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La polla de Rasputín

en Hetero: General

Anastasia Candell apenas reaccionó ante la noticia del doctor. Se lo quedó mirando un buen rato tratando de procesar la información que acababa de recibir mientras este comenzaba a explicarle sus opciones, medicamentos, posibles tratamientos... cualquier cosa con tal de que su pobre paciente no cayera en la histeria o, peor aún, en la autocompasión.

-Y sin embargo le recomiendo fervientemente optar por la quimioterapia. Eso nos permitirá controlar el proceso con mayor eficacia mientras que una cirujia tan solo retrasaría la evolución de...

Anastasia asentía rítmicamente con la mirada perdida. ¿De verdad tenía cáncer? ¿Desde cuando? Era su primera visita al médico en 5 años por que no se podía permitir sus servicios. Y ahora que por fin iba, el doctor le diagnosticaba un cáncer de páncreas. Era... surrealista. Quizá.. quizá estaba soñando...

-Si... debe de ser eso...- murmuró Anastasia con voz débil.

El doctor asintió con decisión, como si estuviese esperando esas palabras. Acercó entonces su silla a la de la chica y le rodeó los hombros con las manos. Anastasia reaccionó por primera vez y miró al doctor a los ojos. Estaba más pálida de lo normal, aunque su piel siempre había sido de un blanco casi cadavérico.

-Es usted una mujer valiente, señorita Candell. Lo más importante de todo es que siga así, que no caiga en la depresión. Todavía estamos a tiempo de salvarla y lo más importante de todo es que mantenga su moral bien alta. Ahora le recetaré unos medicamentos para preparar su organismo y en unos días podremos comenzar la quimioterapia.

Anastasia parpadeó un par de veces y luego asintió. El doctor le sonrió con esos dientes tan inhumanamente blancos y empezó a teclear rápidamente en su computadora. Dos minutos después, sacó unos papeles de la impresora, los grapó y reanudó la conversación:

-Atienda, señorita Candell. Estos son los medicamentos que ha de tomar a lo largo del día; dos cápsulas de esto por la mañana y otras dos antes de acostarse; una cucharada de esto con medio vaso de agua, una píldora de...

El doctor prosiguió con sus instrucciones a la vez que la paciente asentía, esta vez con mayor interés. Cuando hubo concluido el doctor le entregó los papeles y volvió a sonreír.

-Muy bien, señorita. Esto ha sido todo por hoy. No olvide mis instrucciones y evite consumir bebidas azucaradas o cualquier tipo de estimulante, como cafeína o teína.

-Si... esto...

-Espero que le vaya bien. Le llamaremos en unos días para darle hora.

El doctor volvió a fijar su mirada en la pantalla y Anastasia se marchó de la consulta apretando los papeles contra su pecho. Una vez en casa, se sentó en la cama y se dedicó a leerlos con más detalle, hasta que advirtió los precios señalados a la derecha de cada medicamento.

-No... no me lo puedo... permitir...- murmuró Anastasia.

Dejó caer los papeles al suelo y se tumbó en la cama mirando al techo. A Anastasia no le había ido bien en la vida. Sus padres murieron en un accidente de tren cuando ella acababa de cumplir los 15 años y no tenía ningún pariente que pudiese ayudarla; ni tíos, ni abuelos, ni hermanos... ni siquiera amigos. Desde entonces se las había arreglado como podía y, de alguna forma, esa chica morena y paliducha había conseguido sobrevivir sin tener que mendigar hasta la edad de 29.

Y ahora le decían que tenía cáncer... casi parecía una broma. Esas cosas le pasaban a otra gente, no a Anastasia. Ella no se merecía morir de esa forma.

Morir...

Una lágrima se deslizó por su mejilla. Se tumbó de lado. De repente le había entrado mucho sueño... y Anastasia lo aceptó agradecida. Quería dejar de pensar en su horrible vida y, quizá, soñar algo bonito.

...

Sonó el timbre y la chica se despertó, sobresaltada. ¿Qué hora era? ¿Cuanto tiempo había dormido? Miró el reloj del móvil: eran las 5:20 de la madrugada.

-¿Quién demonios...?

Volvió a sonar el timbre y Anastasia se acercó a la puerta para a continuación descolgar el interfono.

-¿...Quién es?

-¿Hablo con Anastasia Candell?- respondió una voz autoritaria con un extraño acento... ¿ruso?.

-Sí, soy yo... ¿Quien es usted y qué quiere a estas horas?

-Soy la doctora Irina Alekseeva. Hemos sido informados respecto a su difícil situación y he venido para comunicarle una buena noticia... Disponemos de los recursos para curar su cáncer.

A Anastasia le tembló la mano con la que sujetaba el interfono.

-¿Qu... como dice?

-¿Puedo pasar a su piso? Así podremos hablar con más tranquilidad.

Anastasia abrió la boca para decir algo, pero en lugar de eso pulsó el botón de apertura. Un minuto después, se encontró frente a la doctora Alekseeva. Lo primero que le llamó la atención de Irina era su altura: medía más de 1,80 y vestía con fría formalidad unos pantalones y americana color verde oscuro, su cabello rubio recogido en un pulcro moño encima de la nuca y unas delicadas gafas cuya montura debía de costar un año del sueldo de Anastasia. Ésta tragó saliva y la invitó a entrar con un ademán. La doctora Alekseeva hizo entonces un gesto hacia atrás y Anastasía se sorprendió al ver como dos hombres de aspecto de matón se retiraban al pasillo.

-No se preocupe, señorita Candell, mis guardaespaldas no entrarán. Estaremos usted y yo a solas.

-Ehm... si, por supuesto...

