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La polla de Rasputín III

en Hetero: General

-...hahh... hahh... hah... hahh...

Alexei respiraba de forma agitada pero regular. Cada vez que dejaba escapar el aliento, la mascarilla transparente que le cubría nariz y boca se llenaba de un vaho que era aspirado al instante por aquel largo tubo o se escapaba a través de los agujeros de la parte superior. No sabía cual de las dos, puesto que no tenía ni idea de como funcionaba ese mastodonte con pinta de cinta de correr futurista sobre el que llevaba trotando desde hacía media hora.

-hah... hahh...(glups)... hahh...

Sus pies desnudos golpeaban la superficie almohadillada a un ritmo constante y acompasado. No llevaba ropa encima, salvo un bóxer slip color azul marino diseñado especialmente para él, con la parte central mucho más amplia de lo normal y fabricada con un tejido grueso y elástico. Se sentía como tener un saco en la entrepierna, lo cual era realmente eficaz para contener sus (destacados)atríbutos sexuales y evitar el roce con los muslos. Aunque todo aquello terminase formando un desproporcionado bulto que rompía la armonía de un, por lo demás, perfecto cuerpo de 12 años.

-hahh... ungh...HAh... hahh...

A Alexei no le gustaba. Le incomodaba una barbaridad tener la polla literalmente enrollada en torno a los huevos; y entre eso, la capa de sudor que le cubría la piel y los electrodos que le habían pegado por todo el cuerpo, el chico sentía unas acuciantes ganas de rascarse... cosa que -cómo no- la doctora Alekseeva le había prohibido hasta terminar el ejercicio.

-...hahh... hahh... hah...¿Doctora...?- dijo Alexei en voz alta -hah, ¿...puedo...?

-No.- Respondió la doctora Alekseeva a cuatro metros del chico. Estaban separados por un grueso cristal y se comunicaban mediante pequeños micrófonos. Su voz retumbó a través de varios altavoces empotrados en cada una de las paredes de la pequeña estancia. -Ya te he explicado dos veces el porqué no puedes rascarte, así que no me hagas repetirlo.

Alexei frunció el ceño. Antes de ponerse a correr como un hamster en su rueda le habían embadurnado todo el cuerpo(salvo el pelo y la planta de los pies) con una espesa pomada que, según decían, servía para favorecer la electrólisis. Alexei no tenía ni idea de qué significaba eso, pero... ¿Tan malo sería rascarse el pecho? Ya le dijo a la doctora que tendría cuidado de no rozarse ninguno de los electrodos negros que le habían pegado a los pezones, pero la mujer se mostró inflexible.

-hahh... ¿Puedo al menos... hah... saber cuanto me queda?

Esta vez respondió el hombre con bata que se sentaba a la derecha de Irina.

-Lleva usted corriendo 38 minutos, así que le quedan 22. Le ruego tenga paciencia, Sr. Irinovitch, lo está haciendo muy bien.

Era el doctor Leif Johanssen: un noruego alto y espigado con su cabello rubio surcado de entradas y cara de Caminante Blanco. Se había presentado como otro de los asistentes de la doctora Alekseeva.

-hah... hahh... hahh... hah...- Alexei meneó la cabeza pero siguió corriendo sin interrupción.

A pesar del picor, se sentía sorprendentemente bien. Los músculos de las piernas le quemaban y el corazón le retumbaba en el pecho, rápido y vigoroso. Joder, ¿Es que la doctora le había mezclado algo raro con el desayuno o de verdad se había vuelto tan... enérgico?

En el pasado, siempre que a Anastasia la hacían correr 5 minutos, enseguida le venía el flato, debilidad en las piernas, dolor de pies y un pinchazo en el costado. Tenía suerte si llegaba a correr 10 minutos sin vomitar... y eso durante el instituto.

Cuando al fin pasó una hora sonó un timbre, y automáticamente la cinta de correr fue disminuyendo la velocidad de forma paulatina hasta que Alexei se encontró caminando.

-En un minuto, la cinta se detendrá- informó el doctor Johanssen con su voz monótona. A su lado la doctora Alekseeva seguía inclinada, escribiendo en su libreta. -Cuando eso ocurra, por favor quítese la mascarilla y sitúese detrás de la línea roja pintada en el suelo, justo a su derecha.

Alexei así lo hizo. Y al cabo de un momento, el asistente pasó a la estancia por una puerta lateral y sus manos enfundadas en guantes. Irina por fin levantó la vista y observó a ambos con atención.

Leif sacó un estetoscopio y se lo puso sobre el pecho para seguídamente examinarle ambas pupilas y medirle el ritmo respiratorio. A continuación se dedicó durante un minuto a masajear y palpar varias partes de su cuerpo, especialmente por la zona inferior. Alexei dio un respingo cuando el doctor le apartó con una mano el gran bulto de la entrepierna para examinar sus muslos.

-(¡¿Qué se supone que hace este?!)

-¿Como se siente? -preguntó el hombre sin advertir la incomodidad de Alexei- ¿Se nota usted cansado?

Alexei se lo pensó un momento. ¡Por supuesto que estaba cansado! había corrido más durante esa hora que durante toda la última década de su vida.

-Si... lo estoy.

Leif miró entonces a la doctora Alekseeva, que asintió.

-No, no lo está realmente.- le contradijo el doctor Johanssen. En su estado actual, calculo que podría haber corrido durante otra hora sin detenerse... puede que más.

-No te preocupes, Alexei...- intervino Irina con voz satisfecha -con el tiempo irás aprendiendo cada vez más sobre tu nuevo cuerpo, sobre lo que puedes hacer. Conocerás tus límites y, por supuesto, contribuirás a expandirlos.- un atisbo de sonrisa se dibujó en su cara -Será un proceso largo pero satisfactorio, te lo garantizo.

Alexei se miró las manos y flexionó los dedos mientras el asistente le iba quitando con cuidado cada uno de los electrodos.

-(¿Largo pero satisfactorio, eh?)- Su respiración se había normalizado casi del todo y el corazón le volvía a latir a un ritmo regular. Ya no sentía ni una pizca de quemazón en las piernas, tan solo un leve agotamiento... y no habían pasado ni 3 minutos.

Alexei soltó una risita. Cuanto más aprendía sobre su cuerpo, más le gustaba.

Al cabo de dos minutos, el doctor Leif terminó su faena y le hizo un ademán al chico para que le siguiera a través de la puerta donde los esperaba Irina. La mujer no reparó en la alegre sonrisa que le dirigió Alexei, ocupada como estaba organizando unas fichas dentro de su carpeta. Le pasó una a su asistente, evitando por todos los medios cruzar de nuevo la mirada con el chico. En lugar de eso, observó de reojo sus pies desnudos.

-Me voy a atender unos asuntos- informó con su acostumbrada severidad -El doctor Johanssen se ocupará de ti en mi ausencia, así que haz todo lo que él te diga.

Y sin añadir nada más, salió por la puerta.

-(Lo ha hecho de nuevo...)- Alexei suspiró. Ya era la tercera vez. -(Siempre dice que se va a atender unos asuntos y se va más agitada que cuando llegó... y desprendiendo ese olor extraño...)

-¿Sr. Irinovitch?- dijo Leif Johanssen.

Y encima lo dejaba a solas con él. Irina le había presentado al doctor Johanssen hacía 3 horas, justo después del desayuno; y en seguida le había caído mal. No por su carácter... sino más bien por la ausencia de él. Alexei no recordaba haber conocido a una persona más fría en la vida. ¿La doctora Alekseeva? Si, era fría, pero al menos parecía humana; con sus altibajos y sus cambios de humor... en cambio el doctor Leif... ese tipo le recordaba a un androide. Siempre hablando en aquel tono suave y monocorde como si fuera el maldito HAL 9000, con esa sonrisa que le deformaba la boca sin llegar a los ojos y que esgrimía cada vez que buscaba simpatizar con su interlocutor.

-¿Sr. Irinovitch?- repitió tras una pausa.

-¿...Si?- Alexei le miró, recordando que el "Sr. Irinovitch" era él. No terminaba de acostumbrarse a su nuevo apellido.

-A partir de ahora, usted y yo continuaremos con el procedimiento acorde a las instrucciones que la doctora Alekseeva me ha facilitado. ¿Dispongo de su colaboración?

Alexei asintió, observando a su interlocutor con una ceja levantada. -(Oh, joder, esa sonrisa de nuevo...)

-Perfecto. En ese caso, por favor quítese la prenda interior y deposítela en esa cesta.

Así lo hizo el chico, quedándose completamente en bolas con su larga polla flácida colgando de nuevo, y sintiendo frío ahí abajo donde la piel especialmente sudada entró en contacto con el aire de la habitación. Alexei sintió unas ganas irrefrenables de rascarse por detrás de los testículos, pero se contuvo ante la mirada desinteresada del doctor Leif.

-Y ahora, si me acompaña...

...

Irina se detuvo en mitad del pasillo... llenó poco a poco sus pulmones de aire... esperó... y exhaló despacio. -(4 segundos de inspiración; 4 segundos de mantener; 4 segundos de espiración; 4 segundos con los pulmones vacíos... y vuelta a empezar)- Repitió la operación varias veces hasta calmarse, hasta que su corazón volvíó a latir a un ritmo regular y la sensibilidad de sus pezones se fue atenuando.

Tras analizar desde diversas perspectivas los sucesos del día anterior, Irina concluyó que la proximidad con su paciente le convenía cada vez menos, así que había tomado la decisión de marcar las distancias relegando en el doctor Leif Johanssen el contacto directo con Alexei mientras que ella se retiraba a un papel de supervisora. Era una chapuza y daba al traste con buena parte del programa original, pero Irina sabía que era la decisión correcta... al menos hasta encontrar una cura para el efecto que su paciente provocaba en su cuerpo.

