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El Experimento 5: El sueño compartido.

en Fantasías Eróticas

Me ajusté mi recientemente adquirido uniforme de repartidor de Amazon mientras me relamía los labios con expectación, sacudí la gorra amarilla en el aire para volver a dale forma y me la coloqué con un movimiento teatral. A continuación, cogí un paquete cuadrado de la furgoneta y comprobé que la tablet seguía bien sujeta a mi cinturón. Sólo entonces me encaminé a través del pequeño camino recto que atravesaba un bonito jardín y daba directo a la puerta del nº37 de la avenida de Tonnerbells. Un barrio precioso y perfectamente organizado repleto de grandes casas unifamiliares; todo familias ricas y miembros de la alta sociedad que preferían vivir lejos de la ciudad y de tipos como Malik Sougu.

Me detuve frente a la puerta y apreté el botón del timbre. Una alegre melodía sonó por toda la casa y enseguida se escucharon unos pasos seguidos de un sordo "ya voooy".

Los pasos se detuvieron frente a la puerta y me sentí observado a través de la mirilla. Empecé a silbar mientras fingía revisar unos documentos.

-¿Quién es usted y qué quiere?- dijo una voz de mujer. Sonaba algo desconfiada.

-¡Buenos días, señorita! Traigo un paquete de Amazon a nombre de Roger.

-¿De Amazon...? Creo que se equivoca de casa.

Agarré mi tablet y revisé la dirección.

-Este es el número 37 de la avenida de Tonnerbells, ¿Es correcto?

-...Si.

-¿Y vive aquí el señor Roger Garrison?

-...Él vive aquí, yo soy su mujer.- dijo con sequedad.

-Encantado entonces, señora Garrison- dije con una sonrisa -¿Se encuentra el Sr. Garrison en casa?

-Está trabajando.

-...Entiendo. ¿Entonces, puede firmarme usted el recibo del paquete conforme este ha sido entre...?

-Vale, vale- me interrumpió, irritada -aguarde un momento.

Seguí sonriendo mientras la mujer discorría el cerrojo. Concentré unas gotas de mi organismo en la mano con la que sostenía el paquete y éstas atravesaron silenciosamente las paredes de los vasos sanguíneos, la carne y los poros de la piel hasta formar una pelotita viscosa en la palma de mi mano.

Por supuesto, el paquete, la entrega e incluso el puesto de Sougu como repartidor de Amazon eran todo mentira. Toda una tapadera para conseguir acceso a los hogares más acomodados la cual había logrado tras poseer a un mandamás de Amazon. Pero eso no era lo único. También había conseguido poseer a un funcionario con acceso al registro civil gracias al cual podía encontrar y seleccionar a mis víctimas. Fotografías, dirección, estado civil, horarios de trabajo, etc... todo estaba a mi completa disposición.

Maggie Garrison abrió la puerta, observándome con cautela. Era una mujer alta y en forma vestida con ropa de deporte, con el cabello castaño cortado a la altura del cuello y una modesta copa B de sujetador. Sus gruesos muslos y la pronunciada curva de sus caderas la convertían en una presa realmente apetitosa y me hacían preguntarme qué tacto tendría su culo...

-¡Ejem, si es tan amable...!- dijo de mal humor. Me había pillado mirándole las caderas.

-¡Sí, por supuesto!- dije con desenfado -Aquí tiene el paquete.

Pero en cuanto la mujer alargó la mano para cogerlo, dejé caer el paquete al suelo y se la agarré con fuerza. Sin darle tiempo más que para soltar una exclamación, la atraje hacia mí y le tapé la boca con la mano izquierda. Maggie trató de gritar, de pedir auxilio, mientras mi viscoso organismo se adentraba en sus fosas nasales, el camino más directo para llegar al cerebro.

La mujer se debatió con fuerza y yo forcejeé con ella tratando de retenerla. Pero era más fuerte de lo que parecía y consiguió liberarse, trastablillando hacia atrás y cayéndose de culo en medio del recibidor. Por un instante entré en pánico. Temía que se pusiera a gritar y llamara la atención del vecindario; pero en cuanto abrió la boca, mi materia orgánica se filtró de sus fosas nasales al cerebro y entonces sentí la conexión. Me quedé extasiado por un momento al notar como un pedazo de mi ser parasitaba sus conexiones nerviosas, usándolas para liberar grandes cantidades de endorfina y otras hormonas; aquello provocó que Maggie se relajara casi al instante.

Respiré hondo y cerré la puerta detrás de mí. Entonces me giré y me acerqué a ella. "Todo controlado".

-¿Se ha caído, señorita? Deje que le ayude.- dije con voz suave, ofreciéndole la mano.

-¿Eh...? ¿Qu... qué...?

La mujer se masajeó la cabeza con aspecto de estar algo aturdida. Pero entonces me miró de nuevo y compuso una expresión avergonzada.

-¡Ah, no, no se preocupe!- exclamó de repente -No sé por qué he reaccionado así...

Maggie se levantó por sí sola y se sacudió las nalgas sin mirarme. Dentro de ella, mi pequeño parásito se extendía cada vez más, usando la sangre de la mujer y sus nutrientes para crecer(otra capacidad que había aprendido recientemente).

-¿Entonces, es cierto que su marido no está en casa?- le pregunté.

-No, trabaja todo el día y no volverá hasta...- se detuvo y me miró con extrañeza. -Espere, ¿Qué hace usted en mi casa?

-Me iba a firmar el recibo del paquete, pero entonces dijo que soy un chico muy simpático y me invitó a pasar a tomar una taza de té.

-¿...Eso hice?- preguntó, arrastrando las palabras. 

Maggie parecía más confundida que nunca, y me miró a los ojos con fijeza, como si la cara de Sougu le recordase algo. 

-Si... ¡Ah, si! ¡Es cierto! Perdona, no se donde tengo la cabeza. Es que hace mucho que no invito a nadie y... ufff... qué vergüenza.- se llevó la mano a la frente, ocultando su rubor.

-No se preocupe, se debe de sentir muy sola sin su marido. Es normal que quiera ver a otros hombres, aunque solo sea para... charlar.- aclaré con una sonrisa. Maggie ya se encontraba totalmente subyugada, aunque ella no lo supiera.

-¿Es... así...?

-¡Por supuesto!- respondí con convicción. -Me llamo Malik, por cierto.

Me acerqué a ella, y le planté dos besos en las mejillas. Y con cada beso, la mujer sintió un extraño cosquilleo en el bajo vientre. Una sonrisa boba no tardó en extenderse por su cara mientras se frotaba el estómago, distraída.

-¿...señorita?

Maggie parpadeó un par de veces, sin dar señal de haberme escuchado.

-Maggie, ¿No me iba a preparar un té?

-¿...eh? ¡Oh!... Sí, es cierto(ji ji).- me contestó, atolondrada -Puedes acompañarme a la cocina, Malik.

La seguí a la cocina, pensativo. Qué rápido había cambiado su actitud con un par de ajustes en sus glándulas hormonales. Esbocé una sonrisa pendenciera.

"Esto va a ser demasiado fácil"

Maggie se puso de espaldas a mí con sus manos ocupadas sobre el mostrador de la cocina, y pude observar su gran culo menearse cada vez que cambiaba de peso de un pie a otro, embutido en esos pantalones de chándal, de una forma que no había visto jamás en una mujer. Sus nalgas eran tan redondas... y parecían tan firmes...