-Llámeme Irina. Y si no le importa yo me dirigiré a usted también por su nombre de pila. Tutearnos hará el proceso más eficiente.

Irina se sentó en la butaca de Anastasia y aguardó, atenta, hasta que su anfitriona hubo tomado asiento a su vez. Anastasia pensó por un momento en ofrecerle algo de beber, pero Irina rompió el hielo sin demora.

-Como bien le he dicho, Anastasia, la corporación para la que trabajo dispone de los recursos para curar su cáncer.

-¿Y...(gulp)... cual es esa corpo...?

-No voy a revelar más información de la estrictamente necesaria. Por ahora lo único que debe saber es que si usted acepta participar en cierto experimento, nosotros le ayudaremos. El proceso le cambiará la vida por completo y, una vez iniciado, no habrá vuelta atrás. Y por supuesto, nosotros correremos con todos los gastos.

Anastasia estaba temblando. ¿Podía ser eso cierto?

-¿Y... doc, Irina... qué... qué he de hacer?

La doctora Alekseeva abrió su carpeta y sacó algo parecido a un billete de avión, el cual dejó encima de la mesita.

-Mañana por la tarde tomará este vuelo a San Petesburgo, en Rusia. Cuando haya llegado, salga por cualquier salida. Uno de nuestros hombres la encontrará y la llevará a nuestras instalaciones.

-Espere, ¡Espere!...- Anastasia trató de tranquilizarse. -¿Todo esto es en serio? ¿Viene justo el día en el que me han diagnosticado cáncer a estas horas de la madrugada y me dice que viaje a Rusia ofreciéndome una cura milagrosa? Todo esto... es demasiado raro. Ese experimento del que habla...- la chica calló, incapaz de seguir hablando debido al temblor.

Irina la miró a los ojos durante unos largos diez segundos y entonces volvió a abrir su carpeta de la que sacó un papel con un dibujo impreso.

-Esto, Anastasia, es tu abdomen.- Sacó entonces un segundo papel -Y esto, tu caja torácica.

Ambos dibujos eran radiografías en las cuales se mostraba parte del cuerpo de Anastasia, dentro del cual destacaban unos puntos oscuros cada uno de ellos marcado por un círculo rojo... había muchos...

-Cada círculo señala un tumor. Te quedan dieciséis semanas de vida... a lo sumo.

Anastasia abrió mucho los ojos y le tembló la voz al hablar.

-Pe... pero ya me han ofrecido eh...

-Si, me hago cargo. En estos casos, un doctor honesto te diría la verdad sin tapujos y trataría de consolarte... pero viendo tu expresión, supongo que ese doctor te ha recetado unos medicamentos que en tu situación económica no te puedes permitir para prepararte para una quimioterapia que a estas alturas ya no te sirve para nada y lo único que conseguirá será destrozar tu sistema inmunológico y así acentuar tu miseria durante tus últimos meses de vida.

-No... no...

Irina le ofreció a Anastasia un pañuelo(que ya tenía preparado) y la contempló con algo menos de frialdad mientras se secaba las lágrimas.

-Le ofrecemos salvar su vida, nada más y nada menos. Afirmo con toda seguridad que somos su única esperanza. -dejó una pequeña tarjeta sobre el billete además de un sobre- Aquí tiene mi número y 200 euros por si necesita un taxi hasta el aeropuerto. Mañana por la noche la estaré esperando en San Petesburgo.

La doctora Aleskeeva se levantó sin duda dando por terminada la conversación pero Anastasia gritó.

-¡Espera! ¿Por qué... por qué tan pronto? No entiendo... quisiera poder prepararme y...

-Anastasia, para realizar el experimento necesitamos tu cerebro intacto.- respondió Irina con su anterior frialdad -Es casi un milagro que con un cáncer tan avanzado no hayamos detectado ni una sola célula cancerígena alojada en tu cerebro. Salta a la vista que no pensamos correr riesgos, lo mejor será iniciar el proceso lo antes posible.

Y dicho esto, la mujer se dio la vuelta y se marchó por la puerta.

-...joder... ¿Qué ha sido todo esto?

Por un momento, Anastasia se preguntó como había conseguido esa mujer sus radiografías, como sabía donde vivía y en qué consistía ese experimento. Pero enseguida decidió que no valía la pena cuestionar nada. Irina Alekseeva la había tenido en sus manos desde el momento en el que miró a Anastasia a los ojos y afirmó que podía salvarle la vida.

Anastasía se levantó con decisión y se dispuso a preparar la maleta. Iba a viajar a San Petesburgo.

...

Al día siguiente, Anastasia se despidió de su casa(algo le decía que no iba a volver a su pequeño apartamento en mucho tiempo) y tomó un taxi al aeropuerto de su ciudad. Esperó 3 horas sentada sin nada que hacer hasta que por fin cogió su vuelo y el avión despegó. 5 horas después había llegado a San Petesburgo.

-Brrr... qué frío.

Anastasia se abrigó un poco más. Pese a que era primavera, en la antigua capital rusa hacía un frío glacial; y ni siquiera había salido del aeropuerto. La chica se dirigió a la salida tal y como le habían indicado y, nada más traspasar las puertas, un hombre enorme con hombros de percherón vestido con un esmoquin negro se plantó delante de ella.

-¿Anastasia Candell?- preguntó con voz cavernosa.

-S... sí.- contestó Anastasia con voz apenas audible.

-Venga por aquí, por favor.

El paquidermo echó a andar por la acera y Anastasia le siguió como pudo cargando con su maleta a cuestas y obligada a trotar para seguir los largos pasos de su "escolta".