 

La mujer chasqueó la lengua. ¿A qué se debía que se excitase cada vez que se encontraba cerca de él...?, ¿Eran sus ojos?, ¿Su pelo?, ¿Sus mejillas?... o más allá... ¿Era la curva de su cuello, quizá?... ¿Sus piernas fuertes y esbeltas?, ¿Su delgado vientre?, ¿La perfecta proporción de cada una de las partes de su cuerpo, salvo...? No. -Irina debía evitar por todos los medios pensar en su polla- ¡Maldita sea!, ¡¿Realmente había algo en Alexei que no la atrayera desesperadamente?!, ¡Hasta su culo! Irina se había pasado meses moldeando todo su organismo incluído aquel estilizado y perfecto culo con la eficiencia, brillantez y vocación que habían caracterizado todos sus trabajos a lo largo de los años. ¡Debería de ser capaz de tocar y apreciar su obra con orgullo y libertad sin que sus hormonas se volvieran contra ella!

Entonces... ¿Sería posible que el problema radicara en los factores externos que no había podido controlar? ¿Tenía la personalidad de aquella mujer, Anastasia, algo que ver? Irina pensó entonces en las sonrisas, las muecas y el comportamiento de Alexei. En la forma que tenía de mirarla, en... en su olor... no... su esencia era también algo que la brillante científica rusa había sido incapaz de preveer... no... el problema... el problema estaba... ¿Donde...?

Irina se restregó los ojos frustrada y se tomó dos cápsulas que sacó de un estuche.

Fuese cual fuese el problema, Irina lo investigaría cuando estuviese en condiciones. De momento tenía necesidades más acuciantes, empezando por cambiarse de bragas por segunda vez en 3 horas.

...

-Restriegue algo más la zona baja entre los glúteos, Sr. Irinovitch.- dijo el doctor Leif con las manos en los bolsillos. Llevaba 15 minutos en la misma postura: alto, pálido y estático; como si lo hubieran congelado en carbonita.

-(Si pretendes imitar a los seres humanos, llámalo "raja del culo")- renegó Alexei en boz baja. Pero hizo lo que le decía, pasándose la esponja bajo el chorro de agua templada de la ducha... si es que era correcto llamar ducha a aquel expositor sin paredes con un aspersor justo encima situado en medio de una habitación. Alexei se sentía como el actor de un anfiteatro con el doctor Leif haciendo de espectador.

-Es importante quitar toda la pomada o, de aquí a unas horas, esta terminará formando costras amarillentas que le irritarán la piel.- repitió el hombre por tercera vez, como si Alexei fuese idiota.

El chico trató de ignorarle, pero se concentró en su labor. En el pasado no solía descuidar su higiene pero tampoco había sido nunca una persona demasiado pulcra, especialmente para ser mujer. Sin embargo, su nuevo cuerpo tenía algo que lo impulsaba a mantenerlo limpio y cuidado; como si se tratase de un coche de lujo recién comprado donde cualquier mancha o desperfecto supondría poco menos que un insulto.

Se frotó la piel con la esponja hasta que acabó enrojecido, pero teniendo extremo cuidado con sus partes íntimas. Era extraño. Se estaba duchando totalmente desnudo en un cuerpo nuevo, con un hombre(¡Un hombre!) observándole fíjamente y no se sentía ni excitado ni avergonzado.

-Para terminar, le recomiendo retirar la piel del prepucio y lavarse con cuidado la pequeña depresión que rodea el glande y lo separa de la epidermis peneana. Para cualquier hombre es vital fomentar la higiene en esa zona o puede terminar acumulando esmegma, aumentando así el mal olor y el riesgo de infecciones.

-¿Ah, si?, ¡Por favor, cuénteme más!- le respondió Alexei sarcástico.

-Como quiera. Verá: el esmegma suele estar formado normalmente por restos de orina y por pequeños sedimentos de su ropa interior que...

-¡Vale, vale!- le interrumpió, azorado -¡Ya lo pillo! Prefiero informarme por mi cuenta...

De repente supo por qué no sentía vergüenza delante del doctor Leif. El hombre era tan inexpresivo y hablaba de cualquier tema con tal grado de indiferencia que, simplemente, lo volvía irrelevante. A pesar de ello, Alexei se dio la vuelta antes de subirse la piel del prepucio evitando así su mirada de ojos fríos.

-¡Iiiiiigh!(¡Demonios!)- Exclamó el chico al sentir el agua pulverizada cayendo directamente sobre su glande rosado. Hacía cosquillas... y seguía siendo condenadamente raro. Pero hizo un esfuerzo por superar sus reticencias ya que sabía muy bien qué pasaría si se centraba demasiado en su polla.

Un minuto después, tras aclararse por completo, el agua se detuvo automáticamente. Alexei suspiró entonces, relajado, y probó a escurrirse el cabello como había hecho siempre tras lavarse... pero sus dedos se detuvieron al hundirse en su corto pelo castaño. Soltó una risita nerviosa y aceptó la toalla que le pasó el doctor Leif. Por supuesto, ya no llevaba el cabello largo como cuando era una mujer. Era la tercera vez que se duchaba en su nuevo cuerpo y todavía seguía haciendo lo mismo.

Alexei se secó con presteza y se sorprendió un poco cuando, a media faena, sintió un chorro de aire caliente sobre el cuero cabelludo. Era tan solo el doctor Leif sosteniendo un secador de pelo a la altura de su cara. El chico optó por guardar silencio, agachó la cabeza y se restregó el cabello hasta que desapareció todo rastro de humedad.

A partir de ese momento, ambos empezaron a entenderse con más facilidad. Alexei miró al doctor con los labios fruncidos y éste le pasó unos calzoncillos limpios iguales a los que llevaba al correr. El chico meneó la cabeza aprensivo y, al instante, el doctor captó el mensaje y los cambió por unos más elásticos y comprimidos que Alexei se puso, agradeciendo su suavidad. A continuación, el hombre le fue pasando ordenadamente calcetines, camisa, pantalones, jersey y unos mocasines de color azul. Y para terminar le alargó un peine mientras realizaba un ademán hacia el único espejo de la sala. Alexei asintió y se puso delante del vidrio para alisarse el cabello, faena que le llevó tan solo unos segundos.

El chico parpadeó un par de veces y se tiró distraídamente del lóbulo de la oreja que todavía conservaba algo de humedad, sus intensos ojos azul-eléctrico clavados en los de su propio reflejo.

-(Así... sin más)- murmuró. Sin cepillos, cremas o maquillaje alguno. Con una rápida ducha y un par de pasadas de peine ya estaba arreglado y olía fenomenal... Qué diferente era todo de su antigua vida como mujer adulta.

El sonido de los zapatos de Leif al situarse junto a la salida le indicaron que era el momento de seguirle, y así lo hizo Alexei, fiel a esa comunicación silenciosa que se había establecido entre ambos. Pero al mismo tiempo seguía con sus cavilaciones:

"¿Su antigua vida como mujer?" No habían pasado ni dos días desde que despertara como un chico, desde que Anastasia se convirtiera en Alexei, ¿Pero ya pensaba en ello como su antigua vida? ¿...De verdad había aceptado la muerte de todo lo que conocía con tanta facilidad?

El chico bajó la mirada y meneó la cabeza. No, de nada servía ponerse melancólico cuando ya estaba todo hecho. Por el momento, decidió que se centraría en el presente, siempre en el presente.

Levantó la mirada. Un presente plagado de techos bajos y luces de neón.

-¿...Entonces... ahora voy a comer algo?- le preguntó al doctor Leif, rompiendo su silencio.

-En efecto.

-...

-... ...

Alexei decidió entonces que detestaba el silencio en aquellos largos y uniformes pasillos, así que optó por otra pregunta.

-¿Tiene usted... alguna afición, doctor?

Y de repente, el doctor Leif Johanssen le sorprendió al esbozar una sonrisa lánguida dándole un aire como ausente y satisfecho, nada que ver con aquel rictus que usaba tan a menudo.

-...me gusta el parapente... y suelo practicar snowboard cada vez que tengo una semana libre- contestó con su voz monótona.

Si Alexei hubiera tenido café en la boca, lo habría escupido. En lugar de eso miró boquiabierto a su interlocutor. ¡¿Leif Johanssen acababa de gastarle una broma?! ¿O acaso estaba diciendo la verdad...? No... Imposible...

La llegada a la cantina interrumpió los pensamientos del chico, y este vió que al final de una de las mesas habían dispuesto con antelación diversas fuentes de comida, a diferencia de otras ocasiones en las que le habían dejado elegir sus platos mediante la interfaz.

-La doctora Alekseeva ha decidido que a partir de ahora usted seguirá una dieta personalizada más acorde a sus necesidades fisiológicas y los requerimientos de las diferentes fases del experimento- le explicó el doctor Leif.

Alexei se sintió un poco decepcionado al verse privado de su buffet libre, pero no dijo nada, atento a las palabras del hombre.

-En esta ocasión, le hemos facilitado alimentos ricos en vitaminas, potasio y azúcares naturales todos de digestión rápida. A ello se debe que le necesitamos recuperado y mentalmente activo lo más pronto posible.

-¿Por qué? ¿Qué he de hacer a continuación?

-Se lo comunicaré a su debido momento. Ahora le invito a sentarse y a disfrutar de la comida... Mastique bien y trague despacio.- añadió tras una pausa.

Alexei suspiró y se sentó, observando los platos con el ceño fruncido. Varias cremas de verduras, plátanos pelados, aguacate, aceite de oliva virgen, gachas... el chico se encogió de hombros, se sirvió de varias fuentes y empezó a comer con ganas. Todo estaba más bueno de lo que parecía y su propio apetito le volvió a sorprender.