-¿Haces pilates, Maggie?- le susurré al tiempo que me bajaba la cremallera de la bragueta.

-¿Como dices?- me respondió, distraída.

Me relamí los gruesos labios y tiré del cuello de mi camisa. Me dí cuenta de que estaba sudando.

-Ahh...

El cuerpo de Sougu empezaba a reaccionar. Su polla palpitaba y me dolía, atrapada entre el muslo y la pernera del pantalón y con la punta a dos pulgadas de alcanzar la rodilla. Tenía la cara interior del muslo empapada y pegajosa de sudor por culpa del calor que desprendía el largo miembro del etíope.

Era agobiante, pero el morbo superaba con creces cualquier molestia que este cuerpo me pudiera causar... 

El agua empezó a hervir en la tetera y Maggie seguía de espaldas. Pero mi cuerpo no podía esperar más y perdí la paciencia. No había venido venido a jugar con mi presa, había venido a dejarla preñada.

Me desabroché el cinturón y me bajé al mismo tiempo los pantalones y los boxers. Me costó un poco, ya que estaban empapados de sudor. Pero en cuanto lo hice, con el torso todavía encorvado, mi polla se liberó como un resorte y la punta me golpeó en la nariz.

-Ho ho ho- me reí(no pude evitarlo) y entonces me incorporé.

Aquello era otra cosa. Con los pies bien separados, la enorme polla dura y erguida por la presión sanguínea, una mano alrededor de la punta acariciándome el glande con el índice y el pulgar y esos dos grandes orbes negros que eran mis huevos libres al fin. Era agradable y liberador, especialmente cuando el sudor al enfriarse empezó a refrescar toda la zona de mi entrepierna.

Así era como tenía que ser, aquello estaba bien claro: el cuerpo de Malik Sougu no estaba hecho para llevar pantalones.

Maggie se giró, con una taza en la mano.

-¿Tomas el té con azúcar o...?- Entonces bajó la mirada y se quedó mirando mi equipamiento con extrañeza, como preguntándose qué era aquello. Pero al cabo de unos segundos abrió los ojos como platos y retrocedió precipitadamente, provocando que la taza de porcelana se estrellara contra el suelo.

-Antes del té, me gustaría darle algo de mi parte, señorita- le dije con voz gentil.

Me acerqué a ella lentamente, dejando que mi enorme pene del color del ébano se balanceara al son de mis pasos. Casi podía ver como las pupilas de Maggie seguían sus movimientos.

-¿...qué... por qué...?- alcanzó a decir la mujer tras tragar saliva. Sabía que algo no iba bien, que de alguna forma su percepción la estaba engañando; pero su cerebro era incapaz de llegar a una conclusión.

Sin embargo cuando empecé a restregar mi glande sobre su vientre, Maggie se sobresaltó de verdad.

-¡N... NO! ¡¡PARA!!- gritó tras conseguir recuperar algo de lucidez.

El ama de casa trató de empujarme, pero su fuerza se había esfumado de forma repentina. Miró hacia abajo visiblemente asustada para a continuación fijar su mirada en mi cara en el momento justo en el que le metí toda la lengua dentro de la boca.

Los intentos de Maggie por liberarse se fueron haciendo cada vez más débiles y esporádicos. La tenía totalmente inmovilizada entre mis brazos, mi pene presionando contra su torso como un amortiguador y mi lengua recorriendo ansiosa cada recoveco de su paladar, mezclando la saliva de Sougu con la de la mujer casada. Su boca sabía a hierbabuena.

Maggie empezó a temblar y sentí la repentina dureza de sus pezones a través de la tela. Al cabo de unos segundos sus tambaleantes piernas fueron incapaces de sostenerla y Maggie cayó de rodillas, con su nariz casi rozando mi ensortijado vello púbico.

-¿Qué ocurre, señorita? ¿No le gusta? Ya sé que es muy grande, pero verá como lo disfruta.- dije animadamente y me puse de lado, sosteniendo el tronco de mi polla bajo su nariz para facilitar que la mujer aspirase mi aroma...

-No... no... Te... tengo marido...

-Ya lo sé, pero me dijo que su marido no está en casa, así que no hay problema.- respondí quitándole importancia.

Maggie abrió la boca para decir algo, pero su mente ya era incapaz de razonar, de ver más allá de la "lógica" de mis palabras. Se llevó la mano a la entrepierna de forma inconsciente(a esas alturas, sus jugos vaginales ya habían empapado todos los bajos del pantalón) y, cuando le acerqué mi glande a la cara, sus fosas nasales se dilataron de forma visible y la mujer se olvidó de cualquier otra cosa que no fuera aquel monstruo de punta rosada que tenía a escasos 5cm de la nariz.

-Abre la boca, preciosa...

Maggie se humedeció los labios por reflejo y se la quedó mirando unos segundos, como una última y débil tentativa de dar marcha atrás, de negar sus deseos. Pero al cabo de un momento, abrió la boca hasta el límite -En sus ojos se mezclaban la ansiedad y la expectación.

Me aguanté la punta del pene con dos dedos y, con la otra mano, presioné la base justo encima de los testículos y recorrí así toda su longitud, escurriendo su interior y así dejando caer abundantes y gruesas gotas del jugo preseminal de Sougu directamente en la boca de mi anfitriona. Ésta movió los labios y las saboreó extasiada, sacando la lengua todo lo que pudo hasta rozarme el glande.

-Aaahh... aaahhh...- Maggie empezó a jadear, su mirada totalmente desenfocada... y, justo en ese momento, algo en su interior cedió por fin.

Se abalanzó sobre mi glande como una fiera, pillándome totalmente desprevenido, y empezó a succionar con fuerza. Trataba desesperadamente de metérselo todo en el paladar, pero no le cabía de ninguna forma, era demasiado grueso... Pero aquello no la amilanó, más bien al contrario: con las dos manos me agarró el tronco del pene y me empezó a masturbar a la inversa, tratando de tirar hacia ella en lugar de hacia abajo y provocando que mi prepucio chocara continuamente con sus labios que trataban desesperadamente de abarcar más y más, usando su fuerza para forzarlo y extendiendo su saliva como lubricante.

-¡Ungh! ¡Aaah!, Maggie, es... ¡¡Es... PERA!!

Le sostuve la cabeza con una mano, tratando de refrenarla un poco(aquello era demasiado). Pero antes de darme cuenta, Maggie paró por completo.

La mujer puso los ojos en blanco, la cabeza extrañamente ladeada y las manos apretándome la polla como nunca antes. Y al cabo de unos cinco segundos, se relajó y se recostó contra la nevera, jadeando. La miré confundido, todavía esperaba que continuase; pero entonces me dí cuenta con algo de retraso de que la mujer se había corrido... sin tocarse siquiera.

Traté entonces de respirar hondo, pero me temblaba el aliento. La polla me dolía, pero era otra clase de dolor. Me dolía y me palpitaba con fuerza... la sentía muy caliente... y encima me habían quedado regueros de saliva de Maggie enfriándome el glande y creando un agudo contraste de frío/calor. Sentía todo el bajo vientre cosquilleante por culpa de esas sensaciones.

-...Joder...- apreté los dientes con fuerza, tratando de controlar mis impulsos.