-"¿No se supone que estoy mortalmente enferma? Si estos tipos están tan podridos de dinero como parecen ya podrían haberme enviado una avioneta privada, ofrecerme algún servicio extra o...".

-¿Como dice?

-¡¡Na, NADA!!- ¿Había estado pensando en voz alta?

El Sr. Paquidermo(sí, Anastasia había decidido ponerle ese mote) siguió caminando, sin mostrar expresión alguna tras esas gafas de sol que se pegaban a su cabeza cual visera de Robocop.

Al cabo de 5 minutos, llegaron al aparcamiento donde los esperaba una larga limusina negra y tres tipos con el mismo traje y con una constitución muy similar a Sr. Paquidermo aguardando con las manos a la espalda. Uno de ellos abrió la puerta e hizo un ademán para que Anastasia entrara. Y eso hizo. Entró en la limusina y se sentó en una esquina. Lo desconcertante vino cuando Sr. Paquidermo se sentó en el asiento del conductor mientras que los otros 3 lo hicieron entorno a Anastasia: dos delante(de frente) y uno a su lado.

Y así se quedaron: totalmente inmóviles y sin decir palabra mientras un suave ruido indicaba que el coche se había puesto en marcha(los cristales de las ventanas estaban tintados). Durante la hora y media que duró el viaje, Anastasia trató de encogerse y parecer poca cosa pero no se quitaba la sensación de que esos tres mastodontes la observaban... Así que se dedicó a dejar volar su imaginación: Sr. Paquidermo la había traicionado, dejándola a merced de los hermanos Popov y Potochov mientras que Mr. Bobinski era el único que parecía estar de su parte, puesto que se sentaba a su lado. Lo malo es que Mr. Bobinski parecía el más pequeño de los tres y los hermanos Popov y Potochov ya debían haber ideado un plan para deshacerse de...

-Ya hemos llegado- dijo la voz del Sr. Paquidermo a través de la ventanilla y despertando a Anastasia de sus fantasías.

Cuando salieron del coche ya era muy oscuro, y Anastasia no llegó a distinguir nada más que una pared enorme con una puerta metálica al lado de la cual le esperaba una mujer muy alta vestida con bata.

-¿Doctora... digooo, Irina?

-Doctora Alekseeva para usted, señorita Candell.

-Va... vale. "¿Qué ha pasado con lo de tutearnos?"

-Bien, ahora coja su maleta y sígame.

-¡Ah, si, la maleta!

Anastasia volvió atrás y se encontró con el hombre que se sentaba a su lado ofreciéndole la maleta.

-Gracias, Mr. Bobinski.

El guardaespaldas arqueó una ceja mientras Anastasia seguía a Irina a través de la puerta metálica. La siguió a través de varios pasillos llenos de puertas, escaleras e intersecciones hasta una sala algo más grande que las demás donde había un recibidor.

-Deje su maleta aquí, nosotros se la guardaremos... bien. Soy consciente de que no ha dormido desde ayer a la madrugada y que estará tremendamente cansada, pero tenemos prisa. MUCHA prisa. Tanta que incluso ahora podría ser demasiado tarde.

Anastasia empezó a temblar de nuevo, con todo el peso de su situación de nuevo sobre su consciencia.

-Sin embargo, es mi obligación explicarle la naturaleza del experimento. Así que tómese esto -le ofreció a Anastasia dos pastillas y un vaso de agua- La mantendrá despierta y atenta el tiempo necesario.

Anastasia respiró hondo y se tragó las píldoras y el agua. Luego asintió a la doctora Alekseeva, dándole a entender que estaba preparada.

-Bien. Tras esta puerta, por favor.

Ambas mujeres traspasaron una puerta situada justo detrás del recibidor y Anastasia se encontró con una sala totalmente blanca con una pared llena de extraños aparatos y pantallas y, en medio de todo, una plataforma metálica sobre la cual había un pote de cristal con algo extraño dentro. Un científico con bata y mascarilla verdes tomaba notas en una tablet digital justo al lado de la plataforma. Éste asintió a la doctora Alekseeva y se marchó por la misma puerta, no sin antes echarle una intensa mirada a Anastasia.

-"Me ha mirado todo el cuerpo... menos la cara".

-Dígame, señorita Candell... ¿Qué cree que contiene este recipiente de cristal?- preguntó Irina, interrumpiendo sus pensamientos.

Anastasia se acercó y contempló el recipiente con mayor atención.

-Es un trozo de... es largo y parece... ¿Un órgano? Ehm... ¿Una parte de algo?- entonces se dió cuenta -¡¡No!! ¡Es un pene! ¡Un pene de hombre!

-Muy aguda, señorita Candell. Se trata de un aparato reproductor masculino o, en otras palabras: un pene humano.

-¡¿Pero a quién pertenece?! ¿No es demasiado grande para...? Eh... ¿Han sido ustedes los que...?

-No diga tonterías. Este valioso espécimen tiene exactamente 100 años. Se trata nada más y nada menos que del pene de Rasputín.

-¿De Rasp... Rasputín? ¿Quiere decir ESE Rasputín?

Grigori Yefímovich Rasputín, para ser más exactos. ¿Conoce su historia, señorita Candell?

-Más... más o menos.

-Dejando a un lado su mala fama, Rasputín era un hombre... brillante. Con una inteligencia y carisma sin parangón. Un humilde sacerdote ortodoxo que escaló hasta convertirse en consejero de los zares y uno de los hombres más poderosos del Imperio Ruso.- explicaba Irina con emoción, casi se diría que admiraba a Rasputín -Sin embargo, sus orígenes humildes y la envidia puso a la nobleza(e incluso parte de la realeza) en su contra, los cuales terminaron conspirando para asesinarlo.