Comió y comió hasta que, 20 minutos después, decidió que ya estaba satisfecho y así se lo dijo al doctor Leif; que se había sentado a su izquierda con las manos ocupadas manipulando una tablet. El hombre asintió levemente, guardó el aparato y se levantó.

-Parece que el día de hoy va a ser algo más intenso de lo que esperábamos en un principio.- murmuró el doctor.

-¿...Qué quiere decir con eso?

-He recibido nuevas instrucciones de la doctora Alekseeva.- dijo con voz mecánica -Acompáñeme, por favor.

Y sin más, echó a andar hacia la puerta de la cantina confiando en que el chico lo seguiría. Alexei se rascó la cabeza y decidió no insistir. ¿Qué importaba otro cambio en la agenda? Si de todas formas nunca le decían nada.

...

La doctora Alekseeva observó mediante las cámaras el momento en el que Alexei, precedido por el doctor Leif, llegaba a las instalaciones deportivas del gran complejo subterráneo. El chico parecía tan perplejo, visiblemente impresionado por aquel recinto, que Irina no pudo contener la sonrisa. No le culpaba. Dejando a un lado la gran cantidad de máquinas de musculación, pesas convencionales y luces retráctiles controladas por ordenador; siempre impresionaba ver una pista de atletismo de 200 metros a 5 pisos bajo tierra.

Irina presenció por un momento la reunión entre el doctor Leif y el monitor del gimnasio con su subsiguiente intercambio de instrucciones, pero enseguida volvió a fijar la vista en Alexei. Incluso se tomó unos instantes en programar una de sus pantallas para que le mostrase la imagen del chico de manera contínua y desde diversos ángulos.

-Bien, muchacho... veamos como lo manejas...- murmuró la mujer con las mejillas teñidas de un rubor juvenil.

Mientras le explicaban entre ambos lo que harían a continuación, Irina contempló a través de la cámara cómo la expresión de Alexei iba variando de la curiosidad a la perplejidad, y de allí al miedo, para pasado un minuto terminar en resignación. Cada resoplido, cada vez que Alexei tragaba saliva o se rascaba la nuca(algo que por lo visto hacía siempre que se sentía inseguro); cada gesto o detalle quedaba grabado en las retinas de la doctora Alekseeva.

-Espero que me perdones...- siguió murmurando la mujer para sí, mientras Alexei se quitaba la ropa para ponerse un conjunto deportivo que le dio el monitor del gimnasio. -...pero todo esto es más necesario de lo que crees.

En la intimidad de su despacho, Irina se sentía a salvo. Lejos de todas las miradas, era el único lugar en el que podía relajarse dentro de sus instalaciones; o, en ese momento, el único lugar donde no necesitaba fingir que todo estaba bajo control.

Había realizado tantos cambios... la brillante científica se pasó meses desarrollando un programa adecuado para el progreso del experimento y no había tardado ni dos días en dejarlo irreconocible. Trataba de convencerse a sí misma una y otra vez de haber hecho lo correcto, pero no podía evitar sentirse tremendamente insegura mientras observaba el momento en el que Alexei empezaba a trotar dando vueltas a la pista.

-De verdad que lo lamento...- dijo Irina una vez más al tiempo que se inclinaba hacia adelante con la expectación dibujada en su mirada.

En el momento en el que empezaba a correr, cuando el cuerpo del sujeto adquiría fluidez y seguridad acompasando sus movimiento a un ritmo determinado; era entonces cuando Irina podía admirar de verdad la perfección de aquello que había creado. Era tan bello... tan grácil y esbelto...- pensaba la doctora al tiempo que se mecía distraídamente uno de sus grandes pechos, notando su peso en la palma de la mano pero sin perder de vista la pantalla.

Alexei resoplaba, cogiendo aire por la nariz y expulsándolo por la boca. Tenía esa expresión de concentración, tratando de mantener el ritmo bajo las instrucciones del doctor Leif.

-(Alexei...)

El gran bulto que deformaba sus ajustados shorts oscuros se movía de un lado a otro al son de sus zancadas. Y al cabo de 3 minutos y 37 segundos, la primera gota de sudor se deslizó por su frente.

-(Alexei...)

Irina advirtió de repente el dolor de sus pechos hinchados. Todo el cuerpo le ardía de una forma muy familiar. ¿Otra vez...? ¿Se estaba excitando de nuevo? ...La mujer se mordió el dedo índice al tiempo que sus rodillas se frotaban la una con la otra de forma inconsciente.

-Alecsheei...- susurró.

Suavemente su mano fue descendiendo por la cara interior de un muslo, cada vez más adentro hasta terminar palpando su ropa interior. Estaba totalmente empapada y no se había dado cuenta hasta entonces. Tan húmedo... tan pegajoso que su propia vagina rosada se transparentaba a través del fino tejido de las bragas.

Presionó ligeramente y empezó a acariciarse la rajita con el dedo corazón.

-¡Ngyah! Haaaahhhh...

Después de todo, estaba sola en su despacho donde nadie salvo ella podía entrar. ¿Tan malo sería? ¿Por qué iba a privarse de aquello que su cuerpo claramente deseaba?

Irina juntó entonces el dedo anular con el corazón, apretó las yemas de ambos contra la húmeda cavidad por encima del tejido y empujó hacia arriba.

-¡Eeeaaaahhh!- exclamó al sentir la electrizante oleada de placer -¡¡Alexeeeeeiii!!

...

El doctor Leif revisó sus instrucciones una vez más y meneó la cabeza de forma casi imperceptible. El chico lo iba a pasar mal, realmente mal. Carreras, sprints, largas series de flexiones, sentadillas y abdominales, circuitos de obstáculos, escalada, ejercicios en barra... y vuelta a repetir. Y tan solo dispondría de un descanso leve entre ejercicios y de las pausas justas para hidratarse y tomarse los batidos nutricionales.

En resumen: era un programa diseñado para forzarlo hasta el límite de su resistencia física. Había "renacido" hacía 3 días y ya iban a romperlo... ¿En qué estaría pensando la doctora Alekseeva?

-(¡No!)- Leif Johanssen meneó la cabeza de nuevo. La doctora Alekseeva sabía lo que hacía, no había nadie en el mundo más capacitado que ella para coordinar un experimento de ese calibre y por supuesto él no era nadie para cuestionarla. Se limitaría a cumplir las órdenes y a redactar el informe posterior, como había hecho siempre.

Aunque honestamente... si a la mitad de la serie de ejercicios el chico se desmayaba o terminaba vomitando con las rodillas en el suelo, mejor para él. Cuando antes llegase al límite, antes terminaría aquel suplicio.

...pero pasaron las horas. Y por fortuna o por desgracia, Alexei siguió hasta el final.

...

-¡Voy a morir! ¡Ack! ...haH... ¡Voy a... hah, morir!

Tras haber pasado la meta y dar así por completada la última vuelta del recorrido, Alexei se derrumbó y terminó tirado en el suelo engomado con todos los miembros temblando por el esfuerzo. Había llegado a un punto en que el ardor de su propio cuerpo le impedía sentir el agudo dolor de sus extermidades con el que a esas alturas casi se había familiarizado. El sudor le cubría por completo como una segunda piel y se le metía en los ojos y la boca sin que el chico pudiese hacer nada por evitarlo, no le quedaba energía ni para levantar la mano y restregarse la cara. Quería quedarse en esa posición para toda la eternidad, fundirse con el suelo y no volver a hacer una sentadilla en toda su vida.

-Hah... ah... hack... ksss... ¡Mierda... Hah!...Hah...

El corazón todavía le retumbaba violentamente y sentía cómo la cabeza le daba vueltas. Y a pesar de haber bebido litros y litros de agua durante aquellas horas infernales, volvía a notar la garganta seca, presa de una sed acuciante.

-Hah... ack... hah... ¡Agu... agua... hah...!

De repente, una larga sombra se interpuso entre Alexei y las luces del techo.

-Enhorabuena, Sr. Irinovitch. ¡Ha pasado la prueba!- dijo el doctor Leif con un tono de voz nunca visto en él. Casi parecía... entusiasmado(?!)

-¡A...Agua... jo...der!

-¡Por supuesto! Aquí tiene... venga, trate de incorporarse.

Leif le ayudó a sentarse sobre la pista y sostuvo al chico sin importarle aparentemente que su impoluto mono blanco terminase oscurecido por el sudor. A continuación sacó una cantimplora de sus bolsillos y se la ofreció.

-Trague despacio, por favor. Va a tener que bebérselo todo y no queremos que lo vomite.

Pero Alexei apenas le escuchó, ansioso como estaba de llevarse el líquido a los labios. No era agua exactamente, parecía algo más espeso y granuloso... pero era dulce y parecía aliviarle la sed, así que le dio lo mismo. En aquel momento habría bebido incluso agua de mar.

-Bien... ahora apóyese en mí y trate de levantarse. No suelte la cantimplora.

Media hora después y siempre con la ayuda del doctor Leif, Alexei se encontraba de vuelta en su habitación. Se sentía realmente mareado y el dolor había vuelto a sus extremidades. Jamás habría pensado que era posible sentirse tan cansado, tan físicamente extenuado que incluso su memoria a corto plazo se veía afectada. Estaba... por supuesto en su habitación... pero limpio... y totalmente desnudo. ¿Cuando se había lavado...? ...Ah, claro... debía de haber sido cosa de Leif.

-"...qué más da"- decidió entonces el chico.

Con las luces adecuadamente atenuadas y al borde del agotamiento, Alexei se derrumbó sobre el colchón como un saco de patatas y cayó dormido casi al instante.

 

 

 

...

Al mediodía siguiente...

...

 

 

 

-Ufff... mmmnghm...