Eso no se hacía. Uno no podía símplemente dejar a Malik Sougu con las ganas, este cuerpo era como una bomba de relojería a punto de explotar.

Miré a Maggie intensamente.

-Se te ha acabado el tiempo, preciosa.- me salió la voz ronca sin quererlo.

La cogí de la mano y la levanté de golpe(la gran cantidad de testosterona que recorría mis venas me daba fuerza extra). Maggie trastablilló cuando la saqué de la cocina sin saber donde iba. Entonces miré a un lado y a otro con prisa y fuí directo a una sala de estar donde encontré un sillón orejero.

Lancé literalmente a la mujer sobre el sillón e hice que abriera las piernas todo lo que pudo hasta que sus rodillas quedaron apoyadas sobre los mullidos reposabrazos. Me quedé observando la zona del pantalón pegada a su entrepierna a causa de los jugos vaginales desde donde se marcaban los protuberantes labios de su coño(con las prisas me había olvidado de que Maggie seguía vestida). Y sin pensármelo demasiado, me lancé hacia delante y traté de desgarrarle los pantalones de deporte usando dedos, uñas e incluso los dientes.

-Eh... ah... N, no...- se quejó Maggie con debilidad, tratando inútilmente de apartar mi cabeza con la mano. No le sirvió de nada.

La tela se desgarró con un sonoro "frrrrrrrrp", y agrandé el agujero con las manos hasta que pude masajear la suave y blanca piel de sus nalgas además de verle las bragas cuya tela estaba tan mojada que se había vuelto casi transparente. Las aparté a un lado y, sin perder ni un segundo, le puse la punta de mi polla entre los labios vaginales y empujé.

-¡IIIIIIIIIGH! Ah, ah, es... ¡AAAaaahhh!- gimió la mujer.

-¡URG!

La mitad del grueso glande de Sougu desapareció en su vagina, pero no llegó más allá. Empujé entonces con más fuerza, gruñendo como un animal, y mi largo pene se dobló un poco hacia un lado; pero no pasó de ahí. Me dí cuenta de que no podía metérsela, sencillamente no le cabía.

Sin embargo eso no me amilanó. Volví a intentarlo desde otra posición ayudándome con la mano, con el mismo resultado. Lo intenté dos veces más de la misma forma haciendo oídos sordos a los quejidos de la mujer pero ¡No había manera!

Me eché hacia atrás y me llevé las manos a la cabeza, aturdido y lleno de frustración. "calma, calma"- me decía una y otra vez. No era extraño, no era nada fuera de lo común. Lo raro debería ser conseguir encontrar mujeres capaces de practicar el coito con un fenómeno de la naturaleza como Malik Sougu, tan solo que... que... que su monstruoso pene me dolía como nunca antes, los vasos sanguíneos abultando a lo largo de toda su longitud e incluso meneándose al ritmo de los latidos de mi corazón. Era desesperante, necesitaba aliviarme lo antes posible...

... y mi aturdido cerebro encontró la solución.

Agarré las dos piernas de Maggie y las junté con sus pies por encima de mi cabeza de forma que sus muslos quedaran bien apretujados el uno junto al otro. La mujer dio un respingo cuando volví a colocar mi polla encima de su coño, pero esta vez empujé a través del diminuto espacio entre su vientre y sus dos muslos, como una vagina improvisada.

-¡Oooooohhh!- Si... eso estaba mejor.

Sin ninguna delicadeza, me la seguí follando por los muslos. Sus jugos vaginales se habían extendido por su vientre y habían oscurecido la tela del sillón justo por debajo. Y por mi parte, estaba tan excitado que, en cada sacudida, mis propios jugos preseminales le salpicaban la cara.

-Uuuuhhh... ¡Hey!- se quejó cuando mi glande le golpeó en plena frente, pero no le hice caso. En su lugar, abracé sus piernas con fuerza y aumenté la velocidad de mis sacudidas. Ya venía... ya...

-Uuuuung... me vengo, me... ¡UOH! ¡¡OOOH!!... ¡¡¡OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOHHHH!!!

El primer chorro de espeso semen le dio directamente en la cara, y el segundo... y el tercero... 

Me seguí corriendo durante unos largos 20 segundos, liberando directamente sobre Maggie toda la "tensión" acumulada.

-¡¡AAAAaaah!! ¡OOooooh!- Era como un géiser... y cuando por fin remitió y la oleada de placer se convirtió en un agradable cosquilleo, Maggie había quedado cubierta por mi corrida.

De verdad, estaba literalmente cubierta de semen. La pobre mujer tenía los ojos entrecerrados y boqueaba como un pez fuera del agua. Parecía que alguien había derramado una botella de leche condensada encima de su cabeza, y su ropa de deporte no presentaba mejor aspecto... al igual que su cabello... y el sillón... incluso me dí cuenta de que un par de regueros habían acabado rociando el suelo y la cortina de detrás.

Cuando Maggie se pasó una mano por los ojos para poder abrirlos y me dirigió una mirada confundida, yo solté una risita y me encogí de hombros como quitándole importancia. Me sentía demasiado aliviado como para sentir culpabilidad. Mi polla se notaba sensible tras el orgasmo pero por lo menos ya no me dolía y, tras haber perdido gran parte de la tensión, se había vuelto a curvar hacia delante tomando la consistencia de una gran salchicha de frankfurt. Le guiñé un ojo a mi anfitriona e hice algo a lo que últimamente me había aficionado: me agarré la punta del pene con una mano y me agaché sobre mí mismo hasta que mi boca se unió a mi glande, lo que provocó una exclamación por parte de Maggie que me observaba estupefacta. A partir de ahí, usé la otra mano para escurrir los restos de semen directamente a mi paladar.

Saboreé la espesa sustancia unos instantes para seguidamente tragármelo todo y esbozar una sonrisa de satisfacción. Podía resultar extraño para la mayoría pero no para mí. Aquello en lo que me había convertido disfrutaba de una libertad total para hacer lo que quisiera, cuando deseara y en el cuerpo que mejor le pareciera... y pese a que ya habían pasado semanas desde que recibí ese poder, realizar cualquier muestra de indecencia en el cuerpo de otra persona me seguía brindando una satisfacción brutal.

Y hablando de satisfacción... todavía tenía que satisfacer los deseos de mi buen amigo, Sougu. Y ahora que su polla se había ablandado y adquirido cierta elasticidad, tal vez consiguiera entrar...

-¿Eh, qué...? No...- masculló la mujer cuando le volví a situar las piernas sobre los reposabrazos del sillón.

Agarré un buen pegote se semen directamente de su cara y cuello hasta tener la mano repleta y lo unté directamente en su coño, usando dos dedos para lubricarle el interior.

Ella gimió de nuevo y yo empecé a jadear de la excitación. Tenía que darme prisa o se me volvería a poner dura como la piedra y toda esa descarga no habría servido de nada.

Meneé mi gran salchiha negra como un látigo y volví a situar la punta directamente sobre los labios vaginales(debería decir "entre", pero es que el glande de Sougu era algo más voluminoso que su coño). La punta no parecía haber menguado demasiado con respecto al anterior intento; pero esta vez cuando empujé pude observar que el glande se encogía y finalmente desaparecía dentro de su cavidad.