-¿No le odiaban por otra cosa?- inquirió Anastasia.

-¿Como dice?- preguntó la doctora, molesta por la interrupción.

-Tengo entendido que... que Rasputín se tiró algo así como a la mitad de las esposas de los nobles... por decirlo de algún modo.

Irina guardó silencio unos instantes.

-...Si. Como verá, Rasputín también era un hombre extremadamente bien... dotado.- puso énfasis en la palabra "dotado" -Y su carisma le garantizó verse rodeado de admiradoras. Pero volvamos a lo anterior: la conspiración de los nobles funcionó y consiguieron matar a Rasputín. Más tarde su cuerpo fue descuartizado y la mayor parte ardió en la hoguera... salvo su pene, el cual alguien escondió en este pote de cristal y durante décadas estuvo en diferentes lugares hasta que terminó en el Museo del erotismo de San Petesburgo. Nuestros contactos lo... consiguieron... directamente de ahí.

-¿"Consiguieron"?

-No entraré en detalles.

Anastasia no sabía que pensar de esa historia, salvo...

-¿Y qué quiere hacer con él? ¿Tiene algo que ver con... con mi tratamiento?

-...A eso quería llegar. Verá, señorita Candell. Queremos revivir a Rasputín.

-¿Revivir... a Rasputín?- ¿Y para qué la necesitaban a ella? ¿De qué iba todo esto?

-Así es. Reconstruiremos el cuerpo de Rasputín a partir de su pene usando la tecnología más avanzada de la que dispone nuestra corporación.

-¡Por favor! ¡¿Quiere decirme de una vez para qué me necesitan?!

-Le ruego que se tranquilice. Vamos vamos... respire hondo...

Anastasia se dio cuenta de que le temblaba todo el cuerpo, e hizo lo que le pidió. En cuanto se notó más relajada, Irina prosiguió:

-Tenemos contactos en hospitales de todo el mundo, y constantemente recibimos muestras de sangre extraídas de incógnito. ¿Recuerda que le sacaron sangre cuando le hicieron las pruebas?... Bien. Nosotros hemos estado analizando durante tres años el código genético de cada una de esas muestras, buscando el que más se parezca al ADN de Rasputín. Y de todos ellos, su ADN, señorita Candell, es el más similar.

-¿El más similar?

-De hecho, podría pasar perfectamente por la hija de Rasputín... o por un pariente muy cercano.

Anastasia guardó silencio, esperando a que la doctora Alekseeva contestara de una vez a su maldita pregunta.

-Y esto nos lleva a lo siguiente: El miembro de Rasputín, a pesar de estar moderadamente bien conservado, lleva muerto un siglo. Sus tejidos se han degradado y su cadena de ADN está incompleta, por lo que necesitamos parte de un ADN similar para completar toda la secuencia y desarrollar el futuro organismo a partir de ese punto.

Irina hizo una pausa para acariciar el pote y continuó.

-Y he aquí lo más importante: El cuerpo construido a partir de este punto será el de un pre-adolescente, una versión de Rasputín a los doce años. Pero no solo queremos un cuerpo, queremos una persona, un humano funcional. Y un humano funcional debe tener recuerdos, una consciencia y personalidad. O el cuerpo símplemente... fallece. Se duerme y no despierta. Es una realidad científica comprobada a través de décadas de clonación que nosotros no hemos podido corregir.

-¿Qui... quiere decir entonces...?

-Sí. Necesitamos su cerebro, Anastasia Candell... o tan solo el pedazo que alberga sus recuerdos y consciencia. El hecho de que sus ADNs sean tan compatibles también nos facilita las cosas en ese punto.

-N...No... ¡¡NO!! ¡¿ESTÁ USTED LOCA?! ¿Como quiere que... como...?

-No se confunda, Anastasia. Usted no morirá. Tan solo renacerá en un cuerpo nuevo. Conservará todos sus recuerdos y nosotros le atenderemos en todo lo que necesite.

Pero Anastasia estaba histérica.

-¡¡NO, NO NO NO!! -empezó a aporrear la puerta- ¡¡QUIERO IRME, ABRA LA PUERTA!! ¡¡POR FAVOR!!

La doctora Alekseeva le puso tranquilamente las manos sobre los hombros. Y la detuvo con una sorprendente firmeza.

-Por favor, tranquilízese Anastasia. No haremos nada si usted no quiere. No somos unos monstruos.

Anastasia jadeó, cansada por el viaje, superada por los acontecimientos y todavía aterrada ante lo que le ofrecía la doctora Alekseeva.

-Lo lamento mucho, Anastasia, pero voy a pedirle que me escuche. Gírese... Bien, mucho mejor. Ahora escuche, ¡¡Escuche!! Con atención... Su cáncer es incurable, su cuerpo "actual" morirá en menos de cuatro meses. Pero su cerebro, su mente, todo lo que hace que usted sea "usted", todavía están sanos.

Irina dejó pasar unos segundos para que Anastasia procesara la información.

-Si quiere vivir, tiene que participar en el experimento. No le queda otra... y si se niega... la llevaremos a un hotel de San Petesburgo para que descanse y al día siguiente le pagaremos el viaje de vuelta a su ciudad, donde supongo que pasará sus últimos días.

En ese momento Anastasia rompió a llorar. Siguió llorando durante 5 minutos mientras Irina aguardaba a que se desahogara. No dijo ni una palabra, se limitó a esperar con los brazos cruzados.

-Aaah... (sob) huh...- Anastasia miró a la doctora a los ojos y se sorbió los mocos. -Lo... lo haré.