Anastasia abrió los ojos y parpadeó un par de veces. Estaba en una habitación con un techo de color pardo, de luces amarillas... y se sentía rara... tremendamente fuera de lugar.

-¡Ah...!

La chica se incorporó levemente y se pasó las manos por la cara, los hombros, el pecho plano y bajó hasta terminar en...

-(¡¿Qué?!)

En un instante terminó de incorporarse del todo y tiró de la manta hacia un lado, descubriendo en el acto una polla de hombre exageradamente grande pegada a su cuerpo. Estaba caliente, dura como una piedra, y levemente ladeada hacia la izquierda por efecto de la gravedad. Un largo hilillo de espeso jugo preseminal partía desde la punta rosada hasta el cubrecamas de debajo, donde había dejado una mancha considerable a lo largo de la noche.

-¡¡Ah...!! ¡eh...! Ya veo...- dijo Anastasia con un suspiro al tiempo que se restregaba los párpados. Cierto... ya no era la mujer de 29 años llamada Anastasia, sino el chico de 12 de nombre Alexei. Era la tercera vez que amanecía en su nuevo cuerpo y seguía despertándose con problemas de identidad.

Pero al sentarse sobre el colchón, supo que aquella vez era rematadamente diferente de las otras dos. Para empezar: le dolía todo el cuerpo. Un dolor sordo que le recorría cada músculo y que le hacía gemir con tan solo flexionar las piernas. Y por otra parte estaba... eso.

Alexei se inclinó levemente hacia atrás y sintió la punta de su pene calentarle la parte baja del esternón. -¡¿Qué demonios le pasaba a esa cosa?! ¡¿Por qué estaba así de dura nada más despertarse?!- El chico la empujó con el dedo hacia un lado y, cuando llegó a los 45º la soltó, provocando que el órgano volviera a su posición original como si tuviese un muelle en la entrepierna. -"¡Joder!"

Pero unos golpecitos en la puerta interrumpieron sus cavilaciones y sobresaltaron al chico, que se apresuró a recuperar la manta y taparse hasta los hombros.

La puerta se abrió y tras ella apareció una sonriente Gina Micheli.

-¡¡Gi... Gina!!- Exclamó Alexei completamente pillado por sorpresa. -¿E... estás...?

-¡Vaya vaya! Por fin te has despertado, cielo.- Saludó la doctora Micheli, interrumpiéndolo. -Ya iba siendo hora, empezabas a preocuparnos.

-¿Cu... Cuanto tiempo he dormido?

-Caíste rendido a las 20:35 y ahora mismo son las 12:23

-15 horas y 48 minutos...- murmuró Alexei casi sin pensar.

-¿heheee?... parece que tienes un buen cerebrín. Aunque por supuesto eso será algo que veremos de aquí a poco tiempo. Por cierto, ¿Qué tal te encuentras?

-...me duele todo el cuerpo.

-Ya...- contestó Gina, pensativa -Tras machacarte así, lo extraño sería que no tuvieses agujetas. La verdad, no entiendo por qué haría...

-Pe... pero, Gina...- inquirió Alexei con cara de preocupación al tiempo que se ruborizaba al recordar lo sucedido hacía dos noches -¿Tú... te encuentras bien? ¿No hay nada que yo..?

Pero la mujer morena enseguida se adelantó y le hizo callar poniéndole un dedo sobre los labios.

-Shhhh... No te preocupes por eso, cielo. Yo me encuentro de maravilla...- dijo Gina de buen humor. Pero de repente su voz adquirió un tono melodramático -Aunque después de lo que me hiciste, es posible que mi vagina nunca vuelva a ser lo que era antes. ¡¿En qué estabas pensando?! ¡Ahora podría meter el puño entero ahí dentro sin ni siquiera sentirlo! ¡Ya no podré casarme ni tener sexo con otros hombres! ¡Estoy condenada de por vida a...! Ehm... ¿Por qué me miras con esa cara?

-¿Te estás quedando conmigo, verdad?- preguntó Alexei tranquilamente.

-¡...Baaaahh!- exclamó la doctora con un deje de frustración -Eras más divertido cuando te dejabas provocar.

-Ocurrió una sola vez, y no gracias a tu talento como actriz.- respondió el chico sin perder la compostura.

Y ante tal respuesta, Gina no pudo menos que echarse a reír. Su alegría era tan contagiosa que el chico tuvo que taparse la boca con la manta para ocultar su sonrisa. Era difícil no sentirse a gusto con Gina, y fue esa aceptación más que otra cosa lo que le impulsó a hacer cierta pregunta.

-Gina... ¿Es... normal que los hombres al despertarse tengan...? Estooo...

-¿Hmmm?- asintió la mujer animándolo a seguir.

-Yo... es que...- trató de decir mientras se rascaba la nuca -(Venga, idiota, si no puedes preguntarle algo tan sencillo simplemente muéstraselo)

Alexei suspiró y se bajó la manta del todo, revelando su desnudez y su dolorosa erección.

-Lleva así desde que me desperté... ¿Es eso normal?- preguntó Alexei en voz baja mientras frotaba distraídamente la mancha de jugos sexuales que había dejado sobre el colchón, evitando así mirar a Gina o a su polla.

-¡Por supuesto que lo es!- respondió Gina de inmediato -Se trata de una erección mañanera o "morning wood", como lo llaman los ingleses. A todos los hombres les pasa.

-¿De verdad?- preguntó Alexei un poco más animado. -¿Y como lo... lo bajo?

En esa ocasión, Gina le miró como si fuese tonto.

-¿Acaso necesitas preguntarlo... "chiquitín"?- dijo con un tono irritantemente condescendiente.

-...a veces eres peor que una cría.- repuso Alexei tras una marcada pausa.

-Mira quién fue a hablar, "doceañero".

-...bien...- trató de decir el chico sin saber que responder a eso -Entonces... si me disculpas, voy a hacerme cargo del "problema" antes de hacer lo que sea que tengáis planeado para mí el día de hoy. Así que...- en lugar de terminar la frase, hizo un ademán hacia la puerta.

-¡Quieto ahí, chiquitin! ¿Acabo de llegar y ya me quieres echar? Venga, recuéstate contra ese pedazo de cojín que tienes detrás y relájate. Lo cierto es que tu "pequeño problema" me va a venir de perlas para hacer mi trabajo.

-¿Cu... cual trabajo?- preguntó Alexei con reticencia, al ver que Gina se ponía un guante de plástico y sacaba un paquetito plano y cuadrado de su bolsillo. "¿Aquello era...?"

Sus sospechas se vieron confirmadas cuando la doctora rompió el envoltorio y sacó de dentro un circulo de goma de color blanco transparente.

-¡Eso es... es un condón!- ¿Para qué quería Gina un condón? ¡¿Acaso quería tener sexo de nuevo?!

-Sep. Uno de tamaño extragrande para ser exactos. Elástico, resistente, suave y adaptable. Exactamente lo que necesitamos para tomar una muestra de tu semen.

Alexei se relajó visiblemente. -(O sea que era para eso...)

-Ahora... bien... pon las manos sobre el colchón y déjame a mí...

Gina se sentó junto a él sobre borde de la cama y le agarró la polla con la mano enguantada, tragando saliva imperceptiblemente.

-(En serio... es fabulosa...)- pensaba la mujer mientras le colocaba el condón en posición sobre el glande en forma de hongo. -(Tan larga, tan gruesa... y tan dura que con solo tocarla ya puedo notar cómo palpita)

Gina tiró del centro del condón hasta que sobresalieron 5 dedos de la punta del mismo -para una persona normal eran dos dedos, pero Gina había experimentado de primera mano las corridas de Alexei, y aún así temía quedarse corta- para seguidamente apretar el aro hasta conseguir que la goma cubriese todo el glande.

-(Este gran pedazo de carne estuvo dentro de mí...)

La doctora Micheli trataba de concentrarse en su labor, pero su cerebro insistía en recordar una y otra vez la noche en la que había sido violada hasta el punto del desmayo por la misma herramienta que ahora tenía entre las manos.

-(¡Para ya, Gina!, ¿No ves que te está mirando?)

La mujer se recompuso fingiendo una tos y, con un diestro movimiento de ambas manos, bajó el aro de goma hasta que el tejido plástico le cubrió un poco más de la mitad del pene.

-¡Trabajo realizado!- exclamó airosa -¡Mortadela empaquetada y lista para el envío!

-Oh... "ja, ja".

-Venga, no pongas esa cara que esto te va a gustar... ya verás...- dijo la mujer mientra sacaba un pote de plástico lleno de una sustancia transparente.

A continuación vació parte de ese pringue directamente sobre la punta del pene de Alexei, provocando en el chico una sensación de frío en su zona más sensible.

-¡Eeeeeaaaaaahhh...! ¡¿Esto es... lubricante?!

Gina soltó una risita por toda respuesta. Entonces agarró el pene del chico con la mano enguantada y empezó a restregar la punta suavemente, untando el lubricante por toda la superfície y consiguiendo que Alexei cerrara los ojos un instante con los dientes apretados.

-¡Ungh!

La mujer fue bajando poco a poco hasta que toda la longitud de la enorme polla estuvo reluciente por el pringue resbaladizo. Entonces volvió a dirigir su mano casi hasta la punta y, agarrando el tronco con firmeza, comenzó a sacudirla arriba y abajo practicándole una paja a Alexei.

-¡Ueh! ¡Aaaaaahhhh...!

Se sentía... mucho mejor que cuando él se masturbaba a solas. Los dedos de Gina eran más largos que los suyos; y sus movimientos, diestros y precisos. Aunque el pene de Alexei fuese tan grueso que ni siquiera ella era capaz de abarcarlo con una mano, la doctora Micheli parecía saber con exactitud donde presionar para conseguir el efecto deseado.

-¡...aaaaaaahhhhh! ¡Gi...na...! ¡Ungh! ¡AAh!

