus tetas clavándose en mi espalda con sus pezones erectos, y en esa posición, me empezó a acariciar las tetas, deteniéndose en mis pezones, al sentir sus caricias no pude más, y cerrando los ojos, comencé a gemir,  poco a poco sus manos bajaban por mi vientre, hasta llegar a mi tanguita, y lentamente la bajó hasta media pierna, dejándome a mí que termine de quitármela, para lo que me tuve que empinar.

Al dejar mi tanguita en el suelo, ella puso sus manos en mis nalgas, y las acarició lentamente, disfrutando de aquello, me reincorporé sin decir nada, porque estaba segura de que si abría la boca seria para gemir más fuerte, me di la media vuelta, la mire a los ojos, y le dije inocentemente en un susurro, “Martha, yo nunca había estado con una mujer, es mi primera vez con una”, claro, no era verdad, pero ella tenía que creer que si, “no te preocupes”, me dijo con una sonrisa, “yo te guiaré en todo”.

Se acercó a mí, y me dio un beso en la boca, y era maravilloso, sus labios eran tan suaves, y besaba tan bien, que me perdí en aquella sensación y correspondí a aquello, sus manos rodearon mi cintura, y yo entrelacé las mías en su cuello, así abrazadas, caminamos hasta la orilla de la cama, en el camino bajé mis manos para volver a acariciar sus nalgas, y ella subió una de las suyas para apretujarme mis tetas.

Sus caricias me excitaron aún más si se podía, y sin dejar de besarnos, subí una de mis manos hasta sus tetas, y acaricié sus pezones, sentí sus gemidos en mi boca, y en mi mano sentí la piel de sus tetas, era suave, y aún las tenía duras y firmes, y me encantaban.

Dejamos de besarnos, y sin decirme nada, Martha se abalanzó a mis tetas, besándolas y mamando mis pezones, lo cual me hizo gritar algo fuerte, entre cada cambio de pezón, me dijo, “Dulce, mámame la rajita”, “te dije que es mi primera vez con una mujer”, le dije entre gemidos de excitación, “”no sé qué hacer, ni cómo hacerlo”, “no te preocupes”, me dijo volviendo a besarme en la boca, “yo te diré que hacer y cómo me lo hagas”, ya no dije nada, no sería la primer rajita que mamaría en mi vida, entonces toqué aquel lugar que estaba caliente y súper mojado, Martha solo suspiró, y yo le dije al oído, “está bien, lo haré”.

Martha se sentó en la orilla de la cama, abrió sus piernas todo lo que pudo, y con una seña me indicó que me arrodillara entre ellas, “ahora acerca tu boca a mi rajita, después saca tu lengua, y muy despacio lame de arriba abajo”, seguí sus instrucciones sin rechistar, aquello me tenía tan excitada, que al hacer lo que ella me dijo, yo llevé una de mis manos a mi propia rajita y me empecé a masturbar.

Ella dejó de darme instrucciones, y de su boca lo único que salía eran gemidos de excitación, al parecer lo hacía muy bien, entonces tomé yo la iniciativa, y recordé todo lo que me hacían mis novios cada que se ponían a mamarme la rajita, y que me volvía loca, y también recordé aquella tarde con Melisa, y todo lo que le hice, así que se lo hice a Martha.

Empecé a chupar sus labios vaginales tal y como me los chupaban a mí, y después, busqué su clítoris, y al encontrarlo, empecé a mamarlo como si fuera una pequeña verga, aquello la volvió loca tal y como esperaba, y en menos de dos segundos, me inundó la boca con su fluido ya que había tenido un orgasmo, sus manos se pegaron a mi nuca, y mi mano libre, fue a masturbar a Martha, mientras yo seguía mamando su botoncito, mis dedos entraban y salían sin control de ambas rajitas.

Cuando Martha tuvo su segundo orgasmo, yo tuve el mío al mismo tiempo, lo que intensificó mis mamadas a su clítoris, y los gritos de ella, “¡para!, ¡por favor para un poco!”, hice caso omiso, y seguí mamando y metiendo mis dedos en ella, hasta que llegó mi recompensa en forma de su tercer orgasmo.

Me ayudó a levantarme, y después de sentarme a su lado en la cama, nos comenzamos a besar, “es tu turno de gozar”, y diciendo esto, Martha me besó en el cuello, lo que me hizo suspirar por el placer que aquello me provocó, y así fue bajando hasta llegar a mis tetas, las cuales lamió, besó, y chupó como desesperada, pero en especial, ella se concentró en mis paraditos, redonditos, y endurecidos pezones,  lo que hizo que mis gemidos iniciales, se convirtieran en gritos de excitación, y entonces aprisioné su cabeza contra mis tetas, era magnífico eso de tener de nuevo a una mujer mamándome los pezones.