Irina asintió y al instante se abrió la puerta por donde entraron varios hombres y mujeres con bata verde. El último de ellos empujaba una silla de ruedas llena de aparatos y tubos y, antes de darse cuenta de nada, Anastasia se vio sentada en medio de esos cachivaches.

Irina Alekseeva se puso en frente de la asustada chica y descolgó una mascarilla unida a un tubo.

-Has tomado la decisión correcta, querida- Anastasia creyó ver como Irina sonreía por primera vez, pero le habían acercado la mascarilla a la boca y se le empezaba a nublar la vista -Que tengas dulces sueños...

...

5 meses después:

...

Un eco y un murmullo... y un sonido viscoso y prolongado, como si le hubieran llenado los oídos de agua burbujeante. Eso fue lo que escuchó Anastasia al despertarse. Poco a poco, el sonido iba aumentando de intensidad a la vez que percibía cada vez más matices: roces de tela, pitidos, pasos y muchas voces. Llegó un punto en el que el ruido se hizo molesto y fue entonces cuando la mente de Anastasia decidió abrir los ojos... y la luz... la luz le cegó por completo y las voces se convirtieron en gritos.

-¡Está abriendo los ojos!

-¿Reacciona a los estímulos?

-Podemos desconectar los inyectores de...

-El ritmo cardíaco ha aumentado un...

Pero una voz femenina se impuso:

-¡Todos vosotros al observatorio! Debemos evitar la sobrecarga de estímulos, desconocemos como reaccionará al estrés.

La visión de Anastasia se fue aclarando y, poco a poco, las formas borrosas se convirtieron en personas de bata verde que abandonaban la sala. Le dolían los ojos y notaba una sensación cosquilleante por todo el cuerpo.

De repente, alguien enfocó una luz directa a sus ojos.

-Las pupilas responden bien, la respiración es normal.

Anastasia se dio cuenta de que reconocía la voz.

-¿Doctora... Alekseeva?

El rostro de Irina apareció frente a sus ojos.

-¿Me recuerdas?... Bien, no pareces sufrir amnesia y a estas altura podemos descartar cualquier posibilidad de rechazo.

Anastasia respiró profundamente. Se sentía... bien. Pero extraña a la vez. Había algo con su pecho... una sensación rara, como de falta de...¿Costumbre? No...

-Yo...- su voz sonaba distinta. Algo menos aguda... más cándida.

Irina le puso la mano en el pecho.

-Espera, vamos a retirarte ese respirador nasal. Relájate y respira por la boca.

La mujer desconectó un par de cables y tiró de algo que Anastasia tenía encima del labio. Ésta notó una desagradable sensación de succión muy a dentro de sus fosas nasales.

-Euh... ugh...- dos tubos sorprendentemente largos salieron de su nariz acompañados de una ración de mucosa que Irina le limpió con un pañuelo.

Justo en ese momento, Anastasia empezó a recordar.

-No... yo... Estaba ahí... estaba... ¿Qué me han hecho?

-Espera Anastasia. Vamos paso por paso. ¿Puedes mover las manos?

Anastasia levantó los brazos y se miró las manos. Defnitivamente había algo diferente.

La doctora Alekseeva siguió comunicándole instrucciones que en su mayoría consistían en movimientos básicos. Y cuando hubieron pasado 3 tres minutos hizo una pausa para dirigirse a un espejo situado en una de las paredes.

-Que quede constancia de que el aparato locomotor funciona correctamente. No se perciben defectos ni atrofias.

Cuando se giró de nuevo, Anastasia se había incorporado y tenía los pies en el suelo.

-Mi cuerpo, mi cuerpo es...

-Exactamente, este es su nuevo yo.- dijo Irina, impaciente -y ahora haga el favor de volver a recostarse, todavía no he terminado de...

Pero Anastasia se puso en pie y empezó a toquetearse todo el cuerpo.

-¿Qué... qué...?- Tan solo llevaba puesta una fina bata de hospital que dejaba descubiertos ambos lados. -¡¿QUÉ?!

Anastasia percibió entonces un pequeño peso que tiraba de su entrepierna a la vez que algo le rozaba los muslos e iba chocando cada vez que se movía. Se agarró inmediatamente ese bulto balanceante y lo notó bien lleno en la palma de la mano a la vez que sentía su propio agarre a través de ese "bulto". Era rematadamente difícil de explicar para alguien que jamás había tenido nada allí.

-¡Qué raro, joder, jodeeer! ¡¡ESTO ES MUY RARO!!- No se le ocurría nada que decir y tenía ganas de gritar, pero cuando abrió la boca se sorprendió hiperventilando. Un sudor frío le recorría la frente y la espalda.

-¡Ya es suficiente!

Anastasia notó entonces un pinchazo directamente a un lado del cuello y enseguida cayó de rodillas. De repente se notaba débil y somnolienta.

-Deberíamos haberte despertado más despacio. Ya me esperaba cierta agitación en cuanto te dieras de bruces con tu nueva realidad, pero es totalmente prioritario que te calmes y mantengas la mente fría. No queremos que sufras un paro cardíaco inmediatamente después de renacer.

Irina la ayudó entonces a levantarse y volvió a sentar a Anastasia sobre la camilla.

-¿Me has comprendido? Asiente dos veces para decir "sí".

Anastasia asintió dos veces tal y como le decía la doctora.

-Bien. Solo decirte que el experimento ha sido un éxito. Hace 5 meses que viniste a nosotros y ahora has renacido en el cuerpo de un chico totalmente sano y sin defectos fisiológicos. Ha sido un proceso duro y te llevará tiempo adaptarte a tu nuevo cuerpo, así que por ahora debes descansar, ¿Entendido?