-¡¡Ah!! ¡¡Auuh!! ¡¡Espera, es demasiado...!! ¡¡IAAAAH!!- gimió la mujer.

Una vez hube metido la punta, conseguí penetrarla con más facilidad. Seguí empujando con decisión ayudándome con la mano hasta que conseguí meter casi la mitad, entonces me agarré el tronco para que no se me doblara y comencé a follarla.

-¡Ung! ¡Oooooohh! ¡Oh!- gruñí con satisfacción.

-¡¡NO!! Ih... ah... ¡¡AAAAAHHH!! 

Las oleadas de placer empezaron a sacudirme y aquello me excitó sin remedio. Volví a sentir una presión muy familiar esta vez acentuada por la estrechez del coño de Maggie.

-¡¡UAAAAAAAAAAHHH!! ¡¡NO, sa... SÁCALA!! Me vas a romp... a rompe, ¡¡eeeeeEEEEEEEEEEEEEHHHH!!- Se me había vuelto a poner dura mientras la seguía penetrando, obligando a su vagina a dilatarse a lo bestia. Me dí cuenta de que Maggie tenía la mirada desenfocada y la boca muy abierta... y justo entonces sentí como su coño se volvía más húmedo de lo normal(si es que era posible) y un corto reguero de diversos jugos recorría mi polla hasta terminar empapándome el vello púbico.

Paré un momento y la miré, sorprendido. ¡No había tardado ni 10 segundos en correrse!

...pero no era algo que debiera importarme.

Me encogí de hombros y volví a empujar con fuerza, sonriendo al notar que parte de la presión había desaparecido.

-...No... no... me... ¡UAH!

-Oooohhh... aquí está...- suspiré cuando por fin noté que la punta de mi miembro entraba en contacto con la boca de su útero.

-¡Iiih! Ah... ¡FUEH! Eso es... ¡Eso es mi...!- la mujer parecía realmente sorprendida, como si jamás hubiese sentido una polla tocando su cérvix.

-Oh... ¿Será que tu marido nunca ha llegado tan adentro?

Maggie me miró con los ojos muy abiertos y dejó escapar un grito cuando se la saqué y la volví a meter con fuerza. Y contento con su reacción, lo repetí una, y otra, y otra vez, golpeando su útero como un martillo tras cada embestida.

-¡¡UAH!!, ¡¡AAAH!!, ¡¡EH!!, ¡¡IAAAAAH!!... ¡¡Incre... AAAAH!!, ¡¡OH DIOS!!- Los gemidos de Maggie me reventaban los tímpanos, pero no me importaba. Su vagina se había adaptado al grosor de mi pene con sorprendente facilidad y, con un último empujón, por fin conseguí meterle más de la mitad. Ya tenía un buen punto de apoyo para agarrarle de las piernas, echar mi peso hacia adelante y follármela a placer.

-Ohhh, ¡SÍ!- gemí con deleite -¡Esto es lo que querías! ¡¡Oh!! ¡¿Ve... verdad, zorrita mía?!

-¡¡IIIIIIIIHHH!! ¡¡OH, JODER!! ¡¡JODEEEEEER!! ¡¡AAAAAAAHHH!!

-¡UH! ¡¡OOOhh!! ¿Te... gusta? ¡Ah! ¡Dime la verdad!

-¡¡S, SSSSSIIIIIIIIII!! ¡Me...me... ME ENCANTA!! ¡¡IEEEEEEEHHH!!

-¿Mejor que tu marido? ¡¿Eh?! ¡¿Qué prefieres, mi gran polla negra o el desgraciado apéndice de tu marido, EH?! ¡¿Quién te hace sentir mejor?!

-¡¡EH!!... ¡¿FUEH?!... Yo... ¡¡IIIIIIHH!!

-¡¡RESPONDE O PARARÉ AHORA MISMO!! ¡URGH!

Maggie meneó la cabeza y me abrazó desesperadamente.

-¡¡¡NO!!! ¡¡NO LA SAQUES, POR FAVOR!! ¡¡LA TUYA!! ¡AH! ¡¡PREFIERO MIL VECES LA TUYA A LA DE MI MARIDO!!

-¡OOOOoooohh! ¡Bien!... Ahora dí que deseas mi gran polla negra por encima de cualquier cosa...- exigí entre jadeos.

-¡¡DESEO TU GRAN POLLA NEGRA POR ENCIMA DE CUALQUIER COSA!! ¡¡TU VERGA ES LO MEJOR, LO... UUUAAAAAAHHH!!- A estas alturas Maggie gritaba más que hablaba.

-Dí que tu marido es un inútil sin remedio.

-Mi... ¡¡EEEEHH!! ¡Mi marido...! ¡¡MI MARIDO ES UN INÚTIL!! ¡Un inútil... IIH... sin, sin remedio!

-¡Ahora dí que quieres un hijo mío!

Maggie abrió mucho los ojos, pero enseguida una nueva oleada de placer nubló cualquier pensamiento coherente. 

-¡¡DILO!!

-Qui... quiero un... ¡¡OOOOOOOHH!! ¡¡QUIERO UN HIJO TUYOOOO!!

Las palabras de Maggie, de alguna forma, hicieron reaccionar al maltrecho cerebro de Sougu y sentí una oleada de satisfacción indescriptible; como si de repente me hubiese metido un chute de heroína.

-¡HA HA HA HA HA HA! ¡¡BIEN!! ¡Buena chica! ¡Eres una buena chica!- exclamé con alborozo. -Te mereces un premio...

Y mi premio fue aguantarme. Aguantar como un campeón sin correrme durante 5 minutos mientras me follaba a la mujer como un animal... Esa hazaña habría sido imposible con ese cuerpo en otras circumstancias, pero el organismo de Sougu parecía haberse relajado y mi control sobre él resultaba mucho más sencillo. Era como si esas dos grandes bolsas de hormonas que me colgaban entre los muslos hubiesen decidido darme una tregua al fin.

En cuanto a mi anfitriona... no tengo ni idea de cuantas veces se corrió durante esos pocos minutos. Solo sé que cuando por fin sentí ese cosquilleo previo al orgasmo, Maggie tenía la mirada desenfocada y un reguero de saliva le caía por la comisura de la boca.

-¡¡OOOOOH, SIIIIIII!! ¡¡Aquí... Aquí... VIENE!! ¡¡OH!! ¡¡OOOOHH!! ¡¡¡UOOOOOOOOOOOOOOOHHH!!!- grité.

Y me apreté contra el cuerpo de Maggie con todo mi peso con la punta de mi polla casi clavada en su cérvix y sintiendo el placer de un orgasmo al nivel de un semental en celo.

-¡¡¡UUUUUUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!!- gritó la mujer, corriéndose al mismo tiempo.

En unos instantes, mi semen llenó su útero por completo. Quería agitarme, moverme adelante y atrás para acompañar ese placer abrumador... pero me obligué a quedarme quieto y a seguir haciendo presión contra su coño hasta haberme vaciado por completo.

-¡OH DIOS! ¡¡OH!! ¡¡Se... SE ESTÁ HINCHANDOOOOO!!- En efecto, el bajo vientre de Maggie se hinchaba visiblemente a medida que la iba llenando como si fuese un globo de agua mientras la punta de mi polla hacía de tapón.

Y en cuanto la hinchazón adquirió el tamaño de un aguacate, dejé escapar un largo suspiro y mi corrida amainó.