Gina le sonrió con complicidad y, sin decir una palabra, aumentó la presión de los dedos e incrementó la velocidad de las sacudidas.

-¡¡NGAH!! ¡Aaaahh! ¡¡Jodeeeeer!!

Las yemas de sus dedos se le clavaban en la carne palpitante y cada vez que llegaba a la punta, elevaba el pulgar restregándolo por sobre el glande rosado. Alexei sabía que, sin el condón y el lubricante, tamaña fuerza le habría hecho daño. Pero la doctora Micheli parecía capaz de convertir una paja en algo sorprendentemente parecido al sexo.

-¡¡Uaaaaaahh!! ¡¡EEKH!! ¡Ah... oah!

O al menos eso era lo que Alexei sentía. No era tan exagerado, tan... pleno. Pero casi lo conseguía... y con una sola mano -él mismo usando las dos e incluso practicándose la autofelación apenas había llegado a tanto- Alexei jamás habría sospechado que una paja pudiera sentirse tan bien.

-¡¡Ginaaaaaa aaaahhh!! ¡¡Estoy... Estoy a...!!

-¡Tú puedes chiquitín! ¡Suéltalo todo! ¡Suéltalo para mí!

-¡¡ME CORRO ME CO...!! ¡¡OH!! ¡Eh! ¡¡¡EEEEEEEEEEEEEEEHHHHHHHH!!!

El orgasmo se extendió como un pulso eléctrico desde la base de su miembro hasta todos y cada uno de los músculos agarrotados, provocándole un cosquilleante tembleque por todo el cuerpo. Pero la sensación que perduró durante más tiempo fue la de su pene hinchado hasta el límite mientras liberaba chorro tras chorro de espeso semen blanquecino directamente dentro del condón.

Ambos: Alexei y Gina, se quedaron observando fascinados como el plástico se expandía rápidamente presionado por la enorme cantidad de leche que salía desde la uretra. Efectivamente, los dos sabían lo que era contemplar una corrida del chico, cuando su polla se convertía en un géiser y lo dejaba todo perdido; pero nunca habían tenido la oportunidad de comprobar la cantidad exacta de forma tan concentrada.

El condón cayó hacia un lado cubriendo el dorso de la mano de Gina sin dejar de hincharse, provocando que la mujer pudiera sentir directamente la presión del espeso líquido sexual; notaba su calor, sentía lo espeso que era... y su peso la alarmó.

-(La forma en que se llena... ¡Es como coger un globo vacío y pegarlo a un grifo! ¡No para de salir!)

-¡Aaaaaahhhhh! ¡¡OAAAAAAAAAaaaaaaahhhh!!

El saco de esperma seguía alargándose, pegado a su polla erecta hasta que ya casi llegaba a tocar la pelvis.

-(¡Como siga así se va a romper! ¡Joder hay mucho! ¡Se va a...!)

Pero justo entonces, Alexei se recostó, jadeando con el antebrazo tapándole los ojos. Gina pudo notar como el ardiente tronco de su miembro perdía la firmeza entre sus dedos y se doblaba lánguidamenta hacia el lado donde el peso del preservativo lleno de semen tiraba hacia abajo. En pocos segundos, la larga polla adquirió la consistencia de una salchicha de frankfurt y la doctora Micheli se permitió un suspiro de alivio.

-(Por un momento, me he preocupado de verdad...)

Con cuidado y delicadeza, la mujer presionó toda la longitud de la uretra escurriendo así los restos de semen. A continuación retiró la sección del condón que seguía pegado al miembro del muchacho tratando de que no se escapara ni una gota de leche blanca y lo selló con un apretado nudo.

-Nunca había visto nada parecido- murmuró Gina en voz baja mientras sostenía el paquete de semen con las manos ahuecadas. El condón se meneaba como un flan y a la mínima que separaba ligeramente los dedos notaba como sobresalía a través del hueco tratando de escurrirse.

-¿Todo eso... ha salido de mí?- preguntó Alexei con sus ojos celestes muy abiertos al tiempo que se incorporaba para observar mejor.

Gina lo miró todavía con la fascinación pintada en su mirada y la vagina chorreando oculta por la bata de laboratorio. Quería decirle que era un fenómeno, que era único en su especie, uno entre millones, deseaba decirle que tenía entre las piernas a la octava maravilla del mundo... pero en lugar de eso le sonrió mientras le ofrecía el condón sellado.

-¿Quieres sostenerlo?

El chico alargó las manos y, cuando Gina le dejó caer el paquete de espesa leche blanca, exclamó admirado:

-¡Woah! ¡¿Es como... como una de esas cosas de... silicona?! Y está caliente...

Alexei iba meneando el condón de un lado a otro con sus sus finas manos, ya que incluso juntándolas no bastaban para sostenerlo por lo que el paquete terminaba envolviéndolas por los lados o escurriéndose por medio. Pero poco después negó con la cabeza y dejó escapar una risita divertida al tiempo que le devolvía el preservativo a la doctora Micheli. Iba a decir algo más cuando soltó un respingo y dirigió la vista hacia abajo. Su polla... se había vuelto a poner dura.

-Joder...- musitó entre dientes.

-Hummmm...(tal vez dejarle jugar con su corrida no ha sido tan buena idea)- pensó Gina, advirtiendo el problema.

Alexei desde luego no parecia muy feliz al respecto, ya que, sin añadir nada, compuso una expresión compungida y procedió a situarse en posición fetal para seguidamente volver a taparse con la sábana hasta la altura de las rodillas. Y así se quedó: totalmente en silencio mientras observaba a la mujer con el entrecejo fruncido y ocultando la nariz tras las rodillas. A Gina la escena le pareció tan graciosa que no pudo evitar soltar una alegre carcajada.

-...no tiene gracia- murmuró el chico por lo bajo.

-¡Pfff...hahahahaha! ¡Sí que la tiene!- Se rió Gina mientras dejaba el condón sobre una bandeja metálica que había preparado con anterioridad.

-Hrmnhmnmmm...- gruñó Alexei, que se apretujó todavía más entre sus rodillas. -¿Y ahora qué? ¿Me vas a hacer otra paja?- inquirió en tono enfurruñado.

Pero Gina se había girado y observaba la bandeja, pensativa.

-Hummmm...

-¿...Gina?

La mujer seguía ensimismada en sus propios pensamientos al tiempo que iba cambiando el peso de una pierna a la otra.

-...podría funcionar...- murmuró para sí.

-¿Hola? Tierra llamando a...- insistió Alexei, pero calló cuando Gina se giró hacia él con una sonrisa taimada dibujada en su rostro. Aquella expresión no presagiaba nada bueno.

-Con permiso, chiquitín.

La mujer se acercó con un par de pasos y, sin más, introdujo su mano enguantada bajo la mantas que cubría las vergüenzas del muchacho hasta plantarse directamente sobre la punta de su polla.

-¡Ah! ¡¿Gina?!

-jujuju...

Alexei separó un poco las piernas al sentir la mano de la doctora restregándose bien llena sobre su glande. Pero si esperaba que siguiera más abajo se llevó una decepción, pues Gina retiró la mano a los pocos segundos y se quedó allí de pie, con los dedos pringosos por los jugos preseminales del chico. Jugos que enseguida procedió a extender sobre el condón lleno de semen que reposaba sobre la bandeja.

-¿...qué estás haciendo?- preguntó Alexei mientras la doctora Micheli se quitaba el guante y recogía la bandeja.

Gina le guiñó un ojo y repuso con voz seductora:

-Estoy ayudando a una amiga a la vez que gano algo de tiempo para que ambos, tú y yo, nos ocupemos de tu problema con mayor dedicación.

Alexei no entendía nada. Pero se abstuvo de preguntar al ver que Gina ya salía por la puerta.

 

 

 

...

 

 

 

Irina Alekseeva bebió otro sorbo de café con sacarina y se recostó en su asiento, dispuesta a continuar con su informe.

 

 

 

Diario de Investigación. Entrada nº69. Por: Irina Alekseeva Kuzmin

00:10 pm, 19/09/2016

Estado del sujeto: despierto y con un aparente(y previsible) DMAT generalizado provocado por el esfuerzo físico de la jornada anterior(véase: nº68).

Como reconocí previamente, la decisión de forzar el cuerpo del sujeto hasta los límites de su resistencia física llevándolo al borde del agotamiento total suponía un riesgo casi impensable, al disponer por aquel entonces de tan escasa información. Pero por motivos ya expresados, me ví obligada a acelerar el proceso recurriendo a unas medidas que, días antes, habría considerado poco menos que demenciales.

Y todo debido a mi propia debilidad... por mi incompetencia al ser incapaz de preveer lo que el contacto con el sujeto había llegado a despertar en mi interior. No me siento orgullosa de mis errores, pero haré lo posible por remediarlos aunque ello implique añadir cierto nivel de riesgo al progreso del experimento.

De todas formas los resultados que me muestra la CPU bajo la cama del sujeto han terminado por darme la razón. Cuando cambié por completo el programa a seguir, lo hice con la certeza casi absoluta de que el sujeto terminaría por rendirse mucho antes de terminar todos los ejercicios, ya fuera por que el desgaste físico le impidiese dar un paso más o debido a que su fortaleza mental se viniera abajo incapaz de aguantar el dolor y el nivel de estrés físico. Pero de nuevo volvió a superar mis expectativas tras completar el programa de principio a fin.

Y ahora que ha despertado, sus constantes muestran un nivel de bienestar que me atrevería a calificar de anormal: no padece náuseas, ni migraña; su temperatura es de 36,2º estables y parece moverse con relativa normalidad por lo que deduzco que el dolor de sus músculos no resulta todo lo agudo que cabría esperar. Mis ejercicios deberían haberlo roto, siendo una prueba que incluso un atleta olímpico tendría serias dificultades para superar. Pero tras un sueño de 15 horas, el sujeto ha despertado con unas simples agujetas.