Luego siguió bajando besando cada centímetro de mi cuerpo, hasta que estuvo cerca de mi rajita, a lo que abrí las piernas, al por fin llegar a mi rajita, la empezó a lamer de arriba abajo, lo que me hizo dar más gritos de placer, después se concentró en mi clítoris, ahí fue donde perdí la cabeza por completo, y le empecé a pedir más, y más, y que no se detuviera jamás.

Martha puso sus manos en mis nalgas para acercarme más a ella, y yo puse las mías en su nuca para que no dejara de mamar, chupó y mordisqueó mi clítoris tan sabrosamente, que me llevó a alcanzar un placer máximo, así se estuvo por 10 minutos, en los que ella me penetro con sus dedos y lengua, chupo y mordisqueo mis labios vaginales, y me hizo tener tres orgasmos grandiosos que me llevaron al séptimo cielo, nunca antes ninguno de mis novios u hombres con los que me hubiera acostado, me habían hecho sentir tanto placer como lo estaba haciendo Martha en ese momento, y digo hombres, porque solo con Meli me sentía así.

Después de estos diez minutos en que Martha me había hecho tocar el cielo, dejó en paz mi rajita y clítoris, y se volvió a concentrar en mis tetas y pezones, la excitación no remitía ni un poquito, y en mi excitación le dije, “por favor no pares, nunca había hecho esto, y me has dado más placer que cualquier hombre, es maravilloso”, claro, en parte era cierto, porque solo Melisa me había hecho tocar el cielo como Martha.

Ella no se detuvo, y luego de un par de minutos, se levantó, y nos volvimos a besar en la boca, podía sentir el gusto de mis propios jugos, y eso me prendió más, poco a poco y sin dejar de besarnos, nos fuimos subiendo y acomodando en la cama, hasta que ella quedó encima de mí, besándome, acariciándome, y entre beso y beso, diciéndome que me quería.

Seguimos besándonos con pasión desmedida, entonces fui yo quien siguió tomando la iniciativa, y le agarré sus perfectas y maravillosas tetas,  acariciándolas, masajeándolas, y estimulando sus erectos y sensibles pezones, después de un tiempo, una de mis manos traviesas bajó hasta su húmeda rajita, en donde acaricié sus labios mayores,  introduciendo en ella solo la punta de uno de mis dedos, lo que la hizo gemir, pero sus gemidos quedaron ahogados en mi boca porque en ningún momento dejamos de besarnos.

Dejé de besarla, y ella lanzó un suspiro, y de nuevo fui bajando besando su cuello, su pecho, hasta llegar de nuevo a aquellas suculentas tetas, en donde me dediqué a lamer y mamar sus pezones, claro, todo sin dejar de hacerle mimos a su vagina, que para entonces ya estaba estimulando su henchido clítoris, las dos acciones hicieron que sus gemidos se convirtieran en gritos de placer, “¡por dios Dulce!, eres una buena alumna, que rápido aprendes, ¡no pares de hacerlo!”, lo que no sabía ella, era que ya tenía práctica con las mujeres, ¡mil gracias por todo Meli!.

OK, sigo, en ningún momento dejé de mamar las tetas de Martha, ni de jugar en su vagina, lo que provocó que ella abriera sus piernas de par en par, y flexionara su rodillas, instintivamente me coloqué entre ellas, aquello me dio la pauta para que por fin uno de mis dedo se introdujera en ella por completo, lo que la hizo gritar aún más, y empezó a mover sus caderas al mismo ritmo que yo la penetraba con mi dedo.

Mi mano estaba totalmente mojada por los jugos que ella estaba segregando, pero aquello no me importó, y entonces de golpe le introduje dos dedos, aquello la enloqueció al grado de tener otro orgasmo, y llenar aún más mi mano de sus jugos, lo que permitió que le introdujera tres dedos, perforando salvajemente su vagina, lo que hizo que tuviera otro orgasmo aún más fuerte que el anterior, y que pusiera los ojos en blanco, y arqueara la espalda.

Dejé de mamarle las tetas, y me recosté a un lado de ella, la besé en los labios, y saqué mis dedos empapados de sus jugos de su vagina, se los puse en la boca, y los comenzó a lamerlos y a chuparlos con desesperación, probando sus propios jugos, cuando terminó de limpiármelos, me abrazó, y me acarició un poco más, diciéndome, “si que eres una buena alumna, me has hecho gozar como hace mucho no gozaba, solo mi cuñado me ha hecho sentir así, y desde ahora en adelante, cada que quieras estar con una mujer, solo tienes que llamarme, porque estaré ahí para ti, y ahora es tu turno de gozar”.