Anastasia estaba cada vez más somnolienta por efecto de la droga e hizo un esfuerzo por asentir, aunque en lugar de dos, asintió siete veces. Irina le ayudó a acostarse de nuevo con delicadeza y, segundos después, Anastasia se había dormido.

...

Despertó dos días después en una mullida cama. Se encontraba sola en medio de una habitación silenciosa que se iluminó de forma automática en cuanto Anastasia se recostó. Tan solo escuchaba su propia respiración y un suave murmullo de maquinaria varios pisos por debajo; a su nariz llegaba un olor de ambientador y desinfectante.

-Tengo un... pijama ¡Oh!

En un ambiente tan quieto y silencioso, su voz sonaba incluso más suave y agradable. Se llevó inmediatamente las manos a la cara... era menos alargada pero más... más suave y sin imperfecciones.

-¡Un espejo, necesito un espejo!

Anastasia busco de un lado a otro y encontró un gran espejo de pared justo al lado de una entrada sin puerta que daba al baño. Enseguida puso los pies sobre la moqueta y caminó para contemplar su nuevo yo. Se sentía más ágil y ligero. Y en cuanto se vio, no supo como reaccionar. Delante de ella, había un preadolescente, poco más que un niño; de piel pálida, delicados rasgos faciales casi angelicales y un cabello castaño oscuro liso pero despeinado. Sin embargo lo que más destacaba eran sus ojos: unos intensos y penetrantes ojos de color azul eléctrico.

-Ahh... ¿Soy... yo?

Anastasia volvió a palparse la cara, totalmente fascinada por su nuevo aspecto, sobre todo por sus ojos. Pero justo entonces notó un cosquilleo en la entrepierna y volvió a examinarse en el espejo esta vez centrada en su mitad inferior. Piernas largas tras el suave pijama color fucsia y... un bulto muy significativo justo donde debería estar el...

-Oh... dios, esto es...

Anastasia se palpó el bulto con la mano abierta y volvió a sentir la presión. Enseguida decidió bajarse los pantalones y vió que le habían puesto unos boxers grises tras los cuales el bulto se veía todavía más acentuado. Anastasia metió los pulgares por la goma de su cintura y se bajó la prenda interior hasta las rodillas, descubriendo su nuevo miembro, aquello que la convertía definitivamente en un hombre.

-Mierda, mierda... uuuuhhhh...

Se tapó los ojos con las manos sintiendo una mezcla de vergüenza, ansiedad, asco y algo que no pudo definir; pero enseguida volvió a mirar sin resistir la tentación. Su pene flácido era suave y de color algo más oscuro que su piel terminado en un prepucio donde se distinguía una pequeña parte del glande. También tenía un gran grosor y era realmente largo, llegando a colgarle hasta la mitad de los muslos donde chocaba y se balanceaba por efecto de la inercia.

-Jodeeeeer, joder qué asco, jodeer, ¿Y ahora qué hago? Esto no es, ugh...

Anastasia respiró hondo y se cogió el pene con suavidad, sopesándolo con los dedos.

-Es... pesado.

También se sentía suave y caliente sobre la palma de la mano.

-¿Y estos son...?

Descubrió sus dos testículos justo entonces. Eran grandes y voluminosos.

-Casi parecen albaricoques.

Anastasia soltó una risita, divertida por su comparación, y advirtió una cosa: le encantaba el sonido de su propia risa.

-Ji ji ji, ehh, tengo... ¿Ganas de mear?- Sentía un ligero pinchazo en su vejiga y enseguida volvió la vista a la derecha, a la entrada del baño.

Anastasia respiró hondo y masculló un "vamos allá". Se adentró en el lavabo y se paró en medio de todo, advirtiendo tanto un retrete como una especie de bidet empotrado en la pared. Eso debía de ser el "meadero" para hombres, ¿Verdad?

Se decidió entonces por el bidet, parándose frente a él y mirándose el pene, el cual se sujetaba con la mano entera como si fuese una manguera.

-Y supongo que ahora he de apretar. No puede ser muy diferente a una mujer.

Y eso hizo. Anastasia apretó su bajo vientre y enseguida notó algo caliente deslizándose por el conducto de su polla. Sus esfuerzos se vieron recompensados cuando un suave y casi transparente chorro de pis chocó contra el desagüe.

-Ahhh...- se sentía extrañamente orgullosa de sí misma, pero notaba una presión justo en la base del miembro y se dio cuenta de que se la sujetaba con demasiada fuerza. Enseguida la soltó y la repentina fuerza del chorro le levantó la polla dirigiéndolo todo a la parte superior del meadero y provocando que le salpicara directamente sobre el pijama.

-¡Iiih! ¡¡Pa, para!!

Se sujetó el miembro descontrolado y volvió a dirigir el chorro a la parte baja. Cuando por fin terminó de mear se desabrochó la parte superior del pijama manchada de orina y la dejó caer, asqueada. Se había quedado totalmente desnudo. Volvió a caminar hasta el espejo, se sentía algo malhumorada.

-¡Maldito colgajo aparatoso! ¡Deja ya de menearte como un idiota y estate quieto!

Anastasia se sintió algo estúpida al increparle a su propio pene, y de repente recordó la primera y única relación que tuvo con un hombre. No duró ni dos semanas pero tuvo tiempo de observarle bien y recordaba el aspecto de su polla. Eso le dio algo con lo que comparar.

-¡¿Y por qué demonios es tan grande?!(dijo "es" en lugar de "la tengo" porque todavía no terminaba de asimilar que esa cosa le perteneciera) ¿No se supone que una polla debería ser más pequeña?