Por tercera vez, me veo obligada a reconsiderar mis prioridades.

Acciones a realizar:

-Enviar a la Dra. Micheli a recabar una muestra de semen del sujeto.

-Cambiar la dieta prevista por la opción D, rica en fibra y ácidos grasos.

-Reescribir las secciones pertinentes al Anexo B-12 aplicando las nuevas variantes.

-Preparar el informe semanal.

 

 

 

Irina sorbió de nuevo su café y en aquel momento se escuchó una nota musical que recordaba a un clarinete al tiempo que se iluminaba una luz azul encima de la puerta de entrada.

-¡Adelante!- dijo la doctora con voz firme.

La puerta blindada se abrió respondiendo a la orden mental, y por ella entró Gina Micheli sosteniendo la bandeja metálica con la muestra.

-¡Hey! ¿Como va todo? Traigo lo que me pediste.

Irina abrió mucho los ojos al ver el tamaño de la muestra, pero no dejó que la sorpresa se reflejara en su expresión.

-...bien... Déjalo aquí. No necesito nada más por el momento.

Gina colocó la bandeja sobre la mesa de laboratorio a la derecha de Irina y se la quedó mirando unos instantes con aquella expresión pícara que la doctora Alekseeva conocía tan bien. ¿Qué se traía esa mujer entre manos?

-Ya puedes marcharte- dijo Irina poniendo cierto énfasis en "marcharte".

-Claro... Bueno, nos vemos más tarde. Estaré pendiente del busca.

Y sin más, Gina se dio la vuelta y salió por la puerta, la cual se cerró detrás suya con un sonido de succión.

-De acuerdo...- musitó Irina dirigiendo la vista al condón lleno de semen -...y ahora procederé a analizar... ¿Eh?

A su nariz llegó un olor familiar procedente de la muestra, un olor que para ella entrañaba un peligro muy importante. -(¿Qué demonios...?)- Extrajo un guante de plástico de un dispensador y se lo puso en la mano derecha para a continuación pasar el dedo sobre la superfície del preservativo. Entonces lo restregó con el pulgar y al separarlos vislumbró un hilillo de la sustancia transparente que cubría el condón.

-(Esa maldita buscaproblemas... se ha "olvidado" de esterilizar la muestra antes de entregármela)

Irina apretó los dientes y tiró el guante a la basura. La dichosa Gina siempre estaba provocándola, buscando constantemente sacarla de sus casillas. La única razón por la que no había sido despedida hacía años se debía sencillamente a que era de las mejores en su trabajo.

La doctora Alekseeva meneó la cabeza. Tenía cosas más importantes que hacer que preocuparse por los "descuidos" de su subordinada. La toleraría mientras no pusiera en peligro el progreso de su proyecto.

-(Vale... veamos... concéntrate en tu trabajo)- se dijo a sí misma mientras observaba con mayor detenimiento el condón hinchado.

Lo primero... lo primero era... lo primero era asegurarse de que Gina había tomado la muestra correctamente, puesto que la cantidad era sencillamente excesiva. Irina ya había contemplado a través de las cámaras las corridas de Alexei, pero aún así debía comprobarlo. Y para ello, encendió las pantallas y retrocedió a través de las imágenes hasta encontrar el momento en el que las cámaras grababan el orgasmo del sujeto bajo las expertas manos de Gina Micheli.

Mientras Irina contemplaba fascinada la escena, el olor de los jugos sexuales de Alexei le seguía llegando hasta el punto en el que sus fosas nasales se dilataban tras cada inspiración. La mujer abría mucho la boca y su bata de laboratorio empezaba a marcarse a la altura de los pezones. La mente le daba vueltas y, por mucho que Irina tratara de concentrarse en datos objetivos, el olor que a esas alturas ya inundaba el recinto le nublaba los pensamientos.

Cuando terminó la escena y casi sin pensarlo, pulsó el botón de retroceder, y la doctora visualizó la escena de nuevo de principio a fin. Y cuando aquella también terminó, Irina retrocedió hasta el momento en el que Gina le colocaba el condón y le volvió a dar al play.

Mientras visualizaba la escena una y otra vez, Irina se decía a sí misma que lo hacía para asegurarse de que todo había marchado a la perfección. Se decía que era necesario comprobarlo personalmente. Pero su imaginación no le daba tregua, llenando su mente de escenas sucias con Alexei como protagonista, en muchas de las cuales incluso aparecía la propia Irina. No podía evitar recordar el estado de Gina tras haber sido follada por aquel magnífico falo y su informe posterior, el cual casi se arrepentía de haber leído.

Por quinta vez, el Alexei de la pantalla volvió a echar la cabeza hacia atrás con el éxtasis pintado en su expresión.

-(¿De verdad... se sentía tan bien...?)- pensó la doctora en un momento de debilidad.

Pero súbitamente, la mujer consiguió recuperar algo de autocontrol descargando un golpe en la mesa que hizo trastablillar papeles y diversos objetos cuidadosamente ordenados.

-¡Ya basta!- exclamó con la voz temblorosa mientras apretaba el botón de apagar.

Vale, de acuerdo. Estaba confundida y tremendamente excitada, ¡Pero eso no iba a impedirle hacer lo que debía! Sin importar lo mucho que le costase, Irina Alekseeva Kuzmin superaría la prueba y saldría adelante, como siempre había hecho. Y el primer paso era analizar la dichosa muestra.

Irina se levantó y dio un decidido paso adelante para a continuación plantar la mano sobre el preservativo. Sin embargo, en aquellos momentos su raciocinio ya se había ido al garete, e Irina advirtió demasiado tarde que ya no llevaba el guante puesto.

La doctora abrió mucho los ojos y levantó la mano con cuidado, provocando la aparición de una gran cantidad de hilillos entre ambas superfícies. En aquel momento Irina debería haber ido directamente a lavarse las manos pero, en lugar de eso, se quedó pasmada contemplándose la palma, con la piel desnuda impregnada en los jugos sexuales de Alexei. "La curiosidad mató al gato", decían, por que a la mente excitada de la doctora Alekseeva no se le ocurrió otra cosa que acercar la nariz y aspirar el fuerte olor.

-...haaaaaaaahhh...- gimió por lo bajo cuando la esencia la inundó las fosas nasales. Cada vez que aspiraba, era más y más consciente de las reacciones de su cuerpo: del cosquilleo en los pezones, de la presión en sus pechos doloridos, del calor húmedo que descendía por su bajo vientre...

Pensaba en Alexei, su mente se llenó de la imagen y la voz del chico repetidas una y mil veces.

Irina Alekseeva se venía abajo, todo su autocontrol desvaneciéndose a marchas forzadas. La brillante científica tan solo quería sacar la lengua y...

Antes de darse cuenta, sacó su lengua y describió un largo lametón desde la muñeca hasta la punta del dedo corazón.

-Mmnmghaaaaaahh...

La doctora habría sido incapaz de describir el sabor de aquella sustancia transparente y ligeramente espesa. Pero de alguna manera lo encontró adictivo. Ella, como mujer, era capaz de percibirlo a la perfección... aquel regusto... el olor y la textura... sabía a Alexei.

-hah... ah... ¿Qué estoy haciendo...?- murmuró, observando el condón lleno de leche blanca mucho más espesa que el jugo que acababa de saborear.

Irina lo cogió, prescindiendo ya de cualquier procedimiento o precaución y se tomó un momento para sopesarlo con las manos desnudas.

-(¡Está lleno... muy lleno! Hay... demasiado...)

No... debía parar aquella insensatez. Todavía había tiempo para reconsiderar sus acciones, todavía...

Irina Alekseeva abrió la boca con la lengua fuera y empezó a lamer aquel preservativo como si fuera el helado más delicioso del mundo.

-hmpf... ffllph... pfhaaa...

La mujer chupaba y succionaba como si le estuviera practicando una felación al condón. Su mente volaba varios kilómetros por encima de ella y los únicos pensamientos que lograban colarse a través de aquel estallido de lujuria eran los constantes recordatorios sobre qué era aquello que tenía dentro de la boca y de donde había salido.

Se notaba espeso, correoso por fuera. Todavía conservaba gran parte del calor de cuando brotó como un geiser desde la uretra de Alexei. Irina partía de esos pensamientos y se imaginaba a sí misma succionando directamente aquella gran polla, con su mandíbula casi desencajada y la boca totalmente llena de carne dura y palpitante. ¿Qué sabor tendría? ¿Pondría Alexei la misma cara que cuando Gina le masturbaba?

Irina sentía que estaba a punto de correrse tan solo con aquellos pensamientos.

-¡Eeeaaahhhh...! Ah... ha ha...

Los pechos hinchados le cosquilleaban como si estuviesen llenos de hormigas, todas ellas marchando directas a sus pezones. En ese momento un breve destello iluminó su consciencia y procedió a desabrocharse la camisa y a quitarse el sujetador de debajo. En menos de 20 segundos, la mujer tuvo sus grandes y pálidas tetas apoyadas sobre el escritorio como si pretendiera apoyar la cara sobre ellas y usarlas de cojín para una siesta. Pero en lugar de eso se insertó como pudo el condón lleno de semen entre las dos masas de carne y a partir de ahí se dedicó a estrujarlas con las manos practicando una cubana improvisada sobre un preservativo cada vez más deformado y estirado.

-¡Aah! ¡Madre...! ¡Aeeehh!

Irina jamás imaginó que pudiera llegar a sentirse tan bien tan solo masajeando sus pechos. ¿Se debía tal vez a la influencia de su imaginación? ...lo cierto era que, sorprendentemente, le daba igual. No quería encontrar respuestas, tan solo deseaba llegar al clímax.