Antes de que pudiera decir algo, Martha me empezó a besar de nuevo, jugando con su lengua en mi boca, y entrelazándola con la mía, sus manos volvieron a recorrer mi cuerpo por enésima vez, lo que me prendió nuevamente de inmediato, acarició mi espalda, bajo hasta mis nalgas, las acarició, las apretujó, y las abrió, recorriendo con sus dedos todo el canalillo entre ellas, hasta llegar a mi ano, el que masajeó en círculos, lo que me hizo gemir, la sensación era magnifica, claro, ya no era virgen de aquel lugar, pero Martha no lo sabía.

Volvió a subir sus manos pero esta vez para tocarme, y acariciarme las tetas,  estimulándome los pezones, los pellizcó, los apretó, los jaló, y eso me excitó demasiado, mi rajita ya se encontraba húmeda de nuevo, y yo me sentía caliente, luego bajo una de sus manos hasta mi pubis, como estábamos de lado, yo subí mi pierna a su cadera, y ella se dedico a buscar mi rajita, el sentir como sus dedos buscaban afanosamente me volvió loca, y la besé con más pasión y lujuria que antes.

Me abrió los labios vaginales buscando ahora mi clítoris, estimulándolo un poco, eso me hizo perder la calma, y empecé a mover mis caderas en círculos, y a gemir más sonoramente, Martha y yo nos dejamos de besar, y entonces si comencé a gritar con las caricias que ella me hacía, mientras que ella bajaba besándome el cuello, con dirección a mis tetas de nuevo, cuando llego, se dedico a mis pezones por un buen tiempo, entonces el sentir su lengua y dientes en mis pezones, aunado a como me toqueteaba el clítoris, me hizo tener otro grandioso y sensacional orgasmo que le llenó la mano de mis jugos.

Me besó de nuevo en la boca, y entonces de golpe me metió tres dedos en mi vagina, yo solo me abracé a ella con todas mis fuerzas que ya eran pocas, y sentí como me sacaba los dedos muy lentamente, dejé de besarla, y le dije, “por dios Martha, me estás matando de excitación, no dejes de hacerlo”, y me volvió a penetrar lentamente, mis jugos hacían que la penetración fuera sencilla, entonces comenzó a aumentar la velocidad de sus envestidas a mi rajita, y por consiguiente, también aumentó el volumen de mis gritos, era una suerte que estuviéramos solas, así podíamos gritar nuestros orgasmos como quisiéramos.

Así me penetró por varios minutos, en los que me dio dos maravillosos orgasmos más, que casi me hicieron perder el conocimiento por la intensidad de ambo, cuando finalizó mi segundo orgasmo, yo ya no tenía fuerzas casi para nada, más que para abrazarme a su cuerpo, Martha sacó sus dedos de mi interior, y me los dio a mamar, lo que hice sin dudar, lo hice hasta que se los dejé limpios de todos mis jugos.

“En verdad que si eres una buena alumna querida Dulce”, me dijo cuando terminé con sus dedos, “nunca creí que fueras tan buena en la cama”, “gracias Martha”, le dije dándole un pequeño beso en los labios, “tú también eres una buena maestra, solo que no se vale”, “¿qué?”, me dijo sonriendo, “no se vale que tú me hicieras gozar de esta manera, ¿y tú qué?, has de estar aún caliente con lo que me hiciste, déjame recuperar un poco más el aliento, y te devuelvo el favor”, le dije al oído, “no es necesario, Dulce”, me dijo besando una de mis mejillas, y tomándome de la cara, “lo que has hecho hoy es más que suficiente, no te negaré que si aún estoy algo caliente, pero nada que no pueda aguantar hasta llegar a mi propia casa, así que no te preocupes”.

No dejé que siguiera hablando, me abalancé sobre ella besándola de nuevo en la boca, “Dulce…, espera…, Dulce…, por favor…”, fue todo lo que me dijo antes de volver a acariciar su rajita que estaba súper húmeda, Martha abrió las piernas al máximo ya que mi dedo la estaba penetrando, y sus gemidos quedaron ahogados en mi boca, ella me abrazó con fuerza, y también me empezó a acariciar por todas partes.

Mi mano seguía jugando en su rajita, metiendo y sacando dos dedos de ella, y con la otra mano, estimulando su clítoris, así sin dejar de masturbarla, me bajé hasta sus tetas, y las comencé a lamer, y a chupar sus pezones, lo que la hizo gemir demasiado, pero no me quedé demasiado tiempo ahí, antes de que Martha tuviera su orgasmo, me detuve de golpe, “¡por dios Dulce!”, me dijo casi gritando, “¡por favor no te detengas!”.

La miré a los ojos, los cuales resplandecían de lujuria, y con una sonrisa traviesa, me hinqué entre sus piernas, y le empecé a mamar aquella hermosa rajita que tenía, deslizaba mi lengua de arriba para abajo de su rajita, llegando hasta su ano, y ella no paraba de gemir, desde mi posición lograba ver los pezones de Martha, estaban duros como piedras, y ella de lo excitada y caliente que estaba, se acariciaba sus tetas, y se pellizcaba los pezones, soltando gritos de placer, y con esa visión, yo seguí mamando su rajita con ganas.