Anastasia se estaba alterando y se agarró el pene con ambas manos para así examinarlo con más detalle. Le recordaba a algo... pero no tuvo tiempo de pensarlo. Notó otro cosquilleo en el bajo vientre y su pene empezó a crecer entre sus manos.

-¡¿Qué?! No... ¡¿Como?!

Su polla se alargaba y expandía cada vez más mientras Anastasia trataba estúpidamente de detenerlo apretando con las manos.

-¡¡Que no, joder!! ¡¡He dicho que pares de una... IH!!

Su grueso glande redondeado ya se hallaba totalmente descubierto y Anastasia notó un espasmo en cuanto se lo rozó con la mano. La sensación le hizo soltarse el miembro, que se meneó de un lado a otro ya totalmente erguido, como si fuera un metrónomo.

-Aaahhh, me cago en todo, me cago en...

Anastasia contempló su gran polla esperando sentir repugnancia, pero en lugar de ello se centró en su tamaño, su suavidad...

-¡¿Me... me llega hasta el pecho?!- se la agarró por la mitad y usó el abultado glande para tocarse la parte baja del esternón. -¡Ah! ¡Está caliente!- Sentía como le palpitaba, notando un extraño dolor.

Anastasia observó entonces su reflejo en el espejo y se sonrió a sí misma. El chico del otro lado devolvió una sonrisa de pura excitación. Era tan encantador...

Poco a poco retrocedió hasta sentarse en el borde de la cama, justo delante del espejo. Anastasia empezó a estrujarse el glande con ambas manos.

-¡¡Oooohh!!

Era como tocar un muñeco anti-estrés calentado al sol y era tremendamente sensible. No tanto como su antiguo clítoris pero sí mucho más grande.

-Masturbarme, me estoy masturbando como hombre... ¡ja... jajajaja!

Anastasia recordó un par de cosas y decidió usar una de sus manos para restregarse el largo tronco. Se sentía bien pero faltaba algo... y enseguida supo de qué se trataba. Abrió la boca, sacó la lengua y dejó escapar un largo reguero de saliva. Eso hizo de lubricante y enseguida pudo masturbarse con más facilidad: Su mano izquierda agitaba y restregaba el tronco mientras la derecha se masajeaba el glande con fuerza. La habitación se llenó con un concierto de jadeos y sonidos viscosos.

-Aah, aaah, ooh, ¡Sssiiii...!

Anastasia soltó otro reguero de saliva y esta vez usó las dos manos para restregarse el tronco, cuya longitud lo permitía. Notaba como ardía por dentro, su propio cuerpo bastaba para embriagarla y no podía dejar de mirarse la punta del pene, que quedaba justo bajo sus ojos. Era tan largo y llegaba tan alto que... Anastasia tuvo entonces una idea y probó a arquearse sobre sí misma, bajó la cabeza todo lo que pudo.

-¡AaahhUMPHF!- Abrió la boca y empezó a chupar su propio glande como si fuese un caramelo.

El espasmo de placer le hizo temblar y soltó un gemido ahogado por su propia polla. Estaba tan dura y caliente... y sentía un sabor ligeramente salado y suavizado por el jugo preseminal y su propia saliva. Le encantaba, era adictivo.

-Oughf, shrrrlp, aaaahhh... ffffph, ¡Oh! Uhmmm...

Mientras se practicaba la autofelación, seguía masturbándose el miembro con las manos, cada vez más rápido.. y más... y más aún. Anastasia era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera dejarse llevar. El placer la inundaba, tenía todo el cuerpo en tensión.

-¡¡Ooogh!! ¡AH! schrrrrlp, ¡¡MPFHÓ!!

De repente, Anastasia notó una sensación como si su bajo vientre estuviera lleno de hormigas, seguida de una oleada de calor que se extendió desde su polla a todo su cuerpo, la "chica" tembló como una hoja y levantó la cabeza con la mirada perdida. Sus manos se movían más rápido que nunca estimulando su primer orgasmo como hombre.

-¡¡¡OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOHHHHH!!!- Sus caderas se movieron hacia delante con un espasmo y su gran miembro liberó un chorro de espesa leche blanca que cruzó metro y medio hasta acabar regando el espejo. Anastasia se aguantó la polla por la base y la mantuvo así mientras los espasmos continuaban sacudiendo sus caderas y a ese chorro de semen lo seguían varios más.

Anastasia no sabía cuanto duró su corrida, pero al cabo de un rato se encontró recostada sobre la cama con los pies todavía en el suelo, los brazos extendidos y una sonrisa bobalicona en el rostro. Y después de medio minuto decidió incorporarse y contemplar su "obra".

-¡Ah! Ups...

Era un estropicio. El espejo estaba cubierto por una decena de regueros de espeso semen y la suave moqueta que cubría el suelo no presentaba mejor aspecto. Anastasia se miró entonces el pene, ya sin asco, y le alegró comprobar que masturbarse había aliviado casi toda su "tensión". Ahora reposaba semierecto sobre la manta, encima de un pequeño rastro de semen y jugo preseminal.

-¿Esto se podrá limpiar?- observó entonces su imagen en el espejo, distorsionada por la corrida, y su encantadora cara de preadolescente le devolvió la mirada con una expresión de ligera sorpresa, como si ella hubiese hecho una gamberrada y su reflejo fuera su cómplice. Anastasia no lo pudo aguantar más y se echó a reír. Una risa tan alegre y sincera que sintió como todos sus problemas y preocupaciones se disipaban como por arte de magia; era algo que no había sentido desde que perdió a sus padres en aquél accidente de hacía 14 años.

Justo entonces, se abrió la puerta de la habitación y por ella entró Irina Alekseeva.