-¡¡AAaah!! ¡Eeh! huuuuu... ¡UAH!

Instintivamente, sus caderas empezaron a moverse adelante y atrás, tratando desesperadamente de restregar su húmeda y solitaria vagina contra algo, aunque fuese la superfície de la silla. Mientras tanto, la jadeante Irina observaba como una buena parte del condón sobresalía por encima de sus pechos, cada vez más prietos por la presión de las manos. Aquella presión la volvía loca, y sin embargo la aumentó todavía más provocando que la goma hinchada de semen se elevara hacia ella y así le fue posible agachar la cabeza y ponerse a succionarla.

Pocos días antes, la orgullosa Irina haría puesto la mano en el fuego por su capacidad de autocontrol... jamás habría imaginado que terminaría en aquel estado: excitada como una perra en celo y practicándole una cubana a un preservativo.

Pero a esa alturas ya poco podía hacer para contenerse. Irina cerró los ojos y la boca con fuerza cuando su cuerpo se puso a temblar por la fuerza del orgasmo.

-¡¡¡MMMHFFFUUUUUUUUUUUUUUUUUHHHHH!!!

Pero la brillante científica apretó con demasiada fuerza, y sus dientes terminaron de ocasionar el desastre. Estos abrieron una grieta en la goma del condón y la enorme presión con la que sus pechos estrujaban el preservativo provocó que la espesa leche blanca saliera borboteando... directamente en su boca.

Y así, mientras su vagina chorreaba sus propios jugos al correrse, su paladar se llenó con todo el semen acumulado dentro del preservativo. Sin embargo, la presión hizo que todo ocurriera demasiado rápido y la doctora, ya de por sí carente de experiencia, se vio totalmente incapaz de reaccionar. La pobre mujer tragó varias veces hasta atragantarse mientras la mayor parte de la leche de Alexei borboteaba hacia fuera impregnando en un tiempo récord su barbilla, cuello y pechos. Irina tosía y de cada tos surgía un sonido húmedo. Su ropa no tardó en oscurecerse y, poco después, ya notaba el calor de la espesa sustancia deslizándose entre sus pechos y más allá: su vientre, ombligo... e incluso llegó a mezclarse con sus jugos vaginales cuando se filtró a través de la cintura.

Aquello fue un shock, del cual Irina no se recuperó hasta que pasó 3 minutos con los ojos desencajados tratando de volver a respirar normal. Tenía semen en la cara, en la boca, los pechos, la barriga; tenía semen fluyendo desde sus fosas nasales, con regueros en el pelo y en el cristal de las gafas. Al toser seguía notando el líquido espeso en su conducto respiratorio, lo notaba entre sus piernas al mover los muslos; e Irina desconocía... cuánto había tragado...

-Ah... ah... pfff... hah...

Con una mano temblorosa, trató de localizar el condón roto entre los pechos. Entonces tiró de él sacándolo de entre los dos montes carnosos: ya no era más que un pedazo de plástico arrugado... aunque todavía conservaba en su interior una cantidad de semen que equivaldría facilmente a la corrida de dos hombres.

Irina lo dejó caer al suelo mientras se tragaba los restos de leche que le quedaba en la boca. A continuación apoyó los codos a ambos lados de sus tetas y apoyó la frente sobre sus nudillos con la expresión de una mujer que sabe que ha tocado fondo.

 

 

 

...

Alexei aprendía rápido y poseía unas manos finas y habilidosas... pero por mucho que lo intentara, se veía incapaz de emular la destreza de Gina al hacerle una paja.

-¡Hah... hah...!

A pesar de todo... se sentía bien...

El chico llevaba varios minutos sacudiéndose su largo y grueso pene, pensando constantemente en Gina y en la noche que habían pasado juntos. Pero también pensaba en la doctora Alekseeva... e incluso en sí mismo. Sin embargo distaba mucho de sentirse culpable pues ¿Quien no se excitaría con un cuerpo como aquel? Y más viniendo de alguien que había vivido toda su vida siendo una mujer.

Alexei sonrió con aire ensoñador.

Lo habían convertido en un muchacho guapo, atlético y sano con 17 años menos de los que tenía antes. Tan satisfecho estaba de su nuevo cuerpo que en ocasiones casi podía olvidar aquel monstruo que tenía entre las piernas... aunque también era cierto que, por mucho que le irritase poseer un miembro tan desproporcionado, en ocasiones tenía sus ventajas.

-¡Uhng!(¿Como lo hacía ella...? ¿Era así?)

Probó poniendo la mano en diversas posturas y presionando de distintas formas y luego trató de frotarse el glande con la palma abierta, pero tuvo que parar al sentir un latigazo de pura sensibilidad.

Al final, al ver que no lo conseguía, empezó a mascullar entre dientes al tiempo que se golpeaba el tórax usando su polla como si fuera una gran porra; pero en seguida se echó a reír sintiéndose un poco tonto. Incluso aquello se sentía bien.

El muchacho volvía a sacudirse la polla de la manera ortodoxa cuando la puerta se abrió y de nuevo se encontró a Gina en su habitación. La cual en cuanto vio lo que "se tenía entre manos" lo señaló con el dedo y exclamó en tono acusador:

-¡Oye! ¿No te dije que volvía en un plis-plás? ¡Suelta eso antes de que te lo muerda!

Alexei abrió mucho los ojos y enseguida levantó las manos como si Gina lo estuviera apuntando con un arma de fuego.

-No me dijiste exactamente...- pero calló cuando la doctora Micheli, lejor de andarse con rodeos, se subió a la cama a cuatro patas y empezó a avanzar hacia él contoneándose como una gatita. Resultaba seductora a la par que extraña, ya que todavía llevaba puesta la bata de laboratorio.

-Veras, pequeñín...- ronroneó ella -nos he conseguido los minutitos que ambos necesitábamos tanto.

-¿A... Ambos?

Por toda respuesta Gina siguió avanzando hasta llegar a su altura. Fue entonces cuando se elevó sobre sus rodillas y se subió la falda, dejando al descubierto una ropa interior totalmente empapada hasta el punto en el que la humedad se había extendido incluso por toda la cara interior de sus muslos recorriendo las medias de color mate.

-No me he hecho pis encima, si eso es lo que te preguntas.- dijo la mujer con voz vacilante.

-¿Está así... por mí?- preguntó Alexei, anonadado.

-Desde ayer por la noche, pequeñín. Resulta... difícil olvidar los estragos causados por un arma de tal calibre.

Alexei puso los ojos en blanco al oir la metáfora, pero enseguida alargó la mano hacia la entrepierna de la mujer como si el instinto le instara a ir al grano. Pero en cuanto se movió, Gina le empujó con las manos sobre sus hombros y lo tumbó por completo.

-Esta vez no, guapo. Esta vez no habrán preliminares... ni desmadre. No tengo ni idea de cuanto durará mi pequeña "pantalla de humo", pero en esta ocasión no tenemos tanto tiempo. Y con lo que me hiciste la otra vez, se muy bien que como te deje a tu aire terminaré mis días pareciendo un embudo con patas.

La mujer se contoneó por última vez y, con una suavidad y elegancia envidiables, dirigió la punta del pene de Alexei hasta rozarle las bragas de color amarillo, empapando su sexo con sus propios jugos femeninos.

-(¡Está chorreando por todo mi pene! Es como... presionar una esponja. ¿Como puede una chica estar tan húmeda sin llegar a correrse?)

-Ah... hah... ¡Allá voy, pequeñín!- exclamó Gina excitada al tiempo que se destapaba la vagina cuyos labios brillaban por la humedad.

-¡UAh!

De un empujón, la vagina de Gina se deformó alrededor del glande de Alexei como si llevara mucho tiempo esperando ser penetrada por aquel órgano bendecido por las deidades. La mujer torció el gesto mientras miraba a ninguna parte. Aún así, lejos de perder la concentración, afianzó bien los pies sobre la cama y bajó las caderas todavía más hasta llegar al punto en el que la mitad de aquella polla interminable había desaparecido en las profundidades de su cueva.

-¡Huuuunnnghhh...!- Gina apretaba los dientes y trataba de mantener la compostura apoyando las manos en el pecho de Alexei para no perder el equilibrio.

-¡Aaaahhhh...!(Algo tan grande... desapareciendo en un agujerito tan estrecho... se siente tan bien...) ¡...oh mierda! ¡¡Gina, GINA!! ¡¡CREO QUE...!!

-haaah... haaaaahh... prepárate... pequeñín... voy a empezar a mo...

-¡¡NNNGHIAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!

-¡¿Eh?!

Sin darle tiempo a reaccionar, el cuerpo de Alexei se estremeció por un orgasmo repentino y Gina sintió de repente como una oleada de calor húmedo y viscoso inundaba su pequeña vagina.

-¡¡UAAAH!! ¡¡ESPERA ESPE...!! ¡¡EEEEEAAAAAHHHHH!!

La mujer no estaba preparada para la gran cantidad de semen que trató de entrar forzosamente a través de su diminuta cérvix, colmando su útero como un molde a presión. Pero la sensación más intensa fue la del torrente de leche que, al carecer de espacio dentro de su estrecha cavidad tuvo que hacer el camino inverso por encima de la polla del chico, creando una sensación en sus paredes vaginales parecida a tener varios torrentes de lava recorriéndole las entrañas.

-¡¡JODER JODER JO... OOOOOOOOOOOHHHHHhhhhh!!

Gina se corrió ahí mismo, con todo el cuerpo temblando y la vista fija en el charco blancuzco que se formaba alrededor de la ingle de Alexei brotando directamente de su coño.

-¡Aaah... ! ¡Buaaaahh...! ¡Mal... dita sea, Alexei...! ¿No podías esperarte ah...? ¡Ah... jodeeer sigue igual de dura...!