-Uuuuhhh... ¡Hic!...- La mujer tenía los dientes apretados y los ojos en blanco, y reaccionó con un gritito adorable cuando me eché hacia atrás y se la saqué de dentro, produciendo un agradable sonido viscoso y dejando por fin que el exceso de semen brotara de entre sus labios vaginales como un torrente tras un día lluvioso.

-Aaaaahhh... eres una anfitriona estupenda...- suspiré. Y le planté un largo beso con lengua en la boca.

La pobre temblaba como una hoja. Y cuando me separé de ella, se quedó mirando con fascinación el gran charco de semen que se estaba formando bajo su trasero. Su expresión me hizo reír.

-Lo siento- me disculpé. -parece que hoy tendrás que limpiar más de la cuenta... estooo... ¿Por donde está el lavabo?

Maggie me miró a los ojos sin comprender, y entonces su mirada volvió a bajar hacia mi flácido miembro todavía empapado en semen. Movió un poco los labios como queriendo decir algo... y levantó un brazo tembloroso, señalando el pasillo que daba al recibidor.

-Al... al fondo...- consiguió susurrar.

Le sonreí, agradecido, y me fui directo al baño. Allí me senté en el lavapies y me limpié la polla y los muslos con un buen chorro de agua fría que después me sequé usando una toalla de manos marrón que debía de pertenecer al marido(dudaba de que la rosa fuese la suya). A continuación me fui a su cocina todavía desnudo de cintura para abajo donde me comí un par de plátanos y varias barritas de cereales que encontré en la nevera y me volví a vestir con las prendas que había dejado ahí tiradas.

-Y ahora solo me falta una cosita...- tarareé de buen humor después de haberme ajustado el cinturón.

Volví al salón y contemplé el cuerpo de Maggie por última vez. La mujer se había puesto de pie y trataba de quitarse la camiseta la cual había quedado hecha un desastre por culpa de la corrida de Sougu. Me relamí y me apreté la entrepierna con la mano.

Si de mi dependiera, me la habría seguido follando durante toda la mañana sin importarme su aguante; pero había hecho planes, y el día tan solo acababa de empezar.

-Ven aquí, preciosa... tenemos que despedirnos.

Me acerqué a ella y la retuve agarrándola de los hombros. Me concentré en sus ojos... en su cuerpo... Si... ahí estaba.

Sentí mi organismo todavía dentro de sus tejidos, parasitando sus conexiones nerviosas y, con un pensamiento, hice que una parte reentrase en su torrente sanguíneo. Y cuando toda esa sustancia recorrió su cuerpo hasta la parte baja, la obligue a concentrarse directamente en sus ovarios.

Maggie soltó una exclamación y se llevó las manos al bajo vientre al sentir algo extraño. Yo sonreí abiertamente.

-He de asegurarme de que te quedas embarazada, preciosa. No me guardes rencor.

Y con una última orden mental, provoqué una ovulación forzada en ambos ovarios.

...

5 minutos después, salí por la puerta principal y me subí al asiento del copiloto de la furgoneta de Amazon.

-¡Paquete entregado!- le informé a Janis, quien iba sentada en el asiento del conductor.

La mujer me sonrió como solo es capaz de sonreír una persona con el cerebro totalmente trastocado.

-¿Ha ido bien, mi amo?

-Ha sido más largo de lo que debería- contesté mirando el reloj del salpicadero. -Y creo que... habré cometido un pequeño... error.

-¿Un error, mi amo?

-Quizá... no sé- dije, incómodo de repente -Cuando la obligué a ovular se desmayó y yo... me... me parece que la he hecho ovular demasiado... ¡Oh dios! Creo que...

-¡Va a tener mellizos!- me interrumpió Janis con un entusiasmo infantil.

Yo la miré, pensativo, durante unos largos 10 segundos... entonces me aventuré a contestar...

-...o trillizos.

-¡¡O quadrillizos!! ¡Qué envidia me da!- su tono alegre casi desmentía sus palabras.

-Si... ¡¡SÍ, HAHAHAHA!! ¡Tienes razón!- no entendía por qué, pero mis preocupaciones se habían esfumado en un instante. -¿Has memorizado ya la lista?

-Sí, mi amo.

-¿Y bien...?- le pregunté con emoción contenida.

-La siguiente víctima se llama Isabella Craig. Morena, 28 años... vive a 3 calles en esa dirección.

-¡En marcha entonces!

Janis arrancó la furgoneta entonando un "purrum purrum" como si si se tratase de un niño pequeño jugando a los cochecitos, y ambos nos dirigimos hacia mi siguiente objetivo.

Me recosté en el asiento con una sonrisa beatífica y me masajeé la entrepierna por encima del pantalón, recordando y planeando...

Sobra decir que Maggie tan solo fue la primera de muchas. La primera meta de un juego al que había decidido llamar "Operación Africanización" en honor a Malik Sougu, un juego basado en extender de forma masiva la descendencia genética del etíope por los barrios más ricos de la ciudad, zonas repletas de mujeres blancas y fértiles a las que pensaba a dejar preñadas. 

Solo de pensarlo me levantaba el ánimo y sentía un agradable cosquilleo en el estómago. 

...

Unos minutos más tarde, llegamos a la casa de Isabella y, tras dar un par de vueltas a la manzana asegurándonos de que no hubiese ningún peatón por los alrededores, nos paramos frente al portal y agarré un paquete aleatorio de la parte de atrás.

-¡Buena suerte, mi amo!- me deseó Janis con auténtico entusiasmo en cuanto abrí la puerta.

Suspiré.

-¡Allá voy!

Y lo hice. Y esta vez fue mucho más fácil que la anterior. Isabella Craig actuó de forma bastante más amable y confiada que Maggie y no tardé ni la mitad de tiempo en violarla y dejarla preñada.

-Una menos.- dije alegremente al cerrar la puerta 46 minutos después.

Y así continué.

La siguiente se llamaba Melisa Stomper, una mujer viuda que se rindió nada más ver lo que tenía detrás de la bragueta.

Luego vino Colette Vilucci: una rubia despampanante con los pechos operados y un coño capaz de soportar casi toda la longitud de mi miembro.

Y sin perder tiempo, me dirigí caminando hasta la casa de Pamela Sánchez que vivía a poco más de 100 metros. La pobre se desmayó en medio del coito y tuve que echarle un vaso de agua fría antes de correrme en su interior.

Y seguí... mujer tras mujer, víctima tras víctima...

·Teodora Collins: casada con hijos. Me pidió mi número de teléfono al ver que me marchaba.

·Anita Robelloso: morena y menuda. Tuve que perseguirla por toda la casa hasta que la atrapé y la violé en medio de su jardín. Por suerte vivía algo aislada y nadie nos oyó.

·Janet Robinson: alta y con cara de caballo. Me la follé sobre la mesa del comedor y luego subí y violé a su hija de 16 años, la cual dormía en su habitación.

·Mandy Turner: ligeramente rechoncha. Era casi de noche y su marido ya había llegado a casa. La convencí de que me acompañara a la furgoneta para recoger el "paquete" y eso fue precisamente lo que le metí tras haberla amordazado.