-Te has adaptado bien a tu nuevo cuerpo.- dijo la doctora con un tono de certeza absoluta -Veo que dejarte a tu aire fue una buena idea, no pareces una persona que tolere demasiado bien la presión social.

Anastasia no supo muy bien como tomarse eso, pero enseguida recordó que estaba desnudo. Irina era una mujer y ella...él...

-No hace falta que te cubras tus vergüenzas, "eso" que tienes ahí ha estado expuesto al público durante décadas. Además, te he estado viendo a través de las cámaras.

-¡¿QUÉ?! ¿Qué cámaras y cuanto rato ha...?

-No las puedes ver, están ocultas. Tecnología punta, ya sabes. Y en cuanto a tu segunda pregunta: te he estado observando desde que despertaste... o al menos desde que tu ritmo metabólico me indicó que estabas a punto de despertarte.

Anastasia estaba boquiabierta, su privacidad había sido totalmente violada. Aunque... ¿Debía tener privacidad con esa gente? Pensándolo bien, desconocía cual era su situación.

-¿Po... podría no volver a...?- empezó a preguntar con reticencia, sentía que debía decir algo, que eso estaba mal...

-Antes de nada, escúrrete los restos de esperma.

-¿...Qué?

-Ponte un dedo en la base del pene, justo encima de los testículos. A continuación aprieta el tronco y desliza el dedo hacia arriba y con firmeza.

Anastasia siguió sus instrucciones algo vacilante, pues seguía sin estar acostumbrada al simple hecho de "agarrarse" la verga. Entonces sintió como algo cedía y un largo pegote de semen más espeso de lo normal salió de la punta del glande.

-Igh...- todavía notaba el pene sensible tras el orgasmo.

-Esos restos terminan saliendo solos con el tiempo, pero sería algo inconveniente que te estropearas la ropa tal y como has hecho con el suelo de la habitación.

-Perdón...

-Bien. En breve te darás un baño y, tras secarte, te daré algo que ponerte. Entonces saldremos de este sector y me acompañarás al comedor donde te daremos tu primera comida sólida. Pero antes de eso... ¿Tienes alguna pregunta?

Anastasia se lo pensó un momento y docenas de preguntas le acudieron a la mente, pero finalmente se inclinó por lo más inmediato:

-¿Por qué la tengo tan grande?

-Por que hemos tenido que desarrollar tu organismo a partir del pene de Rasputín. Ese es el único defecto perceptible en todo este proyecto. Pese a que hemos creado el cuerpo de un chico de 12 años no hemos podido proporcionarte un aparato reproductor proporcional a tu edad/tamaño.

-¿Y no podíais... reducirlo de algún modo?

-No. Aumentar el tamaño de un organismo, hacerlo crecer, es algo relativamente sencillo puesto que solo requiere causar cierto desequilibrio en el balance hormonal.

-¿Quiere decir, chutarle hormonas de crecimiento?

-...Si... Bueno, lo que decía es que hacer crecer algo es fácil, mientras que encogerlo, degradarlo... está fuera de nuestras posibilidades. Se podría conseguir destruyendo sistemáticamente diversos tejidos e impidiendo su regeneración pero es tremendamente arriesgado.

-¿O sea ahora soy un niño con una polla de adulto?- inquirió Anastasia. Ya no le parecía tan excitante.

-No exactamente. Tu tamaño y forma física es la misma que tenía Rasputín de adulto, sin embargo mediante un complicado trabajo de ingeniería biológica hemos logrado rejuvenecer los tejidos. El único contratiempo a todo esto es que tu cuerpo crecerá a un ritmo normal, y ese mismo crecimiento posiblemente también afectará a la forma actual de tu pene, ¿Alguna otra pregunta?

Anastasia abrió la boca para decir algo pero miró a la doctora a los ojos y decidió aguantarse la curiosidad.

-Creo que... ya habrá tiempo para ello. Voy a ducharme.

Y por segunda vez que recordara, Anastasia percibió el atisbo de una sonrisa en el frío rostro de Irina.

-Te veré en media hora.- La mujer se levantó y se dirigió a la puerta. Los nuevos ojos de Anastasia no pudieron evitar fijarse en ese trasero esbelto y generoso que se meneaba al son de sus pasos, y notó algo, una irregularidad muy leve como si Irina caminase raro.

Sin embargo Anastasia fue incapaz de fijarse más de la cuenta por que enseguida notó como su polla le palpitaba de nuevo.

-¡Ah! No, mierda... ¿Y ahora qué hago?

Y la nueva Anastasia se retiró a la ducha donde se estuvo masturbando durante más de veinte minutos, disfrutando del agua caliente y de las sensaciones que le brindaba su nuevo cuerpo. Joven, sano y extremadamente bien dotado. En cuanto se corrió por tercera vez, se recostó en la puerta separadora, jadeando.

-Aaaaahh, oh... ¡Joder! ¡¿Cuanto rato llevo con...?!

Y el chico masculló un "¡Mierda!" para todo seguido ducharse lo más rápido que podía rezando por no hacer esperar a la doctora.

Continuará...

...

Espero que os haya gustado este relato. Y ante todo me gustaría disipar cualquier preocupación de aquellos que suelen comentar mis trabajos afirmando que no voy a dejar de lado la serie de El Experimento, ya que me encanta tanto la historia como su potencial. Sin embargo, escribirlo requiere una dosis extra de tiempo e imaginación mientras que relatos como el que estoy publicando en estos momentos los puedo tener listos en pocos días.

Saludos y muchas gracias por leerme. Agradecería mucho que me puntuaran y que me diesen su opinión en los comentarios, ya que eso me anima a seguir escribiendo.