-hah... Gina... me has llamado por mi... nombre...

-¡Ca... cállate, chiquitín! Yo no...

De repente, uno de sus pies resbaló por encima del edredón y Gina se sintió caer... con todo su peso directamente sobre la entrepierna de Alexei, provocando que su polla se le hundiera hasta casi desaparecer entre sus labios vaginales.

-¡Nghaaaaaahhhh! ¡¡Gina!! ¡¿...Qué?!

Pero Gina no respondía. Tenía la cabeza gacha y temblaba con violencia. Parte del semen había ido a parar directamente bajo su pie y, al ser aquel cubrecamas liso y uniforme, creó una superfície resbaladiza que le había hecho perder el equilibrio.

Alexei respiraba hondo. En aquellos momentos sentía su gran polla totalmente envuelta en carne húmeda y caliente salvo por tres dedos que separaban su ingle del coño de la mujer, aún así contuvo su deseo de empezar a mover las caderas. En lugar de eso, aguardó un minuto hasta que Gina recuperó la compostura.

-Mierda... coño... me cago en todo... no puedo... heeeehhhhh... no puedo... contigo.

-Gina... dices demasiados tacos.

-Silencio... idiota. Me pillaste desprevenida... pero todavía no estoy... acabada, ¿Sabes?

Gina elevó sus caderas, separando sus sexos como si estuviera dando a luz a una gran salchicha de piel brillante envuelta en regueros blancuzcos... y entonces volvió a fundirlos bajando el culo hasta el punto de partida.

-¡¡Nghiiiiiiiii!!- la mujer tenía una expresión estúpida, pero no perdió la concentración y se esforzó en cumplir su palabra tomando el control de la situación.

-¡Aaahh... Ginaaaa...! Tu vagina es... genial...

Gina quería contestarle que decía eso por que era la única que había probado, pero tan solo abría la boca para gemir y respirar. La mujer aceleró el ritmo y dedicó toda su voluntad en follarse a Alexei sin perder la cabeza. O por lo menos sin perderla del todo.

-¡EEeeeehhh! ¡¡Uaaaah!! ¡Joder, síii...! ¡¡Aaaaahhhhh!!

-¡Oh...! ¡Hunnnnnnn...! ¡Oah!(¡El sexo como hombre es una pasada!)

Sus caderas se empezaron a mover un poco por instinto, acompasando sus movimientos a los de Gina. Y vio que daba resultado, pues Alexei enseguida sintió como los músculos vaginales se estrechaban alrededor de su tronco y de la punta rosada, encargada de abrirse paso a través.

-¡¡AAAAAaaaaahhhh!! ¡Eh...! ¡Eh! ¡Iaaaaahhhh...!

-¡Oohh...! ¡Oh! ¡Gi... Ginaaaa...! ¡Como sigas así me voy a...! ¡¡Aaah!!

Pero entonces advirtió que Gina de repente dejaba de moverse y se tapaba la boca con ambas manos.

-¡¡MMMMMMNNNNUUUUUUUUUUUUUHHHHH!!

-¡Hah! Eh... ¡¿Qué te pasa....?!

La mujer, de nuevo, no respondió. Se limitó a apoyar las manos sobre su pecho tratando de recuperar el aliento mientras una nueva remesa de jugos bajaban a través del pene del chico para sumarse al cóctel de debajo. Gina se había corrido de nuevo.

-...Gina...

¡De eso nada! Alexei no estaba dispuesto a esperar de nuevo. En lugar de ello, metió las manos bajo las rodillas de la mujer y empujó con todo su cuerpo hasta que la tuvo tumbada sobre el edredón con las piernas abiertas.

-Es de mala educación... hah... parar cuando me faltaba tan poco...

-¡Eeh! ¡No...! Alexei... ¡Escucha, no puedes!

-ji ji ji... me has vuelto a llamar por mi nombre.

Y como aparente agradecimiento, le hundió la polla hasta el fondo. Aquello provocó que Gina arqueara la espalda hacia atrás de manera exagerada, apabullada por la corriente eléctrica que le recorrió el abdomen.

-¡¡AAAAHHH!! ¡¡AHH!! ¡¡...NO, PARA!! ¡¡QUE ME ACABO DE, CORREEEEEEEEER!!

-¡Gi... na! ¡¡Esque... HAH!! ¡No puedo... evitarloooohhh!

Alexei siguió amartillándole el coño al igual que la noche de antes de ayer, usando su enorme polla para dominar a aquella mujer escultural, la cual se deshacía ante sus embestidas sin poder hacer nada por evitarlo.

-¡¡EEEAAAAAHHH!! ¡UNGH! ¡Eh! ¡¡UAAAAAAAAHHHH!!

-¡¡AQUÍ VIENE!! ¡Gina! ¡Me voy a...! ¡¡ME VENGOOOOOOOOOOOHHH!!

Su miembro se hinchó hasta el límite y redobló la velocidad de sus embestidas mientras chorro tras chorro de espeso semen en una oleada mayor incluso que la anterior se derramaba en la vagina de la mujer, provocando en ella otro orgasmo que pasó casi desapercibido ante el vigor demostrado por el muchacho.

"El sexo era maravilloso"- pensaba el chico. Y sintió que no se cansaría nunca.

Cuando la corrida amainó, lo primero que sintió Alexei fue el deseo de seguir, de continuar hasta perderse a sí mismo tal y como había sucedido hacía dos noches. Pero sus músculos se notaban agarrotados tras correrse, y si a eso le sumaba las agujetas que sentía en todo el cuerpo, sintió que no era recomendable seguir... además Gina le hacía dicho que tan solo tenían unos minutos, y el chico desconocía cuanto tiempo había pasado.

Así que, muy a su pesar, el chico decidió parar.

Alexei sintió una ligera resistencia al sacar su polla de entre los labios vaginales de Gina. Pero por una vez, su miembro sexual parecía comprender sus necesidades pues había pasado a una lánguida semi-erección; con lo que, en el momento en el que el glande chocaba contra el edredón por efecto de la gravedad, de la dilatada cavidad brotaron una miríada de jugos sexuales. Alexei incluso habría jurado que el vientre de Gina se hacía más pequeño como un globo al deshincharse.

El chico puso los pies descalzos en la moqueta y estiró los músculos tratando de desperezarse. Entonces se volvió hacia Gina, que seguía en la misma postura con una sonrisa bobalicona pintada en su rostro. Gran parte de su ropa y la misma bata de laboratorio habían acabado hechas un desastre por la parte de abajo.

-¡Venga Gina, espabila! ¡Que el día acaba de empezar!

Gina reaccionó a sus palabras parpadeando un par de veces, como si de repente hubiese decidido volver al mundo real. Alexei supo que se encontraba bien cuando la doctora Micheli le hizo un corte de manga.

El chico entonces le dio la espalda y se estiró de nuevo, sintiendo repentinamente un hambre voraz, y echó a andar hacia el baño con la intención de darse una ducha mientras pensaba en el desayuno. Seguía desnudo como el día en que renació, con su largo pene golpeándole los muslos como un gran péndulo.

Sin embargo, antes de entrar en la ducha, se paró delante del vater y echó una de las meadas más largas de toda su vida. El chico suspiró satisfecho mientras se sostenía el miembro como si fuera una manguera; aunque no hacía mucha falta, teniendo en cuenta que todavía la tenía semi-erecta y la punta quedaba apenas un poco por encima del retrete.

Alexei se la sacudió un par de veces tal y como le habían instruído para a continuación secarse la punta con un pedacito de papel higiénico.

¿A qué pruebas se enfrentaría el día de hoy? Fuesen cuales fuesen, Alexei las superaría. Más allá de la salud o de la fortaleza, aquel cuerpo nuevo le había dado algo que jamás había tenido y siempre había deseado: confianza en sí mismo.

...

Irina Alekseeva, tras ducharse, permaneció frente al espejo durante un buen rato completamente desnuda... contemplándose a sí misma tal y como era.

El vapor de agua fue desapareciendo del ambiente, dejó de sentir los regueros de agua recorriéndole la espalda, las nalgas y pezones, y goteando desde los mismos hasta terminar en la alfombrilla del baño. Pero Irina seguía contemplativa, pensando en su sexualidad, en su condición de mujer.

¿Era Irina... una mujer hermosa?

Se pasó un brazo bajo los pechos, elevando aquellas magníficas copas-G que no precisaban de un sostén para mantenerse firmes. Se masajeó la piel de las caderas, recorriendo la suave curva hasta el muslo, y poco después elevó la misma mano para apartarse un mechón de cabello rubio de la cara, descubriendo un rostro fino de rasgos eslavos y cejas arqueadas carente de defectos perceptibles.

Si... pese a que era asombrosamente complicado juzgarse a una misma con propiedad... Si se basaba en los estándares de belleza de la sociedad del siglo XXI, Irina sabía que su belleza estaba muy por encima de la media, ¿Pero entonces... por qué...?

La mujer parpadeó un par de veces, pero entonces agarró el secador de pelo.

Ni siquiera sabía qué la había llevado a quedarse plantada ante el espejo durante 15 minutos. Cada vez que sentía estar cerca de la respuesta a sus problemas, ésta se le escurría entre las manos. Y lo peor es que ni siquiera sentía que tal respuesta fuese algo verdaderamente complicado. Era frustrante, y denigrante.

¿Debería tal vez buscar el consejo de Gina? No... rotundamente no. Irina sabía muy bien cual sería su propuesta y aquello significaría el desastre para el proyecto en el cual había trabajado durante tantos años.

Irina Alekseeva se secó, se peinó, se vistió, se arregló y se tomó varias pastillas inhibidoras antes de salir por la puerta del baño. Ya había perdido demasiado tiempo.