Cuando anocheció y volvimos a la casa de Janis, había dejado preñadas a un total de 9 mujeres. Y antes de marcharme, me aseguré en cada uno de los casos de dejar un pedacito de mi organismo alojado en su cerebro que cumpliría una sola función: estimular su instinto maternal para así obligar a cada una de ellas a criar a los hijos e hijas que iban a nacer, sin importar quién fuese el padre.

Repasé la lista después de cenar y me masturbé recordando lo que había hecho y lo que estaba por venir... pues que ese tan solo había sido el primer día. Me fui a dormir feliz, y a la mañana siguiente me desperté antes de que sonara el despertador.

-¡Manos a la obra!- exclamé al subir a la furgoneta media hora después.

Y la primera mujer del segundo día fue...

·Margaret Davis: me abrió la puerta con su cabello oscuro despeinado y bostezando recién levantada. Me arrojé sobre ella sin darle tiempo a cerrar la boca.

·Sonia Álvarez: Era tan menuda y estrecha que me fue imposible meterle la polla. Me corrí directamente en su cavidad rezando por que una pequeña parte acabase en su útero.

·Tory Malone y Teresa Heimlich: esta pareja de lesbianas supuso todo un reto. Pero cuando por fin conseguí dominarlas, me tomé mi tiempo hasta que terminaron reconsiderando su sexualidad.

·Tina Svolskova: rubia medio rusa con unos pezones exagerados. Se pasó casi media hora tocando y masajeándome la polla sin creerse que algo así estuviera unido a una persona. Tembló de forma exagerada cuando la penetré.

·Molly Bermejo: No era tan guapa como su foto indicaba... así que la puse de espaldas a la pared y me la follé por detrás para no verle la cara.

·Maggie O'Donnel: compartía nombre con mi primera víctima pero no su temperamento. Me hizo una cubana con sus grandes tetas antes de que me la follara sobre su cama matrimonial.

·Lin Su Han: esta asiática mantuvo fue de las pocas que mantuvo la compostura cuando le enseñé mi pene... hasta que se dió cuenta de que era real.

·Felicia Hartritge: pelirroja de apellido impronunciable. Tenía unas tetas como solo las gordas pueden conseguir.

Y seguí, una tras otra... incansable... imparable...

·Maiko Katogawa: otra asiática. plana de pecho pero flexible por dentro.

·Marie Deschamps: no me gustaba su acento...

·Ninaele Jones: la única negra de la lista. No me esperaba un coño tan estrecho.

·Natalia Stonebecker...

·Jessie Paolinni...

Un total de 13 mujeres durante el segundo día.

Pero no me frené entonces...

11 mujeres durante el tercero.

14 mujeres durante el cuarto.

7 mujeres durante el quinto. Era domingo, los maridos estaban en casa, así que me tuve que limitar a las viudas y solteras.

12 mujeres durante el sexto.

Ni me frenaría hasta mucho después...

Aguanté durante 3 semanas.

...

Al anochecer del vigésimo-segundo día repasé la lista una vez más tumbado en la cama totalmente desnudo con las piernas entrecruzadas y mi largo pene flácido apoyado sobre la curva del muslo(me sentía más cómodo que nunca en ese cuerpo). Un par de toques en las carpetas de documentos almacenadas en la tablet abrieron el archivo donde tenía almacenados todos los datos de las mujeres a las que había "honrado" con mi visita: cada una tenía una fila/ranura son su nombre, teléfono, dirección, edad, estado civil, y un link directo a su expediente y otros detalles de su persona. Todo dentro de un EXCEL diligentemente creado por el marido de Janis con ayuda de mi otro esclavo, el funcionario civil.

Me reí, emocionado, y situé el dedo sobre el anexo "cifra total".

-Dos... cientas... treinta y... cinco- me tapé la boca ahogando mi risa más histérica.

¡235 mujeres! Todas eficazmente preñadas por el descomunal ariete negro que descansaba entre mis piernas. Era surrealista, era...

-Agotador...- suspiré con fingida afectación, acariciando mi reblandecida polla como quien acaricia a un perrito que se ha portado bien.

Y mientras tanto la sonrisa se negaba a abandonar mis labios. De nuevo, me sentía en una nube, feliz, sumergido en un éxtasis emocional; viviendo en una fantasía y cumpliendo mis sueños sin nada que se interpusiera en mi camino...

...Bueno, vale; puede que ese en particular fuese originalmente el sueño de un africano con pocas luces que acabó siendo poseído por mí. Pero yo había tomado el relevo y yo lo estaba viviendo, bajo mis propias condiciones.

Me volví a acariciar la polla, como diciéndome a mí mismo de una forma muy particular que a estas alturas ya solo importaba mi propio ego. 

Pero eso no significaba que fuese a dejar de lado la parte de Sougu que todavía vivía en ese cuerpo y que había conseguido influir en mi persona y mi subconsciente. Y era tan sencillo como que esa parte del africano... me gustaba... Era arriesgado pero tremendamente excitante. Me recordaba constantemente que no me convenía bajar la guardia en ningún momento y menos cuando hubiesen mujeres fértiles en los alrededores. La pugna... el sexo... lo que podía llegar a hacer si aceptaba dejarme llevar... era esa parte de "mí" la que más gozaba del hecho de haber dejado preñadas a 235 mujeres.

Y aún a riesgo de repetirme, aquello era surrealista.

235 mujeres que en 9 meses parirían un ejército de bebés de color chocolate todos hijos de un mismo padre... y todas ellas habían ovulado más de una vez así que en la mayor parte de los casos darían a luz a dos o tres bebés al mismo tiempo. ¿Cuantos llegarían a nacer? ¿...500? ¿...700?

Hundí mi cara en la almohada y me empecé a reír descontroladamente.

¡Oh dios...! ¡En 9 meses el barrio rico de la ciudad iba a terminar convertido en el barrio subsahariano! ¿...Y cuantos de ellos serían niños y cuantas niñas?

Me apreté la polla con fuerza y mis risas se redoblaron.

¿Y los niños serían acaso... "bien parecidos" a su padre? ¿Iban a estar igual de dotados? ¡Sería una locura! Si esos niños heredaban siquiera la mitad de la líbido de su padre, cuando llegaran a la pubertad ¡Se convertirían en un peligro público!

Mi estómago me dolía y traté de coger aire, pero no podía parar e reír.

Ya me los imaginaba a los 11-12 años cuando esa generación de salidos sexuales se fijara en sus compañeras de clase... en sus profesoras... sus madres, hermanas y hermanastras... Seguro muchas de ellas iban a ver la luz... y así la descendencia genética de Sougu se extendería cada vez más.

Mi almohada estaba húmeda por las lágrimas. Y por fin pude parar y respirar hondo.

-"3 semanas y 235 mujeres".

Continuaría. Lo había decidido. Pero ese cuerpo antes necesitaba un descanso bien merecido, ya que apenas era capaz de dar tres pasos sin que me fallaran las rodillas.

-¡Janis!

-¡¿Sí, mi amo?!- respondió la mujer inmediatamente abriendo las puertas del armario donde la había mandado a dormir.

-Tráeme a tu hija... quiero usar su cuerpo.

-¡Sí! ¡Ahora mismo voy!

Y un minuto después, madre e hija se presentaron al lado de mi cama. Tania estaba preciosa, como siempre. La chiquilla de 12 años compensaba con creces sus de-momento-escasos atributos femeninos con aquella hermosa cara en forma de corazón y esos grandes ojos azules y bien coronada por una larga cabellera de suaves tirabuzones rubios.