Para cuando su orgasmo llegó, yo ya estaba caliente de nuevo, así que sin dejar de mamar su rajita, libré sus piernas, y me fui girando hasta que mis rodillas estuvieron alado de la cabeza de Martha, ella me tomó de la cadera, y entonces abrí mis piernas dejando su cabeza en medio de ellas, y lentamente fui bajando hasta que sus labios tocaron mi rajita, su lengua recorrió mi rajita dándome un placer indescriptible.

Las dos nos empezamos a mamar las rajitas en un 69 fenomenal, terminé una vez en la boca de Martha, y como a los dos minutos, ella terminó en mi boca, pero ambas queríamos más, así que no dejamos de mamarnos, antes de tener un segundo orgasmo, sentí como ella metió uno de sus dedos en mi ano, lo que me hizo mamarle más fuerte, y a mí se me ocurrió hacer lo mismo, así que le metí mi dedo en su ano, y se intensificó su mamada a mí, lo que provocó que las dos tuviéramos un grandioso, maravilloso, y excelso orgasmo que nos hizo arquearnos de placer, y nos dejó agotadísimas.

Me bajé de Martha, y me acomodé a un lado suyo, abrazándola con la poca fuerza que aún tenía, y nos empezamos a besar de nuevo, cuando su boca tocó la mía, sentí en ella el gusto de mis jugos, pero estaba tan agotada, que no pude calentarme de nuevo, pero si podía sentir las caricias que ella me hacía, y eso si me encantaba.

“Por dios Dulce, esto fue maravilloso”, me dijo mientras me abrazaba, “me has hecho gozar y gritar, y me has dado más orgasmos que nadie, en toda mi vida”, “si, lo sé, tu también me has hecho gozar tanto”, le dije mientras le daba otro beso, “nunca había gozado tanto con nadie”, “dime la verdad Dulce”, me dijo viéndome a los ojos, “¿qué pasa?”, le dije inocentemente, “¿en verdad era tu primera vez con una mujer?”, me dijo algo seria, “¿la verdad?, está bien, la verdad es que no, ya había estado con otra mujer antes, llevo seis meses acostándome con ella”, le respondí con otro beso, “pero contigo gocé más en una tarde, que con ella en estos seis meses”, claro, era una pequeña mentira a medias.

Martha me abrazó, me besó, y me dijo al oído, “eres maravillosa, y lo que te había dicho antes, es completamente verdad, cuando quieras estar con otra mujer, solo háblame, ¿de acuerdo?”, le respondí besándola, y acariciándola un poco más, “bueno, pues es hora de salir de aquí, hemos pasado mucho tiempo cogiendo, que en cualquier momento puede llegar tu tía y cacharnos aquí”.

Las dos nos pusimos en pie, el problema era que estábamos sudorosas, y llenas de saliva y jugos propios y de la otra, así que decidimos darnos una ducha rápida, eso sí, lo hicimos por separado porque de hacerlo juntas, quien sabe que hubiera pasado, primero fue Martha, y mientras se bañaba,  me senté desnuda en las escaleras para cuidar que no vinieran, después me metí yo a bañar, y cuando salí, ella ya estaba vestida, y en la cama estaba mi ropa.

“te puse ahí otro conjuntito que traía yo en el auto”, me dijo señalando la ropa interior, este era también de encaje, y pequeño, solo que de color azul marino, “el tuyo está sucio, en especial la tanga, me lo llevo yo, lo lavo, y ya después te lo entrego”, me dijo dándome un beso, y dejándome sola en la habitación, me pareció una buena idea, así que me vestí de nuevo, poniendo todo en su lugar, al último me puse los zapatos, y baje a la sala en donde ella me esperaba, me maquillé, y me despedí de ella con la promesa de que estaríamos en contacto.

Ahora han pasado ya cinco años desde aquel encuentro con Martha, y aún seguimos en contacto, a veces quedando para pasar la noche juntas disfrutando de nuestros cuerpos, el conjunto que ella se llevo, me lo regreso a la semana siguiente, y se tuvo que llevar el que traía ese día, ya que había quedado igual que el primero, porque no nos pudimos aguantar las ganas, y terminamos nuevamente en la cama.

Con Melisa me sigo viendo casi con la misma frecuencia con la que veo a Martha, para hacer exactamente lo mismo que con ella, las dos saben una de la otra, pero nunca se han visto, mis planes a futuro, son tener un encuentro lésbico con las dos al mismo tiempo, un trío Martha, Melisa, y yo en la misma cama, espero llevarlo a cabo más temprano que tarde.