-Ya sabes... lo que tienes que hacer...

La niña se subió a la cama de un salto que meneó todo el colchón y se puso encima de mí a cuatro patas; abrió su boca todo lo que pudo y la pegó a la mía obedientemente.

Y en lo que tarda un corazón en latir cinco veces, había pasado de un cuerpo a otro y contemplaba la cara de Malik Sougu desde el punto de vista de Tania.

El etíope exhibió una sonrisa atontada unos instantes hasta que cerró los ojos y cayó dormido cuan largo era.

Yo me bajé con cuidado del colchón y le dije suavemente y en tono maternal.

-Buenas noches... que sueñes con los angelitos...

Pero en lugar de darle un beso en la mejilla o en la frente como dictan las costumbres, le besé en el prepucio. A continuación le eché la sábana por encima y para cuando le arropé ya estaba roncando.

Mi "madre" contempló todo el proceso con una sonrisa orgullosa. "Qué bien he educado a mi hija", debía de pensar la pobre ilusa.

Yo le devolví la sonrisa y le cogí de la mano con suavidad.

-Mami, ¿Podrías cepillarme el pelo?

-Claro que sí, cielo.

Y ambas bajamos al salón, donde me senté cómodamente en el sofá y Janis se entregó por completo en la tarea de cepillar los suaves tirabuzones rubios de su hija.

Y así seguimos ambas, dejando pasar el tiempo como madre e hija... Y no paró ni siquiera cuando ya llevábamos casi una hora y mi hermoso cabello estaba suave como la seda más fina. Ella disfrutaba complaciéndome(a mí y a su hija) y yo disfrutaba con sus cuidados.

-Si fuese un gatito... estaría ronroneando...

-¿Cómo dices, mi pequeña...?

Pero en ese momento, alguien llamó al timbre. Lo cual me hizo fruncir el ceño.

-¿Quién será, a estas horas?

Y olvidándome de mi papel como hija obediente de escasos 12 años, aparté a Janis a un lado y me dirigí a la puerta.

-¿Quién llama?- pregunté y me puse de puntillas para ver por la mirilla. Al otro lado, iluminada por la luz del portal, había una mujer en sus 30 vestida con ropa formal. Lo que más llamaba la atención de su cara era ese cabello liso de color oscuro enmarcado con un estilizado y perfectamente colocado mechón de pelo blanco.

-¿Janis?- dijo con voz monocorde -¿Janis Garrison? Soy yo, Kate, tu hermana. ¿Puedes abrirme? Te he traído los documentos que me pediste hace un mes.

¿Kate? ¿La hermana de Janis? ¿Documentos de...? Eso no estaba previsto... aunque bien mirado, tampoco me había molestado investigar mucho sobre la familia con la que me estaba "alojando". Me fastidiaba un poco abrir la puerta a gente que no conocía y que podía cortarme el rollo, pero era necesario aparentar normalidad; así que me encogí de hombros y abrí la puerta con una gran sonrisa.

-¡Hola tía Kate! Mamá está en el salón.

-¡Ah, hola Tania! Cada vez que te veo estás más preciosa.- me dijo la tía Kate con dulzura. Sus ojos castaños me sonreían tras esas gafas de montura rectangular.

Cuando llegamos al salón, Janis me sonrió como hacía siempre y su sonrisa perdió algo de intensidad al reparar en Kate.

-¡Buenas noches Janis! Perdona que llegue tan tarde, es que he estado muy liada.- dijo Kate rápidamente sin darle tiempo a hablar. -¿Vamos a tu habitación a discutir nuestros asuntos de siempre?

Janis parecía muy confusa al ver a su hermana en su casa pero no dijo nada. Me dije a mí mismo que debía cuidar mejor de los cerebros de mis víctimas, sobretodo si pretendía que siguiesen siendo ellas mismas.

Mi "madre" me miró indecisa y yo asentí suavemente, así que empezó a subir las escaleras.

-¡Espérame arriba, yo enseguida te sigo!- dijo Kate en voz alta.

En ese momento observé que varios sujetos habían seguido a la tía Kate a la casa: Dos hombres y una mujer. Todos de aspecto duro y ropa formal. Sus miradas me provocaron un escalofrío en la espalda. Algo iba mal...

-Pero antes me gustaría comentarte un par de cosas... Tania. Siéntate, por favor. Ha pasado mucho tiempo...

La observé a ella y a sus acompañantes con cautela, pero decidí hacer lo que me decía. De momento era lo más sensato. Me senté en el sofá dejando que mis pies rebotaran en un acto de descuidada y fingida inocencia.

Kate se sentó junto a mí. No pegada a mi lado, sino a una distancia que le permitía alargar un brazo y tocarme. Se me quedó observando un buen rato y sentí una gota de sudor recorriéndome la frente. Me aparté un mechón de pelo.

-¿Qui... quienes son esos?- pregunté tratando de romper el hielo.

-Vale. Voy a ser algo más directa. Sabemos quien eres, conocemos la personalidad que ahora mismo controla el cerebro de Tania Garrison.

-¿Q...qué... como?- una sensación de abrumadora debilidad se apoderó de mi vientre en unos instantes.

-Por favor, no te asustes. No venimos a hacerte nada malo, solo quiero hablar contigo ¡De verdad, nada mas!- por algún motivo, mi expresión la había alarmado.

La "tía" Kate continuó.

-Tu verdadero nombre es Daniel Connoly, y yo soy la docotra Kate Bertrand, investigadora del Laboratorio de Investigación Biológica y Experimentación... el centro LIBE.

¡Me habían descubierto! ¡Esos malditos científicos me habían descubierto! 

-¿De... tía Kate... de qué estás hablando? Me... me estás asustando.- susurré con voz temblorosa tratando de seguir en el papel de niña inocente. No tuve que esforzarme por fingir el miedo.

La manera que tuvo la doctora Bertrand de entrecerrar los ojos en aquel momento era decididamente lo más terrorífico que había presenciado jamás.

-Basta ya de fingir, Daniel- dijo en tono hastiado -Sé perfectamente que estás dentro de este cuerpo ahora mismo. La verdadera Tania Garrison no habría tenido ningún problema en recordar que su madre no tiene hermanas.

Mi expresión de entonces debió de ser todo un poema.

-Bien, me alegro de disponer de tu atención. Ahora voy a explicarte por qué estoy aquí y tú me vas a escuchar atentamente ya que tu vida está en juego. ¿De acuerdo, Daniel?

Mi cabeza se movió por voluntad propia arriba y abajo, asintiendo de forma casi imperceptible.

-Hace ya un mes de tu accidente, ¿Cierto? Tu cuerpo se impregnó en una sustancia experimental conocida como KR17, la cual modificó tu organismo por completo, destruyendo tu estructura celular y modificando tu ADN. Desde entonces te buscamos hasta dar con tu pista unos días después en el hogar de Martha Holmes y decidimos seguirte de lejos registrando tus movimientos e investigando tus nuevas capacidades. Desde entonces no te hemos perdido de vista, siempre pendientes de tus acciones.

-Abrí los ojos como platos. ¡¿Me habían seguido durante todo este tiempo?!- al cuerpo de Tania le entraron unas náuseas repentinas que traté de suprimir manipulando su cerebro. No debía mostrar debilidad, no debía mostrar debilidad, no debía...

-Te voy a ser sincera: estamos absolutamente fascinados contigo... todo lo que eres capaz de hacer, de mejorar, de improvisar... las nuevas capacidades que vas adquiriendo con tu libre albedrío...

Apreté el puño, controlando mis temblores. ¿Qué estaba diciendo?

-¡Queríamos fomentar eso! Seguir contemplándote en tu día a día, ver hasta donde llegarías...

"¡Es una embustera! ¡Una embustera!"- gritaba la niña histérica que se había apoderado de buena parte de mi consciencia.

-¿Qué? ¿Piensas que miento?- me preguntó tras una pausa.

Y mi expresión me delató una vez más.

-¿Por qué crees que te hemos permitido hacer todo lo que has hecho? Ni siquiera somos capaces de llevar la cuenta de las mujeres a las que has violado en el cuerpo del africano, pero seguramente tú sí.

-¿...Como puede... como...?- titubeé.

-Podríamos haberte atrapado en cualquier momento, ¡Incluso ahora podríamos, y con facilidad! Pero como verás, prefiero hablarte cara a cara ya que me interesa mucho más investigarte como sujeto que como sustancia.

Aquello sonaba cada vez peor... pero una parte de mí empezaba a creerla. Así que tragué saliva y me calmé lo suficiente como para preguntar:

-¿Y... por qué me hablan ahora? ¿Qué ha cambiado?

Kate me miró con tristeza.

-Hemos investigado a fondo las pocas muestras de KR17 que nos dejó tu accidente y los resultados indican una inestabilidad creciente en sus moléculas. Éstas mutan constantemente y no solo tienden a adaptarse a lo que absorben sino también a... consumirlo.

-¿Qué quiere decir?

-En el accidente de hace un mes, el KR17 absorbió y se adaptó a tu consciencia, adquiriendo forma gracias y en torno a los pulsos eléctricos de tu sistema nervioso. Básicamente mató a Daniel Connoly y desarrolló una copia de su cerebro en su nuevo organismo... pero como he dicho, el KR17 también tiende a consumir. A consumirse a sí mismo mediante la degradación consecutiva de partes de su código genético hasta que termina totalmente irreconocible... o neutralizado.

-¿Quiere decir que...?

-Que dentro de unas semanas, tu consciencia dentro de este nuevo organismo será desechada... destruida. Por sus propias mutaciones.

-No puede ser... me... me está mintiendo...

-¿Por qué habríamos esperado tanto si fuese así? Ya ves que no nos importa un ápice ser políticamente correctos, visto todo lo que has hecho durante este mes. Nos importas tú. Y tú estás en peligro inminente.

-¿Y qué... qué se supone...? ¡¿Qué se supone que he de hacer?!- dije casi gritando. Me sorprendí sorbiéndome la nariz y aguantando las lágrimas. El cuerpo de Tania no ayudaba...

-¡Ven con nosotros al centro de investigación! Haré todo lo posible para estabilizar tu organismo y mantenerte con vida. Yo soy la creadora del KR17 y es mi responsabilidad mantenerte fuera de peligro.

Pero cuando la doctora Bertrand dijo eso, se me encendió una bombilla en el cerebro. Algo en sus palabras no encajaba... y la capacidad cognitiva del cerebro de una niña asustada no era la mejor herramienta para razonar. ¿Lo habría planeado así?

Me fijé entonces en los acompañantes de Kate, todos habían tomado posiciones estratégicas en torno al salón con las manos a la espalda y no perdían de vista ninguno de mis movimientos. En ese momento me puse en guardia. Tras lo poco que había comprendido de las palabras de esa mujer vi por fin elementos que no encajaban, sobre todo referidos a las propiedades de mi organismo.

Y la repentina imagen mental de mí cuerpo verdadero metido en una probeta de laboratorio como una sombra miserable de lo que había llegado a ser y sometido a cualquier capricho de esa científica de mirada fría bastó para que se me aflojaran los intestinos.

-¿Y bien? ¿Vendrás con nosotros?- preguntó la mujer, incapaz de descifrar nada con mi cabeza gacha tapada por la cortina de cabello.

Moví la cabeza arriba y abajo con desgana, aparentando resignación.

-"¡Tengo que huir! ¡Tengo que huir! ¡Tengo que huir! ¡TENGO QUE ESCAPAR!"- gritaba por dentro.

Pero hice un esfuerzo sobrehumano por seguir actuando, por impedir que esa mujer volviese a adivinar mis pensamientos.

-Permítame primero... snif... que libere a los otros... ya me entiende...

No se cómo lo hice, pero mi expresión la convenció. Trás mirarme unos segundos que se me hicieron eternos, Kate Bertrand asintió.

-De acuerdo... pero no cambies de cuerpo, por favor. 

Negué con la cabeza y me sequé una lágrima. A continuación empecé a subir por la escalera y escuché como Kate y dos de sus acompañantes me seguían en fila. Los sentía detrás de mí, sus miradas clavándose en mi nuca... y sentía un pavor absoluto... y sabía que no tardaría en notarse... Tenía que hacer algo, tenía que...

-¿...Daniel? ¿Va todo...?

Y antes de terminar su frase, yo ya me estaba moviendo. Entré en la habitación donde dormía Sougu y cerré de un portazo. El agudo "¡¡NO!!" que se escuchó inmediatamente me heló las venas y eché el pestillo con manos temblorosas. No había pasado ni medio segundo hasta que el pomo se agitó violentamente y grité de puro miedo.

Tenía la mente en blanco, era incapaz de pensar, pero cuando un poderoso golpe estremeció la puerta de arriba abajo, mi única reacción fue la de correr hasta la puerta más cercana que pudiese interponer entre ellos y yo: la del baño adyacente.

Eché el pestillo justo cuando la puerta de la habitación se abrió con un terrible crujido provocando que uno de los acompañantes de Kate entrara en estampida.

"Baño, baño blanco, pensar, miedo, joder, joder, calma, mierdaostiap***, calma, piensa, piensa, piensa, ¡¡JODER PIENSA!! ¡¡PIENSA!!"

Y la puerta se estremeció, y yo sentí algo caliente deslizándose por mis muslos... me hundí los dedos en la mata de pelo sintiendo la más pura desesperación.

-¡¡ATRAPADLO RÁPIDO, NO DEJÉIS QUE ESCAPE POR LOS DESAGÜES!!

"¿Los...?"- esa zorra parecía realmente alterada -"¡¿Los... DESAGÜES?!"

Abrí mucho los ojos y me quedé mirando la bañera. Justo cuando conseguían romper la puerta dí un salto de cabeza y pegué la boca de Tania contra el desagüe de forma tan brusca y violenta que creo que le rompí un diente.

-¡¡¡NOOOOO!!!- gritó Kate Bertrand cuando me vomité a la fuerza y fui absorbido por el frío y la oscuridad...

...

Las tuberías y alcantarillas llevan a todas partes y pasan por muchos lugares... ¿Donde acabaré, pobre de mí? Tantas opciones y tan poca esperanza... Tal vez mis lectores puedan brindarle algo de luz a mi futuro, tal vez en forma de comentario, de sugerencia escrita.

¿Qué les gustaría?